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LAS ISLAS QUE SE REPITEN. EL ARCHIPIÉLAGO CANARIO EN LA CARTOGRAFÍA CARIBEÑA POSMODERNA DE ANTONIO BENÍTEZ ROJO
REPEATING ISLANDS. CANARIAN ARQUIPELAGO IN THE POSTMODERN CARIBBEAN CARTOGRAPHY OF ANTONIO BENÍTEZ ROJO
Carlos Garrido Castellano
RESUMEN
Se pretende en este trabajo determinar el lugar que ocupa el archipiélago canario en la configuración de una imaginación cartográfica caribeña posmoderna en la obra del escritor cubano Antonio Bení-tez Rojo. Igualmente, se examinará la influencia del modelo teórico de Benítez Rojo en la reformulación de los discur-sos centrados en la reflexión sobre las relaciones entre América y España, y, más concretamente, entre Canarias y América, durante las dos últimas déca-das. Además de constituir un elemento indispensable para explicar el proceso de penetración europea en el Nuevo Mundo, las islas Canarias juegan un papel más amplio en la trilogía com-puesta por La isla que se repite, Paso de los vientos y El mar de las lentejas; di-chas representaciones serán analizadas a la luz de una posición que aúna ele-mentos procedentes de la crítica litera-ria, los estudios culturales, los estudios de área o la teoría poscolonial.
ABSTRACT
This paper intends to determine the role of the Canary Archipelago in the pro-cess of creating a Postmodern, Ca-ribbean cartographic imagination in the work of the Cuban writer Antonio Benítez Rojo. At the same time, the influences of the theoretical model of Benítez Rojo in the rethinking of the discourses focused on the relations bet-ween America and Spain, and specifi-cally between Canary Islands and America will be examined. Apart from being an indispensable element to ex-plain the European presence in the New World, Canary Islands play a broader role in the trilogy composed of La isla que se repite, Paso de los vientos and El mar de las lentejas; those representa-tions will be analyzed from a position that tends to integrate elements of lite-rary critique, cultural studies, area stu-dies or postcolonial theory.
Carlos Garrido Castellano: Departamento de Historia del Arte. Universidad de Granada (España) Facultad de Filosofía y Letras. Campus de Cartuja S/N, 18071 Granada, 0034627955124, caro_garrido@hotmail.com, cgcaste@correo.ugr.es XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
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PALABRAS CLAVE: Caribe, Antonio Be-nítez Rojo, Canarias, Literatura, Teoría crítica.
KEYWORDS: Caribbean, Antonio Bení-tez Rojo, Canary islands, Literature, Critical theory.
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo pretende analizar el papel desempeñado por el archipiélago canario en la definición de identidades insulares en la trilogía caribeña del escritor cubano Antonio Benítez Rojo1. Asimismo, se buscará determinar los elementos procedentes de la historia canaria presentes en la visión del Caribe propuesta por el autor. Para ello, será necesario examinar la influencia del modelo teórico de Benítez Rojo en la reformulación de los discursos centrados en la reflexión sobre las relaciones entre América y España en la década de los noventa y los primeros años del nuevo milenio.
El interés central de esta comunicación radica, pues, en la influencia de un modelo crítico decisivo para comprender los estudios insulares y los estudios caribeños, así como en el peso de la historia canaria en la configu-ración de ese modelo. Pese a que son numerosos los aspectos que entroncan la producción literaria y crítica del escritor cubano con la historia de Cana-rias y, más concretamente, con los procesos socioeconómicos transcurridos en el archipiélago durante el siglo XVI, dichos procesos no serán analizados aquí salvo cuando resulte absolutamente necesario. Dentro de la trilogía compuesta por Benítez Rojo pueden encontrarse numerosas referencias a la producción y distribución de malvasía, al comercio de esclavos entre África y Canarias, a los viajes colombinos o al contacto con Inglaterra. Dichos ele-mentos, aun siendo decisivos en el discurso de Benítez Rojo, y aun mante-niendo una notable base de veracidad histórica, responden a un interés muy concreto, alejado del que persigue el historiador: están encaminados a generar una explicación de los procesos culturales que han tenido lugar en el Caribe en los últimos cinco siglos. Se trata, por tanto, de un recurso que en-caja a la perfección en el sistema posmoderno planteado por Benítez Rojo.
Esta comunicación no pretende, por tanto, contrastar la precisión histórica de la obra de Benítez Rojo, ni tampoco plantear nuevas explicaciones en tor-no a la evolución económica y social del archipiélago canario durante el siglo XVI; busca, sin embargo, entender cómo dicha evolución es represen-tada a la hora de construir una teoría cultural en un espacio como el Caribe, conectado de manera especial con el espacio canario desde el momento del “Descubrimiento”.
En la década de los noventa, en un momento clave para la redefinición de las relaciones entre España y América, el escritor cubano Antonio Benítez Rojo definió la que sería una de las interpretaciones más influyentes y Las islas que se repiten…
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originales de la cartografía caribeña y americana. A partir de la trilogía compuesta por el monumental ensayo La isla que se repite, así como por la colección de relatos contenidos en el volumen Paso de los vientos y la novela El mar de las lentejas, Benítez Rojo estableció una posición nove-dosa desde la que enfrentar la producción cultural del archipiélago caribeño, que el autor concebía como un todo agrupado, pese a las diferencias lingüís-ticas y culturales, por una serie de constantes comunes que “se repiten” en todas las islas: la presencia de la esclavitud, la influencia del sistema econó-mico de plantación o la creación de una sociedad formada por elementos procedentes de tres continentes diferentes: Europa, América y África2.
Pese a esa identidad compartida, el marco teórico de Benítez Rojo partía de la diferencia, de lo que él denomina el caos, para explicar la evolución independiente de cada isla3. Así, la otra manera en que los factores mencio-nados anteriormente incidieron en cada uno de los territorios insulares cari-beños contribuiría a elaborar caminos divergentes, una infinidad de posibili-dades que daría lugar a la pluralidad de mezclas culturales y étnicas que constituye el Caribe actual4.
La influencia de La isla que se repite en el pensamiento caribeño ha tras-cendido el ámbito de lo literario, alcanzando todas las manifestaciones cultu-rales de la región. Las artes visuales, la música, la teoría crítica y la literatura caribeñas actuales no se explicarían sin la aportación del autor cubano. Benítez Rojo integra los fundamentos del pensamiento posmoderno con la especificidad del área caribeña, y para ello elabora un fresco que comprende los territorios insulares y el litoral mexicano, la Florida y la Guyana, Vene-zuela y las islas que pertenecen a Colombia.
Sin embargo, a menudo se ha reducido la obra de Benítez Rojo a la apor-tación fundamental de La isla que se repite, olvidándose la extraordinaria capacidad creativa del escritor cubano. La producción del autor cubano plan-tea serios problemas a la hora de ser conceptualizada en función de géneros literarios, de intencionalidad o de medios expresivos. Así, Benítez Rojo ha colaborado con frecuencia con revistas como Cuadernos Hispanoamerica-nos5, y ha ocupado hasta su muerte una posición destacada en la intelectua-lidad del exilio cubano.
Además, es preciso tener en cuenta que el conjunto de ensayos alcanza su verdadero significado en conexión con el resto de la trilogía en la que se integra. La relación entre los tres textos arranca de la voluntad de Benítez Rojo de redefinir y al proponer una revisión de las normas que definen la producción de conocimiento histórico y cultural a partir de la singularidad caribeña. Es, por tanto, el propio autor quien desafía cualquier clasificación, al proponer una continuidad inusitada entre sus escritos de ficción y sus ensayos6. Las tres obras, así pues, no sólo comparten el emplazamiento en un XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
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ámbito caribeño amplio, que se extiende de la Florida a Brasil, sino que también evidencian conexiones formales, temáticas y de intención.
En ciertas ocasiones la obra del escritor cubano —a menudo reducida a La isla que se repite— ha sido leída desde el ámbito de los estudios cultura-les o los estudios caribeños, limitando su influencia a la situación actual del archipiélago o del territorio americano. Sin embargo, una de las principales cualidades del modelo de Benítez Rojo es su carácter expansivo7. De ahí que una de las principales consideraciones que se desprenden de la revisión crí-tica de la trilogía formada por el ensayo, el volumen de relatos y la novela radica en la imposibilidad de limitar temporal y geográficamente el área de influencia de lo caribeño.
Así, los procesos culturales, sociales y económicos que se iniciaron en el momento del “Descubrimiento” establecieron una conexión transcontinental que puede ser rastreada hasta nuestros días, un vínculo que hace que los postulados de Benítez Rojo sean de notable interés para explicar no sólo la situación actual de las islas caribeñas, sino también la manera en que las car-tografías culturales actuales están siendo repensadas. Canarias, como se verá a continuación, ocupa un lugar central en dicho proceso.
CANARIAS EN EL PENSAMIENTO POSTMODERNO DE BENÍTEZ ROJO
La posición adoptada por Antonio Benítez Rojo a la hora de definir el mapa del Caribe se basa en tres elementos fundamentales, estrechamente relacionados entre sí: el concepto de repetición, el concepto de caos, y la adopción de un posmodernismo matizado y adaptado a la singularidad cari-beña. La unión de estos tres elementos conforma un modelo explicativo que tiene por centro la economía de plantación, esto es, la creación de nuevos modelos sociales en base a, y a partir de, las relaciones de poder establecidas entre América, África y Europa.
La repetición adquiere matices creativos en la obra de Benítez Rojo. No se trata de la articulación de sociedades iguales, ni de la clonación de las mismas estructuras; por el contrario, para el autor cada repetición supone una actualización de las condiciones de posibilidad presentes en toda mezcla, que ofrecerá resultados imprevisibles y variables8. La repetición conecta con la idea de caos a partir de esa diferencia que Benítez Rojo establece como patrón en la configuración de las sociedades caribeñas. La teoría del caos, to-mada de las ciencias exactas, se basa en la fuerza de lo oblicuo, de lo impre-visto, como motor de la acción que, en este caso, deviene acción histórica. Lo caótico no implica, por otro lado, que no existan elementos comunes, ni tampoco que no sea posible encontrar patrones uniformadores: sólo alude al hecho de que esos patrones han de tomar la condición irregular del Caribe como material de trabajo9. Las islas que se repiten…
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Benítez Rojo basa gran parte de su desarrollo teórico en las relaciones entre América, África y Europa que tienen lugar en el espacio atlántico. Estudiar el Caribe implica, en ese contexto, tratar de entender los procesos que dieron lugar a la configuración del capitalismo y de la esclavitud (y, por extensión, de la continuación de ambas por otros medios en el neoliberalis-mo y la globalización, parafraseando a Clausewitz), lo cual implica no sólo la existencia de influencias y de relaciones mutuas entre las regiones que for-man parte de dichos intercambios, sino también, en un sentido más amplio, la propia redefinición de esas regiones; como señala el autor en La isla que se repite:
Seamos realistas: el Atlántico es hoy el Atlántico (con todas sus ciudades portuarias) porque alguna vez fue producto de la cópula de Europa —ese insaciable toro solar— con las costas del Caribe; el Atlántico es hoy el Atlántico —el ombligo del capitalismo— porque Europa, en su laboratorio mercantilista, concibió el proyec-to de inseminar la matriz caribeña con la sangre de África; el Atlántico es hoy el Atlántico —NATO, World Bank, New York Stock Exchange, Mercado Común Europeo, etc.— porque fue el parto doloroso del Caribe [...]
En todo caso, para terminar el asunto, hay que convenir en que a.C. (antes del Caribe) el Atlántico ni siquiera tenía nombre10.
Dentro de ese marco atlántico, Canarias funciona para el escritor cubano como el primer laboratorio de pruebas utilizado por las potencias europeas en el perfeccionamiento de la maquinaria social y económica que constituirá la economía de plantación11. Así, para Benítez Rojo, Canarias es la primera plantación, el primer ingenio azucarero. Ello no quiere decir que el autor asimile Canarias al Caribe, que haga del primer archipiélago una continua-ción del segundo; sin embargo, sí basa buena parte de las características de este en procesos históricos y culturales que arrancan, se desarrollan, son perfeccionados o inciden de manera especial en aquel. Es preciso recordar, eso sí, que la intención de Benítez Rojo no es la de elaborar un tratado sobre las relaciones canario-americanas en la Edad Moderna; su obra, por el con-trario, no se centra ni en la historia ni en la modernidad, sino que utiliza y redefine ambas para dirigirlas hacia la crítica cultural y hacia un espacio intemporal, lleno de discontinuidades y de irregularidades, que flota en torno al Presente12.
¿Por qué, entonces, esa preponderancia de Canarias? Algunas respuestas a esta cuestión resultan obvias; otras, no. Entre las primeras aparece la con-dición insular del archipiélago canario, su posición geográfica, su papel en el “Descrubrimiento” y la conquista de América, la singularidad de la llegada XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
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de la monarquía peninsular al territorio o las condiciones económicas de las islas en el inicio de la modernidad. Son, sin embargo, las segundas las que influyen de manera más decisiva en el pensamiento de Benítez Rojo.
En primer lugar, Canarias brinda al autor la posibilidad de entender las relaciones centro-periferia de otro modo; la existencia de constantes (la con-quista del archipiélago, la introducción de población esclava o el comercio con Inglaterra) que no están presentes en el ámbito peninsular —o al menos no del mismo modo como lo están en las islas— permite cimentar la idea de caos. En efecto, la existencia de múltiples vínculos, de múltiples referentes, en la historia del archipiélago obliga a revisar la división de la modernidad en etapas marcadas por la “hegemonía” de una determinada potencia, y sig-nifica, en términos historiográficos, la posibilidad de sustituir el modelo de ciclos cortos-medianos-largos basado en el Mediterráneo de Braudel por el rizoma propuesto por Deleuze y Guattari en Mil Mesetas13. Canarias, por tanto, aparece en la obra de Benítez Rojo como parte de una historia par-cialmente diferente a la del continente, que desafía la lógica de los imperios. Canarias, además, introduce en el discurso histórico elementos relacionados con el indigenismo, con la construcción de nuevas culturas y nuevas identida-des, o con la expansión comercial, que serán vitales para comprender el Caribe.
Por último, Benítez Rojo dota de una significación especial a la condición de puente con América del archipiélago canario. Se trata, por tanto, de la pri-mera vez que aparece esa “otra manera” de establecer relaciones, la primera vez que se desdibujen los mapas, que surjan nuevas posibilidades de contac-to entre las sociedades atlánticas. Los ejemplos más claros de ello serán, para el autor, la existencia de vínculos estrechos con el resto de archipiélagos atlánticos, por un lado, y los lazos comerciales con Inglaterra basados en el malvasía, por otro. Ambos elementos confluirán en la historia de Cristóbal y Pedro de Ponte que se incluye en El mar de las lentejas, como se verá a con-tinuación.
VISIONES OBLICUAS DEL TRÁFICO TRICONTINENTAL: CRISTÓBAL Y PEDRO DE PONTE EN EL MAR DE LAS LENTEJAS
Pese a los vínculos señalados, las menciones expresas a Canarias son es-casas en La isla que se repite. Ello no quiere decir, no obstante, que el autor no aluda a la realidad canaria cuando se refiere al tráfico intercontinental, al Atlántico o a las sociedades insulares. Será, sin embargo, en la novela histó-rica El mar de las lentejas donde sea posible encontrar referencias más abun-dantes sobre el archipiélago.
La obra, ambientada en el siglo XVI, pretende trascender las limitaciones espacio-temporales de la recreación histórica novelada, encuadrándose en la nueva narrativa histórica latinoamericana, de fuerte influencia posmoderna, Las islas que se repiten…
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que ha sido caracterizada por Seymour Menton14. El mar de las lentejas se concibe como una novela plural. Compuesta por cuatro relatos, la alternancia de capítulos pertenecientes a estos hace que el lector vea algunos sucesos como intercambiables, que pierda de vista por momentos la historicidad de la novela a favor de la evocación de un momento histórico doblemente deci-sivo, pues constituye la base de la teoría cultural de Benítez Rojo y de algu-nos de los elementos que darán pie al desarrollo de sociedades contemporánea a un tiempo. No en vano, los hechos que se narran pueden ser fácilmente sustituidos por otros, ya que responden, como declaró el autor, a una selección bastante azarosa entre cien acontecimientos acaecidos en el siglo XVI15. No obstante, pese a lo que pudiera parecer, el rigor histórico y la funcionalidad del relato no se pierden en ningún momento; no ha de olvidarse, por otro lado, que la novela tiene su origen en la labor de archivo y en la investiga-ción del autor.
Los cuatro hechos seleccionados aparentemente no presentan similitud entre sí: las historias incluidas en la novela narran la vida de Felipe II, des-crita por este mientras agoniza; el segundo viaje de Colón, contado por Antón Baptista, un pícaro ennoblecido y posteriormente caído en desgracia en la Hispaniola; el viaje de Menéndez de Avilés y la conquista de la Flori-da; y, por último, el establecimiento en Canarias de los Ponte y sus contactos con John Hawkins. No existe tampoco, como puede verse, continuidad histó-rica entre los hechos escogidos, sino que, por el contrario, la disposición alterna de los capítulos que dan cuerpo a cada relato hacen que la novela vaya adelante y atrás en el siglo.
Esa discontinuidad del relato es utilizada por Benítez Rojo para crear el efecto de que nos encontramos ante un solo hecho, ante un único fresco mo-derno y caribeño. Así, si el primer capítulo acaba con un “esta es la hora” pronunciado por un agónico Felipe II, el segundo comienza por una comitiva fúnebre que no es otra cosa que la reata de esclavos arrastrada por Antón Baptista durante sus peripecias en la Hispaniola16. Las conexiones, por otro lado, nunca son perfectas, sino que están presididas por la opacidad cuyo mejor ejemplo radica en las visiones del rey moribundo. A menudo se afirma la imposibilidad de alcanzar los pensamientos de los personajes y las verda-deras motivaciones de la Historia, escondidas tras el texto, tras el lenguaje.
Así, en un momento, se describe una torre de apariencia volcánica, sal-vaje, pagana en Adeje, presidida por el fantasma de alguien que ya no está (Cristóbal de Ponte), y ocupada en ese momento por su hijo Pedro (cuya pre-sentación se hace acompañada de las palabras “ese hombre, o nombre, o lo que fuere, gana en opacidad”17), para finalmente revelar al lector que todo lo ocurrido tiene lugar en la imaginación borrosa del rey que muere; la página siguiente, ya perteneciente al capítulo V y a la narración de Menéndez de Avilés, establece un vínculo con los hechos narrados anteriormente al co-XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
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menzar: “No sé si sabéis que, en partiendo de Canarias, la armada del señor Menéndez de Avilés hubo de encontrar una recia tormenta que separó a su capitana, el galeón San Pelayo, del resto de las naos”18, y al continuar:
Llamábase el maestre de la nao Juan Ginete, de Canarias, y decíase muy conocedor de las islas Antillas y de muchos puertos y ciuda-des de Indias. Ansioso estaba él de alzar el áncora, pues la armada, antes de cruzar el océano había de detenerse en Las Palmas y allá vivía su madre, a quien dejara enferma el último invierno, y sin te-ner más noticias della estaba19.
A la discontinuidad geográfico-temporal se une otro elemento igualmente importante en la configuración del relato: la dualidad intertidumbre-certeza como base de la explicación histórica. Benítez Rojo juega con la dosis de historicidad del relato, presentando, en ciertas ocasiones, los hechos bajo el halo de lo dudoso, del rumor o de la suposición; frente a ello, en otros casos lo que se presenta al lector adquiere la forma del documento de archivo, con imitación del lenguaje de la época incluido, de relación de precios extraída de archivo, o bien de cronología. Esa noción de lo histórico y la historicidad, que puede ser vinculada a postulados posmodernos cercanos a la postura del giro lingüístico20, pero que, en todo caso, tiene un fin particular en la obra del escritor cubano: deconstruir la epistemología occidental a favor de un sa-ber propiamente caribeño, con unas pautas propias.
Ambos elementos, discontinuidad e incertidumbre, hacen que la historia de los Ponte tenga que ser analizada dentro del marco general de la novela y del pensamiento de Benítez Rojo. No en vano, el relato aparece estrecha-mente conectado al resto de la novela y, especialmente, a la narración de Felipe II y a la de Antón Baptista y el segundo viaje de Colón. En el primer caso, la conexión se establece mediante una visión negativa de Inglaterra que contrapone las relaciones comerciales de los Ponte: en este caso, es el rey quien no deja de recordar entre delirios a Isabel I, lamentando la oportunidad perdida de unir las dos coronas en un solo mando, y rememorando entre el pesar y la resignación el desastre de la Armada Invencible. En el segundo caso, por otro lado, las peripecias de Antón Baptista, la importación de po-blación esclava a ambos archipiélagos, la irrupción de nuevas estrategias comerciales y la apertura de nuevas rutas comerciales, vinculan ambos archi-piélagos hasta hacer desaparecer las diferencias entre ambos, como ha nota-do M. R. Corticelli21.
La narración de la vida de los Ponte, no obstante, presenta suficientes rasgos específicos como para ser considerada de manera independiente. La historia escogida por Benítez Rojo cuenta el establecimiento del mercader genovés Cristóbal de Ponte en Tenerife y el posterior ennoblecimiento de su Las islas que se repiten…
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familia. El relato comienza con la conquista de Tenerife, gracias a la cual Cristóbal de Ponte consigue del adelantado lotes de tierras en Daute, Gara-chico y Adeje. La posesión de estas tierras se produce en un momento de efervescencia económica, en el que las Canarias se presentan como “puente de oro —ponte d´oro— tendido entre tres mundos, ombligo de un triángulo cuyas líneas resplandecerían en algún lugar del firmamento”22. En este mundo turbulento, el prestigio de los Ponte vendrá de la mano del atrevi-miento, de la presteza con que el patriarca, Cristóbal, desafía las normas atávicas de una sociedad en tránsito entre lo feudal y la energía del capital que era canalizado a través del ingenio y del tráfico de esclavos de un conti-nente al otro23.
Consciente de la nueva situación, el personaje de Cristóbal de Ponte sabe aprovechar las ventajas de la posición recién adquirida. Así, el relato narra cómo Ponte abandona el cabildo de La Orotava en un viaje incierto a las costas africanas del que volverá enriquecido y con un brazo menos. En este punto, Benítez Rojo alude a documentos hallados en el Archivo de Indias que atestiguan la riqueza de la familia genovesa. Los contratos, eso sí, son insertados en el marco de la ficción, siendo completadas sus lagunas median-te preguntas al vacío lanzadas por el narrador.
En este punto el relato se interrumpe y, cuando volvemos a encontrar a los Ponte, Cristóbal es ya un anciano encerrado en Adeje que actúa por mano de su hijo Pedro. El contexto histórico-económico es señalado por el propio Benítez Rojo, quien afirma a comienzos del capítulo:
La introducción del afortunado cultivo [se refiere al malvasía] ha-bría que observarla dentro del cuadro general de las Canarias antes de cerrar el tercio del siglo, cuando las medidas restrictivas de la Corona aún no habían cercenado el tierno brote de mercantilismo que apuntaba sus guías hacia América, Flandes, Francia e Inglate-rra, el cual llegó a representar un apreciable tráfico de harina, azú-car, mieles, sangre de drago, orchilla, corambres, seda e incluso tejidos tan variados como los tafetanes, rasos y terciopelos24.
Entre pasajes más propios de un tratado de historia que de un relato literario, asistimos al encuentro de los Ponte y los Hawkins. De esta relación saldrá no sólo la continuación de la narración, sino también buena parte de los motivos bajo los cuales Benítez Rojo explica la configuración de un sis-tema-mundo centrado en el Caribe y en el mundo Atlántico a finales del siglo XVI. Esa conexión entre la historia global de modelo wallersteiniano, la microhistoria, y el giro lingüístico, por un lado, y la existente entre la histo-ria económica y la cultural, por otro, queda reflejada en numerosas escenas XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
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de El mar de las lentejas, como puede observarse en el momento en que se narra la difusión del Canary en las tabernas de Londres:
No fue hasta después de la paz de Cateau-Cambrésis que las relaciones entre las casas Ponte y Hawkins —por supuesto, ya a través de sus respectivas descendencias— emergieron de lo que pudiera llamarse su periodo heroico. [...] Así, el gusto por el vino de don Cristóbal, como el de todo aquel que en Tenerife se dio a la tarea de sembrar sarmientos de malvasía, quedó muy pronto implantado en Inglaterra [...] En Londres se conocía como sherries, sack, malvasía, o simplemente canary; podía consumirse, sin temor a grandes adulteraciones, en las hosterías de El Buey y de La Campana, ambas en el transitado camino que iba del Puente a la Puerta del Obispo, y en la acreditada taberna de La Sirena, próxima a San Pablo, visitada por caballeros, aventureros, mercaderes y gente de teatro [...]25
Si “el mar que descubriera Colón era un negocio redondo como el mun-do”26, la asociación Ponte-Hawkins iba a ser la abanderada de un poder eco-nómico que comenzaba a despuntar entre el fragor de los barcos hundidos en el desastre de la Armada. La pluralidad de voces y de intereses que configura el relato en este punto lleva a Felipe II a hablar de “los falsos conversos, que tiraban la piedra y escondían la mano dentro de su propio reino, como aquel Pedro de Ponte, que mostrara los caminos de Indias a los piratas ingleses”27.
No ha de extrañar el hecho de que, al final de una historia de tono predo-minantemente económico-comercial, encontremos un relato romántico que narra las desventuras de la relación entre John Hawkins e Inés de Ponte, la hija de Pedro, quien finalmente se convierte en esposa del Señor de Lanza-rote. En este punto, lo esencial ya ha sido contado: cómo las puertas del Caribe se han abierto al poder emergente de Inglaterra, cómo el tráfico de esclavos ha pasado de ser una actividad de piratería para convertirse en algo no sólo regulado sino también aceptado; y cómo Canarias se ha incorporado en una posición de excepción al sistema-mundo mercantilista atlántico.
Ahora bien; las Canarias en El mar de las lentejas son algo más que la historia de los Ponte. Benítez Rojo intenta, al mismo tiempo que narra el relato de la familia genovesa, recuperar un pasado lleno de olores, sabores y colores de las islas, una memoria de lo intangible, en la que aparecen Zeben-zui, los guanches, los paisajes del Teide, las calles de La Orotava, el queso de La Gomera, los trapiches, los rumores de productos exóticos, reales y ficticios, que llegaban a los puertos de las islas. Igual preciosismo encon-tramos en las descripciones de los grupos sociales que configuran la sociedad isleña, en la que conviven sirvientes guanches, esclavos importados Las islas que se repiten…
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de África o personajes ennoblecidos que consumen las modas que llegan de Inglaterra mucho antes de pasar a la Península.
CONCLUSIONES
Dos son las principales conclusiones en las que desemboca el estudio que proponemos: la primera tiene que ver con el modo en que el archipiélago canario es utilizado en los textos de Benítez Rojo. Lejos de constituir una mera referencia histórica, la ocupa un papel central en la configuración de una identidad insular, así como en la definición de una cartografía caribeña marcada por su carácter expansivo, por la capacidad de ocupar nuevos territorios en un movimiento centrífugo de resistencia.
La segunda está relacionada con la necesidad de examinar en el momento actual las relaciones culturales entre América y España desde una perspec-tiva amplia, que establezca un diálogo entre los discursos procedentes de ambos ámbitos.
En todo caso, al final del relato que se presenta al lector en El mar de las lentejas los hechos históricos, la fuerza de los argumentos, han dejado su paso a los procesos económicos y a los ritmos relacionales entre América, Europa y África. En ese sentido, El mar de las lentejas de Benítez Rojo no está lejos del Black Atlantic de Gilroy28; sin embargo, en todo momento es posible percibir una especificidad caribeña y un gusto por deslindar las fron-teras de lo céntrico y de lo periférico que, no ha de olvidarse, comienza a gestarse en Canarias.
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NOTAS
1 La trilogía está compuesta por La isla que se repite. El Caribe y la perspectiva posmo-derna (1989); El mar de las lentejas (1979) y Paso de los vientos (2000)
2 Dos referentes pueden encontrarse en este aspecto en la obra de Benítez Rojo: la obra histórica de Eric Williams o Sydney Mintz, y la influencia de los sistemas-mundo defi-nidos por Immanuel Wallerstein. Es preciso, asimismo, señalar que el autor cubano no se contenta con esbozar una mirada superficial a los tres continentes tratados, sino que, por el contrario, su interés se dirige hacia lo desigual, hacia aquellos fenómenos que es-capan de la lógica continental. Ello le llevará, por ejemplo, a dedicar un capítulo de La isla que se repite a analizar la novela Los Pañamanes, ambientada en el desconocido Caribe insular colombiano, a incluir como uno de los referentes del mismo ensayo a Wilson Harris y sus relatos guyaneses, o a llevar a Tombuctú y a Marrakech las conse-cuencias del tráfico de esclavos y de la venta de malvasía en Canarias en El mar de las lentejas.
3 Véase Antonio Benítez Rojo: La isla que se repite [...], pp. 16-20.
4 Ibíd., pp. 32-34
5 Antonio Benítez Rojo: “De la plantación a la plantación”, en Cuadernos Hispanoameri-canos, núm. 451-452, pp. 217-240; Antonio Benítez Rojo: “Azúcar-poder-literatura”, en Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 451-452, pp. 195-216.
6 Así puede observarse en la introducción de la versión aumentada de La isla que se repite, donde Benítez Rojo plantea la necesidad de concebir el ensayo caribeño a partir de planteamientos diferentes a los de la tradición ensayística occidental. Véase biblio-grafía.
7 Como afirma Ángel G. Loureiro en el prólogo a El mar de las lentejas: “La conclusión inevitable es que una historia del Caribe no puede reducirse a lo que sucedió en esas is-las, sino que esa historia aconteció y acontece, sigue aconteciendo, en lugares insos-pechados, tal vez muy alejados de ese mar, pero rigurosamente ligados a él”. Ángel G. Loureiro: “Prólogo”, en Antonio Benítez Rojo: El mar de las lentejas, Barcelona: Ca-siopea, 1999, pp. 16-17.
8 “He destacado la palabra “repite” porque deseo darle el sentido un tanto paradójico con que suele aparecer en el discurso de Caos, donde toda repetición es una práctica que en-traña necesariamente una diferencia y un paso hacia la nada [...]”, Antonio Benítez Ro-jo: La isla que se repite [...], p. 17.
9 En palabras de F. Moulin: “Repeticiones, constantes, recurrencias, resurgimientos, cual-quiera que sea la palabra para designar este fenómeno, es de hecho su hallazgo el que con-tribuye a revelar el misterio del Caribe y a aclarar su opacidad”, Françoise Moulin Civil: “La cuestión del Caribe en La isla que se repite (1989-1999) de Antonio Benítez Rojo”, en Tebeto: Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura, núm. 5, p. 361
10 Antonio Benítez Rojo: La isla que se repite [...], p. 19.
11 De ahí que la sensación trasmitida en El mar de las lentejas cuando se habla de las islas Canarias sea el de un espacio donde no paran de surgir cosas, donde se está gestando una nueva sociedad: “El humo dulce de los ingenios, el perfume de los pámpanos bro-tados en los sarmientos traídos de la lejana Malvasía, el aroma de la tierra labrada y abierta en barbecho, del barro al horno, de las resinas ardiendo en la noche, de la cal vi-va del mortero, de la cal muerta de los enjalbegados, entonces todo olía a nuevo en Tene-rife”, Antonio Benítez Rojo: El mar de las lentejas [...], p. 48 (El subrayado es nuestro)
12 La primera página de la edición “definitiva” de La isla que se repite se centra en cues-tiones metodológicas, e intenta determinar los principales obstáculos que dificultan los
XIX Coloquio de Historia Canario-Americana
1730
acercamientos a la región por parte de la investigación académica actual. Véase biblio-grafía.
13 Gilles Deleuze y Félix Guattari: Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia, Valencia: Pre-Textos, 2004.
14 Seymour Menton: La nueva novela histórica de América Latina, 1979-1992, México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 1993.
15 Ángel G. Loureiro (op. cit.)
16 Antonio Benítez Rojo: El mar de las lentejas [...], pp. 24-26
17 Antonio Benítez Rojo: El mar de las lentejas [...], p. 38
18 Ibíd., p. 39.
19 Ibíd., p. 39.
20 A este respecto, véase Hayden White: El texto histórico como artefacto literario y otros escritos, Barcelona: Paidós, 2003.
21 María Rita Corticelli: El Caribe universal: La obra de Antonio Benítez Rojo, Berna: Pe-ter Lang: 2006, p. 37.
22 Ibid. p. 48.
23 Ibid. pp. 47-54.
24 Ibid. p. 88.
25 Ibid. pp. 103-104.
26 Ibid. p. 140.
27 Ibid. p. 219.
28 Paul Gilroy: The Black Atlantic: Modernity and Double Conciousness, Cambridge: Har-vard University Press, 1992.