EL HOR,.I ZONTE CULTURAL ((CUEVA PINTADA» m, , . , m.-..-..-.-.- :.--A Y EL 3u3 1 KH 10N ICUII CKRANCV
(Ensayo de aproximación y estrategia epistemologica)
-Al veterano arqueólogo Luis Diego Cuscoy,
colega y sin embargo amigo.
O. iQUÉ ENTENDEMOS POR HORIZONTE CULTURAL?
En el congreso Canario- Americano (Las Palmas, 1982), en uno
de !OS ml~qiiinsp r~vpnradep pnr mi p n e n c i ~& re !a ap!icuciSn de
una «lectura» estructural a la arqueología prehistórica de Gran Cana-ria,
tuve oportunidad de percatarme de las dificultades de compren-sión
que términos no explícitos (y que yo consideraba obvios) suscita-ban
entre mis colegas, por otra parte impuestos en la arqueología del
Archipiélago. Siempre he procurado no alejarme, por formación y
convicción, de la claridad y precisión que debe ser regla de oro del
denguaje de los historiadores». No obstante, hay que reconocer que la
complejidad de los fenómenos que analizamos (y nos esforzamos en
explicar), al transitar por los caminos de la antropología cultural (y so-cial),
de la economía, y de las sugerencias teóricas y epistemológicas
aportadas por el estructuralismo nos obliga a manejar no tanto un cú-mulo
de nuevas palabras (pues nada supondna a la mejora de nuestra
disciplina), sino de muevas ideas», conceptos renovadores que liberen
a la arqueología de su lastre positivista y pseudo científico en que se
refugia una arqueografía metricista, embobada por la estadística, apli-cada
a conjuntos residuales e insignificantes, aun cuando aleatonos.
Ya en n~xsh-2T esis Dectem,! (Madrid, !??8), inr!uimm !a m-ción
de ((horizonte cultural», en el mismo sentido en que se ha gene-ralizado
en la arqueología antropológica americana. Reconocemos la
influencia que las universidades y los investigadores americanos han
ejercido en nosotros, a partir de la experiencia directa en seminarios,
congresos y excavaciones que realizamos en aquel continente duran-te
cuatro años (i97i - iY75j. Sin embargo, y sin renunciar a ia forma-ción
estructuralista, a través de la filosofía y la lingüística, nuestro
esquema teórico, ha pretendido aprovecharse de los adelantos que
206 Celso Martin de Guzman
las ciencias humanas han ido experimentando en otros campo. Si-tuación
más precaria desde que se repara en el hecho de que la ar-queología,
que se hace en las islas, sigue siendo vasalla del tipologis-mo
estadístico, del descriptivismo, y de una cierta arrogancia acadé-mica
que recuerda más al erudito local que a lo que tiene que ser un
cienti3co de la cultura material.
La Ciencia de la Cultura, de la que la arqueología prehistórica
es una parcela del procedimiento más que del conocimiento, lleva
consigo una ateoría de la cultura» (y por extensión una «teoría de la
cultura arqueológica»), sin la cual, cualquier intento de reconstruc-ción,
venga revestido de los lenguajes discriminantes, de los esoteris-mos
de la especialización, o de cualquier otro recurso taxonómico,
es inútil pretender una reconstrucción lógica y explicada del proceso
cultural (en el pasado ágrafo, para los prehistoriadores).
En este sentido global, antropologico y cultural, nuestra aplica-ción
del término «horizonte cultural», hace referencia a un rasgo de-notativo
del repertorio de bienes materiales, común a varias culturas,
y que se expande en un territorio politico, en un segmento cronológi-co
de duración variable.
Gran parte de estas nociones tienen origen y i~tilizaciC>pn or
la escuela histórico-cultural (Kulturhistorische Methode), y que en
ningún supuesto pretendemos resucitar. Sí, en cierta medida, ajustar
algunas nociones que han quedado desdibujadas en la nomenclatura
arqueológica y que se siguen usando con acepciones equívocas.
Para diferenciar un horizonte cultural de otro, se hace impres-cindible
que se observen, en el contexto arqueológico analizado, una
serie, lo suficientemente amplia y variada, de rasgos denonativos,
inequívocos, identificadores per se. En consecuencia, el horizonte
cultural ofrece:
1. Una serie de rasgos identificadores. perfectamente contextualiza-dos
en asociación arqueológica.
2. Una explicitación territorial, en el sentido de irradiación cultural,
con focos primarios, secundarios y subordinados, no en el sentido
del difusionismo a ultranza sino en el de espacio utilizado, sobre
el que ha operado la experiencia cultural (modelo godeleriano de
ei medio como medio, apiicado ai ierriiorioj.
3. Una situación estadial, de grado de desarrollo alcanzado, conecta-da
con la noción diacrónica. No sólo la posición en el espacio
sino la posición en el tiempo. Las «duraciones».
El horizonw cultural «Cueva Pintada)) ... 207
En este último presupuesto se revisan los problemas clásicos de
la corologia (o cronología comparada absoluta), y la aproximación a
otras dos ideas interrelacionadas: ciclo y área cultural. (En el caso de
las islas, es evidente, y se puede someter a discusión, que estamos
ante micro-áreas, con un ámbito discontinuo -con referencia al ar-chipiélago,
islas entre islas, y del conjunto en relación con el conti-nente-.
Adelantamos la propuesta de intentar una definición de las
micro-culturas, una en cada isla e incluso varias (o varios horizon-tes)
en una misma isla. Estamos ante una «arqueología moleculan)
que tiene que operar en un marco de referencia muy escueto, sin los
grandes lineamientos estructurales de los complejos culturales pro-pios
de las áreas continentales. Aquí todo es reducido, muy denso, y
hay que aplicar una gran lente para obtener diferencias. Una arqueo-logía
con microscopía metodológica: los pequeños fenómenos en
una isla pueden devenir en ac~nte~imienf~c).
Actuar sobre datos arqueográficos bien calibrados y contextuali-zados,
y no exclusivamente sometidos a la servidumbre de las series
museísticas, máxime cuando estas son el resultado de un inconteni-ble
saqueo coleccionista, muy propio del siglo pasado, y que poco
tiene que ver con lo que hoy entendemos por arqueología científica.
Actuar sobre los datos reflejados en la distribución de las líneas isoé-ticas
(empleadas por Ratzel desde 1887), y localizar, y tener localiza-bles,
con claridad y rigor, aquellos elementos disponibles cada vez
que se quiera recurrir a operaciones comparativas de semejanza o
desigualdad, capaces de sustentar, empíricamente, las relaciones de
semejanza, allí donde las hubiese e, igualmente, las ausencias signifi-cativas
(las «evidencias negativas*), donde se registrasen.
No bastan las analogías para conformar el horizonte cultural.
Estas deben darse contextualizadas y no sólo bajo la apariencia de
los criterios morfológicos y tipológicos. Han de entrar en la valora-ción,
simultáneamente, otros criterios que, brevemente, pasamos a
desglosar:
CRITERIODSE FORMA:
Los criterios que sustentan las correspondencias entre dos com-plejos
culturales, se derivan del análisis de sus repertorios artefactua-
!es. NI hírstan !2s inferencicc p r~p i a cd e! impresienisme ciibjeti\iistír
(«me recuerda...)) «se me parece ... » «yo diría que...))). Bajo criterios
de forma, los objetos sometidos al análisis comparativo:
208 Celso Martín de Guzrnán
a) Deben estar perfectamente definidos, tanto en sus criterios
técnicos, formales, decorativos y funcionales, como en lo que respec-ta
a su adscripción cultural -es decir, a qué cultura pertenecen-,
como a su posición cronológica -absoluta o relativa-.
b) Se han de seleccionar aquellos artefactos que tengan cateoría
de fósiles-directores, rechazándose las formas simples o elementales
(Elementargedanke), optando por aquellas más evolucionadas o so-fisticadas,
y que ofrezcan caractensticas (o atributos), propias de
creaciones especializadas (sellos pintaderas, idolillos, cerámicas con
decoración geométrica pintada, carenas, hipogeos decorados...).
Cuanto más complejas sean las formas, más concluyentes serán los
paralelismos, aun cuando éstos resulten inverosímiles (por su distan-cia,
por su cronología etc).
c) No es aconsejable reducir, en exceso, el espacio de observa-c
i h (impmdesib!e ili?su!ar) si se pretmde tener una idea exacta de!
área de distribución de un elemento signlJicativo. Muchos de los ras-gos
constitutivos de una cultura (o de un horizonte cultural) desapa-recen,
«se pierden por el camino». Como decia Sapir: «La idea de
una capa cultural compuesta por un gran número de elementos téc-nicamente
independientes uno de otro, que viajan de un extremo a
otro del mundo sin pérdida notable de su contenido, como si estuvie-ra
tapada en un frasco de cerradura hermética, es impensable» (Sa-pir,
1916: 49). Tal ocurre con la asociación que hace Bernabó Brea
para pintaderas-vasos de boca cuadrada que, según su criterio, son
inseparables. Donde pintaderas, vasos de boca cuadrada y viceversa.
Tal es como aparecen en las culturas danubianas y en Italia (Arene
Candide), pero por ejemplo en Gran Canaria esta asociación, hasta
el momento, no se da. Están las pintaderas pero no los vasos de boca
cuadrada. Por el contrario, en Cataluña (sepulcros de fosa), se invier-te
la evidencia negativa. Sí hay vasos de boca cuadrada pero no están
las pintaderas.
CRITERIDOE CANTIDAD:
Aconseja que no se tome una analogía aislada, un solo rasgo,
por muy sobresaliente que sea (caso del asa-pitorro). Sino que se in-tente
un registro cuaiitativo, preferentemente por ajuares, asociacio-nes
o contextos culturales, con al menos cuatro elementos morfológi-cos,
incorporados a un mismo segmento sintáctico. Entendemos por
El horizonte c~~ltura«lC ueva Pintada)).. . 209
elementos morfológicos, cada una de las piezas denotativas de una
cultura; y por segmento sintáctico, su cohesión endógena, su propio
ambiente cultural.
(En este sentido, los ídolos antropomorfos/zoomorfos de arcilla,
por sí solos, o incluso los sellos pintaderas, tomados como elementos
aislados, por muy denotativos, no serían argumentos concluyentes
para sustentar operaciones homotaxiales, y la configuración o pro-longación
de un ((horizonte cultural))).
Ilustramos, y mejoramos, la aseveración anterior con palabras
de Imbelloni)): con la combinación del cnteno de forma y el de can-tidad
puede lograrse un grado de probabilidad tan elevado, que -en
el terreno de los hechos humanos la duda y posibilidad de error que-dan
reducidas a cero». (Imbelloni, 1953: 70).
Mientras que el cnteno formal es de nivel morfológico (morfe-mas,
elementos aislados), el criterio de cantidad, busca la sintaxis
cultural (la cohesión de los conjuntos, sus redes endogenas).
Se arranca de la idea de que cuanto mayor es el territorio, o el
espacio de difusión de una cultura (su onda de irradiación), y cuanto
más distantes estan (uno de otro), dos de sus focos equivalentes, se
hace necesario aportar las pruebas de conexión, o los ((puentes cultu-rales)).
(En el ejemplo de la ((Cultura de la Cueva Pintada», los parale-lismos
más cercanos, geográfica y cronológicamen te no están, evi-dentemente,
ni en el Neolítico de Tradición Mauritana, ni en el
«neolitico debilitado)) de la zona de Tarfaya, ni tan siquiera en los
asentamientos neolíticos y para-neolíticos del litoral atlántico ma-rroquí,
y ni siquiera en el borde mediterráneo de Marruecos-
Argelia-Tunicia. Hay que saltar hasta Sicilia, o hasta la península
itáiica, y desde aqui hacia ei área baicano-cianubiana o dei mismo
Mediterráneo Oriental y el Asia anterior, para reconocer, con crite-nos
formales, las equivalencias y paralelismos, por otra parte sor-prendentes.
Una lógica cautela se resiste a aceptar una conexión di-recta
Mediterráneo Central-Gran Canana, y se debate entre las con-tradicciones
derivadas por otro vano esfuerzo, exigido por el «dogma
de la vecindad», queriendo ver donde no los hay, antecedentes afri-canos.
Puesto que Afnca es lo más cercano, aquí han de estar todas
210 Celso Martin de Guzman
las líneas difusoras que saltan, desde la costa sahariana o surmarro-quí
al Archipiélago. Este africanismo se desdibuja si se hace un
cálculo a compás de las distancias que entran en juego. El Estrecho
sigue actuando más como ((barrera psicológica» que como distancia
real que separa, en kilómetros, a las Islas Canarias del Mediterráneo.
No se si será revelador, por obvio, recordar que la distancia del Gi-braltar
a Trípoli es superior a la de Gibraltar Canarias. Y, a nadie re-pugna
entender contactos culturales, o extremos de líneas difusoras
entre puntos tan distantes, en miles de kilómetros, siempre que ellos
correspondan a las riberas del Mare Nostrum. Una vez en el Estre-cho,
alcanzar Galicia o alcanzar el Archipiélago es una operación
náutica en la que se invierte la misma cuota de tiempo y de riesgo.
Son los resultados los que aconsejarán, por su rendimiento económi-co
que, a la postre, sea la ((ruta casitérida)) y no la «ruta hespérida))
la que se frecueliíeco n ifitciisidad rcgiiiaridad. Caiia;ias ciUeda
en el «finisterre» meridional, «hacia el poniente)), como decían los
navegantes medievales mallorquines que la redescubren en la Baja
Edad Media).
En este capítulo cobran especial peso las estrategias antropodi-námicas,
los enclaves, los medios de comunicación y transporte,
aplicados y conocidos en el momento de «ocupación» de los nuevos
espacios. Hechos tales como la rentabilidad, o no, de la (coloniza-ción
» (Hay islas que se habitan, como Saliagos, y que luego son
abandonadas).
Sin embargo, una vez establecidos los criterios de forma y canti-dad,
no se pueden rechazar las conclusiones analógicas por el simple
hecho de que los contextos analizados nos parezcan, desde nuestra
cota actual, desde nuestra perspectiva histórica, y desde nuestro estado
de conocimientos, demasiado distantes en el espacio. Una vez estable-cidos
los hechos, objetivamente, estamos en la obligación de aceptar,
incluso, aquellos casos que nos resulten más inverosímiles, a no ser
que, por un exceso de rigurismo, volvaiiiiu~ a imponer las icja de!
subjetivismo y despreciar la evidencia por el solo hecho de que no
concuerde con nuestros mecanismos subconscientes. (Sapir, 1916: 39).
Un determinante geográfico de primer grado como lo es la isla,
actúa, por ser un espacio territorial discontinuo en relación a las
otras unidades que conforman el Archipiélago, como un factor de
deriva cultural. Un mismo horizonte cultural que en un determinado
momento entre en l.a mayona de las islas y en ella se instala, está so-metido
a la deriva del aislamiento y condenado a ensayar por su
cuenta y riesgo, el experimento cultural correspondiente. Esto expli-ca,
en parte, la dificultad de detectar el teórico horizonte pancanario,
o ese sustrato arcaico que a veces emerge en algunos contextos insu-lares.
Puede, quizá, servir de esquema explicativo la aplicación del
mecanismo de evolución divergente o radial, donde, a partir de un
horizonte homólogo, se van derivando formas diferentes que termi-narán
siendo, prácticamente, irreconocibles:
horizonte secundario (a)
uHorizonte común horizonte secundario (b)
horizonte secundario (c)
Mientras el ((Horizonte común» arranca de un foco de difusión único,
al llegar al Archipiélago se abre en estrella, y, en disposición tentacu-lar,
se asienta sobre distintas unidades territoriales (de siete, en tres is-las,
por ejemplo). La insulanzación empieza a actuar como deriva, y
según se acentúe ésta hacia los arcaismos secundarios o hacia en-sayos
peculiares, de evolución in situ, lo cierto es que pueden devenir
en un segundo estadio u ((horizonte secundario», particular de cada
isla y sin ninguna equivalencia estructural o en el mejor caso, muy di-ficil
de reconocer. Si sobre estos ((horizontes secundarios actúan, pos-teriormente,
otros de distinta procedencia, el resultado, vía Sincretis-mo,
puede ser imprevisible, y cada unidad insular ofrecer un aspecto
tan diferente a sus vecinas que no deja de ser desconcertante; tanto
más, si se repara en el hecho de cómo la vecindad geográfica no ha
sido capaz de potenciar las semejanzas, como se detecta en los espa-cios
continentales, abiertos y de territorialidad continua.
1 . ¿A QUE AFRICAN OS REFERIMOS?:
Tan importante como la correcta aplicación de los métodos ar-queológicos
a la Prehistoria de Canarias, es evitar una serie de recur-sos
tópicos, en exceso socorridos, y sobre los que se pretenden expli-car
los orígenes continentales de fenómenos que en las islas ya han
quedado insularizados.
212 Celso Martín de Guzrnan
La neolitización en Africa del Norte, es un fenómeno que aun
no se ha definido satisfactoriamente, tanto más cuando su esquema
no obedece a los patrones clásicos que operan en zonas neolíticas
por excelencia, como son los ({hogares neolíticos~d e Asia Anterior,
Valle del Nilo y el «Corazón del Sahara». En muchos casos se habla
de un neolítico de pastores, o se asigna una denominación en aten-ción
a los complejos liticos, tradicionalmente tenidos por tales y que,
paulatinamente, están mereciendo una reclasificación. Es el caso del,
otrora omnipresente, aneolítico de tradición capsiense)) (NTC). La
revisión de los complejos epipaleolíticos y su vigencia, y la peculiari-dad
de la metalurgia en Norte de Africa, ha hecho que se produzcan
saltos estadiales, prácticamente de pasar de un epipaleolático (con
ganadería) a un estadio protohistórico, sin un «neolítico» y sin un
,,hvnn~nx\ t - 1 t r rinmn rn n.nt;nnrln nn lo oiionto Aol h l r o A ; t n r 4 n n n Al, \\viviibbn ~ c i iJ bviiiv i rb u i i r i b i i u b bii ia b u b i i L a ubi i v i ~ u i r ~ i i a i i ~i u~. v
obstante, por cierta comodidad y en evitación de complicar más el
ya de por si complejo panorama de los tres últimos milenios en Nor-te
de Africa, seguimos manteniendo, tal como ha hecho Camps
(1974), la nomenclatura neolítica en el área.
Si tuviésemos que resumir, en dos grandes rasgos, las caracterís-ticas
de la neolitización norteafricana, apuntaríamos:
1. Debilidad de la agricultura: Los datos para certificar la im-plantación
de las plantas cultivadas son escasos, y, por lo tanto, im-precisos.
No es suficiente apelar al extra-ordinario foco del Hoggar
(Amekni, VI1 milenio), para cubrir el gran desconocimiento que so-bre
territonos tan extensos se tiene. En su sentido pleno, pareciera
un fenómeno proto-histórico. Tampoco hay que olvidar que hasta el
1.000 B.C., en la zona de Tenere, el ámbito climatiw estaba anima-do
por cursos de agua constantes y por formaciones lacustres de enti-dad
que permitían la presencia de una fauna mayor, ligada al medio
a-u-.u.2i *u:L--u , L-U-I-I-IU I1U--S ~L:-~--~L&p u-p--u-L acr~s- ~U A--:lG.. uL~II~.-, -U.-llCea -> L---UA:I-I: UIGIU--I~-G-S C - - -Gl LU IU-gicas
del epipaleolítico se prolongan y, posiblemente, el mismo géne-ro
de vida, con introducción de algunas mejoras en la talla de la pie-dra
o en el repertorio de los recipientes cerámicas. Estamos ante un
para - neolítico pre- agrícola.
2. Preponderancia de ia ganadería: Lo que se ha definido como
un meolítico de pastores. Los grupos neolítiws (o para - neolitizados)
de norte de Africa, son eminentemente pastoriles. Hay que distinguir
dos grupos, uno de los cuales, el segundo, es el que, evidentemente,
alcanza el Archipiélago:
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 2 13
a) Los ganaderos de bóvidos: Implantados en los macizos y es-tepas
saharianas, en tomo al complejo de Tassili n' Ajjer, y que son
los responsables del gran fenómeno artístico de su arte rupestre.
b) Los pastores de cápridos/óvidos: Que hacen su aparición en
el N. de Africa, a partir del V milenio y que están relacionados con
el «círculo cardial mediterraneo)). Ocupan, preferentemente, la fran-ja
costera marroquí.
Criterios de forma y relativa vecindad han llevado a establecer
paralelismos entre la cerámica prehistórica grancanaria y la cerámi-ca
proto-histórica beréber. Al menos tres características son comu-nes
a ambos repertorios:
-Técnica modelada.
-Fondo plano.
-Decoración pintada geométrica.
Al invocarse el mundo beréber, y en particular la Berbería
Oriental (argelo-tunecina), no hay que olvidar su misma situación
topográfica y su distancia de las islas. El espejismo de lo «africano»
actúa como tranquilizante al presuponer una proximidad con refe-rencia
a las islas que, en la realidad, hay que matizar. Mucho más
cerca queda el área del SW. de la península Ibérica, o, en general,
todo el litoral andaluz.
Este afncanismo no lo es tanto desde que se repara en su posi-ción
septentrional, en el Norte de Africa, y su plena gravitación den-tro
del hinterland del Mediterráneo Central.
A excepción de Gar Cahal, no está documentada en Norte de
Afnca cerámica pintada en el neolítico. Recordemos que la cerámica
neoiitica, en ei Norte de Afnca, se caracteriza por:
-Decoración impresa /incisa: (Con cardium, peine etc.). La ce-rámica
beréber, por el contrario, en su casi totalidad, está pin-tada.
Rara vez.recurre a incisiones o impresiones (Aurés, Ma-rruecos).
-Diseño: Formas cónicas, hemi-esféricas. Ausencia de fondos
planos.
214 Celso Martín de Guzman
-Elementos de suspensión: Gran desarrollo de los mamelones.
Asas poco desarolladas, anulares. Ausencia del vertedero, ya
conocido en el neolítico mediterráneo. El pico vertedero, sin
embargo, se desarrolla en las piezas beréberes.
La cerámica beréber, no puede sustraerse del mundo pan-mediterráneo.
En efecto, el origen de la ceramica piníada de fondo
plano, está datado en el Mediterráneo Oriental, en fechas muy tem-pranas,
y desde aquí, con posterioridad, irradia por todo el Medite-rráneo
(de oriente a occidente, en onda expansiva que se va debili-tando
hacia el oeste). Esta expansión alcanza, en un momento deter-minado,
las costas africanas del Mediterráneo Central, en particular
Túnez y oriente de Argelia. Sus fósiles guías, con criterios formales
serían :
-Vasos de tendencia esférica, subesférica.
-Vasos carenados (carenas muy marcadas).
-Perfiles en «S».
-Elementos de suspensión :
a) Mamelones; mamelones en ángulo recto: que apare-cen
tanto en las cerámicas beréberes orientales de Tu-nicia,
como en los ejemplares de «terramaras».
«Corona de mamelones»: documentada en los mini-vasos
de Aurés y en el Midi francés. Esta decoración
está presente en ambas orillas (septentrional y meri-dional)
con una mayor intensidad en el Bronce para
desaparecer en el Bronce Final e inicios del Hierro.
b) Asas de espolón: Propias de la Kabilia. Se documen-tan,
con anterioridad en Sicilia, en la Edad del Bronce.
Están ausentes en el neolítico, tanto de Stentinello
como del Norte de Africa.
La cronología: En un intento de cronología relativa, y a partir
del criterio de forma, las características tienden a correlacionar los
ejemplares beréberes con sus equivalentes europeos del Bronce Anti-guo
y Medio de la zona central o occidental del M.e.di.te rráneo. Las equivalencias niüifül6gi~ctss on i d a s aiiteílore~a ! i i i i ~ dí e~ !a Edad
del Hierro. En este sentido, habría que estimar que estos repertorios
ceramicos -fondos planos, decoración pintada- alcanzan, a partir
del círculo italo-siculo, las costas afvicanas dentro del II milenio.
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 2 15
LOS TEMAS GEOMÉTRICOS PINTADOS:
Al hablar de cerámicas pintadas hemos de distinguir la cerámica
a la almagra, o de paredes recubiertas de engobe rojo y de la cerámi-ca
decorada con temas geométricos. Ambas modalidades, que se do-cumentan
en el Mediterráneo, reaparecen igualmente en Gran Cana-ria.
Queda por determinar si su introducción en la isla es simultánea,
ya incluida en los ajuares que traen consigo las pintaderas, los idoli-
110s etc. o, por el contrario, estamos ante una facie que convendna
diferenciar. En efecto, ya Santa-Olalla insistió en este sentido, al ha-blar
de la cerámica a la almagra y que constituye un auténtico hori-zonte
que cubre grandes áreas del Mediterráneo.
En el tema concreto que nos ocupa, la «Cultura de la Cueva
Pintadm, y la determinación de su horizonte cultural, nos centrare-mos
.e.n los motivos geométricos pintados y su tipología cerámica. Y a en ei ii miienio, se certifica en Siciiia un conjunto de cerá-micas
pintadas, con temas geométricos, relacionadas con sus antece-dentes
cronológicos heládicos y egeos en general.
El «estilo de Castelluccio» se extiende por toda Sicilia al final
del Bronce Antiguo (hacia la mitad del 11 milenio, es decir, en tomo
al 1.500 B.C.). Este «horizonte pictórico)), y cerámica, alcanza la isla
de Malta donde se documenta el estilo castellucciano, en Bellanti. Si
se acepta que hay una capacidad náutica para saltar a Malta y habi-da
cuenta del desarrollo de la navegación de altura durante milenios
anteriores, nada se opone a que en este momento se saltase a la costa
africana.
El «horizonte Castelluccio» podría correlacionarse con el Helá-dico
Medio y con la cerámica capadociana. En este mismo período
se introducen y se generalizan en Sicilia las tumbas excavadas en la
roca, cuyos orígenes son aún más remotos localizados en Chipre o
en Anatolia.
(0 Cuestión a adelantar: ¿Es este el momento en que, simultá-nnomnntn
o lo r.r\rito rin,.tnnt&*nnl ofArinno -riin;r.;n r.,.nr.rntnmni..,n iibuiiibiirb a ia w a u z a b p b i i L i l u i i a i uiiiutiia, i uiiibia buiiiii~uiiibiirb,
el horizonte de las cerámicas con decoración geométrica, tumbas ex-cavadas
en la roca, pintaderas y antropomorfos/zoomorfos, alcanza
a Gran Canaria, tocando quizá de refilón Gar Cahal, ya en las bocas
del Estrecho? $3 en realidad la navegación es un hecho más o menos
generalizado y cotidiano en el Mediterráneo Central y Occidental,
no es mucho más ciinámico recabar una antropodinamia sobre desii-zamiento
acuático, en cinco días de navegación, sin perder de vista
216 Celso Martin de Guzman
la costa, nunca por más de cinco horas (en el caso de cruzar el canal
entre la costa de Africa y el Archipiélago Canario), que seguir fijos a
la idea de una antropodinamia de desplazamiento sólido, desde Tu-nicia,
atravesando todo el «tell» y bordeando el Atlas para a la pos-tre
tener que saltar, y con qué medios, a las islas? Es más, no hay en
todo el noroccidente africano ningún contexto cultural homologable
a la Cultura de la Cueva Pintada. Faltan esos puntos en el camino de
la difusión. Dato este que viene a certificar que la tal irradiación se
hizo sobre el mar y no sobre tierra).
La cerámica con decoración pintada geométrica, es un hecho
común en el Egeo a lo largo del 111 milenio, y al inicio de la Edad del
Bronce ya se documenta en el área del Estrecho. En tal sentido, de
los vectores antropodinámicos, Gran Canana aparece como una «1í-nea
de fuga», al final de un recorrido imprevisto. Quizá como un
desvie de !us gxnr'es mtav pnr motiws de origen maritimo. La mis-ma
corriente de Canarias pudo ser la responsable de este primer des-cubrimiento,
no buscado, ocasional, del Archipiélago. Lo que parece
evidente es que, los contactos entre el círculo mediterráneo y Gran
Canana no son fluidos, no hay, o no parece haber, algo así como una
«navegación mensual». Esta primera colonia portadora de una alta
cultura cerámica queda desconectada (y posteriormente olvidada),
replegada sobre sí misma, y tan sólo estimulada por otras migracio-nes.
posteriores, que también recalan en la isla para quedar, igual-mente,
atrapadas en este espacio tan escueto y obligadas a ensayar
sus experiencias e iniciar la secuencia insular a partir de su horizon-te
cultural de procedencia.
CUADROM ORFOLÓGICO DE EQUIVALENCIAS:
En los perfiles cerámicas, de los vasos modelados, protohistórios,
Camp hhu ~ i s t i r ? ~ icdcueu trc! series pr;incipa!es (ron tres variantesj en
cada una de ellas) que supone un total de 12 tipos principales:
-Troncocónico: (No se registra el troncocónico invertido, con
la base más ancha que la boca, propio de Gran
Canaria).
-Carenado: (La carena regisIra aitos porceriiajes en Ca-naria,
estimamos que superior a los repertorios de
la Kabilia).
El horizonte cultural ((Cueva Pintada» ... 2 17
-Carenado con borde exvasado: (Equivalentes en Gran Canaria).
-Perfil en «S»: (Con variantes próximas a Gran Canaria).
(Una evidencia negativa: En Gran Canaria no están la «copa de
pie» ni los «vasos de pie alto». Es sintomático que, precisamente, las
«copas y vasos de pie» no son propias del «circulo de Castelluccio»,
hacia el que, por criterios de forma, se aproxima más la «Cultura de
la Cueva Pintada». Son las culturas de Thapsus, Pantalica y Cassabi-le
(Bronce Medio y Final), las que vienen asociadas con estos reci-pientes
cerámicas de pie alto, lo mismo que los repertorios de Norte
de Africa. Con lo cual habría que postular orígenes focales diferen-tes,
aun cuando dentro de un mismo ambiente, muy impregnado de
ese aire común de parentesco, que se va debilitando a medida que se
alejan de los núcleos primigenios. Recordamos como en El Argar,
igualmente, se documentan tales copas, ausentes en Gran Canana.
Por ejemplo, el asa vertedero que está presente en el neolítico anda-luz,
se incluye también en las cerámicas sículas y en Gran Canaria.
En el yacimiento de Sam Ippolitto en Sicilia. En relación a la deco-ración
geométrica, un análisis detenido dará cuenta del hecho de que
son más las diferencias que las semejanzas entre los vasos pintados
de Tiddis y los grancanarios. No obstante la temática próxima de
ajedrezados y retículas, existen otros elementos técnicos y formales
que separan el «estilo de Tiddi s~(i ncluso con sus antropomorlismos
de bailarinas y sus concesiones a representaciones sintéticas florales),
del férreo esquema geometrizante de la decoración de la Cueva Pin-tada).
3. EL «HORIZONTE DE LOS TÚMULOSN
La imbricación en el Período Final de construcciones tumulares
en correlación con la Cultura de la Cueva Pintada, obliga a precisar
aigunas categorias arqueológicas relacionadas con tal fenómeno cul-tural,
igualmente detectado en el Afnca noroccidental y sus antece-dentes
mediterráneos.
Al referimos a «tumulos», entendemos por tales las construccio-nes
artificiales de piedra. En tal sentido, podemos precisar que exis-ten
antecedentes de dichas estructuras funerarias desde el neolítico y
calcolítico en ambientes culturales extra-africanos. Podemos enume-rar
algunos:
2 18 Celso Martin de Guzman
1. Desde el neolítico, en Francia.
2. Estructuras arquitecturales, con gradas, «tipo bazinm, locali-zadas
en el Languedoc y en los «sesi» de Pantellena.
3. Antecedentes de los whouchetn pueden rastrearse, incluso,
en los túmulos pirenaicos con ajuares calcoliticos.
En general, se trata de sepulcros post-neolíticos que se conser-van
en el Norte de Afnca hasta el contacto con el Imperio Romano
y la llegada del Islam a partir de cuando terminará por imponerse el
tipo de sepultura plana con estela.
Conviene renunciar a términos como megalitismo que han apor-tado
más confusión que claridad al tratar al conjunto de estas tumbas
africanas, pues ni sus materiales ni su concepción obedece a lo que en
otros puntos de Europa, principalmente de la fachada atlántica, se es-tiende
p r h !. Parece entnnces m& rrrlpciiad~h ablar, cnmn ya 10 han
hecho otros investigadores, de para-megalitismo, e interpretarlo
como un vector secundario y cronológicamente más moderno del gran
fenómeno megalítico que bañó gran parte de Europa.
En cualquier caso, el para-megalitismo norteafricano bascula
hacia sus antecedentes rnediterraneos.
Descartamos los denominados doimenes (aun cuando aigunos
eruditos canarios del siglo pasado como Grau-Basas hablaba de «el
dolmen, de Tirajana», evidentemente llevado por la moda francesa y
la influencia del Dr. Chil y Naranjo, y denominando impropiamente
como tales megalitos a otras construcciones muy distintas). No obs-tante
el fenómeno dolménico alcanza el N. de Africa:
1. Son mas abundantes en Argelia oriental, en Túnez central y
occidental. Con menor intensidad reaparecen en Marrue-cos.
2. Son prácticamente desconocidos en el área sahariana.
? Ciic í i n t ~ r ~ d ~ nmt 6mi nrrínimnr se ubi<iin en Italia y Cerdeña. d. U"" r--..-------
Estas construcciones funerarias están realizadas con piedras talladas.
Los dó lmenes norteafricanos quedan tipológicamente más cercanos a
los dólmenes simples sin corredor europeos, cuyo origen parece ser
neolítico. La pobreza de los ajuares dolménicos norteafricanos es
müy acenhudu. Tun $!e escisas cerámicas nleYe!a&s.
Los túmulos norteafricanos han merecido la atención de
varios arqueólogos (Reygasse, 1950. Camps, 1961), que han intenta-do
su jerarquización. Entre estas construcciones de piedra seca se re-
El horizonte cultural ((Cueva Pintada)) ... 219
gistran, de acuerdo a su disposición y estructura arquitectónica, los
siguientes tipos:
1. Túmulos sin fosa ni cámara: Extendidos por todo el
Sahara y de cronología incierta.
2. Tumulos con caja&neraria: Esta «caja» hay que diferenciar-la
de la fosa, pues está construida sobre el suelo, con losas
verticales, o con muros de piedra. La cubierta de la «caja»
puede hacerse con losa, en falsa bóveda, o simplemente
amontonando piedras. Este tipo de túmulo se extiende por el
Sur de Tunicia y alcanza el Valle del Dráa. Se corresponde
con dos datos culturales:
-Posición del cadáver: contraída.
-Ajuar funerario : Pobre.
3. Túmulos con plataforma o cráter: Que permite inhumacio-nes
sucesivas sin necesidad de destruir las estructuras anterio-res.
Es una arquitectura medular en extensión, con posibili-dades
de prolongación y en crecimiento. El ejemplo mas ca-racterístico
es el túmulo de Aim-el- Hamara.
4. Túmulos con fosa: Responde a una inhumación sincrónica
(individual o colectiva). Para Gsell habría que hablar de cro-nologías
más modernas.
-Posición del cadáver: posición extendida.
(0 Una variante: Estatía representada por los «túmulos de tierra
amontonada)), y que tiene su correlación en el célebre túmulo de El
Agujero, costa de Gáldar, desaparecido al poco de su descubri-miento,
en los años 30).
Ejemplos espectaculares de túmulos, ya prácticamente histón-cos
correspondían al de Mezora, en Arzila, Marruecos. Para Tarra-del1
(1952), a pesar de su carácter megalítico es una construcción es-trictamenteindígena.
Dentro de ios denominados «tÚmuios de tierra
amontonada» hay que distinguir:
1. Con cerco de monolitos (Mezora, Guethna).
2. Con círculos interiores concéntncos. (Abundan en Túnez, y
algunos contienen verdaderos dólmenes).
3. Túmulos con cubierta o capa. Con una capa de arcilla, im-permeable,
que impide las filtraciones hacia el interior.
220 Celso Marh de Gtrzmán
Por su relación con los túmulos de Gran Canaria, hay que hacer
referencia a los que los árabes denominan «chouchet» y «bazina».
Los ((chouchet)): Nombre tomado del topónimo Chouchet-er-
Rocimail, sitio arqueológico estudiado por Payen (1859). A estos
«chouchet» hay que remitir, tipológicamente, los túmulos de la costa
de Gáldar, en particular el panteón principesco de La Guancha,
donde se observan accesos escaleriformes, y deambulatonos internos.
Las características estructurales de los chouchet se resumirían en:
-Sepultura de planta circular, a modo de torreta (de 2,50 a 3
metros), cuyo muro exterior esta bien construido.
-El interior alberga una sepultura cuadrangular, pero de di-mensiones
insuficientes, como para disponer en ella un cadá-ver
en posición extendida. Hay dos datos denonativos:
-Cuerpos contraídos.
-Pobreza de los ajuares.
(En el túmulo de La Guancha en la costa de Gáldar, pareciera
que se combinan dos tipos de enterrarnientos. Existen cajas pétreas,
donde pueden disponerse, en extensión, los cadáveres, u otros recin-tos
más pequeños, donde podría practicarse un enterramiento con-traído
o de tipo secundario, después de haber descarnado y desarti-culado
el cadáver).
Generalmente estas estructuras turrformes carecen de cubierta.
Las bazinas: Término beréber que significa «cerro», y que es em-pleado
en Argelia y Túnez. Fue puesto de moda, en 1867, por Le-toumeux.
Por «bazinas» entendemos estructuras funerarias que pue-den
recubrir una fosa o cámara y estar dotado de un acceso con co-rredor,
además de un cráter. De acuerdo a sus variables estructurales
se han llegado a diferenciar hasta cinco subtipos:
1. Raztrcls CO?Z t-eci~tns cnncé~tricns: Cm hi!em dispiiectas
muy próximas unas de otras, con plataforma en la parte su-perior
(Bazina de Oued Ouerk).
2. Bazinas con caparazón: De planta circular, elíptica o cua-drangular,
circunscrita con una hilera de losas (Bazina de
Ain - el - Hamara).
3. Bazinas con gradas: Son no más de tres gracias, con piecirds
y placas que rellenan los espacios inter-gradas. Es un tipo
muy extendido, localizándose en el Tell, Tebessa, Meknés.
El horizonte culturul ((Cueva Pintada)) ... 22 1
4. Bazinas con gradas cuadrangulares o ((pirámides con gra-das
»: De planta rectangular o cuadrangular, puede terminar
en una pequeña pirámide. En las proximidades de la tumba
se colocan monolitos hincados verticalmente. Hay claras re-sonancias
egipcias. (Región de Fezzan, Marruecos. Posible
origen nilótico).
5. Bazinas de estructura cilíndrica: De base circular, con un
murete de piedra seca, a modo de anillo de circunvalación.
Relleno de piedras y tierra. Es propio de la región árida del
Sur (Ain Sefra, Ain-el-Hamara).
El área de expansión de las bazinas alcanza desde Sirtes al
Atlántico y desde el Mediterráneo al Níger. Junto a ellas aparecen
otros «túmulos informes)), como amontonamientos, especialmente
visibles en el Sahara Occidental y que no se ajustan a un modelo
constructivo determinado.
No se puede pasar por alto el hecho lingüístico de que túmulos y
bazinas coinciden con el territorio ocupado por los beréberes. No es,
pues, exagerado conectar los túmulos de Gran Canaria con este área
cultural que tiene tan profunda penetración territorial. La misma
presencia berferófona en Gran Canaria, como un elemento super-puesto
al sustrato mediterráneo anterior, ejemplificado por la cultura
de la «Cueva Pintada*, no ofrece grandes dificultades de correlación
con el área berberófona próxima del continente africano. El «hori-zonte
continental de la cultura de los túmulos~a, lcanzó a Gran Ca-naria,
con posterioridad a la instalación en la isla de la Cultura de la
Cueva Pintada. (Hipótesis que se mantiene en el presente ensayo de
aproximación).
4. LOS «HIPOGEOS» Y CAMARAS EXCAVADAS ARTIFICIALMENTE EN
LA RGCA
Cuando hemos hecho referencia, dentro del contexto arqueoló-gico
del horizonte cultural «cueva Pintadan, a los hipogeos decora-dos,
hemos querido acentuar las caractensticas visibles (y no ignora-mos
que, quizá excepcionales) del recinto ceremonial de la Cueva
Pintada, yacimiento «príncipe» en muchos aspectos, incluido el de
la historia de los descubrimientos (1873).
222 Celso Martin de Guzmán
Podríamos hablar de ((hipogeos sin revestimiento» para distin-guirlos
de los hipogeos púnicos, que ofrecen sus paredes recubiertas
con paramentos artificiales y donde tan sólo el techo conserva su as-pecto
natural. Sin embargo, también entre los hipogeos grancanarios
podría hablarse de revestimientos, a1 menos en ciertas cámaras pala-ciegas,
forradas y selladas con tablones de madera. Seguimos pues
manteniendo el término «hipogeo» para las cuevas artificiales desti-nadas
a fines ceremoniales, contengan o no sepulcros, y cuya ordena-ción
en cámaras, decoradas con pinturas parietales, le otorga un ran-go
y funcionalidad específica.
En el contexto de los hipogeos norteafricanos se unen tres ele-mentos:
los «haouanet» (de los que nos ocuparemos a continuación),
las tradiciones para-megalíticas, y las tumbas púnicas de pozo y es-calera.
En su mayoría se trata de enterramientos secundarios donde
se depositan ios restos hüiiiañvs, desaiticü:ados. Algüiius ha3 prcj-porcionado
restos correspondientes a 30 indivíduos, con sus 30 crá-neos,
cada uno de ellos acompañado de su cerámica votiva o vaso fu-nerario.
En otros, los cráneos pueden aparecer alineados a lo largo
de las paredes. En cualquiera de los casos, se trata de monumentos
funerarios excepcionales (tumbas señoriales). Los ejemplos más es-pectaculares
serían :
-Kalaat Es-Senam (Túnez). Sin ajuar funerario.
-Sila (Constantina, Argelia). Con ajuar y monedas númidas y
cerámica romana, del siglo 1 d.C.).
Una variedad de «hipogeos», pero evidentemente dentro de otro
contexto arqueológico, son los denominados «haouaneb), que por
sus menores dimensiones tampoco pueden correlacionarse, satisfac-toriamente,
con el complejo ceremonial de la Cueva Pintada, aun
cuando en ambos aparezcan sus paredes decoradas con pinturas.
Los haouanet, son pequeños hipogeos, excavados en afloramien-tos
de gres, de rocas caicáreas, biandas, eii coite veltid, SUS abertü-ras
de acceso son siempre verticales, y sus dimensiones bastante re-ducidas
llegando a 0.80 x 0,50 x 0,70 m. (Auténticos nichos más que
«hipogeos» en el sentido monumental que se concede a estos últi-mos).
Su interior obedece a distintas disposiciones, ofreciendo varie-dades
principales:
a) En cámara cúbica: Que es la forma más simple, con un solo
espacio interior sin ningún tipo de ramificaciones.
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 223
b) En cámaras' múltiples: Localizados preferentemente en la
costa E. de Túnez, en El Harouri. Estructuras subterráneas
similares, y que ya se pueden correlacionar con la Cueva Pin-tada
sena igualmente las cámaras múltiples de Cassabile y
Pantálica, en Sicilia, o la de San Antonio, en Cerdeña. En
esta última isla, Serra llamó la atención sobre los fuertes pa-ralelismos
y analogías formales entre sus repertorios cerámi-cos,
de diseño troncocónico y fondo plano, como en Gran
Canana.
Los «haouanot», registran otros elementos visibles:
-En la decoración parietal, donde pueden aparecer pinturas o
insculturas, con círculos o esquemas circulares que se han
querido relacionar con los cultos astrales o solares.
-En lns temas pictbricn~ donde se ocanncen b r fil-ntps &.
inspiración :
l. Geometncismos: Espirales.
2. Figuraciones: peces, animales terrestres, navíos. (Este
repertorio iconográfico totalmente ausente en las pin-turas
de Gran Canana).
Algunos investigadores han querido ver en estos «haouanot»
una derivación de las sepulturas púnicas. Para Camps no existen esas
dependencias:
a) Las pequeñas dimensiones de muchos ((haouanotw obligan a
depositar el cadáver replegado o descarnado.
b) Para Camps este tipo de sepulcro fue introducido en el Nor-te
de Afnca (Tunicia) desde el Mediterráneo oriental y Cen-tral.
En efecto, ya al final del Bronce y principios del Hierro, se do-cumentan
en Sicilia tipos similares a los de Túnez, fen Cassabile y
Pantálica, Sicilia).
El mismo hecho de que las mayores concentraciones de estas
tumbas se localicen, precisamente, en el área occidental de Tunicia
parece apoyar la hipótesis de su procedencia siciliana. El puente
sículo funcionó desde el Neolítico (Lípare, Pantelena), y vuelve a ser
xti!imUe s~cesiv~~llefeir?te !2 ::Edud de !es meta!es::.
Una última variedad de sepulcro protohistórico serían los asilos
funerarios» que se localizan en el interior de Marruecos y Argelia
224 Celso Martin de Guzman
occidental. Estos tendrían su correlación en la Península Ibérica en
la Loma de los Peregrinos y que se han fechado en el Bronce Anti-guo.
Para Berdichewsky (1964) el orígen de la tumba en silo es
contemporáneo de Millares 1, y perdura durante todo el Bronce.
Hay que distinguir dos formas:
l . Silos simples: En «dieño de calabaza)), orificio cenital circu-lar
que se cubre con una losa. Dimensiones reducidas, que
rara vez superan los 2 metros.
2. Cámaras agrupadas: Para Bernabó Brea (1 954) hay que rela-cionarlas
con las de Andalucía Oriental. En el Norte de Afri-ca
se documentan silos sensu stricto y que no han sido utili-zados
como sepulturas.
Un problema no resuelto y de interesante significación cultural,
ü parti: de UI? c~fitrxte ugri'co!~, sm'2 exp!icx CI~I !m silos de
Oran y Marruecos desviaron su función inicial para servir de tumbas
ocasionales.
En Gran Canaria, se documentan varios silos, o «pÓsitos», exca-vados
en el suelo, y que en el caso de Taya (en Gáldar) o en los
ejemplos de Firgas, no se ha podido certificar su funcionalidad fune-raria.
5. EL «HORIZONTE DE LOS CARROS»
Un estudio, relativamente reciente, de Milbum en el Coloquio
de Senanque (1 98 l), y su referencia a un «carro» entre los grabados
del paredón de Balos, ha vuelto a poner de moda aquellas sugeren-cias
que abundaron en la literatura arqueológica de los años 40,
cuando se aseguraba la presencia de naves y otras escenas fantásticas
en el arte rupestre canario (Hernández Benítez, Jiménez Sánchez,
r.t n \
GLC. J .
Consideramos, por lo tanto, oportuno hacer una referencia al
«horizonte de los carros» que en el estado presente de nuestros cono-cimientos,
y en lo que a Gran Canaria se refiere, no deja de ser una
evidencia negativa más.
Mas que.un «carro», en nuestra opinión (contrastada «in situ))),
el grabado que interpreta Miibum como un carro sahariano, se apro-xima
a una burda representación, por otra parte tan frecuente hasta
nuestros días, del Órgano sexual masculino; pues, en verdad, ninguno
El horizonte cultural ((Cueva Pintada)) ... 225
de los elementos identificadores de los carros sahananos (timón, ba-randa,
ruedas radiales ...) están indicando que nos encontramos ante
un artilugio similar a los que se documentan en grandes áreas del
Africa noroccidental, a partir de la penetración de los hicsos en
Egipto (1 730 B.C.).
Los repertorios de carros, en Afnca del Norte, obedecen a dos
contextos, que aunque estén relacionados, hay que diferenciarlos: los
carros pintados y los carros grabados, estos últimos casi exclusivos
del área occidental.
En cuanto a los carros pintados del sahara central hay que reco-nocer
los paralelismos evidentes que guardan con los carros micéni-cos
(carro de Pnnis en Creta), o con las representaciones en marfil de
Enkomi (Chipre). No deja de ser curioso que estos carros, con caba-llos
a «galope tendido)), aparezcan asociados a representaciones de
espirales, pintadas igualmente.
La hipótesis debida a Graziosi (1942) de que los carros estuvie-ron
muy extendidos, en la realidad histórica, por el Sahara, confor-mando
una auténtica red de comunicaciones y actuando como mo-tor
económico y cultural, parece hoy definitivamente abandonada.
Ya nadie cree en un «trans-sahanano)) en la Edad del Bronce. Estas
hipótesis fueron, más o menos, animadas por Lhote y Mauny que in-terpretaron
la existencia de una ruta hacia el Oeste y otra hacia el
centro-sur. La primera, pondna en comunicación el Magreb occi-dental
con el Niger (hasta Tombuctú, vía Adrar, Mauritania). Y la
segunda, iría desde Fezzan a Adrar de los Iforas, vía Tassili n'Ajjer y
Hoggar. En opinión de los investigadores citados, estas rutas serían
las que posibilitarían la penetración de las influencias mediterráneas
hasta el corazón del Gran Desierto.
6. EL FOCO METALÚRGICO INDÍGENA DEL SAHARAO CCIDENTAL
Con los estudios de Mauny (195 l), y posteriormente de Lambert
(1967), ha quedado documentada una incipiente metalurgia indige-na,
en el área occidental sahariana, con evidencias de explotación y
tratamiento posterior del cobre.
El hallazgo, en 1958, del yacimiento de Medinet Sbat (Maurita-nia)
ha ido impulsando el desci.~brirnienti de ynsterinres sities re!.-
cionados con la minena y la metalurgia, en un radio no superior a
los 50 km., en una zona que en la actualidad se ofrece en extremo
226 Celso Martin de Guzman
árida y completamente despoblada. Minas y afloramientos minem-les,
como los de Akjoujt o Saint Barbe y Leigetat, coinciden con el
área arqueológica de donde proceden más de un centenar (1 13 pie-zas,
en 1970), de herramientas de cobre. Estos materiales aparecen
en dos concentraciones principales: una que gravita en tomo a Me-dinet
Sbat, y otra que lo hace hacia Akjoujt, con Foum Tizequi al N.
y Baraouka al S.
Es interesante consignar la cerámica que acompaña a este foco
metalístico. En Medinet Sbat se localizó un cuenco, con su zona su-perior
decorada wn impresiones pivotantes y acanaladuras paralelas
(arrastrados?).
Las piezas metálicas están realizadas, en su totalidad, en abre
arsenicado (en una proporción que alcanza e1 0,80%). Asociado al
cobre y como aieación de base, ia plata representa entre el O,OOlO/o y
el 0,10%, y el níquel entre el 0,001% y el 0,40%. Tan sólo en un ins-trumento
(un bastoncillo), es posible hablar de bronce, con un por-centaje
de estaño de 3,5% (Lambert, 1970: 15-62).
Los artefactos han sido clasificados como armas: puntas de
prey~cti!, p ~ n t &~ s L a f i z q y En úfiice p ñ ~ q! ~ e , ~ p i ~ i b&f .i
Camps podría ser, incluso, de procedencia europea, concretamente
de la península Ibérica. Se registran también otros útiles (wmo alfi-leres,
buriles, ganchos, bastoncillos), objetos de adorno (anillos, aros,
colgantes), lingotes, barras y otros fragmentos.
Si bien en Medinet Sbat no son evidentes los testimonios de una
actividad metalúrgica industrial, sí lo es en Lendena, donde han apa-recido
escorias y residuos de fundiciones, así como «pozos» utiliza-dos
posiblemente como hornos primitivos.
La escasa y pobre cerámica de estos yacimientos pareciera ser
un ew debilitado de la cerámica atlántico-marroquí, con una dew-mvih
impres:: e i.r?cisa c;ue se ii,sh!u e: !u frü::ja süperio: cercana u
la boca de la pieza.
Cronológicamente esta actividad metalúrgica se desarrolla den-tro
del 1 milenio y alcanza hasta el siglo V B.C. Se apaga con la apa-rición
y la invasión que supone, el hierro en la región, procedente
tanto de la fachada mediterránea como del S.E., vía Sudán. Esta inci-piente
metalurgia mauritana podría estar conectada con el ((horizon-te
de los carros)), que se documentan en las rocas grabadas de Bir
Igueri, Amazmaz y Guelb Acutitetl (todos en Mauritania). Estos fe-nómenos
actúan sobre el sustrato local del que se ha denominado
Neolítico de Tradición Mauritana y donde se documenta (en pleno
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 227
11 milenio), estructuras de paredes rectas, hechas con piedra seca y
que, obligadamente, invitan a correlacionar con sus símiles de Gran
Canaria. Lo que sí es evidente es que estos metalúrgicos no tocan el
Archipiélago Canario, pues ni siquiera se han podido localizar pie-zas
metálicas introducidas vía intercambio.
7. DEFINICIO(NPO R CONTRAPOSICIÓN) DEL HORIZONTE CULTURAL
«CUEVAP INTADAD
En un intento de superar el «invasionismo» (Pérez de Barradas,
1939), con el que se explicó el poblamiento de las islas, por medio de
sucesivas «oleadas», nos parece más consistente insistir en el «siste-ma
cultural polimórfico».
Al referimos: en concreto: al horizonte cultural ((Cueva Pinta-da
», lo entendemos como una estructura que admite varias lecturas,
simultáneas, pero también complementarias:
1. Como un registro arqueológico susceptible de ser objetiva-mente
valorado, interpretado y «explicado». Más que cuanti-
Jicar hay que explicar.
2. Como una estructura compleja, social, económica e institu-cional
que emerge, sobre otros componentes, semi-aglutinados,
pero que aun se puede reconocer independiente-mente,
en el Penodo Final de la prehistoria insular.
Como hecho arqueológico (evidente, contrastable, sometido a
control científico) la «Cultura de la Cueva Pintada», a partir de la
valoración de su yacimiento principe, y de su implantación insular
en otros contextos, se asimila a la noción de horizonte en desplaza-miento
territorial (y temporal, por supuesto), que equivaldna a la
idea de sustrato mediterráneo, restringiendo este uso a aquellos ele-mentos
que hemos detectado en el Mediterráneo Central y que dina-mizan
la vida del paso de las sociedades agncolas a las de la metalur-gia,
en una línea cronológica circa 2.000 B.C.
A partir de la determinación de tal complejo arqueológico, cuya
secuencia cultural podría ser Cueva Pintada 1, 11 y 111, en equivalen-cia
con el Período Inicial, Medio y Final de la Prehistoria de Gran
Canaria, hemos puesto en marcha una serie de cuestiones no resuel-tas,
y sobre las cuales girarán y se orientarán nuestras posteriores in-vestigaciones:
228 Celso Martin de Guzman
-¿Cuándo se asientan en la isla los portadores de la Cultura
Cueva Pintada?
-¿Cuál es su relación con los teóricos horizontes culturales que
le anteceden y /o le suceden?
-Acaso este repertorio de cerámicas pintadas, sellos-pintaderas,
idolillos de arcilla, hipogeos decorados, viene ya imbricado
desde el continente con otros elementos tan dispares como la
momijicación o los sepulcros tumulares?
-¿Saltó todo junto (en el mismo cesto), en una misma y única
migración, y al mismo tiempo?
-¿Hay una sola entrada en la isla, con la totalidad del reperto-rio
ergológico, con un solo portador cultural, que es el mismo
que, en estado de «hibernación cultural», encuentran los eu-ropeos,
unos 1500 o 2.000 años después de que se produjera
ruta ecupuciSn, por vez primex, de !2 is!a?
-¿O hay que postular, razonadamente, que el poblamiento de
Gran Canaria se hizo escalonadamente, aun cuando la inter-mitencia
entre los primeros y los sucesivos inmigrantes sólo
represente en cifras absolutas números inferiores a los 100
años, pero suficientes para, a partir de procedencias distintas,
explicar el auténtico «bricolage» en que deviene el soporte
cultural de la sociedad prehistórica y su constitución polimór-fica
y poliétnica?
Un procedimiento corológico aplicado a la Prehistoria de Cana-rias,
tanto en sus relaciones endógenas (dentro del Archipiélago),
como exógenas (en el ámbito de lo extra-insular, preferentemente
Norte de Afnca y Cuenca del Mediterráneo), nos permitirá determi-nar
las relaciones entre la cultura que pretendemos fechar y otras
culturas próximas cuya cronología relativa ya es conocida. Esta ope-ración
sintáctica, exige el exacto conocimiento y valoración, y desa-rrollo
de la cultura que se pretende correlacionar e integrar dentro de
un esquema más amplio de «área cuiturai)) o de ((horizonte cuitu-ral
», pues no se puede acceder a la aceptación de un «horizonte cul-tural
» si no se dan relaciones paralelas. O al menos:
a) Equivalencias estadiales o de tipo homotaxial.
b) Equivalencias cronológjcas relativas, que permitan hablar de
un mismo penoao, aun cuando en cifras absoiuias se regis-tren
fenómenos locales de anacronia.
c) Conexiones y derivaciones culturales evidentes.
El horizonte culfural ctCueva Pintada)) ... 229
En este intento de extraer del análisis endógeko (del modelo Ar-chipiélago),
datos válidos para establecer, donde las hubiese, seme-janzas
y dicotomias de acuerdo a los criterios de forma y/o cantidad,
no así de contiguedad por el imperativo geografico de la insulariza-ción
o del espacio roto, nos referiremos a un universo arqueológico
ya determinado en sus líneas fundamentales (Cuscoy, 1968), como lo
es de que nosotros -con cierta comodidad y sin entrar en matiza-ciones-
vamos a llamar «Cultura de Tenerife)).
Una valoración objetiva de la «Cultura de Tenenfe)) nos pone
ante unos repertorios ergológicos más homogéneos y un registro más
cohesionado y compacto, un estilo de vida más unitario y, en fin,
una unidad cultural que contrasta con la pluralidad que se observa
en Gran Canaria.
Gracias a los estudios de Cuscoy (1968), y posteriormente a las
excavaciones de Acosta-Pellicer (l971), son pocas las cuestiones que
permiten controversias contextuales de su cultura material, por la
misma precariedad del habitat y otros condicionantes que actúan
como invariables en la estructura social y cultural del ((habitante de
Tenerife)). Este informe de elementos arqueológicos, que se interpre-tan
como integrados en un mismo ((horizonte cultural» serían:
-Enterrarnientos sepulcrales en cuevas.
-Momificación.
-Cerámicas de fondo curvo, con vertedero vertical, decoración
incisa-impresa en la zona próxima a la boca.
-«Segmented beah.
-Molinos circulares.
-Economía predominantemente pastoril.
-Instituciones tribales.
-Organización territorial cantonal.
-Bipolaridad morfométrica: polo cromañoide/polo mediterra-noide
(que habría que revisar).
De todos estos elementos, vamos a centramos en el de la momi-ficación,
por estimarlo altamente denotativo a nivel de la valoración
institucional y estratificación social, y que es un rasgo cultural co-mún
a Gran Canaria y Tenerife, contrastando con la disparidad ab-soluta
en el total de la lista de rasgos (si se exceptua el molino circu-lar
o la utilización de la obsidiana), para ambos universos arqueoló-gicos.
Ya se ha reparado (Fuste, 1962 y Schwidetzky, l963), en la dife-
230 Celso Martin de Guzman
rencia de portadores para el fenómeno de la momificación. Mientras
que para Gran Canaria el portador cultural de las momias parece
aproximarse al polo cromañoide, en Tenerife lo es hacia el polo me-diterranoide.
Probablemente se ha sobrevalorado la estimación an-tropológica
física de esta correlación y habría que invertir el proble-ma
dándole prioridad al hecho cultural y no a los datos morfométri-ws
de la población. No obstante, quedan en el aire algunas otras
cuestiones:
-¿Las momias de Gran Canaria se corresponden, en todos los
momentos de la secuencia, con la cerámica pintada, pintade-ras,
idolillos, o con la serie de cerámicas lisas, sin decoración
pintada, de bocas anchas y que se documentan, por ejemplo,
en otros yacimientos de Mogán o Gáldar?
-¿Todas lis tiirnha con momias han dado materiales asociados
tipo Cueva Pintada?
-¿Se puede hablar de dos tipos de ajuares, de dos tipos de cerá-mica
y, por consiguiente, de «dos tiempos» o fases dentro de
la secuencia, con incorporación de nuevos tipos y/o la susti-tución
o desaparición de los primitivos?
-¿Qué momias han dado fechas absolutas más antiguas: las que
aparecen con ajuar tipo «Cueva Pintada», con vasos sin dew-raro
las que no vienen asociadas a ningún tipo de ajuar?
-¿Es la momificación el ritual funerario más antiguo de la isla?
-¿Cual es su relación con otros enterramientos secundarios,
con cadáveres desarticulados en sepulcros colectivos como el
del Hormiguero (Firgas)?
-$e ha interpretado correctamente la momi'cación, o igual-mente
se ha englobado en ella otros cadáveres protegidos con
sudarios vegetales, o con pieles, pero donde, en realidad, no
existe evidencia de que el cadáver fuera preparado ex profeso
mnmificadn?
-¿Se han documentado momias en el interior de cuevas artifi-ciales?
Otro bloque de interrogantes se generan a partir de aquí:
-¿Si se considera la cultura de las momias (o el ((horizonte de
las momias») como perteneciente a un mismo poítadur ~u!:U-ral,
y por lo tanto dentro de un mismo universo material o er-gológico,
cómo se explica que ninguno de sus rasgos -a no
El horizonte cultural ((Cueva Pintada)) ... 23 1
ser el hecho mismo de la momificación-, y ni siquiera las
caractensticas morfométricas de su portador, sean equivalen-tes
entre Gran Canaria y Tenerife?
-¿Las momias procedentes de Guayadeque, que aparecen aso-ciadas
a cerámicas tipo «Cueva Pintada)), son iguales a las de
Tenerife, o no estaremos ante símiles pero no ante fenómenos
estrictamente coincidentes?
-¿Si los segmented bead corresponden al horizonte de las mo-mias,
por qué no están presentes con éstas en Gran Canaria?
¿Puede decirse lo mismo de la cerámica de fondo curvo casi
inexistente en Gran Canaria?
Con otras palabras: A excepción de los molinos circulares, la
utilización de la obsidiana y el uso de juncos y pieles, nada hay en la
cultura material de Tenerife que se corresponda con la de Gran Ca-naria.
Las concidencias entre Tenenfe y Gran Canaria quedarían esta-blecidas
en los siguientes rasgos:
Momias-obsidiana- tejidos - pieles-molinos circulares.
Es interesante el dato que aporta el molino circular, presente en
ambas islas, en el sentido de una cronología relativa, no así el moli-no
naviforme, al parecer desconocido en Tenerife, a pesar de ser
más arcaico..
En efecto, en relación al molino circular éste se expande por el
Mediterráneo con la romanización (111 a.c.), lo cual, de aceptarse su
vigencia, en la ((cultura de las momias)) nos estana dando una esti-mación
cronológica aproximada. Pero claro, otras preguntas:
--¿No habrá momias con anterioridad a la introducción del mo-lino
circular?
-¿Quiénes introducen, post quem 111 a.c. este artefacto en el
Archipiélago que alcanza simultáneamente a Tenerife y a
Gran Canaria?
-¿V.- 1- +-:-. n-hn" o+..:-" ..A" ea,.,-
1 a iu uaiaii aiiiuaa Griiiaa, PUL J , , u d ~ , dede e! CGE~C!??~,
incorporado a sus correspondientes repertorios de cultura ma-terial?
-¿Cómo es posible que conociéndose un sistema de rotación
circular, como el molino, se desconozca otro invento relacio-nado
con él como es el tomo alfarero y que precisamente se
generaiiza en ei Mediterráneo con ias navegaciones cartagine-sas?
232 Celso Martín de Guzmán
En consecuencia, siendo coherentes con los criterios de forma,
cantidad y contigüedad (proximidad en este caso), hemos de recono-cer
que ambos registros contienen los repertorios materiales suficien-tes
y diferenciados para acceder a su discriminación cultural. En tal
sentido, la noción de horizonte se ajusta a valorar esos rasgos que se
detectan en un complejo cultural y no en otro, aun cuando en am-bos,
igualmente, se reconozcan otras filiaciones y concomitancias.
Esta necesidad diferenciadora es tanto más recomendable cuando, a
pesar de la vecindad, separadas por apenas un brazo de mar de 60
km. Tenerife y Gran Canaria gravitan sobre dos centros contrapues-tos.
No bastan esos factores pancanarios del sustrato, ni tan siquiera
el equívoco berberismo, que recubre como un barniz lingüistico a la
mayor parte del Archipiélago, para establecer analogías. Los crite-rios
estrictamente arqueológicos deben prevalecer sobre otras tantas
sugerencias complementarias.
8. EL PROBLEMA SECUENCIAL: ¿LA SECUENCIA AUSENTE?
El tratamiento secuencia], aun cuando en el momento en que
redactamos estas líneas no se disponga de una estratigrafía que per-mita
precisar el proceso cultural insular en su prehistoria, exige,
como mínimo (pues, nuestra arqueología canaria sigue estando «bajo
minimosn) establecer una periodización teórica. Este intento suscep-tible
de ser matizado, subdividido o variado, según lo aconseje la
marcha de las investigaciones, no afecta en absoluto ni prejuzga nin-guna
incardinación de los horizontes, en orden a su sucesión crono-lógica,
sino que engloba el desarrollo -general de la Prehistoria de la
isla en tres grandes periodos, por otra parte lógicos, y presentes en
todas las culturas del planeta:
Periodo inicial: Oue correspondería al de los primeros asenta-mientos
humanos en la isla, y la implantación en ella de, al me-nos,
uno de los tres grandes horizontes culturales que se detec-tan
en el momento final del sincretismo. ¿Es la Cultura de la
Cueva Pintada la primera en llegar? ¿Son estos primeros pobla-dores
los portadores de las momias? ¿Coincide este momento
~ ü i a ic~on! !o qüe se ha wíiiQ Ilaiiiaiidci ~ ü ~ t i üptüo~ ~ ü i i ~O~ i : ~ ,
núcleo primigenio, u horizonte arcaico, o en un sentido genera-lizador
como nosotros mismos hemos apuntado (Tesis Doctoral
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 233
1978) un horizonte en cierta medida equivalente a Tenerife y
Gran Canana, y que denominamos ((Cultura de las Cuevas»?
Período medio: Se iniciaría, teóricamente, con la llegada del ho-rizonte
o ((Cultura de los Túmulos», que se interpreta como más
moderno, o con otras palabras, en ningún caso los primeros ha-bitantes.
Estructuralmente, este periodo se correspondería con el
Formativo insular, pues ya están dentro de la isla todos los ele-mentos
que van a desembocar en el sincretismo final.
Período final: Momento del sincretismo cultural. No hay duda
de que la ((Cultura de la Cueva Pintada* al menos en sus cerá-micas
y grutas y palacios decorados sigue vigente hasta la Ilega- ,,
da de los europeos. 0
S
0
Paralela a esta secuencia general, hay que encajar el desarrollo a -
%
particuiar y ei comportamiento de la Cultura de la Cueva Pintada, óS"
localizando su momento de entrada, en uno de los tres periodos, aun I
2
cuando todos los indicios apuntan a situarla en el Periodo inicial, % 1
bien como primeros pobladores o inmediatamente después de la 5
((Cultura de las Cuevas» (que identificamos con los portadores de Y
momias). -
0m
Los cntenos de forma y una explicación corológica del comple- 1
jo arqueológico Cueva Pintada, pareciera estar en ventaja con el res-
"
g
to de los horizontes, incluso, con el de las momias, si se acepta el in- a
dicador cronológico del molino circular como elemento asociado a -E
a
los aportadores de momias)). Bien es verdad que, en contextos cultu- A a rales tipo ((Cueva Pintada», también se documentan estos molinos a
0
pero, evidentemente, tampoco se sabe cuando se incorporan al re- 5
pertorio original de las cerámicas pintadas, sellos pintaderas y otros O
elementos que en el Mediterráneo son muy anteriores, y que ya he-mos
situado en tomo al 2.000 B.C.
9. LOS ÍDOLOSD E ARCILLA Y SU VIGENCIA EN LA CULTURAD E LA
CUEVAP INTADA
En los repertorios de los ídolos de arcilla, documentados en las
excavaciones arqueológicas de la misma Cueva Pintada, se distin-guen
dos estilos que en el Mediterráneo están perfectamente contex-tualizados:
234 Celso Martin de Guzman
A) El estilo naturalista: Que corresponde a representaciones
antropomorfas y zoomorfas de la divinidad o de la satanidad,
y que tienen su máxima expresión en las «diosas madres»,
con sus obesidades nutricias y todo el formalismo pigocóxi-co.
Estos repertorios iconográficos son propios del neolítico
oriental (Cata1 Hüyük, Balcanes, Egeo), y su datación se
adentra en el V milenio.
B) El estilo esquemático: Que corresponde a los repertorios de
figuras abstractizantes, de diseños simplificados, incluso sin
indicación sexual clara, o reducida a convencionalismos.
Este nuevo estilo hace su aparición en coincidencia con el
inicio de la metalurgia, Calcolitico y Bronce Antiguo. Esta
serie también está presente en las terracotas de la Cueva Pin-tada
(pequeña «venus» con su equivalente con el ídolo 622,
o el de la Montaña de Arucas).
Los dos estilos, arriba indicados, están contextualizados entre
los materiales de la Cueva Pintada. El esquematismo de varias de sus
terracotas concuerda con el geometncismo de la decoración de sus
paredes, con los motivos de los sellos pintaderas y con la misma de-coración
geométrica de su cerámica. Lo que, a todas luces, se despe-ga
de este esquematismo, por su instalación formal en el otro polo
figurativo son piezas como el denominado «Bailarín» o el «Pnapo»,
que se encuadran en el mejor modelado figurativo.
En atención a este cuadro, se precipitan nuevas cuestiones:
-¿Ambos estilos llegan juntos a la isla, ya mezclados en el mis-mo
complejo cultural?
-¿Llegan por separado, en dos momentos distintos y luego aquí
conviven y se interinfluencian?
Fuera como fuese, lo que si parece evidente es que los fabricantes (o
los adoradores) de estos idolillos no tocan ninguna otra isla del Ar-chipiélago,
dato que se repite en ios seiios de arciiia, y en ia cerámica
pintada de decoración geométrica.
Un dato a tener en cuenta es que ningún registro etnohistórico
(ni crónica primitiva ni iconografía) hace alusión a estas figuritas de
arcilla, ni tampoco a las pintaderas. Sin embargo, se da cuenta de
ntrm detalles y minucias como e1 uso; por parte de los naturdes. de
las «tahonas», pequeño instrumento de obsidiana que para su regis-tro
precisa de un conocimiento directo y muy próximo de las cos-tumbres
y materiales usados por los isleños. Es cierto que en Recco
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 235
(1341) o en Bemáldez (1488) se cita la existencia de unos ídolos de
piedra y de madera en centros ceremoniales insulares pero que, ico-nográfica
y técnicamente, no tienen nada que ver con estas terracotas
antropomorfas y zoomorfas a las que hacemos referencia. Es igual-mente
significativo que unos cronistas hablan de idolatría y otros la
niegan entre los isleños. No hay acuerdo sobre el particular.
10. HIP~TESDISE TRABAJO: ¿ICONOCLÁSTICA MALLORQUINA Y UNI-TARISMO
GUANARTÉMICO?
La presencia e influencia de los mallorquines en Gran Canaria
(1341 - 1386), por espacio de más de 40 años, hubo de influir, decidi-damente,
en la técnología insular, cuando el espíritu de evangeliza-ción
y de sacar a aquellos «gentiles» de su atraso y error, además de
los inconfesables intereses comerciales, sería uno de los objetivos de
los frailes medievales.
Este momento hay que relacionarlo con el impulso definitivo
que, sobre sus bases culturales, experimenta el universo material e
institucional canario y que se reorganiza en tomo a un sentimento
unitario encamado por el nacimiento del estado primitivo cuya ex-presión
puntual es la monarquia guanartemica.
Se plantean grandes y fundamentales cuestiones que inciden en
la solución de otras tantas contradicciones, que se detectan en los
epígonos de la Prehistoria insular, y donde, en efecto, hay síntomas
que se ha ido asistiendo a un lento proceso de «ablandamiento» de la
sociedad canaria, como consecuencia de los contactos con los euro-peos,
quizá no tan esporádicos como se presumen, y que son una
realidad activa en la primera mitad del siglo XIV, casi siglo y medio
antes que se acometiese la conquista realenga de la isla (1478- 1483).
Quizá, se puede hablar de una pre-transculturación, como re-sultado
de los contactos semipacíficos, e inscritos en la Órbita de la
evangeiización que caracterizan a este periodo ciave en ia transfor-mación
final de la sociedad canana. No se hacen esperar preguntas
de este calibre arqueológico:
-¿ES en este momento cuando se construye el Palacio de los
Guanartemes y otros edificios tan bien acabados que resulta
inexplicable su fabricación sin el uso de herramientas de me-tal?
¿Las huellas de útiles de hierro localizadas en algunas
cuevas, como en Cuatro Puertas, no podrían explicarse a par-tir
de esta pre- trasculturación mallorquina?
-¿No será éste el momento, también, en que desaparecen del
universo de las creencias y del culto a ellas debido, los ído-los,
propiciándose una mentalidad iconoclástica, favorable a
la implantación de las nuevas ideas, de una divinidad unita-ria
predicada por los mallorquines e igualmente adecuada a
la potenciación del principio de autoridad requerido por el
guanartemato, idea ésta, por otra parte, consustancial con la
monarquía: un solo rey y un solo Dios? ¿No estará detrás de
este periodo iconoclástico, el resurgimiento del geometricis-mo,
propio de los momentos de emersión de los principios
de autoridad en el clima de creación de una monarquía insu-lar,
fomentada por los mismos mallorquines, con la inten-ciSr!
(i_p &por?rr cfi %y VaSU!!O,U !iY& 3 !a ~ U U S Uc ristia-na
y que diera cobertura jurídica a la incorporación de Ca-narias
al sistema geo-estratégico de los reinos cristianos pe-ninsulares?
Evidentemente, la idea unitaria concretada en el guayarmina-to/
guanartemato, necesita de su correlato religioso quela sustente
en la divinidad. Todo poder viene de Dios, y toda legitimidad. Si
no pueden haber varios reyes en un mismo territorio tampoco po-drán
haber muchos «dioses» (y viceversa).
Al tiempo que se neutralizan a los antiguos «señores étnicow o
jefes cantonales, y son asimilados a su categoría de gayres, o incorpo-rados
al ((estamento de la caballería» o brazo noble (los «hidalgos»
que mencionan las crónicas), los ídolos y sus representaciones del
polimorfismo religioso, necesariamente tendrán que pasar a segundo
plano. Se impone sobre todas ellas la idea unitaria de Alcorac (dios
supremo, soberano, de inspiración solar y patriarcalista y vigente
también en !u cü!tü:a, eminentemente pastcxi! de Tezerife). Esta
vuelta al patriarcalismo va a tener que imbricarse en la fuerte tradi-ción
matriarcalista que representa el sustrato mediterráneo de las
((diosas madres» y los «andróginos» vigentes en la Cultura de la Cue-va
Pintada. Claro que este proceso nunca será definitivo y que ambas
fuerzas estarán siempre debiéndose en una dialéctica de compensa-ciones
y desajustes. Más notorios si se tiene en consideración que se
actúa sobre una estructura arraigada en el tribalismo étnico y en el
cantonalismo anterior y que, si se acepta como válido el mito del na-
El horizonte cztltural «Cueva Pintada)) ... 237
cimiento de la monarquía insular ésta supuso la respuesta a un desa-fio.
A la insolencia de los jefes cantonales que desconocieron los atri-butos
religiosos de la «gran pitonisa insulam (eso era la Atidamana),
no se hace esperar una respuesta contundente. La alianza con un
«caudillo de armas» (representación estructural de una nueva clase
que llega a la isla) y la implantación por la fuerza, por la supremacía
militar de toda la isla bajo un solo mando. La necesidad de contar
con una nobleza adicta al muevo régimen» y de disponer de un ejér-cito
son elementos consustanciales con el mantenimiento de la mo-narquía.
Un estado sin iglesia estatal no existe. Surge la figura del fayka
y la alta jerarquización de su función como brazo religioso del Es-tado
(dos obispos uno en Gáldar y otro en Telde). Cualquier mo-narquía,
como su propia etimología indica, (un solo jefe) requiere
la máxima concentración de poder en un núcleo donde la toma de
decisiones vincule a la totalidad de la comunidad. Religión y Esta-do
son, o han sido siempre, los ejes principales de un mismo siste-ma:
el poder.
Sin embargo, hay que inferir que en algunas parcelas del po-der
ya preexistente, el guanartemato tuvo que transigir con los
poderes locales tradicionales, siempre que se adhirieran a la cau-sa.
Preguntas relacionadas con la nueva situación serían:
-$e respetaron los dioses totémicos, los lares étnicos de la di-vinidad
tribal?
-¿En la nueva ordenación del territorio se reconocieron los de-rechos
tradicionales de las etnias y sus señores sobre prados y
ganados?
Es comprensible que el guanartemato, al menos en su momento
inicial, no estuviese interesado en alterar las condiciones estructu-rales
desencadenantes de posibles conflictos. El guanartemato sería
el primer interesado en garantizar un campesinado autosu$ciente,
en la órbita de las comunidades étnicas, sin entrar en el mundo de
sus creencias, siempre y cuando se aceptase al nuevo Dios de todos,
sería posible la simbiosis religiosa; N ~ ~ e vsinst ema que en e! fayka-nato
va a tener su centro de referencia, frente al shamanismo o bm-jería
local.
238 Celso Martin de Guzman
1. Lo que se conoce como fuentes etnohistóricas abarca un pe-nodo
de unos 140 años (desde la expedición de Angiolino del Teggia
y Nicolosso de Recco, en 1341, hasta el remate de la conquista, en
1483). en este casi siglo y medio, se genera una información diversa
y que hay que valorar en sus justos términos. Al «ciclo preliminam
(como lo denomina Pérez Embid, 1 948), pertenecen :
-Reportaje Da Recco (1 34 1).
-Le Canarien (1 402).
-Cadamosto (1455).
-Azurara (1 45 1).
Los datos son escuetos pero, en general, dan la impresión que no es-tán
movidos por contradicciones de juicio. Se apunta lo que más lla-ma
la atención. Y aunque escasa, la información de'este «ciclo preli-minan)
es muy valiosa y sirve para contrastarla con la que se origi-nará
posteriormente.
2. El ((ciclo conquista» va a producir una información mucho
más ccntmdirt=ria, rxp!icuk!e per !os intereses irocmci!i&!es q w
están en juego. Este ciclo va de 1478 a 1488. En esta década se escn-ben
una serie de «historia de la Conquista)) que dedican algunos ca-pítulos
finales a los «usos y costumbres de los canarios)).
Distinguimos dos registros:
A) Crónicas extra- insulares:
-Palencia (1480)
-Valera (1487).
-Bemáldez (1488).
b) Crónicas insulares:
-Jaimez de Sotomayor (Ms. Ovetense).
-Sedeño (s.f.).
-GÓmez Escudero (s.f.).
3. El «ciclo transculturacion», que se inicia con los primeros re-partimientos
de Pedro de Vera (1485) y que, por poner una fecha,
puede llegar hasta la Información Guanartémica (1528, y que
comprende, pues, un periodo de algo más de 40 anos. En ei tienen
lugar acontecimientos que van a incidir en la vida de los antiguos
canarios: conquista de La Palma (1493), conquista de Tenerife
(1496), muerte de Don Fernando Guanarteme, mestizaje (las prin-
I
El horizonte cultt~ral «Cueva Pintada» ... 239
cesas casan con nobles caballeros cristianos), asiento definitivo de
la capitalidad en Las Palmas, con obispado y audiencia, con lo
que Gáldar y Telde pasan a segundo lugar, se fomentan rivalidades
entre los focos indígenas o de ((sustrato indígena)) con los «crio-llos
» (pleitos entre Gáldar y Guía que logra emanciparse, debili-tando
el papel de capitalidad histórica de la primera, hecho que
redunda en favor de Las Palmas).
4. El «ciclo historiográfico renacentista»: Que se inicia a fi-nes
del XVI y que se extiende hasta finales del XVII. De esta cen-turia
se recogen tradiciones orales, vía familiar (Cairasco de Fi-gueroa),
compilaciones anteriores, refundiciones, supervivencias.
Sus epígonos lo representa Marín y Cubas. Ya no estamos ante
crónicas anónimas» (tradición medieval que enlaza con las pri-meras
crónicas de la Conquista, firmadas con seudónimos), sino
que ron autor--, históricos !os responsables de esta primera pro-ducción
historiográfica sobre los antiguos canarios. Son ellos los
primeros etnohistoriadores :
La toma directa de datos corresponde al período que va de
1341 - 1483, y que cubre, exactamente, 142 años, tiempo que se in-vierte
en el proceso de incorporación de la comunidad gentil isleña
al universo cristiano.
Este «epígono», de casi siglo y medio, a pesar de lo incompleto
de la información, es de un precioso valor para la etno- arqueología,
lo que permite acceder desde dos registros simultáneos (el escrito y el
arqueológico) a la reconstrucción de la sociedad canaria pre-hispánica
(restringiendo, ahora sí, el uso de pre-hispánico por ser
inmediatamente anterior a la hispanización de la isla).
La sensación que deriva de una lectura atenta de estas fuentes
escritas nos lleva a inferir que se asiste, en parte, a una situación 1í-mite
del proceso cultural. Con otras palabras, la sociedad prehistóri-ca
grancanaria había llegado al limite de sus posibilidades.
En este epigmm registrmxs irnp~rtmtes cmtrx!iccimes y
constantes estructurales que se debaten por ensayar un modelo mez-cla
de sociedad señorial (pre-capitalista) y monarquía insular (gua-
240 Celso Martín de Guzmán
nartemato), con un intento frustrado de parasocialismo de estado. La
creación y potenciación de una nobleza adicta al guanartemato y que
neutralizase a los viejos caudillos cantonales y a los linajes pastoriles,
frente a los clanes de horticultores, estos~últimosc omo emergentes
del sustrato matriarcalista, de economía preferentemente agrícola, es
lo que subyace en la estructura del guayarminato y su expresión po-lítico-
militar, el guanartemato.
La estructura de proto-estado insular que se configura en el Pe-nodo
Final de la prehistoria grancanaria, actúa como catalizador de
numerosos problemas sociopolíticos que generan la tensión del cuer- '
po social antiguo. Estos mecanismos, de cambio y adaptación (y/o
rechazos), se expresan en:
1. Conflictos sobre los derechos de tenencia de la tierra, a partir
del reconocimiento -vía ficción jurídica- de la herencia y
los controles detectados por los linajes étnicos, anteriores a la
institucionalización del guanartemato.
2. Compensación debida a quienes han contribuido al naci-miento
del nuevo orden («pax andamánican) con la conce-sión
de prebendas y privilegios, materializados en el ejercicio
y control director de los factores de producción (las tierras,
las aguas y los hombres).
3. El modelo ((concesión al linaje y no al individuo)), permite la
vinculación y estabilidad del sistema por medio de la heren-cia
y el respeto, por ambas partes, de la «situación hereda-da
». La ficción jundica estana en otorgar la prebenda, en la
reasignación anual, que no viene a ser otra cosa que el reco-nocimiento
de antiguas tenencias y privilegios que el guanar-temato
se ve en la obligación de respetar si pretende evitar fi-suras
y rebeliones políticas. Por otra parte, el ennoblecimien-to
(que supone una movilidad social importante en favor del
mismo guanartemato, que favorecerá el incremento de una
nueva nobleza basada en el valor y la lealtad), tendría que
traducirse en alguna data material, en relación con las aguas,
las tierras, los ganados además de los hombres.
El guanartemato actúa, pues, sobre unas bases pre-existentes
aun cuando la organización del territorio, fomente la creación de al-deas
de horticuitores -gracias a ias «coionizaciones~)- y que serán
los núcleos adictos al guanartemato frente a un mundo pastoril que
le será menos afecto.
El korizon(e cuhural nCueva Pintada)) ... 24 1
Aun cuando la idea misma del guanartemato rechaza una bice-falia
como han pretendido algunos cronistas desconocedores de la es-tructura
interna de la sociedad insular, esto no obsta para reconocer
el peso específico, social y político del gran núcleo sureño, Telde,
que está presente, siempre, como contrapartida en la organización
unitaria de la isla. La dicotomía Norte-Sur, queda en torno a esa
misma bipolaridad GALDAR/TELDE. Así pues, el modelo territo-rial,
en este Periodo Final, observa la siguiente gravitación:
ÁREA SEPTENTRIONAL O LA MISLA FÉRTILX
Artegeve-Agaete-GALDAR- Amas-Tamarazeite
1
Artenara
TELDE jl Aguimes
El anterior esquema territorial está articulado según los cantones
consignados en el Acta de Zumeta (1476), y donde, extrañamente, se
dejan sin representación, sectores tan importantes como Tirajana,
Arguineguín Mugán. En los ejenipios de Mogáli Aguilieguin,
por su carácter de «feudo de la corona», o dependencia directa del
guanartemato, puede haber una explicación lógica, a partir de algu-nos
argumentos antropológicos, culturales y territoriales. En este
sentido, no deja de ser curioso observar como los estudios antropoló-gicos
de Schwidetzky dieron para Arguineguín una equivalencia
morfométrica con los túmulos de la Costa de Gáldar: «...analogías
que se encontraron en Gáldar y Arguineguín, es decir en los extre-
242 Celso Marfin de Guzmán
mos opuestos de la isla. Estos resultados antropológicos se refieren a
un grupo consanguíneo limitado, socialmente notable; se había su-puesto
que correspondía a la capa dominante de los gayres mencio-nada
en las fuentes históricas, y que esta capa, superior desde el punto
de vista social, se remonta a una superposición étnica que conservó,
más adelante, su carácter antropológico por tamización~. (Schwi-detzky,
1963: 199).
Esto puede explicar que Arguineguín no figure como demarca-ción
propia al estar integrada como enclave sujeto al dominio direc-to
del Guanarteme. Ello se justifica por su carácter fronterizo con el
Señorío de Telde, además de ser el puerto de entrada, recalada natu-ral
para las naves tanto si proceden del N.NE. como de la costa afri-cana.
Por aquí arriban las primeras expediciones europeas (Recco,
Canarien).
Hay otros datos que apoyan esta dependencia guanartémi-ca
:
1. Cuando los normandos desembarcan por Arquineguín quien
tiene el mando de la plaza es un hijo de Artemi. Es decir, que
el enclave (al igual que Telde) estaba bajo el control del clan
en el poder y donde se destacaba un príncipe de la familia
real.
2. De aquí que haya tradiciones que hablen (recogida por Escu-dero)
de haber sido capital de la isla antes que Telde e inclu-so
que Gáldar. Hay alguna memoria de su importante papel.
En realidad, Arguineguín es el Puerto más importante del
Guanartemato.
3. Figura entre los objetivos de Doramas en su enfrentamiento
con la nobleza. En este escenario se desarrolla el célebre de-afio
ccfi e! gqrz Refihgg;~o. &te ú!time opownh !a deje-gación
del poder del guanartemato, en un puesto militar y es-tratégico
de primer orden, además de frontera con el Señono
de Telde, fuente de continuos conflictos.
4. Arqueológicamente, es un emplazamiento proto-urbano con
estructuras similares a las de la Costa de Gáldar. ¿Fue en rea-lidad
capital y luego se abandona cuando Gumidafe se casa
con Andamana y deciden centralizar en Gáldar toda la admi-nistración
política y religiosa de la isla?
El horizonte culfural ((Cueva Pintada» ... 243
Como hemos adelantado, la vigencia de la «Cultura de la Cueva
Pintada)) alcanza el epígono, o Período Final de la prehistoria insu-lar.
Hecho desconcertante tanto si sus raíces han de afianzarse en el
horizonte cultural equivalente que en tomo al 2.000 B.C. hemos lo-calizado
en Sicilia y que luego se expande por el Mediterráneo Occi-dental
y que, de un modo u otro, está contenido en los asentamientos
calcolíticos o del Bronce Antiguo.
Una vigencia de 2.500 o 3.000 años para este ((sustrato medite-rráneo))
que se nos aparece en Gran Canaria, prácticamente congela-do
hasta las vísperas del Renacimiento, tiene un gran valor antropo-lógico
en el momento de explicar los distintos ritmos culturales, las
consecuencias de la marginación y otra serie interinfluenciable de
factores y determinantes donde el «factor isla)), aparece con valor de
imperativo categórico.
Una lectura atenta de las fuentes obliga a plantear cuestiones
que complican el ya por sí complejo cuadro arqueológico prehistóri-co
insular, pero no por ello hay que soslayarlas. Un importante testi-monio
llega hasta Abreu (1632):
({Hicieron los mallorquines muchas casas; pintándoles las ma-deras
de muchos colores, que hacían de flores y hierbas; y la-braban
cuevas en riscos, bien labradas, y dándoles orden y ma-nera
de regirse y gobernarse con mucho primor y policía)).
(Abreu, Lib. 1, VII: 4 1).
La influencia cultural de los mallorquines, a la que hemos he-cho
referencia en este ensayo, hubo y pudo ser definitiva para la so-ciedad
insular. Las aportaciones de cultura material se hacen acom-pañar
de normas institucionales ((dándoles orden y manera de regirse
y gobemarse con mucho primor y p'olicía)). Nuevas preguntas, en
parte adelantadas en otra parte del trabajo: ¿Está aquí la palanca de
unificación del guanartemato y nacimiento de la monarquía insular?
Las explicaciones se pueden recabar en varios niveles:
a) A los europeos cristianos les interesa organizar la tribal sacie-dad
insular y transformarla de un conglomerado de tribus rivales en
una estructura unitaria; con su dinasta indígena; convertido al cristia-nismo,
y simultáneamente cabeza visible de los intereses insulares e
interlocutor válido ante los reinos cristianos. Se pretende crear la figu-
ra de un rey vasallo para apurar la ficción jurídica del dominio de las
Islas Canarias, en relación con el Reino de Aragón. Esta política sólo
cristalizará 150 años después en la figura de Don Fernando Guanar-teme.
b) La ((nunciatura apostólica» o consulado mallorquín se esta-blece
cerca de la Corte, en Gáldar. Al fin y al cabo los mallorquines
son los aliados y los tutores de los guanartemes. A partir de aquí, se
podría explicar esa Torre, junto a las casas pintadas, que llamaban
«Roma» y que se conservó en Gáldar junto a su Iglesia Parroquia1
mucho después de la Conquista.
Todos estos aspectos que a primera vista parecen secundarios y
cuanto más coyunturales, deben ser valorados por la arqueología del
Periodo Final, para comprender la trama cultural y el alto desarrollo
institucional de la sociedad canaria. Indudablemente que los mallor-quines
actúan &re un «f~nd_cou ltural pre-ex&ente». Pero la 90-
tenciación del «geometricismo» servirá para desterrar a los «ídolos»
e imponer criterios más abstractos y unitarios de la divinidad que se
aproximen a la idea cristiana de Dios y a la razón de estado o de mo-narquía.
Las influencias evangélicas se pueden detectar en otra serie
de gestos culturales vigentes en el momento de la Conquista como el
hecho de que se practique un ritual parecido al bautismo, echándole
agua a los recién nacidos en la cabeza.
Otra cita se localiza también en Abreu, con referencia a la in-fluencia
mallorquina en las edificaciones y labra de las cuevas:
«Allende de las casas en que vivían, los canarios tenían cuevas,
las cuales aumentaron y acrecentaron los mallorquines con
aposentos de mucha industria y pulideza, que es contento mi-rarlos
cuan bien obrados y pulidos están» (Abreu, L.11, 11: 148).
Otras fuentes anteriores, como Torriani (1 592), certifican la pre-sencia
de ((casas pintadas», aun cuando en su fabricación y decora-ción
sólo intervienen individuos indígenas:
«La mayor parte de estos oficios los hacían las mujeres como la
pintura, no de figuras humanas ni de animales, como se usa en-tre
nosotros, sino trabajos para hermosear el interior de las ca-sas
adornarlas. Esta pintura la hacían con jugos de flores y de
plantas, pues entre ellos no se conocía el cinabrio ni el minio ni
otros colores minerales que se sacan de las profundas entrañas
de la tierra». (Torriani, XXXVI: 11 3).
El horizonte cultural ((Cueva Pintada)) ... 245
En un autor posterior a ambos (a Torriani y a Abreu), Sosa
(1678) se lee:
«Además de estos edificios, y otros que moraban, tenían mu-chas
habitaciones cóncabas, o grutas en la tierra que labraban
muy bien, con salas y aposentos, pinlándolas curiosamente de
colores, que hacían de yerbas unas veces, y otras veces de tierra,
estas hasta hoy se conservan, por ser las mas naturalmente ca-badas
en los riscos y montañas más altas».
(Sosa, Lib. 111: 111: 176).
La vigencia de este patrimonio arqueológico hasta pleno siglo
XVII es trasmitida por López de Ulloa (1646) quien hace referencia
a que estas cuevas seguían siendo habitadas por la nobleza galdense
quien lo tenia a mucha gala y alcurnia.
P p n t r & n A n n n r i nn In rirnnnlnm:n nh,,l..tn n.., n--+rn l n A-,..
~ V I I L L U L I U W I I U ~ V I L la blutlulu5la auawIuLa, ~ U Gap ui ra ia UULU-mentación
para las exploraciones mallorquinas al archipiélago, en la
primera mitad del XIV, veremos como desde 1339 Angelino Dulcert
da cuenta de las islas orientales: Lanzarote y Fuerteventura. Gran
Canaria aún no aparece, lo cual nos lleva a inferir que o no era co-nocida
y en ese momento del «redescubrimiento» no era bien preci-sada
por los navegantes que hablan, ambiguamente de «para ir a las
islas del Poniente recién descubiertas)) (Esto se lee en el documento
que autoriza, en abril de 1342 a Guillén Pere, para iniciar su viaje al
Atlántico). Si estimamos como valido que la ausencia, en el mapa de
Dalorto (1325), del Archipiélago, está denunciando su deconoci-miento,
y que estas incompletas, sólo dos, aparecen por primera vez
en 1339, en el mapa de Dulcert, habría que situar este redescubri-miento
medieval del Archipiélago canario entre 1325 y 1339. Lo
cierto es que, en 134 1 ya son visitadas y se da cuenta detallada de sus
habitantes, en particular de Gran Canaria (Da Recco, 134 1).
Una vuelta a las fuentes etnohistóricas permite hacer algunas
correlaciones
1. Si se dan por válidas las noticias acerca de los orígenes de la
monarquía insular, con Atidamana o Andamana y Gumidafe, y la
presunta genealogía que hace a Artemi hijo de los fundadores y gua-narteme
absoluto de la isla, este hecho, el de la organización del gua-nartemato,
habría que situarlo, precisamente, en la segunda mitad
del XIV, fecha que cae de lleno con la presencia de la «misión ma-llorquina
» en Gran Canaria (1 34 1 - 1348).
246 Celso Martin de Guzmán
2. El empleo de herramientas en la construcción de algunas cue-vas
(como «Cuatro Puertas))), parece un hecho evidente. Esta misma
circunstancia ha llevado a arqueólogos y estudiosos del tema a reser-var
sus juicios y dudar de su carácter prehistórico (Pellicer, Alvarez
Delgado). Asombra igualmente las dimensiones del del complejo tro-glodita
de Bamo Hospital, Cuevas del Rey, El Barrio, El Patronato en
la herradura de la solana de Gáldar, sin admitir el uso del hierro y el
empleo de otros artefactos sofisticados en su construcción.
3. La misión mallorquina que funda los oratorios de San Nico-lás
(también un potente foco aborigen), y de Santa Catalina (en Las
Palmas, posterior puerta de entrada de los castellanos), está actuando
sobre la sociedad canaria y precipitando su conversión. No de otra
manera se explica la titulación de Obispos de Telde y toda la estrate-gia
por acelerar la incorporación de Gran Canaria a los intereses del
Papado, Este ensayo de evangelización ya sabemos que terminó de
forma trágica con el ajusticiamiento de los frailes de la misión en
manos de los antiguos canarios, acusados de ser engañados por los
religiosos. Sin embargo, 40 años de relaciones, más o menos amisto-sas,
y de presencia mallorquina en la isla hubo de influenciar en las
estructuras institucionales y en la incorporación de algunos adelan-tos.
La coincidencia cronológica entre la misión mallorquina y la
fundación de la monarquia guanartémica no puede interpretarse
como una casualidad vacía de contenidos culturales, cuando estos
están recogidos en las crónicas e historiografia posterior. El desafio
arqueológico pasa por determinar y dar respuesta a la siguiente cues-tión,
que contiene una gran carga antropológica:
-¿La organización de la ciudadela de Gáldar, como corte de los
guanartemes, con su palacio revestido de tablones de tea, de-corados
con pinturas, la enigmática Torre denominada
«Roma», la «Casa Pintada» o seminario de las maguadas (es-pecie
de gineceo), guardan algún tipo de relación con la com-probada
presencia de los mallorquines en ia isia'?
En tal sentido no podemos dejar pasar por alto los valiosos testimo-nios
transmitidos pór Tomani y que hablan por sí solos de la profunda
influencia mallorquina en la isla. A ello dedica el ingeniero cremonés el
Cap. XXXVIII de su «Descripción», enmarcándolo en el momento en
que, por mandato de Don Luis de la Cerda, en 1344, desembarcan i;oi
Melenara un contingente de mallorquines, muchos de los cuales son he-chos
prisioneros y retenidos por los antiguos canarios:
El horizonle cultural «Cueva Pintada)) ... 247
«Los mallorquines cautivos hallaron en los canarios humanidad
y buena voluntad; y se entendieron con ellos tan prudentemen-te,
que vivieron junto con ellos casi como ,fuesen natztrales, y
más que unos amigos de fuera. Tuvieron de ellos tierras v gana-do
y mujeres con las que se casaron y tuvieron hijos. Ellos fabri-caron
la iglesia de Santa Catalina Mártir, entre la ciudad y el
puerto, la cual era cuidada por frailes franciscanos que vinieron
a predicar el Evangelio; y hicieron estatuas de madera a la Vir-gen
y a Santa Catalina y a San Nicolás, pero tan mal hechas,
que molesta el que se daban contemplar, debajo de formas tan
torpes, bellezas más que divinas. También adoctrinaron a los
canarios en todas sus cosas, tanto de gobierno como en ritos y
ceremonias que ellos hacían a Dios. Ello no obstante, no se
sabe que algún canario e haya bautizado; se cee, al contrario,
que ,fue establecido por los canarios que cada uno viviese en su
ley, y que no consintieron que propagasen el Evangelio.
? e x CE e! tiempq mr??m?nn~!!na gmerncibn d~ Ior mn-llorquines,
de modo que les parecía poder enfrentarse con los
isleños, empezaron a predicar el Evangelio y a querer a cambiar,
las cosas de éstos; y ellos (como todavía no había llegado el
tiempo establecido por Dios para su conversión), en cierta hora
del día, (así como los sicilianos habían hecho con los franceses),
tomaron las armas y mataron a todos los mallorquines y a los
que habían nacido de ellos. Los ,frailes ,franciscanos ,fueron pre-cipitados
desde la altura de un monte, por lo cual todos juntos
gozan hoy, triunfadores, en el cielo, la palma del martirio».
(Torriani, ed. 1978. Cap. XXXVIII: 1 18:- 1 19).
Del texto anterior se puede infeiir:
a) La profundidad de las relaciones canario-mallorquinas que
llegaron a consolidarse incluso con alianzas matrimoniales y
descendencia.
b) la capacidad insular para integrar las aportaciones externas
(como una «oleada cultural mas»), pero respetando el esque-ma
de una sociedad plural, e interétnica, aun cuando permite
alianzas de sangre.
c) Razones muy poderosas obligarían a los isleños a romper su
alianza con los mallorquines que ya, prácticamente, habían
iniciado la cristianizacion de la isla, levantando oratorios y
portando una serie de adelantos técnicos a la sociedad insular.
248 Celso Marfin de Guzmán
13 . LA CULTURA CUEVAP INTADAYD L OS HPR~NCIPESH ORTICULTO-RES
» : [Hipótesis razonada]
No es casual que el Valle de Agáldar se convirtiera en el princi-pal
núcleo cultural y administrativo de la isla: ({metrópoli de la isla»
(Viera). Hay un determinante geográfico altamente positivo.
La suma de condiciones fisicas favorables coadyuvaron a que, a
partir de este núcleo, se extrajeran unos excedentes de producción,
debidos al éxito de la agricultura de riego y al ensayo matizado del
(control vertical del espacio». Estos conceptos están adaptados al
micro-marco insular a partir de su valiosa utilización por J.V. Mu-rra
(1955) y que han servido para explicar, de modo satisfactorio, el
modelo económico de las sociedades andinas que conformaron la es-tructura
económica del Tawantisuyu. En el 1 Congreso del Hombre
Andino (Chile, 1973) tuvimos oportunidad de asistir a las interesan-tes
ponencias del Dr. Murra y, consideramos que podían ser útiles
para la configuración de un esquema teórico, en las equivalencias y
dentro de los límites de una unidad espacial tan reducida como Gran
Canaria. Somos conscientes del riesgo que supone todo mimetismo,
en particular si se estiman los amplísimos territorios andinos donde
es más fácil localizar los hitos característicos, los asentamientos y
los contrastes geográficos. En Gran Canaria, por el carácter de «tra-ma
tupida» y la saturación arqueológica, donde al final del proceso
se ha llegado a una situación de sincretismo, se hace muchísimo más
problemático explicar la dialéctica cultural, y, en particular, locali-zar
los puntos de entrada de cada uno de los que hemos denominado
«horizontes» («cuevas», mueva pintada», «tumulos»).
Lo cierto -e insistimos en esta idea que consideramos funda-mental-
es que en las postrimerías del proceso cultural canario, la
«Cultura de la Cueva Pintada)) parece que sigue siendo el factor pre-ponderante
y que ha arrastrado consigo otros componentes que tam-bién
siguen vigentes: «los túmulos~.
Esta vigencia, cuasi histórica, (proto- histórica para Gran Cana-ria)
del horizonte Cueva Pintada, se transmite en las fuentes etnohis-tóricas
en un contexto que conocieron los propios conquistadores
castellanos:
«Sola una casa que fue la de Guanartheme se hallo aforrada en
tabiones de tea mui ajustados, que no se conocían ias junturas,
ensima estaban pintados de blanco con tierra i de colorado con
almagra i de negro con carbbn molido. unos ajedresados, i tar-
El horizonte cultural «Cueva Pinlada).~.. 249
,jetas redondas a modo de quesos por el techo. Otra casa estaba
mui grande i pintada junto a Roma que seruia de seminario o
recogimiento de doncellas, hijas de hombres principales, onde
tenían una maestra, mujer anciana de buena vida)).
(Sedeño, Ed. Morales Padrón, 1978, XVI: 375-376).
La casa aludida no es otra que el célebre Palacio de los Guanar-temes
que se mantuvo en pie hasta bien entrado el XVIII, fecha en
que se proyecta la construcción del nuevo templo de Santiago de los
Caballeros (1 778). La nueva iglesia y plaza, de traza neoclásica, van
a ser responsables de la desaparición de este núcleo palaciego de la
ciudadela guanartémica. En tal «acrópolis», además del palacio cita-do
se agrupaba otra casa pintada o seminario de las hijas de los no-bles
en las artes primitivas. Aquí también, en la ciudadela galdárica,
hay que ubicar la célebre «Roma», a la que hemos hecho referencia
varias veces, o torre metropolitana, citada en los libros parroquiales
«una torre arruinada junto a la Iglesia» y que es valorada por el mis-mo
Torriani (Ed. 1978, VI: 19) como una de las dos fábricas legen-darias
del Archipiélago. La otra la sitúa en La Palma.
La configuración de Gáldar como centro político de la isla sólo
se explica a partir del éxito de un nuevo esquema económico que tie-ne
su basamento en la introducción e intensificación de la agricultu-ra,
en particular la agricultura intensiva o de riego que hubo de su-poner
una auténtica «revolución» en el marco de las relaciones.
Frente a los ((príncipes pastores» de la «época pastoril» caracterizada
por la tribalización, surgen los ((príncipes horticultores» que termi-narán
imponiéndose y dando origen a un sistema unitario, de base
matriarcalista pero encarnado en la figura del Guanarteme.
La conexión de la horticultura con el horizonte de la Cueva Pin-tada
tiene su correlato en las denominadas ((Huertas del Rey», conti-guas
al gran complejo arqueológico y área de dominio directo del Gua-narteme,
no lejos de su Palacio. En efecto, en la actualidad estas huertas
han sido aprovechadas para ei cuitivo de piataneras y sus grandes cama-ras
excavadas en la toba volcánica, igualmente acondicionada como es-tanques.
Este gran complejo troglodita, uno de los mas importantes de
la isla, orientado a la solana y próximo al barranco de Gáldar, debe ser
el que llamó la atención a Torriani y a Ulloa entre otros.
El horizonte Cueva Pintada deviene en una economía preferen-temente
horticultora y agrícola en general, hecho que lleva a nuevas
preguntas :
-¿Cuándo se hacen agricultores o mejor horticultores los porta-dores
de «Cueva Pintada»?
-¿Introducen la agricultura desde el primer momento en que se
asientan en la isla?
-¿Qué plantas cultivadas traen consigo?
-¿El triticum y el hordeum pertenecen a su equipamiento agrí-cola?
-¿Cómo encajar la presencia de los árboles frutales, como la
higuera, en este horizonte agrícola?
Como es fácil de advertir este capítulo está por hacer. Sólo un
intensivo estudio polínico y morfoscópico de las semillas conserva-das
permitirá, a partir de contextos arqueológicos evidentes, llegar a
explicaciones válidas. En este capítulo de la paleoflora y paleofauna
canaria, nos parece de gran interés los estudios realizados por la Pro-fesora
Dei Arco Aguiiar (De ia Universidad de La Lagunaj, en ia
Cueva de Don Gaspar (Icod), y donde se ha documentado y se ha po-dido
fechar el Triticum aestivum aestivo en los inicios del 111 d.C.
con referencia a la paleofauna estamos a la espera de los resultados
de los trabajos que sobre la fauna procedente de las excavaciones de
Valle de Guayadra está llevando a cabo el investigador Dr. Joaquín
Meco, en los fondos depositados en el Museo Canario.
A excepción de la aproximación hecha por Zeuner (1 959) poco
más es lo que se conoce de este importante y definitivo tema de la
domesticación de animales (la fauna doméstica), así como de las es-pecies
salvajes o cimarronas que igualmente están aludidas en las
fuentes etnohistóricas.
Por su parte, el problema de los granos cultivados en particular
la cebada y el trigo (con su variedad de trigo «mucho más hermoso
que el nuestro, si se juzga por el tamaño y grueso de sus granos, que
era my blanco» Da Recco, 134 1) espera un estudio definitivo que de-termine
con exactitud sus especies y posibles procedencias.
Pero voivamos a ias fuentes etnonistóricas:
((Sembraban la cebada con garabatos de palo, puestos en la
punta de garabato un cuerno de cabra (y no de buey como afir-man
algunos, porque bueyes no los hubo en estas islas). La ma-nera
de cultivar la tierra para su sementera era juntar veinte y
más canarios, caaa uno con su casporra de cinco u seis paimos,
y junto a la porra tenía un diente en que se metían un cuerno de
cabra. Yendo uno tras otro, surcaban la tierra las cuulcs r e s -
ban con las acequias que tenian. por donde traían el agua largo
camino; y, cuando estaban en sacón las sementeras las mujeres
las cogían llevando un zurrón colgado al cuello, y cogían sola-mente
la espiga, que después apaleaban o pisaban con los pies,
con las manos aventaban». (Abreu, Ed. 1955, Lib. 11, VI: 160).
En una fuente posterior (Sosa, 1678), se dibuja el carácter rudi-mentario
de estas actividades agrícolas y su precaria tecnología:
<<Loas rados con que rompían sus fértiles campiñas, eran de ma-dera
muy fuerte y encorvados como garabatos, y en las puntas
otras de cuerno, para que con su fortaleza pudiesen resistir mas
bien las piedras, y para que tan fácilmente no se gastasen. Jun-tábuse
para ayudarse tinos a otros, porque todo su frabujo era a
/uerza de brazos y no sabían el arte de la labranza, ni tenían
animales grandes y fuertes con que hacerlo)). (Sosa, Lib. 111, 11:
180).
En una fuente anterior a ambas, al menos en su núcleo original,
debida a Gómez Escudero, se aportan datos de capital importancia
como el carácter concejil de las tierras y la existencia de silos para
guardar los excedentes :
«Ayudabanse tinos a otros en sus sementeras, las tierras
cada año se repartían. tenian pósitos onde encerraban cebada y
cosa de comer, y era de los .frutos con diezmo que claban en
aqt~edl epdsito para años ,faltos y hacer repartimiento de timos-nas.
Tenían silos en los riscos y se conservaba el grano muchos
años sin dañarse, lo cual ahora no puede conseguirse ni que le
pique el gorgojo)). (Gómez Escudero, Ed. Galdar, XIX: 82).
El problema de los árboles frutales, y en particular de la higuera
(que ocupó la atención del Dr. Serra Ráfols), y a quienes hay que
atribuir la introducción del Ficus carica, gran parte de los historió-grafos
lo asignan a la presencia de los mallorquines. No obstante,
-y ésta era una de las razones esgrimidas por Serra- ya en el infor-me
de Da Recco (1 341), se habla del cultivo de higueras, con lo cual
o se acepta que los higos eran conocidos por los canarios antes de
que llegasen los mallorquines, o que fue introducido por éstos años
antes al escrito de Da Recco, donde su abundancia estaba generaliza-da
por toda la isla. Esta preponderancia de los higuerales obliga a -
pensar que fueron necesarios más de 50 años para llegar a ese estado
252 Celso Marfin de Guzman
de implantación, fecha que habría que llevar hasta finales del XIII, y
que coincide con las expediciones atlánticas de los hermanos Vival-di.
En las fuentes escritas se alude a ello:
«Tenían grandes higuerales qe. no hubo en otra parte, y eran
toda de un género de higos blancos por fuera y ásperos, y por
dentro colorados, y bien maduros, eran sabrosos, pasabánlos y
hacían sartas de junco y panes. pisandolos y apretandolos, dicen
que los Mallorquines trajeron estos arboles y ,fueron del ,fruto
producidoso
Abreu (1632) vuelve a recordar el origen mallorquín de las hi-gueras
:
«Había en esta isla gran abundancia de higuerales, los cuales
habían puesto los mallorquines, de los que habían traido para
su mantenimiento y provisiún, que en pocos años se dieron; y
como los canarios gustaron de la fruta, se dieron a plantarlas
por toda la isla, y con el vicio se multiplicó. Y como nacian sil-vestres,
tenían la cascara gruesa, dura, pero muy sabrosos, y
haylos hoy en gran abundancia de estos salvajes en muchas par-tes
de la isla». (Abreu, ed. 1955 Lb. 11: IV, 161).
La cita de Abreu es contundente, y habla con la seguridad de
quien está bien informado de lo que dice, razonando su aserto. Sin
embargo, tal explicación contrasta con la noticia dada por Da Recco,
casi 300 años antes de que Abreu publicase su obra. En Da Recco
(1341) se lee:
«Rotas en fin las puertas entraron en la mayor parte de estas
habitaciones y nada más encontraron sino encontraron sino ex-celenres
higos secos conservados en cesias de pairna, iaíes como
vemos los de Cesene ... ».
14. APROPIACIY~ CNO NTROL DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN
La concepción ciei esiado guanariémico (en ei período finai de
la Cultura de la Cueva Pintada), ha de entenderse como un conjunto
de relaciones sociales que implican derechos recíprocos en relación
El horizonte ct<ltural «Cueva Pintada)) ... 253
con los medios de producción. El guanartemato se comporta como el
eje de una organización de las fuerzas de trabajo, capaz de controlar
las actuaciones y rendimientos de la sociedad insular. Este sistema
económico, y estructura social, es posible gracias a dos factores inter-dependientes
y de los que el guanartemato se vale para mantener su
estructura de poder:
a) La apropiación de los medios de producción.
b) Los mecanismos de redistribución.
Ambos son resultado de la vigencia, interactuante, de las contra-prestaciones.
La evolución de la tenencia de la tierra y que lleva al dominio
de ellas por el guanartemato, se convierte en un derecho consuetudi-nario
e indiscutible, en tanto que se muestra eficaz y evita la caída
en el tribalismo económico anterior. Las relaciones de producción al
quedar armonizadas y homologadas, a nivel institucional, bajo la tu-tela
de la «Señora de la tierra» (o «guayarmina») constituye una ga-rantía
de estabilidad, máxime cuando el estado está comprometido,
en los «años faltos», a hacer ((repartimientos de limosna)). Con otras
palabras, que el estado asume la responsabilidad de mitigar las ham-brunas
con los excedentes de producción, reclutados a partir de las
imposiciones tributarias del diezmo y guardados y almacenados en
los silos colectivos.
A pesar de esta racionalización, aun imperfecta y frágil, el sus-trato
señorial de los linajes tribales se va a comportar como un factor
de inestabilidad, provocando tensiones y observando un comporta-miento
centrífugo a los intereses del guanartemato. Las tierras co-munales
de las etnias locales tenderán a transformarse, bien por in-fluencia
caciquil o por mecanismos de gratificación y contentación
hacia los señores cantonales, en tierras patrimoniales, vinculadas a
los linajes nobiliarios. No más un vasallaje político, inequívoco, por
parte de los señores cantonales les garantizará sus derechos, estable-ciendo
la ficción jurídica de una supremacía teórica, de dominio del
guanartemato, sobre aquellas tierras.
Se comprenderá, entonces, la correlación de fuerzas, el marco de
contradicciones y las luchas tribales que configuran la realidad coti-diana
del guanartemato. Por otra parte, la fuerte división de clases
-ricos y pobres o «nobles» y «trasquilados»- será el resultado de
este mismo esquema económico, al que tiende toda sociedad señorial
y frente a la cual el guanartemato intentará tutelar los intereses de la
mayoría.
A partir de tales condicionamientos, el guayarminato/guanarte-mato
garantiza el proceso de producción a partir de:
1. Apropiación de los medios de producción (alas tierras eran
concejiles~).
2. Devolución al dominio guanartémico y reasignación anual
(«eran suyas mientras duraba el fruto, cada año se repar-tían...
»).
Los territorios son propiedades colectivas, no así los artefactos,
los rudimentarios aperos de labranza que conforman una propiedad
individual e intransferible, como lo es el armamento para los nobles.
Los territorios, y la idea de territorialidad, consustancial con el
guayarminato, conecta con ia creencia primitiva de que ias tierras
más que a los vivos pertenece a toda la comunidad (incluidos los
muertos), y donde los vivos sólo ejercen un papel tutelar, o de admi-nistración
temporal, sobre ese bien común y permanente, heredado y
heredable, que es la tierra, dadora misteriosa de los frutos, como de
la madre nacen los hijos.
No es difícil en este ámbito mental, de los ((misterios terrenales»
asociar la noción tierra nutricialmadre nutricia, que está presente en
todos los matriarcados. De aquí la ({estrategia de alianzas matrimo-niales
», con una tendencia a la endogamia tribal, con la finalidad de
garantizar la trasmisión de bienes, o derechos sobre los bienes, a los
que se tiene acceso directo o diferido como miembro del linaje. Las
bases agrícolas de una economía cerealista y horticultora tienden,
para conservar su equilibrio, a ese modelo matriarcal/matrilocal.
Así pues, el primer nivel de este sistema económico tiene que
ver con el siguiente epígrafe.
LA TENENCIA DE LA TIERRA EN RELACIÓN CON LOS GRUPOS ÉTNICOS:
Al implantarse 'sobre una estructura señorial pre - existente, el
guanartemato se verá obligado a transigir en relación a los dominios
de la tierra:
a) Dominios tradicionales de los señores étnicos y reconocidos,
de facto, por el guanartemato.
b) Dominios otorgados por el guanartemato en reconocimiento
de los servicios prestados. Toda monarquía necesita crear
una nobleza adicta en la que sostenerse.
Ambas excepciones, aunque importantes, no deben exceder los
límites que pongan en peligro la autosuficiencia del campesinado,
pues terminaría afectando (vía revueltas, descontentos, motines po-pulares)
a la existencia misma del guanartemato.
Frente a la tenencia señorial de tierras, el guanartemato se ve en
la obligación de aumentar sus dominios, de reasignación anual, al
tiempo que la población crece. El guanartemato tiene dos mecanis-mos
para aumentar las tierras cultivables:
1. Mediante la ocupación y adecuación de espacios vacíos, con
introducción del riego, acequias y embal.s e.s , y adjudicarlas a
-i ii .unrr ;rvn un > e-r; iiiu*pnur>i LXtrni ;iniLnv, ia , !nLnalinc ao .yr o c i i i rnriiicin En acto mnrl~ln ci a u abl vibav. L n n baLk n n n u u u a v
se asiste a la ~~colonización».
2. Mediante el desalojo hacia suelos secundarios de etnias so-metidas,
(correspondientes a los sustratos u horizontes cultu-rales
anteriores, o mas arcaizantes, como los pastores que se-rán
empujados a cotas cada vez más altas, por encima de los
5.00 m.s.n.m.), y adjudicando esas tierras a las etnias pro-guanartémicas.
En cualquiera de los casos, siempre habrá ((tenencias secunda-rias
»; es decir, que no se correspondan fielmente con ninguno de es-tos
modelos hipotéticos pero que, necesariamente, tendrán que gra-vitar
en torno a él :
a) En función de la cobertura económica del poder.
b) En relación con la estructura de parentesco, y con el disfrute
de los bienes de producción.
Después de la unificación (por Atidamana y Gumidafe), proba-blemente
se asista a una ficción legal, donde todas las tierras con-quistadas
son del guanartemato (como resultado de un ((hecho de ar-mas
»). Pero, en la realidad, ciertos señores étnicos que se replegaron
a la causa dinástica, tuvieron que seguir disfrutando de sus tierras
como un gesto de ((magnanimidad real» que exige tan solo el cum-p!
imiente de! diezmn y !a !ei!tad en !as armas a! giianartemato. In-dudablemente
que, a este mecanismo, se acogerían esos 200 caballe-ros
que forman la nobleza de la isla y a quienes el guanartemato está
256 Celso Martin de Guzman
en la obligación (además de en la estrategia) de compensar y recom-pensar
no sólo con símbolos externos del poder (armas, cabellos lar-gos,
una justicia aparte, etc.) sino con el dominio sobre tierras, gana-dos
y hombres. Se consagra pues, una ficción legal, cuya última ins-tancia
es el guayarminato y la asamblea anual (en Gran Sabor), don-de
se renuevan lealtades y la «Reina madre)), como Señora de la tie-rra,
reasigna, simbólicamente, el disfrute de la tierra a los caballeros
leales. De ahí que, los jefes rebeldes o los cantones sublevados contra
el guanartemato puedan ser conquistados libremente prometiendo
vasallaje al Guanarteme. Esto explica que a Telde se aplique el ter-mino
de que «aquella tierra es de quien la conquistare», en los mo-mentos
de rebeldía contra el guanartemato. Esto justifica la anuencia
con que Doramas, investido gayre, se asienta en Telde, con el con-sentimiento
del Guanarteme. Pues, la nobleza teldense siempre se
mnstrS arista 2 reptar un virrey, impuestn desde Gá!dar pcr e! c!an
de los Guanartemes.
Si bien el guanartemato es el titular del dominio de la tierra, por
voluntad expresa de la guayarmina, de facto el estamento nobiliario
disfruta directamente de ella e incluso puede, por el mecanismo de la
herencia, transmitir su disfrute (no así su real titulación que será
siempre del estado, al menos de iure).
Los repartos concejiles, evidentemente, a quienes más afectaban
seria a los villanos. Estamos entonces ante un claro modelo diferen-cial
de acceso a la tenencia de la tierra. En cualquier caso, bien en la
ficción legal frente a los nobles o en la reasignación anual, real entre
los villanos que pueden ser desplazados a capricho. Pero, la princi-pal
idea política que subyace en esta prerrogativa del guanartemato
para reasignar tierras, tanto en la ficción (frente a los nobles) o en la
realidad (frente a los villanos), es el ejercicio de ese derecho que im-plica
que el que es capaz de dar también esta facultado para quitar.
Este simple mecanismo de poder hace que el vínculo guanarteme-n&!
e. plianirteme-riervnr, se2 ecpecii!mente fav~rah!e a! prime-ro:
estado guanartémico.
A partir del reconocimiento del vínculo hay que suponer que la
tierra, asignada anualmente por el guanartemato, estaría en relación
a las necesidades de los grupos familiares o de parentesco organiza-dos
en torno a las unidades domesticas de producción y consumo.
Pero, como no es económica una excesiva moviiidad, derivada
de que cada año se cambie de ubicación y de tierras asignadas, en la
práctica, la permanencia, en la mayoría de los casos, sobre las tierras
El horizonle cultural «Cueva Pintada)) ... 257
asignadas en años anteriores (salvo fuerzas mayores) devendría en un
derecho consuetudinario o prelación para seguir ocupando las mis-mas
tierras de siempre. No obstante, tampoco hay que descartar tras-lados
temporarios (zafras) a otras tierras, bien en calidad de contra-prestación
(demanda por el propio guanartemato para cultivar sus
tierras del Estado), o simplemente en otros enclaves asignados lejos
del hábitat nuclear. Asignaciones de tierras de medianías (sobre los
500 m.s.n.m.) a grupos familiares de la costa, lo cual incide en la
movilidad y en la antropodinamia de ida y vuelta estacional, con un
asentamiento secundario próximo a las tierras, o a los pastos (en caso
de actividades complementarias pastoriles) asignados.
Otra relación, que parece estar contenida en estas asignaciones
anuales, es la del parentesco o la vecindad (((Juntabase para ayudarse
unos a otros..) con lo que las unidades domesticas de producción ten-drían
que estar conectadas con otra estructura más amplia, dentro
del mismo clan o linaje.
En cualquier caso, se ha de disponer de una superficie mínima
capaz de garantizar la subsistencia familiar. Con el aumento del nú-mero
de hijos y la residencia matrilocal (hijas casadas y sus hijos que
viven en el asentamiento de la abuela materna), obliga a ir aumen-tando
la superficie asignada o intensificar el cultivo por medio de la
introducción del riego. A una concentración de población corres-ponde
un aumento de la horticultura y de la red de distribución y al-macenamiento
de aguas.
Otra alternativa, ante el aumento de población en las zonas nu-cleares,
es habilitar tierras en las afueras, cada vez más distantes del
centro matrilocal. De aquí que, a la larga, parte del grupo familiar am-pliado
se desmembre de su residencia original por tener que atender
tierras distantes y, en última instancia, se proporcione un nuevo asen-tamiento
desde donde atender, cómodamente, las tierras cultivables.
Cada grupo tiende, por principio económico y funcional, a ser
autosuficiente, por lo que no sería extraño imaginar las disputas inter-étnicas
en el momento de concretar nuevas asignaciones, y los con-flictos
derivados de la presión demográfica que llevó a formas crueles
de regulación de los nacimientos. El espacio insular, escueto y sin
posibilidades de aumentar, llegaría a un límite de posibilidades, a un
punto de bloqueo, a partir de explotaciones no económicas como con-cpc~
encidl e las dificii!tad_es que entraña una m! de acequias y de em-balses
suficientemente provista de aguas, en particular en los ciclos o
períodos secos, escasos en lluvia y que ponían en crisis todo el sistema.
La introducción del riego y embalse difiere, en parte, las calami-dades
derivadas de la escasez de lluvias, pero no las erradica, aun
cuando supera el régimen de barbecho o rotación de tierras, circuns-tancia
que unida a la posibilidad de obtener dos cosechas por año,
explica el crecimiento demográfico que experimentó la isla en su Pe-ríodo
Final. Si a esto se suma la introducción de los andenes de culti-vo
se verá hasta qué grados la sociedad canaria ensayó todas las es-trategias
y recursos espaciales, no sólo en su control horizontal, sino
también vertical, multiplicando el área cultivable en aquellos terre-nos
con pendientes topográficas.
En la costa, por la misma escasez de lluvias, el riego es la condi-ción
imprescindible para garantizar la agricultura. Esto hace que in-cluso
se aplique riego a la cebada y al trigo (cereales de secano), de
donde se podría explicar el carácter carnoso del trigo canario «más
hermoso y blanco» que el europeo.
En relación con el control vertical del espacio, exigido por el
modelo de explotación propio de la horticultura, tenemos:
1. Garantizar la captura de aguas en cotas superiores a los 600
m.s.n.m. (a partir del piso botánico faya-brezal).
2. Garantizar un sistema de distribución y embalse acorde con
las exigencias y demandas de las huertas costeras.
3. La existencia de la horticultura está íntimamente sujeta a las
condiciones anteriores. Sin un control sobre las «tierras al-tas
» ningún tipo de agricultura intensiva sería posible.
Para ilustrar este aspecto puede ser válida una lectura, sobre el
mapa, del término municipal de Gáldar. En efecto, a pesar de las se-gregaciones
históricas, a un flanco y a otro, su configuración triangu-lar,
en cuña, comprende los tres pisos ecológicos: costa, medianía y
cumbre. Ci controi sobre ias 'cierras aitas íjuncaiiiio, Pinos de Gai-dar,
Caideros, etc.) sigue siendo primordial para los agricultores de la
costa. Pues, de allí proceden las aguas, cuya tenencia es tanto o más
importante que la de las aguas.
Cuestión conectada con las redes de acequias y embalses prehis-tóricos
es la de su dominio que, en un régimen estatal como el gua-nartemato,
obviamente, estaría en manos de la administración gua-nartémica,
máxime cuando la posesión de las aguas, en la isla, es
mucho más definitiva que la de las tierras, pues es del agua, en últi-
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 259
ma instancia, de quien depende el control real sobre los bienes de
producción.
En este apartado, la etno-arqueología y la arqueología de cam-po,
tiene que investigar sobre:
1. Ubicación de las tomas o madres de agua.
2. Distribución de la red prehispánica de acequias, distinguien-do
sus canales arteriales o troncales y las canalizaciones se-cundarias.
En este capítulo puede ser válida una primera
aproximación al tema a partir del estudio de la red vieja, y de
los datos contenidos en los documentos de Repartimientos,
Deslindes, Datas y otro tipo de información correspondiente
a los 1.00 años después de la Conquista (1483- 1583).
Las explotaciones post conquista de las vegas de Gáldar, Arucas
y Te!& p c e d e ~se rvir de p x d i gma para cmtrastar si se hu actuude,
o no, sobre una distribución espacial y sobre un sistema de riego ya
consolidado antes de la llegada de los castellanos. O si sobre lo pre-existente
se amplió y corrigió la red de distribución y la bancaliza-ción
del espacio.
3. Las distancias cubiertas y el volumen de aguas transportadas.
La red hidráulica lleva en si varias operaciones:
a) Construcción de canales y embalses, que han de ser consi-derados
como obras públicas del guanartemato.
b) La distribución local por medio de un sistema secundario
O menor.
c) La garantía de la contraprestación: a cargo de quienes co-rre
la mano de obra (braceros) y que beneficios posteriores
van a recibir.
Todo parece apuntar que es el guanartemato quien establece el régi-m.
e.n de. ,c ontraprestaciones y quien detenta el control sobre la red de ....-.m nn. A..
ii i igabiuii.
Un cuestionario similar se puede aplicar, en relación con el sis-tema
de bancalización y fabricación de andenes, para el cultivo,
cuya contextualización arqueológica hemos documentado en Valle
de Guayedra o en las mismas huertas del Rey, anexas a la Cueva
Pintada:
-¿Cuáles son sus dimensiones?
-¿Qué técnicas de relleno y amurallamiento se utilizan?
260 Celso Marfin de Guzman
-¿Cuál es su orientación dominante?
-Que número de andenes eran irrigados? ¿Cuál es su conexión
con la red arterial, o principal, y cómo se dispone intema-mente
la canalización?
-¿Cuál es la proporción de andenes exclusivamente de secano,
sin evidencias materiales de red de riego?
-Qué cultivos se implantan en ellos?
-¿Hay indicios de uso de fertilizantes?
-¿Son obras exclusivas del guanartemato o de las etnias loca-les?
¿Se podrían distinguir estas adscripciones a partir de la
tecnología?
Con la «pax andamánica)) se intentaría potenciar la red de dis-tribución
de aguas y ampliar el espacio cultivable por el procedi-miento
de los andeiiec, a1 iieiiiij~q ue asisiiriamos a poner fin a Ias
disputas intercantonales e interétnicas, delimitando los derechos de
cada grupo, y fijando (amojonando, amurallando) los espacios en
conflicto, ejerciendo el guanartemato su papel de juez y árbitro en
los contenciosos, bien directamente o por medio de sus jueces locales.
Sin esta ingerencia estatal, sobre las tierras y su control excluSivo de
las aguas, el guanartemato sería inviable. El reconocimiento y el
ejercicio de su poder para repartir las aguas va a traducirse en una
supremacía sobre la nobleza que sólo controla tierras y ganados. Por
otra parte, el amojonamiento (tal y como se infiere de los vestigios
arqueológicos de cercados, pircas, murallas y monolitos localizados
en el interior de la isla, incluso varios centenares de metros delimita-dos
con murallas de piedra seca) están indicando el poder arbitral de
una autoridad que garantiza que estos límites se respeten y no se
puedan transgredir sin castigo.
No solo se deslindan las tierras étnicas sino, principalmente,
aquellas de dominio directo del guanartemato como pueden serlo los
1 1 A : - - l . . l . . - - - - A - - ousqucs, ius pasuaies, los cauces o2c- a.g.u~a, ~ilu. .s . m ariar~iii.a. i es y ias gaie-rías
de agua, los juncales, las minas de azufre, las vetas de obsidiana,
las canteras, etc.
En síntesis, el modelo horticultor es el que va a exigir una orde-nación
específica del territorio, introduciendo a su favor la tenencia
del agua. Esta ordenación es la que se impone a la economía ante-rior,
de agricultura de secano y de base pastoril y, en definitiva, es
consustancial con la articulación del estado primitivo que pretende
el guanartemato:
El horizonte cultural «Cueva Pintada)) ... 26 1
a) El equilibrio relativo, pero siempre superior al de los pasto-res,
que deriva de una actividad horticultora permite cubrir
la subsistenci