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LOS ARTISTAS TINERFEÑOS EN MADRID (MUSEO DE ARTE
MODERNO, 1943). ALGO MÁS QUE UNA EXPOSICIÓN
THE ARTISTS OF TENERIFE IN MADRID (MUSEUM OF MODERN ART,
1943-1944). SOMETHING MORE THAN AN EXHIBITION
Jaime García García
RESUMEN
La Exposición de Artistas de la provincia de Tenerife
se celebró en Madrid (Museo de Arte Moderno), entre
diciembre de 1943 y enero de 1944. Un amplio
número de pinturas y esculturas dieron a conocer en
Madrid la importancia de la creación estética en esta
isla. Alrededor de este acontecimiento se organizaron
actos de relieve (charlas, conferencias o programas de
radio) en relación con la historia, el arte y la geografía
del archipiélago, en un intento de integrar a Tenerife y
a Canarias en el contexto cultural español. Los medios
de comunicación acercaron a Tenerife el entorno de
este magno evento, que antecedió al dedicado a la
provincia de Las Palmas.
PALABRAS CLAVE: Museo de Arte Moderno,
Enrique Sánchez, marqués de Lozoya, Círculo de
Bellas Artes, Cabildo Insular de Tenerife, Francisco
Bonnín.
ABSTRACT
The Artists' Exhibition of the province of Tenerife was
celebrated in Madrid (Modern Art Museum), between
December (1943) and January (1944). A large number
of paintings and sculptures announced in Madrid the
importance of the aesthetic creation in this island.
Around this event were organized important acts
(lectures, conferences or radio programs) according to
history, art and geography of the archipelago, in an
attempt to integrate Tenerife and Canary Islands in the
Spanish cultural context. The mass media brought over
to Tenerife the environment of this great experience,
which would precede another dedicated to the province
of Las Palmas.
KEYWORDS: Modern Art Museum, Enrique
Sanchez, Marquis of Lozoya, Círcle of Fine Arts,
Tenerife Insular Council, Francisco Bonnín.
INTRODUCCIÓN
¿Cuál era el estado de las artes plásticas en nuestro entorno hacia 1943? Esta sería la primera
cuestión planteada cara a la Exposición de Artistas de la provincia de Tenerife. A este propósito,
María Rosa Alonso nos ofrecía una respuesta que venía a constituir el exacto reflejo de las mismas,
extraída de la conferencia pronunciada en el paraninfo del Instituto de Enseñanza Media de La Laguna
por el marqués de Lozoya, quien afirmó que el ambiente artístico en Canarias era superior a la opinión
creada en la península, destacando en el panorama creativo del momento a artistas de la talla de
Bonnín, Martín González, Guezala y Arencibia, y entre los escultores Ramos y Alonso Reyes.1 Fue
precisamente Francisco Bonnín Guerín quien sugirió la idea de convertir a esta exposición en una
muestra panorámica del arte tinerfeño de entonces.
En segundo lugar, ¿qué fue más importante el acontecimiento o sus repercusiones mediáticas? La
Exposición de Artistas Tinerfeños a celebrar en el Museo de Arte Moderno de Madrid concitó todo el
dinamismo creativo de los artistas durante el año 1943, así como la actividad de los círculos culturales
de la isla. Esta empresa no fue casual, ni producto del deseo aventurero de un puñado de soñadores;
por el contrario, se pretendía que Canarias —con Tenerife, primero, y Las Palmas, más tarde— no
formase parte del tópico de territorio ultraperiférico y que, como consecuencia de la lejanía, el arte y
sus manifestaciones constituyesen una demostración palpable de la realidad e inquietudes estéticas que
abundaban en nuestro entorno, pues nuestros artistas afrontaron la denominada “crítica especializada”
de la capital de España, suscitando efectos de elogio, que los colocaron a un nivel de igualdad con
respecto a lo producido a nivel nacional.2
Doctor en Geografía e Historia (Universidad de La Laguna). Calle Los Peregrinos, 27-A. Barranco Grande. 38107. Santa
Cruz de Tenerife. España; Teléfono: +34922614754, +34696517892; Correo electrónico: jackorihuela@terra.es
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NACIMIENTO DE UNA EMPRESA
El Cabildo Insular de Tenerife, con su presidente Fernando Beautell, y el interés del marqués de
Lozoya, propiciaron la puesta en práctica de esta idea, apoyada desde Madrid por Blas y Esteban Pérez
González, altos cargos del Gobierno de la nación, con el auspicio de los miembros directivos del
Círculo de Bellas Artes. Así, se inició el proceso de reunir lo más representativo de la pintura y
escultura locales, contando con la cooperación del Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid y el
patrocinio de la Dirección General de Bellas Artes, encabezada por su titular, el ya citado Marqués de
Lozoya, Juan de Contreras y López de Ayala, quien fue objeto de un homenaje por parte del Círculo
de Bellas Artes durante su visita a la isla, preparatoria de la exposición.
El Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid estuvo dedicado al arte de los siglos XIX y XX,
entre 1879 y 1971, año en el cual sus colecciones se repartieron entre el Museo del Prado y el actual
Museo Reina Sofía. Fue creado mediante real decreto de 4 de agosto de 1894 e inaugurado en 1898,
aunque no abrió sus salas hasta un año más tarde. Se ubicó en el Palacio de Bibliotecas y Museos, sede
de la Biblioteca Nacional y del Museo Arqueológico Nacional, ocupando el ángulo suroeste del
mismo, delimitado por el paseo de Recoletos y la calle Villanueva.
El marqués de Lozoya visitó Tenerife a finales de julio de 1943, siendo homenajeado por el mundo
de la cultura insular a través de diversos actos, cuyo colofón fue la conferencia “El arte peruano y sus
posibles relaciones con Canarias”, pronunciada en La Laguna, donde hizo un análisis interno del
desarrollo arquitectónico, escultórico y pictórico en Tenerife, con especial mención a algunos autores
de renombre, así como su influencia en el continente americano. No olvidemos que Juan de Contreras
y López de Ayala, marqués de Lozoya (Segovia, 1893 - Madrid, 1978) era considerado una figura
intelectual de renombre, como historiador, catedrático de Historia de España y de Historia del Arte en
las Universidades de Valencia, Madrid y Navarra y autor de obras de reconocido prestigio. Ocupó el
puesto de director general de Bellas Artes entre 1939 a 1951.
Desde las presidencias del Círculo de Bellas Artes y del Cabildo Insular se convocaron varias
reuniones a propósito de la organización de este evento, encargando la institución tinerfeña su
representación a Luis Ramírez Vizcaya. Las obras fueron transportadas por la Compañía
Transmediterránea en el vapor Ciudad de Alicante, consiguiéndose, tras los oportunos trámites,
condiciones ventajosas en los fletes y los gastos aduaneros, a pesar de la rotura de alguna obra
escultórica y los problemas con alguna obra pictórica.
Entre el 10 de diciembre de 1943 y el 10 de enero de 1944 vino a desarrollarse el conjunto de
actividades que preludiaron, desplegaron y compendiaron lo que fue la Exposición de Artistas de la
provincia de Tenerife. La provincia de Las Palmas de Gran Canaria contaría con un evento similar
celebrado entre el 1 de junio y el 17 del mismo mes de 1944, al que asistirían 18 pintores con 97
cuadros y 6 escultores aportando 27 obras.
DESARROLLO DE LA EXPOSICIÓN
Esta exposición contó, desde un principio, con una Presidencia de Honor formada por las
personalidades siguientes: el ministro de Educación Nacional (José Ibáñez Martín), el ministro de la
Gobernación (Blas Pérez González), el subsecretario de Trabajo (Esteban Pérez González), el director
general de Bellas Artes (Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya), el presidente del
Patronato del Museo Nacional de Arte Moderno (Fernando Labrada) y el vicepresidente del Patronato
del Museo Nacional de Arte Moderno (José Mª Alfaro).
El peso de la organización y desarrollo de la misma estaban canalizados a través de una Comisión
Ejecutiva, integrada por los siguientes miembros: el director de la Escuela Social de Madrid y
presidente de la Comisión Organizadora (Francisco Aguilar y Paz), el director del Museo Nacional de
Arte Moderno (Eduardo Llonset y Marañón), el presidente del Cabildo Insular de Tenerife (Fernando
Beautell Meléndez), el periodista Juan Bautista Acevedo, el pintor José Aguiar García, el presidente
del Círculo de Bellas Artes de Tenerife (Antonio Lecuona y Hardisson), el arquitecto Pelayo López y
Martín Romero (Secretario de la Comisión) y el abogado Lorenzo Valenzuela Rodríguez.
El catálogo contenía datos relativos a los participantes y a las obras presentadas, seguido de
ilustraciones de algunas obras pictóricas representativas y de otras correspondientes a la escultura. El
Los artistas tinerfeños en Madrid…
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prefacio corrió a cargo del marqués de Lozoya, quien partiendo del prestigio de Canarias nacido a
mediados del siglo XVIII, llevaba a cabo un recorrido histórico, mediante el cual trazó líneas de
conocimiento geoeconómico por medio de figuras de renombre, con la idea de destapar la realidad del
archipiélago como lugar propicio para el cultivo de las artes y museo de riquezas artísticas, que en
nada tenía que envidiar al resto de España o a los más famosos rincones de la tierra. Mencionó,
también, el copioso acervo de las iglesias tinerfeñas, su estructura arquitectónica y la imaginería de sus
altares, vinculada a Luján Pérez, Estévez o Arroyo, además de los lienzos de Quintana o Miranda. A
ello, unió las figuras del momento, encarnadas por José Aguiar, Gregorio Toledo, Francisco Bonnín o
Alfredo Torres Edwards.
La exhibición pictórica se dividía en dos partes bien definidas, relativas a los siglos XIX y XX.
Ambas fueron analizadas a través de un amplio trabajo periodístico de Cecilio Barberán, publicado en
el diario ABC, donde se aludía a la pintura tinerfeña que se exponía, sus valores y los autores
representados.
El reportaje arrancaba con una referencia a la importancia de la arquitectura religiosa, punto de
partida y posterior refugio de las riquezas artísticas, para luego realizar un estudio detenido del arte
isleño que venía a incorporar la aportación canaria a la historia del arte hispánico, desde Valentín
Sanz, Nicolás Alfaro, Botas y Ghirlanda o Luis de los Ríos hasta Manuel González Méndez, piezas
claves del XIX tinerfeño.
Una segunda parte se reservaba a la colección de cuadros y esculturas de autores del siglo XX,
dentro de los ponderados cánones del gusto europeo a pesar de la lejanía de los principales centros
artísticos de Europa, donde mar y luz representaban sus dos valores esenciales. Eran ya conocidos en
Madrid por sus obras los nombres de Aguiar, Gregorio Toledo, Francisco Bonnín, Enrique Sánchez
González del Valle o Alfredo Torres Edwards, fallecido por aquellas fechas en la ciudad de La
Laguna.
Otros trabajos hicieron referencia a todo lo que rodeó a este gran evento resaltando a Bonnín y
Martín González analizando el catálogo de la exposición, el papel del Marqués de Lozoya y su
relación con Tenerife y la serie de actos paralelos, como las conferencias de Eduardo Llonset, Eugenio
d´Ors o Enrique Azcoaga.
DISTRIBUCIÓN
La distribución de la exposición se realizó de la siguiente forma:
Pintura (siglo XIX). Nicolás Alfaro y Brieva, Juan Botas Ghirlanda, Luis de la Cruz Ríos, Manuel
González Méndez y Valentín Sanz Carta.
Pintura (siglo XX). José Aguiar García, Francisco Bonnín Guerín, Francisco Borges Salas, Cecilio
Campos Fleitas, Manuel Corrales Egea, Diego Crosa y Costa, Carlos Chevilly de los Ríos, Juan Davó
Rodríguez, Eva Fernández de Guigou, Juan Ismael González de Mora Castillo, Antonio González
Suárez, Dolores González Rodríguez, Pedro de Guezala García, Manuel López Ruiz, Manuel Martín
González, Rafael Peñuelas Rodríguez, Alonso Reyes Barroso, Teodoro Ríos Rodríguez, Ángel Romero
Mateos, José Rovira Mestre, Enrique Sánchez González del Valle, Guillermo Sureda Abelló, Gregorio
Toledo, Alfredo de Torres Edwards y Antonio Torres González. Hacían un total de 30 pintores y 156
cuadros.
Escultura: Enrique Cejas Zaldívar, Nicolás Granados Raymundo, Jesús María Perdigón
Hernández y Alonso Reyes Barroso (4 escultores y 18 obras).
En resumen una exposición reflejada en un catálogo formado por 37 páginas y 18 láminas con 35
reproducciones (30 correspondientes a pintores y 5 a escultores).
RELEVANCIA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La historia de este acontecimiento de relieve extraordinario para la época apareció relatada a toda
página en innumerables medios de comunicación escrita nacionales y locales, así como en revistas de
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gran tirada.3 El fruto del éxito venía remarcado por la doble foto que, en primera página, apareció en
El Día —edición del 27 de enero de 1944—, donde daba fe del momento en que, paisanos residentes
en Madrid y artistas de esta Exposición, inmortalizaron mediante una instantánea fotográfica el paso a
la posteridad, seguida de otra, donde Juan Bautista Acevedo —redactor jefe de ABC— les dirige unas
palabras brindando por el logro alcanzado.
Francisco Aguilar y Paz sobre una foto de uno de los participantes, Enrique Sánchez González del
Valle4 y la reproducción de su obra Jarrón con flores, preludió su extensa crónica con unas primeras
impresiones dirigidas hacia la búsqueda de la identidad cultural de Tenerife y el acoso y derribo de
mitos que nos habían costado quitarnos de encima. Citó las aportaciones realizadas a través de este
evento: el nombre de Tenerife, el clasicismo, la mesura, el orden o la elegancia. Puntualizó la
presencia de Tenerife y sus creadores en Madrid, lejos del tipismo y el topismo y derramando una
refinada sensibilidad.
Una intensa mirada atrás, un recuerdo a nuestros paisanos del XIX, que no pudieron ver en persona
sus obras enmarcadas en el contexto del Museo de Arte Moderno, y una mirada al futuro, con el
propósito de contar con un recinto propio donde poder celebrar encuentros de esta índole e
intercambios con otras pinacotecas, completaron esta parte del documento que nos ocupa. En el citado
artículo se hacía referencia a los consejos del marqués de Lozoya y a su iniciativa, tras la visita al
archipiélago, fruto de la cual fue el envío de una serie de obras del Museo del Prado que quedaron en
depósito en nuestro Museo de Bellas Artes, sin olvidar la colaboración del alcalde santacrucero
Belisario Guimerá.5
En el acto de inauguración, el palmero Blas Pérez, ministro de la Gobernación, expresó su alegría
por el éxito logrado y la labor llevada a cabo en el comité organizador. El acontecimiento causó una
excelente impresión, a pesar del inconveniente surgido por las dimensiones de la sala y la abundancia
de óleos, que fue resuelta por sus responsables reduciendo en número las obras a exponer, pero sin
eliminar a ningún pintor. Entre los comentarios más oídos circulaba el que hacía referencia a que
ninguna provincia española podía presentar aquel plantel de artistas, como símbolo vivo de un alma,
de una cultura, de un carácter, de una patria, de un estilo y de un paisaje.
Diversos periodistas, entre ellos Federico García Sanchiz, utilizaron la radio como gesto simbólico,
elogiado tanto por isleños como por peninsulares, intentado convertirse en una especie de paladín de
las bellezas de las islas Canarias, recordando su estancia en Santa Cruz de Tenerife y glosando la
manifestación de arte tinerfeño traído a Madrid. García Sanchiz, periodista y académico de la
española, afirmó, en los estudios de Radio Madrid, que anteriores afirmaciones suyas sobre el
archipiélago, verbales y escritas, habían sido injustas, reconociendo su culpa, fruto de su falta de
preparación e inexperiencia, a pesar del tiempo que residió en nuestra tierra. Este acontecimiento
radiofónico obtuvo amplia difusión en otros medios periodísticos, destacando su carácter patriótico-histórico,
contando con la colaboración de la Delegación Nacional de Propaganda del régimen en su
sección de radiodifusión, que dio toda clase de facilidades, sumándose a este homenaje a Canarias, y
facilitó su traslado posterior a la prensa tinerfeña. En una metáfora plagada de tópicos, invitaba al
mejor conocimiento del conjunto insular y de las islas que lo integran, llegando a establecer un símil
geoestético, con alusión al maridaje de paisajes, historias y personajes claves.
Otros medios, cercanos al aparato de difusión del franquismo, otorgaron a esta Exposición la
categoría de embajada, cuya esencia particular radicaba en el valor de cada cuadro, donde el destacado
papel concedido a la pintura nos ha permitido seguir con atención y conocimiento el crecimiento y
desarrollo del arte insular. Hubo elogios para el interés de Canarias por vincularse el arte en España en
los artículos de diversos autores publicados en ABC, Arriba, Dígame, El Alcázar, Informaciones,
Pueblo o Ya, entre otros.
Los méritos y aportaciones individuales y colectivas se pusieron de manifiesto, junto al ciclo de
conferencias y otros actos paralelos y al análisis de cada participante, que contribuiría a revalorizar la
suma de la aportación global. Entre estos conviene destacar la conferencia del catedrático universitario
jubilado, historiador del Arte y académico, Andrés Ovejero, el cual hizo un fervoroso estudio del
significado de la Exposición y una exaltación a Tenerife. Francisco Cossío leyó una conferencia
enmarcada en la evocación de Tenerife, desde la realidad y el recuerdo. Rafael Hardisson disertó
acerca de la temática titulada “Estampas tinerfeñas”, dirigida a los alejados de la tierra largo tiempo y
que volvieron a ella por medio del arte. Enrique Lafuente Ferrari, catedrático de Historia del Arte,
desarrolló un acertado “Estudio crítico sobre los pintores y las escuelas”, incitando a los eruditos de
Los artistas tinerfeños en Madrid…
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las islas a trabajar en las biografías y estudio de los pintores, lamentando la falta de fuentes
informativas. Eduardo Llonset Marañón disertó acerca del “Arte tinerfeño”, basándose en las
experiencias alcanzadas en sus largas estancias en Canarias y en un amplio anecdotario con
impresiones de viajeros de diversas procedencias acerca de nuestro acervo cultural. A ello hay que
añadir la recopilación de las diversas conferencias pronunciadas sobre varios artistas tinerfeños
participantes en el evento o aquellas crónicas referidas a la labor artística de creadores tinerfeños
específicos.
Llegado el instante de la clausura, el marqués de Lozoya aprovechó la ocasión para dictar una
conferencia titulada “Canarias en la literatura prerromántica”, donde fijaba su atención en la
personalidad de autores como Viera y Clavijo, exaltando la íntima realidad de la isla de Tenerife. Al
hilo de este acontecimiento, resulta interesante remarcar la aparición de un extenso trabajo de Juan
Rodríguez Doreste en el periódico tinerfeño El Día, donde se dedicaba una especial mención al
director general de Bellas Artes, a quien se consideraba como el verdadero artífice de que nuestro arte
insular se hubiese acercado al marco occidental con una pujanza digna de encomio.
El autor trató de abordar el hecho de la Exposición utilizando la figura del visitante a manera de
hilo conductor. No del visitante-masa, sino del visitante medio y culto, ya que se le suponía portador
del gusto estético y del correspondiente hábito en la contemplación de la obra de arte. El estereotipo
del mismo encerraba una persona con interés y vocación, conocimientos históricos más o menos
amplios del entorno insular y, por encima de ello, la idea rotunda de la importancia de la geografía,
donde se reseñaban los paisajes y las marinas de Enrique Sánchez González del Valle.
El paisaje, el mar, los retratos o los bodegones aseguraban una vigencia de alta calidad y además en
el arte tinerfeño se advertía la huella de la geografía, como fuente primaria y esencial de todos los
movimientos culturales e intelectuales producidos en el archipiélago, escenificados en el cielo, las
cumbres y el mar atlántico. El aire envolvente de los elementos físicos, ha dejado de ser para el
visitante en Madrid una porción de estampa turística, debido al trabajo de cada artista captando color,
luz y atmósfera inmersos en la naturaleza. El resultado coincidía con una simbiosis perfecta entre lo
que era, lo que se pintaba y lo que se observaba, objetivamente considerados y sin lirismos.
La conclusión a esta serie de reflexiones pretendió ante todo, de la mano de diversos periodistas,
elevar a la categoría de homenaje la tarea de equipo. Se hablaba de un grupo de creadores, que con
inspiración y técnica buscaban nuevos espacios a sus obras para someterlas al análisis de la crítica,
temida y deseada, pero necesaria. Esta generación de artistas cumplió la función de crear paisajes,
lienzos y acuarelas para mostrar en Madrid lo que se hacía en Tenerife. Fue un intercambio individual
y colectivo a la vez.
El alto grado de preparación y la evolución pictórica y artística que muchos parecían hallar en
Tenerife hacia 1943, reclamó la atención de todos y en especial de algunos críticos, quienes
expresaron que la nueva generación de pintores y escultores tinerfeños debía incorporarse al ritmo de
los tiempos y seguir el camino que le trazaron los artistas precedentes, con la influencia del arte
peninsular y con su eclecticismo.
La Exposición desprendió admiración tanto en lo concerniente al valor de lo mostrado como al
ímpetu de lo que transmitía, tendiendo un puente entre el XIX y el XX, a través del cual pudieron ser
observados signos de evolución y continuismo, a cuyos elementos contrastados, se añadía la idea
centrada en el arte tinerfeño como vehículo que transportaba un afán de universalidad, más aún
tratándose de un arte atlántico contemporáneo casi desconocido. Incluso se alabó el hecho de sentirnos
tinerfeños en el mundo, abogando por la necesidad de estar presentes cada año en Madrid, ya que el
Ministerio de Educación Nacional adquirió dos obras (una de Bonnín, Retamar florido, y otra de
Martín González, Aldea de Chirche) para el Museo de Arte Moderno.
Aunque se tratase de una colaboración solidaria en pro de confirmar el valor que el arte insular
poseía, las cualidades individuales de muchos artífices de la Exposición no pasaron desapercibidas. Un
ejemplo claro lo constituyó la obra de Enrique Sánchez González del Valle, de quien se dijo que
aportó a la misma unos buenos ensayos de pintura, siendo muy inspirada su obra, basada en el entorno
y contorno de la isla, captando líneas, luces y colores de forma instintiva, ya que era considerado un
maestro entre maestros, pues había demostrado ser un pintor cuya producción miraba de frente al mar.
Se destacaba igualmente a Juan Ismael, con su obra Un puertito del norte de Tenerife, entrañable y
real, que supo expresar con el espíritu de su pintura esa gracia estilizada, esa pureza diáfana de la
juguetería.
XX Coloquio de Historia Canario-Americana
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En esta línea de comentarios, Rafael de la Torre argumentaría, evocando al mar y a Cecilio
Barberán en ABC (“El arte de España en las Afortunadas”) la importancia recíproca de la influencia
peninsular en el arte isleño y de la sensibilidad traída a Madrid por los artistas tinerfeños. Por su parte,
Fernando Jiménez Placer mencionaba a personajes de la categoría de López Ruiz, Aguiar, Martín
González o Enrique Sánchez González de Valle, como creadores vinculados fuertemente al Círculo de
Bellas Artes, cuyas aportaciones resultaron interesantísimas en el orden pictórico nacional,
despertando una cálida inquietud, bajo la atenta mirada de las instituciones insulares. Es preciso
resaltar, igualmente, las observaciones de Lorenzo Valenzuela Rodríguez sobre la implicación de los
artistas tinerfeños en el evento para romper las ligaduras de los años.
El capítulo global resultó alentador, ya que desde un principio se valoró en su justa medida el
intento innovador de trasladar estéticamente a Madrid los rasgos físicos de Tenerife y de Canarias,
desafiando los riesgos del desconocimiento en pro del acercamiento, no en balde los preparativos
habían constituido un ardua labor tanto en Tenerife como en Madrid .
La noticia del acontecimiento traspasó las fronteras naturales del espacio acostumbrado y cotidiano
—la noticia fue publicada en el diario La Nación de Buenos Aires, en la primavera de 1944—,
instalándose entre nosotros como un acto irrenunciable asociado a un traslado vital por la vía de las
artes, enmarcadas en el paisaje, que llegó a considerarse como una manifestación global de
archipiélago, pues la provincia de Las Palmas de Gran Canaria tendría su oportunidad meses después.6
Clausurada la exposición, el presidente accidental del Círculo de Bellas Artes, en nombre de la
Junta de Gobierno, dirigió un escrito al presidente del Cabildo Insular de Tenerife, agradeciendo el
papel jugado en este evento, en la línea de estimular el prestigio de los artistas y de la isla, ya que
había sido la primera manifestación de esta naturaleza organizada fuera de los límites insulares y
regionales.
El retorno de las obras a las islas presentó serias dificultades que se resolvieron gracias al
patrocinio del Cabildo Insular, que intervino nuevamente en lo referente a los costes de traslado, a los
derechos arancelarios aduaneros y a la devolución al Museo Municipal de Bellas Artes de algunos de
los cuadros de la exposición, encargándose de esta tarea el vapor Tormes de la Compañía Marítima
Frutera.7
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Esta Exposición fue un acontecimiento artístico, por la cantidad y calidad de creadores y obras que
se dieron a conocer en el concierto nacional. Además, constituyó un hecho social, que desplazó a
Madrid a una serie de personajes que desarrollaron labores de presentación de los valores de la época
y de la isla. A la vez, lo fue en el orden político, por lo de acercamiento y consolidación de personas y
personajes al régimen y a los modos y maneras del arte en Canarias (inicialmente con este evento y
más tarde con el dedicado a la provincia oriental). E, indudablemente, significó un acontecimiento de
naturaleza económica, en tanto en cuanto el simple hecho de un ejercicio de compra y venta suponía,
además de lo obvio, una puerta abierta al conocimiento de la obra y del autor. Tan importante fue la
Exposición como los efectos y repercusiones que se derivaron de la misma.
Por otra parte, fueron valorados convenientemente el conjunto de hechos que pasamos a enumerar:
a.— La apertura del arte canario hacia marcos de mayor trascendencia, hasta ese momento casi
totalmente cerrados, a través de la cobertura realizada por los medios de comunicación y los actos
organizados en torno al evento.
b.— La ruptura del aislamiento geográfico llevó inmerso el cambio de dirección en algunas
tendencias y en el mercado del consumo del arte.
c.— La apertura de ciertas mentalidades, que suponía el salto desde el pequeño espacio insular al
solar continental.
d.— La aceptación de público y crítica afianzaron la confianza de nuestros artistas en sus
posibilidades de incorporación a una ruta artística mucho más trascendental y universal, empresa, por
otra parte, afanosa y constante.
e.— La idea de impulsar la creación de otros centros y entidades, capaces de encauzar el camino
abierto con esta Exposición.
Los artistas tinerfeños en Madrid…
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f.— La ampliación y mejora del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, con aportaciones
externas —Museo del Prado— y con parte de las obras de estos expositores. Esta iniciativa tuvo un
mentor de relevancia, el marqués de Lozoya.
g.— Los intentos de creación de centros de formación para los artistas jóvenes, única forma de
consolidar el éxito alcanzado e introducirse en nuevos horizontes.
h.— Entrañables recuerdos, que revivieron algunos de sus protagonistas, como Francisco de
Aguilar y Paz: “Aquella Exposición constituyó todo un éxito y fue muestra fehaciente de la calidad de
nuestros artistas. Desde entonces no se ha vuelto a repetir la bella aventura de trasladar a Madrid,
como capital del Reino, las obras más relevantes de nuestra creación”.8
i.— La presentación a nivel nacional de la variedad de estilos, tendencias y peculiaridades de la
pintura y escultura a nivel insular, que posteriormente propiciaron exposiciones individuales de
algunos de los participantes.
En suma, esta exposición abrió las puertas a nuevos acontecimientos de relieve, celebrados, tanto
de forma inmediata, como en la década siguiente, donde participarían artistas canarios: La I Bienal
Hispanoamericana de Arte (Madrid, 1951), La II Bienal Hispanoamericana de Arte (La Habana,
1953) o La III Bienal Hispanoamericana de Arte (Barcelona, 1955), por citar algunos ejemplos.9
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ANEXO FOTOGRÁFICO
Enrique Sánchez González del Valle: Jarrón con flores, propiedad particular, 1943, óleo sobre lienzo, 44X53.
Autor de la fotografía: Jaime García García.
Obra nº. 135 del Catálogo de la Exposición de Artistas de la provincia de Tenerife (Madrid, 1943).
Los artistas tinerfeños en Madrid…
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NOTAS
1 ALONSO (1943a), pp. 218-221.
2 VEGA (1999), p. 416.
3 ALONSO (1944), pp. 115-116.
4 GARCÍA GONZÁLEZ (1990), pp. 399-402.
5 FRAGA (1980), p. 8.
6 GARCÍA GARCÍA (2003), pp. 409-429.
7 CASTRO Y DARIAS (1998), p. 96.
8 AGUILAR (1994), p. 20.
9 GARCÍA GARCÍA (2011), pp. 523-539.