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MEMORIA HISTÓRICA Y PAISAJE. EL SONETO:
[TEMÁTICA Y ESTRUCTURA]
MODELOS RECURRENTES EN LA OBRA DE LOS
POETAS CANARIOS EMIGRADOS A CUBA.
Javier Cabrera
PRELIMINAR
Pareciera ser –prevalece esa aseveración entre las distintas opiniones de los estudiosos de
la creación poética de los autores canarios emigrados a la isla de Cuba– que la nostalgia o “la
magua” es el tema central y capital en torno al cual gira la motivación de sus composiciones
poéticas. Si bien es verdad que parte de la temática indudablemente se centra en torno a la
condición del emigrante, a la situación del desterrado, a la memoria del paisaje abandonado,
al deseo por la vuelta a la tierra de sus mayores, no es esa meditación única ni motivo central
de las obras escritas y los discursos establecidos por dichos poetas emigrados.
Muy al contrario de lo que suele suponerse acerca de los estados de ánimo y motivos de
meditación de la mayor parte de los poetas canarios que, emigrados a Cuba, tuvieron en ella
una presencia tanto literaria como editorial, aquéllos se centraron, asimismo, en la esperanza
dada por la nueva tierra prometida, la alegría por encontrar en los nuevos horizontes la
prosperidad que nunca hallaron en su propia tierra, al tiempo que se denota, en la mayoría de
estos poetas, estados de ánimo que desembocan en la salutación y el ensalzamiento por todo
lo bueno que esperan que entre en sus vidas, en esa nueva tierra de promisión incluyendo,
cómo no, la aventura.
Es el paisaje cubano, su dimensión incalculable y desconocida para un canario, el
estampido de sus colores y sus olores, sus sonidos distintos lo que más impresiona a aquéllos
que, llegados de unas islas en decadencia en distintas épocas, se ven sobrepasados y les hace
cantar en alabanzas, casi evangélicas, las nuevas lindezas que contemplan, esperan disfrutar y
se esfuerzan por hacer parte de sus vidas. Así, si establecemos un recorrido cronológico
somero, sin necesidad de ser profundos, vemos que desde el primer poema fundacional se
cumplen estas premisas que esbozamos como preliminar de constatación.
MEMORIA HISTÓRICA Y PAISAJE CUBANO: SU CELEBRACIÓN
Ya desde Silvestre de Balboa y Troya (15631649),
en el contexto de su Espejo de
Paciencia (La Habana, Cuba, 1942, 1961. Las Palmas, Islas Canarias, 1981, 1988), puede
verificarse que la memoria histórica y el paisaje cubanos, las circunstancias especiales de una
y la majestuosidad y explosión del otro, indisolublemente unidos, van a ser motivo central de
la meditación y proceso discursivo de gran parte de las obras de nuestros poetas canarios
emigrados a Cuba. Ese afán por “nombrar las cosas”, que tanto afloró durante los siglos XIX y
XX en la obra de numerosos poetas cubanos –desde José J. Milanés a Cintio Vitier, desde
Agustín Acosta a Eliseo Diego– ya se despliega en el correlato coloquial que Balboa establece
en su historia poetizada del Espejo... Así, repasemos el ejemplo de las estrofas siguientes:
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Canto primero: [...] // Tiene el tercer Filipo, Rey de España, / la ínsula de Cuba o
Fernandina / en estas Indias que el Océano baña, / rica de perlas y de plata fina... //
[...] // ...en esta ilustre villa generosa, / abundante de frutas y ganado, / por sus flores
alegre y deleitosa. / Era el mes de Abril, cuando ya el prado / se esmalta con el lirio y
con la rosa... // [...] // ... Y al hombro trae cada una un pisitaco / y entre cada tres de
ellas dos bateas / de flores olorosas de navaco. / De los prados que cercan las aldeas /
vienen cargadas de mehí y tabaco, / mameyes, piñas, tunas y aguacates, / plátanos y
mamones y tomates. // ...Con frutas de siguapas y macaguas / y muchas pitajayas
olorosas; / de virijí cargadas y de jaguas... // Con muchos jaguará, dajao y lisa, /
camarones, viajacas y guabinas: // [...] // Le ofrecieron con muchas cortersías /
muchas inaguas, patos y jutías. // [...]
Si bien es verdad que a día de hoy el Espejo de Paciencia no es ejemplo a imitar como
modelo de estructura poética, de versificación o de concepción intelectual, sí lo es, en cambio,
en su proceso narrativo. De ahí, la validez de su propuesta.
Habrá de transcurrir bastante tiempo, dos siglos hasta llegar al XIX, para volver a encontrar
presencia real de poetas canarios en tierras cubanas. Los distintos poetas canarios emigrados
a Cuba por esa época dejan de nuevo constancia, asimismo, de su vocación por
mimetizarse con la memoria y el paisaje cubanos, así como ensalzar y demostrar su
asombro, ensimismamiento y emoción ante el poderoso paisaje que les recibe y en el que se
ven, de manera irremisible, envueltos, al tiempo que se reconocen implicados en el trasiego
histórico que, como colonia española primero o país indepenciente después, gozan o padecen.
Destaquemos en este punto los distintos ejemplos que denotan de forma palpable la teoría
que sostenemos. Del poeta grancanario Juan [Bautista] de Melo (182719
¿?), autor del libro
intitulado Poesías (Matanzas, Cuba, 1871) entresacamos, de su poema extenso “Cuba en
medio del Océano. Oda”, algunas de sus estrofas que denotan lo que teorizamos:
Cuba en medio del océano. Oda : [...] // Cesó la tempestad. Cielos y mares /
Saludaron á Cuba dulcemente / Al verla aparecer cesto de flores / En medio del
Océano rugiente. / Poblóse en breve de robustas seibas, / Cañas y robles, piñas y
palmares, / Canoras aves y aromosas flores; / Y los vientos, los astros y los mares, /
En hermosos y férvidos cantares / Celebraron de Cuba la victoria // [...] // Fragante
huerto, delicioso prado / De flores y de luces coronado // [...] // Floreciente jardín
americano, / Bañado en torno por la fresca brisa / Que te brinda alagueño el Océano.
/ Paraíso de eterna primavera / Y arábigo perfume, cuya esencia / Recojen los alisios
á porfía / Embalsamando la región vacía. // [...]
El poema continúa en esa orientación de ensalzamiento y alabanza. El poeta aquí –al
margen de las distintas circunstancias y variaciones que el poema sufrió en su proceso
de creación y acomodo a distintos hechos acaecidos– destaca, por encima de cualquier otro
aspecto, la natural grandiosidad de la isla, al tiempo que se reconoce sobrecogido por su
memoria histórica.
De la particular y peculiar relación sostenida con Cuba por el poeta grancanario Nicolás
Estévanez (18381914)
nace el resultado de uno de sus últimos libros, el intitulado Migajas.
Mi última camapaña (La Habana, Cuba, 1907). Varios son los poemas incluidos en este libro
que tienen a la isla como fundamento de meditación y alabanza, pero entre ellos destacamos
el poema de título, precisamente, “Cuba”, por lo que representó de implicación humana,
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moral e histórica en la trayectoria del poeta y memorialista. Entresacamos del mismo distintas
estrofas:
Cuba : [...] // Yo quisiera una casita / de Cuba en las verdes lomas, / cercada de
tamarindos, / de albahacas y de rosas; / donde mis hijos crecieran / lejos de la ruin
Europa, / y entre el rumor de las cañas / aprendieran en mi historia / semejante a la de
Cuba / en que lágrimas rebosa. / De Cuba en las soledades, /contemplando a todas
horas / su rica naturaleza / y sus palmas rumorosas, / plácida fuera mi vida, / como un
oriental de Arolas. // [...] // de la noche en el misterio / cuando brillan en la sombras /
los encendidos cocuyos / con su mirada fosfórica... // [...] // a mí me gusta la tierra /
donde constantes colores / engendran la dulce piña; / dan jugo al rico zapote. // [...]
El poema, que fue escrito o al menos ideado a bordo del velero Veracruz en 1879, y en
circunstancias muy especiales para su autor, concluye en igual orden de cosas. Es la alabanza
a la generosidad del paisaje cubano lo que domina, si bien el poeta traza una implicación de
sentido personal, estableciendo cierto paralelismo entre los avatares por los que atraviesa
Cuba en aquel momento y el derrotero de sus propios avatares. En otros más, poemas como
“Nostálgica”, “Melancólica”, “La luz del ideal” o “Al lápiz”, narran igualmente las distintas
circunstancias, cubanas y personales, vividas por el autor en su aventura antillana.
Acercándonos en el derrotero histórico, acabamos por encontrarnos con otro de los poetas
canarios emigrados cuyo arribo a Cuba se vio marcado por un hecho curioso en su vida
personal. Nos referimos a Francisco Jordán Franchy (18881963)
quien, marino de profesión,
atracó en el Puerto de La Habana en 1929 evitando un huracán que sorteó con tal maestría que
le granjeó la admiración general de la ciudadanía cubana y, por supuesto, de la colonia canaria
emigrada a la isla. El poeta decidió afincarse una temporada en tierras cubanas y producto de
su estancia en la isla son algunos de sus libros allí publicados, como Campanada de a bordo
(La Habana, Cuba, 1930) y Olas que pasan (La Habana, Cuba, 1934). De entre los poemas en
los que se denota cierta complicidad con la memoria histórica y el paisaje insular destacamos
“Visión rural” o “Palmeras de Cuba”. De éste último entresacamos:
Palmeras de Cuba : Son columnas de plata, arcos de gloria / si sus penachos
aproxima el viento; / ¡Abrazo militar, en campamento, / entre titanes de una misma
historia! // El verde chapitel, ejecutoria / de nobleza y valor alza su acento... // [...] //
Mucho más bellas son las de Oriente... / ¡Bajo el oro pomposo del poniente, /
simbolizan el triunfo a nuestro paso!
Si bien es verdad que en el poema no se denota una especial fervorosidad por el paisaje
cubano en sí, basta la intitulación del poema para dejar constancia de esa referencia. Más que
a las palmeras cubanas en sí el poeta, parece, hace referencia general a la palmera, sin una
particularidad específica al trasunto cubano. Bástenos la referencia a Oriente –nombre
genérico con el que se conoce en Cuba a la Región Oriental de la isla, cuya capital es
Santiago– para fijar su propósito.
En otro orden de cosas se mueve la obra que el poeta palmero Félix Duarte (18951990)
elaboró en su emigración y estancia en la isla caribeña; obra recogida, casi en su totalidad, en
el libro de poemas Azul y Armiño (La Habana, Cuba, 1926), cuya publicación se vio motivada
por el premio que el libro obtuvo en el concurso convocado por el periódico Diario de la
Marina , de La Habana. De entre los poemas de este libro reseñamos varios dedicados al tema
cubano, como son “Saludo”, “Soneto a Martí”, “A la mujer cubana”, etc.; pero destacamos
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entre todos su “Canto a Cuba” por la alta significación e implicación de compromiso que el
poema destila. Algunas de sus estrofas declaran ese fervor por la memoria histórica en el que
tanto insistimos:
Canto a Cuba : Sobre un mar sonoro, libre se levanta / la brillante perla que mi lira
canta... / la preciosa antilla por la que yo siento / que teje la rueca de mi pensamiento
/ la divina seda de la inspiración. // ¿Quién la gesta ignora de su noble historia... //
[...] // ¿Quién al contemplarla, sus valles no admira?... // [...] // ¡Descúbrete, joven,
ante sus montañas, / que guardan recuerdo de aquellas campañas... // [...] // ¡Ya es
libre la Isla más bella del Mundo! // [...] // No olvides tus triunfos ¡oh tierra cubana! /
Ten fe en el presente y espera el mañana,... // [...] // ¿Quién no ama tus playas donde
el Almirante... // [...] // ¡Salve, gentil tierra, Reina del Caribe!... / ¡Salve, Cuba Libre!
¡Canto tu virtud!
Es verdad que en sus distintas estrofas se entremezclan una memoria particular sobre
el derrotero histórico de la isla y una loa al paisaje que acogió a aquellos hispanos
conquistadores recién llegados, más tarde devenidos en emigrantes, para concluir a día de
hoy, turistas, tal vez. Pero lo que late de forma principal en el proceso del poema es la
salutación, una vez más, por esa nueva tierra de promisión.
Llegados a la segunda parte del pasado siglo XX se establecería la certeza de que ya no
quedarán en Cuba otros poetas canarios emigrados a la isla. Nada más incierto, aún los hay. Si
habrá de reconocerse que no son emigrantes conscientes de ese proceso sí son hijos de
aquéllos, y que llevados muy pequeños, niños aún, a Cuba, acabaron por enriquecer la nómina
de los poetas canarios que antes de ellos habían hecho el tránsito hasta la isla caribeña. Son
éstos los ejemplos de Antonio Hernández Pérez o de Modesto San Gil Henríquez. Para ellos
la memoria histórica y el paisaje cubanos no serán ya ese milagro nuevo que habrán de
descubrir, al que habrán que aclimatarse o del que celebrarán sus maravillas. El paisaje
cubano en ellos es algo asumido, por ser su paisaje, el de la infancia, no surge por tanto en
ellos la necesidad del redescubrimiento, simplemente, son con el paisaje, con su memoria. Y
así, cuando estos poetas canarios, finalmente, se acercan al paisaje cubano lo hacen ya desde
otra visión diferencial, pero curiosamente, tanto respecto del poeta canario emigrado como
igual de diferencial del poeta cubano de nacimiento y tradición poética. De su memoria y
circunstancia histórica otros avatares les tocará vivir; Cuba, ya libre, constituida en nación, se
verá atravesada en su historia por nuevos hechos en los que, unos y otros, serán protagonistas
conscientes.
Así, en la obra del poeta tinerfeño Antonio Hernández Pérez (19091975),
llevado a Cuba
muy joven, con apenas un año de edad, y por tanto cubano de adopción y pensamiento; autor,
entre otros, de libros destacados como Y de pronto sales con tu voz (La Habana, Cuba, 1970),
Premio Nacional de Poesía de la UNEAC, en 1970, o Los árboles (Villa Clara, Cuba, 1975);
encontramos, en algunos de sus poemas, rastros claves que nos darán noticia del inciso que
produjo en él los más notorios acontecimientos históricos en la memoria de la Cuba reciente.
De entre sus poemas, con esta inclinación, destacar:
Esta cintura verde: Ni un hombre con pistola / ni deleitoso amigo del fusil. // Jamás
cazador furtivo / o centurión del hombre enajenado / en la soledad de los volcanes. //
Amigo soy de la paloma / y el grano de maíz. // Sencillamente / amo la paz / y la vida
hermosa de la sangre. // Pero son necesarios / el fusil y la pistola / defendiendo esta
cintura verde / donde hoy la vida abre sus ríos.
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Denota el poema, así como gran parte de la obra general de este poeta, una visión sesgada,
diferencial, una mirada distinta, personal, en la que se revela cierta intención panteísta, de
sentido casi sacral para con el paisaje, su memoria, y sobre todo, su futuro. Sin lugar a dudas,
la obra del poeta Antonio Hernández Pérez gozará de una revalorización y una consideración
que la harán ocupar un lugar de privilegio en la contextualización futura de las poesías cubana
y canaria.
Vistos estos distintos ejemplos, ahora ya destacar, a modo de conclusión parcial, sin
ánimo, jamás, de minusvalorar el quehacer poético –o de minimizar la razón que los dotaron
de cuerpo y los hicieron aflorar–, de los diversos poetas canarios emigrados a Cuba, que en
sus obras quedan reflejados los tópicos concernientes a la naturaleza bucólica, y son las más
de las veces muestra o resultado de una idealización de corte falsario –tocante quizás en un
desfasado románticismo– sobre la memoria histórica que sobre la isla se tiene; referentes
históricos, tal vez, desvirtuados, por un afán desfocalizado de la realidad que les tocó vivir.
Al tiempo, y en lo tocante a la estructuración formal e ideológica de las distintas obras,
destacar aquí, también, que los poetas canarios emigrados a Cuba son, en su mayoría poetas
epigonales que abundan en pautas ya establecidas y no hacen aportación, ni formal ni
conceptual, en el contexto donde se desarrollan sus propuestas. Reiteran, habrá que
reconocerlo, lo más epidérmico de los discursos y las estructuras que toman como referentes.
De ahí, seguro, su poca, escasa o ninguna relevancia en el panorama general de la poesía
cubana de las distintas épocas.
EL SONETO: MODELO REPRESENTATIVO
De igual manera, sobre cualquier otro modelo de estructura estrófica o sistema
compositivo, el soneto es –en sus distintas variantes– la medida que prevalece como canon y
en torno al cual, más asiduamente, elaboran su discurso, amén de considerarlo el modelo
clásico por excelencia por el cual se determina el dominio de la técnica del verso: el soneto es,
pues, la medida de la clasicidad para gran parte de los poetas canarios que se establecieron en
Cuba.
Muchos y variados ejemplos pueden entresacarse de las obras de los distintos autores que
aquí se tratan, expondremos algunos ejemplos para constatar nuestro análisis. Así, desde
Silvestre de Balboa a Modesto San Gil Henríquez la constancia del soneto prevalece a lo
largo de cuatro centurias de poesía canaria escrita en Cuba. Ya en los preliminares de
presentación de la propia obra Espejo de Paciencia , de Silvestre de Balboa, nos encontramos
con distintos ejemplos de sonetos elaborados por allegados, amigos y personajes destacados
de la vida –cultual, militar o social– de la ciudad de Puerto Príncipe –actual Camagüey–;
ejemplos que si bien no nos ilustran acerca de la ponderancia de su calidad nos dan noticia de
la importancia que para aquéllos tiene expresarse a través de dicha estructura estrófica.
Más cercanos ya en el contexto histórico, llegados al siglo XIX, acabamos por encontrarnos
con otro de los poetas canarios emigrados cuya vida trágica se vio marcada por un destino
último colmado de desgracias y penurias vitales y que segaron tanto su derrotero personal
como el desarrollo de su quehacer poético. Hacemos referencia al poeta palmero Manuel
Martínez de las Casas (18811930)
quien, al margen de su estado personal, logró hallar
momentos de destello creativo para legarnos algún que otro soneto que hoy nos vale de
referencia al tema que nos importa. Así se desprende de su poema “Villa Azul”, en el que el
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poeta, haciendo un alto en el descenso de su tragedia particular, cumple agradecido
sentimiento con la nueva tierra que le ha acogido. Dice el soneto:
Villa Azul: Villa Azul... Puerto Padre generoso / con tu mar, que te arrulla
murmurante, / a ti llegué, extraviado caminante / y me brindaste con tu amor reposo.
// Bajo tu cielo siempre esplendoroso / en donde brilla el sol como un diamente, /
gocé toda la vida palpitante / olvidando el pasado doloroso. // Hoy, al partir para
seguir la senda / que me traza la suerte más tremenda, / vuelve la pena al corazón
herido; // pues no he de hallar en mi infinito duelo / ¡ni la paz que encontré bajo tu
cielo, / ni un amor como el tuyo, tan sentido!
Otros sonetos destacados del mismo autor son “Amo los nobles gestos”, “Como yo la
quería” o los dedicados a la figura del poeta nacional cubano José Martí: “Martí” y “A Martí”,
recogidos todos en su libro, de edición póstuma, Sus mejores poemas (Gramma, Cuba, 1931).
De Francisco Izquierdo (18861971),
nacido en Tenerife y emigrado por dos veces a la isla
caribeña, destacar, asimismo, su inclinación y preferencia por expresarse bajo el canon
estrófico del soneto. Recogidos en su libro Medallas (La Habana, Cuba, 1925) cabe destacar
varias de dichas composiciones, como son: “Domingo por la tarde”, “Desamparo”, “Jardines
abandonados”, “Dolor de la campana sin eco” o “Palabras para mi verso” entre otros. Es, sin
duda, Francisco Izquierdo de los poetas canarios que se instalan en Cuba de los que menos se
dejan influir, y casi no deja traslucir, por la situación del emigrado, conteniendo sus versos un
alto grado de introspección y cierta actitud de nostalgia por la tierra dejada. Reproducimos
aquí su soneto “Domingo por la tarde” porque nos parece que es el que mejor refleja esta
situación:
Domingo por la tarde: Domingo por la tarde en el Puerto. La raya / del horizonte
yergue, luminosa, precisa, / el filo de un enorme abanico que irisa / de lentejuelas de
oro, la luz cárdena y gaya. // El rectángulo obtuso de una vela soslaya / en el azul su
breve nitidez de sonrisa; / paz, los vivos rebaños de espuma; paz, la brisa; / paz,
la monotonía orquestal de la playa. // Llenan el muelle niños, sus niñeras, soldados, /
señoritingos cursis, pollos endomingados, / provincialismo agudo, municipal
fruicción. // Al pasar, en un barco, se ve un viejo marino / reflejando en los ojos el
silencio calino, / sentado a la moruna tocar un acordeón.
El poema, soneto que puede estar narrando la situación genérica acaecida en cualquier
puerto del Mundo, contiene, sin embargo, un cierto regusto por el estado provinciano cuasi
colonial de la tierra canaria dejada atrás por el poeta, y no contiene, lo hacemos notar, ninguna
alusión o composición de imágenes que nos permita imaginar o pensar que ése que refleja el
poema sea un puerto, precisamente, tropical.
Del poeta palmero Tomás Felipe Camacho (18861961)
destacar justo el extremo opuesto,
si un poema se destaca por su alabanza y salutación a la tierra de promisión que le acogió ése
es el soneto intitulado “Saludo”, recogido en su único libro de poemas publicado, Ritmos y
notas (La Habana, Cuba, 1906). Reproducimos el soneto por lo que ejemplariza e ilustra:
Saludo [Para mis hermanos los poetas de Cuba ]: Tierra de promisión ¡yo te saludo! /
Tierra augusta del arte ¡yo te admiro! / al verte me parece que deliro / y deja la
emoción mi labio mudo. // Mi ardiente fantasía nunca pudo / soñar tantas bellezas
como miro; / ¡hay en ti las dulzuras del suspiro / y las firmes durezas del escudo! //
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Tú me pareces visión sublime / de pueblo que labora y se redime, / cantando á un sol
de libertad que asoma. // ¡Yo te amo, oh Cuba, porque a ti me enlaza / el vínculo
sagrado del idioma, / el lazo indestructible de la raza!
El soneto, al margen de su calidad literaria, su riqueza de imágenes o estructura estrófica,
que es bastante floja, es, en cambio, toda una declaración de principios y de una actitud
ideológica y una compostura humana que raya lo sentimental. En Francisco Jordán Franchy
(18881963),
poeta lanzaroteño, queda, tal vez, algo más diluida esa compostura, si bien es
verdad que algún que otro poema de salutación y ensalsamiento puede hallarse entre los
bastantes poemas de su producción cubana, no se asoma a sus versos tan arrobado como
Camacho. De entre sus sonetos más conocidos reproducimos el titulado “Visión rural” por
dejarnos un cierto sabor decimonónico de carácter bucólico:
Visión rural [Para Francisco Ureña ] : La pradera respira la poesía, / que, en los
atardeceres, se presenta, / cuando tras de una lluvia triste y lenta / se ve, en Ocaso,
desangrar el día... // Llega el mozo a la rústica alquería / cuya tardanza, un corazón
lamenta... / y la belleza del paisaje aumenta / un desfilar de gente en romería. // Todo
respira paz, en los alcores, / y a los charcos, se asoma el firmamento, / como
buscando, en su semblante, algo... // Se oye un ladrido, desgarrar el viento, / y al
través de los juncos tembladores, / tras su pieza, se desliza un galgo.
La producción poética del palmero Félix Duarte (18851990)
se ve jalonada de la
abundancia del soneto como propuesta y precepto de buen hacer en la dinámica del verseador.
Es para este autor el soneto la estrofa ideal a través de la cual expresar con exactitud los
pensamientos y el ideal poético que se quiere comunicar. Entre sus muchos sonetos de
salutación a la nueva tierra de promisión que le acoge destacan “Saludo” –dedicado a Cuba–,
“Soneto a la mujer cubana”, “Soneto a Bolivar” o “Soneto a Martí” entre otros, recogidos
todos en su libro Azul y Armiño (La Habana, Cuba, 1926). De entre todos reproducimos
“Soneto a Martí” por parecernos significativo dentro de la producción no ya de este poeta en
particular sino dentro del contexto general de los poetas canarios emigrados a tierras cubanas
y que señala, a su vez, el fuerte nexo sentimental establecido históricamente entre Canarias y
Cuba. Dice el soneto:
Soneto a Martí: ¡No has muerto, no, glorioso veterano, / apóstol de una causa
redentora, / hoy libremente, más que ayer, te adora / la perla del azul mar antillano. //
Vibra tu nombre en cada hogar cubano / como una dulce música sonora / y vives en
el alma soñadora / del incansable pueblo castellano. // Lleno estaba tu espíritu de
gracia. / El derecho a la libre Democracia / supiste defender con tal fervor, // que
dejarás de ser en nuestra historia / cuando no brille el lauro de la gloria / y se extinga
el imperio del amor!...
Conviene recordar, o expresado mejor, conviene no olvidar, llegado el caso, que para los
canarios de principios del siglo XX, y más para la colonia canaria establecida en Cuba por esa
época, Martí formó siempre parte de esa mixtificación sentimental que unió a Canarias a la
historia reciente de Cuba –la figura de Martí también les pertenecía– por ser el poeta nacional
cubano de madre canaria.
En otro orden de cosas se esboza la obra del poeta grancanario, de Telde, Luis Báez Mayor
(19071941).
Muerto muy joven, con apenas 34 años, y tras una vida señera en penurias, y
muy a pesar de no haber publicado ningún libro en vida, sólo poemas sueltos en revistas
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y prensa de la época de su estancia en Cuba, conviene reseñar que fue, sin mediar la duda,
uno de nuestros poetas de la emigración mejor dotados, de formación más profunda y
categórica, pero al que el destino no le jugó de cara, o tal vez, como él mismo reconoce en
uno de sus sonetos, fue la cobardía la que le dominó en momentos decisivos y claves de su
vida, vida que, parece ser, jamás pudo resolver a favor suyo y de ahí su conclusión tan triste y
lamentable. Entresacamos de su producción el soneto de título “En el mar”:
En el mar : Mientras la quilla con fruicción sonora / hienda la comba majestad
marina, / la nostalgia letal prende en la hora / como una soñarrera de morfina. // Te
presiento a mi lado. La fragancia / de tu cuerpo ideal febril aspiro. / Tú has de estar,
sin estar, que la distancia, / ebria de ti, se transmutó en suspiro. // ¡Novia lejana! Tu
amoroso acento vibra en el atrio espiritual... Y siento, / mientras el cuerpo añorando
oscila // sobre las ruinas de mi amor deshecho, / una angustia mortal dentro del pecho
/ y una humedad cobarde en la pupila.
El poema, escrito ya a la vuelta a Canarias de Luis Báez, que balbuceado o ideado, quizás,
a bordo del barco que le trae de regreso; poema, por tanto, no de creación cubana, desarrolla
una propuesta de nostalgia, justo, por lo que ha dejado en Cuba. A su vez, el soneto es
ilustrativo de ese nexo de fluidez que siempre pervivió entre nuestras Islas y marca, en la
concreción de su contenido, la voluntad de ida y vuelta entre los pueblos canario y cubano.
Comentar, a título ilustrativo, que es posiblemente el soneto, en Báez Mayor, el modelo
estrófico a través del cual el poeta mejor expresa su producción lírica.
Para concluir con este apartado y cerrar así el ciclo, hagámoslo de la forma más
elegante, trayendo a colación a quien es, a día de hoy, nuestro último poeta canario vivo en
Cuba, Modesto San Gil Henríquez (1922), nacido en la Villa de Mazo (La Palma). El caso de
Modesto San Gil es bien distinto del resto, no podemos decir de él que es un poeta emigrado
porque desde su infancia primera, 8 años apenas, residía ya en Cuba; es, por tanto, un poeta de
formación y sentimiento cubano y, sin embargo, se ha mantenido vivo en él un fuerte arraigo
por la memoria canaria. Al margen de otros sonetos, como “Cazadora del fuego” –en su libro
Versos descalzos (Ciego de Ávila, Cuba, 2000)–, o su memorable serie “Lamento de Isla” –en
su libro El profeta y los cuervos (Ciego de Ávila, Cuba, 2001)–, nos parece que el soneto
“Viaje” ilustra, mejor que cualquier otro, la condición del poeta –por ende, del emigrante–, a
caballo entre dos mundos pero en ninguno, en una doble valoración y en mitad del laberinto
ultramarino en el que se sabe, ya indefectiblemente, a medio camino entre ambas orillas.
Leemos:
Viaje: No me digas que para arder ya es tarde, / si nace el sol, madura y baja el día / y
aquella luz que a la mañana ardía / frente a la noche se declara y arde. // No me
niegues que es tiempo, es hora buena / para dar lo escondido. Será santo / como
latirnos dentro en cada vena. // Si hoy nos queda una flor, hoy son tempranos / los
frutos del final y habrá delicia / en casarse tu bien con mi caricia. // Hoy se
encuentran al fin dichosas manos, / hagámonos la entrega, tarde, inicia / viaje de
novia a noche de primicia.
Se promete el poeta un retorno a la tierra de sus padres, de sus ancestros, un viaje iniciático
como quien desposa a una novia largamente esperada, ansiada más allá del tiempo y la
memoria. Las islas, su isla, es la ítaca ideal del desposorio entre el poeta y el bien que el
regreso a su terruño natal le procura. Una vez más el trayecto de ida y vuelta, de alejamiento y
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retorno, esta vez sí, de nostalgia, no ya por la memoria, por la idea física incluso de volver a
palpar, a sentir la isla entera.
Cerramos este apartado específico dedicado a la forma estrófica del soneto no sin antes
advertir que en esta forma bastantes de los poetas canarios emigrados a Cuba
hacen coincidir el primer articulado antes desarrollado, aquél de salutación y alabanza,
memoria histórica y paisaje de celebración hacia esta nueva tierra de promisión y el modelo
del soneto, por ser considerado, como antes ya concluimos, como el ideal clásico a través del
cual el poeta demuestra no sólo su capacidad para articular el trabajo de manufactura sino en
el cual dejar patente todas las posibilidades estilísticas y técnicas del buen manejo de la
estrofa. Ahora bien, que lo consigan ya es otra cosa. Empeño pusieron en ello, pero será el
tiempo quien establezca la fortaleza final con la que fueron compuestos estos poemas para
el futuro.
CONCLUSIÓN
De todo lo anteriormente expuesto se desprende que, aun entendiendo que, efectivamente,
la nostalgia de las islas dejadas atrás, la magua por la tierra de nacimiento que se
abandona, la incertidumbre por no saber qué se puede encontrar al arribar en tierra extraña y
distinta, la desazón o el miedo, incluso, que esa situación nueva debe provocar, no sólo en los
poetas, escritores y artistas sino en el emigrante en general, puede concluirse, sin temor a
errar, que fue en la mayor de las medidas, la salutación y la albanza, el ensimismamiento y la
mímesis en/por la tierra de acogida, lo que ponderó en los poetas canarios emigrados a tierras
cubanas. Ese nuevo estado, ese nuevo descubrimiento, esa cercanía difinitiva que aquellas
tierras, aquel paisaje, su memoria produjo en la mayoría de los poetas que, salidos de Canarias
y a la aventura, decidieron buscar fortuna y acogida en la mayor tierra de promisión que
la emigración canaria, en general, ha conocido a lo largo de toda su historia, eso es lo que
prevalece.
Esperemos que estos pocos y específicos ejemplos aquí expuestos valgan para ilustrar la
propuesta que enunciamos en el contenido de la conferencia y confirmen, al tiempo,
la necesidad por seguir desvelando la gran riqueza, poco explorada aún, en la tierra de
promisión que fue para los canarios Cuba, donde todavía, y a día de hoy, permanece virgen
todo un campo de acción vivo y por desentrañar, para todos los estudiosos e investigadores
canarios que, siguiendo los pasos de aquellos primeros aventureros, deseen o precisen hallar
lo nuevo y diferenciado que aportar a la literatura, al arte, a la cultura en general de
la emigración trasmarina salida desde Canarias. En Cuba, finalmente, nos espera un mundo
desconocido en su mayor parte y cuajado de interés para los canarios actuales, aún por
desentrañar para nuestra cultura allende el mar.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
Memoria histórica y paisaje. El soneto: [temática y …
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