PROLOGO
Quisimos los participantes al II Coloquio de Historia Canario
Americana íiY77j que el prúximo se celebrara en 1978. Así lo aeci- ,, -
dimos por dos razones; primero, pam lograr su definitiva consolida- E
ción no dejando apagar lm brmas y los esfuerzos que se habian pro- O
digado y prometían multiplicarse, segundo, porque en 1978 la cZudccd n--
de Las Palmas celebraba sus primeros 500 años de vida. Esa circuns- m
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tancia determinó, también, que se amplime la temática del Coloquio. SE
Diose cabida a toda la historia insular y, en especid, se solicitaron -E
trabajos centrados en la ciudad de Lm Palmas. A ella habia que ren-dirle
honores en su cumpleaños. Y se le rindieron. Tal vez no tmtos 3
como se merecía. Como si se temiese subrayar su españollidad. El
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III Coloquio fue uno de esos homenajes y el conjunto de colabora-m
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ciones expuesta y discutidas en el mes de octubre de 1978 dentro O
de la Casa de Colón y que integran estos tomos son la prueba pal- n
pable y visible de ese rendimiento que le hicieron historiadores es- -E
pañoles y algunos extranjeros. a
Por otra parte, como organizador y coordinar de los Cobquios 2
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deseamos situar en este umbral y como homenaje a nuestra ciudad n
de Las Palmm lo1 que una noche del mes de junio dijimos en ta Pl* O3
zoletai de San Antonio Abad, donde la urbe nació. Evocando la fun-
.-io,4Am n.-.nm+~2.-in ?A Jn .L.-;- JA 7,470 X.L'-n...
U U L C V i C ) U L U I i i C i C U U U I L A7 Ut: / U I L C V Ut: 1 7 / U , U Y C I I C V U .
Los fundadores fumn unos seiscientos hombres. Traz'm treinta
caballos. Zarparon del Puerto de Santa María y eran expertos gue-rreros,
pues muchos habían quedado libres tras la batalla de Toro.
Sus jefes: el leonés Juan Rejón; el sevillano y clérigo Juan B m ú -
dez; el aragonés Alonso Jaimes de Sotomayor, alférez mayor de la
empresai; el gallego Alonso Fernández de Lugo ..., etc.
Amanecieron el 24 de junio, día de San Juan Batista, en la rada
de las Isleta. El deán Bermúdez ofició una misa y les animó. Znme-diatmente,
la oficialidad formó sus escuadrones y envió por delante
una serie de espias en avanzada exploradora. uY ellos -dice la cró-nica
primitiva- se fueron marchando poco a poco en orden tras las
banderas y las espias que iban delante tomaron un canario biejo, que
en aquel tiempo estaua mariscando a la orilla del mar, el cual truje-ron
luego a la bandera y, entre otros auisos y consejos que dio a
los nuestros, les dijo que sentasen su Real en un lugar que les en-señó
que se desía Geniguada, que hera lugar fuerte y eminente y a la
vista del puerto y sus navios, con agua bastante y el rio de Genigua-da
o barranco que llevaua agua perpetua a la mar, que pasava al pie
deste sitio, el qual se dise ama la ciudad del Real de Las Palmas...)).
Fue, pues, un indigena quien escogió este emplazamiento, cuna
de la actual ciudad de Las Pdmas de Gran Canario. El jefe de la
hueste, Juan Rejón, pensaba proseguir hasta Gando, paraje que les
fm;finy g "U c ~ s t , o l l ~ o ~ . i@ynw c,mbid 21 &= 2
signio del capitán y señaló esta terraza a cuya vera se erguía un bos- N
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que de palmeras y corría un torrente de agua. Para la Mitología grie- O
ga o romana, empeñada en explicar los nebulosos origenes de algunas i
ciudades, el viejo pescador canario hubiera sido identificado con
un dios. 2E
En las mentes de aquellos castellanos andaluces llenas de hori- E
zontalidad, el sitio escogido les debió de parecer pasable o provisio-nal,
bueno para un campamento, pero inadecuado paFa el escenario ;
de una ciudad. -
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La elección de un lugar donde había que establecerse una pobla-ción
era uno de los puntos que más subrayarfan las posteriores dis-posiciones
reales (1523). Se comprende este celo a la vista de inade-cuados
parajes -Zsabela, Sevilla la Nueva, Caparra, Habana, Sta.
Mm'a de la Antigua, Villa Rica de la Vera Cruz, etc.- que hubo
que abandonar porque no garantizaban la permanencia de un centro
urbano. Fue el azar, en forma de anciano, quien eligió el sitio de
Las Palmas.
El viejo pescadov se esfuma de la crónica primigeniaJ aunque
relatos tarciios señaian que fue bautizado por ei Deán y apm-rinado
por uno de los caudillos. Desechemos ahora la historia y amparémo-nos
en la fabulación -es más hermosa en este caso- y aceptemos
que el anciano indígena, providencial personaje, se desvaneció tan
pronto como los castellanos comenzaron a construir su Real o cam-pamento
sobre el que, prontamente, se dejó sentir la amenaza avi-w
g y gmmgzgngg & 10s escgrm-ntndos ph!gdoos de !Q ]s!g: Es-carmentados
por palabras no cumplidas cuando toleraron la cons-trucción
de la torre de Gando. Desde el Norte y desde el Sur, los
canarios se descolgaron sobre el Real, defendiendo con fiereza su
tierra. Los naturales no se sentían intimidados por la supremacía
técnica (caballos y armas de fuego) que ya conocian, e irrumpieron
sobre la empdizada, y la sobrepasaron, y se metieron entre los inua-sores
que tuvieron la suerte de capturar al caudillo Adargoma. Fue
la señal de reiterada. Con este primer encuentro o ataque; el Real
había experimentado su bautismo de fuego y sangre y había sobre-vivido
a su nacimiento. Desde entonces han transcurrido 500 &os.
El riachuelo -como en la prz'mera fundación de Buenos Aires-fue
en pmte la causa de que se aceptara el enclave señalado. En el
riachuelo Guiniguada, padre mitológico de la ciudad, como un Nilo,
Tíber, Sena, GuadCElquivir o Río de la Plata en miniatura ... en el ria-chuelo:
deciamos (que hemos pmferido: primero^ degollar y secar v.
luego, enterrar sin estética alguna, antes que representarlo como una
deidad de fluviales barbas) está parte de la razón de sev de la ciu-dad.
El agua como hoy, fue y es un factor de pervivencias. Esta es
una tierra que bien pudiem levantar un monumento al agua.
El mandamiento, en virtud de una capitulación, que los conquis-tadores
llevaban, les encomendaba la conquista de un territorio, su
ocupa&n y posterior fundación de ciudades. El mandamiento, al
igual que las cartas pueblas medievales, encerraba las necesarias
instrucciones y poder para realizar todo lo dicho. El milite, por eso,
suele hacw que el poblado nazccr: por razones militares. Los vecinos
serán soldados, sometidos a una dZscip1ina militar. De ahí que la
plaza de armas y el fuerte o torre, sean el centro principal del futuro
núcleo urbano. El espíritu de conquista y castrense se refleja en el
trazado regular, de cdles tiradas a cordel y cortadas en ángulo recto,
como si fuera una formación humana militar, que permite una fácil
vigilancia y un cómodo traslado.
Las Palmm fue eso en el principal: un campamento con terraplén,
torreones y con una cerca, barda o empalizada hecha a base de
-tr.n nrnc de @mms y t q k l . Dmtre, m?zckes do paja y pdn~arc m v.----
horcones.
El campamento quedó alzado como el Real de Las Palmas. Tala-das
las palmeras, quedaron tres, recuerdo la crónica, que servían de
señal a los barcos que arribaban y a los pescadores que se hacian
a la mar. Luego cayeron dos y quedó una. Para entonces el bosque
había desaparecido y también el campamento. De él, como en Santa
Fe de la Vega de Granada, brotó el villorrio, que se apropió el nom-bre
de Las Palmas abandonado por el Real.
Si el 24 de junio; cuando se comenzó a construir el campamento,
hubiera habido fundación, de seguro que hoy nuestra ciudad se lla-maria
San Juan de Las Palmas o San Juan de Guiniguada, o San
luan de Carian-as ... Y en nuestro escudo tendriamos palmeras, perros
y un cordero echado al igual que San Juan de Puerto Rico. Pwo el
24 de junio de 1478 no hubo fundación.
No. No hubo fundación. Las ciudades entonces surgian:
a) Sin trazado o previo plano, aunque precedidas de una funda-ción.
Caso de La Habana o Cartagena de Indias.
b) Mediante una fundación, a la que había precedido el trazado
de la planta y eleccidn idónea del sitio. Caso de Lima, cuya acta de
fundación es bellísima.
c) En torno a un real de minas, sin fundación preliminar. Caso
de Guanajuato o Potosi.
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d) Sobre una antigua población indígena ya fundada. Caso de N
Mé jico. E
A causa de esto la tipologia de las ciudades brinda los modelos O - denominados clásico o regular, semirregular, radial, irregular lineal
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y sin esquema definido. Las Palmas, sin la rigidez del modelo clásico, E
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con un origen un tanto espontáneo, ofrece el modelo semirregular, 2
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marítima, con funciones militares que luego se convierten en &mi- -
nistrativas y comerciales (puerto regional, más tarde puerto interna- =
cional). Las Palmas nació en un campamento, por cambio de éste. --
0 La ciudad fue una consecuencia de la transformación y evolución del m
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mismo! trazado castrense del real. O
Algo de eso ocurrió en Santa Fe, aunque en Gran Canaria tuvo
lugar antes que en Santa Fe. La planificación urbana dentro de un -
E rectángulo cuad~iculado, llamada planta hipodámica (de Hipodmo -
a
de Mileto), usada en la India y adoptada en Grecia en el siglo V a. 2 -
de C., fue la que también usaron las ciudades etruscas trazadas se- --
gún un plano regular de dos grandes calles perpendiculares: cardo 3
y decumano. Las bastidas francesas medievales constituyen asimismo O
un ejemplo de urbanismo ptanificado. El nombre bastidcz procede del
vocablo provenzal bastzr, que equzvate a ptaza fuerte. Ei Red de Lm
Palmas fue una bastida, con su trazo regular en tablero de ajedrez
o damas, que antecedió a Santa Fe. Se ha dicho que de Santa Fe a
América no hay más que un paso, y que este lo dieron en 1496 y
1502 los fundadores (Bartolomé Cotón) y remodeladores (Nicolás de
Ovando) de Santo Domingo. Pero los tratadistas se han olvidado de
T n r pn7mínnr que fije antes. -Antrs>s n71o Cnntn 71 nnfor n71o C m t n Y M U I l r r r M U , Y"" '"'"'" 3 "'"'"' Y-- --""-
Domingo. Fue, no lo olvidemos, la primera ciudad que Casdla alzó
fuera del territorio peninsular.
Lo que en la futura Gran Canaria era un reto para el indlgena
-el real o campamento- y un refugio y punto de apoyo logístico
para los conquistadores, dejó de ser este lugar provisional para con-vertirse
en núcleo de irradiación colonizadora y primer centro urba-no
del Archipiélago.
Si no hubo fundación en 1478, nos preguntamos: ¿La hubo al
acabarse la conquista? ¿Al elegir su Cabildo o Ayuntamiento tras la
conquista y repartirse los solares se hizo un trazado y se vealizó la
fundación?
Las actas de fundación de ciudades son raras. A veces se han
encontrado y a veces se conservan insertas en los acuerdos munici-pales.
Si en Los Palmas hubo un documento fundacional al tiempo que
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este se perdió cuando1 el ataque e incendio de 1599 o en los desas- D
E tres del XZX. Pudo darse la ceremonia juridica, ya que en el Libro
Rojo y en las Ordenanzas del Concejo municipal de 1531 se llama O
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ciudad de Las Palmas. Pero carentes del acta fundacional, hemos de =m
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E considerar al primigenio campamento como base de la ciudad, ha- £
ciendo la sdvedad que cosa bien distinta a fundar una ciudad es 2
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establecer un campmento. En L a Palmas, y no como en S a n t ~F e =
a causa de un incendio, surgió primero el campamento que de pro- =
visional y por evoluci6n se convirtió en el habitat fijo de los ex sol- - - 0
dados y refugio de los indígenas y de los nuevos colonos que a la m
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isla llegaban. El rimhuelu, explica el campamento; el puerto cercano O
determinó la ciudad. De no ser por aquel viejo mariscadov, un tanto
mitol&ico, hoy la capital insul~re stuviera cerca de Gando. .. n
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Pienso que la efemérides es propici~p ara evocar lo que aconteció a
aquí hace 500 &os. Aunque no hubiera fundación, nada ni nadie 2
n
nos impide recreada ahom. 0
La ceremonia fundacional era un acto jurídico, que implicaba O3
la toma de posesi& del lugar. En el sitio que ocuparía la plaza ma-piur
se colocúbü ei roiiu, horccc o yicuia. Ci íunciucior, de gdu, reiúba
o preguntaba si el establecimiento perjudicaba a alguien. Luego pro-nunciaba
el nombre que llevaría la ciudad y manifestaba sus dere-chos
y privilegios. A base del plano trazado previamente, se señal~ba
&de se elevaría la iglesia y tos solares repartidos cuyos dueños
tenían ya sus nombres escritos sobre cuadriculas. Finalmente, el fun-dador,
los oficiales reales. el escribano y los testigos suscribían el
acta. Inmediatamente se nombraba a los personajes del Cabildo y se
delimitaban. los limites y términos de la Ciudad. En nuestro caso éstos
fueron toda la isla.
La ciudad, nuestra ciudad, sigue estando representada por Ve-gueta,
donde residen su cabeza y corazón. Patios con aire de clausu-ra.
Calles donde aún es posible oír nuestros pasos. Farolas en caso-nas
coloniales de lisas fachadas, severas portadas de piedra, balco-nes
curiosos y acusadoras gárgolas. Plazoleta de San Antonio Abad.
Torcido pasaje de Pedro de Algaba, como una angustia entre plazo-leta
y plazoleta. Calle de Colón por donde debió andar con su mis-terio
a cuesta el futuro Almirante. Calle de los Balcones abajo o
arriba para que corretee el aire oceánico y la catedral vea el mar.
Calles de la Herrería y Armas hacia arriba o hacia abajo con un ex-tremo
frustrado, que llevaban hasta el riachuelo. Calle del Espíritu
Santo larga y afilada como una espada ... Por aquí estuvo el campa-mento.
Podemos lograr lo que buscamos: borrar lo actual. Darles vi-da
a la empalizada y al muro de barv. troncos y piedras y a la torre
vigilante o en vela. Al bosque de palmeras. Al riachuelo virgen. Al
mar oliendo a mar. Más allá del tmente una llanura arenosa con
el fondo de una bahia arropada por unas montañas oscuras, a cuya
sombra se acogían las carabelas. Encima, casi encima, las lomas o
riscos, detrás de los cuales estaban la sorpresa y e2 peligro.
Hoy Las Palmas ya no es una. No existe cohesión en su urbanis-mo
a causa de la orografia. Por b mismo se le torna muy dificil
tener una sola alma como antaño. La ciudad que no contó con un
novelista -GalEós prefirió ser el novelista de Madrid- aunque si
con poetas, hace tiempo que dejb de ser la urbe medieval encorsetada
en sus muros. Pero aunque esas murallas delimitadoras no existan
y el urbanismo haya crecido, incluso robándole espacio al Océano,
la ciudad, nuestra ciudad, Las Palmas, continúa siendo nuestra ciu-dad.
Las Palmas, continúa siendo Vegueta y algo de Triana, más
alejado ya por mor de la tumba del Guiniguada.
Este trozo urbano representa las esencias históricas. La ciudad
clásica, mediterránea; la ciudad con plazas y calles que pueden ser
ágoras y esquinas donde aún unos amigos se detienen a conversar.
Vue es b que estümos hazkndo ahora miszo.
La ciudad que seguimos reduciendo al Bar& de Vegueta. ¿Qué
será de ella en el futuro? ¿Quiénes celebrarán el milenio de su na-cimiento?
¿Existirá el hombre? ¿Existirá Las Palmas? ¿Será la isla
un peñasco deshabitado objeto de los arqueólogos? ¿Será la isla una
única ciudad? El Barrio de Vegueta cantado y calificado por Tomás
Mn r n l ~ r rr trfiqgi!c n, rr &fm~ n f ee n f ~», d11 p?~B'rl& ~y r.&fe»; de
«pintoresco mocEon, dotado de una ((paz calladan y una edormina
ausencia)).. . este barrio ((fundación primitiva del genio aventureron
¿persistirá? Todavia hoy nosotros podemos identificarnos con Tomás
Morales y hacer nuestras sus estrofas:
«Yo prefiero estas calles serias y luminosas
que tienen un indígena sabor de cosa muerta;
donde el paso que hiere las roídas baldosas,
el eco de otros pasos, legendarios, despierta ...
Yo prefiero estas plazas, al duro sol tendidas,
que clamaron un día los fastos insulares;
donde hay viejas iglesias de campanas dormidas,
y hay bancos de granito, y hay fuentes populares.. .x
Los grancanarios del futuro ¿podrán decir que prefieren este ba-rrio
donde nació la czudad hace medio mzlenio.7 ¿Podrán eiios como ,,
el poeta oir el eco de los pasos calzados de quienes la fundaron, y el E
paso descalzo de quienes indicaron dónde habia que fundarla? O