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INFLUENCIA DE DON VALERIANO FERNANDEZ E
FERRAZ EN LA CULTURA COSTARRICENSE -
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El legado de un gran canario .del,.siglo XIX
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CARLOS MELENDEZ CHAVARRI a
"La (vida) maá siempre podrá parecer a cualquiera wna lamentable se-rie
de equivocations)>c, omo cterto período del Reinado de Doña Isabel Se-gunda.
Valeriano Femández Ferraz
INTRODUCCION
Tenemos ante nosotros la tarea fmproba de tratar de resumir en unas
pocas páginas, la biografía y la obra de don Valeriano Fernández Ferraz, in-dudablemente
uno de los hombres que más influencia intelectual han ejerci-do
dentro del ámbito costarricense del siglo XIX y albores del XX.
?A qué razones obedece esta notable influencia sobre los costarricenses?
Explicarlo, es el objeto de este trabajo, dado que convergen una serie de cir-cunstancias,
que es preciso conocer, antes de intentar siquiera dar respuesta
a la interrogante que hemos planteado.
Los costarricenses ciertamente que estamos en deuda con este ilustre
hijo de las Islas Canarias, que vino al país en 1869 a dirigir y poner en mar-cha
el primer plantel de enseñanza secundaria del pais, el Colegio de San
Luis Gonzaga, en la ciudad de Cartago, establecido por el aliento del Presi-dente
Lic. Jesús Jiménez. Cabria agregar que en los designios e intenciones
de don Valeriano, el Colegio era más bien su «palanca» para proyectarse,
como lo hizo, dentro del ámbito nacional, dado que por su formación profe-sional
y su credo krausista, habfa metas más relevantes que alcanzar; y él en
efecto se propuso conseguirlas, prácticamente a través de recias poiíticas
educativas, de cuyas particularidades habremos de detenernos más adelante a
narrar.
Pero hay algo importante que debemos destacar aquí. Se trata de que,
para ser justos, deberiamos hablar más bien de los hermanos Fernández Fe-rraz
y su influencia en Costa Rica, por cuanto tras don Valeriano vendrfan
más tarde sus otros hermanos menores, don Vfctor Fernández Ferraz
(1 843- 190?) y don Juan Femández Ferraz (1 849- 1904) e incluso deberfaamos
hablar además de doña Juana Femández Ferraz de Salazar (m. 19 18), mujer
InPuencia de Don VaLeriano Fernández 4
de gran cultura y talento. Con la excepción de Don Vfctor, los demás murie-ron
en costa Rica y realizaron aquf una gran labor en el campo de la educa-ción
y la cultura. Cada uno de ellos, merecerfa por lo tanto especial atención,
semejante a la que ahora prestaremos a la figura de Don Valeriano.
ESBOZO BIOGRAFICO DE DON VALERIANO
Nació don Valeriano Fernández Ferraz en Santa Cruz de la Palma, el 14
de abril de 1831. Allí hizo sus primeros estudios, para moverse luego a Sevi-lla
(1848-53) a realizar su secundaria, de donde pasó a Madrid, donde se re-cibió
como Licenciado y Doctor en Filosofía en 1857. Fue entonces cuando
entró en contacto con don Julián Sanz del Rfo, fundador del krausismo espa-ñoi,
que era una corriente de pensamiento, verdadera toma de conciencia so-bre
la historia y la realidad de España, cuya fmalidad intelectual, de concien- E
cia moral, era el conseguir integrar a España al pensamiento europeo moder- no. A este respecto López Morillas escribe: -
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«No estriba, pues, la novedad del krausismo en abogar por la europeiza-ción
de España sino en identificar a Europa con la visión racional del mundo, $
y de conformidad con tal identificación, en tratar de orientar la cultura espa-ñola
en dirección al racionalismon (López Monllas, Juan, 1956: 12-13).
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Desde esta perspectiva, de Madrid saldrfa don Valeriano hecho un
hombre nuevo, a ejercer la docencia (cátedras de latín y griego) en el Institu-to
de Jerez de la Frontera, a la que renunció para integrarse al claustro de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid en 1862. En
1866 fue nombrado catedrático supernumerario, con adscripción a estudios
críticos sobre los prosistas y poetas griegos, lengua hebrea y lengua árabe,
para pasar, dos años más tarde a la Universidad de Sevilla, a su Facultad de
Fiiosoffa y Letras como numerario; ese mismo año ganó por oposición la cá-tedra
de lengua árabe en Madrid, de donde precisamente saldrfa para atender
la oferta que el gobierno de Costa Rica le hizo, para venir a organizar y diri-gir
el Colegio de San Luis Gonzaga en Cartago. De España se le llamó para
que regresara a ocupar sus cátedras, pero al no atender la petición se le ex-cluyó
de la nómina universitaria en julio de 1872. Diez años más tarde, tras-ladóse
de Costa Rica a La Habana, donde hizo sus exámenes de oposición a
5 Carlos Meléndez Chauavi
la lengua hebrea, y al ganarla, continuó hacia Madrid, donde ganó la de 'len-gua
árabe de la Universidad de La Habana, y por nueva oposición en 1884
en La Habana, pasó a desempeñar la de Historia de la Filosoffa.
Diez años permaneció en total en La Habana ,el Doaor Fernández Fe-rraz,
antes de retomar a Costa Rica, en donde habia casado.
Desempefió aquf la dirección del Colegio de San Luis Gonzaga, entre
1869 y 1874, donde prácticamente sentó las bases de nuestra enseiíanzz se-cundaria.
De 1879 a 1882, fungió como director del Instituto Nacional, car-go
a través del cual mostró gran entusiasmo y sobre todo, gran capacidad
como mentor de una generación importante de jóvenes ansiosos de superar
rus limitaciones. En todas estas tareas; los hermanos de don Valeriano,
como fueron a sabe^ don Vfctor y don Juan, fueron sus más inmediatos cola-boradores
y como el primero, ejercieron en nuestro ámbito, una función cul-tural
de gran relevancia. En 1896-98, tras larga ausencia, vuelve al Colegio
de San Luis Gonzaga en 1906, esta vez por un solo año y como profesor
raso de Latín, Moral, Psicología y Lógica e Historia Literaria; trasladándose
luego a la Dirección de la Bibiioteca Nacional en San José y más tarde a la
Dirección General de Bibliotecas, cargo que ocupaba al momento de su
muerte, ocurrida en diciembre de 1925.
Queremos dejar trazada una mediana semblanza personal de este sabio
erudito que hizo de Costa Rica su segunda patria. Era de mediana estatura y
a juzgar por una fotografia que tenemos a la vista, de sus últimos aiíos, más
parece una figura desprendida de la Biblia, con su barba de patriarca del Vie-jo
Testamento, larga y canosa, cejas muy pobladas, nariz larga y recta, que
sirve de soporte a unos menudos anteojos que apenas dejan entrever unos
ojos menudos y brillantes. Su frente es ancha y su cabeza echada hacia ade-lante,
delata el peso de los años y sus l a q p jornadas de estudio, volcado ha-cia
los libros que fueron su pasión. La foto contrasta con el óleo con que le
inmortalizó don Tomás Povedano, hoy en el Museo Nacional de Costa Rica
en San José, en donde figura con su capa de universitario Doaor en Filoso-ffa
y su &-rete ara&mi~qc ~ fmi gre m& IQ~ L ~Q, ELqe i7rniierAa
--1-----
descansando -no otra cosa podfa ser- sobre un libro.
Don Mario Sancho lo recuerda asf:
I$uenn'a de Don Vden'ano Fernández 6
«Nosotros conocimos y tratamos al Doctor en sus últimos tiempos, y asi
no nos cuesta trabajo representamos al viejecito pulcro, de grandes barbas
blancas, nariz recta y notablemente luenga, ojos fulgurantes a través de los
años y de los espejuelos bajo cejas espesas, hirsutas, que eran como dos colini-tas
adonde venia a morir el valle amplísimo de su frente. Vestido de su eterna
levita, pegado a un libro, o bien gesticulando con vehemencia que jamás logró
apagar la edad, y con aquél ademán tan peculiarmente suyo que consistfa en
extender la palma de la mano y estirar el meñique y el pulgar, como si fuera a
medir algo. Cerrarnos los ojos y le vemos y hasta nos parece ofrle otra vez sus
interjecciones favoritas: Pues, iQué caray!, iQué disparate!, ¡No faltaba más!»
(Sancho, Mario. 1934:21).
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CIRCUNSTANCIA HISTORICA DE SU TIEMPO ESPANOL E
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La primera pregunta que debemos planteamos, es la que gira en tomo a
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las razones que determinaron a un catedrático de la Universidad matritense, E
a decidirse a partir hacia Costa Rica. E
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Su acción ocurrió poco después de haberse efectuado, en 1868, la lla-mada
revolución «Gloriosa». Todo ello era propicio para personas como don $
Valeriano, tan ligadas al círculo de Sanz del Río y demás krausistas españo- -
0 les, pues compaginaba perfectamente con dicho ideario. Lo que el movi-miento
revolucionario acababa de desterrar, la dinastía borbónica, era preci-samente
la responsable de dos siglos casi, de arbitrariedades y sufrimientos
en España, debió ser complementado con un anticlericalismo que se com- -
prende, por haber sido la Iglesia el apoyo de tan desacreditada monarquía. $ 2
La connivencia mostrada durante tan largo tiempo por la Iglesia, condujo a
esta reacción anti-eclesiástica, de la que don Valeriano no estaría desligado, 1
conforme veremos más adelante. En síntesis, pareciera que la coyuntura his- 2
tórica era propicia más bien, para que liberales de la escuela krausista, en- . .
~ ~ i l te! i axibi~eil te í j r ~ p i cai. ~;US iilteieses. S6b cabih FiiSai qiie p c i -
samente ante el éxito conseguido en la península por estos liberales, si habría
la oportunidad de lievai este mismo mensaje a los pueblos hispanoamerica-nos,
que habian estado cobijados por estas mismas circunstancias, y era en
consecuencia necesario llevarles el mensaje liberador.
Parece evidente en don Valeriano, el sentimiento de que España tenía
esre upo de responsabiiidad hisrórica con ia ~ierraa mericana, y en verdadero
afán creativo innovador consideró preciso ir a librar batallas similares, com-
7 Carlos McIlndez Cbavarri
partiendo con esto un sentimiento de identidad histórica, que en él es muy
evidente. Como espaiíol, se sentfa en la necesidad de ir a cumplir con un
compromiso que su patria teda contraído con quienes erarnos sus herederos
espirituales; y en verdadero apostolado, aceptó trasladarse a la pequeña Costa
Rica, a librar como Quijote, las recias batallas contra los molinos de viento
de la historia.
Pareciera evidente que en la decisión de 1869 sobre su traslado a Costa
Rica, debieron mediar circunstancias más que relevantes para esta decisión,
que habría de ser definitiva en su vida. A este respecto no parece haber sido
determinante la llamada revolución «Gloriosa», que provocó el exilio de la
Reina Isabel 11, y el advenimiento de un régimen moderado, cuyos principios
buscaban consagrar la libertad religiosa, de enseñanza, de imprenta, de reu-nión
y asociación. Todo ello era propicio para quienes como don Valeriano,
profesaban el credo krausista, que compaginaba plenamente con tales con-ceptos
fundamentales. Habría en consecuencia que pensar en otras razones,
y las que encontramos más valederas, son precisamente que, así como Espa-ña
había ganado para el movimiento liberal, el poder, era preciso pasar a
América a hacer lo mismo, a llevar el mensaje liberador planteado por el
krausismo y en vfas de afirmación en España. No tenemos para esta afirma-ción,
suficientes pruebas, pero por las actividades que aquf le veremos des-plegar,
pareciera que se confirma nuestra sospecha.
Fundamentalmente don Valeriano y sus dos hermanos, desplegaron una
activa labor en la ensefianza media en el pafs, no sólo en el Colegio de San
Luis Gonzaga, sino en el Institito Nacional, que les habrá de servir como
nuevo refugio a las actividades propuestas, sobre todo para don Juan Fer-nández
Ferraz, su hermano, que fungi6 por mucho tiempo como Director de
este centro docente adscrito a la Universidad de Santo Tomas en San José.
Aun cuando desde tiempos de la Independencia en 1821, el estado cos-tarricense
habia adoptado una política decidida en tomo al proceso educati-vo
de la sociedad nacional, es innegable que las limitaciones propias de nues-tro
desarrollo, condicionaron su desarrollo. Altos niveles de analfabetismo
,.,-,,.,,,.+~,.;~"h"",x"ne t",. en,.L.AA A.C ,-.,...:"A---*- -1 -..c.---- .e -..A.-..--l."
\ -ruucrrLlua~-I~I U ~ U C I ~U VU-uau,U ~ ~JLLU U~I ILI ILL LX L J L U S I ~ JS CuucLcuua
en ese sentido a eliminar la brecha cultural. La Independencia viene acompa-ñada
con el desarrollo de nuestra economfa cafetalera, de modo que es preci-
Injkencia de Don VaLeriano Femánda 8
so señalar que paralelamente a la adquisición de recursos de capital para
nuestra evolución económica, va el fortalecimiento de las políticas educacio-nales,
en figuras como don Juan Mora Fernández, nuestro primer Jefe de Es-tado,
en la del Doaor JosC Marfa Castro Madriz, fundador de la Universidad
de Santo Tomás (1843-1888), gran propulsor de la educación de la mujer,
del Lic. Julián Volio, primer impuisador de lo que habrfa de plasmarse en
nuestra constitución de 1869, la que en su articulo sexto señala que nuestra
educación es gratuita, obligatoria y costeada por el Estado.
Nuestra enseñanza universitaria fue bastante tradicionalista, orientada
conforme a los cánones del siglo XM, si no del siglo anterior. Su nivel era
bajo como consecuencia de la inexistencia de la enseñanza media, de manera
que los escolares que completaban su ciclo accedian de inmediato a la Uni-
D versidad. Precisamente el establecimiento del Colegio de San Luis Gonzaga
en Cartago, como empeño del Lic. don Jesús Jiménez Zarnora, nativo de di-cha
ciudad y además gran luchador desde antes por la puesta en vigencia de
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la institución, vino sin quererlo, a plantear una nueva perspectiva en la edu-cación
universitaria E
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Asf se hizo conciencia de la necesidad de la enseñanza media en Costa
Rica, como base para el acceso a la Universidad, y por lo mismo, cuando tras
don Valeriano, el Colegio de Cartago se traspasó a los jesuitas, es que surge,
alentado por la misma Universidad, el Instituto Nacional, como centro me-xo
a dicho centro de educación superior.
Cartago, la vieja capital de la provincia de Costa Rica durante la Colo-nia,
daba en cierto modo un nuevo derrotero a la enseñanza nacional. Debe
señalarse una peculiaridad de este plantel, y es la de que no perteneció al Es-tado
sino que fue siempre Municipal. O sea que fue la comunidad cartagine-sa
ia que le dio aliento y vida, y aun tras la promulgación de la Ley General
de Educación Común en 1886, mantuvo su status original. En estos hechos,
lo que hallarnos son resabios de ese añejo resentimiento, por la pérdida de la
c.pitaE&d, que llevaba a los de Caiipago a accfii-wS-adsf TasgoS p
culiares, independientes del resto del pais.
La época que arranca a partir de 1860 puede caracterizarse como de
franca orientación liberal, pese al fortalecimiento evidente de un militarismo
que se generó en la década anterior a rafz de la guerra contra los filibusteros
en 1856-57. La situación se mantendrfa al menos hasta 1885, simultánea-mente
con ei fortaiecimienro de las corrientes iiieraies aienradas por perso-najes
como el Doaor Lorenzo Montúfar (1823-1898), el Doctor José María
9 Carlos MeIhd4: Chavamm
Castro Madriz (1818-1892) y otros más, que prescindiremos de mencionar
para no hacer muy extensa esta nómina.
Ante la Iglesia recalcitrante del .$diabbus, se fortaleció en todas partes, y
por supuesto en Costa Rica, una acción anticlerical, muchas veces virulenta.
Las logias masónicas agruparon estos sectores liberales recalcitrantes, tor-nándose
en el refugio de todas estas fuerzas liberales. Por lo mismo, ciuda-des
como Cartago, terminarían por plegarse, dado su carácter tradicionalista
marcado, para pspaldar al clero y la Iglesia, situación que, con otros agrava-mientos,
forzarían a don Valeriano a dejar la dirección del plantel.
La época era de pasiones, y por lo mismo no había neutrales. La Iglesia
no cejaba en defender sus pasados privilegios, y los liberales luchaban por se-parar
lo hasta ahora mezclado, por disolver la fusión Estado-Iglesia. De este
modo una honda brecha surgió entre la intelectualidad costarricense, polari-zada
en tomo a estas dos posiciones. Para la Iglesia, era esta un batalla per-dida,
más no por ello dejó de librarse en todas las esferas, como es dable de-tectarlo
especialmente en dos obras de Monseñor Victor Sanabria, La Prime-ra
Vacante de la Diócesis de San José (1 93 1) y Bernardo Augusfo Tbiel (1 9 14), y
precisamente los más grandes luchadores entre la juventud costarricense, ha-brian
de ser los discípulos de don Valeriano en el San Luis Gonzaga, que
con su triunfo, verían abiertas las puertas para una prolongada carrera poiíti-ca
en la vida nacional. Pero sobre esto tendremos que volver, de modo que
no seguiremos adelante.
EN TORNO AL PENSAMIENTO DE DON VALERLANO
La tarea de forjador de juventudes en Costa Rica, fue para don Valeria-no,
su mayor responsabilidad. La puesta en marcha el aiío de 1869 del Cole-gio
de San Luis Gonzaga, constituyó su mejor ocasión para poner en avance
cn p y e r t o mv q q q&& p !o -mjsmq y p g & almín tiemm -----r-7
descubrió que no era el esperado por los conservadores propulsores de la
ciudad de Caaago. Yo diria que en el acto mismo de la inauguración del
plantel, que tuvo lugar el 6 de enero de 1870, tras haber funcionado tres me-ses
antes como curso preparatorio, el contenido de una de sus frases, quizá la
que goz6 de mayor aceptación y comprensión entre la concurrencia, difería
hQn&mmefi+dee le y-w 1') A" -~C>,P r..-Lnzz-Lm i:n pAvU.~Y~Ye ,Ax&reF,es me;J cr
las cosas. Al concluir su intervención, afm6:
«Y ahora, señores, por lo hecho y por cuanto esperamos con el favor del
Cielo, celebremos esta inauguración con el sublime himno religioso con que la
Iglesia canta las victorias, los grandes hechos que Dios permite realizar a los
hombres)) (Sancho, Mario, 1934:43).
La posición de don Valeriano parece ajustarse al dogma de la Iglesia,
aun cuando por su formación intelectual, pensaba más formalmente en un
cristianismo racional, que le llevaba lógicamente a deslindar las fronteras en-tre
la religión natural y la religi6n revelada, anticipo seguramente de una
evolución, de la que hallaremos huellas, hacia el deismo, por ejemplo cuando
se &lia en Costa Rica a la Logia Masónica El buen krausista -y no dudamos
q2e 6stl ersi i. p i c & ~ &! Dr. Fe-, CI~I se !e so!e I l m c m mis fre-
N
cuencia en Costa Rica, lo era- fundamentalmente se coloca en una posición
racionalista que le lleva a alejarse de la pugna entre la ortodoxia católica y $ n protestante. Y este alejarse de las pugnas confesionales e intolerantes de los g
sectores religiosos, no compaginaba desde luego con el espíritu tradicionalis-
E ta de la época, razón por la que se haría sospechoso ante los ortodoxos igle- 2
E
sieros, que eran los más. =
Es posible que este aspecto, más bien secundario en él, puesto que su $
preocupación mayor fue la educación, fuese el que más perjuicios le trajera %
en su vida costarricense. Por lo mismo, para hallar apoyo y sostén a su
creencia, habrfa de buscar alianza en la oposición más recalcitrante a los de
la Iglesia, como fueron los masones. Sin embargo, debemos sefialar que la
huella de don Valeriano en la masonería costarricense no va a ser prolonga- %
da, hecho que nos pone en conocimiento de que tampoco estuvo dispuesto,
como si lo estuvo su hermano don Juan, a entregarse a los recalcitrantes de
la otra posición extrema. Desde este ángulo, lo vemos más ecléaico, con lo E
que se colocaba en forma más directa dentro de un sentimiento mucho más
costarricense en cuanto a manera de pensar.
Funhentaimente don Vaieriano era educador, y su designio ai venir a
Costa Rica fue ciertamente el de tratar de conformar a un pueblo, al través
del centro irradiador del primer plantel de segunda enseñanza en el país. En
su discurso inaugural de enero de 1870, hallamos deiineadas sus principales
directrices. AlU se muestra a la comunidad cartaginesa y del país, convencido
de la necesidad de educarse, como base para la dignidad del hombre y felici-dad
de la sociedad. Aboga por un humanitarismo integral y festeja la victoria
que signrf~cae l establecimiento de un centro educativo como el que se inau-
gura, oportunidad que le sirve para expresar su propio sentir al decir:
«Séame permitido indicaros en breve cómo nosotros, antiguos compa-triotas
de allende los mares y hoy sinceros amigos vuestros, porque la noble
EspaAa, libre ya de odiosas tiranías, ve con gusto y hasta con legítimo orgullo
prosperar a sus hijos mayores de edad emancipados; permitidme, digo, que os
indique cómo venimos a cooperar con vosotros en esta grande obra, cómo en-tendemos
la instrucción» (Sancho, Mario, 1934:40).
Estas anteriores frases, nos permiten aproximarnos grandemente al co-nocimiento
de los móviles que le trajeron a nuestra tierra, en ese sentimiento
de identidad y de común re~~mnsabilidadde humanitarkmo hispánico, que 61
encarna con su presencia en nuestro suelo.
Don Valeriano establece ya la clara diferenciación entre instrucción o
enseñanza y educación, al proseguir en su citado discurso:
«La enseñanza cultiva nuestras facultades, la educación se encarga de di-rigirlas;
el producto de la primera es capital atesorado; la segunda nos pone en
aptitud de manejar este capital, de aplicar esta fuerza acumulada; la instmc-ción,
comprendiendo una y otra en su más amplio sentido, es como el trabajo,
padre del capital por una parte, y por otra, creador y propagador de todo co-mercio
humano y de la creciente cultura que, como una marea viva, sube y se
extiende por la tierra para facilitar la comunicación entre hombres y pueblos
que antes, el desierto de la ignorancia separaba» (Op. cit. p. 40-41).
Para don Valeriano, tres eran los campos fundamentales a cubrir, en tal
instrucción:
«Con relación al cuerpo, desarrollar facultades, despertar fuerzas, dar ac-tividad
y belleza, -para conseguir la armonía de las diferente^ actividades cpe
constituyen el organismo natural del cuerpo, y el fui propio del mismo que es
la salud.
Con relación al espfritu: buscar la sensibilidad, enseñando y educando al
corazón (sentimiento), desarrollando el sentido estético del mundo y el cono-cimiento
sensible de las cosas, base de la instrucción intelectual. Es decir, hu-manizar
al hombre para adentrar10 en el estudio de las ideas, que son el alma
de las cosas. Con ello serán más libres y la sociedad derivará mayor provecho,
pues con memoria e imaginación profundizarán sus conocimientos.
Ittji~mciad e Don VakfianoF ernánda 12
Con respecto a la voluntad, su racional educación y su ensefianza, no
s610 comprenderán el cuerpo y el alma, sino lo m& importante, la vida (el
alma) de las cosas. Aunque más complicada y dificil, a ella deben propender el
maestro y los discípulos. Se sientan las bases para un nuevo punto de partida
en el camino interminable del perfeccionamiento humano».
Tras estos razonamientos lógicos y fundamentales, contrae públicamen-te
un compromiso con el país, para atacar estas tareas con todo tesón y em-
POde,l m ismo modo como nos io han señalado los grandes hombres, que
son a la vez, grandes trabajadores. Discurre en torno a los dos caminos de la
vida, el fácil de la pereza, y el escabroso de la aplicación. Su llamado se diri-ge
sobre todo a la juventud, esperanza del mañana, hacia la cual volcaria de
a¡¡f en adelante don Vderiano sus mejores esfuerzos. 2
N
Hay pues, todo un programa en esta disertación inaugural que venimos E
comentando. Pero ciertamente que no se puede comprender bien este esque- O
n
ma, sin conocer al menos las materias que en dicho plantel educativo se im-
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E partieron. Su nómina es la que sigue: Gramática, Latín y Griego, compara- E
2
ción de las tres lenguas clásicas; Traducción y análisis de textos clásicos; Li- . mE
teratura, Teoría e Historia de las Artes; Retórica y Poética; Etica, Psicología
y Lógica; Metafísica; Historia de la Filosofí% Cronología e Historia; Historia 3
Natural; Física y Quúnica; Mineralo* Geografí~A ritmética; Geometría; Om-
Algebra y Trigonometría; Antropologia; Italiano; Francés; Inglés y Alemán, E
Organización Política y Administrativa de la República; Religión, Música, O
Dibujo y Caligrafía; luego se agregaron Derecho Natural y Geología. Como n
puede observarse en forma rápida, los programas eran muy ambiciosos, y de E
a
un elevado nivel, difícilmente aprovechable por los jóvenes adolescentes, n
máxime de una sociedad que despertaba, como era la nuestra. n
n
Para un establecimiento de enseñanza media, es evidente que se preten- 3
dió bastante. Conformado dentro de cánones esencialmente clasicistas, el ri- O
p r y la calidad de dicha enseñanza debió ser impaaante para los jóvenes que
se iniciaron en los aleros del Colegio de San Luis Gonzaga, primer estableci-miento
que contó con un edificio especialmente diseñado para dichas funcio-nes
en el país. Las fuentes de fricción que este establecimiento generó debie-ron
derivarse de la enseñanza libre que se procuró implantar, con cánones
que ciertamente no compaginaban con las normas que una comunidad como
Cartap, p d i a e s p a r . A juicio de don Valeriano Fernández Ferraz, la ense-ñanza
debia tener como fui propio,
Cudos Meléndez Cbavarri
«La defensa y propagación de la verdad y a esto se encamina la educa-ción,
considerada en su más amplio sentido y en todas sus relaciones posibles:
verdad científica en la cultura intelectual, verdad en las relaciones de hombre
a hombre y del hombre con Dios, en la cultura moral y religiosa; verdad de
sentimiento y afectos en la educación artística que en cierto modo las com-prende
a todas, porque el hombre es el artista de la vida, y la belleza que ha de
realizar su cond&ta y costumbres, es como el resplandor de todo lo bueno y
verdadero» (Discurso de 1873).
Hay una contrastante diferencia entre estas expresiones de don Valeria-no
en 1873 y las vertidas en el acto inaugural. Aquí se manifiesta en forma
más clara conforme a sus ideas y esto puede obedecer a las experiencias vivi-das,
sobre todo las dificultades que tuvo que encarar, pues casi de seguido se
atreve a manifestar que si hay enemigos es porque hay resistencia, y la hay
por «miedo a una enseñanza que instintivamente saben que es muy superior
a la suya» (la de sus enemigos).
Una enseñanza como la que concebfa el doctor Ferraz, tuvo necesaria-mente
que generar una evidente corriente liberal en los jóvenes educandos.
Si todo debfa ser analizado con criterios de plena hbertad, si la vida diaria
del plantel, buscaba fundamentalmente descorrer las cortinas de la ignoran-cia
y hacer entrar la luz del conocimiento, mucho disgusto debió haberse
gando don Valeriano y quienes con él estaban en el plantel. De allf los em-bates,
que sobre todo procedentes de hombres del clero, debieron haber reci-bido,
que forzaron a tonificar las posiciones independientes, de orientación
libre-pensadora. Por todo ello, la Municipalidad de Cartago ya en 1871 se in-teresó
por introducir en el plantel la enseñanza de la religión, nombrándose
al efecto a un sacerdote católico. Fue esta la forma como el naciente plantel
hubo de someterse a los requerimientos no compartidos en forma plena por
la Dirección del Colegio.
Nos parece que don Valeriano buscó siempre eludir el planteamiento de
estos problemas de la educación en su plantel, con las gentes de la Iglesia.
No ocurrió lo mismo con don Juan su hermano, quien precisamente al esta-blecer
el Instituto Nacional, tuvo que luchar frente a frente con las aspiracio-nes
de la jerarquía eclesiástica de San José, que trató de imponer la enseñan-za
de la Religión. Y en el calor de !a defensa de S'? penrmientc, esrih- &fi
Juan:
Ifl~~encdiae Don Vaieriano Fernánd~ 14
«No nos creemos, en definitiva, aptos para la dirección espiritual reiigio-sa,
ni entendemos que nos toque la misión de ganar almas al cielo, si no es
éste el de la ciencia y la verdad aentifica, que no excluye ciertamente ni re-prueba
a otros que a los ignorantes, tengan o no fe religiosa en los destierros
de ultratumba. Y puesto que se nos pretenda lanzar fuera del circulo de la reii-
$n, nuestra conciencia es irresistiblemente atraída por la fuerza centrípeta
moral, hacia ese foco eterno de las determinaciones trascendentales, y a Dios
vemos y con Dios comulgamos, sin temor ni vanidad, sin ostentación ni farsa,
y en su inmenso seno nos confundimos y «somos y vivimos y nos movemos)),
según la maravillosa expresión del apóstol cristinano» (Femández Ferraz, Juan
1884: 328).
Pareciera evidente un proceso evolutivo de los hermanos Ferraz en
Costa Rica, como resultado de la coyuntura que les tocó vivir. Los tiempos
se tomaron difíciles para los liberales, al tener que encarar a una Iglesia en
creciente posición defensiva, ante la pérdida evidente de influencia en los
círculos intelectuales y políticos del país. Al no caber términos medios, tu-vieron
que colocarse en la barricada que mejor les servía, y por lo mismo, les
veremos involucrados en estos enfrentamientos.
El paso del Colegio de San Luis a manos de los jesuitas, el año de 1874,
significa ni más ni menos que una batalla perdida para los hermanos Ferraz.
Ciertamente que no del todo, por cuanto sus discípulos se encargarían preci-samente
de llevar viva la idea hasta alcanzar grandes logros más adelante.
Tras la vuelta de don Valeriano luego de sus cinco años en Cuba, el
Lic. don Mauro Femández preparaba su proyecto de desarrollo de la Educa-ción
Pública, estableciendo la.Ley General de Educación Común, inspirada
en la legislación de Domingo Faustino Sarmiento en la'lirgentina. Don
Mauro fue positivista y spenceriano. Esta reforma, tan fundamental en nues-tra
historia educativa, estaba cargada de cierta influencia del pragmatismo
norteamericano, que don Vaieriano nunca compartió. Para 61 ia eñsü~ar-i
clásica y humanística, no debia ser sacrificada en aras de una superticialidad
que activara el sentido operacional de la enseñanza Y como don Valeriano
no era hombre que se medraba ante las que podían surgir de su
pensamiento, luchó siempre por delante y de primero, contra éste para él re-troceso
en la ensefianza nacional.
Una de las polémicas, recogidas por éi poco despues en forma de iibro,
gira precisamente en tomo al proceso del modernismo pedagógico. Habien-
do Costa Rica enviado a finales del siglo XE( algunos de sus jóvenes educa-dores
a estudiar a Chile, combatió las ideas por ellos traidas, como inconve-nientes.
Para don Valeriano, introductor de la Educación Moderna en Costa
Rica, el Modernismo Pedagógico no era sino una forma degenerada del pri-mero.
Los chilenos, como se les solió llamar, eran para el Dr. Ferraz, del peor
jaez, para agregarnos:
«Vienen ardiendo en odio inconcebible hacia España y todo lo espafiol, y
lo que es peor todavía, resollando el más oiírnpico y majadero desdén por ésta
su propia tierra, y sus costumbres, su fe religiosa y sus instituciones, su mismo
esfuerzo bélico y el buen soldado heroico que lo simboliza» (Fernández Ferraz,
Valeriano. 1905: 10).
Entre las causas de la decadencia educativa en el país, don Valeriano ve
en 1905 con dolor, el cierre de la Universidad de 1888. Para él esto es un
proceso lógico que parte de la enseñanza primaria, de los estudios que darán
las escuelas profesionales y cuya culminación se daría en la Universidad.
«A ella y sólo a ella corresponde la sagrada misión de educar a la juven-tud,
para que haya republicanos y sea posible aquí una república de verdad.
Lo demás seria, pura y simplemente, seguir entregados, y entregando ta-mafios
intereses, en manos atrevidas de pedagogos de afición, sin dotes cientí-ficas
ni cultura moral, que autoricen de ningún modo la suficiencia que se
arrogan, ni en manera alguna disculpen sus necias pretensiones)). (Fernáncie~
Ferraz, Valeriano. 1905: 14).
«La educación práctica y utilitaria, y su enseñanza positiva, (que) resultan
esclavas de instintos y pasiones; mientras que la educación liberal, tan clásica
como cientifica, en uso corriente del pueblo más utilitario (los Estados Uni-
&S) y iiiás F i ~ t id~~ es~t? müíido, i e d í d por ex~eicnciaa propiada para Íor-mar
hombres libres, sabios y laboriosos)) (Ibídem).
Don Valeriano no concibe que el país tenga clausurada la Universidad,
y aboga con ardor por su pronto restablecimiento. Pero él la concibe como
una institución moderna, y con todo ardor hace un llamado a la ciudadania
consciente del país:
InJuencia de Don VaIeriano Fernández 16
((Piensen, por vida suya, y pórtense los hombres como tales en plena
edad viril; no como niños caprichosos, ni como testanidos viejos petrificados»
(Op. cit. p. 7).
Su objetivo es repudiar ese modernismo detestable, pues la Universidad
obligarfa a restaurar los estudios serios de que él habla. Halla una actitud de
hostilidad a esta idea entre los profesores de la única unidad universitaria
que funciona, la Escuela de Derecho, y por lo mismo, arremete contra ella, y
en donde erróneamente se enseña, de buenas a primeras, la Filosoffa del De-recho,
sin que el educando hubiese antes recibido, ni Filosofía ni Derecho, y
en ello tiene toda la razón. He aquf su Universidad ideal:
((Porque si ha de haber Universidad, habrá de ser una escuela modema en
su clase, un instituto eminentemente científico, para cultivar la ciencia pura y
sus aplicaciones prácticas, 10 abstracto en sus más altas idealidades, y lo más
concreto y aplicado a la vida real en una sociedad modema que aspira al pro-greso
humano en todas sus manifestaciones)) (Op. cit. p. 19-20).
Y ante la enseñanza de las lenguas modernas como sustitución de las
muertas antiguas, repudia la práctica por risible, y combate la idea de aque-llos
profesionales que,
((Pretenden enseñar castellano y hasta escribir linguistica y filología com-parada,
en ayunas de griego y de latín por más que rnascullen alemán moder-no
» (Op. cit. p. 22).
Aboga además don Valeriano por una enseñanza popular, sobre todo a
nivel rural, en donde la escuela reformada poco o casi nada ha podido hacer,
tanto por sus errores, como por ias iimitaciones impuestas por ias autorida-des,
mientras se invierten grandes sumas en un Liceo «que llaman de Segun-da
Enseñanza» al cual sólo pueden acceder los pudientes dados los costos
globales.
No vamos a alargar demasiado el contenido de esta polémica, que nos
recuerda el Quijote arremetiendo a los molinos de viento pensando que eran
gigantes. Es el abanderado del modernismo sano, eficiente, de orientación
democrática fundamentalmente. Y es oportuno señalar que, en el curso de la
polémica, arremetió don Valeriano contra la Escuela de Derecho, único esta-blecimiento
de nivel universitario que subsistía en el país para arremeter
contra los liamados modemistas, que ponen en la mesa el postre antes de la
sopa e imparten Filosoffa del Derecho de primera entrada, y en el que se
pretende enseñar el Derecho Romano sin saber latin el estudiante. Y en este
último punto, estuvo al punto de entrar en una larga polémica con el Doctor
Antonio Zambrana, uno de los intelectuales cubanos que más hondamente
impactó en la sociedad costarricense de su tiempo, comparable únicamente
con el Doctor Ferraz. Pero en esto el contendiente no podía cruzar armas en
un terreno que su contrario conocfa demasiado bien. De modo que, como lo
expresó don Valeriano:
«Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada».
Termina nuestro personaje considerando el hecho, como una expresión
más del llamado ((modernismo pedagógico», que tanto combatia. Pero a la
vez, su posición ha quedado incólume, pues su contendiente le dejó el campo
libre, al no presentarle obstáculos ideológicos en la lid Y esto es para don
Valeriano, una prueba más de lo poco que vale en Costa Rica, ei modemis-mo
pedagógico, que para él es fundamentalmente: ignorancia, atrevimiento,
amoralidad (Fernández Ferraz, Valeriano. 1905: 60).
Sabemos que don Valeriano volvió a acercarse a la Iglesia, para termi-nar
sus días como buen cristiano. En esta polémica de 1905 le encontramos
muy dentro de esta esfera cristiana. Y por los detalles que hemos podido
aportar aqui, pareciera que esta conversión venía de mucho más atrás, pues
como vimos antes, su militancia en la masoneria fue efímera, y habría que
relacionarla a su circunstancia matrimonial, sobre todo si pensamos en la
mentalidad social de la época, particularmente en Cartago, donde por mucho
tiempo residió.
VALORACION DE SU OBRA
Por sus frutos los conoceréisj &o el refzin h f i i ; ~ P. ar2 dcrzr !I chrz
cultural de don Valeriano, es preciso analizar la huella de sus discfpulos, que
abrieron escuela ciertamente. Ya en 1934 don Mario Sancho, se lamentaba
de la parquedad con la que los que estuvieron más directamente ligados a él,
Injfi'mncia de Don Vderiano Femíndez 18
habian tratado este tema. Se duele con justas razones de este olvido, pues él
no duda en reconocer lo significativo de la obra del ilustre canario. En 1913
la prensa nacional rindió un homenaje público, y en un acto especiai, don
Manuel Jesús Jiménez en nombre de la primera generación del San Luis
Gonzaga, expresó entre otras cosas:
«En los anales del magisterio costarricense ha de figurar el Doctor Ferraz
como innovadx fecundo, perseverante y bueno, y... en la historia del país ha
de significar su llegada, el comienzo de una nueva etapa de impulsos sucesi-vos,
ascendentes y bien intencionados hacia el mejoramiento de la Instrucción
Pública, timbre de honor desde aquel entonces para nuestra pequeña Costa
Rica; y lo afirmo porque él como Director y como Profesor, tuvo la eximia
cualidad de mantener entre sus divagaciones eruditas, la tendencia persistente
de ir siempre hacia la investigación de la verdad, y de infundir a sus alumnos,
mediante gimnasia intelectual a que los sometió, el firme empeiío de estudiar y
el noble anhelo de saber más y más.
Loable misión la suya, seiíores, que así le hizo cruzar el ancho mar dejan-do,
allá, abandonados y perdidos, junto con sus recuerdos juveniles, el patrio
suelo, su gente propia, su rango universitario, para venir a levantar en tierra
nueva, aquella cátedra docente que tuvo por peana su virtud, y por dosel su
ciencia. Loable misión la suya, señores, que así le hizo derramar a manos lie-nas
el caudal de su saber, poniendo delante de sus ávidos alumnos, ora las es-condidas
maravillas de la naturaleza, para que empefiados ellos en compren-derlas,
pudieran luego aprovecharlas, ora la naturaleza humana y sus evolucio-nes
a lo largo de la historia, para que tomasen ellos ensefianza de cultura mo-ral,
social y política; modelando en fin, el hombre armónico de que nos habla
sin cesar la pedagogía contemporánea.»
En más de un sentido, estas expresiones de don Manuel Jesús Jiménez,
resumen en gran sfntesis el significado de la labor de don Valeriano en Costa
Rica, pero se quedan cortas en aicances, porque hay momemos en que, como
en este caso, resultan insuficientes las palabras, para expresar los juicios de
valor sobre las personas singulares.
La profundidad de miras del concepto del Dr. Ferraz sobre la ensefían-za,
abrió ciertamente un nuevo horizonte en el país. Es innegable que una
obra como la emprendida en 1886 por don Mauro Fernández, que no en to-dos
sus aspectos fue b~env ista por el Doctor Ferraz, no habria sido posible
de emprender, sin este aporte previo de don Valeriano al través de su Cole- ,
Carlos Meleidez Chavarri
gio de Caaago.
Sobresale la altitud de miras, la profundidad de la formación humana
del educando costarricense en amparo del mentor, sirvió de fundamento
para la formación de una generación de adustos varones desprendidos al pa-recer,
de los perfiles trazados por Plutarco. Una generación de intelectuales
progresistas, comprometidos con el liberalismo costarricense, e imbuidos por
ese eclecticismo suspiciado por el Doctor, llevarfa al pafs por las sendas del
progreso cultural y político, tomando de camino también, otras maneras de
pensar, por caso el positivismo comtiano y el spencerismo evolucionista y
mecanicista vertido por don Mauro. Un claro ejemplo lo podemos hallar en
Don Ricardo Jiménez, figura patricia del liberalismo costarricense, tres veces
Presidente de Costa Rica, e hijo del prócer don Jesús Jiménez, quien fundó el
Colegio de Cartago. Precisamente su escrito <(Colegio de Cartago)) (escrito en
1886, publicado en folleto en 1921), refleja a las claras el espiritu de maes-tro,
le lleva a declarar:
«En el Colegio de Cartago hice mis primeros senos estudios; desde allí vi
destacarse ante mi vista, por primera vez, Los horizontes infinitos de la ciencia;
y aH también, por primera vez, gocé las inefables fruiciones que el arte vierte
en nuestra alma. Le soy deudor, pues, de la iniciación en aquellas únicas cosas
que dan precio a la vida, y no es de extrafiar, entonces, que mire con interks
profundo, con piedad filial todas las vicisitudes del Colegio de Cartago, mi
Alma Maten).
Pero estas expresiones introductorias, son más bien para expresar su
credo liberal en particular en el momento en que su autor escribe, dado que
el Colegio de Cartago habia pasado a manos de los jesuitas y seguidores de
los mismos. Esto le lleva a exclamar:
?Por qué es objecionable y nociva la educación de los jesuitas? Unicamente
porque para eilos la ciencia y el arte dejan de ser fines en si mismos, descienden a
ser medios en servicio de la religión. Encima de la silla del profesor, y cualquiera
que sea ia cbtedra, aparece ei cuadro que contiene ias proposiciones dei credo reii-gioso.
Su sombra oscurece todas sus lecciones (Jiménez, Ricardo. 1921:7,8).
Todo esto sirve al autor de propósito para fundamentar su posición in-
Influencia de Don VaZeriano Fernández 20
dependiente, de coite esencialmente liberal, que le llevará a hondos razona-mientos,
en los que busca &rrnar el principio básico de la libertad, que no
siempre la Iglesia ha favorecido. Y en el proceso genético humano, destaca
las contradicciones entre la Biblia y la ciencia actual, para mostrarse evolii-cionista
y consecuentemente spenceriano. La obrita que comentamos, impre-sionó
hondamente a sus contemporáneos, fundamentalmente por causa de
que nunca antes se habfa empleado el lenguaje de la razón, la consistencia de
un pensamiento que con ser heterodoxo, se caracterizaba por su solidez ar-gurnental
y dialéctica. Habfa aparecido el hombre público independiente, li-berado
de las cadenas de una teología que venía de muy atrás. Era el hombre
nuevo, que por serlo, rompfa impíamente las cadenas que nos ataban en el
pasado, era la obra del Doctor Ferraz, precisamente aquella que llevó un día
al sabio canario a exclamar que lo repudiaban sus enemigos, por
miedo a una enseñanza que instintivamente saben que es muy superior a
la suya».
Sus pupilos, sus polluelos, habfan ya aprendido a volar.
Larga y tediosa podrfa ser la simple enumeración de los jóvenes que sa-lieron
del Colegio de Cartago. Tres presidentes de clara orientación liberal,
fueron sus discfpulos: Don Rafael Iglesias, Don Cleto González Vfquez y
Don Ricardo Jiménez Oreamuno. Profesionales de relieve en el foro, como
Don Cleto y Don Ricardo que figuraron entre los redactores de la nueva co-dificación
costarricense de 1884, como Juan Trejos, que más tarde daria un
viraje en su vida para ordenarse sacerdote y ser entonces más bien Juan de
Dios Trejos. Artistas como Wenceslao de la Guardia, poetas como Juan Die-go
Braun y Félix Mata Valle, hombres de coraje como Rigoberto Cabezas Fi-gueroa,
reincorporador de la Mosquitia para Nicaragua, y muchos más. Se-milla
más tarde continuada por don Juan Fernández Ferraz en el Instituto
Nacional, de donde salieron el Lic. Alberto Brenes Córdoba, jurista afamado,
asf como el Lic. Octavio Beeche, el filólogo Carlos Gagmi, el ingeniero Ni-colás
Chavarrfa, el afamado pintor Enrique Echandi, etc.
La obra del maestro, perpetuada al través de sus discfpulos. En la histo-ria
de Costa Rica, hay un grupo de cualificados hombres públicos, que práai-camente
rigieron la suerte del país durante casi medio siglo. Son los llama-dos
hombres del Olimpo, toda una generación. Agraviados por algunos, al
2 1 Carlos Meléndez Cbavarri
tornarse figuras iluminadas en la polftica del país, de prolongada vigencia,
han merecido el elogio de sus seguidores, que hallaron en ellos la senda para
la posterior evolución nacionaL Esta generación del Olimpo, todavfa no ana-lizada
con la profundidad que el tema se merece, surge precisamente a la
sombra del Colegio de Cartago. Y va a ser la que fijará las pautas no sólo en
la poíftica, sino en los demás campos de la cultura. Precisamente en 1885
muchos de estos jóvenes se agrupan en torno al joven gobernante don Ber-nardo
Soto, para promover una dinámica nueva en el Estado Nacional. Po-cos
gobiernos como el de Soto se han dado, en que los costarricenses pare-cen
encontrarse por vez primera consigo mismos. Una revista, (Costa Rica
Ilustrada», recoge las primeras páginas de una literatura verdaderamente na-cional,
signo de una madurez que no ha nacido el d a anterior. Un nuevo
mundo nace a los costarricenses y la élite del Olimpo echa sus raíces profun-das
de aquf en adelante. Es la obra del maestro, de esa que treinta años más
tarde verán los josefinos desplazarse pausadamente por su ciudad, arrastran-do
casi su fatigado cuerpo con figura vestida un tanto fuera de época, pero
venerable y venerada. Su desaparición ffsica está pronta, no asi su memoria,
que seguirá viva, por cuanto su mensaje fue también %-ivo. Tal es, en forma
breve, la figura de este ilustre hijo de las Islas Canarias, que fue padre intelc-tual
de muchos grandes costarricenses. <Qué más decir ... ?
FlJENTES UTILIZADAS.
FERNANDEZ FERRAZ, Juan. 1884, Comentario en revista La Emeñanul, IT 6. (ju-lio):
328; FERNANDEZ FERRAZ, Valeriano, 1905, Proceso de/ Modernismo pedagogim en Costa
Rica Imprenta Alsina. San !os&. Costa Rica: GONZALEZ F.. Luis Felipe, 1921, Historia de la in-j7uencia
extranjera en el desenuoluimiento edwcaciondy n'enfIjcca de Costa Rica. Imprenta Nacional; JIME-N=,
Ricardo, 1921, Colegio de Cartago. Biblioteca Repertorio Americano. San José; LOPEZ
MORILLA, Juan, 1956, E/ Krausismo españo/. Fondo de Cultura Económica. M6xico; SANCHO,
Mario, E/ Doctor Ferraz Sw ikjiwencia en la Edwcacióny en la Cultura delpali). Imprenta 1a.Tribuna.
San José; y TERRON, Eloy Sociedad e ideologia en /or or&enes de la Erpaña Catemporúnea. Ediciones
Penfnsula, Barcelona.