PINTORAS DORADORAS TINERFEÑAS: ANA FRANCISCA
No deja de resultar interesante el analizar cómo y porqué duran-te
las centurias pasadas surge la mujer en el panorama artístico de
Canarias, si tenemos en cuenta su consideración social y, más con-cretamente,
la ausencia de protagonismo en cualesquieras ocupacio-nes
que no fueran ias cierivacias cie ia vicia propiamente domestica o
en aquellos casos en que su presencia fuera expresamente necesaria.
En ese ambiente nos ha llamado la atención un reducido numero de
ellas que esporádicamente han aparecido en la documentación de los
siglos XVII y XVIII; el material que ofrece su actividad, muy escaso,
podría llevar a algunas conclusiones significativas.
Numerosos son los artífices que durante ese periodo laboraron
en Tenerife, pero de todos los oficios desempeñados sólo en el de
pintor-dorador se conoce a la mujer. La mayor parte de las veces Ile-gamos
a saber de su existencia por la coletilla con que se las denomi-na,
caso de «Ana Francisca la pintora)), «Ana de Castro la pintora)) ...
No obstante, el trabajo que realizaban se limitaba fundamentalmente
a la tarea de dorar, lo cual llevaba aparejado el conocimiento, aun-que
fuese primario, del color, pues esa especialidad consistía en la
aplicación combinada de ambos componentes'; en ningún caso las
hemos localizado cumpliendo labores estrictamente pictóricas, lo
cual no quiere decir que no las ejecutasen, pues hay ejemplos de que
asi ocüriia eii 18 hi~ioiiidi el arte.
Desconocemos los motivos de porqué era ésta la actividad que
efectuaban y no otra, pues cualquier justificación resultaría tan sim-ple
que sería fácilmente rebatible; nos referimos a causas como el
1 . HEREDIA MORENO, M." del Carmen (1974): Estudio de los conmtos de
aprendizaje artistico en Sevilla a comienzos del siglo XVIII. Sevilla, p. 32.
344 Margarita Rodrigiíez Gonzalez
hecho e ser un trabajo fácilmente ejecutable por ellas, ya que no re-quería
unas condiciones especiales sino tan sólo una labor minucio-sa,
paciente, cuidadosa y más o menos artesanal que tendría lugar,
por lo general, en la propia vivienda, de igual modo que harían quie-nes
optaran por hilar, bordar ... Sin embargo, no es menos cierto que
analizándolo desde ese punto de vista, también hubieran podido la-brar
la madera, dibujar, o bien desempeñar otras tareas, como de he-cho
lo hacían en la agricultura o el comercio. Quizá la ausencia de la
mujer en la documentación relativa a esos menesteres no esté moti-vada
por su no participación en ellos, sino por el papel secundario
que se les ha otorgado en los siglos pasados, con lo que su importan-cia
dentro de estos determinados oficios debía ser muy sobresaliente
para que mereciesen un nombre.
Surgen, pues, a la sombra de los hombres que poseían la titulari-dad
del trabajo. Su enseñanza no se producía por una relación profe-sional
estipulada mediante un contrato público que las iniciase en el
ejercicio de una ocupación; no se conocen cartas de aprendizaje que
de una manera preconcebida les permitiesen un medio de vida. Se
instruyen en su labor generalmente a través de vínculos amistosos o
familiares con aquellos que practicaban dichos oficios, con un carác-ter
de colaboradoras o ayudantes; ahí está, por citar un ejemplo, la
esposa del pintor Manuel Antonio de la Cruz (1 750 - 1809), a la que
se menciona por la ayuda que prestaba a su marido, quizá simple-mente
como un hecho curioso o anecdótico, cuando en realidad coo-peraba
eficientemente2. En consecuencia, esas mujeres aparecen en
el ambiente artístico plenamente formadas, aunque sin un título de
aprendiz, oficial o maestro, y, en el mejor de los casos, llegan a nues-tro
conocimiento cuando, desaparecido el jefe del taller y condicio-nadas
por las circunstancias o simplemente por su destreza, se erigen
en continuadoras, obteniendo así una cierta independencia.
Llegado ese caso, sus obligaciones se equiparaban a las de los
varones; no existían diferencias, aunque también es verdad que, sal-vo
ocasiones muy concretas y probablemente debido a que presenta-ban
una personalidad muy destacada, no existe testimonio de su ac-tuación.
2. PADRON ACOSTA, Sebastián (1952): Don Luis de lu Cruz. pinfor de carna-ra
de Fernando VIL La Laguna, p. 16.
346 Margarita Rodriguez González
Es la artífice más sobresaliente de cuantas hemos podido estu-diar
y la que mejor refleja el amodus vivendi)) de estas mujeres; de
ella sólo conocemos una escasa etapa que abarca un decenio, preci-samente
los últimos años de su vida, cuando ya había enviudado.
Casada con el pintor Gaspar Núñez vivió durante la primera mitad
del siglo XVII y su nivel de popularidad la llevó a trabajar para los
más destacados centros tinerfeños a los que era requerida de conti-nuo
desde su lugar de residencia, en La laguna.
Nada podemos aportar sobre la procedencia del matrimonio; su
esposo es un maestro poco estudiado y sólo tratado tangencialmente,
el cual aparece por primera vez como vecino de la ciudad de los
Adelantados cuando el 16 de marzo de 1620 contrató con el Dr. D.
Cristóbal Viera la pintura y dorado del retablo de San Cristóbal para
la antigua iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios3; al año siguiente, en
20 de julio de 1621, consta domiciliado en Garachico, donde se le
solicita para llevar a cabo igual trabajo en el retablo de Ntra. Sra. de
la Soledad de la parroquia1 de Santa Ana, cuya capilla había sido
fundada por el beneficiado Alonso de Torres en el siglo XV14.
Gaspar Núñez (1 62 1 ) Ana Francisca (1635)
Desaparecido su marido5, Ana Francisca se establece definitiva-mente
en la entonces capital de la isla, iniciando así una etapa muy
3. TARQUIS, Miguel, VIZCAYA, Antonio (1959): Documenros para la historia
delarte en Canarias. T. 1. Santa Cruz de Tenerife, pp. 53-54.
4. CIORANESCU, Alejandro (1966): Garachico. Santa Cruz de Tenerife, p. 25.
5. Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.), Pn. n." 2.274 (escribanía
de Gaspar Delgadillo), fol. 423 r: El documento corresponde a la única vez que hemos
localizado a este pintor, precisamente en 29 de julio de 1621 cuando, avecindado en
Garachico, sale por fiador de Manuel Nuñez y María Rivera, domiciliados en el mis-mo
lugar.
Pinforas doradoras tinerfiiias ... 347
productiva, muestra del prestigio adquirido por el taller al que perte-necía,
de tal manera que sus servicios serán requeridos no sólo desde
diferentes lugares sino también por distintas personas, atendiendo
encargos tanto provenientes del estamento eclesiástico como de par-ticulares,
de entre los que, naturalmente, no estaba ausente la aristo-cracia;
incluso en algunas ocasiones los franciscanos fueron objeto
de sus dádivas ya que les hizo donaciones o trabajó para ellos reci-biendo
a cambio beneficios de tipo espiritual y no económico6.
La primera vez que la documentación se hace eco de su presen-cia
es en 1634, momento al que pertenece el encargo de los capitanes
D. Lorenzo Pereira de Ponte Lugo y D. Domenigo Grimaldo Risso
de Lugo, quienes le encomendaron el dorado del desaparecido reta- ,,
blo de la capilla mayor de la iglesia conventual de San Lorenzo, en E
La Orotava, por un coste de 2.500 reales7. O
Pnces meses después, u fina!es de uqur! a!'.=, regresa u La L a g ~ - -
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na contactando con el que al poco tiempo pasaría a ocupar el pnora- O
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to del cenobio dominico de Ntra. Sra. de Candelaria y con quien le E
2
unirá una efectiva amistad; se trataba de fray Domingo de Herrera, E
quien en 18 de diciembre de 1634 le entregó por un tributo anual de 3
200 reales una casa alta y sobradada en la calle de la cárcel, que des- -
de entonces utilizará como residenciag. -
0m
Ciertamente, los años en que nos es conocida la labor de esta E
doradora corresponden a la etapa final de su actividad, lo cual signi- O
fica un escaso porcentaje dentrp de lo que sería su producción, que
sin ningún género de dudas tuvo su origen tiempo atrás, quedando E a
entonces en un segundo término tras su marido. Por ello, no es de
extrañar que apenas hayamos comenzado a hablar de su existencia,
tengamos que remitimos al testamento que otorgó en 9 de septiem-
3
O
--
6. TRUJILLO RODRIGUEZ, Alfonso (1977): El retablo barroco en Canarias.
T. 11. Las Palmas de Gran Canaria; p. 47. E! aiitnr cita aquí las referencias que rnhre
esta pintora-doradora recoge el Archivo Miguel Tarquis (Departamento de Historia
del Arte, Universidad de La Laguna).
7. FRAGA GONZALEZ, Carmen: «La formación de Cristóbal Hernandez de
Quintana: La pintura del siglo XVII en La Orotavan. Serta gratulatoria J. Régulo (en
prensa).
8. A.H.P.T., Pn. n." 809 (escribanía de Manuel Lobo), fol. 393 r. Con posteriori-dad,
en 23 de febrero de 1637, dicho prior ntnrgzri carta de p s g ~a f swr de Ana Frzn-cisca
pues por mano de Felipe Hemández Beste, vecino de Garachico, le había entre-gado
2.000 reales, valor de la mitad del citado tributo; vid. TRUJILLO RODRI-GUEZ,
A., op. cit., p. 47.
348 Margarita Rodríguez Gonzalez
bre de 1635. Al no tener herederos, dejó todo para el beneficio de su
alma, solicitando ser enterrada en el cenobio franciscano de San Mi-guel
de las Victorias y confiando todo a la dirección del fraile antes
mencionado, al que nombró albacea en unión de otro miembro del
clero, el presbítero D. Alonso Hemández Jobel. En sus mandas orde-nó
asimismo se cumpliesen, aparte del cobro de deudas y algunas do-naciones,
«tres misas cantadas que me deben decir en San Francisco
de Garachico y en el de esta ciudad y en el convento de Ntra. Sra. de
CandeLaria de que tengo recaudos por obras pías y limosnas que he
hecho a h s dichos convento^»^.
La ehad relativamente avanzada que tendría y la perspectiva de
una nueva salida de la ciudad fueron probablemente las que la incli-naron
a realizar la citada declaración testamentaria. Efectivamente,
antes dehnalizar 1635, vuelve al lugar que había sido su residencia
antes gé enviudar, el activo puerto de Garachico; el 28 de diciembre
concierta con el capitán y regidor perpetuo D. Juan Francisco Jimé-nez
Jorva Calderón el adorarme y estofar y todo aquello que pidiere el
retablo tocante a lo dorado por precio de dos mil y setecientos reales))
que abonaría en dos partidas, la primera en el momento de realizar la
esdiir-! y e! ostn cnn e! prm!xto de la venta de la coiecha de vi-noslo.
Significativo es el hecho de que, tanto en este contrato como en
el antes mencionado de La Orotava, Ana Francisca adelantase weinti-cinco
millares de oro» para hacer la obra con carácter de préstamo y
que tanto en uno como en otro caso se obligaban los clientes a devol-verlo,
aunque ella misma sena la encargada de hacerlo traer.
Con respecto a qué pieza fue la decorada para D. Juan Francis-co
y concluida en mayo de 163611, nada podemos decir con seguri-dad,
ya que en la escritura no se hace constar; es posible que corres-pondiese
al retablo que dicho regidor poseía en la capilla colateral
del Evangelio en el convento dominico de San Sebastián, construida
por el cantero Manuel Penedo a partir de 1623 l 2 y dedicada a la ad-vocación
de San Raimundo 1 3 .
Pero sus trabajos para el convento de la Orden de Predicadores
9. La cita a este documento puede encontrarse en TRUJILLO RODRIGUEZ,
nA .," p. At n A7 C L L . , p. 7 r .
10. A.H.P.T., Pn. n." 2.288 (escribanía de Mateo del Hoyo), fol. 12 r.
1 1. Ibidem, al margen del anterior documento.
12. CIORANESCU, A., op. cit., p. 30.
13. (1959): Nobiliario de Canarias. T. 111. La Laguna, pp. 42-43.
Pintoras doradoras tinerkiias ... 349
no concluyeron aquí, porque durante esa estancia en la floreciente villa
norteña continuó su prolija labor con el retablo de Ntra. Sra. del Rosa-no,
conservado en la actualidad en la cabecera de la nave del Evangelio
de la iglesia de Santa Ana. A principios de 1636 los carpinteros Juan
González Puga y su pariente Gabriel Hemández se comprometieron a
realizarlo por 4.600 realesI4, procediéndose seguidamente a su dorado
por orden y dádiva de D. Juan Riquel y Angulo, quien acordó con Ana
Francisca el que se hiciese, adelantando ella tanto el valor de sus manos
como el material necesario, estipulado todo en 5.000 reales, como efec-tivamente
así lo hizo. Pero en esta ocasión las circunstancias le fueron
adversas ya que, concluido su trabajo, se vio obligada a seguir pleito
para poder cobrar lo que le pertenecía, no consiguiendo con ello su pro-pósito,
ya que aquél era menor de edad cuando acordó su ejecución,
motivo que fue utilizado en contra de ella, alegando su curador, el li-cenciado
D. Mateo Femández Oramas, que su protegido había sido en-gañado,
haciéndose además un concierto gravoso para su parte. Por
consiguiente, tuvo que esperar la artífice de la magnanimidad de D.
Juan el que, cuando obtuviese su independencia, hiciese efectivo el
pago de la deuda, como así ocumó cuando, a los dieciocho años, acce-dió
a ella con motivo de su matrimonio.
El 24 de octubre de 1639 D. Juan Riquel y Angulo hizo escritu-ra
de obligación a su favor, comprometiéndose a pagar en el plazo de
dieciocho meses, relatando los hechos mencionados y haciendo
constar que «Ana Francisca puso en ejecución su obligación como
con efecto la cumplió pues a su propia costa doró el dicho retablo en
que se ocupó muchos meses y vino a ello desde la ciudad donde es
vecina a este lugar ... y porque la susodicha gastó en ello su propio
caudal y es justo se le pague yo le mandé dorar dicho retablo por mi
devoción con que siempe he tenido y tengo deseo de servir a Ntra.
Sra. del Rosario». Sin embargo, aquél obtuvo una cierta rebaja en su
valor, ya que por el mismo precio «se entran doscientos reales de la
hechura de un niño para mi casa» 15.
No deja de llamar la atención el hecho de que esta doradora tu-
14. El contrato correspondiente fue publicado por TARQUIS, Pedro (14 de abril
de 1961): «La imaginería en Garachico. El entallador de Galicia, Juan González Puga.
Sus trabajos en Tenerife)). Santa Cruz de Tenerife: La Tarde. Sin embargo, por un
lapsus de transcripcion, el autor leyó retablo de Ntra. Sra. de la Rosa cuando en reali-ciaa
era iútra. Sra. de¡ Rosario. Para iodo ¡o refrieaír.ai esiüdiü de este bitiiiiü, vid.
TRUJILLO RODRIGUEZ, A., op. cit., T. 1, p. 51.
15. A.H.P.T., Pn. n.O2.292 (escribanía de Mateo del Hoyo), fol. 361 r.
3 50 Margarita Rodriguez González
viera que entregarle otra obra, aunque, por otra parte, no sería la pri-mera
vez que así ocumera, pues al cenobio franciscano de La Laguna,
con ocasión de una imposición de vísperas y misa cantada, regaló una
figura del Niño Jesús 16. Ello nos hace pensar en la posibilidad de que
tallase o pintase, pero nada podemos añadir al respecto, sobre todo si
tenemos en cuenta que cuando llegó la ocasión de realizar igual labor
en el mencionado retablo de Ntra. Sra. del Rosario, no se recurrió a
ella; entonces se solicitó la presencia del pintor palmero Asensio de
Araujo Mederos, quien otorgó carta de pago a favor del alférez José
Méndez, mayordomo de la cofradía, en noviembre de 1639 17.
Antes de partir nuevamente hacia La Laguna, asume otro encar-go,
esta vez para la parroquia de Ntra. Sra. de la Luz, en Los Silos; allí
había concertado con un tal Sebastián Pérez el «dorar un retablo de la
iglesia», por un valor de 4.000 reales. Este dato, procedente de la carta
A- m,,,,n uc. yaeu quc. U~tL~U,-L,,/~. U aa JU 1c.~ib3ua 1- A..A,.A ,... 913 A- ,.LA1 AA 1 C A í i IX ia biuuau, GII LW UG auiii UG LUTW -,
no nos ofrece más claridad sobre qué pieza fue la que estofó, lo cual,
unido al hecho de las sustanciales variaciones que ha sufrido dicho
templo, provoca que no sea posible identificarlo; hoy sólo conserva su
decoración originaria del siglo XVII el dedicado al Crucificado.
A su llegada a la ciudad, lo que debió de producirse a principios
de 164019, seguramente su nivel de actividad siguió el mismo ritmo
que había tenido hasta entonces, aunque hoy sea prácticamente des-conocido.
Se sabe que la comunidad de clarisas contrató con ella el
dorado del desaparecido retablo mayor de su iglesia, construido entre
1642 y 1644 por el maestro Juan González Puga20; pero, habiendo
incluso cobrado gran parte del valor del trabajo, no pudo ejecutarlo,
pues le sobrevino la muerte el 9 de diciembre de 1643, recibiendo se-pultura
en la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción2', haciéndose
cargo de la obra el citado carpintero22.
!h. TRL[.!!LLQ %XX?.!GTIFZ, A., ep. cit., T. !!, p. 47.
17. FRAGA GONZALEZ, C., art. cit.
18. A.H.P.T., Pn. n." 90 (escribanía de Mateo de Heredia), fol. 126 r.
19. TRUJILLO RODRIGUEZ, A., op. cit., T. 11, p. 47. En 24 de febrero de ese
año alquilo una casa en la calle que iba a Santo Domingo, propiedad del capitan y re-gidor
D. Juan Antonio de Franchi, vecino de Tacoronte.
20. TARQUIS, M., VIZCAYA, A., op. cit., pp. 1 1 1 - 112.
.9 1 . .A rrh;.,n Plrrnni i ; l l A0 Ntr- Pm A- 1- P n n r n n & A n T o 1 sniins I;hrn ! , o de .."..l. V I U..V.,U.U. U" I .L.'.. V.". UL L U b V L I . + p C L V . . , YLL YU6YI.U) ..V."
defunciones, fol. 369 r. Aunque en la partida se dice textualmente «Ana Francisca mc
del pintom, no dudamos se refiere a la doradora.
22. TARQUIS, M., VIZCAYA, A., op. cit., pp. 1 13 - 1 14.
Pintoras doradoras tinefeiias ... 35 1
OTRAS DORADORAS
El nombre de Ana Francisca no apareció en los círculos artísti-cos
como una excepción a la regla; incluso ella misma debió de alec-cionar
a otras mujeres. La primera de ellas sería Juana, esclava mu-lata
de fray Domingo de Herrera, a quien donó 500 reales en 1635
para que obtuviese su libertad23; sin duda, debe identificarse con
aquella Juana de Herrera, vecina de La Laguna, con quien en 28 de
marzo de 1652 se obligó un tal Bartolomé Francisco, en nombre de
los vecinos de Tegueste el Viejo, a abonarle un total de 3 10 reales en
dinero y trigo, valor del dorado y materiales empleados en ornar las
andas de la imagen del Santo Nombre de Jesús sita en la iglesia de
dicha población 24.
Por otra parte algunos de los miembros de la famila del citado
"I iian Crnn7hlw P ~ g ac,c n quien .Ana Frgncisca c~inci&óe n Gcrcchi- --m- --------u
co, se dedicaron a tales menesteres. El propio maestro como ya se ha
indicado, se obligó a dorar el retablo del convento de Santa Clara,
pero tenía en torno a sí un grupo de colaboradores entre los que se en-contraba
su esposa, Mana Lorenzo; él mismo así lo dice en su último
testamento, otorgado en aquella ciudad el 30 de enero de 1647, cuan-do
declara que el mencionado conjunto estaba concluido y sólo «falta
de darle los matices que en su casa con su gente se está haciendo ... y
encarga a la dicha su mujer acabe de perfeccionar dicho retablo»**.
La hija de este matrimonio, María Puga, aparecerá años más
tarde en las cuentas de la parroquia de Santiago de Los Realejos,
donde en unión de Andrés Gómez y del agustino fray Miguel Loren-zo,
realiza el dorado del retablo mayor, descargándose a su favor, en
1684 y 1687, dos partidas de 1.384 y 5.126 reales, respe~tivamente~~.
23. TRUJILLO RODRIGUEZ, A,, op. cit., T. 11, p. 47.
24. Ibidem, T. 11, p. 53. El autor recoge aquí la referencia que al respecto da el
Archivo Miguel Tarquis (Departamento de Historia del Arte, Universidad de La Lagu-na).
25. A.H.P.T., Pn. n." 821 (escribanía de Manuel Lobo), fol. 16 r. La referencia
procede del Archivo Miguel Tarquis (Departamento de Historia del Arte, Universidad
de La Laguna).
26. CAMACHO Y PEREZ CALDOS, Guillermo (1950): «La iglesia de Santiago
del Realejo Alton. Museo Canario, n.OS 33-36. Las Palmas de Gran Canaria, pp.
140-141. TRUJILLO RODRIGUEZ, A., op. cit., T. 11, pp. 91-92. El autor recoge
aquí los descargos de fábrica correspondientes, cuyas referencias proceden del Archivo
parroquia1 de la iglesia de Santiago, Los Realejos.
352 Margarita Rodriguez Gonzalez
Pero, lastimosamente, sólo el caso de Ana Francisca aparece
con claridad en la historia artística de Canarias, lo que no ocurrió
con las restantes mujeres que a ello se dedicaron, quedando como
único testigo de su labor citas marginales referidas a su actividad. A
las ya mencionadas se han de añadir, para concluir, los nombres de
algunas más, aunque sólo podremos enumerarlas, pues ignoramos
cualquier otra alusión a su oficio; común a todas ellas es el apodo de
«la pintor*: Ana de Castro (t 1662)27. Juana (t 1734)28. Nicolasa
(t 1 768)29, Francisca (t 177 1)30 y Casia Quintero Estévez (t 1 839)31.
27. Archivo Parroquial de Santo Domingo de Guzmán (A.P.D.L.), libro 2.0 de
defunciones de la iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios, fol. 2 13 v. Por su testamento
otorgado ante Juan Alonso Arguello en 13 de noviembre de 1662, impuso una serie de
misas a celebrar en dicho templo, dejando para ello una casa alta y sobradada en la
plaza de los Remedios, que había heredado de su madre, Elvira de Castro. El protoco-lo
correspondiente ha desaparecido del A.H.P.T. pero su referencia consta en aquel
Archivo, legajo n.O 25, fol. 303 T. Asimismo había ordenado a su confesor, el licencia-do
D. Bemardino de Silva y Vega, impusiese una capellania de cincuenta misas reza-das
en la mencionada iglesia, para lo cual dejo 6.000 reales; la fundación fue realizada
por su sobrino Cristóbal Gómez en 26 de junio de 1663 ante el escribano Martínez de
Rivera, pero también en este caso el protocolo notarial no consta en el A.H.P.T.; un
extracto de esta capellanía se encuentra en el Archivo Parroquial de Ntra. Sra. de la
Concepción, Santa Cruz de Tenerife, legajo correspondiente a la citada iglesia lagune-ra
(papeles sin clasificar).
28. A.P.D.L., libro 7." de defunciones de la iglesia de Ntra. Sra. de los Remedios,
fol. 250 v. En 2 de enero de 1734 fue sepultada en la capilla de Ntra. Sra. del Carmen
«Juana la pintora». Quizá sea posible identificarla con aquella «Juana Tomasa la pin-tora
» que aparece en los linderos de una casa situada en la calle que llamaban del
«quoquon», en La Laguna, que en primero de junio de 1702 vende D. Salvador Díaz
Guillén a favor de Ana Manuel Merino; vid. A.H.P.T. Pn. n . O 1.670 (escribanía de
Marcos Guillamas de Vera), fol. 79 v.
29. Archivo Parroquial de Santa Ursula, libro 3." de defunciones, fol. 137 v. En 9
de septiembre de 1768 fue sepultada «Nicolasa que llamaban la pintora», viuda del al-férez
Jerónimo Cabrera.
30. A.P.D.L., libro 9." de defunciones de la iglesia de Ntya. Sra. de los Remedios,
fol. 141 r. En 17 de septiembre de 1771 fue enterrada de limosna «Francisca la pinto-ra
», viuda, de ochenta años. La referencia procede del Archivo Miguel Tarquis (De-partamento
de Historia del Arte, Universidad de La Laguna).
3 1. CALERO RUIZ, Clementina (1982): Manuel Antonio de la Cruz, pintor por-tuense
(1750- 1809). Puerto de la Cruz, pp. 32,33 y 40.