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1763 CONFLICTO Y NACIÓN EN EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA CONFLICT AND NATION IN THE BICENTENNIAL OF INDEPENDENCE Olga Yanet Acuña Rodríguez RESUMEN La presente propuesta tiene por objeto reflexionar sobre cómo los diversos conflictos que ha vivido la sociedad colombiana durante 200 años de vida republicana, han contribuido a construir formas de integración política, que son fundamentales para construir la nación. Los conflictos se convirtieron en espa-cios de integración e interrelación, que les permitieron a los diversos actores so-ciales construir espacios colectivos, re-conocerse y reclamar sus derechos. Asi-mismo sentirse dentro de un proceso social y político con el que se construyó el imaginario de nación. El proceso de construcción de la nación colombiana ha estado atravesado por un sinnúmero de conflictos en los que se experimenta rivalidad entre las élites regionales y locales, formas de presión y represión, mecanismos de homogeni-zación política, violencia simbólica. To-dos estos procesos están marcados por la incidencia de grupos de presión que se disputan el control del Estado. De este proceso de formación de la nación y de expresión de inconformidades han ABSTRACT The following proposal aims to reflect on how the various conflicts that Co-lombian society has lived for 200 years of republican regimen, have helped to construct forms of political integration, which are essential for building the nation. The conflicts became into in-tegration and interrelationship places, which allowed the various social actors to construct collective spaces, recognize themselves and claim their rights. Fur-thermore, they felt into a social and political process that built the imagina-tion of a nation. The construction process of the Colom-bian nation has gone through countless conflicts in which one experiences riva-lry between regional elites and local forms of pressure and repression, politi-cal homogenization mechanisms and symbolic violence. All these processes are marked by the incidence of pressure groups that are vying for control of the state. From this process of nation, for-mation and expression of disagreements have been involved: individuals, insti-tutions, groups and movements who Olga Yanet Acuña Rodríguez: Doctora en Historia. Escuela de Ciencias Sociales. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja. Boyacá. Colombia. Tlfo.: 000987422174; Correo electrónico: olgayanet@gmail.com XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1764 participado: los individuos, las insti-tuciones, los grupos y movimientos que no han tenido representatividad o que utilizan este instrumento para dar a co-nocer su inconformismo. En el caso co-lombiano también ha sido una estrategia de las instituciones para impugnar cier-tos procesos de negociación o para im-plementar tácticas de represión a quie-nes se consideran enemigos. En esta presentación pretendemos hacer una reflexión sobre cómo los conflictos sociales en Colombia han contribuido a integrar a los diversos actores sociales, a que la población reconozca y exija sus derechos; y a crear una conciencia co-lectiva como estrategia de interrelación social y política. En el presente texto abordaremos los siguientes apartes: gue-rras de Independencia y primeras for-mas de construcción de la nación, Con-flicto local y guerras civiles, guerrilla y formas de “pacificación” oficial. PALABRAS CLAVE: Conflictos, na-ción, región, poder, violencia, élites, sectores populares have not had representation or use this tool to publicize their disagreement. In the Colombian case, it has also been a strategy of disputing certain institutions for the negotiation process or to imple-ment tactics of repression for those who are considered enemies. In this paper we intend to reflect on how social conflicts in Colombia have hel-ped to integrate the various social actors to recognize people and demand their rights; and, also, create a collective consciousness as a strategy for social and political interaction. This paper tackles the following excerpts: Wars of Independence and early forms of nation-building, local conflicts and civil wars, guerrilla forces and forms of official pacification. KEYWORDS: Conflicts, nation, region, power, violence, elites, grassroots. INTRODUCCIÓN Hablar de la integración política como componente central de la cons-trucción de la nación, nos lleva a ver el papel de lo institucional, también de cómo los hombres y mujeres construyen a partir de la voluntad de identi-ficación y de la cultura experiencias conjuntas que dan la apariencia de solidaridad, es decir, a partir de las acciones colectivas y de la experiencia conjunta que desarrollan los grupos1. En términos generales la nación se construye a partir de procesos de solidaridad y cooperación mutua, que lle-van a que los individuas voluntariamente participen de esos procesos y se sientan parte activa. En muchas ocasiones estas pretensiones de cooperación dependen de las relaciones de poder2 y dominación que establecen los diver-sos grupos, en las que no todos participan en igualdad de condiciones. Aun-que este fue un ideal de los líderes criollos que prosiguieron al proceso de Conflicto y Nación en el bicentenario… 1765 emancipación, en la práctica el mismo proyecto de igualdad jurídica fue excluyente para la mayoría de sectores populares. El concepto de soberanía se convirtió en el medio de articulación y legi-timación del poder por parte de la “mayoría” de la población, lo que se con-sidera un factor determinante en la construcción de un proyecto nacional. Para consolidar esta idea se consideró relevante el que “todos los individuos tengan muchas cosas en común y que todos hayan olvidado muchas cosas”.3 Por ende, lo que los acerca a un proceso conjunto no es solamente compartir una raza, una lengua, una religión o un territorio; es haber vivido un proceso político conjunto. En este sentido, la nación vista por Benedic Anderson como “una comu-nidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”4, para referirse a cómo la nación se construye a partir de rasgos y expresiones cul-turales, que favorecen la articulación de un grupo en torno a principios y acciones colectivas. De esta visión son interesantes las reflexiones en torno a los factores cultural, económico y político, pero se ha dejado del lado el aná-lisis sobre la situación particular que viven los grupos sociales y que en oca-siones los lleva integrarse para construir proyectos conjuntos o para generar propuestas alternativas. Este último aparte en gran medida ha sido una cons-tante en la sociedad colombiana que ha llevado a polarizar las relaciones entre el Estado y la sociedad, a que la sociedad viva un conflicto endémico que se arraiga en ciertas regiones y que permanece bajo diversos matices. Podríamos señalar que para el siglo XIX se hicieron grandes esfuerzos por homogeneizar y estandarizar a la población haciendo uso de los recursos disponibles: religión, etnicidad, producción y enseñanza de la historia. Según Hobsbawm5 esta visión le da un carácter político a la estructuración de la nación, considera que no tiene una perspectiva netamente social, es el estado y las experiencias las que contribuyen a afianzar ese sentimiento de nación. Esto nos lleva a plantear que el concepto de nación fue asumido por las élites en primer lugar como medio para crear una nueva comunidad política, igua-litaria y soberana; en segundo lugar para tratar de que este grupo fuera homogéneo y civilizado, es decir, para revindicar la voluntad colectiva. GUERRAS DE INDEPENDENCIA Y PRIMERAS FORMAS DE CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN A partir de la declaración de independencia, 20 de julio de 1810, se generó una rivalidad entre la élite regional, se impuso la creación de soberanías particulares, las que entraron rápidamente en contradicción y con-frontación por el control del poder, especialmente con Bogotá, a la que se esperaba que estuviera en las mismas condiciones que las demás. Así la con-vocatoria a la Junta Suprema, en 1810, en Santa fe fue asumida con XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1766 desconfianza; de esta forma, se inició una rivalidad por el control del poder central que desató fuertes confrontaciones entre las provincias. En términos generales estas manifestaciones de adhesión y rechazo permiten comprender la orientación política, que respondió al primer intento de construir la Re-pública6. Este primer periodo de intento de construir la República, 1810 – 1814, fue categorizada por la historiografía tradicional como “Patria Boba”, por considerar que era una lucha improductiva entre las provincias. Esta dis-puta tenía una connotación significativa en la medida que pretendía definir poderes locales y entre las provincias; así como el tipo de gobierno —centra-lista o federalista—, lo que constituyó dos tendencias fuertes en la élite, de la que paulatinamente tomaron partida los sectores populares al participar en las milicias. Esta fue una de las características más importantes de este pri-mer periodo de vida independiente. El reflejo de estas disputas se pudo apreciar al interior de las provincias cuando estas establecieron entre sí fuertes rupturas, como la separación de Mompox de la provincia de Cartagena7. En el caso de la provincia de Tunja las poblaciones de Sogamoso, Soatá, Chiquinquirá y Leiva se anexaron a Cundinamarca, mientras que el cabildo de Guateque se anexó a Santa Fe8, de esta forma la estructura tradicional de la provincia sufrió cambios sustan-ciales que se vieron reflejados en las relaciones de poder y en la reconfi-guración territorial. Así las cosas, las primeras expresiones de libertad que se apreciaron en la conformación de la Confederación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada9, se traducen en un proyecto político, que simultánea-mente estuvo permeado por fuertes conflictos locales y regionales. Las confrontaciones entre las regiones al interior de la Nueva Granada fueron una de las grandes debilidades que vieron a su favor Juan Sámano y Pablo Morillo para iniciar la reconquista de la Nueva Granada, el primero por el sur10 y el otro por el centro y norte. La mayoría de quienes firmaron el acta de independencia con posterio-ridad a la reconquista fueron sometidos a prisión y en otras ocasiones deca-pitados, con lo que se quería vengar el intento libertario y la “desobediencia a la madre patria”. Por otra parte, los habitantes de la Nueva Granada debieron asumir costos económicos y políticos muy fuertes por parte de los reconquistadores, por ejemplo, incremento de impuestos, el participar en las milicias y donar recursos para su sostenimiento; asimismo maltratos físicos y arduas jornadas de trabajo, lo que paulatinamente incrementó la ira y la sed de libertad; de esta forma tomó sentido el proyecto revolucionario que cul-minó para la Nueva Granada con la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Es de anotar, que la campaña libertadora paulatinamente vinculó a los habitantes de la región por su tránsito, ya como militantes, proporcionando alimentos, ropas o como informantes. Lo que, sin duda, hizo del conflicto un triunfo de la mayoría y llevó a que el concepto de patria fuera asumido como Conflicto y Nación en el bicentenario… 1767 la expresión de un imaginario colectivo, de esta forma el conflicto contri-buyó a integrar a los diversos actores sociales para construir un proyecto político que reivindicara la libertad, la igualdad y la fraternidad. Una vez finalizadas las guerras de independencia, pareciera que el con-flicto terminaría pues se suponía que era el sentir de un colectivo social que proclamaba la libertad y que iniciaba un régimen distinto con proyecto polí-tico “propio”. Durante esta primera etapa, si bien el proyecto de nación lo inició la élite criolla paulatinamente se vincularon los sectores populares a través de su participación en los diversos conflictos. Es decir, el donar sus pertenencias, el ir a las milicias patriotas en forma voluntaria, el donar comida y vestido, los acercó a ese proyecto libertario con el que paulatinamente se construía un ideario de nación. CONFLICTO LOCAL Y GUERRAS CIVILES De acuerdo con los planteamientos de Alejo Vargas11 se establece una relación entre región y nación, en que las regiones juegan un papel impor-tante porque desarrollan formas de articulación y procesos de integración, que a veces se traducen en conflictos regionales, desde donde se construye la nación. El desarrollo de las guerras civiles durante el siglo XIX fue una constante, se convirtieron en la estrategia de la élite para pronunciar su inconformismo, en el medio de expresión de la rivalidad de poder entre las élites locales. Aunque en algunas ocasiones fueron vistas como la aventura de los caudillos heroicos que arrastraban una masa de población ingenua y maleable a sus propios intereses. Lo que salta a la vista de los conflictos traducidos en guerras civiles es la problemática regional en que se expresa no solamente el control del poder, sino la rivalidad y las formas de cohesión social, el cómo se unen los sectores populares a la guerra para manifestar su inconformismo o para apoyar propuestas que defiendan sus intereses. Por otra parte, estas guerras civiles afianzaron la articulación de grupos y redes locales, la construcción de imaginarios políticos que fueron fundamen-tales en la construcción de identidad nacional12. El desarrollo de las guerras coadyuvó al reconocimiento del territorio, a la integración de regiones y a afianzar las rivalidades interregionales; por otra parte, también estas guerras permiten apreciar proyectos políticos alternativos, que son presentados como disidentes, inconformismos y, en general, formas de organización social que son cruciales para comprender cómo se consolidan las bases sociales y de qué manera se produce la adscripción política en el proyecto de construcción de la nación. De esta manera podemos apreciar que la guerra no fue sola-mente una confrontación de amigos y enemigos, tampoco un simple hecho XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1768 que dejó unos héroes, es necesario analizar el conflicto como parte de un proyecto político. La integración del territorio generó fuertes confrontaciones, tal vez la población se sentía más identificada con la región y veía el proyecto de inte-gración como una amenaza, como una forma de subordinación, más no como un proyecto de cooperación e integración conjunta. Sin embargo, esta con-frontación daba cuenta de la no indiferencia, puesto que los diversos sectores sociales manifestaban a través del conflicto simpatías, adhesiones y lealtades. El desarrollo de estos conflictos nos permite apreciar que la construcción del estado-nación colombiano no fue homogéneo, tuvo diversos desarrollos en concordancia con la interacción de poderes centrales, regionales y locales, lo que desató fuertes rivalidades. Si bien, la experiencia colonial dejó un legado cultural, pareciera que este no fue suficiente para construir con base al pasado una “comunidad imaginada” unificada, que hablase de procesos conjuntos13; por el contrario el conflicto en torno a líderes, grupos políticos logró consolidar una cohesión, a partir de la cual se consolidó una comuni-dad política que entre el periodo 1830 y 1900 se caracterizó por la prolifera-ción de guerras civiles, algunas de las cuales mencionaremos a continuación. La guerra del los Supremos tuvo diversas expresiones en cada región, pero en términos generales da cuenta del malestar social y político por la prevalencia del sistema colonial, que para el caso del Valle del Cauca era el manifiesto de los esclavos por obtener la libertad14. Para el caso del centro esta guerra se asumió con una connotación de nacionalismo patriota, refleja-do en los seguidores de Bolívar y Santander, en que se hacen planteamientos relacionados con la ciudadanía y con la participación burocrática15; la que de un conflicto local aislado por la abolición de los conventos menores, desató fuertes confrontaciones y se extendió hasta la región del centro donde estaba ubicada la burocracia gubernamental. Las guerras de 1851 y 1854 tuvieron una connotación particular, con rela-ción a la primera las reformas educativa y constitucional que fortalecieron el intervencionismo de Estado, le dieron una proyección netamente liberal; lo que refleja proyectos políticos diversos y fuertes antagonismos. Para Alonso Valencia, esta guerra fue “una revuelta de señores tradicionales que vieron en peligro la continuidad de su dominio y que recurrieron a acciones gue-rrilleras”16, para oponerse a las “reformas liberales de medio siglo” y para defender la permanencia de las estructuras sociales y económicas tradiciona-les caracterizadas por el dominio social que los terratenientes esclavistas tenían. La Guerra de 1854 osciló entre la disputa de régimen de autoritario a democrático, lo que generó fuertes levantamientos populares y militares17; también se evidencia la confrontación partidista liberal-conservadora, que hacía parte de las polémicas desde los proyectos de Bolívar y Santander y que ahora se materializaban alrededor de dos partidos políticos. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1769 La guerra de 1861 es el reflejo de la fuerza que tenían los poderes locales y regionales. Esta guerra llevó al establecimiento del sistema federalista, impulsado por el radicalismo liberal, que se opuso al ascenso del conserva-tismo que defendía el tradicionalismo y el fortalecimiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Con este cambio en el régimen político se pro-movieron reformas políticas fundamentales, como el fortalecimiento del sis-tema electoral que definía el acceso al poder. Para el caso del Valle del Cau-ca, Alonso Valencia señala: “en el Cauca, la situación había sido demasiado conflictiva, puesto que las reformas liberales y, en especial, la abolición de la esclavitud en 1851, produjeron un periodo de insurgencia social conocido como “los retazos democráticos”, caracterizado porque el liberalismo radi-cal, principales impulsores de los cambios, pretendieron crear las bases so-ciales del liberalismo mediante la conformación de sociedades democráticas, que buscaban convertir a los esclavos en ciudadanos18. La guerra de 1876 resume un problema de poder entre el Estado y la Iglesia, por la disminución del poder de esta. En palabras de Luis Javier Ortiz, se trataba de “una revolución contra la inteligencia, contra el conser-vatismo y los disidentes propios”19. Para otros historiadores fue la Guerra de las Escuelas, en que se materializan las confrontaciones entre la Iglesia y el liberalismo, debido a las reformas planteadas por este y que en nada benefi-ciaban a la Iglesia. Ambas tendencias, liberal radical y conservadora, conso-lidaron grupos disidentes con miras a defender sus criterios ideológicos y el control del poder. Esta lucha bipartidista fue un elemento central que, durante la segunda mitad del siglo XIX, polarizó lar relaciones políticas y en sus bases sociales a la población; asimismo llevó a que estos se identificaran con un partido polí-tico y actuaran en consecuencia. Paulatinamente la crisis entre grupos políti-cos se fortaleció, lo que conllevó al desarrollo de la guerra de 1885 en que las élites políticas del radicalismo liberal y de la regeneración se disputaron el poder no en las urnas, sino con las armas. Lo que llevó a una transforma-ción del sistema de gobierno de federal a centralista, con el que se pretendió construir una unidad nacional a partir de la lengua, la religión, el culto a los héroes, la enseñanza de la historia patria, la civilización y la homogeneiza-ción cultural. Durante el periodo de la regeneración se pretendió establecer una unifica-ción política desde arriba, que restringía considerablemente la participación política de las masas, mientras se afianzaba el protagonismo de las élites, que de por sí llamaba a una integración. Bajo medidas autoritarias se imple-mentó el proyecto de centralización del poder, lo que afianzó las rivalidades entre facciones y tendencias partidistas que se consolidaron en la guerra de los mil días20, en que liberales y conservadores se disputaban el poder, apo-yados en una base social amplia, que motivados por la lealtad partidista XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1770 lucharon en los campos y veredas contra las fuerzas del gobierno. Este tipo de conflicto favoreció el afianzamiento de lealtades partidistas, principal-mente de los habitantes de las áreas rurales, los que tomaron sus herramien-tas trabajo como armas para defenderse. Y mientras el liberalismo acudió a la guerra irregular o guerra de guerrillas para combatir al enemigo político, el conservatismo utilizó las fuerzas militares del Estado apoyado por Estados Unidos. La guerra de los mil días afianzó el odio entre liberales y conservadores y polarizó las relaciones políticas; asimismo contribuyó a afianzar las lealtades partidistas en veredas y poblaciones por identidad con los jefes militares de la guerra. Aunque el conservatismo se impuso y logró controlar las milicias liberales, una vez se firmó el tratado de paz, se inició una ola de persecución contra los líderes del liberalismo, al respecto Fernán González señala: “va-rios jefes prisioneros como Cesáreo Pulido y Gabriel Calderón, son fusilados en el Espinal; Aristóbulo Ibáñez es descuartizado en Boyacá, y Ramón Chá-vez es fusilado con cinco compañeros dos días después de haber firmado la paz de Wisconsin”21, otros líderes guerrilleros fueron víctimas de la persecu-ción oficial, unos por retaliaciones y otros por limpieza social22. De esta forma se afianzó la hegemonía conservadora que logró con la fuerza y la beligerancia controlar todas las instituciones del Estado, acallando cualquier manifestación que controvirtiera el principio de unidad nacional. PARTIDOS Y VIOLENCIA POLÍTICA Durante este aparte haremos alusión a la primera mitad del siglo XX, que se caracterizó por una agitación partidista, por el afianzamiento de hegemo-nías liberal-conservadora y por una pugna interpartidista, que polarizó la re-lación entre los habitantes y los llevó a establecer formas de identidad, leal-tades y relaciones de amigos y enemigos de acuerdo con su filiación política. Como parte de la expresión del conflicto la violencia se convierte en una forma de manifestación del inconformismo, del antagonismo y de la disiden-cia. La violencia es una acción instrumental, que implica la posesión de medios y recursos para imponer decisiones a otros. La violencia se sitúa del lado de las relaciones de dominación, establece un tipo de poder jerárquico, no se apoya en los consensos, sino en la funcionalidad y en los medios para lograr un objetivo dominador y de control23. De acuerdo con lo expuesto por Gerardo Guthman la violencia supone dos caras: una oficial, contabilizada y sancionada. La otra discreta, sorda y cotidiana. La primera se refiere a la violación de las leyes civiles, esta vio-lencia es la que registran las estadísticas policiales y judiciales. La segunda “es la de los fuertes contra los débiles, de dirigentes contra dirigidos, patro-nos contra obreros; durante largo tiempo se ha traducido en una mortandad Conflicto y Nación en el bicentenario… 1771 horrenda”24. En muchas ocasiones este tipo de violencia de los fuertes contra los débiles la ejercen las mismas instituciones del Estado, lo que hace al individuo mucho más frágil y receptivo. En varias regiones del país durante la primera mitad del siglo veinte se vivió un juego político que se centró en los intereses particulares, en el ma-nejo de las finanzas, en las disputas partidistas; en los cambios socio-econó-micos e ideológicos, así como en el afianzamiento de ciertos privilegios que fueron fundamentales en la construcción del poder local25. Igualmente la transformación del sistema político colombiano que tenía como fundamento el afianzamiento del poder de un grupo político y el control de las institucio-nes del Estado. De la misma forma, los cambios hegemónicos conservador-liberal (1930-1934) y liberal conservador (1946-1950), propiciaron formas de violencia y confrontación partidista dando como resultado hechos violentos, que se asocian con el abuso de poder y las proyecciones de los directorios políticos por instaurar gobiernos totalitarios en localidades y regiones. Estos hechos han sido asociados como la continuidad de las guerras civiles del siglo XIX26, puesto que denotan el conflicto político liberal conservador y la rivalidad por el control de las instituciones del Estado. El control del poder local adquirió gran relevancia para los partidos, des-de allí, los agentes políticos o intermediarios consolidan fuerzas electorales, respaldadas por clientela tradicional o por grupos en proceso de conforma-ción, los cuales estaban en contacto o hacían parte del gobierno municipal27 o desempeñaban ciertos cargos de prestigio, convirtiéndose en intermedia-rios entre el gobierno y la población. Uno de los aspectos fundamentales fue el de la construcción de imagina-rios colectivos en torno a los partidos políticos, por consiguiente, la acción de la regionalización, las acciones de padrinazgo, linaje, compadrazgo y la influencia familiar jugaron un papel fundamental en la construcción de iden-tidades partidistas y en la construcción de signos y símbolos políticos, “el código imaginario religioso está asegurado con las gentes colombianas son liberales o conservadores porque sí; por que lo llevan en la sangre y porque lo aprenden en el hogar”28. Lo que da muestra de cómo los partidos políticos acudieron a la cultura popular para hacer llegar sus discursos y ganar adeptos y seguidores, teniendo en cuenta que la población en su mayoría desconocía los principios del liberalismo y el conservatismo, pero eran seguidores de la Iglesia, del sindicalismo y de otras formas de expresión que se asociaron con la política nacional, regional y local. Por ende, las elecciones se convirtieron en un medio central para definir el control del poder. Al respecto Eduardo Posada Carbó señala que la ma-yoría de los procesos electorales en Colombia efectuados durante el siglo XIX y comienzos del XX, estaban acompañados por una guerra promovida por XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1772 líderes y dirigentes políticos para tratar de controlar el poder. Entonces, el lenguaje de la política tomó otros matices que oscilaban entre la invitación pacífica a participar en un comicio y la convocatoria a tomar las armas para hacer valer sus derechos. Eran tantos los conflictos desatados durante los procesos electorales que en ocasiones la violencia se asumía como parte del ritual de la campaña y las campañas a su vez eran fuente recurrente del con-flicto29. El simple hecho de emitir el voto era parte del conflicto, los distur-bios continuaban con el conteo y reconteo de votos; así “la violencia electo-ral, ya fuese durante las campañas, el día electoral o durante el proceso de recuento de los votos iba de la mano con la fragilidad del orden público”30. Otro de los aspectos que debe ser abordado es el de la “persuasión clandestina”31, nos referimos a las formas de violencia simbólica que se pre-sentaban mediante caricaturas, reportajes, carteles, entre otros, a través de los cuales no se actuaba directamente en la forma de pensar y actuar, pero si se colocaban mensajes con frases representativas que generaban gran im-pacto en la población. Con frecuencia se utilizó la representación del adver-sario como corrupto, represivo y coaccionador, al respecto tanto las caricaturas como los discursos se centraron en hacer ver al elector una imagen desfigu-rada y con mensajes subliminales que deformaban la imagen del adversario. Por ejemplo, la eliminación del adversario y la presentación de la muerte aparecen como un símbolo triunfal o como una estrategia victimaria no para el individuo, sino para el partido; lo que significó que el símbolo de la sangre era también el símbolo del triunfo32. Así, tanto el discurso político, las denuncias al adversario, como la forma de presentación de los elementos propagandísticos se constituyeron en formas de presión y coacción que de alguna manera incidieron en el desarrollo de la violencia. Los dirigentes y jefes políticos liberales o conservadores establecieron mecanismos de presión y coacción, con los cuales buscaban generar formas de dominación fundamentadas en la coerción; resaltándose la violencia física (amenaza, tortura, intimidación), establecimiento de agentes burocráticos, generando redes de poder local, regional y nacional, con el fin de legitimar la fuerza y establecer control del electorado33. Por ende, los resultados electorales se convirtieron en el fin de los dirigentes y líderes políticos, puesto que con ellos se legitimaba el poder. El establecimiento de formas violentas, fraudulentas y clientelares contribuyó al afianzamiento del poder y promovió mayores formas de confrontación políti-ca. De otra parte, los diversos conflictos socio-económicos tomaron un tinte político agudizando la problemática social del momento. La violencia fue entonces el resultado de las formas de dominación política instauradas por los jefes políticos y ejecutadas por líderes, caciques y gamonales a nombre de los directorios políticos. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1773 GUERRILLA Y FORMAS DE PACIFICACIÓN OFICIAL Durante el gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950), se intensificó el índice de violencia política. Una característica central fue la violencia institucional, que se generó a través de la policía chulavita, de los pájaros, de los aplanchadores y demás grupos para institucionales, la que se convirtió en instrumento de presión y coacción contra la población civil, principalmente seguidores del liberalismo y comunismo. En respuesta a la violencia oficial, los campesinos orientados por algunos líderes locales con-formaron grupos de resistencia, que paulatinamente tomó forma de movi-miento armado, bajo la denominación de guerrilla liberal y comunista. Las primeras manifestaciones ocurrieron el mismo nueve de abril, con posterioridad al asesinato de Gaitán. Los líderes locales del liberalismo, si-guiendo la estructura gamonalista organizaron pequeños grupos de resisten-cia, en forma independiente. Inicialmente tomaron las herramientas de tra-bajo como sus propias armas, para defenderse de la cruel policía chulavita. Uno de los primeros ataques se efectuó con la toma de la estación de Puerto López, por Eliseo Velásquez34, quien se convertiría en uno de los “bandole-ros” más aguerridos de la zona. En forma similar se organizaron grupos en otras localidades, estas bandas esperaban las orientaciones revolucionarias de la dirección liberal que inicialmente era la inspiración de su lucha. A este tipo de grupos se le denominó “chusma liberal” o “bandoleros del llano”. Los hechos de violencia eran cada vez más espeluznantes, se denunciaban asesinatos, robos, saqueos, incendios y la exigencia de dinero como conmu-tación por la libertad. Ante el recrudecimiento de la violencia oficial, se in-crementaron los focos de resistencia en los Llanos, en el sur del Tolima y en Cundinamarca principalmente. Estas organizaciones mantenían en perma-nente estado de zozobra a la fuerza pública, en parte porque efectuaban ata-ques esporádicamente y por sorpresa35, porque eran organizaciones móviles y porque estaban ubicadas en áreas selváticas donde la fuerza pública tenía poco control. Es de anotar que la base social de la guerrilla liberal y comunista durante esta primera etapa eran campesinos perseguidos por la policía, y las bandas de choque; y sus jefes eran los líderes locales del liberalismo. Inicialmente no había una formación política de fondo, ni un proyecto político, los plan-teamientos centrales de la insurrección eran la defensa del liberalismo. Además cada uno de los líderes se defendía y atacaba en forma desarticu-lada, podríamos señalar que en su primera etapa era un movimiento disperso, local y sujeto a las rivalidades entre sus líderes36. El afianzamiento de la violencia oficial y las tácticas de represión motiva-ron a los alzados en armas a buscar estrategias de unificación, esta fue otra etapa del movimiento guerrillero que se transformó de la acción de resisten-XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1774 cia a la ofensiva. Así como la posición de los líderes del liberalismo, que alimentaban el proyecto de un golpe militar contra el gobierno de Ospina Pérez, los que asumieron una posición vacilante de apoyo y de cuestiona-miento a la labor de los alzados en armas. Esto promovió un acercamiento de los líderes revolucionarios para organizarse y darle una orientación al movi-miento, con esto se empezó a generalizar las guerrillas como movimiento armado fuera de la ley. En febrero de 1950 se reunieron en el llamado “Congreso de Brisas del Charté”, y consolidaron una estructura político-militar. Se articularon en co-mandos y decidieron recolectar armas para evitar el avance de los chulavitas. Asimismo acordaron organizarse territorialmente37. Este mismo proyecto se extendió al área del Tolima y del Sumapaz donde se pretendía unificar el movimiento y consolidar una organización con un proyecto político alterna-tivo al gobierno. Este nuevo actor social denominado “bandolero”, es el resultado de la persecución oficial producto de la amenaza, la intimidación y extorsión a la población civil por parte de la policía y fuerzas de choque; que vio amena-zada su vida, su integridad y la de su familia. Aquel personaje que bajo la estructura del poder político predominante gamonalista y caciquista se rebeló contra el sistema político y particularmente contra el conservatismo y conso-lidó una estructura política diferente del tradicionalismo, nos referimos a un “bandolero político”38. Este personaje que lideraba la revolución y esperaba pacientemente las orientaciones de los líderes políticos, de la que solo en-contraban vacilaciones y ambigüedades, finalmente asumieron una posición contra los dueños de los hatos (sus anteriores líderes) y contra las políticas represoras de Estado; de esta forma se produjo una transformación del tipo de bandolero, pues hubo una articulación de lo político y lo social, dando como resultado un tipo de “bandolero social”39, con características particula-res propias de la sociedad rural colombiana. Según Gonzalo Sánchez y Donny Meertens40, para el caso colombiano es indispensable comprender el bandolero teniendo en cuenta las lealtades partidistas, puesto que desde un contexto regional los campesinos legitimaban el poder del gamonal; en últimas el bandolerismo es el resultado de las estructurales locales de poder, factores que determinaron el que el campesino armado pudiera desligarse del sistema bipartidista. La polarización ahora entre fuerzas armadas y guerrilla desató otra etapa del conflicto, aunque seguía vigente el imaginario del bipartidista, la socie-dad colombiana experimentaba una forma distinta del conflicto. Estos acto-res acudieron a la defensa, posteriormente a la ofensiva y su tercera etapa al ataque a las fuerzas militares, así se fortaleció su organización militar, se consolidó un proyecto político y sus bases sociales paulatinamente asumie-Conflicto y Nación en el bicentenario… 1775 ron el discurso de la revolución para hacerle frente al gobierno que defendía la noción de “orden”. Por su parte el ejército inició fuertes ataques en los puntos que se consi-deró clave para la organización guerrillera, utilizó bombardeos y atentados contra poblaciones y caseríos, generando terror en sus habitantes y el que estos abandonaran sus tierras. Muchos de los migrantes vieron en la revolu-ción un objetivo común y una esperanza de vida; lo que a la vez incrementó el número de comandos guerrilleros, el hostigamiento y el índice de violencia. La persecución al liberalismo promovió la conformación de dos tenden-cias: la de los altos funcionarios que tenían la esperanza en retomar el poder por medios pacíficos en las elecciones y aunque rechazaban la ola de violen-cia, no tenían una orientación ideológica clara que lograra capturar política y militarmente a los alzados en armas. La otra tendencia conformada por cam-pesinos y en general sectores populares que vieron en las armas la mejor estrategia para la defensa, pero tampoco tenían una orientación clara sobre el sentido de la revolución, esperaban que sus líderes desde Bogotá dieran las instrucciones. El movimiento guerrillero maduró tanto en tácticas militares como en la consolidación de un proyecto político, lo que nos permite ver que su lucha no era por la defensa del partido, sino por la reivindicación de su papel como ciudadanos. Ante el recrudecimiento de la violencia en Tolima y los Llanos orientales, y la acusación del gobierno al liberalismo, un sector del liberalismo se pro-nunció en contra de los señalamientos del gobierno y declaró que la violen-cia había sido provocada por las acciones violentas de la fuerza pública y que por este motivo se deberían tomar medidas en torno a la extinción de do-minio, el levantamiento del estado de sitio y al indulto de penas para los “ban-doleros” teniendo en cuenta la responsabilidad del gobierno. El liberalismo señaló que no tenía intenciones de reconquistar el poder, como la implementa-ción de un “modos vivendi” que le permitiera ejercer su función de oposición en condiciones de libertad, justicia y tolerancia. Pero el gobierno respondió con el incremento de ofensivas y organizó una serie de abatidas con las llama-das “fuerzas legítimas”, con las que se pretendía obtener la pacificación. Los procesos de negociación con estos grupos se iniciaron primero conformando contraguerrillas, guerrillas de paz, contrachusmeros, patriotas, policía rural y otros grupos con los que se pretendía eliminar la insurgencia con grupos contrainsurgentes, que utilizarían las mismas tácticas que la guerrilla porque habían estado vinculados y conocían su estructura, su orientación y sus fines. De esta forma se pretendió acallar un problema social y político mediante la conformación de grupos para estado con los que se pretendió incorporar a los “rebeldes” en el proyecto de unidad nacional bajo la connotación de “orden”. XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1776 Durante la segunda mitad del siglo XX la sociedad colombiana ha expe-rimentado diversos conflictos, en los que se evidencia la participación po-pular en defensa de sus derechos, asimismo la respuesta del gobierno que no siempre responde a los intereses de la sociedad civil, sino a sus propios fines. De esta manera, los conflictos interpartidistas, sociales, han tomado diversas connotaciones de acuerdo con la región, en este sentido el conflicto ha sido un elemento de integración, de divergencia y, en últimas, de construcción de una noción de política. Los conflictos actuales han identificado otros actores entre estos: la lucha de carteles, el control del territorio entre grupos guerrilleros, entre estos los paramilitares, entre ejército y guerrilla; lo que ha generado una inestabilidad principalmente en zonas rurales donde la población es expropiada de sus per-tenencias, boleteada para que las venda a un precio ínfimo y coaccionada para que se una a estas bandas. Por otra parte, la acción del gobierno en parte sigue siendo el ente que gobierna para ser legitimado por un grupo aunque excluya a la mayoría. Por otra parte, la crisis social, el índice de pobreza y el crecimiento de la corrupción administrativa en las instituciones mantiene en zozobra a la so-ciedad colombiana, ya no se espera un devenir como en otras épocas, sino un cese a la violencia, una reivindicación de los derechos, el mejoramiento real de la calidad de vida de los colombianos. Tal vez de esta manera se pueda lograr superar el conflicto endémico que se ha vivido en la sociedad colom-biana y que es muy complejo para resumirlo en estas cortas frases, pero que se quiere dejar una reflexión sobre cómo ese sinnúmero de conflictos ha logrado integrar a la población, que esta construya identidades y que co-nozca y defienda sus derechos aunque sean vulnerados. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1777 NOTAS 1 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, Madrid, alianza universidad, 1988, p. 16. 2 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1870, Barcelona, Crítica, 2000. 3 Ernest Renan, ¿Qué es una nación? Madrid, Alianza, 1987, p. 66. 4 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Relaciones sobre el origen y la difusión del liberalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 23. 5 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1870, Barcelona, Crítica, 2000. 6 Al respecto véase: Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, Clase y raza en el Caribe colombiano (1767-1810), Bogotá, Banco de la República, Editorial El Ancora, 1998, p. 12. 7 La confrontación entre Mompox y Cartagena le permitió a Morillo tomar rápidamente el poder instaurando tácticas de terror con las que se pretendía doblegar a la población. De esta forma el Gobierno español revocó el primer intento de construcción de una repú-blica. En un documento publicado por José Manuel Restrepo se hace alusión a la forma como fue sometida la población, las multas, la confiscación de sus bienes. Archivo Re-gional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo, Rollo 1, folio 366. 8 Centenario de la independencia de la provincia de Tunja, 1813-1913, Tunja, imprenta oficial, p. 130. 9 Acata de Federación de las Provincias Unidad de la Nueva Granada, noviembre 27 de 1811. Archivo Regional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo. Rollo 3, folio 350. 10 Juan Sámano en su reconquista por el sur utilizó a los indígenas como espías y les paga-ba dos reales diarios, de tal forma que pudieran introducirse en las tropas del enemigo. Archivo Regional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo, folio 465. 11 Alejo Vargas Velázquez, “Paz y nación en la perspectiva historia colombiana”, en Re-flexiones políticas, No. 8, Universidad Autónoma de Bucaramanga, (Diciembre 2002). 12 Fernán González, Partidos, Guerra e Iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900), p. 7. 13 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Relaciones sobre el origen y la difusión del liberalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 23. 14 Francisco Zuluaga, “La guerra de los Supremos en el suroccidente de la Nueva Grana-da”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Du-pligráficas, 2001, p. 31. 15 Fernán González, Partidos, Guerras e Iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900), Medellín, Editorial La Carreta, 2006, p. 22. 16 Alonso Valencia Llano, “La Guerra de 1851 en el Cauca”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 39 17 Fabio Zambrano Pantoja, “El golpe de Melo de 1854”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 70. 18 “Tomás Cipriano de Mosquera y la guerra en el Cauca entre 1859 y 1862”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 93. 19 Luis Javier Ortiz Mesa, “Guerra y sociedad en Colombia (1876-1877)”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 111. 20 Fernán González, “La guerra de los mil días”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, pp. 149-150. 21 Ibid. p. 164. 22 Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, Bogotá, Editorial CEREC, 1991, p. 45. XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1778 23 José María Mardones, “Violencia y democracia, sobre el concepto político de violencia en Hannah Arendt”, en J. A. Binaburo y X. Etxeberria, Pensando en la violencia, Bil-bao, Centro de Documentación y Estudios para la Paz, 1994, p. 37. 24 Gerardo Guthmann, Saberes de la violencia y violencia de los saberes. Montevideo: edi-torial Nordan Comunidad, 1991, p. 164. 25 En muchas ocasiones el interés estaba en controlar el poder local y favorecer el papel de las empresas colonizadoras que pretendieron expropiar a los colonos y ampliar su fron-tera agraria, esta fue una forma de politización del conflicto. Adolfo León Atehortúa Cruz, El poder y la sangre, Universidad Javeriana, CINEP, Cali, 1995, pp. 58-186. 26 Gómez Sánchez Gonzalo, Bandoleros, gamonales y campesinos: El caso de la violencia en Colombia, Bogotá, El Ancora, 1983 y Javier Guerrero Barón, Los años del olvido. Boyacá y los orígenes de la violencia, Bogotá, Siglo XXI, 1991. 27 José A. González Alcantud, El clientelismo político, Barcelona, Antropos, (1997), p. 50 28 Carlos Mario Perea, ¿Porqué la sangre es espíritu? Bogotá, Santillana, 1996, p. 180. 29 Olga Yanet Acuña Rodríguez, Ciudadanía y prácticas electorales, Cali, Universidad del Valle, 2007. — Elecciones y poder político en Boyacá, 1930-1950, Cali, Universidad del Valle, 2010. 30 Eduardo Posada Carbó, “Civilizar las urnas: Conflicto y control en las elecciones co-lombianas 1830-1930”, en Partidos políticos y elecciones en América Latina y la Península Ibérica 1830-1930, p. 147, al respecto, véase también el trabajo de Hilda Sábato, La política en las calles, entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998. 31 Concepto retomado de Maurice Duverger, Sociología de la política, Barcelona, Ariel, (1983). 32 Perea, Carlos Mario. ¿Porqué la sangre es espíritu? Bogotá: Santillana, 1996, p. 131. 33 Uno de los aspectos que ha centrado el interés es el analizar el monopolio legítimo de la violencia, instaurado por los dirigentes políticos y de las instituciones del Estado con el fin de garantizar la disciplina social. Estos conceptos han sido retomados de Max We-ber, El político y el científico, Economía y Sociedad. 34 Conocido como Cheito, él era un migrante huilense que trabajó en una finca de Pacha-quiaro como arriero. 35 Periódico El Nacional, Caracas (6 de septiembre de 1952), s. p. 36 Gonzalo Sánchez, “Las raíces históricas de la amnistía”, en Ensayos de Historia social y política del siglo XX, Bogotá, El Ancora Editores, 1985, p. 232. 37 Reinaldo Barbosa, Guadalupe y sus centauros, Bogotá, Universidad Nacional, CEREC, IEPRI, 1992, p. 98. 38 Gonzalo Sánchez y Dommy Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogotá, El Ancora Editores, 2000, p. 26. 39 Eric Hobsbawm se refiere al bandolero social como aquel personaje agitador de la protesta rural y primitiva, la que describe como acción prepolítica, este personaje lograría desarro-llar una serie de luchas contra el rico y los opresores; y esto les da popularidad los con-vierte en personajes protegidos y aceptados por la población, para quienes son líderes y no bandoleros. El bandolero social aparece como un rebelde contra el sistema social según el autor en mención el bandolero social carece que organización e ideología. Entonces, el bandolero social realiza una forma primitiva de protesta social organizada. Eric Hobs-bawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos socia-les en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974. —, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976. 40 Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogotá, El Ancora, 2000
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Título y subtítulo | Conflicto y nación en el Bicentenario de la Independencia = Conficlt and nation in the Bicentennieal of Independence |
Autor principal | Acuña Rodríguez, Olga Yanet |
Publicación fuente | XIX Coloquio Historia canario - americana |
Numeración | Coloquio 19 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2010 |
Páginas | pp. 1763-1778 |
Materias | Congreso ; Historia ; Canarias ; América ; Bicentanario Independencias ; Nacionalismo |
Enlaces relacionados | http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 175 KB |
Texto | 1763 CONFLICTO Y NACIÓN EN EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA CONFLICT AND NATION IN THE BICENTENNIAL OF INDEPENDENCE Olga Yanet Acuña Rodríguez RESUMEN La presente propuesta tiene por objeto reflexionar sobre cómo los diversos conflictos que ha vivido la sociedad colombiana durante 200 años de vida republicana, han contribuido a construir formas de integración política, que son fundamentales para construir la nación. Los conflictos se convirtieron en espa-cios de integración e interrelación, que les permitieron a los diversos actores so-ciales construir espacios colectivos, re-conocerse y reclamar sus derechos. Asi-mismo sentirse dentro de un proceso social y político con el que se construyó el imaginario de nación. El proceso de construcción de la nación colombiana ha estado atravesado por un sinnúmero de conflictos en los que se experimenta rivalidad entre las élites regionales y locales, formas de presión y represión, mecanismos de homogeni-zación política, violencia simbólica. To-dos estos procesos están marcados por la incidencia de grupos de presión que se disputan el control del Estado. De este proceso de formación de la nación y de expresión de inconformidades han ABSTRACT The following proposal aims to reflect on how the various conflicts that Co-lombian society has lived for 200 years of republican regimen, have helped to construct forms of political integration, which are essential for building the nation. The conflicts became into in-tegration and interrelationship places, which allowed the various social actors to construct collective spaces, recognize themselves and claim their rights. Fur-thermore, they felt into a social and political process that built the imagina-tion of a nation. The construction process of the Colom-bian nation has gone through countless conflicts in which one experiences riva-lry between regional elites and local forms of pressure and repression, politi-cal homogenization mechanisms and symbolic violence. All these processes are marked by the incidence of pressure groups that are vying for control of the state. From this process of nation, for-mation and expression of disagreements have been involved: individuals, insti-tutions, groups and movements who Olga Yanet Acuña Rodríguez: Doctora en Historia. Escuela de Ciencias Sociales. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Tunja. Boyacá. Colombia. Tlfo.: 000987422174; Correo electrónico: olgayanet@gmail.com XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1764 participado: los individuos, las insti-tuciones, los grupos y movimientos que no han tenido representatividad o que utilizan este instrumento para dar a co-nocer su inconformismo. En el caso co-lombiano también ha sido una estrategia de las instituciones para impugnar cier-tos procesos de negociación o para im-plementar tácticas de represión a quie-nes se consideran enemigos. En esta presentación pretendemos hacer una reflexión sobre cómo los conflictos sociales en Colombia han contribuido a integrar a los diversos actores sociales, a que la población reconozca y exija sus derechos; y a crear una conciencia co-lectiva como estrategia de interrelación social y política. En el presente texto abordaremos los siguientes apartes: gue-rras de Independencia y primeras for-mas de construcción de la nación, Con-flicto local y guerras civiles, guerrilla y formas de “pacificación” oficial. PALABRAS CLAVE: Conflictos, na-ción, región, poder, violencia, élites, sectores populares have not had representation or use this tool to publicize their disagreement. In the Colombian case, it has also been a strategy of disputing certain institutions for the negotiation process or to imple-ment tactics of repression for those who are considered enemies. In this paper we intend to reflect on how social conflicts in Colombia have hel-ped to integrate the various social actors to recognize people and demand their rights; and, also, create a collective consciousness as a strategy for social and political interaction. This paper tackles the following excerpts: Wars of Independence and early forms of nation-building, local conflicts and civil wars, guerrilla forces and forms of official pacification. KEYWORDS: Conflicts, nation, region, power, violence, elites, grassroots. INTRODUCCIÓN Hablar de la integración política como componente central de la cons-trucción de la nación, nos lleva a ver el papel de lo institucional, también de cómo los hombres y mujeres construyen a partir de la voluntad de identi-ficación y de la cultura experiencias conjuntas que dan la apariencia de solidaridad, es decir, a partir de las acciones colectivas y de la experiencia conjunta que desarrollan los grupos1. En términos generales la nación se construye a partir de procesos de solidaridad y cooperación mutua, que lle-van a que los individuas voluntariamente participen de esos procesos y se sientan parte activa. En muchas ocasiones estas pretensiones de cooperación dependen de las relaciones de poder2 y dominación que establecen los diver-sos grupos, en las que no todos participan en igualdad de condiciones. Aun-que este fue un ideal de los líderes criollos que prosiguieron al proceso de Conflicto y Nación en el bicentenario… 1765 emancipación, en la práctica el mismo proyecto de igualdad jurídica fue excluyente para la mayoría de sectores populares. El concepto de soberanía se convirtió en el medio de articulación y legi-timación del poder por parte de la “mayoría” de la población, lo que se con-sidera un factor determinante en la construcción de un proyecto nacional. Para consolidar esta idea se consideró relevante el que “todos los individuos tengan muchas cosas en común y que todos hayan olvidado muchas cosas”.3 Por ende, lo que los acerca a un proceso conjunto no es solamente compartir una raza, una lengua, una religión o un territorio; es haber vivido un proceso político conjunto. En este sentido, la nación vista por Benedic Anderson como “una comu-nidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana”4, para referirse a cómo la nación se construye a partir de rasgos y expresiones cul-turales, que favorecen la articulación de un grupo en torno a principios y acciones colectivas. De esta visión son interesantes las reflexiones en torno a los factores cultural, económico y político, pero se ha dejado del lado el aná-lisis sobre la situación particular que viven los grupos sociales y que en oca-siones los lleva integrarse para construir proyectos conjuntos o para generar propuestas alternativas. Este último aparte en gran medida ha sido una cons-tante en la sociedad colombiana que ha llevado a polarizar las relaciones entre el Estado y la sociedad, a que la sociedad viva un conflicto endémico que se arraiga en ciertas regiones y que permanece bajo diversos matices. Podríamos señalar que para el siglo XIX se hicieron grandes esfuerzos por homogeneizar y estandarizar a la población haciendo uso de los recursos disponibles: religión, etnicidad, producción y enseñanza de la historia. Según Hobsbawm5 esta visión le da un carácter político a la estructuración de la nación, considera que no tiene una perspectiva netamente social, es el estado y las experiencias las que contribuyen a afianzar ese sentimiento de nación. Esto nos lleva a plantear que el concepto de nación fue asumido por las élites en primer lugar como medio para crear una nueva comunidad política, igua-litaria y soberana; en segundo lugar para tratar de que este grupo fuera homogéneo y civilizado, es decir, para revindicar la voluntad colectiva. GUERRAS DE INDEPENDENCIA Y PRIMERAS FORMAS DE CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN A partir de la declaración de independencia, 20 de julio de 1810, se generó una rivalidad entre la élite regional, se impuso la creación de soberanías particulares, las que entraron rápidamente en contradicción y con-frontación por el control del poder, especialmente con Bogotá, a la que se esperaba que estuviera en las mismas condiciones que las demás. Así la con-vocatoria a la Junta Suprema, en 1810, en Santa fe fue asumida con XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1766 desconfianza; de esta forma, se inició una rivalidad por el control del poder central que desató fuertes confrontaciones entre las provincias. En términos generales estas manifestaciones de adhesión y rechazo permiten comprender la orientación política, que respondió al primer intento de construir la Re-pública6. Este primer periodo de intento de construir la República, 1810 – 1814, fue categorizada por la historiografía tradicional como “Patria Boba”, por considerar que era una lucha improductiva entre las provincias. Esta dis-puta tenía una connotación significativa en la medida que pretendía definir poderes locales y entre las provincias; así como el tipo de gobierno —centra-lista o federalista—, lo que constituyó dos tendencias fuertes en la élite, de la que paulatinamente tomaron partida los sectores populares al participar en las milicias. Esta fue una de las características más importantes de este pri-mer periodo de vida independiente. El reflejo de estas disputas se pudo apreciar al interior de las provincias cuando estas establecieron entre sí fuertes rupturas, como la separación de Mompox de la provincia de Cartagena7. En el caso de la provincia de Tunja las poblaciones de Sogamoso, Soatá, Chiquinquirá y Leiva se anexaron a Cundinamarca, mientras que el cabildo de Guateque se anexó a Santa Fe8, de esta forma la estructura tradicional de la provincia sufrió cambios sustan-ciales que se vieron reflejados en las relaciones de poder y en la reconfi-guración territorial. Así las cosas, las primeras expresiones de libertad que se apreciaron en la conformación de la Confederación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada9, se traducen en un proyecto político, que simultánea-mente estuvo permeado por fuertes conflictos locales y regionales. Las confrontaciones entre las regiones al interior de la Nueva Granada fueron una de las grandes debilidades que vieron a su favor Juan Sámano y Pablo Morillo para iniciar la reconquista de la Nueva Granada, el primero por el sur10 y el otro por el centro y norte. La mayoría de quienes firmaron el acta de independencia con posterio-ridad a la reconquista fueron sometidos a prisión y en otras ocasiones deca-pitados, con lo que se quería vengar el intento libertario y la “desobediencia a la madre patria”. Por otra parte, los habitantes de la Nueva Granada debieron asumir costos económicos y políticos muy fuertes por parte de los reconquistadores, por ejemplo, incremento de impuestos, el participar en las milicias y donar recursos para su sostenimiento; asimismo maltratos físicos y arduas jornadas de trabajo, lo que paulatinamente incrementó la ira y la sed de libertad; de esta forma tomó sentido el proyecto revolucionario que cul-minó para la Nueva Granada con la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Es de anotar, que la campaña libertadora paulatinamente vinculó a los habitantes de la región por su tránsito, ya como militantes, proporcionando alimentos, ropas o como informantes. Lo que, sin duda, hizo del conflicto un triunfo de la mayoría y llevó a que el concepto de patria fuera asumido como Conflicto y Nación en el bicentenario… 1767 la expresión de un imaginario colectivo, de esta forma el conflicto contri-buyó a integrar a los diversos actores sociales para construir un proyecto político que reivindicara la libertad, la igualdad y la fraternidad. Una vez finalizadas las guerras de independencia, pareciera que el con-flicto terminaría pues se suponía que era el sentir de un colectivo social que proclamaba la libertad y que iniciaba un régimen distinto con proyecto polí-tico “propio”. Durante esta primera etapa, si bien el proyecto de nación lo inició la élite criolla paulatinamente se vincularon los sectores populares a través de su participación en los diversos conflictos. Es decir, el donar sus pertenencias, el ir a las milicias patriotas en forma voluntaria, el donar comida y vestido, los acercó a ese proyecto libertario con el que paulatinamente se construía un ideario de nación. CONFLICTO LOCAL Y GUERRAS CIVILES De acuerdo con los planteamientos de Alejo Vargas11 se establece una relación entre región y nación, en que las regiones juegan un papel impor-tante porque desarrollan formas de articulación y procesos de integración, que a veces se traducen en conflictos regionales, desde donde se construye la nación. El desarrollo de las guerras civiles durante el siglo XIX fue una constante, se convirtieron en la estrategia de la élite para pronunciar su inconformismo, en el medio de expresión de la rivalidad de poder entre las élites locales. Aunque en algunas ocasiones fueron vistas como la aventura de los caudillos heroicos que arrastraban una masa de población ingenua y maleable a sus propios intereses. Lo que salta a la vista de los conflictos traducidos en guerras civiles es la problemática regional en que se expresa no solamente el control del poder, sino la rivalidad y las formas de cohesión social, el cómo se unen los sectores populares a la guerra para manifestar su inconformismo o para apoyar propuestas que defiendan sus intereses. Por otra parte, estas guerras civiles afianzaron la articulación de grupos y redes locales, la construcción de imaginarios políticos que fueron fundamen-tales en la construcción de identidad nacional12. El desarrollo de las guerras coadyuvó al reconocimiento del territorio, a la integración de regiones y a afianzar las rivalidades interregionales; por otra parte, también estas guerras permiten apreciar proyectos políticos alternativos, que son presentados como disidentes, inconformismos y, en general, formas de organización social que son cruciales para comprender cómo se consolidan las bases sociales y de qué manera se produce la adscripción política en el proyecto de construcción de la nación. De esta manera podemos apreciar que la guerra no fue sola-mente una confrontación de amigos y enemigos, tampoco un simple hecho XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1768 que dejó unos héroes, es necesario analizar el conflicto como parte de un proyecto político. La integración del territorio generó fuertes confrontaciones, tal vez la población se sentía más identificada con la región y veía el proyecto de inte-gración como una amenaza, como una forma de subordinación, más no como un proyecto de cooperación e integración conjunta. Sin embargo, esta con-frontación daba cuenta de la no indiferencia, puesto que los diversos sectores sociales manifestaban a través del conflicto simpatías, adhesiones y lealtades. El desarrollo de estos conflictos nos permite apreciar que la construcción del estado-nación colombiano no fue homogéneo, tuvo diversos desarrollos en concordancia con la interacción de poderes centrales, regionales y locales, lo que desató fuertes rivalidades. Si bien, la experiencia colonial dejó un legado cultural, pareciera que este no fue suficiente para construir con base al pasado una “comunidad imaginada” unificada, que hablase de procesos conjuntos13; por el contrario el conflicto en torno a líderes, grupos políticos logró consolidar una cohesión, a partir de la cual se consolidó una comuni-dad política que entre el periodo 1830 y 1900 se caracterizó por la prolifera-ción de guerras civiles, algunas de las cuales mencionaremos a continuación. La guerra del los Supremos tuvo diversas expresiones en cada región, pero en términos generales da cuenta del malestar social y político por la prevalencia del sistema colonial, que para el caso del Valle del Cauca era el manifiesto de los esclavos por obtener la libertad14. Para el caso del centro esta guerra se asumió con una connotación de nacionalismo patriota, refleja-do en los seguidores de Bolívar y Santander, en que se hacen planteamientos relacionados con la ciudadanía y con la participación burocrática15; la que de un conflicto local aislado por la abolición de los conventos menores, desató fuertes confrontaciones y se extendió hasta la región del centro donde estaba ubicada la burocracia gubernamental. Las guerras de 1851 y 1854 tuvieron una connotación particular, con rela-ción a la primera las reformas educativa y constitucional que fortalecieron el intervencionismo de Estado, le dieron una proyección netamente liberal; lo que refleja proyectos políticos diversos y fuertes antagonismos. Para Alonso Valencia, esta guerra fue “una revuelta de señores tradicionales que vieron en peligro la continuidad de su dominio y que recurrieron a acciones gue-rrilleras”16, para oponerse a las “reformas liberales de medio siglo” y para defender la permanencia de las estructuras sociales y económicas tradiciona-les caracterizadas por el dominio social que los terratenientes esclavistas tenían. La Guerra de 1854 osciló entre la disputa de régimen de autoritario a democrático, lo que generó fuertes levantamientos populares y militares17; también se evidencia la confrontación partidista liberal-conservadora, que hacía parte de las polémicas desde los proyectos de Bolívar y Santander y que ahora se materializaban alrededor de dos partidos políticos. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1769 La guerra de 1861 es el reflejo de la fuerza que tenían los poderes locales y regionales. Esta guerra llevó al establecimiento del sistema federalista, impulsado por el radicalismo liberal, que se opuso al ascenso del conserva-tismo que defendía el tradicionalismo y el fortalecimiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Con este cambio en el régimen político se pro-movieron reformas políticas fundamentales, como el fortalecimiento del sis-tema electoral que definía el acceso al poder. Para el caso del Valle del Cau-ca, Alonso Valencia señala: “en el Cauca, la situación había sido demasiado conflictiva, puesto que las reformas liberales y, en especial, la abolición de la esclavitud en 1851, produjeron un periodo de insurgencia social conocido como “los retazos democráticos”, caracterizado porque el liberalismo radi-cal, principales impulsores de los cambios, pretendieron crear las bases so-ciales del liberalismo mediante la conformación de sociedades democráticas, que buscaban convertir a los esclavos en ciudadanos18. La guerra de 1876 resume un problema de poder entre el Estado y la Iglesia, por la disminución del poder de esta. En palabras de Luis Javier Ortiz, se trataba de “una revolución contra la inteligencia, contra el conser-vatismo y los disidentes propios”19. Para otros historiadores fue la Guerra de las Escuelas, en que se materializan las confrontaciones entre la Iglesia y el liberalismo, debido a las reformas planteadas por este y que en nada benefi-ciaban a la Iglesia. Ambas tendencias, liberal radical y conservadora, conso-lidaron grupos disidentes con miras a defender sus criterios ideológicos y el control del poder. Esta lucha bipartidista fue un elemento central que, durante la segunda mitad del siglo XIX, polarizó lar relaciones políticas y en sus bases sociales a la población; asimismo llevó a que estos se identificaran con un partido polí-tico y actuaran en consecuencia. Paulatinamente la crisis entre grupos políti-cos se fortaleció, lo que conllevó al desarrollo de la guerra de 1885 en que las élites políticas del radicalismo liberal y de la regeneración se disputaron el poder no en las urnas, sino con las armas. Lo que llevó a una transforma-ción del sistema de gobierno de federal a centralista, con el que se pretendió construir una unidad nacional a partir de la lengua, la religión, el culto a los héroes, la enseñanza de la historia patria, la civilización y la homogeneiza-ción cultural. Durante el periodo de la regeneración se pretendió establecer una unifica-ción política desde arriba, que restringía considerablemente la participación política de las masas, mientras se afianzaba el protagonismo de las élites, que de por sí llamaba a una integración. Bajo medidas autoritarias se imple-mentó el proyecto de centralización del poder, lo que afianzó las rivalidades entre facciones y tendencias partidistas que se consolidaron en la guerra de los mil días20, en que liberales y conservadores se disputaban el poder, apo-yados en una base social amplia, que motivados por la lealtad partidista XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1770 lucharon en los campos y veredas contra las fuerzas del gobierno. Este tipo de conflicto favoreció el afianzamiento de lealtades partidistas, principal-mente de los habitantes de las áreas rurales, los que tomaron sus herramien-tas trabajo como armas para defenderse. Y mientras el liberalismo acudió a la guerra irregular o guerra de guerrillas para combatir al enemigo político, el conservatismo utilizó las fuerzas militares del Estado apoyado por Estados Unidos. La guerra de los mil días afianzó el odio entre liberales y conservadores y polarizó las relaciones políticas; asimismo contribuyó a afianzar las lealtades partidistas en veredas y poblaciones por identidad con los jefes militares de la guerra. Aunque el conservatismo se impuso y logró controlar las milicias liberales, una vez se firmó el tratado de paz, se inició una ola de persecución contra los líderes del liberalismo, al respecto Fernán González señala: “va-rios jefes prisioneros como Cesáreo Pulido y Gabriel Calderón, son fusilados en el Espinal; Aristóbulo Ibáñez es descuartizado en Boyacá, y Ramón Chá-vez es fusilado con cinco compañeros dos días después de haber firmado la paz de Wisconsin”21, otros líderes guerrilleros fueron víctimas de la persecu-ción oficial, unos por retaliaciones y otros por limpieza social22. De esta forma se afianzó la hegemonía conservadora que logró con la fuerza y la beligerancia controlar todas las instituciones del Estado, acallando cualquier manifestación que controvirtiera el principio de unidad nacional. PARTIDOS Y VIOLENCIA POLÍTICA Durante este aparte haremos alusión a la primera mitad del siglo XX, que se caracterizó por una agitación partidista, por el afianzamiento de hegemo-nías liberal-conservadora y por una pugna interpartidista, que polarizó la re-lación entre los habitantes y los llevó a establecer formas de identidad, leal-tades y relaciones de amigos y enemigos de acuerdo con su filiación política. Como parte de la expresión del conflicto la violencia se convierte en una forma de manifestación del inconformismo, del antagonismo y de la disiden-cia. La violencia es una acción instrumental, que implica la posesión de medios y recursos para imponer decisiones a otros. La violencia se sitúa del lado de las relaciones de dominación, establece un tipo de poder jerárquico, no se apoya en los consensos, sino en la funcionalidad y en los medios para lograr un objetivo dominador y de control23. De acuerdo con lo expuesto por Gerardo Guthman la violencia supone dos caras: una oficial, contabilizada y sancionada. La otra discreta, sorda y cotidiana. La primera se refiere a la violación de las leyes civiles, esta vio-lencia es la que registran las estadísticas policiales y judiciales. La segunda “es la de los fuertes contra los débiles, de dirigentes contra dirigidos, patro-nos contra obreros; durante largo tiempo se ha traducido en una mortandad Conflicto y Nación en el bicentenario… 1771 horrenda”24. En muchas ocasiones este tipo de violencia de los fuertes contra los débiles la ejercen las mismas instituciones del Estado, lo que hace al individuo mucho más frágil y receptivo. En varias regiones del país durante la primera mitad del siglo veinte se vivió un juego político que se centró en los intereses particulares, en el ma-nejo de las finanzas, en las disputas partidistas; en los cambios socio-econó-micos e ideológicos, así como en el afianzamiento de ciertos privilegios que fueron fundamentales en la construcción del poder local25. Igualmente la transformación del sistema político colombiano que tenía como fundamento el afianzamiento del poder de un grupo político y el control de las institucio-nes del Estado. De la misma forma, los cambios hegemónicos conservador-liberal (1930-1934) y liberal conservador (1946-1950), propiciaron formas de violencia y confrontación partidista dando como resultado hechos violentos, que se asocian con el abuso de poder y las proyecciones de los directorios políticos por instaurar gobiernos totalitarios en localidades y regiones. Estos hechos han sido asociados como la continuidad de las guerras civiles del siglo XIX26, puesto que denotan el conflicto político liberal conservador y la rivalidad por el control de las instituciones del Estado. El control del poder local adquirió gran relevancia para los partidos, des-de allí, los agentes políticos o intermediarios consolidan fuerzas electorales, respaldadas por clientela tradicional o por grupos en proceso de conforma-ción, los cuales estaban en contacto o hacían parte del gobierno municipal27 o desempeñaban ciertos cargos de prestigio, convirtiéndose en intermedia-rios entre el gobierno y la población. Uno de los aspectos fundamentales fue el de la construcción de imagina-rios colectivos en torno a los partidos políticos, por consiguiente, la acción de la regionalización, las acciones de padrinazgo, linaje, compadrazgo y la influencia familiar jugaron un papel fundamental en la construcción de iden-tidades partidistas y en la construcción de signos y símbolos políticos, “el código imaginario religioso está asegurado con las gentes colombianas son liberales o conservadores porque sí; por que lo llevan en la sangre y porque lo aprenden en el hogar”28. Lo que da muestra de cómo los partidos políticos acudieron a la cultura popular para hacer llegar sus discursos y ganar adeptos y seguidores, teniendo en cuenta que la población en su mayoría desconocía los principios del liberalismo y el conservatismo, pero eran seguidores de la Iglesia, del sindicalismo y de otras formas de expresión que se asociaron con la política nacional, regional y local. Por ende, las elecciones se convirtieron en un medio central para definir el control del poder. Al respecto Eduardo Posada Carbó señala que la ma-yoría de los procesos electorales en Colombia efectuados durante el siglo XIX y comienzos del XX, estaban acompañados por una guerra promovida por XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1772 líderes y dirigentes políticos para tratar de controlar el poder. Entonces, el lenguaje de la política tomó otros matices que oscilaban entre la invitación pacífica a participar en un comicio y la convocatoria a tomar las armas para hacer valer sus derechos. Eran tantos los conflictos desatados durante los procesos electorales que en ocasiones la violencia se asumía como parte del ritual de la campaña y las campañas a su vez eran fuente recurrente del con-flicto29. El simple hecho de emitir el voto era parte del conflicto, los distur-bios continuaban con el conteo y reconteo de votos; así “la violencia electo-ral, ya fuese durante las campañas, el día electoral o durante el proceso de recuento de los votos iba de la mano con la fragilidad del orden público”30. Otro de los aspectos que debe ser abordado es el de la “persuasión clandestina”31, nos referimos a las formas de violencia simbólica que se pre-sentaban mediante caricaturas, reportajes, carteles, entre otros, a través de los cuales no se actuaba directamente en la forma de pensar y actuar, pero si se colocaban mensajes con frases representativas que generaban gran im-pacto en la población. Con frecuencia se utilizó la representación del adver-sario como corrupto, represivo y coaccionador, al respecto tanto las caricaturas como los discursos se centraron en hacer ver al elector una imagen desfigu-rada y con mensajes subliminales que deformaban la imagen del adversario. Por ejemplo, la eliminación del adversario y la presentación de la muerte aparecen como un símbolo triunfal o como una estrategia victimaria no para el individuo, sino para el partido; lo que significó que el símbolo de la sangre era también el símbolo del triunfo32. Así, tanto el discurso político, las denuncias al adversario, como la forma de presentación de los elementos propagandísticos se constituyeron en formas de presión y coacción que de alguna manera incidieron en el desarrollo de la violencia. Los dirigentes y jefes políticos liberales o conservadores establecieron mecanismos de presión y coacción, con los cuales buscaban generar formas de dominación fundamentadas en la coerción; resaltándose la violencia física (amenaza, tortura, intimidación), establecimiento de agentes burocráticos, generando redes de poder local, regional y nacional, con el fin de legitimar la fuerza y establecer control del electorado33. Por ende, los resultados electorales se convirtieron en el fin de los dirigentes y líderes políticos, puesto que con ellos se legitimaba el poder. El establecimiento de formas violentas, fraudulentas y clientelares contribuyó al afianzamiento del poder y promovió mayores formas de confrontación políti-ca. De otra parte, los diversos conflictos socio-económicos tomaron un tinte político agudizando la problemática social del momento. La violencia fue entonces el resultado de las formas de dominación política instauradas por los jefes políticos y ejecutadas por líderes, caciques y gamonales a nombre de los directorios políticos. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1773 GUERRILLA Y FORMAS DE PACIFICACIÓN OFICIAL Durante el gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950), se intensificó el índice de violencia política. Una característica central fue la violencia institucional, que se generó a través de la policía chulavita, de los pájaros, de los aplanchadores y demás grupos para institucionales, la que se convirtió en instrumento de presión y coacción contra la población civil, principalmente seguidores del liberalismo y comunismo. En respuesta a la violencia oficial, los campesinos orientados por algunos líderes locales con-formaron grupos de resistencia, que paulatinamente tomó forma de movi-miento armado, bajo la denominación de guerrilla liberal y comunista. Las primeras manifestaciones ocurrieron el mismo nueve de abril, con posterioridad al asesinato de Gaitán. Los líderes locales del liberalismo, si-guiendo la estructura gamonalista organizaron pequeños grupos de resisten-cia, en forma independiente. Inicialmente tomaron las herramientas de tra-bajo como sus propias armas, para defenderse de la cruel policía chulavita. Uno de los primeros ataques se efectuó con la toma de la estación de Puerto López, por Eliseo Velásquez34, quien se convertiría en uno de los “bandole-ros” más aguerridos de la zona. En forma similar se organizaron grupos en otras localidades, estas bandas esperaban las orientaciones revolucionarias de la dirección liberal que inicialmente era la inspiración de su lucha. A este tipo de grupos se le denominó “chusma liberal” o “bandoleros del llano”. Los hechos de violencia eran cada vez más espeluznantes, se denunciaban asesinatos, robos, saqueos, incendios y la exigencia de dinero como conmu-tación por la libertad. Ante el recrudecimiento de la violencia oficial, se in-crementaron los focos de resistencia en los Llanos, en el sur del Tolima y en Cundinamarca principalmente. Estas organizaciones mantenían en perma-nente estado de zozobra a la fuerza pública, en parte porque efectuaban ata-ques esporádicamente y por sorpresa35, porque eran organizaciones móviles y porque estaban ubicadas en áreas selváticas donde la fuerza pública tenía poco control. Es de anotar que la base social de la guerrilla liberal y comunista durante esta primera etapa eran campesinos perseguidos por la policía, y las bandas de choque; y sus jefes eran los líderes locales del liberalismo. Inicialmente no había una formación política de fondo, ni un proyecto político, los plan-teamientos centrales de la insurrección eran la defensa del liberalismo. Además cada uno de los líderes se defendía y atacaba en forma desarticu-lada, podríamos señalar que en su primera etapa era un movimiento disperso, local y sujeto a las rivalidades entre sus líderes36. El afianzamiento de la violencia oficial y las tácticas de represión motiva-ron a los alzados en armas a buscar estrategias de unificación, esta fue otra etapa del movimiento guerrillero que se transformó de la acción de resisten-XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1774 cia a la ofensiva. Así como la posición de los líderes del liberalismo, que alimentaban el proyecto de un golpe militar contra el gobierno de Ospina Pérez, los que asumieron una posición vacilante de apoyo y de cuestiona-miento a la labor de los alzados en armas. Esto promovió un acercamiento de los líderes revolucionarios para organizarse y darle una orientación al movi-miento, con esto se empezó a generalizar las guerrillas como movimiento armado fuera de la ley. En febrero de 1950 se reunieron en el llamado “Congreso de Brisas del Charté”, y consolidaron una estructura político-militar. Se articularon en co-mandos y decidieron recolectar armas para evitar el avance de los chulavitas. Asimismo acordaron organizarse territorialmente37. Este mismo proyecto se extendió al área del Tolima y del Sumapaz donde se pretendía unificar el movimiento y consolidar una organización con un proyecto político alterna-tivo al gobierno. Este nuevo actor social denominado “bandolero”, es el resultado de la persecución oficial producto de la amenaza, la intimidación y extorsión a la población civil por parte de la policía y fuerzas de choque; que vio amena-zada su vida, su integridad y la de su familia. Aquel personaje que bajo la estructura del poder político predominante gamonalista y caciquista se rebeló contra el sistema político y particularmente contra el conservatismo y conso-lidó una estructura política diferente del tradicionalismo, nos referimos a un “bandolero político”38. Este personaje que lideraba la revolución y esperaba pacientemente las orientaciones de los líderes políticos, de la que solo en-contraban vacilaciones y ambigüedades, finalmente asumieron una posición contra los dueños de los hatos (sus anteriores líderes) y contra las políticas represoras de Estado; de esta forma se produjo una transformación del tipo de bandolero, pues hubo una articulación de lo político y lo social, dando como resultado un tipo de “bandolero social”39, con características particula-res propias de la sociedad rural colombiana. Según Gonzalo Sánchez y Donny Meertens40, para el caso colombiano es indispensable comprender el bandolero teniendo en cuenta las lealtades partidistas, puesto que desde un contexto regional los campesinos legitimaban el poder del gamonal; en últimas el bandolerismo es el resultado de las estructurales locales de poder, factores que determinaron el que el campesino armado pudiera desligarse del sistema bipartidista. La polarización ahora entre fuerzas armadas y guerrilla desató otra etapa del conflicto, aunque seguía vigente el imaginario del bipartidista, la socie-dad colombiana experimentaba una forma distinta del conflicto. Estos acto-res acudieron a la defensa, posteriormente a la ofensiva y su tercera etapa al ataque a las fuerzas militares, así se fortaleció su organización militar, se consolidó un proyecto político y sus bases sociales paulatinamente asumie-Conflicto y Nación en el bicentenario… 1775 ron el discurso de la revolución para hacerle frente al gobierno que defendía la noción de “orden”. Por su parte el ejército inició fuertes ataques en los puntos que se consi-deró clave para la organización guerrillera, utilizó bombardeos y atentados contra poblaciones y caseríos, generando terror en sus habitantes y el que estos abandonaran sus tierras. Muchos de los migrantes vieron en la revolu-ción un objetivo común y una esperanza de vida; lo que a la vez incrementó el número de comandos guerrilleros, el hostigamiento y el índice de violencia. La persecución al liberalismo promovió la conformación de dos tenden-cias: la de los altos funcionarios que tenían la esperanza en retomar el poder por medios pacíficos en las elecciones y aunque rechazaban la ola de violen-cia, no tenían una orientación ideológica clara que lograra capturar política y militarmente a los alzados en armas. La otra tendencia conformada por cam-pesinos y en general sectores populares que vieron en las armas la mejor estrategia para la defensa, pero tampoco tenían una orientación clara sobre el sentido de la revolución, esperaban que sus líderes desde Bogotá dieran las instrucciones. El movimiento guerrillero maduró tanto en tácticas militares como en la consolidación de un proyecto político, lo que nos permite ver que su lucha no era por la defensa del partido, sino por la reivindicación de su papel como ciudadanos. Ante el recrudecimiento de la violencia en Tolima y los Llanos orientales, y la acusación del gobierno al liberalismo, un sector del liberalismo se pro-nunció en contra de los señalamientos del gobierno y declaró que la violen-cia había sido provocada por las acciones violentas de la fuerza pública y que por este motivo se deberían tomar medidas en torno a la extinción de do-minio, el levantamiento del estado de sitio y al indulto de penas para los “ban-doleros” teniendo en cuenta la responsabilidad del gobierno. El liberalismo señaló que no tenía intenciones de reconquistar el poder, como la implementa-ción de un “modos vivendi” que le permitiera ejercer su función de oposición en condiciones de libertad, justicia y tolerancia. Pero el gobierno respondió con el incremento de ofensivas y organizó una serie de abatidas con las llama-das “fuerzas legítimas”, con las que se pretendía obtener la pacificación. Los procesos de negociación con estos grupos se iniciaron primero conformando contraguerrillas, guerrillas de paz, contrachusmeros, patriotas, policía rural y otros grupos con los que se pretendía eliminar la insurgencia con grupos contrainsurgentes, que utilizarían las mismas tácticas que la guerrilla porque habían estado vinculados y conocían su estructura, su orientación y sus fines. De esta forma se pretendió acallar un problema social y político mediante la conformación de grupos para estado con los que se pretendió incorporar a los “rebeldes” en el proyecto de unidad nacional bajo la connotación de “orden”. XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1776 Durante la segunda mitad del siglo XX la sociedad colombiana ha expe-rimentado diversos conflictos, en los que se evidencia la participación po-pular en defensa de sus derechos, asimismo la respuesta del gobierno que no siempre responde a los intereses de la sociedad civil, sino a sus propios fines. De esta manera, los conflictos interpartidistas, sociales, han tomado diversas connotaciones de acuerdo con la región, en este sentido el conflicto ha sido un elemento de integración, de divergencia y, en últimas, de construcción de una noción de política. Los conflictos actuales han identificado otros actores entre estos: la lucha de carteles, el control del territorio entre grupos guerrilleros, entre estos los paramilitares, entre ejército y guerrilla; lo que ha generado una inestabilidad principalmente en zonas rurales donde la población es expropiada de sus per-tenencias, boleteada para que las venda a un precio ínfimo y coaccionada para que se una a estas bandas. Por otra parte, la acción del gobierno en parte sigue siendo el ente que gobierna para ser legitimado por un grupo aunque excluya a la mayoría. Por otra parte, la crisis social, el índice de pobreza y el crecimiento de la corrupción administrativa en las instituciones mantiene en zozobra a la so-ciedad colombiana, ya no se espera un devenir como en otras épocas, sino un cese a la violencia, una reivindicación de los derechos, el mejoramiento real de la calidad de vida de los colombianos. Tal vez de esta manera se pueda lograr superar el conflicto endémico que se ha vivido en la sociedad colom-biana y que es muy complejo para resumirlo en estas cortas frases, pero que se quiere dejar una reflexión sobre cómo ese sinnúmero de conflictos ha logrado integrar a la población, que esta construya identidades y que co-nozca y defienda sus derechos aunque sean vulnerados. Conflicto y Nación en el bicentenario… 1777 NOTAS 1 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo, Madrid, alianza universidad, 1988, p. 16. 2 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1870, Barcelona, Crítica, 2000. 3 Ernest Renan, ¿Qué es una nación? Madrid, Alianza, 1987, p. 66. 4 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Relaciones sobre el origen y la difusión del liberalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 23. 5 Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismos desde 1870, Barcelona, Crítica, 2000. 6 Al respecto véase: Alfonso Múnera, El fracaso de la nación. Región, Clase y raza en el Caribe colombiano (1767-1810), Bogotá, Banco de la República, Editorial El Ancora, 1998, p. 12. 7 La confrontación entre Mompox y Cartagena le permitió a Morillo tomar rápidamente el poder instaurando tácticas de terror con las que se pretendía doblegar a la población. De esta forma el Gobierno español revocó el primer intento de construcción de una repú-blica. En un documento publicado por José Manuel Restrepo se hace alusión a la forma como fue sometida la población, las multas, la confiscación de sus bienes. Archivo Re-gional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo, Rollo 1, folio 366. 8 Centenario de la independencia de la provincia de Tunja, 1813-1913, Tunja, imprenta oficial, p. 130. 9 Acata de Federación de las Provincias Unidad de la Nueva Granada, noviembre 27 de 1811. Archivo Regional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo. Rollo 3, folio 350. 10 Juan Sámano en su reconquista por el sur utilizó a los indígenas como espías y les paga-ba dos reales diarios, de tal forma que pudieran introducirse en las tropas del enemigo. Archivo Regional de Boyacá, Fondo J. M. Restrepo, folio 465. 11 Alejo Vargas Velázquez, “Paz y nación en la perspectiva historia colombiana”, en Re-flexiones políticas, No. 8, Universidad Autónoma de Bucaramanga, (Diciembre 2002). 12 Fernán González, Partidos, Guerra e Iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900), p. 7. 13 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Relaciones sobre el origen y la difusión del liberalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 23. 14 Francisco Zuluaga, “La guerra de los Supremos en el suroccidente de la Nueva Grana-da”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Du-pligráficas, 2001, p. 31. 15 Fernán González, Partidos, Guerras e Iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900), Medellín, Editorial La Carreta, 2006, p. 22. 16 Alonso Valencia Llano, “La Guerra de 1851 en el Cauca”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 39 17 Fabio Zambrano Pantoja, “El golpe de Melo de 1854”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 70. 18 “Tomás Cipriano de Mosquera y la guerra en el Cauca entre 1859 y 1862”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 93. 19 Luis Javier Ortiz Mesa, “Guerra y sociedad en Colombia (1876-1877)”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, p. 111. 20 Fernán González, “La guerra de los mil días”, en Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX, Bogotá, Dupligráficas, 2001, pp. 149-150. 21 Ibid. p. 164. 22 Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos, Bogotá, Editorial CEREC, 1991, p. 45. XIX Coloquio de Historia Canario-Americana 1778 23 José María Mardones, “Violencia y democracia, sobre el concepto político de violencia en Hannah Arendt”, en J. A. Binaburo y X. Etxeberria, Pensando en la violencia, Bil-bao, Centro de Documentación y Estudios para la Paz, 1994, p. 37. 24 Gerardo Guthmann, Saberes de la violencia y violencia de los saberes. Montevideo: edi-torial Nordan Comunidad, 1991, p. 164. 25 En muchas ocasiones el interés estaba en controlar el poder local y favorecer el papel de las empresas colonizadoras que pretendieron expropiar a los colonos y ampliar su fron-tera agraria, esta fue una forma de politización del conflicto. Adolfo León Atehortúa Cruz, El poder y la sangre, Universidad Javeriana, CINEP, Cali, 1995, pp. 58-186. 26 Gómez Sánchez Gonzalo, Bandoleros, gamonales y campesinos: El caso de la violencia en Colombia, Bogotá, El Ancora, 1983 y Javier Guerrero Barón, Los años del olvido. Boyacá y los orígenes de la violencia, Bogotá, Siglo XXI, 1991. 27 José A. González Alcantud, El clientelismo político, Barcelona, Antropos, (1997), p. 50 28 Carlos Mario Perea, ¿Porqué la sangre es espíritu? Bogotá, Santillana, 1996, p. 180. 29 Olga Yanet Acuña Rodríguez, Ciudadanía y prácticas electorales, Cali, Universidad del Valle, 2007. — Elecciones y poder político en Boyacá, 1930-1950, Cali, Universidad del Valle, 2010. 30 Eduardo Posada Carbó, “Civilizar las urnas: Conflicto y control en las elecciones co-lombianas 1830-1930”, en Partidos políticos y elecciones en América Latina y la Península Ibérica 1830-1930, p. 147, al respecto, véase también el trabajo de Hilda Sábato, La política en las calles, entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998. 31 Concepto retomado de Maurice Duverger, Sociología de la política, Barcelona, Ariel, (1983). 32 Perea, Carlos Mario. ¿Porqué la sangre es espíritu? Bogotá: Santillana, 1996, p. 131. 33 Uno de los aspectos que ha centrado el interés es el analizar el monopolio legítimo de la violencia, instaurado por los dirigentes políticos y de las instituciones del Estado con el fin de garantizar la disciplina social. Estos conceptos han sido retomados de Max We-ber, El político y el científico, Economía y Sociedad. 34 Conocido como Cheito, él era un migrante huilense que trabajó en una finca de Pacha-quiaro como arriero. 35 Periódico El Nacional, Caracas (6 de septiembre de 1952), s. p. 36 Gonzalo Sánchez, “Las raíces históricas de la amnistía”, en Ensayos de Historia social y política del siglo XX, Bogotá, El Ancora Editores, 1985, p. 232. 37 Reinaldo Barbosa, Guadalupe y sus centauros, Bogotá, Universidad Nacional, CEREC, IEPRI, 1992, p. 98. 38 Gonzalo Sánchez y Dommy Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogotá, El Ancora Editores, 2000, p. 26. 39 Eric Hobsbawm se refiere al bandolero social como aquel personaje agitador de la protesta rural y primitiva, la que describe como acción prepolítica, este personaje lograría desarro-llar una serie de luchas contra el rico y los opresores; y esto les da popularidad los con-vierte en personajes protegidos y aceptados por la población, para quienes son líderes y no bandoleros. El bandolero social aparece como un rebelde contra el sistema social según el autor en mención el bandolero social carece que organización e ideología. Entonces, el bandolero social realiza una forma primitiva de protesta social organizada. Eric Hobs-bawm, Rebeldes primitivos. Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos socia-les en los siglos XIX y XX, Barcelona, Ariel, 1974. —, Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976. 40 Gonzalo Sánchez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos, Bogotá, El Ancora, 2000 |
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