ENRIQUE LITE LAHIGUERA: ENTRE EL LOCALISMO
. Y LA EMIGRACIÓN
Aun cuando Enrique Lite protagonizó una alternativa a la cul-tura
tinerfeña de los años cincuenta, quizá sorprenda esta valoración
que hacemos del pintor tinerfeño recientemente fallecido. Con cierta
sagacidad pudiera pensarse que es debida a una forzada lectura de su
obra. Sin embargo, nada más lejos de nuestro propósito que referir-nos
a su producción pictórica o sumarnos a esa larga e injusta rela-ción
de homenajes póstumos -nunca en la vida del homenajeado
parece existir ocasión para expresar el reconocimineto a su labor-a
la que tan proclives somos en nuestro archipiélago.
El interés que nos merece Enrique Lite no es, por lo tanto, ne-crófilo.
La vigencia de sus palabras -porque de su obra crítica nos
vamos a ocupar- justifica que nuestra atención se detenga en su ac-tividad
vinculada a la «Gaceta Semanal de las Artes», página cultu-ral
que el periódico «La Tarde)) de Santa Cruz de Tenerife publica-ba
semanalmente; saliendo a la luz su primer numero el jueves 28 de
octubre de 1954, en su cuarta página. Enrique Lite desde comienzos
de su andadura crítica hasta el año 1960 supo definir una propuesta
estética que de haberla secundado con su arte habría abierto la nece-saria
brecha en los rendidos pilares sobre los que se asentaba la cul-tura
canana de los años cincuenta, para que se produjese una evolu-ción
mayor.
En aqueiios años ia piásiica iinerfeña acusaba un grave retraso a
la estética. La distancia entre las producciones crítica y artística era
superior a la detectada en la vecina isla de Gran Canaria. Respon-diendo
a la inquietud de algunas individualidades surgió entonces el
proyecto de la «Gaceta Semanal de las Artes». En tomo a esta pági-na
coincidirían los esfuerzos de Eduardo Westerdahl, Domingo Pé-rez
Minik, Julio Tovar, Pedro García Cabrera y el propio Enrique
Lite, quienes bajo la coordinación del poeta valenciano José Domin-
676 Federico Castro Morales
go pretendieron impulsar la integración de nuestra cultura en la
((modernidad)).
Salvado el vacío de los años cuarenta, la cultura franquista, ba-sada
hasta esas fechas en los planteamientos apologistas, derivó hacia
el culto de un regionalismo más propio del siglo XIX que de las me-dianía~
d el siglo XX. Se producía así la identificación de la cultura
«nacional» con la insular, de modo que la estética tinerfeña prolon-garía
modos y usos ya caídos en el olvido en otras latitudes.
En los últimos años cuarenta se había iniciado la recuperación
de los lenguajes vanguardistas. Las esperanzas puestas en la Gaceta
de Arte de preguerra se habían visto cercenadas por el advenimiento
del Estado del 18 de julio, pero después de trece años de silencio, de
crítica localista, Eduardo Westerdahl recuperaba, en principio tími-damente,
su antiguo discurso teórico, mostrando su entusiasmo por
todo lo que significase renovación. En 1948 ya había participado en
la fundación de la Escuela de Altamira, asistiendo anualmente a sus
reuniones; en 1950 crearía ((ediciones nuestro tiempo)), editorial res-ponsable
de la salida a la luz ese año del primer y único número de
la revista de arte, y que publicaría al año siguiente 3 momentos del
pensamiento contemporáneo, compendio de las conferencias que el
arquitecto italiano Alberto Sartoris pronunciase en su visita a Tene-rife
de 1950.
Pero paralelamente a esta recuperación de los planteamientos
vanguardistas encontramos la condena de los mismos por una crítica
recreadora de planteamientos más tradicionales, de modo que el de-bate
entre lo «viejo»'y lo «nuevo», lo figurativo y lo abstracto, lo clá-sico
y lo moderno, marcarían el carácter de la estética de los cin-cuenta.
Cuando más se había enrarecido el ambiente, una vez que
Eduardo Westerdahl habia expresado su repulsa al arte en uso y pro-puesto
su opción teórica, y que Vicente Borges se erigiese en su opo-nente
dialéctico, nacía la «Gaceta Semanal de las Artes» con el con-vencimiento
de que la intransigencia y la mutua exclusión no saca-rian
a la isla de su marasmo.
Enrique Lite sería el teórico de esta opción superadora. Precisa-mente
a él debemos una de las definiciones más lúcidas de la alterna-tiva
defendida por esta página del vespertino tinerfeño. Y aun cuan-do
desde la «Gaceta Semanal de las Artes» se ofrecía una informa-ción
primordialmente de la vida cultural eruropea, reconociendo en
ella la vocación contemporánea y cosmopolita de los antiguos redac-tores
de Gaceta de Arte, tanto Pedro García Cabrera como Domingo
Enrique Lile Lahiguera: enfre el localismo ... 677
Pérez Minik y Eduardo Westerdahl prestaban atención a los esporá-dicos
ensayos renovadores de la plástica canaria. Pero junto al prose-litismo
del entonces denominado por la facción más tradicional de la
crítica insular «arte nuevo)), existía la condena al estancamiento per-ceptible
en las producciones de los artistas tinerfeños. Precisamente
Enrique Lite publicaría dos artículos que bajo el título ((Problemas
de Nuestra Pintura)) aparecieron en la ((Gaceta Semanal de las Ar-tes
» de los días 5 y 12 de enero de 1956. En el primero de estos ar-tículos,
aunque no se presentaba como critico, ya definía cuál era su
postura ante el arte y la crítica insulares, demandando de los creado-res
un arte canario, actual, con personalidad propia, capaz de ofrecer
una alternativa contemporánea a la cultura de su tiempo desde la su-peración
del localismo.
Al enfrentamiento de dos posturas historicistas, claramente nos-tálgicas:
la de Vicente Borges; representacional, formalista y tradicio-nal,
empeñado en la perpetuación de una estética en teoría ya supera-da,
y la de Eduardo Westerdahl, igualmente nostálgica, ya que vol-viendo
sobre sus propias huellas retomaría la vanguardia que le había
arrebatado a Gaceta de Arte en 1936, y que aun seguía sin ser asimila-da
en Tenerife, Enrique Lite consciente de que en el enfrentamiento
de ambos planteamientos no encontraría la superación del localismo
abogaría por una renovación plástica basada en la incorporación pre-via
de los avances de la estética contemporánea a los valores tradicio-nales
del arte, como punto de partida en la creación de esa pintura ca-naria
que él demandaba. Aunque pudiera adivinarse en esta actitud
un cierto eclecticismo, el análisis en profundidad de los artículos escri-tos
por Enrique Lite nos llevará a un juicio más estimativo de sus
ideas. Al auspiciar tal sincretismo Enrique Lite sólo pretendía superar
la divergencia perceptible en la teoría estética de aquella época, con la
intención de acabar con ese absurdo cisma entre el arte figurativo y no
figurativo, aproximándose a los planteamientos neofigurativistas de
los que participaría a través de su pintura.
Sin embargo no nos referimos a esta faceta de Enrique Lite, pues
aunque situado en el ámbito de una pintura consciente de su necesa-ria
proyección hacia el futuro y pese a sus denodados esfuerzos por
alcanzarla, fue incapaz de encontrar el camino que la consagrara. No
obstante, en el plano teórico ofrecía una opción coherente -sin los
titubeos perceptibles en su pintura- que no ha sido justamente va-lorada,
prevaleciendo hasta nuestros días la imagen desoladora de su
pintura.
678 Federico Castro Morales
Aunque no existe en nosotros el deseo de justificar su obra pic-tórica
con la siguiente consideración, seríamos injustos si no mencio-násemos
que Enrique Lite se consideraba más teórico del arte que
pintor, o al menos más capacitado para desempeñar funciones críti-cas,
tal como observamos en la entrevista que le hiciera Vicente Bor-ges
con motivo de la exposición colectiva de mayo del Círculo de
Bellas Artes en 1956. En aquella ocasión, a la pregunta sobre lo que
le resultaba más difícil, pintar o escribir, consideraba: «Son difíciles
las dos cosas. Pero a mi me es más fácil escribir que pintan)'. No de-bemos
olvidar que Enrique Lite comenzó escribiendo algunos cuen-tos
y narraciones cortas, lo cual justifica su vocación literaria.
Enrique Lite detectaba en nuestra pintura una tendencia al ensi-mismamiento:
«Nos hemos estado sintiendo demasiado en nuestra
propia casa, sin considerar que también tenemos que vivir en la ca-lle;
hemos quedado halagados con el elogio de nuestro hogar sin
preocuparnos de renovar los muebles para que el huésped incondi-cional
no llegue a cansarse de nuestra falta de comunicación, y es
que nos olvidamos que el hombre que crea tiene en sí mismo el senti-do
de la renovación, o de lo contrario se coloca por su propia volun-tad
de espaldas a su obra)), y aunque individualmente creía en la po-sibilidad
de que los artistas tuviesen el vigor suficiente para despren-derse
del ambiente que les rodeaba, considerando que el común ais-lamiento,
cómodo y sin competencias, había sido el causante del es-tancamiento
de los artistas locales. Si «la íntima preocupación, el in-tercambio
con lo nuevo y desconocido, la curiosidad por lo que cada
día se produce de interés, hubiera intervenido en ... » la formación y
desarrollo de estos artistas habrían redundado en el levantamiento y
la actualización de la c. ya hace mucho tiempo dormida vida del
arte plástico en nuestra isla)).
Enrique Lite censuraba el clima de reposo en el que se enmarca-ba
el arte insular, pero no se refería en concreto a K.. los seguidores
de una u otra manera de pensar respecto a la pintura, sino a todos
en generai, iamentando (..J... ei encasriiiamiento, ia Jaila de inter-cambio
entre unos y otros, la estimación de la obra por la sola razón
de que pertenezca a esta o aquella forma de pensamiento y, en una
palabra, la falta de una opinión crítica constructiva que encauce y
encamine la labor diaria de los pintores y les señale sin resentimien-l
. BORGES, Vicente: «Los pintores en apurow, El Día, 19 de abril, 1956, pp. 8 y 4.
Enrique Lite Lahiguera: entre el localismo ... 679
tos la exacta valoración de sus creaciones», intentando salvaguardar
su autonomía crítica y su independencia respecto a la crítica en cur-so,
ya que para él las vicisitudes por las que pasaba el arte de las islas
en la quinta década del siglo no eran imputables a los espectadores,
pues «Se ha hablado repetidamente. de que es el público quien ha
impuesto esta lentitud de evolución y que su falta de calor a nuevos
derroteros ha sido la razón esencial de estos JYacasos, pero también
en esta cuestión hay que tener muy en cuenta que el espectador se
habitúa fácilmente a lo sencillo, a todo aquello que no ha de produ-cirles
nuevos problema^...»^.
Pero «La falta de auténticas creaciones, la carencia de una re-novación
en el concepto plástico (...)... al margen de toda nueva acti-vidad
y con los ojos cerrados incluso a lo que ya dejó de ser novedad
para transformarse en clásico ... » se debía a la irresponsabilidad de la
crítica de arte, incapaz de asumir y desempeáai uiia f ü n ~ i t ndi dácii-ca.
Al indiscutible comp;omiso de la crítica con el público debería
de sumarse una función orientativa que no cabía dentro del partidis-mo
perceptible en la crítica tinerfeña, resignada a ser representada
por las figuras de Eduardo Westerdahl y Vicente Borges, paradigmas
de sus respectivas orientaciones teóricas.
Mediada la década, cuando más se acusaba la falta de salas de
exposiciones debido al cierre temporal del Círculo de Bellas Artes
por la construcción de su actual sede social, Enrique Lite señalaba
cómo se había (c.. escrito extensamente sobre la falta de exposición y
salas para exponer, pero no lo suficiente sobre la crítica y la pobre
perspectiva de los jóvenes pintores...^^. Se imponía realizar una críti-ca
a la crítica, de sus hábitos tendentes a sublimar los «...cuarenta tó-picos
más para salir del paso con la conciencia relativamente limpia
y la tranquilidad de que el ánimo del pintor no habría de suJYir un
serio descalabro...», pero Enrique Lite prefería el silencio, un (c.. res-petuoso
silencio, si se quiere, para los que no supieron escoger otros
.caminos o para quienes, por razón de ia época que ies iocó vivir, no
podrán nunca compartir el círculo de nuestras apreciaciones; mejor
el silencio, pero no más la acomodaticia postura o el ataque furibun-do
y ciego, que ambas cosas, aJn de cuentas, sólo conducen al hala-
2. LITE LAHIGUERA, Enrique: «Problemas de Nuestra Pintura)) (I), La Tarde,
5 de enero, 1956, p. 4.
3. «Un mural de Antonio Torres», La Tarde, 20 de febrero, 1958, p. 6.
680 Federico Castro Morales
go trasnochado o a la violencia, es decir, a nada constructivo ni
eficaz4. Porque esa crítica había llevado al c. estancamiento de
nuestros artistas, plácidamente situados en la ventajosa situación de
maestros -maestros pacientemente elaborados por un critica irves-ponsable
y poco profunda- ...B~.
Ya hemos indicado que Enrique Lite no participó en el debate
en torno al «arte nuevo», en un intento de salvaguardar su estatuto
de crítico independiente, ya que rechazaba «...categóricamente el
postulado, tan traído y llevado y sobre todo tan creído, que lo moder-no,
por el hecho de serlo, es siempre bueno, así como también debe
de desaparecer del pensamiento la idea absurda de que una pintura ,,
figurativa, por la sola razón de su condición representativa, también D
N
es buena», al estimar que «Ni lo uno ni lo otro es cierto y desde lue- E
go nosotros creemos que, en el fondo de su corazón, quienes así O ptr;2ju;2 despc;Gdümeiiie, pai-ezca S"n muchos, -- m
O
no están convencidos de la veracidad de sus ideas»6. Sin embargo a EE
Enrique Lite debemos una de las más certeras definiciones que en la S
época se dio de aquel fenómeno: «Nos referimos, como es lógico, al =
conocido problema del arte académico y el arte actual, considerando 3
lo académico como lo más formalmente signz$cativo de lo figurativo e--
y el arte actual como la representación de las formas más avanzadas m
E
de la pintura (...) Claro está, que el hecho de que no exista problema O
entre el arte académico, como típicamenteJigurativo, y el arte actual, 6
como representativo de novísirnas tendencias, no quiere decir que en- -
E
tre ambos no haya una línea que, alfin y al cabo, los encierre en un -
a
denominador común, al que nosotros llamaríamos el saber hacer; -2-
creemos firmemente que sin este elemento el arte no es posible y tan o
necesario en las más puras concepciones clásicas como en los últi- 3
mos descubrimientos de la abstracción»'. Sin embargo, la razón de O
esta valoración no hay que atribuirla a prejuicios formalistas debidos
a su formación en la Academia, o a su labor docente,es absolutamen-te
licito un afiisia esiiriie las fOmas, como ya que
de la conjunción de ambos elementos resulta la obra de arte.
Enrique Lite no acepta los procedimientos de la crítica tradicio-
4. «F:mcixu Cuiicc~cióii»L, ü T~iü'e,: O de diciembre, i9%, p. 3.
5. «Un mural de Antonio Torres», La Tarde, 20 de febrero, 1958, p. 6.
6. <<ExposiciónJ ordan, Boyd y C\avijo», La Tarde, 10 de octubre, 1959, pp. 6 y 5
7. «Exposición José Sixto~L, a Tarde, 5 de marzo, 1959, pp. 6 y 5.
Enrique Lite Lahiguera: enm el localismo ... 68 1
nal, enumerativa de catálogos interminables y de análisis meticulo-sos
de detalles cuya intrascendencia era notoria. Por esta razón
afirmaba que «...no ha sido ni será nunca nuestro propósito este tipo
de enjuiciamiento que dejamos reservado a los observadores pura-mente
técnicos; preferimos más bien conocer lo que el pintor trata de
decirnos con sus obras, qué nuevos caminos habrá de mostrarnos a
través de sus colores, en cuánto y de qué manera podrá imprimir su
huella en el conocimiento general del arte y, en dejinitiva, si su obra
significa un paso más, un avance, una sacudida en el plácido aburri-miento
en la pintura de nuestra isla».
Enrique Lite añadía: «No citamos tal o cual cuadro, ni si puso o
dejó de poner bien tal o cual color. Ya en anteriores ocasiones lo he-mos
dicho: dejamos esto para la alta tkcnica y sobre todo para el
pintor, que es quien mejor sabe lo que se trae entre manos. Nos limi-tarnos
a decirle al amigo nuestra opinión, posiblemente equivocada;
incuestionablemente sinceran8. No obstante en él existía una preocu-pación
formal que le llevaba a reclamar las mínimas exigencias de
perdurabilidad que debiera cumplir cualquier obra de arte. pero,
trascendiendo a otro plano, Enrique Lite se interesaba por los móvi-les
espiritualistas en torno a los que gira la creación artística de los
que dimana su peculiar concepto de belleza. Ya que Enrique Lite te-nía
el convencimiento de que la belleza era tan alcanzable por una u
otra pintura, entendiendo que el camino para llegar a ella se encon-traba
en la recreación de las formas, más allá de la cada vez «...más
acusada ambición de presentarse con problemas de orden puramen-te
técnico...^^.
Desde su posición propuestas como la del pintor palmero Fran-cisco
Concepción, no merecían ningún elogio ya que se trataba de
un artista (c.. con sobrados conocimientos técnicos, bien para que se
hunda en la mediocridad o se decida a abordar seriamente los pro-blemas
de la pintura de nuestros días (...) ... no podemos conformar-nos
con la idea de que este pintor se resigne a aplicar el resultado de
su esfuerzo a un camino tan reducido, tan fuera de nuestro momento
y tan explotado comercialmente, como lo es el de perfeccionar la co-pia
de los objetos, hasta extremos que casi entran de lleno en elfiio
8. ((Exposición Rafael Delgado», La Tarde, 26 de marzo, 1959, p. 6.
9. ((Problemas de Nuestra Pintura)) (I), La Tarde, 5 de enero, 1956, p. 4.
682 Federico Castro Morales
mundo de la ma q ~ i n a » 'P~o.r que H... en cuanto ha de referirse al
concepto emocional, a la inquietud que en todo caso ha de ser la
causa primera de un cuadro, a la ambición recreativa de las nuevas
formas nos encontramos con un clima de man$estajialdad»' l .
La renovación en el concepto plástico sólo cabía a través de la
simplificación, del despojamiento de toda carga anecdótica al arte,
eliminando todo aquello que llevara el sello de lo supérfluo, porque
sólo así « A través de la belleza formal del cuadro hay que buscar la
sensibilidad del artista. Si ésta y aquélla fallan o a la una le falta la
otra, la obra, sera o no moderna, sera mediocre o sencillamente no
sera una obra artística» ".
Enrique Lite disentía de los planteamientos de la crítica tradi-cional,
no admitía el consejo de «recetas pictóricas» ni otros de los
procedimientos exacerbados por la crítica formalista. Pero su disen-sibn
se ha& extecsiva turr,kién 2 les prescpcest~sy ungu~r&st2&c
Eduardo Westerdahl, reacio a la admisión de lo figurativo dentro del
arte contemporáneo: «Siempre hemos mantenido que la técnica es
necesaria, que lo figurativo no puede en modo alguno ser desplazado
de la pintura, pero esto no quiere decir que la técnica o lo figurativo
vengan a ser los fundamentos esenciales en la consecución de una
obra de arte (...) Lo que nos interesa es saber el mensaje ... »13; de ahí
que estimase que Antonio Torres era c... el único pintor isleño que
nos ha venido ofreciendo una muestra constantemente renovada, de
lo que signlJica tener un exacto conocimiento de las inquietudes y
problemas que asisten a la pintura de nuestros días», interesándole
su pintura. Valoraba en este pintor que se hubiera (L. revuelto enér-gico
frente al desolador panorama de nuestro monótono provincia-nismo
... » 14.
Como consecuencia, no admitía la vía auspiciada por Eduardo
Westerdahl y, aunque coincidiera con él en muchos aspectos y reco-nociese
su personalidad y trascendencia crítica, le resultaba inacep-table
la consideración de la abstracción como panacea del arte:
((Efectivamente, la abstracción pura es un callejón sin salida, un im-
10. «Francisco Concepción», La Tarde, 18 de diciembre, 1958, p. 3.
1 l. «Problemas de Nuestra Pintura» (I), La Tarde, 5 de enero, 1956, p. 4.
12. «Exposición Jordan, Boyd y Clavijo~L, a Tarde, 10 de octubre, 1959, pp. 6 y 5.
13. ((Exposición Rafael Delgado», La Tarde, 26 de marzo, 1959, p. 6.
14. «Un mural de Antonio Torres», La Tarde, 20 de febrero, 1958, p. 6.
Enrique Lite Lahiguera: entre el localismo ... 683
pedimento total de evolución que, de aceptarse habría terminado con
el arte de la pintura toda vez que su posición es, por contraste, tan
absoluta, tan pura si se quiere, que de su pureza y absolutismo sólo
se derivaría una radical negación a cualquier intento de libertad de
expresión; y lo curioso es que apoyándose en un concepto liberal lle-garía
a condenar su propia libertad a unas normas rígidas e inflexi-bles
... » Por encima de la ortodoxia debería prevalecer la libertad, ra-zón
que justifica su postura frente a la abstracción, la cual no ha de
interpretarse como un rechazo, porque él era consciente de que «Ne-gar
por otra parte el valor de la abstracción, seria tan absurdo como
negar el valor de las grandes revoluciones, como lo. seria negar su ne-cesidad,
pero de esto a someternos a su dictado, existe una gran dife-rencia~.
Sólo quedaba un camino para manifestar Enrique Lite su in-aliisiictaud
a sU pler,iiUd; Via pr,or x.im a a eYo!.e-ción
última del arte de aquellos días: a,.. la última expresión de los
movimientos plásticos contemporáneos (J... significa el Jinal de un
ya dilatado ensayo y la aparición de una forma dejnitiva que conju-ga
y equilibra las distintas tendencias, oponiendo a la actitud heróica
de romper con todo para hacerlo todo de nuevo o a la de no romper
con nada para no enturbiar nuestra tradicional modorra, una postu-ra
que sin despreciar la sensatez de los viejos conceptos, incorporan
las formidables enseñanzas derivadas de las mas insólitas y ariesga-das
experiencias a que jamás se haya sometido la pintura en estos
últimos años)) 15.
A pesar de la coincidencia con las corrientes más innovadoras
de finales de los años cincuenta, no debemos encontrar un falso espi-ritu
de aaggiornamiento)) en su teoría, ya que Enrique Lite creía que
K.. al artista hay que buscarlo en su época y juzgarlo precisamente
en su momento, no empeñándonos en obligarle a sentir, a ver y a
crear como sintieron, vivieron y crearon otros artistas en circunstan-cias
dia,met~a!,me~tnep r.es?as, pnr x t i y htienns n t ~ n s ~ e ~ d mqtuees
fueran las obras que nos legaron)). ((Tenemos que borrar de nuestra
imaginación -cuando de apreciar la calidad de una obra de arte se
trate-, si es moderna o no; sólo debemos investigar si es o no bue-na;
lo demás es pura labor clasificatoria, importante, desde luego,
15. «Exposición de Jean Pierre Hocko, La Tarde, 9 de abril, 1959, p. 6.
684 Federico Castro Morales
pero siempre en segundo Enrique Lite era un formalista
si sólo tenemos en cuenta su preocupación por las formas, pero creía
también en un arte que fuera más allá de la copia de los objetos.
Si somos consecuentes, hemos de reconocer que, fiel a su tiem-po,
Enrique Lite ofrecía una opción «actual», acorde con la persona-lidad
de su época, próxima a los planteamientos neofigurativistas en
boga; una propuesta, en definitiva, marcada por el espíritu que pre-ce,
de y se anticipa a la diversificación que emprenderá el arte poste-rior.
Pero además hemos de añadir que esta postura que nuestro crí-tico
asumió es la consecuencia de su desconfianza en los proyectos
nostálgicos que se improvisaban en la isla, pensando que la incorpo-ración
de las conquistas de la vanguardia al arte de siempre darían
un carácter más «actual» a una producción artística que, infundida
por ese espíritu, se alejaría del tradicional anacronismo imputable al
arte insular. La negación de los planteamientos historicistas como
superación del localismo se encontraría con el obstáculo de la ten-dencia
de muchos artistas de la isla a abandonar su tierra. La emigra-ción
llevó a los pintores más vinculados con el presente a emprender
su aventura artística fuera del archipiélago: José Julio Rodríguez,
Antonio Torres, Pedro González..
Enrique Lite asumió las contradicciones de sus coetáneos. Cons-ciente
de ello, sentía la necesidad de tener en cuenta que pertenecía a
(L. una generación interrumpida, que debió llevar el sello de la con-tinuidad
y, sin embargo, vivió en un largo marasmo impuesto por
circunstancias ajenas a su propia razón evolutiva; circunstancias
f...)... tan poderosas, que del natural aislamiento del isleño, levanta-ron
un inabordable muro de contención que impedía la continuidad
y aun la mirada al camino apenas atisbado)) 17.
Se hacía necesaria la aparición de K.. una generación en blanco,
elocuente herencia de otra triste y desplazada en un torbellino de in-comprensiones
(que sacaría) de ese abúlico y desastrado aislamien-to
» al arte tinerfeño. La preocupación por las inciertas consecuen-cias
del abandono masivo de la isla por los más jóvenes artistas,
coincidiendo con uno de los momentos de más alto índice migratorio
llevó a Enrique Lite a referirse a este fenómeno en sus artículos. Su
propia colaboración en la «Gaceta Semanal de las Artes)) había sido
16. «Exposición Jordan, Boyd y Clavija», La Tarde, 10 de octubre, 1959, p. 6.
17. ((Eduardo Westerdahbb, La Tarde, 16 de abril, 1959; pp. 6 y 5.
Enrique Lite Lahiguera: entre el localismo ... 685
precisamente un cuento que giraba en tomo a la gestación de una
quimera, creyendo encontrar en el abandono del archipiélago la so-lución
a todas las contradicciones propias -de la época. Participaba
así del ideal de muchos tinerfeños que soñaban con el «paraíso ame-ricano)).
El cuento, titulado «Juan» fue publicado el día 18 de no-viembre
de 1954 en la sexta página del vespertino tinerfeño.
Enrique Lite reivindica una cultura canaria, pero su demanda
no puede ser confundida con los anhelos regionalistas que auspicia-ban
ciertas orientaciones desenfocadas de los promotores turísticos,
porque reconocía que «No es el camino del folklore -mejor aun de
la anécdota del folklore-, el más adecuado para llegar a penetrar en
el alma de nuestra isla f...) Sabemos que aun no ha llegado el auten-tic0
pintor de la isla, y hoy, más que nunca estamos convencidos de
ello» ' *.
La joven pintura de entonces a,.. no sabemos por qué o desea-mos
ignorarlo, se encuentra totalmente desasistida, absurdamente
enclaustrada en un pequeño mundo de banalidades, cómodamente
repantingada en la fácil postura ante la vida que consiste en dejar
pasar las horas con un gesto de resignación ante todo lo que signlfi-que
problema y lucha...)) Se imponía trascender la insularidad, supe-rar
el localismo, pero no sustituyendo lo canario por lo foráneo, sino
más bien asimilando aquellos aspectos que aportan K.. universalidad
y trascendencia a nuestros valores geográficos y humanos (.. .)... des-viando
a los jóvenes pintores de falsos caminos, de perniciosas in-fluencias
y poniendo los cimientos para que se haga realidad la tan
deseada escuela canaria de pintura», proyecto ciertamente utópico y
de dificil realización si tenemos en cuenta el masivo éxodo de artis-tas
insulares hacia Madrid o América, quedando el camino «... libre
al adocenamiento y a la provinciana monotonia.
Que triste la mano tendida
al borde de la otra orilla ... »
Enrique Lite creía que sólo Antonio Torres había K.. intentado
esta importante labor y es él quien únicamente puede llevarla a feliz
18. LlTE LAHIGUERA, Enrique: «Herrik y Brito en el Casino», La Tarde, 15
de mayo, 1958, p. 6.
686 Federico Castro Morales
La nueva generación de artistas locales no contaba con
los pintores que demandaba Enrique Lite. «Salvo dos o tres nombres
-que desgraciadamente han abandonado nuestra isla, y lo que es
peor, han abandonado, al parecer, la idea de pintar los motivos de
nuestra isla- no tenemos siquiera a quien nombrar como una posi-tiva
promesa de auténtico valor f...) Parece como si toda la preocupa-ción
se centrara en lograr lo más rápidamente posible, parecerse a
tal o cual viejo maestro, conseguir con la máxima celeridad el apren-dizaje
de los trucos en virtud de los cuales un óleo o una acuarela
pueden aumentar rápidamente de precio».
A Enrique Lite le resultaba inadmisible que un hombre joven se
abandonase a (c.. la dulce quietud del logro sin mayores complicacio-nes,
al éxito fácil que le pueda proporcionar un adecuado acomodo
al gusto mediocre de quienes no quieren apreciar en la pintura sino
Iln mnfivn mdr & rerrpn para /o Con tristeza observaba !a
imposibilidad de una pintura joven en la isla; escribiendo sobre la
perspectiva de los jóvenes pintores, (c.. si es que descontando a Cris-tino,
Sixto y Zerolo, existe alguno en nuestra isla, alguno claro está,
que se mueva dentro de las inquietudes propias de espíritus jovenes y
responsables de la época que les ha tocado vivin) se compadecía de
que Cristino de Vera y Martín Zerolo se moviesen (c. fuera de la
Isla, haciendo -también Sixto- una pintura con nuevas sensacio-nes,
aunque éstas llevan consigo un maravilloso mundo de hermosos
de~cubrimientom~~.
Cuando Pedro González expuso en el Casino de Santa Cruz de
Tenerife en el verano de 1959, enriquecido por el aporte artístico ve-nezolano,
Enrique Lite parecía recobrar su confianza en el proyecto
de una pintura insular: «Siempre hemos soñado con una pintura ne-tamente
isleña, íntimamente ligadacon la pintura de cada tiempo.
Pedro González puede hacerlo, debe intentarlo, es quizá el hombre
más adecuado y el mejor preparado para ello». Los años trasncurri-dos
nos proporcionan la perspectiva necesaria para ratificar con toda
objetividad, que sus esperanzas estaban fundadas. Pedro González
fue uno de los artistas a los que la experiencia migratoria supuso un
importante aporte para efectuar la renovación de su concepto estéti-
¡Y. «Un murai de Antonio Torres)), La Tarde, 20 febrero, i958, p. 6.
20. «Francisco Concepción)), La Tarde, 18 de diciembre, 1958, p. 3.
21. «Un mural de Antonio Torres», La Tarde, 20 de febrero, 1958, p. 6.
Enrique Lite Lahiguera: enfre el localismo ... 687
co. A su regreso de Venezuela contribuiría a confirmar la ilusión de
Enrique Lite de que K.. la pintura en nuestra isla ha cambiado deji-nitivamente
de rumbo; ha iniciado aljin el camino que ya en todas
partes ha sido largamente recorridonZ2.
La preocupación de Enrique Lite por encontrar los rasgos defi-nitorio~
d e nuestra pintura, por llegar a crear una escuela canaria de
pintura, su crítica a las posturas nostálgicas improvisadas en aquella
década, vienen a ratificar nuestra opinión sobre Enrique Lite, ya que
se trata de una de las figuras más interesantes de los años cincuenta.
Su teoría, superadora del debate en torno al ((arte nuevo)) y su ilu-sión
en que la renovación estética se produjese sin alterar las viejas
estructuras justifican su concepto totalizador del arte. Cuando hoy . m
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asistimos a la recuperación de los lenguajes figurativos, a la reconsi-deración
de un siglo de vanguardia artística, y en las nuevas propues- P
n tas conviven figurativismo y abstracción, la vigencia de las paIabras -- a de Enrique Lite resulta incuestionable y, a la vez, desoladora: tan
E poco ha evolucionado el arte y la estética insulares. B
22. «Exposición Pedro González)), La Tarde, 27 de agosto, 1959, p. 6.