134
EL TURISMO EN ECOSISTEMAS INSULARES:
REFLEXIONES DESDE LA INSULARIDAD
Beatriz Martín de la Rosa
INTRODUCCIÓN
El interés por las regiones insulares parece ser un valor intrínseco a la condición de vivir en
una isla. Asumiendo plenamente esta condición nos hemos acercado al análisis de las regiones
insulares. ¿Existen características comunes que nos permitan hablar de la categoría regiones
insulares frente a las grandes áreas continentales? La respuesta es afirmativa: el conjunto de
las regiones insulares comparten peculiaridades y problemas. Una de las principales y más
determinantes características de las islas es la escasez de recursos naturales. Escasez que se
traduce en serias dificultades a la hora de establecer planes encaminados al desarrollo de las
regiones insulares. En este contexto el turismo se perfila como el más importante agente de
desarrollo para la mayor parte de las regiones insulares, que cuentan con atractivos suficientes
(naturaleza, exotismo cultural...) para convertirse en destinos turísticos a escala internacional.
Analizar las peculiaridades del desarrollo de la actividad turística en las regiones insulares,
tomando como ejemplo la realidad de nuestra región –unas islas altamente dependientes de la
actividad turística– es uno de los objetivos de este artículo.
LOS ECOSISTEMAS INSULARES
En torno a las islas existe todo un cúmulo de información, de afirmaciones, en los que la
realidad y la leyenda se confunden en más de una ocasión. Hemos oído hablar del carácter
apacible de los isleños, de las bellezas inusuales de las islas y un amplio número de
estereotipos que pueden aplicarse, con algún que otro retoque, tanto a un isleño de La Gomera
como a otro de Bali. Es evidente que los ecosistemas insulares no son una realidad
homogénea. No obstante, pese a la gran diversidad, nos preguntamos si se puede hablar de
una problemática común. Por ejemplo, ¿qué pueden tener en común las islas Malvinas con el
archipiélago de las Seychelles? Lejos de ser una mera invención, la problemática de los
ecosistemas insulares se ha abordado desde perspectivas tan variadas como la ecológica, la
económica, la biológica y los aspectos más socioculturales, constituyéndose en un sólido
cuerpo teórico. Se pretenden concretar los elementos que caracterizan los ecosistemas
insulares y sus problemas, dejando al margen los aspectos concretos y exclusivos de cada isla,
y aludiendo a las peculiaridades comunes. Características como la escasez de recursos, el
aislamiento, la vulnerabilidad a desastres naturales, la dependencia del exterior, la alta
concentración de especies vegetales y animales endémicos, las fluctuaciones de la población
mediante ciclos de emigración-inmigración, parecen ser, entre otras, algunas de las
condiciones compartidas por la mayoría de tales ecosistemas.
El interés por las islas experimentó un notable auge con el inicio de los procesos de
independencia de la mayoría de las colonias insulares (1960-1970). Una fecha clave fue el año
1960 con la Declaration on the Granting of Independence to Colonial Countries and People
de las Naciones Unidas. La creación de estos nuevos, y pequeños, estados independientes
constituyó un nuevo reto. Comenzaron a surgir obras que abordaban cuestiones tan básicas e
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El turismo en ecosistemas insulares: relexiones desde…
135
importantes cómo: ¿qué significaba ser pequeño y qué consecuencias se derivan de ello?
¿cuáles eran los recursos económicos principales con los que contaban este tipo de estados?,
etc. Los primeros acercamientos teóricos se sistematizaron en las obras de E. Robinson (ed.)
(1960), Economic Consequences of the Size of Nations y W. Demas (1965), The Economic of
Development in Small Countries with Special Reference to the Caribbean. Desde otra
perspectiva el conjunto de ensayos compilados por B. Benedict (1967) Problems of Small
Territories, representó uno de los primeros acercamientos que analizaban los problemas de los
pequeños territorios desde un punto de vista no exclusivamente económico, interesándose por
los aspectos sociológicos de “ser pequeños”. Para establecer si un estado puede ser
considerado “pequeño”, se barajaban una serie de variables tales como el área, datos
referentes a la población, aspectos vinculados a la accesibilidad, recursos económicos, tamaño
del mercado, grado del desarrollo político (Clarke y Payne, 1987, p. 9).
La conferencia de Barbados en 1972, significó el primer foro internacional en el que se
debatían los problemas “de ser pequeño” y “estar aislados”. Al año siguiente la UNESCO en el
marco del programa MAB (programa aún vigente) sobre el hombre y la bioesfera, elaboró el
proyecto de Ecología y aprovechamiento racional de los ecosistemas insulares. En el seno del
programa, ha quedado de manifiesto la dificultad y necesidad de establecer modelos de
desarrollo sostenible en este tipo de ecosistemas insulares. Estos modelos se plantean como
objetivo el desarrollo de las regiones, considerando necesaria la conservación del medio
ambiente, el respeto de las peculiaridades socioculturales de las poblaciones, así como
aumentar la calidad de vida de la gente, posibilitando no sólo la mejora de las condiciones
económicas, sino también las medidas sanitarias, sociales, y educativas, teniendo en cuenta
tanto las generaciones presentes, como el compromiso con las futuras. Otra de las reuniones
de vital importancia fue la desarrollada en Puerto Rico durante Noviembre de 1986,
Interoceanic Workshop on Sustainable Development and Environmental Management of
Small Islands.
Los teóricos han coincidido desde entonces en afirmar que uno de los problemas básicos de
las regiones insulares, con independencia de que se hayan convertido en estados soberanos o
permanezcan vinculados a territorios más amplios, (como por ejemplo las islas Azores al
estado portugués, o la isla de Reunión al gobierno francés), es el de establecer planes de
desarrollo, teniendo en cuenta la escasez de recursos, la dependencia histórica del exterior, y
por supuesto las exigencias de un desarrollo sostenible. Definir un modelo de desarrollo
sostenible para Canarias, se ha convertido en la preocupación central en los foros políticos,
sociales, económicos, ecológicos... del archipiélago.
ISLAS, DESARROLLO SOSTENIBLE Y TURISMO SOSTENIBLE
El turismo en las islas
Establecer planes de desarrollo en las regiones insulares es una preocupación constante de
autoridades, organismos internacionales, importantes sectores de la población, grupos
ecologistas, etc. Las islas, excepto algunas excepciones, –el petróleo de la Antillas
Holandensas, las riquezas mineras de Nueva Caledonia o las minas de fostatos de la pequeña
isla de Nauru– no cuentan con recursos naturales que posibiliten un desarrollo para sus
habitantes. Frente a esta carestía, la mayor parte de las regiones insulares cuentan con
recursos naturales y culturales suficientes para convertirse en destinos turísticos de orden
internacional.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XV Coloquio de Historia Canario-Americana
136
Tradicionalmente, desde la antigüedad y con mayor énfasis durante la Ilustración (siglo
XVIII) y El Romanticismo (siglo XIX), las regiones insulares han sido consideradas como los
“jardines del edén”, “los paraísos en la tierra”. La isla, las islas, se convertían en el lugar
elegido por el buen salvaje rousseanniano, para desarrollar su proyecto de educación. Obras
de literatura como Treasure Islands (1883), South Sea Tales, (1911), relatos de viajes de
científicos como Humbolt, Wallece o Darwin, contribuyeron a difundir la imagen de
naturaleza exuberante y virginal de las islas. La siguiente cita de M. Eliade en su obra Images
et Symboles es bastante ilustrativa: “150 años de literatura europea han creado el sentido de
paraísos tropicales en los grandes oceános, refugio para la felicidad, donde la realidad es
bastante diferente. Esta imagen de las islas las ha relegado a una posición fuera del tiempo y
de la historia, donde el hombre es feliz, libre, no tiene que trabajar para vivir, la mujer es bella
y eternamente joven; la perfecta condición del hombre, de Adán antes de caer” (Cf. King,
1997, p. 154).
Esta imagen de las islas y de sus habitantes sigue siendo la utilizada por los promotores
turísticos, los gobiernos regionales, nacionales... para atraer hasta sus costas a millones de
turistas anuales. Pero lo cierto, es que la realidad de las regiones insulares y su relación con la
actividad turística no es tan idílica como la representada en los folletos turísticos.
Al establecer un análisis detallado de numerosos estudios de caso1 sobre el desarrollo y los
impactos del turismo en regiones insulares, hemos llegado a la conclusión de que en las islas
se produce una situación paradójica, una especie de círculo vicioso con respecto a su
vinculación con la actividad turística y el desarrollo; una alta dependencia de la actividad
turística, frente a una excesiva vulnerabilidad a los impactos ocasionados por el desarrollo de
la misma. Son numerosos las cuestiones que se derivan de esta situación: ¿sigue siendo el
turismo un recurso inevitable para el desarrollo de los ecosistemas insulares?,2 ¿qué
entendemos por desarrollo?, ¿son los impactos del turismo más graves en las regiones
insulares que en las áreas continentales?, ¿qué medidas se pueden establecer en una región
como Canarias que depende de la actividad turística y que padece una serie de impactos
económicos, ambientales y socioculturales no demasiados positivos?
En la actualidad analistas como P. Wilkinson (1997), D. Pearce (1994[1989]), M. Crick
(1996 [1989]), T. Sinclair (1998) siguen afirmando que las regiones insulares dependen para
su desarrollo de la actividad turística. Es decir, que para muchas de las regiones insulares el
turismo es, si no el único recurso posible, si al menos el más importante. Las regiones
insulares no están en situación de poder rechazar el desarrollo de la actividad turística en sus
territorios. Nosotros compartimos esta idea, creemos que teniendo en cuenta las condiciones
actuales, en especial las económicas, y las múltiples constricciones que presentan las islas a
la hora de diversificar sus economías, la contribución que la actividad turística puede aportar
es fundamental, tal y como se refleja en la siguiente cita planteada por Connell (1993, pp.
128-129) “las islas estados –desde nuestro punto de vista se pueden incluir las regiones
insulares vinculadas a terceros países– que no han desarrollado la industria turística, como por
ejemplo Tonga, son sin duda los países más pobres del Tercer Mundo” (Cf. Bianchi, 1999,
p. 40)
Compartir esta idea no implica negar la posibilidad de que en el futuro la situación
mundial, y especialmente los flujos del capital, se transforme y las islas se conviertan en
territorios rentables de cara a desempeñar otro tipo de actividades que reporten beneficios.
Pero, a corto plazo, no parecen existir muchas alternativas al turismo, tal y como se demuestra
en el hecho de que las islas pioneras en el negocio turístico sigan promocionándose y que
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El turismo en ecosistemas insulares: relexiones desde…
137
surjan continuamente nuevos destinos insulares que ofrecen las vacaciones soñadas y que
aumentan la alta competencia existente.
El hecho de haber aceptado que el turismo constituye para la mayoría de las regiones
insulares la fuente de ingresos más importante, no significa necesariamente que tales ingresos
se traduzcan en una mejora de la calidad de vida de la mayoría de la población, es decir, no
nos garantiza que se consiga un estado “de desarrollo social”. Evidentemente en algunas
regiones insulares, como pueden ser las islas del Mediterráneo o regiones como Canarias o
Hawaii, altamente dependientes del turismo, se ha logrado instaurar un nivel de vida
considerable. Pero esta situación no es extensible, y en otras regiones como puede ser el
Caribe, en las que se da una fuerte dependencia del sector turístico como generador de
ingresos, no se puede afirmar que se haya conseguido un nivel aceptable de desarrollo, es
decir, los ingresos generados por la actividad turística no se han visto traducidos (al menos
una ínfima parte) en mejoras en la calidad de vida de la mayor parte de la población. En otras
palabras, “es preciso ponerse a considerar si el desarrollo deliberado y a gran escala del
turismo concebido como medio principal de obtención neta de divisas, conduce a resultados
consecuentes con la mueva meta con la que se identifica –mejor hemos identificado– el
desarrollo” (De Katd, 1991[1979], p. 20).
Existen numerosos autores, S. Britton (1989), T. Barnett (1988), M. Crick (1992),
D. Weaver (1988), J. Bryden (1973) entre otros que a partir de planteamientos teóricos como
los de la teoría “centro-periferia” de Wallerstein, I. y Amin, S. (entre otros) y una concepción
pesimista del turismo (turismo como una nueva forma de colonialismo) establecen detallados
análisis de las posibles causas de esta situación. A modo de resumen, y sin negar que parte de
sus aportaciones son bastante ciertas, nuestro punto de vista está más próximo a la idea que
nos transmite Mello e Sousa, (1991, p. 20) “que no es el turismo el que permite el desarrollo,
sino que es el desarrollo general de una sociedad el que hace el turismo rentable”. De esta
forma cuanto mayor es el grado de subdesarrollo, o más en la periferia se encuentran las
regiones insulares, mayor integración vertical presenta la actividad turística y por supuesto
menores son las políticas de redistribución económica.
En Canarias la situación no es tan desoladora, el nivel de desarrollo resulta obvio: “El sol y
las playas han permitido a Canarias ofertar un destino sin estacionalidad; la proximidad ha
permitido consolidar un destino para amplias masas de europeos; la iniciativa y el trabajo de
los insulares, y el marco financiero y económico, han permitido desarrollar una amplia oferta
alojativa. Gracias a estos factores, el turismo ha impulsado la economía canaria hasta unas
cotas de bienestar económico y social sin paralelo en su historia” (Directrices de Ordenación
del Turismo de Canarias: Memoria, p. 20). Evidentemente también resulta innegable la
existencia de problemas, no se trata de un modelo de “desarrollo” perfecto. Es preciso
cuestionarnos hoy, y de forma urgente, los límites de nuestro crecimiento turístico. Es
necesario implantar medidas que reduzcan en la medida de lo posible los impactos negativos
sobre el medio ambiente, la población residente, y también medidas que reduzcan la terrible
vulnerabilidad que el desarrollo turístico presenta.
Un reflejo de esta preocupación son los comentarios cotidianos en la prensa sobre temas
como el aumento de población en el archipiélago, la congestión del tráfico, la escasez de suelo
y la presión sobre el mismo para la construcción de viviendas para los residentes e
infraestructuras turísticas, serios problemas de desestructuración sociocultural, entre otros.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XV Coloquio de Historia Canario-Americana
138
Desde el ámbito político esta preocupación ha quedado patente en documentos o iniciativas
bastante conocidas (moratoria turística, directrices, planes de ordenación insulares) que han
levantado un importante debate en la sociedad del archipiélago y han popularizado el
concepto de desarrollo sostenible.
Desarrollo sostenible-turismo sostenible
El informe Brudtland (1987) supuso la globalización de los problemas ecológicos de
nuestro planeta. Nuestro ritmo y modo de desarrollo, basado en la sobreexplotación y
contaminación de los recursos naturales, nos conducía a un suicidio colectivo. Como solución
surge la noción de “desarrollo sostenible” que plantea la necesidad de una nueva relación
entre sociedad y naturaleza. La definición literal y ampliamente difundida considera que el
“desarrollo sostenible es el que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin
comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”
(CMMAD, 1987, p. 67). Es decir, que un desarrollo es sostenible siempre y cuando su ritmo de
crecimiento, su capacidad de generar riqueza tenga en cuenta las limitaciones de los recursos
naturales y garantice un principio de solidaridad entre las generaciones.
Esta es de una forma muy resumida la noción de desarrollo más extendida y la manejada
en la mayoría de los organismos oficiales. Pero para muchos se trata de una definición
meramente retórica y liberal (Escobar, 1995). En definitiva únicamente intenta poner
remedios a los males ocasionados por el actual sistema económico-productivo, estableciendo
medidas correctoras. No se cuestiona cambiar las estructuras básicas del sistema económico,
causa de los desastres ecológicos y desigualdades socioeconómicas. Implica la supremacía de
la cultura y tecnología occidental y, hasta cierto punto, culpa a las “otras culturas”, en
especial a las de los países subdesarrollodas, de los desastres ecológicos, al mismo tiempo que
continúa perpetuando un sistema de relaciones de poder desigual.3
En definitiva aunque el concepto se haya convertido en omnipresente “no existe una teoría
acabada del desarrollo sostenible” (Escobar, 1995, p. 17). Nos movemos entre la vacuidad de
la definición “oficial”, la retórica de los discursos, y las críticas bastante acertadas, pero que
no establecen un marco referencial básico de lo que implica el desarrollo sostenible.
El desarrollo sostenible supone un proceso integral que exige transformaciones en cuatro
grandes ámbitos: ecológico, económico, sociocultural y político. Ámbitos que no pueden
entenderse por separado: los cambios en uno de ellos repercuten en el resto. En este sentido,
ecológicamente implica reconocer el valor intrínseco de la naturaleza. La biodiversidad es un
valor en si mismo, que además garantiza nuestra supervivencia. Se trata de establecer
relaciones más igualitarias entre nosotros y la naturaleza.
Económicamente supone que se pueda generar riqueza teniendo en cuenta los límites de
los recursos naturales. Son necesarias nuevas formas de producción y gestión. Riqueza no
implica únicamente parámetros económicos, sino que engloba el concepto de “calidad de
vida”. El eje del desarrollo son las personas, (las de los países ricos, pobres, las presentes y las
generaciones futuras) no el capital.
Socioculturalmente nos encontramos con un modelo de desarrollo que intenta frenar la
globalización cultural. Las diferentes culturas deben decidir en su lenguaje, diseñar su propio
camino hacía su propio desarrollo, manteniendo su identidad cultural. Todo esto a través de
mecanismos de participación social.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El turismo en ecosistemas insulares: relexiones desde…
139
Por último, políticamente es preciso un nuevo marco de relaciones de poder entre los
países ricos –grandes multinacionales económicas– y países pobres. Establecer una relación
más igualitaria, los países ricos deben reducir su ritmo de crecimiento y consumo, para
posibilitar el crecimiento económico, la erradicación de la pobreza. Implica mayor
democratización de las instituciones, locales, nacionales e internacionales.
Pese a estas recomendaciones de carácter general, no es posible establecer una definición
universal del desarrollo sostenible. Estas consideraciones globales, tienen que adaptarse a las
características concretas de cada región particular. Se trata de un proceso de lo macro a lo
micro y viceversa. De tal forma que una medida que funciona en un entorno concreto en otro
puede ocasionar la quiebra del ecosistema, o el empobrecimiento más absoluto de la
población. En definitiva, no podemos hablar del desarrollo sostenible como una serie de
actuaciones universales aptas y eficaces para cualesquiera de las regiones, sino que es
necesario, más real y por supuesto más efectivo, abogar por la diversidad de estrategias o
diferentes modelos de desarrollo sostenible. Diferentes contextos de desarrollo sostenible.
¿Cómo ha afectado la noción de sostenibilidad a la actividad turística? ¿a qué nos estamos
refiriendo cuando hablamos de turismo sostenible o desarrollo turístico sostenible? ¿Cómo
articular en una región como Canarias turismo y desarrollo sostenible?
La aplicación del concepto de sostenibilidad ha originado un amplio debate que ha
cambiando en profundidad la naturaleza del turismo. Para muchos teóricos su adopción podía
solventar muchos de los problemas negativos que han resultado del desarrollo del turismo
(Butler, 1999). El turismo sostenible aparece, por tanto, como la solución a los desastres del
turismo convencional o turismo de masas.4 Implica nuevas relaciones entre la actividad
turística y el entorno natural y sociocultural de las comunidades receptoras. Relaciones
capaces de minimizar los impactos. Precisa de un cambio de actitud en los turistas, no se trata
de tropas de hedonistas, ahora son ciudadanos preocupados por el medio ambiente,
interesados por las culturas anfitrionas, y que demandan otras actividades. Y por supuesto, el
desarrollo turístico sostenible necesita transformaciones, a gran escala es decir, en la potente
industria turística.
Surgen de esta forma y vinculados a un turismo sostenible, las nuevas formas de turismo o
turismo alternativo: “formas de turismo que son consecuentes con los valores naturales,
sociales y comunitarios, que permiten disfrutar positivamente tanto a anfitriones como a
invitados y hacen que merezca la pena compartir experiencias” (Smith y Eadington, 1994, p.
3). Estas nuevas formas de turismo: “ecoturismo”, “agroturismo”, “turismo rural”, “turismo
cultural”… proliferan a velocidad de vértigo y se convierten en abanderadas indiscutibles del
desarrollo sostenible. Ahora bien, para que estas “nuevas formas de turismo” generen en las
comunidades un verdadero desarrollo sostenible, no basta sólo con adjudicarse el reclamo de
moda, es necesario que se den una serie de condiciones que resumimos en el cuadro 5
siguiente:
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XV Coloquio de Historia Canario-Americana
140
Medio ambiente Economía/Política Sociedad/Cultura
Protección de espacios naturales
(parque rural, paisaje protegido,
reserva de la biosfera, reservas
marinas).
Limitar los usos de los espacios
naturales y número de visitantes.
Controlar la construcción de
infraestructuras e integrarlas en
el entorno.
Fomentar rehabilitación.
Incentivar la utilización de
recursos renovables.
Reducción de residuos.
Integración de diferentes
sectores económicos
(agricultura, pesca, ganadería).
Pequeña escala de las
infraestructuras que posibilitan
un alto porcentaje de
propietarios locales.
Gestión local.
Reparto más equitativo de los
beneficios.
Incentivos fiscales a las
empresas “ecológicas”.
Mayor democratización de las
instituciones.
Menor verticalidad de la
industria turística.
Integridad cultural.
Incentivar y proteger tradiciones,
artesanía, patrimonio...
Autenticidad frente a
comercialización.
Contacto más directo entre
turistas y locales.
Participación en las actividades:
“interactividad” frente a
pasividad.
Formación.
Información.
Participación.
Aumento calidad de vida de los
habitantes.
Cuadro 1. Elaboración propia.
Pero de igual modo que no se puede hablar del desarrollo sostenible como una receta
universal, tampoco podemos hacerlo al referirnos al turismo sostenible. Estos cambios, que
hemos planteado como requisitos indispensables para la sostenibilidad turística, son de nuevo
consideraciones generales que necesitan ser adaptadas teniendo en cuenta las características
de los destinos. No tiene las mismas implicaciones hablar de turismo sostenible para Canarias
que para Costa Rica. No existe un modelo único, sino diferentes estrategias o modelos de
turismo sostenible que necesitan ser planificados con rigurosidad.
CANARIAS: ¿UN DESTINO TURÍSTICO SOSTENIBLE?
Canarias como archipiélago constituye un claro ejemplo de región insular, altamente
dependiente de la actividad turística y también vulnerable a las consecuencias de un desarrollo
turístico sin planificación. En Canarias, el desarrollo de la actividad turística ha estado (y
continúa estando) guiado por la rentabilidad a corto plazo sustentada en una demanda
creciente. Las construcciones han proliferado, y aún proliferan, sin tener en cuenta otros
requisitos que no sea el beneficio económico. La presión sobre el espacio físico (el escaso
recurso del suelo), la sobreexplotación de recursos naturales (agua, mar, energía), la
saturación sociocultural... parecen ser hechos invisibles. Bien es cierto, que cuando Canarias
inició su andadura turística, (década de los sesenta) ese modelo de desarrollo turístico era el
habitual. Pero ahora han transcurrido más de treinta años y conocemos de primera mano sus
consecuencias (tanto negativas como positivas) y creo que estamos en situación de reflexionar
seriamente sobre el rumbo que debe tomar nuestra principal fuente de ingresos.
La actividad turística es compleja inciden multitud de factores, desde aspectos económicos
hasta factores psicológicos, y es altamente cambiante. Los gustos de los turistas están en
continua transformación, y los destinos turísticos tienen que adaptarse a los nuevos cambios,
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El turismo en ecosistemas insulares: relexiones desde…
141
diversificar sus productos, su oferta turística, para seguir siendo atrayentes y no entrar en un
proceso de crisis o declive.6 Canarias, tiene que adaptarse a las nuevas demandas turísticas.
Planificar, diseñar y legislar parecen ser las claves para el futuro de la actividad turística, y
por ende de nuestra realidad económica, social y cultural, marcada por los 12 millones de
turistas que nos visitan anualmente. Planificar, diseñar y legislar en pro de la sostenibilidad
del turismo7 en Canarias, se constituye como el objetivo fundamental de las actuales y
controvertidas directrices de ordenación del turismo en Canarias.
El documento es positivo en tanto que ha generado un importante debate social sobre el
futuro de la actividad turística y de nuestra región. Ahora bien, el contenido es polémico. No
es nuestra intención debatir punto por punto las directrices de ordenación del turismo en
Canarias, sino que simplemente reflexionaremos de un modo general. Si aplicamos de un
modo general los requisitos que un modelo de desarrollo turístico sostenible debe reunir
(cuadro 1) muchos de esos requisitos no están presentes en las directrices (menor verticalidad
de la industria turística, referencia a los otros sectores productivos, agricultura y pesca y
medidas para evitar su abandono total, educación y formación de los profesionales del sector
turístico y de la población en general con temas relacionados con el turismo, y en concreto
con las demandas de un turismo sostenible).
Las directrices se limitan a postular un nuevo modelo desarrollo turístico renovando la
oferta turística existente e incrementado la competitividad del destino mediante el aumento de
la calidad y la diversificación de productos (directriz nº 5), pero no plantea qué hacer con el
alto porcentaje de los 12 millones de turistas que anualmente nos visitan, y que
mayoritariamente buscan sol, playa, diversión y unos precios baratos. Diversificar nuestra
oferta turística hacia productos como el turismo rural, el turismo de congresos, o el campos de
golf (que supuestamente es un turismo de calidad), es necesario, pero siendo conscientes de
que se trata de ofertas complementarias y nunca alternativas a nuestro actual modelo de
desarrollo turístico (Santana, 1997). Además estas nuevas ofertas de turismo, que se han
convertido en “abanderadas de la sostenibilidad” también provocan impactos negativos en
muchas de las regiones en las que se instala. Ninguna actividad turística resulta inocua.8 Tal
vez no se trate tanto de buscar un nuevo modelo de desarrollo turístico sostenible, sino de
trabajar o apostar por hacer más sostenible el turismo de masas (Butler, 1999), y eso pasa por
delimitar –como primer paso– seriamente el número de camas turísticas, el problema central
de las directrices, el más controvertido y que queda con las puertas abiertas.
Por último señalar que un error general en las directrices turísticas es que se basa y
propone únicamente datos y soluciones cuantitativas, (aunque algunos de esos conceptos que
se pretende cuantitativos como la capacidad de carga, sea tan ambiguo como el concepto de
necesidades humanas). La actividad turística es un fenómeno complejo, holístico y para su
acercamiento y comprensión no sólo bastan datos y encuestas. Esos datos necesitan de un
contexto, necesitan un acercamiento distinto al fenómeno turístico, que nos puede dar
disciplinas como la antropología, desde la que intento investigar el turismo. Tener en cuenta
este tipo de aportaciones es necesario para elaborar un modelo de desarrollo turístico para
Canarias, y también como un ejercicio previo que creo que no se ha hecho: abordar desde un
estudio interdisciplinar, las características y los impactos del turismo en Canarias, isla por
isla, y zona por zona.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XV Coloquio de Historia Canario-Americana
142
BIBLIOGRAFÍA
BARNETT, T. Sociology and Development, Hutchinson, London, 1988.
BIANCHI, R. A Critical ethnography of Tourism Entrepreneurship & Social Cahnge in a Fishing Community in
Gran Canaria, Centre for Leisure&Tourism Studies, University of Nort of London, Tesis Doctoral,
Mimeografiado, 1999.
BRITTON, S. “Tourism, Dependency and Development”, en Apostolopoulos, Y. Leivadi, S. y Yiannakis, A (eds.),
The Sociology of Tourism, Routledge, London, 1996 [1989], pp. 155-172.
BRYDEN, J. Tourism and Development: A Case study of the Commonwealth Caribbean, Westview Press, Boulder,
1973.
BUTLER, R. “Sustainable tourism: a state-of the art review”, en Tourism Geographies, 1 (1), 1999, pp. 7-25.
CATER, E. y LOWMAN, G. Ecotourism: a sustainable option? John Wiley & Sons, Chichester, 1994.
CRICK, M. “Representations of International Tourism in the Social Sciences. Sun, sex, sights, savings and
servility”, en Apostolopoulos, Y. Leivadi, S y Yiannakis, A. (eds.), The Sociology of Tourism, Routledge,
London, 1996 [1989], pp.15-50.
EADINGTON, W. y SMITH, V. “Introduction: The Emergence of Alternative Forms of Tourism”, en Eadington,
W. y Smith, V. (eds.), Tourism Alternatives, John Wiley & Sons, Chichester, 1994, pp.1-13.
ESCOBAR, A. “El desarrollo sostenible: Diálogo de discursos”, en Ecología Política, 1 (9), 1995, pp. 7-25.
KADT, E. Turismo: ¿Pasaporte al desarrollo?, Endymion, Madrid, 1991 [1979].
KADT, E. “Making the Alternative Sustainable: Lessons from Development for Tourism”, en Eadington, W. Y
Smith, V. (eds.), Tourism Alternatives, Jonh Wiley & Sons, Chichester, 1994, pp. 47-75.
KING, B. Creating Islands Resorts, Routledge, London, 1997.
LI, Y. y BUTLER, R. “Sustainable Tourism and cultural attractions: A comparative Experiences”, en Oppermann,
M (ed.), Pacific Rim Tourism, CAB International, New York, 1997, pp.106-116.
MATHIESON, A. y WALL, G. Turismo: Repercusiones económicas, físicas y sociales, Trillas, Mexico, 1999
[1986].
MELLO e SOUSA, A. “Hacía una revisión teórica y metodológica del fenómeno turístico”, en Eres (Antropología),
1 (3), 1991, pp. 5-41.
MOWFORTH, M. y MUNT, I. Tourism and sustainability. New Tourism in the Third World, Routledge, London,
1998.
PEARCE, D. Tourist Development, Logman, London, 1994 [1989].
— “Alternative Tourism: Concepts, Classifications and Question”, en Smith, V. y Eadington, W. (eds.), Tourism
Alternatives, John Wiley & Sons, Chichester, 1994, pp.15-31.
SANTANA, A. Antropología y Turismo, Ariel, Barcelona, 1997.
— “Desarrollos y conflictos en torno al turismo rural: claves y dilemas desde la antropología social”, en Riedl, M.,
y Anécio, J. y Barbosa, A. (Orgs.) Turismo rural: Tendências e sustentabilidade, Santa Cruz do Soul,
EQUNISC, 2002, pp.13-50.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El turismo en ecosistemas insulares: relexiones desde…
143
SINCLAIR, M. “Tourism and economic development: A survey”, en The Journal of Development Studies 34 (5),
1998, pp. 1-51.
STABLER, M. Tourism and sustainability: Principles to practice, CAB International, New York, 1997.
TUCKER, H. “Turistas y trogloditas. Negociando la sostenibilidad”, en Annals of Tourism Reseach en Español, 3
(2), 2001, pp. 313-339.
WAHAB, S. y PIGRAM, J. Tourism, Development and Growth, Routledge, London, 1997.
WEAVER, D. “The evolution of a “plantation” tourism landscape on the caribbean island of Antigua”, en
Tijdschrift voor Economische en Sociale Geografie, 79 (5), 1988, pp. 593-604.
WHEELLER, B. (1994), “Egotourism, sustainable tourism and teh environment –a symbiotic, symbolic or
shambolic relationships”, en Seaton, A. (ed.), Tourism. The state of the art, John Wiley & Sons, Chichester,
1994, pp. 647-654.
WILKINSON, P. Tourism Policy & Planning: Case studies from the Commowealth Caribbean, Cognizant
Communication Corporation, New York, 1997.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XV Coloquio de Historia Canario-Americana
144
NOTAS
1 El análisis detallado de numerosos estudios de caso sobre el desarrollo del turismo en las regiones
insulares ha sido la base de mi Memoria de Licenciatura, Antropología del turismo en ecosistemas
insulares.
2 Durante la década de los sesenta y setenta coincidiendo con los más importantes procesos de
descolonización el turismo era considerado como un maná caído del cielo capaz de generar divisas y
bienestar (concepción optimista). En la actualidad la situación ha cambiado sustancialmente, el turismo
sigue siendo un importante agente de desarrollo, pero su implantación puede ocasionar considerables
impactos negativos.
3 Escobar se plantea de una forma detallada las críticas a esta noción “oficial” del desarrollo sostenible,
desde dos frentes alternativos: “culturalistas” y “ecosocialistas”, que aportan una definición del concepto
con más matices.
4 Butler crítica la dicotomía que plantea que el turismo de masas es insostenible por definición, mientras que
las nuevas formas de turismo son sostenibles. El turismo de masas puede ser sostenible, y por supuesto no
todas las “formas alternativas” son sostenibles.
5 Un desarrollo turístico sostenible exige cambios en el ámbito económico, ambiental y sociocultural. Este
cuadro ha intentado sistematizar la información procedente de diferentes textos sobre el turismo sostenible.
6 Declive es utilizado en el sentido planteado por Butler (1980) en su noción del ciclo turístico de los
destinos. Implica que los destinos turísticos a lo largo del tiempo pasan por distintas fases, en las que
acontecen fenómenos diferentes. Las fases son de exploración, participación, desarrollo, consolidación,
estancamiento, declive o rejuvenecimiento. Cada una de las fases se caracteriza por unos hechos concretos,
por ejemplo, en la fase de estancamiento, se alcanza el número máximo de visitantes. Las atracciones
naturales y culturales genuinas probablemente se han visto reemplazadas por otras artificiales. Los niveles
de capacidad se habrán excedidos con los problemas ambientales, económicos y sociales esperados (Cf.
Mathieson y Wall, 1990[1986], p. 151)
7 En el apartado anterior hemos visto que implica un desarrollo turístico sostenible.
8 Para revisiones críticas véase entre otros: Smith y Eadington (1994), Tourism Alternatives, Cater y
Lowman (1994), Ecotourism: A sustainable option?, Monforth y Munt (1998), Tourism and Sustainability,
así como numerosos artículos de Butler y Wheeller, entre otros.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009