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FUENTES LATINAS RELACIONADAS CON CANARIAS
EN LA OBRA DE DA COSTA DE MACEDO 1
José Antonio González Marrero
Las generalidades con que debe empezar un trabajo se centran, en este caso, en la figura de
Joaquim José Da Costa Macedo y en la trascendencia y alcance que él concede a Portugal en
el desarrollo de la navegación de los siglos XIII al XVI.
Joaquim José Da Costa Macedo nació en Lisboa en 1777 y falleció noventa años después
en Golega, muy cerca de la capital portuguesa. Su trabajo se encuadra en el desarrollo que en
el siglo XIX tuvo la Academia Real de las Ciencias de Lisboa, 2 tras el declive que la ciencia
tuvo en el siglo XVIII y como reconocimiento o reivindicación del papel que la erudición
portuguesa jugó entre los siglos XV y XVI la
era de los descubrimientosparticularmente
en el
campo de la astronomía, la biología, la cartografía, la cosmografía, la geografía, la
matemática, y las ciencias farmacéutica y náutica.
En varias sesiones celebradas después de julio de 1842 en la Academia Real de las
Ciencias de Lisboa, Joaquim José Da Costa de Macedo leyó el trabajo que voy a analizar en
este estudio al que llamó “Memoria em que se pretende provar que os arabes nâo conhecerâo
as Canarias antes dos portuguezes”. El propio Da Costa Macedo señala que pese a que esta
obra forma parte de una investigación mayor titulada “Historia das Navegaçôes e
Descobrimentos dos Portuguezes” 3 se ha editado por separado para provocar una discusión
mayor y desarrollar y ampliar algunos puntos en los que no había profundizado en su
“Historia das Navegaçôes” .
Tomando como punto de partida el estudio de Da Costa Macedo en que intenta demostrar
que los árabes no tuvieron conocimiento real de las Islas Canarias 4 a través de sus viajes, sino
gracias a los escritos de autores griegos y romanos, pretendo analizar el período que va desde
el Mundo Clásico hasta la etapa de transición de la Baja Edad Media hasta el Renacimiento entiéndase
del siglo XIII al XVI,
durante el que tuvieron lugar los grandes descubrimientos
marítimos y en el que ya había un conocimiento real de las islas. Y para ello estudiaré las
fuentes latinas de las que se sirvió la literatura antigua y medieval para ubicar e identificar las
Islas Canarias con las Islas Afortunadas y de qué modo estas interesaron a Da Costa Macedo
en sus explicaciones. Este propósito no sirve para valorar qué hay de cierto en el tratamiento
que de ello hace el autor portugués, sino para reconocer y comprender a través de los textos
una etapa, quizás la más significativa para la historia de la navegación y de la geografía.
Es necesario admitir, primeramente, que la Baja Edad Media convirtió el Océano Atlántico
en una dimensión más amplia de lo que hasta ese momento había sido, porque lo concibió
como un espacio destinado a la aventura y a lo incógnito, un espacio capaz de superar los
miedos, en el que el hombre se encuentra con la superación de obstáculos y con el esfuerzo
del viaje. 5 El origen de este ensanchamiento de fronteras que supuso la salida al océano se
encuentra en el crecimiento demográfico y social y en las mejoras económicas producidas
entre los siglos XI y XII, aunque investigadores como L. Adâo Da Fonseca reconocen que este
descubrimiento del Atlántico comenzó mucho antes del siglo XIII, trasladando sus argumentos
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Fuentes latinas relacionadas con Canarias en la obra de…
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hasta el siglo X, cuando los escandinavos realizaron sus incursiones marítimas extendiéndose
hasta Inglaterra, Irlanda, Francia y España. 6 En los siglos siguientes, el Atlántico, de pequeñas
dimensiones al principio, irá aumentando su espacio hasta que en los siglos XIV y XV la
Península Ibérica obtiene un protagonismo muy significativo. 7
Las condiciones que favorecen la apertura al océano vienen dadas en los países ibéricos
por la experiencia en la navegación comercial y por la disposición que tenían sus gobiernos
para sufragar las necesidades monetarias que conllevaba una travesía. Este marco es
precisamente el que provoca los primeros descubrimientos en el Atlántico y al que quiere
conducirnos Da Costa Macedo, explicando, a través del conjunto de su Memoria, este mundo
prerrenacentista, si queremos denominar así al período que va del florecimiento literario y
científico del siglo XII al Renacimiento del siglo XV. En este tiempo, los países ibéricos,
España y Portugal, establecieron sus posesiones en el corredor atlántico, lo cual significaba
una prueba de autoridad y reconocimiento de todo cuanto partía para el Nuevo Mundo. 8
Antes de adentrarse en las fuentes latinas que tienen relación con Canarias, Da Costa
Macedo trata de vincular las Islas Canarias con el mundo antiguo partiendo del mito de las
Islas de los Bienaventurados. Y para esto debo primeramente decir que los mitos relacionados
con Canarias se encuentran estudiados de forma notable en los rigurosos trabajos de M.
Martínez. 9 Desde este punto de vista, no vale la pena hacer distinciones entre los distintos
mitos que ya se han estudiado abundantemente.
Sin embargo, me sirve este apartado para señalar que la primera relación de las Islas
Canarias con la Antigüedad parte en todas las investigaciones de la geografía mítica 10 . Da
Costa Macedo descubre en el mito de las Islas de los Bienaventurados una doctrina
psicológica hindú según la cual las almas deben atravesar un río para llegar al descanso. Esta
tradición de unas islas felices pasa a través de los griegos a Occidente como lugar de
residencia de almas justas y se mezcla de alguna manera con el relato homérico de los
Campos Elíseos, como bien ha explicado M. Martínez. 11 Esta equivalencia conceptual no es la
que se transmite a través de los textos sino una denominación que surge precisamente de la
traducción latina de la expresión griega “Islas de los Bienaventurados” . Los latinos tradujeron
“makáron nêsoi por Fortunatarum insulae” y es la expresión que ha llegado a nosotros como
conexión de Canarias con la realidad espacial. 12
En este sentido, según Da Costa Macedo, la historia verídica parte del nexo que hay con el
mito de los bienaventurados, o de su traducción como Islas Afortunadas, que es la que usan
los autores latinos. Con posterioridad, la mentalidad del Medievo occidental hace traslación
de un mundo oriental en el que están presentes las islas felices y llenas de riquezas 13 y de este
modo se penetra en la Edad Media la idea de Islas Afortunadas como ubicación geográfica
real de Canarias. Sin embargo, este no era un mar transitado, sino un mar tenebroso al que la
Edad Media no quiere acercarse. Por tanto, el desconocimiento del mar atlántico sólo ofrece
un concepto intuitivo de islas.
Hay que señalar que la literatura que de alguna manera hace referencia a las Islas Canarias
desde la Antigüedad Clásica diferencia dos puntos bien distintos: escritos que aluden al mito y
textos que describen una realidad geográfica. Serán aquellos y no estos los que predominen a
medida que nos adentramos en la Edad Media. 14 Sin embargo, no es mi intención redescubrir
nuevos textos relacionados con Canarias, sino presentar los que sirvieron a Da Costa
Macedo 15 para evidenciar que el conocimiento que de ellas tuvieron los árabes fue a través de
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escritos latinos en los que aparece la expresión “Fortunatae Insulae” traducida por estos a la
lengua árabe como “aljālidāt”.
16 Para ello se sirve de los siguientes textos:
En primer lugar, usa la Historia Natural de Plinio el Viejo (2379
d.C.) como referencia de
toda la información posterior, por cuanto es un texto compilador que recaba y compara los
datos averiguados para la Antigüedad por Estacio Seboso y por el viaje de Juba acerca de las
Islas Afortunadas. Si bien conserva sus descripciones, este texto expone ciertas dudas acerca
de ‘las islas de Mauritania’, pues señala “No ofrece mayor garantía lo que se dice de las islas
de Mauritania”: 17
Más allá todavía de éstas, se dice que están las dos islas Hespérides, y todos los datos
acerca de esto son tan inciertos que Estacio Seboso afirmó que, haciendo navegación
costera, desde las islas de las Gorgonas hasta las islas de las Hespérides, navegando
frente al Atlas, el trayecto es de cuarenta días, y que, desde éstas hasta el Héspero
Ceras, es de un día solo. No ofrece mayor garantía lo que se dice de las islas de
Mauritania: solamente hay constancia de unas pocas descubiertas por Juba frente a
los autóloles, en las que había mandado producir púrpura getúlica.
Hay quienes opinan que después de estas islas están las Afortunadas y algunas otras, a
cuyo número el mismo Seboso añade también las distancias, afirmando que Junonia dista de
Gades setecientos cincuenta mil pasos, y que desde ella hay otro tanto hasta Pluvialia y
Capraria, en dirección al ocaso. En Pluvialia no hay agua, si no es de lluvia. Desde estas hay
una distancia de doscientos cincuenta mil pasos hasta las islas Afortunadas situadas frente al
lado izquierdo de Mauritania, en dirección a la octava hora solar. Una de estas islas se llama
Invale por su concavidad, y otra Planasia por su aspecto. Invale tiene un perímetro de
trescientos mil pasos; allí la altura de los árboles se eleva hasta los ciento cuarenta pies.
Juba, acerca de las Afortunadas, averiguó lo que sigue: que también están situadas bajo el
mediodía, hacia el ocaso, a seiscientos veinticinco mil pasos de las Purpurarias, de tal manera
que la navegación se realiza durante doscientos cincuenta mil pasos sobre el ocaso y después
se dirige hacia levante a lo largo de trescientos setenta y cinco mil pasos. Que a la primera la
llaman Ombrios, y no hay vestigios de ningún edificio; tiene una laguna entre montañas y
unos árboles semejantes a la cañaheja, de los que se extrae agua, la de los árboles negros es
amarga y la de los más claros, agradable de beber.
La segunda isla se llama Junonia; en ella hay solamente un templete construido con piedra;
después de esta, en sus proximidades hay otra menor con el mismo nombre, a continuación
está Capraria repleta de enormes lagartos. Añade que a la vista de estas se encuentra
Ninguaria, recubierta de nubes, que recibió este nombre por sus nieves perpetuas. La que está
a su lado se llama Canaria, por el gran número de canes de gran tamaño que allí se crían dos
de los cuales se los ofrecieron a Juba;
en ella han aparecido restos de edificios. Y, mientras
todas las islas rebosan en abundancia de frutos y de aves de todo tipo, afirmaron que Canaria
tiene además abundancia de palmares, que producen dátiles, y de piñas; hay también gran
cantidad de miel; además en sus ríos se dan la planta del papiro y los siluros. Estas islas están
infestadas de animales en putrefacción, que son arrojados allí constantemente. 18
Si el texto de Plinio es para Da Costa Macedo razón de verdad en la Antigüedad, el
segundo pasaje del que se vale pertenece a un autor hispano, Pomponio Mela. 19 Su De
Chorographia es un testimonio importante por cuanto esgrime conceptos tanto mitológicos
como geográficos y su fuente no es el texto de Plinio ni la descripción de Juba:
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En frente están las Islas Afortunadas, cuya tierra produce una cantidad tan abundante
de frutos que renacen y se suceden incesantemente, hasta el punto de que sus
habitantes viven sin inquietud días más dichosos que los que viven en magníficas
ciudades. Hay una isla extraordinariamente notable por sus dos fuentes dotadas de
una propiedad singular: las aguas de una de las fuentes dan a los que las beben una
risa que acaba con la muerte; la otra cura todas las afecciones. 20
El siguiente texto que usa Da Costa Macedo es el de Solino, un gramático del siglo III. Su
De mirabilibus mundi circulará como Collectanea rerum memorabilium y no es más que una
descripción de cosas que él considera curiosas y entre estas hay un relato de las Islas
Afortunadas. Con todo, no amplía nada de lo que nos indica Plinio o Pomponio Mela,
descubriéndose casi como compilador suyo: 21
Más allá de las Gorgadas las Islas Hespérides, tal como Seboso indica, distan
cuarenta días de navegación hasta los abismos marinos. Cuentan que las Islas
Afortunadas se sitúan en frente del costado izquierdo de Mauritania, las que Juba
dice que están situadas bajo el Mediodía, pero cerca del Ocaso. No me sorprenden
las grandes cosas que se esperan de sus nombres, pero eso se debe a la significación
de esa palabra. En la primera de ellas, de nombre Norion, no hay edificios y tampoco
los hubo. Cuentan que la otra isla se llama Junonia. En ella hay un pequeño templo
construido sin honores en la cumbre. La tercera, del mismo nombre, es muy cercana
a ésta y está totalmente vacía. La cuarta se llama Capraria y está plagada de lagartos.
Le sigue Nivaria, siempre nublada y nevada. Después Canaria, repleta de enormes
canes. De allí se le trajeron dos al rey Juba. En ella hay restos de edificios…
Eumenio, autor que vivió entre el 260 y el 311, dudaba, en su panegírico al emperador
Constantino, de la existencia de las Islas Afortunadas como vemos a continuación:
No digo que aquél, realizadas tan y tan importantes hazañas no ya las selvas y los
bosques de los caledonios y los pictos, sino que ni siquiera se dignaba en conquistar
la cercana Hibernia, ni la lejana Thule, ni aquéllas, si es que algunas existen, Islas
Afortunadas. 22
Rufo Festo Avieno, autor del siglo IV, es creador de la Ora Marítima , una descripción
geográfica de las costas europeas desde Britania hasta el Mar Negro, a partir de un hipotético
periplo. Los versos de este texto no aportan nada al conocimiento de las Islas Canarias y a
juicio de Da Costa Macedo sólo considera esquivas las costas que están más allá de las
Columnas de Hércules. 23
También en el siglo IV se publica la Totius mundi descriptio de Iunior Filósofo en la que
hay una referencia a la inexistencia de las Canarias, pues dice:
Se dice que desde allí (más allá de Hispania) está el océano, cuyas partes nadie puede
contar, pues es un desierto y, como dicen, allí está el fin del mundo. 24
Todavía en el siglo IV, Mauro Servio Honorato muestra un desconocimiento de los
términos Elíseo e Islas Afortunadas en su Comentario sobre Virgilio , del que entresacamos
una línea:
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Según cuentan los filósofos el Elíseo son las Islas Afortunadas, de las que Salustio
dice que son célebres gracias a los cantos homéricos. 25
Hasta entrar en la Edad Media podemos decir que la única fuente directa que habla desde
un punto de vista científico de las Canarias es la expedición de Juba y ¿qué ganó la historia
con este viaje? En realidad, nada, porque los romanos y los pueblos que estaban sometidos a
su yugo no entendieron sus navegaciones y tanto para el comercio como para la geografía,
Canarias no fue descubierta. De este modo, a comienzos del siglo V, Sulpicio Severo no tenía
conocimiento de nadie que hubiera llegado a estas islas, puesto que señala en una línea de su
primer diálogo:
…y por último, si alguien acostumbra a visitar las Islas Afortunadas o el frío
océano. 26
El lusitano Paulo Orosio escribió también a principios del siglo V (385c.
420):
El límite más lejano es el monte Atlas y las Islas que llaman Afortunadas. 27
En este mismo siglo V, el cosmógrafo Julio Honorio señala en su Alia totius orbis
descriptio que:
El río Malda nace por debajo de las Islas Afortunadas y rodeando la última parte de
Mauritania separa los Barbares de los Vacuotes para dar en el mar que se llama la
columna de Hércules. 28
Por lo que estamos viendo, hasta aquí llega la literatura que identifica las Islas Canarias
con las Islas Afortunadas. A partir de aquí la fuente principal será Plinio el Viejo, cuyos
textos, adaptados, traducidos o resumidos, llegarán a la Baja Edad Media. El primero de estos
autores es Isidoro de Sevilla, quien, en el siglo VII y como buen compilador, une la tradición
mitológica con la ubicación geográfica que aparece en la Historia Natural de Plinio:
Las Islas Afortunadas nos están indicando, con sus nombres, que producen toda clase
de bienes; es como si se las considerara felices y dichosas por la abundancia de sus
frutos. De manera espontánea producen frutos los más preciados árboles; las cimas
de las colinas se cubren de vides sin necesidad de plantarlas; en lugar de hierbas,
nacen por doquier mieses y legumbres. De ahí el error de los gentiles y de los poetas
paganos, según los cuales, por la fecundidad del suelo, aquellas islas eran el paraíso.
Están situadas en el océano, en frente y a la izquierda de Mauritania, cercanas al
occidente de la misma, y separadas ambas por el mar. 29
Datada en el siglo VII, 30 la Ravennatis Anonymi Cosmographia, o conocida de manera más
vulgar como Anónimo de Rávena, viene a representar otra de las fuentes itinerarias
medievales. Pone las Islas Afortunadas en el Estrecho de Gibraltar y de alguna manera se ve
detrás la obra pliniana entre sus fuentes, sobre todo en lo que a los nombres de las islas se
refiere:
… hasta el citado estrecho que hemos llamado SepteGaditane,
donde está el monte
Estaciona o las Islas Afortunadas
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Nombrando algunas islas tal como lo había hecho Plinio: “En este mismo mar océano,
después de los etíopes hay distintas islas, algunas de las cuales queremos nombrar: Azauazia,
Pireon, Beathee, Caprarias, Theatrum, Nincaria, Lunonis, Scopulis, Thene”. 31
Da Costa Macedo hace una rápida y casi imperceptible mención de Dicuil, el viajero
escocés del siglo IX, sin aportar el texto analizado. No centra su interés en él y presta atención,
de forma exclusiva, al texto que copia de manera literal de Solino y que este a su vez ha
transformado de Plinio el Viejo. Sin embargo, en la edición que he manejado hay un hueco
situado en el punto exacto en el que Dicuil empieza a copiar el texto de Solino, 32 que distancia
el contenido de la parte referida a Canarias de la otra referida al continente africano. Dicuil es
el vínculo que hay entre la Alta y la Baja Edad Media y por tanto su De mensura orbis térrea
debe tenerse en cuenta a la hora de valorar la trascendencia de los textos bajomedievales que
beben en su mayor parte de las mismas fuentes que el autor británico.
Además del texto citado anteriormente, Dicuil señala en otro punto como fuente directa
suya el libro decimocuarto de las Etimologías de Isidoro del que toma la idea de islas
Afortunadas, Gorgadas y Hespérides. A la referencia de Isidoro se ha hecho mención
anteriormente. 33
Después de Dicuil llegamos a un período, la Baja Edad Media, en el que las Islas Canarias
forman parte de los lugares geográficos identificados y conocidos. Sin embargo, parece
incomprensible que la literatura de la época no ofrezca datos concluyentes de ellas, pues,
como se ha señalado antes, los autores de esta época reproducen ideas o textos de autores más
o menos lejanos en el tiempo, que poco o nada tienen que ver con la realidad. Así ocurre con
Vincent de Beauvais en su larga compilación histórica titulada Speculum Naturale o en la
Cosmographia 34 del médico y cosmógrafo renacentista Regnier Gemma Frisius, de 1533, en
la que las Afortunadas o Canarias parecen ser más un recurso literario que una identificación
real. Señala que son diez, de las que solo algunas están habitadas y traduce los nombres de las
islas al latín:
Siguen las diez Islas Afortunadas que contemplan el monte Atlas. También se llaman
Canarias… las que están habitadas son: Lanza rota, Gran suerte, Gran Canaria,
Tenerife, Gienera, Palma y Hierro. 35
A partir de este momento, la historia se encargará de transmitir los conocimientos reales de
las islas.
Como se ha podido observar, el número de textos va disminuyendo, de tal manera que los
autores bajomedievales no ofrecen datos concluyentes en torno a la existencia de las Canarias,
incluso cuando ya eran frecuentadas por los marinos europeos. En España, en estos siglos en
que es aún patente la dominación árabe, las islas parecen ser desconocidas para los árabes.
Al mismo tiempo, Da Costa Macedo emplea toda esta documentación de autores latinos
para justificar que de las Islas Canarias perduró en los países europeos solo un tratamiento
mítico, tras el olvido en el que cayeron las islas desde el texto de Plinio el Viejo, que es la
fuente que considera real y veraz. Y ello fue de este modo hasta el siglo XVI, en que las
descripciones siguen abundando en lo mítico e irreal, si bien las navegaciones ibéricas habían
dado cuenta de estas islas algunos siglos antes. M. Aguiar Aguilar, 36 en un reciente estudio,
advierte de la existencia una fuente del siglo XIII que hace mención a unas islas reales
identificadas con Canarias.
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Sin embargo, desde el punto de vista establecido por Da Costa Macedo, las Islas Canarias
no fueron motivo de interés para los árabes, pues durante los mil años de la Edad Media no
existe una literatura diferente y explicativa de las islas, sino la misma que contaban griegos y
romanos, pero traducida a la lengua árabe. No en vano, los autores árabes que refiere Da
Costa Macedo llegaron al Renacimiento europeo transmitiendo las viejas historias míticas del
mundo clásico, a excepción de Ibn Jaldún que es el único texto que transmite datos reales y
positivos de Canarias. Las viejas historias míticas tenían como origen el viaje de Juba y la
difusión que de él hizo Plinio el Viejo de manera fundamental. Dado que ni el texto de Juba ni
los escritos de Plinio o de autores posteriores aportaron nada a la existencia de este territorio
atlántico, no despertó en los árabes un interés comercial que, según el erudito luso, fue lo que
incitó a los portugueses a reclamar las Canarias para su corona.
Es como si en el origen de este desinterés por mantener vínculos de relación, llámese
comercial o solo de conocimiento, pudieran estar las palabras de Plinio “Omnia circa haec
incerta sun”, puesto que después de su obra todo se vuelve dudoso e incierto. Sin embargo,
trabajos como este de Da Costa Macedo, cualquiera que sea su carácter, aportan datos hasta
ahora descuidados sobre Canarias que convienen ser rescatados, puesto que contribuyen al
conocimiento de la historia de las islas.
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NOTAS
1 Agradezco la información que me proporcionó don Joâo Fernandes de la Academia das Ciências de Lisboa
de la biografía de J. J. Da Costa Macedo que se recogen en la siguiente cita, así como las observaciones del
profesor Marcos Martínez de la Universidad Complutense de Madrid.
2 Sus cargos y reconocimientos se recogen en sus datos biográficos procedentes de la Grande Enciclopédia
Portuguesa e Brasileira , 1945, Vol. XV, p. 728. Se pueden consultar en http://www.acadciencias.
pt/ACLD/memorias/Macedo,%20Joaquim%20Jos%E9%20da/processo.pdf. La Academia Real de
las Ciencias de Lisboa llevó a cabo un proceso académico en torno a la figura de este erudito en el que se
puede comprobar la rigurosidad e importancia de sus trabajos. Se puede consultar en http://www.acadciencias.
pt/ACLD/memorias/Macedo,%20Joaquim%20Jos%E9%20da/processo.pdf.
3 J. J. Da Costa Macedo, Memoria em que se pretende provar que os arabes nâo conhecerâo as Canarias
antes dos portugueses, Lisboa, 1844, p. 105.
4 En este sentido, véase en este mismo Coloquio el análisis que realiza M. Aguiar Aguilar, “Políticas de
posesión del corredor Atlántico. En torno a las fuentes árabes sobre Canarias en la obra de Da Costa de
Macedo”.
5 El mar dentro del espacio altomedieval infunde miedo, frente al medio terrestre. Ello implica que hasta el
siglo XIII, si hacemos excepción de los monjes británicos y de pueblos nórdicos, la expansión de los países
europeos estuviera destinada a lo territorial. Es necesario recordar que el espacio medieval aparece
perfectamente recogido por J. Le Goff, L'imaginaire médiéval , París, 1985.
6 L. Adâo Da Fonseca, Os descubrimentos e a formaçâo do oceano Atlântico. Século XIVséculo
XVI, Lisboa,
1999, p. 10.
7 Véase G. Padoan, “Ad insulas ultra Hispaniam nouiter repertas: el redescubrimiento de las islas atlánticas
(13361341)”,
Sintaxis 30/31 (19921993),
pp. 130143.
8 El interés lusitano que lo llevó a reclamar las Canarias para la corona portuguesa es motivo de estudio en el
reciente trabajo de M. Mendoza, Guerra LusoCastelhana.
Século XV, Lisboa, 2006, pp. 111122.
El
conflicto de intereses que ello supuso entre los dos reinos peninsulares se fijó en el Tratado de Tordesillas
de 7 de junio de 1494, como recoge E. Aznar Vallejo, “La expansión atlántica (siglos XIV‐XV)”. En
España Medieval y el legado de occidente. Ciudad de México, 2005, pp. 211‐222.
9 M. Martínez recoge los textos relacionados con estas islas desde el mundo clásico hasta la literatura escrita
en el siglo XX. Sus referencias bibliográficas parten del año 1992 en que publica Canarias en la mitología ,
Tenerife, 1992. Posteriormente, reunió en un solo libro estudios publicados con anterioridad: Las Islas
Canarias de la Antigüedad al Renacimiento. Nuevos aspectos, Tenerife, 1996. Más reciente es su Las Islas
Canarias en la Antigüedad Clásica. Mito, historia e imaginario, Tenerife, 2002. Un recorrido explicativo
de estos trabajos se halla en “Rerum Canariarum Fontes Arabici”, Revista de Filología de la Universidad
de La Laguna 17 (1999), pp. 427439.
10 Además de estos trabajos, para un conocimiento más exacto de las Islas Canarias en la Antigüedad pueden
verse, entre otros: P. Schmitt, “Connnaissance des îles Canaries dans l’Antiquité”, Latomus 27 (1968), pp.
362391;
P. T. Keyser, “From Myth to Map: the Blessed Isles in the First Century B.C.”, The Ancient
World 24 (1993), pp. 149168;
S. Jorge Godoy, Las navegaciones por la costa atlántica africana y las
Islas Canarias en la Antigüedad, Tenerife, 1996; A. Tejera GasparM.
E. Chávez Álvarez M.
Montesdeoca, Canarias y el África Antigua , Tenerife, 2006.
11 M. Martínez, op. cit. (Canarias…), pp. 3971.
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12 M. Martínez, op. cit. (Canarias…), p. 57 ofrece la explicación que Diodoro Sículo, en su Biblioteca
Histórica , V, 82, da la denominación de Islas Afortunadas.
13 En este sentido véase J. Le Goff, “L’Occident médiéval et l’Océan Indien: un horizon onirique” en Pour un
autre Moyen Âge: temps, travail et culture en Occident, París, 1977, pp. 28098.
14 Da Costa Macedo dedica un apartado a las Opiniôes dos antigos ácerca das Ilhas Afortunadas.
Conhecimentos positivos que dellas houve no tempo dos Romanos e na Idade media , pp. 237.
15 Hoy en día, y gracias a los trabajos de M. Martínez, se conocen y se encuentran agrupados muchos otros.
16 Una obra árabe del siglo XIII cuenta la misión de un santo sufí marroquí del siglo XII a unas islas del
Atlántico en las que había grupos poblacionales. Véase M. Aguiar Aguilar, “La mención a las Islas
Canarias en el tashawwuf ilâ rijâl at‐taSawwuf de Ibn az‐zayyât at‐tâdilî (primera mitad del siglo 7/XIII)”.
En Sacrum Arabo‐Semiticum. Estudios dedicados al prof. Federico Corriente en su 65 aniversario. Instituto
de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo. Zaragoza, 2005, pp. 71‐77.
17 PLIN. nat. 6, pp. 3132:
“Vltra has etiamnum duae Hesperidum insulae narrantur, adeoque omnia circa hoc
incerta sunt, ut Statius Sebosus a Gorgonum insulis praenavigatione Atlantis dierum XL ad Hesperidum
insulas cursum prodiderit, ab his ad Hesperu Ceras unius. Nec Mauretaniae insularum certior fama est.
Paucas modo constat esse ex aduerso Autololum a Iuba repertas, in quibus Gaetulicam purpuram tinguere
instituerat. Sunt qui ultra eas Fortunatas putent esse quasdamque alias, quo in numero idem Sebosus etiam
spatia conplexus Iunoniam abesse a Gadibus DCCL p. tradit, ab ea tantundem ad occasum uersus
Pluuialiam Caprariamque; in Pluuialia non esse aquam nisi ex imbri. Ab iis CCL Fortunatas contra laeuam
Mauretaniae in VIII horam solis; uocari Inuallem a conuexitate et Planasiam a specie, Inuallis circuitu
CCC p.; arborum ibi proceritatem ad CXL pedes adulescere. Iuba de Fortunatis ita inquisiuit: sub meridiem
quoque positas esse prope occasum, a Purpurariis DCXXV p., sic ut CCL supra occasum nauigetur, dein
per CCCLXXV ortus petatur. Primam vocari Ombrion, nullis aedificiorum uestigiis; habere in montibus
stagnum, arbores similes ferulae, ex quibus aqua exprimatur, e nigris amara, ex candidioribus potui
iucunda. Alteram insulam Iunoniam appellari; in ea aediculam esse tantum lapide exstructam. Ab ea in
uicino eodem nomine minorem, deinde Caprariam, lacertis grandibus refertam. in conspectu earum esse
Ninguariam, quae hoc nomen acceperit a perpetua niue, nebulosam. Proximam ei Canariam uocari a
multitudine canum ingentis magnitudinis – ex quibus perducti sunt Iubae duo –; apparere ibi uestigia
aedificiorum. cum omnes autem copia pomorum et auium omnis generis abundent, hanc et palmetis
caryotas ferentibus ac nuce pinea abundare; esse copiam et mellis, papyrum quoque et siluros in amnibus
gigni. Infestari eas beluis, quae expellantur adsidue, putrescentibus”.
18 Vid. Plinio el Viejo, Historia Natural. Libros IIIVI
(trad. y notas de A. Fontán, I. García Arribas, E. del
Barrio y M. L. Arribas), Madrid, 1998, pp. 410412.
Para una explicación reciente del viaje de Juba, véase
“El periplo de Hannon: ¿una realidad falseada?” en A. Tejera GasparM.
E. Chávez Álvarez M.
Montesdeoca, op. cit. , pp. 3545.
19 MELA, 3, p. 87: “Contra Fortunatae insulae abundant sua sponte genitis, et subinde aliis super alia
innascentibus nihil sollicitos alunt, beatius quam aliae urbes excultae. Vna singulari duorum fontium
ingenio maxime insignis: alterum qui gustavere risu solvuntur in mortem; ita adfectis remedium est ex
altero bibere”.
20 La traducción se encuentra en la p. 44 de J. M. Blázquez, “Las Islas Canarias en la Antigüedad”, AEA 23
(1977), pp. 3550.
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Fuentes latinas relacionadas con Canarias en la obra de…
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21 Hemos prescindido de las partes del texto que no proporcionan datos novedosos, teniendo en cuenta que
continúa el texto pliniano. SOL. 56: “Vltra Gorgadas Hesperidum insulae, sicut Sebosus affirmat, dierum
quadraginta nauigatione in intimos maris sinus recesserunt. Fortunatas insulas certe contra laeuam
Mauritaniae tradunt iacere, quas Iuba sub meridie quidem sitas, sed proximas occasui dicit. De harum
nominibus exspectari magna non miror, sed infra famam uocabuli res est. In prima earum, cui nomen
Norion, aedificia nec sunt, nec fuerunt… Alteram insulam Iunoniam appellari ferunt, in qua pauxilla aedes
ignobiliter ad culmen fastigata. Tertia huic proximat eodem nomine, nuda omnia. Quarta Capraria
appellatur, enormibus lacertis plus quam referta. Sequitur Niuaria nebuloso aere, et coacto, ac propterea
semper niualis. Deinde Canaria repleta canibus forma eminentissimis: inde etiam duo exhibiti Iubae regi.
In ea aedificiorum durant uestigia…”.
22 Eumenio, Panegyricus Constantino Augusto dictus, 7: “Neque enim ille tot tantisque rebus gestis non dico
Calidonum, aliorumque Pictorum siluas et paludes, sed nec Hiberniam proximam nec Thylen ultimam nec
ipsas si quae sunt Fortunatorum insulas dignabatur acquirere”.
23 Auienus, Ora Maritima et Periegesis seu Descriptio Orbis Terrarum en Fontes Hispaniae Antiquae, Vol. I,
ed. Schulten, Barcelona, 1922 (versos 380415).
También se halla publicado en A. Cabrera Perera. Las
Islas Canarias en el mundo clásico, Madrid, 1988, pp. 8889:
“Porro in occiduam plagam // ab his
columnis gurgitem esse interminum, // late patere pelagus, extendi salud // Himilco tradit. Nullus haec adiit
freta, // nullus carinas aequor illud intulit, // desint quod alto flabra propellentia // nullusque puppim
spiritus caeli iuuet, // dehinc quod aethram quodam amictu uestiat // caligo, semper nebula condat gurgitem
// et crassiorem nubilum perstet die. // Oceanus iste est, orbis effusi procul // circumlatrator, iste pontus
maximus, // hic gurges oras ambiens, hic intimi // salis inrigator, hic parens nostri maris. // Plerosque
quippe extrinsecus curuat sinus // nostrumque in orbem uis profundi inlabitur. / / Sed nos loquemur
maximos tibi quattuor. // Prima huius ergo in caespitem insinuatio est // Hesperius aestus atque Atlanticum
salum; // Hyrcana rursus unda, Caspium mare; // salum Indicorum, terga fluctus Persici; // Arabsque gurges
sub tepente iam noto. // Hunc usus olim dixit Oceanum uetus. // Hyrcana rursus unda, Caspium mare; //
longo explicatur gurges huius ambitu // produciturque latere prolixe uago.
Plerumque porro tenue tenditur salum, // ut uix harenas subiacentis occulat. // Exuperat autem gurgitem
fucus frequens, // atque impeditur aestus hic uligine. // uis beluarum pelagus omne internatat // multusque
terror ex feris habitat freta. // Haec olim Himilco Poenus Oceano super // spectasse semet et probasse
rettulit. // Haec nos ab imis Punicorum annalibus // prolata longo tempore edidimus tibi”.
24 Seguimos el texto que ofrece Da Costa Macedo, op. cit., p. 27. No obstante, la traducción y el comentario
del texto de Iunior Filósofo es motivo de un estudio que se publicará este mismo año 2006. Vid. P. F.
Mittag, Die totius mundi descriptio des Iunior Philosophus, FGrHist V: “Inde (post Hispaniam) oceanus
esse dicitur, cuius partes nullus hominum potuit enarrare: est enim eremi solitudo, et sicut aiunt, ibi est
finis mundi”.
25 SERV. Aen 5, 735: “Secundum philosophos elysium est Insulae Fortunatae, quas ait Sallustius inclitas esse
Homeri carminibus quarum descriptionem Porphyrius commentator dicit esse sublatam; secundum
theologos circa lunarem circulum, ubi iam aer purior est, unde ait ipse Vergilius ‘aeris in campis’, item
Lucanus ‘non illuc auro positi, nec ture sepulti perueniunt…”. Se refiere Servio al texto de Salustio (SALL.
hist. 5, 100): “Quas duas insulas propincuas inter se et decem <milia> stadium a Gadibus sitas constabat
suopte ingenio alimenta mortalibus gignere” [“Se sabía que estas dos islas estaban próximas entre sí,
distantes 10000 estadios de Cádiz y que producían espontáneamente alimentos para los mortales]”.
26 El texto se encuentra en la p. 28 de la obra de Da Costa Macedo: SVLP. SEV. Dial. 1: “Hoc Aegyptus fatetur,
hoc Syria, hoc Aethiops comperit, hoc Indus audiuit, hoc Parthus et Persa nouerunt, nec ignorata Armenia,
Bosporus exclusa cognouit et postremo siquis aut fortunatas insulas aut glacialem frequentat oceanum”.
27 OROS. hist. 1, 2, 11. “Vltimus autem finis eius est mons Atlas et insulae, quas Fortunatas uocant”.
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XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
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28 El texto se halla en la p. 28 de la obra de Da Costa Macedo. “Fuluius Malda nascitur sub insulas fortunatas
circuiens extremam partem Mauritaniae interdicens inter Barbares et Vacuotes uergit in mari quod
apellatur columna erculis”.
29 ISID. orig. 14, 6, 810:
“Fortunatarum insulae uocabulo suo significant omnia ferre bona, quasi felices et
beatae fructuum ubertate. Sua enim aptae natura pretiosarum poma siluarum parturiunt; fortuitis uitibus
iuga collium uestiuntur; ad herbarum uicem messis et holus uulgo est. Vnde gentilium error et saecularium
carmina poetarum propter soli fecunditatem easdem esse Paradisum putauerunt. Sitae sunt autem in
Oceano contra laeuam Mauretaniae, occiduo proximae, et inter se interiecto mari discretae”.
30 Da Costa Macedo la situaba en el siglo IX, p. 29.
31 Véase la p. 30 de la obra de Da Costa Macedo. “…usque supra scriptum fretum quod diximus SepteGaditane,
ubi est mons Statiola uel Insulae Fortunatae…In ipso quippe meridiano Oceano, post Aethopiam
patriam, diuersae existunt insulae, ex quibus aliquantas nominare uolumus, id est, Azauazia, Pireon,
Beathee, Capriarias, Theatrum, Nincaria, Lunonis, Scopulis, Thene”.
32 J. J. Tierney. Dicuili Liber de mensura orbis terrae, Dublín, 1967, p. 83: “… ferulae surgunt ad arboris
magnitudinem; earum quae nigrae sunt expressae liquorem reddunt amarissimum, quae candidae, aquas
remouunt etiam potui accommodatas. Alteram insulam Iunoniam appellari ferunt pauxillae edis ignobiliter
ad culmen fastigatam. Tertia huic proximat eodem nomine, nuda per omnia. Quarto loco Capraria
appellatur, enormibus lacertis plus quam referta. Sequitur Niuaria aere neboloso et coacto ac propterea
semper niualis. Deinde Canaria repleta canibus forma eminentissimis, unde etiam duo exhibiti sunt Iubae
regi. In ea aedificiorum durant uestigia. Auium magna copia, nemora pomifera, palmeta cariotas ferentia,
multa nux pinea, larga mellatio, amnes siluris piscibus abundantes. Perhibent etiam expui in eam undoso
mari beluas; deinde cum monstra illa putredine tabefacta sunt, omnia illic infici tetro odore ideoque non
penitus ad nuncupationem sui congruere insularum qualitatem”.
33 J. J. Tierney, op. cit., p. 71: “Fortunatae atque Gorgodes Hesperidesque insulae quod sunt in occidentali
pelago Africae multi nuntiant. Longius ab Africa Gorgodes quam Fortunatae ac Hesperides quam
Gorgodes, quoniam in eo quod in Cosmographia fluuius Malua sub insula Fortunata nasci fertur, ex hoc
prope ad Africam esse perhibetur. Distant autem Gorgodes a continente terra bidui nauigatione, ut in cuarto
decimo libro Aethimologiarum Isidorus ait”.
34 El título completo es De principiis Astronomiae et Cosmographiae . Véase p. 31 de la obra de Da Costa
Macedo.
35 “Sequuntur decem insulae fortunatae Atlantem aspicientes montem: etiam Canariae dictae… Quae autem
incoluntur sunt: Fracta Lancea, Magna Sors, Gran Canaria, Teneriffa, Gienera, Palma et Ferrum”.
36 M. Aguiar Aguilar, art. cit. (“La mención a las Islas Canarias…”), pp. 71‐77.
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