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CREACIÓN, REFLEXIÓN Y ACTUACIÓN EN EL PATRIMONIO: EL
CORO DE LA CATEDRAL DE SANTA ANA, LAS PALMAS DE GRAN
CANARIA
CREATION, DELIBERATION AND PERFORMANCE OF THE HERITAGE:
THE CHOIR OF THE CATHEDRAL OF SANTA ANA, LAS PALMAS DE
GRAN CANARIA
Jonás Armas Núñez
RESUMEN
El siglo XX fue una centuria propicia para la reflexión
en torno al patrimonio cultural europeo, época de
reconstrucción y restauración. Canarias no estuvo
exenta del debate intelectual sobre la necesidad de
mantener y valorar su patrimonio. Entre los casos que
crearon un mayor debate intelectual está el del traslado
del coro de la catedral de Santa Ana.
La necesidad de mantener y dar un nuevo uso al coro,
tras las directrices emanadas del Concilio Vaticano II,
creó una reflexión de los intelectuales canarios y sus
instituciones, quienes alzaron la voz a través de
escritos oficiales y prensa local; llegando a pedir
consejo a los profesionales de la universidad,
mostrando así el interés de la población canaria hacia
su patrimonio en la segunda mitad de la centuria.
PALABRAS CLAVE: coro, catedral, patrimonio,
Concilio Vaticano II.
ABSTRACT
The 20th century was a propitious for the reflection
concerning the cultural European heritage, wich was
an epoch of reconstruction and restoration. Canary
Islands weren´t exempt from the intellectual debate on
the need to support and value his heritage. Among the
cases that created a greater intellectual debate is the
movement of the choir of the Santa Ana´s Cathedral.
The needed to maintain and give a new to the chorus
(after the directives come from the Second Vatican
Council) created a reflection of local intellectuals and
their institutions, who spoke out through official
writings and local press; seek the advice of
professionals of the University, thus showing the
interest of the people towards their heritage in the
second half of the century.
KEYWORDS: Chorus, Cathedral, Heritage, Second
Vatican Council.
INTRODUCCIÓN
Las obras realizadas en la catedral durante la segunda mitad del siglo XVIII, y que pretendían la
culminación de las obras iniciadas en el XVI, llevaron a una ampliación espacial de las naves, lo que
hizo que se plantease la erección de un nuevo coro.1 Inicialmente el Cabildo catedralicio hizo el
encargo a Diego Nicolás Eduardo, quien llevaba a cabo el resto de las obras, y que creó los planos
para el mismo en el año 1784. La muerte del maestro lagunero hizo al Cabildo traspasar la petición a
su discípulo, el también escultor José Luján Pérez:
El Sr. Dean hizo presente que según se hallaba la obra de la Iglesia era ya tiempo que se
pensase en los albeos de la parte antigua, y siendo para esto preciso demoler antes el coro
Viejo a efecto de evitar el polvo perjudicial a dichos albeos, debía también hacerse esto, y
sentarse la Caxa del Coro nuevo con arreglo al plano que dexó trabajado el Sr. Tesorero
Eduardo, cuyos alzados se podían encargar a D. Josef Pérez, de cuya habilidad e inteligencia
debía esperarse el mejor éxito según las pruebas que ha dado de su Pericia en estas materias
mayormente teniendo a la vista el Plano del Sr. Tesorero que le haría mucho más fácil la
operación […].2
Doctorando de la Universidad de La Laguna. Calle Real, 268, vda. 45. La matanza de Acentejo. 38370. Tenerife. España;
Teléfono: +34650462719; Correo electrónico: jarmas@ull.es
XX Coloquio de Historia Canario-Americana
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Si bien los acuerdos sobre la elevación del coro se producen a finales de 1802, su ejecución debía
esperar. La realización de la obra dentro de las naves exigía la salida del Cabildo del mismo y cerrar
completamente la catedral de Santa Ana a las funciones religiosas, lo que dilató la decisión en el
tiempo:
[…] ya que es preciso tratar de salir de la catedral para que puedan empezarse las obras
susodichas, pues están ya labradas todas las piedras del nuevo coro y preparados los
materiales así para el, como para los demás que va referido. Y en vista de lo expuesto por el
Sr. Deán, se acordó llamar a Cabildo para señalar el día en que se ha de salir de la iglesia
para que pueda empezarse el desvarate del Coro viejo, fábrica del nuevo, albeo y demás que
hay que hacer en la parte antigua de esta catedral; para determinar a que iglesia se ha de
mudar el cabildo por el tiempo de dichas obras […].3
Finalmente se acordó salir de la catedral tras la celebración del día de la Purificación, 2 de febrero
de 1804, y desplazar el Cabildo a la parroquia más cercana, iglesia de los jesuitas.4
El coro se iniciaba por tanto en 1804, pero diversos problemas entre Luján Pérez y sus
subordinados y el retraso en la llegada de los materiales dilató la obra hasta 1807. A pesar de ello en
este año solo se mostraba terminado el coro en cuanto a su arquitectura, no finalizándose su mobiliario
hasta la segunda mitad del siglo XIX, siendo su director el pintor José de Ossavarry desde 1816 por
muerte del maestro constructor.5
Luján Pérez partió de la planta planteada por Eduardo, y de su disposición en la nave central; lo
que haría que fuese retirado en la segunda mitad del siglo XX. Esta ubicación, adoptada por el Cabildo,
no fue del gusto de todos, habiendo quienes optaban por colocar el coro en la capilla mayor del
templo.6
Si bien Luján Pérez hubo de adaptarse a la planta diseñada por Eduardo, los alzados fueron
diseñados por él, con el agrado del Cabildo catedral:
El Sr. Deán dixo: que había llamado a este Cabildo para que se viese los alzados del nuevo
coro que en virtud de la comisión del Cabildo se había encargado a D. Josef Pérez quien los
a acabado de entregar, y visto dichos alzados tanto del trascoro como de los colaterales por
lo que respecta a la parte exterior con su correspondiente escala, y hallándose en todo
conformes al Plano que dexó diseñado el Sr. Tesorero Eduardo y con una arquitectura grave
y hermosa que acredita la habilidad y gusto de dicho Pérez, se acordó por B.S.N.D. se
aprueba este trabajo en todas sus partes, y desde luego se nombra a citado D. José Pérez para
que sea el executor y Director de la obra […].7
Utilizó para ello un modelo reiterativo de tipo clasicista en el que la sucesión de pilastras marcan el
ritmo separando puertas y ventanas, y en el que se combina el frontón recto y curvo bajo pequeños
rosetones. La verticalidad venía dada por la utilización de una balaustrada de remate, que ocupaba
toda la zona superior a excepción de aquella en la que se situaba el órgano. Se pretendió la utilización
de mármoles y jaspes, idea inicial, pero las circunstancias económicas y sociales de la centuria
ochocentista dieron la primacía a la piedra como elemento noble de la construcción.
La catedral de Santa Ana mostraba así, terminada ya, una imagen tradicional de catedral hispana
con una nave ocupada por el coro, lo cual interrumpía la visión del fiel de la capilla mayor y de la
consagración, momento principal de la celebración de la misa. Por ello, las nuevas directrices
emanadas del Concilio Vaticano II llevaron al desmantelamiento del coro un siglo después de su
terminación. La llegada del obispo Pildain del citado concilio hizo que este ordenase su eliminación de
las naves en el mismo año 1964. El Concilio Vaticano II buscaba un mayor acercamiento del fiel con
lo sagrado, primando la visión directa con lo místico, centrado en la capilla mayor; por lo que nada
debía entorpecer su visión.8
A pesar de ello el Concilio Vaticano II no obligó, sino que creó una serie de recomendaciones,
siendo por tanto el Cabildo catedral quien tomó la decisión del desmantelamiento del coro en pos de la
nueva relación devocional buscada por la Iglesia católica.
Creación, reflexión y actuación…
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LA REFLEXIÓN PATRIMONIAL
El desmantelamiento de una obra singular, conocida por toda la población y elaborada por un
artista tan reconocido en la isla como Luján Pérez, natural de Santa María de Guía, no dejó indiferente
en Gran Canaria a la población en general y a los intelectuales en particular.
En el mes de febrero de 1964 el Cabido adoptó el acuerdo de desmantelar el coro para adaptar la
catedral a las nuevas normas del Concilio Vaticano II. Para esto se levantaron planos del mismo y se
numeraron todas sus piezas. A pesar de ello no existió un estudio previo de las obras a realizar, del
efecto espacial y sonoro del templo o de la ubicación de las piezas extraídas.
El acuerdo, llevado a cabo sin la comparecencia de expertos, ya fuesen estos historiadores o
técnicos en arquitectura, fue visto por la población de Gran Canaria como una decisión personal del
obispo, y acatada por el Cabildo catedral.
La presencia del coro en la nave de la catedral tuvo siempre defensores y detractores, desde el
momento mismo de su construcción, tal y como se ha indicado ya. Pero ambos bandos mostraron su
preocupación en el momento del desmonte, al haberse hecho sin un plan y estudio previo. Se temía
especialmente que las normas emanadas del Concilio fuesen mal entendidas por el obispo, y que ello
llevase irremediablemente a una pérdida del patrimonio. Preocupante era el futuro de aquellos bienes
muebles que se encontraban en el interior del coro, especialmente la sillería y el órgano. Además no
interesaba a ninguno el simple desmantelamiento del coro, sino que ambos reconocían un valor
artístico en él que hacía necesaria su protección; aunque fuese en un nuevo emplazamiento.
La prensa y la documentación hallada muestran el desconcierto y preocupación de la población
hacia el bien patrimonial, creación artística conocida por todos. Ante la toma de decisiones del
Cabildo catedral sin consulta de ningún tipo a los expertos, estos decidieron mostrar su voz ante el
gran público a través de la prensa escrita y las radios locales. Con ellos se pretendía informar al vecino
de Las Palmas que estaba ocurriendo con su catedral, quienes habían tomado las decisiones, en que se
equivocaban y cuáles eran los peligros que se corrían.
Las instituciones culturales jugaron un papel fundamental, al menos una de ellas, fuente principal
de este estudio: el Museo Canario. No solo fue importante como institución, pudiendo dirigirse con su
peso académico al propio Cabildo catedral, sino que sus miembros fueron claros defensores de la
salvaguarda del coro. Cabe destacar la enorme labor llevada a cabo por uno de ellos, quien llegó a ser
su presidente, José Miguel Alzola; el cual, a través del Museo Canario y la prensa insular se erigió en
abanderado de la defensa de la catedral y su coro.9
El Museo Canario, institución cultural por excelencia de la isla de Gran Canaria, mostró una gran
preocupación. Sus miembros se vieron en la obligación de convertirse en defensores del patrimonio.
Bajo la presidencia de Juan Bosch Millares el coro de la catedral se convirtió en protagonista de
múltiples reuniones de la institución desde un primer momento, con la inicial del 15 de febrero de
1964, hasta la propia realización de una propuesta de José Miguel Alzola dirigida al Cabildo catedral
el 11 de mayo del mismo año.
Con anterioridad se había planteado la reconstrucción de la totalidad del coro en un nuevo solar del
casco de Las Palmas, que debía de buscarse. El proyecto, ambicioso, pretendía la creación de un
museo diocesano, viéndose el coro como el mejor cerramiento arquitectónico posible del mismo. El
elevado coste de este plan llevó a que las piedras del coro fueran enviadas a un solar contiguo a la
catedral, a la espera de que mejorase la economía y el mismo fuese realizable. Esto último aumentó la
preocupación de los vecinos respecto al futuro del coro.
Alzola intentó, apoyado por la institución a la que pertenecía, hacer lo que el Cabildo no había
sabido o no había querido, contar con la opinión y las ideas de verdaderos expertos; gente que además
de defender el patrimonio conociese la singularidad del templo de Las Palmas y el coro de Luján. Así
la documentación conservada en los fondos del Museo Canario muestra como hubo contacto epistolar
referente al coro con personalidades de las universidades de La Laguna y Sevilla e incluso con el
propio Cabildo catedral. Se les pregunta especialmente por su pensamiento sobre la idea que propuso
ya Alzola en el año 1964, la de aprovechar el coro para embellecer Vegueta y cerrar así con él los
jardines episcopales; la cual sería llevada a cabo unos veinte años más tarde. Los catedráticos elegidos
de ambas universidades eran cercanos a Alzola, al que tratan con familiaridad, y grandes conocedores
del arte en Canarias y de la Catedral de Santa Ana, siendo estos los tinerfeños Enrique Marco Dorta y
Jesús Hernández Perera.
XX Coloquio de Historia Canario-Americana
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Enrique Marco Dorta envía una primera carta el 15 de febrero de 1964.10 En ella dice haberse
enterado por Hernández Perera de la retirada del coro, y lamenta tal acto, aunque cree que el espacio
quedará más diáfano. Muestra su preocupación por el futuro del mismo:
Lo importante es que no se pierda, por lo que hemos de desear que se lleve a cabo la
fundación del Museo Diocesano y se monte allí el coro otra vez. No dudo que me parecerá la
catedral más diáfana cuando la vuelva a ver, pero me dio tristeza la noticia.11
Es en su carta del 1 de junio en la que muestra su opinión sobre la propuesta de Alzola en los
siguientes términos:
Mi opinión sobre el asunto, puedo resumírtela así: 1) me parece que si yo hubiera sido
canónigo (¡…!) en 1800, pensando como pienso ahora, hubiera votado por no hacer el coro
donde se hizo; 2) creo que, despues [sic] de siglo y medio, debieron pensar los capitulares
antes de quitarlo; 3) cometido el desaguisado y ante el temor de que las piedras acaben
disgregándose, perdiéndose o utilizándose en otra cosa, lejos de encontrar tu idea
descabellada me parece la mejor manera —o la única— de salvar la obra de Luján; 4) mejor
aún si, en su día, puede servir de fondo adecuado al monumento que la isla le debe al
escultor y arquitecto. Francamente te digo que no me husta [sic] que el coro del viejo de
Guía se convierta en un muro, pero pienso que lo mejor siempre es enemigo de lo bueno o de
lo aceptable y que tu idea es la única factible que ofrece la oportunidad de que se salven las
piedras, que, fatalmente, se perderán o se echarán a perder si se quedan en el solar del
Sagrario, donde creo que están. Le he enseñado tu propuesta a Hernández y a Morales y
están de acuerdo conmigo. Yo supongo que tú habrás pulsado ahí opiniones y habrás tenido
ocasión de enseñársela tambien [sic] a Hernández Perera, ya que él es delagdo [sic] de la
Comisaría del Tesoro Artístico y debe conocerla.12
Hernández Perera estaba ya al corriente de la propuesta, y había sido consultado, tal y como lo deja
ver en la carta dirigida a Alzola del día 18 de mayo. El catedrático muestra su disgusto por el
desmantelamiento del coro, y ve factible la idea de Alzola:
Le agradezco muchísimo su deferencia en enviarme copia de la muy estimable propuesta que
ha hecho Vd. al Museo Canario sobre el destino del Coro de la Catedral y de veras celebro
verle entusiasmado con la idea de conservar las venerables piedras de su fábrica, que ojalá
no hubieran sido removidas de su primigenio emplazamiento.
Ya que es un hecho consumado la destrucción del Coro y que no se pensó a la hora del
derribo un destino mejor y acorde con la significación del monumento en la historia de la
arquitectura canaria y en la obra entera de Luján, encuentro su proyecto del mayor interés y
cariño para la conservación de lo que subsiste. Si no surge una solución económica que haga
factible una reconstrucción íntegra del coro, parece muy estimable el plan que usted ha
formado, pues conserva lo mejor de toda la obra, la parte en que Luján tuvo decisiva
intervención. […] Con ello se hermosea la calle con una fábrica de estilo y paternidad acorde
con la fachada de la Catedral y del inconcluso sagrario, […].13
Así pues los concebidos como expertos apoyaban la propuesta de crear un muro de cerramiento con
los restos del coro, una vez que este ya estaba derribado, y como única medida inmediata posible para
su conservación.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Los medios de comunicación de masas fueron utilizados para conocer la postura de los vecinos de
Las Palmas, pero también para hacerles saber qué estaba pasando, quién era el responsable y cuáles
eran las alternativas. A pesar de las referencias en la prensa a la utilización de las radios locales para
llevar a cabo esta labor, las fuentes encontradas son escritas, especialmente en el periódico local
Diario de Las Palmas.
Creación, reflexión y actuación…
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Si bien los artículos se centran en la etapa cronológica del desmantelamiento y posteriores dudas
sobre su futuro, es decir, 1964 y 1965, los mismos se inician mucho antes. El Concilio Vaticano II fue
el acicate que desmanteló el coro, pero esta idea rondaba con anterioridad. En el año 1953 dos
artículos expresaban la idea de que el coro debería suprimirse, en busca de un mejor aprovechamiento
espacial de las naves de la catedral. Ambos artículos, fechados el 14 y el 21 de noviembre fueron
escritos por José Miguel Alzola.14 Ingeniosamente se recurre a la visión de fantasmas del pasado,
conocidos personajes intelectuales de la vieja ciudad, a los que se entrevista, Domingo José Navarro y
Domingo Déniz. Estas dos personalidades decimonónicas se decantan en esta falsa entrevista por el
desmantelamiento del coro de la catedral.15
Los citados artículos vienen a mostrar que la preocupación por la colocación del coro, que había
nacido desde el momento mismo de su creación a principios del siglo XIX, se había mantenido vivo
hasta el presente.
Sería la inminente obra en el interior de la catedral, febrero de 1964, la que llevaría a los
intelectuales de Gran Canaria a mostrar su opinión a través de los medios, tal y como expresa en el
ABC de Madrid uno de las principales personalidades de la isla, Néstor Álamo:
Ahora la Prensa local se ocupa del disgusto que cunde entre la opinión frente a las obras que
en primer templo de las Canarias se llevan a cabo un poco al margen de todo lo que en estos
casos se suele establecer como base previa e ineludible.
[…]Es esta la situación actual, de calificación muy difícil, de este problema que se ha
convertido en obligada cuestión de repulsa —no de debate— en todos los estratos sociales de
Las Palmas, de la isla y aún del archipiélago.16
Los primeros artículos de la prensa local, de febrero de 1964, mantienen una actitud informativa
sobre el desmonte, resaltando la mejora que este significa para el interior del inmueble.17 Es con el
paso del tiempo, a partir de mayo del año siguiente, cuando la intranquilidad se deja ver en la prensa
local. La población ve como el transcurso de los meses no lleva a una idea clara de qué se hará con el
coro, lo que deriva en diferentes artículos. Es de nuevo Alzola el principal protagonista de los
artículos, no solo escribiendo gran parte de ellos en el Diario de Las Palmas, sino citado y apoyado
por otros en los diferentes periódicos locales. Suyo es el artículo del 22 de mayo de 1964 en el que
denuncia las obras que se estaban llevando a cabo en la catedral sin un plan definitivo avalado por
especialistas. Habla sobre diferentes obras que se están ejecutando y lamenta que los inmuebles del
coro continúen sin reinstalarse, caso del órgano. Acaba el artículo con frases que buscan una
concienciación de la población: “Todos somos “Iglesia” y a todos nos afecta lo que en la Catedral de
Las Palmas se pueda hacer”.18
Este primer artículo de Alzola inició un camino continuado por otros, el primero de ellos el de Pío
Cid bajo el título de La obra de Santa Ana, el 8 de junio siguiente. En él apoya el artículo anterior de
Alzola, muestra su desvelo por el futuro del coro y de su órgano y pide al Cabildo catedral llame a la
Academia de Bellas Artes para que esta les asesore.19
Más interesante resulta, para nuestro estudio, el artículo de Quintana Marrero en El Eco de
Canarias el 13 de junio. Es interesante por cuanto el autor muestra su adhesión a las ideas de Alzola,
pidiendo que otros compañeros hagan lo mismo, y el descontento popular y su movilización en frases
como:
Vienen estas consideraciones a cuento de las obras de la Catedral, tema que ha llegado a las
tertulias, lo tratan los periódicos y las radios locales y merece en definitiva, un respeto,
porque al fin, se trata de la catedral, de nuestra catedral, un monumento de la ciudad.
Muestra también que estas opiniones suyas ya fueron expresadas a través de una radio, sin mostrar
cuál. A su vez indica que otras personalidades como el presidente del Museo Canario, Juan Bosch
Millares, el Dr. Doreste Silva y Pío Cid ya han mostrado su público apoyo a Alzola ante el Cabildo
catedral.20
El 15 de junio Alzola volvió a mostrar ante la opinión pública sus conocimientos y pareceres en un
artículo titulado Las obras en la Catedral. El coro. Este, con diversas ilustraciones ocupaba una
página completa. Tras el desmantelamiento del coro se propuso reconstruirlo, en el barrio de Vegueta,
XX Coloquio de Historia Canario-Americana
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y en su interior crear el Museo Diocesano. Alzola se muestra contrario a este proyecto por razones
económicas. En su opinión la compra de un solar lo suficientemente extenso para albergar el coro, así
como una protección exterior es una empresa demasiado costosa. Ante los diferentes retoques sufridos
por los laterales, el autor pretendía solo la conservación de los costados norte y sur, a su modo de ver
los verdaderamente proyectados por José Luján Pérez. Tras una serie de elogios a la traza de Luján y
su estilo neoclásico propone reconstruir estas partes en Vegueta, de tal forma que perduren y
embellezcan el barrio. La idea que plasma es la de la colocación en el muro de cerramiento del jardín
episcopal, en la propia calle de la fachada de la catedral. Apoya su idea en un bajo coste de la obra:
Extendidos en línea recta los cuerpos de que consta, contribuirían, de manera eficaz, a
imprimir una mayor nobleza y señorío a este sector urbano y, como apuntábamos antes, el
costo de la obra se reduciría al derribo de la valla y a la reconstrucción en su lugar, de los
costados del coro, sin ocupar solar ni destrozar jardines.21
Un mes más tarde, el 21 de julio Alzola vuelve a tratar el asunto en Las obras de la Catedral. Un
ejemplo a seguir. En este caso acusa al Cabildo catedral de no haber querido consultar a expertos, de
tomar decisiones sin conocimiento. Contrapone esta actitud con la asumida por la catedral de
Valencia, que alaba por la multitud de consultas llevadas a cabo, entre ellas las del Colegio de
Arquitectos y la Academia de Bellas Artes Regional, de San Carlos. Todo ello parece haber permitido
la tranquilidad de la población, asumiendo que se estaba haciendo lo mejor con su patrimonio.
Frente a la inmovilidad del Cabildo catedral de Las Palmas Alzola muestra en este artículo haber
tomado la iniciativa:
Si siguiendo este camino ellos acertaron, podemos pensar, con bastante lógica, que en Las
Palmas también tendríamos fortuna en el empeño.
Por mi parte y para conocer opiniones, he mandado fotografías del dibujo a diversas
autoridades, conocedoras de nuestra catedral, en la que han realizado investigaciones. Ellos y
los arquitectos y las Academias deben tener, en definitiva, la palabra.22
Insiste Alzola en otro artículo fechado el 1 de septiembre y titulado Han dado comienzo las obras
en la Catedral, cargando contra el Cabildo catedral y su pensamiento. Quizá lo más interesante del
artículo sean las referencias a todos aquellos que estaban trabajando para concienciar a la población de
los problemas patrimoniales sin solucionar derivados del desmantelamiento del coro y demandando
prudencia al Cabildo:
[…] se ha hablado bastante. Recordamos en este momento la carta abierta del Dr. Don Juan
Bosch Millares, presidente del Museo Canario, al Excmo. Cabildo Catedral; el artículo de
don Andrés Hernández Navarro, secretario de la Real Sociedad Económica de Amigos del
País; el comentario radiofónico y el artículo del escritor don Ignacio Quintana Marrero; los
diversos artículos de don Luis Doreste Silva, cronista de la ciudad y de “Pío Cid”; los
artículos firmados por “P”, aparecidos en DIARIO DE LAS PALMAS; las apostillas en
“Radio Atlántico” de don Luis Jorge Ramírez; etc. etc. Todos de manera unánime, han
recomendado al Cabildo Catedral gran prudencia en lo que se va a hacer; solicitar el
asesoramiento de las Reales Academias y la intervención de arquitectos especializados,
citándose como ejemplo el de la catedral de Valencia.23
El comienzo de la siguiente semana, lunes 6 de septiembre, apareció un nuevo artículo relacionado,
esta vez firmado por Pío Cid, y con el simple título de “La Catedral”. En él, en el que se cita a Alzola,
se redunda en las ideas mostradas en los anteriores artículos. Notable resulta la nueva referencia al
disgusto popular en los siguientes términos: “La protesta de la ciudad ha subido de tono y la gente se
pregunta si puede obrarse tan de ligero sin contar para nada con el parecer de los técnicos”.24
Así la prensa, junto con la radio, se convirtió en la ubicación perfecta para el debate que, tal y como
muestran los artículos, se vivía en la calle; y sus escritores en voceros del malestar popular.
El debate y la preocupación de la población de Las Palmas en torno a su coro quedaron reflejados
incluso en artículos de prensa de años posteriores. Sirva de ejemplo el que escribió el miembro de la
Creación, reflexión y actuación…
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Real Academia de Historia, Sebastián Jiménez Sánchez el 29 de enero de 1971, quien se muestra
como partidario del desmantelamiento y escribió:
Desaparecido el Coro de la Catedral, […] decisión que fue objeto de apasionados debates,
pero que realmente vino a dar mayor amplitud y belleza arquitectónica al templo
catedralicio.25
LA NUEVA UBICACIÓN
La propuesta de José Miguel Alzola fue aceptada, pero hubo de esperarse diecisiete años para ser
llevada a cabo.
Si bien esta fue propuesta en 1964, los problemas económicos y administrativos no hicieron posible
su realización. En una carta de 3 de septiembre de 1964 el Cabildo catedral respondía a la propuesta
que le había hecho llegar el Museo Canario. Este se felicitaba de la idea propuesta, pero argumentaba
que al intentar colocarse en la calle Obispo Codina, estaba fuera de su ámbito de actuación; y por tanto
no correspondía al Cabildo catedral tomar la decisión ni llevarla a cabo.26
En 1981 el proyecto fue de nuevo rescatado por José Miguel Alzola, quien era en esos momentos
consejero de la Comisión Provincial de Bellas Artes. El proyecto, acogido, y más tarde llevado a cabo
por el arquitecto Salvador Fábregas, se inscribía en uno aún mayor de embellecimiento y mejora del
casco histórico de Vegueta. Así, con el visto bueno de la Comisión Provincial de Bellas Artes, y más
tarde del Ministerio de Cultura, el citado arquitecto pudo llevar a cabo la tan ansiada recuperación del
antiguo coro de la catedral como cerramiento exterior de los jardines episcopales a la calle Obispo
Codina, donde aún se mantiene desde el año 1985.
De nuevo la prensa se hizo eco de los acontecimientos. Destaca la entrevista hecha al arquitecto, y
publicada la semana del inicio de las obras, el 5 de julio de 1982. En la misma, que ocupaba más de
dos hojas, se explica la obra a realizar, su importancia, etc. sin olvidar un reconocimiento a José
Miguel Alzola como ideador de la misma.
JOSÉ MIGUEL ALZOLA GONZÁLEZ
Nacido en Las Palmas en 1913 se licenció en Derecho en la Universidad de La Laguna. A pesar de
ello la importante labor desarrollada en el campo de la investigación histórica le ha valido ser
académico de las reales academias de Historia, Bellas Artes de San Fernando, la canaria de Bellas
Artes de San Miguel Arcángel, la sevillana de Santa Isabel de Hungría, la de Córdoba y la Academia
Sevillana de Buenas Letras. Entre sus distinciones destacan el Premio Canarias de Patrimonio
Histórico (1999) y los nombramientos de Hijo Predilecto de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
y de la isla de Gran Canaria.27
Su inquietud por el pasado y el patrimonio canario, y en especial de su ciudad natal, le valió para
convertirse en el abanderado de la protección del coro de la catedral de Santa Ana; gracias también al
apoyo de la institución a la que pertenecía, el Museo Canario.
No cejó en su empeño de mantener y proteger el bien patrimonial en estudio, a pesar de los años
que transcurrieron desde que comenzó su lucha hasta que vio colocado el coro como cerramiento de
los jardines episcopales, idea propuesta por él mismo.
Los textos que dejó escritos en el Museo Canario, uno de 1966 y otro de 1985, explican cuál era su
interés y motivación. Por lo aclaratorio de los mismos respecto a su labor y pensamiento, y por la
sensibilidad que expresa en ellos se transcriben aquí parcialmente:
1966: El coro tuvo siempre sus panegiristas y sus detractores, para unos constituía una obra
que era necesario conservar, por ser el ejemplar más característico del neoclásico canario.
Para otros, aún admitiendo su valor, la estimaban un tremendo estorbo, que cortaba las bellas
perspectivas del interior de la iglesia. Mi punto de vista lo había expuesto en dos artículos
publicados en DIARIO DE LAS PALMAS los días 14 y 21 de noviembre de 1.953 […]. Fui
siempre partidario de su desaparición, pero salvando y utilizando en otro lugar sus elementos
arquitectónicos y decorativos.
XX Coloquio de Historia Canario-Americana
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Una vez desmontado el coro […] comenzaron a no hacerse bien las cosas. No se hizo
—como propuso EL MUSEO CANARIO— un estudio previo, ponderado y serio, […]. En
todo momento prevaleció la opinión personal del obispo, su “gusto particular” y a él se plegó
sumiso y servilmente el Cabildo, con tres excepciones: las de don Deogracias Rodríguez,
don Tomás Ventura y don José Quevedo; es de justicia el dejar consignados sus nombres en
estos apuntes.
Para salir al paso y frenar los desatinos que se iban a cometer, publiqué tres artículos, […].
El sector conformista (episcopalista, mejor) del cabildo se indignó por mi atrevimiento en
puntualizar, públicamente, los errores que encerraban tales proyectos. Dejando de un lado
este grupo, fueron muchísimos los alientos que recibí para proseguir la defensa de los valores
estéticos del templo.
Finalmente, el órgano se colocó, contra la repulsa y el parecer general, en el lugar en que se
empeñó el obispo. La capilla de San Jerónimo ha quedado, para siempre, con el tapón sonoro
que hoy encierra su arco.
Como la jubilación del prelado ya es inminente (escribo estas líneas en septiembre de 1.966)
esperamos que su sucesor en la Silla proceda con mas [sic] acierto y resuelva con mejor
gusto los problemas que aún están pendientes en nuestro primer templo.28
1985: desde que se desmontó el coro de la catedral de Las Palmas (1964), decisión que he
considerado acertada desde el punto de vista estético, me ha preocupado mucho el destino
final de sus nobles piedras; porque una cosa era quitar el coro y otra muy distinta destruir la
obra de Luján Pérez, permitiendo la desaparición de sus elementos arquitectónicos.
Por eso, en mayo de 1964, hice la propuesta de reconstruirlo en los jardines del Palacio
Episcopal, pero la falta de interés, en determinados sectores, y de medios económicos para
llevar adelante el proyecto hicieron imposible su realización.
No abandoné el asunto ni me desalenté; esperé diez y siete años y en 1981, como consejero
provincial de Bellas Artes, volví a sobre el tema y lo platee [sic] en la Junta Provincial de
Protección del Patrimonio Histórico-Artístico, de la que he sido vicepresidente durante
bastantes años.
Entonces sí se puso en marcha el proyecto. La idea fue acogida con calor y especial cariño
por el arquitecto Salvador Fábregas, quien redactó el proyecto, modélico, que fue aprobado
sin el menor reparo por el Ministerio de Cultura.
En 1982 se iniciaron las obras en la calle Obispo Codina y por fin, en marzo de 1985, se ha
terminado la parte exterior, quedando aún los remates interiores, en los que se sigue
trabajando.29
CONCLUSIÓN
La sociedad canaria mostró ya durante la pasada centuria el interés y la necesidad de mantener su
patrimonio. Importantísima en esta labor fueron los medios de comunicación, verdadero balcón desde
el que los especialistas informaban a la población de los peligros que se corría. En este sentido el caso
del coro de la catedral de Santa Ana resulta paradigmático, en el que las instituciones y las
personalidades de la ciudad de Las Palmas supieron estar a la altura de sus responsabilidades.
Es este un ejemplo de la voz popular traducida en sus intelectuales, a veces diletantes y amateurs
del arte, pero no por ello no legitimados, que supieron combatir por el bien común.
La citada lucha permitió la conservación de las partes de una mayor carga histórico-artística en el
cerramiento de la calle Obispo Codina de la ciudad. La solución, como ya se ha comentado, no era la
preferida por todos, ni la mejor; pero si pareció la única posible en ese singular contexto,
especialmente en lo económico, para salvaguardar el coro.
Sirva este estudio como homenaje a todos aquellos que han defendido el patrimonio cultural de las
islas Canarias, así como sus instituciones científicas y culturales, y especialmente a la figura de José
Miguel Alzola González y el Museo Canario.
Creación, reflexión y actuación…
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ANEXO FOTOGRÁFICO
1.- Coro en el interior de la catedral de Santa Ana, antes de 1964. Archivo del Museo Canario. Caja 50. Legajo 2.
2.- Muro de cerramiento del jardín del palacio episcopal, calle Obispo Codina, antes de la reutilización del coro.
Archivo del Museo Canario. Caja 50. Legajo 2.
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3.- Proyecto de cerramiento del jardín del palacio episcopal con el coro de la catedral, del arquitecto Salvador Fábregas
(1981). Archivo del Museo Canario. Caja 50. Legajo 2.
4.- Visión actual del coro en la calle Obispo Codina. Foto del autor.
Creación, reflexión y actuación…
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BIBLIOGRAFÍA
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Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 14 de noviembre de 1953, p. 9.
ALZOLA, J. M. (1953b). “Diálogo con el pasado. A Don Domingo Déniz tampoco le gusta el coro”, en Diario de Las
Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 21 de noviembre de 1953, p. 10.
ALZOLA, J. M. (1965a). “Las obras que se proyectan en la catedral”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran
Canaria, 22 de mayo de 1965, p. 11.
ALZOLA, J. M. (1965b). “Las obras en la catedral. El coro”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 15
de julio de 1965, p. 6.
ALZOLA, J. M. (1965c). “Las obras en la catedral. Un ejemplo a seguir”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran
Canaria, 21 de julio de 1965, p. 8.
ALZOLA, J. M. (1965d). “Han dado comienzo las obras en la catedral”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran
Canaria, 1 de septiembre de 1965, p. 11.
ANÓNIMO (1964). “Prisma Local. Obras en la catedral”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 27 de
febrero de 1964, p. 2.
Archivo del Cabildo Catedral de Canarias (ACCC).
Archivo del Museo Canario (AMC).
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Económica de Amigos del País.
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Universidad de Murcia, pp. 123-139.
FÁBREGAS GIL, S. (1985). “Intervenciones en la iglesia monumento catedral de Gran Canaria”, en Basa. Publicación
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HERNÁNDEZ SOCORRO, M. R. (1992). Manuel Ponce de León y la arquitectura de Las Palmas en el siglo XIX. Las
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de junio de 1965, p. 9.
PÍO CID (1965b). “El papel vale más. La catedral”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 6 de
septiembre de 1965, p. 7.
QUINTANA MARRERO, I. (1965). “El tema de cada día. Las obras en la catedral”, en El Eco de Canarias. Las Palmas
de Gran Canaria, 13 de junio de 1965, p. 13.
RODRÍGUEZ, M. I. (1982). “Las columnas del antiguo coro de la catedral, como cerramiento del jardín del Palacio
Episcopal”, en Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 5 de julio de 1982. pp. 1, 12 y 13.
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NOTAS
1 Para más información véase DARIAS PRÍNCIPE y RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (2003).
2 ACCC. Libro de Acuerdos Ordinarios y Extraordinarios. 1802-1865. 4 de diciembre de 1802. sf.
3 ACCC. Libro de Acuerdos Ordinarios y Extraordinarios. 1802-1865. 7 de enero de 1804. sf.
4 ACCC. Libro de Acuerdos Ordinarios y Extraordinarios. 1802-1865. 11 de enero de 1804. sf.
5 En los años cincuenta se refleja aún la obra del fascistol para este coro. Véase CAZORLA LEÓN, Santiago: Historia de
la catedral de Canarias. Real Sociedad Económica de Amigos del País. Las Palmas de Gran Canaria. 1992. p. 244.
6 ACCC. Libro de Acuerdos Ordinarios y Extraordinarios. 1802-1865. 31 de mayo de 1805. sf.
Esta discusión se llevó a cabo semanas antes de la inauguración de las obras de la catedral, estando ya muy avanzadas
las obras del coro.
7 ACCC. Libro de Acuerdos Ordinarios y Extraordinarios. 1802-1865. 29 de diciembre de 1802. sf.
8 A pesar de lo comentado se ha planteado como motivo principal de la eliminación del coro la necesidad de espacio en el
templo para la coronación de la Virgen de la Soledad de la iglesia de San Francisco de la misma ciudad de Las Palmas,
llevada a cabo el 19 de marzo de 1964.
Para más información véase HERNÁNDEZ SOCORRO, María de los Reyes: Manuel Ponce de León y la arquitectura
de Las Palmas en el siglo XIX. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Palmas de Gran Canaria. 1992.
p. 655.
9 La documentación del AMC ha sido la base de este estudio. Documentación documental José Miguel Alzola Caja 43
legajo 4 y Caja 50 legajo 2.
10 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.
11 La creación del Museo Diocesano se barajaba, como muestran además diversos artículos en prensa, como la posible
solución a la reconstrucción del coro.
12 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.
13 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.
14 ALZOLA (1953a).
Si bien el primero de ellos se encuentra sin firmar, las referencias del segundo a este no permiten dudar de la autoría.
15 Se llega en la entrevista a citar publicaciones de Domingo J. Navarro en las que alude al Coro. La opinión sobre el coro
de la catedral la recogió en su libro Consejos de higiene pública á la ciudad de Las Palmas, obra publicada en 1896, y
más concretamente en sus páginas 58 y 59:
“A pesar de tan recomendables cualidades, nuestra preciosa Basílica ganaría extraordinariamente en todas sus
cualidades si el coro, á más de interrumpir con su gran mole las corrientes de aire, no fuese al mismo tiempo causa de
que los fieles se vean obligados á apiñarse en las inmediaciones del Pavimento. Por más que sea costumbre antigua de
las grandes catedrales la colocación del coro en el extremo inferior de la nave central, esta costumbre no es aplicable á
la nuestra de reducidos límites y debe remediarse, si cabe en lo posible.
La Catedral de Las Palmas se construyó para una población que á penas llegaba a ocho mil almas; hoy ya pasa de
treinta mil y mañana llegará tal vez á más crecido número: no hay, pues, espacio para concurrencia del pueblo en los
días de las grandes festividades.
Si el Excmo. Cabildo tuviese á bien aceptar la mejora de colocar el coro detrás del Altar Mayor, la higiéne [sic] pública
ganaría mucho, el pueblo se situaría con más holgura, la ventilación quedaría expedita y el magnífico templo luciría
entonces en toda su hermosura, el precioso enlace de sus esbeltas columnas y el grandioso artesonado de sus elevadas
bóbedas [sic].
Hecha la modificación que indicamos y disponiendo algunas ventanas de modo que pudieran abrirse en los días más
calurosos, la Catedral Basílica higiénicamente considerada sería intachable en su interior”.
16 ÁLAMO (1964).
17 ANÓNIMO (1964).
18 ALZOLA (1965a).
19 PíO CID (1965a).
20 QUINTANA MARRERO (1965).
21 ALZOLA (1965b).
22 ALZOLA (1965c). Se refiere a los ya citados Enrique Marco Dorta y Jesús Hernández Perera.
23 ALZOLA (1965d).
24 PÍO CID (1965b).
25 JIMÉNEZ SÁNCHEZ (1971).
26 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.
27 Información extraída del http://www.racba.es/index.php/academicos/45/123-alzola-gonzalez-jose-miguel
28 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.
29 AMC: Caja 50, legajo 2. s.f.