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235 EL GUANCHE CONTEMPORÁNEO: ¿SOCIALIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO O MERCANTILIZACIÓN? Sergio Baucells Mesa Juan Francisco Navarro Mederos Una mentira repetida mil veces se convierte en algo real J. Goebbels, Ministro de Instrucción Pública y Propaganda del III Reich INTRODUCCIÓN La búsqueda de identidades recurre siempre al pasado; a veces un pasado validado por la ciencia histórica, y otras tantas son un producto imaginario que se convierte en un presente mixtificado. Cuando se trata de una elaboración interesada de ese pasado se seleccionan deliberadamente algunos procesos históricos, se destacan aquellos episodios juzgados como determinantes y se ensalzan unos personajes a los que se atribuyen virtudes adecuadas. En definitiva, se monopoliza la historia hacia fines claramente ideológicos. La Arqueología fue, en determinadas etapas de su evolución como ciencia, una herramienta que posibilitó en muchos casos la consolidación de este tipo de análisis interesado de las ideologías para crear una idea de colectivo —llámese nación, estado o pueblo— que, evidentemente, también se ha manejado en Canarias. En las Islas contamos con numerosos ejemplos sobre usos grotescos de nuestra Prehistoria: ideas recurrentes que edificaron un arquetipo en el imaginario colectivo, como la triste e improductiva asociación entre los conceptos de raza y cultura, los tópicos sobre el aspecto físico de nuestros aborígenes, el supuesto equilibrio social y ecológico de sus modos de vida, o el caso flagrante de las morras decimonónicas de Güímar re-convertidas en centros ceremoniales indígenas. A su vez, en los últimos años asistimos a la implementación a-científica de nuestros “ancestros” con una extraordinaria cotidianeidad. Son nuevas creencias estrechamente relacionadas con el paradójico maridaje entre la búsqueda de símbolos identitarios y la mercantilización de la historia en la que fueron concebidos. El propósito que sirve de hilo conductor a esta comunicación supone revelar algunos modelos de uso relacionados con la Prehistoria de Canarias que, lejos de fundamentarse en la socialización del conocimiento como primer cimiento de la disciplina arqueológica, se ajustan a este empleo mercantilizado de la identidad, lo que ha dado lugar a la reproducción de determinados tópicos desprovistos de realidad histórica. Profundizaremos así en dos indicadores o prácticas sociales que están conformando aquellas figuraciones o creencias construidas en torno al indígena canario y a sus manifestaciones en base a su mercantilización; esto es, el consumo de nuestra historia anterior a la conquista europea dictada por el mercado: la «mercadotecnia» y la «enigmatización» guanche.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 236 MERCADOTECNIA GUANCHE: EL USO DE ICONOS Y REFERENCIAS ABORÍGENES Hoy, como es sabido, el aborigen constituye sin duda un «referente de prestigio» dentro de nuestra sociedad actual, concepto este que tomamos de Ruiz Zapatero: Podríamos convenir en que esos referentes de prestigio son nombres o iconos arqueológicos que remiten a un pasado más o menos autodefinido y que se presentan a los ojos del espectador completamente descontextualizado pero rodeado de una aureola de respetabilidad por su antigüedad y sus implicaciones históricas, independientemente de que éstas sean conocidas o no por el observador. Ese nombre o icono evoca así tres cosas al menos: primero, el establecimiento de la raíz, del origen de la identidad actual, segundo, la atribución de una nobleza a esa identidad por la antigüedad implicada, y tercero, al mismo tiempo que alteridad respecto al presente la afirmación de un progreso, una evolución dentro de la identidad. Origen, antigüedad y progreso, resultan así los factores clave para entender la razón de ser de los referentes de prestigio, o si se quiere decir con otras palabras: cómo se ha evolucionado desde unos orígenes que han sido ennoblecidos por el tiempo. (Ruiz, 2002: 3-4) [las cursivas son nuestras]. Ciertamente, en Canarias la fenomenología indígena, esto es, las manifestaciones arqueológicas que dan cuenta de nuestro pasado pre-europeo y están hoy presentes en nuestra vida diaria con una clara vocación de convertirse en iconos que prestigian cualquier producto o servicio que se reviste de indigenismo son: las pintaderas, grabados rupestres, sobre todo espirales y últimamente caracteres líbico-bereberes, los llamados ídolos, especialmente el de Chil, mal llamado “de Tara”, las cuentas de collar, o determinados yacimientos como la Cueva Pintada de Gáldar y, ya de forma absoluta, los antropónimos y topónimos aborígenes rescatados de los textos y documentos etnohistóricos. Son referentes de prestigio porque, en efecto, su antigüedad nos remite a nuestros orígenes más remotos ―origen―, porque el propio pasado se nos antoja con crédito propio que nos dignifica como pueblo, porque es heroico —el trauma de la conquista: la nobleza del guanche vencido―; y, en suma, porque esos elementos arqueológicos se refieren a lo nuestro, a nuestra síntesis identitaria que, además, señala el progreso de un pueblo. Fotografía 1: decoración de las fachadas de dos casas de Gáldar, inspirada en motivos de la cerámica prehistórica grancanaria. Fotos J. F. Navarro Mederos.El guanche contemporáneo… 237 Pero el problema que aquí planteamos no reside en el uso de «lo guanche» en nuestra contemporaneidad, dotándole de un prestigio y recreándonos en nuestro rastreo identitario. El problema es la manera desmedida con que se está obviando el valor de signo del pasado, como representatividad de nuestra historia, que indudablemente contienen estos elementos, convertidos en meros símbolos, mientras que se niega o se diluye el conocimiento histórico que nos transmiten.1 Y esto se traduce en que con enorme frecuencia esa inserción del aborigen en nuestra identidad se asienta en la ficción o en su plena descontextualización. La conclusión más alarmante es que, en consecuencia, nuestra identidad como colectivo supone un constructo ideológico desprovisto de su contenido —que se ampara en múltiples intencionalidades pero esencialmente en la política, en la relación mercantil y en la necesidad de cohesión—. El resultado es que nuestra etnicidad —el cómo creemos que somos o que fuimos— no guarda una relación con nuestro contenido étnico —el cómo somos o fuimos objetivamente—. Desde finales de los años 50 el vanguardismo artístico que se está gestando en las Islas, como corriente opuesta a la tradición más conservadora, empieza a inspirarse en referencias indígenas para crear sus manifestaciones. La utilización así de elementos de la cultura aborigen en el Arte contemporáneo sirve a la re-creación de una identidad pancanaria que no se deriva ni del conocimiento histórico ni de una realidad —pues la función social de esos mismos elementos que explica su origen ya no existe—, sino bien de una ideologización nacionalista del arte, que trata de reivindicar las raíces de nuestra cultura, o bien de una mera elección estética, que se recrea en el gusto por el primitivismo. Como modelos de este indigenismo en la expresión artística canaria podríamos destacar los trabajos de Felo Monzón, que empieza a emplear los ídolos de Gran Canaria y los grabados antropomorfos del Barranco de Balos para sus obras de arte esquemático y las esculturas en toba de los menceyes de Tenerife para la plaza de la Basílica de Candelaria que ideara Alfredo Reyes Darias, imagen que pronto se institucionaliza como la “oficiosa” del guanche, hasta su reciente sustitución por las figuras de José Abad. También se suman al recurso de las mismas fuentes prehistóricas la pintura de Antonio Padrón, con concepciones diferentes a los anteriores; las ilustraciones que Juan Davó diseña para la edición del Libro de Tenerife de Luis Diego Cuscoy y Peter C. Larsen (1957) ―una guía turística pionera―, con una perspectiva romántica e idealizada del indígena; o, especialmente, la representación abstracta en obras de Manolo Millares y Martín Chirino, inspirada en objetos arqueológicos y en el obsesivo interés por las momias, visitando las salas de El Museo Canario o yacimientos con pinturas y grabados rupestres.2 Desde los años 60, Pepe Dámaso recurrirá también al mundo prehispánico, inspirándose en personajes, mitos y celebraciones de los aborígenes de Gran Canaria o, ya en los 80, en la conquista en su obra Héroes Atlánticos, donde se sublima a los indígenas a través de su belleza corporal. A mediados de los 70 se hace mucho más evidente el trasfondo ideológico con matices nacionalistas, como ilustran las obras de Tony Gallardo. A finales del franquismo, un sector de la oposición política al régimen reivindicaba la singularidad canaria y, como argumentación para sus posiciones ideológicas, utilizaron la Historia, seleccionando aquella parte de la misma que era genuina y exclusivamente canaria, es decir, la etapa anterior a la conquista y colonización europea. A partir de ahí se asumieron como principales referentes identitarios por un lado, la sociedad aborigen y, por otro, la sociedad campesina tradicional, que era considerada heredera natural de la anterior, siguiendo el criterio expresado un siglo antes por el romántico S. Berthelot. Una muestra palpable de este ambiente constituye el Manifiesto en Canarias o Manifiesto de El Hierro, redactado por el propio Gallardo, junto a XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 238 Chirino, Manuel Padorno y otros, y firmado por 70 intelectuales, que se da a conocer el 5 de septiembre de 1976 durante la inauguración del «Monumento al Campesino» en la Cruz de Los Reyes. El documento supone toda una reivindicación de la canariedad a través de la potenciación de sus símbolos3 y obtuvo una trascendencia notable (Navarro, 2006). En él están las bases de todo un proceso posterior en el que distintas instancias fueron haciendo suyos estos postulados, produciéndose notables transformaciones en la percepción que la sociedad canaria tiene de su propio bagaje identitario. Fotografía 2: A) Guanche (Candelaria) de Alfredo Reyes Darias. B) Guayarminas (Gáldar) de Juan Borges Linares. Fotos J. F. Navarro Mederos. Hoy las estatuas urbanas de Abad y otros escultores ilustran la conversión de las manifestaciones artísticas en un reclamo sobre la identidad en la que, curiosamente “la nostalgia de unos y la estética de lo ancestral de otros nos han llevado a convertir en reputados símbolos de identidad a los representantes de unos modos de vida ya desaparecidos: generalmente al campesinado tradicional y a los aborígenes” (Navarro, 2006). En realidad es muy común que estos elementos arqueológicos de nuestro pasado siquiera se empleen como signos de ese pasado —que ocupan su lugar— pues están desprovistos de la necesaria explicación histórica y, por tanto, de su carácter patrimonial, y porque se les dota de nuevas funciones sociales, como son la búsqueda de símbolos identitarios o la mera renovación estética, que nada tienen que ver con los usos que tuvieron en su contexto. Poco importa la helenización mitificadora de nuestros ancestros ―porque, en efecto, nuestros aborígenes no acudieran al gymnasion a moldear sus cuerpos― o si las pintaderas, las espirales o los ídolos son o no una manifestación extendida en la Prehistoria de todas las Islas, o cuál era su contenido real: hoy se han convertido en símbolos representativos de nuestra identidad. El guanche contemporáneo… 239 Fotografía 3: A) Fuente-monumento a la “princesa” Dacil (La Orotava) de Ezequiel de León Cruz, Cristo Quintero y Domingo González Expósito. B) Bencomo (La Laguna) de José Abad. Fotos J. F. Navarro Mederos. Ahora bien, en realidad el concepto de arte, entendido en términos de artificio, legitima buena parte de este uso de la simbología arqueológica, aunque no siempre ―de hecho el propio Gallardo hace poco denunciaba la manera en que hoy se ha utilizado aquel manifiesto―. El problema, hay que insistir, no reside en que se empleen estos elementos de nuestro pasado de forma contemporánea, dotándoles de un nuevo contenido, distinto al que los generó, sino que ese nuevo contenido sea el que se presente como histórico; y en consecuencia, se convierta en la historia que está asumiendo y consumiendo la sociedad canaria. También nuestra clase política recurre sistemáticamente a esta iconografía identitaria. No es azaroso o casual que una alcaldesa aparezca en folletos de propaganda electoral que ensalzan su labor portando símbolos canarios ―como los recurridos pendientes o broches de espirales―, porque su partido suele presentarse a la ciudadanía de las Islas como el único capaz de defender sus intereses: el partido que representa «lo nuestro» utiliza los símbolos nuestros. El nacionalismo burgués, ciertamente, implementa un populismo tremendamente efectista en la captación de votos y este uso contemporáneo de lo aborigen daría para muchas otras líneas. En las que nos ocupan, sin embargo, y en el marco de estos usos actuales de nuestra prehistoria, llamaremos la atención sobre la utilización casi desenfrenada, desde hace unos años, de iconos arqueológicos canarios, cuya asunción por la sociedad resulta de una cotidianeidad que está naturalizando una relación con nuestro pasado que desvirtúa la finalidad epistemológica de los elementos empíricos que lo representan para fundarse exclusivamente en su valor mercantil. Los signos de nuestra prehistoria son ahora diseñados por estrategias de mercadotecnia y, por tanto, convertidos en objetos de consumo constreñidos a las leyes de la oferta y la demanda. El resultado supone un total desamparo de la Historia frente a posibles manipulaciones guiadas por el interés privado.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 240 Fotografía 4: los aforismos de identificación con el pasado pre-europeo y los logos arqueológicos son recurrentes reclamos de mercadotecnia en muchos bienes de consumo, como en estas marcas de ropa. Fotos J. F. Navarro Mederos. La «mercadotecnia guanche» es una realidad cotidiana en todo tipo de servicios y productos, por lo que en el marco de la Historia de la Arqueología se ha venido conformando un grupo de investigación que tiene su centro en el Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna, al que denominamos “Arqueología, historiografía e identidad”, contexto en el que hemos tratado de observar la esfera ideológica que se implica en la construcción de las identidades y en su vinculación con el patrimonio arqueológico. En esa propuesta iniciamos labores de recopilación de información sobre: — Instituciones y empresas que usaban logos de raigambre arqueológica, o que tuvieran connotaciones de identificación con el pasado anterior a la conquista europea del archipiélago canario en el siglo XV. — Denominaciones de raigambre indígena usadas en cualquier tipo de actividad. Las denominaciones más usadas por empresas y las marcas de productos más recurrentes son aquellas que prestigian la actividad de dicha empresa o a las mercancías que fabrica, almacena o vende. En consecuencia, el binomio “lo nuestro” y “lo ancestral” se refuerza frecuentemente con la categoría “poder”. De ahí que un amplio porcentaje de voces usadas apelan a personas e instituciones que ostentaron el poder o poseyeron prestigio. Por su parte, en el corpus de imágenes de raigambre arqueológica usadas actualmente se aprecia una clara preponderancia de cuatro categorías: la espiral, motivos decorativos de la cerámica grancanaria, las pintaderas y la imagen del indígena. El guanche contemporáneo… 241 Fotografía 5: El “guanche” está presente en reclamos publicitarios de múltiples empresas canarias. Imágenes extraídas de internet. Y es que cuando el pasado se representa a través de iconos convertidos en mero reclamo comercial, ese pasado queda reducido a una representación de clichés, de estereotipos con el que finalmente se queda el imaginario colectivo. En esas condiciones es inviable la transmisión de conocimiento arqueológico, histórico, sino simplemente la transmisión de una serie de símbolos identitarios cuya elección a veces puede ser inocente pero en muchos otros casos interesada, manipuladora y tergiversadora. En esta suerte de «macdonalización de la memoria», es decir, en esa estrategia de conversión de nuestro pasado en un mero objeto de consumo, ese pasado “ha sido sustituido por una selección de iconos-fetiches que identificamos como propios pese a que no tengamos conciencia de cuál es su papel en la Historia. Ésta es suplantada por un patrimonio estático del que somos herederos sólo para contemplarlo, que debemos sentirlo como propio por decreto y porque es un referente de prestigio que nos hace especiales, aunque sin saber muy bien por qué. En esta gestión de la memoria se ha olvidado que el Patrimonio es una parte esencial del conocimiento histórico” (Velasco et al. 2005: 68).XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 242 Fotografía 6: los trapiches grancanarios fueron pioneros en usar nombres de guerreros indígenas para las marcas de sus rones. Para consumidores masculinos se usan como reclamo personajes con supuestas virtudes masculinas: valor, fortaleza, virilidad. Fotos J. F. Navarro Mederos. Fotografía 7: desde la década de 1990, las bodegas de Tenerife empezaron a denominar sus vinos con voces indígenas —reales o imaginarias— y a usar objetos arqueológicos como logos. Fotos J. F. Navarro Mederos. En el uso de la Historia como en el caso de la programación de un videojuego, o como nos recuerda Ruiz Zapatero (2002: 21), en el de las revistas esotéricas de Arqueología, o incluso en la oferta de ocio de un parque temático, como Terra Mítica, cualquiera es libre de plantear una visión, si se quiere, alternativa en pro del divertimento, aunque su supuesta El guanche contemporáneo… 243 reconstrucción histórica sea deformada o simplemente ridícula. En el uso social de la Historia, al menos en la realidad del modo de producción capitalista que nos ha tocado vivir, no puede concebirse sino como un derecho a emplearla como más nos convenga. Sin embargo, cuando toda esa representación del pasado es ofertada bajo el «prestigio» de un supuesto rigor científico; cuando el reclamo mercantil se disfraza de seriedad afirmando “que la verdad histórica es la suya y no la de la investigación oficial”; cuando, en definitiva, se pretende «educar» a la gente con una versión de la Historia alternativa, arrogándose un derecho que no les compete, es entonces cuando coincidimos absolutamente en la beligerancia que Ruiz proclama (1996). El caso que a continuación exponemos se orienta justo a este modelo. LA «ENIGMATIZACIÓN» GUANCHE O UNA VERSIÓN «ALTERNATIVA» A LA HISTORIA CIENTÍFICA También en las últimas décadas asistimos, a nivel global, a una sistemática utilización de la Arqueología y de la Prehistoria, o mejor de las manifestaciones arqueológicas, en relación con discursos pseudocientíficos que se mueven en lo que se ha venido denominando new age. Todo tipo de creencias tienen aquí cabida sobre hechos de la Historia que contienen un supuesto carácter misterioso, oculto, mágico o incluso extra-terrestre. En el contexto del Estado español contamos con modelos recientes, como el del hipermediático Iker Jiménez, que suele «revisionar» con asiduidad ―desde la Cadena Ser en la radio o Cuatro en la televisión― la historia y la arqueología más anecdótica para dotar de supuesto contenido misterioso a todo un elenco de casos que son consumidos ―más bien devorados― por cientos de miles de radioyentes y telespectadores. Ahora bien, insistimos en que esta implementación del discurso a-científico del conocimiento podría justificarse en la supuesta libertad del uso privado que un medio de comunicación se arroga como mera fórmula de evasión. Lo que aquí demandamos es la orientación didáctica que en la mayoría de los casos se pretende y que en el marco de los medios públicos debiera alcanzar categoría de delito en tanto que usurpa presupuestos y objetivos que son competencia de nuestro sistema educativo y en ningún caso de un programa de entretenimiento. En este sentido, contamos con casos vejatorios, como la serie de TVE Planeta encantado (DeAPlaneta, 2002; emitida en 2003) realizada por el novelista y «ufólogo» J. J. Benítez, que contó con un presupuesto de 8 millones de euros, más que todos los presupuestos para investigaciones arqueológicas en Canarias en las tres últimas décadas, y en la que, entre otras cosas, se dedicaba a re-interpretar determinados aspectos de la arqueología mundial en claves esotéricas. El discurso empleado por Benítez, y amparado por la Televisión pública, era el de contra-argumentar las tesis de la que denomina “arqueología oficial” para, entre otros dislates, determinar que las pirámides de Egipto son de factura extra-terrestre —concretamente de “seres de Orión”, origen ancestral también por cierto de etruscos, iberos y guanches—; que los humanos convivieron con dinosaurios, desaparecidos hace 65 millones de años; que existen ruinas de una base extraterrestre en la Luna, reveladas por unas imágenes de “primicia mundial” que, en realidad, formaban parte de un vídeo creado por la empresa guipuzcoana Dibulitoon, empleando programas de animación digital; o que Jesús visitó el Coliseo romano, construido unos 50 años después de su muerte.4 En fin, “escribamos de nuevo la historia” rezaba uno de los capítulos de la serie. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 244 Fotografía 8: el doctor Jiménez del Oso (http://pasajesdelterror.spaces.live.com) y el escritor y ufólogo J. J. Benítez en el Coliseo romano (http://blogs.elcorreodigital.com/magonia/tags/planeta-encantado). Centrándonos en Canarias, el aspecto supuestamente misterioso de nuestra Prehistoria ha sido un recurso constante que ya clama al cielo para quienes nos enfrentamos diariamente a un oficio, el de arqueólogo o historiador, necesitado ya no solo de expectativas laborales sino cuanto menos de un mínimo respeto. Algunos recordamos las soflamas de Jiménez del Oso cuando de vez en cuando se introducía en la «historia de los guanches» y sorprendía a medio Estado al plantear el origen misterioso de los primeros pobladores de Canarias ―¿eran atlantes o extraterrestres?―; cuando hacía tiempo ya que para la arqueología canaria no tenía ningún misterio el origen norte-africano del poblamiento prehistórico de las Islas. Hoy el misterio de nuestra historia, como el uso mercantilista o político de su simbología, está también plenamente integrada en nuestra sociedad, cuando se presentan todo tipo de manifestaciones arqueológicas bajo la supuesta convicción de que la Arqueología no ha sido capaz de explicarlas y que, por tanto, configuran una suerte de Expediente X sobre nuestro pasado: enigmas sin resolver. Esta manipulación flagrante, al ampararse en una cobertura mediática infinitamente superior a la académica ―y ciertamente siempre más divertida― está confiriendo un daño a nuestra historia difícilmente reparable en tanto que forma parte ya de un «acervo popular» construido a golpes de talonario. Un caso reciente, en el que nos detendremos, supone la colección de escritos compilados por José Gregorio González en el libro Canarias Mágica (2003), que se auto-presenta como especialista “en los aspectos misteriosos de Canarias y en las anomalías científicas” en el breve currículo que aparece en dicha obra. Sin duda debe tener gran autoestima quien se identifica a sí mismo como revelador de las supuestas carencias de los demás. González se dispone así a desvelar entre otros múltiples «misterios» de nuestra historia, los secretos relacionados con la Arqueología y la Prehistoria de Canarias: “Enigmas como el de la momificación, la trepanación, los grabados rupestres, la religión aborigen, los alineamientos astronómicos de sus yacimientos o las pintaderas, serán abordados detalladamente, sin olvidarnos de uno de los asuntos que mayor controversia ha generado en la última década, el de la existencia de pirámides de piedra en diversas islas” (González, 2003: 15; contraportada). Desde sus primeras líneas subraya que su principal intención es “aproximarnos a los misterios de las Islas Canarias e impregnarnos de su atmósfera mágica” (Ibíd.: 17). Siguen algunos de los supuestos «misterios» que rodean a nuestra prehistoria donde la Canarias mágica es solo la «magia de la tergiversación»:El guanche contemporáneo… 245 Una religión muy «misteriosa» Aspectos de la religión aborigen, como la presencia de ídolos y el carácter animista que probablemente definieron a los sistemas religiosos indígenas de las Islas, consistente ―básicamente― en la atribución de vida anímica y poderes a los objetos de la naturaleza, se presentan por sí solos, sin ningún tipo de explicación, como la relación cotidiana con los entes sociales que creen en ellos, como elementos controvertidos: el mero hecho de la supuesta presencia de ídolos ―aún por estimar su valoración genérica a todas las Islas― o rendir culto a elementos astrales como el sol, la luna o los árboles ―según se desprende de las fuentes etnohistóricas― ya supone un enorme misterio que la «arqueología oficial» no puede desvelarnos. Fotografía 9: «Ídolos» de Gran Canaria. Fotos Museo Canario. El individuo poco avezado en el rigor de la ciencia social suele obviar que todo sistema religioso se apoya, precisamente, en el concepto de misterio como fórmula para tratar de resolver determinados hechos temporales que son inexplicables para esa comunidad a través de la existencia de poderes supra-humanos. Es así cómo surgen, o al menos cómo se reproducen, los discursos religiosos. Qué duda cabe que para todos estos «estudiosos de lo esotérico», la religión y, especialmente, la de otras culturas ajenas a la nuestra, constituyen un caldo de cultivo recurrente para plantear todo tipo de elucubraciones dado el propio carácter a-científico, o al menos no basado en la experiencia empírica, que define al «hecho religioso», cuyo fundamento se basa siempre en lo «inexplicable», es decir, se funda pues en la mera creencia. Ahora bien, de ahí a que desde un relativismo absoluto asumamos ese mismo supuesto Hecho misterioso como elemento de explicación histórica resulta grotesco: es como si pretendiéramos explicar el contenido fundamental de una historia del Cristianismo a través exclusivamente de sus propios discursos: partiendo de algo así como un enunciado del tipo «el Cristianismo surgió por la gracia de dios». En el caso de los guanches5 todo esto se XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 246 traduce planteando que su religión sería per se argumento suficiente para supuestamente demostrar el carácter extraordinario de los aborígenes. No sabemos, en fin, qué tiene de asombroso una religión de tipo animista tan frecuente en sociedades agro-pastoriles incluso en la actualidad. Vikingos en Canarias La hipótesis sobre la presencia de colonias vikingas en Canarias parte de las especulaciones del pintor y cartógrafo sueco afincado en Tenerife, Per Lilliestroem. A pesar de la inexistencia absoluta de evidencias materiales de dicha presencia —caso semejante al del zanatismo6— como podrían ser asentamientos, instrumentos o embarcaciones vikingas, justificada según González por “el uso continuado de los utensilios hasta su desaparición y a que las naves partían una vez reparadas” (2003: 58), sin alusión alguna a la ausencia de asentamientos, se insiste en que los aborígenes se mezclaron con los colonos vikingos. La base de esta pobre expresión del hiperdifusionismo a-científico es un pasaje de la relación que el humanista Boccaccio re-elaborara sobre la expedición de Niccoloso da Recco y Angelino Corbizzi en 1341,7 donde se afirma que los indígenas de Gran Canaria “eran de hermoso semblante” ―“decora facie”―, “tienen los cabellos largos y rubios” ―“crines habent longos et flavos”― y “son de miembros bastante robustos, audaces y fuertes, y de gran inteligencia” ― “membruti satis, audaces et fortes, et magni intellectus”— (Boccaccio, 1992-1993: 138-139). De la cita, Lilliestroem extrajo además, no sabemos cómo, que también se aludía a los “ojos claros” de los individuos; mientras que, inexplicablemente, omite la mención a que los canarios “cantan dulcemente y bailan casi a la manera francesa” ―“cantant dulciter et fere more gallico tripudiant”―, que no emplea para su hipótesis racial. Esta afirma que el “perfil” revelado en el texto de Boccaccio, “no se ajusta al del común de los aborígenes y ninguna de las momias canarias encontradas obedece a este patrón. Nosotros planteamos que los ‘canarios rubios y de ojos claros’ eran vikingos, o mejor dicho, descendientes de las familias que se formaron entre los nórdicos y algunas mujeres isleñas” (cit. en González, 2003: 59-60). La base arqueológica y antropológica de estas reflexiones es nula, aunque nos gustaría conocer qué entienden Lilliestroem y González por ese supuesto «perfil» que definiría al también pretendido prototipo racial indígena de las momias canarias. Se adereza con una pintoresca interpretación cultural de los enterramientos de El Agujero de Gáldar que, según ellos, “han constituido todo un misterio, ya que no se ajustan al modelo de enterramiento de los antiguos canarios” (Ibíd.), refiriéndose a los túmulos que, precisamente, son una de las expresiones rituales más definidoras de la supraestructura de la sociedad grancanaria. Dejando al margen la referencia al carácter «dulce y risueño de los aborígenes» o a su «inteligencia», cuya adscripción al perfil vikingo y a cualquier otro ciertamente no entendemos, si la prueba de una presencia vikinga es el aspecto físico, tal vez se pueda defender que los bereberes de la Kabilia, donde también existen mujeres y hombres rubios y con ojos claros, ¡son también resultado de una mezcla genética con los vikingos! Por otro lado, hay una obsesión con emparentar cultura con raza, es decir, que somos lo que somos porque estamos determinados por la biología. Una obsesión un tanto peligrosa que nos recuerda a los postulados nazis de la antropología y sociología racista. En cualquier caso, el mayor problema no está en si los vikingos llegaron a conocer o no Canarias, como ocurre con romanos y púnicos, sino el de forzar esa posibilidad hasta el punto de emplearla como realidad, que además determina nuestra historia: la historia se ocupa de los El guanche contemporáneo… 247 hechos socializados y no de un grano en el desierto, de modo que antes que nada deberíamos preguntarnos en qué medida afectaría una supuesta presencia de este tipo en el desarrollo social de las Islas. Estamos ante una revalidación de la historia anecdótica que estererotipa nuestro pasado hasta hacerlo irreconocible en términos de conocimiento y, tristemente, muy atractivo en términos de su consumo. El «secreto» de las momias y el regreso a la egiptomanía El supuesto secreto tiene que ver con el tópico del paralelismo con el mundo egipcio. Según González, en referencia al mundo académico, “se ha llegado a minimizar la importancia del mirlado en Canarias con tal de desconectarlo de la momificación en Egipto” y, a continuación, reconoce que establecer la conexión “es muy tentador, aunque seguro anticientífico, salvo que recurramos una vez más a las teorías difusionistas de la cultura”. Así y todo, como cabría esperar, se lanza y plantea que quizá las diferencias se deben solo a “la falta de materiales y tecnología” entre los guanches y que quizá estaríamos ante un origen común que luego tomaría vías distintas: “Se pudo ‘estancar’ la técnica y mantenerse con los medios mínimos en el caso de los guanches, o desarrollarse y refinarse en el de los egipcios” (González, 2003: 101-102). Al margen de que el «canaricentrismo» lleve a muchos a obviar que la momificación y otras prácticas humanas no son exclusivas de nuestra tierra y del mundo antiguo egipcio, porque son un elemento universal que hallamos en todos los continentes y en cronologías diversas, traeremos aquí algunas reflexiones. El concepto de momificación supone el acto genérico de preservación de un cuerpo muerto, sea por condiciones naturales, fundamentalmente de orden geo-climáticas, o por tratamiento artificial, mientras que en el concepto de mirlado hay ya implícita la intención de embalsamar el cadáver. No cabe aquí establecer un análisis comparativo entre las particularidades que identifican al proceso de conservación practicado entre los egipcios y el que se encuentra en la prehistoria de Canarias pero basta con indicar, por ejemplo, la relevancia de la exposición al sol del cadáver, el principio fundamental que caracteriza a la práctica ritual que se dio entre los aborígenes canarios, especialmente en Tenerife, y en la manipulación del cuerpo la ausencia general de evisceración en las Islas, y su tratamiento con absorbentes y sustancias conservantes naturales. En Egipto, la extracción de vísceras y el tratamiento del cuerpo con sal natural ―natrón― para desecarlo resultan elementos distintivos de la práctica, así como la aplicación de resinas, aceites y especias. Fotografía 10: Momia de Tenerife. Foto J. F. Navarro Mederos. En todo caso, más interesante resulta el trasunto cronológico que se desprende de la idea acerca de una tradición común, según la cual el conocimiento sobre el «mirlado» por los guanches debió remontarse a más de 2.500 años antes de que llegaran a las Islas, cuando supuestamente formaban un tronco cultural común con los egipcios, si contamos con que las XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 248 primeras experiencias de una conservación artificial del cuerpo en Egipto datan de c. 3.000 años a. e. (Iª Dinastía), o incluso con anterioridad durante el pre-dinástico, según nuevos hallazgos desde 1997 en Hieracónpolis (Ikram & Dodson, 1998: 109). Si de veras el ítem cultural de la preservación del cadáver obedece a ese foco difusor, resulta cuanto menos extraña la escasísima representación de momias localizadas en el área bereber, justo la que debía mantener y desarrollar la tradición adquirida hasta «transportarla» a Canarias. En fin, este regreso a la egiptomanía ―o acaso nunca nos ha abandonado―, resulta a veces desbordante porque todo tiene cabida: “La trepanación, al igual que la momificación, los grabados rupestres, la religión, la lengua o elementos más cercanos que forman parte de la cultura insular, como el juego del palo, la lucha canaria e incluso el calabazo palmero, parecen señalar una y otra vez a Egipto —y también otros lugares—, haciendo imposible que se apague la llama de los que creen ver relación entre ambas culturas” (González, 2003: 104-105). En todo caso, estamos no solo ante cronologías muy distantes y ante un desconocimiento absoluto de la arqueología canaria y de la egipcia, sino entre formaciones sociales y culturas distintas. Las culturas constituyen conjuntos de elementos singulares y lo que las hace adquirir esa singularidad es la relación que se establece entre sí y con la sociedad que los genera: poco importa el empleo de prácticas similares cuando el contexto social y el resto de manifestaciones culturales son completamente diferentes, dejando al lado el asunto grotesco del empleo de la calabaza como recipiente para trasvasar agua, planta introducida en las Islas bastante después de la conquista. El hiperdifusionismo consiste en crear un mosaico con piezas desprovistas de su contexto social, de modo que desaparece el valor explicativo que puedan poseer los rasgos culturales al observarse de manera aislada y sin su ontológica interrelación con la sociedad que los produjo. “Guanches en la Isla de los dragos” Otro ejemplo de esta «esoterización» ―neologismo que aprovechamos para incorporar a nuestro léxico― de los indígenas canarios puede seguirse en el documental realizado por una productora alemana bajo el título “Guanches en la Isla de los dragos”, inserto en la colección “Enigmas del pasado” (El fascinante mundo de las culturas perdidas). El audiovisual está dedicado al supuesto misterio que envuelve a los indígenas canarios, como reza el texto de reclamo en la contraportada que sintetiza el documental, cuyo contenido no tiene desperdicio: “En las Islas Canarias… se abre un mundo lleno de misterios: …el legendario drago, un enorme árbol que en realidad no es tal… y que se halla estrechamente ligado a los mitos de los habitantes nativos. Nuestra expedición sigue las huellas de una cultura perdida, la de los guanches. ¿Quiénes son los guanches? ¿De dónde vinieron y cómo consiguieron llegar, con sus primitivas embarcaciones, a las Islas Canarias? Estudiaremos sus ritos funerarios, su cultura megalítica, indagaremos en el origen de sus creencias religiosas y descubriremos también la importancia de la resina de los dragos. Todo ello, bajo la sombra imponente de los grandes volcanes y rodeados por el misterioso paisaje, lleno de salvaje y mágica belleza, de estas islas milenarias que, tras 5.000 años de historia, no han perdido ni un ápice de su misterio y encanto” (contraportada del audiovisual “Guanches en la Isla de los dragos”. ZDF/German Television, 1990). Una vez más, tratamos de defender que el mayor problema no reside en la re-interpretación libre, si se quiere caricaturesca, de nuestra historia: cada uno puede imaginarse el pasado como mejor le convenga, aunque evidentemente hay que discriminar entre Literatura e Historia. Pero, cuando esa visión alternativa pretende un fin didáctico en la construcción del conocimiento científico, hablamos de una intrusión grave en El guanche contemporáneo… 249 la socialización del conocimiento y en la distorsión resultante de nuestro propio ideario sobre lo que somos. En fin, el audiovisual repite todo el esquema «enigmático-alternativo»: los ídolos, las pinturas, la religión, las momias, como ítems no explicados suficientemente por la ciencia, sumado a los estereotipos básicos del aspecto «ario» de los indígenas que aún hoy “se percibe, a pesar del mestizaje con los españoles”, o afirmaciones grotescas tales como que “las cabras continúan siendo el principal sustento de los isleños”. Pero lo más indignante no acaba aquí sino en la constatación de que en 50 minutos de metraje sobre supuesta arqueología de Canarias no hay una sola alusión a la investigación arqueológica que se practica en o sobre las Islas. Creando una identidad «atractiva» Lo que aquí denunciamos es cuando estas versiones deformadas de nuestra historia se presentan como una supuesta conceptualización alternativa del conocimiento científico, esto es, como un discurso que pretende ser pedagógico: «enseñar lo que los arqueólogos o historiadores no nos han enseñado» porque no han sabido descifrar su supuesto código secreto. Cuando, por ejemplo, J. G. González (2003: 78) trata de “enigmático pueblo” a los antiguos canarios y nos presenta las manifestaciones que supuestamente le dotan de ese carácter, pretende revelar un conocimiento alternativo al de la “ciencia oficial” pero cuyo fundamento único se asienta en la creencia. Y en este caso, además, la capacidad de difusión de esa versión alternativa se ve tristemente multiplicada por el auspicio de un medio de comunicación como el periódico El Día que ofertaba a sus clientes el libro de González en entregas por fascículos. Detengámonos en el reclamo de captación que publicaba el diario para la divulgación de la obra, y su reedición posterior con descuento: “EL DÍA comienza hoy la distribución de la obra “Canarias mágica”, una serie de 16 volúmenes que se venderán cada sábado por 0,60 euros más el precio del periódico. Editorial Leoncio Rodríguez, que se ha caracterizado siempre por su empeño insobornable en la difusión y fortalecimiento de la identidad tinerfeña y canaria, hace ahora una apuesta audaz e inédita en el Archipiélago: llevar al gran público esa otra Canarias, la misteriosa, la insólita, la legendaria, la mítica. La obra, cuyo autor es José Gregorio González, periodista e investigador, recupera aquellos grandes enigmas que forman parte del acervo popular y que han dotado al Archipiélago de un halo mágico desde tiempos inmemoriales. Se trata de una edición pensada para los canarios de las siete islas, y de todas las edades, que reconocerán entre sus páginas muchas historias contadas generación tras generación; porque otro de los objetivos básicos de “Canarias mágica” es conservar para el futuro los relatos de nuestra rica tradición oral. En definitiva, una colección que nadie debe perderse si quiere conocer en profundidad esa otra cara del Archipiélago” (El Día, 31 / V / 2003). Sin duda, revestir de acervo popular historietas de este calibre llega a convertir a los canarios en esotéricos potenciales cuya conexión con sus ancestros debiera depender más de la guija que de nuestro modesto trabajo como arqueólogos. Pero, esta supuesta «visión alternativa» que, como vemos, al parecer ya formaba parte de la manera en que nuestros abuelos pensaban sobre los primitivos habitantes de estas Islas y sobre ellos mismos, esconde un móvil mucho más prosaico, como es el de forjar una «visión sobre nosotros» lo suficientemente seductora para que «otros» se acerquen a contemplarla. Estamos otra vez en la recurrida manipulación de la identidad deformada por el objeto del monocultivo turístico: construir una identidad atractiva ya que, según parece, para algunos no resulta del agrado la que poseemos. En realidad, junto a esa supuesta recuperación cultural teñida de una identidad XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 250 atractiva como la que se quiere fomentar con el halo mágico que envuelve a nuestra historia, lo que también es digno de resaltar es el «beneficio» que a los canarios nos puede reportar asumir esa «otra cara» de nuestra historia en vistas a su explotación turística, tal y como confesaba el autor y el propio grupo editorial en la presentación de la colección: “La colección de 16 volúmenes que desde mañana publicará EL DÍA fue presentada anoche en el Club La Prensa, donde su autor, el joven investigador tinerfeño José Gregorio González, defendió la idea de que los misterios del Archipiélago pueden atraer a un turismo alternativo, respetuoso con el medio […] recuperar para las nuevas generaciones los misterios que forman parte del acervo popular y abrir camino al turismo interesado en las cuestiones esotéricas son dos de los objetivos de la colección Canarias mágica” (El Día, 30 / V / 2003). El propio autor nos daba apuntes de cómo sacar partido a nuestra «identidad mágica»; y si la Arqueología o la Historia no son capaces de ofrecérnosla, ¡nos la inventamos!: “Los atractivos de nuestras islas vinculados con el misterio y lo insólito pueden ser un excelente y rentable reclamo para la industria turística de Canarias […] Según González, elementos como los lugares con tradición mágica y brujeril, los templos que albergan reliquias u otros objetos con historias milagrosas, la arqueología aborigen […] o aquellos emplazamientos que muestran una simbología esotérica en su conformación o estructura, pueden dar pie a la creación de rutas o itinerarios mágicos a través de los cuales el turista puede conocer aspectos inusuales, que despiertan el interés del público en general, como se ha demostrado en Galicia o Cataluña” (El Día, 15 y 16 / V / 2003). Insistimos, el problema es que los canarios y, como vemos los futuros consumidores de un «turismo mágico» en las Islas, se queden con una versión grotesca de nuestro pasado, que no se basa en argumentos científicos —como que somos parte de la Atlántida, que tener cultos astrales implicaba una cultura enormemente misteriosa, o que somos medio-egipcios, medio-fenicios o medio-lo que sea—. Se proponen aspectos de la Historia como si constituyeran interrogantes no solucionados por el conocimiento científico —lo cual no es cierto en el 90% de los casos—, con lo que se transmite la idea de que nuestra Historia es un conjunto de misterios sin resolver, y se acaba tergiversando el pasado. CONCLUSIONES El pasado no tiene más misterios que los que nos creamos en el presente a partir de su desconocimiento. Ingenuidad, en el mejor de los casos, en otros un cierto interés, y en otros casos ese misterio de la historia se funda a partir de mucha «caradura». La sistemática utilización de la Arqueología en toda clase de discursos pseudocientíficos tiene también ridículos ejemplos de una intromisión grave en la socialización de nuestra prehistoria. Libros y audiovisuales de amplia difusión, gracias al soporte mediático, pretenden enigmatizar al guanche proponiendo una «historia alternativa» mediante la tergiversación, ciertamente mágica, de aspectos aislados de su cultura. La estrategia es aquí imprimir un carácter enigmático a manifestaciones que, supuestamente, los arqueólogos no hemos sido capaces de explicar —falso—, convirtiendo nuestro pasado en una suerte de Expediente X: unos enigmas sin resolver. Frente a nuestro deber de socializar el conocimiento acerca de nuestra prehistoria, nos está ganando la batalla la profunda mercantilización de nuestro pasado derivada de un uso acientífico, sobre todo lo referido al mundo aborigen, más vinculado a la deformación identitaria y, como aquí nos centramos, a la creación de una mercadotecnia que desprovee de contenido a nuestros signos históricos y a su pretendida enigmatización.El guanche contemporáneo… 251 El guanche, asumido en su categoría genérica como el primitivo habitante de las Islas, supone ciertamente siempre una construcción contemporánea: lo fue para quienes primero trataron de acercarse a él a través de sus restos óseos y evidencias de su mundo, pero también para quienes hacemos gala de participar en esto que llamamos «hacer Historia». Lo es, en definitiva, para todos, porque su uso sigue siendo actual. Ahora bien, eso no significa que la realidad objetiva que lo configura como entidad histórica sea maleable a nuestro antojo, ni que, en efecto, neguemos que la realidad que nosotros aprehendemos científicamente se acerca más a la que se deriva de otros discursos, porque poseemos objetivos, medios y argumentos para así certificarlo. El problema es cuando estos nuevos contenidos en torno a nuestro pasado se presentan como históricos y, en consecuencia, acaban por convertirse en la historia que es consumida por la sociedad canaria; y este es el camino que con frecuencia está asumiendo un patrimonio cuyos valores están siendo objeto mercantil más que de conocimiento. En consecuencia, no dudamos en que la enorme popularidad que muestra la recepción de estos «usos» por los canarios pone de relieve nuestra incapacidad para transmitir conocimiento histórico, para socializarlo. La empresa, por tanto, es ardua mientras no seamos capaces de convencer sobre la superioridad de la ciencia con respecto a otro tipo de usos de nuestra historia. Para ello, necesitamos antes convencernos a nosotros mismos del principal propósito de nuestra disciplina, el pedagógico. Nuestro oficio como historiadores no supone exclusivamente la producción de conocimiento sino, fundamentalmente, su socialización ya que si sin esta no existe aquella.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 252 BIBLIOGRAFÍA ABAD, Ángeles: La identidad canaria en el arte, Zamudio: Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001. BALLART, Josep: El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso, Barcelona: Ariel, 1997. 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Para Peirce, el «signo» “es una cosa que está en el sitio de otra cosa”; es decir, la representa, mientras que el «símbolo» es un signo pero cuya relación con lo que representa es meramente convencional y, por tanto, arbitraria (cit. en Ballart, 1997: 85). El patrimonio histórico, ciertamente, debiera estar formado por signos que representen el pasado del cual emanan aunque, como sabemos, no siempre resulta así y, tal y como lo definió Iniesta aún sin tener en cuenta esta distinción semiótica, el patrimonio supone la síntesis simbólica de los valores identitarios de una sociedad que los reconoce como propios (cit. en Santana Talavera, 1998: 1). 2 Destacan las series de M. Millares, Aborigen, Pictografías Canarias y Arpilleras, donde hace uso de simbología prehispánica inspirada en la decoración de cerámicas y pintaderas aborígenes. Mientras que en las esculturas de Chirino dominan los círculos concéntricos, los meandriformes y la espiral, siguiendo la iconografía del arte rupestre palmero. 3 Recientemente asumido por el presidente de Coalición Canaria, el Manifiesto de Canarias se concibió como la formulación de un conjunto de principios para la “toma de conciencia de nuestra realidad” y sus primeros artículos dicen: 1º) La pintadera y la grafía canarias son símbolos representativos de nuestra identidad. Afirmamos que han sido un estímulo permanente para el arte canario. Reclamamos la legitimidad del origen autóctono de nuestra cultura. 2º) Nunca podrá ser destruida la huella de nuestros orígenes. Ni la conquista, ni la colonización, ni el centralismo, han logrado borrar la certidumbre de esta cultura viva. No negamos los lazos que nos unen a los pueblos de España, pero reivindicamos nuestra propia personalidad. 3º) En el proceso histórico, hemos asimilado aquellos elementos que han servido para conformar nuestra peculiaridad, y rechazado los que no se acomodaron a ella. Nuestra universalidad se fundamenta en nuestro primitivismo. … 4 Existe una versión «literaria» de la serie Planeta Encantado en seis entregas (2003-2004). Para conocer el fascinante mundo de J. J. Benítez y cómo se desmontan sus tesis desde una pequeña dosis de rigor, ver el blog de Luis Alfonso Gámez, http://magonia.blogspot.com/. En esta lucha contra la manipulación de la Historia y la Arqueología, recomendamos también http://digital.el-esceptico.org/. 5 En las publicaciones pseudocientíficas que nos ocupan siempre se emplea el genérico «guanches» para aludir a todas las sociedades de las Islas, y también se hace extensivo a todo el archipiélago lo que es exclusivo de una o varias islas, como sucede con los ídolos. Son claros síntomas de un reduccionismo que convierte nuestra Prehistoria en un asunto superficial y despojado de la complejidad que la Arqueología trata de revelar. 6 Uno de nosotros ha definido en otro lugar al «movimiento zanatista» como “la corriente ideológica promovida por arqueólogos, historiadores y otros investigadores canarios que defiende la interpretación de la prehistoria o protohistoria de las Islas en el marco de referencia de las «altas culturas» del ámbito mediterráneo, mundo feno-púnico y romano. El epíteto «zanatista» alude al objeto símbolo de esa hipótesis que trata de revisar tanto los esquemas tradicionales como los académicos modernos en torno a la prehistoria canaria: la denominada piedra zanata, piedra angular del movimiento. El proselitismo que lleva implícita la hipótesis difusionista sobre la que se sustenta el movimiento zanatista ha conseguido, con el amparo de la política de búsqueda de identidades ficticias del nacionalismo conservador canario, la plena integración de lo fenicio en las nuevas imágenes que los canarios han asumido sobre su propio pasado” (Baucells, 2005: 77). 7 Pueden seguirse los detalles del documento y su contextualización en Baucells, 2004.
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Calificación | |
Título y subtítulo | El guanche contemporáneo: ¿socialización del conocimiento o mercantilización? |
Autor principal | Baucells Mesa, Sergio ; Navarro Mederos, Juan Francisco |
Publicación fuente | XVIII Coloquio Historia canario - americana |
Numeración | Coloquio 18 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2008 |
Páginas | pp. 0235-0254 |
Materias | Congreso ; Historia ; Canarias ; América |
Enlaces relacionados | http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2,1 MB |
Texto | 235 EL GUANCHE CONTEMPORÁNEO: ¿SOCIALIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO O MERCANTILIZACIÓN? Sergio Baucells Mesa Juan Francisco Navarro Mederos Una mentira repetida mil veces se convierte en algo real J. Goebbels, Ministro de Instrucción Pública y Propaganda del III Reich INTRODUCCIÓN La búsqueda de identidades recurre siempre al pasado; a veces un pasado validado por la ciencia histórica, y otras tantas son un producto imaginario que se convierte en un presente mixtificado. Cuando se trata de una elaboración interesada de ese pasado se seleccionan deliberadamente algunos procesos históricos, se destacan aquellos episodios juzgados como determinantes y se ensalzan unos personajes a los que se atribuyen virtudes adecuadas. En definitiva, se monopoliza la historia hacia fines claramente ideológicos. La Arqueología fue, en determinadas etapas de su evolución como ciencia, una herramienta que posibilitó en muchos casos la consolidación de este tipo de análisis interesado de las ideologías para crear una idea de colectivo —llámese nación, estado o pueblo— que, evidentemente, también se ha manejado en Canarias. En las Islas contamos con numerosos ejemplos sobre usos grotescos de nuestra Prehistoria: ideas recurrentes que edificaron un arquetipo en el imaginario colectivo, como la triste e improductiva asociación entre los conceptos de raza y cultura, los tópicos sobre el aspecto físico de nuestros aborígenes, el supuesto equilibrio social y ecológico de sus modos de vida, o el caso flagrante de las morras decimonónicas de Güímar re-convertidas en centros ceremoniales indígenas. A su vez, en los últimos años asistimos a la implementación a-científica de nuestros “ancestros” con una extraordinaria cotidianeidad. Son nuevas creencias estrechamente relacionadas con el paradójico maridaje entre la búsqueda de símbolos identitarios y la mercantilización de la historia en la que fueron concebidos. El propósito que sirve de hilo conductor a esta comunicación supone revelar algunos modelos de uso relacionados con la Prehistoria de Canarias que, lejos de fundamentarse en la socialización del conocimiento como primer cimiento de la disciplina arqueológica, se ajustan a este empleo mercantilizado de la identidad, lo que ha dado lugar a la reproducción de determinados tópicos desprovistos de realidad histórica. Profundizaremos así en dos indicadores o prácticas sociales que están conformando aquellas figuraciones o creencias construidas en torno al indígena canario y a sus manifestaciones en base a su mercantilización; esto es, el consumo de nuestra historia anterior a la conquista europea dictada por el mercado: la «mercadotecnia» y la «enigmatización» guanche.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 236 MERCADOTECNIA GUANCHE: EL USO DE ICONOS Y REFERENCIAS ABORÍGENES Hoy, como es sabido, el aborigen constituye sin duda un «referente de prestigio» dentro de nuestra sociedad actual, concepto este que tomamos de Ruiz Zapatero: Podríamos convenir en que esos referentes de prestigio son nombres o iconos arqueológicos que remiten a un pasado más o menos autodefinido y que se presentan a los ojos del espectador completamente descontextualizado pero rodeado de una aureola de respetabilidad por su antigüedad y sus implicaciones históricas, independientemente de que éstas sean conocidas o no por el observador. Ese nombre o icono evoca así tres cosas al menos: primero, el establecimiento de la raíz, del origen de la identidad actual, segundo, la atribución de una nobleza a esa identidad por la antigüedad implicada, y tercero, al mismo tiempo que alteridad respecto al presente la afirmación de un progreso, una evolución dentro de la identidad. Origen, antigüedad y progreso, resultan así los factores clave para entender la razón de ser de los referentes de prestigio, o si se quiere decir con otras palabras: cómo se ha evolucionado desde unos orígenes que han sido ennoblecidos por el tiempo. (Ruiz, 2002: 3-4) [las cursivas son nuestras]. Ciertamente, en Canarias la fenomenología indígena, esto es, las manifestaciones arqueológicas que dan cuenta de nuestro pasado pre-europeo y están hoy presentes en nuestra vida diaria con una clara vocación de convertirse en iconos que prestigian cualquier producto o servicio que se reviste de indigenismo son: las pintaderas, grabados rupestres, sobre todo espirales y últimamente caracteres líbico-bereberes, los llamados ídolos, especialmente el de Chil, mal llamado “de Tara”, las cuentas de collar, o determinados yacimientos como la Cueva Pintada de Gáldar y, ya de forma absoluta, los antropónimos y topónimos aborígenes rescatados de los textos y documentos etnohistóricos. Son referentes de prestigio porque, en efecto, su antigüedad nos remite a nuestros orígenes más remotos ―origen―, porque el propio pasado se nos antoja con crédito propio que nos dignifica como pueblo, porque es heroico —el trauma de la conquista: la nobleza del guanche vencido―; y, en suma, porque esos elementos arqueológicos se refieren a lo nuestro, a nuestra síntesis identitaria que, además, señala el progreso de un pueblo. Fotografía 1: decoración de las fachadas de dos casas de Gáldar, inspirada en motivos de la cerámica prehistórica grancanaria. Fotos J. F. Navarro Mederos.El guanche contemporáneo… 237 Pero el problema que aquí planteamos no reside en el uso de «lo guanche» en nuestra contemporaneidad, dotándole de un prestigio y recreándonos en nuestro rastreo identitario. El problema es la manera desmedida con que se está obviando el valor de signo del pasado, como representatividad de nuestra historia, que indudablemente contienen estos elementos, convertidos en meros símbolos, mientras que se niega o se diluye el conocimiento histórico que nos transmiten.1 Y esto se traduce en que con enorme frecuencia esa inserción del aborigen en nuestra identidad se asienta en la ficción o en su plena descontextualización. La conclusión más alarmante es que, en consecuencia, nuestra identidad como colectivo supone un constructo ideológico desprovisto de su contenido —que se ampara en múltiples intencionalidades pero esencialmente en la política, en la relación mercantil y en la necesidad de cohesión—. El resultado es que nuestra etnicidad —el cómo creemos que somos o que fuimos— no guarda una relación con nuestro contenido étnico —el cómo somos o fuimos objetivamente—. Desde finales de los años 50 el vanguardismo artístico que se está gestando en las Islas, como corriente opuesta a la tradición más conservadora, empieza a inspirarse en referencias indígenas para crear sus manifestaciones. La utilización así de elementos de la cultura aborigen en el Arte contemporáneo sirve a la re-creación de una identidad pancanaria que no se deriva ni del conocimiento histórico ni de una realidad —pues la función social de esos mismos elementos que explica su origen ya no existe—, sino bien de una ideologización nacionalista del arte, que trata de reivindicar las raíces de nuestra cultura, o bien de una mera elección estética, que se recrea en el gusto por el primitivismo. Como modelos de este indigenismo en la expresión artística canaria podríamos destacar los trabajos de Felo Monzón, que empieza a emplear los ídolos de Gran Canaria y los grabados antropomorfos del Barranco de Balos para sus obras de arte esquemático y las esculturas en toba de los menceyes de Tenerife para la plaza de la Basílica de Candelaria que ideara Alfredo Reyes Darias, imagen que pronto se institucionaliza como la “oficiosa” del guanche, hasta su reciente sustitución por las figuras de José Abad. También se suman al recurso de las mismas fuentes prehistóricas la pintura de Antonio Padrón, con concepciones diferentes a los anteriores; las ilustraciones que Juan Davó diseña para la edición del Libro de Tenerife de Luis Diego Cuscoy y Peter C. Larsen (1957) ―una guía turística pionera―, con una perspectiva romántica e idealizada del indígena; o, especialmente, la representación abstracta en obras de Manolo Millares y Martín Chirino, inspirada en objetos arqueológicos y en el obsesivo interés por las momias, visitando las salas de El Museo Canario o yacimientos con pinturas y grabados rupestres.2 Desde los años 60, Pepe Dámaso recurrirá también al mundo prehispánico, inspirándose en personajes, mitos y celebraciones de los aborígenes de Gran Canaria o, ya en los 80, en la conquista en su obra Héroes Atlánticos, donde se sublima a los indígenas a través de su belleza corporal. A mediados de los 70 se hace mucho más evidente el trasfondo ideológico con matices nacionalistas, como ilustran las obras de Tony Gallardo. A finales del franquismo, un sector de la oposición política al régimen reivindicaba la singularidad canaria y, como argumentación para sus posiciones ideológicas, utilizaron la Historia, seleccionando aquella parte de la misma que era genuina y exclusivamente canaria, es decir, la etapa anterior a la conquista y colonización europea. A partir de ahí se asumieron como principales referentes identitarios por un lado, la sociedad aborigen y, por otro, la sociedad campesina tradicional, que era considerada heredera natural de la anterior, siguiendo el criterio expresado un siglo antes por el romántico S. Berthelot. Una muestra palpable de este ambiente constituye el Manifiesto en Canarias o Manifiesto de El Hierro, redactado por el propio Gallardo, junto a XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 238 Chirino, Manuel Padorno y otros, y firmado por 70 intelectuales, que se da a conocer el 5 de septiembre de 1976 durante la inauguración del «Monumento al Campesino» en la Cruz de Los Reyes. El documento supone toda una reivindicación de la canariedad a través de la potenciación de sus símbolos3 y obtuvo una trascendencia notable (Navarro, 2006). En él están las bases de todo un proceso posterior en el que distintas instancias fueron haciendo suyos estos postulados, produciéndose notables transformaciones en la percepción que la sociedad canaria tiene de su propio bagaje identitario. Fotografía 2: A) Guanche (Candelaria) de Alfredo Reyes Darias. B) Guayarminas (Gáldar) de Juan Borges Linares. Fotos J. F. Navarro Mederos. Hoy las estatuas urbanas de Abad y otros escultores ilustran la conversión de las manifestaciones artísticas en un reclamo sobre la identidad en la que, curiosamente “la nostalgia de unos y la estética de lo ancestral de otros nos han llevado a convertir en reputados símbolos de identidad a los representantes de unos modos de vida ya desaparecidos: generalmente al campesinado tradicional y a los aborígenes” (Navarro, 2006). En realidad es muy común que estos elementos arqueológicos de nuestro pasado siquiera se empleen como signos de ese pasado —que ocupan su lugar— pues están desprovistos de la necesaria explicación histórica y, por tanto, de su carácter patrimonial, y porque se les dota de nuevas funciones sociales, como son la búsqueda de símbolos identitarios o la mera renovación estética, que nada tienen que ver con los usos que tuvieron en su contexto. Poco importa la helenización mitificadora de nuestros ancestros ―porque, en efecto, nuestros aborígenes no acudieran al gymnasion a moldear sus cuerpos― o si las pintaderas, las espirales o los ídolos son o no una manifestación extendida en la Prehistoria de todas las Islas, o cuál era su contenido real: hoy se han convertido en símbolos representativos de nuestra identidad. El guanche contemporáneo… 239 Fotografía 3: A) Fuente-monumento a la “princesa” Dacil (La Orotava) de Ezequiel de León Cruz, Cristo Quintero y Domingo González Expósito. B) Bencomo (La Laguna) de José Abad. Fotos J. F. Navarro Mederos. Ahora bien, en realidad el concepto de arte, entendido en términos de artificio, legitima buena parte de este uso de la simbología arqueológica, aunque no siempre ―de hecho el propio Gallardo hace poco denunciaba la manera en que hoy se ha utilizado aquel manifiesto―. El problema, hay que insistir, no reside en que se empleen estos elementos de nuestro pasado de forma contemporánea, dotándoles de un nuevo contenido, distinto al que los generó, sino que ese nuevo contenido sea el que se presente como histórico; y en consecuencia, se convierta en la historia que está asumiendo y consumiendo la sociedad canaria. También nuestra clase política recurre sistemáticamente a esta iconografía identitaria. No es azaroso o casual que una alcaldesa aparezca en folletos de propaganda electoral que ensalzan su labor portando símbolos canarios ―como los recurridos pendientes o broches de espirales―, porque su partido suele presentarse a la ciudadanía de las Islas como el único capaz de defender sus intereses: el partido que representa «lo nuestro» utiliza los símbolos nuestros. El nacionalismo burgués, ciertamente, implementa un populismo tremendamente efectista en la captación de votos y este uso contemporáneo de lo aborigen daría para muchas otras líneas. En las que nos ocupan, sin embargo, y en el marco de estos usos actuales de nuestra prehistoria, llamaremos la atención sobre la utilización casi desenfrenada, desde hace unos años, de iconos arqueológicos canarios, cuya asunción por la sociedad resulta de una cotidianeidad que está naturalizando una relación con nuestro pasado que desvirtúa la finalidad epistemológica de los elementos empíricos que lo representan para fundarse exclusivamente en su valor mercantil. Los signos de nuestra prehistoria son ahora diseñados por estrategias de mercadotecnia y, por tanto, convertidos en objetos de consumo constreñidos a las leyes de la oferta y la demanda. El resultado supone un total desamparo de la Historia frente a posibles manipulaciones guiadas por el interés privado.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 240 Fotografía 4: los aforismos de identificación con el pasado pre-europeo y los logos arqueológicos son recurrentes reclamos de mercadotecnia en muchos bienes de consumo, como en estas marcas de ropa. Fotos J. F. Navarro Mederos. La «mercadotecnia guanche» es una realidad cotidiana en todo tipo de servicios y productos, por lo que en el marco de la Historia de la Arqueología se ha venido conformando un grupo de investigación que tiene su centro en el Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna, al que denominamos “Arqueología, historiografía e identidad”, contexto en el que hemos tratado de observar la esfera ideológica que se implica en la construcción de las identidades y en su vinculación con el patrimonio arqueológico. En esa propuesta iniciamos labores de recopilación de información sobre: — Instituciones y empresas que usaban logos de raigambre arqueológica, o que tuvieran connotaciones de identificación con el pasado anterior a la conquista europea del archipiélago canario en el siglo XV. — Denominaciones de raigambre indígena usadas en cualquier tipo de actividad. Las denominaciones más usadas por empresas y las marcas de productos más recurrentes son aquellas que prestigian la actividad de dicha empresa o a las mercancías que fabrica, almacena o vende. En consecuencia, el binomio “lo nuestro” y “lo ancestral” se refuerza frecuentemente con la categoría “poder”. De ahí que un amplio porcentaje de voces usadas apelan a personas e instituciones que ostentaron el poder o poseyeron prestigio. Por su parte, en el corpus de imágenes de raigambre arqueológica usadas actualmente se aprecia una clara preponderancia de cuatro categorías: la espiral, motivos decorativos de la cerámica grancanaria, las pintaderas y la imagen del indígena. El guanche contemporáneo… 241 Fotografía 5: El “guanche” está presente en reclamos publicitarios de múltiples empresas canarias. Imágenes extraídas de internet. Y es que cuando el pasado se representa a través de iconos convertidos en mero reclamo comercial, ese pasado queda reducido a una representación de clichés, de estereotipos con el que finalmente se queda el imaginario colectivo. En esas condiciones es inviable la transmisión de conocimiento arqueológico, histórico, sino simplemente la transmisión de una serie de símbolos identitarios cuya elección a veces puede ser inocente pero en muchos otros casos interesada, manipuladora y tergiversadora. En esta suerte de «macdonalización de la memoria», es decir, en esa estrategia de conversión de nuestro pasado en un mero objeto de consumo, ese pasado “ha sido sustituido por una selección de iconos-fetiches que identificamos como propios pese a que no tengamos conciencia de cuál es su papel en la Historia. Ésta es suplantada por un patrimonio estático del que somos herederos sólo para contemplarlo, que debemos sentirlo como propio por decreto y porque es un referente de prestigio que nos hace especiales, aunque sin saber muy bien por qué. En esta gestión de la memoria se ha olvidado que el Patrimonio es una parte esencial del conocimiento histórico” (Velasco et al. 2005: 68).XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 242 Fotografía 6: los trapiches grancanarios fueron pioneros en usar nombres de guerreros indígenas para las marcas de sus rones. Para consumidores masculinos se usan como reclamo personajes con supuestas virtudes masculinas: valor, fortaleza, virilidad. Fotos J. F. Navarro Mederos. Fotografía 7: desde la década de 1990, las bodegas de Tenerife empezaron a denominar sus vinos con voces indígenas —reales o imaginarias— y a usar objetos arqueológicos como logos. Fotos J. F. Navarro Mederos. En el uso de la Historia como en el caso de la programación de un videojuego, o como nos recuerda Ruiz Zapatero (2002: 21), en el de las revistas esotéricas de Arqueología, o incluso en la oferta de ocio de un parque temático, como Terra Mítica, cualquiera es libre de plantear una visión, si se quiere, alternativa en pro del divertimento, aunque su supuesta El guanche contemporáneo… 243 reconstrucción histórica sea deformada o simplemente ridícula. En el uso social de la Historia, al menos en la realidad del modo de producción capitalista que nos ha tocado vivir, no puede concebirse sino como un derecho a emplearla como más nos convenga. Sin embargo, cuando toda esa representación del pasado es ofertada bajo el «prestigio» de un supuesto rigor científico; cuando el reclamo mercantil se disfraza de seriedad afirmando “que la verdad histórica es la suya y no la de la investigación oficial”; cuando, en definitiva, se pretende «educar» a la gente con una versión de la Historia alternativa, arrogándose un derecho que no les compete, es entonces cuando coincidimos absolutamente en la beligerancia que Ruiz proclama (1996). El caso que a continuación exponemos se orienta justo a este modelo. LA «ENIGMATIZACIÓN» GUANCHE O UNA VERSIÓN «ALTERNATIVA» A LA HISTORIA CIENTÍFICA También en las últimas décadas asistimos, a nivel global, a una sistemática utilización de la Arqueología y de la Prehistoria, o mejor de las manifestaciones arqueológicas, en relación con discursos pseudocientíficos que se mueven en lo que se ha venido denominando new age. Todo tipo de creencias tienen aquí cabida sobre hechos de la Historia que contienen un supuesto carácter misterioso, oculto, mágico o incluso extra-terrestre. En el contexto del Estado español contamos con modelos recientes, como el del hipermediático Iker Jiménez, que suele «revisionar» con asiduidad ―desde la Cadena Ser en la radio o Cuatro en la televisión― la historia y la arqueología más anecdótica para dotar de supuesto contenido misterioso a todo un elenco de casos que son consumidos ―más bien devorados― por cientos de miles de radioyentes y telespectadores. Ahora bien, insistimos en que esta implementación del discurso a-científico del conocimiento podría justificarse en la supuesta libertad del uso privado que un medio de comunicación se arroga como mera fórmula de evasión. Lo que aquí demandamos es la orientación didáctica que en la mayoría de los casos se pretende y que en el marco de los medios públicos debiera alcanzar categoría de delito en tanto que usurpa presupuestos y objetivos que son competencia de nuestro sistema educativo y en ningún caso de un programa de entretenimiento. En este sentido, contamos con casos vejatorios, como la serie de TVE Planeta encantado (DeAPlaneta, 2002; emitida en 2003) realizada por el novelista y «ufólogo» J. J. Benítez, que contó con un presupuesto de 8 millones de euros, más que todos los presupuestos para investigaciones arqueológicas en Canarias en las tres últimas décadas, y en la que, entre otras cosas, se dedicaba a re-interpretar determinados aspectos de la arqueología mundial en claves esotéricas. El discurso empleado por Benítez, y amparado por la Televisión pública, era el de contra-argumentar las tesis de la que denomina “arqueología oficial” para, entre otros dislates, determinar que las pirámides de Egipto son de factura extra-terrestre —concretamente de “seres de Orión”, origen ancestral también por cierto de etruscos, iberos y guanches—; que los humanos convivieron con dinosaurios, desaparecidos hace 65 millones de años; que existen ruinas de una base extraterrestre en la Luna, reveladas por unas imágenes de “primicia mundial” que, en realidad, formaban parte de un vídeo creado por la empresa guipuzcoana Dibulitoon, empleando programas de animación digital; o que Jesús visitó el Coliseo romano, construido unos 50 años después de su muerte.4 En fin, “escribamos de nuevo la historia” rezaba uno de los capítulos de la serie. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 244 Fotografía 8: el doctor Jiménez del Oso (http://pasajesdelterror.spaces.live.com) y el escritor y ufólogo J. J. Benítez en el Coliseo romano (http://blogs.elcorreodigital.com/magonia/tags/planeta-encantado). Centrándonos en Canarias, el aspecto supuestamente misterioso de nuestra Prehistoria ha sido un recurso constante que ya clama al cielo para quienes nos enfrentamos diariamente a un oficio, el de arqueólogo o historiador, necesitado ya no solo de expectativas laborales sino cuanto menos de un mínimo respeto. Algunos recordamos las soflamas de Jiménez del Oso cuando de vez en cuando se introducía en la «historia de los guanches» y sorprendía a medio Estado al plantear el origen misterioso de los primeros pobladores de Canarias ―¿eran atlantes o extraterrestres?―; cuando hacía tiempo ya que para la arqueología canaria no tenía ningún misterio el origen norte-africano del poblamiento prehistórico de las Islas. Hoy el misterio de nuestra historia, como el uso mercantilista o político de su simbología, está también plenamente integrada en nuestra sociedad, cuando se presentan todo tipo de manifestaciones arqueológicas bajo la supuesta convicción de que la Arqueología no ha sido capaz de explicarlas y que, por tanto, configuran una suerte de Expediente X sobre nuestro pasado: enigmas sin resolver. Esta manipulación flagrante, al ampararse en una cobertura mediática infinitamente superior a la académica ―y ciertamente siempre más divertida― está confiriendo un daño a nuestra historia difícilmente reparable en tanto que forma parte ya de un «acervo popular» construido a golpes de talonario. Un caso reciente, en el que nos detendremos, supone la colección de escritos compilados por José Gregorio González en el libro Canarias Mágica (2003), que se auto-presenta como especialista “en los aspectos misteriosos de Canarias y en las anomalías científicas” en el breve currículo que aparece en dicha obra. Sin duda debe tener gran autoestima quien se identifica a sí mismo como revelador de las supuestas carencias de los demás. González se dispone así a desvelar entre otros múltiples «misterios» de nuestra historia, los secretos relacionados con la Arqueología y la Prehistoria de Canarias: “Enigmas como el de la momificación, la trepanación, los grabados rupestres, la religión aborigen, los alineamientos astronómicos de sus yacimientos o las pintaderas, serán abordados detalladamente, sin olvidarnos de uno de los asuntos que mayor controversia ha generado en la última década, el de la existencia de pirámides de piedra en diversas islas” (González, 2003: 15; contraportada). Desde sus primeras líneas subraya que su principal intención es “aproximarnos a los misterios de las Islas Canarias e impregnarnos de su atmósfera mágica” (Ibíd.: 17). Siguen algunos de los supuestos «misterios» que rodean a nuestra prehistoria donde la Canarias mágica es solo la «magia de la tergiversación»:El guanche contemporáneo… 245 Una religión muy «misteriosa» Aspectos de la religión aborigen, como la presencia de ídolos y el carácter animista que probablemente definieron a los sistemas religiosos indígenas de las Islas, consistente ―básicamente― en la atribución de vida anímica y poderes a los objetos de la naturaleza, se presentan por sí solos, sin ningún tipo de explicación, como la relación cotidiana con los entes sociales que creen en ellos, como elementos controvertidos: el mero hecho de la supuesta presencia de ídolos ―aún por estimar su valoración genérica a todas las Islas― o rendir culto a elementos astrales como el sol, la luna o los árboles ―según se desprende de las fuentes etnohistóricas― ya supone un enorme misterio que la «arqueología oficial» no puede desvelarnos. Fotografía 9: «Ídolos» de Gran Canaria. Fotos Museo Canario. El individuo poco avezado en el rigor de la ciencia social suele obviar que todo sistema religioso se apoya, precisamente, en el concepto de misterio como fórmula para tratar de resolver determinados hechos temporales que son inexplicables para esa comunidad a través de la existencia de poderes supra-humanos. Es así cómo surgen, o al menos cómo se reproducen, los discursos religiosos. Qué duda cabe que para todos estos «estudiosos de lo esotérico», la religión y, especialmente, la de otras culturas ajenas a la nuestra, constituyen un caldo de cultivo recurrente para plantear todo tipo de elucubraciones dado el propio carácter a-científico, o al menos no basado en la experiencia empírica, que define al «hecho religioso», cuyo fundamento se basa siempre en lo «inexplicable», es decir, se funda pues en la mera creencia. Ahora bien, de ahí a que desde un relativismo absoluto asumamos ese mismo supuesto Hecho misterioso como elemento de explicación histórica resulta grotesco: es como si pretendiéramos explicar el contenido fundamental de una historia del Cristianismo a través exclusivamente de sus propios discursos: partiendo de algo así como un enunciado del tipo «el Cristianismo surgió por la gracia de dios». En el caso de los guanches5 todo esto se XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 246 traduce planteando que su religión sería per se argumento suficiente para supuestamente demostrar el carácter extraordinario de los aborígenes. No sabemos, en fin, qué tiene de asombroso una religión de tipo animista tan frecuente en sociedades agro-pastoriles incluso en la actualidad. Vikingos en Canarias La hipótesis sobre la presencia de colonias vikingas en Canarias parte de las especulaciones del pintor y cartógrafo sueco afincado en Tenerife, Per Lilliestroem. A pesar de la inexistencia absoluta de evidencias materiales de dicha presencia —caso semejante al del zanatismo6— como podrían ser asentamientos, instrumentos o embarcaciones vikingas, justificada según González por “el uso continuado de los utensilios hasta su desaparición y a que las naves partían una vez reparadas” (2003: 58), sin alusión alguna a la ausencia de asentamientos, se insiste en que los aborígenes se mezclaron con los colonos vikingos. La base de esta pobre expresión del hiperdifusionismo a-científico es un pasaje de la relación que el humanista Boccaccio re-elaborara sobre la expedición de Niccoloso da Recco y Angelino Corbizzi en 1341,7 donde se afirma que los indígenas de Gran Canaria “eran de hermoso semblante” ―“decora facie”―, “tienen los cabellos largos y rubios” ―“crines habent longos et flavos”― y “son de miembros bastante robustos, audaces y fuertes, y de gran inteligencia” ― “membruti satis, audaces et fortes, et magni intellectus”— (Boccaccio, 1992-1993: 138-139). De la cita, Lilliestroem extrajo además, no sabemos cómo, que también se aludía a los “ojos claros” de los individuos; mientras que, inexplicablemente, omite la mención a que los canarios “cantan dulcemente y bailan casi a la manera francesa” ―“cantant dulciter et fere more gallico tripudiant”―, que no emplea para su hipótesis racial. Esta afirma que el “perfil” revelado en el texto de Boccaccio, “no se ajusta al del común de los aborígenes y ninguna de las momias canarias encontradas obedece a este patrón. Nosotros planteamos que los ‘canarios rubios y de ojos claros’ eran vikingos, o mejor dicho, descendientes de las familias que se formaron entre los nórdicos y algunas mujeres isleñas” (cit. en González, 2003: 59-60). La base arqueológica y antropológica de estas reflexiones es nula, aunque nos gustaría conocer qué entienden Lilliestroem y González por ese supuesto «perfil» que definiría al también pretendido prototipo racial indígena de las momias canarias. Se adereza con una pintoresca interpretación cultural de los enterramientos de El Agujero de Gáldar que, según ellos, “han constituido todo un misterio, ya que no se ajustan al modelo de enterramiento de los antiguos canarios” (Ibíd.), refiriéndose a los túmulos que, precisamente, son una de las expresiones rituales más definidoras de la supraestructura de la sociedad grancanaria. Dejando al margen la referencia al carácter «dulce y risueño de los aborígenes» o a su «inteligencia», cuya adscripción al perfil vikingo y a cualquier otro ciertamente no entendemos, si la prueba de una presencia vikinga es el aspecto físico, tal vez se pueda defender que los bereberes de la Kabilia, donde también existen mujeres y hombres rubios y con ojos claros, ¡son también resultado de una mezcla genética con los vikingos! Por otro lado, hay una obsesión con emparentar cultura con raza, es decir, que somos lo que somos porque estamos determinados por la biología. Una obsesión un tanto peligrosa que nos recuerda a los postulados nazis de la antropología y sociología racista. En cualquier caso, el mayor problema no está en si los vikingos llegaron a conocer o no Canarias, como ocurre con romanos y púnicos, sino el de forzar esa posibilidad hasta el punto de emplearla como realidad, que además determina nuestra historia: la historia se ocupa de los El guanche contemporáneo… 247 hechos socializados y no de un grano en el desierto, de modo que antes que nada deberíamos preguntarnos en qué medida afectaría una supuesta presencia de este tipo en el desarrollo social de las Islas. Estamos ante una revalidación de la historia anecdótica que estererotipa nuestro pasado hasta hacerlo irreconocible en términos de conocimiento y, tristemente, muy atractivo en términos de su consumo. El «secreto» de las momias y el regreso a la egiptomanía El supuesto secreto tiene que ver con el tópico del paralelismo con el mundo egipcio. Según González, en referencia al mundo académico, “se ha llegado a minimizar la importancia del mirlado en Canarias con tal de desconectarlo de la momificación en Egipto” y, a continuación, reconoce que establecer la conexión “es muy tentador, aunque seguro anticientífico, salvo que recurramos una vez más a las teorías difusionistas de la cultura”. Así y todo, como cabría esperar, se lanza y plantea que quizá las diferencias se deben solo a “la falta de materiales y tecnología” entre los guanches y que quizá estaríamos ante un origen común que luego tomaría vías distintas: “Se pudo ‘estancar’ la técnica y mantenerse con los medios mínimos en el caso de los guanches, o desarrollarse y refinarse en el de los egipcios” (González, 2003: 101-102). Al margen de que el «canaricentrismo» lleve a muchos a obviar que la momificación y otras prácticas humanas no son exclusivas de nuestra tierra y del mundo antiguo egipcio, porque son un elemento universal que hallamos en todos los continentes y en cronologías diversas, traeremos aquí algunas reflexiones. El concepto de momificación supone el acto genérico de preservación de un cuerpo muerto, sea por condiciones naturales, fundamentalmente de orden geo-climáticas, o por tratamiento artificial, mientras que en el concepto de mirlado hay ya implícita la intención de embalsamar el cadáver. No cabe aquí establecer un análisis comparativo entre las particularidades que identifican al proceso de conservación practicado entre los egipcios y el que se encuentra en la prehistoria de Canarias pero basta con indicar, por ejemplo, la relevancia de la exposición al sol del cadáver, el principio fundamental que caracteriza a la práctica ritual que se dio entre los aborígenes canarios, especialmente en Tenerife, y en la manipulación del cuerpo la ausencia general de evisceración en las Islas, y su tratamiento con absorbentes y sustancias conservantes naturales. En Egipto, la extracción de vísceras y el tratamiento del cuerpo con sal natural ―natrón― para desecarlo resultan elementos distintivos de la práctica, así como la aplicación de resinas, aceites y especias. Fotografía 10: Momia de Tenerife. Foto J. F. Navarro Mederos. En todo caso, más interesante resulta el trasunto cronológico que se desprende de la idea acerca de una tradición común, según la cual el conocimiento sobre el «mirlado» por los guanches debió remontarse a más de 2.500 años antes de que llegaran a las Islas, cuando supuestamente formaban un tronco cultural común con los egipcios, si contamos con que las XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 248 primeras experiencias de una conservación artificial del cuerpo en Egipto datan de c. 3.000 años a. e. (Iª Dinastía), o incluso con anterioridad durante el pre-dinástico, según nuevos hallazgos desde 1997 en Hieracónpolis (Ikram & Dodson, 1998: 109). Si de veras el ítem cultural de la preservación del cadáver obedece a ese foco difusor, resulta cuanto menos extraña la escasísima representación de momias localizadas en el área bereber, justo la que debía mantener y desarrollar la tradición adquirida hasta «transportarla» a Canarias. En fin, este regreso a la egiptomanía ―o acaso nunca nos ha abandonado―, resulta a veces desbordante porque todo tiene cabida: “La trepanación, al igual que la momificación, los grabados rupestres, la religión, la lengua o elementos más cercanos que forman parte de la cultura insular, como el juego del palo, la lucha canaria e incluso el calabazo palmero, parecen señalar una y otra vez a Egipto —y también otros lugares—, haciendo imposible que se apague la llama de los que creen ver relación entre ambas culturas” (González, 2003: 104-105). En todo caso, estamos no solo ante cronologías muy distantes y ante un desconocimiento absoluto de la arqueología canaria y de la egipcia, sino entre formaciones sociales y culturas distintas. Las culturas constituyen conjuntos de elementos singulares y lo que las hace adquirir esa singularidad es la relación que se establece entre sí y con la sociedad que los genera: poco importa el empleo de prácticas similares cuando el contexto social y el resto de manifestaciones culturales son completamente diferentes, dejando al lado el asunto grotesco del empleo de la calabaza como recipiente para trasvasar agua, planta introducida en las Islas bastante después de la conquista. El hiperdifusionismo consiste en crear un mosaico con piezas desprovistas de su contexto social, de modo que desaparece el valor explicativo que puedan poseer los rasgos culturales al observarse de manera aislada y sin su ontológica interrelación con la sociedad que los produjo. “Guanches en la Isla de los dragos” Otro ejemplo de esta «esoterización» ―neologismo que aprovechamos para incorporar a nuestro léxico― de los indígenas canarios puede seguirse en el documental realizado por una productora alemana bajo el título “Guanches en la Isla de los dragos”, inserto en la colección “Enigmas del pasado” (El fascinante mundo de las culturas perdidas). El audiovisual está dedicado al supuesto misterio que envuelve a los indígenas canarios, como reza el texto de reclamo en la contraportada que sintetiza el documental, cuyo contenido no tiene desperdicio: “En las Islas Canarias… se abre un mundo lleno de misterios: …el legendario drago, un enorme árbol que en realidad no es tal… y que se halla estrechamente ligado a los mitos de los habitantes nativos. Nuestra expedición sigue las huellas de una cultura perdida, la de los guanches. ¿Quiénes son los guanches? ¿De dónde vinieron y cómo consiguieron llegar, con sus primitivas embarcaciones, a las Islas Canarias? Estudiaremos sus ritos funerarios, su cultura megalítica, indagaremos en el origen de sus creencias religiosas y descubriremos también la importancia de la resina de los dragos. Todo ello, bajo la sombra imponente de los grandes volcanes y rodeados por el misterioso paisaje, lleno de salvaje y mágica belleza, de estas islas milenarias que, tras 5.000 años de historia, no han perdido ni un ápice de su misterio y encanto” (contraportada del audiovisual “Guanches en la Isla de los dragos”. ZDF/German Television, 1990). Una vez más, tratamos de defender que el mayor problema no reside en la re-interpretación libre, si se quiere caricaturesca, de nuestra historia: cada uno puede imaginarse el pasado como mejor le convenga, aunque evidentemente hay que discriminar entre Literatura e Historia. Pero, cuando esa visión alternativa pretende un fin didáctico en la construcción del conocimiento científico, hablamos de una intrusión grave en El guanche contemporáneo… 249 la socialización del conocimiento y en la distorsión resultante de nuestro propio ideario sobre lo que somos. En fin, el audiovisual repite todo el esquema «enigmático-alternativo»: los ídolos, las pinturas, la religión, las momias, como ítems no explicados suficientemente por la ciencia, sumado a los estereotipos básicos del aspecto «ario» de los indígenas que aún hoy “se percibe, a pesar del mestizaje con los españoles”, o afirmaciones grotescas tales como que “las cabras continúan siendo el principal sustento de los isleños”. Pero lo más indignante no acaba aquí sino en la constatación de que en 50 minutos de metraje sobre supuesta arqueología de Canarias no hay una sola alusión a la investigación arqueológica que se practica en o sobre las Islas. Creando una identidad «atractiva» Lo que aquí denunciamos es cuando estas versiones deformadas de nuestra historia se presentan como una supuesta conceptualización alternativa del conocimiento científico, esto es, como un discurso que pretende ser pedagógico: «enseñar lo que los arqueólogos o historiadores no nos han enseñado» porque no han sabido descifrar su supuesto código secreto. Cuando, por ejemplo, J. G. González (2003: 78) trata de “enigmático pueblo” a los antiguos canarios y nos presenta las manifestaciones que supuestamente le dotan de ese carácter, pretende revelar un conocimiento alternativo al de la “ciencia oficial” pero cuyo fundamento único se asienta en la creencia. Y en este caso, además, la capacidad de difusión de esa versión alternativa se ve tristemente multiplicada por el auspicio de un medio de comunicación como el periódico El Día que ofertaba a sus clientes el libro de González en entregas por fascículos. Detengámonos en el reclamo de captación que publicaba el diario para la divulgación de la obra, y su reedición posterior con descuento: “EL DÍA comienza hoy la distribución de la obra “Canarias mágica”, una serie de 16 volúmenes que se venderán cada sábado por 0,60 euros más el precio del periódico. Editorial Leoncio Rodríguez, que se ha caracterizado siempre por su empeño insobornable en la difusión y fortalecimiento de la identidad tinerfeña y canaria, hace ahora una apuesta audaz e inédita en el Archipiélago: llevar al gran público esa otra Canarias, la misteriosa, la insólita, la legendaria, la mítica. La obra, cuyo autor es José Gregorio González, periodista e investigador, recupera aquellos grandes enigmas que forman parte del acervo popular y que han dotado al Archipiélago de un halo mágico desde tiempos inmemoriales. Se trata de una edición pensada para los canarios de las siete islas, y de todas las edades, que reconocerán entre sus páginas muchas historias contadas generación tras generación; porque otro de los objetivos básicos de “Canarias mágica” es conservar para el futuro los relatos de nuestra rica tradición oral. En definitiva, una colección que nadie debe perderse si quiere conocer en profundidad esa otra cara del Archipiélago” (El Día, 31 / V / 2003). Sin duda, revestir de acervo popular historietas de este calibre llega a convertir a los canarios en esotéricos potenciales cuya conexión con sus ancestros debiera depender más de la guija que de nuestro modesto trabajo como arqueólogos. Pero, esta supuesta «visión alternativa» que, como vemos, al parecer ya formaba parte de la manera en que nuestros abuelos pensaban sobre los primitivos habitantes de estas Islas y sobre ellos mismos, esconde un móvil mucho más prosaico, como es el de forjar una «visión sobre nosotros» lo suficientemente seductora para que «otros» se acerquen a contemplarla. Estamos otra vez en la recurrida manipulación de la identidad deformada por el objeto del monocultivo turístico: construir una identidad atractiva ya que, según parece, para algunos no resulta del agrado la que poseemos. En realidad, junto a esa supuesta recuperación cultural teñida de una identidad XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 250 atractiva como la que se quiere fomentar con el halo mágico que envuelve a nuestra historia, lo que también es digno de resaltar es el «beneficio» que a los canarios nos puede reportar asumir esa «otra cara» de nuestra historia en vistas a su explotación turística, tal y como confesaba el autor y el propio grupo editorial en la presentación de la colección: “La colección de 16 volúmenes que desde mañana publicará EL DÍA fue presentada anoche en el Club La Prensa, donde su autor, el joven investigador tinerfeño José Gregorio González, defendió la idea de que los misterios del Archipiélago pueden atraer a un turismo alternativo, respetuoso con el medio […] recuperar para las nuevas generaciones los misterios que forman parte del acervo popular y abrir camino al turismo interesado en las cuestiones esotéricas son dos de los objetivos de la colección Canarias mágica” (El Día, 30 / V / 2003). El propio autor nos daba apuntes de cómo sacar partido a nuestra «identidad mágica»; y si la Arqueología o la Historia no son capaces de ofrecérnosla, ¡nos la inventamos!: “Los atractivos de nuestras islas vinculados con el misterio y lo insólito pueden ser un excelente y rentable reclamo para la industria turística de Canarias […] Según González, elementos como los lugares con tradición mágica y brujeril, los templos que albergan reliquias u otros objetos con historias milagrosas, la arqueología aborigen […] o aquellos emplazamientos que muestran una simbología esotérica en su conformación o estructura, pueden dar pie a la creación de rutas o itinerarios mágicos a través de los cuales el turista puede conocer aspectos inusuales, que despiertan el interés del público en general, como se ha demostrado en Galicia o Cataluña” (El Día, 15 y 16 / V / 2003). Insistimos, el problema es que los canarios y, como vemos los futuros consumidores de un «turismo mágico» en las Islas, se queden con una versión grotesca de nuestro pasado, que no se basa en argumentos científicos —como que somos parte de la Atlántida, que tener cultos astrales implicaba una cultura enormemente misteriosa, o que somos medio-egipcios, medio-fenicios o medio-lo que sea—. Se proponen aspectos de la Historia como si constituyeran interrogantes no solucionados por el conocimiento científico —lo cual no es cierto en el 90% de los casos—, con lo que se transmite la idea de que nuestra Historia es un conjunto de misterios sin resolver, y se acaba tergiversando el pasado. CONCLUSIONES El pasado no tiene más misterios que los que nos creamos en el presente a partir de su desconocimiento. Ingenuidad, en el mejor de los casos, en otros un cierto interés, y en otros casos ese misterio de la historia se funda a partir de mucha «caradura». La sistemática utilización de la Arqueología en toda clase de discursos pseudocientíficos tiene también ridículos ejemplos de una intromisión grave en la socialización de nuestra prehistoria. Libros y audiovisuales de amplia difusión, gracias al soporte mediático, pretenden enigmatizar al guanche proponiendo una «historia alternativa» mediante la tergiversación, ciertamente mágica, de aspectos aislados de su cultura. La estrategia es aquí imprimir un carácter enigmático a manifestaciones que, supuestamente, los arqueólogos no hemos sido capaces de explicar —falso—, convirtiendo nuestro pasado en una suerte de Expediente X: unos enigmas sin resolver. Frente a nuestro deber de socializar el conocimiento acerca de nuestra prehistoria, nos está ganando la batalla la profunda mercantilización de nuestro pasado derivada de un uso acientífico, sobre todo lo referido al mundo aborigen, más vinculado a la deformación identitaria y, como aquí nos centramos, a la creación de una mercadotecnia que desprovee de contenido a nuestros signos históricos y a su pretendida enigmatización.El guanche contemporáneo… 251 El guanche, asumido en su categoría genérica como el primitivo habitante de las Islas, supone ciertamente siempre una construcción contemporánea: lo fue para quienes primero trataron de acercarse a él a través de sus restos óseos y evidencias de su mundo, pero también para quienes hacemos gala de participar en esto que llamamos «hacer Historia». Lo es, en definitiva, para todos, porque su uso sigue siendo actual. Ahora bien, eso no significa que la realidad objetiva que lo configura como entidad histórica sea maleable a nuestro antojo, ni que, en efecto, neguemos que la realidad que nosotros aprehendemos científicamente se acerca más a la que se deriva de otros discursos, porque poseemos objetivos, medios y argumentos para así certificarlo. El problema es cuando estos nuevos contenidos en torno a nuestro pasado se presentan como históricos y, en consecuencia, acaban por convertirse en la historia que es consumida por la sociedad canaria; y este es el camino que con frecuencia está asumiendo un patrimonio cuyos valores están siendo objeto mercantil más que de conocimiento. En consecuencia, no dudamos en que la enorme popularidad que muestra la recepción de estos «usos» por los canarios pone de relieve nuestra incapacidad para transmitir conocimiento histórico, para socializarlo. La empresa, por tanto, es ardua mientras no seamos capaces de convencer sobre la superioridad de la ciencia con respecto a otro tipo de usos de nuestra historia. Para ello, necesitamos antes convencernos a nosotros mismos del principal propósito de nuestra disciplina, el pedagógico. Nuestro oficio como historiadores no supone exclusivamente la producción de conocimiento sino, fundamentalmente, su socialización ya que si sin esta no existe aquella.XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana 252 BIBLIOGRAFÍA ABAD, Ángeles: La identidad canaria en el arte, Zamudio: Centro de la Cultura Popular Canaria, 2001. BALLART, Josep: El patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso, Barcelona: Ariel, 1997. 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I, Ponencias, La Laguna: Universidad de La Laguna, 2006, pp. 321-346.El guanche contemporáneo… 253 — “El uso de lo indígena y de iconos arqueológicos como referentes de identidad y prestigio en la sociedad canaria actual”, En A. de Bethencourt Massieu (ed.): Lecturas de historia de Canarias 2006, Tenerife: Academia Canaria de la Historia, 2008, pp. 47-86. RUIZ ZAPATERO, Gonzalo: “Arqueología y discurso político: el pasado como arma”, Arqritica, 8, 1994, pp. 12-13. — “La divulgación del pasado. Arqueólogos y periodistas: una relación posible”, Boletín del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, 17, 1996, pp. 96-99. — “Arqueología e Identidad: la construcción de referentes de prestigio en la sociedad contemporánea”, ArqueoWeb, 4 (1), mayo 2002. 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Para Peirce, el «signo» “es una cosa que está en el sitio de otra cosa”; es decir, la representa, mientras que el «símbolo» es un signo pero cuya relación con lo que representa es meramente convencional y, por tanto, arbitraria (cit. en Ballart, 1997: 85). El patrimonio histórico, ciertamente, debiera estar formado por signos que representen el pasado del cual emanan aunque, como sabemos, no siempre resulta así y, tal y como lo definió Iniesta aún sin tener en cuenta esta distinción semiótica, el patrimonio supone la síntesis simbólica de los valores identitarios de una sociedad que los reconoce como propios (cit. en Santana Talavera, 1998: 1). 2 Destacan las series de M. Millares, Aborigen, Pictografías Canarias y Arpilleras, donde hace uso de simbología prehispánica inspirada en la decoración de cerámicas y pintaderas aborígenes. Mientras que en las esculturas de Chirino dominan los círculos concéntricos, los meandriformes y la espiral, siguiendo la iconografía del arte rupestre palmero. 3 Recientemente asumido por el presidente de Coalición Canaria, el Manifiesto de Canarias se concibió como la formulación de un conjunto de principios para la “toma de conciencia de nuestra realidad” y sus primeros artículos dicen: 1º) La pintadera y la grafía canarias son símbolos representativos de nuestra identidad. Afirmamos que han sido un estímulo permanente para el arte canario. Reclamamos la legitimidad del origen autóctono de nuestra cultura. 2º) Nunca podrá ser destruida la huella de nuestros orígenes. Ni la conquista, ni la colonización, ni el centralismo, han logrado borrar la certidumbre de esta cultura viva. No negamos los lazos que nos unen a los pueblos de España, pero reivindicamos nuestra propia personalidad. 3º) En el proceso histórico, hemos asimilado aquellos elementos que han servido para conformar nuestra peculiaridad, y rechazado los que no se acomodaron a ella. Nuestra universalidad se fundamenta en nuestro primitivismo. … 4 Existe una versión «literaria» de la serie Planeta Encantado en seis entregas (2003-2004). Para conocer el fascinante mundo de J. J. Benítez y cómo se desmontan sus tesis desde una pequeña dosis de rigor, ver el blog de Luis Alfonso Gámez, http://magonia.blogspot.com/. En esta lucha contra la manipulación de la Historia y la Arqueología, recomendamos también http://digital.el-esceptico.org/. 5 En las publicaciones pseudocientíficas que nos ocupan siempre se emplea el genérico «guanches» para aludir a todas las sociedades de las Islas, y también se hace extensivo a todo el archipiélago lo que es exclusivo de una o varias islas, como sucede con los ídolos. Son claros síntomas de un reduccionismo que convierte nuestra Prehistoria en un asunto superficial y despojado de la complejidad que la Arqueología trata de revelar. 6 Uno de nosotros ha definido en otro lugar al «movimiento zanatista» como “la corriente ideológica promovida por arqueólogos, historiadores y otros investigadores canarios que defiende la interpretación de la prehistoria o protohistoria de las Islas en el marco de referencia de las «altas culturas» del ámbito mediterráneo, mundo feno-púnico y romano. El epíteto «zanatista» alude al objeto símbolo de esa hipótesis que trata de revisar tanto los esquemas tradicionales como los académicos modernos en torno a la prehistoria canaria: la denominada piedra zanata, piedra angular del movimiento. El proselitismo que lleva implícita la hipótesis difusionista sobre la que se sustenta el movimiento zanatista ha conseguido, con el amparo de la política de búsqueda de identidades ficticias del nacionalismo conservador canario, la plena integración de lo fenicio en las nuevas imágenes que los canarios han asumido sobre su propio pasado” (Baucells, 2005: 77). 7 Pueden seguirse los detalles del documento y su contextualización en Baucells, 2004. |
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