LA DIMENSION AFRICANA DE CANARIAS
(Acotaciones de un periodista canario)
PEDRO FERNAUD
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Basta mirar un mapa para concluir, desde la evidencia geográfica,
que las islas Canarias están en Africa. Basta repasar la historia de nuestro
archipiélago para saber que Canarias no es Africa. Nuestra lengua
española, que establece el delicado matiz diferenciador entre ser y estar,
permite situar en fórmula sintética la compleja, y yo diría que hasta
ambigua, relación de Canarias con Africa. Pienso que para los canarios
es de la máxima importancia desentrañar, mediante un debate riguroso
(desde la ciencia y no desde la mitomanía), la verdad de nuestras relaciones
con nuestros vecinos africanos. Africa es para los canarios nuestra
asignatura pendiente, por lo que es menester estudiarla con afán y
con método -las llaves para el éxito en las empresas vitales-.
Mi punto de partida es que las Canarias están en Africa, pero no
son Africa. Los asistentes extranjeros que no hablen español se sentirán
sorprendidos ante este enunciado, pues en la mayoría de las lenguas
el verbo estar está fundido -y confundido- con el verbo ser. El
verbo estar remite a la instalación, a la situación, mientras que el verbo
ser se refiere a la esencia, a lo que realmente uno es. En pocas palabras
somos desde donde estamos. El ser -lo ha descubierto la filosofía contemporánea-
es cambiante e histórico; la instalación tiene cierta estabilidad
y permanencia, desde ella nos proyectamos vectorialmente en
diversas direcciones y con diferentes intensidades. La instalación es la
infraestructura desde la que es posible el ser.
Tras esta mínima dosis «filosófica», que estimo necesaria para hacer
transparente mi pensamiento, vaya entrar directamente en la cuestión
que nos ocupa y nos preocupa: las relaciones de Canarias con
la vecina Africa. Lo primero que hay que decir es que la opinión y la
posición del canario actual sobre su dimensión africana son polémicas,
radicales, enfrentadas, llenas de pre-juicios (es decir de estimaciones
pre-lógicas) y portadoras de descalificaciones globales hacia los puntos
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
14 Pedro Fernaud
de vista que -les son adversos. Para unos, Africa no es nada para los
canarios, sólo un peligro y una oscuridad hostiles de los que es preciso
defendernos con todos los medios a nuestro alcance. Un caso muy representativo
de este posicionamiento es Domingo Pérez Minik, líder
intelectual canario, quien en el prólogo a su «Antología de la poesía
canaria» (1952) escribió: «Estas Islas Canarias, que son españolas y que
por España fueron ofrecidas a la Cristiandad y a Occidente, se han
fraguado culturalmente bajo tan importante destino ... y (no debemos
olvidar) que a esta tierra próxima, sedienta, arenosa y llana, que nos
pudiera siempre atrapar, Africa, no le debemos nada, y vivimos como
de prestado de la fauna y flora mediterráneas, es decir, como lejos de
nuestro propio tronco». Para otros, Canarias no sólo está en Africa
sino que es exclusivamente Africa; para éstos la historia española de
Canarias de estos cinco últimos siglos no es más que la interrupción
violenta del discurso genuinamente africano que le es propio y exclusivo
al archipiélago. Este radical africanismo se mueve en una órbita de
voluntarismo intelectual y político, que configura un nacionalismo
agresivo contra lo español, muchas veces --como en el caso del
MPAIAC de Cubillo- instrumentado desde cancillerías extranjeras.
El dato básico de que debemos, pues, partir para nuestro análisis
es que el discurso canario sobre Africa se mueve entre el Scila de una
africanidad manipulada y el Caribdis de un rechazo visceral de nuestra
dimensión africana. En mi opinión esta dialéctica rígida y encontrada,
que no hace más que disparar conclusiones irreductibles y mendaces, es
consecuencia de que el tema africano no se plantea en el discurrir histórico
efectivo del Archipiélago, sino desde posiciones esencialistas,
idealistas, que sólo conciben realidades estáticas sin interno movimiento.
Cuando el canario se interroga sobre sí mismo, sobre su destino,
sobre su propia condición, tiene la tendencia arcaica a pensarse «sub
especie aeternitatis», aparte del tiempo. Pero el horizonte de la vida
humana es histórico: lo que el hombre ha sido es un componente esencial
de lo que es. Urge, pues, un análisis histórico de las relaciones
entre Canarias y Africa; pero no un análisis abstracto sino concreto,
desde la genuidad del discurso histórico efectivo, y no imaginario, de
nuestro archipiélago. Estoy convencido de que la ambigüedad del canario
medio respecto a su dimensión africana tiene su origen en que
interpreta su vinculación al vecino continente como prueba o test de
una españolidad puesta en cuestión. Y así vemos cómo desde ciertas
posiciones políticas nacionalistas se afirma la africanidad del archipiélago
como una exclusión de la sustancia hispánica de Canarias. Y tam-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La dimensión africana de Canarias 15
bién, en el otro extremo, son legión quienes rechazan la dimerisión
africana del archipiélago por estimar equivocadamente que el presunto
coeficiente africano de Canarias cuestiona o pone en peligro el irreversible
itinerario hispánico de las Islas iniciado el siglo xv. Este planteamiento
de radical disyunción España o Africa es inadmisible. La españolidad
de Canarias --en mi opinión irrebatible- no es función de su
mayor o menor aproximación a Africa, sino todo lo contrario: Canarias
ha estado más o menos cerca de Africa en función del coeficiente africano
que en cada momento ha asumido esa empresa político-histórica
que llamamos España. Sólo desde esta perspectiva de estricto ateni-o
miento a la realidad histórica podrá comprenderse el tema de la dimensión
africana -también americana, y también euro-occidental- de Canarias.
Sostengo la tesis de que desde Canarias puede seguirse la aventura
ultramarina --extrapeninsular- de España, con sus cambiantes prioridades
africanas o americanas, en función de las estrategias diseñadas por el
poder político de la nación española y de sus posibilidades históricas en
cada momento histórico disponibles para su culminación. Estoy convencido
de que la pregunta canaria acerca de Africa se volverá elástica, desprejuiciada,
desprovista de ambigüedad, cuando se plantee no como cuestión
vinculada a una alternativa de españolidad o no, sino como una pregunta
esencialmente española. Nuestra inserción irreversible en el destino nacional
español es precisamente la que da sentido configurador a las posibilidades
y expectativas africanas de Canarias. Las relaciones de Canarias
con Africa, desde el siglo xv, vienen determinadas por el torso general de
la Historia de España. Vamos a verlo.
La incorporación de las islas Canarias a la Corona de Castilla se
produjo a través de un proceso discontinuo, que se extendió a todo lo
largo del siglo xv. Las primeras de las Islas conquistadas se incorporaron
a la Corona de Castilla algunos años antes de que, en 1492, se
lograra la unidad nacional de España. Es decir, Canarias no fue tierra
incorporada a España, sino que era ya parte integrante del factor decisivo
-Castilla- en la forja de la unidad española. Canarias entra en la
Historia cuando en la Península culmina la Reconquista contra la dominación
islámica, cuando termina la guerra civil dinástica en Castilla y
cuando se unen las Coronas de Castilla y Anigón por el matrimonio de
los Reyes Católicos -Isabel y Fernando-, que sientan las bases para
la unidad nacional y el comienzo de la expansión imperial americana de
España. La incorporación de Canarias a Castilla supuso la integración
en el mundo occidental del «finis terrae» del Ecúmene greco-romano,
acunado durante siglos en la leyenda y el mito. El despertar histórico
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
16 Pedro Fernaud
de las islas Hespérides, como las llamaban los antiguos, se produjo en
un momento decisivo: cuando Europa -y dentro de ella España, en
aquel entonces su porción más avanzada y llena de dinamismo- se
lanza, llevada de sus potencialidades expansivas, a la busca de nuevas
tierras. El «finis terrae» de la Antigüedad y el Medievo pasa automáticamente,
con su conquista por Castilla, a la condición de «prima terra»
en la cabalgada marina de los españoles hacia el Nuevo Mundo.
Por su situación geográfica Canarias estaba llamada a tener una
decisiva dimensión africana, pero los acontecimientos históricos españoles
frustaron durante siglos hasta ahora mismo esta posibilidad. El
nuevo reino de España tenía ante sí dos posibilidades de expansión de
sus energías nacionales: América y/o Africa. Por razones que no corresponden
a este trabajo desarrollar, se impuso la empresa americana
sobre la ya iniciada empresa africana de España. Este giro impresionante
del destino histórico a que parecían abocadas las islas Canarias,
muestra de forma bien expresiva la ambigüedad esencial de la geografía,
de la situación, del estar, en el destino de los pueblos. A pesar de
estar situadas las Canarias, en su porción más próxima, a sólo 100 kilómetros
de Africa, la empresa americana de España revela una inesperada
virtualidad del archipiélago, al encontrarse en la ruta de ida y
vuelta hacia América desde la Península Ibérica. Canarias, que parecía
abocada a un destino africano, de pronto se siente vacada a América.
El archipiélago se convirtió enseguida en escala obligada de los barcos
que marchaban a América o regresaban del Nuevo Mundo. Aquí repostaban
víveres, embarcaban animales y semillas y enrolaban tripulaciones y
futuros conquistadores y colonizadores del continente recién descubierto.
Es un hecho históricamente aceptado que Canarias fue la maqueta previa
de la colonización española en América. Desde el planteamierito bélico
de la Conquista hasta la organización política y administrativa, todo pone
de manifiesto un auténtico trasplante de instituciones desde el archipiélago
canario al Nuevo Mundo. Incluso las Leyes de Indias, dictadas desde
criterios humanitarios, tuvieron un precedente en la actuación de los obispos
Frías y López de la Serna, quienes batallaron valientemente cerca de
la Corte castellana en defensa de la libertad de los aborígenes canarios
hasta lograr que se ordenara el rescate de los guanches que habían sido
llevados a la Península como esclavos.
Me interesa hacer constar que la inicial condición fronteriza de las
Canarias desaparece con el descubrimiento y colonización de América,
pues el archipiélago quedó colocado en medio de las Españas, de las
aquende y allende el océano Atlántico. Aunque sobre un mapa las siete
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La dimensión africana de Canarias 17
islas Canarias parecen polvo esparcido sobre la inmensidad oceánica, la
dinámica histórica de la expansión hispana creó una configuración del
espacio atlántico en el que nuestro archipiélago ocupa una posición
céntrica, arropada, frente al enemigo exterior, bien fueran primero los
corsarios franceses, después los piratas holandeses e ingleses. En definitiva
estos ataques a las islas fueron semejantes a los sufridos por otros
puertos de la Corona española durante los siglos de esplendor del Imperio
hispánico. OtrH significación histórica tuvieron los ataques de los
piratas berberiscos, sobre los que conviene hacer más adelante alguna
puntualización por afectar muy directamente al tema que nos ocupa.
Pero antes quisiera subrayar algo que ha quedado ya explícito. El
golpe de timón que el descubrimiento de América imprimió a la política
expansiva de los Reyes Católicos más allá de la Península, modificó
de raíz la función de vector hispano sobre Africa que la geografía, corroborada
y reforzada por la historia, parecía marcar inexorablemente
a Canarias. Sin embargo, la gravitación africana del archipiélago es una
realidad constante más o menos soterrada, que emerge con fuerza de
nuevo tras la pérdida de las colonias españolas en América. Se produce
entonces una recuperación de lo que pudiéramos llamar vocación africana
de España. Esta vocación africana de España y de Canarias como
región española más apta geográfica, estratégica e históricamente para
la cumplimentación de este «destino manifiesto», ha sido recogida con
precisión por el historiador grancanario Víctor Morales Lezcano en su
trabajo «Canarias y el Noroeste de Africa. Un esbozo de sus relaciones
», aparecido en el número 6 de «Gaceta de Canarias». De este trabajo
transcribo los siguientes párrafos por su alto valor significativo:
«En cualquier caso, y más allá de los presuntos orígenes africanos
de los guanches que habitaban Canarias, hay un extremo que se plantea
a lo largo de toda la Edad Moderna, en general, y muy en particular, en
el siglo XVI: la gravitación africana del archipiélago sigue siendo una
realidad constante, aunque se produzca a través, no de la vinculación
étnica y cultural, sino a través de los contactos que españoles y portugueses
mantienen durante todo el siglo con la costa noroccidental de
Africa» ...
«El archipiélago canario entró en la órbita ultramarina de los reinos
españoles, orientados hacia la mar-océano, durante el siglo XV; la
conexión con Africa, sin embargo, no se perdió del todo a lo largo de
la centuria siguiente, aunque sí se mitigó, de resultas de la prioridad
otorgada por los intereses del Estado castellano-aragonés a la empresa
americana y, en menor medida, al Mediterráneo.»
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
18 Pedro Fernaud
«La nostalgia de una acción expansiva castellano-aragonesa en tierras
africanas aparecerá recurrentemente en el pensamiento historiográfico
y en la erudición hispanas del siglo XIX -precisamente cuando
se pierde de modo irreversible el Imperio de Indias-, tal y como lo
expresa Pérez del Toro: "a no haber sido por el grandioso hecho del
descubrimiento de América, que cambió la dirección de la política española,
las armas castellanas habrían pasado el Estrecho en el siglo xv
como los vándalos lo pasaron en el siglo v, los godos en el VII y los
árabes en el VIII, y habríamos sojuzgado la Mauritania y toda la Berbería,
y poblado y civilizado el continente africano como civilizamos y
poblamos el Nuevo Mundo".»
Más adelante, en su trabajo, Morales Lezcano se refiere a la afirmación
del recientemente fallecido historiador Sánchez Albornoz, para
quien dos desembarcos (el de los musulmanes en la Península Ibérica y
el de Colón en tierras americanas) «tuercen» la historia de la «España
emergente». Por su parte, el historiador tinerfeño Rumeu de Armas
habla de la acción española en el Africa Atlántica como «operación
frustrada» .
En el siglo XIX coinciden dos hechos históricos que facilitan la recuperación
de la vocación africana de España: la independencia de las
posesiones españolas en América y la explosión del imperialismo colonialista
de las potencias euro-occidentales, cuyas ambiciones expansivas
se fijan preferentemente en Africa. Con la pérdida de América, el
estrecho de Gibraltar vuelve a ser el eje de la política exterior española,
al desaparecer de su horizonte de real influencia el continente americano.
Sin embargo, nunca las cosas en la Historia vuelven a su idéntico
cauce. La España del siglo XIX ya no es la España del siglo xv; y
consecuentemente el vector canario ha cambiado de orientación e intensidad.
En su repliegue -hacia sí misma, España se ve obligada a reorientar
su papel en el mundo. España es entonces una propuesta histórica
menguada, que lucha dificultosamente por encontrarse a sí mi-sma
en un mundo que ya no le es propio. Afanada durante siglos en la
empresa americana, España ha descuidado su condición europea y no
logra entrar. en la modernidad, ya consolidada desde hace un par de
siglos en Inglaterra y Francia. Nunca llegó a efectuarse en nuestro país
la revolución liberal-burguesa que transformó de raíz la estructura y
expectativas de las naciones de Europa Occidental. La consecuencia es
que España, que fue pionera en su política africana, tuvo un papel muy
mediocre en el proceso colonizador en Africa de los siglos XIX YXX al
estar su actuación muy condicionada a los intereses estratégicos de
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La dimensión africana de Canarias 19
Francia e Inglaterra. Por otra parte, España no logra estabilizarse internamente
y se ve sometida a continuas fracturas de la convivencia de
sus habitantes, lo que le impide presentar un frente sólido para su actuación
en el exterior. Canarias, por su ya tantas veces enunciada situa
·ción geoestratégica, desempeñó un papel de importancia en la política
africana no sólo de España sino también de Inglaterra, que llegó a
ejercer a finales del siglo XIX y comienzos del xx un colonialismo económico
«de facto» sobre el archipiélago. Esto lo vio con claridad el
gran escritor español Miguel de Unamuno, quien en una crónica viajera
fechada en Las Palmas en agosto de 1909 (y recogida en su libro «Por
tierras de España y Portugal») escribe: «Han empezado ya las huelgas
de los obreros cargadores --de carbón y de carga blanca- del puerto
de la Luz; huelgas que podrán llegar a ser una sacudida en la conciencia
pública y que acaso eviten el que esta hermosa ciudad española, henchida
de promesas y esperanzas, llegue a ser una gran factoría mediatizada
por unas cuantas casas extranjeras ... y esas casas tratan a sus obreros
españoles, canarios, como acaso se guardarían muy bien de tratarlos si
fuese en su tierra». En cualquier caso, el puerto de la Luz se benefició de
la expansión imperialista de las potencias europeas; además la navegación
a vapor potenció, desde la segunda mitad del siglo XIX, la situación geográfica
de Canarias; para culminar el proceso de desarrollo creciente de
Las Palmas, el desarrollo de la navegación de hidrocarburos ha convertido
a su puerto en una auténtica «estación de servicio» en el Atlántico. El
gran reto de ahora mismo del puerto de la Luz es mantener su primacía
portuaria en la fachada atlántica de Africa.
Los puertos canarios --especialmente los de Santa Cruz de Tenerife
y de la Luz- han sido sensibles instrumentos operativos al servicio
de la circunstancia canaria. Como ya hemos dicho, las islas Canarias
han forjado su destino como avanzada española hacia América y Africa
según una cadencia fluctuante determinada por el proyecto histórico de
España en cada momento. Pues bien, es interesante detectar algo así
como una especialización de Tenerife en cumplimentar el destino americano
del archipiélago y de Las Palmas de hacer lo propio con la dimensión
africana de Canarias. La especial orientación y sensibilidad de
Tenerife respecto de Iberoamérica y de Las Palmas con relación a Africa
es un fenómeno digno de estudio y, en cualquier caso, aparece reforzado
en los últimos años. Es como si la sociedad canaria hubiese generado
una útil división de trabajo histórico para afrontar con eficacia el
imperativo del archipiélago como lugar de encuentro entre tres continentes:
Europa, América y Africa. La afirmación que antecede no su-
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
20 Pedro Fernaud
pone ninguna privilegiación de los roles de una isla sobre otra, sino la
verificación de una realidad que me parece positiva, sobre todo cara
a un futuro en que Canarias puede -y debe- actuar como ámbito de
encuentro y cooperación de lo africano y lo iberoamericano. Esta misión
que avizoro para Canarias sería la culminación integrada de dos
proyectos históricos españoles en que las islas han cumplido un fundamental
papel l
.
Me refería al principio de este trabajo a que en los sectores mayoritarios
de la población canaria lo africano ha sido y sigue siendo vivido
como lo extraño y lo hostil al archipiélago. Como nada acontece en los
destinos humanos sin su correspondiente razón vital e histórica, yo creo
que esta vivencia canaria arranca de las conflictivas relaciones con la
costa noroeste desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XVlIl. Me
refiero al episodio de la piratería barberisca, que tan honda conmoción
ha dejado en el inconsciente colectivo canario, especialmente en el de
la población de las islas orientales, cercanas a Africa. También parece
razonable pensar que los colonizadores peninsulares de las islas trajeron
aquí un vivo sentimiento anti-islámico y por tanto anti-africano,
tras el duelo de ocho siglos con los musulmanes. Es de justicia histórica
hacer constar que la piratería berberisca no mostró durante algún tiempo
interés por las islas; su atención se concentraba en el Mediterráneo,
pero las frecuentes incursiones de los canarios en la costa cercana de
Africa (para la captura de esclavos, unas veces, y con propósitos punitivos
otras), con armadas o navíos aislados, hicieron que los berberiscos
terminaran por reaccionar y convertirse en agresores de Canarias. La
primera expedición de que se tiene noticia fue la del corsario Calafat,
que atacó con diez galeras la isla de Lanzarote, el 22 de septiembre de
1659; asoló la isla durante un mes y se volvió con más de doscientos
l. Las torpezas de la mayoría de los gobernantes iberoamericanos. y las injustas
estructuras del sistema financiero internacional. han producido la gigantesca deuda iberoamericana.
que ha frenado en seco planes de expansión sobre Africa de países tan
caracterizados como Brasil y Venezuela. Estoy convencido de que. superada la crisis
-que tendrá que superarse. pues está en juego la estabilidad de las finanzas internacionales-.
este movimiento iberoamericano hacia Africa tendrá continuación consolidada.
En este proceso histórico Canarias tendrá algo que decir como lugar de encuentro de
culturas atlánticas convergentes. Los iberoamericanos -por razones cuya enumeración
excede el propósito de este trabajo- tienen clara tendencialidad hacia lo africano. Repárese.
por ejemplo. en la necesidad que ha tenido la Unión Soviética de utilizar su peón
cubano para penetrar en Africa.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La dimensión africana de Canarias 21
esclavos que había hecho entre sus habitantes. Los Cabildos de Gran
Canaria y Tenerife, al tener noticia de la incursión, enviaron socorros
que contribuyeron ala retirada de Calafat, pero las penetraciones berberiscas
volvieron a repetirse los anos siguientes. La primera agresión
berberisca fue de tal magnitud y provocó tal desastre, que durante dos
siglos los canarios vivieron pendientes de lo que aconteCÍa en la vecina
costa africana, de donde procedía para ellos el peligro y el riesgo por
excelencia. No es lugar adecuado este trabajo para hacer un balance o
juicio de estas tormentosas relaciones de Canarias con la costa noroeste
de Africa; pero sí parece oportuno subrayar que el despiadado contencioso
canario-berberisco se nutrió de una carencia peligrosísima en la
vida histórica: la falta de reconocimiento mutuo con la consiguiente
privación de institucionalización jurídica entre las partes. Esto es lo
que hay que evitar a todo trance en el presente y en el futuro. Esto es
lo que explica el gran rechazo popular canario hacia la forma desastrosa
-por ambigua y precipitada- en que España descolonizó el Sahara
Occidental sin dejar atrás unos sólidos referentes. Ya volveré a este
crucial tema más adelante, pero quiero ahora subrayar que la terrible
matanza del pesquero «Cruz del Mar» -todavía sin aclarar debidamente-
hizo revivir en la conciencia canaria los atroces recuerdos del
pasado.
No es propósito de este trabajo entrar en detalles de las relaciones
entre Canarias y el Noroeste de Africa, por otra parte ya bastante historiadas,
sino retener un dato infraestructural básico que ya saltó al
tapete de este análisis: la recuperación del estrecho de Gibraltar como
horizonte referente de la política exterior española, todavía vigente en
la actual estrategia defensiva de España. En el caso incluso de que
nuestro país ratificara su integración en la Alianza Atlántica, todos los
estudios de defensa de España privilegian la necesidad de custodia y
control del eje Baleares-Estrecha-Canarias como expresión consolidada
de nuestros intereses nacionales en el concierto atlántico-occidental.
Ha habido intentos por parte de los estrategas del Pentágono
norteamericano de globalizar la aportación española a la defensa de
Occidente de forma que se difuminaran los perfiles efectivos de nuestros
intereses nacionales; en esta perspectiva globalizada España renunciaría
a su identidad nacional-entendida como un proceso histórico
individualizado e irreversible- y, en nuestro caso canario, se cegarían
posibilidades históricas imprescindibles para un futuro abierto de
cooperación con Africa. La aceptación ya de hecho por la doctrina
atlántica del punto de vista español sobre la soberanía nacional del eje
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
22 Pedro Fernaud
Baleares-Estrecho Canarias sanciona (así lo entiendo yo) el derecho y
el deber de España de establecer su propio sistema de defensa de Canarias
sin vincularlo a posibles desviaciones imperialistas de intereses
multinacionales, ajenos a los de la sociedad canaria. Las lamentables
confrontaciones del pasado entre Canarias y la Berbería han de ser
tenidas como advertencia de lo que no deben ser nunca más las relaciones
entre nuestro archipiélago y el continente vecino. Las relaciones de
Canarias y Africa han de ser de cooperación y no de confrontación;
esta premisa debe prevalecer en todo planteamiento de futuro en beneficio
de las partes implicadas. Canarias no tiene vocación de región
fronteriza, de temor y riesgo; creo haber mostrado que lo sustancial del
itinerario histórico de Canarias ha sido su vinculación con empresas de
progreso como la americana, o de metabolización cultural de lo mejor
de la cultura europea (desde Viera y Clavijo al episodio de la «Gaceta
de Arte» tinerfeña); este talante de afirmación, y no de inerte negación
y rechazo, ha de extenderse a nuestras relaciones con Africa.
La torpe descolonización del Sahara en noviembre de 1975, en los
coletazos de agonía del régimen de Franco, produjo un fortísimo impacto
en la sociedad canaria. Por aquellas fechas escribía yo en un artículo
de prensa titulado «Canarias en la encrucijada»: «Las islas Canarias
se enfrentan ahora mismo -desde la colonización del Sáharafrente
al reto más importante y difícil de su historia desde que, hace
cinco siglos, se incorporaron a la Corona de Castilla. Los canarios debemos
tener clara y pronta conciencia de que nuestra circunstancia
geo-histórica ha sido modificada de raíz y para siempre. Hemos pasado
de la condición de tierra interior española a la de frontera». Más adelante,
en ese artículo periodístico, puntualizaba: «La tierra más cercana
-y bien cercana que está- es el Sahara, y este territorio ha estado
durante estos siglos en manos de los españoles. Precisamente ésta fue
la justificación histórica de la presencia de España en "la orilla de enfrente"
de Canarias. Las islas, pues, ya no tienen las espaldas cubiertas
». Han pasado cerca de diez años desde que escribí lo que antecede y
conviene hacer algunas puntualizaciones. Sigo pensando que Canarias
se encuentra con un reto histórico decisivo, pues por primera vez ha de
poner en marcha mecanismos políticos, económicos y culturales que
reorienten su vectorialidad en función de sus nuevas circunstancias históricas.
Estimo que esta reconsideración de sus prioridades incluye la
potenciación de su dimensión africana, sin por ello abandonar su vocación
iberoamericana. Dentro de la compleja red relacional en que consiste
Canarias, hay que dotar a la dimensión africana de un valor de
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
La dimensión africana de Canarias 23
posición de rango jerárquico superior al que actualmente ocupa. La
situación canaria cara a un futuro entendimiento con Africa viene propiciada
por la evolución política española, que permite a nuestro país
una acción exterior más ágil y mas prestigiada que en épocas anteriores.
Pienso que desde Canarias debe impulsarse una política de apoyo a
la estabilidad del Magreb, pues ésta es garantía de seguridad para Canarias.
Cuando la descolonización del Sahara2 la aguda rivalidad
-atemperada en los últimos tiempos- entre Marruecos y Argelia sobre
este territorio tuvo unos resultados nefastos para la estabilidad de
Canarias. No hay más que recordar el descarado chantaje que las autoridades
argelinas perpetraron contra Canarias con el apoyo a las tesis
extravagantes y maximalistas del MPAIAC de Cubillo, quien, por cierto,
ha variado sus radicales puntos de vista y ahora se aviene a regresar
a su tierra natal en base a una interpretación «sui generis» de la Constitución
española de 1978, la cual en su momento rechazó en bloque y sin
concesiones. Todos debemos alegrarnos de que haya mudado de opinión,
aunque se reafirme en su peculiar interpretación guanchista de
Canarias. Es oportuno señalar aquí y ahora que la posición del canario
respecto a los guanches no ha estado hasta ahora presidida por la debida
objetividad. Ha oscilado entre una infravaloración del pasado prehistórico
de las Islas y una hiperbólica idealización de las realidades
guanches; esta última posición tuvo su expresión genuina en los historiadores
canarios del siglo XVIII, imbuidos de las teorías «rousseaunianas
» del «buen salvaje». Esta tendencia se prolongó durante el Romanticismo.
Hoy día parece perfilarse entre los historiadores canarios una
actitud decidida en la busca de un estudio científico y solvente del pasado
guanche. Como muy bien ha escrito el antropólogo tinerfeño Luis
Diego Cuscoy, «todavía estamos a tiempo de alcanzar a un hombre
perdido en la prehistoria, marchar junto a él y descubrir la verdad de su
vida y el secreto de sus orígenes». En cualquier caso, no conviene una
exageración mitómana de nuestro pasado guanche como elemento diferenciador
de· nuestra contextura antropológica. Es un dato histórico
que el proceso de asimilación de la población aborigen por los pobladores
y descubridores castellanos se completó con rapidez. Si se examinan
2. Afortunadamente el tema sahariano está últimamente bastante desactivado. aunque
no resuelto en términos de justicia histórica. Cuando escribí "Canarias en la encrucijada
» la perspectiva era muy sombría. lo que se refleja en el tono en que está e'scrito el
artículo.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
24 Pedro Fernaud
las normas reales dictadas para Canarias a partir ya del siglo XVI, se
comprueba la ausencia de referencias a los canarios aborígenes o a los
castellanos como grupos sociales diferenciados por un estatuto jurídico
propio. La población canaria actual es el resultado de fusión de castellaños
e isleños, a los que se agragaron españoles de todas las regiones
peninsulares y extranjeros aquí establecidos como consecuencia de la
estratégica situación comercial del archipiélago.
Los años setenta fueron los de la aparición de un cierto nacionalismo
cultural y político en las islas, bastante confuso en sus planteamientos,
pero revelador en todo caso de una emergente nueva conciencia
canaria, catalizada en gran parte por la grave crisis abierta en el archipiélago
por la descolonización del Sahara. Este brote nacionalista, que
está en gran parte superado por la evolución de los acontecimientos
públicos en Canarias, es -en mi opinión- un fenómeno parasitario
del proceso identificador que se desarrolla últimamente en el archipiélago.
Tiene toda la razón del mundo el escritor grancanario Angel Sánchez
cuando, en su libro «Ensayos sobre cultura canaria», escribe: «Canarias
es, tal vez, con Cataluña, la región que más contactos ha tenido
en su historia con elementos humanos y culturales extraños a su tradición.
Siendo entonces una especie de zona franca de contactos, la regresión
nacionalista eliminaría en un exceso de purismo todos los elementos
extraños a los canarios, los cuales funcionan todos juntos y
forman al canario de hoy». Y añade Angel Sánchez algo bien claro: la
sociedad canaria no está aún formada y somos todavía «un conglomerado
de procedencias y pulsiones culturales». Pero en cualquier caso el
autor citado subraya que «en la penúltima década del siglo XX, hablar
de nacionalismo a nivel de regiones es descabellado».
Es importante que nuestros vecinos africanos tengan en mente las
peculiares realidades canarias para que no cometan equívocos frustrantes
y estériles respecto de las islas; no deben tener repetición pasadas
mascaradas urdidas toscamente deprisa y corrriendo cuando se chantajeaba
a España con la amenaza de llevar el caso canario a las «cumbres
» de la OUA, Organización para la Unidad de Africa. Por su parte,
en Canarias hay que establecer una estrategia de colaboración con
nuestros vecinos africanos, que forman parte de un paisaje históricocultural
en plena fragua de transformación. Ya no nos vale el clisé de
un Africa hostil y llena de tinieblas; a los canarios nos interesa sobremanera
la estabilidad y la soberanía de la zona cercana a Canarias para
poder 'establecer con ella relaciones de colaboración mutuamente satisfactorias.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009