PENSAMIENTO Y PRACTICA ECONOMICA
EN LA EPOCA COLOMBINA:
SU RE.f<LEJO EN LA "MISE EN V ALBUR" DE Y AMERICA
CARLOS-ALBERTO CAMPOS
SUMARIO
La gesta colombina y la "mise en valeur" de América, así como la de
Canarias, evidenciaron ideas y prácticas económicas profundamente
arraigadas en los reinos ibéricos.
Amén de las que entonces eran corrientes en dichos reinos, y particularmente
en Castilla, las empresas de descubrimiento, conquista y
colonización, tal como lo pusiera de manifiesto en mi contribución al V
Coloquio de Historia Canario-Americana y en otros trabajos, reactivaron
también prácticas económicas dejadas de lado pero que habían sido
utilizadas con anterioridad durante la Reconquista.
Una actitud económica semejante es inconcebible en la ausencia de
una percepción positiva del quehacer económico en el seno de la sociedad
ibérica.
El presente trabajo demuestra que, contrariamente a una opinión
muy difundida, la actividad económica fue no solamente considerada
beneficiosa para la sociedad desde un punto de vista filosófico, teológico
y legal, pero activamente promovida en cada uno de esos sectores representativos
de los valores de una sociedad y por los poderes públicos
que, deseosos de incrementar la riqueza colectiva, adhirieron sin reservas
a la "política de la abundancia".
N
·1 ,_,
164 Carlos-Alberto Campos
1
Desde el punto de vista económico, la gesta colombina y la casi simultánea
"mise en valeur'' de las Canarias y de América demandaron la existencia
de conocimientos técnicos y la realocación de hombres y capitales, consagrados
previamente al logro de otros objetivos económicos.
Proceso complejo que demuestra fehacientemente la teoría del desarrollo
económico de Schumpeter, los participantes en estas empresas no
pertenecieron a un grupo específico y cerrado de la sociedad ibérica
sino que representaron a todos los sectores de la misma, trascendiéndoles
sin obstáculos de ninguna índole.
En la contribución que presentara aquí en las Palmas de Gran Canaria
hace diez años, en el V Coloquio de Historia Canario-Americana1, y
en otros trabajos2, me he ocupado extensamente de estos dos aspectos
fundamentales de ia economía de ias empresas de descubrimiento y
colonización: el presente trabajo está dedicado a un tercer aspecto, condición
necesaria y sine qua non para la existencia y desarrollo de una
economía capaz de concebir y llevar a cabo esas empresas.
Aún cuando una multitud de factores no-económicos pudo ciertamente
haber determinado la decisión de un individuo de participar en
estas empresas, no es menos cierto que ellas tenían un carácter comercial
y fueron organizadas con miras a obtener un lucro capaz de
compensar en el futuro la inversión presente3•
Ese proceso interno, que en su capacidad de imaginar y en cierto sentido
crear al futuro, distingue al hombre de los otros seres de la creación\
requiere una ideología que, en esta instancia, no pudo haber sido contraria a
la actividad económica, como se lo ha pretendido con frecuencia.
Esclarecer ese aspecto indispensable de la estructura ideológica de la
época constituye el objetivo principal de este trabajo.
11
Establecer y aislar un denominador común del pensamiento colectivo
de una época es tarea ardua y compleja: e imposible de realizar aquí.
Los límites a que debe someterse esta contribución me obligan a referir
al lector a mis publicaciones, para poder concentrarme sobre los fundamentos
esenciales de la ideología ibérica a fines del siglo xv5•
Pese a que cinco siglos de distancia representan un riesgo considerable
en materia de pérdidas y olvidos de detalles significativos, el período
que nos ocupa posee características que simplifican la tarea.
Pensamiento y práctica económica en la época ... 165
Ello es posible en primer lugar por el papel jugado entonces por la
Iglesia Católica como árbitro de la moral en la sociedad de la época. En
segunda instancia e igualmente importante es el hecho que la sacra
doctrina de la Iglesia Católica siempre consideró al hombre tal como es
y como vive en este mundo en lugar de hacerlo como si fuese una figura
de ficción existiendo en un mundo imaginario.
Tal concepción del hombre y del mundo estaba ligada a una psicología
de la percepción, del conocimiento y de las acciones humanas que,
en líneas generales, seguía al modelo clásico y era, por lo tanto,
sorprendentemente "moderna". El mejor ejemplo de esa psicología lo
constituye sin duda alguna el De consolacione filosofía de Boetius, que
fuera auténtico libro de cabecera durante los siglos xv y XVI.
El carácter subjetivo, individual y cambiante de la percepción humana,
reconocido y preconizado por esta psicología, que explica en parte
el proceso cognitivo y la experiencia, acentuó el papel asignado a las
ideas (en el sentido amplio de imágenes en la mente, como lo muestran
vivamente algunas ilustraciones de la época de esta obra fundamental)
en esos procesos y en aquellos de la evaluación mental de resultados
deseables y posibles que preceden las acciones humanas.
El libre albedrío concedido al hombre por el Creador, absoluto, pues
incluía hasta el escoger la vía que conduciría a la salvación o al castigo
en la verdadera vida después de la muerte, acentuaron el aspecto subjetivo
y volitivo de esos procesos psicológicos.
La tentación, si existió, de una interpretación simplista y mecánica
de esos procesos, hubo de encontrar un nuevo obstáculo en la convicción,
unánime entre los teólogos, que el hombre no es hombre In
abstracto: el ser simultáneamente miembro de una familia, una comunidad,
una profesión y una religión, súbdito del poder político local, y, a
· través de éste, de autoridades superiores y distantes, no podía carecer de
importancia en la percepción de un individuo.
Tampoco podía carecer de importancia el hecho que esas categorías,
lejos de representar compartimentos estancos, se superponen frecuentemente
en la vida cotidiana, lo cual conduce a normas de conducta y a
demandas de acción o inacción variables y raramente coincidentes en
esas esferas de vital interés para el hombre.
Nada pudo haber contribuido más a agudizar la conciencia de los
teólogos sobre este aspecto fundamental de la vida social, que la experiencia
emanada del poder de la Iglesia de aplicar sus normas en foro
interno y en foro externo.
Si el ejercicio de ambos poderes no pudo menos que dar a la Iglesia
una idea clara de la extraordinaria complejidad de la vida individual y
166 Carlos-Alberto Campos
social, ergo de la imposibilidad de reducirlas a fórmulas simplistas
y de regirlas ignorando esta característica fundamental, la naturaleza
de la Iglesia y de sus normas hubiesen conducido a los mismos
resultados.
El hábito, y la pereza intelectual, han contribuido a difundir una
visión monolítica y estática de la Iglesia. Nada puede estar más lejos
de la realidad. La Iglesia, como lo pone en evidencia la imagen
paulina, aunque tenga la unidad de propósito del metafórico cuerpo,
no puede ignorar totalmente la singularidad de sus partes. Cada una
de las órdenes religiosas, por citar un ejemplo, nació de una preocupación
singular, que definió su misión y le hizo·ver al mundo desde
un ángulo particular. Esta diferencia de percepción les rindió especialmente
susceptibles a ciertos problemas que trataron de obviar y
que se reflejó en ia actitud de sus miembros en el confesionario o en
el ejercicio del poder político o eclesiástico. Incluso dentro de una
misma orden existieron diferencias, dictadas por condiciones locales
y de medio ambiente y diferencias de percepción y personalidad
entre sus miembros, como lo demuestran la lectura de sermones y de
la documentación emanada de los provinciales.
Fue por ende sólo en la suma de los objetivos y de los esfuerzos
de sus miembros que la Iglesia pudo concebir la realización de la
obra que le fuese encomendada y que constituía su razón de ser.
Intercambios constantes con el medio ambiente y condiciones variables
en tiempo y espacio, confirieron un dinamismo cierto a la
manera en que la Iglesia intentó llevar a cabo su misión.
Si ésta, en su aspecto esencial de conducir al hombre a su salvación
en la verdadera vida después de la muerte, fue naturalmente
inmutable, las innumerables disputas doctrinarias habidas en el seno
de la Iglesia, no menores que aquellas que existieron en el terreno de
la filosofía o de la ciencia en el mundo clásico, medieval o del
renacimiento -a pesar de una historiografía inclinada a afirmar lo
contrario- sugieren cautela antes de atribuir el carácter de "normas
de la Iglesia" a las ideas que uno de sus miembros pudiese haber
sobre un problema determinado.
Baste tal vez recordar que aspectos de la doctrina de los más
grandes teólogos y padres de la Iglesia han sido considerados como
erróneos o heréticos en un momento o en otro para proceder con
prudencia. Prudencia es también requerida para evitar la confusión
entre el ideal y lo humanamente posible, confusión que nunca existió
en la mente o el verbo de los teólogos, pero que ha conducido a
generalizaciones erróneas en el terreno historiográfico6•
Pensamiento y práctica económica en la época ... 167
m
Durante el período que nos interesa, ningún teólogo estableció mejor
que el Obispo Alfonso de Madrigal, "el Tostado", la distinción existente
entre lo ideal y lo humanamente factible. En parte tal vez por una
psicología acorde con la de Santo Tomás de Aquino y por un énfasis
igualmente tomista en las circunstancias del caso examinado, el docto
Obispo de Avila (1400-1455) fue capaz de establecer una separación
ideológica clara entre el mundo ideal y este mundo.
En su De optima politia, el Obispo Madrigal se propuso demostrar la
imposibilidad de establecer una "ciudad" ideal. Poniendo de manifiesto
su conocimiento profundo de la naturaleza y la condición humana, "el
Tostado" consideraba al hombre como una mezcla compleja de vicios y
virtudes, de gustos y apetitos, de flaquezas, pasiones, tendencias y rasgos
físicos peculiares.
Consecuentemente, él consideró que la realidad humana no podía
menos que ser la primera consideración a ser tenida en cuenta para
organizar la "ciudad" de este mundo. La paz, suprema aspiración de la
comunidad política, era para él producto de una combinación feliz de
las "subjetividades" individuales, naturalmente precediendo al todo, que
nos era más que la suma de los individuos. La "ciudad" no era una per
se, sino por agregación. La "ciudad" constituía una unidad, pero no
debía reducirse a una sola casa o un solo hombre. Tampoco la Iglesia
podía ser considerada así, aunque constituía una unidad, y Cristo, su
cabeza, era una unidad perfecta y un todo perfecto.
El Obispo ~v1adrigal establecía también una distinción clara entre las
leyes "ideales" y aquellas capaces de ser útiles a los gobernados. El
afirmaba que el legislador no debía escoger las mejores leyes y el mejor
sistema de gobierno, sino aquellos mejor adaptados a las condiciones
específicas de los "ciudadanos", a pesar de que, en sí mismos, ni las
leyes ni el gobierno así escogidos no fuesen absolutamente buenos.
El Obispo Madrigal subrayaba que la mejor ley es la que es capaz de
promover la mejor distancia del mal y sus tentaciones, concluyendo que
la mejor constitución y conjunto de leyes son las monásticas. No obstante
ello, él no podía concebir un desastre mayor que el organizar la
"ciudad" bajo una constitución monástica. Además, "el Tostado", descartaba
la viabilidad de los Evangelios como la única ley positiva de la
"ciudad" de este mundo.
El Obispo Madrigal daba a la Biblia como base de su argumento.
Citando la caída y subrayando que Caín, el fundador de la primera
ciudad de este mundo (Gén. IV, 17) fue también el primer hombre
N
·1 ,_,
168 Carlos-Alberto Campos
condenado al infierno, "el Tostado", afirmaba que el Creador mismo
no había dado leyes perfectas a los judíos porque, en tanto que hombres, no
podían menos que ser imperfectos. El Obispo consideraba al hombre
incapaz de ser perfecto: de donde surgía su oposición a las leyes perfectas
y su endorso de la democracia, que aunque imperfecta, él juzgaba
mejor que otras formas de gobierno consideradas como perfectas desde
la antigüédad.
Algunos años más tarde, el Obispo Madrigal elaboró estas ideas con
igual contundencia e idéntica muestra de erudición clásica y teológica,
en su Defensorum trium conclusionum.
El cronista Hernando del Pulgar describió al Obispo Madrigal como
un hombre respetado, tanto como individuo que como intelectual y
miembro de la Iglesia, pero uno no necesita buscar mucho en su Castilla
contemporánea para encontrar preceptos para el comportamiento humano
opuestos a los propugnados por él.
Dentro del seno de la Iglesia e incluso compartiendo con él muchos
principios al nivel de la psicología de las acciones humanas, el Obispo
Rodrigo Sánchez de Arévalo, propuso en su Suma de la Politica (escrita
entre 1454 y 1455) un sistema diferente para organizar la vida del
hombre en este mundo.
El Obispo Sánchez de Arévalo (1407-1470), distinguido humanista,
hombre de báculo y espada y con considerable experiencia administrativa
y política compartía, las ideas de Madrigal sobre la naturaleza
humana, aceptando también la noción de la cooperación humana y la
división del trabajo como una categoría a priori en su argumento.
Pese a ello, él proponía un ambiente mucho más controlado para la
"ciudad" de este mundo, que dema..nda..ría un grado considerable de
intervención por parte de las autoridades, Sánchez de Arévalo optó por
uno de los sistemas clásicos de organización política y social, considerado
y desechado por Madrigal. El no precisó, sin embargo, los detalles
operacionales del esquema propuesto. .
Sánchez de Arévalo también juzgó imposible arrivar al supremo
ideal de perfección: pero, contrariamente a Madrigal, él fue guiado
por la idea de que un gobierno virtuoso podía aliviar la condición
humana, aún cuando el hombre hubiera de permanecer por siempre
imperfecto.
La dicotomía entre las normas para organizar la vida social propuesta
por Sánchez de Arévalo y Madrigal no fue poco común: problema
perenne heredado de la filosofía clásica, la divergencia entre las soluciones
que propusieran fue al mismo tiempo un resultado normal y un
índice revelador de la naturaleza y el carácter de las ideas de la Iglesia.
N
·f u
Pensamiento y práctica económica en la época ... 169
Si la noción de unanimidad aparece más ligada a la visión del mundo,
las aserciones dogmáticas y los ideales de tipo general y a un nivel
general, siguiendo una categorización que realizara oportunamente, la
interpretación y aplicación de las mismas dio lugar a un proceso incesante
de revisión y discusión.
El dinamismo creativo emanado del mismo (evidente entre otras
cosas en los "argumentos invocados para la creación de nuevas órdenes
religiosas) fue más intenso aún en cuestiones de detalle y en la tercera
de las categorías en que clasificara a las ideas de la Iglesia: las normas
para encauzar las acciones humanas.
Aquí, la concepción del hombre y la libertad para especular sobre los
medios de alejarle del mal y del vicio de que gozaban los miembros de
la Iglesia se tradujo en guías para la conducta y la organización de la
vida humana que estaban lejos de ser rígidas o uniformes.
Esta diversidad conceptual y latitud interpretativa es particularmente
evidente en el campo de la actividad económica, que dado su carácter
esencial, fue objeto de considerable atención, pero nunca de un estudio
particular, aislado y puramente abstracto como se lo ha pretendido hacer en
nuestros días, aunque no por parte del fundador de la economía moderna,
Adam Smith, o de economistas de la estructura de un Friedrich Von Hayek.
La preocupación de los teólogos en materia económica y las premisas
y método con que la abordaron puede verse en los compendios o guías
para el confesionario, escritos para educar al clero. Las de Santo Tomás de
Aquino, San Antonio de Firenze, San Bemardino de Sienna, Johannes
Nider y Konrad Summenhart constituyen ejemplos capitales anteriores
al siglo XVI.
La idea central de la actitud de todas estas guías frente a la actividad
económica había sido, sin embargo, resumida inimitablemente más de
un milenio antes por San Agustín, al afirmar que:
"Fornicar es siempre ilícito, pero comerciar es a veces licito
y a vece ilícito"
Esta idea de la actividad económica remontaba al mundo clásico,
notablemente a Platón, en lo que a su verbalización respecta, pero por
supuesto anterior a él, como lo demostrara en otras publicaciones7, lo
cual no pudo menos que reforzar su peso ideológico.
En lo que concierne a la interpretación de este principio es sin duda
útil detenerse por un instante en el anverso de comercio en el adagio de
San Agustín: "Fornicar es siempre ilícito", y especialmente en el fruto
de toda unión fuera del vínculo matrimonial.
170 Carlos-Alberto Campos
La libertad con que la Iglesia legitimizó la situación de esas personas,
aún cuando se tratase de víctimas inocentes, es seguramente
un índice de que incluso las interdicciones absolutas fueron objeto de
interpretación.
En materia económica la regla de Santo Tomás de Aquino de que
había que considerar las circunstancias del caso -incluso la legislación
local en materia comercial- fue generalmente aceptada por los
teólogos del siglo xv, como lo pone en evidencia el estudio comparativo
de compendios y manuales para confesores que efectuara
oportunamente8•
En la práctica, fueron el confesionario y las iímumerables consultas
privadas que, siguiendo una tradición bien establecida de la Iglesia,
fueron hechas por comerciantes deseosos de establecer la legalidad o
no de ciertos usos comerciales, los que contribuyeron a consolidar la
consideración de las circunstancias del caso.
Esta premisa, que había llevado a un Santo Tomás de Aquino,
partidario del precio libre del mercado y alguien para quien "el comerciar
le resultaba tan indiferente como el comer"; a justificar el
valor social de la especulación, y a numerosas autoridades eclesiásticas
a aceptar monopolios a los que se oponían, teóricamente, con el
objeto de evitar la carencia de un producto o servicio, estaba profundamente
anclada en la idea de que en última instancia era la intención
del individuo en cuestión la que determinaba el carácter pecaminoso
o no de sus acciones.
El párrafo que sigue copiado de una consulta hecha por Fray
Alonso de Villasanta a la facultad de teología de París por cuenta de
los comerciantes castellanos del consulado de Brujas, ilustra este
punto capital:
"... Por servicio de la nazion e pasceficazion de nuestras
conciencias había consultado en Paris con un dotor muy singular
algunas dificultades tocante a nuestra contratazion, el qual
dotor había respondido que queriendo le gratificar la nazion de
su estudio e trabajo, daría tal declarazion a las dichas
difficultades, que cada uno pudiese ser juez de su conziencia ... "9
Todo lo que la autoridad consultada podía hacer era dar su opinión e
instruir a quienes le habían consultado para que pudiesen ser jueces de
sus propias conciencias. Escojer el bien o el mal, sin el cual el primero
no podría existir, era una decisión dictada por el libre albedrío del
1nrf1u1rfltrt.
.U.l.U.l V .lUU.Uo
Pensamiento y práctica económica en la época ... 171
IV
La Península Ibérica no fue una excepción en la materia. El carácter
directo y afirmativo de las ideas del Obispo Francesc Eiximenis sobre el
comercio y los mercaderes y el error frecuente de considerarlos una
excepción a la regla, hacen obligatorio el tratarlas como el punto de
partida de un exámen comparativo de la ideología económica imperante
en los reinos ibéricos.
Nacido en Gerona en 1409, graduado en teología en Toulouse, con
un conocimiento profundo de Colonia, París, Oxford, A vignon y Roma,
y habiendo residido en Barcelona, Lérida y Valencia, el Obispo
Eiximenis era un hombre que unía a una vasta cultura, una experiencia
de primer orden en los centros más importantes de la época, detalles que
aumentan el interés de las ideas que expresara en ei Regiment áe la
Cosa Pública.
Mostrando a la vez un conocimiento palpable de la economía de
Valencia y de las fuentes teológicas y clásicas, el Obispo afirmaba sin
ambages que el comercio contribuía al interés general:
" ... que entre los altres oficis que posen la cosa pública en
bon estament, son los mercaders, car terra on mercadería corre e
abunda, tostemps és plena, e fértil e en bon estament."10
Naturalmente, la opinión del Obispo sobre los mercaderes concordaba
con aquella que tenía sobre el comercio:
" ... Per tal, los mercaders diu que deuen ésser favorits sobre
tota gent seglar del món, car diu que los mercaders son vida de
la terra on son, e son tressor de la cosa pública, e son monjar
dels pobres, e son bra~ de tot bon negoci, de tots afers
compliment. Sens mercaders, les comunitats cean, los princeps
tomen tirans, los jóvens se perden, los pobres se'en ploem."11
Los riesgos corridos por los mercaderes y los muchos peligros e
incertitudes que debían confrontar en el ejercicio de su profesión
influenciaron el juicio del franciscano. Fueron precisamente los azares
corridos y la contribución hecha por los mercaderes al bienestar general,
que indujeron al Obispo a pensar que los mercaderes debían gozar de
privilegios especiales y que el príncipe (la autoridad, el gobierno) debía
protegerlos y evitar la aplicación de impuestos excesivos fuesen súbditos
o extranjeros.
""
172 Carlos-Alberto Campos
Siendo vástago de una familia de mercaderes, ello podría conducirnos
a pensar que el amor filial influenció al franciscano. Pero sus ideas,
de ninguna manera originales, concordaban con las fuentes literarias de
Eiximenis, fuesen teológicas o de la patrística, y también con aquellas
heredadas del mundo clásico. La interdependencia de todos los miembros
de una comunidad, es evidente por ejemplo en el pensamiento de
Platón (no muy diferente de la manera en que sería formulado por San
Pablo refiriéndose al cuerpo nústico de la Iglesia, en el cual sus miembros,
difer~ntes pero igualmente importantes, formaban una comunidad:
la "Cosa Pública Cristiana"). Eiximenis expresó la misma idea, en líneas
semejantes a las utilizadas por Santo Tomás de Aquino pero sin
hacer referencia a este autor.
Las ideas del Obispo Eiximenis no fueron nuevas ni un fenómeno
aislado en la Península Ibérica:
1) Más de un siglo antes, Las Siete Partidas suscribían a una idéntica
percepción del quehacer económico:
"... Las tierras e los lugares, lo que usan los mercaderes a
levar sus mercaderias son por ende más ricas, e más abonadas,
mejor pobladas: e por esta razón deve plazer o todos con
ellos .. .''12•
Los compiladores de este código, miembros del clero y juristas,
fueron más allá del mero elogio de los beneficios aportados a la sociedad
por el comercio y los mercaderes, para agrupar leyes, jurisprudencia,
doctrina y prácticas comunes en áreas que eran esenciales para el desarrollo
del comercio.
El franciscano Pedro Gallego(+ 1276), primer Obispo de Cartagena
y confesor de Alfonso el Sabio, que ordenó la compilación, pudo haber
jugado un papel importante en su contenido. Pedro Gallego fue el autor
de una versión latina del Libert Oeconomicus atribuido a Aristóteles.
Más que una traducción de la edición árabe de A verroes, la primera en
latín, el trabajo de Gallego fue una adaptación de la obra a la doctrina
cristiana. El Líber Oeconomicus, probablemente escrito por un discípulo
de Aristóteles, sistematizaba las ideas económicas del filósofo, dispersas
a través de su obra: El cotejo entre ambas pone de manifiesto una
interpretación fiel. Aristóteles, como Platón, estaba, lejos de ser enemigo
del quehacer económico y subrayaba las ventajas derivadas de la
riqueza al nivel individual y social. El Obispo Gallego concordaba con
ellos. En el primer capítulo no dejaba duda alguna sobre el valor de la
Pensamiento y práctica econ6mica en la época ... 173
riqueza, y en el libro quinto el Obispo explicaba claramente un punto
clave de la doctrina cristiana: ésta, igualmente de acuerdo con Platón y
Aristóteles, no se oponía en absoluto a la adquisición de bienes a condición
de que no fuese en objetivo per se.
Las Siete Partidas glosaron y desarrollaron esas y otras ideas del
Obispo Gallego. Aunque de momento no puede establecerse si eso fue
producto de su intervención directa, de su influencia en la compilación,
o del uso de las mismas fuentes por los compiladores, todas y cada una
de esas posibilidades sugieren una aceptación general de esas ideas,
dado que Las Partidas, como toda obra colectiva, demandó un consenso
de opiniones que es evidente después de un exámen exhaustivo de la
misma.
En la Castilla del Siglo xrv, el inimitable Arcipreste de Hita no
dejaba duda que el equiparaba a los "cavalleros", "onrrados pecheros",
"mercaderes corteses" y "ricos burgueses" como candidatos de mérito y
valor comparable para la mano de las amadas hijas del lector. Esto
podría corroborar la afirmación de Don Luis García de V aldeavellano
que la riqueza en la Castilla del Siglo XIV era primordialmente de origen
urbano y mercantil. Menos especulativamente, las coplas del Arcipreste
sugieren que la riqueza era deseable y que, en la escala social, los
"mercaderes" estaban lejos de ser un grupo desfavorecido.
Dos extraordinarios eclesiásticos, estrechamente ligados a Castilla y Portugal,
expresaron ideas similares en el período intermedio entre las Siete
Partidas y El Libro del Buen Amor: Durandus de Hispania y Alvaro Pelayo.
Durandus de Hispania o Durandus País ( + 1283), Obispo de Coimbra
y de Evora, Caballero de Santiago de actuación distinguida en la Reconquista
de Sevilla y más tarde Canciller del Rey Alfonso III de Portugal,
fue un hombre de intereses múltiples que se había graduado en la Universidad
de París. En 1267, año de la muerte de Pedro Gallego y
solamente algunos años después que éste último terminara su versión
del Liber Oeconomicorum y que las Siete Partidas fueran compiladas,
Durandus de Hispania recibió en París de Guillermo de Moerbeke, Obispo
de Corinto, una versión que había hecho del primer y tercer libro del
Líber Oeconomicus atribuido a Aristóteles.
La traducción latina de Moerbeke, efectuada directamente a partir
del original griego (entre 1260 y 1280 Moerbeke había traducido al latín
la mayor parte de la obra de Aristóteles), incluía el primer comentario
conocido de ese texto hecho por Durandus de Hispania. Las razones que
motivaron esta empresa son desconocidas, pero bien pudieron serlo la
curiosidad intelectual de Durandus de Hispania y el deseo natural del
teólogo de concordar una obra pagana con la doctrina cristiana.
174 Carlos-Alberto Campos
El primero era una negación total de la auto-suficiencia y el reconocimiento
de la necesidad del comercio.
El segundo punto era una aprobación sin ambages de la legitimidad
de la riqueza adquirida con el trabajo asiduo y honesto.
El tercer punto subrayaba la admisión de que las comunidades domésticas
y civiles vivían con el propósito de vivir bien; ergo: vivir bien
formaba parte esencial de la ciudad y sus objetivos.
La noción de que "vivir bien era el propósito por el cual los hombres
se agrupan y viven juntos ... en la sociedad civil" había sido expresada
con énfasis comparable en las glosas de la versión comentada de la
misma obra que hiciera Oresme. En esta versión-en francés, que fue
terminada alrededor de 1374, Oresme se sirvió entre otras fuentes, de
Durandus de Hispanía.
Oresme -cuya preocupación con la enseñanza de la religión y la
moral es tan conocida como su deseo de harmonizar los preceptos
peripatéticos y cristianos- y Durandus de Hispania ponían de manifiesto
una idea aceptada en círculos laicos y eclesiásticos y que constituía
la base de la "política de la abundancia".
Alvaro Pelayo, Pelagius, Pais o Yspanus, Obispo de Silves en el
Algarve, fue un franciscano nacido en Galicia entre 1275 y 1280 y
fallecido en Sevilla en 1353. Teólogo distinguido, el Obispo Pelayo
estudió y enseñó en Bolonia y más tarde en Perugía y figuró en la
vanguardia de todas las grandes polémicas de su tiempo, sea las que
tuvieron lugar dentro del seno de la Iglesia o entre ésta y el poder
temporal.
Dos de sus obras tienen un interés particular, para nosotros: De Statu
et Planctu Ecclesiae (1330-1340), que dedicara a Pedro Gómez, Obispo
de Cartagena, y el Speculum Regum (1340), que dedicara a Alfonso XI de
Castilla por su victoria sobre los moros en El Salado. Obras vastamente
conocidas. fue en la nrimera. De Stato et Planctú. donde el Obisoo hizo ~ ~ -- - - - - --- 7 - - - • - - ~ - - - - -- ~ - - - ' a.
la mayor parte de sus observaciones económicas.
Los impuestos atrajeron repetidamente su atención, y entre los que
consideraba legítimos se encuentra un ejemplo interesante tomado de
San Isidoro de Sevilla en el que se hacía referencia a las gabelas sobre
el comercio marítimo de Sevilla. Dado que los impuestos no pueden
existir sin actividades que permitan la creación de beneficios imponibles,
no es sorprendente que el Obispo no hiciera objección alguna ni a los
unos ni a los otros.
El Obispo Pelayo se oponía sin embargo a algunas actividades comerciales
por su naturaleza (usura, simonía, prostitución) o por vicios
circunstanciales (de persona, lugar, tiempo, injusticia o fraude). Por ello,
Pensamiento y práctica económica en la época ... 175
su condenación del comercio por miembros del clero no se extendió al
resto de la sociedad, a la que consideraba libre de entrar en toda actividad
económica lícita y obtener por ellos un lucro razonable.
La palabra "usura" aparece en el texto con la falta de precisión
común a los autores de la época. "Usura" es a veces sinónimo de
"Ganancia" permisible, el botín de guerra justa, las parias o los beneficios
de juego lícito, en cuyo caso podía conservarse. En otras ocasiones
el Obispo Pelayo denominaba "usura" a los intereses emanados de un
préstamo, ilícito a veces, pero no cuando se trataba de una cláusula
penal o de un lucro cesante.
El "dinero", metáfora común de riqueza o posesiones, no era intrínsecamente
malo. Demostrando su vasta erudición al par que un
conocimiento agudo de la naturaleza humana y de los valores y los
imperativos de su tiempo, el Obispo Pelayo pone de manifiesto un
criterio independiente en todos esos elementos fundamentales para evaluar
la actividad económica. Esa independencia es evidente en su
interpretación de San Ramón de Peñafort, autoridad mencionada con
frecuencia, con la que no vaciló en estar en desacuerdo.
El Dominicano San Ramón de Peñafort, Penyafort o Penna Forti
(1180-1278), noble catalán que también estudió y enseñó el derecho en
Bolonia, eximio teólogo y jurista que compilara las Decreta/es y se
convertiría en el santo patrón de los abogados de derecho canónico, fue
uno de los primeros que, consciente de la naturaleza humana y de las
realidades de este mundo, trató de harmonizar los imperativos del comercio
con la doctrina de la Iglesia.
Con este objeto y aparentemente a la demanda de un grupo de mercaderes
de Barcelona, San Ramón de Peñafort escribió el Modus Juste
Negotiandi in Gratia Mercatorem, considerado como el primer manual
de su género. El fue también el autor de un tratado de derecho canónico
justamente famoso e influyente, la Summa de Poenitencia o Summa
Casuum Conscientiae, que reflejara también su actitud frente a la actividad
económica. Esta se tradujo a veces en posturas militantes, a tal
punto que la avanzada edad de 94 años no le impidió el criticar públicamente
una tentativa de devaluación de Jaime I de Aragón.
Frecuentemente citado, San Ramón de Peñafort mantuvo relaciones
estrechas con Santo Tomás de Aquino y pudo haber influenciado la
aceptación por éste último de la idea heredada de la antigüedad clásica
(particularmente bien expuesta por Platón y Aristóteles) de la necesidad
del comercio y los beneficios que aportaba a la sociedad.
Una de las ideas seminales de San Ramón de Peñafort fue la distinción
entre el préstamo para el consumo y para la producción, que en
176 Carlos-Alberto Campos
este último caso rendía lícita la percepción de intereses cuando el prestatario
beneficiaba del préstamo. Este concepto resultó de la idea de que
el dinero, aunque improductivo en sí mismo, podía serlo por accidente,
lo que condujo a la creación de títulos extrínsecos para el cobro de
intereses, tales como las demoras y el lucro cesante. Como hemos visto,
esta idea ejerció una gran influencia sobre el Obispo Pelayo y el pensamiento
de los teólogos en materia económica.
La preocupación capital de San Ramón de Peñafort con respecto a los
mercaderes eran los riesgos para la Salvación derivados del ejercicio de su
profesión, preocupación compartida por un eminente franciscano mallorquí
que estaba bajo su tutela espiritual: el Beato Ramón Llull (1232-1315).
En su obra, original e individual, se fusionan la reflexión abstracta
y transcendente, el apóstol y el hombre de acción que en su larga vida
y extensos viajes había visto y asirniiado al mundo que lo entornaba.
El Beato Ramón Llull puso de manifiesto la dignidad, las virtudes, la
interdependencia y la necesidad de toda ocupación útil. Clasificando las
artes mecánicas en esta categoría, a la que le dedicó un elogio especial,
el Beato Ramón Llull incluyó en ella a los mercaderes.
Su postura, en lo que a las virtudes del trabajo se refiere, fue tan
universal entre los teólogos como la condenación de la pereza y el
encomio de la diligencia.
La preocupación del Beato Ramón Llull con los peligros a que se exponían
los mercaderes en el ejercicio de su profesión, unido a la necesidad
del comercio y los beneficios que aportaba a la sociedad, le hicieron
proponer la conveniencia de codificar las modalidades de la compraventa
de acuerdo a la ciencia del derecho.
Considerado de manera aislada esta proposición podría dar lugar a
una impresión errónea del Beato Ramón Llull y del mundo en que vivía.
Sin embargo, en el conjunto de su obra uno puede ver que el comercio
y los mercaderes eran abundantes por doquier, que el comercio a gran
distancia y el envío de encomenderos al extranjero eran cosa corriente y
que las ganancias y las pérdidas eran consideradas como una consecuencia
normal de esas actividades.
De mayor importancia aún es el testimonio del Beato que el comerciante
coronado de éxito era estimado y respetado en la sociedad de la época:
"A cuantos mercaderes saben comprar bien y vender, y saben
ganar, veo que las gentes los alaban y tienen por sabios."13
Viniendo de un testigo con la experiencia, conocimiento del mundo
y rigor religioso e intelectual del Beato Ramón Llull, esta observación
Pensamiento y práctica econ6mica en la época ... 177
es significativa. Ella denota que, como lo afirmáramos en las secciones
I y II de este trabajo, la omnipresencia de la Iglesia en la sociedad de la
época no fue obstáculo para la existencia de otras ideas capaces de
inspirar las acciones humanas o de construir un criterio para evaluarlas
así como una meta digna de alcanzar.
El ejemplo muestra claramente que los preceptos de la Iglesia estaban
lejos de establecer rígidamente los movimientos "legales", siguiendo
el lenguaje formal de la teoría de juegos, que un hombre podría hacer en
el campo económico.
En realidad el Beato Ramón Llull nos demuestra lo contrario: la
reacción de un clérigo frente a usos y costumbres emanados de una
evolución libre en la sociedad y tratando de orientar las acciones humanas
en el mercado de tal forma que fuesen compatibles con la Salvación.
Tratar de codificar los usos y costumbres comerciales compatibles
con este objetivo supremo era una ambición natural en un hombre con
el vigor y la fe del Beato Ramón Llull e imbuido de la ilusión que todo
lo conocido podía ser reducido a leyes generales. El pensaba que así
podría eliminarse el caos de este mundo.
Este proyecto no tuvo, ni pudo haber tenido éxito. Pero sus observaciones
y el proyecto en sí demuestran que el Beato Ramón Llull no era
un hombre que trataba de reducir la vida de la sociedad y las transacciones
comerciales a su más mínima expresión, sino un teólogo y pastor de
almas con la esperanza de canalizar el desarrollo de la práctica comercial
de manera que pudiese satisfacer las necesidades y las aspiraciones
de este mundo sin exponer los comerciantes al peligro de perdición en
la Verdadera Vida del más allá.
Este fue, esencialmente, el objetivo de los miembros de la Iglesia
que abordaron el problema Conjuntamente con la idea de Aristóteles que
consideraba a la virtud incompatible con la miseria --que Savonarola
retomara en el siglo xv-y que el hombre vive para vivir bien, condujeron
a la "política de la abundancia" propugn,ada por los miembros de
la Iglesia y practicada por ellos cuando ejercieron el poder temporal14•
Lejos de inhibir la actividad económica, el pensamiento y la actividad
de los miembros de la Iglesia tendió a favorecerla. Ello explica en
gran parte la difusión del espíritu de empresa a través de la sociedad
ibérica y la variedad de prácticas comerciales que documentara en mi
colaboración el Quinto Coloquio de Las Palmas y en otros trabajos.
Fueron esta actitud frente al quehacer económico y esta disposición a
emprenderlo que hicieron posible la gesta colombina y la "mise en
valeur" de Canarias y de América.
178 Carlos-Alberto Campos
r~OTAS
l. Carlos-Alberto Campos, "The Atlantic Islands and the Entrepreneurial
Development of Southern Castille", lnternational Commission for Maritime History,
''The Mari time History of the Islands and Archipelagoes of the Atlantic" - V. Coloquio
de Historias Canario-Americana, Las Palmas, Gran Canaria (1982), ACTAS, Las Palmas,
Ediciones el Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1985, Tomo IV, pp.
579-635.
2. Carlos-Alberto Campos, Entrepreneurial Spirit and the Climate ofBusiness in
Castille-Aragon Befare the lncorporation Of America, M. A. Thesis, Carleton
University, Ottawa, 1980.
"The Atlantic Islands and the Development of Southern Castille at the of the
Fifteenth Century", The /nternational History Review, Vol. IX, Number 2, Vancouver,
1987' pp. 173-194.
3. Carlos-Alberto Campos, The Atlantic lslands (1982-1985), passim y (1987),
passim.
4. Carlos-Alberto Campos, "World Views, Ideals and Precepts for Human
Action"; The Churchmen and the Business in the Iberian Península at the Time of the
Great "Discoveries". ACTAS, Section I, lnternationa/ Congress on the Great
· Discoreries and Renaissance Europe, Lisbon, 1983, Part I.
"Technology, ·scientific Speculation and the Great Discoveries", Revista da
Universidade de Coimbra, Vol. XXXIII, Coimbra, 1986, pp. 485-542, particularmente
sección l.
Des Hommes et des Stéréotypes: évenements historiques et changements
perceptuels ainsi qu'on le voit illustré par le rapport présumé entre les grandes
découvertes géographiques des XVe et XV/e siec/es et "I'Emergence" de I'Homme
Scientifique, These de Doctorat, Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris, Vol. !,
Chap. I, Annexe, Vol. IV et Vol. V, passim.
Of Men and Stereotypes: Man's Perception of the World and the Myth of the
Objective Scientist (Libro en curso de publicación, passim).
Colombus and Copernicus: The Presumed Re/ationship betwen the Great
Geographical Discoveries of the XVth and XVlth Century and the "Emergence" of
Scientific Man. (Libro en curso de publicación, passim.)
Pensamiento y práctica económica en la época ... 179
Cada uno de esos trabajos contienen una extensa bibliografía que va de la antigüe-dad
clásica al presente.
Carlos-Alberto Campos, Entrepreneurial Spirit, passim.
World View, Parts II-III.
5. Carlos-Alberto Campos, "La imagen de la economía en las Siete Partidas",
ACTAS, Congreso Alfonso el Sabio, Madrid, 1984.
"La découverte de l'Amérique et la structure mental Européenne: ¿rupture ou
continuation?" Colloque de ERHII.A sur L'Amérique Latine et la Nouvelle Histoire,
París, 1989.
"Why Columbus's Discovery was of no Consequence in Economic Thinking,
Attitudes, and Practices: Continuity, Change, and Behavioural Models in Economic
History", 17th International Congress of the Historical Sciences, Madrid, 26th August-
2nd September, 1980.
Nota bene:
El lector podrá encontrar en los trabajos citados ut supra una información detallada
sobre la vida y las ideas de los autores mencionados a continuación -y de otros
omitidos- así como del análisis de Jos mismos. El espacio a que debo limitarme me
impide reproducirlas aquí.
6. Ver particularmente Carlos-Alberto Campos, World Views, passim.
7. Carlos-Alberto Campos, Why Columbus's Discovery, passim.
8. Carlos-Alberto Campos, World View, Part III.
Entrepreneurial Spirit,Chapters 11-111.
9. Carlos-Alberto Campos, Joseph Maréchal, "La Chapelle fondée par Pedro de
Salamanca de Burgos, chez les Augustins a Bruges, 1513-1805", Mémoires, Académie
Royale de Bélgique, Classe des Beaux Arts, Tome XIII, 1963, p. 8, ref. l.
1 O. Fran¡;:esc Eiximenis, Regiment de la Cosa Pública, Edit. Padre Daniel de Molins de
Reí, O. M. Cap., Barcelona, Els Nostres Clássics, 1927, Capitel XXXIII, p. 168.
11. Loe. Cit.
12. Quinta Partida, Tít. VII, Ley IV.
13. Beato Ramón Llull, Antología de Ramón Llull, Prólogo y notas preliminares
por el Padre Miguel Batllori, S. J., Traducción y Revisión Crítica: Ana María de
Saavedra y Francisco de Paula Samaranch, Madrid, Dirección General de Relaciones
Culturales, 1961, Vol. ll, pp. 57-58.
14. Evidente cuando uno examina la política económica y la administración de
ciudades gobernadas por príncipes de la Iglesia, como Ginebra, Lieja y Salzburg.