LA MISION DE SANDOVAL y MADERO A ARGELIA (1844-45)
(DATOS PARA EL CONOCIMIENTO DEL AFRICANISMO
ESPAÑOL)
VíCTOR MORALES LEZCANO
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
INTRODUCCIÓN
La ponencia que sigue no está desvinculada del todo de la temática
del aula «Canarias/NW de Africa» que ha organizado la Casa de Colón,
como puede parecer a primera vista.
La ocupación militar francesa de la «Berbería Central», es decir,
Argelia, fue un hecho de armas decisivo para la obtención de la hegemonía
de Francia en el Magreb. Túnez y Marruecos, como es sabido,
fueron incorporados al Imperio francés en el Norte de Africa a partir
de Argelia; fue éste un proceso que se consumó entre 1881-1912 y que
queda, con mucho, fuera del horizonte de nuestro objetivo.
Procede, sin embargo, tener en cuenta que desde Argelia y los confines
argelo-marroquíes (Tafilete, País del Dráa, Sahara occidental), Francia
aspiraba a conectar sus territorios del río Senegal --en el morro atlántico
de Africa- con el Mediterráneo occidental. El proyecto estaba en
ciernes desde la mitad del siglo XIX -<:uando se realiza la expedición de
Madero y Vivero- y se cumplirá a la altura de 1912. Todo el intento
español en la zona, durante medio siglo largo, consistió, por tanto, en
intercalar derechos y credenciales efectivos tanto en el litoral mediterráneo
(Ceuta, Melilla, Chafarinas) como en la costa Atlántica (Santa Cruz
de Mar Pequeña, Cabo Juby en Tarfaya, Península de Río de Oro).
La finalidad de la operación era doble: cortocircuitar el proyecto
francés, de una parte, y consolidar las aspiraciones hispanas, de otra.
En nada puede extrañar que Canarias haya sido todo el tiempo, en este
entresijo colonialista, un punto de apoyo, un título jurídico, un argumento
realista y una necesidad perentoria para el africanismo español y
su trayectoria bifronte (mediterránea y atlántica, rifeña y sahariana) en
el Noroeste de Africa.
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l. LA CAlDA DE ARGEL EN MANOS FRANCESAS Y LA RESISTENCIA
AUTÓCTONA (1830-1847)
Desde 1827 las relaciones diplomáticas entre la Monarquía francesa
y la Regencia berberisca de Argel se habían deteriorado irreversiblemente.
Los acontecimientos de junio-julio de 1830 no hicieron sino
sellar el destino contemporáneo de toda Argelia y, a la larga, de sus
vecinos territoriales del Magreb árabe, Túnez y Marruecos. Es decir,
su sumisión al ejército, a los agentes diplomáticos, y a los intereses
coloniales europeos, encarnados en Francia, potenca hegemónica en la
zona desde 1830 hasta su emancipación política en pleno siglo xxl.
Ahora bien, este proceso de dominación -denominado de "Pacificación"
por la literatura colonista francesa. así como por la italiana en
Libia y la española en el Norte de Marruecos- no dejó de tener hondas
repercusiones entre algunas notables y vastas capas de la población
musulmana del Magreb. Se trata, por decirlo con terminología cara a
los estudiosos de las revueltas autóctonas en el ámbito colonial administrado
por las potencias europeas, de la resistencia primaria, anterior
a la eclosión de los movimientos nacionalistas que vehicularán, ya entrado
el siglo xx, la protesta primitiva por la vía de la acción política
generalizada y tendente a la consecución de la independencia2
.
Si la Regencia de Argel cayó pronto en manos francesas, los beylikatos
de Constantina y Orán se erigieron, por su parte, en «cantones»
de resistencia a la ocupación militar francesa. Puesto que el nominal
poder otomano asistía impotente ----{;uando no impasible- a la erosión
sistemática del Imperio, tanto en la Turquía europea como en las provincias
musulmanas, la resistencia autóctona no tardó en subrogarse el
papel de celador de su territorio, de sus intereses materiales y de su
tradición religiosa. Tal fue el sentido de la doble resistencia argelina en
Constantina -encabezada por Hach Ahmed Bey (1830-37)-, y en el
Oranesado -dirigida por el emir Abdelkáder (1834-47)-. Resistencia
que terminó por ser aplastada con la fuerza de las armas y con el con-l.
LUCETTE VALENSL Le Maghreb avant la prise d'Alger, París. Flammarion.
1':16':1.
2. Para las resistencias primarias. cfr. ABDELJELlL TEMIML Le Beylik de Con~lamine
elle Hadj Ahmed Bey, Túnez. Publications de la Revue d'Histoire Maghrebinc.
1':17':1. pp. 206-08. Y M. EMIRET. L'Algérie a /'époque d'Abdelkúder, París, Larose.
1lJ5 1.
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curso de la diplomacia, y a cuyo aplastamiento «colaboró», en medida
todavía no ponderada conclusivamente, algún que otro sector de la
sociedad autóctona3
.
Durante treinta años, la Regencia de Túnez y el Imperio Xerifiano,
bajo los mandatos de Ahmed I Pachá y Muley Abderramán IlI,
asistieron con «inquietud» al desmoronamiento de la Berbería Central
y a las naturales repercusiones fronterizas originadas por la ocupación
francesa de toda Argelia. No era, en rigor, para menos; pero el apoyo
xerifiano prestado al emir Abdelkáder no fue lo suficientemente sólido
como para evitar que la operación de castigo francesa en la frontera
argelo-marroquí se sellara con la derrota de las tropas magrebíes en la
batalla de Isly (agosto, 1844), y que, con la mediación inglesa en el
Tratado de Tánger (septiembre del mismo año), la Monarquía de Luis
Felipe consiguiera el «espaldarazo» -la legitimación-, en suma, de la
conquista de Argelia. Tampoco fue eficaz la simultánea movilización
de cuño «reformista» iniciada en los medios palaciegos, militares y hacendísticos
del Bey de Túnez, puesto que, en vez de frenar la marcha
francesa, no hizo sino prepararle un caldo de cultivo que dio su fruto en
el acuerdo de El Bard04
.
n. Los ECOS DEL SUCESO EN ESPAÑA
Si la caída de Argel y la resistencia autóctona en Constantina y el
Oranesado tuvieron eco -lógico, aunque ineficaz-, en los vecinos
territoriales de la Regerencia berberisca, por su parte, todas las potencias
europeas con intereses en el Mediterráneo no dejaron de acusar
el suceso; especialmente Inglaterra, «señora de los mares» con dos
puntos de apoyo preciosos para sus líneas de comunicación tales
como eran Malta y Gibraltar. España tampoco pudo permanecer indiferente
ante el acontecimiento de marras, que introducía una nueva
3. Cfr. la relación de sentido entre colonialismo. rcsistencia primaria y colaboración
que establece ABDALLAH LAROUI, L'Histoire du Maghreb. Un e.l'sai de .I'ynthi!se,
París. Maspero. 1970. pp. 275-303.
4. Para la crisis dc la regencia tunecina. cfr. el estudio clásico dc lEAN GANIAGE.
Les origines du Protectorat frGll~'ais du Tunisie (1861-81), Maison tunisienne dc I'edition.
2." ed .. 1968. y M. KRAIEM. La Tunisie precoloniale. Société Tunisicnncdc Diffusion.
1973.2 vs.
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relación de fuerzas e intereses en el flanco occidental del Mare
Nostrum5
•
Tres factores parecen haber entrado en consideración en la «actitud
» hispana ante la primera etapa de la colonización francesa de Argelia
(1830-47):
a) El pasado bélico de la España de los Austrias en la marca norte
africana:
«Cuando se habla de preparativos militares. no se considerará
fuera de propósito tener a la vista una sucinta relación
de las hazañas de nuestros antepasados en Africa, ni menos referir
aquel lamentable suceso del rey don Sebastián de que están
llenas las historias. suceso que recordándose puede servir de
aviso para evitar muchos yerros, y de luz para salvar grandes
escollos>'!' .
b) El control, o, al menos, seguridad de la navegación y el comercio
con el Norte de Africa a partir de los enclaves de Orán y Mazalquivir,
en el antiguo reino de Tlemcén, evacuados en 1791:
«Por eso, el Africa francesa será para España un factor constante
de ignominia, sin que puedan evitarlo las razones débiles e
ineficaces que nos alejaron de la dominación de aquel país (Regencia
de Argelia), que debió ser la esperanza del nuestro, y unírsele
en relaciones fraternales, puesto que la providencia nos había
deparado la ocasión de llevar nuestra civilización al otro lado del
canal que constituye el Mediterráneo. en donde se encontraba
triunfante la impiedad y la barbarie, y en donde se hallaban los
descendientes de aquellas tribus berberiscas que habitando por
5. YAHIA BOUAZIZ y M. DE EPALZA. Le Nouvea sur les re!atioflS de tEmir
Abdelkáder avec I"Espagne et ses gouverneurs militaires á Melilla. Orán. 1982. conteniendo
cartas del emir a Isabel n. Ministro de Estado (Pacheco). Embajador español en París
(Narváez a la sazón). etc..
6. SERAFIN ESTEBANEZ CALDERON. Manual del oficial en Marruecos. o
('/ladro geográfico. estadístico. histórico. político y militar de aquel imperio. Madrid. Imp.
de Ignacio Boix. 1844, p. 5.
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largo tiempo nuestro suelo, nos legaron al partir, casi todos sus
usos y costumbres»7.
c) La percepción de que se iniciaba un «reajúste» de influencias en la
ribera africana del Mediterráneo, en el que España no debería estar ausente:
«Los asuntos de Africa empiezan a procupar justamente la
atención de los hombres previsores; y al considerar cómo se ligan
ya a los de la política internacional europea, al ver nuestra posición
geográfica, y al calcular el papel que los acontecimientos o la
futura suerte de la nación nos tendrán reservado, es imprescindible
dejar de reconocer que algo de gloria e interés ofrece en Africa
el destino para el porvenir de nuestra patria»x.
Cierto es que la política «pactista» de Carlos Ill, tanto con los
nominales vasallos del Imperio Otomano en el Magreb (Trípoli, Beylikato
de Túnez y Regencia de Argel) como con el Imperio Xerifiano
(reino independiente de la «Sublime Puerta»), había impreso un giro
de 180" a las relaciones hispano-marroquíes, no obstante la pervivencia
del corso berberisco -bastante atenuado en los primeros treinta años
del siglo XIX-, y a pesar de las «tiranteces» crónicas con el Emperador
de Marruecos; reino donde España conservaba -a propósito-las fortalezas
y presidios de Ceuta y Melilla'}. De resultas de ello, la conflictividad
había ido atenuándose en el marco de las relaciones hispano-magrebíes
entre 1791-1830; pero el desentendimiento español de las eues-
7. M. MALO DE MOLINA. Viaje a la Argelia. Descripción geográfica y estadística
del Africa francesa, del desierto y de los árabes. con sus usos. costumbres. religión y
literatura, Valencia. Ferrer de Orga. 1952, p. 11. Abundando en esta línea <<nostálgica»
del Imperio español en el Norte de Africa --que nunca llegó a constituirse- está la obra
de FRANCISCO ZAVALA. La Bandera española en Argelia desde 1500 a 1791. Argel.
Imprenta de Gojosso, 1855, 3 vs. El tono de la obra es polémico. e intenta ser una
controversia de los Annales Algériens de PELLISIER.
8. C. GIMENEZ DE SANDOVAL y A. MADERO Y VIVERO. Memorias sobre
la Argelia. escritas por consecuencia de la Comisión que de Real Orden pasaron a aquel
país en el año 1844, Madrid, Ribadeneyra. 1853, p. 91.
9. El cambio de orientación hispana con sus vecinos meridionales ha sido abordado
por Rodriguez Casado. Arribas Palau, Lourido. etc. Una puntualización reciente en
M. DE EPALZA, «Intereses árabes e intereses españoles en las paces hispano-musulmanas
del siglo XVIII». en Anales de Historia contemporánea (Universidad de Murcia), v. L
1982, pp. 7-17.
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tiones atinentes a política internacional -iY cuánto más si se trataba de
aquéllas que afectaban al Norte de Africa!-, y los agudos problemas de
orden interior con que se enfrentó el agonizante Estado Absolutista y el
naciente Estado Liberal, entre 1808-1839, pueden coadyuvar al entendimiento
de la despreocupación generalizada que reinó en los círculos dirigentes
de la nación en torno a la frontera sur de la península Ibérica.
Con la irrupción de Francia en Berbería Central, y con las primeras
manifestaciones de una ulterior profundización de su presencia militar
a lo largo de la frontera argelo-marroquí, utilizando el eje de navegación
Marsella-Argel que secciona en dos partes la cuenca del Mediterráneo
occidental, algunos círculos hispanos tomaron conciencia del
cambio de equilibrio que se estaba operando en el marco de aquel escenario
estratégico.
En un principio, un oscuro publicista había resumido muy etnocéntricamente,
y de acuerdo con las más rancias coordenadas mentales
de la España de la época, la caída de la Regencia de Argel en manos
francesas:
«En resumen, violación del derecho de gentes. infracción de
los tratados, pretensiones opuestas a las leyes del reino y a los
derechos de los franceses, violación de domicilios e insultos a sus
agentes diplomáticos. y ataques contra el pabellón parlamentario,
son las ofensas que la Francia quiere vengar. libertando al mismo
tiempo a la Europa de los tributos que paga al bey de la esclavitud
que amenaza siempre a los cristianos, y de la piratería» 10.
Treinta años después, la alarma había cundido en los medios del
incipiente africanismo español. En 1852, Malo de Malina, abogado de
los tribunales del reino, se hizo eco crítico del suceso de la toma de
Argelia; Zavala, lleno de fervor, recuperó, en 1853, la hispanidad argelina;
Gómez de Arteche daba a la estampa una «Descripción y mapas
de Marruecos, con algunas consideraciones sobre la importancia de la
ocupación militar de una parte de este imperio»; en 1861, L. Galindo y
de Vera terminaba de redactar su «Historia y vicisitudes y política tra-
10. M. SANTIESTEBAN DE LA PUERTA, Sucinta descripción histórica. geográfica
y política de la Regencia de Argel. con una breve noticia de las expediciones que han
hecho contra ella las potencias cristianas; de las causas de la presente guerra de Francia. y
del número de buques. marineros y soldados que destina S.M. Cristianísima para castigar
a los argelinos. Madrid, Imp. de Miguel de Burgos. 1830. pp. 71-72.
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dicional de España respecto de sus posesiones en las costas de Africa,
desde la monarquía gótica en los tiempos posteriores a la Restauración
hasta el último siglo». Todos ellos se hacían eco de una preocupación,
destinada a ganar carta de naturaleza -en el futuro- en la proyección
exterior del Estado español: la carencia de una política consistente en el
Norte de Africa desde la noche de los primeros tiempos, y la necesidad
de elaborarla y aplicarla, en una coyuntura internacional en que la expansión
colonial europea comenzaba a dislocar, en diferentes zonas, el
statu aquo hasta entonces respetado 1
l.
Que el Imperio Xerifiano podía experimentar, algún día no muy
lejano, la triste suerte de la Regencia de Argel, fue preocupación que
cundió en el discurso africanista español, alentándole a considerar la
perentoriedad de una «acción» que evitara el emparedamiento de la
Península Ibérica entre la Francia metropolitana y la costa norte de
Marruecos. La caída de Argel, Constantina y Orán en manos francesas
apareció, pronto, como un ensayo general de la suerte que esperaba al
Imperio Xerifiano, y -ahora- España no podía permitirse el lujo de
asistir con olímpico distanciamiento al desarrollo de los acontecimientos,
como expresaba realistamente Merry y Colom en un despacho dirigido
al primer secretario de Estado en Madrid:
«Marruecos camina desde 1860 a su ruina, que es a mi .juicio,
irremediable. Los esfuerzos de la diplomacia podrán retardarla.
pero el mal no tiene cura y el gobierno español que es el más
interesado en esta cuestión debe seguir paso a paso la marcha de
los sucesos». Y añadía, apuntanto a una de las causas determinantes
de la «ruina» de la autoridad xerifiana: «a medida que aumentan
los intereses cristianos van disminuyendo los medios de que
disponen los Bajaes para hacerse respetar y tomando más proporciones
la anarquía. De aquí que los conflictos son cada día más
graves y mayor el número de reclamaciones por daños causados a
súbditos de las naciones (cristianas)>>12.
11. T. GARCIA FIGUERAS. «La aportación bibliográfica española sobre Africa»
y «Una Comisión histórica y unos documentos para la historia de la acción de España en
Africa». en Mücelánea de Estudios históricos sobre Marruecos, Larache. ed. marroquí.
1949.
12. Cfr. despacho n." 61 del encargado de negocios de España en Tánger (4 octubre
(864). en «Marruecos. Correspondencia. Embajada y Legaciones: 1861-66». en Archivo
Diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid).
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Ahora bien, la Monarquía española estuvo muy condicionada, entre
1834-60, por las orientaciones internacionales de procedencia anglofrancesas.
Si Gran Bretaña no había puesto reparo substantivo a la
anexión de Argelia (como no lo pondría más tarde al establecimiento
del Protectorado francés en Túnez), ¿qué otra política cabía a los gobiernos
de IsabellI que esperar un respaldo británico a las aspiraciones
hispanas en la costa marroquí del Estrecho de Gibraltar, para impedir
de este modo que el control de sus aguas fuera compartido por una
potencia que --como Francia- podía obstaculizar seriamente la navegación?
Hasta que ese apoyo llegó, después de medio siglo de forcejeos
y ajustes (1860-1912), el africanismo español se mantuvo a la deriva,
no tanto porque no tuviera ya conciencia clara de los intereses estratégicos
en juego en la zona como porque el Estado Liberal, emergente
de la crisis política de la primera mitad del siglo XIX, y el irregular
desarrollo de las fuerzas de producción nacionales, no pusieron al servicio
del africanismo ni de la proyección exterior del país, en general,
unos instrumentos diplomáticos y materiales, una credibilidad internacional,
en suma, con los que configurarlo para hacerlo coherente y duradero
D.
III. LA MISiÓN DE SANDOVAL y MADERO A ARGELIA
Una excepción importante a esta vaga percepción española de la
alteración que introducía en el Magreb árabe la conquista de toda Argelia
por el ejército francés, la constituyó la misión especial que se
encomendó, en 1844, a dos oficiales del ejército, al teniente coronel de
caballería, Crispín Giménez de Sandoval y al capitán del mismo cuerpo,
Antonio Madero y Vivero.
Como es sabido, a lo largo del reinado de Isabel 11 se pusieron las
bases institucionales del Estado Liberal, tanto en lo atinente al sistema
de partidos políticos como en lo referente a la administración civil. El
13. Para ahondar en esta contradicción del africanismo español naciente. a la altura
de la mitad del siglo XIX. cfr. J. M. JOVER ZAMORA. «Tradiciones y utopías para una
política exteriof». en prólogo al v. XXIV de la Historia de España (Menéndez Pidal).
Madrid. Espasa-Calpe. 1981. pp. 138-58; y. además. V. MORALES LEZCANO. Espa,
ia y el Norte de Africa. El Protectorado en Marruecos (1912-56). Madrid. ed. de la
UNED. 1984. pp. 11-84.
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ejército no fue excepción; la creación de un cuerpo de oficiales de Estado
Mavor, en 1842, alentó la formación de una élite militar volcada al
estudi~ pericial de las «artes de la guerra moderna» y saberes concomitantes.
La ocupación de Argelia y la guerra de Crimea fueron dos sucesos
que, aproximadamente hacia la mitad del siglo, movilizaron a sendas
comisiones 14.
Los oficiales Sandoval y Madero fueron puestos en disponibilidad,
por iniciativa del Ministerio de la Guerra, para visitar la antigua Regencia
berberisca, observar desde dentro la colonización militar francesa
y extraer las conclusiones pertinentes de su viaje de reconocimiento
de aquel país. No parece descabellado pensar que este destacamento
traducía, no sólo curiosidad por los eventos que se habían ido encadenando
en el Norte de Africa entre 1830-44, sino, también, un grado de
inquietud que afloraba abiertamente por las consecuencias que, ya entonces,
o en períodos por venir, podría acarrear el «desplazamiento»
de la autoridad otomana en la zona en beneficio de los nuevos centuriones'
5.
Literalmente, y tal como reza la hoja de servicios prestados por
Sandoval -que luego sería jefe de la 1." brigada del 1.er cuerpo de
ejército español, mandado por el general O'Donnell en la sedicente
«Guerra de Africa»-, los dos oficiales «permanecieron en las posiciones
francesas y el reino de Túnez desde el 26 de junio de 1844 hasta el
25 de agosto de 1845. en cuyo tiempo cumplieron el objeto e instrucciones
de su comisión, visitaron los establecimientos militares de las
provincias de Argel, Milianach, Bona, Constantinopla, Orán, Mostagemen,
Máscara, Tlemcen, y una parte del Reino de Túnez})16,
es decir, todas las ciudades y fortificaciones de la costa argelina.
«Siguieron -dice el documento- las operaciones de las columnas
mandadas por los generales de Lamoriciére, Coitte y Cavaignac por
el territorio de las subdivisiones militares de Orán, Máscara y Tlemcen,
14. Fruto de la otra misión española fue la Memoria sobre el viaje militar a la Crimea,
pre.\'entada por los oficiales del cuerpo de ingenieros, nombrados en 1855 para seguir
y estudiar Iw' operaciones de la guerra entre Rusia y las potencias occidentales, Francia e
Inglaterra, auxiliando a la Turquía, Madrid. Imprenta del Memorial de Ingenieros. 1R5R.
2 vs.
15. Cfr. expediente de A. Madero y Vivero. en A(rchivo) G(eneral) M(ilitar). (Segavia).
16. Cfr. expediente de C. Giménez de SandovaI. en A.G.M. (Segovia). Ampliación
de la referencia en J. ALMIRANTE TüRRüELLA. Bibliografía Militar, Madrid. 1H76.
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328 Víctor Morales Lezcano
penetrando en el Imperio de Marruecos y en el Sahara hasta la
demarcación de los Chotts; cuyo objeto fue primariamente la celebración
del tratado para la demarcación de la frontera entre Marruecos
y la Argelia, después de vigilancia del país cuya fidelidad era
poco segura; y la observación de los movimientos y maquinaciones
del Emir Abdelkáder. y por último la persecución de dicho caudillo
que atravesando el Sahara intentaba volver a penetrar en Marruecos
para reunirse con su califa Buha-Ha-Achin; encontrándose
con este motivo en el ataque y razzia contra las tribus de Kalakil. facción
de la poderosa y rica tribu de los Hunain el 28 de junio de 1845 en
el Chott de Garbí». En suma, que asistieron, durante todo un año, al
progresivo acoso a que el ejército francés sometió a la resistencia autóctona
de Abdelkáder en el Oranesado y en la frontera con Marruecos
durante la última etapa de resistencia armada que ofreció el Emir a las
tropas francesas.
El viaje de los dos oficiales de E.M. quedó plasmado en una obra,
bastante divulgada en la época, que se publicó en 1853 y que llevó por
título Memorias sobre Argelia. escritas por consecuencia de la Comisión
con que de R.O. pasaron a aquel país en el año de 1844 sus autores.
Aparte del estilo fluido con que está resumida la experiencia, el contenido
de las Memorias arrojó más de un rayo de luz -para el presunto
lector. castrense o tivil, en España- tanto sobre el estado de la sociedad
argelina, hasta entonces bajo la nominal administración otomana,
como sobre la puntual coyuntura de sometimiento manu militari al
ejército francés bajo el mando del general Bugeaud.
Ahora bien, la misión de Sandoval y Vivero se tradujo, además,
en un corpus documental redactado para información e ilustración española,
que fue depositado en el Ministerio de la Guerra y que, en
la actualidad, cobi.ia el «Servicio Geográfico del Ejército». La importancia
de este acervo inédito merece, por lo pronto y como mínimo,
una sucinta relación de su conjunto; la lectura, vaciado y aprovechamiento
de su totalidad, a la luz del cuadro de fondo esbozado con anterioridad,
es empresa laboriosa pero, no por ello, aplazable sine die.
Su recuperación por los estudiosos constituirá, si no nos equivocamos,
una prueba del carácter fructífero del africanismo español. Y
ello, antes de que España se decidiera a ocupar las Chafarinas, de
que el E.M. movilizara a un mayor número de oficiales encargados
de reconocer las costas del Rif, antes de la expedición militar de
1859-60, y, naturalmente, antes de que el africanismo de raigambre
militar designara al comandante Ramón Jáudenes y al capitán Eduar-
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La misión de Sandova/ y Madero a Argelia (/844-45) r. .. ) 329
do Alvarez Ardanuy para realizar la «Comisión de Estado Mayor en
Marruecos» 17.
Guiándonos con la brújula del «Indice de Memorias e itinerarios
descriptivos - Africa», de la Cartoteca Histórica, hemos encontrado las
siguientes obras inéditas, resumidas, en cierta medida, en las Memorias
sobre Argelia, pero no del todo apuradas en ellas:
a) Memoria histórica de la ciudad de Tlemcen por el capitán Madero
y Vivero, 1945 (10 fí. vueltos más 4 láminas).
b) Descripción de una rhazzia en la Argelia por D. Crispín Giménez
de Sandoval, 1845 (4 ff.).
c) Memoria histórico-militar de arán por D. Crispín Giménez de
Sandoval, 1845 (80 fí. vtos.).
d) Delimitación de la frontera entre la Argelia y Marruecos por
D. Crispín Giménez de Sandoval, 1845 (7 ff. vtos. con mapa de la batalla
de Isly).
e) Descripción de algunos monumentos antiguos en la Argelia y
Túnez por D. Crispín Giménez de Sandoval y A. Madero, 1845 (9 ff.
vtos. con dibujos insertos).
f) Reglamento de las tropas regulares árabes dadas por el emir Abdelkáder
en el Africa francesa (traducción al castellano).
g) Notas sobre la Argelia, por D. Antonio Madero y Vivero, 1845
(60 fí. vtos.).
h) Memoria sobre Túnez por D. Crispín Giménez de Sandoval y
D. Antonio Madero y Vivero, comisionados por S.M., 1845 (48 fí.).
i) Memorias sobre la Argelia por D. Crispín Giménez de Sandoval
y D. Antonio Madero y Vivero, 1847 (y publicada, como ya se ha pun-tualizado,
en 1853)'R. .
Los oficiales españoles, resumiendo esta ponencia, se desplazan al
17. Sobre esta Comisión existe abundante literatura. Un botón de muestra es la
conferencia de M. LOMBARDERO VICENTE. "La exploración científica de la Geografía
de Marruecos». en Archivos de/Instituto de Estudios Africanos. n." 2. pp. 23-67; Y
las síntesis realizadas por M. GARCIA BAQUERO para el "Servicio Geográfico del
Ejército».
18. Hemos procedido a la verificación de la existencia material de la documentación
relacionada. que concuerda con el "Indice de la Cartoteca Histórica. fascículo I. Servicio
Geográfico del Ejército». Sección de documentación (Cuartel Genera/ de Estado Mayor.
Madrid). Como queda apuntado en el texto. la lectura detenida y aprovechamiento del
acervo es empresa pendiente todavía de realización.
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Norte de Africa cuando el ejército francés está a punto de sofocar la
resistencia de Abdelkáder entre 1844-47, en el teatro de operaciones
oranés y en los territorios de la frontera argelo-marroquí. No es hipertrofia
valorativa afirmar que la misión -aparte de sintomática- fue
rica por el número de documentos que generó. Falta ahora acometer la
ponderación del vasto contenido histórico, etnográfico. militar y arqueológico
que llena los folios de las obras arriba citadas, manifestación
precoz de lo que, más tarde, se constituirá en el africanismo español
de fin de siglo. Africanismo que fue tanto una vocación de estudio
como un imperativo de actuación en tierras del Magreb; africanismo,
en suma, que siempre estuvo espoleado por la creciente intervención
colonial europea en la zona (1830-1912).
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