ELECCIONES Y DIPUTADOS A CORTES EN
LAS PALMAS DURANTE EL SIGLO XIX
JosÉ MIGUELP;É REZG ARCÍA
El objetivo del presente trabajo se centra en averiguar el al-cance
y las características que tuvo la gestión de los diputados a
Certes per Las Pu!ms Uurmte e! sig!e XIX.
Para ello, comenzamos trazando una escueta valoración de
las instituciones parlamentarias en España durante el pasado si-glo
y destacamos la necesidad del estudio de los procesos electo-rales
como elemento que condicionará decisivamente el carác-ter
de las posteriores legislaturas. Seguidamente, intentamos
enmarcar los elementos que caracterizan a la formación social
canaria en la etapa del XIX y la relación que ello tiene con la
estructura de poder. Finalmente, estudiamos los aspectos más
destacados que, a nuestro juicio marcan las elecciones a Cortes
y la actuación de los parlamentarios. Para el análisis de estos
dos aspectos, hemos utilizado la documentación electoral del
Archivo Histórico Provincial de las Palmas, así como la de los
Archivos Municipales de las Palmas y Guía. El seguimiento de
las intervenciones de los parlamentarios lo hemos efectua-do
a través del Diario de Sesiones de las Cortes.
El estudio de la realidad política del siglo XIX, va íntimamente
ligada a las transformaciones que el paulatino desarrollo del capita-lismo
desplegará a todos los niveles. De esta manera, la revolución
burguesa, que precisa, como ha señalado Gramsci, de la máxima ex-pansión
y del desarrollo del conjunto de las energías de las naciones,
va a introducir consecuencias históricas esenciales que, en el plano
político, se plasmarán en conceptos tales como soberanía nacional,
728 José Miguel Pérez García
sistemas parlamentarios, sufragio, etc ... Así, frente al antiguo Estado, ca-racterizado
tanto por el omnímodo poder de los monarcas absolutos au-pados
por estructuras feudales, que basaban su gobierno er) una red
muy compleja de leyes e instituciones, se va a levantar el Estado moder-no,
cuya articulación centralizada y de mayor participación política
-elementos éstos inherentes a las formas de dominación de los sectores
hegemónicos- introducirá cambios en las estructuras políticas.
Estas consideraciones generales requieren también matizaciones
que permitan abordar el estudio de los distintoss países que, con rit-mos
muy diferentes entre sí y con factores peculiares, evolucionan
hacia el sistema capitalista. Tal será el caso de España que sigue un
modelo distinto al que se ha denominado «clásico» y cuya definición
podemos encontrar en las palabras de Josep Fontana cuando afirma:
«En España la liquidación del Antiguo Régimen se efectuó me-ciiante
una alianza enrre ia burguesia iiberai y ia aristocracia ia-tifundista,
con la propia monarquía como árbitro, sin que hu-biese
un problema paralelo de revolución campesina. Lejos de
ello, los intereses del campesinado fueron sacrificados.
Así se puede explicar lo que en el esquema francés resulta
inexplicable: que la aristocracia latifundista se situase en Espa-ña
del lado de la revolución, y que un amplio sector del campe-sinado
apoyase a la reacción)). '.
Plantearse pues, el estudio de un elemento tan significativo en
la vida política contemporánea como es el de las instituciones parla-mentarias,
ha de suponer el no perder de vista que estas se ubican en
el conjunto global de un marco político que sólo se explica si lo po-nemos
en relación con el resto de los niveles que configuran el deve-nir
de las sociedades humanas, huyendo de disecciones que aíslen los
distintos planos.
1.- LAS INSTITUCIONES PARLAMENTARIAS Y ELECCIONES A CORTES
Dentro de las instituciones del Estado contemporáneo, ias Cor-tes
pueden distinguirse por su constitución y por las funciones que
desempeñan. A la hora de buscar una definición genérica podríamos
decir que aquéllas se componen de «representantes del pueblo)) y
1. J. Fontana: CAMBIO ECONOMICO Y ACTITUDES POL~TICAS EN LA
ESPANA DEL SIGLO XIX. Ed. Ariel. Barcelona, 1975; p. 162.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 729
que ejercen funciones de índole legislativa así como de fiscalización
y control del gobierno. Hacemos hincapié en la expresión «genérica»
puesto que no siempre se cumplen los elementos señalados.
Encontramos su origen en la historia española en las institu-cuiones
estamentales de los siglos medievales (XI y XII), pero será a
partir del agotamiento de las instituciones del Antiguo Régimen cuando
cobren el carácter moderno y de organismos estrechamente vinculados
a la construcción del Estado liberal, aún cuando en el transcurso del si-glo
XIX y en el del propio siglo XX se nos aparezcan con rasgos y mo-dalidades
diversas. De esta manera, y de forma temprana, en relación al
resto de países europeos, cobran carta de naturaleza en España con la
Constitución de Cádiz en 18 12, cuando esta afirma en su Título 111, ar-tículo
27: «Las Cortes son la reunión de los diputados que representan
la nación, nombrados por los ciudadanos...".
Sin embargo, sera ia primera y única vez que eí constituciona-lismo
decimonónico establezca tan claramente dicha naturaleza, y
ello será así porque a lo largo de todo el siglo, vamos a encontrar
múltiples obstáculos que impiden que el sistema liberal alcance sus
presupuestos más avanzados. El liberalismo doctrinario es un ejem-plo
claro de tales limitalciones, al pretender con la teona de la doble
representación (Corona y Cortes) tender un puente para que los posi-bles
cambios afecten positivamente a los privilegios del anterior régi-men,
buscando ofrecerles los medios necesarios -atribuciones de la
Corona, sufragio censitario, etc ...- para garantizar su supervivencia
en el poder. El diputado grancanario Quintana y Llarena resume en
una de sus intervenciones parlamentarias, en la discusión de la ley
electoral, en 1836, la filosofía de tales presupuestos políticos:
«También debemos tener en consideración que el gran principio,
que el grande interés que ha impulsado y decidido en los hombres
a formar las sociedades políticas, no es otro sino la garantía de la
propiedad a que en suma se reducen tocias ias ieyes~.'.
Frente a estas concepciones, se contraponen las de los que man-tienen
posturas más progresistas que tampoco van a significar un fac-tor
que cuestione el fondo de esta situación porque como ha señala-
2. Intervención de Quintana y Llarena. DIARIO DE SESIONESBE LAS COR-TES.
enero 1836; pp. 36 1 -4.
730 José Miguel Pérez García
do Ariola aunque no admitan la doctrina del papel moderador de la
Corona, incluyen en sus planteamientos constitucionales la fa-cultad
de aquélla para disolver las Cortes.
De esta circunstancia, se va desprender uno de los rasgos más
significativos que han marcado la historia parlamentaria de Espa-ña
y es que si observamos las funciones que la institución monár-quica
desempeña a lo largo de ella, desde el mismo momento en
que se identifica con el régimen liberal (fecha que por ejemplo
Artola sitúa hacia l838), nos encontraremos con que dicha institu-ción,
en la práctica, se sitúa por encima del organismo representati-vo
a excepción de los lapsus marcados por la Gloriosa y la 11 Repú-blica.
La trascendencia de este hecho queda mejor expuesto debido al
alineamiento predominante de la Corona con los sectores modera-dos,
a cüyvs miembíos sitUürü en !os pues t~sd e :esp~nsuVi!iduc! e;e-cutiva,
desde los que les será sencillo obtener mayorías parlamenta-rias.
Es más, en las ocasiones en que esta situación puede verse alte-rada
por pronunciamientos progresistas (única manera en que éstos
podían acceder al poder), la Corona sabrá sortear dificultades y dar-les
<<juego»a guardando el tiempo preciso para restablecer el poder
en manos moderadas.
Tales características marcan fuertemente la evolución del siste-ma
político español y que, como decíamos, guardan estrecha rela-ción
con los rasgos específicos que ha encontrado la implantación
del capitalismo, los cuales pueden sintetizarse al considerar el hecho
de que no es casual que los países dónde se accede antes a la revolu-ción
industrial presenten una adecuación mínima de su sistema poli-tico,
mientras que los que quedan rezagados, encuentran serios obs-táculos
para la modernización de los mismos. Esta afirmación la
concreta el profesor Nadal para España al afirmar:
«El problema básico consistió en ia inadaptación aei sistema
político y social a las nuevas realidades específicas planteadas
después de la pérdida de las posesiones coloniales de Améri-ca
..J).~.
3. J. Nadal: EL FRACASO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN ESPA-DA:
1814- 1913. Ed. Ariel.Barcelona, 1979; p. 227.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 73 1
La solución que sigue el caso español y que, como ha señalado
Jutglar, se basa en un pacto entre la burguesía y los sectores domi-nantes
del antiguo régimen, implicará el que el proceso de revolu-ción
burguesa quede sin completar a lo largo del XIX.
1.1 .- EL MARCO LEGAL DE LAS INSTITUCIONES PARLAMENTARIAS
DURANTE EL SIGLO XIX.
Desde la peculiar eliminación del sistema absolutista, realizada
de forma «prudente» y que a través del establecimiento de la propor-cionalidad
entre el número de diputados y población, permitirá que
la burguesía sustituya a los estamentos privilegiados en la dirección
del país; hasta el recurso al sistema censitario que, a través de la res-tricción
dei ejercicio de ios derechos poiiticos perseguía evitar que ei
control del Estado escapase de manos de la burguesía dominante, o
la definitiva implantación del sufragio universal en la Restauración
bajo el gobierno de Sagasta, y que supondría no sólo la inalterabili-dad
de la hegemonía burguesa, sino el refuerzo de la misma al per-mitir
la participación de un sector urbano industrial que contrarreste
la fuerza de los Terratenientes y de los propietarios agncolas; vamos
encontrando etapas y momentos que definen el carácter de los dis-tintos
procesos electorales y de las legislaturas.
Tales etapas podríamos dividirlas en dos grandes momentos, se-parados
en el siglo XIX por la definitiva configuración del sistema
constitucional, que se produce tras la muerte de Fernando VI1 y a
raíz de los pactos que permiten la promulgación de la Constitución
de 1837.
En la primera etapa, sólo, dos momentos rompen la permanen-cia
del absolutismo: las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. Ambos
se insertan en una fase de pervivencia de relaciones socio-económicas
articuiadas en torno a ios estamentos priviiegiados con
modalidades generadas en el modo de producción feudal. Ello expli-ca
en buena medida, el fracaso de estos intentos de modernización
que no cristalizan hasta que el agotamiento del marco feudal hace
necesaria la adecuación de las estructuras y el establecimiento de un
régimen constitucional burgués de predominio agrario y financiero-especulativo.
No pretendemos aquí reseñar los rasgos de cada fase y los ele-mentos
que permiten el desenvolvimiento de las legislaturas decimo-
732 José Miguel Pérez García
nónicas. Existen manuales que los reflejan suficientemente" con
detalle. Sí quisiéramos destacar no obstante, la necesidad de conside-rar
el marco jurídico en que se desenvuelven tanto las instituciones
parlamentarias como los procesos electorales, en cada momento por-que
nos ayudan a explicar la actuación derivada de la gestión políti-ca.
De esta forma y a título de ejemplo, podenlos citar la fase de
1833 a 1838. En estos años se promulgan el Estatuto Real de 1834 y
la Constitución de 1837. Junto a ellos, la Ley Electoral de 1837. Es-tas
normas en las que puede apreciarse claramente la evolución que
se produce a raíz de transacciones mutuas, ponen de manifiesto las
mencionadas limitaciones del liberalismo español.
Dm
N
1.2 .- LAS ELECCIONES. E
O
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E l A-+..
LI G>LU&G de los diuersos ámbitos qge confarman e! entramad= -- m
electoral tiene a nuestro juicio, un interés que va más allá del mero O
E
hecho de resaltar el trámite que se sigue para el nombramiento de re- E
2
E presentantes en los sistemas democráticos (generalizamos esta expre-sión
sin entrar en las múltiples observaciones que podrían hacéisele). 3
Se trata no sólo de un paso previo al proceso, sino que refleja y -
condiciona de manera destacada, las características de la posterior 0
m
E legislatura, poniendo de manifiesto el alcance de las distintas fuerzas O
que intervienen.
De esta forma, podemos afirmar, que el análisis de este tema, n
E merece un tratamiento peculiar, lo que exige la utilización de una a
metodología que permita recorrer en profundidad los diversos rinco- n
nes y que al mismo tiempo pueda eliminar la tentación de sobreesti- n
n
mar resultados cuantitativos en una materia donde cifras y estadísti- 3
cas saltarán hechas pedazos, de forma contínua, tanto por el falsea- O
miento voluntario, omnipresentea del siglo XIX, como por las pro-pias
limitaciones de índole técnica de la época en materia electoras.
Plaiiic-alido pücs este bvsquejo genera!, pasamos a! teiicfio e:
que se sitúa propiamente el presente trabajo.
-
4. En este sentido podemos citar:
- ?Nigüe! P.rk!a: ?N? TLWS Y .p!?C?G,%!A,íoS !'GL!TICC?S: !808 - !?X
Ed.Aguilar. Madrid, 1974; 2 Tomos.
-E. Tierno Galván: LEYES POLITICAS ESPANOLAS FUNDAMENTALES
(1808- 1978). Ed. Tecnos. Madrid, 1984.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 733
11.- LA FORMACIÓN SOCIAL CANARIA A LA ESTRUCTURA DEL PODER
POLÍTICO EN EL SIGLO XIX.
Nos proponemos trazar en este apartado unos presupuestos que
nos puedan ayudar a encuadrar el estudio de la parcela que hemos
escogido dentro de la historia-política.
Más que establecer un modelo teórico, lo que buscasmos es po-ner
de manifiesto los principios que sustentan la articulación de
nuestro análisis y ello creemos que es necesario tanto porque sin
unos elementos de interpretación el pasado, como ha dicho E. H. Carr,
se diluye en un enjambre de innumerables incidentes aislados e insigni-ficantes,
como porque concebimos el trabajo del historiador como un
proceso abierto, una tarea que va a ser continuamente revisada, ya sea
en el sentido de confirmar o de rebatir y variar conclusiones, y para
éstej los papeles escritos deben facilitar el diálogo presentando diáfana-mente
el esqueleto, el armazón tras el que las ideas se sitúan.
El objetivo básico de nuestro trabajo persigue, en cierto modo,
contribuir a desvelar el engranaje que hace que la estructura del po-der
político en el siglo XIX canario, sea expresión del modelo histó-rico
que a nivel socio-económico se ha desarrollado en el Archipié-lago.
Pero antes que nada queremos dejar claro que esta premisa no
implica que existan fórmulas o recetas que, actuando a modo de «ca-jón
de sastre» puedan encerrar todas y cada una de las piezas, que en
este caso, serían los elementos del pasado que las fuentes históricas
ponen al descubierto. Aunque esta pretensión sigue patente en parte
de la historiografía moderna, y no ha dejado de ser un obstáculo para
el avance del conocimeinto de los hechos, existen posibilidades de
adoptar principios teóricos que den coherencia y eviten la dispersión
de tales hechos sin tener que «ajustarlos aconveniencia~.C itamos
en este sentido la utilización del conceptos como el de modo de pro-dución,
despojado de acepciones simples que lo empobrecen o des-virtuan
al pretender buscar a toda costa,correspondencias mecánicas
entre los distintos planos de la realidad, o al de formación económi-co
social, que nos permite adentrarnos en realidades limitadas y con-cretas
en el tiempo y en el espacio.
Hemos escogido como punto de partida un elemento que ha es-tado
presente desde la conquista y posterior colonización por la Co-rona
castellana de las Islas Canarias: la integrariin de !a er~nnmia
canaria en el contexto internacional a través de mecanismos impues-tos
desde el exterior.
734 José Miguel Pérez Garcia
Este rasgo, que muchos autores califican de carácter de extro-versión
y dependencia de la economía canaria, aunque no es sufí-ciente
por sí sólo para explicarla en su globalidad, puede ser impor-tante
por varias razones. Como han señalado J. Angel Rodríguez y
M.S. Padrón', a partir de este factor externo «se puede explicar la diná-mica
de la región, no sólo porque a través del mismo se genera gran
parte del excedente económico, sino porque además, es función de
este sector que se organiza el aparato infraestructura1 de la región».
Pero es que a esto podríamos unir (y estos mismos autores ha-cen
un serio intento de interpretación) Ia relación que este factor tie-ne
con el desarrollo estructural interno canario. En este plano inter- ,,
no resalta la existencia de unas relaciones de producción mediante N
las que una minoría social que detenta la propiedad de los medios de
O producción, va a apropiarse del producto obtenido por el conjunto n
de id sociedad. M periiiaiicixia hisiSrica de esta es:iüc:Ura es U: fe- =
um
nómeno que, relacionado con el citado factor externo, explica los E
2 rasgos peculiares de la estructura socio-económica canaria. Martín y E
Padrón ofrecen una interesante explicación cuando afirman:
3
«Es en este sentido que podemos hablar de ... reproducción sis- e-temática
de los problemas, intimamente relacionada con la con- m
tinuidad de unos grupos de poder que, como tales, dependen O
precisamente de la perturbación de las deficiencias y problemas
estmcturales regionales* (..). ((Estos mecanísmos de adaptación n
que cabe calificarlos como políticas generadoras de subdesarro- -E
a
110, constituyen unas de las claves paradigmáticas de la Historia
Económica de la región canaria»?. n
El modelo reseñado nos puede servir para iniciar nuestro marco 3
O
del siglo XIX que, a pesar de los cambios coyunturales y las transfor-maciones
que van a suponer el preludio de la transición del Antiguo
Régimen, va a permitir la continuidad de los viejos sectores domi-nantes
y de ia ausencia de autonomía a ia Iioia de d i s p ~ i i d~cl los
destinos de las Islas.
La primera mitad del siglo nos presenta una sociedad muy simi-
1. J.A. R. Martín y M.S. Padrón: «LA ECONOMIA CANRIAx Notas para un
intento de interpretación global. Revista Información Comercial Espanola. Núm.
543.Ed. Ministerio de Comercio, Madrid, 1978; pp. 12 a 39.
2. J.A.R. Martín y M.S. Padrón: Op. Cit. p. 14.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 735
lar a la tradicional. La crisis y debilidad del potencial económico se
hacían sentir con especial incidencia en los momentos en que fallará
la producción de subsistencias internas. Oswaldo Brito la describe
adecuadamente:
«La propiedad efectiva de la tierra, el dominio social y el con-trol
ideológico se ejercerán sobre una sociedad arcaica, sin dina-mismo
propio en su campesinado*. 3.
Es una etapa marcada por una fuerte deuda exterior producida
por la caida de exportaciones barrilla y los vinos y por los desequili-brios
de la agricultura de subsistencia. Recientemente varios autores
han comenzado a dar relevancia especial al papel que en esta pri-mera
mitad del siglo, poseen determinados sectores de la incipiente
h..,,..,"." m. . , ,,,,,,, ,,,.l :1-1 A., ,,,,, ,,A, 14,....-,.+..,,.
uuiEur;a;a yur; piupviir;;i ci IWIG UJIIIGI~;U ~ U I I I U alLr;iilaL;va a !a si-tuación
económica, y que pueden aparecer como el exponente de
unos sectores conscientes capaces de generar una dinámica reivindi-cativa
ante las instancias centrales que culminaría con la consecu-ción
del Decreto de Puertos Francos de 1852.
Sin pretender cuestionar globalmente estas afirmaciones, por
nuestra parte no podemos decir que desde las Cortes esta «lucha»
pueda verse claramente. A excepción de las intervenciones que reali-za
el tinerfeño Murphy, no hemos constatado que los diputados ca-narios
plantearan de forma clara el tema, ni tan siquiera, en los mo-mentos
inmediatamente precedentes al Decreto de Bravo Murillo.
Por otro lado, la posible fuerza que estos sectores pudieron tener no
vemos que se plantease al nivel similar con que otros grupos sociales
plantearon sus reivindicaciones en otras zonas y por la misma etapa.
Con ello no pretendemos negar la importancia de los partidarios del
libre-cambismo en Canarias, pero sí entendemos que debe abrirse un
debate que permita profundizar en la trascendencia de sus actuacio-nes,
pudiéndnse &separ así, e! ppp! qcp otros factnrps tuvip-ron
en la concesión de las franquicias, y las propias características de
la burguesía canaria.
Además, es preciso resaltar que después de la concesión de los
puertos Francos y a lo largo de distintas fechas sí puede verse una
3. Oswaldo Bnto. Noticias de la Historia de Canarias. Tomo 111. Ed. Planeta
Barcelona 1981; p. 39.
736 José Miguel Pérez García
posición clara por parte de los políticos canarios, que trabajaran por
mantener y ampliar los límites que aquéllos tenían, dándose en este
caso, posiciones conjuntas entre las Palmas y Tenerife.
En esta primera mitad del siglo, junto a la sucesión de momen-tos
críticos (epidemias en 181 1, 1825, 1851 y hambres como las de
1847) se irá introduciendo el cultivo de la cochinilla desde la década
de los 30 que a la postre se convertirá en el centro de los productos
de exportación, impulsado por la obtención del Decreto de Puertos
Francos de 1 85 1.
Después de esta etapa marcada por el auge de la grana se entra-rá,
a raíz de la depreciación de ésta, en una nueva fase depresiva en
la que se intentan alternativas de sustitución como pueden ser las del
tabaco o el azúcar. Está por cuantificar el significado de estas tentati-vas
pero sí podemos constatar la ausencia de planteamientos conun-tos,
conio io deñiuesira ei caso dei idbaco que en su iiivmenio cv-mentaremos
y que divide a Las Palmas y Tenerife.
Finalmente y ya en las postrimerías del siglo, la economía se
verá inmersa en la dinámica que la expansión imperialista imprime
al capitalismo. La introducción de nuevos cultivos y capitales va a
suponer, como ha señalado el profesor Brito, no sólo {{incidencia ex-terior
en el circuito exclusivamente de Ia distribución (comercio y
transporte))) sino una penetración fuerte del capital extranjero que
incide sobre las relaciones sociales internas y marca un ritmo de de-sarrollo
que ha contribuido poderosamente a crear la infraestructura
contemporánea canaria.
Esta nueva presencia del {{agente exterior», se lleva a cabo sobre
la fragmentación que configuraba la realidad canaria, añadiendo
mayores obstáculos a las posibilidades de creación de una identidad
y desarrollo regional. En esta fese, el notorio avance que experimen-ta
la ciudad de Las Palmas debido a la construcción del Puerto de la
Luz, provoca una mayor. c.o ncentración de las inversiones y, con
ello, el inicio de un ciecimieiiio uibeiio de~cciriiroladu y 12 cciiifcir-mación
clara como centro de poder.
11.1 .- CARACTER~STIPCEACUSL IARES DE LA SOCIEDAD CANARIA EN
LA FASE CONTEMPORÁNEA.
El siglo XIX va a suponer una etapa de transición entre el Anti-guo
Régimen y las estructuras propias de la sociedad capitalista. Este
fenómeno va a producirse también en Canarias aunque los rasgos
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 737
que aquí presenten guardan mayor relación con los de las áreas peri-féricas
que con las de los núcleos centrales del sistema. De esta ma-nera,
aunque no se produzca una industrialización del Archipiélago,
las Islas Canarias van a experimentar cambios en su estructura pro-ductiva
que inciden decisivamente sobre la composición de la socie-dad
y la evolución de la población y que, como hemos señalado, van
a venir impulsados por las transformaciones que en esta etapa afec-tan
al sistema capitalista a nivel internacional.
A grandes rasgos el perfil que nos presenta la sociedad canaria
podna resumirse en los siguientes puntos:
-Una evolución demográfica cuya dinámica depende fuerte-mente
de la estructura social y con un crecimiento diferenciado del
que se produce en el restor del Estado.
- Como consecuencia de lo anterior, una estructura poblacional
que prerect2 T ~ I ~ ~ Sc~VfSis idsrah!es respecto 2 !us vari&!es que del,-
nen a las poblaciones desarrolladas. Asimismo una distribución sec-torial
productiva, donde el sector agrario tiene un peso decisivo y
mayoritario. Todo ello, unido a un fuerte desequilibrio entre las islas
centrales y las periféricas.
-La estructura social se presenta fuertemente jerarquizada y
fragmenda en dosbloques opuestos: dominante y dominado. El pri-mero,
constituído por unaminoria poblacional, está formado por
grupos cuya base económica es la propiedad de la tierra y el agua, re-forzada
en el XIX por la mayor acumulación que el proceso desa-mortizador
puso en sus manos. Su actividad seguirá el desarrollo de
los cultivos especulativos, fusionando sus intereses a la burguesía co-mercial
constituída, en buena parte, por capital extranjero. Se cons-tituye
de esta forma la burgusía canaria, cuyo rasgo más destacado
como clase dominante va a seguir siendo la necesidad de sostener
unas estruturas dependientes que le permitan seguir ejerciendo como
tal. El segundo bloque está formado principalmente por trabajadores
rurales Y una minoría dedicada a actividades urbanas. Con gran-des
problemas de subsistencia, poseen unos niveles de contestación
bajos en relación a otras zonas del Estado y sus salidas principales se
basan en la emigración, tanto a las islas centrales como al exterior
(América).
Los grupos intermedios son poco significativos y constituyen un
e!emento de 2poyo u !os intereses de !es sect~rese! evudm, a! trabaja:
en función de sus intereses.
- Esta estructura social aparece fragmentada en torno al mar-
738 José Miguel Pérez Garcia
co espacial de cada isla, a mejor, de las dos Islas centrales. Así la au-sencia
de intereses regionales por parte de los sectores dominantes va
a ser un factor que marcará profundamente toda la realidad del Ar-chipiélago,
impidiendo cualquier alternativa capáz de abordar los
problemas estructurales que tiene. Esta fragmentación no sólo no va
a ser corregida por los intereses foráneos (tanto peninsulares como
extranjeros) sino que se confirmará con ellos, generando una perpe-tua
rivalida que repercute sobre los sectores populares.
Desde el punto de vista demográfico se produce un creci-miento
poblacional moderado, aunque superior a la media espa-ñola
y dentro de un régimen que el profesor Martín Ruíz ha califi-cado
como «una prolongación tardía del Régimen Demográfico
Antíguo~E. stas características se mantendrán hasta bastante avan-zado
el siglo XX.
Una natalidad elevada y unas tasas de mortalidad ordinarias
también altas que, a lo largo del XIX, se verán incrementadas por fa-ses
catastróficas (Hambres, epidemias, crisis económicas, etc ...) serán
los factores responsables de esta dinámica vegetativa.
La emigración es otro de los elementos esenciales a considerar
en sus diversas vertientes. Desde la que impulsa contingentes de po-blación
canaria hacia América en momentos de crisis, hasta la que
concentra en las capitales de las Islas centrales habitantes de las res-tantes.
La emigración posee una importancia extraordinara de orden
cualitativo, pues supone la llegada de individuos que ocuparan pues-tos
de relevancia de la administración o constituirán personal cuali-ficado
a nivel artesanal.
Esta dinámica poblacional dará como resultado, una estructura
que nos presenta pirámides de tipo antiguo a lo largo del siglo: En
general, anchas por la base y estrechas en la cima.
La distribución espacial hemos explicado que tiende hacia
una mayor concentración en Tenerife y Las Palmas de la pobla-ción
de i a b idas resiaiiies y, fiiidiiieiiie, üiia iaíribiéii Ui~iiibüciSii
sectorial, con fuerte concentración en el sector primario a lo largo
de todo el siglo y con un sector terciario algo inflado por el servi-cio
doméstico. Las cifras que ha publicado M." Teresa Noreña son
clarificadoras e indican los escasos cambios que en este sentido se
produjeron:
Distribución sectorial de la población activa en Las Canarias Orien-tales.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 739
Sectores 1860 1887
Primario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72,71 70,3 1
Secundario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 ,O2 12,94
Terciario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21,27 16,74
(Fuente: M." T. Noreña. ((Canarias: política y sociedad durnate la Restauración»
Tomo 1, págs. 42-43. Las Palmas 1977).
En resumen, el crecimiento de la población posee una línea de
ascenso global, -como puede verse en las respectivas gráficas-, aun-que
a lo largo del siglo se repitan las circunstancias que alteraban en
el Antiguo Régimen la tendencia alcista. Las causas que explican
esta evolución vienen dadas, en fin, por el hecho de encontramos
-a-i+iaw uiia nr\ri;orlrirln .io nr\ -1 nr\"+rr\l A ; r n n + ~ rir\hrn Ir\- -nnm+nci J u b i b u a u y u b iiu ~ J J L Lbi ~ U L L L I U L ULILLLU J U U I ~~ U Ja 5 b u L b a
que intervienen en ese crecimiento, encontrándose éste, durante todo
el siglo, a merced de la coyuntura internacional como lo demuestran
las etapas de crisis y la fuerte intensidad con la que se manifestaron.
Hemos visto tres elementos que, a modo de rasgos generales,
puedan ayudamos a comprender la estructura social canaria. Por un
lado, la existencia de una minona dominante, formada a partir de los
antiguos estamentos privilegiados de viejo régimen y que basa su he-gemonía
en la propiedad de tierras y aguas cuya explotación en el si-glo
XIX tiene bastante que ver con los cultivos especulativos. Este
sector, como podrá verse en el estudio que hacemos sobre la sociolo-gía
de los diputados canarios, no tiene dedicación exclusiva a una ac-tividad
sino que intervienen en las que pueden considerarse claves a
la hora de controlar los resortes del poder: comercio, profesiones
liberales, empleos públicos altos, etc ... Su hegemonía además es ab-soluta
y por tanto, constituyen una oligarquía que ejerce su predomi-nio
con una oposición imposibilitada de mermarlo sustancialmente.
1 r. "-"....A,. -0 -1 An..Ari+ar :..0,~1".. "..a A"+- A"+-7rit....,.
uii ~ q j u i i u uG I ~ I I IGI I LU GJ b i b a L a b L b i 1 i i ~ u i a iy u b G J U ~G J L I U ~ L U I ~
posee, tanto porque el límite de su actuación lo señala la isla, como
por el predominio de las islas centrales sobre sus respectivas periféri-cas.
Esta realidad no sólo impedirá un desarrollo global del Archi-piélago,
sino que enfrentará a las respectivas burguesías en un proce-so
secular que terminará por perjudicar muchas de las posibilidades
del progreso, al crearse un factor de rivalidad interno que impide, en
muchas ocasiones, constatar los verdaderos problemas.
Finalmente, esta peculiar conformación social se fundamentará
en una estrecha dependencia de los avatares que experimenta el de-
740 José Miguel Pérez García
sarrollo capitalista internacional. Así, las islas se convierten en un
área periférica que surte de productos secundarios los mercados eu-ropeos
y serán también lugar de inversión de capital extranjero, cuya
importancia al finalizar el siglo es cuantiosa. Los sectores hegemóni-cos
quedan imbricados en este papel hasta el punto de depender fir-memente
de él, de ahí que muchos autores encuentren en todo ello
la escasa relevancia que los movimientos automistas poseerán en Ca-narias.
La interrelación de estos elementos es clave pues, como punto
de partida para cualquier trabajo que pretenda analizar la historia
contemporánea canaria. Hemos dicho punto de partida porque no
pensamos que el tema pueda, de momento, acotarse y los rasgos so-ciales
estén perfectamente al descubierto. Quedan muchos temas por
resolver como pueden ser la misma caracterización de la burguesía
canaria, cuyo comportamiento y actitudes suscitan diversas vaiora-ciones,
como hemos visto al referirnos a los sectores que propugnan
el librecambio en la primera mitad del siglo y las posibles objeciones
que pueden hacerse cuando se la tilde de poseer una conciencia de
clase avanzada dentro del liberalismo. No podemos olvidar que los
propios terratenientes castellanos o andaluces dieron su apoyo a go-biernos
liberales para obtener una política económica de librecam-bio
cuando buscaban convertirse en la ««despensa» cerealística de
Europa. Tampoco la propia trayectoria interna de la burguesía cana-ria
que provoca la permanente sumisión de su país en un estado de
atraso considerable.
Por consiguiente, junto a debates colectivos sigue siendo aún
necesario obtener mayor información así como estudios capaces de
completar en todos los niveles (económicos, mentalidades, etc ...) los
perfiles del tema.
El resto de los sectores sociales gira en torno a los movimientos
marcados por las clases dirigentes. Y aunque existen organizaciones
que a partir de un cietermincio momento iieguen a aglutinar parie de
sus intereses, su contestación es parcial (no por ello desdeñable) e in-capáz
de derribar o cuestionar los cimientos del sistema. Las causas
hay que verlas en las propias consecuencias de esa formación social:
situaciones laborales y económicas tradicionales; analfabetismo ge-neralizado,
válvula de escape eficáz: emigración, etc. ...
(miles hs.)
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 74 1
742 José Miguel Pérez Garcia
11.2.- LA ESTRUCTURA DEL PODER POL~TICO
M" Teresa Noreña ha planteado en diversas publicaciones las
características que posee en Canrias la configuración del poder polí-tico
en la etapa contemporánea, y, aunque ello no elimine la nece-sidad
de estudiar aún muchos de sus aspectos en los distintos niveles
en que se manifiesta, su aportación nos permite hoy disponer de una
interpretación global del tema.
Así, uno de los elementos que aparece como básico es el del
control y utilización que, los denominados sectores dominantes, ha-cen
de la diversas instituciones que componen los organismos de ac-tuación
política. Esta realidad contribuye a explicar la orientación Dm
N que tomará esa actuación así como la incidencia que van a poseer en E
Canarias los cambios coyunturales que se producen a lo largo del si- O
&. Tambikn in&clrá que hiiena p~ r t ed e !as pre~ctqacinne-p. nlíti- n-- m
cas se centren en la lucha contra aquellos que serán considerados O
E
como los rivales irreconciliables o, lo que es lo mismo, el que la E
2
lucha política se limite principalmente al marco de la rivalidad in- -E
terinsular.
En las Canarias Orientales, desde los comienzos del siglo hasta 3
-
finales del periodo Isabelino, las estructuras políticas aparecen domii -
0
m
nadas por una pequeña minoría constituída por los representantes de E
los propietarios agrarios principales y, en menor medida, del todavía O
exígüo sector comercial. n
Existe además cierta tardanza en la constitución de los núcleos a-E
asociativos que, más tarde serán la base de los partidos políticos. Así, l
si bién existen figuras relevantes en el primer tercio del siglo, será n
n
entrados los cuarenta y los cincuenta cuando aparezcan grupos polí-ticos
que, pese a su carácter restringido, poseen ya una fisonomía vi- 3
O
sible. Contribuyen a ello entre otros, López Botas, Cristobal del Cas-tillo
ó Domingo J. Navarro. Estos grupos de matíz moderado y mo-
&quiro no pueden ici,entificurse tintn pQr si? i&n!ngía o por su es-tructura
organizativa como por constituirse en función de la defensa
de los intereses de la oligarquía local y pueden caracterizarse mejor
por la forma de obtener el poder (objetivo éste que constituye su fin
exclusivo) en las diversas instancias, local, regional o nacional donde
este se encuentra.
De esta forma, y salvo ias contadas excepciones en que se di6 ei
Sufragio Universal en esta fase ( y en donde tampoco varió sustan-cialmente
la situación) una escueta minoría (no llega al 5% de la po-
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 743
blación) decidirá quien habrá de ocupar los cargos políticos. Ade-más,
en los asuntos de trascendencia local, esa misma élite social ac-tuará
directamente ya sea a través de las vías legales, asociados u cor-poraciones
municipales, ya indirectamente, utilizando una multipli-cidad
de medios que están en proporción directa con el alcance de
sus influencias.
Las elecciones que se efectúan bajo la forma del voto restringido
no son contiendas reales. Los resultados se preveen de antemano y se
usan los mecanismos adecuados para ello, muchos de los cuales des-cribimos
en el estudio sobre el entramado electoral. Las dificultades
que surgen, no tienen el carácter de pugnas ideológicas sino que son
enfrentamientos de intereses personales. La explicación de este mo-nopolio
del poder y la práctica ausencia de su contestación viene
dada por el carácter de las relaciones socio-económicas las cuáles, al
tiempo que hacían posible que sólo un reducido sector pudiese acu-mular
excedente, mantenían en situación de extrema dependencia de
dicho sector a la mayoría de la población. Las propias deficiencias
culturales de ésta, reflejan dichas consecuencias y la incapacidad de
cuestionar el dominio de la oligarquía.
Hemos visto quiénes y cómo controlaban el poder, pero ¿Qué
finalidades concretas perseguían? La respuesta genérica es sencilla,
evidentemente la salvaguardia de sus intereses socio-económicos, sin
embargo hay que decir en qué consistían dichos intereses y qué inci-dencia
tenía el mantenimiento de los mismos.
Si hemos sostenido que la oligarquia canaria tiene limitaciones
de carácter insular, será fácil deducir que su actuación se circunscri-be
en la mayor parte de las veces a ese marco espacial. De ahí la ine-xistencia
de fuerzas políticas regionales, pero también el que las ins-tituciones
de este ámbito sean lugar de enfrentamiento de los repre-sentantes
de las islas centrales aún por encima de cualquier diferen-cia
de matíz ideológico.
Creemos también que no es preciso acudir a la exposición ex-haustiva
cie hechos para deducir que ia actuación de estos políticos
va orientada en función de los intereses señalados, baste con recordar
las modalidades en que se dan cabida a los problemas que afectan a
la mayoría de la población o el propio crecimiento que ha caracteri-zado
a los núcleos urbanos, para comprender que nos encontramos
ante una gestión que refleja fielmente la tremenda bipolarización
social.
A partir del Sexenio van a producirse cambios que, a nuestro
744 José Miguel Pérez Garcia
juicio, afectan más a la forma de conseguir el poder que a los que lo
detentan. Esta fase permite incorporar a la participación política a
otros grupos sociales aunque ello no implique que vayan a alcanzar
el poder real. En Canarias los trabajos de Sánchez Enciso, Manuel de
Paz o el que publicamos en colaboración con Noreña y Juan José
Mendoza, han situado el alcance de esos cambios: No existen trans-formaciones
que alteren las relaciones socio-productivas y en gene-ral,
se mantienen los componentes de la actuación política anterior
(fuerte personalismo y reducida participación). Ello no implica ine-xistencia
de alternativas, que sí se presentaron, como lo demuestra el
auge del grupo republicano, aunque en ningún momento llegaron a
tener la situación en sus manos.
El último tercio del siglo, viene marcado por la organización
que en toda España se implanta con la Restauración pero si esta su-pene
una prerencii de !i e!igarqiiía tradicional, en Canarias no es
esto lo mas notorio, ya que siempre mantuvo el control. Quizá el he-cho
más significativo será la política de pactos de las burguesías in-sulares
y luego, la monopolización del poder por parte de Fernando
León y Castillo, elementos que, al tiempo que suponen la aplicación
de los mecanísmos propios de esta fase (caciquismo, corrupción,
clientelismo político, etc ...) introducen cambios que terminarán por
alterar las condiciones administrativas del Archipiélago. De esta for-ma,
y unido al crecimiento que se venía produciendo, desde la se-gunda
mitad del siglo, las clases dominantes de Las Palmas, camina-rán
hacia su futura conversión en Provincia, impulsada por una po-lítica
que, al potenciar su infraestructura, permitía imponer por los
hechos el ideal divisionista. Damos especial relieve a estos hechos
porque son esenciales para estudiar el significado que la Restaura-ción
tuvo en Canarias, y porque en torno a esta política de entendi-mientos
se articulará en las islas el turno de partidos.
Ma Teresa Noreña al comentar las directrices que seguía León y
Castillo cuando preparaba estos pactos, lo explica claramente:
«Su objetivo consistía en aglutinar el mayor numero de perso-nas
influyentes en el partido liberal o en el conservador y, ac-tuando
en común acuerdo los partidos dinásticos, llegar a re-presentar
los intereses de los grupos dirigentes del Archipiélago;
de esta forma tendrían influeri~iaer i Madrid, kigi~iiaíie ! i r i~f i -
fo de las distintas elecciones con facilidad, y al mismo tiempo,
conseguirían las concesiones y solicitudes que desde Canarias se
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 745
hacían al Gobierno a través de los representantes en las Cortes,
y todo ello, al margen del partido que detentaba el poder en un
momento concreto. Este objetivo se cumplió y marcó la reali-dad
política canana durante muchos años>h4.
De esta manera, los cambios de coyuntura que se producen a lo
largo del siglo, refuerzan las estructuras sociales jerarquizadas, intro-duciendo
los elementos que para ello sirven, y que en muchas oca-siones,
se pretenden presentar bajo la envoltura de modernización.
Esta configuración de la estructura política va a tener importan-tes
consecuencias. Por un lado, impide el desarrollo de movimientos
de oposición, capaces de llevar adelante alternativas que permitan
superar los lastres que soporta la mayor parte de la sociedad canaria.
En segundo término, mantiene la fragmentación secular y aparece
incapáz de abordar los principales problemas económicos. geopolíti-cos,
etc. ... que afectan al Archipiélago. Finalmente, esta realidad
hace posible el mantenimiento de una situación de dependencia ex-terior
fuerte, al impedir el desarrollo de elementos autóctonos simi-lares
a los que por esta época abundan en Europa o España.
111.- LAS ELECCIONES A DIPUTADOAS CORTESE N LAS CANARIAS
ORIENTAS A LO LARGO DEL SIGLO XIX.
111.1 .- CARACTER~STIGCEANSER ALES.
Las elecciones a Diputados a Cortes en Canarias poseen gran
parte de las características que se señalan para las del conjunto del
Estado, pero, a su vez, encontraremos elementos peculiares que se
derivan de la propia estructura socio-política del Archipiélago, gene-rados
como ya hemos visto por los rasgos que conforman su forma-ción
histórico-sociai. De esta manera, podemos concretar los aspec-tos
más sobresalientes de los procesos electorales en Canarias duran-te
el siglo XIX con los siguientes presupuestos:
4. Ma Teresa Noreña «HISTORIA DE UN PACTO. LOS OR~GENESD E LA
RESTAURACIÓN~)S.e p. de Homenaje de Alfonso Tmjillo. En Aula de Cultura de
Tenerife. 1982; p. 2 17.
746 José Miguel Pérez García
En primer término, y esto parece ser común al conjunto de Es-paña,
el sistema representativo va a quedar desnaturalizado y reduci-do
a puro formulismo, debido a la manipulación a que permanente-mente
le someterá el sistema de poder. Este hecho ha sido estudiado
ya en buena parte, para el Archipiélago y ha llevado a afirmar a la
Dra. Noreña' que la organización política de la clase dominante va a
implantarse con tal fuerza, que sus representantes políticos van a
controlar el poder a lo largo del XIX, sin que la ampliación de la
participación o los períodos que para muchos representan ((parénte-sis
democráticos», como el Sexenio que abre la Gloriosa, supongan
mayores obstáculos.
En segundo lugar, las consecuencias más notables de la implan-tación
de un sistema representativo de mera apariencia, podemos
observarlas en las tendencias representadas. Estas poseen tal grado de
consensus en lo que se refiere a intereses sociales, que en este terreno
no se plantearan conflictos esenciales.
Después de cotejar los trabajos realizados sobre los resultados
de las elecciones para Diputados a Cortes en el S. XIX, el profesor
Artola, constata un enorme equilibrio en la alternancia de estas fuer-zas,
siendo éste un comportamiento electoral qie no puede ser expli-cado
por análisis sociológico alguno, a no ser que tenga en cuenta el
fenómeno del control de estos sectores sobre dichos resultados. En
función de ello, las fuerzas que representan intereses sociales contra-puestos
a los de las clases dominantes no alcanzarán los escaños. En
Canarias la organización más sólida que en cierta medida consigue
aglutinar a esos sectores de oposición, el republicanismo, renunció
incluso a presentarse a dichas elecciones. Habrá que esperar hasta el
siglo XX para que en las Canarias Orientales el Partido Republicano
Federal consiga hacer llegar su influencia a sectores de la clase traba-jadora.
En Tenerife el partido republicano consigue aupar al escaño
de Diputado a una de sus figuras sobresalientes: Miguel Villalba
Hervas. Este hecho, a nuestro juicio, y después de ver la trayectoria
de este diputado en el Parlamento, así como los rasgos que caracteri-zan
el proceso electoral que se siguió para su nombramiento no va a
1. En este sentido puede verse el artículo: «LA JUNTA SUPERIOR DE
GOBIERNO DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA. OCTUBRE-NOVIEMBRE
DE 1868~M. a Teresa Noreña, José Miguel Pérez y Juan J. Mendoza, en Revista de
Historia Canaria, Tomo X X X V I , La Laguna. 1978; pp. 73-94.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 747
implicar variantes sustanciales en la afirmación expuesta. Los estu-dios
recientes sobre el tema demuestran que el caso de Villalba no
distorsiona el sistema caciquil que la Restauración implantó.
El posible conflicto creemos que habrá que situarlo en las coor-denadas
que se trazan a partir del pleito insular que comentare-mos
enseguida.
De estos dos presupuestos apuntados, habría que desprender
que tanto los resultados electorales como la posterior composición
de la Cámara de representantes, no reflejan crisis de alcance estruc-tural,
en lo que a los aspectos sociales implica. Por ello, conviene te-ner
en cuenta que aunque el estudio del parlamentarismo español
decimonónico puede darnos importantes claves a la hora de enten-der;
por ejemplo, la transición peculiar hacia el capitalismo, o ayu-dar
a estudiar el proceso de «revolución burguesa)) que se desarrolló
en España, no encontraremos en él (a diferencia del actual) la mani-festación
de las principales contradicciones que la sociedad contem-poránea
ha engendrado. Tales contradicciones se harán patentes fue-ra
de este ámbito. Para el Archipiélago, los trabajos de Oswaldo Bri-to
sobre el Movimiento Obrero o de Millares Cantero, así lo han
confirmado para el marco cronológico que estudiamos.
Ahora bien, si estos tres rasgos coinciden claramente con la si-tuación
general aparecida en Canarias, habría que resaltar además
dos elementos que nos ayudan a completar el panorama. Se trata del
alcance que llega a tener el enfrentamiento entre las burguesías de
Sta. Cruz y Las Palmas de G.C. y el caríz que por esta circunstancia
tomará la intervención del poder central en Las Islas.
Ya hemos explicado los orígenes y los efectos que para la socie-dad
canaria ha tenido el denominado pleito insular. En el ámbito
electoral, este pleito va a estar omnipresente. Los principales conflic-tos
que se plantean ya sea en temas de falseamiento de resultados, en
desacuerdos por la formación de listas de electores o por la distribu-ción
de la geografía electoral, lo tienen como denominador común.
Lo mismo sucederá como veremos en ei siguiente apartado, con los
«conflictos» principales que los diputados canarios llevarán al seno
de la Cámara. Su trascendencia nos atreveríamos a decir que es supe-rior
a la de los planteados por la oposición (aún cuando ésta -caso
del Partido Republicano Federal- empiece a tomar conciencia del
tema y a ofrecer algunas alternativas) y esto se explica porque el con-flicto
entre sectores dominantes será presentado como problemas
que afectan al conjunto de la sociedad de las islas.
748 José Miguel Pérez García
Esta rivalidad va a permitir al poder central intervenir abierta-mente
en el control político del Archipiélago, no solo ya porque no
se le plantearán complicaciones de índole autonomista, sino porque
se permite jugar un papel arbitral con el asentimiento de los sec-tores
dominantes locales, y tal papel lo aprovechará cuando lo de-see
para colocar peones sin mayores dificultades. De esta forman
desfilan diputados cuneros, cargos políticos, o de la Administra-ción
del Estado en general y decisiones que, aún afectando a los
intereses de Canarias, pueden ser adoptadas sin tomarlas muy en
cuenta. Este arbitraje del poder central que se produce sólo en
momentos conflictivos pone de manifiesto el grado de importan-cia
que tiene el enfrentamiento interinsular que impide la confor-mación
de un espíritu regional, espíritu que va a ser falseado conti-nuamente
al presentarlo encubriendo los intereses locales (recorde-nios
la üii:izacióli de expresivíies como cipair;&icoii <parti&
rio», etc ...).
Es este pués, el cuadro que desde nuestro punto de vista enmar-ca
el devenir del proceso electoral canario en la pasada centuria.
Cuadro que, ya en ese siglo es descrito en cierta medida por Fco.
María de León cuando en las páginas de su Historia de Canarias es-cribía:
((Hay, a propósito de ésta y de las demás numerosas elec-ciones
de diputados que desde el establecimiento del nuevo sis-tema
que principió en la revolución de 1836, viene haciéndose
en ésta provincia, debemos en honor de la verdad dejar consig-nado
que las nulidades, los vicios, y las mas imprudentes falsifi-caciones
habían venido observándose de mas a mas. Ya no era
bastante la influencia del caciquismo en los pueblos, ni la alte-ración
de la verdad en las mesas electorales; y ya era poco el
haber falsificado en una sola noche, e interviniendo en ello las
autoridades mismas, que dirigían esta operación en sus propias
oficinas, hasta once actas eiecioraies que se coiisei-vabaii en Íos
ayuntamientos y las que se hicieron pasar como autógrafos,
traídas por los comisionados, no hubiese conformidad alguna ni
en lo sustancial de ellas, ni aún en la letra rúbrica de los presi-dentes
escrutadores: ya era poco que, denunciados estos hechos
a las Cortes, se hubiese mandado formar causas, que no tuvie-ran
!ligar, pnrqile en mziteria de e!ecciones se había sancionado
por la creencia de muchos el principio de que nada absoluta-mente
es delito ... »
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 749
(c.. En fin, imposible parece que el que haya sido testigo de
tan escandalosos hechos, deje de estar persuadido de que el ac-tual
sistema representativo, tan alucinador y tan bello en teoría,
será una repugnante farsa, mientras no sea basado sobre una
justa y tal vez imposible ley electoral, y mientras las ideas de
honradez y moralidad en los pueblos no hagan mirar como tan
delincuente al que altera una lista o un acta, como el que falsifi-ca
un documento publico o privado. En tanto esto no sucede,
las elecciones no serán mas que la expresión de la voluntad de
un reducido numero de personas con atrevimiento bastante
para sobreponerse a la voluntad general»*.
- SUFRAGIO Y ELECTORES
La relación entre el numero de electores y el total de la pobla-ción
es un importante indicador del grado de representatividad. Para
establecerla hay que considerar en cada momento los factores que li-mitan
el derecho al sufragio, tanto en la época en que éste era censi-tario
como en la del llamado ((sufragio universal», el cual, a pesar
de su apelativo, tuvo limitaciones basadas en el sexo, la edad, nacio-nalidad,
vecindad, etc ... que recortaran sensiblemente el cuerpo
electoral.
Para el caso de las Canarias Orientales vamos a analizar la evo-lución
de estas variables en Las Palmas. Antes, conviene precisar la
existencia de obstáculos que impiden hacer estimaciones absoluta-mente
rigurosas a nivel cuantitativo. Las causas son diversas, desde
las imprecisiones en el cálculo de la población para la primera mitad
del siglo XIX en algunos decenios; hasta la falta de similitud entre
las distintas cifras de electores que aparecen en las correspondientes
fuentes (Diputación Provincial, Ayuntamiento, actas de Escruti-nio...).
A pesar de todo ello, creemos que puede ofrecerse una apro-ximación
capáz de explicar las oscilaciones de las diversas fases, así
como ir calculando el grado de representatividad que el sistema elec-toral
ofrecerá en esta zona.
2. Fco. Ma de León. ((HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS 1776-1868)). Ed.
Aula de cultura de Tenerife. Madrid. 1977; pp. 340-341.
750 José Miguel Pérez Garcia
El rasgo más significativo que aparece a lo largo del siglo XIX
es la exigüidad que la cifra de electores presenta en la mayor parte de
la centuria. Excepto en las fases del Sufragio Universal, el total de
individuos con derecho al voto se sitúa en una cantidad inferior al 5
por ciento, existiendo períodos de ínfimos porcentajes. También en
los momentos de mayor posibilidad legal de participación, las cifras
apenas abarcan a 1/4 parte de los habitantes.
Las oscilaciones que se producen vienen dadas por los cambios
que se suceden en la legislación electoral. Pueden observarse en este
sentido, los efectos de la ley de 20 de julio de 1837, que permitió
cumplir el derecho al voto a los contribuyentes que pagasen más de
200 reales. En España la media porcentual pasa desde 2,2 a 4,3 en
1837 y 1844 respectivamente. En Las Palmas, aunque ya exponemos
en otro apartado las características de esta etapa. los cambios vienen
provocados por factores que se relacionan con la rivalidad entre las
islas centrales, que dará lugar a censos inestables como se ve en los
de 1839.
A partir de 1846 y con una legislación marcadamente conserva-dora
(ley de 18 de marzo de 1846), la contribución directa subió a
400 reales, lo que provocó una considerable reducción del número
de electores en toda España, situándose en menos de 100.000 los es-tipulados
por las primeras elecciones celebradas bajo la nueva ley.
En Las Palmas, la reducción es también importante, las cifras
para este distrito y sus municipios descienden a 265 electores para el
conjunto del Distrito y 2 12 para su cabeza; la ciudad de Las Palmas.
En la ciudad, el índice de electores se sitúa en torno al 1%. Esta
ley se mantiene tras el paréntesis del Bienio Progresista, y después de
diversos intentos de modificaciones (proyecto de Bravo Murillo,
Constitución del Bienio que queda sin promulgar, proyecto de Mira-flores
...) hasta 1864, etapa en la que se produce un leve crecimiento
del electorado.
El 18 de julio de 1865, se promulga una nueva ley que al redu-cir
a la mitad la contribución a satisfacer y al permitir que las capa-cidades
no tuviesen que contribuir con cantidad alguna, amplía de
nuevo las posibilidades de participación. En la Península, aunque en
cifras relativas, el aumento no es demasiado significativo (2,67%) sí
lo es eii cantidades absohtas: 41 8.27 ! electores:
Con esta ley se produce un aumento importante en el Distrito
de Las Palmas, que pasa a tener 990 electores distribuídos como si-gue:
Elecciones );.diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 75 1
Electores
Valleseco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 5
Valsequillo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
Teror . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Telde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 13
Sta. Lucía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Sta. Brígida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3
San Mateo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 1
San Lorenzo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 4
San Bartolomé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
Ingenio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43
Firgas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1
Arucas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 1
Agüímes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 8
Las Palmas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 364
En la ciudad de Las Palmas el porcentaje se situaba en tomo al
2,5 electores por cada 100 habitantes, siendo el de los pueblos infe-rior,
debido a la concentración de los sectores poderosos en la ciu-dad.
Así, Valsequillo = 0,8; Sta. Lucía = 1,l; Telde = 1,3; San Barto-lomé
= 1,2; Ingenio = 1,4; Agüímes = 1,4.
Con la revolución de 1868, el Sufragio Universal, que había
sido una de las principales reivindicaciones de la oposición, cristali-za
en el decreto del 9 de noviembre de 1868 que permite la partici-pación
de todos los varones mayores de edad.
Martinez Cuadrado estima el censo Electoral de esta etapa en
un 24% del total de la población, produciéndose variaciones con las
ampliaciones que introducen la ley de 23 de junio - 20 de agosto de
1870 (que elimina la exigencias de vecindad); y la de 1 1 de marzo de
1873 que redujo la mayoría de edad a 21 años. Los cálculos de Mar-tínez
Cuadrado sitúan esas ampliaciones en torno al 27% del total de
!u p&!aciSn.
En Las Palmas el número de electores se sitúa hacia 1873 en
4.058, lo que viene a suponer cerca del 24% de los habitantes de la
ciudad, y para 1872, Millares calcula 3.365. Esta ampliación sin em-bargo
no se verá seguida por una participación real puesto que por
ejemplo, en las elecciones de la República (1873) sólo votó el
i 5,4Yo dei censo. ¿a expiicación podemos encontraria tanto en ei sig-nificado
del Sexenio en Las Palmas, como en la afirmación de Milla-res
Cantero que lo ve como asigno evidente del retraimiento de los
752 José Miguel Pérez Garcia
sectores acomodados y de la abstinencia de las clases o fracciones
que en teoría debieron apoyar la experiencia republicana^^.
La Restauración y el nuevo marco constitucional de 1876 traerá
nuevas normas electorales. Así las leyes de 8 de febrero de 1877 y la
de 28 de diciembre de 1878 imponen de nuevo el Sufragio Censitario
volviéndose a fórmulas parecidas a las de 0,Donnell en 1865. El
porcentaje de electores se sitúa sobre el 5,1% en esta primera fase
(hay que aclarar junto con Artola que la existencia de muchos pro-pietarios
en el norte de España explica este aumento de la propor-ción
respecto a 1865). A partir de 1878 disminuye paulatinamente el
número de electores. ,,
Hacia 1890 Sagasta promulga la ley de 26 de junio de ese mis- -
mo año que vuelve a establecer el Sufragio Universal, lo que acarrea-rá
el consiguiente aumento del electorado hacia cifras similares a las O
n
del Sexenio: un 2590 dei totai de ia pobiación. En ia ciudad de Las - m
O
Palmas, la cifra de electores en 1877 es de 978. Los censos de pobla- E
ción arrojan para esta fecha un total de 17.789 habitantes. De 1 877 a SE
1899, Millares Cantero4 ha estimado que en las seis consultas bia-nuales
el cuerpo electoral abarca a poco más de 1.000 individuos. 3
Para 1887 establece un porcentaje de 5,l. O- Finalmente, en 1897 y para un total de 34.770 habitantes el nú- m
mero de electores es de 4.7 17, siendo la correlación del 133%. Esta O
diferencia respecto a la media peninsular es provocada por diversos
factores: De una parte incide la elevada cantidad de población joven n
E como lo demuestra una estructura piramidal ancha en la base, expli- -
a
cada porque en esos momentos, Las Palmas, se encuentra en una n
fase de crecimiento vegetativo con tasas de natalidad altas; el n
n
número superior de mujeres al de varones y la emigración que, en 3
el último tercio del siglo, se produce como consecuencia de la cri- O
sis de la cochinilla y que afectará esencialmente a hombres en
edad laboral.
Además, a todo eiio ~ i i i a r eCs antero añaae ia manipulación de
los Censos por sectores dominantes, afirmando:
3. Agustin Millares Cantero «¿A CIUDAD CCliYSERiíHDOiiA. ALGüiu'AS
REFLEXIONES SOBRE LA PRÁCTICA ELECTORAL HASTA 1 9 3 6 ~En Dossier
Canarias, iV 2% Las Palmas. 1983; p. 16.
4. A. Millares Castro: Op. Cit. p. 16.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 753
«Por lo que debemos de inferir la existencia de un Censo
que no se adecúa a la legislación imperante, periclitado en
suma y así mantenido por los grupos que controlan la Adminis-tración
muni~ipaln.~.
En resúmen, en Canarias, al igual que en el resto del Estado, el
sistema representativo, decimo-nónico va a quedar restringido a una
minoría de la población sin que, por otra parte, los momentos en
que se implante el Sufragio Universal, supongan variaciones funda-mentales
al observarse en ellas porcentajes pequeños del número de
electores en relación al total de habitantes. Los cambios políticos e
ideológicos que estos sectores dominantes van a experimentar esta-rán
más en función del grado de control que puedan ejercer sobre el
sistema que en convicciones reales. Así por ejemplo, Suárez Gr.im. ó.n ihiaa i+b-ana"larlta"u.-uln i0 a"ituna" bnaai-ihi;ucl.u" a a- 1i "a-uala;"iai"~ aii1 a-0a bn 1~0bnbAbniuf iinibo a n fi -1 -,,n.o,,.*n i i i bi iiiuiiibiyiu
de Teror con las siguientes palabras:
«El ansia de poder y la satisfacción (de los intereses con-cretos
de los concejales) explican el cambio de etiquetas: libe-rales,
conservadores, independientes, dictadura, monárquicos,
etc. ...).6
ELECTORESY POBLACIÓN EN LAS PALMAS EN EL SIGLO XIX
CUADRO 1
POBLACION DE GRAN CANARIA
Años Miles Hs.
1802 . . . . . . . . . . . . . . . . . 55.093
1824.. . . . . . . . . . . . . . . . 57.625
1835 . . . . . . . . . . . . . . . . . 63.040
1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . 68.066
1860 . . . . . . . . . . . . . . . . . 68.970
1877 . . . . . . . . . . . . . . . . . 90.184
1887 . . . . . . . . . . . . . . . . . 95.415
1897 . . . . . . . . . . . . . . . . . 114.101
CUADRO 11
POBLACION DE LAS PALMAS
Años Miles Hs.
1835 . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.770
1845 . . . . . . . . . . . . . . . . . 17.352
1851 . . . . . . . . . . . . . . . . . 12.219
1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . 14.308
1860.. . . . . . . . . . . . . . . . 14.223
1877 . . . . . . . . . . . . . . . . . 17.789
1887 . . . . . . . . . . . . . . . . . 20.756
1897 . . . . . . . . . . . . . . . . . 34.770
5. A. Millares Castro: Op. Cit. p. 16.
6. Suarez Grimón, V.: ((ELECCIONES MUNIClPALES EN TEROR»
(1900- 1936) en Sociología Electoral en Canarias. Dossier Canarias W 27. Ed. EDEIC.
Las Palmas 1983; p. 32..
José Miguel Pérez Garcia
CUADRO 111 CUADRO IV
CORRELACION
ELECTORES-POBLACION
(% España)
Años O10
1837 ................. 2,2
1840 . . . . . . . . . . . . . . . . . 3,2
1843 . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,3
1844 . . . . . . . . . . . . . . . . . 4,3
1846 . . . . . . . . . . . . . . . . . 0,8
1865 . . . . . . . . . . . . . . . . . 2,6
1869-73 . . . . . . . . . . . . . . 24 a 27
1878 . . . . . . . . . . . . . . . . . 5,1
1878 . . . . . . . . . . . . . . . . . 5,l
1878-90 5,1 a2,l
1890 ................. 24a27
ELECTORES EN LAS PALMAS
Años Total
1839 (Ciudad) . . . . . . . . 688
1839 (Ciudad) . . . . . . . . 669
1840 (Ciudad) . . . . . . . . 759
1842 (Ciudad) ........ 764
1844 (Ciudad) . . . . . . . . 654
1847 (Distrito) 265
1849 ................. 298
1850 . . . . . . . . . . . . . . . . . 308
1857 . . . . . . . . . . . . . . . . . 431
1858 . . . . . . . . . . . . . . . . . 483
1860 . . . . . . . . . . . . . . . . . 496
!864.. . . . . . . . . . . . . . . . 468
1865 . . . . . . . . . . . . . . . . . ,990
1873 (ciudad) . . . . . . . . . 4.098
1877 (Ciudad) . . . . . . . . 978
1887 (Ciudad) . . . . . . . . 1.000 (ap)
1897 (Ciudad) . . . . . . . . 4.71 7
EL CONTROL DEL SISTEMA PARTICIPATIVO:
MAYORES CONTRIBUYENTES Y MESAS ELECTORALES
Hemos señalado repetidamente la función del sistema electoral
decimonónico. Por lo que a las Canarias Orientales se refiere (y en-tendemos
que no es muy arriesgado extrapolarlo al conjunto del Ar-chipiélago)
y en el caso de las elecciones a Cortes, los sectores domi-nantes
impedirán el surgimiento de cualquier oposición. Tal vez ri-validades
o disputas intestinas entre grupos, pero no alternativas que
se contrapongan con sus intereses. Disponían de suficientes medios
para lograrlo y tanto en las elecciones del sufragio consitano como
en las del universal, los resultados de los distintos procesos denun-cian
abiertamente y en multitud de casos su actuación.
Nos parece que con un breve análisis de dos instituciones que
condicionan tan fuertemente el proceso electoral, encontraremos ve-rificaciones
palpables de estas afirmaciones.
LOS MAYORES CONTRIBUYENTES.
El Real Decreto de 20 de Mayo de 1834, introduce en España la
determinación de los electores y procedimiento electoral en el marco
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XZX 755
del Sufragio Censitano e indirecto cuando condiciona la participación a
propietarios, fabricantes, empleados y comerciantes con rentas de 6.000
ducados o que pagasen entre 200 ó 400 ducados por contribución de
subsidio de comercio, y además, a un grupo de profesionales a los que
se denominan, capacidades. En 1834, ese cuerpo electoral no llega, se-gún
Artola, al 0,15 por ciento de la población española.
En fechas posteriores se producen variaciones en las cantidades
de contribución, lo que podrá permitir aumentar o disminuir el nú-mero
de votantes, pero, ya sea por los intereses sociales que repre-sentan
y su propio derecho a participar, ya por la división en fases
del proceso electoral y su jerarquizada presencia en ellos o porque
serán convocados por las corporaciones municipales (si es que no
forman ya parte de ellas) asociándoseles para preparar las elecciones
o resolver distintos problemas; estos sectores controlan ampliamente
los resultados y consiguiéntemente, el sistema político. A continua-ción,
seleccionaremos algunas fechas significativas con la relación de
mayores contribuyentes.
Los componentes de estas listas de mayores contribuyentes son
,i,n-,.:nlmalrtn .-.r,-:~tn..;rin A, Gi.\,n" tav;,tn - 3 - nv-nrl;n*tn7 niio nv
L a u i b i a i i i i L i i i p i u p i G i a i i u ~U L i i i i b a a (LA~ JLL u i i ~ n p u u b i i c b y u L~A-presa
la relación de contribuyentes de Las Palmas que poseen fincas
en los pueblos de la Provincia y puede constatarse el peso de los
mayores en dicha lista). Las capacidades o componentes de otros sec-tores
económicos son sustancialmente inferiores, circunstancia ésta
que está a tono con las características de la estructura social de Las
Palmas en la primera mitad del siglo XIX, y viene también a corro-borar
la hipótesis que, en unión de algunos compañeros, mantenía-mos
en nuestro trabajo colectivo sobre la demografía de Las Palmas
de 1800 a 1860, cuya hipótesis inicial consistía «en la consideración
de Las Palmas como espacio de residencia de una gran parte de los
trrm-.,trniei.tes,m uchos de e!!os ubsrntistus de !es ~l?ur?icipiersu ru!es
del interior de Gran Canaria, constituyendo junto a los grandes co-merciantes,
en su mayoría extranjeros, una clase social altafis.
7. ((Estado expresivo de los contribuyentes de esta ciudad que tienen fincas de
esta isla y en las de otros de esta provincia (Gran Canana, Fuerteventura, Lanzarote,
Hierro, Tenenfe)» Expediente 97. Legajo 7 de Expedientes de Elecciones del Archivo
Municipal. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria.
8. Juan F. Martin, José Miguel Pérez, Juan José Mendoza, M. Monzón. «Las
Palmas 1800- 1860 una sociedad urbana preindustrial)) en «La Provincia)). Páginas
especiales: 8 de octubre de 1978.
756 José Miguel Pérez Garcia
La importancia de estas instituciones es ámplia en la vida polí-tica
local. En las actas de las Sesiones del Ayuntamiento podemos
encontrar múltiples referencias a la convocatoria de tales individuos
con fines diversos entre los que se encuentran: el estudio de solucio-nes
para cualquier problema que se plantee a la corporación como,
pago de contribuciones, dificultades con Tenerife, reparto de im-puestos
entre vecinos, contactos con personas que puedan influir
ante el poder central y, por supuesto, todo lo relacionado con el co-metido
electoral. En'este último aspecto el papel de los mayores con-tribuyentes
es muy destacado. Recordemos que en determinados mo-mentos
serán los componentes básicos de las Juntas electorales de
partido (sufragio indirecto) y de ellos salen los electores que decidi-rán
quiénes van a ser nombrados diputados. También formarán y
presidirán en buena medida, la mayor parte de las mesas electorales.
Finalmente, hay que destacar su capacidad «legal» para ejercer
influencias sobre el resto de los ciudadanos, no olvidemos que en sus
manos se ponen muchos temas que afectan directamente a éstos: son
lo peritos encargados del repartimiento vecinal de los derechos de
consumo, o puederi elegir a deier~iiinadaa~ü i~iidades( Gfici&es de
la Milicia urbana en tiempos de Isabel 11). Con todo ello no es dificil
entender la evidencia del peso decisivo de este sector social en los
procesos electorales.
MAYORES CONTRIBUYENTES
DE LAS PALMAS
1834
- Conde de la Vega Grande
- Pedro Matos (sustituído por Germán Mujica
- Ignacio Níarury
- Francisco M. de León
- Antonio Jacinto Falcón
- Domingo Gil y Barreda
- Diego Casabuena
- Juan .Taqiiez.
- Felipe Massieu
- José de Quintana Llarena
- Antonio de la Rocha
- Manuel Lugo
- Jacinto Llarena
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 757
1836
- Agustín del Castillo (Conde de la Vega Grande)
- Antonio Jacinto Falcón
- Antonio de la Rocha
- Jacinto Westerling
- Domingo Gil
- Juan Jaquez
- Francisco M. de León
- Manuel Lugo
- Fermán Mujica
-José del Castillo Olivares
1845
- Conde de la Vega Grande
- Francisco M. de León
- Antonio J. Falcón
- Diego del Castillo
- Antonio de la Rocha
- José de Quintana Llarena
- Manuel Massiey y Tello
- Diego Casabuena
- Manuel de Lugo
- Pedro Matos
- Antonio Roig
- Santiago Bravo
- Antonio Eduardo
- Manuel de León
- Bartolomé Martínez
- Bernardo González de Torres
-José J. Shanahan
- Vicente Suarez
- Nicoiás Áviiés
- Luis Navarro
- Antonio Gil
- Francisco Campos
- Fernándo Cambreleng
- José Quevedo
- Cristóbal Padilla
- Miguel Arbonies
-José González Melo
758 José Miguel Perez García
- Carlos Navarro
- Manuel Cabrera
- Pedro de la Guardia
- Sebastián Pérez
1848
- Miguel Déniz
- Antonio Gil
-José J. Apolinario
- José de la Torre
- Fernándo Navarro
- Domingo del Toro
- Antonio Verdugo
- Manuel Sigler
- Manuel pestana
- Blás Rodríguez
- Rafael Sigala
- Domingo Alzola
- Nicolas Aviles
- Pedro Fuentes
- Andres Torrens
- Nicolás Henríquez
(SUPLENTES)
- Miguel Báez
- Francisco Leonor
- Francisco Aureliano Rguez.
- Antonio Sicilia
- Baltasar Perdomo
- José Dolores Vázquez
- Domíngo Hernández
- Juan Hernández Manero
i 864
- Rafael Massieu y Bethencourt
- Fernando del Castillo Westerling
- Vicente Suárez Naranjo
- Domingo J. Navarro y Pastrana
- Manuel de Quesada
- José de la Rocha y Lugo
- José Mazo (Massó)
760 José Miguel Pérez Garcia
El origen en España de estas Mesas había que buscarlo en las
disposiciones que en 1836 establecían una Mesa Electiva formada
por un Presidente y cuatro secretarios escrutadores, que a su vez, era
designada por una Mesa provisional presidida por el Alcalde de la
capital, cabeza de Distrito. En etapas posteriores se irán realizando
modificaciones como las de 1837, que establecían el derecho a elegir
la Mesa provisional presidida por el Alcalde de la capital, cabeza de
Distrito. En etapas posteriores se irán realizando modificaciones
como las de 1837, que establecían el derecho a elegir la Mesa Electo-ral
a los electores que acudiesen en la primera hora; o las de 1846;
que impuestas por los moderadores, perseguían una mayor influen-cia
de las autoridades en dichas mesas.
Hemos escogido también para este punto una relación de com-ponentes
de mesas tanto de la cabeza de Distrito de Las Palmas
come, en e! C I S d~ e !as e!eccimes de !869, las de las distintas seccio-nes
de los colegios de la ciudad.
En esta relación puede observarse una presencia diáfana de la élite
local. Aunque no hemos efectuado una comprobación exhaustiva,
muchos de esos hombres coinciden con políticos significados, pro-pietarios
terratenientes y algún individuo dedicado al comercio o a
profesiones liberales. Después de cotejar severamente esta relación
con otras fuentes, como la citada lista de propietarios9, o los com-pradores
de fincas desamortizadas que ofrece J. José Ojedalo, cree-mos
innecesario realizar una estadística minuciosa, aunque tal vez si
fuese importante usarlo para un estudio de los sectores dominantes a
escala municipal.
No es frecuente para Canarias encontrar, a lo largo de la prime-ra
mitad del siglo XIX, quejas por la actuación de las Mesas, puesto
que los conflictos, como ya hemos señalado, se circunscriben casi
por completo al pleito interinsular. Con la revolución de 1868 y la
República o en el marco de la Restauración comienzan a constatarse
ciertas criticas. No obstante éstas no tienen gran alcance. Ya sea por
la debilidad de la oposición o por la participación de todos en un sis-tema
fraudulento (en este sentido habrá que plantearse hasta qué
punto la presencia de los republicanos tinerfeños en el Parlamento
Y. Ver nota 7.
10. Juan José O. Quintana: «La Desamortización en Canarias (1836 y 1855) Ed.
C.I.E.S. Las Palmas, 1977.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 76 1
l
con Villalba Hervás como cabeza visible, está exenta de toda sospe-cha)
las protestas no tuvieron consecuencias trascendentes, más bien
pueden quedar como testimonios de la práctica fraudulenta. Un
ejemplo de esto puede verse en las elecciones de mayo de 1873, don-de
por Las Palmas obtiene el mayor número de votos Eufemiano
Jurado con una Mesa Electoral donde figuran miembros del Parti-do
Demócrata. En uno de los expedientes de estas elecciones se
inserta un escrito de protesta de un elector del Colegio de Santo
Domingo: Antonio Cabrera y Quintana, diciendo que han habido
irregularidades en las elecciones tales como «impedir el voto a in-dividuos
que acudían a votar diciéndoles que ya lo habían hecho»
o por figurar como secretarios escrutadores Narciso Rodríguez y
Benítez y Francisco Alemán Henríquez, que tenían 19 y 20 años,
quedando por tanto fuera de los requisitos exigidos para ser electo-res
o secretarios. ' '.
COMPONENTES DE MESA ELECTORAL
1841
Presidente: Rafael Massieu
Secretarios:
- Bernardo Doreste
- Carlos de Grandy
- Fortunato de la Cueva
- Manuel Montesdeoca
1842
(6 de Mayo)
Presidente: osé Quintana Llarena
Secretarios: - -. - v icente suárez Naranjo
- Laureano Hernández
- Carlos de Grandy
- Manuel Femández, López Vicencio
1 1. Expedientes de Elecciones del Archivo Municipal. Legajo 8 - Expediente 102.
Mayo 1873. Archivo Histórico Provincial de Las Palmas.
762 José Miguel Pérez García
1842
(1 5 -20 de Septiembre)
Presidente: Vicente Suárez
Secretarios:
- Juan Melián Caballero
- Manuel Pestana Brito
- Juan Nepomuceno Melián
- Carlos Nepomuceno Melián
- Carlos Tascón
1844
Presidente: Pedro Pérez y Espeso
Secretarios:
- Salvador Torres
- Manuel Verdugo y Machado
- Esteban Manrique
- Juan Evangelista Doreste
1847
Presidente: José Martin Pérez
Secretarios:
- C2 L-otiAn G1A-o- XT--nn:n O~~UQJLIQLI O u a L k L i L Y ~ L U L L J U
- Domingo J. Navarro
- Nicolás Avilés
- Mauricio Ruíz Bustamante
1849
Presidente: José M" Delgado
Secretarios:
- Ignacio Díaz
- Jerónimo del Río
- José Doreste (sustituye a Antero Hijosa)
- Pedro Rusell
ISO
presidente: José Ma Delgado y Salafranch
Secretarios:
- Manuel Lugo
- Jerónimo Navarro
- Ignacio Díaz
- Jerónimo dei Río
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 763
1853
1 a Elección 2" Elección
Pte: Sebastián S. Naranjo Pte: Sebastián S. Naranjo
Miguel Massiey y Tello Salvador González de T
Juan Melián y Caballero Juan Melián Caballero
Pedro Matos Florencio Sigala
José Hijosa José Hijosa
1857
Presidente: Jerónimo Navarro
Secretarios:
- Agustín del Castillo
- A. L. Botas
- Manuel Pestana
- Rafael Massieu
1858
Presidente: Jerónimo Navarro
Secretarios:
- Cristóbal del Castillo - Rafael Massicü
- Fernando del Castillo Westerling
- Juan Melián y Caballero
1863
Presidente: A.L. Botas
Secretarios:
- Diego del Castillo
- José Doreste y Romero
- Manuel pestana - Pablo Negrín y Lugo
1864
Presidente: AL. E~tas.
Secretarios:
- Pedro José de León
- Ventura de la Vega
- Ramón Gutiérrez
1865
Presidente: A.1. Botas
Secretarios:
- Jerónimo navarro
- Ramón Gutiérrez
764 José Miguel Pérez Carcia
1867
- Fernando Morales Bethencourt
- Doningo Penichet Calimano
Presidente: A.L. Botas
Secretarios:
- Jerónimo Navarro
- Ramón Gutiérrez
- Pedro José de León
- Domingo Penichet
1869
Presidente: Pablo Corvo
Secretarios:
-José Vázquez
- Rafaél de la Torre
- Graciliano Mesa de León
- Pablo de Romero
Presidente: Tomás Suárez de la Coba
Secretarios:
- Tomás hemández
- Ngustín Moreno
- Jose López Hemández
- Cayetano López
Presidente: Ventura de la Vega
Secretarios:
- Jesús Garcia
- Mateo Batista Hernández
-Juan Quintana de Villar
- Miguel Peñate Santana
Presidente: Francisco Perdomo y Vallejo
Secretarios:
- Dn:l-c-.+aIlJu,-u. Tlil\--tn Y GlucILa
- Leoncio de la Torre
- G. Siliuto y Briganti
- Juan Cárdenes Alamo
Presidente: Francisco de torres y Fdez.
Secretarios:
- Jose Hemández Gallego
- Aquilino Díaz Ramírez
- Domingo Falcón Sánchez
- Rafaél Millares y Torres
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 765
Presidente: Miguel Corvo
Secretarios:
- José Díaz ~oub'in
- Adolfo Miranda
- Federico Sarmiento
- Enrique Navarro
1872
Presidente: Francisco Doreste de los Ríos
Secretarios:
- Agustín Cecilio y Gutiérrez
-Juan Rodríguez y González
- Antonio Sánchez
- José Ma Rodríguez
1873
Presidente: José Afonso Alvarez
Secretarios:
- Pedro Avilés
- Fernando Navarro
- José Rodríguez Monzón
-Juan Rodríguez González
CONCLUSIONES
El sistema electoral, como hemos ido exponiendo, es en Cana-rias,
controlado por un pequeña minoría social que dispone de los
medios necesarios para ello. Pero la ficción del sistema representati-vo
no viene dada exclusivamente por este hecho, ya de por sí aplas-tante.
Además sucede, que incluso en el ámbito restringido donde se
desenvuelve, el falseamiento es también constante. Para ello, hemos
visto como se juega con los Censos o la manipulación de mesas y
Actas electorales. Puede observarse ésto también (si es que las cifras
fuesen suficientemente fiables) en la participación-abstención, cuyas
variaciones rompen cualquier modelo racional, o en la acción de las
autoridades que repetidamente ejercen su influencia en el proceso
!!egando a imponer ID-, re-,i_iltador.a ntes de desarrollarse las eleccio-nes.
Es curioso ver como hay ocasiones en las que los diputados cu-neros
son mayoritarios, máxime cuando su interés y actuación sobre
los problemas canarios en las Cortes va a ser prácticamente nula. Las
impugnaciones de las Actas de Diputado en las Cortes refleja clara-
766 José Miguel Perez García
mente esta realidad, por cuanto no cuestionarán los múltiples fal-seamientos
que repetidamente se producían, ni serán intentos de la
oposición política para denunciar a sus contrarios. Podemos afirmar
que sólo la rivalidad interinsular consigue poner en marcha procesos
que denuncian el cúmulo de mutuas irregularidades.
Todas estas circunstancias provocan que el estudio sobre este
aspecto de la historia canaria tenga que estudiarse a partir de fuentes
muy diversas. Los censos y cifras de resultados o electores, aún cuan-do
para algunas fechas puedan aparecer bastante detalladas -ver en
Apéndice los datos del Censo de Pedro de Olive-, son insuficientes
porque la realidad puede tener otras caras y facetas que, aunque po-damos
aproximarnos y analizarlas con cierta suficiencia, no han de-jado
los rastros y pruebas que se necesitarían para abarcarlas en su
totalidad. Si en la actualidad el personalismo político sigue pesando
fuertemente, imaginemos lo que ocurriría en el pasado siglo, donde
su fuerza en el sistema y las decisiones es abrumadora. Ello no impli-ca,
desde luego, que sea imposible obtener una información sustan-cial,
máxime cuando los intereses de estos sectores trascienden de su
ámbito, pero sí es evidente, la existencia de lagunas que pueden difi-cultar
para determinados momentos ver los movimientos y estrate-gias
de estos sectores para la consecución de sus intereses.
111.2.- LAS ELECCIONES A FINALES DEL PRIMER TERCIO
DEL SIGLO XIX
Los acontecimientos de los años finales de la década de los
trienta, conforman un episodio más que da cuenta de los peculiares
rasgos de la revolución burguesa en España. De esta manera, frente a
un proceso de sublevaciones que tuvo un punto culminante en torno
a la rebelión de los Sargentos de la Granja en Agosto de 1836, y al
que Tuñón de Lara" valora como un hecho que ((respondía perfec-tamente
a un movimiento popular que había ganado la mayoria de
las capitales)) y no sólo como un mero «pronunciamiento de las cla-ses
de tropa)); La Corona y los representantes de los sectores modera-dos
y progresista pactarán, y con ello, al tiempo que cortan las alas a
los movimientos populares, consolidan definitivamente el régimen
12. M. Tuñón de Lara: LA ESPANA DEL SIGLO XIX. Tomo 1. Ed. LAIA.
Barcelona. 1977; p. 124.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 767
constitucional bajo el que se darán nuevos pasos para la desaparición
del Antiguo Régimen, tales como, la supresión de mayorazgos, de los
señoríos jurisdíccionales o los diezmos. Sin embargo, estos pasos se
dan bajo un inestable equilibrio donde no sólo es muy discutible su
calificación como etapa progresísta sino que la eficacia de la práctica
constitucional es asímismo relativa, porque, como el profesor Villa-rroya
ha señalado:
«La vida pública siempre conflictiva discurrió al margen
de los cauces Qados por la Constitución ... Los gobiernos se
constituyeron y cayeron contraviniendo normas constituciona-les
y prácticas parlamentarias». 1 3 .
Etapa pues, de balbuceos de una sociedad capitalista como la ha
llamado Tuñón. y cuyos ensayos progresistas se cortarán con la si-guiente
Década Moderada. Una vez situado el panorama general,
veamos el específico que nos presenta el de los procesos electorales
de esta etapa.
LAS ELECCIONES
Las elecciones de esta etapa tienen lugar bajo el marco de la
Constitución de 1837 y se regulan por la ley electoral del mismo año
que había sido promulgada pocos días antes de la proclamación del
texto constitucional.
Ambas son realizadas por las Cortes Constituyentes de 1836-37,
cuya tarea permitió la elaboración de una constitución que en pala-bras
de Marichal:
«...Sentó las bases del gobierno parlamentario español que
había de seguir durante casi cien años hasta 1923, aunque con
importantes modificaciones posteriores. Todas las constitucio-nes
subsiguientes fueran ediciones revisadas de la de 1837, mo-dificadas
con un sentido conservador o liberal»14.
La Ley electoral de 1837 establece un sistema de elecciones di-rectas
y restringidas, basado en las leyes electorales de Francia e In-
13. Joaquín T. Villarroya: EL PROCESO CONSTITUCIONAL 1834-1843. En
Tomo XXXIV de Historia de España de P.M. Pida!. Ed. Espw - Calpe S.A., Madrid,
1981; p. 44.
14. Carlos Marichal: LA REVOLUCION LIBERAL Y LOS PRIMEROS PAR-TIDOS
POLITICOSEN ESPAÑA 1834-1844. Ed. Madrid; 1980; p. 143.
768 José Miguel Pérez Garcia
glaterra de 1830 y 1832, respectivamente. Aunque el principio gene-ral
sostenía que sólo las clases propietarias tenían el derecho al voto,
las condiciones materiales que para votar se establecían eran nume-rosas,
lo que permitió ampliar el número de electores en España a
250.000, con una proporción de un elector por cada 48 habitantes.
Tales calificaciones materiales serían:
- Propietarios que pagaban más de 200 reales de impues-tos
al año.
- Las personas que ganasen más de 1 S00 reales con pro-piedades
rurales o urbanas.
- Campesinos arrendatarios que pagaban más de 3.000
reales de arriendo por año.
- Rentistas que recibían ingresos sustanciales de bonos
estatales.
- Cvmerciantes e industrides que pagakun e! si?hsidie de
comercio o aquellos que pagaran un alto alquiler sobre
sus casas o establecimientos comerciales.
- La mayoría de las personas con una educación univer-sitaria:
abogados, médicos, farmacéuticos o profesores.
La calificación y selección de los electores dependió de las
Diputaciones Provinciales, lo cual supuso (pese a las fuertes relacio-nes
de estos con el partido político en el poder) que el control del Es-tado
fuese inferior al de etapas posteriores.
Francisco Ma de León caracteriza los rasgos del marco político
en que se encuadra la ley electoral bajo un personal prisma conser-vador
de la siguiente forma:
«La Constitución de 1837 apareció, pues, y consiguiente a
ella, aunque con el efecto de no restringir tanto, como hubiese
sido conveniente, el sufragio de los ciudadanos, la nueva, la
nueva ley electoral, que si bién se acercaba a los más sanos
principios de administración, confiriendo solamente a la pro-piedd
y 2 !I inte!igencia e! deochn e!e~torñ_!, dejaha sin embar-go
abierta una ancha puerta a las intrigas y a los fraudes, tanto
en ser compleja por provincias la elección, como en tomar
como índices de la propiedad, no sólo las cuotas que por contri-buciones
se pagasen, sino los inquilinatos y las yuntas que se
poseyesen para la labranza)). ' 5.
15. Fco. hP de León. HISTORIA DE LAS ISLAS CANARIAS (1776- 1868).
Ed.Aula de Cultura de Tenerife. 1978; p. 278.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 769
A pesar de los temores de León, la ley del 37 favorecerá a los
sectores más conservadores, puesto que, al ampliarse principalmente
el sufragio a los propietarios rurales, ya fuesen terratenientes o arren-datarios
bien situados, eran sectores apegados a la tradición y a sus
prerrogativas.
En cuanto al aspecto ideológico de estos años y sin entrar en de-talles
necesarios para un estudio más pormenorizado, podemos ba-samos
en el esquema elaborado por C. Marichal,I6 en el que se esta-blecen
tres bloques: La izquierda, más progresista que se agrupa pre-ferentemente
en sectores de la burguesía profesional o mercantil y,
los bloques de centro y de derecha, apoyados en funcionarios, milita-res
y terratenientes. Sectores pues, que desde distintas posiciones
afrontan los problemas destacados del momento entre los que pue-den
citarse los derivados del carlismo, los asuntos coloniales o las re-formas
económicas.
Las elecciones de octubre del 37 fueron ganadas por los sectores
moderados, que se vieron favorecidos como ya hemos señalado por
la ampliación de la ley Electoral que incluyó a muchos votantes del
sector rural, y con un notorio apoyo de los sectores urbanos en-riquecidos,
temerosos de la radicalización popular, Además el Parti-do
progresista que había depositado excesiva confianza en el triunfo
descuidó la campaña electoral que si fue bien planteada por los mo-derados.
El total de electores, según Marichal, era de 250.000 y par-ticipó
aproximadamente un 60%. Las Cortes que se forman a raíz de
dichas elecciones conocen dos sesiones legislativas: La primera en
Noviembre del 37 de julio del 38 y la segunda de Noviembre del 38
a Febrero del 39.
Las restantes elecciones que van de 1839 a 1843 giran en torno
a la «revolución» de 1840. En las del 39 los moderados al frente del
ejecutivo se encargan de frustrar pronto la victoria progresista y or-ganizan
la legislatura del 40 con dominio conservador, agudizándose
los enfrentamientos de dos bandos que venían conviviendo en difícil
equilibrio. El apoyo de la regente Ma Cristina a los sectores modera-dos
y la trayectoria de ésta al abolir la ley Municipal hecha en fun-ción
de los conservadores, provocó la organización progresista y su
aglutinación en tomo a Espartero, quien después de fracasar en las
16. Carlos Marichal 0.P.Cit. pp. 135- 137.
770 José Miguel Pérez Garcia
negociaciones con la reina regente, apoya decididamente a las Juntas
formadas en las provincias, convirtiéndose en el nuevo jefe de go-bierno
y provocando la abdicación oficial de Ma Cristina el 12 de oc- .
tubre. Se inicia así una etapa de domino progresista de 1840 al 1843,
llena de contradicciones pero rica en los planos político, social y
que, como señala Marichal, es «fundamental para entender el proce-so
contradictorio de la transición del antiguo régimen absolutísta a la
consolidación del nuevo estado parlamentario»".
LAS ELECCIONES A FINALES DEL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XIX EN
CANARIAS
m
N
Para estudiar las elecciones a Cortes que durante esta etapa se E
celebran en Canarias, disponemos del Censo que expresa el «Estado O
n
cnmparitivo de! ntímern de electores que ha tenido la provincia de =
um
Canarias en las diversas elecciones de Diputados a Cortes, hechas E E
con arreglo a la ley de 18 de julio de 1837», tal y como indica su S
E enunciado y que contiene datos para las dos elecciones de 1839,
1840 y 184 1 (ver apéndices). Los datos se distribuyen por Islas, Ca- 3
bezas de Distritos y pueblos que compones éstos. Conviene aclarar -
que los datos de 1839 se refieren a dos momentos electorales: los pri- 0m
meros, aunque recogidos para este año corresponden en realidad a O
las elecciones celebradas en 1837, cuyo escrutinio final se efectuó en
abril de 1839. De esta manera, si bien GuimeráI8 no se equivoca al n
E afirmar que: «En 1839 hubo dos elecciones para Diputados a Cortes, -
a
la primera en Abril y la segunda en Octubre», puede dar pie a cierta n
confusión cronológica, no distinguir entre la celebración de eleccio- n
nes (Noviembre 1837) y su escrutinio (Abril de 1839). Las causas del 3
retraso, las explicaremos al analizar los problemas que provocó la O
elaboración del Censo.
Las fluctuaciones que experimentan las cifras en estos años es el
primer elemento que llama la atención puesto que entre los datos de
mayo de 1839 (1837) a octubre del mismo año, hay una pérdida del
43,2O/o del número de electores.
17. Carlos Marichal O.P. Cit. pp. 204-5
18. M. Guimera Peraza. El pleito Insular.Ed. L.E. de Cajas de Ahorros.Sta. Cruz
de Tenerife 1976; p. 39.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 77 1
¿Qué razones explican estas variaciones, teniendo en cuenta
que ambos se regulan por la misma ley electoral?
Las causas se situán en el marco de la pugna insular, entre las
dos islas centrales que mantienen la lucha por la capitalidad. La ley
Electoral favoreció a Gran Canaria, debido al mayor número de
electores de que dispuso como consecuencia de tener más labradores
con yunta, y además, porque los municipios habían provocado una
inflación de cifras. La Diputación provincial, donde Tenerife poseía
mayoría, maniobra variando las listas y, posteriormente, tal como
puede observarse claramente en 184 1, aumentando las suyas. Fco.
Ma de León nos relata así estas vicisitudes: ,,
D
«La Constitución de 1837, jurada en Madrid el 18 de junio E
de aque! u h , !e fue er? Santa C:u de Tenerice c m !a p~sib!e O
n solemnidad el 24 de julio; y como que a poco se recibió la con- -
m
O vocatoria a nuevas Cortes para el 19 de noviembre, la Diputa- E
ción dedicóse a preparar las listas electorales; más como, desde E
2
que se había promovido la cuestión de división territorial, ya -E
los diputados de Canarias habían indicado el proyecto de hacer
de que!!-. is!2, c m ! as de TIinzamte y F~~e r t ewnt~~~nr apa,r g - 3
-
vincia separada, ésto motivó el que pudiese haber avenencia en Om- cuanto a las personas que debían nombrarse; y como Canarias E
llevaba realmente en el nuevo sistema electoral la ventaja de O
que tuviesen voto los labradores con yunta, que allí son más en
número que en las otras islas, y Las listas eran todavía exagera- n
E das por las municipalidades, el número de sus electores prepon- -
a
deraba. Más la mayoría de la Diputación parcial de Tenerife y nl queriendo que su partido triunfase, no sólo pidió nuevas listas n
n
en que los Ayuntamientos prevenidos al intento, hicieran adi-ciones
que la razón rechazaba, sino que eliminaron de las listas 3
O
de Canarias un crecido número de votantes, cual era el de los
marineros empleados en la pesca de Africa, que según la ley lo
tenían como interesados a la parte en aquellas empresas mer-cantiles...~'~.
El entramado de estos enfrentamientos no sólo van a poner de
manifiesto la escasa fiabilidad que pueden ofrecemos las cifras ofi-
&!es, sin^ también !m intenta de !m representmtes de ambvs isla
19. Fco. M" de León. 0.P.Cit. pp. 278-279.
772 José Miguel Pérez Garcia
para que el poder central les dé, respectivamente su sanción. Ejem-plo
de tal circunstancia lo encontramos en la carta que Antonio
Ruíz de Bustamante envió al Alcalde de Las Palmas el 1 de julio de
1842, donde da cuenta de las gestiones que se desarrollan en Madrid
para anular las elecciones de Diputados a Cortes de ese año. Entre
los párrafos de la carta afirma:
«...Más de la mitad o más de los 2/3 de habitantes de aquel
Archipiélago y con especialidad C. Canaria, Lanzarote y Fuer-teventura
estarán totalmente privados de su legítima representa-ción
en el Congreso. Porque la Diputación Provincial no quiere
arreglarse a la ley orgánica electoral, pues con el mayor escán- ,, -
dalo elimina en unos distritos a centenares de electores notona- E
mente capaces, cuando no le acomodan a sus torcidas intrigas, O
y en proporción los aumenta donde son apoyados. Estos hechos n
están copiosa y reiteradamente documentados en la Secretaria
- m
O
que usted preside. Asímismo, lo esta que desde el año de 1838 ó E
E
1839 hasta octubre del pasado se han expedido por este Minis- S
E terio, Reales Ordenes, llamando a la obediencia y a su deber a
la Diputación Provincial y todas tres infmctuosas, desairadas y 3
conculcadas ...H.~O.
-
0
m
Otro ejemplo significativo de los intentos locales de influir ante
el poder central, podemos verlo en el acuerdo tomado por el Ayun-o
tamiento de Las Palmas, en Mayo del mismo año y que es reflejo n
E singular de la «manera» de hacer política en la etapa que estudia- -
a
mos: n
n
n
((Acordóse oficiar a Jacinto de León y Domingo Déniz a 3
fin de que como verdaderos patriotas e interesados en el bienes- O
tar, prosperidad y derechos de esta isla interpongan su influjo y
valimiento para con el caballero Don Manuel Marliany, como
persona de altu cut eg~rk,tm tc? p r e ! &sfingi'icl_~p ~e s loq ue
ocupa de Senador, como por sus conocimientos el que según
noticia, había manifestado con anticipación prestarse gustoso al
servicio de estos habitantes. en cuanto concierne a la conciencia
20. A. Ruíz de Bustamante. Carta al Alcalde de Las Palmas, 1 de
julio 1842. Archivo Histórico Provincial. Exped. del Archivo Municipal «Elecciones»
Legajo 2. Capt. 54.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 773
de lo que de justicia les pertenece, relativo a los asuntos pen-dientes
de las Cortes y el Gobierno con respecto a las pretencio-nes
de la villa de Sta. Cruz y algunos otros negocios interesantes
al p a h 2' .
Este Senador, según se expresa en la misma sesión es conocido
del Conde de la Vega Grande, y a él se unen peticiones a otros indi-viduos
como el diputado José Ma Nocedal y Capetillo y Rafael Ran-cel,
con similares propósitos.
Las circunstancias expuestas explican la citada diferencia tem-poral
que se produjo entre la celebración de elecciones (1837) y su
escrutinio final (1839), elecciones que como las restantes de esta fase,
dieron lugar a sucesivas protestas y recursos, solicitando su anula-ción.
El mismo Ayuntamiento de Las Palmas, en Sesión del 13 de
octubre de 1842, recoge las manifestaciones del Diputado Provin-cial
Don Juan Percibal, que resume los incidentes de las últimas
elecciones, realizadas con el Censo que adjuntamos y al que este
Diputado pone tres grandes objeciones: a) Por disminuir los días
de Convocatoria, b) Por excluir a los «empresarios del salado» y
c) Por no estar en el Escrutínio General todos los Diputados y Co-misionados
por los Distritos electorales. Ante ello solicita que se
declaren nulas.
Las cuatro elecciones que se celebran en estas fechas, y a pesar
de la inicial ampliación del Censo, siguen reservadas a una parte mi-noritaria
de la sociedad. La adjudicación de diputados se hace si-guiendo
la consideración establecida en 1834, que atribuía a la pro-vincia
190.000 habitantes, correspondiéndole un total de cuatro
diputados, uno cada cincuenta mil habitantes. El cáculo del total de
habitantes para 1837 supera los 190.000. Millares estima para 1835,
233.645 y Fco. M." de León, 233.448. Si redondeamos una cantidad
de 233.000 habitantes para 1837, estimanamos los porcentajes de
electores para las cuatro fechas en:
2 1. Actas del Ayuntamiento de Las Palmas. Sesión de 17 de mayo de
1842. Aichivo del Ayuntamiento de Las Palmas.
774 José Miguel Pérez García
En el mejor de los casos pues, menos del 5 por ciento de la po-blación
tiene derecho al voto en esta ampliación que realiza la ley de
1837. Además no podemos perder de vista las cifras de analfabetis-mo
que para 1835 ofrece Fco. Ma de León, según las cuales el 90%
de la población sería analfabeta lo que contribuye poderosamente a
reflejar las limitaciones del sistema «participativo».
A modo de ejemplo podríamos observar la situación de Las Pal-mas,
un núcleo urbano que por estas fechas presenta rasgos pobla-cionales
cercanos a los caractensticos del Antiguo Régimen22,
como ocurre también en el resto de las ciudades canarias.
Hemos calculado el total de habitantes para 1835, en 11.770,
experimentando la ciudad un importante ritmo de crecimiento (de
18 1 1 a 1860 las tasas de crecimiento natural = 1,3%) con tasas de
natalidad (41 ,lO/o) y mortalidad (32,3%).
La población activa aparece fuertemente condicionada por la
terciarización que el sector «criados y sirvientes)) impone. Así cria-dos
y marineros conforman mayoritariamente un sector terciario
que supone casi el 60% de la población activa. Por ubicación espa-cial
casi el 80% se concentraba en las zonas de Vegueta y Triana.
Era una sociedad fuertemente jerarquizada en cuya cúspide se situó
una oligarquía formada por grandes propietarios agrícolas, altos fun-cionarios,
militares y comerciantes, siendo muchos de ellos inmi-grantes
peninsulares o extranjeros. Estos sectores (cuya descripción
realizamos en otro apartado al ver los mayores contribuyentes o el
control de mesas electorales) y una exigua clase media, conforma-rán
las listas de electores, cuyos porcentajes aproximados en rela-ción
al número de habitantes serán los siguientes:
Er r!!m sa!drán !es rrprrcrntantrr, cuu~idec encigun impener-se
sobre la isla rival (ver relación de Diputados a Cortes), porque
22. J.F. Ruíz Martín, J.J. Mendoza, M. Monzón, José M. Pérez LA ESTRUC-TURA
DEMOGRAFKA DE UNA CIUDAD PREINDUSTRIAL: Las Palmas en la
priiiieia niicad j(ij ;í,,,
111 Coloquio de Historia canario-americana. Ed.Cabildo Insular G. Canaria-Las Pal-mas,
1980; pp. 5 13 -547.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 775
para eso poseen un sistema legal construído a la medida de sus in-tereses,
así como una capacidad de manipulación y falseamiento
que utilizan continuamente.
Hemos articulado nuestro intento de explicar las elecciones de
esta etapa en torno a los dos vértices que las presiden: la jerarquiza-ción
impuesta por los sectores dominantes y la rivalidad interinsular
como punto de conflicto casi exclusivo.
La documentación que hemos manejado no ofrece otros ele-mentos
a considerar, pero tal vez sea interesante leer, una vez mas, a
Fco. M" de León, que en las siguientes frases refiriéndose a las circuns-tancias
políticas de 1840 y 1843, va a reflejar, tal vez sin propomérselo
y desde sus patentes prejuicios contra el progresismo, la mentalidad de
aquellos políticos, entre los que él mismo se encontraba:
. , íiEejamos ya dicho, y :cndíemos ocas:o:: de rermdu:!a
muchas veces, que los partidos que se engalanan con la deno-minación
de políticos en las islas, no pasan en realidad de par-tidos
de intereses de localidad, o tal vez de intereses privados;
pero sin embargo, la juventud dada siempre a todo lo que varía
más de lleno el régimen antiguo, porque naturalmente está de-seosa
de movimietno, puede decirse que constituyó el partido
que del progreso. El moderado, en todos los pueblos, era de es-caso
número, principalmente en Sta. Cruz de Tenerife, porque
son menos los que meditan, que los que se dejan llevar de la
corriente y creen pasar por instruidos con sólo considerar nulo
cuanto en materia de instituciones sociales ha existido.
Más como la distancia a que nos encontramos en la Penín-sula
y del centro del Gobierno donde las cuestiones políticas se
agitan, y las pasiones obran con más fuerza, no permite a los
isleños tomar en ellas una parte activa, contentándose con pa-rodiar
los pronunciamientos ...
El progresos, pues, en la época de que tratamos, limítase a
organizar la milicia nacional^.?^.
La situación expuesta para estas fechas se mantiene de forma
similar durante buena parte del siglo. Esto puede observarse al ana-
23. Fco. Ma de León O.P. Cit. pp. 291 -292.
776 José Miguel Pérez Garcia
lizar las cifras que ofrece Pedro de Olive para 1860-6 1, donde los
porcentajes siguen siendo muy exiguos, especialmetne, en las islas
periféricas ,al seguirse manteniendo la concentración de los secto-res
dominantes en las centrales. Los datos son suficientemente con-cluyentes:
Islas
Gran Canaria . .
Lanzarote .....
Fuerteventura .
Sta. Cruz de Tfe.
La Palma . . . . .
Gomera . . . . . . .
Hierro. . . . . . . . .
Archipiélago. ..
N . O Electores ?40
(Fuente Pedro de Olive. Diccionario Estadístico-Administrativo de las Islas Canarias).
En cuanto a los distritos, los porcentajes mantienen el peso de
las capitales (como ejemplo, Las Palmas - 4." Distrito - tiene un por-centaje
de 2,l al igual que Sta. Cruz de Tenerife, y la 1." Sección de
Guía 1,3).
Las variaciones al modelo expuesto y que, como decíamos, pue-de
ser aplicado para buena parte del siglo, vienen dadas principal-mente
por la ampliación de la participación cuando se pasa al Sufra-gio
Universal. De esta manera, si los rasgos anteriores (monopolio de
sectores dominantes y rivalidad interinsular) seguirán en vigencia,
los mecanismos de control variaran al tener que dotarse de mayor
consistencia. Para la Restauración, Teresa N ~ r e ñ ah~a ~ex, p licado el
entramado de la «mecánica» electoral, resaltando elementos tales
como: la importancia política del aspirante y el alcance de su
24. Ma Teresa Noreña Salto: CANARIAS: POLITICA Y SOCIEDAD DURAN-TE
LA RESTAURACION. Ed. del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria. Las Pal-mas,
1977. Tomo 1; pp. 138 y siguientes.
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 777
incluencia; la amistad personal y fidelidad, que se anteponen a la
filiación política; la conciencia de intereses comunes. Todo ello,
orientado en esta etapa al mantenimiento del poder de León y
Castillo.
Son cambios que afectan pues a los elementos de control pero
que no van a alterar ni disminuir el alcance del poder de las clases
dominantes, que permanecen enquistadas en la centuria. En este
sentido, Teresa Noreña afirma:
«La ley electoral de 1878 implantó el sufragio censitario.
Este sistema favoreció el dominio electoral del partido liberal
canario y el poder personal de Leon y Castillo. Cuando en 1890
se implanta nuevamente el sufragio universal este partido esta-ba
lo suficientemente afianzado como para que la ampliación
de! ci?erpn e!ecterci! ne dirmini'ya si' poder !ora!. Su dominio
electoral se mantiene intacto.
La ampliación del sufragio universal suponia dar cabida en
las elecciones a las clases sociales más alejadas del partido, sin
embargo, su organización electoral demostró ser lo suficiente-mente
fuerte como para soportar este cambio sin sufrir la más
máxima contrariedad^.'^.
Esta fortaleza del grupo dominante se explica tanto por la tre-menda
situación de dependencia socio-económica a que estaba so-metida
la población que componía la masa electoral respecto a ese
grupo como por la manipulación absoluta de la práctica electoral,
evidenciándose ello entre otras cosas, en la diferencia del Censo ca-nario
con relación a la media española (13,5O/o y 24 a 27% respecti-vamente)
hecho este que no viene dado sólo por la nutrida composi-ción
juvenil de la población, sino también por la abierta manipula-ción
que se efectuaba al confeccionar las listas.
Son estos pues, los presupuestos desde los que se accede al con-
*L--I1U I uA-c1i -p-uAu--c l, 1iu- quc; ~--u-i-i& :&s-'-:~- i ~ cu-1i i ua-Lu :j-c&~:-iv.-u -p- 1:*u:-- i i ~ i ~LuAua":s- i-L u uA-~ i1,.a a-L--
tuación de la oligarquía canaria, quien en aras de ello, no dudó en
utilizar todos los medios legales y extralegales que tuvo a su alcance
consiguiendo, ampliamente en todo el siglo XIX, el dominio de las
instituciones desde las que aquél podía ejercerse.
25. Ma Teresa Noreña Salto: O.P. Cit. Tomo 1; p. 136.
ARCHIVO HISTORICO PROVINCIAL. Expedientes del Archivo Municipal : ELECCIONES)). Legajo 11 .S42
«Estado comparativo del número de electores que ha tenido la provincia de Canarias en las diversas
elecciones de Diputados a Cortes con arreglo a la Ley de 18 de Julio de 1837))
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Santa Cruz 483 540 607 720
SANTA CRUZ Santa Cruz 7 8 8 8
TOTAL 490 548 615 728
TAGANANA Taganana 12 7 7 46
Guímar 60 8 6 84 217
GUIMAR Fasnia 110 7 7 9 2
Arafo 9 15 14 14
TOTAL 179 1 08 105 323
CANDELARIA Candelaria 46 3 5 30 3 O
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Laguna 1 .O00 670 709 849
Punta de H. 1.100 670 709 849
Rosario 3 5 1 1 1
Rosario 3 5 1 1 49
LAGUNA Tegueste 84 2 8 28 142
Tacoronte 17 1 166 166 172
Tejina 46 16 16 40
Valle de G. 126 3 3 3
TOTAL 1.572 885 924 1.256
-- -
Victoria 1 O0 6 1 6 1 6 1
Sauzal 15 3 3 4
VICTORIA Matanza 4 3 2 2 2 1 2 O
Santa Ursula 4 5 23 23 23
TOTAL 203 1 09 108 1 08
OROTAVA Orotava 189 187 184 32 1
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
P. DE LA CRUZ Pto. de la Cruz 141 136 135 1 O 1
Realejo Alto 55 53 4 3 7 5
REALEJO ALTO Realejo Bajo 64 46 7 8 44
TOTAL 119 99 121 119
RAMBLA Rambla 30 4 1 43 114
Icod 88 123 123 18 1
ICOD Guancha 58 4 4 46
TOTAL 146 127 127 227
Garachico 180 5 5 5 1 5 1
GARACHICO Tanque 7 6 18 16 16
TOTAL 256 7 3 67 6 7
GUI A
- --
Guía 155 24 2 4 24
Santiago 62 11 11 11
TOTAL 217 3 5 3 5 3 5
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Silos 102 2 1 2 1 2 1
SILOS Buenavista
TOTAL 257 3 7 36 36
S. Miguel 54 2 1 2 1 1 07
SAN MIGUEL Vilaflor 14
TOTAL 6 8 23 23 1 09
Adeie 22 16 16 44
ADEJE Arona 1 O0 12 12 123
TOTAL 122 2 8 28 167
- - - - -
GRANADILLA Granadilla 220 50 50 120
ARICO Arico 148 16 16 1 07
LA PALMA
Sta. Cruz 213 203 263 297
Breña Alta 18 17 7 7
SANTA CRUZ Breña Baja 5 1 1 1
Breña Baja 5 1 1 1
TOTAL 236 21 1 27 1 305
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Mazo 77 18 19 1 O0
MAZO Fuencaliente 13 19 19 5 1
TOTAL 90 37 38 151
PASO Llanos 42 70 5 8 58
TOTAL 139 120 114 114
Garafía 5 14 14 64
Tijarafe 1 3 4 4
GARAFIA Puntagorda 2 1 2 2
TOTAL 8 18 20 70
San Andrés 1 6 6 6 5
Puntallana 6 5 2 2 2 O
SAN ANDRES Barlovento 12 8 8 3 O
TOTAL 7 8 16 16 115
HIERRO
VALVERDE Valverde 4 8 48 4 7 4 7
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Las Palmas 569 633 723 723
LAS PALMAS S. Lorenzo 119 3 6 36 3 6
TOTAL 688 669 759 759
TELDE
Telde 493 226 226 226
Valsequillo 128 28 28 44
TOTAL 62 1 254 254 270
Aguimes 209 9 1 9 1 9 1
AGUIMES Ingenio 188 3 1 3 1 3 1
TOTAL 397 122 122 122
S. Bartolomé 233 89 .92 92
S. BARTOLOME Sta. Lucía 180 2 5 2 8 28
TOTAL 413 114 120 120
Sta. Brigida 165 7 1 74 7 4
STA. BRIGIDA S. Mateo 203 6 1 6 1 5 9
- TOTAL 368 132 135 133
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Teror 333 207 207 207
TEROR Amcas 314 153 148 148
Firgas 39 2 1 2 1 2 1
TOTAL 686 38 1 376 376
Gáldar 279 138 140 140
GALDAR Agaete 3 1 3 1 3 1 3 1
TOTAL 3 10 169 171 17 1
RAMBLA Rambla 30 4 1 43 114
Guía 336 195 210 2 10
GUIA Moya 113 2 8 64 64
TOTAL 449 223 274 2 74
S. Nicolás 1 O 12 12 13
SAN NICOLAS Mogán 3 8 2 4 4
TOTAL 48 14 16 16
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
TEJEDA Artenara 6 1 13 13 13
TOTAL 156 77 8 2 8 2
LANZAROTE
Arrecife 8 9 90 8 7 89
Yaiza 4 3 2 9 2 9 2 9
ARRECIFE Femés 2 3 12 13 13
Tías 75 2 1 2 1 2 1
TOTAL 230 152 150 150
Teguise 203 110 111 111
S. Bartolomé 57 46 46 46
TEGUISE Hana 3 5 3 5 3 5 3 5
Tinajo .91 38 3 8 3 8
TOTAL 386 229 230 230
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Antigua 77 59 5 9 5 9
ANTIGUA
Casillas
Pájara 7 7 7 7
Tuineje 4 1 11 11 11
Betancuria 3 7 1 O 1 O 1 O
TOTAL 238 130 129 129
Oliva 142 6 7 65 65
Pto. Cabras 2 2
OLIVA Vega de Tetir 62 46 44 44
TOTAL 226 135 131 131
S. Sebastián 20 15 15 15
S. SEBASTIAN Jerduñes 5 1 0 0
TOTAL 25 16 15 15
CABEZAS DE PUEBLOS QUE Elecciones Elecciones Elecciones Elecciones
DISTRITOS COMPRENDEN Mayo 1839 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
Hermigua 6 6 24 24 5 9
HERMIGUA Agulo 38 2 5 2 5 3 8
TOTAL 1 04 49 4 9 97
VALLEHERMOSO Vallehermoso 23 34 3 3 147
Chipude 1 O 2 2 5 2
Alajeró 15 11 11 11
CHIPUDE
Arure 6 5 5 28
TOTAL 3 1 18 18 9 1
ISLAS Mayo 1939 Octubre 1839 Abril 1840 Abril 1841
TENERIFE 4.415 2. 5a44 2.654 4.014
LA PALMA 55 1 402 459 755
LANZAROTE 616 3'8 1 380 380
FUERTEVENTURA 464 265 260 260
GOMERA 183 117 115 350
HIERRO 48 4 8 47 47
TOTALES 10.413 5..9 12 6.240 8.129
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 789
ELECTORES POR DISTRITOS (1 860- 1863)
1860-61
DISTRITO
contribución capacidad total
Santa Cruz 508 24 532
La Laguna 409 1 O 4 19
Orotava 316 . 9 325
Las Palmas 472 24 496
La Palma 185 17 202
Guía 327 10 337
(fuente: P. de Olive) (1 860- 1863)
1862 -63
DISTRITO
contribución capacidad total
Santa Cruz 583 20 603
La Laguna 417 12 42 9
Orotava 3i4 7 32 i
Las Palmas 549 2 5 574
La Palma 167 15 182
790 José Miguel Pérez Carcía
IV. 1. - RASGOSSO CIOLOGICOS Y RELACION DE LOS DIPUTADOS
CANARIOS A CORTES EN EL SIGLO XIX
Para el conjunto del siglo XIX hemos localizado un total de
112 Diputados por Canarias, con una distribución de 34 para las is-las
orientales y 78 para las occidentales, lo que viene a suponer unas
proporciones respectivas del 30,3 y del 69,6%. La razón básica de
esta diferencia la encontramos en el hecho de ubicarse la capitalidad
del Archipiélago en Tenerife.
Antes de estudiar la actuación de los resultados de la gestión
de este sector político, nos parece importante dedicar algunas 1í-neas
a la procedencia sociológica de estos individuos, lo que nos
ayudará posteriormente, a explicar buena parte de sus posturas y
decisiones.
La primera circunstancia que encontramos es la pertenencia de
todos los diputados a sectores sociales privilegiados, tanto desde el
punto de vista económico como intelectual (aunque en el pasado si-glo
estas dos variables estuviesen profundamente ligadas). En efecto,
podemos encuadrarlos en seis grupos diferentes en función de sus
profesiones, aunque habría que matizar que hay múltiples casos en
que un individuo puede estar dentro de más de uno. Así un militar
puede ser a su vez hacendado, o un funcionario ser terrateniente o
abogado; nombres como los de Antonio López Botas, Cristóbal del
Castillo, José de Quintana y Llarena o Fernando León y Castillo son
claros ejemplos de esta ambivalencia.
De los 1 12 Diputados hemos obtenido datos precisos sobre 88,
el resto lo forman un nutrido grupo de cuneros o de individuos cuya
información biográfica no nos merece certeza del todo fiable.
El cuadro que refleja la división profesional de los 88 mencio-nados
quedaría así:
Categorías Las Palmas Tenerife Total
ECLESIASTICOS 2 2 4
MILITARES 6 13 19
FUNCIONARIOS 4 25 2 9
HACENDADOS 6 8 14
ABOGADOS 9 8 17
nTn A o n n n v v o r n x T F o
U 1 AA3 T R U T C 3 1 U l Y C 3
LIBERALES 2 3 5
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 79 1
Aunque resalta el elevado número de funcionarios hay que se-ñalar
que la mayor parte son ambivalentes. Este hecho ha sido cons-tatado
para otras zonas del Estado por Marichal, quien al referirse a
los diputados de 1836-7, dice:
«La clasificación social y económica de los representantes
a Cortes, se hace doblemente complicada si se tiene en cuenta
que los hijos de los propietarios rurales o comerciantes muchas
veces recibían también una educación profesional. Numerosos
individuos de las clases dominantes, por consiguiente, tenían
más de un empleo y mas de una fuente de ingresos*. l .
Más de la mitad (cerca del 55%) de los diputados poseen em-pleo
en la Administración del Estado ya sea civil o militar y este
l.-,.L . . . .
L IGL I ~O,S sigiiificciiivo cfi Ccifici~ias~i recordamos que el Archipié-lago
ha supuesto tradicionalmente un peldaño que permite escalar
mas elevadas posiciones. Por otra parte, los empleos públicos, es-pecialmente
los de más alto rango, representan posibilidades de
acceso a múltiples prebendas y el control de decisiones nada desde-ñable~
para los intereses de los sectores dominantes (recordemos
por ejemplo los Puertos Francos, las Audiencias o los cuadros del
ejército).
Por lo que respecta al clero, si bien tiene una significativa pre-sencia
en las Cortes de Cádiz, donde tres de los cuatro representantes
por Canarias son religiosos y además juegan un destacado papel2, su
importancia global es poco significativa ya que apenas suponen el
43% del total de diputados.
Esta extracción social posee una notoria influencia en la posi-ción
ideológica y política de los diputados. Ya hemos señalado la
inexistencia de una oposición capáz de cuestionar el fondo del siste-ma,
aunque sí encontremos individuos cuyas opciones políticas di-fieren
de las de los sectores dominantes tradicionales. Nos referimos
por ejemplo, a los repubIicanos como Miguel de Rosa, Eufemiano
Jurado, Villalba Hervás, Estevanez o el Marqués de la Florida, los
cuales, si bien se hallan situados en la élite social de sus respectivas
1. C. Marichal. op.Cit; pp. 133 - 134.
2. Puede verse la obra de M. Guimerá Peraza: LOS DIPUTADOSDOCEAIY(S-TAS
CANARIOS. Ed. Aula de Cultura de Tenerife. Sta. Cruz de Tenerife, 1980.
792 José Miguel Pérez Garcia
islas, tanto por sus orígenes de clase como por sus dedicaciones pro-fesionales,
actúan como contrapunto crítico en lo que a la configura-ción
de un Estado democrático se refiere, pero, no puede afirmarse
que lleguen a representar, con sus posiciones, los intereses de la
mayor parte de la sociedad.
Un elemento que puede corroborar la importancia que tiene
el origen social es la propia trayectoria política de los componen-tes
de este sector. Situados inicialmente casi todos ellos, en cargos
de responsabilidad local, a los que son aupados desde reducidos
núcleos que muchas veces se circunscriben a relaciones de paren-tesco
familiar, van escalando posiciones a base de ampliar los ini-ciales
apoyos y en la medida en que se comprometen a devolver fa-vores.
Aunque estas afirmaciones corran el riesgo de ser demasiado ge-fie,
i i.c as y siíi preieiider restar üii ápice de iiriporiaiicia a ~i7á:isis que
sitúen las coordenadas específicas de cada momento, pensamos que
priman, para el conjunto del siglo XIX, sobre otros elementos como
los de carácter ideológico o los de adscripciones a organizaciones po-líticas
definidas. De esta forma, y si exceptuamos el paréntesis del
Sexenio, los diputados de las restantes etapas del siglo ya sean pro-gresistas
o moderados, liberales o conservadores, no plantean pugnas
internas destacadas ni en lucha por los escaños ni en la labor que se
realiza desde la oposición. Este hecho no es difícil de constatar en la
primera mitad del siglo donde la ausencia de confrontaciones políti-cas
es clara (otra cosa son los pleitos que se desprenden de la rivali-dad
interinsular). A lo largo del Sexenio, aunque el debate sea más
intenso, tampoco alcanza a cuestionar la estructura del poder domi-nante
en el Archipiélago y, en lo que se refiere al último tercio del
siglo, la profesora Noreña ha puesto de manifiesto en sus trabajos
este tipo de «consensus», basado en esta fase, en la articulación caci-quil
de la vida política.
por úliiliio el papel de los cuneros cuya designa-ción
puede deberse a varios factores: la búsqueda de influencias ante
el poder central por parte de las respectivas islas, los favores y com-promisos
personales muchas veces ajenos a la realidad del Archipié-lago,
o la propia imposición desde arriba de candidatos que en algún
momento llegan a tener una desmesurada presencia.
Así en 1847, de los seis diputados por Canarias, cinco son cune-ros,
hecho- que denuncia el propio Francisco María de León cuando
se pregunta:
Elecciones y diputados a Cortes en Las Palmas durante el siglo XIX 793
«Y ¿cual de éstos, a no ser el último tenía el mas ligero co-nocimiento
de la Provincia de Canarias, ni por elas se interesa-ba?
». 3.
Ahora bién, conviene matizar la expresión «cunero». Si de for-ma
amplia podríamos definirla como el candidato por un distrito o
circunscripción en el que carecía de arraigo y que, durante la Res-tauración,
es patrocinado por el Gobierno, para el caso de Canarias
no podemos decir que esta aceptación sea válida siempre.
Durante la primera mitad del siglo son poco abundantes. Co-mienzan
a ser más frecuentes desde finales de los cuarenta y en una
primera fase de la Restauración que se extendería hasta 188 1 ó 1882,
pero a partir de estas fechas y coincidiendo con el periodo de control
Leonino, los diputados que se eligen por Canarias, siendo foráneos
tiene n un carácter diferente; de tal suerte, que no son aceptados co-mo
cuneros sino como defensores de la oligarquía canaria. Son fru-to
de la política de pactos que lleva adelante León y Castillo y que
será apoyada por el gobierno. Refiriéndose a ello, Ma Teresa Noreña
afirma:
«Para el portavoz de León y Castillo, Diario de Las
Palmas, no eran cuneros aquellos candidatos, que eran seleccio-nados
por León y Castillo y presentados por el partido liberal
canario aunque no hubieran nacido en Canarias. Eran cuneros
insolidarios con la política regional, los que no acataban la Je-fatura
del político gran~anario)).~.
En resúmen, los intereses de clases determinan ampliamente el
tipo de individuos que ocuparan los escaños parlamentarios aunque
la elección de los mismos presente también otras facetas, como ads-cnpciones
políticas, posiciones ante el conflicto insular, etc ... Estos
proceden y pertenecen a los sectores socio-económicos dominantes
cm !es que, er, !u I.;?uy=r parte de !es cases, mantiene:: iincübs fa-miliares
e intereses comunes. Las excepciones que a esta aformación
pueden presentarse, no llegan a alcanzar, para el caso de los dipu-
3. E.M. de León. Op. cit; pp. 308.
4. M.T. Noreña: Canarias: Política y Sociedad durante la Restauración. Ed. Exc-mo.
Cabildo Insular de G. Canaria. Las Palmas, 1977; p. 138.
794 José Miguel Pérez Garcia
tados, a representantes de sectores sociales que no pertenezcan a
esta élite aun cuando dentro de ella puedan hacerse diferencias en
función de la ideología o podamos situar distintos niveles de hege-monía.
1V.2.- LA GESTIÓN DE LOS DIPUTADOS
¿Qué alcance tuvo la actuación de los representantes canarios
en las Cortes Españolas?
Para responder a esta pregunta debemos previamente situar las
pautas que nos permitan ir dando las necesarias respuestas. Tales
pautas comienzan por articular los presupuestos ante los que debe-mos
situarnos a la hora de dar cierta coherencia a la información que
hemos recopilado. Dichos presupuestos serían:
- En primer lugar, estimar el conjunto de los objetivos que la
actuación de los diputados persiguió en los momentos en que inter-vinieron.
- En segundo término, los medios parlamentarios que se usaron
en aras a la consecución de esos fines.
- Seguidamente, los resultados de dicha gestión, siendo aquí ne-cesario
distinguir lo que se refiere directamente a Canarias de lo que
afecta a la política general del Estado. Nuestro interés básico se cen-tra
más en el primero de los enunciados, pero aprovecharemos para
destacar algunas intervenciones destacadas aunque no tengan rela-ción
con los intereses del Archipiélago.
- Finalmente, tendríamos que hacer una valoración global del
significado de estas actuaciones y la trascendencia histórica que han
podido tener.
Partiendo de estos puntos de referencia que intentaremos ir desgra-nando
a lo largo de las siguientes páginas, pasamos a exponer la justifi-cación
ciei métocio de anáiisis de ia reaiiciaci que pretendemos desveiar.
Hemos escogido para ello una división en áreas de los grandes
temas que, a nuestro juicio, presentan un interés más notable para
los objetivos que nos proponemos. Descartamos así otras fórmulas
como pueden ser el estudio basado en la evolución cronológica o el
tratamiento personalizado a modo de biografía individual. La razón
de nuestra opción podrá entenderse mejor al final de la exposición,
cuando podamos valorar el alcance real del tema y responde básica-
Elecciones y diputados a Corfes en Las Palmas durante e/ siglo XIX 795
mente al intento de dar coherencia a un análisis que abarca un pe-ríodo
de tiempo con fases claramente diferenciadas y que, aún a ries-go
de no incidir lo suficiente en tales diferencias, creemos que sería
extremadamente confuso y pretencioso pretender cubrir minuciosa-mente
tan amplio panorama cronológico. Por otro lado, la actividad
parlamentaria de los representantes canarios no va mucho más lejos
de las áreas que señalaremos, hecho que no debe extrañarnos dema-siado,
si como hemos visto ya, el parlamento se veía más que nada
como un medio de obtención de intereses específicos dentro de un
sistema de poder con un alto grando de consenso.
Las áreas en que podemos dividir las diferentes intervenciones
podrían ser las siguientes:
a) Los proyectos de obras de infraestructura.
b) Las crisis canarias en el Parlamento.
C ) Los pro"v:eiiias ekciorides.
d) La rivalidad interinsular.
Quedarían por analizar dos aspectos que poseen especial impor-tancia
a la hora de enfrentarse a cualquier estudio de Historia socio-política.
«Por una parte, el análisis ideológico y, por otra, el papel
que estos diputados desempeñaron en el ámbito de la política esta-tal)).
Respecto al primero, es nuestro propósito continuar la tarea in-sertándola
dentro de un contexto más amplio que pueda abarcar al
conjunto de los protagonistas de la vida política decimonónica. Así
se está planteando un trabajo colectivo sobre el lenguaje político en
la historia local, cuya metodología, objetivos y conformación está en
fase inicial. Sería demasiado perentorio pretender un análisis del
tema en nuestra parcela cuando nos queda un cierto camino que re-correr
y tampoco se trataría de aplicar mecánicamente las ideas que
otros trabajos recogen para otras zonas o las de obras que ya ofrecen
alguna visión general como la del profesor Antoni Jutglar, o de ca-rácter
monográfico como las de Jover Zamora.
El segundo de los temas, no ha entrado dentro de los objetivos
de nuestro trabajo puesto que requiere un tratamiento monográfico
amplio en el que las referencias a cada individuo queden perfecta-mente
encuadradas en las circunstancias de cada momento. El mate-rial
que hemos recogido acerca de este aspecto, así nos lo ha confir-mado,
puesto que de lo contrario estaríamos cayendo en la típica
glosa de méritos de personajes destacados. No obstante, no quisie-ramos
dar la impresión de que las actuaciones de los representantes
796 José Miguel Pérez Garcia
canarios en este ámbito fue voluminosa y que se pueda amontonar el
material que de ello deja constancia. Por el contrario, la mayor parte
de ellos se limitaron a ser un voto entre los restantes, y como vere-mos,
hay una general escasez de intervenciones de los mismos. Las
figuras destacadas de cada isla pueden contarse con los dedos de la
mano, incluyendo a los propios cuneros. Ahora bien, sí estamos con-vencidos
que habría que completar su estudio como contribución
importante a la historia del XIX.
En este sentido valdría la pena profundizar en el trabajo comen-zado
por Guimerá sobre los doceañistas, o en personas como Estéva-nez
Murphy, Villalba Hervás, y el propio León y Castillo, tanto en
su papel de portavoz de la oposición liberal como en el de Ministro
de Gubernación y Ultramar. Pero recalcamos, dando un tratamiento
monográfico a las fases en que su actividad se desarrolla. Algunos de
estos diputados tuvieron especial relevancia en la política nacinnal,
como sucede con León y Castillo, cuyo papel en las Cortes sea tal
vez, el más destacado del conjunto de los Diputados, desde que in-terviene
como ponente en la oposición al proyecto de Constitución
Federal5, hasta sus intervenciones como Ministro, pasando por aqué-llas
en que actúa como portavoz de la o