POLITICA AFRICANA DE LOS REYES CATOLICOS
Y SU RELACION CON LAS ISLAS CANARIAS.
JULIO COLA ALBERICH
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
(
Finalizada la Reconquista con la toma de Granada, la Corona decide
conceder a la cuestión africana una importancia capital. Se ha especulado
mucho acerca de cuáles fueron los motivos que pudieron inducir
a los Reyes Católicos a adoptar esta decisión susceptible de prolongar,
en suelo africano, la guerra que, durante siglos, se había
mantenido en la península. Las diversas argumentaciones no han hallado
unánime aceptación.
Las islas Canarias adquieren, en esa política africana, un papel de
primera fila después de la firma del Tratado con Portugal en 1480. Esa
circunstancia y las órdenes transmitidas a Alonso Fernández de Lugo
de levantar en la costa africana tres fortalezas inducen al autor de este
trabajo a revisar las explicaciones vigentes acerca de cuales fueron los
factores que determinaron la política africana de los Reyes Católicos
por considerar que ambos antecedentes -Tratado y ocupación de territorio
africano en la costa fronteriza al archipiélago- permiten un
nuevo enfoque de la cuestión. Según las conclusiones del autor, los
Reyes Católicos concedieron a la cuestión africana importancia decisiva
movidos por el temor de que se repitiese -de forma inmediata o a
medio plazo- una nueva invasión de la península por fuerzas islámicas
turco-berberiscas -especialmente después de las amenazas formuladas
en este sentido por el sultán otomano- que podrían contar con la ayuda
en suelo hispano de importantes contingentes moriscos que se hallaban
en latente rebeldía. En esa interpretación, se trataría de crear, en
la extrema retaguardia magrebí -en el territorio africano polarizado
por el archipiélago canario-, un foco de fijación de contingentes e
incluso, a través de pactos --como los que se concluyeron con algunos
dirigentes locales- de crear, llegado el caso, dificultades a los Sultanes
e impedirles apoyar los proyectos de la Sublime Puerta. El archipiélago
canario fue el instrumento decisivo de esa política africana.
* * *
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156 Julio Cola Alberich
Nuestro propósito consiste exlusivamente en recordar una serie de
acontecimientos históricos y enfocarlos hacia el tema enunciado destacando
el papel de las islas Canarias como vehículo de la acción proyectada
por los Reyes Católicos hacia la costa occidental de Africa.
Es, este, un aspecto harto descuidado en las investigaciones históricas,
tan prolijas en otros temas. Como escribía Ovejero: «Creo que
de toda nuestra historia, el mayor descuido consiste precísamente en la
desestimación -no hemos de negar la realidad- con que se ha tratado
el problema de nuestra relación con Africa y todo lo que llamamos, en
el amplio sentido de la expresión, el africanismo español. Y creo que
de ahí proviene, en gran parte de esta atención notoriamente innegable,
la ausencia de un sentido totalmente españolista circunscrito al
Africa y a lo que pudiéramos llamar la relación con Africa dentro de la
Historia española» l.
Desde el momento en que, a finales del siglo xv, los Reyes Católicos
dieran fin a la Reconquista, con la toma de Granada, se observa que
Africa pasa a ocupar un primer plano de su atención y que se convierte
en lo que podríamos denominar «epílogo de la Reconquista del territorio
español»2. Esa preeminencia del objetivo africano entre las empresas
políticas de los Monarcas hispanos resulta obvia y hubiese llegado a
ser exhaustiva de no haber surgido el acontecimiento inesperado del
descubrimiento del Nuevo Mundo que desvió, de forma radical, la atención
que se dedicaba al vecino continente.
Ahora bien, si los antecedentes históricos demuestran, sin lugar a
dudas, la importancia que los Reyes Católicos atribuían a la cuestión
africana -antecedentes que se concretan en la intensa actividad militar
y diplomática desplegada en torno a Africa- quedan en la penumbra,
sin haber sido resaltados con la fuerza que requieren, los motivos o
razones que justifican la prioridad otorgada por los Soberanos a esta
parcela de la política exterior.
En una visión apriorística, desapasionada, parece un contrasentido
que una vez libre el territorio español de la presencia musulmana organizada
--extinguido el último Reino superviviente del antiguo Califato--
y acabada una guerra secular y agotadora que había venido consumiendo
inmensos caudales y los mejores hombres, en vez de conceder
un reposo a la nación, para recuperar energías y restaurar la prosperidad
1. OVEJERO, A. Cisneros en Africa, Archivos del IDEA, n." 16, 1951. p. 32.
2. OVEJERO, A., op. cit., p. 33.
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Política africana de los Reyes Católicos y su relación con las islas Canarias 157
interior, los Monarcas proyectaran proseguir la contienda más allá del
Estrecho de Gibraltar.
Como nos hallamos ante la decisión adoptada por la Reina de Castilla
y tomamos en consideración las razones que acabamos de exponer
nos encontramos perplejos e inseguros, si hemos de emitir un jucio de
valor. Lo primero que se nos ocurre -y son muchos los que así lo han
expresado- es que se trata de una decisión demencial derivada del
fanatismo misionero de una Reina que sólo se guiaba por el afán de
promover la conversión de los africanos a la Fe católica.
Si, con más detenimiento y objetividad, volvemos sobre este asunto,
no dejamos de apreciar importantes anomalías que no parecen encajar
en el anterior esquema. Entre ellas, una fundamental: la circunstancia
de que fuera, exclusivamente, el Africa blanca o bereber el objetivo
de tal política. Si el afán misionero fuera el que impulsara a la
Reina castellana a adoptar una política africana -no olvidemos que se
trataba de una política africana a largo plazo- resultaría aberrante que
de ella se excluyera, desde el primer momento, la mayor parte del continente
-el Africa negra- especialmente porque allí residen los pueblos
paganos que, si se consideran bajo el prisma del espíritu evangelizador,
son los más necesitados de que a ellos llegue la fe cristiana y los
más idóneos para modificar sus creencias, como se ha demostrado durante
el período colonial de Africa.
Y, no obstante, estas consideraciones ---que sería ingenuo pretender
que pasaran desapercibidas a una mente tan ágil como la de la Reina-,
eso es lo que hacen los Monarcas cuando, en 1480, firman con Portugal el
Tratado de Toledo mediante el cual se reconoce a los lusitanos, además del
derecho a la conquista del Reino de Fez, el de navegar, descubrir y negociar
en la costa africana occidental (Guinea y La Mina). Por su parte,
Portugal reconocía el señorío de Castilla sobre las islas Canarias y aceptaba
que la zona septentrional del continente, a excepción del Reino de Fez,
quedase reservada a la acción política y militar española.
De este antecedente histórico puede deducirse, sin temor a incurrir
en ninguna exageración, que la explicación de una voluntad misionera
no parece tan convincente como para definir, con caracteres prioritarios,
la política africana en torno a la que veníamos reflexionando. Esa
voluntad o deseo pudo ser, más bien, un objetivo añadido, complementario,
pero, en nuestra opinión, no pudo constituir el motivo básico.
Debieron de influir otras razones de gran entidad y de un peso específico
mayor en el ánimo de la Soberana. Por ello nos proponemos seguir
indagando, ante el curso de los acontecimientos, para averiguar cuáles
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pudieran haber sido las razones que movieran a Isabel, con la tácita
aquiescencia de su esposo -un estadista tan lúcido y cauto- a centrar
su atención preferente en el septentrión africano.
Por lo pronto tenemos que los proyectos comienzan a transformarse
en hechos tangibles cuando, resuelta de forma jurídica, por el mencionado
Tratado, la cuestión del archipiélago canario a favor de Castilla.
ordenan los Reyes Católicos que sea completada la conquista iniciada
por Bethencourt bajo el mandato de Enrique 111. La conquista y
anexión, en esta etapa final, se cumple durante los años 1478-1496 y en
1491 los Reyes nombran primer capitan general a Alonso Fernández de
Lugo a quien, más tarde, se otorgó el título de Adelantado.
Este acontecimiento constituye el primer eslabón de una larga cadena
de hechos que jalonan el programa africano que fue constante
invariable de Castilla y que fue ratificado por Isabel I en el testamento
otorgado a su muerte, el 27 de noviembre de 1504. Las Canarias quedaban
transformadas en la base fundamental de partida para sus empresas
africanas. Se convertían en el centro desde el cual se desplazaban constantemente
expediciones sobre la costa africana.
El archipiélago resultaba indispensable para llevar a la práctica una
política de penetración. No solamente por su privilegiada posición geográfica
sino por las antiguas relaciones que Canarias venía manteniendo
con la costa africana más inmediata, especialmente las entradas de canarios
en Berbería. Desde 1449, García de Herrera poseía cédula de Juan
II que le confería el derecho a conquistar la costa entre los cabos de
Güer y Bajador, zona que siempre reivindicó Castilla.
Tratando de encontrar una explicación, como es nuestro propósito,
a la anomalía que significa continuar en terreno africano una pugna con
el Islam que ya había sido resuelta favorablemente en la península, nos
encontramos con otro hecho revelador cuando Alonso Fernández de
Lugo recibe «de los Reyes Católicos la orden de ocupar (la costa occidental
africana) y levantar en ella tres fortalezas: una en cabo Bajador,
otra en cabo Nun (desembocadura del Draa) y otra en San Miguel de
Asaka (desembocadura del Asaka)>>3.
Hemos aplicado a esta orden el calificativo de acontecimiento revelador
porque ayuda mucho a comprender cuál fuera el propósito que
determinara la política africana de los Reyes Católicos. Si junto a esta
3. TABERNERO CHACOBO. H. «Ifni: la obra de España». Arch. IDEA. 11." 45.
1951;. p. 34.
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decisión de ocupar territorio y fortificarlo, en la costa occidental africana
agregamos el hecho de que en 1497, Pedro de Estopiñán conquistara
Melilla -a pesar de que el Reino de Fez quedaba reservado a las armas
lusitanas- parece que va tomando consistencia una nueva versión de
los hechos fundamentales que aconsejaron a Isabel a dirigir su mirada
hacia Africa.
Fijémonos en que los lugares que Alonso Fernández de Lugo recibe
orden de ocupar y fortificar se encuentran en la más lejana retaguardia
del reino de Fez. Este era, a los ojos de los Reyes Católicos, el
núcleo que polariza su atención africana y si las circunstancias habían
impuesto el Tratado de Portugal, Castilla no dejaba de tomar precauciones
ante un eventual revés de las armas lusitanas o la presencia de
acontecimientos de otro signo.
La situación que prevalecía en ese preciso momento ha sido expuesta,
de forma muy inteligente, por el Profesor Rumeu de Armas
cuando advierte que «comienza a dibujarse, así, en una doble directriz
la futura corriente expansiva de Castilla en el continente. Desde Andalucía
amenazando a los reinos de Fez y Tremecén; desde Canarias,
como punto de penetración en el continente africano. Eran como los
dientes de una gran tenaza, de momento abierta, pero que podía irse
cerrando en un futuro más o menos próximo»4.
Exponiendo el panorama con mayor precisión diremos que el Reino
de Fez no está amenazado sólo desde Andalucía sino también desde
Melilla y que los dientes inferiores de la tenaza iban a serlo los fortines
que los Reyes Católicos ordenaron construir en los cabos Bajador y
Nun yen la desembocadura del Asaka.
Parece sumamente aventurado atribuir una gran importancia estratégica
a la penetración de contingentes militares muy exiguos en una
región tan periférica, alejada de los centros vitales de Magreb al-Aksa
y semidesértica. Pero no pasamos por alto la circunstancia de que precisamente
en las zonas excéntricas del Reino de Fez, de los aledaños
del desierto, es de donde procedieron los dos ejércitos más fuertes
-almorávides y almohades- que desembarcaron en la península en
dos momentos en que se derrumba el poderío musulman ante el acoso
de los monarcas hispanos y con su capacidad combativa prolongaron
durante siglos el Islam en territorio español.
4. RUMEU DE ARMAS. A. «Los reinos hispánicos y la hegemonía de Africa».
Arch. IDEA. n." 45. 1958. p. l8.
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Los fortines y los contingentes militares hispanos en aquella remota
región sólo adquieren una significación precisa si se les toma en consideración
como piezas de una política más amplia.
Llegados a este momento de la exposición nos encontramos en
condiciones de formular una hipótesis mediante la cual podríamos explicar
los motivos transcendentales que movieron a la Corona de Castilla a
conferir importancia decisiva a las empresas norteafricanas precisamente
cuando la Reconquista había terminado en el suelo español.
El primer antecedente en que nos apoyamos reside en el auge creciente
de la piratería berberisca, muy acentuada a partir del 1400. Los
piratas berberiscos tenían sus bases principales en Salé, Larache y La
Mamara y causaban graves daños en las poblaciones costeras andaluzas,
principalmente en las gaditanas. La actividad de estos piratas fue en
aumento durante los siguientes años-su cenit se alcanzó hacia 1550-- y
se agravó por las circunstancias de que a ella se uniera la acción de los
piratas turcos, muy poderosos en las Regencias norteafricanas sometidas
a su dominio o influencia. Los bajeles turcos comenzaban a dominar
el Mediterráneo. La Sublime Puerta proseguía, en la mar, la expansión
que, por tierra, llevaba a cabo en Europa. La Media Luna del Islam
amenazaba con sumergir todo el territorio continental europeo e imponer
su dominio absoluto en el Mare Nostrum.
Eran momentos de angustia para las Cortes europeas y singularmente
para la hispana. Fernando e Isabel no podían pasar por alto la
posibilidad de que el poder otomano se aliase con los soberanos berberiscos,
afines en religión, y pretendiese, no solamente incrementar la
piratería que tan graves daños ocasionaba en las poblaciones costeras
españolas, sino llevar a cabo una nueva invasión de Andalucía contando
con la presencia, presumiblemente adicta, de importantes focos de población
morisca en permanente agitación -situados en regiones clave
como Levante y Andalucía- tal como acreditaron las revueltas del
Albaicín y, más tarde, la rebelión de las Alpujarras. Es preciso tener en
cuenta, a estos efectos, la gran importancia numérica del sector morisco
de la población española: hacia 1502 existían en España unos 935.000
moriscos (contándose en ellos a los granadinos) que representaban la
décima parte de la población total. No se trataba de un peligro quimérico,
sino de una preocupación lógica que la Corona debía tener muy en
cuenta.
Si el poder del Islam había sido eliminado de la península, más allá
del estrecho de Gibraltar, en el norte de Africa, se conservaba intacto y
se mostraba amenazador. No podían olvidar los Reyes Católicos que,
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Política africana ddos Reyes Católicos y su relación con las islas Canarias 161
anteriormente, en dos momentos de eclipse de vigor de los reinos musulmanes
hispanos, su declive había sido contenido por la oportuna
llegada de las huestes africanas de almorávides y almohades. Este hecho
podría repetirse mediante un nuevo desembarco, mucho más digno de
tenerse en cuenta después de las graves amenazas formuladas por Bayaceto
Il a los Reyes Católicos por la reconquista de Granada. Cualquier
Gobierno responsable y previsor no podía ignorar semejante eventualidad
y, en consecuencia, su deber era adoptar medidas cautelares.
Insistimos en que el espectro de una nueva tentativa de desembarco
musulmán en territorio hispano poseía entidad suficiente como para
ocasionar serias preocupaciones. Y esa es, a nuestro entender, la clave
que explica esa política africana de la Corona, esa atención preferente a
los asuntos de Africa. No fueron motivos de evangelización ni apetitos
coloniales los que determinaron la política africana de la Reina de CastiHa
sino el temor, muy justificado, de una nueva contienda con el Islam
en el territorio recién reconquistado. Turcos y berberiscos poseían flotas
numerosas y audaces tripulaciones que podían llevar a cabo un nuevo
desembarco mientras que una parte sustancial de la población andaluza
costera no podría ofrecer resistencia al estar dominada por la «psicosis
del miedo»5 al posible invasor. Los piratas que saqueaban las
poblaciones litorales de la península, cautivaban a miles de sus habitantes
y producían innúmeras destrucciones, habían sembrado el pavor en
las villas y aldeas levantinas y andaluzas, incapacitándolas para una
defensa eficaz contra una invasión numerosa y bien planeada.
De esto podemos deducir que la Reina de Castilla estaba plenamente
convencida de que sólo el control del norte de Africa podría
alejar definitivamente el peligro de un nuevo desembarco musulmán. Si
a las posibles flotas enemigas se les privaba de sus bases en las costas
septentrionales, la posibilidad quedaba cercenada. La ocupación de
Melilla -a la que habían de seguir Oran, Mazalquivir, etc.- responde
a este plan. No se trata de ocupar territorios sino los puertos que pudieran
abrigar flotas enemigas.
Especial peligro representaba, a estos efectos, el Reino de Fez
pero, ante la intransigencia lusitana, se había acordado que quedase
bajo la órbita de las armas portuguesas. No obstante, los recelos ante un
posible fracaso lusitano ---como así ocurrió- movieron a Isabel a tener
5. SANCHO DE SOPRANIS. H. «Cádiz y la piratería turcoberberisca en el siglo
XVI», Arch. IDEA. n," 26.1953. p. 11.
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dispuestas medidas de ayuda en caso de infortunio del vecino peninsular.
Así sucedió en los hechos de Arcila.
La segunda medida preventiva consistía en la penetración en la
retaguardia magrebí mediante la palanca del archipiélago canario.
En este orden de cosas, las islas Canarias pasan a convertirse en la
pieza esencial de la política africana de la Corona de Castilla. Su misión
era la de irradiar influencia entre las poblaciones de la costa africana
más próxima con las que se trataría de llegar a un entendimiento mediante
pactos y tratados al objeto de crear ---en la retaguardia berberisca-
un núcleo de disuasión en el caso de que los Reinos magrebíes
apoyasen cualquier proyecto de invasión peninsular forjado por la Sublime
Puerta. Por supuesto sólo podrían ser maniobras de diversión
aunque no se descartaría que bastasen a inhibir al Reino de Fez.
No se trataba de un plan de acción carente de una fundamentación
realista. Primeramente, la posibilidad de llegar a un entendimiento con
los grupos humanos habitantes de la costa, se demostró en múltiples
ocasiones. En segundo lugar, los castellanos poseían informaciones, de
indiscutible veracidad, que demostraban el disgusto e irritación con que
las poblaciones norteafricanas acogían la prepotencia turca. Y deducían,
en consecuencia, que entraba dentro de lo posible fomentar la
insurrección bereber en caso necesario. Nada más ajustado a la realidad
puesto que así aconteció -aunque sin intervención hispana- cuando,
en el momento en que los Barbarrojas se disponían a asestar el golpe
definitivo sobre los territorios conqúistados por España, los númidas
acometen inesperadamente a los turcos, arrollándolos y conjurando el
peligro.
En toda esta perseverante acción de exploración, penetración y
contacto con las poblaciones del Africa occidental, los pescadores canarios
ocupan un lugar preeminente.
En las correrías y penetraciones hispanas por la costa africana el
elemento fundamental fueron los pescadores canarios. Desde los primeros
momentos de la anexión del archipiélago a la Corona de Castilla se
estimuló a los pescadores para que faenasen en las proximidades de la
costa africana. No solamente porque allí se encontraban los mejores
bancos y su actividad resultaba más remuneradora sino también porque
los pescadores se transformaban, por su constante recorrido del litoral,
en unos expertos e insuperables conocedores de las citadas costas. Así,
al iniciarse rápidamente las expediciones por aquellos territorios, los
pescadores canarios son quienes suministran la información necesaria
para llevar con éxito las incursiones. Son quienes proporcionan, al mis-
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Política africana de los Reyes Católicos y su relación con las islas Canarias 163
mo tiempo, el pretexto que justifica la ocupación de puestos neurálgicos
de la costa noroccidental que pueden ser utilizados con fines militares en
cualquier emergencia bélica.
La actuación de los pescadores canarios como peones fundamentales
de esta acción política africana resulta, así, decisiva. En las proximidades
de la costa del vecino continente encontraron sus caladeros más
rentables, que han venido explotando durante cinco siglos. Pero, al
mismo tiempo, fueron los audaces exploradores del litoral africano más
inmediato y desembarcaron en diferentes lugares costeros, entre los
cabos Güer y Bajador, donde establecieron factorías y fortalezas.
Los territorios más frecuentados por los pescadores canarios, en la
inmediata costa africana, fueron los del Sus. En todo el litoral desde el
sur de la bahía de Agadir al cabo Bajador, la costa es difícilmente
abordable, abierta a la mar y a los vientos dominantes y carente de
buenos fondeaderos. Por ello, resulta comprensible que -por razones
de proximidad geográfica y facilidad de acceso marítimo- fueran los
territorios del Sus los predilectos en las incursiones verificadas por los
navegantes y expedicionarios canarios. En el Sus, además de las mencionadas
facilidades, encontraban mayor riqueza natural y población
más abundante. A medida que, desde el Sus, se encaminaban a comarcas
más meridionales empeoraban las condiciones naturales del país,
cuyas características desérticas se acentúan gradualmente, y se advertía
la falta o escasez de buenos fondeaderos en litorales abiertos a la mar.
No obstante, a pesar de tan grandes dificultades, los pescadores canarios
no dejaron de establecerse en varias localidades del litoral
sahariano.
El Profesor Don Francisco Hernández-Pacheco escribe a propósito
de esta cuestión que «sólo interesaba tener puntos de apoyo en el litoral,
más que para relacionarse con los naturales, para luchar, teniendo apoyo
en ellos, contra la piratería que entonces dominaba el Mediterráneo y
amenazaba constantemente nuestras costas y los archipiélagos dependientes
de España>/'.
A pesar de tan autorizada opinión, creemos que el fomento del
contacto con los naturales del Africa occidental constituía uno de los
principales objetivos, lo que explica los pactos y tratados a que diera
lugar, con la finalidad, ya citada, de poder promover, en caso necesario,
6. HERNANDEZ-PACHECO, F. «La geografía y la historia de las Hespérides y el
atlas de Africa española». Arch. IDEA, n." 36,1956, p. 46.
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dificultades bélicas en la retaguardia magrebí. Que los pescadores canarios
frecuentasen los bancos del litoral se comprende por la extraordinaria
riqueza ictícola que representaban, pero que, en tierras tan inhóspitas
se alzasen fortalezas y que se efectuasen expediciones militares
sólo parece explicable cuando se tiene en cuenta la finalidad que
hemos expuesto.
Entre otras muestras de la constante presencia de los canarios en
la exploración de las comarcas africanas más próximas al archipiélago
tenemos que, en 1478, Diego García Herrera, en el curso de una expedición
a la costa de Africa, estableció la fortaleza en Santa Cruz de Mar
Pequeña, posteriormente destruida. El capitán Alonso Fajardo «en
1496 reconstruyó con materiales nuevos, desde los mismos cimientos,
la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña»?
Se había iniciado un contacto, sin duda amistoso, con las poblaciones
continentales fronterizas del archipiélago. Se prodigaban las muestras
de respeto de los naturales de aquellas costas hacia los expedicionarios
hispanos y, en consecuencia, y siguiendo el plan de acción que
hemos esbozado, procedía la cristalización de esas relaciones amistosas,
en pactos y tratados que las consolidasen.
Esto ocurre en 1499, fecha en la cual, como escribe Hernández
Pacheco: «se realizó entre Canarias y los países del litoral africano
frontero al archipiélago, un concierto de gran importancia, pues comprendió
los territorios del Sus, Uni, Uad Nun y Tecna, y, por extensión,
las regiones desérticas que se prolongan al sur del Dráa, con límites
indefinidos en el Sahara. El documento de la época pertinente a tal
acción diplomática se titula «Testimonio de las cibdades e villas e fortalezas
que se dieron a sus Altezas en Africa» el cual existe en el archivo
de la Academia de la Historia, de donde lo copió el ilustre naturalista,
antropólogo e historiador, don Marcos Jiménez de la Espada. La relación
de los sujetos en cuestión se puede concretar en los siguientes
términos: en 1496 la conquista total de las Canarias estaba realizada, y
una era de paz y prosperidad comenzó en todo el archipiélago. Las
relaciones entre canarios y los vecinos del litoral africano eran cordiales,
con buen desarrollo de lo pertinente al comercio y las pesquerías.
Era gobernador de Gran Canaria Lope Sánchez de Valepzuela, el cual,
en un navío de la flota real de Castilla, del que era maestre Pero Ruiz,
pasó la costa frontera. Formaban el séquito del gobernador Gonzalo de
7. RUMEU DE ARMAS. A.. op. cit.. p. 26.
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Política africana de los Reyes Católicos y su relación co/! las islas Canarias 165
Burgos, escribano de los Reyes Católicos y mayor en Gran Canaria.
Iban para servir de testigos tres vecinos significados de la isla, y,
como intérprete, Mohammad de los Ulad-Amar de Uni, y María de
Almuñécar, morisca. Por la parte de los africanos concurrían: Mohammad-
ebu-Maymón, señor de Tagaós, Hamed, por sí y por su hermano
Gazel-ez-Zig, señores de Ufrán; Sidi Múmen, jeque de los
Ulad Amar, de lfni; el alcaide de Agaós, Mohammed-ebu-Daut,
señores de la provincia de Tenamarte; Abú-AIí-ebu-Bu-Kú, nieto del
último rey de los Bu-Tata, con otros diversos jeques y numeroso
séquito. El navío, durante las negociaciones, fondearía en las abiertas
radas de Sidi Ifni o de Sidi Uarksik, al abrigo del cabo Nun
o quizá en el estuario del Asaka que es probable que en aquella
época, como el del Ifni, no estuviese relleno por los sedimentos, como
ahora, por ser el último levantamiento de la costa muy reciente. El 15
de febrero de dicho año de 1499, se celebró la primera reunión en la
alcazaba de Agaós, del poblado de Tagaós, capital del reino de Bu-Tata.
El convenio y las capitulaciones debieron ser poco duraderas y surgir
desavenencias entre los jeques y entre las cábilas. Unas se mostraron
hostiles a los castellanos, tales como las de Tagaós, que se opusieron
en, 1501, a que Fernández de Lugo levantase una fortaleza cerca de
la desembocadura del Asaka, manteniéndose otras afectas, tales como
las Ulad Amar de Ifni, probablemente ascendiente de los actuales Aitba-
Amran»x.
Este episodio, entre otros, nos demuestra la puesta en práctica del
plan de acción africana al que nos hemos venido refiriendo. No obstante,
estos prometedores comienzos se vieron seriamente afectados por
acontecimientos posteriores que demuestran hostilidad de un sector
importante de las poblaciones africanas. En 1500, el capitán Alonso de
Lugo «sufría una estrepitosa derrota en San Miguel de Saca, la trágica
batalla de las Torres, a orillas del Wad Assaka, que paralizó de momento
los planes de ocupación»'). Efectivamente existían planes de
ocupación de algunos sectores clave del territorio -siguiendo el plan
de acción que venimos refiriendo- conducentes a la creación de una
zona de influencia. «En 1502, una poderosa expedición del cabo de
Aguer, al mando de Alonso de Lugo, quien logró consolidar en él sus
8. HERNANDEZ PACHECO. E. «La exploración del N.O africano al sur del
Atlas», Arch. IDEA. n." 1.1947. pp. 12-13.
9. RUMEU DE ARMAS. A.. op. cit.. p. 26.
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166 Julio Cola Alberich
posiciones, construyendo el castillo de Galevarba. Sin embargo fueron
tan grandes las presiones, y quién sabe si las amenazas, de la diplomacia
portuguesa, que a la postre los Reyes Católicos se plegaron a la
voluntad de Manuel 1 y el cabo de Aguer (Agadir) fue totalmente evacuado
por los españoles»lO. En 1517, las tribus locales atacan intensamente
Santa Cruz de Mar Pequeña de la que se apoderan, finalmente,
en 1523 destruyéndola completamente ti.
La acción diplomática lusitana había cancelado definitivamente el
primitivo plan de acción forjado por los Soberanos hispanos. La Corte
lusitana no se había percatado, en igual medida que la de Castilla, del
grave peligro que se cernía sobre la península. A pesar de haber quedado
reservado a la acción de sus armas, el Reino de Fez constituía, en
aquellos momentos, ante una posible conjunción con las fuerzas turcas,
una severa amenaza. Lisboa no había logrado ningún progreso sensible
en el Magreb el Aksa, donde más tarde había de sufrir el mayor de los
reveses, Manuel 1, atento a una política de conquistas territoriales, no
supo ver que la acción hispana en las costas occidentales significaba
una salvaguardia para los dos Reinos y sus exigencias dieron al traste
con la política trazada minuciosamente por la Reina de Castilla. Afortunadamente
para ambos Reinos peninsulares la nueva invasión musulmana
no llegó a producirse.
Tras del acontecimiento reseñado sólo se registra alguna correría
esporádica por la costa africana·. Podemos contestar las incursiones
del indomable Fernández de Lugo en 1519 y la organizada por el
Cabildo de Tenerife que apresó al jeque Muhammad al-Mumen, conocido
entre los hispanos por Maimón, y sus principales lugartenientes a
quienes mantuvieron como cautivos hasta que el jeque prestó en San
Cristóbal de la Laguna vasallaje a España, tras de lo cual fueron puestos
en libertad.
No obstante, a pesar de que el objetivo principal no había sido
alcanzado, subsiste el hecho, no menos importante, de la permanente
presencia de los canarios en la costa occidental de Africa. Esa presencia
contribuye a que «casi toda la toponimia costera desde el cabo Güer
hacia el sur y especialmente la del inhóspito y temeroso acantilado del
10. RUMEU DE ARMAS. A.• op. cit.. p. 28.
11. VIAL DE MORLA «España en el Africa occidental. La primera ocupación de
la costa del Mar Menor de Berberia por los españoles (1476-1524)>>. Africa. junio 1971.
pp. 231-235.
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Política africana de los Reyes Católicos y su relación con las islas Canarias 167
Sahara, se debe a los canarios»12. Los canarios, efectivamente, habían
fundado un considerable número de fortalezas y factorías a lo largo de
la costa africana a las que, usualmente, daban el nombre genérico de
Santa Cruz completado por otro específico de carácter toponímico:
Santa Cruz de Agadir, Santa Cruz de Mar Pequeña, Santa Cruz de
Berbería, etc.
y esta constante presencia había de constituir, pasados los siglos,
el fundamento de las reivindicaciones hispanas sobre algunos territorios
del Africa occidental 13.
12. HERNANDEZ PACHECO, E., op. cit., p. 13.
13. CORDERO TORRES. J. M. YCOLA ALBERICH. J. La evolución de la España
de Ultramar. en «El nuevo Estado español», Instituto de Estudios Políticos. Madrid.
1961.
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