CANARIAS, ESCALA EN LA EXPLORACIQN CIENTÍFICA
DE LOS CONTINENTES EXÓTICOS (SIGLO XVIII)
ALFREDO HERRERA PIQUE
Es bien conocido que la posición de las Islas Canarias como enclave ma-rítimo
en las rutas de Centro ySudamérica, Africa y Oriente ha sido un fac-tor
relevante en la historia de este archipiélago desde su conquista europea
en el siglo XV y, también, un dato permanente de las comunicaciones de
Europa con el resto del globo en la Edad Moderna. Durante la primera ex-pansión
europea (finales del siglo XV y siglo XVI) las Canarias sirvieron de
plataforma marina a las expediciones navales españolas y a las comunicacio-nes
marítimas con las regiones que el Imperio hispano dominaba en Améri-ca.
Simultáneamente, constituyeron durante los periodos azucarero y viní-cola.
Y en la fase de la segunda expansión (siglos XVII y XVIII) fueron escala
frecuente en las célebres expediciones -fundamentalmente, francesas e in-glesas-
que completaron en el último tercio de aquella última centuria el
conocimiento del planeta.
Por lo que se refiere al periodo 1600-1800, Frédéric Mauro nos
recuerda que entre las causas que impulsaron las exploraciones figuran en
primer lugar las ambiciones coloniales (polfticas y económicas) de las gran-des
potencias europeas; pero, al propio tiempo, considera que <sin embar-go,
las exploraciones fueron cada vez más autónomas e independientes de
las ambiciones y rivalidades coloniales de las potencias, pues obedecieron
progresivamente a estímulos cientGcos»l. Este último objetivo corrió parejo
con el 'progreso de las ciencias en el Siglo de las Luces y alcanzó un mayor
desarrollo cuando se produjeron periodos de paz en el concierto de las po-tencias
marítimas europeas, propiciadores de mayor seguridad en la navega-ción.
El propio F. Mauro sintetiza los resultados de esta fase de los grandes
viajes de exploración: «Desde el punto de vista científico fueron considera-bles.
Los geógrafos y los astrónomos conocfan en aquel momento -hacia
1800- la forma de la Tierra, ligeramente achatada por los polos. Conocfan
prácticamente todas las costas y todas las islas de los grandes océanos. Pero
1. Fréderic MAURO: La expansión europea (1600-1870), Barcelona, 1975, p. 20
una gran parte de Asia, de Africa y de América del Norte les era desconoci-da,
lo mismo que el norte de América del Sur, con la enorme y misteriosa
cuenca del Amazonas. Como mínimo han recorrido o casi recorrido -como
sucede con el Africa austral- todos estos continentes. La mayor parte de es-pecies
vegetales eran ya conocidas. Se han podido examinar los fenómenos
naturales más diversos. La hidrografía y la climatología ha adelantado a pa-sos
de gigante. Se tenía un conocimiento muy exacto de las corrientes y de
los vientos dominantes en la mayor parte del globo. También las ciencias
humanas, la antropología, la lingüística y la historia se han vuelto a crear so-bre
bases nuevas.9.
Muchas de las relaciones de los viajes y expediciones a las regiones y
continentes que, con una visión eurocéntrica, llamamos exóticos, se inician,
en aquella época, con descripciones de Madeira o de Canarias. Los puertos
insulares -y por entonces, singularmente, el de Sta. Cmz- ofrecen las
ventajas propias de una escaia para ei avimaiiarniento y para la obtención de
refrescos para las tripulaciones; la posición geográfica de las islas responde a
las exigencias de una primera y necesaria estación para las naves procedentes
del Norte. Pero también, a medida que el interés por el conocimiento y el
estudio de las regiones exóticas se hace manifiesto, las Islas Canarias son
consideradas como una atractiva escala científica, en razón de su naturaleza
volcánica, a su peculiar vegetación y a la presencia del legendario Teide, du-rante
tiempo conocido por los navegantes por la montaña más elevada del
globo. El Pico provocaba el interés de naturalistas y viajeros, que en el cita-do
siglo realizan estudios sobre sus características geológicas y llevan a cabo
mediciones para calcular su altitud. Al mismo tiempo, la vieja tradición de
iniciar el cómputo de los meridianos a partir de las Islas Canarias -acepta-da
por pdses como Francia y Holanda en la Edad Moderna- significó un
estímulp para navegantes y cartógrafos. Ello venía a coincidir con los diver-sos
intentos de resolver el problema del cálculo de las longitudes en el mar,
que estuvo durante el siglo en la cima del interés de las Marinas europeas, y
contribuyo ai períeccionamiento de ia cartogrdía de ias Canarias.
El interés por la historia natural de estas Islas puede leerse en aquel p2-
saje de Cosmos en el que Humboldt resume las impresiones juveniles que le
alentaron al estudio científico de regiones lejanas y desconocidas: «Si me
fuera permitido preguntar ahora a mis antiguos recuerdos de la juventud, y
c . -ñ~l?re l Qtmrtivnc pe m e i fispiri; des& el pri_ncipioe ! &=reoi orirtihle de .,b.L.&...A ..- .,
visitar las regiones tropicales, citaría las pintorescas descripciones de las islas
del mar del Sur, porJorge Foster; los cuadros de Hodges que representan las
orillas del Ganges, en la casa Warren Hastings, de Londres; y un árbol de
drago que vi en un viejo invernadero del Jardín Botánico de Berlín.* Pode-mos
apreciar que en el sentimiento del gran naturalista el drago representa-ba
no sólo a la flora endémica de las Canarias, sino a toda aquella vegeta-ción
exótica cuyo conocimiento y estudio constituyó un vasto campo cientí-fico
para los exploradores y botánicos del XVIII.
En esta presencia de las Islas Canarias en la ruta de las grandes expedi-ciones
maAtimas no faltaba el interés colonial-territorial, además de, por
supuesto, los potenciales estl'mulos mercantiles. Aunque las islas habían
sido conquistadas por la Corona española en el siglo XV, en algunos perio-dos
posteriores no dejaron de estar presentes en la competencia colonial de
las potencias ultramarinas europeas. Malte-Brun nos lo indica en el prefacio
a su traducción del Viaje a la Cochinchi~a; de John Barrow: «AsP, M.
E2rrOw, U? hXer efi los c~rt-tCi-i-ln-T-"r y 11 vnimv& &scripahE & lZSi SJW
de Madeira y Tenerife, no olvida plantear si será StiZ a Inglaterra conquistar-las.
»3. Por lo demás, este extremo ha sido testimoniado por episodios bien
sabidos y bien relatados.
Aunque en el periodo que nos ocupa no dejaron de sucederese las ex-pediciones
marítimas y los viajes de exploración, se dieron fases en las que
aquéllos fueron más numerosos e importantes. Estas fluctuaciones coinci-dieron
con los periodos de paz o de guerra en el concierto europeo. Parale-lamente,
la mayor o menor frecuencia de las escalas en Canarias tuvo la na-tural
correlación con el contexto, pacífico o bélico, de las relaciones de Es-paña
con las potencias madtimas; un prolongado ciclo de paz en la segunda
parte del reinado de Felipe V y en los reinados de Fernando VI y Carlos 111
permitió que tocaran en este archipiélago la mayor parte de las célebres ex-pediciones
de exploración y de circunnavegación que se realizaron en la se-gunda
mitad del siglo XVIII.
EL PRIMER MERIDIANO
En el año 1724 la Academie des Sciences desplazaba a la isla del Hie-rro,
en las Canarias, al astrónomo Louis Feuillée con el objeto de medir el
2. F. MAURO, 06. cit., p. 24.
3. John BARROW: Voyuge a ia Cochinchine, par les ilez de Madere, de Ténénffe et du
Cap Ver4 le B~ésile/t' de deJ uva, Traducción y notas de Malte-Brun; París, 1807; prefacio del
traductor, pág. VI.
primer meridiano. Desde los tiempos de Ptolomeo los geógrafos contaban
las longitudes a partir de la posición de dicha isla, como la más occidental
de las tierras conocidas. En Francia, un precepto promulgado en tiempos de
Luis XIII* ordenaba a los geógrafos situar en «sus globos y cartas el dicho
primer meridiano en la isla del Hierros y «contar desde allí el primer grado
de las longitudes en dirección al orientep. El Padre Feuillée viajó a las Cana-rias
para fijar con certeza la posición de aquella isla y para determinar su di-ferencia
en longitud con el Observatorio de París>.
No era la primera vez que Feuillée venía a las Canarias, aunque la an-terior
sólo constituyó una escala en uno de sus viajes a América. El astróno-mo,
matemático y botánico francés había viajado a las Antillas y a la costa
venezolana a comienzos del siglo, encargado de una misión científica. Des-pués
de regresar a Europa emprendió un nuevo viaje en el que estudió, jun-to
con Frézier, la flora del Perú y de Chile en el transcurso de cuatro año&.
-.
el 23 de mayo de i124 ei padre Feuiiiée arribaba ai pueno de Sariia
Cruz de Tenerife'. En el archipiélago permaneció más de cuatro meses. Du-rante
su estancia* llevó a cabo el primer cálculo científico conocido de la al-titud
del volcán Teide. Desde un llano del litoral del Puerto de la Orotava
hizo esta medición que le dio el resultado de 2.2 13 toesas (4.3 13 metros) de
altitud del Pico sobre el nivel del mar. Feuillée hizo, además, una excursión
a la montaña, acompañado de Verguin y de varios caballeros locales. Aun-que
no pudo ascender hasta la cima el astrónomo encomendó a Verguin ve-
4. Firmada por el monarca el 1-VII-1634 en Saint Germain-en-Laye.
5. Cuando Feuillée vino a las Islas Canarias contaba sesenta años de edad. Viajó acompa-ñado
por Verguin, joven alumno de su amigo el P. Laval, matemático e hidrógrafo.
6. Fruto de este viaje de exploración fueron las siguientes obras:
L. FEUILLEE: Journal des obsewationsphysiques, mathématiques et botaniques, M e s sur
les cotes orientales de /'Amenque mén'a'ionale et dans les Indes Occidentales de 1707 a 1712,
Paris, 1714; y Suite de Journaldes observationsphysiques, mathématiques et botaniquesfaites
sur les &es orzintales de 'eArnéeue mélldbnale, et uux Indes Occidenetdes, eet dan$ un autre
voyage fait a la Nouveíle-Espagne et aux des de l'Amé7ique, París, 1725.
L. FEUILLÉE: Histoire des Plantes méa'icinales qui sont Les plus d'usage aux Royaumes du
Pérou et du Chili, composée sur les i e u x u r ' o r r e da roi, en 1709, 1710 et 171 1, París, 17 14
~1725.
FRÉZIER: Relation du voyage de h Mer du Sudaux cotes du Chili, du Pérou et du Brésd,
1712-1714. Amsterdam, 1717.
7. Feuillée escribió una relación de su viaje: Voyage aux Isles Canaries ou Journal des ob-servations
Physiques, Mathématiques, Botaniques et Histonques jáites par or&es de Su Majes-té,
Mss., 1724.
8. A. HERRERA PIQUE: Estancta en las Ishs Canarias de Louis Feuzlíée, pzonero de la
exploración cient$co-natural de este archipiélago (1 724). IV Coloquio de Historia Canario-
Americana (1980).
rificar las mediciones previstas y éste observó que en lo alto del Pico el baró-metro
se sostenía en 17 pulgadas y 5 líneas. Esta medición barométrica cal-culada
según el método de Cassini se traducía en la exagerada altura de
2.624 toesas. Humboldt señalaría muchos años después que aplicando la
fórmula de Laplace la medición de Verguin significaba una altitud de 2.025
toesas, mucho más próxima a la altura real de la montaña.
Durante su ascenso al Teide, Feuillée se había percatado de los diferen-tes
estratos de vegetación, correlativos con -la altura, pero no obtuvo de ello
las leyes generales que en su momento expondría Humboldt. El naturalista
galo h e el primer botánico en describit y clasificar especies endémicas de k
flora de las Canarias, observándolas y estudiándolas en su medio natural.
Entre las especies descritas por Feuillée figuran nueve endimismos insulares,
entre ellos la violeta del Teide (Viola chirantz$lia Hum et Bonp), y el drago
(Dracaena draco L.)9, varias especies de aeonizlm, etc.
En ei transcurso de su estancia ei padre Feuillée observó con sus instru-mentos
la inmersión de los satélites de Júpiter con el objeto de hallar por el
método astronómico la posición de varios puntos del Archipiélago (La La-guna,
La Orotava) y su diferencia en longitud con el Observatorio de París
-en donde simultáneamente observaban el fenómeno Cassini y Maraldi-y
otros centros astronómicos europeos. Este era el procedimiento que espe-raba
utilizar en el Hierro, pero durante los días que permaneció en esta isla
-del 12 al 2 1 de agosto- las nubes no se lo permitieron. Ante tal contra-riedad,
optó por utilizar un procedimiento de triangulación para fijar la po-sición
de Valverde -la villa capital del Hierro- con respecto al Pico de Te-nerife.
Feuillée calculó una diferencia de 19" 55' 3" entre Valverde y el Ob-servatorio
de París.
La presencia del padre Feuillée en las Islas Canarias no constituyó un
paso previo a la exploración de otras regiones. Sin embargo, la tarea cientf-fica
que desarrolló en las islas de Hierro y Tenerife tuvo señalada importan-cia
para el mejor conocimiento de la posición de este archipiélago y, por
consiguiente, para la navegación en el siglo XVIII. Aunque desde la crea-ción
de los observatorios astronómicos en varios países se comenzó a calcular
las longitudes desde el propio punto de partida local, la referencia al meri-diano
de Canarias se mantuvo en aquella centuria y, por ejemplo, todavía
Claret de Fleurie abogaba por convenir en la fijación del primer meridiano
en Picc de Ter,e& oc&il de la Piepaiaci&i &! Yidje de La
Así, el informe y los cálculos de Feuillée -unos acertados, erróneos otros-mantuvieron
una vigencia posterior y fueron conocidos y utilizados por cé-
lebres navegantes y naturalistas. Desde el punto de vista del interés local,
Feuillée fue el iniciador de la exploración científico-natural de las Islas Ca-narias.
La fase de los pioneros de la exploración científico-natural de las Cana-rias
se corresponde, como indicamos al principio, con los grandes viajes de
exploración y con las expediciones científicas europeas del siglo XVIII, así
como con determinados viajes emprendidos con la finalidad de comprobar
instrumentos náuticos.
Varios años después de que Feuillée midiera en estas islas el primer
meridiano, la Academia de Ciencias francesa tomó la iniciativa de enviar
sendas expediciones al Ecuador y al Polo Norte, respectivamente, para de-terminar
la forma exacta de la Tierra. Se sabía desde hacía mucho tiempo
que la Tierra tenía la figura aproximada de una esfera. De acuerdo con las
teorías de Newton, nuestro planeta debería de ser un esferoide achatado por !ss pd9s jr ensa~chzdopo : e! ec~adorE. n e! ü~iiscwsod e . . üíia cxpedicíón a
la Guayana el astrónomo Jean Richer había observado en 1671 en Cayena
que la oscilación del péndulo era allí más lenta que en París, deduciendo
que la fuerza de la gravedad era más débil en Cayena por hallarse más lejos
del centro de la Tierra. El propio Newton sacó la conclusión que la superfi-cie
del mar se encontraba más lejos del centro de la Tierra en las regiones
ecuatoriales que en las septentrionales y, por otro lado, había señalado que
la velocidad de rotación de la superficie terrestre aumentaba
constantemente desde cero en los polos a poco más de 1.600 kilómetros por
hora en el ecuador. Sin embargo, los Cassini -el primero de la dinastía y su
hijo- sostenían el punto de vista contrario. Basándose en observaciones ve-rificadas
en Francia consideraban que el globo se achataba por el ecuador y
no por los polos; en tal supuesto la teoría de la gravitación universal sería
errónea.
Se decidió entonces estudiar la curvatura del globo en varias regiones
del planeta. La Condarnine y Bouguer fueron enviados en 1735 al Perú, en
la !atip-d de! ecca&r te=resse10. Pcr ~ Q * P r--" h"f~'i"~p"~= i?is y C!&l~t hi&
9. Aunque hay descripciones botánicas del drago anteriores a Feuillée (Ch I'Cluse, 1576),
la realizada por el viajero francés es la primera sobre observación directa del árbol en su medio
natural.
10. La expedición estaba dirigida por el matemático Godin y en ella también tornaron
parte Joseph de Jussieu -botánico que después permanecería en la América del Sur 35
años-, Hugot, Verguin, Desordonais, Couplet y Moranville.
Integraban, además, esta expedición Le Monnier y A. Authier, a quienes se unió el astró-nomo
Celsius, por entonces profesor en la Universidad de Upsala.
ron viaje a Laponia en 1736. Ambas expediciones tenían como objetivo me-dir
con exactitud los grados de meridiano en sus respectivas latitudes. Los
resultados de ambas expediciones permitieron comprobar que los grados
del meridiano medidos en el Equinoccio eran mayores que los tomados en
el círculo polar, por lo que se determinó definitivamente que la figura de la
Tierra es la de un esferoide achatado por los polos.
A los científicos franceses que viajaron a la América meridional se
unieron dos jóvenes marinos españoles Jorge Juan y Añtonio de Ulloa. Lo
habfa decidido así Felipe V al dar contestación positiva a la solicimd de Luis
XV para enviar la expedición a las regiones ecuatoriales de América bajo do-minio
español. Jorge Juan partió de Cádiz el 26 de mayo de 1735 a bordo
del navío «Conquistadon>, mientras que Antonio de Ulloa lo hizo en «El
Incendio,. En su derrota ambas naves pasaronqor las proximidades del Ar-chipiélago,
ante cuyas islas se hallaban en los primeros días de junio.
En su diario de a bordo", recogido en la magnífica obra que los dos
marinos publicaron como resultado de la expedición, ambos hicieron las si-guientes
anotaciones a su paso por las Canarias, específicamente relativas a
la'longitud de varios puntos del Archipiélago:
Diario de Jorge Juan:
«El día 2 de junio se avistaron las Islas de Canarias, en cuya travesía es-tuvieron
los vientos por el NO, N y NE, y de ordinario suelen ser variables.
Por su estima concluyó la diferencia de longitud enue Cádiz y el Pico de Te-nerife
de 10 Grados, 30 Minutos.
Según las observaciones del Padre Feuillée, hechas en Lorotava, que está
6 112 Minutos al Oriente del Pico, es la diferencia de longitud enue este y el
Observatorio de ParIs 18 Grados, 51 Minutos; y substrayendo 8 Grados, 27
Minutos, que por el Conocimiento de los tiempos está el Observatorio al
Oriente de Cádiz, queda la diferencia en longitud entre este y el Pico de Tc-nerife
de 10 Grados, 24 Minutos; y así difiere en 6 Minutos de la de su estima.
El &a 7 se perdieron de vista las Islas, y se continuó en demanda de la
Martinica.. . P .
Diario de Ulloa:
11. Relación hirtónca del viage a la Améha Meridional hecho de orden de S. Mag. para
zedii a&uaox Grridüs de 2vferiaiiano Terrestre, y venir por ellos en conocimiento de la verda-dera
Figura y Magnitud de la Tiewa, con otras vahs Observaciones Astronómicas y Phisicm.
Madrid, 1748.
12. Ibid., Primera Parte, Tomo Primero, pág. 11.
«Haviendo empezado a navegar en Derrota el mismo día 28, y hecho la
de 52 y 56 Grados en el tercer Quadrante, se dio visto a los Salvages en las Is-las
de Canarias el día 2 de junio como a las seis de la tarde; y el 3 a la isla de
Tenerife, con la cual hallé, según la Derrota, la diferencia de Longitud entre
Cádiz y la Punta de Naga de 11 Grados, 6 Minutos, que conviene con las Car-tas
Náuticas Holandesas, e Inglesas; aunque difiere algo de la verdadera Lon-gitud,
que determina el Padre Feuillée a Lorotava en la misma isla de Tenerife.
El día 4 se dio vista a las Islas de la Palma, la Gomera, y del Hierro, las
que se dexaron de ver el 5; y el 29 a las doce del día, se reconoció la Mar-tinica..
.s13.
Por estos párrafos observamos que Ulloa y Jorge Juan conocían el infor-me
de Feuillée a la Academia de Ciencias sobre su viaje a las Islas Canarias.
Posiblemente el contacto con los científicos franceses les permitió acceder a
los datos obtenidos por aquél en los estudios realizados en este Archipiéla-go.
Es de aiiocaí, í>üi otro iadü, que en m& de üila O L ~ S & ~ ~ ! O2S0s maíiíioj
españoles toman como punto de referencia de las longitudes no solamente
la posición de los Observatorios de París y de Cádiz sino también la posición
del Pico de Tenerife en cuanto meridiano de Canarias.
Entre los varios libros que se publicaron como resultado del viaje a la
América meridional se encuentra La FE;qure de la teve, del hidrógrafo y
matemático Pierre Bouguer, en el cual el autor se refiere a la altitud del Tei-del4
en relación con la medición de Feuillée. Tal como citamos anterior-mente,
al tratar sobre el límite geográfico de las nieves perpetuas -«línea
que no es exactamente paralela en la superficie de la tierra-, Bouguer
consideraba que en las zonas templadas esta línea se marcaba a la altitud de
2.100 toesas, estimando erróneamente que el Teide alcantaba casi esta
altura. Sobre este último extremo especificaba lo siguiente: «El P. Feuillée,
a quien debemos gran número de observaciones importantes, da 2.2 13 toe-sas
de altura al Pico de Tenerife, en una relación manuscrita que presentó a
la Academia al regreso del viaje que hizo en 1724 a las Islas Canarias. Pero
nosorros creemos sobre los argurne~iivsq ue vamos a apomr, que es preciso
al menos restar 140 ó 150 toes as... » de la altitud calculada por Feuillée.
Fundamentalmente, Bouguer argumentaba que Feuillée no tuvo en cuenta
la inclinación de la base utilizada en su medición. De todas formas, el cái-
13. A. DE ULLOA yJorge JUAN, OB. CIT., Primera Parte, Tomo Primero, p. 13.
14. La Figure de la zerre, determinée par les obseruations de Mes~iurs Bouguer et de La
Condamine.. . envoyés par ordse dz Roy au Pérou pour observer aux envimns de l'equater,
avec una Rélation abrégée de ce voyage. París, 1749, p. XLVIII y XL.M.
culo de Bouguer daba todavia un resultado superior a la de la verdadera al-tura
del Pico.
NUEVAS MEDICIONES DE LA ALTITUD DEL TEIDE
En el segundo tercio del siglo se realizan nuevas operaciones para hallar
la altura del Teide. En 1742 una medición geoméuica de Manuel Hernán-dez
ofreció el resultado de 2.6.58 toesas. En la primavera de 1749, M. Adan-son
hizo escala en Tenerife en su viaje al Senegal y en un libro16 publicado
varios años después insertó un fragmento descriptivo de aquella isla; he
aqui un párrafo dedicado al Teide y su altitud: *Esta montaña, que lleva el
nombre de Pico de Tenerife, está en 28 grados 12 minutos latitud norte, y
18 grados 52 minutos longitud oeste de Parfs. Nosotros encontrarnos su al-tura
por encima de las dos mil toesas, que es casi una lengua perpendicular,
lo que la hace una de las más altas montañas en el universo. Se dice que su
cima está cubierta de nieve el año entero, y que a veces arroja lava, sin mu-cho
ruido. Se eleva casi en medio de la isla, y está rodeada de un gran ntí-mero
de montañas, que tienen casi media legua de altura.» Así, esta obser-vacih
otorgaba al Pico una altitud de unos cuatro mil metro. *Es probable
-comentda Humboldt- que este resultado estuviese fundado en una ba-se
medida por la corredera y en una operación hecha a la vela por el señor
Daprés de Mannevilette. comandante del barco en el que se haMa embarca-do
Adanson.~
Otro cáculo -citado por el redactor del primer viaje de Cook y tam-bién
por Humboldt- es el verificado en 1752 por el doctor Heberden, un
médico inglés que había residido siete años en La Orotava, quien en la rela-ción
de un viaje a la cima del Teide verificado en 1752 dice haber obtenido
una altitud de 15.396 pies ingleses, equivalente a 2.408 toesas, resultado
que confirmó en dos operaciones posteriores y que, según reiata ei propio
Heberden coincidía con el obtenido en dos operaciones trigonométricas rea-lizadas
tiempo antes por el señor John Crosse, cónsul inglés en Santa Cruz
de Tenerife.
Entre otras ascensiones de viajeros y residentes europeos correspon-
16. ADANSON: Voyage to Senegal, the d e of Goree and the river Gambia, Londres,
1759.
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dientes a esa época conocemos, por el relato del viaje de Lck Flore17, la de
Van Steinfort, cónsul de Holanda en Canarias, que subió al Teide en el año
1754.
Y entre otros cálculos debe citarse el realizado por el astrónomo Cassi-ni,
que atribuia al Pico una altitud de 2.624 toesasl8.
EL PROBLEMA DE LAS LONGITUDES MARITIMAS
En el siglo XVIII la determinación de la posición de un navío en el mar
o de un punto marítimo concreto se podía llevar a cabo bien utilizando un
instrumento llamado loch -usado hasta entonces por los marinos- en el
que la dirección de la ruta la marcaba la brújula o compás de ruta, bien con
el octante o sextante inglés de Hadley, mediante el cual se determinaban las
iarinides en el rrrdr Lun Ía pie&;bii de ün ~? ihiEi s~to. i 10 Cia. s~ficiefitey, "
que se necesitaba poder determinar las longitudes cuando menos con igual
precisión. La Física, la Mecánica y la Relojería habían cumplido intentos en
sus respectivas parcelas con la finalidad de aportar una solución a este pro-blema.
En el campo de la Física se seguía el procedimiento, imperfecto, de
constatar la declinación de la aguja imantada.
La Astronomía encontraba puntos de referencia en los eclipses de sol y
de luna, en los eclipses de estrellas por interposición de la luna y en los del
primer satélite de Júpiter. En cuanto que estos fenómenos se podfan prede-cir
con gran antelación podían aportar la posibilidad de determinar la hora
sobre un meridiano dado. Sin embargo, se trataba de acontecimientos este-lares
poco frecuentes, dificiles de observar y cuyo cálculo no dejaba de ofre-cer
dificultades.
Asimismo, se hablan ingeniado máquinas para facilitar las observacio-nes
náuticas. Paralelamente, la Mecánica había ensayado procedimientos
para contribuir a la perfección de la navegación. La utilidad del octante y
dei sextante ingieses era reconocida universainicrite. Otros iii~üüilielit~~
ideados con el mismo objetivo eran las cajas marinas y las mesas marinas,
concretamente las cajas ideadas por el inglés Irwin y el francés Fyot.
Se tenía, por otro lado, una gran esperanza en la Relojería. Se estimaba
que un reloj que conservara siempre su isocronismo permitiría conocer a ca-
17. BORDA, PINGRÉ y VERDU DE LA CRENNE: Voyagefatpar ordre du mi en 1771
et 1772, Pan's, 1778, t. I., págs. 90 y ss.
18. Ibid, pág. 88.
da instante la hora del meridiano del que se ha partido o sobre el que está
regulado. Huyguens perfeccionó la aplicación del péndulo y la espiral y se
propuso hacerlos servir a los usos de la navegación. Las máquinas que cons-truyó
fueron ensayadas en el mar en 1664.
En 1724 Henry Sully, relojero inglés establecido en Francia, presentó a
la Academia de Ciencias un reloj marino. Por las mismas fechas el carpinte-ro
inglés Jean Harrison seguía las mismas sendas. En esta centuria el gobier-no
inglés seguía muy preocupado por el problema de la determinación
exacta de la situación de los barcos en el mar, tema que, por iniciativa del
astrónomo Flamstead, inspiró la fundación del Observatorio de Greenwich
en el siglo XVII. La única forma de resolver el problema consistía en llevar
en los barcos un reloj exacto y que funcionara perfectamente a bordo, ya
que los navegantes tenían que conocer la hora de Greenwich con exactitud
en cualquier punto del globo en donde se encontraran y de la diferencia en-tre
aquella hora y la hora local, deducida astronómicamente, podrían obte-ner
su posición. Un reloj de péndulo ordinario no cumplía este requisito
porque el movimiento del barco desequilibraba el movimiento periódico
del péndulo. Para alentar a los inventores, en tiempos de la reina Ana Es-tuardo
el Parlamento inglés había ofrecido una recompensa de cuatro mil li-bras
esterlinas a quien propusiera un método seguro para determinar las
longitudes en el mar con medio grado de aproximación en un periodo de
seis semanas; el premio pasaría a ser de tres cuartas partes si el error no exce-diera
de dos tercios de grado, y de la mitad si no fuera más que de un grado.
Más de un siglo antes Felipe 111 de España había prometido un premio de
dos mil ducados de oro al ingenio que resolviese el arduo problema de las
longitudes, pero nadie lo obtuvo. Igualmente, los holandeses habían teni-do
una iniciativa semejante en el siglo XVII sin obtener resultados positi-vos,
a pesar de las conquistas de Huyguens.
John Harrison, carpintero y mecánico autodidacta de Yorkshire, cons-uuyó
a partir de 1728 varios relojes montados de tal manera que el vaivén
de las olas no les afectaba e introdujo también un mecanismo que evitaba
que se parara la máquina del reloj cuando se le daba cuerda. Su primer in-genio
se probó en el mar en 1736. Harrison construyó cinco relojes que se
fueron perfeccionando sucesivamente. Los cuatro primeros eran pesados
-de hasta casi treinta kilos-, c~mplicadoys caros. El quinto, de dimensio-nes
más reducicias, fue'ei mQ De hecho, sus cronómetros funcio-naban
en el mar igual o mejor que cualquier otro reloj en tierra y uno de
ellos sólo atrasaba un minuto en cinco meses de navegación. Sus méritos
tardaron en ser reconocidos y el premio le fue concedido en 1765. El cronó-metro
de Harrison había abierto una nueva era en la navegación, que sólo
sería superada siglo y medio después al inventarse la comunicación por radio.
Paralelamente, en Francia se venía trabajando en la obtención de ins-trumentos
adecuados para medir con exactitud las longitudes. Se construye-ron
diversos ingenios por Duteste, Gallonde, Rivas y, especialmente, los re-lojes
marinos de J.B. Leroy y de F. Berthoud. Este último era relojero del rey
de Francia y se había comprometido a construir cronómetros que proporcio-naran
el tiempo en el mar con un margen de error que no excediera de cua-tro
minutos de tiempo, o de un grado, en el periodo de dos meses. En 1765
la Academia de Ciencias convocó un concurso sobre «la mejor manera de
medir el tiempo en el mm. Leroy no concurrió; Berthoud, en cambio, pre-sentó
una memoria sobre la cuestión.
El reloj de Leroy habla sido probado suficientemente en tierra y los co-misarios
de ia Academia estaban sarisfechos o7c bu si~icronÍsrrioP. dtaba pio-barlo
en el mar. Se decidió entonces construir y armar una fragata ligera
-L7Aurore- que se destinó a la prueba de todos los relojes marinos y los
otros instrumentos que pudieran concurrir al premio de la Academia: fue-ron
presentados sólo los relojes de Leroy. L'Aurore hizo un periplo en
agosto de 1767 entre Calais, Dunkerque, Rotterdam, Amsterdam y Bou-logne,
verificándose las observaciones necesarias para comprobar la marcha
de un reloj de Leroy y de otro de Berthoud
Sin embargo, Leroy solicitó una prueba más largz. Fue ejecutada ésta
por la fragata real L 'Enjozcée, bajo la dirección de Cassini hijo. Partiend~d e
Le Havre en junio de 1768, la nave hizo escala en Saint-Pierre (cerca de Te-rranova)
, en el puerto africano de Salé y en Cádiz para, finalmente, regresar
a Brestl9. Las pruebas parecieron suficientes para adjudicar el premio a Le-roy,
pepo en la Academia se sabía que otros inventores se ocupaban de las
mismas investigaciones y que sólo la falta de tiempo les había impedido
concurrir al premio. Por ello convocó un nuevo concurso para 1771 y dobló
el valor de ia recompensa para 1773.
19. CASSINI: Voyage en 1768, OUT éprouver Les montres manizes inventés par M. Le
Roy, avec la memoire surla meilr'eure maniere de mestlrerles temps en mer. ParIs, 1770.
488
CLARET DE FLEURIEU EN SANTA CRUZ DE TENERIFE
Por entonces Berthoud creyó haber finalizado sus investigaciones y ha-ber
alcanzado el punto de perfección en la aplicación de aquéllas. Para veri-ficarlas
fue armada en los últimos meses de 1768 la fragata ligera L'Isis,,cu-yo
mando fue confiado a un oficial versado en las matemáticas y en las cien-cias
náuticas, Charles Pierre Claret de Fleurieu. Interesado en las ciencias y
en las técnicas de la navegación, Fleurieu ,habla redactado una memoria
sobre la construcción de barco? y se había preocupado por el problema del
cálculo de las longitudes. Habiendo concebido la idea de un reloj marino
pasó a París para trabajar con Berthoud. Se adentró rápidamente en el cono-cimiento
de estas técnicas y él mismo fabricó todas las piezas de un péndulo
a segundos de gran exactitud. Publicó una memoria20 refutando otra de Le-roy
sobre los cronómetros marinos y defendiendo la superioridad de los con-feccionados
por Berthoud. Este deseaba que sometieran a prueba sus apara-tos
y la campaña de L'Isis fue la oportunidad esperada. La fragata salió de la
rada de Aix el 12 de diciembre de 1768 en dirección a Cádiz, siguiendo a las
Islas Canarias, Gorée, las Antillas, Santo Domingo, el banco de Terranova
(que cruzó de Este a Oeste) y las Azores; después de hacer una segunda es-cala
en Santa Cruz de Tenerife y en Cádiz regresó a Aix el 31 de agosto de
176921.
Para hacer la quinta verificación de los relojes marinos, L'Isis llegó al
puerto de Santa Cruz de Tenerife a las 11.30 de la mañana del 24 de marzo
de 176922. Fleurieu recibió la hospitalidad del comandante general Miguel
López Fernández de Heredia y del cónsul francés señor Cazalon. En la casa
de este último emplazaron su observatorio, pero no pudieron verificar ob-servaciones
adecuadas hasta el día 27. Fleurieu fijó la posición de Santa
Cruz en 28O 9' 45" latitud Norte y 1 hora 14' 24" ó 18O 36' 0" longitud
occidental con respecto al Observatorio de París. En esta verificación Fleu-
20. Examen cnhque d'm memoire p u b l i é p a r Leroy, horloger du roi, sur l'épreuve des
horloges propres a déteminer les longitudes en me7, et sur les pnkcipes de leur constluction,
Parls y Londres.
Exposé succinct des travaux de Hantson et de Leroy dans la recherche des longitudes en mer,
et des épreuves *es de leurs ouvrages, París, 1767.
21. Vid Memoire de Z'Academie des Sciences, año 1770.
22. CLARET DE FLEURIEU: Voyage fait par ordre du roi pour éprouuer les horloges en
mer, dos volúmenes, París, 1783. Las referencias a las Canarias se hallan contenidas en las pá-ginas
63-71 (primera escala) 151-107 (segunda escala) del tomo 1, así como en las páginas 277-
314 y 755-757.
rieu constató un error absoluto en las mediciones de los relojes marinos. El
28 de marzo pusieron rumbo desde Santa Cruz a las islas de Cabo Verde.
La segunda escala de L'Isis en Santa Cruz de Tenerife tuvo lugar el 15
de agosto del mismo año. La fragata arribó al puerto tinerfeño procedente
de Madeira. El día siguiente iniciaron sus observaciones en la casa consular.
En la noche de ese mismo día observaron una emersión del primer satélite
de Júpiter. En la relación del viaje, Fleurie hace una descripción del puerto
de Santa Cruz y de la villa de la Orotava. Recordamos de sus referencias una
frase que nos depara cierta actualidad: <Las Islas Canarias ya no son aquellas
islas afortunadas que la imaginación de los antiguos había embellecido y
que sus poetas cantaron.»
La cartografia y la posición geográfica del archipiélago canario fue el te-ma
estudiado por Fleurieu en sus observaciones en estas islas.
He aquí algunos de los datos establecidos por el navegante francés:
- UnU:cC-I-C-l-lL-:I-L UJ-C I-l-l-C:lJl:U-L-d--l l U3 U- C--.ALL---C:zl -I ~lUl IC- -II II-U--l:I-.gJI LUU Y,.U.-C U--C..U,-p L -C1I r--i-lLL:l,l:l<p lC-lago
(distancia entre la costa oriental de la Graciosa y la costa occidental
del Hierro) : 4" 34' .
- Extensión en latitud del archipiélago (tomando como referencias los 27O
47' de Valverde y los 29O 25' del norte de Alegranza): 1 38'.
- Posición de Gran Canaria y de las islas orientales. Teniendo presente que
Feuillée había determinado la posición de Tenerife y de las islas occiden-tales,
Felurie consideró que era necesario fijar la de las restantes islas, pe-ro
al respecto confiesa en la relación del viaje que los materiales utiliza-dos
eran insuficientes y que su trabajo se fundamentaba más en proba-bilidades
a las que no se puede otorgar una gran confianza. A continua-ción
recogemos, entre otras, algunas de las mediciones realizadas.
Punto más occidental de Gran Canaria: latitud norte 27" 58', longitud
occidental 18O 00' . Esta isla ocupa cerca de medio grado en latitud y un
po,co menosen longitud.
Distancia entre Gran Canaria y Fuerteventura: 14 leguas.
Extensión de Lanzarore en Íarirud: i 5" .
Posición de Alegranza, como más septentrional de las islas: 12.5' más al
norte que la Graciosa.
Entre otras cartas, en el libro sobre el viaje de L'Isis Fleurieu incluyó un
mapa del Atlántico central desde el sur de España y las Canarias hasta las
Antillas y un mapa del Archipiélago Cmario23 que entra indudablemente - 7
dentro de la cartografía histórica de estas Islas.
23. CMRETDE FLEURIEUE: 06. cit., t. I . , pl. núm. 2.
Cuando Fleurieu vino a las Islas Canarias contaba treinta años de edad.
Después sería nombrado capitán de navío, aunque se apartó de estas activi-dades
con la intención de trabajar en una historia crítica de la navegación.
En 1776 el rey Luis XVI creó especialmente para Fleurieu el cargo de direc-tor
general de los.puertos y arsenales de Francia. Entre 1778 y 1783 elaboró
todos los planes de operaciones navales e, igualmente, redactó las instruc-ciones
para las grandes expediciones de La Pérouse y D'Entrecasteaux. El rey
le nombró ministro de la Marina en octubre de 1790, cargo en el que per-maneció
hasta mayo del año siguiente, en momentos turbulentos y trascen-dentales
para la historia de su país. Años después escribiría la relación del
viaje de circunnavegación de Etienne Marchand.
Después de la campaña de L'his la Academia de Ciencias planteó la
necesidad de realizar una nueva expedición destinada a comprobar la efica-cia
de las máquinas e instrumentos que concurrían a los premios convocados
pus 1 7 7 1 1 7 7 2 p-- c-1 c - - l : A - d C-c. n o - A n ,+, nrarc 1- Crnn-+- T n n?--n L I 1 A y L I I J . ~ U I LLa 1 uuauuau LUC auuaua LII U L L ~ L 1 a u a L j a L a I UU 1 I V I U ,
que se puso a la vela al amanecer del 29 de octubre de 1771. En calidad de
comisarios reales para la verificación de los instrumentos iba a bordo Ver-dun
de la Crenne, el astrónomo P. Pingré y el matemático y geodesta J.Ch.
Borda. Les acompañaban el joven astrónomo Mersais, alumno de De la Lan-de,
y el dibujante Ozanne, maestro de dibujo de la escuela de guardama-rinas.
Los principales instrumentos que se embarcaron para su comprobación
fueron el reloj no 8 de Berthoud, los relojes Ayy S de Leroy, un reloj de Ar-sandeaux
y otro de Biesta -ambos relojeros de París-, una caja marina de
Fyot. un megámetro de Charnieres y varios octantes y sextantes ingleses.
Cádiz fue la primera escala de La Flore, que luego siguió a Madeira y,
pasando por las Salvajes, arribó a Santa Cruz de Tenerife24 en la víspera de
la Navidad del citado año. Fueron recibidos aqul por el comandante general
del Archipiélago, mando que seguía ostentando don Miguel López Fernán-
24. BORDA, PINGRÉ y VERDUN DE LA CRñNNE: Voyagefaitpar ordre du roy en 1771
et 1772, pour vépifreer I'utdité de plusieurs méthodes et imtmments seruant a déteminer la Za-titzrde
et la kvgitzde, tast de vaisseazr qze des &es, iles et éccueih qzr'on reconnait, par 8.8;
dos voltímenes. Park 1778. Lo que se refiere a las Canarias puede confrontarse en las páginas
75-1 l4,I tomo, y en las págs. 378-389 del suplemento al capítulo VI.
dez de Heredia, quien les proporcionó en Santa Cruz una amplia y cómoda
casa que era propiedad de los Cologan. A esta casa fueron transportados los
instrumentos cientfficos desde .La Flore y allí se iniciaron el mismo &a 25
una serie de observaciones que continuaron hasta el 2 de enero siguiente.
Estas observaciones estaban referidas a la declinación de la aguja imantada,
las mareas, la marcha de los relojes marinos, etc. El día 29 varios de los inte-grantes
de la expedición se desplazaron a la Orotava con la finalidad de me-dir
la altura del Teide. Establecieron dos bases para verificar la medición:
una en la casa del coronel Franqui, en la montañeta de la Villa, y la otra
en el Puerto de la Cruz. En esta medición Borda y sus colaboradores obtu-vieron
una altitud de 1.742 toesas. Asimismo, el 4 de enero en el puerto de
Santa Cruz, Bordá y Pingré hicieron una medición a la vela con un sextante
cuyo resultado proporcionó una altura del Pico de 1.701 toesas sobre el ni-vel
del mar. Los resultados de ambas operaciones eran inexactos. Posterioi-mente
Borda comentaría en el Suplemento al viaje de La FZore que la causa
principal del error cometido en 1771 habfa sido la indicación de un ángulo
falso por parte de uno de sus colaboradores.
Por supuesto, los expedicionarios hicieron una excursión aI Teide si-guiendo
la ruta tradicional, señalada ya desde las ascensiones de Edens y
Feuillée. En el relato de la subida al Pico se ofrecen las naturales referencias
sobre el cráter del Teide, la cueva del hielo y sobre un fenómeno al que alu-den
también otras relaciones: la alteración de las cualidades de los Hquidos
en la cima25. En la relación del viaje de La Flore Borda, Pingré y Verdun de
la Crenne incluyen una descripción general de las Islas Canqias, afirmando
que ya fueron conocidas por los romanos y citando las referencias de Piinio y
Juba. «Ptolomeo no las olvida en la Geografía -podemos leer allí-; es el
meridiano más occidental de estas islas el que él estableció por primer me-ridiano:
desde este primer meridiano él cuenta las longitudes de todos los
lugares de los cuales determinó la posición geográfica.» Después de una
*-f--m& Q 19 c n q p i s t ~de 1s Cms& ~ i g - xgnf ia o!a&n de lar; i&.l;, su LbLbAbALb... .. A...% .S
número y su situación; y datos sobre la población aborigen, clima, orografía
y vegetación. Siguen noticias sobre las aguas -apuras, salubres y abundan-tes
» en riachuelos de Gran Canaria, Tenerife, Palma y Gomera-, produc-ción
de granos, alimentación del campesinado, vinos, aceite -producido
25. Estas referencias fueron tomadas por los autores de la relación del viaje de Cadamosto,
de la Hirtoire GéneraLe des Voyages del abate PREVOST (t. 11, p. 232 y SS.) y de Voyages des
anglais autozcrda monde (t. 11, p. 220).
en Gran Canaria-, frutas, azúcar -con producción en La Palma y en Ade-je-,
seda y algodón, orchilla, ganado, bestias de carga, caza, animales do-mésticos,
peces -afirmando que hay anguilas en los riachuelos-, pobla-ción
y lugares más importantes, milicia, gobierno civil, monedas y comer-cio.
En este informe se alude a Ba esterilidad originada por la dura sequfa de
los cuatro o cinco años anteriores a su visita; los autores dicen haber visto en
Santa Cruz mil doscientos indigentes procedentes en su mayor parte de
Eanzarote y Fuerteventura. Una nota curiosá se refiere a las piedras de filtro:
las mejores, se dice, son las de Gran Canaria y cuestan -en Santa Cruz-siete
libras francesas, pero también las hay en Fuerteventura -más ligeras y
porosas- que filtran peor y cuestan más baratas. En la obligada alusión al
Garoe se recoge el dato de que el frondoso árbol fue derribado por un hura-cán
en 1612.
En los días que pasaron en Tenerife los cientfficos de La Flora calcula-ron
1a posición de Santa Cruz, la Oroéava, el Puerto de la Cruz y otros pun-tos
de la isla, así como la de las islas del Hierro, Palma y Gran Canaria26. El
4 de enero de 1772 levaron anclas y La Flora se acercó a Gran Canaria para
seguir después la dirección de Goré. En su viaje de experimentación de los
cronómetros marinos la fragata visitó posteriormente distintos puertos de
Cabo Verde, las Antillas, Terranova, Islandia, Feroe y Dinamarca, regresan-do
a Brest previa escala en Dunkerque.
26. En el suplimento al cap. VI de la relación del viaje de La Flore se ofrecen los resultados
de las operaciones verificadas en una posterior expedición que se realizó en la naves La Boussole
-en la que viajó Borda- y L 'Espiégle.
Entre otros puntos de las Islas Canarias se recogen alll los siguientes:
Latitud N. Longitud O.
Pico de Tenerife 28O17'00" 19O 0'00"
Santa Cmz de T. 28O28'30" 18O36' 0"
Hierro (norte) 27O50'30"
Hierro (este) 20°17' O"
u i a r i P..-..A.. /-A-*\ baiiaiin { i ~ u i r c , .i.Q" O!j'
Gran Canaria (sur) 27O45'
Gran Canaria (este) 17O43'
Gran Canaria (oeste) 18O11'
Lanzarote (norte) 29O15' 15O49'
Fuerteventura (este) 16" 9'
Fuerteventura (sur) 28" 3'
P - ...~.- . . ~ .. -- .... ...~.IL. 1 - . L 3. :-. . .t. - ! ..L.-L.-. :. t. e. .. t. ..-
EbVdS UpCrdClUIlCS Y SUS KJUlrdUUb lUCIUI1 UC blllgUid1 1III~UIL"ICid pala i d gCUg1aii.d y i d Lai-t
o g d a del Archipiélago, puesto que constituyeron la primera medición sistemática destina-da
a fijar la posición de los puntos extremos de cada isla, de especial proyección para Gran Ca-naria
y para las islas e islotes orientales, cuya posición era menos precisa.
BORDA Y LA ALTITUD DEL TEIDE
Durante su estancia en Tenerife en 177 1 Borda hizo una medición geo-métrica
del Teide que le dio un resultado de 1742 toesas de altitud, así co-mo
un cálculo a la vela, en colaboración con Pingré, cuyo resultado aportó
una altura de 1.701 toesas.
En 1776 el gran geodesta volvió a la isla en la campaña emprendida por
la Bozmole y la Espiégle y realizó nuevos cálculos con tal finalidad. Fue en-tonces
cuando obtuvo el resultado de 1.905 toesas (3.7123 metros), que
constituyó la primera determinación real de la altitud del Pico sobre el nivel
del mar.
Desde Santa Cruz Borda había partido hacia La Orotava el 27 de sep-tiembre
de dicho año integrando un grupo de cuarenta personas, incluyen-do
once oficiales de las Marinas francesa y española; entre estos últimos se
encontraban josé Vareia y Luis Arguedas. Ei cdcuio trigonométrico de Bor-da
fue realizado en el Puerto de la Cruz y uno de los puntos de referencia de
la triangulación fue el famoso y desaparecido drago del jardín de Franqui.
Los detalles de esta medición fueron recogidos por Borda en el diario
de la campaña de la Bomole27:
«La medición del Pico de Tenerife -escribió- no era un objeto de pu-ra
curiosidad para nosotros, pues dependía esencialmente de nuestro traba-jo
náutico. Nos era indispensable conocer la elevación exacta de ese volcán,
para sacar partido de las observaciones de la altura aparente que habíamos
hecho en varios puntos de las islas de Tenerife, Gomera y Canaria, que ha-bían
de servir para fijar las longitudes y latitudes de estos puntas.%
«Siendo desigual y quebrado el terreno en torno al puerto de la Orota-va,
no nos fue posible encontrar allí una base bastante grande para determi-nar
la distancia del Pico mediante un sólo triángulo, y así hemos empleado
tres. Medimos desde luego cerca de La Paz, casa de campo del señor Colo-gan,
una primera base ab de 229,5 toesas; por medio de ésta concluimos
una segunda ac, de 6 14 toesas, y enseguida una tercera cdí, de 1.526 toesas.
El punto c era el vértice del montecillo llamado por los nativos la Montaña
delPge&o, que domina la ciudad del puerto de la Orotava. La estación des
el extremo occidental de una galeri'a de la casa del coronel Franqui, en la Vi-lla
de La Orotava, cerca del drago célebre por su grosor y antiguedad. Parece
27. Resumé des operationes de la campagne de la Boussole, pour déterminer les positions
géographiques des cotes d'apagne et de Portzgal sur l'Ocean, &une partie de les cotes occi-dentdes
de 19Afrique et des des Canaria; Ms., 1776, 190 págs.
que la base del P. Feuillée había sido medida en una playa bastante exten-sa,
mas no horizontal, situada por debajo de la ermita de la Paz, cerca de la
casa de campo del señor Cologan. Nuestra base ab fue medida sucesivamen-te
por dos diferentes secciones de operadores: la primera halló 1.377 pies, 6
pulgadas; la segunda 1.377 pies, 3 pulgadas y 6 líneas. Se hizo uso de tres
perchas de 15 pies cada una, verificadas con cuidado sobre una regla de 3
pies, que había comparado en Cádiz el señor Varela con la toesa peruana
del señor Godin. »
A continuación Borda ofrece las medidas de los tres triángulos trazados
y prosigue:
<Hemos medido los tres ángulos de los triángulos abc y acá. Como en
el triángulo cPd no se poda emplear este género de verificación, medí con
la mayor precisión los dos ángulos caP y dcP, por medio de un círculo de re-fla16n,
no hahienrln encmttíich sin^ difeoncis de 8 a 10 qpncl,er. Red-ta
de ahí que el ángulo en el Pico dcP es de 9O25'20". Asimismo, se encuen-traac
= 3.686ps., 2;ad= 8.647ps., 3;cd= 9.159ps., 5; cP = 55.814
p., 6; y aP = 54.420 ps., 9. Los ángulos de altura dan las elevaciones si-guientes
del Pico o de los diferentes puntos de las estaciones unos respecto
de otros: altura del Pico vista desde el punto d = 10.423 ps., 2; la misma
vista desde el punto c = 11.116 ps., O; la de d por encima del punto a =
733 ps., 6; la misma, por encima del punto c = 687 ps., 6; y la del punto c
por encima del punto a = 47 ps., 3.
Esto sentado, siendo la altura del Pico por encima del punto d 10.423 ps., 2
si se agrega la altura del punto dpor encima del punto a . . . . 733 ps., 6
se tendrá una primera altura del Pico encima del punto a . . . . 11.156 ps., 8
De la misma manera, siendo la del Pico encima del punto c . . 11.116 ps., O
si se agrega la del punto c encima del punto a . . . . . . . . . . . . . 47 ps., 3
se tendrá una segunda altura d-e l Pico encima del punta a . . . . 11.163 ps., 3
Tomando el promedio de estos resultados se encuentran 11.160 pies; y
-i-A..-:--J- ,-,1 - -d....--:1< z, 7 ,:, ,,+,-A&- 1 1 i / ih 2 -;,e A,,.d~he UGUULIGIIUU p u l~a L c u a C u u u + J, I ~ICJ, JG L w l u l a u A A . L IV, 3 yl -o. YULU-U-por
determinar la altura del punto a sobre el nivel del océano. La depresión
del horizonte del mar era en a de 17'7" y en dde 32'25". Conforme a estas
depresiones el punto a se alza sobre el nivel del océano a 283,6 pies; y aña-diendo
esta cantidad a la altura del Pico sobre el punto a, se tienen, para la
altura absoluta, 11.430 pies o 1.905 toesas.~~*.
28. Los párrafos aquí reproducidos. del mencionado manuscrito de Borda han sido toma-dos
de A. de HUMBOLDT: Voyage azcx régines éqzcinoxtales dzc Noaveazc Continen; tomo 11,
Pah, 1816.
Desde la Orotava Borda subió hasta la cima del Pico, acompañado de
Varela y Arguedas y de varios oficiales franceses. Además de explorar el crá-ter,
en la cumbre hizo una medición barométrica en la mañana del 1 de oc-tubre.
Entre los aparatos que llevaban había varios termómetros y dos exce-lentes
barómetros. Esta medición dio una altitud de 1.976 toesas29.
La campaña de la Boussole había tenido como finalidad principal el
fijar la posición más exacta de las islas del archipiélago canario. Borda reali-zó
también en este aspecto una labor meritoria, contribuyendo en forma
notable al perfeccionamiento de la cartografla de las Canarias.
PASOS DE BOUGAINVILLE, COOK Y LA PEROUSE
La primera expedición francesa de circunnavegacion del globo fue con-fiada
a LA. de ?h+&vi!!e, oficia! de !a fiar& c;Ue cri 1760 haK2 tr2z-s-portado
a las islas Malvinas un grupo de familias francocanadienses con el
objeto de establecer una colonia e implantar la soberanía de su país en
aquel archipiélago del Atlántico sur. Más tarde España reclamó el dominio
de dichas islas y Francia hubo de ceder a esta pretensión. Para formalizar la
cesión Bougainville partió de Brest a finales de 1766. Tras cumplir tal
misión siguió a la América del Sur y, después de cruzar el estrecho de Maga-
Ilanes se adenuó en el Pacífico y reconoció los archipiélagos de Tuamotú,
Tahiu' -que menos de un año antes había descubierto el capitán Wallis en
su viaje alrededor del mundo-, Samoa, Nuevas Hébridas y Salomón, en
un viaje que duró dos años y cuatro meses. En la dedicatoria al rey de Fran-cia
que precede a su libro -famoso en la literatura de viajes- dedicado a
este periplo, Bougainville exponía: «El viaje de que voy a rendir cuentas es
el primero de esta especie emprendida por los franceses y llevado a cabo por
los naví6s de Vuestra Majestad. El mundo entero le debía ya el reconoci-miento
de la figura de la Tierra. Aquellos de vuestros súbditos a quienes es-te
impomaiite U ~ s ~ ~ L u i i i ihi ~ei lc to~ill lado, elegidos entre !os mQ i!~s::es
sabios franceses, determinaron las dimensiones del Globo.
29. Las noticias sobre esta excursión y medición barométrica del Teide se hallan en el cita-do
Diario de Borda y en el fragmento del manuscrito de Varela y Arguedas publicado con el
título de Observaciones de las altu~asd el barómetro y de los grados del termómetro hechas
en eLoi&e &Pico de Teze.n;@ e230 de .reptiembre y el I de octubre de 1776. por D.+seph Va-rela
y D. Luis de Arguedas, Ofi~iahdse Marina de la Real Armada; y por Mr. de Borda y otros
oficialesfianceses, en Anales de Histonh NatzíraZ, t. I . , no 3, marzo; Madrid, 1800; págs. 288-
296.
La América es verdaderamente descubierta y conquistada, el camino
por mar ailanado a las Indias y a las Molucas, son prodigios de valor y de éxi-to
que pertenecen sin disputa a los españoles y a los portugueses. El intré-pido
Magallanes, bajo los auspicios de un Rey que conocia a los hombres,
escapó a la desgracia, tan ordinaria a sus semejantes, de pasar por un visio-nario;
abrió la barrera, franqueó los pasos dificiles y, a pesar de la suerte que
le privó del placer de volver con su barco a Sevilla, de donde había partido,
nada pudo privarle de la gloria de haber sido el primero que dio la vuelta al
Globo. Animados por su ejemplo, navegantes ingleses y holandeses halla-ron
nuevas tierras y enriquecieron la Europa ilustrándola. Pero esta especie
de primacía y de mayorazgo en materia de descubrimientos no impide a los
navegantes franceses reivindicar con justicia una parte de la gloria unida a
estas brillantes pero penosas empresas.>, «Vuestra Majestad -escribe, asi-mismo
Bougainville- ha querido aprovecharse de la ttmquilidad de la paz ----
para procurar a la Geografía conocimientos útiles a la humanidad.@.
Después de partir de Brest el 5 de diciembre del citado año La Boadezc-
~ eco,m andada por Bougainville, se hallaba en la tarde del día 17 a la vista
de las islas Salvajes; el &a 18 avistaron La Palma y el 19 la isla del Hierro. La
proximidad de las Salvajes les delataba un gran error en su ruta, pero el
encontrarse en aguas de Canarias, cuya posición consideraban exactamente
determinada, les tranquilizó en torno a la corrección de su derrotero. d a
vista de la isla del Hierro -escribirfa en su relación- me pr<sporcionó con
certidumbre esta corrección que esperaba. El 19 al mediodía observé la lati-tud,
haciéndola cuadrar con la posición de la isla del Hierro, tomada a esta
misma hora, encontré una diferencia de cuatro grados siete minutos en que
yo estaba más al Este que mi estimación. Este error es frecuente en la trave-sía
del cabo Binisterre a las Canarias, y yo lo había comprobado en otros via-jes:
las corrientes, al auavesar el estrecho de Gibraltar llevan al Este con ra-pidez.&.
Ls mves de Büügaiíivi:~e no tomaron puerro en ei Archipiélago Cana-rio
y su Viaje alrededor del mando apenas tiene otras referencias sobre estas
Islas que las tocantes a su posición. La atención que prestaban muchos nave-gantes
a las Canarias y otros archipiélagos atlánticos se centraba, en este as-pecto,
en conocer con exactitud su posición geográfica y consecuentemente
30. Voyage autour du monde par k frégate du Roi La Boudeu~e, et laflute Z'EtoiZe; En
1766, 1767, 1768 et 1769. París, 1771. '
3 1. A.L. DE BOUGAINVILLE, ob. cit., p. 23 y 24.
las respectivas referencias a la navegación de esta parte del Océano. En torno
a este extremo BougainvilIe señalaba que las observaciones de Bellin acerca
de la situación de las Salvajes no eran acertadas y que estas islas se hallaban
mal situadas en el mapa confeccionado por aquél.
En marzo de 1769 la expedición de Bougainville regresaba al puerto de
Saint-Malo después de rendir un viaje cuyas observaciones y descubrimien-tos
sólo serían superados en los años siguientes por los tres viajes de Cook.
En L'EtoiLe habían viajado.ei naturalista De Commergon, el astrónomo Ve-rron
y el ingeniero hidrógrafo De Romainville. En adelante las grandes ex-pediciones
marítimas de este género llevarían a bordo importantes equipos
y material científico.
En el primer viaje de Cook iba el astrónomo Charles Green, del Obser-vatorio
de Greenwich y se habían unido voluntariamente a la expedición
del naturalista Joseph Banks y un amigo de éste, el botánico sueco Solan-der.
También viajaron dos pintores para dibujar los paisajes y los elementos
de interés para la historia natural. Es bien conocido el objetivo de este viaje:
el paso de Venus por el disco del Sol, relevante fenómeno astronómico que
se produciría el 3 de junio de 1769. A propuesta de la Royal Society, el go-bierno
de S.M. británica concedió un navlo, el Endeavzcr, para trasladar a
un astrónomo que observaría el evento en una isla del Pacífico. La isla era la
hermosa Tahití, punto considerado entre los más favorabies para la observa-ción
del paso. Para mandar el barco fue designado el subteniente de la ma-rina
real James Cook, que hasta entonces apenas se había destacado por las
cualidades mostradas en empleos de segundo orden. Cook fue ascendido a
teniente de navío para mandar este buque -equipado con diez cañones y
otros tantos pedrero-, que llevaba ochenta tripulantes. 'En los años si-guientes
tendría oportunidad de probar su gran capacidad como navegante
y de corresponder a la confianza que en él se depositaba.
La expedición partió de Plymouth el 26 de agosto de 1768. El 21 de
septiembre pasaban las Salvajes y el 23 divisaban el Pico de Tenerife. La al-titud
del Teide fue cifrada por Green en 15 396 pies, recogiendo la infor-mación
de Heberden. <Su aspecto al ponerse el sol -se escribió en el relato
del viaje- nos sorprendió: cuando el sol estaba bajo en el horizonte y la isla
aparecía ante nuestros ojos de un negro oscuro, la montaña reflejaba aún los
rayos del astro; parecía inflamada y de un color de fuego que la pintura no
podría representar. No arroja fuego visibie, pero no iejos de ia cumbre hay
aberturas que despiden un calor que no se puede sufrir.&.
32. Cfr. los escritos por Feuillée al respecto, vid. supra p. 9.
Casi siete meses más tarde, el 12 de abril de 1769, la nave inglesa se
hallaba en la bahía de Matavai, Tahití, que era el punto elegido como óp-timo
para cumplir el objetivo programado. Había llegado allí tras seguir la
ruta del cabo de Hornos y cruzar desde el extremo sur de América la mitad
del Pacífico. Pero todavia hubieron de esperar siete semanas para observar
en magníficas condiciones aquel fenómeno que tanto interesaba a los astró-nomos
europeos.
Aqul no se detuvo, como sabemos, la expedición de Cook. Todo lo
contrario, comenzó entonces la parte de exploración y descubrimientos en
el Pacífico que le convertirían en el navegante más destacado y prestigioso
de su época. Cook se dirigió al sur para ver de encontrar el continente aus-tral,
cuya posible existencia era compartida en la Europa de aquel tiempo.
En octubre el Endeavzlr navegaba las costasarientales de una tierra austral
apms cunocida que Abe: Tarnan habla Uesrubitxo cii id42 y que Cook
llamó Nueva Zelanda. En seis meses concluyeron su circunnavegación y le-vantaron
con exactitud el mapa de las islas. Hasta el 31 de marzo de 1770
permanecieron en las costas neozelandesas. Posteriormente el Endeavzlr na-vegó
la costa oriental de Nueva Holanda -nombre por el que se conocía a
Australia- a lo largo de 1.900 millas marinas, llevando a cabo la explora-ción
de un litoral muy peligroso por estar sembrado de arrecifes en su mitad
norte. El barco embarrancó en unos arrecifes en la noche del 10 al 11 de ju-nio
pasando por una situación de gran riesgo que sólo la casualidad impidió
que se conviniera en una tragedia. Se consiguió reparar la brecha y el En-deavur
pudo proseguir la navegación hacia un fondeadero para después
cumplir viaje de regreso a Inglaterra, a donde llegó en mayo de 1771.
Los otros dos viajes de Cook tuvieron lugar en 1772-75 y 1776-79
(1 780). El segundo viaje, organizado también por la Roya1 Society , fue em-prendido
con la finalidad de confirmar o desechar la hipótesis de un conti-nente
austral que los geógrafos habían planteado desde hacía dos siglos. En
ei transcurso de ia expedición el Resolutzon -el nuevo barco encomendado
a Cook, al que acompañó el Adventu~e- alcanzó el paralelo 71" sur, el
más profundo surcado por el gran marino, reconoció todas las extensiones
marinas al sur de los océanos Pacífico y Antártico y descubrió nuevas islas
(Nueva Caledonia, Georgia, etc.) además de fijar la posición de otras cono-cidas
cGmo ]-- M ---..----.-X T ..--.-- ULL: J- C- -1 - -.-:-- ---&,r m i v i a x y u c 3 a J y Luucvar> L K ~ L L U A . m i c i cquyo c~crin~icdoe la
expedición formaban el naturalista John Reinhold Forster y su hijo Jorge, el
naturalista Anderson --que hacía funciones de cirujano-, dos astrónomos
y el pintor William Hodges.
El tercer viaje, iniciado quince meses después que el anterior, se plan-teó
el objetivo de encontrar un paso marítimo por América del Norte desde
el Pacífico. Nuevamente el Resolzltion -dirigido por un marino aureolado
por la fama y miembro ya de la Royal Society- se hizo a la mar en Ply-mouth
el 12 de julio de 1776. Fue en este último viaje cuando Cook se de-tuvo
unos días en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, al que arribó el 1 de
agosto (ese mismo día partía de Plymouth el Discovery para unirse al Reso-
Izltion en El Cabo). Allí desembarcaron varios oficiales e integrantes de la
expedición. El motivo de su estancia radicó exclusivamente en obtener su-ministros
y refrescos. En la relación de este último viaje se recomienda al
puerto de Santa Cruz como perfectamente adecuado para servir de escala
para la obtención de refrescos, orientación que después recogieron y siguie-ron
muchos navegantes33. El Resolzltion siguió su ruta el 4 de agosto. .
En este viaje Cook alcanzó el estrecho de Behring y penetró hasta una
latitud cinco grados más alta, pero los hielos le impidieron proseguir. En-tonces
determinó pasar el invierno en las islas Sandwich, en donde fondea-ron
el Resolzltion y el Discovely a comienzos de 1779. Pero allí le esperaba
la muerte. El 14 de febrero caía mortalmente herido en un conflicto con los
insulares que él pretendía apaciguar. A pesar de ello, esta última expedi-ción
coronaba dignamente su carrera científica con aportaciones como el re-conocimiento
de la costa noroeste de Norteamérica, el exacto conocimiento
del extremo norte del continente americano y el descubrimiento de la ruta
que llevaba al famoso paso del noroeste entre el Pacífico, el Océano Glaciar
Artico y el Atlántico.
El prototipo de las expediciones científicas de la época.fue la empren-dida
por Francia en 1785, encomendada a Jean-Frangois GaIaup de la Pé-rouse.
Este viaje34 de circunnavegación se realizó por iniciativa de Luis XVh,
monarca &ante de la geografia, quien redactó una memoria destinada a
33. J . COOK: Voyages to tbe Paafic Ocean, 1776-1780, by tbe captain moa0. Londres,
1784.
Sobre la estancia en el puerto de Sta. Cruz de Tenerife en el tercer y último viaje del gran
marino inglés hemos consultado CooR's Voayages, Londres, 1874, págs. 546-547.
34. La publicación del Viaje de La Pérouse conoció dos ediciones en 1797, una en 4O con el
tImlo de Voyage de La Pérowe autour du monde, p~cblié confonnément,au décret dz 22 avril
1791, et réa'igépar M. L.A. MiLet-Mureau, y la otra en 8" con el título de Voyage de La Pérome
autour du monde pendznt les années 178S, 1786, 1787 et 1788 ma'igé et publié par M. L.A.
Mil'et-Mureau. Ambas ediciones vieron la luz en París, la primeramente citada en cuatro tomos
y la otra en dos. Lo que se refiere al equipo científico de la expedición puede verse en las págs.
6 y 7 de la edición en 4O y 5 y SS. de ia edición en So.
servir de instrucción particular al comandante de la expedición. Las dos fra-gatas
que la integraban -La Bo~~ssoyl eL 'Astrolabe- portaban instrumen-tal
especializado, laboratorios de química, salas de cartografía y biblioteca
con un millar de volúmenes. A bordo viajaba un numeroso equipo científi-co
integrado por naturalistas, astrónomos, físicos, qufmicos, geógrafos y ex-pertos
en distintas materias: en La Bo~~ssolDe,e Lamanon, físico, mineralo-gista
y meterólogo, que fue encargado de todo lo referente a la geología y la
meteorología; Lepante Dagelet, astrónomo, de la Academia de Ciencias; el
abate Monges, fisico y mineralogista, encargado de estas materias; De
Monneron, ingeniero en jefe; que teni'a encomendado el levantamiento de
planos y la determinación de posiciones, con la cooperación del geógrafo m -
Bernizet, y Guery, relojero; en L'AstroZabe, M. Monge, astrónomo, E
matemático e hidrógrafo, hermano del célebreGaspar Monge; De la Marti- O -
niere, designado por Jussieu -director del Jardín de Plantas- responsable
-- m
O
de la botánica; el naturalista Defesne, y el también naturalista padre Rece- £E
veur. Además el artista de historia natural Prevost y su sobrino del mismo 2
E
nombre, el paisajista Duché de Vancy y el jardinero Collignon, del Jar&n -
de Plantas. Como intérprete de lenguas orientales iba Lesseps, joven vice- 3
cónsul en Rusia, que habría de prestar sus servicios durante la estancia en
- -
0
m
Kamtschaka. Los mapas y canas que habfían de ser utilizados durante el E
viaje fueron trazados por el sabio navegante Fleurieu, que entonces ocupa- O
ba el cargo de director de los puertos y arsenales de Francia. Las insuuccio- n
nes35 dadas a La Pérouse marcaban el plan de navegación, las operaciones a-E
relativas a las ciencias y las diferentes secciones de la historia natural, el l
comportamiento con los nativos de los diferentes países, las precauciones n
n
para conservar la buena salud de los tripulantes, notas geográficas e históri- 3
cas sobre los océanos, proyecto de experiencias para evitar la corrupción de% O
agua, etc., así como una memoria de la Academia de Ciencias destinada
servir a ios científicos sobre las respectivas discipiinas, diversos piantearnien-tos
de la Sociedad de Medicina sobre cuestiones de la especialidad, notas
sobre los instrumentos embarcados y sobre los libros de viajes -entre los
que se hallaba una copia del informe dirigido por Feuillée a la Academia en
tomo a su expedición a las Canarias-, astronom'a, navegación, física, his-
A-..:.. .."&..."l -7 --..A- -v.- CA...-"l.".. T" l.:l.l;A*a*"A - 3- a..*.J:-:K.. ca +.+A
b u l l a u a L u l a y WLLWJ, YUL L w u u a u a u la u i u u w u . L a UL la L A ~ U I C I W I I . UL u a L a -
ba, por consiguiente, de un viaje científico programado con, atención a casi
todos los aspectos que podían tenerse,presentes en su tiempo. El instmmen-
35. Ocupan todo el tomo 11 de la edición en 4 O .
tal del que se disponía a bordo alcanzaba el máximo que podía ambicionar
cualquier navío de entonces: un observatorio portátil, tres sextantes ingle-ses,
cuatro esferas de Borda, la brújula de inclinación del capitán Cook
-que había recibido De Monneron en Londres prestada para la expedición
por Joseph Banks-, otras dos brújulas cedidas por el Boardof Longitzcdes
de Londres, un cronómetro inglés y cinco relojes de Berthoud36.
Iniciado el viaje en Brest el 1 de agosto de 1785 las dos fragatas recala-ban
en Madeira el día 13 con el propósito de hacer buen acopio del afamado
vino de la isla. Allí recibieron la hospitalidad del cónsul inglés señor Murray
y de un comerciante de la misma nacionalidad llamado Johnston. Pero no
pudieron cumplir el objetivo de su escala, ya que encontraron excesivo el
precio del vino (entre 1.300 y 1.400 libras el tonel de cuatro barricas, canti-dad
que no costaba más que seiscientas libras en Tenerife)37. Ello les llevó a
pene: n i d x 2 c s t ~is h, f ~ n d emde n~ S mtz Cmz e! &a 19 a !as tos de la
tarde. En este puerto cargaron sesenta pipas de vino de La Orotava en cada
barco, operación que les llevó diez &as, más que el tiempo previsible, a
causa, al parecer, de la lentitud de los estibadores. Desde que tomaron
puerto La Pérouse se ocupó de instalar un observatorio en tierra. Emplaza-ron
los instrumentos el 22 de agosto y determinaron la marcha de los relojes
astronómicos, comprobando, asimismo, los relojes marinos de las dos fraga-tas.
Hicieron varias observaciones relativas a la longitud y la latitud de Santa
Cmz de Tenerife, que apreciaron en 18" 36' 30" de longitud occidental y
2g0 27' 30" de latitud Norte38.
Durante su estancia en puerto varios naturalistas -Lamanon, Monges,
De la Martiniére y De Monneron- hicieron una excursión al Teide39,
acompañados de varios oficiales. En el camino De la Martiniére aprovechó
para herborizar, encontrando varias plantas curiosas para un botánico euro-peo.
En la cima del Pico Lamanon hizo una medición baroméuica que ofre-ció
el resultado de 1.902 toesas sobre el nivel del mar (tres toesas menos que
ia altitud caicuiada por Borda en i776), uno dr los m& ceicarlos a la a Í r i
real del Teide. El barómetro de Lamanon marcaba en la cumbre del Teide
18 pulgadas y 4 líneas 31 10 (en ese mismo instante el barómetro estaba en
36. Voyage de lapérouse, 8 O , t . I . , p. 247-257.
37. 77 J- 1 DZ ---,e- v u y g c w c i ~ O1 I U ~ C ,d .C C ~ :. ~! !.,; ,: 14.
38. Ibid., t. 11, p. 15-30.
39. Extrait d'un Voyage au pic de Ténénffe, par MM. De Lumanon et Monges, le 24 aout
1785, et Précis de quelques expériences chimiques faite1 sur le haut de ce pic, avec une desctip-tion
de nouvlles variétés de schorls volcaniques, en Voyage de La Pérouse, t . IV, p. 1-6.
Santa Cruz en 28 pulgadas y 3 líneas); el termómetro se mantuvo constan-temente
en el Pico a 9" (en Santa Cruz estaba a 24.5"). Por otra parte, De
Monneron -que había contratado a ocho hombres y sus mulas para trans-portar
su equipo- intentó una medición del Teide que no pudo acabar por
diversas circunstancias.
En la cumbre de la montaña Monges realizó varias experiencias, mien-tras
que Lamanon prestó, además, atenció a varias formas de cristales volcá-nicos.
Estas experiencias aparecen recogidas en el tomo cuarto de la relación
del viaje en un breve informe en el que se incluye una descripción del
cráter. di1 cráter del Pico -se dice allf- es una auténtica azufrera que tiene
la mayor semejanza con los de Italia; tiene aproximadamente cincuenta toe-sas
de longitud por cuarenta de ancho, y se alza empinadamente del Oeste
al Este. En los bordes del cráter, y sobre todo hacia la parte más baja, existen
varios respiraderos o chimeneas, de donde se exhalan vapores acuosos y áci-dos
sulfurosos cuyo calor hizo subir el termómetro desde 9 grados hasta 34.
El interior del cráter está cubierto de una arcilla amarilla, roja y blanca, y de
bloques de lavas descompuestas en parte: bajo estos bloques se encuentran
soberbios cristales de azufre; son cristales en forma de octaedro romboidal,
de los que algunos tienen casi un dedo de altura; yo creo que éstos son los
más hermosos cristales de azufre que se hallan encontrado.»
Incitado por la elevación del Pico sobre el nivel del mar, Mooges reali-zó
en la cima varias experiencias qufmicas, a fui de compararlas con las que
se verifican en los laboratorios. Por su parte, Lamanon recogió distintas va-riedades
de prismas y cristales volcánicos.
En la mañana del 30 de agosto La Boussole y L'Astrolabe se ponían a ia
vela con viento Norte-Noreste. El día anterior había sido desembarcado en
Santa Cruz el astrónomo Monge, quien habla enfermado en la travesfa y
hubo de regresar a Francia. Sin poder saberlo, Monge había evitado el uági-co
final que tres años más tarde esperaba a sus compañeros.
MASSON Y LA EXPLORACION BOTANICA
Tal como ya contemplamos, Feuillée había iniciado en 1724 la explora-ción
botánica en el archipiélago de las Canarias. Y, aunque la peculiar vege-tación
de las islas fue objeto de la atenta observación de los naturalistas que
acompañaban a los grandes navegantes del XVIII, fue Linneo el primero en
describir y clasificar un grupo numeroso de plantas endémicas de Canarias.
Ya en sus primeras obras el gran cientffico sueco se ocupa en describir espe-
cies de la flora canaria. Asf , por ejemplo en Hortzcs Cltffortzanas (1 737) apa-rece
descrita la Canaria cana7lensk (vicácaro) , que Linneo había podido con-templar
en el jardín de plantas cultivadas por ClZfort. Por entonces las
plantas exóticas se cultivaban en los jardines botánicos de Europa atendien-do
en buena parte a su potencial interés medicinal o industrial. Aunque
muchos botánicos estudiaron la flora de América y de otros continentes en
su propio medio, buena parte de los naturalistas trabajaron con las plantas
cuidadas en aquellos jardines o con las muestras recibidas de las más lejanas
y diversas procedencias.
Alrededor de cuarenta plantas canarias fueron clasificadas por Linneo,
especialmente en su obra fundamental Speciesplantamm (1753). Su dasi-ficación
fue aumentada por C.L. Willdenow en una edición posterior de
aquella obra. Y Linneof;Gias, continuador de la inmensa obra llevada a ca-bo
pnr su p&~tam,b ién dercrihiAz nilevas especies en, $~ípyhlcmc?ztztm
plantarum y Genemmplantaram. Se trataba de plantas que le habían sido
proporcionadas por Francis Masson, colector de plantas enviado a Africa y a
las Antillas por el Jardín Botánico de Kew.
Eran los años de las grandes expediciones marítimas simbolizadas por
los viajes de Cook. Solander, botánico danés que había acompañado al gran
navegante, describió dos especies de la flora canaria y el propio Joseph
Banks -botánico en el primer viaje y después director de Kew y presidente
de la Roya1 Society- clasificó también una planta endémica de las Cana-rias:
Sideroxylon marmalano.
En 1772 Banks habh sustituido al conde de Bute como-director del Ro-ya\
Botanical Garden de Kew. Con anterioridad Banks había estado en El
Cabo, en donde tuvo conocimiento de los trabajos de varios botánicos que
mostraban la gran riqueza y singularidad de la flora de aquella región extre-ma
del continente africano. En Kew, y en general en los jardines ingleses,
exisda:: I E U ~y mas phf i :~d e E! Cabu de UUem Esperanza. Füc entonces
cuando Francis Masson, jardinero de Aberdeen y predilecto de William
Aiton -superintendente en Kew- fue enviado a Sudáfrica con el
cometido de colectar plantas vivas y semillas. Fue el primer colector de plan-tas
enviado por Cook. En El Cabo colectó un elevado número de especies
que pasaron a Kew y a otros jardines. Cumpliendo una nueva misidn, en la
primavera de 1777 (31 de mayo) Masson llegaba a Canarias. Habla sido en-cargado
de una tarea de recolección en Madeira, Azores y en las Antillas
(Granada, Barbados, Sta. Luúa, Nevis, Antigua, Jamaica, etc.), además de
en las Canarias40. En este último archipiélago permaneció hasta el comienzo
de 1778. Durante su estancia llevó a cabo el ascenso al Teide. Desde Teneri-fe
envió plantas y semillas a Banks, Aiton y a otros botánicos europeos. Un
cierto número de especies isleñas pasaron a formar parte de las colecciones
de Kew; en Horm Kewensis (1789) Aiton describió y clasificó unas veinti-cinco
especies endémicas canarias, entre ellas Sideritis massoniana, así
bautizada en honor de Masson.
Casi todas las especies de la colección de plantas canarias de Linneofi-
IZ,, le habfan sido remitidas, igualmente, por el colector de Kew. Por otra
parte, L'Heritier había publicado en 1778 su Sertzcrn anglicarn, en donde
describia las plantas cultivadas en los jardines de Londres y especialmente
en Kew. En esta obra describía once especies de Canarias, aunque varias de
ellas habían sido mencionadas antes por LinnE041. Todas habían sido pre-viamente
colectadas por Misson.
BLIGH Y LA «BOUNTY>
Amaneciendo el año 1788 arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife
la Boano, el primer jardín flotante en la historia de la navegación, que lue-go
se haría famosa por el motín que se desencadenó a bordo contra el capi-tán
Bligh. En la nave se habia adecuado una amplia cabina en cuyo interior
colocaron aproximadamente ochocientas macetas para trasladar plantas del
Arbol del Pan desde Tahití a las Antillas británicas, cometido que consti-tuía
el objetivo de la expedición. El fruto de esta planta se destinafia, una
vez conseguido su cultivo en las Indias occidentales, a la alimentación de la
población de esclavos africanos de estas islas.
La Bozlnty había zarpado de Spithead el 23 de diciembre de 1787. Su
comandante, William Bligh, era un experimentado marinero que había si-do
segundo de Cook en el tercer viaje de éste. A bordo viajaban David Nel-son,
jardinero del jardín botánico de Kew, quien, con esta función, habla,
asimismo, formado parte en la tercera expedición de Cook, colectando nu-merosas
especies exóticas que después pasaron al British Museum National
Herbarium. Nelson llevaba como asistente a otro joven jardinero de Kew,
William Brown.
40. En torno a los viajes botánicos de F. Masson puede consultarse la obra de KENNETH
LEMON: Tbegolden age ofplant bzlnteis; Londres, 1968, págs. 46-73.
41. L'HERITIER: Sertum angliczln, ParIs, 1788.
A los pocos días de salir de Inglaterra el barco sufrió las inclemencias de
un temporal. Para reparar los daños y obtener refrescos Bligh determinó
aportar al puerto de Santa Cruz, considerándolo más apropiado que el de
Funchal, de acuerdo con el criterio sostenido por el capitán Cook a raíz de la
escala hecha en Tenerife por la Resohtion en 1776. Una vez llegados a Te-nerife,
Nelson fue empleado inmediatamente en su misión. Bligh escribió a
la autoridad de la isla solicitando autorización para que Nelson pudiera «vi-sitar
las montañas y examinar el país a la búsqueda de plantas y curiosidades
naturales». Este es el único detalle digno de mención que, a nuestro propó-sito,
nos ofrece la escala de laBozxnty. No obstante, interesa, por otra parte,
recordar las breves impresiones reflejadas por Bligh de su visita a Santa Cruz.
Tan pronto como el barco fue anclado, Bligh envió a Fletcher Chrisuan
-segundo oficial del barco, que después se pondría a la cabeza de los amo-tinados-
a presentar los respetos al gobernador y a informarse sobre el mo-do
de obtener manuscritos y de reparar ia nave. Biigh vio a Santa Cruz
como una ciudad «edificada de forma regular, de casas en general amplias y
aireadas, pero las calles están muy mal pavimentadas,. Y fijó su interés en
el Hospicio de San Carlos, fundado por el marqués de Branciforte construi-do
tres años atrás. «Hay un grado de pobreza y necesidad entre la clase más
baja del pueblo, que en otro lugar no es tan común como entre los estable-cimiento
españoles y portugueses. Para aliviar estos males el actual gobema-dor
de Tenerife ha instituido una caritativa sociedad, cuya dirección ha to-mado
a disgusto; y, merced a contribuciones considerables, ha sido levanta-do
un amplio y aireado edificio que alberga a ciento veinte muchachas po-bres
y otros muchos hombres y muchachas, y dotado con sUficiente espacio
no sólo para todos los propósitos actuales, sino para su ampliación para
otros objetos en cuanto sus fondos aumenten., En su referencia al capitán
de la Bbzxnty alaba la buena dotación y la buena organización de este cen-tro,
en el que las jóvenes albergadas entraban, según escribe, por cinco años
y al término de este periodo tenían libertad para contraer matrimonio, otor-gándosele
una dote en este caso. ¡.,as muchachas trabajaban en un tder de
costura y los hombres eran empleados en diversos trabajos. Bligh reitera la
utilidad de esta institución «en un país en donde el pobre, por la indulgen-cia
del clima, está muy inclinado a preferir una vida de inactividad>.
Otra referencia de Bligh sobre la isla es la relativa a las producciones,
Aac+nrnriAn iin* e vnnr tgr ;An g n ~ l gAl P v ~ i nmt i~l n i n g c AP v i n n cifro nn+nr;g..
u L J L a L a i i u " uiia L-yuic-LAvrr -.--u -r r r i i i i r ---- -, .,,.,, ,,,,, ,,,,,,,
mente exagerada; «Tenerse -escribe al respecto- es considerada de mayor
valía que las otras Canarias; sin embargo, en estaciones escasas sus habitan-
tes reciben suministros de Gran Canaria, y -añade- su producción de
trigo, aunque sobremanera buena;no es suficiente para su consumo; y, de-bido
a esto, los americanos tienen un ventajoso comercio para su harina y su
grano, y toman vino al regreso. »
La Bozlnty había permanecido en el puerto isleño entre el 4 y el 10 de
enero de 1788. Además de vino y otros víveres, de Santa Cruz llevaban pie-dras
para destilar el agua, las cuales fueron usadas inmediatamente por or-den
de Bligh.
La embarcación inglesa continuó su viaje hacia el Padfico por la ruta
del Cabo de Hornos, con el objeto de llegar a Tahiu' en la estación propicia
para la recogida de los plantones del árbol del pan. La extraordinaria dureza
en las condiciones de navegación impidió que la Bounty llegara a cruzar el
estrecho de Magallanes. Bligh hubo de optar entonces -el 22 de abril-por
dirigirse a Tahití por el Cabo de Buena Espmnza. Arribaron a la bahia
de Matavai el 26 de octubre, tras haber cubierto 27.086 millas desde su par-tida
de Spithead. En Tahití permanecieron treintra y tres semanas. David
Nelson recolectó un millar de plantones del árbol del pan, cuidadosamente
colocados en la bodega del barco. Cumplida su misión principal, Bligh or-denó
levar anclas y el 4 de abril de 1789 la Bozlnty dejaba la bahía de Mata-vai
con rumbo a las Antillas. Pero, como es bien conocido, la expedición no
llegaría a cumplir el periplo previsto y su objetivo final. Tres semanas des-pués
se produjo el motín que haría célebre la aventura de la Bozmty. El bar-co
se dirigfa hacia el oeste para seguir la ruta del Cabo de Buena Esperanza y
tras hacer escala en Nomuka, el 28 de abril la tripulación -teniendo de su
parte al oficial Fletcher Christian- se rebeló contra la estricta disciplina de
Bligh, al que abandonaron en un pequeño bote, junto con Nelson y otros
quince tripulantes. El capitán consiguió llevarse algunos papeles de barco y
su diario de navegación.. . Nelson -que había herborizado en Tenerife, en
el Cabo de Buena Esperanza (en una estancia de un mes, en la que colectó
plantas de la rica flora de esta región). Tasmania. Tahid (además del árbol
del pan, había recogido setenta especies de la flora tropical de la isla), No-moka-
no pudo rescatar sus notas, por lo que no quedó dato alguno del
valioso trabajo que, siguiendo las instrucciones de Joseph Banks, habia rea-lizado
para el jardln botánico de Kew.
Aunque parezca increíble, sólo con unas escasas provisiones, Bligh y
sus compañeros lograron sobrevivir y la barca llegó desde las islas Tonga a la
isla de Timor, a donde arribó a mitad de julio después de navegar tres mil
quinientas millas en mar abierto42. Los diecisiete hombres habían sufrido
las más duras penalidades. Esqueléticos y cadavéricos, varios de ellos Ilega-ron
en una situación extrema. Nelson moriría el 20 de julio, víctima de la
fiebre originada por la extrema privación y los sufrimientos que había so-portado.
Por su parte, la Bozcnty había vuelto a Tahití, en donde se quedaron
catorce de los amotinados que después serían condenados a muerte tras la
llegada de un barco de guerra inglés enviado con tal finalidad. El resto se re-fugió
en la isla de Pitcairn, fundando una pequeña colonia en la que hoy
sobreviven sus descendientes. Allí murió el ayudante de Nelson, William
Brown, en el transcurso de una disputa en defensa de la parcela de tierra
que le habla sido adjudicada en aquel islote.
Las relaciones con los países asiáticos, los establecimientos mercantiles
europeos en Oriente, el comercio de productos exóticos y, sobre todo, la
expansión colonial europea en Africa, Asia y Oceanía conllevaron un incre-mento
de la navegación por la ruta del Cabo de Buena Esperanza en los ú1-
timos decenios del siglo XVIII. Las naves que paru'an desde los puertos de
Inglaterra y Francia hacia las costas del Indico o del Pacífico tenían su pri-mer
punto de escala en Madeira o en las Islas Canarias. Si el pds de su ban-dera
no se hallaba en guerra con España la mayoría de los barcos que se-guían
esta ruta pasaban por uno u otro archipiélago. Tal como hemos veni-do
constatando, en las expediciones importantes o que incluían alguna sin-gularidad
eran seguidas de la publicación de un detallado relato del viaje. Y
en estas narraciones viajeras aparecen comunmente citas o descripciones de
las Islas Canarias, muchas de las cuales repiten, también, detalles conven-cionales
o lugares comunes ya bien conocidos por entonces. Así, en uno de
estos iieros podemos ieer: asería superfluo emrar en más dedies sobre las
42. En cuanto regresó a Inglaterra, William Bligh se apresuró a publicar su Voyage to the
So& Sea, relato del viaje queinmediatamente se hizo famoso. Para los datos aquí recogidos
hemos consultado:
W. BLIGH: Voyage 2 a Mer du Sud, entrepris.. . pour intsoduirse aux Indes Occidentales
I'arbre apain, et d'autres plantes d e s ; avec une relation de la révolte a borddu vaiieau (ua-ducción
de F. Scoulés), París, 1792; y BZigh's narrative of the mutiny of the Bounty, Londres,
1853.
islas de Canaria, que están en la.ruta de todos los barcos que navegan desde
Europa por el Cabo de Buena Esperanza y en consecuencia han sido descri- - -
tas en todos los viajes.» Hasta un cierto grado y en as'pectos concretos, este
Archipiélago -y singularmente Tenerife- eran conocidas de navegantes y
marinos y los libros de viajes -tan apreciados en la Europa de entonces-divulgaron
el conocimiento de las Canarias en el periodo de la expansión
europea.
Aunque nuestro propósito no radica en recopilar aqul estas referencias
viajeras sobre las Islas, recorctiaremos algunas otras de ellas como parte de esa
yisión del mundo insular reflejada por la óptica europea del siglo XVIII. A
finales de la penúltima década del siglo los ingleses comenzaron a estable- ,,
cerse en Australia. Desde 1776 la guerra de Independencia norteamericana E
impedla que los penados siguieran enviándose a Virginia. En 1786 el go- O
bierno inglés determinó establecer una colonia penitenciaria en Botany- n - m
Bay, hacia donde partió en 1787 una pequeña flota mandada por el gober- O
E
nador Phillip, que transportaba una numerosa población reclusa y los pri- E
2
E meros contingentes del futuro ejército de Nueva Gales del SuP3. En junio
de aquel año hizo escala en el puerto de Santa Cmz de Tenerife la escuadra 3
inglesa. La integraban los buques de guerra Sirizs y Sz&dy; los barcos de O-aprovisionamiento
Fishbum, Golden Gove y Borrowdale y los transportes m
E
Scarborough, Lady Penrhyn, Friendshiple, Charlotte, Prince of Vales y O
Alexandre. En estos seis últimos eran transportados 828 presos convictos, de
n
los cuales 550 eran hombres y el resto mujeres, asl como niños, hijos de és- E
tas, vig2lados todos por unos doscientos soldados de marina. En el Si?ias a
izaba su pabellón el gobernador Phillip, como comodoro de la flota. n
Aun contando con que tres barcos de la flota iban destinados al trans-porte
y aprovisionamiento de víveres, su escala en Santa Cmz estaba justifi-cada
más que en ningún otro caso para procurar una nueva provisión de
agua y vegetales a un contingente tan grande de personas, más de un millar
entre presos, soldados y oficiales. Las naves de Phillip, que habían salido de
Spithead permanecieron en el puerto insular entre el 3 y el 10 de junio de
1787. En los puertos de escala se les podía proporcionar agua y alimentos
frescos. En Tenerife sólo pudieron surtirse, según la relación del viaje, de
higos y moras, pero en abundancia y de excelente calidad. Ello les determi-
43. Tbe voyage of Governor Pbih) to Botany Bay, witb on Account.. . , Londres, 1789. Al
respecto hemos consultado la traducción francesa: Voyage díl governeílr Pbd/I$ a Botaay Bay;
París, 179 1 , referencias a Canarias en las págs. 21 a 29.
nó a verificar la próxima escala en Porto-Praya, para obtener otros alimentos
frescos.
Como hicieron otros visitantes, en Santa Cruz saludaron al marqués de
Branciforte: «El gobernador de las Canarias era entonces el marqués de
Branciforte, siciliano de nacimiento. El tenía su residencia en Santa Cruz e
hizo al gobernador Phillip y a los otros oficiales una acogida igualmente ho-norable
para las dos naciones. Aunque el puerto de Santa Cruz no tiene
nada de notable, es sin embargo el mejor de las Canarias, y el sitio donde
los barcos tienen costumbre de hacer escala, a causa de la comunicación más
frecuente con Europa, con preferencia a la Gran Canaria, donde se encuen-tra
la iglesia metropolitana y el palacio del obispo. El marqués de Brancifor-te
había establecido recientemente algunas manufacturas útiles en Teneri-fe.,
Este último párrafo delata la propaganda que ante los visitantes -re-cuérdese
el relato del capitán Bligh- debería hacerse el señor comandante
generai dei Arclkiipiéiago sobre sus modestas reaiizaciones pubiicas.
Más interesantes son las impresiones recogidas por John White, médico
de la expedición, en otra relaciód4 publicada sobre este viaje a Nueva Gales
del Sur. «La proximidad de la isla de Tenerife y del célebre Pico -comienza
White su referencia sobre el paso por las Canaiias-, no ofrece más que el
árido aspecto de una elevada montaña erizada de picos y coronada de una
roca elevada. Al pie del Pico se percibe la villa de Santa Cruz; está bastante
poblada, pero es muy irregular y bastante mal edificada. Sin embargo se
encuentran allí algunas mamiones amplias, cómodas y bien construidas.»
La opinión que expresa sobre el muelle45 es más favorable que la expuesta
44. John WHITE: Voyage a la Nolcvelle Gal e~d u Sud, a Botany Bay, alc Port Jacikson, en
1787, 1788, 1789 (traducción del original inglés y notas de Charles Pongens). París, 1795. Re-ferencia
a las Islas Canarias: pp. 10-18 del texto principal, y 16-17 y 26-27 de las notas.
45. El muelle se habIa construido a mitad del siglo XVIII, aprovechando un promontorio
rocoso que se adentraba en el mar, en donde se había edificado la fortaleza de San Cristóbal.
Se halla%a aproximadamente en el centro de la superficie costera ocupada por la ciudad, en el
punto desde el que parte el moderno muelle de Santa Cruz de Tenerife. Aunque esta villa
tuvo un modesto desembarcadero ya en el siglo XVI. las inclemencias del tiempo determina-ron
reparaciones y reconstrucciones sucesivas y en el siglo XVIII se acometió un proyecto
nuevo, en el emplazamiento citado. Las obras comenzaron justamente a la mitad de la centuria
y su construcción se prolongó durante varios años, pero poco después de su conclusión el oleaje
destruyó buena parte de la obra realizada. El muelle quedó prácticamente arruinado. Años
más tarde sería reconstruido, de acuerdo con el proyecto de los ingenieos militares Marqueli y
Ruiz Cermeño, pero de nuevo resultaría dañado por la acción del mar, hasta que en tiempos
del comandante general Branciforte fue reparado. Este es el muelle al que se refieren las expe-diciones
que pasan por Santa Cruz en el último tercio del XVIII. Y las diferentes vicisitudes de
la obra explican que algún viajero como John White atribuya su construcción a la iniciativa del
marqués de Branciforte.
en otras relaciones: «Este muelle está construido de la manera más cómoda
para hacer aguada. Los barcos pueden aproximarse tanto .que se llenan fácil-mente
los toneles aplicando un caño al grifo destinado a este uso. El desem-barco
y el embarque de mercancías se realiza con la mayor rapidez. En una
palabra, creo indicar este puerto como muy favorable a los navíos que em-prenden
largas travesfas, cuando se trata de hacer la aguada y de refrescar a
los tripulantes, particularmente en la estación de las frutas.,
White refleja la realidad social de la isla describiendo algunos aspectos
-mendicidad, prostitución, vestimenta, enfermedades- que vale la pena
recordar aqui:
«Los campesinos están mal vestidos: los menos miserables se visten a
la moda española. Las personas de un rango más elevado están muy engala-nados
y raramente van sin llevar una larga espada. Se ve a muy pocos que
anden con soltura y dignidad, lo que se puede atribuir al uso de largos trajes.
«Las mujeres salen cubiertas de un velo. Las del pueblo llevan una sim-ple
tela negra; las de rango más elevado lo tienen de seda. Las mujeres que
tienen alguna pretensión de belleza ponen gran esmero en velarse sólo a mi-tad.
Las muchachas, que en la mayor parte son muy bonitas, trenzan sus ca-bellos
y los sujetan en lo alto de la cabeza con un peine o una cinta.
«Los indígenas son naturalmente perezosos e inclinados al robo; men-digan
de la manera más inoportuna. Observé que la sarna era tan común
entre ellos y haMa adquirido un tal grado de virulencia que se estaría tenta-do
de creer que es epidémica.
«Se encuentran aquí mujeres que llevan la intemperancia a un exceso
tal que hasta las prostitutas de Londres se sonrojarian de ser comparadas con
ellas. »
Junto a prejuicios tan socorridos como el que alude a la «pereza natu-ral
» de los insulares, el visitante nos depara en su relación aquellos detalles
que delatan el nivel socioeconómico de la mayor parte de la población o fe-nómenos
sociales como la prostitución, citado éste por la mayoría de los via-jeros
que recalaban en el puerto de Santa Cruz.
Otro aspecto reseñable es el referente al de los estrictos usos religiosos,
propios de todos los países bajo el dominio español. «Observé que los habi-tantes
de esta isla se muestran muy celosos en el ornamento de las iglesias, e
igualmente en sus costumbres, en los días consagrados a la religión., Uno
de ios días de ia estancia de la escuadra inglesa coincidió con la celebración
católica del Corpus-Christi. Acompañado de un oficial, White viajó a tierra
para ver la procesión. «Antes de desembarcar habíamos formado la resolu-
ción de evitar, en tanto que ello dependiera de nosotros, el proporcionar a
los más devotos el menor tema de escándalo. Pero la experiencia nos enseñó
que la cosa no era tan fácil. Cuando llegamos a la iglesia, el santo sacramen-to
comenzaba a salir. Este momento es anunciado siempre por el sonido de
las campanas y las descargas de artillería. Tuvimos gran cuidado de poner-nos
de rodillas, a ejemplo de nuestros vecinos. Como el terreno era de arena
y guijarros que nos hacían esta postura extremadamente incómoda, fuimos
obligados a apoyarnos en una sola rodilla. No habiendo escapado este acto
herético a la atención de uno de los Santos Padres que velaban por la exacta
observancia del ceremonial, nos puso muy mala cara y un trato muy descor-tés;
para apaciguarlo flexionamos inmediatamente las dos rodillas. Sin
embargo, a pesar de esta deferencia, él no se pudo abstener de expresar su
vivo resentimiento con gestos injuriosos. La procesión, a la cual asistió el go-bernador
acompañado de los notables, regresó a la iglesia que estaba rica-mente
adornada y donde ardían una gran cantidad de cirios.dú.
Poco antes de salir la flota del puerto insular se produjo un incidente
protagonizado por uno de los presos, que pretendió escapar en una chalu-pa,
pero fue rápidamente atrapado. Al llegar a Santa Cruz 82 de los convic-tos
y 9 soldados se hallaban enfermos. En esta primera etapa del viaje ha-bían
muerto 21 presos y 3 hijos de las reclusas. Además de las consideracio-nes
de carácter general, es lógico estimar que aquel infortunado tratara de
evadirse antes de partir de Santa Cruz, pensando en cuanto le esperaba en
los largos meses de navegación hasta llegar a Botany-Bay.
La flota de Phillip arribó a Botany-Bay el 18 de enero de 1788. Fueron
desemb&ados 717 penados (entre ellos, 188 mujeres)*', los cuales quedaron
bajo la vigilancia de los oficiales y soldados. También se bajaron a tierra un
toro y cinco vacas, junto con un carnero y veintinueve ovejas, los primeros
en esa región del globo. Se fundó entonces Sidney, en los principios de la
moderna nación australiana.
En el otoño de 1792 echan anclas en el puerto de Santa Cruz de Tene-rife
los navíos Lion e Hzndostan. A bordo dei primero viaja Lord Macartney,
embajador extraordinario de su majestad británica ante el emperador de
China. Han iniciado en las islas atlánticas un largo periplo que les llevará al
puerto de Río de Janeiro, las islas de Santa Helena, Tristán Dacuhna y Ams-terdam,
las costas de Java y Sumatra y la peninsula de Cochin-China, hasta
46. Voyage de GolcvernelcrPhill$ a Botany-Bay, pág. 29.
47. R. MOUSNIER, y E. LEBROUSSE: HLrtoria general de las civilizaciones. Ed. siglo
XVIII, Barcelona, 1963, pág. 274.
llegar al Celeste Imperio. Resultado de esta expedición fue la relación escri-ta
por sir George Staunton, secretario y ministro plenipotenciario de esta
Embajada y miembro de la Royal Society, recogida en una elegante edición
publicada en Londres en 179748. Este relato ofrece una relativamente exten-sa
referencia de su paso por las Islas Canarias. El motivo de su escala en el
puerto de Santa Cruz fue el habitual en estos viajes: ua fin de procurar a la
tripulación del Lion una porción de mejor vino que el que hablan podido
adquirir en Madeira, resolvió sir Erasmus Gower (comandante de la expe-dición)
detenerse no sólo en.Santiago, sino primeramente en Sama Cruz
de Tenerife, una de las Canarias.>
El viaje marítimo desde los puertos europeos hacia el sur significaba,
excepto en la corta estación cálida del norte, desplazarse hacia el verano tro-pical
y ya en las Canarias los marinos ingleses apreciaban ostensiblemente el
cambio. «Aiiment6se el calor; y aunque se hallaban próximos a los meses
más fríos del año, toda la tripulación creyó que se ausentaba el invierno.»
Antes hablan observado los efectos que produce en la navegación la corrien-te
de Canarias: «Navegando de Madeira a Tenerife sir Erasmus Gower ob-servó
una corriente que se dirigla al S., la cual aceleró nuestra marcha 11 3
de milla por hora, esto es, 22 millas en toda la derrota. El capitán Makin-tosh
había hecho ya veinte veces este viage y hallado siempre una corriente
desde los 39" de latitud hasta las Islas Canarias. Todas las observaciones de
este capitán prueban que esta corriente hace derivar los navlos 3" 50'
E.S.E., siendo el paraje donde tiene más fuerza a la altura del estrecho de
Gibraltar. En uno de sus viajes halló que, según su reloj marino, la corriente
le habla hecho andar 40 millas al &a. Al acercarse a las Islas Canarias esta
corriente se vuelve al S.: bate la costa de Berberís, y en el litoral del Cabo
Bojador toma dos direcciones opuestas, la una al N,, esto es, hacia el medi-terráneo,
y la otra al S., en la dirección de la costa, hacia el ecuador.>
El 2 1 de octubre por la tarde los dos barcos ingleses fondean en el puer-
AL-V ;u>uI ;~i«. E! foiidezdeio es, gei,ediiieme, m& ea Tem,e:ife- escri-
48. George STAUNTON: An authentic account of an Embassy fiom the King of Great
Britazn to the Empero7 of China. Londres, 1797, dos volúmenes. Referencia sobre Canarias:
Vol. 1, págs. 86-123. Traducción española: Vizge al interior de la China y Tartaria, hecho en
¿OJ afi05 1792, 1793, 1794pos e¿lor Macartney. Madnd, 1798.
Existen otras relaciones del viaje, entre ellas la realizada por John Barrow, miembro también
de la Royal Society y participante en la expedición. De esta última hito Malte-Bmn una tra-ducción
y adaptación al francés: Voyage a Za Cochinchine, par les des de Madere, de Ténénffe,
et dz Cap Vera', le BrésiZ et L'ile de Javi París, 1807. Referencia sobre Canarias: tomo 1, págs.
46-83.
birá Staunton-, por lo que los marinos que hacen escala en invierno a to-mar
refrescos no deben anclar, sino mantenerse a la vela y enviar un bote a
tierra que cumpla con las finalidades que exige el gobernador, y procurarse
las provisiones necesarias.» Mejor es su impresión sobre el muelle: «Hay un
buen muelle muy adelantado en el mar, en donde pueden atracar los botes
en todo tiempo.» En su referencia a la rada Staunton no olvida, por supues-to,
mencionar las fortalezas y baterías que la defendían. Aprovechando la
escala, mencionar las fortalezas y baterías que la defendían. Aprovechando
la escala, varios oficiales y pasajeros bajaron a tierra y visitaron Santa Cruz,
una ciudad que «aunque situada agradablemente, no les ofreción ni tanta
población, ni tanta actividad como se ve en Funchah, aunque encontraron
«unas calles más anchas, rectas y limpias».
Uno de los viajeros, el señor Hickey, se adentró en las montañas de
Anaga próximas a Santa Cruz, en las que «se percibían muchas rocas apiña-
&: de muy exrr2~r&riurio spe=CQ, y debaje u> preCip&-iQh ~rr&!~=; =>
cambesino cogió para él frutos de una tunera de Indias, que el visitante en-contró
sabrosísimos. Otros pasajeros siguieron la ruta del norte de la isla,
con el ánimo de subir al Teide. Después de pasar por La Laguna, llegaron a
La Orotava para iniciar el ascenso. En aquellas fechas el tiempo era lluvioso
y desapacible. El día 23 amaneció un día hermoso, a la vista de lo que em-prendieron
la excursión al Teide por la ruta tradicional. Pero el buen tiem-po
no les acompañó. Al atardecer se incrementó el viento y comenzó a llo-ver.
Durante la noche soportaron las inclemencias de la intemperie y al día
siguiente algunos de los excursionistas, de acuerdo con los guías, decidieron
regresar a La Orotava. Pero cuatro de ellos -los doctores Gillan y Scott, el
oficial Hamilton y John Barrow, más tarde autor de un relato del viaje-perseveraron
en la empresa y determinaron proseguir hasta donde pudiesen;
siguierpn subiendo, pero empeoraron las condiciones meteorológicas y fi-nalmente
tuvieron que desistir.
Una de las curiosidades que nos depara esta noticia sobre la frustrada
o.h;a" 01 Te;& ,, 1 , m,,,,,,;, a, .., ,,,:e m..- ..,A a- 1-0 A-*-a-A:,..*-- ~ ~ U V A U U 41 1 CIUL ~i ~ICOLIILI~ UL u11 S u L a yui. \\i.ia uiiv ui. iva u i . J c i . i i u i i . r i r i . 3
de los guanches,. La relación de Staunton los describe así: «Conservaba en
su persona casi todo lo que caracterizaba su antiguo origen. Tenía los miem-bros
fuertes y una estatura de cerca de siete pies; manteníase muy derecho
y, aunque de más de sesenta años, pisaba firme. Tenía muy señaladas las
facciones: altas y bien arqueadas las cejas, prominentes los huesos de las me-jillas,
la nariz chata, y los labios tan gruesos como los de los negros de la cos-ta
de Africa., De tratarse, en efecto, de un descendiente de los aborígenes
de Tenerife, este isleño habría conservado la destreza de sus antepasados
para desplazarse por los riscos y lugares más inaccesibles, unida a las recono-cidas
habilidades de los guías que escalaban el Teide. La celebridad de estos
guías trascendía las fronteras insulares y el escritor Herman Melville49 hacía,
con ocurrencia, las siguientes recomendaciones a quienes pretendieran esca-lar
las peñas de Roca Redonda, en las Galápagos: «Dé tres vueltas al mundo
como juanetero de la fragata más encumbrada de cuantas floten; luego ha-ga
uno o dos años de aprendizaje junto a los guías que conducen forasteros
al pico de Tenerife; y otros tantos más respectivamente con un bailarín de
cuerda floja, un malabarista indio y una gamuza.» Aún hoy existen isleños
que manifiestan condiciones poco comunes en el dominio de la retadora
orografía insular.
En ocasión de la referida excursión al Pico, Staunton menciona el rela-to
manuscrito de Johnstone50, un viajero que dejó una descripción de Ma-deira
y Tenerife, incluyendo la narración de su propia subida al Teide. En la
medida en que el texto de Johnstone había permanecido inédito la cita tex-tual
que del mismo ofrece Staunton nos aporta una noticia más a añadir a
estas célebres ascensiones al Teide en el siglo XVIII, que en este caso fue
complementada con una medición de la altura del Pico, que Johnstone hizo
con la corredera desde un barco en el litoral de La Orotava, obteniendo un
altitud de 2.023 toesas inglesas.
Aunque en la expedición inglesa viajaban naturalistas, son escasas las
alusiones a la historia natural relativas a su estancia en Tenerife. En el relato
de Staunton sólo hallamos una consideración sobre el Jardín de Aclimata-ción
de Plantas de La Orotava, establecimiento que «prueba.. . el cuidado
de esta nación en fomentar los conocimientos botánicos», afirmación esta
no desencaminada ya que en la última fase del siglo la botánica tuvo un
franco progreso en España, con el auspicio del gobierno, si bien el Jardín de
La Orotava fue producto de la particular iniciativa de Alonso de Nava Gri-món;
y, por otra parte, la observación acerca del origen volcánico de la isla:
«Recorriendo la isla de Tenerife observó el doctor Gillan que todo lo que
49. Herman MELVILLE: Las Emantadas, Barcelona, 1970, pág. 39. No es preciso leer a
Melville para tener noticia de la excepcional destreza de los aenriscadores~c anarios. De ello nos
hablan muchas crónicas, historias y relatos sobre las Canarias.
En el siglo XV el genovés Alvise Cadamosto escribiía que los habitantes de Gran Canaria
eran xgrandes corredores y saitadores~y refería también que daban grandes saitos de una peña
a otra, saltos realmente increibles, habilidad reseñada después por cronistas e historiadores
desde Alonso de Espinosa a Chil y Naranjo.
50. Puede leerse en la citada traducción castellana, tomo 1, págs. 136-141.
anuncia una formación y origen volcánico se ve más y manifiesto en esta is-la,
que en Madeira.» Sobre este extremo sí es interesante citar la observación
de Gillan sobre la existencia de rocas primarias o muy antiguas en la isla,
que Humboldt, no obstante, estimó desacertada.
No faltan en el relato de Staunton menciones sobre la economía de la
isla y la situación de sus habitantes. «El pueblo sólo come pan de batatas y
bacalao salado, que se pesca en la costa de Africa o se trae dela América sep-tentrional.~
T ambién menciona la contnbación de sangre al comercio con
América como aspecto del fenómeno migratorio insular, forzado en el siglo
XVIII por la Corona española pero también obligado por las carencias del
Archipiélago y especialmente por el sistema político y social imperante, de
auténticas condiciones feudales: «Los habitantes de Tenerife que no tienen
fortuna emigran sin ningún pesar, porque los propietarios de tierras los de-jan
parte del año sin ocupaciones, no habiendo en toda la isla más manufac-turas
que una soia iábrica de géneros de seda, en ia que sólo se confeccionan
medias. D
D'ENTRECASTEUX Y LABILLARDIERE
A comienzos de 1791 la Sociedad de Historia Natural de París manifes-tó
su preocupación sobre la suerte corrida por la expedición de La Pérouse y
llamó la atención pública sobre el problema. La esperanza de encontrar, al
menos, los restos de una expedición emprendida en pro del progreso de la
ciencia determinó a la Asamblea Nacional a enviar otros dos barcos sobre la
ruta que habrían seguido la Bomole y I'Astrolabe después de su partida de
Botany-Bay. En febrero de dicho año se promulgó un decreto para que
-«en nombre de la humanidad, de las artes y de las ciencias»- todos los
navegantes y agentes consulares franceses, en cualquier lugar que estuvie-ren,
pero especialmente en los mares del Sur, buscarán a las fragatas y a sus
tripuiacioneb. Asirrii~rrios, e orderiaba ainyai una o varias naves, en 1% p c
serían embarcados sabios, naturalistas y dibujantes con la doble misión de
buscar a La Pérouse y, al mismo tiempo, de realizar investigaciones relativas
a las ciencias y al comercio. El general Bruny D'Entrecasteux recibió el man-do
de la expedición, compuesta por dos sólidas embarcaciones: La Recher-che
y I1E$berance. Capitaneaba la primera el propio D'Entrecasteaux,
mientras que L'Esperance era comandada por Huon Kermadec. Las
tripulaciones de ambos barcos sumaban doscientos diecinueve hombres.
El equipo científico de la expedición era el siguiente:
A bordo de L,a Recherche: Bertrand, astrónomo; Labillardiére, natura-lista,
Deschamps, naturalista; L. Ventenat, naturalista, haciendo las funcio-nes
de capellán; Beautems Baupré, ingeniero geógrafo; Piron, pintor;
Lahaie, jardinero.
A bordo de L'Esperance: Pierson, astrónomo, haciendo las funciones
de capellán; Riche, naturalista; Blavier, naturalista; Jouvency, ingeniero-geógrafo,
y Ely, pintor.
Las dos embarcaciones almacenaban en sus bodegas gran cantidad de
objetos destinados a ser distribuidos entre los habitantes de las islas del Pa-cífico,
especialmente útiles de hierro y telas de variados colores, mayormen- ,,
te rojo. Barcos y tripulaciones portaban armamento suficiente para respon- E
der a cualquier ataque. O
n Del viaje de D'Entrecasteaux se hicieron varias relaciones. La más -
=m
conocida es Ia escrita por el naturalista Labillardiérerl. Atraído desde muy O
E
E joven por la historia natural, había viajado con anterioridad a Inglaterra y al S
E
Asia Menor. Elegido para formar parte del grupo de científicos se sumó en- =
tusiasmado a realizar un viaje «bien digno de tentar a un naturalista,. 3
La expedición partió en septiembre de 1791. El 12 de octubre, a las 8 - - 0
de la mañana, se anunciaba tierra: la isla de Tenerife, en donde el Teide m
E
elevaba majestuosamente su cima por encima de las nubes. En la noche O
precedente -a las 22.50 horas- habían observado un eclipse de luna. An- n
claron en la rada de Santa Cruz el &a 13 a las 9,30 de la mañana. Labillar- -E
a
diére descendió a tierra pasado el mediodía para conocer los alrededores de l
. la ciudad, encontrando los campos generalmente áridos. n
0
Los marinos franceses permanecieron en el puerto de Santa Cruz quin-
3
ce días, teniendo ocasión de conocer la ciudad y de entrar en contacto con O
sus habitantes. «La Villa -escribió Labillardiére-, incluso en proporción a
su poca extensión, ofrece una escasa población, aunque sea la rada más fre-cuentada
de la isla. Los españoles han llevado allí su manera de construir: la
distribución del interior de sus casas es la misma que han adoptado en Eu-
5 1. LABILLARDIÉRE: Relation du voyage a la recherche de La Pérouse fait par odre de
I'Assamblée Constituante, París, 1800, tomo 1, p. 6-36.
Otras relaciones de este viaje: .
M. de ROSSEL: Voyage de D'E~~trecasteuenxv oyé a la recherche de La Pérouse, d g é e p a r
a*.***, París, 1808.
DE FREMINVIUE: Nouvelle rellahon du voylage a la recherche de La Pérouse, executépen-dant
1791-94parD'Entrecasteaux, Brest, 1838.
ropa, sin alguna de las modificaciones que pudieran deberse a la diferencia
de clima.» «En la plaza se ve una bonita fuente; el agua es conducida desde
muy lejos a través de las montañas por conductos de madera. Las calles están
mal pavimentadas; la mayor parte de las ventanas carecen de cristaleras; es-tán
cerradas por celosías que las mujeres suben muy frecuentemente, cuan-do
la curiosidad Q cualquier motivo las lleva a dejarse ver.»
En relación con la vestimenta de las santacruceras los visitantes observa-ban:
«Las mujeres ricas se visten a la francesa. Las otras cubren sus espaldas
con una pieza de tela de lana gruesa que forma una especie de mantilla muy
incómoda bajq un cielo muy cálido; un sombrero de fieltro, de anchas alas,
las protege de los rayos solares: el color de su piel es acentuadamente more-no
por la mezcla con los naturales de la isla, y su trato es, en general, poco
agradable. »
El mismo día de la arribada a puerto el pintor Elie, sorprendido de la
vestimenta de las mujeres de Santa Cruz, que en pleno estío llevaban la
mantilla de lana, se dio a esbozar un dibujo de aquel vestido, cuando un
funcionario local le interrumpió por creer que tomaba un plano de la rada;
el francés le mostró que sólo dibujaba una figura de mujer, pero el soldado
no le permitió finalizar el dibujo.
Otra de las referencias recogidas en la visita a Santa Cruz alude a la
prostitución, hecho mencionado también por otros navegantes y viajeros
que recalaron en este puerto: «La multiplicidad de prácticas religiosas intro-ducidas
entre los habitantes no impidió que algunas mujeres fuesen, rosario
en mano, al encuentro de nuestros marineros todas las veces que ellos des-cendieron
a tierra: muchos han tenido largo tiempo para-arrepentirse de
dejarse seducir por tantos encantos., Añadamos que el vino de Tenerife re-sultó
funesto, además, para alguno de los soldados franceses. Cosas de los
puertos de mar.. .
Desde su desembarco en Santa Cruz, Labillardiére y otros integrantes
de la expedición abrigaban la idea de subir al Teide y recorrer las cumbres
de la isla. Fonspertius, cónsul de Francia, les procuró todas las facilidades
para acometer la empresa y les proporcionó una carta de recomendación pa-ra
Cologan, comerciante de ascendencia francesa residente en La Orotava.
Al día siguiente de la llegada un grupo compuesto por los naturalistas
Labillardiére y Deschamps, el dibujante Piron, el jardinero Lahaye, el ofi-cial
Develle y ties empreii&, cadna Lra Grotava p-dia desde &
subir al Teide. Uno de los domésticos tenía suficientes conocimientos de es-pañol
para hacer de intérprete. A lo largo del trayecto los naturalistas fija-
ron su atención en diversas plantas, entre ellas el helecho Trichomanes ca-nariense,
que tapizaba las tapias de las villas de los alrededores de La Lagu-na.
En las suaves pendientes que llevan a La Orotava encontraron la Bosea
yervmora. Después de pernoctar en la villa norteña iniciaron la ascensión a
las cumbres en la mañana siguiente. Tras dejar atrás los terrenos cultivados
de viñas, Labillardiére observó la presencia del polipodim Virginicum y de
varias nuevas especies de laurel -escribe-, entre las que erróneamente in-cluia
Lazlms azorica, en los cauces de los barrancos. Después de cruzar las
regiones de la laurisilva y las restantes zonas de vegetación, los viajeros al-canzaban
las cumbres volcánicas y siguieron la ruta entre montones de pie-dra
pómez y bloques de puzolana. Durante la noche sufrieron el frío propio
de aquellas alturas. Reanudado el camino al amanecer, llegaron a la Cueva
del Agua, cuya superficie estaba cubierta de una capa de hielo de cinco cen-tímetros
de espesor. La fatiga afectaba ya a algunos de los visitantes que se
detuvieron en este lugar, mientras que Labillardiére y otros prosiguieron
hacia la cumbre del volcán. «Llegados a su base, que forma la coronación de
las más altas montañas, lo veíamos remontarse con la forma de un cono, a
una prodigiosa altura. Desde allí nuestra vista dominaba todas las monta-ñas,
que forman otros tantos peldaños que nos había sido preciso franquear
para llegar a este punto -leemos en la relación del naturalista francés. El
lugar llamado La Rambleta, situado hacia el noroeste, ofrece a nuestra cu-riosidad
varias aberturas hechas en la roca, las unas de un decímetro de lar-go,
las otras simples grietas de donde salía un vapor acuoso, sin olor, aun-que
sus bordes estuviesen llenos de cristales de azufre dispuestos sobre una
. tierra muy blanca que tenía todas las apariencias de la arcilla. Un termóme-tro
de mercurio, graduado a la escala de Réamur, fue introducido en varias
de estas aberturas, en donde indicó en el espacio de un minuto 43 grados
sobre cero. El mercurio no se elevó más que hasta 30 grados en varios otros.
Habíamos arribado al lugar más difícil de escalar, porque el Pico es muy es-carpado.
Llegados hacia el tercio de su elevación. aunque la superficie de la
tierra no tenla más calor que el que se experimenta comunmente a una al-tura
similar, me previne de excavar en el suelo un agujero de alrededor de
dos decímetros de profundidad, de donde salió inmediante un vapor acuo-so
e inodoro, donde el termómetro dio 51 grados sobre cero.» El sparthm
szlpranzlbium y la violeta del Teide -cuya floración ya había pasado- eran
_las únicas plantas que crecían en estas altitudes.
«Esta cumbre -prosigue Lxbillardiére- está terminada por una cresta
cuya mayor elevación está hacia el noroeste. Se observa al sudeste una fuerte
depresión, que parece haber sido producida por el hundimiento de tierras.
Se ven muy cerca de su punta ;arias aberturas de un decímetro o más de
amplitud, de donde sale un vapoi muy caliente que hace elevar el termó-metro
de Réamur a 67 grados sobre cero, produciendo un ruido semejante
al zumbido de las abejas. Cuando, en la estación avanzada, las nieves co-mienzan
a blanquear la cumbre del Pico, aquellas que se encuentran muy
cerca de estas aberturas no resisten largo tiempo a un semejante grado de
calor. Bellos cristales de azufre, la mayor parte en agujas, entre los cuales se
les ve de forma regular, adornan los bordes de estos respiraderos. El ácido
sulfúrico unido al agua ha ocasionado en los productos volcánicos próximos
una tal alteración, que se les toma por una arcilla muy blanca, convertida en
muy dúctil por la humedad que sale constantemente de estas aberturas. En
esta tierra es donde se encuentran fijados los bellos cristales de azufre de los
que acabo de hablar. La descomposición del azufre y de los productos volcá-nicos
proporciona allía una sal aluminosa en agujas extremadamente cieiica-das
que recubre la superficie de la tierra.» El descenso del Pico coincidió con
el declinar del día. Pernoctaron, por última vez, en las alturas de la isla y al
despuntar el nuevo &a los integrantes del grupo regresaron al puerto de
Santa Cruz, excepto Labillardiére y Lahaye, quienes continuaron su explo-ración
de las montañas tinerfeñas. «Tuve el placer de encontrar -relata,
asimismo, Labillardiére- entre las plantas que tapizan la pendiente rocosa
la bella campánula de flores de color de oro (campanula aarea), laprenan-thespinnata,
la adiantzm renziorme, una especie de helecho, notable por
un follaje mucho más grande que el que tiene en Europa.» Cuando el na-turalista
francés regresó a bordo, el día 19 del mismo mes, llpaba una bue-na
cantidad de productos volcánicos y muchas plantas: el Teacrillm betoni-czcm,
el Echiamjktescens y otras varias.
Durante su estancia en Santa Cruz los marinos de la expedición fijaron
la posíción de este puerto en 2 8 O 29' 35" latitud norte y 1 8 O 36' longitud
occidental.
La Recherche y L'Esperance integraron la última de las grandes expe-diciones
marítimas de dimensión cientffica que pasó por las Islas Canarias
en el siglo XVIII.
VANCOUVER Y MARCHAND
Un año antes habia recalado por el puerto de Santa Cruz el navegante
G. Vancouver, en su viaje alrededor del mundo (1790-1795); en tal ocasión
se fijó la longitud de dicho puerto en 16" 38'52.
Por otro lado, en enero de 1791 arribaba a dicho puerto Etiénne Mar-chand
a bordo de La Solide, en su periplo de circunnavegación del globo,
un viaje que tuvo rasgos más mercantiles que cientfficos.
En la relación 53 de este viaje se ofrecen algunas referencias al conocido
tema de la distancia a la que es visible el Pico de Tenerfie desde el mar -35
ó 36 leguas, se afirma, viniendo desde el Norte, aunque se añade que te-niendo
presente la altitud calculada por Borda debe de verse desde 43 le-guas
marinas-, asi como sobre la posición geográfica del Pico.
BAUDIN Y LEDRU
En la mañana del 6 de noviembre de 1796 arribaba al puerto de Santa
Cruz de Tenerife La Belle-Angelique, que navegaba al mando del capitán
Baudin. Esta embarcación haMa soportado un terrible temporal cuando via-jaba
desde Le Havre a las Antillas y ante la imposibilidad de proseguir su
mta tomó rumbo a las Canarias para reparar. Se dirigía a la isla de ~rinidad,
entonces bajo soberania española, para recoger una colección de historia
natural, allí depositada. Esta colección -integrada por 195 especies de
plantas vivas y una gran cantidad de conchas, madréporas, fósiles, minera-les,
insectos, peces, aves disecadas, etc.- había sido reunida en el transcur-so
del periplo que entre los años 1793 a 1795 había cubierto la fragata La
Jardinihe visitando China, islas de la Sonda, India, Cabo de Buena Espe-ranza
y otras regiones, pilotada igualmente por el capitan Baudin. Impulsa-da
por una tempestad, La Jardinike alcanzó las costa de Trinidad, pudien-do
ser salvados del naufragio los preciosos objetos de historia natural.
Con tal objeto el Directorio hizo armar la Belle-Angélique, a bordo de
la cual irían cuatro naturalistas elegidos por los profesores del Museo de His-
52. Gerog VANCOUVER: Voyage de découve7tes a Z'Ocean Paczj5que da Nordet mtour
díi mmde. . . m u t ? BN I 1791, 1792, 1793, 1794 e: 17935 (;idücci6~ de! ing!0s por M=-
rellet y Demeunier), ParIs, 1800, t. 1, pág. 34.
53. Etienne MARCHAND: Voyage autour du monde, pendant jes aanées 1790, 1791 et
1792 (cartas y dibujos de Claret de Fleurieu), ParIs, 1798-1800; referencia a las Islas Canarias,
t. 11, págs. 7-12.
toria Natural: Ledru, botánico; Mauger, zoólogo; Riedlé, jardinero, y Ad-venier,
estudiante de la Escuela de Minas de París, que hizo las funciones de
mineralogista.
La nave zarpó en el otoño de 1796 y el 18 de octubre, navegando entre
Madeira y Azores, se levantó una furiosa tempestad que estuvo a punto de
producir su naufragio>*. Después de ochenta horas de lucha para enfrentar
el duro oleaje y el viento huracanado la Belle-Angélzpe había sufrido gra-ves
daños que le impedían continuar la ruta prevista. Habían conseguido
sobrevivir a los más terribles riesgos, pero el barco -rotos los mástiles, las
grandes velas y el timón- no se hallaba en condiciones de llegar a América,
lo que decidió al capitán a dirigirse al S.E. para recalar en las Islas Canarias y
aquí reparar. Después de arribar al puerto de Santa Cruz, Baudin y los na-turalistas
saludaron al comandante general del Archipiélago, don Antonio
Gutiérrez -cuyo nombre sería más conocido tres años más tarde, con mo-tivo
del araque de Neison-, y ai ciudadano Cierge~c, omisario de reiacio-nes
comerciales de Francia. Varios días después, los miembros de la expedi-ción
se instalaron en una cómoda casa que habían alquilado en Santa Cruz.
Allí gozaron del sentido de hospitalidad de sus vecinos y tuvieron la coope-ración
de los comerciantes franceses Casalon y Cambreleng.
A la espera de que su barco pudiera recobrar sus condiciones de nave-gabilidad,
los expedicionarios permanecieron en la isla durante más de cua-tro
meses. Consciente del tiempo que exigiría la reparación, el 10 de no-viembre
Baudin se dirigió por escrito a Ledru y a los restantes naturalistas
instándoles a aprovechar los días de su estancia para «contribuir a aumentar
nuestros conocimientos en botánica y otros objetos de historia natural» y
<para visitar en todo o en parte una isla que, aunque frecuentada por mu-chos
viajeros, no deja de ofrecer cosas interesantes para las ciencias en gene-ral~
A. l.respecto, interesa aquí recordar las instrucciones expedidas por Jus-sie,
director del Museo de Historia Natural, a los naturalistas de la expedi-ción,
que siguen el modelo de las redactadas para los viajes científicos de la
segunda mitad dei sigio XViii y primera mitad dei sigio XX; reproducimos
a continuación sus puntos principales:
- utilizar el tiempo de la travesía para estudiar los libros que tengan a
54. El relato del viaje fue realizado por André-Pierre LEDRU: Voyage aux Iles de Ténénf-fe,
La Tninité, Suint- Thomas, Sainte- Croix et Porto-Ricco. Dos tomos, París, 1810. La parte re-ferente
a las Islas Canarias se halla comprendida en las páginas 12 a 212 del primer tomo. Asi-mismo,
el capitán Baudin dejó una memoria escrita en 82 folios. Museum de Histoire Nature-
Ile, París, Ms. 49 (Canarias, ffss. 24-82).
su alcance y preparar los materiales para la desecación de las plantas y prepa-ración
de los insectos.
- llevar un diario con todos los acontecimientos y la historia del viaje.
- una vez en la isla de Trinidad -término municipal del viaje-, se
apresurarán a tomar datos para aprovechar todos los momentos de su estan-cia
en relación con las zonas más fértiles en producciones naturales. Ladru
habría de dedicarse a los vegetales: desecar muestras de las plantas que le
parecieran nuevas; reunirlas en herbarios, añadiéndoles una etiqueta con el
nombre correspondiente; anotar especialmente los datos biológicos de la
planta que no pueden observarse tras la desecación; componer el calendario
de la floración; recoger maderas de todas las especies de árboles; examinar
todos los cultivos existentes en los lugares recorridos; recoger todos los frutos
comestibles y conservarlos. El jardinero habría de secundar al ,botánico ento-das
sus investigaciones. El zoólogo Mauger debería reunir animales de todas
clases, sobre todo los que le parecieran nuevos, y prepararlos -con la coia-boración
de Tuffet, oficial de sanidad del barco- para servir a las coleccio-nes
del Museo de Historia Natural, consignando datos sobre el medio, sus
dimensiones, color, costumbres, etc. Finalmente, Advenier se ocuparía de
lo concerniente a la mineralogía, reuniendo colecciones de minerales y ve-rificando
los estudios oportunos.
- el capitán habría de ser jefe y eje de la empresa, decidiendo los lu-gares
que serían recorridos, la época.en que serían visitados; presidiendo la
organización de los preparativos y supervisando la conservación de las co-lecciones.
En este viaje de la Belle-Angélipe las instrucciones de Jussieu no pu-dieron
ser aplicadas al lugar previsto, Trinidad, no solamente debido al
cambio de rumbo obligado por aquel temporal, sino también al cambio de
soberanía sufrida por aquella isla en 1797, antes de la llegada de la expedi-ción
francesa. En el contexto del enfrentamiento entre Francia y España,
por un lado, e Inglaterra, por el otro, la isla de Trinidad pasó a depender de
este último país y cuando Baudin arribó a Puerto España, el mando inglés
sólo le permitió una estancia no superior a ocho días. Para compensar con
otros estudios e investigaciones el coste de la expedición, Baudin decidió vi-sitar
las islas danesas del Caribe, así como Puerto Rico. Pero antes los natu-ralistas
franceses habían'tenido oportunidad de recorrer la isla de Tenerife,
esm&ando ca;aae;lstic-,s n-,:Urdes, y faUi,-, y sipiei,& aqUl
las instrucciones científicas dispuestas para la expedición. Mauger recogió
ejemplares de todas las especies de la avifauna insular que luego serían exhi-
bidos en las galerías del Museo de Historia Natural de París. Asimismo, se
remitieron a París dos cajas de minerales y rocas. Y ~ d i e n i ere dactó una
memoria sobre la geología y mineralogía de la isla que su prematura muerte
en Santo Domingo dejaría inédita.
VISION DE LA NATURALEZA INSULAR
<Conozco muchos sitios hermosos de Francia, las costas meridionales
de Inglaterra; he recorrido lai riberas del Rhin, Bélgica, Holanda; he vivido
durante un año sobre el suelo favorecido de las Antillas; pero si precisara
abandonar 6s lugares que me han visto nacer y buscar otra patria.. . es a las
Islas Afortunadas, es a La Orotava donde yo iré a terminar mi carrera.»
Esta manifestación de Ledru testimonia el favorable impacto del paisa-je
insular en los viajeros europeos de la época. Podemos leer expresiones se-mejantes
en los esciitos de Humtoldt, Baiiiiigtun y- ütiüs visivantes. Varios
decenios después Sabino Berthelot culminará, en pleno periodo romántico,
ei más apasionado elogio foráneo de la naturaleza isleña. La óptica del viaje-ro
llegado de Europa distinguía en el mundo insular -concretamente en la
tan frecuentada Tenerife- las regiones áridas y volcánicas y el paisaje de los
bosque frondosos, del monteverde y de la flora exótica. Dejando la seca re-gión
de la costa oriental -árida en todas ias islas Canarias, excepto en La
Palma-, el itinerario acostumbrado seguía la hermosa ruta del norte hasta
La Orot