1850
INFLUENCIA DE LA INDUSTRIA DEL AZÚCAR SOBRE
LA VEGETACIÓN DE GRAN CANARIA EN LOS SIGLOS
XV Y XVI
Marcos Salas Pascual
Mª Teresa Cáceres Lorenzo
Agustín Naranjo Cigala
Octavio Rodríguez Delgado
INTRODUCCIÓN
Este trabajo del área temática de Geobotánica y Etnobotánica se inscribe dentro de los
estudios que está realizando un equipo multidisciplinar de las universidades de Canarias y
Madeira, en el marco del Programa de Iniciativa Comunitaria InterregIIIB,
bajo el título El
azúcar y la cultura en las islas atlánticas. Valorización y gestión sostenible de los recursos
culturales para el desarrollo turístico y territorial de Canarias y Madeira como destinos de
calidad, con el acrónimo Atlántica .
Para cualquier estudioso de la evolución histórica del paisaje canario es destacable la
rapidez con que se produjo la alteración del medio natural insular desde la llegada de los
europeos a las Islas. Aunque se ha mantenido en ocasiones que los aborígenes canarios no
alteraron en gran medida el paisaje, el actual conocimiento de las cosas nos hace ver que los
primitivos pobladores de Gran Canaria sí pudieron tener cierta repercusión sobre algunas
comunidades vegetales concretas (SANTANA, A., 2001, pp. 102103;
ATOCHE, 2003). El
pastoreo y la agricultura, bases de su economía, necesitan de tierras de labor y pastos, que en
lugares como Gáldar y Telde debieron de asentarse sobre las medianías, ocupando zonas
potenciales del palmeral o del bosque termófilo. El monteverde y el pinar serían sus fuentes
de recursos madereros para la construcción de utensilios, edificios, obtención de leña, e
incluso como lugares temporales de pasto.
Pero, por mucha que fuera la presión que estos primeros habitantes de la isla ejercieran
sobre los recursos vegetales grancanarios, tendría escasa relevancia en comparación con los
efectos que la llegada de colonos europeos supondría sobre la vegetación insular.
De los textos históricos, notariales, etc., empleados para la elaboración de este trabajo
puede extraerse la idea de que la alteración del paisaje vegetal grancanario no sólo fue muy
intensa, sino que además fue muy rápida. De un paisaje vegetal sólo localmente alterado hasta
mediados del siglo XV se pasará a un grado de alteración muy importante, comparable en
muchos casos con la situación actual, en el siglo XVII, sobre todo en los sectores norte y
nordeste.
Esta rápida destrucción de bosques y matorrales coincide no sólo con el asentamiento
humano en la isla, sino sobre todo con el momento en que inicia el cultivo de la caña de
azúcar en Gran Canaria. Este cultivo tiene su origen en los primeros momentos del
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poblamiento europeo, y decrece hasta casi desaparecer a principios del siglo XVII, teniendo su
momento más importante a mediados del siglo XVI.
La razón de esta relación entre la industria de obtención del azúcar y el cambio brusco en
el tapiz vegetal hay que buscarla en la gran necesidad de recursos vegetales y de agua que
tiene este tipo de actividad económica.
En este trabajo pretendemos mostrar, basándonos sobre todo en textos administrativos de
los siglos XV al XVII, cuáles eran las necesidades en cuanto a recursos naturales de los ingenios
y trapiches de azúcar en Gran Canaria, además de cómo y cuánto afectaron a las principales
comunidades vegetales presentes en la isla.
Frente a las crónicas, la razón del uso de otros textos (tales como datas, documentos
notariales, etc.) se basa en el conocimiento directo del terreno, las múltiples referencias
geográficas y las descripciones más pormenorizadas que ofrecen los primeros. Téngase en
cuenta que en éstas, cuando se establecía una data o se redactaba un contrato de trabajo, no
sólo se nos dice para quién estaba destinado dicho documento, sino el uso que se le daba a las
tierras o la labor que debía realizarse y muy concretamente dónde se situaba el terreno o el
lugar de trabajo. De esta manera, es posible llegar a un grado de precisión muy elevado en la
situación de los cañaverales, ingenios, lugares de corta de leña, etc.
SITUACIÓN DE LOS NÚCLEOS AZUCAREROS EN GRAN CANARIA Y SU RADIO DE INFLUENCIA
Como ya se ha indicado por varios autores, los centros azucareros principales de la isla
de Gran Canaria eran los siguientes: en la costa norte y de oeste a este, Agaete, el núcleo de
Gáldar y Guía, la zona del Barranco de AumastelFirgas
y Arucas, el área del Guiniguada,
desde La Angostura hasta la capital; en el este de norte a sur, Telde, los llanos de
Xaraquemada, Aguatona, Agüimes, Carrizal y Sardina del Sur; con otros núcleos más
dispersos y menores como Moya en el norte, Santa Lucía de TirajanaTemisas
en el centro,
Arguineguín en el sur y La Aldea en el oeste. El número de ingenios que debieron de existir
es un dato que varía de unos autores a otros y de difícil precisión, ya que cambiaban de dueño
o de nombre con mucha facilidad y es difícil seguirles la pista en los documentos
administrativos utilizados por nosotros. Algunos autores hablan de unos 29 ingenios
(SANTANA, A., 2001, p. 151), otros hacen descender la cifra hasta 25 (DÍAZ HERNÁNDEZ, R.,
1982, p. 31). En nuestro trabajo hemos obtenido hasta 40 referencias sobre ingenios de
distinta ubicación o propietario en Gran Canaria, aunque con total seguridad, algunas se
refieren al mismo ingenio, por lo que el número de ingenios distintos encontrados oscilará
entre los 30 y 35. Este dato, aunque necesita de un estudio más minucioso y preciso,
representa un aspecto novedoso, según la información de que disponemos hasta el momento.
El área de influencia de cada núcleo azucarero es distinta según la entidad del mismo y
según el recurso del que estemos hablando, pero podemos hacer un reparto de la isla entre los
distintos núcleos según la información obtenida, de modo general. Los ingenios de Agaete
tenían un área de acción muy limitada, tan sólo el Valle y el vecino monte de Tamadaba, ya
que muy cerca se encontraban los núcleos azucareros de Gáldar y Guía, de gran importancia
cuantitativa y cualitativa.
Los cañaverales debían situarse en los alrededores del núcleo urbano, en las terrazas del
barranco, y quizá en algunos puntos de suelos más profundos a lo largo del valle. De su
existencia tenemos la siguiente noticia: una deuda que en 1559, Cristobal Sánches, cañaverero
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en Agaete se compromete a pagar hipotecando el azúcar que le pertenecía de los cañaverales
de Francisco Palomar sitos en Agaete (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 374, nº 788).
El agua procedía del Valle de Agaete y sobre él se asentaba el ingenio (RONQUILLO, M. y
AZNAR VALLEJO, E. 1998, p. 86, nº 32).
La leña, que en un primer momento debió de proceder de los alrededores del ingenio,
acabó por convertirse en escasa, tanto que en 1541, Felipe de Sobranis, dueño del ingenio de
Agaete, presentó una petición al cabildo de esta isla para obtener madera de palma y leña
de la montaña de Tamadaba, cuestión que por aquella época estaba prohibida por las
ordenanzas insulares (MORALES PADRÓN, F., 1974, p. 135). Su alegación es que tenía “mucha
neçesidad” de leña (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 86, nº 32). Más tarde la
falta de leña obligó a traerla de Mezbique, hoy Bibique, una zona muy inclinada a los pies del
pinar de Tamadaba (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 226, nº 238).
El núcleo azucarero de Gáldar y Guía tenía su radio de influencia desde el barranco de la
ciudad hasta el de Moya, cerca de donde se asentaban los ingenios del Palmital. Los varios
ingenios del núcleo se asentaban desde el denominado Barranco del Agua de Gáldar
(RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, pp. 113114,
nº 58), que con mucha
probabilidad es el conocido hoy como Barranco de Gáldar, hasta el Palmital de Guía, teniendo
un grupo de al menos dos ingenios en Tamaragaldar (LOBO CABRERA, M., 1980, pp. 110111,
nº 257). El agua, procedente de dicho barranco y de otros muchos (salinas, del Brezal, del
Calabozo, de Anzofé, etc.), regaría los cañaverales situados en la Vega de Gáldar, donde más
tarde se situarían los cultivos de plataneras. La leña procedería en su mayoría de los montes
cercanos, existiendo referencias de la leña extraída de Las Helecheras, encima del Peñón
(LOBO CABRERA, M., 1980, p. 115, nº 269), de Montaña Bermeja (RONQUILLO, M. y AZNAR
VALLEJO, E., 1998, p. 205, nº 137), y sobre todo de la Montañeta de Gáldar (PÉREZ HERRERO,
E: 1992, pp. 461462,
nº 864; LOBO CABRERA, M., 1980, p. 115, nº 269). Pudiera pensarse
que esta referencia toponímica se corresponde con la actual Montaña de Ajodar o Pico de
Gáldar, pero es difícil imaginar que de este lugar, poblado de tabaibas, pudieran sacarse año
tras año miles de cargas de leña, tal como apuntan los documentos que se hacían de la
susodicha Montañeta de Gáldar. Es quizá más lógico pensar en un cambio toponímico y que
se corresponde con una de las elevaciones del terreno que hoy conocemos como Montaña
Alta, Montaña de Guía o incluso Pico Viento.
En la costa de Lairaga existiría un pequeño núcleo ya comentado desde el barranco de
Moya hasta el de La Virgen (PÉREZ HERRERO, E., 1992, pp. 481482,
nº 911).
El núcleo de AumastelFirgas
y Arucas se establecerían sobre los cauces de Azuaje, Los
Dolores, Bañaderos, Pagador hasta Arucas, centralizado en el barranco de Aumastel,
topónimo hoy desconocido. Los cañaverales se asentaron en los pocos lugares que la
orografía permitía, terrazas de barrancos y, sobre todo, en la costa. En Arucas se repetiría lo
que ocurrió en el núcleo de Gáldar y Guía, ya que los terrenos ocupados por las cañas serían
utilizados mas tarde para los cultivos de plataneras. La leña procedía mayoritariamente del
denominado corte de Zarza Gorda (PÉREZ HERRERO, E., 1992, pp. 336337,
nº 538; LOBO
CABRERA, M., 1980, p. 94, nº 208), lugar situado cerca del Bco. de Azuaje, entre este
barranco y Moya en pleno Monte de Doramas. Los ingenios de Arucas se abastecerían de la
leña del Lomo Riquiánez y del pie del Pico de Osorio.
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De aquí hasta la capital existirían pequeños núcleos azucareros en Tenoya y San Lorenzo
(CAMACHO, G., 1961), cuyos cañaverales se asentarían sobre el barranco del Pino y el
mismo barranco de Tenoya hasta la costa. Sus lugares de suministro de leña serían las
montañas de San Lorenzo, Barranco del Acebuche, San Gregorio, etc…
En la capital, tanto los ingenios como los cañaverales estarían centralizados en el barranco
de Guiniguada. Los ingenios se asentarían sobre el propio cauce para aprovechar el agua
como fuente de energía, y existieron desde los llanos de Tasautejo, cerca de Santa Brígida,
pasando por La Angostura, Las Longeras, Barranco Seco y la ciudad. Los cañaverales
también se asentaban principalmente en las terrazas del barranco de Guiniguada y de
Barranco Seco (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 179, nº 116, y otras
referencias), y en la costa ocupaban las cercanías del barrio de Vegueta, en lo que es hoy la
Vega de San José (LOBO CABRERA, M., 1980, p. 48, nº 78). Estos cañaverales capitalinos se
regaban con agua que procedía de Tafira (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 149, nº 74). La leña,
aunque no hemos encontrado referencias directas en los trabajos analizados debió de
proceder, con mucha probabilidad del Monte Lentiscal y de los bosques cercanos.
Los núcleos azucareros del este debían de tener zonas de influencia más amplias, ya que
los recursos vegetales existentes e esta vertiente insular son más escasos que en el fértil norte.
Así, la vega de Telde se extendería desde el Barranco Real de Telde, con los cañaverales
de Tara y de Bocabarranco (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 98, nº 44 y 389,
nº 260), hasta los ingenios de los Llanos de Jaraqemada (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO,
E., 1998, p. 526, nº 365) cerca de Gando. El núcleo principal lo formaría la propia ciudad de
Telde, en los alrededores del Barranco de la ciudad. Los cañaverales ocuparían casi toda la
vega, desde la desembocadura del propio barranco hasta la base del Palmitar (RONQUILLO, M.
y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 531, nº 369). Son curiosos a este respecto los que podemos
llamar cañaverales “urbanos”, que se situaban en el interior de la ciudad y que estaban
resguardados por muros y puertas con cerradura (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E.,
1998, p. 407, nº 275). Tanto el agua como la leña procedían del propio barranco, que más
hacia arriba recibe el nombre de Barranco de La Palma, y Barranco de los Cernícalos. Pero el
gasto de leña debió de ser tan importante que a mediados del siglo XVI se empezó a acarrear
leña desde El Carrizal y Arinaga hasta Telde (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 317, nº 499 y 425,
nº 783). Desde el punto de vista actual, puede sonar extraño que en estos lugares existiese
leña suficiente como para ser trasladada hasta un ingenio en Telde, pero es muy probable que
en las llanuras coluviales del este grancanario pudieran darse ecosistemas singulares, de los
que quedan algunas muestras más al sur, como en Juncalillo del Sur e incluso en Maspalomas,
es decir, bosquetes de tarajales y baleras, asociados a charcas salobres litorales o a las partes
bajas de los grandes barrancos de Guayadeque y Balos, que pudieron ser el origen de esta
leña. La importancia de El Carrizal como zona azucarera se comprueba por la existencia de un
ingenio en dicho lugar (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 192, nº 163). Pero antes de El Carrizal,
se iniciaría el núcleo azucarero de Aguatona, relacionado con las aguas y leñas del barranco
del Draguillo (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, pp. 111112,
nº 56, y otras
referencias).
Relacionado con la presencia del Barranco de Guayadeque se encuentra el núcleo
azucarero de Agüimes. En las laderas del barranco se encontraban los cañaverales, en los
alrededores de la ciudad e incluso en su seno. Como curiosidad citar la ubicación de un
cañaveral en La Ladera, entre la trasera de la Iglesia de San Sebastián y el barranco
(RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E. 1998, p. 194, nº 167). El agua procedía de
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Guayadeque (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 405, nº 274), donde todavía
hoy pueden encontrarse las canalizaciones y caminos por donde llegaban el agua y la leña al
ingenio.
Hacia el interior, y asociados con el barranco de Tirajana, se habían establecido algunos
ingenios y cañas cerca de Temisas y Santa Lucía de Tirajana (CAMACHO, G., 1961;
RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 382, nº 255 y otras referencias). Pero a
mediados del siglo XVI se realizó una petición por parte de Lorenzo de Pelenzuela para pasar
al Lomo de Sardina su ingenio de Tirajana (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p.
456, nº 309); junto al ingenio trasladó también hasta Sardina el agua que poseía en Tirajana,
que nacían de la cueva de Juan Adobar y que alcanzaban su ingenio a través de una acequia,
de la cual todavía quedan restos, así como del molino de agua, en dicho lugar de Sardina del
Sur (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, pp. 249250,
nº 183). La leña procedería
también de este mismo barranco y de las laderas próximas del macizo de Amurga.
Más al sur, en Arguineguín sólo se tienen noticias de plantación de cañas, y no de la
existencia de un ingenio (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 145, nº 69), quizá la distancia desde
este extremo de la isla hasta las zonas pobladas más cercanas impedía el crecimiento de este
núcleo, al que no debió de faltarle ni agua ni leña para poder haber aumentado su importancia.
Por último, en La Aldea de San Nicolás algunos autores sitúan un caserío azucarero que se
abastecería del agua y leña del propio valle, en el que se situaba este asentamiento (SUÁREZ,
F., 1990).
RECURSOS NATURALES UTILIZADOS POR LA INDUSTRIA AZUCARERA
La industria del azúcar causa principalmente dos tipos de daños a la vegetación: por un
lado, los impactos directos, es decir, la utilización de las propias plantas para la construcción
de los ingenios y trapiches, las canalizaciones para el agua y la producción de leña; y de otro
lado, los impactos indirectos, debidos a la utilización por parte de esta industria de recursos
necesarios para el desarrollo de las comunidades vegetales; a este segundo apartado
corresponden los daños causados por el uso de los recursos acuíferos y del suelo, dicho de
otro modo, la ocupación del territorio por las plantaciones y edificios dedicados a esta labor.
No sería posible decir cuál de estos impactos fue más importante para el cambio del paisaje
vegetal grancanario. Lo que sí es posible es concretar qué formaciones vegetales fueron más
castigadas, así como relacionar cada tipo de impacto con la vegetación que se vio afectada por
él.
Las maderas para la construcción de la industria debieron producir un impacto importante
sobre los árboles del monteverde más corpulentos: viñátigos (Persea indica ), tilos (Ocotea
foetens), barbuzanos (Apollonias barbujana ), paloblancos (Picconia excelsa ); e incluso, fuera
de dicha formación vegetal, afectaron a muchos pinos canarios (Pinus canariensis)
(SANTANA, A., 2001, p. 169). Pero, una vez construidos los ingenios y trapiches, éste dejaba
de ser un motivo importante para la alteración de las comunidades vegetales en Gran Canaria.
Mucho más constante fue la utilización de la madera como combustible. Para esto debieron
de emplearse la mayor parte de los recursos vegetales de la Isla, sobre todo la leña
procedente de los bosques de sabinas (Juniperus turbinata subsp. canariensis), acebuches
(Olea cerasiformis), almácigos (Pistacia atlantica ) y lentiscos (Pistacia lentiscus), todos ellos
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procedentes de los bosques termófilos de las medianías insulares; así como brezos (Erica
arborea ), fayas (Myrica faya ), acebiños (Ilex canariensis), granadillos (Hypericum
canariense) y laureles (Laurus novocanariensis), procedentes de los bosques de monteverde y
brezales de la vertiente norte de la Isla. También es posible que se obtuviese leña de los
bosquetes de tarajales y baleras anteriormente aludidos de El Carrizal, Arinaga y las llanuras
costeras del este grancanario. Las talas de estos bosques y matorrales para la obtención de
leña utilizada en la obtención del azúcar fue, sin duda, el principal impacto que sufrió la
vegetación insular. A medida que la leña de las zonas próximas al ingenio se esquilmaba, se
debía traer de lugares más alejados, por lo que durante los últimos años de la industria del
azúcar en Gran Canaria raras fueron las áreas insulares que se quedaron libres de este uso.
Sirva de ejemplo el documento que, en 1536, se redacta para la data de unos terrenos en el
Barranco de Tejeda, cerca de Tamargada, muy lejos de cualquier centro azucarero; estos
terrenos se ofrecieron para cultivos de secano, con la condición de que la leña obtenida en su
desmonte fueran para un ingenio (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 55, nº 6).
Queda claro que el área de influencia de esta industria no sólo se extendía a las zonas vecinas
de los cañaverales e ingenios, sino a casi toda la isla.
Sólo algunos montes y dehesas quedaban exentos de este aprovechamiento por ordenanza
pública. Algunos autores han arriesgado una cifra sobre la cantidad de leña que era consumida
por un ingenio, basándose en los datos aportados por los contratos de la época entre
almocrabes y señores de ingenio. Estos contratos incluían la cantidad de leña a transportar
hasta el ingenio, la fecha de inicio y término del transporte, el lugar de donde se debía obtener
la leña, y algunos detalles curiosos, como la alimentación de las bestias, que corría a cargo del
ingenio y consistía en escumas, reescumas de azúcar y el cogollo de las cañas:
Concierto de ejecución de servicio entre Andrés Fernández Sayago, vecino de Moya,
y Hernando de Padilla, por el cual el primero sacará al segundo 1.000 cargas de leña
del lance de la Zarza Gorda, que ya ha cortado con licencia de la ciudad, y acarreará
a su lance del barranco del Aumastel [...] La ejecución de lo dicho habrá de
comenzar el uno de agosto próximo, de manera que al final de octubre esté toda la
leña echada en el barranco del Aumastel. (PÉREZ HERRERO, E. 1992, pp. 337338,
nº 539)
La cantidad de leña utilizada en una zafra por cada ingenio varía según sus dimensiones, y
según hemos comprobado en los textos analizados las cifras más frecuentes son de 1.000 a
3.000 cargas de leña por ingenio y año. Otros autores elevan esta cifra hasta las 5.000 cargas
anuales. Cada carga dependía de lo que pudiera llevar el animal empleado, que en su mayoría
fueron caballos o mulos (PÉREZ HERRERO, E., 1992, pp. 337338,
nº 539 y otras referencias) y
camellos (PÉREZ HERRERO, E., 1992, p. 425, nº 783 y otras referencias). Cada carga rondaba
las 10 arrobas (LOBO CABRERA, M., 1980, p. 94, nº 208) y cada arroba suponía algo más de
11,5 kg (PÉREZ DE PAZ, P. et al., 1994, p. 28). En resumen, un ingenio medio podría consumir
más de 250.000 kg. de leña al año, lo que multiplicado por los cerca de 30 ingenios que
existieron en la isla puede darnos una ida de la cantidad de leña utilizada sólo para este
menester en la isla, en tan sólo un año.
Otros recursos madereros alteraron a formaciones vegetales específicas para usos más
concretos, como por ejemplo, la obtención de cajas para el transporte del azúcar. Estas cajas
se fabricaban con maderas blandas, especialmente de palmera, y en ocasiones se utilizaba la
madera de pino blanco para la fabricación de la tapa:
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Concierto entre Miguel Gris y Juan Batista, hermanos, y Francisco Palomar, por
el cual los primeros aserrarán al segundo 30 docenas de tablas cajales, de a dos
palmos y tres dedos de vitola, y de cubrir en madera de pino, a 15 reales y medio la
de palma y a 13 reales la de cubrir. Se comprometen a comenzar el trabajo el 8 de
noviembre, atenerlo terminado en tres meses y a entregar la dicha tablazón en el
palmar de Ayatirma, sito en la montaña de Tamadaba. (PÉREZ HERRERO, E., 1992,
p. 216, nº 214)
La ingente exportación de azúcar que tuvo lugar desde las Islas a otras partes del mundo
puede dar una idea de la cantidad de palmeras que se emplearon para tal fin.
Los terrenos donde se cultivaban las cañas de azúcar eran los situados en las principales
vegas, siempre que su temperatura no fuese demasiado fría, por lo que solían ocupar las zonas
bajas, próximas a la costa. En lo posible, estas plantaciones ocuparían los lugares con un suelo
más profundo y fértil, desde la misma línea de costa. Sobresalen las vegas de Las Palmas, San
José, Barranco Seco y las laderas del Guiniguada, la Vega Mayor de Telde, desde
Bocabarranco hasta Tara, la Vega de Agüimes, mucho más limitada en superficie, los llanos
de Arucas, Gáldar y la costa de Lairaga, Bañaderos, etc. En lugares apropiados los cultivos
ascienden por las terrazas de los barrancos por Agaete, Moya, Tenoya, Aguatona, etc., hasta
alcanzar las zonas inferiores de las medianías, donde se iniciaría el bosque termófilo. Así son
todas las formaciones situadas en esta franja las que serán desalojadas para dejar paso a los
cultivos: tabaibales de tabaiba dulce (Euphorbia balsamifera ), tabaibales de tolda (Euphorbia
aphylla ), baleras, tarajales, palmerales y cardonales, serían las formaciones vegetales más
afectadas por esta cuestión. Algunas referencias documentales que confirman este aspecto nos
hablan de cañaverales junto a salinas, en esta petición para construir unas salinas en la
desembocadura del barranco de Telde:
[...] que yo tengo un pedaço de tierra posar junto al postrer cañaveral de la mar en
el camino de Telde en el cual quiero hedificar un edifiçio con el qual pueda subir el
agua de la mar de tal manera que puede hazer unas salinas [...] (RONQUILLO, M. y
AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 106, nº 51)
En otras ocasiones se nos habla directamente de la vegetación que existía en estos lugares
que se piden como datas:
[...] le suplica le hagan merçed de le dar un pedaço de tierra que es en la Ribera de
rrio de Telde unos valos o tarahales [...] lindando con un çercado que es de piedra de
un cañaveral... (RONQUILLO, M. y AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 389, nº 260)
[...] quinze hanegadas poco mas o menos que hasta agora no an sydo aprobechadas
por prosona alguna que son y alindan con [...] hasta debaxo de un tabaybalejo de
tabaybas duces que esta asomante al barranco de esta çibdad y por eníma alinda con
un sercado del dicho nuestro padre que obo plantado de cañas [...] (RONQUILLO, M. y
AZNAR VALLEJO, E., 1998, p. 429, nº 291)
Además, estas plantaciones de cañas se asentarían en las zonas con mayor calidad edáfica,
relegando al resto de la vegetación a los lomos, donde competían con los cultivos cerealísticos
y el ganado.
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El gasto y canalización del agua no debió de ser un problema menor para la vegetación del
entorno de este tipo de cultivos. Las necesidades de riego de los cañaverales y el uso del agua
para mover los molinos de los ingenios, hizo que a la vez que se establecían los primeros
ingenios se otorgasen licencia para fabricar canales y acequias que condujesen el agua hasta
su objetivo. Esta canalización afectaría en gran medida a toda la vegetación higrófila e
hidrofítica de la isla, sobre todo a los sauzales, bosques ribereños de saos o sauces (Salix
canariensis), así como a juncales, palmerales, formaciones de carrizos (Phragmites australis),
eneas (Typha domingensis), etc. La disminución del nivel freático originaría las primeras
desecaciones de los nacientes de las cumbres, iniciando uno de los principales problemas
ecológicos que soportamos en la actualidad. El desvío de las aguas haría disminuir los
caudales de los cauces naturales, bordeados de bosques de sauces en las partes altas,
palmerales en las medianías, y baleras o tarajales en sus partes bajas.
Este efecto puede considerarse el más global y el de mayor radio de acción de todos los
considerados, ya que altera a grandes cuencas hidrográficas; sirvan como ejemplos las
canalizaciones del agua de Tirajana para dar agua a los ingenios de Sardina del Sur, la
canalización de los barrancos de Guayadeque, Draguillo, Agaete, etc. Otros cursos de agua
permanente, llamados “ríos” en los documentos de la época, corrían por los barrancos de la
Virgen, Moya, Tenoya, Azuaje, Guiniguada, Telde, los Cernícalos, etc., los cuales serían
fuertemente utilizados, aunque no siempre canalizados; y todos ellos tenían asociada una rica
vegetación. Pero quizá la prueba más importante del fuerte consumo de agua que tuvo lugar
en esta isla durante los inicios del siglo XVI fue la construcción de la mina que serviría para
desviar el caudal de las fuentes de la Culata de Tejeda, subsidiarias del Barranco de Tejeda,
hasta el hoy llamado Barranco de la Mina, que vierte sus aguas a la cuenca del Guiniguada;
así debió alterarse la vegetación de la cuenca alta del Barranco de Tejeda.
Como puede apreciarse, el efecto de esta industria azucarera sobre el medio vegetal
grancanario se produjo a gran escala. Sólo los pinares escaparon a este aprovechamiento
intensivo de los recursos vegetales, aunque con total seguridad se emplearon algunos pinos en
la construcción de los ingenios (PÉREZ DE PAZ et al., 1994).
CONCLUSIONES
La alteración del medio natural grancanario no sólo fue intensa sino que además tuvo su
mayor auge en un corto periodo de tiempo, limitado a un siglo (entre 1450 y 1550),
coincidiendo con el inicio y desarrollo de la industria azucarera en la isla.
Esta industria se caracteriza entre otras cosas por una gran necesidad de recursos naturales,
casi todos incidentes sobre la vegetación, como son los recursos madereros (madera para la
construcción, leña, fabricación de cajas, etc.), el suelo y el agua.
Aunque este impacto tuvo repercusión en toda la isla, fueron las zonas del norte y este de
Gran Canaria las más afectadas. Cada núcleo azucarero veía limitado su crecimiento a la
obtención de estos recursos, por lo que su radio de acción debió de aumentarse hasta afectar a
zonas muy alejadas del mismo, e incluso hasta importar leña de otras islas del Archipiélago.
Todas las formaciones vegetales insulares más importantes fueron afectadas en mayor o
menor medida. Desde la zona baja hasta la cumbre se produjeron los siguientes impactos:
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XVI Coloquio de Historia CanarioAmericana
1858
· Los tabaibales dulces y de tolda, junto con los cardonales, baleras, tarajales,
palmerales e incluso las zonas del bosque termófilo situadas a cotas más bajas, se
verían desplazados y eliminados, al menos de sus mejores zonas, por las
plantaciones de caña de azúcar, pues los límites óptimos para el desarrollo de éstas
se situaron en Gran Canaria entre los 10 y los 300 m.s.m., aunque en algunos
lugares favorables pudieron superar los 500 m.s.m.; hoy ocupan más o menos el
mismo espacio los cultivos de plataneras en el norte y de tomateras en el sur.
· Las baleras, tarajales y, sobre todo, el bosque termófilo y el monteverde se verían
afectados por la ingente necesidad de leña que tenían los ingenios.
· Los palmerales y, en menor medida, el pinar y el monteverde, se utilizarían para la
producción de cajas para el transporte del azúcar.
· El monteverde, con sus árboles más corpulentos, y el pinar se emplearían para la
fabricación de los ingenios y las dependencias relacionadas con éstos.
· Los sauzales, así como toda la vegetación hidrofítica (juncales, carrizales, baleras,
tarajales, etc.), se verían afectados por la canalización y el desvío de los cauces,
además de por la gran demanda de agua que tiene este tipo de cultivo de regadío y
por la necesidad de mover los molinos de los ingenios.
La importancia del cultivo de la caña de azúcar en la historia de Gran Canaria ha quedado
plasmada en la toponimia, donde da nombre a núcleos de población, parajes y barrancos:
Ingenio Blanco (paraje de San Bartolomé de Tirajana), El Ingenio (caserío de Santa Lucía de
Tirajana), Ingenio (villa y municipio del Este de la isla), Barranquillo del Ingenio (municipio
de Ingenio), Cañavera (paraje en Telde), Trapiche (pago de Arucas), Ingenio Blanco y El
Ingenio (parajes de Santa María de Guía), Barranco del Ingenio (Agaete, cerca de Berbique),
etc.
Según todo lo anterior, el cultivo de la cañadulce y la industria azucarera puede tratarse
como la principal causante de la transformación ecológica de la isla, pues otros cultivos como
la vid o los cereales, al parecer no afectaron tanto como lo hizo el anterior. Esta crisis
ecológica afectó, sin duda, al propio cultivo, lo que pudo ser una causa cierta de su rápido
declive y final desaparición durante el siglo XVII.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Influencia de la industria del azúcar sobre la vegetación …
1859
BIBLIOGRAFÍA
Aunque para la elaboración del presente trabajo se ha utilizado una copiosa cantidad de documentos y textos,
hemos preferido reseñar en este capítulo bibliográfico sólo las referencias que aparecen citadas en el texto.
Además, a la hora de utilizar citas textuales y referencias, en este trabajo se ha preferido relacionarlas con el
menor número posible de obras, haciendo más fácil la búsqueda y confirmación de tales citas o reseñas.
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