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LOS LIBROS DE TEXTO PARA LA ENSEÑANZA DE
LENGUAS PUBLICADOS EN LAS ISLAS CANARIAS
HASTA PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
María Jesús Vera Cazorla
INTRODUCCIÓN
En el XVI Coloquio de Historia CanarioAmericana
presenté un resumen de mi
investigación sobre las lenguas extranjeras que se enseñaban en la isla de Gran Canaria
durante el siglo XIX y principios del siglo XX, y sobre algunos de los libros de texto que se
empleaban en la enseñanza de dichas lenguas. En aquel trabajo (Vera, en prensa) afirmábamos
que en dicha enseñanza en la isla de Gran Canaria durante ese período se utilizaron tres tipos de
métodos: el tradicional o de gramática y traducción, los métodos gramaticales y prácticos de
Ollendorff y posiblemente el de Ahn, y un método natural muy novedoso: el de las series de
oraciones de Gouin. Además, gracias a las programaciones del Colegio de San Agustín sabemos
que el método de Chantreau se usaba para enseñar francés, un método que podría ser incluido
entre los métodos gramaticales y prácticos por su estructura y tipos de ejercicios.
Sin embargo, no todos los profesores de lenguas modernas utilizaron métodos importados
de fuera de las islas. En el siglo XIX, algunos profesores del archipiélago prefirieron utilizar
sus propios manuales a la hora de impartir sus clases y estos se publicaron en las imprentas
canarias. Son libros que reflejan las ideas de estos docentes sobre su materia y los conceptos
que ellos consideraban básicos, al tiempo que transmitían los valores de las clases dominantes
de la época. En el presente trabajo se tratará sobre algunos de estos libros de texto empleados
para impartir lenguas modernas que fueron publicados en las Islas Canarias hasta principios
del siglo XX. En concreto, se analizarán dos de esos textos: unos Apuntes de Gramática
Francesa de Eugenio de SainteMarie
publicado en Tenerife en 1897, y una Gramática
Inglesa de Alister Digny de Cambray publicada en Las Palmas en 1903.
LA INDUSTRIA TIPOGRÁFICA EN LAS ISLAS CANARIAS EN EL SIGLO XIX
Ahora bien, antes de analizar los textos para la enseñanza de lenguas modernas publicados
en las islas en el siglo XIX, convendría repasar la situación de la industria tipográfica en las
islas en la fecha. En El mundo del libro en Canarias, en el capítulo titulado “La introducción
de la imprenta en Canarias, 17501833:
años de ensayos e incertidumbres. Viera y Clavijo y
la imprenta de los Amigos del País de Las Palmas”, Luxán Meléndez y Hernández Socorro
tratan sobre los comienzos de esta industria en las islas y el papel que jugaron las Reales
Sociedades Económicas de Amigos del País tanto de Tenerife como de Las Palmas en el
establecimiento de estas primeras imprentas.
En “La difusión del libro en Las Palmas durante el reinado de Isabel II”, al hablar de los
orígenes del comercio del libro en la ciudad de Las Palmas, Luxán Meléndez y Hernández
Socorro afirman:
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En el proceso de producción del libro, e íntimamente ligado a su venta nos
encontramos con el procedimiento de ofrecer al público la posibilidad de que su
nombre figure al final de la obra, mediante el pago por adelantado, lo que permitiría
al editor lanzarse a la aventura de imprimirla (Luxán y Hernández, 1990, p. 33).
En ese mismo trabajo, los autores analizan la oferta de libros y publicaciones periódicas en
la ciudad de Las Palmas en ese período y llegan a la siguiente conclusión:
Un análisis por materias nos sitúa ante una oferta en la que los libros de enseñanza
(21,8% del total) y de religión (17%), ocuparían el lugar predominante frente a una
presencia, casi testimonial de las Bellas Artes (3%) y prácticamente inexistente de
obras científicas o de carácter especulativo (Luxán y Hernández, 1990, p. 36).
Los libros dedicados a la enseñanza constituyen la mayor parte de la producción, casi una
cuarta parte de la producción total:
Los libros de educación abarcaban todas las materias del currículum escolar,
especialmente las primeras letras, siendo su principal distribuidor la librería de
Urquía, y sus principales destinatarios, además de los alumnos y profesores de las
escuelas primarias, el Colegio de San Agustín, de Señoritas, Escuela Normal del
profesorado y Escuela de Comercio (Luxán y Hernández, 1990, p. 36).
Además de los libros de texto sobre distintas materias, las imprentas canarias también
imprimían los programas de las asignaturas, las memorias y los discursos leídos en las
inauguraciones de los años académicos en distintos centros escolares, los programas de los
exámenes públicos o los reglamentos de los distintos colegios.
EL LIBRO DE TEXTO COMO VEHÍCULO DE TRANSMISIÓN DE IDEOLOGÍAS Y VALORES
En El libro y la educación, A. Escolano Benito reflexiona sobre el importante papel que
desempeñan los manuales escolares al estudiar la historia de la educación:
Los manuales se constituyen, pues, al igual que todos los libros, en una
representación textual del mundo que los produce y de la cultura que se los apropia,
esto es, de las cogniciones de sus autores y usuarios, que perciben sus formas y
mensajes desde un cierto consenso semántico que es asumido por todos los sujetos
del grupo en que son utilizados (Escolano Benito, 2000, p. 17).
González Pérez completa esta idea al afirmar:
… los libros escolares forman parte del material y de la historia escolar, a la vez son
reflejo de la política, economía y cultura del momento. Porque el orden político
vigente observó que los textos eran los vehículos más idóneos para transmitir a la
infancia los valores que se pretendían consolidar. Para ello recurrían al lenguaje, a las
imágenes y a los contenidos culturales que reforzaban la mentalidad de los grupos
dominantes (González Pérez, 2003, p. 117).
Sin embargo, esta misma autora matiza que este material no fue tan común y asequible
como lo puede ser en la actualidad:
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Los libros de texto para la enseñanza de lenguas publicados…
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El instrumento didáctico por excelencia en la enseñanza primaria del Archipiélago
durante el período que nos ocupa fue el libro escolar. Aunque no estuvo presente en
todas las escuelas de la geografía isleña, dadas las penurias económicas de las
familias y las dificultades para su adquisición debido a la precaria red de caminos y
transporte, constituyó un útil pedagógico esencial para el desempeño de la actividad
educativa. Como material didáctico y como soporte de la enseñanza, los libros
ocuparon una posición privilegiada (González Pérez, 2003, p. 114).
ALGUNOS DE LOS LIBROS DE TEXTO SOBRE ENSEÑANZA DE LENGUAS MODERNAS PUBLICADOS EN LAS
ISLAS EN EL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX
Siguiendo la clasificación de los libros escolares según su función didáctica que hace A.
Escolano Benito en “Libros para la escuela” en la Historia Ilustrada del libro escolar en
España, estos libros serían lo que este autor denomina “libroguía”:
… modelo al que se adscriben todos los que se anuncian como manual, curso,
programa, método o simplemente “libro de” aritmética, historia, gramática… Este
tipo de manual se caracteriza por constituir el “texto” que ha de seguir el maestro, en
sus contenidos, en su proceso y hasta en sus orientaciones didácticas, para desarrollar
toda la actividad docente. También puede ser el “texto” que ha de cumplimentar el
alumno para cubrir todos los requerimientos de un curso o disciplina, incluidos los
exámenes (1997, p. 34).
Otra clasificación, esta vez desde la perspectiva que informa la tradición, sería la de A.
Choppin (citada por Escolano Benito, 1997, p. 36). Este autor sugiere la existencia de cuatro
modelos: el apologético, el catequístico, el enciclopédico y el atrayente. En ese caso, estos
manuales de lenguas extranjeras podrían situarse entre el modelo enciclopédico y el atrayente,
pues si bien pretendían integrar todos los conocimientos sobre una materia, al tiempo se
observa un cierto interés por el didactismo.
Cuando se analizan los libros de texto, los investigadores de la materia suelen estudiar
cuatro componentes: el textual, el tipográfico, el iconográfico y el material. Si bien, en el caso
que nos ocupa, nos centraremos en el análisis textual desde un punto de vista tanto gramatical
como didáctico cuando se precie. En cuanto al componente iconográfico, ninguno de estos
libros contiene imágenes, solo algún cuadro resumen de los verbos ingleses en la “Gramática
Inglesa”.
Apuntes de Gramática Francesa (1897) de E. de SainteMarie
Los Apuntes de Gramática Francesa del catedrático de instituto (Luxán Meléndez, 1994,
p. 117) Eugenio de SaintMarie
están compuestos por dos “cursos”, es decir, dos tomos, si
bien nos centraremos en el segundo comentando brevemente el primero.
Con 200 páginas, el segundo curso comienza con un prólogo y un resumen de los apuntes
de gramática francesa del primer curso “antes de empezar los estudios de sintaxis y ortografía,
objeto importante del segundo año” (1897, p. 9). En el prólogo de este segundo curso, el autor
menciona los objetivos principales de su método: “proporcionar al estudiante los elementos
necesarios para imponerse pronto en la traducción del francés” (1897, p. III) y “en su tiempo,
[el alumno] pueda leer con fruto algunas obras de los mejores poetas transpirenáicos” (1897,
p. III). Pero, y a pesar de estos objetivos tan tradicionales, SainteMarie
critica el uso
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exagerado de la memoria, y en un suplemento que pone al final del libro incluye “una
conversación sobre lo más indispensable” (1897, p. III). Además, también nombra entre sus
objetivos “escribir y hablar el francés con más ó menos propiedad” (1897, p. III).
El primer curso está dedicado a la pronunciación y a los verbos. Hay una tabla sinóptica de
los cuatro verbos modelos conjugados interrogativamente y unos modelos de conjugación
negativa, interrogativanegativa
y pasiva. Tanto en el prólogo como en el resumen que se hace
del primer curso, el autor enfatiza la importancia de la pronunciación, lo que indica que en
este método se da importancia al dominio de la lengua hablada:
Para obtener, pues, una pronunciación correcta en una lengua extranjera, es
indispensable aprenderla desde los comienzos de su estudio. Proceder de otro modo
es contraer desde luego una pronunciación defectuosa que será muy difícil, por no
decir imposible, desechar más tarde (1897, p. I).
En este curioso prólogo, se recalca además la importancia que tiene la práctica repetida y la
graduación de los ejercicios para que los alumnos puedan pronunciar correctamente. También,
el autor comenta cómo aprovecha el uso de las analogías entre el español y el francés para
facilitar el aprendizaje.
Una reconocida y general conveniencia y acertadas disposiciones oficiales han
venido al fin á dar absoluta razón á estos procedimientos y á este método, obligando
á desprendernos de aquellas tradicionales é infructuosas rutinas que se encaminaban
á fijar á
costa de prolijos trabajos de memoria para retener escuetas y
complicadísimas reglas,
algo del mecanismo teórico de una lengua extraña; pero
que nunca fueron capaces de dar mediana soltura ni elementos “prácticos” exigidos,
en el menor tiempo posible, para la vida moderna (1897, p. II, cursiva en el original).
Pero, si bien se recalca la importancia de la lengua hablada, la traducción como
instrumento para aprender una lengua sigue estando muy presente en estos apuntes. No solo la
traducción directa, del francés al español, sino también la inversa de textos españoles al
francés que requiere más nivel:
No basta ya la traducción directa y casi mecánica de algunos textos franceses, mejor
ó peor elegidos. Es preciso que los alumnos del segundo curso se familiarisen [sic]
hoy, en lo posible, con otros nuevos ejercicios: la versión inversa de textos españoles
(1897, p. II, cursiva en el original).
La constante preocupación de SaintMarie
por los aspectos didácticos es evidente en todo
el manual. Hay una clara intención de que las dificultades con las que se tropieza el alumno
principiante queden reducidas al mínimo (1897, p. 31) y, aunque introduce cambios
metodológicos, el autor admite que sigue “rindiendo demasiado culto á la rutina” evitando un
cambio brusco con la evolución que se observa en los nuevos manuales y diccionarios (1897,
p. 36). Por último,
Se completa, finalmente, este nuestro libro de Versiones con algunos estudiados
elementos de conversación, es decir, con una fraseología práctica, y de uso común y
tan importante, que debiera, á nuestro parecer, confiarse á la memoria casi
literalmente, á fin de que el estudio de la lengua francesa fuese de aquí en adelante lo
que hasta ahora no ha sido tan general, y podamos todos, en realidad, afirmar que de
las aulas de los Institutos salen alumnos que saben hablar con propiedad y posible
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soltura la hermosa é importante lengua para cuyo conocimiento, no en vano, se
matricularon durante dos cursos consecutivos (1897, p. 32, cursiva en el original).
En la introducción al segundo curso de las Lecciones de lengua francesa y antes de pasar a
las sesenta lecciones que forman el mismo, el autor evalúa otros métodos de enseñanza de la
lengua francesa populares del momento. Empieza por el que fuera el más popular de la época,
el método de Chantreau, gramática sobre la que afirma: “que parece una de las más correctas,
tuvo el inconveniente de ser muy extensa y la falta de carecer de ejercicios escritos aplicados
por el mismo estudiante” (1897, p. 38).
Seguidamente pasa a evaluar los métodos teóricoprácticos
sobre los que dice que poseen
ventajas “generalmente reconocidas”, pero que “existen algunos que, además de traer una
serie interminable de temas, tienen la propiedad de probar que sus autores no están siempre al
alcance del genio del idioma francés” (1897, p. 38, cursiva en el original).
En cuanto a los métodos exclusivamente hablados los califica de los “más imperfectos”,
pues “por su carencia de elementos gramaticales” (1897, p. 38) los alumnos suelen olvidar lo
adquirido o contraer resabios. Además, en la séptima lección del libro menciona a Fenelón,
autor de Las Aventuras de Telémaco, un libro de lectura de gran aceptación que se utilizó para
la enseñanza de la lengua francesa conjuntamente con el de Chantreau en centros como, por
ejemplo, el Colegio de San Agustín de Las Palmas. Sobre este autor sólo alude a la opinión de
este sobre la “monotonía constitucional é imprescriptible” del mecanismo de la construcción
francesa (1897, p. 52).
La última parte de este prólogo SaintMarie
la dedica a defender su método pues, según él,
ha reducido los principios gramaticales a los más simples y omitido las definiciones y
explicaciones de gramática general superfluas. Sin embargo, se ha “extendido sobre las
diferencias que caracterizan el genio propio de ambos idiomas”, es decir, se ha extendido en
los temas de gramática comparada.
La mayor parte del libro de este segundo libro, desde el tema 1 al 36, está dedicada a la
sintaxis, incluyendo al principio unas lecciones muy teóricas con definiciones relacionadas
con el tema. La lección 37 se titula “Importantes modismos franceses que no pueden
traducirse literalmente” y, además de los modismos, incluye unas páginas en francés sobre
distintas figuras estilísticas como la elipse, el pleonasmo o el hipérbaton.
A continuación, desde la lección 38 a la 56, el autor escribe sobre la ortografía francesa y
otros temas relacionados tales como la puntuación, los homónimos y los sinónimos. Al tratar
el tema de la ortografía, y para facilitar su estudio, compara la ortografía francesa con la
española y con la base común de ambas: el origen latino o griego de muchas palabras. “La
identidad de origen entre el español y el francés permite muy bien comparar ambas lenguas y
sacar de su analogía algunas observaciones provechosas para la ortografía francesa” (1897, p.
139).
Las lecciones 57 y 58 están dedicadas a la lectura de la prosa y de los versos
respectivamente, pero para saber leer bien hace falta saber respirar. “El segundo objeto de la
lectura es enseñar á respirar […] se lee bien si se respira bien y no se respira bien sino cuando
así se ha aprendido, siendo uno de los talentos más raros en el lector” (1897, p. 178). En
general, en estas dos lecciones se califica el ceceo y la tartamudez como vicios del lector, y se
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alaba al que sepa leer versos haciendo “creer al que escucha y oye que lo que se lee es más
bien prosa que poesía, por el mucho cuidado que se ha de tener en ello” (1897, p. 180).
Las dos últimas lecciones, la 59 y la 60, tratan sobre el estilo epistolar y sobre el arte de
traducir, respectivamente. Era corriente en los libros de lenguas extranjeras de la época incluir
una lección sobre cómo escribir cartas, un adorno pero también una necesidad social. Este
autor aboga por un estilo natural cuando afirma:
Puesto que una carta y su contestación no es más que una conversación entre
ausentes; escribid como hablaríais si estuviera presente aquel á quien os dirigís; es
decir, con esa naturalidad, con la misma facilidad, gracia y hasta con esa negligencia
que permite una conversación familiar; empleando mesura para con vuestros
superiores, franqueza con vuestros iguales, alegría con vuestros amigos; y, sin rodeos
con todos, evitad siempre el uso de expresiones triviales, términos groseros y frases
vulgares (1897, p. 185).
En la lección sobre la traducción, SaintMarie
distingue tres clases de traducciones: la
literal, la sujeta al texto y la libre. Por último, y antes de terminar el libro con una serie de
frases comunes con su traducción al francés, comenta que
Las lenguas tienen un carácter particular que las distingue entre si: y esta diversidad,
llamada genio ó índole consiste en la desigual aptitud para expresar la misma idea,
lógicamente hablando, aunque todas puedan acomodarse á los diversos géneros de
estilos y de obras (1897, p. 190).
Gramática Inglesa (1903) de Alister Digny de Cambray
Esta gramática inglesa, más que un manual o un método de aprendizaje que requiere la
existencia tanto de una teoría sobre la naturaleza de la lengua a enseñar, como una teoría
sobre el conocimiento y la manera en que aprenden los alumnos (Richards y Rodgers, 1997;
Howatt, 1991; Sánchez Pérez, 1992, 1997), es un libro de referencia sobre los conocimientos
gramaticales básicos a la hora de aprender la lengua inglesa. Es un compendio gramatical.
Con únicamente 56 páginas, empieza con el alfabeto con todas las vocales (a, e, i, o, u) y
las consonantes incluyendo la “w”. Además, menciona que la “w” y la “y” “en medio de una
sílaba son vocales; pero al principio de una palabra y seguidas de otra vocal funcionan como
consonantes”. A continuación, nombra la “u” larga y la “eu” a las que “también se les mira
como consonantes”. Es decir, que el autor equipara las grafías españolas con el número de
vocales, como ocurre en español. Sin embargo, en la actualidad, cuando se estudian las
vocales en inglés se mencionan muchas más. Por ejemplo, Daniel Jones (1983, pp. 2641
y
1023)
en su libro An Outline of English Phonetics nombra ocho vocales (i, e, a, o, u) y dos
semiconsonantes (w, j) mientras que en páginas web sobre fonética y fonología, como la de la
Universidad UCLA, se pueden contar hasta veinte vocales.
Seguidamente, empieza con la gramática: el artículo y el nombre son las primeras
categorías gramaticales tratadas. Con respecto al nombre, se trata sobre la formación del
plural, las palabras con plurales irregulares para pasar luego a un apartado muy curioso: la
formación de los casos.
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En inglés hay nominalmente seis casos: Nominativo, Genitivo, Dativo, Acusativo,
Vocativo, Ablativo; pero en verdad no existen estos casos, (menos el Genitivo sajón),
porque se forman sin variación del mismo nominativo, anteponiendo á este las
preposiciones de (of,) á (to) y de (from) para el genitivo, el dativo y el ablativo
respectivamente, ó la interjección o! oh! Para el vocativo, ó bien el mismo
nominativo funciona como acusativo (1903, pp. 67).
En la historia de la enseñanza de las lenguas modernas, la forma en que se enseñaron las
lenguas muertas, especialmente el latín, influyó enormemente cuando, con la aparición de las
primeras lenguas vernáculas, se empezó a enseñar otras lenguas que no fuesen el latín, el
griego y el hebreo. Así, no es de extrañar que en los primeros manuales para la enseñanza de
lenguas modernas se hiciese hincapié en los ejercicios de traducción tanto directa como
inversa y por supuesto se utilizase la terminología que se empleaba en la enseñanza del latín.
De este modo, los casos y las declinaciones seguían siendo parte de los métodos de lenguas
modernas, incluso cuando en estas lenguas no existían ni lo uno ni lo otro.
Tras explicar de forma escueta la formación del genitivo sajón, hay una lista de los
nombres propios más usados y, en vez de una lista de nombres comunes, el autor deja a
elección de cada profesor los sustantivos que sus alumnos deberán aprender de memoria.
El adjetivo, las preposiciones, el pronombre y, por último, el verbo son los siguientes
puntos que trata esta gramática. En general, todas estas categorías gramaticales son tratadas de
una forma tradicional, si bien un poco anticuada. El epígrafe sobre el adjetivo empieza con
una clasificación de los adjetivos para pasar a explicar la formación del grado superlativo del
adjetivo en inglés.
Seguidamente se encuentra un apartado sobre las preposiciones, donde el autor se limita a
señalar veintisiete preposiciones con su traducción al español. Entre estas preposiciones hay
algunas de lugar, de tiempo y de posesión, pero es un listado extremadamente limitado y
superficial. En cuanto a los pronombres, estos son clasificados en personales, enfáticos,
reflexivos, demostrativos, interrogativos, posesivos, relativos e indefinidos, y se menciona
cada uno de ellos con su traducción al español.
El verbo es la categoría gramatical a la que más páginas se dedican en este libro. Se
estudian los verbos auxiliares y la conjugación de los verbos regulares, irregulares y
reflexivos, también la formación de la voz pasiva y de los tiempos compuestos para terminar
con el subjuntivo. En estas páginas sobre el verbo, vemos los clásicos modelos de un verbo
regular, otro irregular y otro reflexivo en los tiempos presente de indicativo, pretérito
perfecto, futuro, condicional e imperativo. Lo más interesante de este apartado desde el punto
de vista metodológico es el epígrafe sobre el imperfecto en inglés, pues compara el imperfecto
español con el inglés utilizando la traducción como herramienta para enseñar las diferencias
de usos entre este tiempo verbal en español y en inglés.
Por último, en las dos últimas páginas del libro hay un listado de conjunciones y de
adverbios de tiempo, lugar, grado y manera.
CONCLUSIONES
Estas dos aportaciones canarias a la historia de la enseñanza de lenguas modernas son,
cada una a su manera, enriquecedoras. En general, no se las puede calificar de métodos, como
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lo fueron los métodos de Ollendorff, el de series de Gouin o el de Chantreau pues no tienen
un diseño didáctico claro con una teoría sobre la naturaleza de la lengua y sobre la forma en
que aprenden los alumnos, unos objetivos definidos y unos ejercicios para conseguir esos
objetivos. En el caso que nos ocupa, la Gramática Inglesa (1903) de Alister Digny de
Cambray es un libro de referencia sobre los conocimientos gramaticales básicos sobre la
lengua inglesa, bastante tradicional, en el que llama la atención el uso de terminología y
categorías gramaticales latinas para enseñar inglés.
Por otra parte, los Apuntes de Gramática Francesa (1897) de E. de SainteMarie
es, desde
el punto de vista metodológico, mucho más interesante. Sus objetivos y contenidos son muy
tradicionales y no se observa un método distintivo con una clara teoría sobre la naturaleza de
la lengua y del aprendizaje, sin embargo en este libro se ven muchos rasgos de modernidad.
En principio, entre sus objetivos aparece en un lugar destacado el aprender a hablar la lengua,
y no solo a leerla y traducirla y, aunque hay mucha teoría sobre Lingüística en general,
también aparecen muchos detalles didácticos que avalan los años de experiencia de este
profesor y su intención de resultar práctico y útil para el alumno.
En general, dos esfuerzos muy provechosos que vienen a apoyar la opinión sobre la
importancia que se prestó al tema de la enseñanza de los idiomas modernos tanto en el siglo
XIX como en el XX y que continúa hasta el momento presente.
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