LA POLEMICA ANTIFEI JONIANA EN CANARIAS
(Un contradictor isleño del P. Feijoo)
Los escritos del P. Feijoo suscitaron en su tiempo un coro de ad-hesiones
y admiraciones tan universales como :u propio Teatro. Pero
levantaron también, como es sabido, un eco crítico adverso no menos
clamoroso, que vendría a hacer, con su contrapunto, completo honar
al título íntegro de su principal obra.
Valdría la pena que se realizase el estudio sistematizado de la po-lémica
antifeijoniana, porque este trabajo nos ofrecería, casi sin mác,
una imagen acabada del estado de los saberes y el pensamiento tradi-ciuiini1c-
-b u2c- i1a- cpucrz, en Espaca y en buena parte de Europa.
Aislada e individualmente, es cierto que esa tarea se ha hecho en
parte, al ir analizando no pocos especialistas las ideas del benedictino
acerca de las ciencias de su respectivo conocimiento y contraponerlas
frente a no pocas «verdades» hasta entonces vigentes en cada uno de
los campos examinados l.
Puede decirse que la beligerancia otorgada por Feijoo a contradic-tores
como don Salvador José Mañer o el P. Soto Marne ha conferido
a ambos escritores, aunque desiguales, sendos puestos en la historia dc
la «literatura didáctica» española de su tiempo, en la que, sin su
vinculación feijoniana, difícilmente habría perdurado el eco de sus
nombres. «Otro linaje de censores, más dignos de compasión que de
enojo.. . , pobres incapaces condenados a ignorancia de por vida, cabe-zas
de cal y canto, celebros amasados por el error, calloso por todas
partes el discurso, para quienes toda novedad es mentira, toda vejez
axioma», no mereciercn siquiera de Fr. Benito el honor de la men-ción
nominal y se hundieron, con el silencio de éste, en el olvido '.
1. Desde Las ideas bioldgicas del P. Feijoo, del DR. MARAÑÓN(M adrid, 1931) hasta
<Feijoo y la Ciencia Histórica*, trabajo publicado en Studium Ovetense, IV, 1976, pá-ginas
75-113, por F. J. FERNANDECZ OKDEs, on numerosas las aportaciones relativas a los
saberes literarios, antropológicos y hasta ginecológicos del maestro ovetense. Corisi-dero
ocioso citarlas para un auditorio o unos lectores como los de las comunicaciones
del presente Coloquio. Una BibIigrafia fundamental de la Literatura Espaffola, siglo XVIII,
ha sido recientemente publicada (Madrid, 1976) por F. AGUILAR PI~AL, quien dedica
sus pp. 121-138 a la relativa al P. Feijoo.
2. Descontados incluso los efectos de la real voluntad de Fernando VI1 expresada
cii su famosa Orden de 23 de junio de 1750, que -estamos seguros- no agradaría,
A esa secreta nómina de contradictores desconocidos, en la que por
simpatía humana, emanada de su cándida ingenuidad, nos resistimos sin
embargo a arrojarle (impresionados por la dureza, no obstante justa,
de las transcritas imprecaciones feijonianas), pertenece sin duda por
mérito propio el personaje cuya presentación queremos hacer.
Se trata de fray Manuel Fernández Sidrón (Cidrón más probable-mente,
escrito y difundido su apellido según la fonética canaria), lector
de Prima de Teología por los años de 1716 en el convento francis-cano
de San Miguel de las Victorias de la ciudad de La Laguna, quien
en 1735 era ya el jubilado más antiguo de tal condición en su Pro-vincia
a más de Examinador Sinodal del Obispado de Canarias y Re-gente
de estudios en el Real convento de la Concepción en Santa Cruz
de La Palma 3.
Nuestro hombre debió de nacer, al parecer, en La Orotava, en
1669 -«Fenecido hoi dia 30 de enero de el año de 1747 y de mi 0
D
edad 78 no cumplidos», consigna en uno de sus escritos- y sabemos E
que murió en 1747 o 1748, dentro del. tr.i enio del provincial Fr. Juan On-
SEArez de @intana, yUc rigiS prw+;nc;a de San DiFgo de Canarias =m
entre 1745 y 1748 4.
O
E
La obra del P. Sidrón que interesa a nuestro objeto lleva el título E
2
E de Carta Apologética en que se defienden las cartas proféticas de San =
Francisco de Paula, Patuiarcha Ynclito de los PP. Minimos, las profecias 3
de San Malaquias, Arzobispo Armachano, Primado de Hibernia y los --
oráculos de las Sihilas. Contra el rentir y opinión del M. R. P. Maestro 0m
E General Fray Benito Gerónimo Fezjoo, Abad y Monge benedictino. Está
O
dedicada al señor 9n. Francisco de Astigarraga Loynaz, Coronel del Re-gimiento
de Cavalleria de la isla de Tenerife y Administrador General n
E de los Reales Estanques de las islas de Canaria5. Y se conserva, pro- a-
2
aunque halagase sus sentimientos, al espíritu abierto y liberal del P. Maestro: uQuie- n
1.2 S. NI. que tenga que presente el Consejo que quando el P. Maestro Feijoo ha me- o
iecido a S. M. tan noble declaración de lo que le agradan sus escritos, no debe haber
quien se atreva a impugnarlos y mucho menos que por su Consejo se permita im- 3
primir:os.» O
3. Estos datos de identidad constan en las portadas de sus obras manuscritas.
descritas por .A. MILLARES CARLO en su Ensayo de Lana bio-bibliografía de escritores
r~u:l~rxIeds e las Islas Canarias (siglos XVI , XVI I y XVI I I ) , Madrid, 1932, pp. 209-212.
De propia confesión de su autor en la que hemos de examinar seguidamente, se deduce
que eri e; mom,i~ de i-edacci;,i rei,i&iueve afios de i-e;ig;osa, de los
cuales dieciséis en ejercicio de cátedra en cuatro diferentes Escuelas.
4. FR. DIEGO DE IRCHAURBEY ALDAPE: Noticias sobre los Provinciales franciscanos
de Canarias, La Laguna, 1966, p. 109. Consta de esta noticia que el P. Sidrón era lam-bién
definidor de la Orden en la fecha de su muerte. Su nacimiento *ex oppido Ora-taba,,
lo consigna en su Bibliotheca Franciscana h i v e r s a , 1, Madrid, 1732, p. 329 b,
JCW DE SAN ANTONIO.
5. De la buena relación de este caballero con los franciscanos de Tenerife es mues-tra
la construcción que a su costa hizo en la huerta del convento de Santa Cruz, por
I - - -z..,. ~ T A , ,"A: 2.. ---- .-+ 2.. A L , , -:a- A- I-,.,.,. -,.- tn 2- ..-,.I.- .". aLLV3 I , - r i - l , 7 J , U+ 5Lall CaLLLIIyuL 7Ví2 IV U+ aIILIIu J 2:- va-ras
de profundidad (INCHAUREEY ALDAPE: ob. cit., p. 190).
Su dedicatoria ia justifica Sidrón en la voluntad expresada por el coronel Astiga-
cedente de la antigua «Biblioteca Provincial y del Instituto de Cana-rias
», cuyo sello lleva impreso, en la actual Bib!ioteca de la Universidad
de La Laguna bajo la signatura 83-1/5. Constituye un manuscrito en
folio de 69 útiles, escritos por ambas caras y, al parecer, autógrafos del
propio autor 6.
Al reverso del folio que sirve de portada a la obra figuran dos
poemas dedicados al autor, uno en castellano y otro en latín, que sólo
por su: directas alusiones a Feijoo creemos merece la pena reproducir
para esta ocasión:
A) «Dézinza con que un amigo favoreció al Autor
quien por agradecido la traslada a este papel»:
De Apolo la lyra abono,
pero no arrebata tanto
con su lyra y con su canto
como Sidrón con su tono.
Porque su discreto encono
diestramente ha rebatido
las cuerdas de un atrevido
que, vanamente grosero,
se le fijó ser primero
en lo que Sidrón lo ha sido.
y B) «Poeta quidam, cui Autor charissimus est,
eidenz Autori hoc Epigrallzma dicavit~:
Docte Sidron, nimium volitent tua scripta per astra,
dulcia melle magis, grata peripsa rosis.
Numine tu plenus praemultis diceris esse,
Feijoo licet atris morsibus ista negat.
Vive diu felix, tecumque caterva Minorum
doctrinaque tua munera magna legat.
En el Preludio a su escrito (párrafos 1 al 9 de los 239 numerados
en que está dividido su escrito y por cuyas cifras citaremos nuestras
referencias) expone el autor la razón de éste, que arranca de su estan-
&, 2fiu rnteri~r (173!), en 12 isla & Tez&=. YIrante e!u AA-bU llp&
a su conocimiento que «cierto Padre muy moderno y doctísimo havía
dado a la luz pública unos libros con singulares novedades sobre cosas
rraga, una vez conocido el texto de la Carta, de que ésta viera la luz pública. Lo que,
pese a haber sido enviada a la imprenta (según consta el párrafo 103 del ms.), no cree-mos
llcgara a realizarse.
6, AgrUdercG a! prGfesor Sct;as:iin di: la pkcz Czbz!!ero, aiip;SUo cundisciijU:o mio
en la Universidad lagunera y hoy titular de su cátedra de Literatura, la obtención y
envio de una xerocopia del ms., afios ha examinado por mi, y que hoy me permite
redactar estas páginas.
antiquísimas, intentando desterrar del mundo y del entendimiento de
los hombres muchas opiniones que, unas tenían crédito sentado y otras,
aunque las permitían los hombres doctos con fastidio, los vulgares
assentían mucho a ellas». Especialmente -añade- atrajo su atención
el tratamiento de ciertos temas (los enunciados en el título del pre-sente
nanuscrito, desarrollados por Feijoo en el volumen 11 del Te(!-
tvo Critico, especialmente en su Discurso conyagrado a las «profecías
supuestas»), acerca de las cuales hxía tiempo tenía ya trabajada «algu-na
cosa» 7.
De aquella primera y rápida leciura de viajero, Fr. Manuel Sidrón
«quedó convensido de que no le convenció». Esta impresión se robus-teció
y amplió en e! sentido de que el nuevo escritor era «poco pia-doso
en la fe y muy preciado de phénix en las aromáticas provincias
del orbe literario*, al eccuchar en el propio Tenerife las opiniones de
acreditados teólogos y hombres respetados por su saber; mientras que
-dice- «sólo oí aficionados (a Feijoo) a un nuevo philosopho car-tesiano
y algunos caballeros mozos, de los que se precian de raciona-les
e inteligentes y gastan más en combites que en actos de fe y ca-ridad,
aunque les sobra esperanza» '.
Abundando en tal apreciación, la censura o «parecer» que por aque-llos
días dio a la otra obra, ya mencionada, de Fr. Manuel su hermano
en religión P. Francisco Martínez de las Llagas (custodio de la Provin-cia,
examinador y comisario inquisitoriai por el partido de Taoro), afir-maba:
«Corren ahora en estos tiempos muy válidos el Theatro Crítico
de el P. Feijoo, benedictino, de quien en los estrados se aprenden
nuevas fábulas y en los gavinetes nuevo estilo de hablar los critico-nes.
(Y) los papelillos burlescos de Torres, que son el tamboril hasta
de los circunspectos, como el que sale en las fiestas para juntar rnu-chachosv
'.
7. En efecto, la otra obra conservada de FK. IVAXLEFLE RXINDESZI DK~sNe titula
Contextos y discursos sobre la gran profecía que cerca de la religión de los crucife-ros,
la ziltima que se ha de fundar en Yglesia, hizo S. Francisco de Paula, ynclito Pa-rriarca
de la Sagrada religión de los PP. Mínimos. Está fechada en Tenerife en 1716,
c~rregida y aumentada por su autor doce años despu6s y revisada en 1747, vísperas
casi ya de su muerte.
Estos escritos de nuestro autor vienen asi c c n~i~n a d oesn los sig~ientesr epertcrios
bibliográficos: JUAN DE SAK AXTONIO (ob. cit., cfr. nota 4): <<Opus egregium exaravit
hispanico idiomate, nempe: Expositionem episto!arum S. Francisci de Paula ad Petrum
de Limena. Est opus eruditissimus quod penes se habuit autor anno 1728 et inscribi
potest Expositio Apocalysis; fere enim librum integrum Apocalysis interpretatur*. (Co-municación
que agradezco al P. Juan Meseguer, OFM.) J. VIERA Y CUVIJO: Biblioteca
de los Autores Canarios, apud Noticias de la Historia General de las Islas de Canaria,
tomo IV, Madrid, 1783, p. 542. «Compuso un tomo Sobre los contextos de las Profecías
de San Francisco de Paula. Otro sobre que El Príncipe de Asturias seria Rey de Es-paña
y Emperador.
8. Particularmente irritó a Sidrón ei dilema que, llevado por su entusiasn~o mcia
la obra objeto de su censura, había colocado al frente del volumen en cuestión el
Reintegrado nuestro franciscano a su convento de La Palma, co-menzaron
a arribar pocos meses después a la pequeña isla las obras de
Feijoo, {(remitidas a ella -afirma- (quizá para cantaletearme, según
tengo noticiaj por un cierto caballero Criticón de Tenerife que quiere
apoctar en lo satyrico con Juvenal, en lo poético con Quevedo y en
lo engaiioso con Theodisco ... Este las dirigió a un Bonete, ingenio de
esta isla, no de los de borla, sino de los de burla, porque de todo
se ríe y sobre todos quiere nadar; porque intenta hazerse de corcha,
haviéndolo hecho Dios zerne».
¿Quiénes serían ambos personajes? La pintura del primero parece
convenir exactamente, según sugerencia que me hace mi amigo el Ar-chivero
canario Joaquín Blanco Montesdeoca, a la persona de don
Cristóbal del Hoyo Solórzano, marqués de la villa de San Andrés y
vizconde de Buen Pnso. Nacido er? Tazacorte (La Palma) en 1677 v
radicado en Icod (Tenerife) luego de haber viaiado por Francia, Ho-landa,
Inglaterra, en diciembre de 1732 se evadiría de la prisión de
Paso Alto, a la que le llevara uno de sus muchos affaires que, al
decir de Viera y Clavijo, coíanse en nuestras Islas como los de un
hombre extraordinario de otro siglo muy remoto» y cuvos chistes e
historias lo presentaban ante el vulgo como «un segundo marqués de
Villena». Sobresal.iente -añade el citado autor- «en lo salado de la
sátira y género jocoso:,, Millares Torres le considera «el Quevedo de
las Canarias»; afirmaciones unas y otras que, como puede comprobarse,
coinciden con la descripción que nuestro. franciscano hace- de su in-nombrado
adversario lo.
De la afición del marqués-vizconde a la obra feijoniana son testi-monio
la.: citas del P. maestro inscrtas en su Carta ... responcli~ndo a
un amigo suyo lo que siente en la Corte de Madrid".
P. José Navajas, trinitario examinador sinodal del Arzobispado de Toledo: el cual, al-zándose
contra cualquier impugnación, efectiva o posible -de las cuales hasta enton-ces,
declaraba, *ninguna habia llegado al pelo de la cogulla al autors-, de su admi-rado
Feijoo, increpaba en abstracto a quien se sintiese irritado por las tesis de éste:
.O te tienes por de los buenos o por de los malos. Si por de los buenos, ¿por qué
te quejas, si aquí no se habla contigo? Si por de los malos, ¿.por qué' no te quejas
de ti proprio?~
Digamos de pasada que la retórica y convencional «Aprobación* del P. n'avajas con-cluía
con laudatoria hipérbole que en el libro por él examinado sólo una palabra habia
encontrado digna ae tachar y sustituir? ia misma que apreciaran las Musas en los
Epigramas de .Marcial: Finis,. a cambiar por Phoeniz. Jugando con las imágenes y muy
al contrario, estima nuestro impugnador canario que las obras de Feijoo -<este Arte
de no creer- debieran ser pasadas, mejor que por el P. Navajas, por la rueda de
Santa Catalina (párr. 107).
9. Sidrón copia este párrafo en el ms. que estamos examinando. Adviértaie en él
la alusibn naturalmente a Torres Villarroel.
10. J. DE VIERAY CLAVUON: oticias d e la Historia General de las Islas de Canaria,
tomo IV, Madrid, 1783, pp. 555-558. A. MILLAREST ORRES:B iografias d e Canarios ilus-
+U"'- ..-,, t. !, Las Palnxs, 1878, p. 127. J. B. L ~ ~ m zv oK o-xfecz: ,*,'=:as I;iogrdfica; Ur
palmeros distinguidos, t. 1, Santa Cruz de La Palma, 1901.
11. <Dado a luz por el M. R. Fr. Gonzalo González de San Gonzalo, Lector jubilado
En cuanto al clérigo palmero a quien el caballero remitiera las
obras del benedictino (para «cz.ntaletear» al buen Sidrón según éste),
bien pudiera ser un tal fray Juan de Leyva a quien aquél, dice Vierd,
«llamó siempre mi P. Lector ... (y quien) con título de Lector de
Artes, le enseñaba a iugar a la Pechigonga» ''. Aunque el apelativo de
bonete, sinónimo, a lo que creemos, de clérigo secular, que le adjudica
Sidrón, no se compadece con el título de Fray con que se le designa.
En la alusión a tipos semejantes y al entorno que les rodeaba
-círculos o salonec de iniciados, poco menos que ritualmente, en las
«novedades» procedentes de la Península o, directamente, de «la Euro-pa
», transmitidas conio secretos :esoros o exhibidas con suficiencia
poco menos que revolucionaria y epatante por sus recipiendarios- ra-dica
sin duda uno de los aspectos de mayor interés documental de nues-tro
escrito.
Refiriéndose, por ejemplo, a la entusiasta aceptación de los libros
de Feijoo en el Archipiélago, Fr. Manuel consigna con cierto des-precio
que se da sobre todo entre gente «de capa y espada, poco no-ticiosos
de iibros, de chistosos o de OS que buscan nuevas modas en
el idioma, como lo buscan en el traje» 13.
Volviendo de nuevo a su «bonete» -sobre quien centrará, dezpués
de sobre el benedictino la mayor parte de sus invectivas y sarcasmos-,
Sidrón relata cómo a lo largo de los nueve años que vive retirado en
La Palma, aquél le había instado mu17 reiteradas veces que le dejase
leer el alegato que sabía tenía redactado en defensa e interpretación de
las profecías de su Padre fundador; petición a la que siempre :e había
resistido con diversas excusas '*.
Ahora, con ocasión de la llegada a la isla del segundo volumen del
Teatro Critico, su interlocutor le había visitado con la misma preten-sión,
haciéndole de paso una pintura de la nueva obra «tan agigantada
como el cerro o risco de la Concepción que teníanos enfrente». Al
leerla por su parte, el francixano creyó encontrar la clave de tan des-
? P. más antiguo en la Provincia de San Joseph en el reino del Perú,, (s. 1. n. a., ejem-plar
en B. N. Madrid, sign. R-34269). Reiteradas citas de Feijoo en el Prólogo, epístola
dedicatoria, pp. 52. 90, etc., de esta obra.
3 -
,L. LO¿. cit.
13. *Ya se ha pegado a uno tanto el sistema -la palabra sisteina- que, no ha-viéndose!^
oydo jamás en muchas y largas conversaciones, ahora todo es sistema?, g
hasta a las conclusiones y opiniones de una misma Escuela llama sisienms porque lo
usa mucho el nuevo Theatron (párr. 11).
14. Entre otras, su voluntad de no hacerlo público por contener ciertas noticias
poco favorables a algunos reinos y congregaciones religiosas (párr. 3.0). Aunque sin
negar que parcialmente lo hubieran visto personas especialmente calificadas, como el
obispo de Canarias, don Félix Bernuy, y declarar mucho más adelante !párf. 115) que
c1 p;;ncipa! de ;U re;isteí;cia cn:regárselo peticiona;iu kLabIa la ter.
teza de que el referido presbítero le saldría con objecioncs sofisticas a las que no es-taba
dispuesto a perder el tiempo en refutar.
medida admiración: no era el P. Feijoo quien se le transparentaba en
sus propias páginas, sino «el ingenio palmense», su aficionado, retratn-do
en ellas tan a lo vivo «que más que símil parecía original*: «la mis-ma
jactancia, las mismas sátyras, las mismas sentencias.. . Tan trans-formado
en él que si hubiera muerto nuestro presbítero y no professa-ra
yo la philosophh dxistiana, afirmara con Pithágoras que toda su
alma havía transmigrado en el M. R. Feijoo. No se enamoró nuestro
clérigo de el Padre: enamorose, como Narcisso, de sí mismo, porque se
vio retratado en las inquietas aguas de sus ideas, genio y admirable
satisfazión. Por eso le pareció águila, porque su mersed se tiene por
tal» 15.
Centrándose ya en la personalidad del escritor que ha de ser ob-jeto
de su contradicción, Sidrón reconoce anticipadamente en él «algo
que admirar y mucho que notar». Lo primero, su erudición, su vasto
conocimiento de libro?, autores y opiniones, «su mucho allegar de
cuentos y chistes»; aunque de éstos, arguye, están las bibliotecas, aun
!as de !as is!as, coli-iiadas "j. Lo yüe de notar, aparte los temas y ~ hean
de ser objeto de su específico análisis, es en general el meno:precio c,
escaso entusiasmo que en el benedictino encuentra hacia maestros con-sagrados
como San Agustín o San Alberto Magno, hacia Aristóteles o
hacia el P. Niehrenberg, de quien nuestro autor se muestra, por el
contrario, ferviente admirador. La displicencia que hacia ello? atribuye
al P. Abad le dicta una primera imprecación, de las muchas de que
estará esmaltado su discurso (para deleite, aunque no estético ni cien-tífico,
de modernos lectores): « ¡Feliz España y venturoso Oviedo, que
iluminas el mundo con un sol en cuya comparación son sombra? las
mayores lumbreras de la Igle~ia»!.
Desarróllanse tras este Preludio las Crisis de1 Prólogo y Discursos
l.", 2." y 4." de este volumen 11 del Teatro Critico 17. Palabra aquella,
«Crisis», que el franciscano e m p h deliberadamente como reflejo del
título a analizar, pero desmitificándola (como 1 si1 vez dirían muchos
hoy), despojándola previamente, mediante simple definición IRd, el <(e:-
truendo» y deslumbramiento que su novedad ~ueda causar en el sen-cillo
lector
15. Párrafo 5.0. Aquí sería también curioso identificar a *un polluelo que, criado
bajo las alas de esta águila, ya apuesta a remontarse tanto que será un grande a ~ i -
lucho, engerto en los atrevimientos de un grifo*.
16. Párrafo 5.0. Si bien en otra ocasión (phrr. 131) califica a las de la Palma como
.de quartillox y la mejor sólo ade quarto*. Para consultar la Crónica del P. Montoya,
dice, ha debido escribir a Tenerife, donde se encuentra en la librería del señor Mar-qu6.
s" de Celada. L/. Son los íiiuiados «Guerras Íiiosóficasx, Gisroria Natural> y Zrofecias supues-tas.,
respectivamente.
18. ~Juizio entre dos, sentencia; o la facultad o acto de hazer juizio de dos obras
agenas.*
Sencillez, esta es una condición de la que el propio Sidrón pretende
despojarse repetidas veces, acusando sin duda las imputaciones en tal
sentido de que seguramente fuera objeto por sus conocedores: «Me
quieren notar de demasiado sencilIo, en el sentido que el vulgo usurpa
esta voz; y en esto pierde mucho mi persona para los que no me han
tratado», escribe celoso de su buena fama lg.
Y, en efecto, un iewita coetáneo, el P. Matías-Pedro Sánchez Rer-nalt,
antiguo rector del Colegio qiie la Compañía poseía en La Orotava,
escribió de él: «Las tragaderas de nuestro autor me admiran. Conóz-coIe
bien; tiene una bella alma, pero imagina con demasiada viveza» ' O .
NO seguiremos, por supuesto, la rinuciosa y dilatada crítica a que
sl P. Sidrón somete a cada uno de los «Discursos» controvertidos.
¿Cómo afrontar de nuevo la discusión de sus viejos temas, cuya rec-tificación
fue precisamente el objeto de la obra feijoniana y a cuya dc-fensa
concurría en general el fraile isleño con las embotadas armas
de su erudición escolástica y, como argumento supremo, con e1 indis-cutii.
Jp de la autnricl_ad consagrada 0 4 de la fe?
No, no es el fondo de una polémica de época lo que aquí nos
intereca, sino, por el contrario, aunque pueda parecer momentánea-mente
superficial, su forma: el modo y el tono con que en algunos
sectores -no ciertamente los más inteligentes ni los mejor formados-fue
recibida la «revo!ución» feijoniana. Y en este sentido, cómo los
esabruptos y salidas de tono, ias frases hechas y fórmulas coloquia-les
2', las observaciones humorísticas o sarcásticas del P. mínimo, nos
ilustran al respecto más que su bagaje intelectual de Santos Padres,
autores clásicos y modernos, teólogos, filósofos e historiadores esgri-midos.
Del mismo modo, son los argumentos per:onalizados, casi testimo-niales,
«experimentales» de nuestro autor, los que nos interesan, mu-cho
más que ninguna otra argumentación libresca o doctrinal de su
cosecha.
Así, la contradición del postulado de Feijoo -que, naturalmente
hemos de entender en el sentido de las palabras en su momento y en
tu pla~iteartiiiento de que <<en riinguíia parte de 12 tierra hay pigmeos> 22
19. Párrafo 12
20. En su Semi-historia de Ins fundaciones ... qrie tiene la Compañia de Jesús en las
Idas Canarias, ms. que se conserva en la Biblioteca del British Museum (sign. Add..
25090),.. fol. 1%. (.C fr-. E. BEXITOR UANO«: bIanuscritos canarios del Museo Británico,,.
Anuario Esrs. Atlánticos, 1, 1955, pp. 561-565.)
21. Muy interesantes en s í mismas desde el punto de vista lingüiscico, tanto local
como del español en general de la época.
22. c... ni ojancos, ni hyppogryphos, ni hombres con cabezas caninas, ni otros con
los ojos en el pecho. ni aquellos de pies tan gande que con él hazen sombra a todo el
cucrpo, u otras monstruosidades semejantes..
la basa Fr. Manuel Fernández en la presencia de enanos, bien atesti-guada
en la Corte española, ya a través de su admirado P. Njehrenberg,
ya, más cercanamente, del caballero don Cristóbal Valcárcel, i la sazón
habitante en Tenerife y allí bien conocido y acreditado 23.
Pero, para remachar la contundencia de su aserto, nuestro autor
añade aún otro argumento que le parece aún más fiable: «Yo guardo
-dice- un tratadico manuscripto de una gran sierva de Dios, cuya
beatificación se promueve con calor y está muy al caer, y ésta dize
en él, hablando de la Asia: Y más adelante hui otros homhres tan pig-meos
que su mayor estatura no passa de media vara». Y «cinocépha-los,
esto es, hombres que tienen la cara a la forma de perros, y los de
pie tan grande que con él se cubren y se defienden de las inclemenci~s
del tiempo, también afirma la dicha Venerable muger que los hai. Los
primeros en la Africa, hazia la región troglodita, y los segundos en la
Asia, cerca del río Ganges, en el monte Moas. Y así, por ojancos en-tiende
hombres que tienen un ojo medio donde se juntan las cejas, a
quienes esta grande sierva de Dios llama moizóculos, también los halló
en Ia Africa, hazia la dicha región troglodita» 24.
Más que lo extraordinario de la afirmación, aunque no presentada
esta vez, desde luego, como de autoridad infalible, nos interesa una
vez más en este caso la identidad de la venerable informadora y el
rastro del escrito cuyo posible original guardaba, según propio testi-monio,
el P. Sidrón. También por sugerencia de Blanco Montesdeoca
nos inclinamos a pensar en la famosa Sor Catalina de San Mateo, mon-ja
del convento de Santa Clara de Las Palmas, cuyas conversacionrs
con un «Ecce Horno». sus taumatúrgicos viajes a tierras extrañas y
maravillosas y su muerte en olor de santidad estarían por esta época
de actualidad en todo el Archipiélago 25.
23. Párrafo 28.
24. Párrafos 30 y 31.
25. Viera y Clavijo la imagina humorísticamente instalada- en la octava g fabulosa
1.a canaria:
e .. Sobre un &pea de hinojos y poleo,
descansando del sol que la acalora,
a Catalina vi de San Mateo,
allá en San Borondón predicadora..
Y explica: «La crónica del P. prior Tapia habla seriamente de estas transmigraciones
dc. la Sierva de Dios a San Borondón y de sus apostólicas predicaciones en aquella
isla imaginaria. El biógrafo es digno de sucederle en el empleo,, (Los Vasconatitas.
octava 30 del Canto 3.O, en el vol. 1 de las obras de Viera y Clavijo copiadas por el
doctor don Juan de Padilla, obrante manuscrita en el Museo Canario de Las Palmas.
Transmisión que agradezco una vez más al investigador J. Blanco Montesdeoca).
Fr. Lorenzo Tapia, franciscano lagmero, Lector jubilado y cronista de su provincia
de San Diego. fallecido en 1768 (VIERAY CLAVUON: oticias ..., t. IV, pág. 575), fue autor
de una Vida de Sor Catalina que Millares Carlo (Bio-bibliografía ..., pp. 494-495) apuyita
pudiera ser la titulada Breue compendio y cierta relación de la admirable y pasmosu
vida de la Benerable sierva de Dios Cathalina de San Matheo de la Concepción: maiius-crito
del que, en tal caso, seria sólo copista un José Ventura Reyes que figura al
frente del mismo.
313
Del misxo modo, a la refutación por Feijoo de la creencia de que
hay en Irlanda un lago donde al introducir hasta su fondo un palo,
esta parte del mismo se convierte en hierro y la que cubre el agua en
piedra, responde por sí mismo nuestro autor: «No Jo passe tam a en-gullo~
por su garganta ni tan por alto de su general aduana: que,
menos la parte que se convierte en hierro por penetrar la tierra, !o
demás me dio por noticia maravillosa un hombre muv de bien, de
verdad e inteligencia, que viajó mucha parte de la América, y me dixo
haver encontrado un río que casi tenía la misma virtud» 26.
Por último, en este orden de cosas, citaremos el alegato en de-fensa
de la existencia del unicornio y del valor curativo de su asta,
que textualmente abona el frailecico así: «Lo que yo por experiencia
diré es que a una casa familiar mía se remitió de la América un pe-dassillo
de hasta, t1 afio 1731, diziendo ser de iinicornio, del tamaño
de quatro o cinco dedos de largo, sin espiras; y era lo último de la
punta. Asegurando que su valor era el mismo que el del oro. Llegó a
noticia de cierto eclesiástico que padece una suspensión como de gota
coral; pidiolo por remedio cordial y tomando algunos polvos y be-biendo
agua en que se havía hervido, aseguró haverle sido útil, y dis-minuyó
lo que pudo para quedarse con parte. Si el dicho de pacien-tes
de verdad (como lo era &te) no nos ha de hazer fe, recurramos
sólo a las revelaciones de Dios; porque tampoco me desengaña el ra-ciocinio
de el M. R. Feijoo» 27.
Llegamos así a la crítica o Crisis del «Discurso» feijoniano sobre
las Pvofecias supuestas, que comienza destruyendo la creencia en la
existencia y funcih de las Sibilas. La afirmación de éstas la hace Fray
Manuel a lo largo de mce párrafos de su Carta, que componen ur!
pequeño y, por supuesto, muy sui gerzeuis tratado sobre la materia.
Destaquemos en él -único aspecto de su valor po!érnico que interesa
a nuestro objeto- la especial y singular veneración que inspira a
nuestro franciscano, según propia confe~ión, la sibila Eritrea, tanto por
sus muchos y espectscdares oráculos, como porque «fue española (na-tural
de Crídiz, antigua isla de Erithia), y quizá por esso a ésta mRs
que a otra inspirrj o reveló Dios las glorias y exaltaciones de su Na-ción
Expañola» ".
26. Párrafo 33.
27. Párrafo 44.
28. El autor sustenta la teoría o hace observación del hecho de que Dios parece
mantener en la asignación de poderes sobrenaturales a sus elegidos un cierto criterio
geográfico o patriótico que hace especialmente afines a los asuntos de sus respectivos
países los hechos milagrosos que se derivan de aquellas facultades: así, las profecías
suelen versar sobre tema de sus propios reinos, nación, Grden. famiiia, etc., de los
profetas, lo que es de seiialar respecto a España, en los oráculos dc la sibila Eritrea
(párrafo 49).
Soslayaremos también el detalle de la argumentación en pro de la
autenticidad y validez de las llamadas profecías de San Malaquías, las
cuales desmonta Feijoo en los parágrafos VI y VI1 de su citado «Dis-curso
» y el P. Sidrón recompone y analiza con minuciosidad, en espe-cial
por lo que afectan a los reyes hispánicos. Establecida la validez in-controvertible
del don profético, nuestro hombre se adentra en el
laberinto exegético de los famosos textos, materia en la que no hemos
de seguirle por declararnos profanos en ella. Pero sí valdrá la pena
subrayar que de su patriótica interpretación se deriva -sin preten-sión,
no obstante, de gracia especial alguna ni arte de adivinación,
sino por deducción «racional» de hechos e indicios naturales -nada
menos que la próxima «conqui:ta de Jerusalén y el Imperio Univer-sal,
después de ganada Africa~,p or el rey de España, en vida de Felipe
V felizmente reinante. ;Hay quién dé más? 29.
Concluye al fin la larga y monologuística discusión de los «Discur-sos
» feiionianos con el siguiente juicio sobre el volumen entero y su
autor: «Conosco en el M. R. P. Maestro Benito Gerónimo Feijoo un
ingenio claro, erudito y no vulgar, mas lloro malogrado su talento en
tan odioro trabajo. He leydo todo su tomo 2," y no saco de él más uti-lidad
para las almas, para la Iglesia y para las repúblicas que el Dis-curso
contra las modas; y aun esse tan lleno de chistes, de yocosida-des
y cüentos, qUe más parece de Un pl;i!Ssvpho palaciegc yUe de un
29. Vaticinios y profecías eran el fuerte del. saber y la razón de la popularidad
del franciscano entre la población islefia de su tiempo. aunque semejante tarea pa-recía
muy ridícula a los ojos de las personas de juicio, e1 P. Cidrón era admirado
por el vulgo, que lo contaba a él mismo entre los Profetas (VIERA Y CLAVIJOIo,c I. cit.):.
La discusión y argumentación de estos temas ocupa una parte sustancial de la obra de
Sidrón. En ella hace repetidas referencias a escritos anteriores suyos en que dice haber
probado terminantemente todos estos extremos (el mismo Viera y Clavijo los consigna,
vid. supra, nota 7), sobre los que no quiere ahondar ahora, tanto *porque caresco dc
amanuense -lo que nos asegura el carácter autógrafo de su manuscrito-, y no kngo
salud ni edad para trabajar en escrivir., como por razones de alta prudencia política,
que le llevan a silenciar el contenido de cierta comunicación que le ha sido remiitda desde
Constantinopla y omite publicar «porque toca a la Francia,,: aunque todo ello lo time
*discurridow en sus papeles secretos (párrs. 66 y 67).
Fr. Sidrón compite en este punto con la interpretación del P. Antonio Vieira, autor,
entre tantas otras obras famosas en su tiempo, de una íiisioria do Fuiuru, a quien, iio
obstante, profesa entera veneración; el cual, portavoz de un usebastianismo,> derivado
de su condición lusitana, concluye a este respecto que, según San Malaquias, el cm-pcrador
universal profetizado ha de ser Rey de Portugal, mientras el canario sostiene
que de Castilla y León: «en todo lo demás vamos muy unidosn, confiesa éste. Y añade
con modestia: .¿Por ventura el Rmo. P. Viera (sic) y el lector jubilado Sidrón inten-taron
haccr profecías? De ninguna manera. Discurren, con hombres racionates; y si la
erraren, no por esso quedarán desacreditados entre hombres de razóno (párrs. 154 y 149).
Vale la pena, por último. transcribir aquí los términos en que nuestro autor ex
presa la opinión que le merece el maestro lusitano tan celebrado en su tiempo: *Un in-genio
más que humano y un discurso casi angélico ... En la inteligencia de las Sagra-das
Escrituras ..., un Gerónimo, en la Oratoria sir. símil, en la Theologia un rio, +c
la Historia un archivo, en las máximas, en las consultas y en la memoria un Seneca
v en todas materias un lynze,> (párr. 134).
theólogo rxoral y -de un monge contemplativo. Lo demás es asxmpto
deleitable para cortezanos y pisaverdes ociosos, o para murmuradores,
cuando entren en sus corrillos. Confiesso que menos mal y pernicioso
es que murmuren de los difuntos que acusen a los vivo:; mas anden
con un poco de tiento en hablar de los Santos >7 Héroes Venerables
y beneméritos» 30.
Todavía han de seguir otros dos folios escritos por ambas caras,
dirigidos específicamente al «ingenioso bonete» u «opo:itor palmense~
en términos de desprecio y mofa muy superiores a los empleados para
con su principal adversario.
Siete meses más tarde y sobre la base de una reciente lectura del
Arztitheatro Critico de don Salvador José Mañer (libro recién arribado
a la isla y de cuya larga retención para estudiarlo y relatarlo «de coro»
en las tertulias, el P. Sidrón acuza a su enconado enemigo local) 31,
nuestro autor redacta una primera Adición a su anterior escrito, tam-bién
dirigida al rival coterráneo, y acerca de un aspecto concreto de
su discusión con éste que no vale la pena desarrollar aquí.
Pero el 21 de noviembre de 1734 llega a manos de Fernández
Sidrón un nuevo volumen, e1 111, del Teatro Critico Universal. Otra
vez encuentra e1 franciscano materia necesitada de refutación, en los
argumentos con que Feijoo rechaza o pone en duda en su Prólogo !a
autenticidad de las cartas del fundador de los Mínimo:, singularmente
ia relativa a ia predicación y muerte de Savü~iaí-da32 . i a &a se
apresta nuestro bucn frsile con ánimo de menos renovado, que le lleva
a escribir -íbamos a decir que dc un tirón- quince largos folios y
medio de apretada caligrafía, impugnando hasta su último cimiento v
recoveco la construcción del P. Maestro.
30. Párrafo 90. Sidrón añade (párrafo 92) que cuadra como anillo al dedo a su con-trovertido
la siguiente estrofa con que Torres Villarreal ha retratado de forma an6nima
en su Almanaque para el año en curso a cierto personaje que, en su sentir, posee las
características exactas del para él ensoberbecido maestro:
<<Plácido. pues de docto blasonas,
Iiuélgome que a tus pálidas letras
máximos las descubran borrones
sátrapas que conocen tu idea,
Místicos te chamuscan la plana.
áulicos te bendicen :a prensa.
Guárdate, que los nítidos andan
rígidos tras tus propias cautelas..
31. Retención que habría de repetirse, sepún él, con la del t. 111 del Thentro Cri-tico,
para desesperación de su dueño y. por supuesto, de Fr. Manuel. Cabe suponer,
sobre esta base la condición de censor o examinador inquisitorial de libros en Santa
Cruz de la Palma que acaso reuniese el adversario de nuestro autor (párrs. 103 y 109).
Cuya cima, apostilla su encendido contradictor, nes como la nuestra de Telde, que lo
que cae en eiia no saie si iio es qUe lo iepüdia rl mar dc su capazidad y !u arroja s i
desprecio a las arenas..
32. El título del mismo es el siguiente: -Prólogo Apologético sobre Savonarola y la
autenticidad de la caria de San Frmcisco de Paulr >7 los cruciferos que gobernarán 4
mundo para siempre.,,
Previamente -e incidimos de nuevo en lo pintoresco y anecdó-tico-,
nuestro autor anuncia al comienzo de esta segunda parte de su
obra que, en adelante, no otorgará al docto ovetence los tratamientos
que hasta ahora le ha venido justamente adjudicando de «Muy Reve-rendo
Padre Maestro General y Abad». Y ello, acogiéndose al proce-der
de éste, que, por su parte, ha privado de toda titulación respe-tuosa
a San Alberto Magno, citándole sólo como Alberto, cosa que
le ha reprochado Mañer en su Alztiteatro y ya había hecho anterior-mente
por su parte el P. Sidrón 3" Respondiendo al primero, Feijoo
alegó en el «Discurso» XVIII de su Ilustración Apologética, que tal
«llaneza» no era sino «el tratamiento más respetuoso y noble de todos,
quando se habla de algún hombre eminente»; porque «sólo con decir
su nombre entiendan todos que se habla de él». Y así, basta con es-cribir
Alejandro para saber que se trata del Magno; y Agustín, Pablo,
Benito, Francisco o Ignacio, para evocar, sin más, a los respectivos
grandes Santos 34.
«Yo assiento a essa doctrina también -dice nuestro escritor-, mas
sólo para con Benito; que con esso doy a conocer al Orbe que a vista
de este Benito todos los Benitos se obscurecen y todos los San Benitos
se ilustran y no tienen nombre alguno». Por igual razón, declara, apli-cará
a su «opuesto censurador y crítico Palmario», con quien extrema
el desprecio, tan sólo, la siglo N. Y con Benito y N. seguirá dialo-gando
en adelante hasta el final de su tratado.
Los párrafos 160 a 223 los dedica Fr. Manuel a la Crisis de los
Discursos Payzanos (sic) o refutación de la hecha por Feijoo a la
Fdbula de las Batliecas y paises imagharios, «Discurso» IX del IVO t. de
su Teatro. Constituyen en su mayor parte un estudio del famoso tema
canario de la misteriosa «Isla de San Borondón». Y comoquiera que a
su historia he dedicado personalmente reiterada atención, alguna vez
sobre la base del presente manuscrito, pretendo se me dispense de
renovarla aquí, remitiendo de una vez por todas a los diversos trabajos
que he consagrado al asunto 35. Sólo añadiré, en relación con esta parte
sustancial del ms. de Sidrón, que al tema del famoso «árbol-fuentes
37. Pdrrafoc 4l y 1% En el primere de ésta, rfectiiarnen:~, e! P. is:eAu habia
reprochado al benedictino la ualtisima antonomasia'y la grande reverencia, con que
trataba al Emperador Otomano de Gran Señor y Soberano, no mereciéndole Felipe 11,
con ser cristiano y español, siquiera la cortesía de Señor, ni el B. Alberto Magno otro
tratamiento que el que pudiera darse a un gentil.
34. Nadie asentira en cambio, afiadia, que a don Salvador José Mañer baste llamarle
simplemente Salvador (FEIJOO: ob. cit., Madrid, 1723, p. 94).
35. Cfr. E. BENITO RUANO: .La. octava isla: San Borondón en Canarias,,, Bol. R. Soc.
Geográfica, t. LXXXVI (Madrid, 1950), pp. 286308; <La leyenda de San Brandánn, Rev.
dd Historia, t. XVII (Universidad de La. Laguna, 19511, pp. 35-50. y aN'iw.c sing!ad-.
ras por las Canarias fabulosasx, Homenaje a EIias Serra RáfoIs, t. 1 (Universidad de
La Laguna, 1970), muy especialmente las pp. 206-211.
de la isla del Hierro, brevemente aludido por Feijoo en este «Discur-si
», su impugnador añade, respaldando, por supuesto, la autenticidad
de aquél dentro de ciertas explicaciones racionales, las no menos ma-ravillosas
fuentes isleñas «de la m.jsica», «de los vasos», «del llanto
y de la risa» y el tema de los cuervos inteligentes canarios.
Al primero, el árbol del Hierro, dedica el franciscano siete largos
folios (párrafos 160 a 175) invocando la documentada existencia en
dicha isla hasta 1625 o 2629 de un gigantesco «til», cuyas hojas conden-saban
la humedad embiente y «destilaban» agua en cantidad tal que la
hacían aprovechable por los habitantes de los aIrededores.
No menos real y justificada naturalmente cería, según él, la deno-minada
«fuente de la música», asentada en una alta cueva del Teide
y en la que el viento silbaba por hendiduras y oquedades que la ha-cían
sonar con todos los registros de la voz humana; o aquella otra
rodeada de «ñames» cuyas anchas hojas permitían recoger el líquido
como si de recipientes «ah hoc» se tratase; y aun aquellas dos que,
ya por su forma evocadora de imágenes poco honestas, ya por la acidez
extrema de sus aguas, respectivamente, provocaban ia risa o el iianto
de quienes a ellas se acercaban a beber.
En cuanto a los cuervos sabios, no dejan de cer historietas más o
menos repetidas en otros medios, generalmente rurales, las que nuestro
autor refiere aplicadas a estas aves en las Islas.
Finalmente, con un nuevo «juizio particular sobre el juizio uni-versal
de Benito», Fr. Manuel cree concluir definitivamente su largo
alegato, al que pone punto el 28 de mayo de 1735 36. Resumiendo su
valoración del adversario, declara en él que salvo el «Discurso» sobre
las Modas (VI del t. 2." del Teatro, del que ya había emitido su favo-rable
parecer), sólo otros cuatro merecen su beneplácito de los volú-menes
que ha leído: el XI y el XII del t. 3." (Balanza de Astrea y
La ambición del solio) y el 1 y el 11 del 4." (La Virtud aparente y
Valov de la Nobleza). «Estos quatro discursos -declara paladinamen-te-
son quatro preciosas joyas, por concisos, discretos, sentenciosos,
eruditos, magistrales y vivazes. Buen grano; mas -jay!- sembrado
sobre piedras, las más duras de genio en el campo del Señor» y cuya
iectura no recompensa el escándalo que a tantos ha provocado la obra
conjunta de su autor 37.
¿Cuál sería la opinión que, a su vez, hubiera provocado en el be-nedictino
la lectura del mínimo isleño? Es fácil imaginar que lo habría
. .
36. Decimos cree. porque aún habría dr afiadii ücra Adiiidii di cinco pa8tnaS2
uno de los aspectos particulares tratados ya en párrafos prücederites.
37. Párrafos 224-225.
318
incluido en aquella caterva de cenrores suyos «más dignos de compa-sión
que de enojo» de la que, por inocente -«sencillo», pese a sí
mismo-, quisiéramos benigna, aunque dificultosamente, excluirle.
No es probable, de todos modos, que su escrito, inédito como
quedó, llegase a manos de Feijoo, ni siquiera noticia de su existencia,
ni aun de la de su autor. El hermano en religión de éste, Soto Marne,
no dio a luz su propia impugnación de la obra feijoniana, sino después
de la muerte del P. Sidrón 38 y tampoco le alude, probablemente por
ignorar de igual modo su escondida y modesta personalidad.
En cuanto a la correspondencia que el más arriba citado P. Sán-chez
Bernalt mantuvo con su admirado benedictino, precisamente en
torno a los aspectos canarios de la isla de San Brandán, es también
casi seguro que el jesuita no mencionara siquiera al franciscano a quien
en tan escaso aprecio intelectual parecía tener 39.
Por nuestra parte, hacemos una vez más abstracción del que nues-tro
personaje nos provoca en este aspecto y valoramos su testimonio
en cuanto elemento ilustrativo de un núcleo social, de formación, de
edad, de ambiente determinados, enclavados en un lugar y una época
concretos, que, como a historiadores atrajo ecpecialmente nuestra aten-ción
en la circunstancia del Centenario del nacimiento de Fr. Benito
Jerónimo Feijoo 40.
38. Reflexiones crítico-apologéticas contra el uTeatro Crítico», Madrid, 1748, 2 vols.
A Soto Marne se refiere Feijw cuando esmihe en 28 be mqo de !?4: -.A mi rne hcnran
e! rey y el papa, y ahora sale a plaza a deshonrarme un frayle francisco que, cumplien-do
con las obligaciones de su crianca, me llena de desvergüenzas> (M. B. G. DE LA
NOVAL: Cuatro cartas autógrafas del P. Feijoo al P. Martin Sarmiento, -Yermo», 11,
1964, p. 265). ¿Qué no habría dicho el benedictino de este otro minimo, de haber co-nocido
su impugnación y sus argumentos?
39. Cfr. el t. IX de Adiciones y Correcciones al Theatro Critico, Madrid, 1740, pá-ginas
133-134, donde Feijoo agradece a su corresponsal, sin nombrarle, sus noticias.
Y en mi trabajo Nuevas singladuras ..., p. 214, vid. la transcripci6n de la carta que
Fr. Benito había dirigido al P. Bernalt con este motivo.
40. El contenido de la presente comunicación fue también dado a conocer en e1
Simposio que con tal motivo organizó la Universidad de Oviedo en octubre del pasado
año de 1976.