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LOS/AS MAYORES EN LA SOCIEDAD
CONTEMPORÁNEA
Mª del Carmen Barrera Casañas
ASPECTOS SOCIOLÓGICOS DE LAS PERSONAS MAYORES EN LA ESPAÑA CONTEMPORÁNEA: LAS
DIFERENCIAS DE GÉNERO
En la actualidad, las mujeres españolas y concretamente las mujeres de la Comunidad
Canaria disfrutan de una esperanza de vida superior a la media europea. La misma tónica
tiene lugar entre los varones. La esperanza de vida ha aumentado de forma notable en los
últimos años. En apenas tres décadas, la media de vida de las europeas, españolas y canarias
se ha incrementado en casi 8 años respectivamente, pasando de 74 años de la década de los
70, a poco más de 81 años en la actualidad.
Las mujeres mantienen una diferencia de 7 puntos con respecto a los varones; esto
obviamente responde a la composición por sexo del grupo de población de personas mayores
de 65 años, entre las que a nivel nacional y en la comunidad canaria el 58% y 56%
respectivamente de esta población es femenina.
Entre las décadas de los 70 y principios de 2000, el incremento de la población mayor de
65 años ha sido tan pronunciado que a nivel nacional estas personas ya han llegado a
representar más que los menores de 15 años. 1 Esto es, estamos hablando de un país
poblacionalmente envejecido (Puyol, 1995; Del Campo y Navarro, 2003; García, 2003).
Debido a la mayor longevidad femenina, el estado civil de las mujeres mayores es bastante
diferente al de sus coetáneos varones. Principalmente se trata de mujeres viudas o, lo que es lo
mismo, de mujeres que viven solas. Al hecho de la mayor longevidad habría que atribuirle
otros fenómenos socioculturales, pues se trata de mujeres pertenecientes a las generaciones
que en caso de enviudar no volvían a contraer matrimonio, ya que esta pauta de conducta no
estaba socialmente bien aceptada. Fenómeno que no sucedía entre los hombres, que una vez
que enviudaban solían contraer matrimonio casi de manera inmediata. Además, las mujeres de
estas generaciones tendían a casarse con hombres 4 ó 5 años mayores que ellas (Rodríguez,
2002).
Relevante también es la situación de las mujeres mayores solteras. Muchas de ellas
pertenecen a las generaciones que una vez que llegaban a cierta edad si no habían contraído
matrimonio quedaban solteras para el resto de sus vidas (Barrera, 2004; Rodríguez, 2002, p.
90). Mientras que, hasta bien entrados los 90, más de tres cuartas partes de los varones
mayores de 45 años habían contraído matrimonio (Barrera, 2004). En los últimos años, (entre
esta población) ha descendido el número de casados/as mayores en detrimento de los
separados/as, divorciados/as y parejas de hecho. 2
La mayoría de las viudas mayores de 65 años viven solas, ya que a estas edades la mayoría
de sus hijos/as se han emancipado (Iglesias de Usel, 2001). Son pocas las españolas viudas
que conviven con alguno de sus hijos/as en la casa de estos/as (Rodríguez, 2002, p. 100). Por
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ello, estas mujeres son las que principalmente encabezan el tipo de hogar unipersonal, que
aunque en España y en Canarias todavía no alcanza la cotas de otros países europeos, tiene
cierto impacto poblacional (Barrera, 2004. Flaquer, 1999). En los hogares unipersonales, las
mayores de 65 años superan numéricamente a los varones de la misma edad en más de un
75%. Aunque la mayoría de estas viudas tienen a sus hijos criados, se trata de hogares
monoparentales “empobrecidos”, ya que la mayoría de ellas viven exclusivamente de las
pensiones de viudedad.
Al tratarse de la población económicamente no productiva, las españolas y canarias
mayores de 65 años activas no llegan a representar ni un 1% sobre el total de las mujeres
activas (1665
años), igual que los varones de igual edad. Con respecto a las generaciones más
jóvenes, la participación que han mantenido estas mujeres en el mercado laboral ha sido
escasa. Las mujeres de estas generaciones que llegaron a trabajar fuera del hogar, una vez que
contraían matrimonio y tenían descendencia, solían abandonar su puesto laboral (Barrera,
2004. Durán, 1997). No obstante, hay que destacar que se trata de las generaciones que más
han trabajado en situación de ayuda familiar, sin haber constado como tal en las estadísticas
del empleo (Barrera, 2004. De Miguel, 1993. Carrasco y Mayordomo, 2000). La mayoría de
las mujeres inactivas se declaran “amas de casa”.
La mayoría de los inactivos mayores de 65 años del país son jubilados, y con respecto al
total de los/as jubilados/as ellos representan casi el 70%. Sin embargo, la jubilación de las
canarias es algo inferior a la del resto de las españolas. Esto puede obedecer a la menor
participación histórica que han mantenido las canarias en el mercado de trabajo; obviamente
en el mercado laboral formal, ya que buena parte de estas mujeres también fueron
trabajadoras extradomésticas, en la economía no formal (Barrera, 2004).
Si bien las mujeres de todas las edades realizan prácticamente en exclusividad el trabajo
del hogar, las más mayores son las que menos lo han compartido con sus cónyuges. Se trata
de las mujeres educadas en la ideología del nacionalismo catolicismo que las hacía
responsables del hogar, del bienestar y la felicidad de todos los miembros del hogar
(Rodríguez, 2002, p. 90). “Misión” asignada en exclusividad y en condiciones de resignación
y abnegación por las mujeres de estas generaciones. Debido a esta aceptación de papeles
sociales, estas mujeres continúan ayudando a sus hijas, y cuidando de sus nietos/as, para que
estas puedan incorporarse al mercado laboral. Hasta el momento, estas generaciones han
desempeñado un papel fundamental en los procesos de inserción laboral de sus hijas (Tobío,
2002). Sin embargo, en estos últimos años, y como se verá en un futuro reciente, las abuelas
serán también activas. En este sentido, las relaciones intrageneraciones tomarán otra
perspectiva, distinta a la que ha tenido lugar desde que las mujeres comenzaron a integrase
masivamente en el mercado de trabajo. 3
Las españolas y mujeres de la Comunidad Canaria mayores de 65 años que estudian,
apenas representan un 1% sobre el total de las mujeres que se declaran en esta situación.
Sobra decir que, con respecto a sus coetáneos, debido a las condiciones sociohistóricas estas
mujeres apenas recibieron formación a lo largo de sus vidas. De ahí el elevado número de
mujeres mayores de 65 años analfabetas y con escaso nivel de estudios. Además, la
proporción de ancianas analfabetas es superior a la de los analfabetos, ya que en un pasado, si
existían posibilidades de invertir en la formación de los/as hijos/as, las familias tendían a
hacerlo más entre los varones que entre las mujeres (Gil Calvo, 1993). No obstante, en la
actualidad estas mujeres muestran mayor dinamismo que los varones a la hora de estudiar.
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En los últimos años y en mayor medida que los varones, las mayores y ancianas han
decidido estudiar y recibir formación (Barrera, 1997. 2001. Sáez, 2003). Esta observación se
puede apreciar tanto en la educación transmitida por emisoras de radio, tal es el caso en
Canarias de radio ECCA, en los Centros de Educación de Adultos/as y, más especialmente en
los últimos años, en las Universidades (Holgado, 2003).
PARTICIPACIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES EN LA UNIVERSIDAD
En línea con este cambio, el volumen del alumnado matriculado en el Programa
Universitario para Mayores de la Universidad de La Laguna ocupa el puesto 23 respecto al
total de los 30 programas de este tipo existentes en España. 4 El programa de la Universidad de
La Laguna comenzó a desarrollarse en el curso 1999/2000 y consta de tres cursos. El primero
está dedicado a las Ciencias Experimentales, el segundo a las Ciencias Sociales y el tercero a
las Ciencias Humanas.
Desde sus comienzos, la matrícula de las personas del Programa para Mayores de la
Universidad de La Laguna ha experimentado un incremento no exento de altibajos. La
participación femenina es claramente superior a la masculina, el 75% del alumnado
matriculado es femenino. 5
SITUACIÓN SOCIAL DEL ALUMNADO DEL PROGRAMA PARA MAYORES DE LA UNIVERSIDAD DE LA
LAGUNA
Características generales
Antes de dar paso al análisis de las historias de vida de las alumnas y los alumnos,
señalamos algunas de las características generales del alumnado matriculado en el programa
universitario para mayores de la Universidad de La Laguna: 6
El
75% del alumnado matriculado en el Programa es femenino.
Estas
mujeres y hombres pertenecen a las generaciones nacidas desde finales de la década
de los 20 hasta mediados de los 40.
Poco
más de la mitad del alumnado procede de zonas geográficas urbanas, más de Santa
Cruz (centro) que de La Laguna.
Más
de tres cuartas partes del alumnado constan económicamente como inactivo. Si bien
la mayoría de ellos/as se declara como jubilados/as (y prejubilados/as), algunos/as tienden a
definirse en “otra situación”, que puede responder a la realización de trabajos en la “economía
no formal”.
Debido
a que los varones han tenido una mayor relación con el mercado de trabajo, la
jubilación es superior entre los hombres que entre las mujeres, las cuales, a medida que
asciende la edad, tienden a declararse exclusivamente como “amas de casa”.
Casi
la mitad del alumnado tiene estudios de bachiller, seguidos de los universitarios y
primarios. A medida que aumenta la edad de estas generaciones el nivel formativo tiende a
descender, más especialmente entre las mujeres que entre los hombres.
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Las
aficiones del alumnado se centran en la lectura, pintura, cine, oír la radio, ver la
televisión y paseos. Las actitudes sedentarias aumentan en las cohortes mayores, aunque más
que por la edad, ello responde a inquietudes personales. Estas se ocupan más de actividades
como coser, bordado y calado y las más jóvenes tienden a practicar deporte, senderismo y
baile.
Más
de la mitad del alumnado asiste al Programa en transporte propio, seguido de la
utilización del transporte público y familiar.
El
conocimiento de algún idioma extranjero es bajo. En caso de tenerlo, el idioma
extranjero que dominan es el francés. La mayoría del alumnado ha comenzado a conocer el
inglés en el Programa . La misma situación se observa con respecto al conocimiento y la
utilización de las técnicas y medios informáticos.
La
mayoría del alumnado declara haberse matriculado en el Programa por “cuestiones
culturales”, seguidas de las “personales” (especialmente por sentirse solo/a), por “disponer de
mucho tiempo libre” y por los “deseos de conocer a otras personas con ánimos de estudiar”.
Análisis de las historias de vida
Las conclusiones del estudio sobre las historias de vida han sido expuestas según las
temáticas comunes en las autobiografías del alumnado. Estas se han clasificado según sus
experiencias vitales desde la infancia hasta la madurez, atendiendo también a su situación
familiar, nivel de estudios, tipos de formación, el uso del tiempo y los espacios y la situación
frente al trabajo y a la actividad económica.
En general, aunque muchas de las alumnas y alumnos pertenecen a generaciones a las que
les tocó vivir los años más duros de la guerra y posguerra civil, guardan unos recuerdos muy
positivos sobre sus etapas de infancia y juventud. El alumnado que muestra las peores
memorias procede de las familias con ideales políticos distintos al franquismo (pertenecientes
al bando republicano). Estos/as ni siquiera tienden a describir las memorias de su infancia.
Entre el alumnado con menor nivel de estudios, y especialmente procedente de zonas
geográficas rurales, la valoración social que hacen de las etapas de niñez y juventud (en
cuanto a la cantidad de tiempo que puede abarcar esta etapa cronológica de la vida), y
comparada con lo que en la actualidad socialmente significa ser niño/a y joven, aparece como
acotada o comprimida. Se trata de las generaciones que no pudieron invertir mucho tiempo en
los estudios y tuvieron que comenzar a trabajar a edades tempranas.
Las opiniones sobre los juegos y las actividades de ocio durante la niñez y juventud están
claramente definidas por sexo. Algunas/os de las/os alumnas/os muestran tener conciencia
sobre sexismo y comentan, de manera positiva, los cambios experimentados en los juegos de
sus nietas/os, aunque, en general, mantienen actitudes reacias ante estas transformaciones.
La vida de los varones se desarrollaba más en los espacios extradomésticos que dentro de
los hogares. Aprendiendo a ser los “cabezas de familia” y los “mantenedores” económicos.
Los hombres tienden a describir de forma muy positiva los recuerdos de las salidas
nocturnas, las verbenas y las fiestas, las asistencias a las obras de teatro y al cine. Las mujeres
parecen centrar más sus recuerdos en las actividades religiosas, campamentos y trabajos
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organizados por la “sección femenina”. La mayoría de ellas no tenían afinidades con esta
organización política, pero consideraban que este era uno de los pocos espacios a los que se
les permitía entrar y salir con cierta fluidez, sin permiso y sin la presión familiar.
En general el alumnado muestra una visión tradicional sobre la constitución de la familia,
formada por el “triángulo edípico”: madrepadrehijos/
as (Alberdi, 1999. Flaquer, 1990). La
mayoría de estas mujeres se socializaron bajo la ideología del “nacionalcatolicismo”
de la
dictadura franquista. El Estado y la religión subrayaban, a través de diversos instrumentos, el
papel de las mujeres. Un rol centrado en el logro de ser esposas y madres (y posteriormente
abuelas). Este constituía ser el objetivo de las mujeres, el no llevarse a cabo conducía al
fracaso expresado en la falta de identidad y sentido de la vida. Tanto es así que varias de las
autobiografías femeninas solo están focalizadas en esta etapa de sus vidas, considerando la
gestación y crianza de sus hijos como el acontecimiento más relevante para la organización de
su existencia.
La imposición social del matrimonio sobre estas generaciones es apreciada negativamente
más por las mujeres solteras y separadas que por las mujeres casadas. Tanto es así que una de
estas mujeres expresa un sentimiento de dolor y resentimiento hacia los que, en su momento,
la juzgaron por no haberse casado.
También comentan los sacrificios que tuvieron que hacer para cumplir con objetivos de
carácter personal, que podrían resumirse en: independencia, autorrealización, liberación de la
opresión y de la sumisión.
En el ámbito familiar los roles de género están claramente definidos. El papel de las
mujeres se centra en la responsabilidad del cuidado y la atención de las demandas
emocionales de los miembros de la familia. Por su parte, el de los varones se reduce al
mantenimiento económico del hogar, y a la “protección” de las otras personas de la familia.
La mayoría de las mujeres y hombres formaron el tipo de familia nuclear con el primer
novio o novia que conocieron, y todos/as hacen referencia únicamente a relaciones
heterosexuales. Las relaciones de noviazgo (ninguno/a hace alusión a relaciones
prematrimoniales y de convivencia) se extendía alrededor de 3 años. Especialmente entre
las/os más mayores, las salidas de la pareja solían estar acompañadas de otra persona
encargada de “vigilarlas” y “auspiciarlas”.
Las posibilidades de la disolución matrimonial (separación y divorcio) se incrementan a
medida que desciende la edad de las cohortes a las que pertenecen los/as informantes. Debido
a la generación a la que pertenecen, se trata de las madres de las mujeres que en la Comunidad
Canaria protagonizaron el fenómeno de las disoluciones matrimoniales, por lo que,
especialmente para las primeras, este hecho se vio doblemente afectado, ya que hasta bien
entrados los 80 había una presión sociocultural relevante sobre las mujeres que se
divorciaban. Debido a la insolidaridad mostrada por el resto de las mujeres, por los varones e
incluso por otros miembros de la familia, los comentarios de estas experiencias dejan entrever
sentimientos de resentimiento y rabia, situación que se agrava entre las mujeres procedentes
de las áreas geográficas rurales. A pesar de que algunas de ellas sufrieron malos tratos físicos
y psíquicos, suelen argüir que socialmente ellas eran las peor paradas.
Algunas mujeres realizan comentarios donde la viudedad, producida a edades jóvenes, se
presenta como una situación análoga al divorcio. La mayoría de ellas no han vuelto a contraer
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matrimonio, mostrando incluso una actitud positiva ante este hecho, el cual se revela a través
de los comentarios de “liberación” y “posibilidades del desarrollo de la autoestima”.
La contracción del matrimonio solía venir acompañada de una reproducción no muy tardía.
La mayoría de estas mujeres tuvieron una media de 4 ó 5 hijos/as. El intervalo de tiempo entre
las reproducciones se centra en un año y cinco meses. Debido al ritmo tan rápido de las
gestaciones, muchas mujeres sufrieron abortos.
Las mujeres, en mayor medida que los hombres, y en situación de soltería, separación y
divorcio, muestran actitudes más abiertas ante la posibilidad de formar otro tipo de familia,
distinta a la tradicional.
A pesar de los momentos históricos que les ha tocado vivir a estas generaciones, todas
estas mujeres y hombres cursaron estudios de una u otra manera. En general, el tiempo de
inversión en formación es superior entre el colectivo masculino que entre el femenino; de
forma inversa al fenómeno actual, ya que las nietas (e hijas jóvenes) de estas generaciones
están invirtiendo más tiempo en los estudios que sus coetáneos (Barrera, 2004).
La mayoría de las mujeres recibieron una formación centrada en las actividades de servir,
cuidar y enseñar. Formaciones en: “turismo”, “enfermería” y “magisterio”, impartida
principalmente a través de instituciones religiosas, instituciones privadas y en la sección
femenina. Los varones solían estudiar a través de organismos militares (carreras militares e
ingenierías) y religiosos (Seminarios Diocesanos). Tanto ellas como ellos le dan una
importancia considerable a la oportunidad de haber podido estudiar, y especialmente cuando
se comparan con la mayoría de sus coetáneos que no pudieron hacerlo. Con respecto a sus
padres vieron en este hecho una posibilidad de movilidad ocupacional, e incluso social.
Especialmente las solteras consideran que la formación les ha permitido poder independizarse
económicamente y emanciparse como personas. Por ello, casi todos/as realizan comentarios
muy positivos y subrayan reiteradamente los estudios que han recibido sus hijos/as y
nietos/as. Solo las mujeres (más especialmente las solteras que las no solteras) describen
recuerdos negativos sobre el “permiso” familiar (especialmente paternal) que tenían que pedir
para poder salir a estudiar. Posiblemente ello responde a que los padres se percataban de las
pautas de comportamiento de las hijas que aspiraban a ser madresesposas
(que era lo
socioculturamente aceptable) de las que no tenían intención de ello, por lo que a estas últimas
se les ponían los obstáculos que frenasen estas futuras intenciones personales. Además, estos
impedimentos se refuerzan entre las mujeres que tenían que desplazarse geográficamente.
El sistema patriarcal o de sexo/género ha impulsado la separación entre el ámbito privado
(esfera doméstica) y el público (esfera extradoméstica). Aunque los varones han ejercido
dominio sobre ambos espacios (Arraz, 1996. Eisenstein, 1980), el primero ha sido asignado a
las mujeres y el segundo a los hombres. La división entre lo público y lo privado obedece,
más que a otros principios estructurales de la sociedad como podrían ser los cambios
económicos, a que es en sí misma un principio estructural engendrado dentro del propio
sistema patriarcal. A través del análisis de las historias de vida se puede atender claramente a
la verificación de esta hipótesis. Así se ha podido observar que la vida de los hombres fluye
entre dos espacios bien diferenciados: el público (esfera extradoméstica) y privado (esfera
doméstica). Se sabe dónde empieza uno y acaba el otro, esto es, los lindes que aparentemente
demarcan estas dos esferas parecen ser más visibles entre los hombres que entre las mujeres.
La utilización que se hace del tiempo y del espacio es distinta entre las mujeres que entre los
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hombres, entre las primeras ello parece ser menos flexible y elástico (Álvaro, 1996. Meda,
2000).
El tiempo de todas estas mujeres ha estado determinado por las necesidades y demandas de
los otros miembros de la familia, situación que perdura en el presente, pues muchas de ellas se
siguen encargando del cuidado de sus nietos/as (y de sus cónyuges).
Durante la infancia y juventud, los espacios que las mujeres podían recorrer eran más
cortos que los de los hombres. La vida de las mujeres transcurría en ámbitos más cercanos a
los espacios domésticos y dentro de las zonas geográficas donde habitaban. De ahí que,
incluso entre las generaciones más jóvenes, las mujeres resalten como algo muy importante en
sus vidas el hecho de haberse podido sacar el carnet de conducir y el disponer de un coche
para desplazarse entre los espacios. Para ellos, el vehículo se muestra más como una
herramienta de utilidad que para ellas. Además de su importante utilidad, las mujeres lo ven
como un elemento que les permite romper la barrera que siempre han tenido con los espacios.
Por ello, solo las mujeres resaltan la importancia del primer viaje que realizaron solas.
Las actividades educativas, laborales y de ocio desempeñadas por las mujeres en la esfera
extradoméstica resultan ser una extrapolación de las que se realizan en el espacio doméstico.
El desigual proceso de socialización entre los géneros ha dirigido a las mujeres al
desempeño de las responsabilidades familiares, el cuidado de los/as hijos/as y de los demás
miembros de la familia (Carrasco, 1991. 1999). Las tareas del ámbito privado suelen adquirir
prioridad en relación con lo público. Estos roles condicionan, cuando no impiden o dificultan,
las posibilidades del colectivo femenino en las salidas laborales. Las cohortes mayores
tuvieron menos posibilidades de constar económicamente como ocupadas o empleadas,
aunque muchas de ellas trabajaban en sus casas o en otros hogares en situación de economía
sumergida (especialmente como costureras, sastres, cuidadoras de niños, ancianos y
enfermos).
Exceptuando a las solteras (que no han dispuesto de otra persona para su mantenimiento
económico), el resto de las mujeres que se habían incorporado al mercado laboral dejaron de
constar como ocupadas o empleadas una vez que contrajeron matrimonio, tal y como
establecía la norma social de la época. Si bien algunas de ellas continuaron trabajando en la
economía no formal, especialmente en sus casas.
La reinserción laboral solo es evidente entre las separadas, divorciadas y entre las que
enviudaron jóvenes. Entre las cohortes más jóvenes se observa una reincorporación laboral
una vez que tuvieron a sus hijos criados. La mayoría de ellas comentan haberlo hecho por
necesidades económicas, aunque algunas de ellas llegan a apreciar su trabajo no como una
actividad para el sustento económico de la familia, ni como una satisfacción o realización
personal, sino como una “ayuda” para su familia o para sus maridos.
La mayoría de las casadas, ven como “natural” y “normal” el hecho de haber tenido que
abandonar el mercado laboral para dedicarse a las tareas del hogar y el cuidado de la familia.
En general muestran opiniones muy positivas sobre este hecho, que son expresadas a través de
los sentimientos: “felicidad” y “realización”. Estas mujeres son las más convencidas de que
sus hijos/as pequeños/as podían haber sufrido si ellas hubiesen salido a trabajar.
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Las separadas, divorciadas y viudas que fueron activas tienen otra opinión sobre esta
situación; en general muestran opiniones negativas sobre el hecho de haber tenido que dejar
su empleo.
Todas las mujeres están directamente implicadas con el trabajo doméstico, fenómeno que
no sucede entre los varones, ya que ellos ni siquiera hacen comentarios al respecto, por lo que
se da por sentado que ese trabajo lo realizan sus mujeres. El discurso sobre la ausencia de
contribución de los varones en las tareas del hogar lo hacen únicamente las mujeres que se
han incorporado y reincorporado al mercado de trabajo. Algunas de ellas han dispuesto de las
ayudas intergeneracionales (Tobío, 2002), es decir de la ayuda de sus hijas mayores, madres,
abuelas y vecinas. También del servicio doméstico, el cual solía ser contratado por sus
maridos. En general, no se hace una valoración de las tareas domésticas como trabajo, aunque
esta visión la muestran más las casadas que no han trabajado fuera del hogar que las solteras,
separadas, divorciadas y viudas que constaron como empleadas.
La mayoría de las autobiografías concluyen con una recapitulación general de lo que, hasta
el momento, han significado sus vidas. Los sentimientos como el miedo a la soledad, a la
enfermedad, a sentirse una futura carga o no poder ser autosuficientes y a la muerte, también
están presentes en todas las autobiografías.
En estas etapas de sus vidas, los hombres tienden a sentirse menos útiles que las mujeres,
lo que básicamente responde a su experiencia de retirado del mercado laboral, vivida como
una pérdida de valor social del jubilado. Aunque algunas de estas mujeres también se han
jubilado, continúan realizando el trabajo del hogar y atendiendo a otros miembros de la
familia, especialmente a sus nietos/as, por lo que ven ocupado más su tiempo, y mantienen la
sensación de trabajo, sin el corte radical que supone la jubilación para ellos. En general, al
disponer de más tiempo para ellas/os, algunos/as participan activamente en ONG’s o en
trabajos de voluntariado. Precisamente, la posibilidad de poder disponer de tiempo libre y,
sobre todo, la voluntad de ocuparlo con actividades expresivas, como el haberse matriculado
en el Programa para Mayores, es lo que caracteriza a estos/as informantes.
PRINCIPALES CONCLUSIONES
En términos muy generales, tanto en el Archipiélago Canario como a nivel nacional, los
cambios sociales más relevantes experimentados entre el colectivo de los/as mayores se han
expresado a través de una mejor calidad de vida. Entre otra serie de factores, ello ha sido
posible gracias a la aplicación de las políticas de prestaciones sociales, prevención y
tratamiento de las enfermedades, políticas formativas y de calidad de ocio. También se
aprecia, a través de su trayectoria de vida, un aumento participativo en el mercado laboral
(especialmente entre las mujeres) y en mejores condiciones laborales. Un aumento de los
niveles formativos y educativos, así como mayor disponibilidad del uso de tiempo libre y de
ocio. De hecho, la matrícula de estas personas en los Programas Universitarios está
respondiendo a esto último.
Hemos podido analizar los discursos de historia de vida de las personas mayores que
asisten al Programa para Mayores de la Universidad de La Laguna. Estos vienen
condicionados por las cohortes a las que pertenecen. Así, sus visiones sobre la infancia,
juventud, situación familiar, relación con los estudios y formación, trabajo y utilización del
tiempo de ocio, cambian sustancialmente si estas personas nacieron antes y durante la Guerra
Civil española.
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Con respecto al resto de sus coetáneos, y como ellos y ellas han matizado a lo largo de sus
historias de vida, se trata de personas que recibieron algún tipo de formación (a través de
órdenes religiosas, la sección femenina, escuelas privadas, etc.). Todo ello les ha servido para
que en la actualidad su presencia en la Universidad haya sido posible. Además, los estudios
realizados les permitieron, más especialmente a las mujeres (por las diferencias de género)
integrarse en el mercado formal. También les posibilitaron optar por la elección del
matrimonio y por la reproducción, así como poder llegar a separarse de su cónyuge, en un
país donde la disolución matrimonial no estaba permitida. En suma, en comparación con sus
coetáneos/as: analfabetos/as o sin estudios, trabajadores/as del mercado no formal y
asalariados/as de sectores marginales, se trata de hombres y mujeres que han gozado de
ciertos “privilegios”.
Actualmente, su participación en la Universidad y sus inquietudes de aprendizaje, apenas
tienen que ver con las que muestran sus hijos/as menores, nietos/as, e incluso sus bisnietos/as,
las generaciones beneficiarias. Su presencia en la Universidad responde, sobre todo, al
incremento de su tiempo libre, a la voluntad de ocuparlo en actividades expresivas y, en
muchos de los casos, a la soledad y deseo de comunicarse y compartir experiencias con
aquellas personas que también tuvieron la “suerte” de poder estudiar en momentos históricos
muy difíciles para nuestro país.
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XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
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NOTAS
1 Según la explotación del Censo de Población de 2001, en España los menores de 15 años representan un
14,5% sobre el total de la población. En Canarias este porcentaje se sitúa en un 15,1%.
2 Esta última situación es cada vez más frecuente entre este colectivo de la población. Entre los mayores de
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años ello se suele producir después de la primera disolución matrimonial, y más especialmente entre
las mujeres que entre los hombres (Barrera, C. 2004).
3 Este hecho se produjo a nivel nacional desde principios de los 70 (Garrido, 1993) y a mediados de los 80 en
la Comunidad Canaria (Barrera, 2004).
4 Esta información procede de la explotación realizada de los datos publicados en Los modelos marco en
programas universitarios para mayores, del curso 2002/03 (VII Encuentro Nacional de Programas
Universitarios para Mayores).
5 Datos cedidos por la secretaria del Programa.
6 Los datos explotados proceden del curso 2003/04, correspondientes a los 3 años que abarca el Programa para
Mayores de la Universidad de La Laguna. Estos fueron cedidos por la secretaria de dicho Programa. La
información proviene de las encuestas realizadas al alumnado a la hora de matricularse en cada uno de los
cursos.
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