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“ESCRITURA EXPUESTA” Y PODER EN GRAN
CANARIA: RESULTADOS PRELIMINARES
Manuel Ramírez Sánchez
Las inscripciones realizadas en piedra, ya sea para conmemorar la construcción de algún
edificio, ya sea para significar la dedicación de algún templo o para honrar la memoria de los
muertos, constituyen uno de los legados materiales de nuestro Patrimonio Histórico.
Tradicionalmente relegadas, cuando no olvidadas, muchas de ellas han llegado hasta nuestros
días sin que ningún investigador haya examinado los aspectos formales y simbólicos, pero
menos aún su intencionalidad propagandística. A partir de la catalogación sistemática de toda
la documentación epigráfica, desde los primeros epígrafes que se conservan hasta los del siglo
XIX, nuestra investigación se centra en el análisis de la escritura expuesta en Gran Canaria,
destacando la estrecha vinculación que ha existido entre la práctica escrita y el ejercicio del
poder político por las elites sociales. La epigrafía monumental y funeraria, junto con las
filacterias y letras pintadas sobre retablos y obras artísticas, encuadradas baja la feliz
denominación de “escrituras expuestas” (A. Petrucci, 1985), a diferencia de la escritura de las
escribanías, sale al encuentro de las clases menos privilegiadas, lo que nos permite acercarnos
a la función informativa, pero también publicitaria, de estas “escrituras expuestas”.
El estudio de las inscripciones de época histórica de Canarias, y en particular de Gran
Canaria, que es el marco espacial en el que estamos trabajando en este momento, se inserta en
una línea de investigación novedosa en Canarias, que, en nuestra modesta opinión, puede
contribuir a la renovación de la historiografía canaria, que, desde hace décadas, sigue centrada
en el estudio de los mismos aspectos de la historia social, económica, institucional y política
del Archipiélago. En las líneas que siguen se publica la justificación teórica de esta
investigación y la metodología que estamos siguiendo en la misma, al tiempo que se exponen
las posibilidades que brinda el estudio de algunas inscripciones concretas. 1
INTRODUCCIÓN
El interés de esta “escritura expuesta” radica no sólo en el contenido de los propios textos,
aspecto éste que tradicionalmente es el que más ha interesado a los eruditos y, en fechas más
recientes, a los propios historiadores, sino que se extiende también a los aspectos formales
–estereometría y paleografía–, simbólicos –iconografía– e intencionalidad propagandística,
entre otros. En Canarias, y particularmente en las islas orientales, las inscripciones de época
histórica que han llegado hasta nuestros días son poco abundantes en comparación con el rico
patrimonio que conservan algunas regiones y ciudades de la Península Ibérica. El propio
devenir histórico de los núcleos urbanos de estas islas pueden justificar esta escasez de restos
materiales, pero es posible que ésta obedezca a otros factores, lo que obligaría a replantear las
causas que pueden explicar este “vacío epigráfico”.
A partir del estudio analítico de las inscripciones que se conservan, ya sea en su contexto
original –puestas en fábrica en edificios civiles y religiosos–, ya sea conservadas en Museos y
casas particulares, se pretende ofrecer el primer estudio sistemático de este importante legado
documental, escasamente conocido hasta el momento. Pero el trabajo pretende ir más allá de
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“Escritura expuesta” y poder en Gran Canaria
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la realización de un corpus documental, pese a que esta labor sea por sí sola lo
suficientemente importante como para justificar un proyecto de investigación. En efecto,
hemos considerado necesario realizar, en primer lugar, un catálogo exhaustivo de todas las
inscripciones que se conservan en Gran Canaria, aunque éste no será el único objetivo de
nuestra investigación, ya que a partir del mismo, procederemos a analizar los usos de la
cultura escrita en esta isla durante los siglos XVII al XIX, con el objetivo de poder analizar los
contextos de recepción de la “escritura expuesta” y su vocación propagandística por parte de
los grupos dominantes.
Esta línea de investigación, ciertamente novedosa en nuestras islas, goza ya de una
tradición asentada en las últimas décadas en la historiografía española, particularmente
desarrollada por algunos grupos de investigación integrados por especialistas del Área de
Ciencias y Técnicas Historiográficas de distintas universidades. Se trata de estudiar la
documentación escrita de nuestro pasado a través de una metodología abierta y dinámica,
superando la concepción tradicional que ve en los documentos escritos, sea cual sea su
soporte, fuentes históricas en sí y por sí mismas (F. M. Gimeno Blay, 1986, 1998 y 1999). En
efecto, la historia social de la cultura escrita pretende estudiar, a través del análisis detenido
de estos documentos escritos, en qué medida este concreto instrumento de comunicación ha
sido utilizado por los grupos privilegiados de la sociedad como un medio propagandístico más
al servicio de sus intereses o, incluso, como un elemento de su ejercicio del poder político,
social y económico (A. Petrucci, 1985 y 1986).
Las inscripciones, siguiendo la definición propuesta por René Favreau, deben ser
consideradas como testimonios escritos en orden a una publicidad universal y perdurable, lo
que supone poner en evidencia su significación como medio de comunicación social. La
ciencia encargada de su estudio es la Epigrafía, pero nuestra concepción del objetivo principal
de dicha ciencia histórica no radica sólo en la lectura e interpretación de dichas “escrituras
expuestas”, sino que consideramos que ésta debe profundizar en el estudio de su génesis, su
forma y evolución, con el fin de poder situarlas en el marco de la sociedad que las ha
producido. De este modo, la Epigrafía contribuye, conjuntamente con la Paleografía y las
demás Ciencias de la escritura, a hacer una historia de la cultura escrita (F. M. Gimeno Blay,
1999).
En efecto, frente al estudio tradicional de las inscripciones, concebidas por el interés en sí
mismas, un análisis desde la perspectiva teórica que proponemos permitirá conocer no sólo
las prácticas escriturarias de las clases dominantes, que son las que encargan y costean estas
inscripciones, al tiempo que dictan el contenido del propio texto, sino también la recepción de
estas escrituras expuestas por las clases populares. Este hecho se puede observar, sobre todo,
en determinados ámbitos cronológicos y espaciales, pero su estudio puede contribuir,
también, al estudio de los procesos de alfabetización en Canarias, tan desconocidos como mal
estudiados hasta el momento. 2 En resumen, nuestra investigación tiene el interés de estudiar
una parte de nuestro patrimonio histórico que hasta el momento no ha recibido la atención que
se merece, pero que al mismo tiempo, supone la introducción en Canarias de una línea de
investigación novedosa en el ámbito de las ciencias históricas, como es el estudio de la cultura
escrita –en este caso concreto, las “escrituras expuestas” –, en el marco de la sociedad que la
ha producido.
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EL ESTUDIO DE LAS “ESCRITURAS EXPUESTAS” EN CANARIAS
Hasta ahora, el conocimiento que teníamos de las inscripciones de los siglos XVII al XIX que
han llegado hasta nuestros días, tanto en Gran Canaria como en las demás islas, procedía del
interés que éstas han tenido para algunos eruditos locales y para los especialistas en
Genealogía y Heráldica, sobre todo cuando conservaban escudos de armas o mencionaban a
miembros de la nobleza local. Quizá por el interés que han despertado entre los historiadores
otros aspectos de la cultura material del pasado, quizá por simple desinterés, no existe hasta la
fecha ningún trabajo de conjunto sobre esta materia que pueda considerarse como una obra de
referencia previa al proyecto que estamos realizando. Existen diversos artículos o noticias
publicadas en diarios o revistas científicas como la Revista de Historia Canaria o El Museo
Canario, que aportan información sobre algunos ejemplos concretos de epígrafes, pero apenas
dicen algo más que la noticia de un hallazgo o la lectura del texto. Igualmente, el estudio de
las filacterias de las pinturas y retablos que se conservan tampoco ha sido objeto de estudio
por parte de los historiadores del Arte que han estudiado el Patrimonio Artístico de Canarias.
Así las cosas, es evidente el interés que presenta nuestra línea de investigación, ya que hasta
la fecha no se ha acometido un estudio de conjunto que permita comparar el material
epigráfico de nuestras islas con el de otros conjuntos del territorio peninsular e, incluso, de
Hispanoamérica. 3
Como ha señalado Vicente García Lobo (1991), el interés de los epigrafistas por el estudio
de las inscripciones radica en su importancia como medio de comunicación social en las
distintas sociedades del pasado. En efecto, ha sido a partir de los trabajos de paleógrafos
como el italiano Armando Petrucci, cuando muchos de los historiadores han comenzado a
reflexionar sobre las dos nuevas preguntas propuestas por este historiador –quien escribe por
qué lo hace–, ampliando así, conceptual y metodológicamente su investigación, centrada hasta
entonces en la respuesta del qué, cuándo y cómo se redactaron las inscripciones. 4 En España,
los historiadores Francisco M. Gimeno (1988, 1991 y 1997) y Antonio Castillo (1997 y
2000), han sido los principales impulsores de este tipo de estudios sobre las “escrituras
expuestas”. A estas publicaciones hay que añadir los congresos y jornadas científicas que han
estado centradas en el estudio de este tipo de documentos (F. M. Gimeno y Mª Luz
Mandingorra, eds. 1997; C. Ciociola ed. 1997). En los últimos años, el aumento de
publicaciones sobre el tema y la organización de congresos y reuniones científicas son una
muestra evidente de que los estudios sobre Epigrafía y cultura escrita, desde la Antigüedad
hasta la Edad Media, están en un momento de expansión. Sin duda, el mérito de este cambio
de percepción ante el fenómeno gráfico de las inscripciones lo tienen los trabajos de
paleógrafos como Armando Petrucci, cuyas propuestas hace tiempo que han empezado a ser
tenidas en consideración por algunos historiadores de la Antigüedad (A. Donati, 002),
siguiendo la senda de los trabajos pioneros de Giancarlo Susini. La gran difusión que ha
alcanzado una de sus últimas monografías, dedicada a lo que él ha llamado “escrituras
últimas”, es buena prueba de ello. 5
Estas publicaciones, como las de otros autores en otros países europeos, están
contribuyendo a que, desde el campo de las llamadas Ciencias y Técnicas Historiográficas, se
supere la definición auxiliarista convencional de la ciencia epigráfica, como aquella que se
encarga del estudio de las inscripciones de la Antigüedad (J. de Santiago, 2004). Desde hace
ya muchos años, en Francia y Alemania, algo más tardíamente en Italia, y en tiempos más
recientes en España, se puede hablar de una Epigrafía medieval con un cuerpo teórico y un
método científico perfectamente delimitado, que está llevando a cabo proyectos de
investigación de una envergadura que no desmerecen a los de otros de mayor tradición
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“Escritura expuesta” y poder en Gran Canaria
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historiográfica. Parece que es el momento de dar el paso hacia la justa consideración,
igualmente, de las “escrituras expuestas” de época moderna y contemporánea. 6
En España, las investigaciones realizadas sobre inscripciones de la Edad Moderna son
particularmente escasas, pero los que se han realizado bien merecen ser destacados aquí. Por
ejemplo, el estudio de Antonio Castillo (1997 y 2000) sobre las inscripciones de Alcalá de
Henares, o la Tesis Doctoral de Mª José Rubio dedicada al estudio de la epigrafía
complutense, desde la Antigüedad hasta el siglo XIX (Mª José Rubio Fuentes 1999), entre
otros. Las “escrituras expuestas” de época contemporánea ha sido objeto de estudio por
algunos historiadores, como Armando Petrucci (1986 y 1995), C. Cunningham (2000), o
historiadores del Arte como A. Bartram (1975, 1978 a y 1978 b). A ellos habría que añadir, en
España, a algunos investigadores que han publicados inscripciones de los siglos XIX y XX en
los congresos internacionales de estelas funerarias organizados hasta el momento –el último
de ellos celebrado en Santander, en 2002–. Estas inscripciones contemporáneas nos aportan
información sobre la mentalidad de la burguesía del siglo XIX y el uso que hicieron de estas
inscripciones como vehículo de propaganda, no sólo en los mausoleos y sepulturas
individuales, ni en los monumentos y espacios públicos de las ciudades, sino incluso en las
propias viviendas.
En esta misma línea, el proyecto de investigación que estamos realizando no se centra
únicamente en el análisis descriptivo y formal del conjunto de inscripciones que se conservan
en Canarias, con una cronología comprendida entre el siglo XVII para las más antiguas y el
siglo XIX para las más modernas. En efecto, pretendemos ir más allá, analizando la relación
existente entre estas “escrituras expuestas” –muchos de ellas conservadas fuera de su contexto
original– y la sociedad que los generó, con el fin de determinar hasta qué punto estos
documentos escritos sirvieron de elemento propagandístico de las elites.
REALIZACIÓN DELCORPUS EPIGRÁFICO DE GRAN CANARIA
La metodología que hemos seguido en la realización del catálogo epigráfico es la habitual
en este tipo de investigaciones. Somos conscientes de que la recogida de los datos y la
presentación formal de los mismos debe seguir un criterio científico, pero es evidente que
la extrapolación del modelo que se suele utilizar para la Epigrafía antigua no es el más
adecuado, por diversas razones. Se hace necesario, por tanto, seguir un método de trabajo que
se adapte mejor a la naturaleza de las inscripciones que vamos a estudiar, para lo cual hemos
adapatado el método que está utilizando en la edición del Corpus Inscriptionum Hispaniae
Mediaevalium, que dirige Vicente García Lobo (M. Gutiérrez: 1997, pp. 1011).
Por ello, en
el catálogo epigráfico, los datos de cada inscripción serán los siguientes:
· Número de orden de la inscripción
· Fecha. Ya sea la que se indique en la propia inscripción o la que se pueda
determinar, siempre en términos de aproximación cronológica, a través de los
elementos externos e internos de la misma.
· Regesta de la inscripción. Atendiendo a su clasificación según el asunto principal al
que hace referencia el texto, con expresión del titular o titulares del mismo.
· Datos técnicos de la inscripción. Lugar de procedencia (en capitales), localización
actual (en cursiva), situación, materia, forma, medidas, tipo de escritura, etc.
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· Publicaciones (abreviado PUBL.). Relación de todas las obras que han publicado el
texto de la inscripción, ordenadas cronológicamente.
· Referencias (abreviado REF.). Relación de todas las obras que se han limitado a
citar la inscripción, sin aportar el texto, por orden cronológico.
· Transcripción epigráfica. En caracteres capitales o en minúsculas, según aparezcan
en la propia inscripción. Las abreviaturas y caracteres especiales se mantienen. Las
restituciones y lagunas se indican entre paréntesis cuadrados. Se conserva la
disposición del texto en las inscripciones conservadas y, en el caso de las
desaparecidas, cuando la tradición lo confirme. En el caso de las inscripciones que
tengan un texto muy largo, éste no aparecerá según su disposición original, y los
saltos de línea se indicarán convenientemente.
· Transcripción paleográfica literal. Tanto de las inscripciones conservadas como de
las desaparecidas, en letra cursiva y con las abreviaturas resueltas. Se indican entre
paréntesis las letras no abreviadas que faltan en el texto. Los paréntesis cuadrados
se mantienen en los casos indicados más arriba. Los acentos gráficos sólo se
indican si aparecen en la propia inscripción.
· Comentario crítico. Cuando proceda, de las lecturas anteriores de la inscripción.
· Referencia a la lámina o figura de la inscripción.
Resulta evidente que, para las inscripciones de finales del siglo XIX y, sobre todo, para las
del siglo XIX, puede parecer superflua la distinción entre la transcripción epigráfica y la
paleográfica literal, toda vez que la utilización de siglas y abreviaturas se van reduciendo
hasta su práctica eliminación. No obstante, para garantizar la uniformidad del catálogo y no
interferir en el diseño de los campos de la base de datos informatizada, hemos considerado
oportuno seguir el mismo modelo de ficha.
Sin duda, uno de los principales objetivos de un estudio de este tipo pasa por la elaboración
de un catálogo de todas las inscripciones, filacterias y letras pintadas que se conocen
–incluyendo aquellos testimonios que están en paradero desconocido–, ya sea conservados en
colecciones públicas o privadas, ya sea expuestos en otros espacios –edificios particulares,
iglesias y ermitas, etc.–, ya sea conservados en sus emplazamientos originales. Siguiendo la
metodología habitual de la investigación epigráfica (vid. supra ), se analizan los aspectos
externos e internos de estas inscripciones, con el fin de obtener una documentada ficha de los
mismos, compatible con las de otros catálogos epigráficos realizados en España (Mª J. Rubio,
1994 y 1999) o con los que pueden publicarse en el futuro.
En efecto, el estudio de inscripciones del siglo XVII como la que Néstor Álamo rescatara de
la Ermita de San José del Álamo, hoy desaparecida, nos puede ayudar al conocimiento de la
cultura escrita en Canarias, a partir del análisis de inscripciones monumentales repletas de
artificios gráficos más o menos elaborados, 7 así como del detenido estudio de la inscripción
que, supuestamente, estaba situada en la antigua Ermita de La Luz, y que actualmente se
exhibe en El Museo Canario, es posible conocer mejor el proceso de realización de este tipo
de inscripciones y el interés por ejecutar variantes gráficas de algunas letras, claramente
arcaizantes, si no anacrónicas, quizá por el empeño de sus comitentes por aportar un valor
añadido al carácter autorrepresentativo de este tipo de inscripciones edilicias (Figura 1).
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Figura 1. Inscripción (aedificatio) realizada en un bloque de arenisca, posiblemente procedente de la antigua
Ermita de La Luz. El Museo Canario (nº Reg. 398). Las Palmas de Gran Canaria.
Sin duda, las inscripciones funerarias han sido más abundantes que otro tipo de “escrituras
expuestas”, aunque la constante reutilización de este tipo de soportes, ya sea como soporte
escriturario, ya sea como simple elemento constructivo, cuando no su constante renovación
–debido a la necesaria amortización de los espacios funerarios–, ha ocasionado la progresiva
destrucción de la mayoría de estas losas sepulcrales. Debemos tener presente que en Canarias
los enterramientos de la población se continuaron realizando dentro de las propias iglesias
durante el siglo XVIII, incluso una vez promulgadas las disposiciones Carlos III de 1786 y
1787, entre otras cosas porque, con excepción de La Laguna –cuyo cementerio se inaugura en
los primeros años del siglo XIX–, o Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria –
cuyos cementerios se inauguran en la segunda década del siglo XIX–, la mayoría de los
núcleos de población carecieron de éstos hasta bien entrado el siglo (E. Roig: 1987,
p. 146). Algunos viajeros que visitaron las Islas a finales del siglo XIX mostraban su sorpresa
ante el hecho de que las iglesias continuaran siendo utilizadas como cementerios, e incluso de
las palabras de alguno de ellos podemos deducir el abundante número de sepulturas que
debieron albergar estos templos (A. P. Ledru: 1796, p. 50).
Como ha explicado uno de los pocos historiadores canarios que ha estudiado el fenómeno
de la muerte en el siglo XVIII, la utilización del interior de las iglesias y ermitas como espacio
funerario se realizaba mediante una clara ordenación jerárquica del espacio disponible (M.
Hernández: 1990, pp. 137141).
En aquellos casos, por otra parte relativamente abundantes,
en los que no se conservan las losas sepulcrales, es posible constatar, a partir del estudio de
los testamentos, el empeño de las clases privilegiadas por señalar la preeminencia de su
sepultura mediante la realización de una inscripción funeraria, a ser posible en mármol, donde
se consignen por escrito los datos del difunto y, en algunos casos, los cargos y honores
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desempeñados en vida. Tal es el caso, por ejemplo, de don Zoilo Ramírez de la Nuez, deán
del Cabildo Catedral de Canarias, en cuyo testamento cerrado ante el escribano Bernardino de
Vega el 4 de abril de 1552 se dice:
Mando que mi cuerpo sea sepultado y enterrado en la iglesia mayor de señora Santa
Ana, que es en la ciudad real de Las Palmas, en la capilla de nuestra Señora de la
Antigua, que es mía, en la pared que está a la mano izquierda de la dicha capilla
comenzando la sepultura dende el derecho del canto del altar, como a mis señores
Deán y Cabildo pareciere, y allí sea puesta una losa de mármol blanca igual de la
pared con un letrero que diga cómo fui racionero de esta santa iglesia, y cómo
después fui canónigo y maestrescuela y chantre y deán y el tiempo en que la serví y
el día de mi fallecimiento, y cuando esta media iglesia fuese acabada y la capilla se
hiciese, como está asentado entre los dichos señores y mí, mando que mis huesos
sean pasados a ella y puestos con la dicha losa de mármol, según se pusiera en ésta o
en otra donde fuese mi cuerpo sepultado. 8
En ocasiones el azar ha permitido que algunas inscripciones funerarias hayan llegado hasta
nuestros días, en unos casos, incluso, en el interior de las iglesias y sepulturas donde fueron
colocadas, en otros casos –aún más extraños–, en los propios cementerios. Más infrecuente
aún es que algunas de estas inscripciones aparezcan en el transcurso de alguna excavación
arqueológica, como sucedió en la reciente intervención efectuada en el solar junto a la
Catedral de Santa Ana, en la que se halló un fragmento de una losa de arenisca, originalmente
situada en el interior de la Catedral, aunque posteriormente removida de su posición original
(J. Ignacio Sáenz Sagasti y Mª del C. González Marrero: 2002, pp. 3031),
quizá en las obras
de reforma que sufrió el templo a finales del siglo XVIII. Aunque el investigador Pedro
Quintana (2002) ha identificado esta inscripción como la lápida mortuoria del inquisidor
Francisco Mesía de Frías (15991669),
tras estudiar personalmente la inscripción (Figura 2),
considero que ésta, en realidad, corresponde a la sepultura de don Francisco Mexía Márquez,
Deán y Canónigo del Cabildo Catedral de Canarias, fallecido en 1634 (P. C. Quintana
Andrés: 2003, p. 909). 9
Pero el afán por la ostentación y boato del que hicieron gala estos miembros de la elite
local (P. C. Quintana: 2003, pp. 300323)
no se limitó a las “escrituras últimas” esculpidas
sobre las losas sepulcrales, sino que, en algunos casos, llegó a la construcción de monumentos
funerarios. Entre ellos podría incluirse el fallido proyecto del monumento en memoria de don
Diego Nicolás Eduardo y Rijo, fallecido el 30 de enero de 1798. Tras su muerte, el Cabildo
Catedral de la Diócesis de Canaria tomó la decisión de honrar la memoria de quien impulsó la
ampliación de la Catedral de Santa Ana, para lo cual encargó a un pintor tinerfeño
la realización de un lienzo en el que, a modo de boceto, se plasmara el proyecto que debía
encargarse a Italia.
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Figura 2. Fragmento de inscripción funeraria descubierta en las excavaciones practicadas en el solar norte de
la Catedral de Las Palmas. El Museo Canario (nº Reg. 66/Sector 11 del inventario de la campaña de 2001 en el
solar norte de la Catedral de Santa Ana). Las Palmas de Gran Canaria.
Dicho proyecto nunca se materializó, pero la conservación del lienzo, recientemente exhibido
en la magna exposición La Huella y la Senda (Las Palmas de Gran Canaria, 30 de enero30
de
mayo de 2004), es una excelente muestra del carácter de autorrepresentación del poder
terrenal que persiguen este tipo de monumentos, tan escasos, por otra parte, en Canarias. 10
Debajo del retrato del difunto, que constituye el centro del monumento funerario de estilo
neoclásico, encontramos el campo epigráfico, ligeramente rehundido, en el que los comitentes
han redactado el texto. Sobre él, un pequeño escudo de armas, discretamente situado en el eje
de la composición. Para la redacción del epitafio no se ha utilizado la lengua vulgar, sino un
latín artificioso que evidencia, con mayor rotundidad si cabe, el carácter simbólico de estas
“escrituras expuestas”, inaccesibles más allá de la elite social que las ha generado, que
prefiere la utilización de la lengua latina como reafirmación de su erudición: EUCLIDI
NIVARIENSI / DOCTORI DIDACO NICOLAO EDUARDOSi / In hac Cathedrali Ecclesia
meritissimo THESAURARIO, / Qui digniorem ipsius partem â fundamentis erexit; / Eiusdem
Ecclesiæ SENATUS hoc suæ gratitudinis / monumentum. / Obiit die XXX. Januarii A. D.
MDCCXCVIII. Æetatis suæ LXV (Figura 3).
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Figura 3. Proyecto del monumento funerario de Diego Nicolás Eduardo, obra de Luis Paulino de la Cruz y Ríos
(c. 17981799).
Óleo sobre lienzo. Museo Diocesano de Arte Sacro de Las Palmas de Gran Canaria.
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La puntuación y la alternancia en el uso de mayúsculas y minúsculas evidencia el escaso
“hábito epigráfico” en Canarias, al menos para quienes han redactado la minuta , aunque
un examen atento de las palabras escritas en mayúsculas permite entrever la intencionalidad
de los comitentes: el nombre del difunto –relegado a la segunda línea–, y sus principales
cargos y honores en mayúsculas, así como la mención del Cabildo Catedralicio, bajo la
denominación de SENATUS; el resto del texto en minúsculas. No obstante, este tipo de
variaciones gráficas en el texto son habituales en las cartelas y filacterias de las pinturas
realizadas por los artistas locales, salvo en obras como el gran lienzo de Nicolás de Medina
(siglo XVIII) conocido como La nave de la Iglesia, una obra pictórica excepcional para el
análisis de su compleja iconografía y de las abundantes scripturis in picturis (J. Pérez Morera,
1989; J. L. Calbarro, 2003; J. Lavandera et alii: 2004, pp. 305308).
Mención especial merece, para el siglo XIX, la introducción de nuevas variantes gráficas en
la escritura epigráfica, como consecuencia de la progresiva implantación de la tipografía (A.
Petrucci, 1986), aunque en el caso de Canarias, la presencia británica constituye una fuente de
primera magnitud, hasta la fecha escasamente explotada, para conocer las divergencias entre
los hábitos epigráficos del gusto de la población española decimonónica, frente a los de la
población británica y extranjera. Dichas divergencias son fácilmente observables cuando se
estudian con detenimiento las inscripciones funerarias que se conservan in situ en el llamado
cementerio inglés de San José, en plena capital grancanaria. Muchos monumentos funerarios
han sido importados desde las principales fábricas inglesas de Birmingham o Liverpool, lo
que evidencia el afán de la colonia inglesa de Gran Canaria por honrar la memoria de sus
muertos mediante la erección de monumentos y estelas similares a las de los cementerios de
su metrópoli (A. Bartram, 1978 b; E. V. Gillon, 1966 y 1972). Pero junto a estos monumentos
funerarios de importación, como el Katharine Alice, esposa de J. W. Wilkinson, fallecida en
1894, o el de Thomas Wright Haddon, fallecido cinco años más tarde [Figura 4], encontramos
lápidas y monumentos realizados en Gran Canaria por artistas locales, principalmente por el
taller de Enrique Wiott, uno de los más sobresalientes en Gran Canaria en la segunda mitad
del siglo XIX y primeros años del XX.
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Figura 4. Estela funeraria de Thomas Wright Haddon (1899). Cementerio protestante de Las Palmas de Gran
Canaria.
CONCLUSIONES
A partir de la elaboración del corpus epigráfico de Gran Canaria podremos documentar la
dispersión geográfica de estas “escrituras expuestas”, ya sea esculpidas sobre la piedra, ya sea
pintadas sobre un retablo o grabadas sobre cualquier objeto artístico, con el fin de poder
determinar si su concentración o dispersión obedece a determinados factores sociales,
económicos o políticos. Además, será esencial en nuestra investigación determinar la
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procedencia de estas inscripciones y su posible adscripción a escuelas o talleres epigráficos
determinados, a partir del tipo de material empleado, las variantes gráficas empleadas en la
ejecución del texto o la propia iconografía, entre otros factores. El objetivo final de nuestro
trabajo no es otro que el de analizar la finalidad instrumental de estas inscripciones como
parte de la actuación política de los grupos dominantes del Antiguo Régimen o como
elemento propagandístico de la burguesía emergente en el siglo XIX. Además, pretendemos
realizar un análisis diacrónico de los diferentes usos epigráficos con el fin de establecer los
aspectos comunes y diferentes entre el hábito epigráfico de la Modernidad y el decimonónico,
al tiempo que determinar la existencia de programas más o menos estereotipados en las
inscripciones y, en su caso, establecer la posible influencia de programas procedentes del
exterior (tanto de otras islas como de la Península Ibérica).
A nadie se le escapa que el interés de estos objetivos, más allá de la realización de un
catálogo documental que garantice el conocimiento de estos documentos históricos, permitirá
acercar a los colegas que estudian la Historia de Canarias en la Edad Moderna y
Contemporánea una documentación que, ni ha sido estudiada como merece, ni ha sido puesta
en relación la sociedad en cuyo contexto se generó, contribuyendo así al progreso del estudio
de la Historia social de la escritura, al analizar un aspecto hasta ahora poco conocido de
nuestro legado histórico. En suma, el avance de los estudios que son competencia del Área
de Ciencias y Técnicas Historiográficas en Canarias aportará a los historiadores que
investigan la Historia de Canarias de los siglos XVII al XIX, una nueva perspectiva,
demostrando así que es posible hacer una investigación novedosa a partir unas inscripciones
que, aunque desconocidas o ignoradas, pueden contribuir al progreso de la historiografía
regional.
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NOTAS
1 Este trabajo se inscribe en el Proyecto de Investigación «Escritura expuesta y poder en Gran Canaria.
Estudio de las inscripciones de época histórica (siglos XVII al XIX)», financiado por el Vicerrectorado de
Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, a través del
Programa propio de investigación de la ULPGC (Ref. UNI2002/07). Agradezco al personal de El Museo
Canario las facilidades que me han brindado para el estudio de las inscripciones que se conservan en sus
instalaciones. Igualmente, agradezco a José Ignacio Sáenz Sagasti y a Mª del Cristo González Marrero,
directores de la excavación arqueológica urgente del solar norte de la Catedral de Santa Ana, que me
facilitaran una copia del informememoria
de dicha excavación.
2 Dejando a un lado los trabajos dedicados por algunos modernistas a la implantación de los libro y las
bibliotecas en Canarias, principalmente a partir de la información que suministran los testamentos,
conviene destacar aquí un interesante estudio presentado en el XI Coloquio canarioamericano,
en el que
se ha analizado el proceso de alfabetización de los indígenas canarios a partir del estudio de las firmas en
los documentos de comienzos del siglo XVI (J. Onrubia Pintado y G. Betancor Quintana: 2000). Se trata
de un meritorio trabajo, pionero en Canarias, que va más allá de la simple lectura de estas firmas y
marcas para intentar hacer una lectura semiótica de las mismas, aunque debemos destacar aquí que
algunas hipótesis que los autores defienden nos parecen demasiado forzadas, sobre todo en lo relativo a la
pervivencia de algunos motivos prehispánicos en algunos documentos del siglo XVI e, incluso, en
la decoración arquitectónica de algunos edificios construidos a expensas de los descendientes de aquellos
naturales de las islas.
3 Pensemos, por ejemplo, que la epigrafía de época histórica de Cuba, ha sido ya estudiada desde
comienzos del siglo XX (M. Pérez Beato: 1915, J. M. Dihigo y Mestre: 1928).
4 Entre los trabajos de este historiador italiano que más han contribuido a este cambio de actitud ante las
inscripciones, hay que destacar La scrittura: Ideologia e rappresentazione (Torino: 1986) y Le scritture
ultime. Ideologie della morte e strategie dello scrivere nella tradizione occidentale (Torino: 1995).
5 En efecto, su monografía Le scriture ultime: Ideologia della morte e strategie dello scrivere nella
tradizione occidentale (Torino: 1995), ha sido traducida al inglés, en una edición realizada por la editorial
de la Universidad de Stanford (A. Petrucci: 1998), lo que sin duda permitirá ampliar la influencia de los
trabajos del investigador italiano en el ámbito anglosajón.
6 Sobre este particular remitimos a nuestro reciente trabajo sobre el concepto de Epigrafía, que verá la luz
en la revista Signo, que dirige Carlos Sáez.
7 El estudio directo de inscripciones como ésta que comentamos se ve obstaculizado por la desaparición de
la lápida, de la que sólo conocemos la fotografía, por otra parte bastante deficiente, reproducida en una
conocida obra de Ignacio Quintana y Santiago Cazorla (1971). Según los citados autores, la inscripción se
conservaba en la Casa Museo Colón, aunque las gestiones realizadas hasta el momento para su
localización han resultado infructuosas. Agradezco a Elena Acosta, Directora de la Casa de Colón, el
interés que se ha tomado por localizar esta inscripción fechada en 1677, la más antigua de cuantas se
conocen procedentes de Teror.
8 A.H.P.L.P. Andrés Álvarez de Silva, 1711,
part. nº165 (apud S. Cazorla León 1992:485).
9 Mi interpretación se apoya en la lectura que propongo, tras someter a autopsia el fragmento de
inscripción. En efecto, al final de la l.4 se lee MAR q , abreviatura del apellido Márquez, y en la línea
siguiente el espacio perdido no permite restituir ningún elemento onomástico más, delante de la mención
de los cargos de Deán y Canónigo. Ciertamente, la letra Q situada sobre la A y la R no es una variante
gráfica muy común, pero tampoco puede confundirse con otro apellido.
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XVI Coloquio de Historia Canario Americana
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10 Con el ánimo de no alargar en exceso nuestro discurso, remitimos a la ficha del citado catálogo, redactada
por Mª Teresa del Rosario León [MTDRL], en la que aparecen recogidas las principales referencias
bibliográficas (J. Lavandera et alii: 2004, pp. 501502).
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