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MEMORIA Y PRESENCIA: POESÍA CANARIA EN CUBA.
A TRAVÉS DE LA FIGURA DE
MODESTO SAN GIL HENRÍQUEZ,
ÚLTIMO POETA CANARIO VIVO EN CUBA
Javier Cabrera
PREÁMBULO
De siempre, y supongo que más por costumbre que por otra causa de mayor calado, se ha
constatado que la emigración canaria ha estado relacionada, en un alto porcentaje, con la
hambruna o la pobreza que reinó en las Islas en algunas etapas de su historia pasada. Que,
además, esa emigración fue, en una alta proporción, de extracción rural o campesina, de gente
casi analfabeta, que emigró, primero a Cuba, más tarde a Venezuela o Uruguay, o a distintos
destinos de América latina, para cultivar la tierra, preferentemente, o para realizar trabajos de
escasa especialización profesional. Hoy, debido a tesis y trabajos de investigación realizadas
con mayor rigor y profundidad, se ha demostrado que, si bien es verdad que esa emigración
existió, no vamos ahora a negarlo, junto con ellos también emigró un alto porcentaje de gente
que acabó desarrollando una actividad intelectual, literaria o científica, más que notable allí
donde se asentó, que ha dejado huella importante y que, a medida que salen a la luz sus
aportaciones, vamos sabiendo que son más hondas e importantes de lo que hasta ahora se
daba por sentado. Este pequeño ensayo pretende, desde el campo de la literatura, y más
concretamente, desde el de la poesía, dar a conocer −o profundizar un poco más en su
conocimiento−, a una serie de personajes −poetas en este caso− que se han encargado, con su
labor, de desmentir aquella condición.
INTRODUCCIÓN
Modesto San Gil Henríquez es canario, nacido en la Villa de Mazo (Isla de La Palma), el
16 de junio de 1922, acaba, por tanto, de cumplir, 80 años. Modesto San Gil Henríquez vive
en Cuba, en la Provincia Central de Ciego de Ávila, en una villa de nombre Chambas. Emigró
a Cuba, con su familia, muy niño aún, en 1928, con apenas seis años. Fueron sus padres Marta
Henríquez Méndez y Lorenzo San Gil Méndez, ella de la Villa de Mazo, él de Santa Cruz de
La Palma. Cuando emigraron a Cuba ya casados, en 1922, ella era la primera vez que lo hacía,
él lo hacía por segunda vez. Se instalaron en un pago de nombre Jarahueca, en el municipio de
Yaguajay, en la Provincia de Sancti Spiritu −de larga tradición de emigrados canarios y, hoy
día, de una alta densidad de cubanos canariodescendientes–. Allí Modesto San Gil Henríquez
se hizo −como comenta él de sí mismo−, campesino, agricultor, domador de caballos, se
amigó con los muchachos criollos y se hizo criollo ya él mismo. Fue feliz en su infancia, llena
de carencias pero plena de alegrías.
De niño, parece, fue muy buen estudiante, tanto, que los curas propusieron a sus padres su
entrada en el Seminario. Y así lo hizo, se preparó concienzudamente para tal tarea e ingresó
en 1934, niño aún, en el Seminario del Cobre, en la villa minera de El Cobre, en Santiago de
Cuba, al oriente del país. Entre tanto, su familia se había mudado a otro pago, de nombre
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Perea, del mismo municipio de Yaguajay. En el Seminario no tuvo mayores dificultades.
Superó con creces todas las asignaturas por lo que, en 1937, acabado aquel ciclo, proponen su
traslado al Seminario de San Carlos en la Ciudad de La Habana. Allí se especializó en latín y
griego y comenzó filosofía. Se graduó en filosofía en 1941 y debía comenzar teología. Le
propusieron ir a Roma a cursar allí los años de la especialidad pero rehusó, no pensaba seguir.
Había descubierto que no tenía vocación sacerdotal. Así que se volvió a su casa, a Perea,
donde fue maestro de niños, impartió latín y gramática y acabó dando clases también a
adultos.
De paso, y como la vida allí era monótona, aprendió el oficio de jefe de estación de
ferrocarril, y llenaba el resto del tiempo con la fundación y puesta en marcha de un grupo de
teatro. Así, hasta que en 1942 se inició en el ferrocarril norte de Cuba, en el que quedó con
plaza fija en 1952. Pero antes, en 1948, se había casado con Ana Guillermina Treto Carballo,
con la que tuvo nueve hijos, varones todos. La vida transcurrió esos años apacible y lenta
−como él mismo comenta− hasta que en 1957 decidió declararse en rebeldía contra los malos
gobiernos y la dictadura de Batista, tanto, que se incorporó al “Movimiento 26 de Julio”, en la
lucha clandestina.
En 1958 ardió su casa en la estación del ferrocarril, en Perea, a manos del núcleo del
propio “M-26-7” y la columna comandada por Camilo Cienfuegos. Fue un golpe muy duro
para él y su familia. Aún así, continuó en el “Movimiento 26 de Julio”, hasta su disolución, en
su lucha revolucionaria. En 1963, y tras el triunfo de la Revolución, fue destinado a la
estación de Tarafa, la más importante y conflictiva en aquella época del Norte de Cuba. Pero
todo fue bien, tanto, que acabó siendo, en Nuevitas, profesor de español entre 1964 y 1966.
Ese mismo año de 1966 se traslada con su familia a Chambas, en donde ya se queda a residir
tras su retiro en 1983 y después de 41 años de servicio.
Su casa también ha sido visitada por la desgracia, pierde un hijo en la guerra de Angola y
otro se suicida. Pero desde esa fecha de 1983 hasta la actualidad la vida de Modesto San Gil
Henríquez ha estado llena de otras mil razones para ser vivida en plenitud. Aumentó su
familia, ha recuperado su actividad revolucionaria y ha estado muy activo y fecundo en la
labor cultural. Este es, a grandes rasgos, el perfil humano de la vida de Modesto San Gil
Henríquez, y que suponemos, líneas más, líneas menos, si no igual, sí parecido a otros tantos
que como a él les tocó vivir esos duros años de la Historia de Cuba.
Pero la vida de Modesto San Gil Henríquez guarda otro giro, posee un sesgo diferencial.
Modesto San Gil Henríquez es escritor, más concretamente, poeta.
DE LOS POETAS, EL ÚLTIMO
Nada tendría de particular el hecho de que Modesto San Gil Henríquez fuera poeta, más en
una tierra en la que en tan alta consideración se tiene a la poesía y a los poetas, si no fuera por
su condición peculiar. Es, probablemente, Modesto San Gil Henríquez, es más, seguramente,
el último, el único, poeta canario vivo en Cuba. Cercano a él, bien es verdad, está otro
excelente poeta, Adolfo Suárez, más joven incluso pero... según el propio Adolfo Suárez
comenta de su circunstancia personal: “tuve la desgracia de que la Guerra Civil española no
comenzara, apenas, 18 días más tarde, justo el tiempo que tardó mi madre en parirme a su
llegada a Cuba, desde Gran Canaria”. Así pues, Adolfo Suárez es considerado, por nacimiento
y por derecho literario, poeta cubano.
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Es, por tanto, Modesto San Gil Henríquez el último de una saga de poetas canarios
emigrados a Cuba que llenaron, con su labor, una página más que importante de la literatura
de ambas orillas, que comenzada con la figura de Silvestre de Balboa, emigrado a Cuba sobre
1600, y hoy ya considerado uno de los poetas fundacionales de la literatura cubana, llega
hasta nuestros días, 400 años después, con el poeta que hoy tratamos: Modesto San Gil
Henríquez. Pero entremedias ha existido un grupo de poetas que, con mayor o menor fortuna,
han dado presencia en Cuba a la poesía y la literatura canaria de la emigración. Diversos son
los autores y conviene dejarlos constatados porque ya va siendo hora de que sus nombres, su
vida, y sobre todo su obra poética sea motivo de estudio. Los citaré y trataré
cronológicamente en el sentido que transcurre el tiempo y la historia.
Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, nacido en Las Palmas en 1563, emigrado a Cuba
entre 1593 a 1603 y muerto y enterrado en Puerto Príncipe −actual Camagüey− sobre 1649.
Fue escribano del Cabildo de Puerto Príncipe. Autor de un único libro conocido, Espejo de
paciencia, escrito en 1608 e inédito hasta 1927; año en que aparece su edición completa
incluido en la Bibliografía cubana de los Siglos XVI, XVII y XVIII, de la que es autor Carlos
Manuel Trelles. Si bien José Antonio Echeverría había publicado ya, en 1838, varios
fragmentos del Espejo... en la revista El Plantel.
Varios han sido los autores, tanto en Cuba como en Canarias, que se han acercado al
estudio del Espejo... Desde el estudio inicial de José Mª. Chacón y Calvo en su Ensayos de
literatura cubana (Madrid, 1922), en los que por cierto sale nada bien parado tanto el
“poema” como el autor, pasando por la primera Edición crítica del Espejo de paciencia (La
Habana, 1942) debida a Felipe Pichardo Moya, hasta aportaciones más cercanas debidas a
Cintio Vitier en su libro Lo cubano en la poesía (La Habana, 1958 /2ª ed. 1970 /3ª ed. 1998),
quien se inclina por la línea abierta por Chacón y Calvo sobre la consideración del “poema
épico”, o el último estudio realizado por el ensayista Enrique Sanz, Sobre 'Espejo de
paciencia' (La Habana, 1975), y que le devuelve al “poema” cierta credibilidad fundacional.
Ahora bien, no es hasta 1981 que se hace la primera edición en Canarias del Espejo de
paciencia (Edirca, S.L., Las Palmas de Gran Canaria), con estudio preliminar de Lázaro
Santana, quien volverá a hacer estudio y edición para la Colección de la BBC del Gobierno de
Canarias en 1988. El autor canario establece, en este estudio, un aspecto nuevo que se
antepone a las directrices establecidas por los autores cubanos acerca de las influencias
recibidas por Silvestre de Balboa cuando redacta su Espejo... Si mientras los críticos cubanos
hablan de las claras influencias recogidas de autores como Homero, Horacio, Ercilla,
Góngora, Castellanos, Barahona o Lope, el crítico canario se deslinda de ellos y denota, más
bien, preferencia o inclinación porque Balboa, si recibe influencias, es de alguien más cercano
a él en procedencia y actitud, hace pues referencia al autor canario Cairasco de Figueroa.
Dicho esto creo que, a día de hoy, el Espejo de paciencia está ya lo suficientemente tratado
como para lograr aquí un giro diferencial acerca de su contenido o de su valor literario, asunto
en el que, por otro lado, tampoco pretende abundar este opúsculo. Denotar si acaso, y en este
punto nos afiliamos a las ideas establecidas por Lázaro Santana, que ya en el trazo narrativo
del poema se deja constancia de la procedencia del autor y que éste incluye, sin menoscabo,
referencias directas a las Islas −Las Canarias− de las que procede, estableciéndose, por tanto,
desde el poema fundacional de la literatura cubana un nexo que convierte ya en inseparables
los destinos literarios, aún inconscientemente, de Canarias y Cuba.
Otro de los autores canarios que tuvo una relación directa y cerrada con Cuba fue Nicolás
Estévanez y Murphy. Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1838, si bien, desde muy
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niño, se trasladó con su familia a Tenerife donde transcurrió toda su infancia y juventud.
Nicolás Estévanez fue poeta, memorialista y político; y su vida y su obra han sido ya
suficientemente estudiadas. Considerado como poeta nacional es el autor de uno de los
poemas de mayor calado de la historia de la literatura canaria, hago referencia a Mi patria.
Ahora bien, es bueno recordar su relación tan peculiar con la entonces colonia española de
Cuba. Bien es verdad que Nicolás Estévanez no fue un emigrante al uso, primero porque se
escapa de esa condición y segundo porque su llegada a Cuba viene precedida por un destino
militar −aún habiendo sido deseado–.
Varias fueron, y en distintos años, las permanencias que Nicolás Estévanez hizo en La Isla
desde su primer viaje acaecido en 1866. Ese año fue destinado al Ejército español destacado
en la Colonia, pero sólo permanece en la Isla entre los meses de junio y julio. Retornará al año
siguiente, en 1867, aunque sería este un viaje relámpago, destinado de nuevo al Ejército, pero
con igual suerte, sólo permanecerá en La Isla entre abril y mayo. En 1871 un nuevo destino
militar le devuelve a Cuba, su estancia se prolonga esta vez entre los meses de octubre y
diciembre, y coincide con el fusilamiento de los estudiantes de medicina sublevados
(27/11/1871) en la Universidad de La Habana. Esta circunstancia provoca su manifestación
pública de repudio en contra de tal decisión −detalle que será más tarde recogido, en 1937, en
una placa conmemorativa, en la fachada del Edificio de El Louvre, junto a la Plaza de José
Martí de la capital–.
En 1879 le tenemos de nuevo en La Habana, y una vez más, de forma azarosa y fortuita la
abandona. Por un desacuerdo acerca de su destino y función militar deserta y se embarca −de
estraperlo− en el velero Veracruz con dirección a Nueva Orleans. Retorna a Cuba años más
tarde, en 1906, siendo ya La Isla nación independiente, y esta vez la estancia será algo más
prolongada. Aunque en alguna ocasión declarara su intención de retirarse a vivir a La Habana,
no permanece en ella por un periodo muy largo. Durante esta estancia tiene un encuentro
fugaz con el nacionalista canario Secundino Delgado, quien le habla de su libro Vacaguaré,
pero que él no consigue encontrar en las librerías de La Habana −asunto que, por cierto,
comenta en carta al canario Luis Maffiotte–.
Varios de sus textos, tanto en poesía como en prosa, están dedicados a Cuba. Entre otros
poemas destacan: “Cantares” (La Habana, 1866); “Cuba” (A bordo del Veracruz, 1879) y
“Nostalgia” (La Habana, 1906). En sus cartas y memorias expresa asimismo sus cerrados
sentimientos por La Isla. Y algo que es, a día de hoy, más importante y representativo,
Nicolás Estévanez publica en Cuba uno de sus libros de memorias, el titulado, Migajas, mi
última campaña (Librería-imprenta La moderna poesía, La Habana, Cuba, 1907). No se
cumplen, sin embargo, los deseos de Nicolás Estévanez de retirarse a vivir a La Habana,
como todos saben, muere en París −autoexiliado− en el año 1914. Sin embargo, nada pude
encontrar del rastro literario de Nicolás Estévanez en Cuba, y aunque lo intenté no pude dar,
ni en La Biblioteca Nacional José Martí ni en los fondos editoriales de La moderna poesía
−que por cierto aún existe, sita en la calle Obispo de La Habana−, con su libro publicado en
Cuba.
Cronológicamente el poeta que le sigue en el tiempo es Manuel Martínez de las Casas.
Nace Manuel Martínez de las Casas, que resulta ser seudónimo de Manuel González, en Las
Palmas de Gran Canaria, en 1881. Emigra a Cuba, siendo aún muy joven, en 1895, con su
familia que se asienta en la ciudad de Gibara, en la Provincia oriental de Holguín. Se hizo
periodista y fundó en 1929, junto con el también canario José Medina, el periodico El
Localista, radicado en Puerto Padre, en la Provincia oriental de Las Tunas. Fue, en palabras
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del investigador literario cubano Renael González Batista, que ha elaborado un ensayo sobre
su persona, su vida y su obra: “El poeta desafortunado de las Islas Afortunadas”.
Reconozco que su vida era un misterio para mí hasta hace apenas unos meses. Publicó en
vida, apenas, dos libros, pero de alto significado simbólico y de una lírica densa. De radicar
en la capital, La Habana, seguro que su poesía habría corrido otra suerte. Sus libros son:
Preludio (Talleres El Heraldo, Holguín, Cuba, 1918) y Polen (Talleres El Heraldo, Holguín,
Cuba, 1919). Murió de embolia cerebral, joven aún, con apenas 49 años, en 1930. A su
muerte sus amigos publicaron, como homenaje póstumo, el libro Sus mejores poemas
(Editorial El Arte, Manzanillo, Cuba, 1931). Poco más puedo añadir de este autor en este
momento, pero aseguro que estoy tras el logro de su descubrimiento como autor.
Francisco Izquierdo es, tal vez, el poeta canario de los emigrados a Cuba que ha corrido
con mejor suerte: él, su memoria, y su obra. Nacido en la ciudad de La Laguna, Tenerife, su
vida transcurrió entre su ciudad natal y Santa Cruz de Tenerife, con frecuentes escapadas a La
Victoria de Acentejo. Es considerado, por antonomasia −en palabras de su biógrafo, Eliseo
Izquierdo−, la voz transmarina de la poesía canaria. “No es la suya −añade− la voz del
desterrado, del exiliado, en lo que esta suele tener de congoja o rebeldía por el forzado
desarraigo. Su poesía (...) se nutre de la evocación y se sustenta en la nostalgia...”. Pero es
también curioso, porque, de los poetas canarios que emigraron a Cuba el que tal vez menos se
involucró en la vida y el paisaje, en la memoria y en la literatura de La Isla fue, precisamente,
Francisco Izquierdo, mantenido al margen, compuso sus libros, sin la aparente influencia del
medio en el que se desarrolló.
Era Francisco Izquierdo, de nuevo me apoyo en su biógrafo, un hombre tímido y algo
retraído, escritor de poesía desde temprana edad pero al que, parece, le costaba, mostrarla. Sin
embargo, en 1910, obtuvo el primer premio en “verso libre” en los Juegos Florales
convocados por el Ateneo de La Laguna. Pero aún así, no fue iniciativa suya enviar poemas al
concurso, asunto del que se encargó su amigo el escritor Melitón Gutiérrez Castro. Cinco años
más tarde, en 1915, ve la luz su primer libro de poemas, Alta plática, con prólogo del poeta
Manuel Verdugo, y publicado por la Editorial Hespérides, de Tenerife.
La primera emigración de Francisco Izquierdo a Cuba tiene lugar en 1916. En Cuba
contrae matrimonio y nacen sus tres hijos. Realizó los más diversos trabajos y tuvo varios
empleos hasta que, por fin, entra a trabajar en la redacción del periódico Diario de la Marina.
Mientras, y silenciosamente, va componiendo su nuevo libro Medallas que ve la luz en la
editorial Hermes, de La Habana, en 1925. Al año siguiente, 1926, fue galardonado con el
segundo premio de cuentos que convoca el citado rotativo. Premio que, cosa curiosa, ese
mismo año y en poesía, ganó otro poeta canario emigrado a Cuba, el palmero Félix Duarte.
Coincidiendo con la instauración de la II República (1931) en España Francisco Izquierdo
regresó, con su familia, a Tenerife donde residió hasta 1937, año en que se marcha de nuevo a
Cuba motivado por la situación incómoda que le producía la Guerra Civil española. Una vez
en La Habana se reincorpora a su puesto de redactor en el mismo Diario... Tras el triunfo de
la Revolución, en 1959, Francisco Izquierdo permaneció en Cuba, falleció en La Habana en
1971. No publicó ningún otro libro, si bien hacia 1940 refundió Medallas, al que incorporó
nuevos sonetos bajo el título de Poemas de la añoranza. Tampoco fue editado entonces
Estampas antiguas (1969), en el que recogió algunos de sus últimos poemas de gran aliento
lírico −cito al pie de su biógrafo−, junto con otros versos de ocasión y poesía de tono menor.
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Asimismo, dejó inédito el libro en prosa −de marcado carácter autobiográfico− Avenida
lunática.
Fue rocambolesca, o al menos curiosa, la vida del poeta Francisco Jordán Franchy. Nació
este autor en la Villa de Haría, Isla de Lanzarote. Despertó en él, muy pronto, su vocación
marina, motivado por lo cual se graduó en la Escuela de la Marina de Tenerife, siendo, por
tanto, su profesión la de capitán de marina. Comenzó a ejercer en los bergantines de la
Compañía Naviera Boch y pasó, algo más tarde, a la recién creada Compañía de Correos
Insulares Canarios −los históricos “correíllos”−. De ahí, y motivado por su creciente interés
por América, pasó a la Compañía Naviera Maderera del Norte, que transportaba madera desde
Puerto Rico a Canarias.
Cuento aquí una anécdota porque, además de verídica es simpática y, en suma, marcó un
punto de inflexión en el trasiego vital de este autor. En una de las tormentas acaecidas durante
sus travesías a Puerto Rico va a recordar para siempre el ciclón ocurrido de la noche del 25 al
26 de septiembre de 1926, huracán que se formó en las Islas Lucayas y que provocó que
Francisco Jordán −tras estudiarlo y cotejar su actuación− lograra burlarlo, arribando a la
Bahía de La Habana 12 horas antes de que aquél llegara. Su llegada a La Habana fue objeto
de felicitaciones por parte de la compañía y motivo de homenajes populares. Claro que
también provocó un cambio radical en la vida de Francisco Jordán. Enamorado de la ciudad y
de La Isla ya no quiso marcharse jamás de ella. Solicitó traslado de ruta en la compañía
naviera que le adjudicó la ruta La Habana−Buenos Aries y se quedó a vivir en Cuba. Pasando
finalmente a la Compañía Naviera de Cuba donde capitaneó uno de sus más importantes
navíos, el Presidente Machado.
Además de marino de profesión, Francisco Jordán ejerció el periodismo de ocasión y,
sobre todo, la poesía. Poemas suyos se recogen en varias de las revistas que los canarios
editaron en Cuba; y fruto y conclusión de su estancia en La Isla fue la publicación de su obra
poética, destacando los libros: Olas que pasan (Edición de autor. Imprenta La Ideal, La
Habana, Cuba, 1930) y Campanada de a bordo (Editorial imprenta Sucre. La Habana, Cuba,
1934). Fue Francisco Jordán un poeta alambicado, postrromántico tardío, pero sobre todo un
aventurero enamoradizo: su poesía, en un alto porcentaje, está justificada y viene
condicionada por la presencia de la mujer como objeto de sus cuitas y desamores.
Añadir, en lo referente a su profesión, que por sus brillantes actuaciones fue laureado con
la Cruz del Mérito Naval de Primera Clase. Y comentar, como anecdotario, que son dignas de
mención sus Tablas para corregir elementos de los almanaques náuticos, simplificando su
uso; tablas marinas que han sido impresas y sirvieron, durante largo tiempo, de pauta en las
rutas marinas. Muere en La Habana, en 1963.
Félix Duarte Pérez nació en Breña Baja, Isla de La Palma, en 1985. Tuvo una vida
marcada, en su primer tercio, por la trashumancia y la emigración. Muy joven aún, con apenas
16 años emigra a Venezuela. Publica sus primeros versos en la prensa de Caracas y
permanece en el país durante cinco años, ganándose la vida como periodista y cronista.
Regresa a Canarias en 1917, a la edad de 22 años, y se dedica a la enseñanza privada.
Colabora en la prensa local e insular, pero vuelve a emigrar en 1919, esta vez, a la República
de Cuba. Se establece en la localidad de Zaza del Medio, en la provincia central de Sancti
Spíritu, donde funda, con otros, el Liceo Canario, siendo su primer presidente de la sección de
literatura. Colabora en la prensa local así como en diferentes revistas −Canarias, Flor Isleña,
etc.− editadas por la colonia canaria en Cuba.
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Dos años después, en 1921, ocupa un cargo relevante, como representante del Liceo
Canario, en la Asociación Canaria de La Habana, que había sido fundada en 1906. Algo más
tarde, en 1923, funda y dirige la revista Canarias y Cuba, vinculada al Liceo Canario y fue,
asimismo, corresponsal de varios rotativos de La Habana, entre los que citaremos El Mundo,
El espectador habanero o Diario de la Marina. Por esa época traba amistad con los más
notables poetas de la República, principalmente con el Grupo de Camagüey, que lideraba
Nicolás Guillén. En 1925 obtiene el primer premio del concurso de sonetos convocado por el
rotativo El Mundo, con el soneto titulado “Ninguna como tú”, y al año siguiente obtiene una
mención honorífica en el certamen literario, sección de poesía, promovido por el Diario de la
Marina con su “Soneto a Martí”.
Ese mismo año de 1926 el rotativo Diario de la Marina le concede un premio como
reconocimiento a su labor periodística y promueve la edición de su libro de poemas, de título:
Azul y Armiño (Prensa habanera, La Habana, Cuba, 1926), que fue, al cabo, el único libro que
publicó Félix Duarte en Cuba. Regresa al Archipiélago, Isla de La Palma, en 1930, pero
emigrante permanente vuelve a partir de nuevo, ese mismo año, para Cuba. No obstante, en
1932, le volvemos a encontrar de nuevo en la Isla de La Palma. Ya de vuelta a su tierra se
reintegra en el mundillo literario de su capital, Santa Cruz, publica reportajes y artículos de
diversa índole en distintos medios. Se vincula a la Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La
Palma, donde llega a formar parte de su Junta Directiva y de la que se convierte en su
secretario permanente. Gana, en 1945, el Premio literario convocado por el Ayuntamiento de
Santa Cruz de La Palma, con su poema “Canto a La Palma”, y en 1950 el Premio del Cabildo
de La Palma por su “Leyenda de Tanausú”.
En 1956 se le nombra Miembro Permanente de la Asociación de Escritores y Artistas
Americanos con sede en La Habana. Por esa misma fecha comienza su lucha personal porque
la Caldera de Taburiente sea declarada paisaje protegido y más tarde, conseguido lo primero,
Parque Nacional, lo que logra hacer realidad años más tarde. Se implica, asimismo, en la
política local llegando a ser Concejal de Cultura en el Ayuntamiento de su pueblo natal, Breña
Baja. Años más tarde, en 1965, ingresa como Miembro de pleno derecho en el Instituto de
Estudios Canarios de La Laguna, y en 1974 en la Unión Nacional de Ciencias Sociales y
Literatura de Méjico. En 1982 ve cumplido uno de sus sueños más importantes, la publicación
de su libro Leyendas Canarias (Edirca, S.L., Las Palmas de Gran Canaria). Muere en La
Palma, a la edad de 90 años, en 1985.
La vida de Luis Báez Mayor estuvo signada por la tragedia. Su bohemia impertérrita y su
condición de morfinómano le llevaron a la tumba muy joven aún, con apenas 34 años. Nació
Luis Báez en la ciudad de Telde, Gran Canaria, en 1907. De niño, con apenas cino años,
emigra con su familia a Cuba. En esa etapa hace sus estudios primarios en La Habana, pero
pronto regresa a las Islas y a la edad de trece años está de nuevo en su ciudad, para acabar
estudiando bachillerato en Las Palmas de Gran Canaria. Posteriormente se matricula en la
Universidad de Madrid donde decide seguir la Carrera de Derecho. Por desgracia contrae una
enfermedad pulmonar que le impide continuar sus estudios en Madrid por lo que debe
regresar a Gran Canaria. Repuesto de su dolencia marcha a La Laguna, Tenerife, en cuya
Universidad concluye la carrera de abogado.
Apenas concluida la carrera, en 1928, Luis Báez, regresa de nuevo a Cuba y se instala en
La Habana. En la Universidad de aquella ciudad se matricula en Filosofía y Letras, carrera en
la que se licenciará en 1930. En La Habana conoce a destacados poetas de su tiempo, entre los
que citaremos a García Bárcena, Alberto Valdés Brito, con los que traba profunda amistad,
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pero sobre todo se vincula al grupo poético matancero liderado por Agustín Acosta, quien,
curiosamente, se convierte en su mentor y mejor aval. Colabora en distintos medios de prensa
y diferentes revistas de la ciudad, como Diario de la Marina, Bohemia, El espectador
habanero, etc. Escribe artículos y publica poemas, y además, vive intensamente la vida
nocturna un tanto extravagante de la bohemia habanera.
Como consecuencia de ese “estado de cosas”: su desordenada vida, su tendencia a la
drogadicción y, sobre todo, unos oscuros y turbios amores no bien vistos... surgieron
divergencias y dificultades familiares que le obligaron a regresar a Gran Canaria. Así,
encontramos a Luis Báez, de nuevo en su ciudad natal de Telde, en 1932, con apenas 25 años,
dejando atrás un extraño matrimonio “falso” y un hijo nacido que, probablemente, nunca llegó
a conocer: Luis Báez, hoy curiosamente, importante periodista en Cuba. Entre 1932 y 1936 se
relaciona con los escritores grancanarios de ese momento, y aunque se vinculó a la llamada
'Escuela lírica de Telde' su poesía gozó siempre, es más que probable que por su condición
vital, de un sesgo diferencial al resto del grupo. Ya en su ciudad natal ejerció la abogacía y
colaboró, asimismo, en distintos medios y revistas locales.
Su obra, aunque nunca fue recogida en libro −a título personal− mientras vivió, puede
leerse en Antologías diversas publicadas en los últimos años en Canarias. Entre otras
podemos destacar: 96 poetas de las Islas Canarias, J. Quintana e I. Marrero (Cabildo de Gran
Canaria, 1966), 4 poetas de Telde, J. Yedra (Ediciones El Pico/Ayuntamiento de Telde, 1991)
y más recientemente, 7 poetas de Telde, Hortensia Alonso (Edición de autor, Telde, 2001).
Está, por tanto, pendiente aún, la edición definitiva de sus poemas en un tomo propio. Luis
Báez murió, tras habérsele perdido la pista como autor y por la imposibilidad de su
recuperación, en 1941, contando apenas 34 años, en la ciudad de Telde.
Esta es otra vida marcada también por la tragedia. Antonio Hernández Pérez nace en Santa
Cruz de Tenerife en 1909 y, con apenas meses, es llevado de Cuba por su familia que emigra
a la zona central de la Isla. Desde 1910 hasta 1933 reside en Yaguajay, Provincia de Sancti
Spiritu, y a partir de dicho año reside en Caibarién, en la Provincia de Villa Clara. Sus
estudios apenas rebasaron la enseñanza primaria, sin embargo siente muy tempranamente una
fuerte vocación literaria, que le permitió colaborar en publicaciones periódicas, tanto prensa
como revistas. Tardío, sin embargo, en su producción literaria, no publica su primer libro
hasta 1947, año en que ve la luz Vientos sin pautas, poemario de corte nerudiano que no
muestra aún el vigor lírico que alcanzará su producción posterior.
Su vida transcurre entre la villa donde reside, Caibarién, y la capital de la provincia, Santa
Clara, con muy escasas visitas a la capital del país, La Habana. Y aunque su producción es
muy espaciada va ganando peso específico como uno de los poetas −cubano ya− más
destacados de su generación. En 1958, cuando estalla la revolución cubana se une a la
columna del Che Guevara en Santa Clara en la que permanece hasta su entrada en La Habana
en 1959, continuando luego vinculado a las fuerzas armadas revolucionarias. Firmemente
comprometido en la causa socialista, cree necesaria la lucha por liberar al pueblo de la garra
dictatorial, tanto que su propia obra se ve afectada y cambia de sentido tras el triunfo de la
revolución. Es un hombre convencido −inocencia pura− de que la poesía puede cambiar el
mundo e influir sobre las ideas.
De su obra literaria destacaremos los libros: Contigo contemplo la poesía (1956); En la
ventana abierta (1965); Y de pronto me sales con tu voz (1970); Los árboles (1975),
probablemente la obra más representativa de su producción. Obtiene importantes premios de
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Memoria y presencia: poesía canaria en Cuba a través…
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poesía, entre los que destacaremos: Menciones diversas −años 1969, 1973, 1974 y 1975− en
el Concurso 26 de Julio, Mención en el Concurso La edad de oro en 1974; y, que duda cabe,
su más importante galardón, el Premio Nacional de la Uneac de poesía del año 1970 por su
libro Y de pronto me sales con tu voz; gana, además, el premio Julián del Casal en 1974 por su
libro Los árboles. Asimismo, su obra ha sido recogida en varias antologías de poesía cubana.
Sus libros Palo Verde (1978) y Yo digo mi valle (1979), ambos de décimas, se publican a
título póstumo, tras el fallecimiento del poeta acaecido, de penosa enfermedad −cáncer−, en
1975.
El caso de Julio Tovar es bastante peculiar dentro del contexto que estudiamos. La decisión
de incluir su nombre en esta pequeña Antología viene dada, un poco, porque sirve para
ilustrar el continuo trasiego que en esa época existía entre Canarias y Cuba, tanto que muchas
familias insulares estaban compuestas por la parte de los familiares de acá y la otra parte de
los otros de allá, y repartidos todos entre éstas y la otra Isla.
Aunque nacido en Güines, Provincia Habana, en 1921, de padres canarios emigrados a
Cuba, desde muy joven reside en Tenerife. Con apenas 14 años, sus padres le envían a Santa
Cruz de Tenerife a concluir estudios de bachillerato, y luego ya pasa a realizar estudios
superiores en la Escuela de Comercio de la capital tinerfeña. Si bien nunca renegó de su
nacimiento cubano −lo hizo constar siempre en sus reseñas literarias y personales−, jamás
regresó a Cuba.
Desde 1945 comienza a publicar sus primeros versos en la prensa y en revistas locales
como Mensaje y Tenerife Gráfico. Colabora desde su fundación en la separata Gaceta
Semanal de las Artes del Diario La Tarde. Durante años fue secretario de la sección de
Literatura del Círculo de Bellas Artes de Tenerife. Tanto por su condición como por su
filiación diremos de él que es un poeta netamente canario, y que su poesía se enclava dentro
de la tradición lírica de las Islas.
Entre su producción poética cabe destacar: Primavera en tu ausencia (1946); Poesía
olvidada (1948); Hombre solo (1962) y Desvelada soledad (1966), este último publicado
póstumamente. Trabaja, además, otras disciplinas literarias como la prosa −cuento− y el
teatro. En 1956 obtiene el Primer Premio de Cuentos del Ateneo de La Laguna. Muere en
Santa Cruz de Tenerife en 1965, joven aún, a la edad de 44 años. Uno de los más importantes
premios de poesía de Tenerife, el convocado por el grupo editorial Nuestro Arte, lleva su
nombre.
Así completamos el ciclo y retornamos, de nuevo, al poeta motivo de nuestro estudio,
Modesto San Gil Henríquez. Está trazada, asimismo, la vida de nuestro poeta fuera del canon
de la normalidad. Retomando el discurso en el que iniciaba un recorrido por su trayectoria y
esbozaba, a vuela pluma, su vida, diré que la concreción de su obra poética tampoco responde
a la normalidad. Aunque comienza a escribir muy joven e incluso destaca su poesía, dada al
conocimiento del resto, y obtiene premios, recuerdo aquí que, aún en el seminario, obtiene
dos premios de poesía en sendos concursos en 1941 con apenas 19 años, habría de esperar
nuestro autor hasta 1995, es decir 54 años, para ver publicado su primer libro, Alfa y Omega
(Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, Cuba, 1995), que es en realidad un único gran poema
extenso, de 360 versos, repartido en Cinco Cantos, donde el poeta refunde su experiencia vital
y establece un recorrido consciente por su vida y sus actos: su desvelamiento como ser
consciente de su estado.
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XV Coloquio de Historia Canario-Americana
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Su segundo libro Elegía del solitario (Colección La Diáspora. Gobierno de Canarias, Islas
Canarias, 1996), ve la luz gracias al Premio de Poesía Pérez Galdós convocado por la
Asociación Canaria de La Habana con el patrocinio del Gobierno de Canarias (Consejería de
Relaciones Institucionales y Cooperación Exterior). Al ganar, en 1995, Modesto San Gil este
premio, llevaba implícito la publicación de la obra, como así ocurre. Y ya a partir de aquí se
hace más sencillo al autor la edición, y sobre todo la consideración y el estudio, de su obra
acumulada en silencio durante tantos largos años. Así ven la luz, El profeta y los cuervos
(Ediciones Ávila, Ciego de Ávila, Cuba, 2000) y Versos descalzos (Ediciones Ávila, Ciego de
Ávila, Cuba, 2001); y será de inmediata publicación, Salmos a la deriva (Ediciones Ávila,
Ciego de Ávila, Cuba, 2002). Aún mantiene gran parte de su obra inédita.
Su obra, además, ha sido recogida en diversas Antologías y Selecciones de poesía cubana,
entre las que destacaremos: Poetas actuales de Ciego de Ávila (Ediciones Ávila, Ciego de
Ávila, Cuba, 2000) o Anuario de poesía cubana, 2001 (Ediciones Uneac, La Habana, Cuba,
2001); y en el extranjero, de las que −entre las últimas− citaremos: Poetas cósmicos cubanos,
Tomo II (Frente de Afirmación Hispanista, México, 2000) o Antología de la décima cubana
actual (Carta Lírica ediciones, Miami, USA, 2001). Amén de estar recogida en diversas
publicaciones periódicas de prensa y revistas, como: Imago, Videncia, Enfoque, Isleños, etc.
en Cuba, o Norte (de Méjico), Carta lírica (de USA) o La Graja (de La Palma).
Ha recibido, asimismo, gran número de premios y reconocimientos a lo largo de su vida
entre los que destacaremos, por su importancia: La Orden Enrique Varona, 1996 (del CTC
Nacional), La Orden Centenario Juan Marinello, 1998 (del Ministerio de Cultura),
Personalidad de la cultura cubana, 1998 (Gobierno Provincial de Ciego de Ávila), y el 20 de
octubre de 2002, la Distinción por la Cultura Nacional (del Ministerio de Cultura); entre sus
diversos premios literarios cabe destacar: Premio de Décima, 1992 (Sancti Spiritu); Premio
Poesía de Primavera, 1992 (Ciego de Ávila); Premio de poesía Benito Pérez Galdós, 1995 (La
Habana); Premio Ada Elba Pérez, 1997 (Sancti Spiritu); Mención especial Concurso de poesía
Regino Pedroso, 2001 (La Habana) y Gran premio de décima Lucas Buchillón, 2001 (Ciego
de Ávila).
A pesar de su aclimatación como cubano, su reconocimiento de criollo, la poesía de
Modesto San Gil Henríquez se ve atravesada por el rasgo de la nostalgia, frecuentes son sus
referencias a las Islas Canarias en su poesía: situaciones, memorias, parangones, recuerdos
−más de oídas que otra cosa− acerca de su infancia en la Isla de La Palma. Esa primera
condición marca y establece pautas en su estructuración como poeta, pero otra, de mayor
calado, su condición de hombre católico declarado en un país de las circunstancias de Cuba,
establecen un sesgo diferencial en la complexión de su discurso poético. Así, durante muchos
años, la poesía de Modesto San Gil no encajaba en los procesos “patrióticos” tan en boga
durante los primeros años posteriores a la “revolución” ni en la decantación “discursiva” de la
poesía cubana de los últimos decenios. Siempre contracorriente, la temática −que no el
tratamiento, pues Modesto San Gil, amén de la poesía en verso libre, acomete también el
soneto y otras estructuras métricas de versificación, practicando, y con asiduidad, la décima−,
decía, la temática de su obra escapaba a la comprensión de aquellos críticos que no
alcanzaban a vislumbrar en su discurso una variante ajena −o extrañada, si se quiere− de lo
que era uso común en la lírica cubana. Todo en él, su memoria humana, su rastro poético, las
claves de su discurso, las conexiones y nexos con la insularidad, es lo que le ha supuesto ser
un escritor, un poeta, extrañado en otra tierra, un poeta vinculado a otro proceso escritural
diferenciado: un poeta peculiar en el contexto de la poesía canaria actual, como canario que
es, y un poeta atípico en el contexto de la poesía cubana contemporánea.
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Memoria y presencia: poesía canaria en Cuba a través…
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A día de hoy esas “asperezas” están ya limadas, tanto, que el Premio Provincial de Poesía
de Ciego de Ávila lleva su nombre, como reconocimiento a su aportación y su distinción
dentro del proceso global y de tendencias al que la poesía cubana de estos últimos años parece
haberse abierto. Es, por tanto, Modesto San Gil Henríquez hoy en Cuba, un poeta premiado,
reconocido, que a sus 80 años goza de una envidiable salud, tanto física, como lírica. Con
unas inmensas ganas por ver editada −según su propia confesión− su obra en Canarias, y una
fe intacta en la poesía como “alfa y omega” del entendimiento del ser humano en mitad de
este “caos cósmico”, y orden por el que reconocerse en “el otro”: el hombre −según tomo de
sus propias palabras–.
CONCLUSIÓN
Con esta visión genérica muy punteada, y apoyados en la figura de nuestro último poeta
canario en Cuba, se ha querido establecer el esbozo de lo que ha representado, durante 400
años, la aportación de los poetas canarios que emigrados a Cuba dejaron una presencia
diferencial en la poesía de aquel país. Autores, en su mayoría, prácticamente desconocidos en
uno y en otro lugar, que son presentados por primera vez −lo doy casi por sentado− con
contemplación genérica y de conjunto: una visión panorámica para intentar entender, algo
más, las circunstancias de una serie de creadores que trasterrados de su lugar de origen han
sido capaces de aportar, allí donde la vida les llevó, su visión sobre el Mundo y los hombres.
Espero, sólo, que este artículo valga para que de ahora en adelante se preste mayor atención a
sus vidas y que sean estudiadas, con rigor y profundidad, sus obras.
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