1904
LA EVOLUCIÓN DE LA IMAGEN DEL MUNDO EN LA
ÉPOCA DE ISABEL LA CATÓLICA
Antoni Picazo Muntaner
INTRODUCCIÓN
La época de Isabel la Católica fue clave en la nueva configuración y percepción que el
hombre moderno tuvo del orbe. Los viajes y exploraciones en el Atlántico, 1 tanto de
portugueses como de castellanos, y los consecuentes descubrimientos allende los mares
posibilitaron una amplia transformación de la imagen del mundo. La concepción espacial de
la reina católica –y también la de Fernando– en vísperas del Descubrimiento era bastante
compleja, una percepción que transcendía la simple visión mediterránea y que, como se verá,
llegaba al Índico; pero, la incorporación de las islas del Caribe y posteriormente de Tierra
Firme provocó un salto cualitativo muy importante en la descripción del orbe.
Esta transformación conllevó, de una forma pareja, a la ampliación del espacio económico
europeo y posterior transformación hacia un mercado global y el desarrollo del capitalismo en
el viejo mundo. 2 No obstante, todos estos cambios producidos bajo el reinado isabelino
también conllevaron una época de paulatina transformación. Ésta estuvo determinada por dos
fenómenos básicos. En primer lugar destacamos la necesaria elaboración de una cartografía,
lo más fiel posible, de los nuevos mares y tierras. Los viejos portulanos utilizados
por la navegación de cabotaje ya no eran útiles para la travesía del Atlántico, era necesario
utilizar la ciencia moderna para poder, o cuando menos intentar fijar la posición de un navío
en alta mar.
Pero la cartografía 3 también se convirtió en un instrumento de poder, de legitimación de la
ocupación de los noveles territorios y del control de las rutas para acceder a ellos. Esta nueva
dinámica se manifestó de una forma clara y rotunda con la política de “sigilo” portuguesa, 4
teniendo su máxima incidencia con la creación del Padrón en 1508 por Fernando el Católico.
De tal forma era la cartografía tan indispensable para las coronas que el 5 de septiembre
de 1493 la reina envió una carta a Colón encargándole que le remitiese, cuanto antes, la
carta de marear 5 de todos los descubrimientos, a efectos de neutralizar las aspiraciones
portuguesas sobre la zona.
En segundo lugar también sobresale la descripción y asimilación de unos nuevos tipos
humanos, de extrañas civilizaciones, pertenecientes a un mundo autocontenido, que si bien
evidenciaban las miserias del hombre europeo, 6 también reactivaron las ventajas de su
civilización y su postrer intento de globalización. Las descripciones de esa otra humanidad
también sufrieron una evolución cronológica a medida que la presencia hispana se fue
fortaleciendo en el Nuevo Mundo y, en especial, diseñando nuevas estrategias de poder para
controlar e integrar a los nativos bajo la estructura política de Castilla.
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EL MUNDO CONOCIDO ANTES DE ISABEL LA CATÓLICA Y LA EXPANSIÓN LUSOCASTELLANA
Cabría, ante todo, huir de aquella percepción eurocentrista de que a lo largo del siglo XV, e
incluso en centurias anteriores, la imagen del mundo estaba centrada básicamente en Europa,
el Mediterráneo y algunas zonas geográficas de África y Asia. La percepción de un
Mediterráneo como única zona geográfica tanto de expansión como generadora de comercio y
riqueza es, cuando menos, parcial. 7 Sin duda alguna éste pertenece a un mismo espacio
–y como ejemplo gráfico nos remitimos a los mapas de Idrisi, Carpini o Bianco que reflejan
un Mediterráneo integrado en un espacio mucho más dilatado, por no decir global–.
Efectivamente, Bianco, en 1436, ya representó la ruta Atlántica hacia la India y China 8
unificando espacios perceptivos –su imagen fue claramente globalizadora.
Algunos autores, entre ellos Jacques Le Goff 9 manifestaron que el occidente medieval
ignoró la realidad del Océano Índico. 10 Los mapas consultados y los libros de viaje analizados
nos permiten afirmar que en Europa se conocía el Índico, 11 sus puertos más importantes y las
ciudades comerciales. 12 Estas manifestaciones nos obligan a establecer modelos para evaluar
como el espacio, entendido como fenómeno histórico, en la línea de Fernand Braudel, 13 tuvo
una homogeneidad casi general que incidió en el desarrollo comercial de las ciudades, con la
sola excepción de algunas desviaciones de carácter religioso o bien ideológico.
Con el tiempo, la percepción ideológica influyó en la forma de definir el imago mundi, que
el final tuvo un marcado carácter eurocentrista. Sin duda, el espacio ideológico reforzó las
decisiones de las monarquías –especialmente la portuguesa y la hispánica– de sufragar los
costos de la búsqueda de rutas alternativas en un intento de suprimir a los intermediarios y
obtener una superioridad en el control de los mercados con la participación, como en el caso
castellano, de destacados mercaderes burgaleses.
A lo largo del siglo XV Europa inició esta búsqueda de vías alternativas abriéndose a
nuevos espacios, especialmente al Atlántico, que fueron integrados rápidamente dentro de la
esfera de dominación de las monarquías. Actuaciones que derivaron en una “política de
sigilo” y que concebía a la cartografía como un elemento de poder. 14 Esta política de silencio
y precaución fue reforzada y potenciada por el príncipe Juan de Portugal a partir de 1480,
después del tratado de Paz con Castilla, al desconfiar de la política expansionista de los Reyes
Católicos hacia la zona del golfo de Guinea.
Uno de los documentos más elocuentes que reflejan esta apertura hacia nuevas áreas lo
encontramos en el mapa de Andrés Bianco o en el de Carpini donde el Mediterráneo no es un
espacio “central”. Son muchos los mapas de esa época en los que hallamos otras zonas
vitales, especialmente África y Asia, que gozan de una mayor importancia en la percepción
del mundo. Estas obras no sólo se limitan a configurar un nuevo mundo, provocan un cambio
perceptivo del Atlántico por cuanto éste pasó a convertirse en una importante vía de
comunicación, perdiendo aquel concepto de mar Tenebroso, e incluso obviando la “zona
tórrida” aristotélica. Entre éstas cabría destacar la de Albino Canepa, de 1489, que ya refleja
las islas del Atlántico o una carta anónima de 1424 que precedió a la de Canepa en su
visión atlántica.
Por lo que se refiere a la imagen global del orbe, previa a los grandes descubrimientos
americanos, sobresale el mapa Borgia, de 1430; el de Pirrus de Noha, una obra
completamente ptolemaica, en la que el Índico es el centro vital mientras que el Mediterráneo
es un mar secundario; el de Andreas Waslpergen de 1448 en la misma línea que el anterior;
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Leonardo Dati en su obra La Sfera , de la primera mitad del XV, además de incluir las Islas
Canarias también lo hizo con las del Índico. Petri de Ture en 1490, y basado en la obra de
Ptolomeo, también compuso una carta en que el Índico y Asia tienen un papel primario, en la
misma línea que siguió Fra Mauro en su obra de 1459 o que Ambrosius Macrobius en 1492.
No obstante, todas las obras relacionadas anteriormente, es en la de Nicolo Todescho de
1480 donde hallamos un espacio interior africano sumamente detallado. 15 A pesar de ello,
muchas de las obras cartográficas del momento, basadas en la de Claudio Ptolomeo, presentan
algunas incorrecciones que se fueron repitiendo. Así, la edición de Hohane Schnitzer de Ulm,
en 1482, no se halla aún el paso de África al Índico si bien cabe señalar que aquel grave error
de conectar el río Senegal con el Nilo, y que más tarde surgirá por doquier, no figura. En
cambio, en el mapa de Martellus, de 1489, África ya está abierta a la navegación hacia
el Índico; en el del vizconde Maggilo podemos observar cómo el río Senegal conecta con el
Nilo, al igual que en el de Bianco. 16 En este aspecto, Gomez Pires afirmó en la costa de
Guinea, en 1445, que “[...]havia de seguir viagem para saber do terra dos negros,
especialmente do Rio Nilo[...]”. 17 Más tarde añadió que había llegado “[...]al Rio Nilo de
parte donde ven sario do mar de Poniente...”. 18
La expansión lusocastellana
hacia el Atlántico implicó un cambio en la percepción de la
frontera misma. Concepto este de frontera que se encuentra íntimamente relacionado con el
entendimiento y, en consecuencia, lleva implícito el factor móvil; es decir, los nuevos límites
del océano, que muchos creían que era el mismo Índico, eran superados de una forma
constante.
Pero además de esa superación, aquel espacio era utilizado por los monarcas de ambas
coronas para presionar en las cuestiones que se estaban dirimiendo en la Península Ibérica.
Así, Guinea y Mina de Oro se convirtieron en un factor clave en las luchas dinásticas de
Castilla en el enfrentamiento con Portugal porque de esos parajes se traerían: “[...]por estos
reinos traze muitas mercaderias[...]”. 19
Hernando del Pulgar narró en su “Crónica de los Reyes” el descubrimiento de la siguiente
forma: “[...]se hallaron unas tierras de gente bárbara, homes negros, que vivían desnudos y en
chozas los quales poseían mineros grandes de oro fino...esta fama se extendió tanto por
aquellos puertos de Andalucía[...]”. 20 Los viajes en demanda de esa riqueza “fácil” fueron
muy numerosos y aunque los peligros eran muchos “...el que escapaba llegaba rico[...]”. 21 Los
Reyes Católicos concedieron libertad a sus súbditos para navegar hasta Mina de Oro y
rescatar bienes, metales y mercancías para menguar la potencialidad lusa. Un claro ejemplo de
la utilización de los recursos auríferos fue relatado por el mismo Hernando del Pulgar, el cual
explicó cómo los portugueses esperaron a las naos castellanas que retornaban de Mina de Oro
“[...]e tomaron treinta e cinco con todo el oro que traían[...]” 22 siendo utilizado para la
campaña bélica. Los resultados del comercio castellano con Mina de Oro fueron
extraordinarios, el tráfico con la zona aumentó de tal forma que se tuvo que centralizar en
Sevilla –aunque tras Alcaçovas se paralizó– si bien con la paz algunos de esos mercaderes
tuvieron que pagar el quinto real al monarca portugués. A esta segunda fase de la incidencia
de los viajes castellanos a Mina de Oro se le sumó un nuevo problema que, tras la paz, tenía
que solucionarse. Los ingleses estaban contratando pilotos castellanos prácticos en los viajes a
Guinea y Mina de Oro por lo cual los Reyes Católicos, para no tensar las relaciones con
Portugal, tuvieron que intervenir a fin de paliar los problemas que de ello derivarían. 23
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La percepción, tanto de Isabel como de Fernando, del espacio era muy compleja 24 y no se
limitaba únicamente al Mediterráneo o al norte de África, así en la versión castellana de la
bula Aeternis Regis de Sixto IV referida a los derechos portugueses en África aparece esa
“visión global” del espacio: “[...]nunca, o al menos en memoria de onbres, ha sido costumbre
de navegar por el Mar Océano hazia las partes de medio dia e de oriente[...]si por su
inteligencia o industria nos fuese fecho navegable asta los yndios[...]”. 25 Incluso tras el primer
viaje colombino los reyes emitieron una real provisión prohibiendo contratar con los “indios”
sin su autorización “...y porque podría ser que algunas personas quisieran tentar de yr a los
indios a tratar en ellos e traer algunas mercaderías en cosas que alli ay que no queremos que
se haga sin nuestra licencia[...]”. 26 La “visión” pues que tenían los reyes del orbe era la de una
esfera –sin que se conociesen sus dimensiones reales– un todo global con centros de interés
comercial estratégicos y, por supuesto, lejanos. 27 De ahí, por ejemplo, que la reina Isabel se
entrevistara con los protagonistas, si bien algunos de ellos habían fallecido, del primer viaje a
fin de recabar noticias sobre las nuevas tierras. También quisiéramos destacar que tras
la muerte de la reina católica en el inventario de sus bienes hallaron obras clave para la
aprehensión del orbe, como las Etimologías de San Isidoro, varios tratados de astrología y, en
especial, entre sus numerosas obras religiosas un solitario pero elocuente Tratado de cosas del
Mapamundi. 28
No obstante, las representaciones cartográficas de esa nueva frontera se hallaban
supeditadas a los nuevos espacios que fueron cayendo bajo la hegemonía hispánica o lusa. 29
Así, por ejemplo, destacan los atlas portugueses de África. Entre ellos, por ejemplo, el
planisferio de Diego Ribeiro de 1527 que refleja prácticamente todo el orbe conocido
–a excepción de la costa oeste de América del Norte–. La velocidad de representación y
asimilación cartográfica de los nuevos territorios es, pues, sorprendente.
Tras los descubrimientos de Colón se gestó un nuevo proceso de aprehensión del mundo. 30
La primera fase cartográfica fue “insular”, con definiciones costeras muy precarias del nuevo
mundo, caso en especial de la fachada Atlántica –la del Mar del Sur todavía inexistente–. Otro
claro exponente lo hallamos en los escritos de Colón o en los de su hijo Hernando, que
también recogió aquella geografía oceánica, insular y costera. 31 Sin embargo, también
sobresale aquella dualidad persistente aún hacia 1503 para interpretar la imagen del mundo.
Así, mientras La Cosa realizaba su gran obra cartográfica donde quedaban integradas todas
las tierras conocidas hasta el momento, en Italia Giacomo Foresti en 1503 aún trabajaba la
representación medieval del orbe realizando un mapa de T en O.
CONCLUSIONES
La concepción a lo largo del siglo XV del espacio global venía determinado por un modelo
perceptivo que contenía tres tipologías basadas en las variables de distancia y conocimiento
más que en una “división espacial”.
1. El espacio “ propio”, ampliamente conocido y asumido. Identificado con la propia
comunidad del individuo, se trataría de aquella geografía donde se encuentra más
seguro, donde lo “cercano” es lo que prevalece.
2. El espacio metropolitano, entendido como la “unidad política” que absorbe –y que en
algunos casos anula– al espacio propio.
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3. El espacio lejano, supeditado a la “cultura” del individuo lo cual le otorga un carácter
totalmente contradictorio. Para unos será fuente de temor, para otros de riqueza o de
conocimiento. Esta última categoría espacial vendrá determinada por el factor tiempo, 32
del cual surgirá un desdoblamiento del mismo en función de la distancia. Por un lado
una primera zona espacial donde la inversión tiempo/distancia fue media, circunscrita
al Mediterráneo y a la Europa continental. Por otro, una segunda zona espacial donde la
relación tiempo/distancia fue grande, ubicada esa zona generalmente en África interior
o Asia.
Este modelo permaneció vigente hasta la época de los grandes descubrimientos, en donde
la ampliación del mundo conocido, 33 la evolución de la ciencia cartográfica y la propia
mentalidad universal del individuo sufrió grandes alteraciones.
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NOTAS
1 Véase Céspedes Del Castillo, Guillermo, La exploración del Atlántico, Madrid, 1991.
2 Vid. Braudel, Fernand, La dinámica del Capitalismo, Madrid, Alianza Editorial, 1985 y también, como
no, la de Frank, André G., La acumulación mundial, 14921789,
Madrid, Ed. Siglo XXI, 1979.
3 Cerezo Martínez, Ricardo, La cartografía náutica española en los siglos XIV, XV y XVI, Madrid, CSIC,
1994.
4 Esta política de sigilo ha sido narrada por Cortesao, A. en Porgualiae Monumenta Cartograhica , Lisboa,
1960.
5 AGI, Patronato, 295N20.
En este aspecto cabe reseñar la teoría clásica de Bined, Alfred en La psicología
del razonamiento, Madrid, 1902, p. 10 en la que explica como “[...]el razonamiento de la percepción
externa pertenece a la clase de razonamientos inconscientes...el razonamiento es una organización de
imágenes, determinado solo por las propias imágenes[...]”. Según ello, para poder aprehender los nuevos
descubrimientos cabría “visualizarlos” en forma de mapa. Por su parte, y referente al mismo tema,
Swenson, Leland en Teorías del aprendizaje, Barcelona, Paidos, 1991, p. 37 afirmó, siguiendo las tesis de
la Gestald, que “[...]El aprendizaje se convierte en una cuestión de ver[...]o de ver la información como
figura[...]”. Lukács, George, Estética , Barcelona, Grijalbo, 1982, p. 424 explica como “...La simbología
transforma la apariencia en idea, y la idea en imagen, de tal modo que la idea es en la imagen siempre
infinitamente activa e inalcanzable[...]”. Para Fitche, J. G., Filosofía y Estética , Valencia, Universitat de
València, 1998, p. 151 “[...]ninguna representación es posible sin una imagen[...]”. En cambio, en Dancy,
Jonathan: Introducción a la epistemología , Barcelona, Grijalbo, 1978 es todo el “conocimiento” que parte
de nuestros estados sensoriales. Cassier, Ernst en Filosofía de las formas simbólicas, México, FCE, 1976
escribe “A partir del instante en que el problema del espacio es visto y tratado con verdadera agudeza
sistemática, va ocupando cada vez más claramente el concepto básico de lugar central”, p. 173. En cuanto
a la concepción del mundo, Cencillo, Luis escribió en Tratado de las realidades, Madrid,
1971, p. 52 que “El mundo, pues, no puede ser conceptuado en ningún caso como –cosa– y ni siquiera
como conjunto de –cosas– [...]sino como el campo de toda experiencia posible[...]en donde los
acontecimientos se constituyen como realidades para el hombre[...]”.
6 Véase, por ejemplo, las descripciones realizadas por Las Casas, Bartolomé en Apologética historia
sumaria , edición a cargo de Edmundo O’Gorman, México, UNAM, 1967.
7 Bohigas, Pere, Sobre manuscrits i biblioteques, Barcelona, Curial, 1985, cita el manuscrito Dragmaticon
Philosofiae del siglo XV en donde hallamos el capítulo “Falsa sentencia d’alcuns que dixeren que la terra
era plana”. También expone el inventario de Antoni Callis, fallecido sobre el 1423 en que se halla el
“Imago Mundi de Honori d’Autun i el Tractatus de sphera”.
8 En el mapa de Pedro Reinel predomina el espacio africano sobre el mediterráneo. Johanes Schwiter en un
mapa realizado en 1482 sobre el de Ptolomeo reflejó ciudades como
Adeny
zonas de gran rentabilidad
económica Borneo.
9 Le Goff, Jacques , Pour un autre Moyen age, París, Gallimard, 1977.
10 En la obra anónima y apócrifa El libro del conoscimiento, atribuida a un franciscano castellano, leemos
una breve y sintomática referencia al Índico “[...]E sabed que este mar de india es un braço que entra del
grand mar oriental. E dizen algunos que atraviesa toda la tierra hasta el mar occidental”.
11 En el mapa de Al Istaksi (934) o en el de Idrisi (1154), a pesar de su falta de concreción, aparecen bien
localizadas zonas como el golfo Pérsico o el Índico. Giovanni Carignano en su obra de 1367 y Mario
Sanudo de 1320, dibujaron el golfo Pérsico, el Índico e incluso Abisinia. Otro ejemplo claro de esa
globalidad y percepción medieval la hallamos en el mapa de Cresques con una leyenda en el mar Rojo:
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“Per aquesta mar pasen la major partida de especies les quals arriben a Alexandria de les Indies”.
También vemos como sobre las ciudades de Lidebo, Meda y Aydip, en la costa del Mar Rojo, inscribió:
“En aquesta ciutat aporten las especies les quals de les Indies pays les porten en babilonia i Alexandria”.
Por lo que se refiere a la India, Cresques situó perfectamente la ciudad de Dely.
12 En la clásica obra de Tudela, Benjamín, Libro de Viaje (versión castellana e introducción de José Ramón
Nom de Déu), Riopiedra Ediciones, 1982, del siglo XII, se especifica que en Alejandría se contrataban
especias de la India. En Tudela hallamos definido la verdadera naturaleza del espacio comercial,
altamente rentable: En Gazna (Persia) “... hay mercaderes de todos los países[...]”; en Samarcanda hay
una gran confluencia de mercaderes que contratan la mirra del Tibet; en Quish, en Ormuz, se contrata con
“[...] seda, púrpura, lino, algodón, trigo, cebada, centeno, leguminosas[...]”.
13 Braudel, Fernand, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II, México, FCE, 1976
considera “[...]al Mediterráneo como una amplia zona que se prolonga en todas direcciones, más allá de
sus propias orillas[...]”.
14 Un claro ejemplo de ello es el planisferio de Cantino fechado en 1502. En esta obra cartográfica ya
aparece un vasto espacio en el que prevalece el concepto económico del mismo. La localización de este
mapa de ciudades extramediterráneas
está acompañada con explicaciones mercantiles. En Mina (Guinea)
se explica que cada año se obtienen 14 carabelas con oro; en Ormuz se comercia con seda; en Ceilán se
pueden encontrar perlas y especias; Bengala es un gran centro sedero; desde Malaca hay una ingente
cantidad de mercancías que se destinan a los mercados de Calicut...
15 Hace años Nunn, G. en Rosselli Oval Word Map, Philadelphia, 1928, estableció una tipología de mapas
de representación del orbe que aún siguen vigentes.
16 El inicio de este error lo hallamos en la obra de Idrisi, vid. Description de l’Afrique et de l’Espagne ,
Leyde, 1866, pp. 5 y ss.
17 Eanes, Gomes, Crónica de Guiné, Lisboa, 1973, p. 251.
18 Ibídem, p. 256.
19 Ibídem, p. 44.
20 Pulgar, Hernando del, Crónica de los Señores Reyes Católicos D. Fernando y Dª Isabel de Castilla y
Aragón, p. 114.
21 Ibídem, p. 115.
22 Ibídem p. 117.
23 Vid. TORRE, Antonio de; y Suare, Luis (Comp.): Documentos referentes a las relaciones con Portugal
durante el reinado de los Reyes Católicos, vol. II, Valladolid, 1958, en adelante DDRR. El problema de
Guinea entre Castilla y Portugal fue estudiado por Russell, Peter en “Fontes documentais castelhanas para
a história da Expanso portuguesa na Guiné, nos últimos anos de Alfonso V”, Lisboa, Do Tempo e da
História , vol. IV, 1971, pp. 553.
24 Incluso tenían aquella idea de que los continentes eran grandes islas. Vid. DDRR, vol. I, p. 97. Se trata de
un documento regio de prohibición de comerciar y vender por algunas partes de la “[...]ysla de
África[...]”.
25 DDRR, vol. II, p. 174 y ss. Elocuente pensamiento de los Reyes en la cual evidencian claramente que
tenían una visión que integraba a la India.
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26 Archivo del Ayuntamiento de Sevilla “Provisión de los Reyes Católicos, dada en Barcelona el 30 de
marzo de 1493” en “Registro de los Reyes Católicos”, tomo IV, f. 202. Incluso para asegurarse de que
nadie pasara a los “indios” la provisión fue leída por las calles y plazas de Sevilla.
27 Vid. Picazo Muntaner, Antoni, “Notas para una contribución a la concepción espacial y geografía mental
de los comerciantes europeos en la Edad Media e inicios de la Moderna” en Arquipiélago História, 2002,
pp. 435443.
28 Vid. De La Torre, Antonio, Testamentaria de Isabel la Católica , Barcelona, 1974, p. 231. Dicho tratado
fue apreciado en “[...]2 rreales y medio[...]”.
29 Bernáldez, A., Memorias de los Reyes Católicos, Madrid, 1962, p. 383. El licenciado Bernáldez recogió
la llegada de los portugueses a la India explicando que un navío portugués había venido de África, por la
banda de la Mina y había llegado hasta la India, entrando en Calicut y algunos puertos y bahías del
océano, entre ellos el golfo de Arabia que había sido “[...]descrito por Plinio[...]”. Bernáldez hace a los
Indios cristianos si bien dominados por los musulmanes los cuales controlan el comercio con pequeñas
barcas no artilladas.
30 Bernández, op. cit. explicó, vid. p. 270 que Colón, según la lectura de Ptolomeo y otros, afirmaba que el
mundo “[...]en el que nascemos e andamos está fixo entre la esfera de los cielos, que no llega por
nenguna parte a los cielos ni a otra cosa....salvo tiene agua, abrazada en redondez[...]”.
31 Colón, Hernando, “Historia del Almirante”, Madrid, Historia 16, 1984: En la página 62 hallamos el
pensamiento de Colón de un mar único: “[...]dijo que él consideró que todo el agua y la tierra del
Universo constituían y formaban una esfera[...]” Por eso, ese océano único posibilitaba la esperanza
“[...]que tenía de encontrar alguna isla o tierra de utilidad desde la que pudiera continuar su intento[...]”.
32 Le Goff, op. cit . p. 57 explica que “[...]le marchand découvre le prix de temps dans le méme instant qu’il
explore l’espace[...]”. Si bien el mercader medieval conquistó tiempo y espacio no está de acuerdo,
después de consultar numerosas referencias cartográficas, con Le Goff, que afirma que el conocimiento
de África comenzó con los Portugueses. Pensamos que ese conocimiento empezó con los musulmanes y
también con los catalanes y mallorquines. Estos ya tenían referencias del continente. Baste recordar que
Ceuta fue la puerta de acceso al oro africano que se perseguía desde la Corona de Aragón y que se traficó
con puertos como Túnez, Tlemcén, Bugía, Tarifa y con los atlánticos de Safi y Sale. Por otra parte, en el
Atlas Catalán de Cresques leemos en la zona de Guinea la siguiente inscripción “Partich l’uxer d’en
Jacme Ferrer per anar al riu del or”.
33 Mandeville, Juan, Libro de las Maravillas del Mundo, 2 vols., Madrid, 1953 ya mencionó la redondez de
la tierra. El manuscrito de Mandeville, al parecer basado en algunos “Itinerarios” y escritos medievales,
circulaba por Europa. En la página 13 leemos como “[... ]E si yo hubiera fallado naves y alguna compañía
por ir adelante no creo que hubiese visto toda la redondez del mundo alrededor[...]Porque vos digo, por
cosa cierta, que hombre podría rodear alderredor toda la tierra y redondez del mundo[...]”.
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