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1155 LOS ISLEÑOS DE BANÍ. DE LA SUPERVIVENCIA A LA RECREACIÓN MENTAL Bismar Galán Gálvez A MODO DE INTRODUCCIÓN La presente comunicación es una puerta al estudio de los inmigrantes canarios a Baní, Santo Domingo, en una dimensión distante de la acostumbrada suma de datos, personajes y la exhaustividad de fechas. Es, en su esencia, un esbozo en el que pretendo significar elementos esenciales acerca de la articulación de los isleños y sus descendientes a este espacio del sur dominicano. Por tanto, no es una acabada incursión en el tema sino un primer acercamiento a un proyecto más amplio sobre los procesos de configuración de identidades, las relaciones interétnicas y la readaptación de los isleños y sus descendientes a la naturaleza, sociedad y cultura de Santo Domingo. En términos más específicos, en el presente intento analizar la imaginación creativa de diacríticos culturales por descendientes canarios en Baní, un atractivo enclave y fuente de cultura, que utilizo como unidad de observación. Los trabajos de historiadores e investigadores dominicanos acerca del fenómeno migratorio canario han tenido como perspectiva de análisis las fechas históricas, las cuantificaciones, la genealogía, las manifestaciones folclóricas, las aportaciones y huellas del inmigrante, esencialmente con la perspectiva de “potenciar, conservar, defender” los legados culturales de los isleños. De igual modo, generalmente los estudios se concentran en los nativos restando importancia a los descendientes y sus modos de ver, recrear y vivir a partir de la cultura de sus ancestros. Muchos trabajos han centrado su atención e intención en el establecimiento de estadísticas acerca de la cantidad de familias o personas individuales que ingresaban a la isla y al valor de su presencia para espacios socioculturales como el laboral. En la continuidad del presente incursionaremos en cuestiones poco estudiadas, y hasta descuidadas, como son las relativas a redes sociales y grupo doméstico, elementos determinantes en las construcciones y reconstrucciones del grupo inmigrante y sus descendientes como vías de acomodación y defensa de sus identidades y donde se omiten cuestiones relativas a las conexiones de los grupos establecidos en la isla con los del espacio emisor. Esta exploración toma como centro las estrategias de readaptación que los grupos de descendientes canarios han desarrollado en el sur de Santo Domingo donde, como parte del Caribe, “los emigrantes debieron recrear su propia cultura en un medio ambiente insular pero tropical, y en su contexto social y cultural multiétnico” 1 con la intención de mantenerse conectados a la identidad de sus ancestros. En el mismo combinamos el análisis histórico con el trabajo de campo en las actuales comunidades de la zona de Baní y, entre ellas, las descendientes de la citada villa. Damos prioridad al estudio concreto de los grupos descendientes, en sus comunidades, sin descuidar el sentido total de ese colectivo y su marco de referencia y evolución. Dicho estudio parte de una visión holística que presupone “tratar de captar los contextos y marcos generales dentro de los que se desenvuelve la gente en sus comportamientos y en sus experiencias”. 2 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1156 Las comunidades de la región de Baní, consideradas descendientes de las Islas Canarias, son espacios donde se comparten costumbres y culturas en un variable contexto histórico, con sus procesos, funcionamiento, reproducción y transformación. Aquí, conviven con los canarios, descendientes de esclavos africanos, de europeos y de negros americanos que en su conjunto dan un gran aporte y diversidad cultural a la conformación étnica de la región. Pretendemos en el presente esbozo, y en el estudio posterior, seguir algunos consejos del antropólogo José Alberto Galván en su Identidad, endogamia étnica y adaptación sociocultural del inmigrante canario en Cuba 3 por considerarlos principios didácticos y científicos aplicables al estudio de las realidades de Santo Domingo. LOS MOVIMIENTOS El Caribe era un atractivo permanente para las migraciones desde el viejo mundo y especialmente desde las Islas Canarias. Estas se desarrollaban en un proceso de altos y bajos, determinado por las condiciones económicas y sociales de las Canarias y las redes establecidas con los grupos ya establecidos en tierra americana. Estos últimos servían de móviles de información acerca de las oportunidades económicas que ofrecía el nuevo mundo. El diseño de la migración hacia América ejerce una determinante influencia en el posterior entramado sociocultural que se teje alrededor de los grupos canarios en la isla, especialmente por la introducción de familias, en muchos casos campesinos procedentes de unidades domésticas de las comunidades sometidas por los poderosos económicamente quienes estaban vinculados al proceso colonizador. Los principales asentamientos canarios en Santo Domingo estaban destinados a ocupar fronteras marítimas para evitar la ocupación del territorio por otros colonizadores como los franceses e ingleses. Tales son las villas de Samaná, Puerto Plata y Monte Cristo, fundadas con familias procedentes de las Islas Canarias. Otras villas fueron fundadas en la frontera con el territorio francés devenido en República de Haití. Estos grupos eran motivados a reforzar la defensa de su nicho ecológico con un trasfondo colonial. Otros asentamientos, como el que estudiamos (Baní), respondieron al desarrollo de la industria azucarera y, con ella, a las labores en las plantaciones cañeras y al desarrollo de hatos ganaderos. Definir el número de familias que permanecían en Santo Domingo es difícil debido al proceso de flujo y reflujo, tanto de personas individuales como colectivas, fenómeno que matiza la migración como sistema de enlace entre la tierra de origen y la receptora. Más embarazoso resultaría definir la cantidad de descendientes de inmigrantes que habitan estas tierras en estos momentos y bajo qué características o sellos identitarios. DEL SURGIMIENTO Las unidades poblacionales de la región de Baní son representativas de la inmigración canaria al sur dominicano. Esto queda avalado, en primer lugar, por el número de inmigrantes llegados a la región, considerada la segunda en importancia en este indicador, después del asentamiento de San Carlos (comunidad extramuros de la antigua ciudad colonial de Santo Domingo). Los primeros habitantes del territorio de Baní fueron aborígenes de la cultura taína. Se asegura por varios investigadores que el topónimo es precisamente de origen taíno, cuya © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1157 etimología significa “padre” o “abundancia de agua”. Se esgrime este criterio teniendo en cuenta que Ba significa “padre” y Ni significa “agua” en el lenguaje de los taínos, lengua arahuaca. Asimismo, se baraja la posibilidad de que el nombre se le adjudicara al valle porque aquí reinó un nitaíno o cacique subalterno llamado “Paní” que era considerado como “un varón astuto”, lo que supone debió ser Baní, ya que en la lengua de estos aborígenes no se usó la p (Díaz Melo, González, Incháustegui, Objío). Los cimientos de la formación de las actuales poblaciones de Baní fueron el desarrollo azucarero de la isla y, con él, el establecimiento de varias plantaciones de caña de azúcar en la zona, con sus respectivos ingenios, ubicados en las márgenes de los ríos Nizao y Ocoa. El crecimiento de otros grupos poblacionales cercanos se conecta al surgimiento de los hatos ganaderos como resultado de la caída de la producción de azúcar de caña, planta que precisamente se introdujo en Santo Domingo desde las Islas Canarias. El pueblo de Baní fue fundado a orillas del río de su mismo nombre, el día tres de marzo del año 1764, en una gran sabana, a sesenta y cinco kilómetros de la ciudad de Santo Domingo. Se asegura que sus fundadores fueron ganaderos, la mayoría de origen canario. Estos vecinos ya estaban asentados en diferentes lugares cercanos al espacio escogido para la fundación de lo que es hoy la ciudad principal. Luego, y por distintas razones, muchos vecinos se diseminaron por todo el valle y las montañas vecinas. Estos asentamientos expresan un llamativo contraste de grupos étnicos que se han disputado el espacio que comparten desde antes del nacimiento de la actual ciudad de Baní. Como resultado de esa confluencia étnica, en estos momentos la ciudad muestra una mezcla de colores humanos que van desde el individuo negro hasta el blanco de ojos claros, aunque mayoritariamente la población es mulata. Mientras, las zonas rurales que la rodean completan ese contraste con una tendencia a la división en comunidades negras y comunidades blancas. Así, se distinguen como comunidades rurales mulatas el istmo étnico que delimitan, al noreste de la ciudad, las comunidades de Las Tablas, Galeón, Honduras, Las Carreras y otras menores en número de habitantes. Para estas se tienen como raíces los grupos esclavos que trabajaban en el ingenio del Ocoa, dada la proximidad entre ambos lugares. Forman un arco al oeste de la ciudad las comunidades llamadas “Campos Blancos”: Cañafístol, Sombrero, El Llano, Boca Canasta, Matanzas, Sabana Buey, Fundación y otras. Centramos nuestro estudio en las llamadas comunidades blancas, representativas de los referentes de identificación del grupo canario y sus descendientes: un nombre (isleños), una creencia (la fe católica), una filiación común (el grupo doméstico), un motivo de solidaridad (inmigrantes) y un territorio específico (valle de Baní). Todos ellos son elementos que hacia el interior del grupo tienen un gran peso y que en la configuración de sus relaciones van definiendo las identidades de quienes pertenecen y de quienes quedan excluidos de ese grupo. Pero la dimensión mayor de estas definiciones está en su trascendencia y resignificación en las construcciones identitarias de los grupos actuales. Las comunidades identificadas bajo el término Baní, ya sea como ciudad, provincia, región, son vistas desde adentro y desde afuera del grupo no sólo como territorio de blancos sino, y esencialmente, como tierra canaria. Desde afuera, y al penetrar en esos espacios, la visión de población blanca y canaria va cambiando de escenario, se va reduciendo a espacios más específicos pero que, desde la visión y concepción de las personas, en todos los casos se relaciona con este grupo étnico. Desde cualquier punto del país, se identifica al banilejo con el color blanco de la piel, con las facciones y características del isleño. Una vez en la ciudad © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1158 cabecera, se induce a mirar a las comunidades blancas antes señaladas como los verdaderos recintos de los canarios. No es irónico adelantar que el color y el concepto canario alrededor de las poblaciones de Baní tienen tanto o más de imaginación que de realidad. En el parque central de la actual ciudad de Baní, durante un día de trabajo de campo, pregunté cómo podía llegar a la comunidad de Cañafístol. Y un señor me orientó: Vaya por esa calle hasta el Mercado Público. Allí, a cada lado de la calle, hay un grupo de motoconchistas. Vaya para donde están los blancos. Esos son los de Cañafístol. Motoconchista es el nombre asignado a quienes en motocicleta sirven al transporte de personas entre comunidades dominicanas. Y efectivamente, la gran mayoría de los que iban hacia la comunidad de Cañafístol eran jóvenes de piel blanca. La diferenciación fenotípica de los descendientes canarios no ha bastado. Estos han mantenido un continuo proceso de identidades frente al resto de los grupos, con quienes han compartido el propio espacio que se han disputado en su proceso de inserción y defensa sociocultural. LAS ESTRATEGIAS Las estrategias utilizadas por los grupos canarios y sus descendientes en su proceso de readaptación y reconstrucción de diacríticos culturales no ha sido un tema suficientemente estudiado y mucho menos divulgado por la historiografía dominicana. La vida de los canarios en el sur de Santo Domingo pudiera concebirse y ser estudiada en distintas dimensiones (aportación cultural, régimen comercial, procesos políticos y otros más o menos estudiados o pendientes de todo acercamiento). Sin embargo considero oportuno partir de algunas estrategias, con centro en las actitudes de los descendientes, establecidas como vías para mantener sus identidades frente al resto de los grupos del espacio geográfico de Baní. De igual modo es imprescindible una mirada a las estrategias de quienes han compartido y comparten esos espacios con los canarios y sus descendientes. El análisis de este fenómeno a partir de las concepciones émic y étic proporcionan una visión más integradora de las relaciones tanto desde adentro como desde el exterior del grupo. Estas miradas al espacio isleño de Baní parten de la concepción de que el grupo isleño no simplemente se adapta al nuevo nicho ecológico y cultural como tantas veces se repite en la historiografía. En su proceso de interacción, los isleños no asumen pasivamente los elementos del espacio receptor para acomodarse a sus exigencias y condiciones sino que inciden en las realidades de ese espacio y estimulan cambios del resto de los elementos que lo forman y comparten. El grupo de inmigrantes canarios y sus descendientes, en diversas perspectivas, es quien transforma en función de los diacríticos culturales que le son propios, apoyados por la preeminencia sociocultural que se le otorga. Pero lo más significativo es el valor simbólico atribuido a lo considerado propio por ser “canario”. Así, los límites de esas identidades tocan la imaginación y la creatividad partiendo de invenciones mentales para potenciar su pertenencia a un grupo étnico de características consideradas superiores a las del resto de los que comparten el mismo espacio. Estas concepciones son reforzadas desde fuera del grupo con aseveraciones concluyentes y excluyentes acerca de la formación social del pueblo © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1159 dominicano. Para el destacado historiador Frank Moya Pons “Ese aumento demográfico (siglo XVIII) no fue solamente vegetativo, sino que se debió también a la inmigración de canarios y de extranjeros para quienes Santo Domingo volvía a ofrecer posibilidades de mejoramiento en sus condiciones de vida”. 4 Llama la atención la frase la inmigración de canarios y de extranjeros con la cual deja dicho que los extranjeros son el resto de los inmigrantes y no incluye a los canarios, es decir, los canarios acá no son extranjeros. Las migraciones internas Las migraciones a otras tierras del Caribe y a otros territorios de la isla han sido una constante en los grupos canarios llegados a Santo Domingo. A finales del siglo XVI, la explotación de la caña de azúcar fue abandonada casi totalmente por los pocos incentivos económicos que ofrecía, y la gente se dedicó entonces a la crianza de ganado lo cual obligaba al desplazamiento. A lo anterior se suma, en el caso específico de los que llegaron al valle de Baní, la disputa de los espacios geográfico y cultural, lo cual los llevó a la fundación de pequeñas comunidades en las que se dedicaban especialmente a la agricultura y la ganadería. Es así como surgen, a partir de la evolución de un hato ganadero, casi todas las comunidades rurales llamadas “campos blancos”. El desplazamiento, visto por los inmigrantes canarios como una forma de conservación de la cultura del grupo y una forma de protección de la familia, se extiende hasta nuestros días. Cuando la villa de Baní comenzó a crecer y a ser “invadida” por personas negras llegadas, esencialmente, de los bateyes cañeros, muchas familias isleñas establecidas allí decidieron aislarse en esas comunidades blancas con el pretexto de fundar pequeños conucos y hatos ganaderos. Al penetrar en las realidades de estos grupos, aflora una manifiesta intención de aislamiento colectivo como forma de conservar una familia blanca. Esta no fue una concepción de los inmigrantes y sus primeros descendientes sino que ha sido una constante en el grupo. Por ejemplo, muchos de los que encontraron refugio en San José de Ocoa y otros territorios montañosos cercanos, donde se dedicaron al cultivo del café, han retornado al valle, en lo que se puede hablar de una tercera migración; pero, generalmente, el desplazamiento ha sido a esas comunidades con las que tienen los mayores nexos sanguíneos y culturales. La migración interna y la fundación de comunidades exclusivas constituye una variante de asociación y una estrategia de conservación étnica del grupo canario en la zona de Baní. Creando fronteras La esposa de mi abuelo era india oscura pero él la trajo de por ahí, de un campito. Ella no era de aquí, no. Producto de las migraciones internas y el establecimiento de nuevas comunidades, emergieron nuevas relaciones socioeconómicas entre los inmigrantes isleños y entre estos y el resto de los habitantes de esas comunidades. Como resultado de las intenciones de fundar nuevos asentamientos apartados del resto de los grupos, y como término de las migraciones, existen actualmente los llamados “campos blancos”. Su fundación es una de las estrategias del grupo inmigrante en la conservación de su cultura de origen donde el nombre colectivo define una raza (blanca) que gana el sinónimo de isleña. Varias comunidades forman “arco blanco de la zona oeste”, donde se destacan Sombrero y Cañafístol por ser los más cercanos a la ciudad de Baní y por estar entre las más pobladas. En estas, como en otras más pequeñas en el mencionado arco, es mayoría la población blanca, incluso en los momentos actuales. Aquí, descendientes de la quinta y sexta generaciones y otros más cercanos a los nativos siguen © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1160 defendiendo su condición de isleños. Sus fundamentos son resultado de la memoria histórica, de los procesos de enculturación y de la revalorización de sus ancestros y sus elementos identitarios. Estas comunidades han permanecido aparentemente enquistadas en su cultura, cerradas a influencias de otros grupos étnicos, a la invasión cultural externa, en palabra contemporánea, negadas a la globalización cultural. La consigna “Puedes llegar a la calle pero no pasar a la casa” es una trascendente y paradójica realidad frente al bien ganado prestigio de los canarios como personas hospitalarias. El enfrentamiento a los demás grupos los lleva, como defensa de sus identidades, a refugiarse en el interior del grupo doméstico, el que juega un papel fundamental en el mantenimiento de su cohesión, tema del cual nos ocuparemos en la continuidad del presente trabajo. La comunidad de Paya, al este de la ciudad de Baní, es un caso singular en el territorio compartido por los canarios con otros grupos étnicos: hasta hace muy pocos años esa población estaba dividida. Esta división, marcada físicamente por la carretera, establecía la parte sur para blancos y la parte norte para negros. El color determinaba el espacio para construir, establecerse, compartir. La presencia de un negro en uno de los bares para blancos provocaba una trifulca entre los grupos, hasta que finalmente el extraño era sacado de allí. Pero la disputa no se restringe a un período corto de tiempo ni únicamente al espacio geográfico. Joaquín Bautista rememora así una escena de estas fricciones étnicas en la mencionada comunidad. Los negros tenían una carnicería y en la tarde exhibían el animal que iban a sacrificar al otro día. Los blancos vieron un becerrito bonito, gordo... Y los negros mataron en su lugar a un bendito buey, tan famoso que hasta una décima le hicieron. ¿En Paya? Hasta llegaron a sacar de los bailes a personas del color. Le decían: ¡Usted aquí no baila! Esto pasaba hasta la década del 70 (1970). La fuerza mayor de la frontera que erigen los inmigrantes canarios y sus descendientes en defensa de sus identidades son las construcciones mentales en su proceso de aculturación de los nuevos miembros del grupo doméstico. Una descendiente canaria de tercera generación asegura que: Hablar con los negros, compartir con ellos, era un descrédito para la familia. Los negros eran malos, no tenían nuestras costumbres y los viejos no permitían que estuviéramos ni cerca de ellos. Había un racismo tremendo en mi tiempo. Los bailes eran con tambora, acordeón y güira; y cuando al baile llegaba un moreno, que no era de aquí porque aquí no habíay comenzaba a bailar con una muchacha, paraban la música y lo echaban. La familia nunca quería que la muchacha se enamorara de uno de esos morenos. La familia nunca quería, nunca quería. María Emilia (Cañafístol). En el proceso de identidad étnica, los canarios y sus descendientes hacen alusiones despectivas hacia los grupos negros como forma de magnificar su condición de canarios. Una señora que se considera descendiente lo explica así: Mi mamá era de aquí pero mi papá vino de un campito por allá arriba, que le dicen Calabaza. Él bajó a enamorarse aquí porque es que por ahí la gente era morena y © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1161 ellos eran blancos. Mi papá era indiecito claro porque mi abuelo se casó con una indiecita oscura y como él era blanco, que vino de esos países. Pero mi abuelo tenía los ojos azulitos. Cuando yo era niña, nosotras, las nietas nos subíamos a sus piernas a mirarle los ojos porque los tenía azulitos, así como el cielo. Porque él era canario. Altagracia Rivera (Cañafístol). Con mucho orgullo dice “mi abuelo era blanco”, pero a la vez “era canario”. Pero, cuando un allegado a la familia era o es negro, entonces suavizan el discurso con la frase “era o es morenito” o en su defecto “indio”. Este es un caso singular que pudiera definirse como “apropiación de un grupo étnico” ya que cuando ahondamos en nuestra búsqueda, su abuelo era español, no canario. La fuerza sociocultural de los canarios arrastra a descendientes de españoles a autodefinirse como isleños en lo que se puede entender como una filiación con el grupo no solo mayoritario sino de mejores avales desde el punto de vista social. En estas cerradas comunidades, las relaciones de matrimonio son un constante espacio de análisis, las cuales constituían una amenaza para el mantenimiento del grupo doméstico bajo un concepto canario. El hecho de estar rodeados de negros era un peligro. Las madres se encargaban de la custodia de las jóvenes y la comunidad daba parte de las posibles relaciones entre una miembro del grupo y un negro. Las muchachas eran acompañadas en sus salidas y no eran dejadas solas a ninguna hora ni en ningún lugar. Aquí, el matrimonio entre los miembros de la comunidad, e incluso entre primos, es una constante en el grupo de los inmigrantes, como vía para evitar el cruzamiento con otros grupos étnicos. La cultura agrícola, también canaria La siembra de habas, la cría de cabras, cerdos y ovejas son parte de la cultura agropecuaria canaria, suelo donde se dice que “ricos y pobres eran pastores y labradores”. Mientras, las condiciones ecológicas de Baní favorecían estas actividades a los inmigrantes y por eso los isleños de aquí son considerados, tanto desde dentro como desde fuera del grupo, como personas muy apegadas a los procesos agropecuarios. Ante la caída de la industria azucarera, en las comunidades de Baní, la producción cañera fue reemplazada por la producción de víveres, especialmente yuca y plátano, y maíz. Este último se convirtió en uno de los productos agrícolas más importantes para la familia canaria por su rapidez productiva y su gran diversidad de uso. Mientras el conuco es un espacio en el que el grupo comparte labores, alrededor del maíz se desarrolla un proceso de identidades que relacionan a este grano y sus derivados con la vida de los isleños. El comercio de productos agropecuarios era tarea compartida entre hombres y mujeres. Hacer la harina de maíz y venderla en comunidades cercanas es una de las variantes de comercialización de los productos obtenidos en el conuco y donde las mujeres de la casa son las actoras principales. Un ejemplo claro es cuando las mujeres de la villa de Cañafístol se trasladaban a la comunidad “negra” de Las Tablas a vender harina. Las formas de trabajo y organización de las distintas actividades al estilo canario son motivo de paralelos con otros grupos para reforzar su alegada justificación de que los isleños son un grupo superior, cayendo en cierto grado de relativismo cultural grupal. A estos criterios de superioridad étnica se suman concepciones de superioridad de los blancos sobre los negros. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1162 Nada más ilustrativo de la labor productiva del grupo canario, de la importancia del maíz y de la función de las mujeres tanto en la producción como en la conducción de los descendientes, que la siguiente narración de la autodefinida “nieta de canarios”. Mi mamá y yo molíamos el maíz, en un molino. Eran dos piedras redondas que amolaban con sierritas y hachas viejas. Le poníamos una soga, y le poníamos un palo en un hoyito que tenía la piedra de arriba. En el centro tenía un hueco y uno le echaba el maíz por ahí y se iba moliendo. Y comenzábamos a moler ese maíz, cuando venía a amanecer habíamos molío hasta siete jarros, y hasta ocho, de maíz. Nos levantábamos de madrugada, como a las cinco de la mañana, cuando oíamos los gallos cantando. Cuando iba saliendo la harina, se vaciaba el hueco; volvíamos y le echábamos más maíz. Entonces cerníamos toda esa harina, la echábamos en latas y nos íbamos para un lugar que le dicen Las Tablas y allí la vendíamos. Y nos ganábamos el sustento. Mi mamá hacía otras clases de trabajo como blanquear. Se hacía con caliche, una tierra blanca, que todavía hay. Las casas las hacían de palo y le ponían una cosa que le decían tejamaní. Buscaban estiércol de vaca donde había ganado y entonces mi mamá la unía con ceniza, y le daba un tabique, que es como se le decía. Después que estaba entabicá, uno esperaba que se endureciera y de ahí, le pasaba ceniza otra vez. Cuando estaba dura, por lo menos a los tres días, preparábamos el caliche para blanquearla. Eso se ponía blanquito, muy bonito. Así muchas casas. Altagracia Rivera (Cañafístol). Al valorar de muy positivo ese modo de vida y de colaboración de los miembros del grupo se están potenciando las condiciones que se reconocen en los ancestros como bueno y válido de una superioridad étnica que queda en las mentalidades de las generaciones actuales. Esta imaginación es superior si partimos de que la informante realmente no es descendiente de canarios sino de españoles. De hecho, el desarrollo agromercantil y la escasa industria daban mayor valía a la artesanía y a labores domésticas como la sastrería. Con el producto obtenido de la agricultura, los miembros del grupo incluyendo a los niños, con las mujeres al frente, trabajaban en la producción casera y en la comercialización de la mercancía obtenida. Las mujeres, como elementos fundamentales de la unidad productiva básica, se destacan además por su desempeño como modistas, tejedoras y artesanas, oficios alrededor de los cuales se movía todo el grupo y que, por tanto, iban trasmitiendo a los descendientes. Gracias a ellas, muchos descendientes de la cuarta y quinta generaciones aún los tienen como legados canarios. Precisamente la confección de cestas, macutos y sombreros por las mujeres canarias y sus descendientes tenía como base la preparación de las necesarias fibras de plantas por parte de los hombres. Dicha confección es continuidad de los bimbos de caña, morrales y espuertas de hoja de palma propios de los canarios, con los cuales el grupo se afianza en su identidad y revaloriza su condición y orgullo de isleño. También las mujeres hacían hamacas para dormir y fabricaban los “trastes” de cocina, especialmente jigüeras a partir de güiras de diferentes tamaños. Estos utensilios eran empleados para limpiar arroz, tomar agua y café, entre otros usos. Para los descendientes y demás miembros de estas comunidades, la actual existencia de esos medios es una muestra de su ascendencia canaria. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1163 La alimentación Es cierto que el grupo inmigrante canario define muchas características de la comida criolla de Las Antillas y por tanto de Baní. Pero su valor es reforzado cuando se les atribuyen como propias la manera de colar el café, el modo de elaboración de determinados dulces, esencialmente derivados de la harina, y hasta la existencia de las llamadas “pulperías”. Los hábitos alimentarios traídos por el grupo inmigrante se convirtieron en un elemento esencial de la cohesión familiar y de la disputa del espacio laboral, con la intención de establecer la producción de los alimentos básicos de su dieta de origen. La producción del gofio, así como los llamados zurullitos y productos derivados del maíz (considerados de su creación) como las arepas, son elocuentes ejemplos de la función de la alimentación como elemento identitario del grupo canario y sus descendientes. El gofio sigue siendo una realidad en el área de Baní, y un producto que a la vez que los simboliza, los define como isleños. Mientras una descendiente acusa la diferencia del actual (industrializado) y el que las familias preparaban para comer en casa; y hasta para divertirse pues, sobre todo los muchachos, se retaban a decir palabras con la boca llena de gofio seco y en ocasiones estaban a punto de ahogarse. Por cierto que los descendientes de canarios, esencialmente los de Cañafístol, son definidos por el resto de los grupos étnicos de la zona de Baní como comegofio y areperos. El gofio, cuya tradición data de los primeros pobladores de sus islas de origen, es el producto alimenticio con el que más se relaciona a los inmigrantes canarios. Hasta hace muy poco tiempo conservaban, como decía una informante, el uso del guayo o molino de dos piedras, y aunque no lo usen, el hecho de poseerlo los define como herederos de esa cultura o simplemente como isleños. Las valoraciones presentes del producto y sus modos de obtención de este alimento son muestras del proceso de enculturación agradablemente sufrido por los descendientes canarios. Una nieta así lo testifica. Nosotros teníamos al gofio como un alimento especial. Fue con mi abuelo que aprendimos a comer gofio y nosotras mismas lo hacíamos en pilones. Majábamos el maíz con azúcar, lo tostábamos primero en un caldero. Y ese era el gofio. Lo dejábamos bien finito para no colarlo. Julia (Villa Sombrero). “Colar café como los canarios” significa en estas comunidades utilizar un colador de tela, medio que hemos observado en hogares de estas comunidades, aunque tengan distintos tipos de cafeteras. Su uso se justifica atribuyendo que es mejor, de mejor gusto el café así obtenido. En la familia, las mujeres lo tostaban en caldero, lo trituraban en pilones y lo cernían para que quedara bien fino. Este proceso de obtención del café es similar al del gofio y son también las mujeres quienes se responsabilizan en el mismo. En ambos casos hay un proceso de tostado, molido y cernido antes del consumo. Ambos productos fueron por mucho tiempo exclusivos de los hogares hasta más tarde comenzar su comercialización y llegar a la industrialización. Pero hacia el interior del grupo descendiente, ambos han perdido mucha calidad al valorar de puro y real el de sus ancestros. El sancocho, plato que identifica al pueblo dominicano y que tiene sellos particulares en sus diferentes regiones, es para algunos entrevistados un producto de origen canario. Y algunos descendientes hablan del modo peculiar que era elaborado en su familia y aseguran que “se hacía sancocho de habichuela y cuando le echaban arroz, le decíamos sopón”. El crecimiento agropecuario de las familias canarias permitió el desarrollo del comercio de sus producciones aun cuando no fuera en grandes cantidades como hemos señalado sucedía © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1164 con el maíz. La tenencia de un rebaño de cabras permitía la venta de leche, queso y carne que inicialmente eran para el simple abastecimiento de los miembros del grupo. Este proceso, un comercio canarioamericano pero a escala menor, iba abriendo la comunidad al resto de los grupos étnicos del territorio lo cual hoy es visto como causa de algunos cambios culturales del grupo inmigrante, de sus descendientes y sus comunidades. Las celebraciones El aferrarse a la religión católica como uno de los legados de la tierra de origen es una de las estrategias de inserción más fuertes del grupo isleño. En su identidad con la fe, los santos, las celebraciones y los ritos juegan un papel fundamental las mujeres y, entre ellas, la madre de familia. Las celebraciones de los canarios son ayudadas por su carácter alegre, ingenioso y por la pasión por el baile y la música. Como parte de esa fe, persisten las celebraciones de ritos comunitarios en los que ocupan un lugar especial las fiestas patronales, que aunque es el acontecimiento cultural más importante de los dominicanos, se relaciona en el caso de Baní con la participación de los canarios en su fundación. Todas las comunidades celebran el día de su santo patrón con atractivas actividades, llenas de colorido, que incluyen una misa mayor en la iglesia parroquial en las primeras horas del día, y luego eventos populares y actos festivos. En esas festividades, las familias han jugado el papel principal en los órdenes organizativo, ejecutivo y simbólico. Los disfraces, vestuarios y demás elementos propios de las patronales se elaboran generalmente en el grupo doméstico y a partir de sus iniciativas. Los días de patronales son una época festiva muy esperada por toda la población. Hay comunidades como Villa Sombrero donde, antaño, se bailaba para esa fecha y en otras muy contadas ocasiones durante el año. En las mismas se le impedía la entrada a los hombres que no vistieran elegante, así como a las mujeres de dudosa reputación moral, e incluso se restringía la entrada a las mujeres que vivían en concubinato (Díaz Melo 2000: 121). Además, era algo muy natural el hecho de detener la música porque una persona negra o mulata entrara al baile. La fiesta no se reanudaba hasta que el “intruso” era sacado. La corrida de macutos, poco habituales en estos momentos, era costumbre en las patronales de los llamados Campos Blancos (Paya, Boca Canasta, El Llano, Cañafístol, Sombrero, Matanzas, etc.) La actividad se relaciona con los inmigrantes canarios y su cultura y consistía en carreras de caballos hechas por parejas de jinetes. Recibió ese nombre porque el ganador de cada carrera recibía como premio un pequeño macuto de cogollos de palma de cana engalanados con adornos de algodón y repletos de dulces. El premio, elaborado en los hogares, era entregado por una hermosa jovencita. Las fiestas y bailes eran espacios que las familias utilizaban para defender su condición de isleñas. Precisamente, el carabiné se tiene como baile que vino de las Islas Canarias, y se asegura que los inmigrantes y sus descendientes lo preservaron, aunque con algunas variantes. Se afirma que en las comunidades de Baní se bailaba el carabiné, tal vez con más propiedad que en otras, ya que sus principales fundadores fueron isleños. El elemento más relacionado con la oralidad y los isleños de Baní son los chuines, uno de los elementos creativos identitario de ese grupo. Recientemente ha sido apoyado por la Ford Motor Company en República Dominicana un proyecto que tiene la intención de “preservar” esa manifestación cultural inscripta como un producto dominicano de base canaria. Para © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1165 muchos el chuin es la manifestación folclórica de raíz peninsular más importante en este país, muy cercana a la décima espinela. Es una improvisación donde participa un grupo de personas muchas veces parientes y a la vez descendientes de canarios. La composición no se escribe por parte de los creadores pero en muchos casos se memoriza. Se hace en forma de cuarteta donde riman los versos segundo y cuarto y este último se repite a coro por todos los chuineros participantes. Se asegura que aunque su origen es andaluz, llegó a Baní de mano de la migración canaria. Sus temas están relacionados con el amor y con los cantos de trabajo por lo que su uso ha sido común en los llamados convites. Este aún se canta en comunidades como Cañafístol y Sombrero y sus representantes viajan por el Caribe haciendo gala de un producto isleño. Los chuines, como los cuentos de brujas, las canciones, la guitarra son elementos de una estrategia de identidad que ha trascendido hasta nuestros días con las necesarias readaptaciones a las realidades de las poblaciones y su desarrollo. Son acciones culturales que tienen lugar en el grupo doméstico, lo cual, además de la nostalgia y recuerdo nexo muy fuerte con el pasado y el terruñoha mantenido la unidad y comunicación entre los miembros. Grupos de niños y niñas chuineros se exhiben en las comunidades como parte de la cultura canaria. Conocimos y disfrutamos de una muestra de chuines con una familia completa donde cantaron: un matrimonio (ambos descendientes de canarios), dos hijas, un nieto y una nieta. Los abuelos destacan con orgullo cómo podrán ser sustituidos por sus descendientes en esta manera de recrear el pasado en el presente. Se destaca que el convite es la más auténtica forma de colaboración entre los isleños. El techado de una casa, la recogida de café, la labranza de la tierra, las cosechas de diferentes productos exigían del trabajo cooperativo de los miembros de la comunidad para lo cual eran “convidados”. Corresponder al llamado del vecino era cuestión de principio, era una muestra de afecto y a la vez una patente para luego recibir los mismos beneficios. Estas labores en diferentes campos eran divertidas y en su desarrollo afloraba la improvisación en la modalidad de chuines, matizados de chistes y chanzas entre los asistentes. Eran de este modo acciones socioculturales que reforzaban al grupo inmigrante y creaban nexos entre los miembros. Por eso actualmente son venerados y recordados como esencias culturales que conectan a las poblaciones actuales con sus raíces canarias. Otras recreaciones de base canaria Para el grupo descendiente de isleños, los tiempos de sus nativos eran mucho mejor: como normas de los canarios en el grupo doméstico se inducía a la moral, al respeto a los adultos y la propiedad ajena, el orden público era inquebrantable, la limpieza de casas y calles, que goza todavía de pulcritud en todo Baní, se tienen como herencia de los canarios. Y no todo es recreación mental pues estos pueblos, aún rurales, conservan una higiene asombrosa en un contexto nacional en el que la higiene de las calles no es paralela a la higiene personal. Así, el hecho de que la actual ciudad de Baní y las poblaciones contiguas de origen canario sean identificadas como las más limpias del país, es justificado con su condición de comunidades fundadas y habitadas por canarios. El compadreo y el comadreo han constituido variantes de asociación hacia el interior del grupo canario. En muchos casos se buscaban compadres y comadres dentro del propio grupo doméstico para estrechar aún más los lazos de filiación y las identidades entre los inmigrantes y, por extensión, entre sus descendientes. Estas prácticas son consideradas como acertadas y necesarias por los autodefinidos descendientes de canarios. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1166 Desde siempre y hasta nuestros días se relaciona al valle de Baní con los canarios y sus descendientes. Estas frases lo testifican: “En Baní todos son blancos”, “debe ser de Baní porque es blanco” o, simplemente, “en Baní no hay negros” o “en Baní todos son isleños”. Estas reconstrucciones mentales alrededor del grupo étnico denotan la fuerza cultural y arraigo social del grupo canario en esta parte de la isla de Santo Domingo donde, y como consecuencia, muchas generaciones actuales se autodefinen isleñas o al menos relacionan sus modos de vida con la cultura del principal grupo étnico fundador. DESDE AFUERA Como hemos visto, las estrategias socioculturales del grupo canario constituyen un muro de protección para permanecer dentro de los límites de sus identidades. Dejar espacio a elementos foráneos ha sido por siempre la mayor amenaza para su cultura. Cuando la convivencia transcurre en un nicho como el de Baní, el permanecer impenetrables les permitió a los inmigrantes y sus descendientes posicionarse con renovados elementos para ser reconocidos hasta estos momentos como isleños. Para el resto de las etnias, el reto es penetrar en estos grupos de canarios y sus descendientes. Pero el desarrollo de la sociedad repercute de forma negativa en la intención de los canarios de mantener su integración dentro del grupo. Los ya descendientes se ven obligados a romper ciertos cánones y normas de convivencia ante los imperativos sociales que rigen el comportamiento. Un ejemplo son los estudios fuera de casa que se convierten en una apertura de la comunidad blanca para la invasión del espacio por amigos visitantes y por la propia estancia de los hijos en contacto con otros. Así, los grupos étnicos cercanos a los isleños se han valido de un innumerable conjunto de estrategias para irrumpir en su espacio. La penetración de personas negras con los elementos que configuran su cultura ha sido cada vez mayor. Los músicos que amenizaban las fiestas de esos lugares muchas veces eran negros que iniciaban un intercambio de cierta importancia con los canarios. Según los propios descendientes de isleños, la estrategia más aprovechada por los grupos étnicos cercanos a ellos era la de aparecer ante las “novedades” de la familia. Por eso los velorios eran vistos como espacios ideales para demostrar amistad, ganar la confianza de los vecinos y penetrar en la comunidad blanca. Otras variantes menos tétricas han sido la ayuda en diferentes labores, el traslado de objetos pesados y personas enfermas y ante los efectos de desastres naturales e incendios donde los negros ofrecían su ayuda a las familias. El crecimiento del poder económico de los isleños y la contrata de mano de obra, mediante los llamados ajustes a otros grupos étnicos, se fueron convirtiendo en una fisura por donde penetraba la cultura foránea a competir con los establecidos modos de vida canarios. Otro instrumento de penetración a las fronteras del grupo canario fue la religión. A través de ella, las comunidades canarias han recibido la influencia de otros grupos. Predicadores de las religiones protestantes, evangélicos esencialmente, se han acercado a estos espacios con la pretensión de ganar fieles entre los católicos isleños, y muchos lo consiguen con diferentes propuestas y atractivos. Hay otros factores que los descendientes canarios ven como determinantes en los procesos de apertura de su grupo doméstico. Entre ellos, y en los últimos años, las nuevas condiciones económicas, que han desplazado prácticas agrícolas de las zonas, el crecimiento demográfico, © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1167 las interconexiones entre los grupos al compartir espacios comunes, la globalización de la cultura. Como resultado de esta influencia de los grupos externos, la unidad doméstica sufre severos cambios y hay una decadencia en los ritos y celebraciones, debido a que las familias evolucionan en concordancia con los requerimientos y cambios de su entorno. PRINCIPALES CONCLUSIONES Este esbozo del tema canario en las comunidades de Baní nos lleva a considerar que: La villa Nuestra Señora de Regla de Baní, al sur de la isla de Santo Domingo y sus comunidades rurales, siempre han estado ligadas a la inmigración y cultura canarias. En ese espacio multiétnico y multicultural, el grupo de inmigrantes y sus descendientes entraron en un proceso de readaptación de sus modos y costumbres de vida con diferentes estrategias socioculturales como vías para defender sus elementos identitarios, mientras el resto de los grupos del valle han establecido pautas para penetrar culturalmente al grupo isleño. Las mujeres juegan un papel determinante en el mantenimiento de la cohesión entre los inmigrantes, de ahí el valor que adquiere la misma con sus roles dentro del grupo doméstico: define la movilidad del grupo, incide en la conservación de la raza, el establecimiento de relaciones con otros grupos étnicos e interviene en la determinación del grupo de sumarse o no a las actividades de la comunidad. La mujer interviene en la asignación de funciones entre los miembros del grupo doméstico y define el equilibrio entre los roles de uno y otro miembro. Baní, como conglomerado de comunidades isleñas, existe esencialmente en las mentalidades de los diferentes grupos étnicos que por mucho tiempo han compartido la isla y específicamente la actual República Dominicana, muchas veces desde dentro y otras desde fuera del grupo isleño. El grupo adopta diferentes estrategias de readaptación y reconstrucción de diacríticos culturales frente al mestizaje étnico y cultural de esta zona del Caribe. Entre ellas: las migraciones internas, la fundación de nuevas poblaciones, la organización del trabajo, la alimentación, la educación católica, las celebraciones como base de la interacción social, y la endogamia. Estas conclusiones son, a la vez, el punto de partida para un trabajo más profundo sobre el grupo canario, sus descendientes, sus estrategias de readaptación cultural y el simbolismo de supervivencia en el sur de Santo Domingo. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1168 BIBLIOGRAFÍA BASAIL, A. “Un acercamiento al objeto de estudio de la antropología”, Fundación Fernando Ortiz, La Habana, en Catauro. Revista cubana de antropología , Año 3, No. 5, pp. 1316. BONTE, P. y MICHAEL IZARD. Diccionario Akal de Etnología y Antropología , Ediciones Akal S. A., Madrid 1996. GONZÁLEZ ECHEVARRÍA A. Teorías del Parentesco. Nuevas aproximaciones, Eudema Antropología, Horizontes. CARME PARRAMÓN, Cl. “Campo migratorio: un concepto útil para el análisis de las estrategias migratorias”, Zaragoza: Instituto Aragonés de Antropología/ FAAEE, en A. Kaplan (Comp.) Procesos migratorios y relaciones interétnicas, 1996, pp. 1323. CASSÁ, Roberto. Historia Económica y Social de la República Dominicana , Santo Domingo, Alfa y Omega, 1994. CONTRERAS HERNÁNDEZ, J. Alimentación y cultura. Necesidades, gustos y costumbres, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1995. DEIVE, Carlos E. 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Ibidem, pp. 3749. 4 Frank Moya Pons, Manual de historia dominicana , Editora Corripio, Santo Domingo, 2000, p. 155. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
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Título y subtítulo | Los isleños de Baní. De la supervivencia a la recreación mental |
Autor principal | Galán Gálvez, Bismar |
Publicación fuente | XVII Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 17 |
Sección | Historia social |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 2006 |
Páginas | P. 1155-1170 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 144972 Bytes |
Texto | 1155 LOS ISLEÑOS DE BANÍ. DE LA SUPERVIVENCIA A LA RECREACIÓN MENTAL Bismar Galán Gálvez A MODO DE INTRODUCCIÓN La presente comunicación es una puerta al estudio de los inmigrantes canarios a Baní, Santo Domingo, en una dimensión distante de la acostumbrada suma de datos, personajes y la exhaustividad de fechas. Es, en su esencia, un esbozo en el que pretendo significar elementos esenciales acerca de la articulación de los isleños y sus descendientes a este espacio del sur dominicano. Por tanto, no es una acabada incursión en el tema sino un primer acercamiento a un proyecto más amplio sobre los procesos de configuración de identidades, las relaciones interétnicas y la readaptación de los isleños y sus descendientes a la naturaleza, sociedad y cultura de Santo Domingo. En términos más específicos, en el presente intento analizar la imaginación creativa de diacríticos culturales por descendientes canarios en Baní, un atractivo enclave y fuente de cultura, que utilizo como unidad de observación. Los trabajos de historiadores e investigadores dominicanos acerca del fenómeno migratorio canario han tenido como perspectiva de análisis las fechas históricas, las cuantificaciones, la genealogía, las manifestaciones folclóricas, las aportaciones y huellas del inmigrante, esencialmente con la perspectiva de “potenciar, conservar, defender” los legados culturales de los isleños. De igual modo, generalmente los estudios se concentran en los nativos restando importancia a los descendientes y sus modos de ver, recrear y vivir a partir de la cultura de sus ancestros. Muchos trabajos han centrado su atención e intención en el establecimiento de estadísticas acerca de la cantidad de familias o personas individuales que ingresaban a la isla y al valor de su presencia para espacios socioculturales como el laboral. En la continuidad del presente incursionaremos en cuestiones poco estudiadas, y hasta descuidadas, como son las relativas a redes sociales y grupo doméstico, elementos determinantes en las construcciones y reconstrucciones del grupo inmigrante y sus descendientes como vías de acomodación y defensa de sus identidades y donde se omiten cuestiones relativas a las conexiones de los grupos establecidos en la isla con los del espacio emisor. Esta exploración toma como centro las estrategias de readaptación que los grupos de descendientes canarios han desarrollado en el sur de Santo Domingo donde, como parte del Caribe, “los emigrantes debieron recrear su propia cultura en un medio ambiente insular pero tropical, y en su contexto social y cultural multiétnico” 1 con la intención de mantenerse conectados a la identidad de sus ancestros. En el mismo combinamos el análisis histórico con el trabajo de campo en las actuales comunidades de la zona de Baní y, entre ellas, las descendientes de la citada villa. Damos prioridad al estudio concreto de los grupos descendientes, en sus comunidades, sin descuidar el sentido total de ese colectivo y su marco de referencia y evolución. Dicho estudio parte de una visión holística que presupone “tratar de captar los contextos y marcos generales dentro de los que se desenvuelve la gente en sus comportamientos y en sus experiencias”. 2 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1156 Las comunidades de la región de Baní, consideradas descendientes de las Islas Canarias, son espacios donde se comparten costumbres y culturas en un variable contexto histórico, con sus procesos, funcionamiento, reproducción y transformación. Aquí, conviven con los canarios, descendientes de esclavos africanos, de europeos y de negros americanos que en su conjunto dan un gran aporte y diversidad cultural a la conformación étnica de la región. Pretendemos en el presente esbozo, y en el estudio posterior, seguir algunos consejos del antropólogo José Alberto Galván en su Identidad, endogamia étnica y adaptación sociocultural del inmigrante canario en Cuba 3 por considerarlos principios didácticos y científicos aplicables al estudio de las realidades de Santo Domingo. LOS MOVIMIENTOS El Caribe era un atractivo permanente para las migraciones desde el viejo mundo y especialmente desde las Islas Canarias. Estas se desarrollaban en un proceso de altos y bajos, determinado por las condiciones económicas y sociales de las Canarias y las redes establecidas con los grupos ya establecidos en tierra americana. Estos últimos servían de móviles de información acerca de las oportunidades económicas que ofrecía el nuevo mundo. El diseño de la migración hacia América ejerce una determinante influencia en el posterior entramado sociocultural que se teje alrededor de los grupos canarios en la isla, especialmente por la introducción de familias, en muchos casos campesinos procedentes de unidades domésticas de las comunidades sometidas por los poderosos económicamente quienes estaban vinculados al proceso colonizador. Los principales asentamientos canarios en Santo Domingo estaban destinados a ocupar fronteras marítimas para evitar la ocupación del territorio por otros colonizadores como los franceses e ingleses. Tales son las villas de Samaná, Puerto Plata y Monte Cristo, fundadas con familias procedentes de las Islas Canarias. Otras villas fueron fundadas en la frontera con el territorio francés devenido en República de Haití. Estos grupos eran motivados a reforzar la defensa de su nicho ecológico con un trasfondo colonial. Otros asentamientos, como el que estudiamos (Baní), respondieron al desarrollo de la industria azucarera y, con ella, a las labores en las plantaciones cañeras y al desarrollo de hatos ganaderos. Definir el número de familias que permanecían en Santo Domingo es difícil debido al proceso de flujo y reflujo, tanto de personas individuales como colectivas, fenómeno que matiza la migración como sistema de enlace entre la tierra de origen y la receptora. Más embarazoso resultaría definir la cantidad de descendientes de inmigrantes que habitan estas tierras en estos momentos y bajo qué características o sellos identitarios. DEL SURGIMIENTO Las unidades poblacionales de la región de Baní son representativas de la inmigración canaria al sur dominicano. Esto queda avalado, en primer lugar, por el número de inmigrantes llegados a la región, considerada la segunda en importancia en este indicador, después del asentamiento de San Carlos (comunidad extramuros de la antigua ciudad colonial de Santo Domingo). Los primeros habitantes del territorio de Baní fueron aborígenes de la cultura taína. Se asegura por varios investigadores que el topónimo es precisamente de origen taíno, cuya © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1157 etimología significa “padre” o “abundancia de agua”. Se esgrime este criterio teniendo en cuenta que Ba significa “padre” y Ni significa “agua” en el lenguaje de los taínos, lengua arahuaca. Asimismo, se baraja la posibilidad de que el nombre se le adjudicara al valle porque aquí reinó un nitaíno o cacique subalterno llamado “Paní” que era considerado como “un varón astuto”, lo que supone debió ser Baní, ya que en la lengua de estos aborígenes no se usó la p (Díaz Melo, González, Incháustegui, Objío). Los cimientos de la formación de las actuales poblaciones de Baní fueron el desarrollo azucarero de la isla y, con él, el establecimiento de varias plantaciones de caña de azúcar en la zona, con sus respectivos ingenios, ubicados en las márgenes de los ríos Nizao y Ocoa. El crecimiento de otros grupos poblacionales cercanos se conecta al surgimiento de los hatos ganaderos como resultado de la caída de la producción de azúcar de caña, planta que precisamente se introdujo en Santo Domingo desde las Islas Canarias. El pueblo de Baní fue fundado a orillas del río de su mismo nombre, el día tres de marzo del año 1764, en una gran sabana, a sesenta y cinco kilómetros de la ciudad de Santo Domingo. Se asegura que sus fundadores fueron ganaderos, la mayoría de origen canario. Estos vecinos ya estaban asentados en diferentes lugares cercanos al espacio escogido para la fundación de lo que es hoy la ciudad principal. Luego, y por distintas razones, muchos vecinos se diseminaron por todo el valle y las montañas vecinas. Estos asentamientos expresan un llamativo contraste de grupos étnicos que se han disputado el espacio que comparten desde antes del nacimiento de la actual ciudad de Baní. Como resultado de esa confluencia étnica, en estos momentos la ciudad muestra una mezcla de colores humanos que van desde el individuo negro hasta el blanco de ojos claros, aunque mayoritariamente la población es mulata. Mientras, las zonas rurales que la rodean completan ese contraste con una tendencia a la división en comunidades negras y comunidades blancas. Así, se distinguen como comunidades rurales mulatas el istmo étnico que delimitan, al noreste de la ciudad, las comunidades de Las Tablas, Galeón, Honduras, Las Carreras y otras menores en número de habitantes. Para estas se tienen como raíces los grupos esclavos que trabajaban en el ingenio del Ocoa, dada la proximidad entre ambos lugares. Forman un arco al oeste de la ciudad las comunidades llamadas “Campos Blancos”: Cañafístol, Sombrero, El Llano, Boca Canasta, Matanzas, Sabana Buey, Fundación y otras. Centramos nuestro estudio en las llamadas comunidades blancas, representativas de los referentes de identificación del grupo canario y sus descendientes: un nombre (isleños), una creencia (la fe católica), una filiación común (el grupo doméstico), un motivo de solidaridad (inmigrantes) y un territorio específico (valle de Baní). Todos ellos son elementos que hacia el interior del grupo tienen un gran peso y que en la configuración de sus relaciones van definiendo las identidades de quienes pertenecen y de quienes quedan excluidos de ese grupo. Pero la dimensión mayor de estas definiciones está en su trascendencia y resignificación en las construcciones identitarias de los grupos actuales. Las comunidades identificadas bajo el término Baní, ya sea como ciudad, provincia, región, son vistas desde adentro y desde afuera del grupo no sólo como territorio de blancos sino, y esencialmente, como tierra canaria. Desde afuera, y al penetrar en esos espacios, la visión de población blanca y canaria va cambiando de escenario, se va reduciendo a espacios más específicos pero que, desde la visión y concepción de las personas, en todos los casos se relaciona con este grupo étnico. Desde cualquier punto del país, se identifica al banilejo con el color blanco de la piel, con las facciones y características del isleño. Una vez en la ciudad © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1158 cabecera, se induce a mirar a las comunidades blancas antes señaladas como los verdaderos recintos de los canarios. No es irónico adelantar que el color y el concepto canario alrededor de las poblaciones de Baní tienen tanto o más de imaginación que de realidad. En el parque central de la actual ciudad de Baní, durante un día de trabajo de campo, pregunté cómo podía llegar a la comunidad de Cañafístol. Y un señor me orientó: Vaya por esa calle hasta el Mercado Público. Allí, a cada lado de la calle, hay un grupo de motoconchistas. Vaya para donde están los blancos. Esos son los de Cañafístol. Motoconchista es el nombre asignado a quienes en motocicleta sirven al transporte de personas entre comunidades dominicanas. Y efectivamente, la gran mayoría de los que iban hacia la comunidad de Cañafístol eran jóvenes de piel blanca. La diferenciación fenotípica de los descendientes canarios no ha bastado. Estos han mantenido un continuo proceso de identidades frente al resto de los grupos, con quienes han compartido el propio espacio que se han disputado en su proceso de inserción y defensa sociocultural. LAS ESTRATEGIAS Las estrategias utilizadas por los grupos canarios y sus descendientes en su proceso de readaptación y reconstrucción de diacríticos culturales no ha sido un tema suficientemente estudiado y mucho menos divulgado por la historiografía dominicana. La vida de los canarios en el sur de Santo Domingo pudiera concebirse y ser estudiada en distintas dimensiones (aportación cultural, régimen comercial, procesos políticos y otros más o menos estudiados o pendientes de todo acercamiento). Sin embargo considero oportuno partir de algunas estrategias, con centro en las actitudes de los descendientes, establecidas como vías para mantener sus identidades frente al resto de los grupos del espacio geográfico de Baní. De igual modo es imprescindible una mirada a las estrategias de quienes han compartido y comparten esos espacios con los canarios y sus descendientes. El análisis de este fenómeno a partir de las concepciones émic y étic proporcionan una visión más integradora de las relaciones tanto desde adentro como desde el exterior del grupo. Estas miradas al espacio isleño de Baní parten de la concepción de que el grupo isleño no simplemente se adapta al nuevo nicho ecológico y cultural como tantas veces se repite en la historiografía. En su proceso de interacción, los isleños no asumen pasivamente los elementos del espacio receptor para acomodarse a sus exigencias y condiciones sino que inciden en las realidades de ese espacio y estimulan cambios del resto de los elementos que lo forman y comparten. El grupo de inmigrantes canarios y sus descendientes, en diversas perspectivas, es quien transforma en función de los diacríticos culturales que le son propios, apoyados por la preeminencia sociocultural que se le otorga. Pero lo más significativo es el valor simbólico atribuido a lo considerado propio por ser “canario”. Así, los límites de esas identidades tocan la imaginación y la creatividad partiendo de invenciones mentales para potenciar su pertenencia a un grupo étnico de características consideradas superiores a las del resto de los que comparten el mismo espacio. Estas concepciones son reforzadas desde fuera del grupo con aseveraciones concluyentes y excluyentes acerca de la formación social del pueblo © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1159 dominicano. Para el destacado historiador Frank Moya Pons “Ese aumento demográfico (siglo XVIII) no fue solamente vegetativo, sino que se debió también a la inmigración de canarios y de extranjeros para quienes Santo Domingo volvía a ofrecer posibilidades de mejoramiento en sus condiciones de vida”. 4 Llama la atención la frase la inmigración de canarios y de extranjeros con la cual deja dicho que los extranjeros son el resto de los inmigrantes y no incluye a los canarios, es decir, los canarios acá no son extranjeros. Las migraciones internas Las migraciones a otras tierras del Caribe y a otros territorios de la isla han sido una constante en los grupos canarios llegados a Santo Domingo. A finales del siglo XVI, la explotación de la caña de azúcar fue abandonada casi totalmente por los pocos incentivos económicos que ofrecía, y la gente se dedicó entonces a la crianza de ganado lo cual obligaba al desplazamiento. A lo anterior se suma, en el caso específico de los que llegaron al valle de Baní, la disputa de los espacios geográfico y cultural, lo cual los llevó a la fundación de pequeñas comunidades en las que se dedicaban especialmente a la agricultura y la ganadería. Es así como surgen, a partir de la evolución de un hato ganadero, casi todas las comunidades rurales llamadas “campos blancos”. El desplazamiento, visto por los inmigrantes canarios como una forma de conservación de la cultura del grupo y una forma de protección de la familia, se extiende hasta nuestros días. Cuando la villa de Baní comenzó a crecer y a ser “invadida” por personas negras llegadas, esencialmente, de los bateyes cañeros, muchas familias isleñas establecidas allí decidieron aislarse en esas comunidades blancas con el pretexto de fundar pequeños conucos y hatos ganaderos. Al penetrar en las realidades de estos grupos, aflora una manifiesta intención de aislamiento colectivo como forma de conservar una familia blanca. Esta no fue una concepción de los inmigrantes y sus primeros descendientes sino que ha sido una constante en el grupo. Por ejemplo, muchos de los que encontraron refugio en San José de Ocoa y otros territorios montañosos cercanos, donde se dedicaron al cultivo del café, han retornado al valle, en lo que se puede hablar de una tercera migración; pero, generalmente, el desplazamiento ha sido a esas comunidades con las que tienen los mayores nexos sanguíneos y culturales. La migración interna y la fundación de comunidades exclusivas constituye una variante de asociación y una estrategia de conservación étnica del grupo canario en la zona de Baní. Creando fronteras La esposa de mi abuelo era india oscura pero él la trajo de por ahí, de un campito. Ella no era de aquí, no. Producto de las migraciones internas y el establecimiento de nuevas comunidades, emergieron nuevas relaciones socioeconómicas entre los inmigrantes isleños y entre estos y el resto de los habitantes de esas comunidades. Como resultado de las intenciones de fundar nuevos asentamientos apartados del resto de los grupos, y como término de las migraciones, existen actualmente los llamados “campos blancos”. Su fundación es una de las estrategias del grupo inmigrante en la conservación de su cultura de origen donde el nombre colectivo define una raza (blanca) que gana el sinónimo de isleña. Varias comunidades forman “arco blanco de la zona oeste”, donde se destacan Sombrero y Cañafístol por ser los más cercanos a la ciudad de Baní y por estar entre las más pobladas. En estas, como en otras más pequeñas en el mencionado arco, es mayoría la población blanca, incluso en los momentos actuales. Aquí, descendientes de la quinta y sexta generaciones y otros más cercanos a los nativos siguen © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1160 defendiendo su condición de isleños. Sus fundamentos son resultado de la memoria histórica, de los procesos de enculturación y de la revalorización de sus ancestros y sus elementos identitarios. Estas comunidades han permanecido aparentemente enquistadas en su cultura, cerradas a influencias de otros grupos étnicos, a la invasión cultural externa, en palabra contemporánea, negadas a la globalización cultural. La consigna “Puedes llegar a la calle pero no pasar a la casa” es una trascendente y paradójica realidad frente al bien ganado prestigio de los canarios como personas hospitalarias. El enfrentamiento a los demás grupos los lleva, como defensa de sus identidades, a refugiarse en el interior del grupo doméstico, el que juega un papel fundamental en el mantenimiento de su cohesión, tema del cual nos ocuparemos en la continuidad del presente trabajo. La comunidad de Paya, al este de la ciudad de Baní, es un caso singular en el territorio compartido por los canarios con otros grupos étnicos: hasta hace muy pocos años esa población estaba dividida. Esta división, marcada físicamente por la carretera, establecía la parte sur para blancos y la parte norte para negros. El color determinaba el espacio para construir, establecerse, compartir. La presencia de un negro en uno de los bares para blancos provocaba una trifulca entre los grupos, hasta que finalmente el extraño era sacado de allí. Pero la disputa no se restringe a un período corto de tiempo ni únicamente al espacio geográfico. Joaquín Bautista rememora así una escena de estas fricciones étnicas en la mencionada comunidad. Los negros tenían una carnicería y en la tarde exhibían el animal que iban a sacrificar al otro día. Los blancos vieron un becerrito bonito, gordo... Y los negros mataron en su lugar a un bendito buey, tan famoso que hasta una décima le hicieron. ¿En Paya? Hasta llegaron a sacar de los bailes a personas del color. Le decían: ¡Usted aquí no baila! Esto pasaba hasta la década del 70 (1970). La fuerza mayor de la frontera que erigen los inmigrantes canarios y sus descendientes en defensa de sus identidades son las construcciones mentales en su proceso de aculturación de los nuevos miembros del grupo doméstico. Una descendiente canaria de tercera generación asegura que: Hablar con los negros, compartir con ellos, era un descrédito para la familia. Los negros eran malos, no tenían nuestras costumbres y los viejos no permitían que estuviéramos ni cerca de ellos. Había un racismo tremendo en mi tiempo. Los bailes eran con tambora, acordeón y güira; y cuando al baile llegaba un moreno, que no era de aquí porque aquí no habíay comenzaba a bailar con una muchacha, paraban la música y lo echaban. La familia nunca quería que la muchacha se enamorara de uno de esos morenos. La familia nunca quería, nunca quería. María Emilia (Cañafístol). En el proceso de identidad étnica, los canarios y sus descendientes hacen alusiones despectivas hacia los grupos negros como forma de magnificar su condición de canarios. Una señora que se considera descendiente lo explica así: Mi mamá era de aquí pero mi papá vino de un campito por allá arriba, que le dicen Calabaza. Él bajó a enamorarse aquí porque es que por ahí la gente era morena y © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1161 ellos eran blancos. Mi papá era indiecito claro porque mi abuelo se casó con una indiecita oscura y como él era blanco, que vino de esos países. Pero mi abuelo tenía los ojos azulitos. Cuando yo era niña, nosotras, las nietas nos subíamos a sus piernas a mirarle los ojos porque los tenía azulitos, así como el cielo. Porque él era canario. Altagracia Rivera (Cañafístol). Con mucho orgullo dice “mi abuelo era blanco”, pero a la vez “era canario”. Pero, cuando un allegado a la familia era o es negro, entonces suavizan el discurso con la frase “era o es morenito” o en su defecto “indio”. Este es un caso singular que pudiera definirse como “apropiación de un grupo étnico” ya que cuando ahondamos en nuestra búsqueda, su abuelo era español, no canario. La fuerza sociocultural de los canarios arrastra a descendientes de españoles a autodefinirse como isleños en lo que se puede entender como una filiación con el grupo no solo mayoritario sino de mejores avales desde el punto de vista social. En estas cerradas comunidades, las relaciones de matrimonio son un constante espacio de análisis, las cuales constituían una amenaza para el mantenimiento del grupo doméstico bajo un concepto canario. El hecho de estar rodeados de negros era un peligro. Las madres se encargaban de la custodia de las jóvenes y la comunidad daba parte de las posibles relaciones entre una miembro del grupo y un negro. Las muchachas eran acompañadas en sus salidas y no eran dejadas solas a ninguna hora ni en ningún lugar. Aquí, el matrimonio entre los miembros de la comunidad, e incluso entre primos, es una constante en el grupo de los inmigrantes, como vía para evitar el cruzamiento con otros grupos étnicos. La cultura agrícola, también canaria La siembra de habas, la cría de cabras, cerdos y ovejas son parte de la cultura agropecuaria canaria, suelo donde se dice que “ricos y pobres eran pastores y labradores”. Mientras, las condiciones ecológicas de Baní favorecían estas actividades a los inmigrantes y por eso los isleños de aquí son considerados, tanto desde dentro como desde fuera del grupo, como personas muy apegadas a los procesos agropecuarios. Ante la caída de la industria azucarera, en las comunidades de Baní, la producción cañera fue reemplazada por la producción de víveres, especialmente yuca y plátano, y maíz. Este último se convirtió en uno de los productos agrícolas más importantes para la familia canaria por su rapidez productiva y su gran diversidad de uso. Mientras el conuco es un espacio en el que el grupo comparte labores, alrededor del maíz se desarrolla un proceso de identidades que relacionan a este grano y sus derivados con la vida de los isleños. El comercio de productos agropecuarios era tarea compartida entre hombres y mujeres. Hacer la harina de maíz y venderla en comunidades cercanas es una de las variantes de comercialización de los productos obtenidos en el conuco y donde las mujeres de la casa son las actoras principales. Un ejemplo claro es cuando las mujeres de la villa de Cañafístol se trasladaban a la comunidad “negra” de Las Tablas a vender harina. Las formas de trabajo y organización de las distintas actividades al estilo canario son motivo de paralelos con otros grupos para reforzar su alegada justificación de que los isleños son un grupo superior, cayendo en cierto grado de relativismo cultural grupal. A estos criterios de superioridad étnica se suman concepciones de superioridad de los blancos sobre los negros. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1162 Nada más ilustrativo de la labor productiva del grupo canario, de la importancia del maíz y de la función de las mujeres tanto en la producción como en la conducción de los descendientes, que la siguiente narración de la autodefinida “nieta de canarios”. Mi mamá y yo molíamos el maíz, en un molino. Eran dos piedras redondas que amolaban con sierritas y hachas viejas. Le poníamos una soga, y le poníamos un palo en un hoyito que tenía la piedra de arriba. En el centro tenía un hueco y uno le echaba el maíz por ahí y se iba moliendo. Y comenzábamos a moler ese maíz, cuando venía a amanecer habíamos molío hasta siete jarros, y hasta ocho, de maíz. Nos levantábamos de madrugada, como a las cinco de la mañana, cuando oíamos los gallos cantando. Cuando iba saliendo la harina, se vaciaba el hueco; volvíamos y le echábamos más maíz. Entonces cerníamos toda esa harina, la echábamos en latas y nos íbamos para un lugar que le dicen Las Tablas y allí la vendíamos. Y nos ganábamos el sustento. Mi mamá hacía otras clases de trabajo como blanquear. Se hacía con caliche, una tierra blanca, que todavía hay. Las casas las hacían de palo y le ponían una cosa que le decían tejamaní. Buscaban estiércol de vaca donde había ganado y entonces mi mamá la unía con ceniza, y le daba un tabique, que es como se le decía. Después que estaba entabicá, uno esperaba que se endureciera y de ahí, le pasaba ceniza otra vez. Cuando estaba dura, por lo menos a los tres días, preparábamos el caliche para blanquearla. Eso se ponía blanquito, muy bonito. Así muchas casas. Altagracia Rivera (Cañafístol). Al valorar de muy positivo ese modo de vida y de colaboración de los miembros del grupo se están potenciando las condiciones que se reconocen en los ancestros como bueno y válido de una superioridad étnica que queda en las mentalidades de las generaciones actuales. Esta imaginación es superior si partimos de que la informante realmente no es descendiente de canarios sino de españoles. De hecho, el desarrollo agromercantil y la escasa industria daban mayor valía a la artesanía y a labores domésticas como la sastrería. Con el producto obtenido de la agricultura, los miembros del grupo incluyendo a los niños, con las mujeres al frente, trabajaban en la producción casera y en la comercialización de la mercancía obtenida. Las mujeres, como elementos fundamentales de la unidad productiva básica, se destacan además por su desempeño como modistas, tejedoras y artesanas, oficios alrededor de los cuales se movía todo el grupo y que, por tanto, iban trasmitiendo a los descendientes. Gracias a ellas, muchos descendientes de la cuarta y quinta generaciones aún los tienen como legados canarios. Precisamente la confección de cestas, macutos y sombreros por las mujeres canarias y sus descendientes tenía como base la preparación de las necesarias fibras de plantas por parte de los hombres. Dicha confección es continuidad de los bimbos de caña, morrales y espuertas de hoja de palma propios de los canarios, con los cuales el grupo se afianza en su identidad y revaloriza su condición y orgullo de isleño. También las mujeres hacían hamacas para dormir y fabricaban los “trastes” de cocina, especialmente jigüeras a partir de güiras de diferentes tamaños. Estos utensilios eran empleados para limpiar arroz, tomar agua y café, entre otros usos. Para los descendientes y demás miembros de estas comunidades, la actual existencia de esos medios es una muestra de su ascendencia canaria. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1163 La alimentación Es cierto que el grupo inmigrante canario define muchas características de la comida criolla de Las Antillas y por tanto de Baní. Pero su valor es reforzado cuando se les atribuyen como propias la manera de colar el café, el modo de elaboración de determinados dulces, esencialmente derivados de la harina, y hasta la existencia de las llamadas “pulperías”. Los hábitos alimentarios traídos por el grupo inmigrante se convirtieron en un elemento esencial de la cohesión familiar y de la disputa del espacio laboral, con la intención de establecer la producción de los alimentos básicos de su dieta de origen. La producción del gofio, así como los llamados zurullitos y productos derivados del maíz (considerados de su creación) como las arepas, son elocuentes ejemplos de la función de la alimentación como elemento identitario del grupo canario y sus descendientes. El gofio sigue siendo una realidad en el área de Baní, y un producto que a la vez que los simboliza, los define como isleños. Mientras una descendiente acusa la diferencia del actual (industrializado) y el que las familias preparaban para comer en casa; y hasta para divertirse pues, sobre todo los muchachos, se retaban a decir palabras con la boca llena de gofio seco y en ocasiones estaban a punto de ahogarse. Por cierto que los descendientes de canarios, esencialmente los de Cañafístol, son definidos por el resto de los grupos étnicos de la zona de Baní como comegofio y areperos. El gofio, cuya tradición data de los primeros pobladores de sus islas de origen, es el producto alimenticio con el que más se relaciona a los inmigrantes canarios. Hasta hace muy poco tiempo conservaban, como decía una informante, el uso del guayo o molino de dos piedras, y aunque no lo usen, el hecho de poseerlo los define como herederos de esa cultura o simplemente como isleños. Las valoraciones presentes del producto y sus modos de obtención de este alimento son muestras del proceso de enculturación agradablemente sufrido por los descendientes canarios. Una nieta así lo testifica. Nosotros teníamos al gofio como un alimento especial. Fue con mi abuelo que aprendimos a comer gofio y nosotras mismas lo hacíamos en pilones. Majábamos el maíz con azúcar, lo tostábamos primero en un caldero. Y ese era el gofio. Lo dejábamos bien finito para no colarlo. Julia (Villa Sombrero). “Colar café como los canarios” significa en estas comunidades utilizar un colador de tela, medio que hemos observado en hogares de estas comunidades, aunque tengan distintos tipos de cafeteras. Su uso se justifica atribuyendo que es mejor, de mejor gusto el café así obtenido. En la familia, las mujeres lo tostaban en caldero, lo trituraban en pilones y lo cernían para que quedara bien fino. Este proceso de obtención del café es similar al del gofio y son también las mujeres quienes se responsabilizan en el mismo. En ambos casos hay un proceso de tostado, molido y cernido antes del consumo. Ambos productos fueron por mucho tiempo exclusivos de los hogares hasta más tarde comenzar su comercialización y llegar a la industrialización. Pero hacia el interior del grupo descendiente, ambos han perdido mucha calidad al valorar de puro y real el de sus ancestros. El sancocho, plato que identifica al pueblo dominicano y que tiene sellos particulares en sus diferentes regiones, es para algunos entrevistados un producto de origen canario. Y algunos descendientes hablan del modo peculiar que era elaborado en su familia y aseguran que “se hacía sancocho de habichuela y cuando le echaban arroz, le decíamos sopón”. El crecimiento agropecuario de las familias canarias permitió el desarrollo del comercio de sus producciones aun cuando no fuera en grandes cantidades como hemos señalado sucedía © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1164 con el maíz. La tenencia de un rebaño de cabras permitía la venta de leche, queso y carne que inicialmente eran para el simple abastecimiento de los miembros del grupo. Este proceso, un comercio canarioamericano pero a escala menor, iba abriendo la comunidad al resto de los grupos étnicos del territorio lo cual hoy es visto como causa de algunos cambios culturales del grupo inmigrante, de sus descendientes y sus comunidades. Las celebraciones El aferrarse a la religión católica como uno de los legados de la tierra de origen es una de las estrategias de inserción más fuertes del grupo isleño. En su identidad con la fe, los santos, las celebraciones y los ritos juegan un papel fundamental las mujeres y, entre ellas, la madre de familia. Las celebraciones de los canarios son ayudadas por su carácter alegre, ingenioso y por la pasión por el baile y la música. Como parte de esa fe, persisten las celebraciones de ritos comunitarios en los que ocupan un lugar especial las fiestas patronales, que aunque es el acontecimiento cultural más importante de los dominicanos, se relaciona en el caso de Baní con la participación de los canarios en su fundación. Todas las comunidades celebran el día de su santo patrón con atractivas actividades, llenas de colorido, que incluyen una misa mayor en la iglesia parroquial en las primeras horas del día, y luego eventos populares y actos festivos. En esas festividades, las familias han jugado el papel principal en los órdenes organizativo, ejecutivo y simbólico. Los disfraces, vestuarios y demás elementos propios de las patronales se elaboran generalmente en el grupo doméstico y a partir de sus iniciativas. Los días de patronales son una época festiva muy esperada por toda la población. Hay comunidades como Villa Sombrero donde, antaño, se bailaba para esa fecha y en otras muy contadas ocasiones durante el año. En las mismas se le impedía la entrada a los hombres que no vistieran elegante, así como a las mujeres de dudosa reputación moral, e incluso se restringía la entrada a las mujeres que vivían en concubinato (Díaz Melo 2000: 121). Además, era algo muy natural el hecho de detener la música porque una persona negra o mulata entrara al baile. La fiesta no se reanudaba hasta que el “intruso” era sacado. La corrida de macutos, poco habituales en estos momentos, era costumbre en las patronales de los llamados Campos Blancos (Paya, Boca Canasta, El Llano, Cañafístol, Sombrero, Matanzas, etc.) La actividad se relaciona con los inmigrantes canarios y su cultura y consistía en carreras de caballos hechas por parejas de jinetes. Recibió ese nombre porque el ganador de cada carrera recibía como premio un pequeño macuto de cogollos de palma de cana engalanados con adornos de algodón y repletos de dulces. El premio, elaborado en los hogares, era entregado por una hermosa jovencita. Las fiestas y bailes eran espacios que las familias utilizaban para defender su condición de isleñas. Precisamente, el carabiné se tiene como baile que vino de las Islas Canarias, y se asegura que los inmigrantes y sus descendientes lo preservaron, aunque con algunas variantes. Se afirma que en las comunidades de Baní se bailaba el carabiné, tal vez con más propiedad que en otras, ya que sus principales fundadores fueron isleños. El elemento más relacionado con la oralidad y los isleños de Baní son los chuines, uno de los elementos creativos identitario de ese grupo. Recientemente ha sido apoyado por la Ford Motor Company en República Dominicana un proyecto que tiene la intención de “preservar” esa manifestación cultural inscripta como un producto dominicano de base canaria. Para © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1165 muchos el chuin es la manifestación folclórica de raíz peninsular más importante en este país, muy cercana a la décima espinela. Es una improvisación donde participa un grupo de personas muchas veces parientes y a la vez descendientes de canarios. La composición no se escribe por parte de los creadores pero en muchos casos se memoriza. Se hace en forma de cuarteta donde riman los versos segundo y cuarto y este último se repite a coro por todos los chuineros participantes. Se asegura que aunque su origen es andaluz, llegó a Baní de mano de la migración canaria. Sus temas están relacionados con el amor y con los cantos de trabajo por lo que su uso ha sido común en los llamados convites. Este aún se canta en comunidades como Cañafístol y Sombrero y sus representantes viajan por el Caribe haciendo gala de un producto isleño. Los chuines, como los cuentos de brujas, las canciones, la guitarra son elementos de una estrategia de identidad que ha trascendido hasta nuestros días con las necesarias readaptaciones a las realidades de las poblaciones y su desarrollo. Son acciones culturales que tienen lugar en el grupo doméstico, lo cual, además de la nostalgia y recuerdo nexo muy fuerte con el pasado y el terruñoha mantenido la unidad y comunicación entre los miembros. Grupos de niños y niñas chuineros se exhiben en las comunidades como parte de la cultura canaria. Conocimos y disfrutamos de una muestra de chuines con una familia completa donde cantaron: un matrimonio (ambos descendientes de canarios), dos hijas, un nieto y una nieta. Los abuelos destacan con orgullo cómo podrán ser sustituidos por sus descendientes en esta manera de recrear el pasado en el presente. Se destaca que el convite es la más auténtica forma de colaboración entre los isleños. El techado de una casa, la recogida de café, la labranza de la tierra, las cosechas de diferentes productos exigían del trabajo cooperativo de los miembros de la comunidad para lo cual eran “convidados”. Corresponder al llamado del vecino era cuestión de principio, era una muestra de afecto y a la vez una patente para luego recibir los mismos beneficios. Estas labores en diferentes campos eran divertidas y en su desarrollo afloraba la improvisación en la modalidad de chuines, matizados de chistes y chanzas entre los asistentes. Eran de este modo acciones socioculturales que reforzaban al grupo inmigrante y creaban nexos entre los miembros. Por eso actualmente son venerados y recordados como esencias culturales que conectan a las poblaciones actuales con sus raíces canarias. Otras recreaciones de base canaria Para el grupo descendiente de isleños, los tiempos de sus nativos eran mucho mejor: como normas de los canarios en el grupo doméstico se inducía a la moral, al respeto a los adultos y la propiedad ajena, el orden público era inquebrantable, la limpieza de casas y calles, que goza todavía de pulcritud en todo Baní, se tienen como herencia de los canarios. Y no todo es recreación mental pues estos pueblos, aún rurales, conservan una higiene asombrosa en un contexto nacional en el que la higiene de las calles no es paralela a la higiene personal. Así, el hecho de que la actual ciudad de Baní y las poblaciones contiguas de origen canario sean identificadas como las más limpias del país, es justificado con su condición de comunidades fundadas y habitadas por canarios. El compadreo y el comadreo han constituido variantes de asociación hacia el interior del grupo canario. En muchos casos se buscaban compadres y comadres dentro del propio grupo doméstico para estrechar aún más los lazos de filiación y las identidades entre los inmigrantes y, por extensión, entre sus descendientes. Estas prácticas son consideradas como acertadas y necesarias por los autodefinidos descendientes de canarios. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana 1166 Desde siempre y hasta nuestros días se relaciona al valle de Baní con los canarios y sus descendientes. Estas frases lo testifican: “En Baní todos son blancos”, “debe ser de Baní porque es blanco” o, simplemente, “en Baní no hay negros” o “en Baní todos son isleños”. Estas reconstrucciones mentales alrededor del grupo étnico denotan la fuerza cultural y arraigo social del grupo canario en esta parte de la isla de Santo Domingo donde, y como consecuencia, muchas generaciones actuales se autodefinen isleñas o al menos relacionan sus modos de vida con la cultura del principal grupo étnico fundador. DESDE AFUERA Como hemos visto, las estrategias socioculturales del grupo canario constituyen un muro de protección para permanecer dentro de los límites de sus identidades. Dejar espacio a elementos foráneos ha sido por siempre la mayor amenaza para su cultura. Cuando la convivencia transcurre en un nicho como el de Baní, el permanecer impenetrables les permitió a los inmigrantes y sus descendientes posicionarse con renovados elementos para ser reconocidos hasta estos momentos como isleños. Para el resto de las etnias, el reto es penetrar en estos grupos de canarios y sus descendientes. Pero el desarrollo de la sociedad repercute de forma negativa en la intención de los canarios de mantener su integración dentro del grupo. Los ya descendientes se ven obligados a romper ciertos cánones y normas de convivencia ante los imperativos sociales que rigen el comportamiento. Un ejemplo son los estudios fuera de casa que se convierten en una apertura de la comunidad blanca para la invasión del espacio por amigos visitantes y por la propia estancia de los hijos en contacto con otros. Así, los grupos étnicos cercanos a los isleños se han valido de un innumerable conjunto de estrategias para irrumpir en su espacio. La penetración de personas negras con los elementos que configuran su cultura ha sido cada vez mayor. Los músicos que amenizaban las fiestas de esos lugares muchas veces eran negros que iniciaban un intercambio de cierta importancia con los canarios. Según los propios descendientes de isleños, la estrategia más aprovechada por los grupos étnicos cercanos a ellos era la de aparecer ante las “novedades” de la familia. Por eso los velorios eran vistos como espacios ideales para demostrar amistad, ganar la confianza de los vecinos y penetrar en la comunidad blanca. Otras variantes menos tétricas han sido la ayuda en diferentes labores, el traslado de objetos pesados y personas enfermas y ante los efectos de desastres naturales e incendios donde los negros ofrecían su ayuda a las familias. El crecimiento del poder económico de los isleños y la contrata de mano de obra, mediante los llamados ajustes a otros grupos étnicos, se fueron convirtiendo en una fisura por donde penetraba la cultura foránea a competir con los establecidos modos de vida canarios. Otro instrumento de penetración a las fronteras del grupo canario fue la religión. A través de ella, las comunidades canarias han recibido la influencia de otros grupos. Predicadores de las religiones protestantes, evangélicos esencialmente, se han acercado a estos espacios con la pretensión de ganar fieles entre los católicos isleños, y muchos lo consiguen con diferentes propuestas y atractivos. Hay otros factores que los descendientes canarios ven como determinantes en los procesos de apertura de su grupo doméstico. Entre ellos, y en los últimos años, las nuevas condiciones económicas, que han desplazado prácticas agrícolas de las zonas, el crecimiento demográfico, © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Los isleños de Baní. De la supervivencia… 1167 las interconexiones entre los grupos al compartir espacios comunes, la globalización de la cultura. Como resultado de esta influencia de los grupos externos, la unidad doméstica sufre severos cambios y hay una decadencia en los ritos y celebraciones, debido a que las familias evolucionan en concordancia con los requerimientos y cambios de su entorno. PRINCIPALES CONCLUSIONES Este esbozo del tema canario en las comunidades de Baní nos lleva a considerar que: La villa Nuestra Señora de Regla de Baní, al sur de la isla de Santo Domingo y sus comunidades rurales, siempre han estado ligadas a la inmigración y cultura canarias. En ese espacio multiétnico y multicultural, el grupo de inmigrantes y sus descendientes entraron en un proceso de readaptación de sus modos y costumbres de vida con diferentes estrategias socioculturales como vías para defender sus elementos identitarios, mientras el resto de los grupos del valle han establecido pautas para penetrar culturalmente al grupo isleño. Las mujeres juegan un papel determinante en el mantenimiento de la cohesión entre los inmigrantes, de ahí el valor que adquiere la misma con sus roles dentro del grupo doméstico: define la movilidad del grupo, incide en la conservación de la raza, el establecimiento de relaciones con otros grupos étnicos e interviene en la determinación del grupo de sumarse o no a las actividades de la comunidad. La mujer interviene en la asignación de funciones entre los miembros del grupo doméstico y define el equilibrio entre los roles de uno y otro miembro. Baní, como conglomerado de comunidades isleñas, existe esencialmente en las mentalidades de los diferentes grupos étnicos que por mucho tiempo han compartido la isla y específicamente la actual República Dominicana, muchas veces desde dentro y otras desde fuera del grupo isleño. El grupo adopta diferentes estrategias de readaptación y reconstrucción de diacríticos culturales frente al mestizaje étnico y cultural de esta zona del Caribe. Entre ellas: las migraciones internas, la fundación de nuevas poblaciones, la organización del trabajo, la alimentación, la educación católica, las celebraciones como base de la interacción social, y la endogamia. Estas conclusiones son, a la vez, el punto de partida para un trabajo más profundo sobre el grupo canario, sus descendientes, sus estrategias de readaptación cultural y el simbolismo de supervivencia en el sur de Santo Domingo. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. 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Ibidem, pp. 3749. 4 Frank Moya Pons, Manual de historia dominicana , Editora Corripio, Santo Domingo, 2000, p. 155. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 |
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