-
=m
ESTANCIA EN LAS ISLAS CANARIAS DE LOUIS FEUILLÉE,
O
E
E
PIONERO DE LA EXPLORACION CIENTIFICO-NATURAL DE 2
E
ESTE ARCHIPIELAGO (1724)
3
ALFREDOH ERRERPAI QUÉ em-
E
O
La exploración científico-natural de las Islas Canarias cubre un
largo período que comenzó en el primer cuarto del siglo XVIII y que,
obviamente, aún no ha concluido. En la historia de la investigación
científico-natural de este Archipiélago hemos de incluir el conjunto
de trabajos y ~ ael p aso de !os años se ha2 l!evucb a cabe en term
a la realidad física y a la realidad biológica de la naturaleza insular.
En su dimensión cronológica, la historia de la investigación científico-natural
en Canarias puede apreciarse a través de varias etapas que
coinciden de alguna manera con las fases que el desarrollo de la geo-grafía
y de las ciencias de la naturaleza tuvieron en Europa en los
siglos XVIII y XIX y, particularmente, con las exploraciones del
globo realizadas en la época de los grandes viajes. La eclosión que en
torno a los viajes geográficos se produjo en la segunda mitad del si-glo
XVIII, pareja con el progreso de los conocimientos científicos y
con el movimiento ilustrado, aumentó el interés por el conocimiento,
la exploración y el estudio de la naturaleza de muchas regiones del
planeta y de sus mares.
Situadas -al igual que Madeira y Cabo Verde- en la ruta de las
expediciones europeas al centro y sur de América, al continente afri-cano,
a Oriente y a Oceanía, las Islas Canarias han constituido du-rante
siglos una escala natural en la navegación. Fueron puerto obli-gado
en las expediciones y en las rutas españolas a América, pero tam-bién
punto de referencia marítimo para muchas de las grandes expe-cljrlnnes
ioglesas y francesas que completaron el descubrimiento del
orbe en aquel período. Sin embargo, no fueron los grandes navegan-tes
y los naturalistas que los acompañaban quienes iniciaron la ex-ploración
de la naturaleza de este Archipiélago. Fue el viaje que un
prestigioso astrónomo francés hizo a las Canarias por iniciativa de la
Academia de Ciencias de París el hito que marcó d comienzo de la
exploración de la naturaleza insular.
Desde la Antigüedad -y concretamente en el mapa mmundi de
Ptolomeo- los geógrafos medían las longitudes contando a partir de
la posición de la isla del Hierro. Modernamente, el redescubrimiento
y aceptación general del mapa de Ptolomeo en los siglos XIV y XV
contribuyó a mantener este criterio. Con posterioridad al descubri-miento
de América aquella tradición fue seguida por geógrafos y car-tógrafos
de varios países. En Francia, singularmenQe, un precepto
promulgado en tiempos de Luis XIII ordenaba a los geógrafos que
hicieran sus mediciones a partir de la mencionada isla, como punto
geográfico por el que pasaba el primer meridiano. Esta disposición,
firmada por el monarca en Saint Germain-en-Laye el 1 de julio de
1634 por iniciativa del cardenal Richelieu -como intendente general
de Navegación y Comercio de Francia- pretendía salvaguardar la
libertad de navegación y de comercio al norte del trópico de Cáncer
y al oriente del primer meridiano en las rutas de América y las In-dias,
dejando la gran superficie comprendida al sur y al occidente
de ambas líneas como potencial zona de ataques y enfrentamientos
con las naves de España y Portugal. Se ordenaba a los geógrafos si-tuar
en sus «globos y cartas el dicho primer meridiano en la isla del
Hierro)), como la más occidental de las Canarias, «y contar desde
allí el primer grado de las longitudes en dirección al oriente, sin pa-rarse
en las nuevas intenciones de aquellos que por ignorancia y sin
fundamento lo han colocado en las Azores)). Al sur del trópico y al
oeste del meridiano del Hierro las flotas y navíos franceses quedaban
autorizados para apresar a las naves españolas y portuguesas o para
repefer los ataques de éstas cuando trataran de impedirles la libre
navegación y el tráfico mercantil. Evidentemente el primer meridiano
situado en el Hierro ofrecía un más vasto campo a la piratería y a
las hostilidades navales en el Atlántico central y sur que la línea de
las Azores. Y este hecho no era extraño a la declaración francesa de
aceptar oficialmente la posición del primer meridiano en la ((parte
occidental de las Islas Canarias conforme a lo que los más antiguos
y famosos geógrafos han determinados.
Durante largo tiempo las tensiones y confrontaciones entre las
potencias europeas impidieron a los franceses destacar a un científico
eii las Idas Canarias para fijar la pü~ició~deil nieridianü. En 1724, nw-venta
años después de aquella declaración real, la Academia de Cien-cias
francesa pudo cumplir aquella aspiración enviando, con tal mi-sión,
a este Archipiélago al astrónomo y botánico Louis Feuillée,
religioso mínimo. Era el padre Feuillée (1660-1732) un experto via-jero
científico que había colaborado con Jacobo Cassini como perito
hidrógrafo y que a partir de 1703 había estado en las Antillas y en
la costa venezolana encargado de una misión oficial. Después de re-gresar
a Francia en 1706, al siguiente año viajó a la costa occidental
de Sudamérica, visitando el Perú y explorando las costas de Chile
hasta la Patagonia durante cuatro años.
Apreciando sus conocimientos en las ciencias astronómicas y físi-cas
la Academia de Ciencias le invitó en 1724 a viajar a las Canarias
para fijar con certeza la posición de la isla del Hierro y para deter-minar
la diferencia en longitud entre dicha isla y el Observatorio de
París. Feuillée aceptó la propuesta y se aprestó a viajar a las Islas;
contaba por entonces más de sesenta años y se hizo acompañar de
un joven llamado Verguin, alumno de su amigo el matemático e hi-drógrafo
P. Laval. Partió de Marsella el 1 de mayo de dicho año a
bordo de la «Femme Volant)), nave que hizo escala en las radas de
Alicante y Málaga antes de fondear en la bahía de Cádiz. A la espera
de una autorización real para trasladarse a Canarias, Feuillée hizo m varias observaciones en Cádiz y fijó la longitud y la latitud de esta -
ciudad. En el barco francés ((Neptunes partió rumbo a las Islas el 17 E
de junio siguiente. Al amanecer del día 22 estaban a la vista de Ale- O
n -
granza y a las 3 de la tarde del día 23 fondearon en el puerto de =m
O
Santa Cruz de Tenerife, que ya Ee era conocido a Feuillée de uno de EE sus anteriores viajes a América. «No bajé a tierra hasta el día si- S
E guiente -escribió Feuillée en la relación del viaje1. Fui a hacer la =
visita al señor Gobernador, le entregué varias cartas que me habían 3
encargado en Cádiz, me hizo muchos honores y me ofreció todo aque- --
110 que dependiera de él, tanto en Santa Cruz como en otra parte; 0m
E yo se lo agradecí intensamente. Me dirigí a la casa del cónsul, se me
O dijo que él tendría su residencia en La Laguna a una legua de Santa
Cruz; uno de sus amigos partió entonces para darle noticia de la n
E arribada del barco, le pedí acompañarle. Montamos a caballo y Ilega- a-mos
a La Laguna a la entrada de la nochen. l
n
En La Laguna fue recibido por el señor Porlier, cónsul francés, n
0
hospedándose en la casa -«muy grande y muy cómodan- de éste. 3
La ciudad vivía en aquellos días las vísperas de la coronación del rey O
Luis 1, hijo de Felipe V. En la noche del sábado 24 de junio las ca-lles
de la villa se hallaban iluminadas por el fuego de las hogueras.
El padre Feuillée nos dejó una descripción de los acontecimientos:
«Cada particular tenía orden de encender durante tres horas un gran
fuego delante de su casa; se alzó en la plaza un magnífico fuego de
artificio, la ciudad parecía estar en un incendio general. A las nueve
de la noche se vio pasar en las principales calles de la ciudad un
1. Voyage aux Zsles Canaries cm Journal des observations Physiques, ~Mathenza-tiques,
Botaniques et Historiques faites pav odre de Sa ~lilajestd. 1724. Ms., 305 +
65 págs., 42 pl.
gran carro de Triunfo grotescamente pintado al fondo del cual se
veía un Rey sentado en un Trono cubierto de un Palio magnífico, la
corona sobre la cabeza y el cetro en la mano; a los lados del Rey
estaba toda su Corte. En la parte delantera de esta carroza estaban
situados varios tocadores de instrumentos; todo este séquito era
arrastrado por cuatro bueyes precedidos por las Carrozas de los prin-cipales
Señores del País...)). Tras la carroza seguía todo el pueblo,
entre gritos y aclamaciones. «El día siguiente Domingo se celebró en
la Catedral la ceremonia de consagración del Rey)) -prosigue el via-jero
francés, que relata que ésta se representó en el altar principal en
una magnífica escenificación en la que concurrían las esfigies del
Papa, del Rey y de los Cardenales y Príncipes.
En la mañana del 26 de junio el P. Feuillée bajó a Santa Cruz para
desembarcar !os kstmmentos. Yi, su Uesplazamier,tc apreciS i?n ca-lor
extraordinario en la villa porteña y, de regreso, un intenso frío
a partir de la mitad del camino a La Laguna. Al siguiente día pre-paró
y verificó los instrumentos, construyendo un barómetro con el
que inició sus experiencias.
En la madrugada del 1 de julio observó la inmersión del primer
satélite de Júpiter. Las nubes le habían ocultado el planeta hasta
aproximadamente un minuto antes de producirse el fenómeno. El
reloj instalado por Feuillée en la residencia del cónsul Porlier mar-caba
1 hora, 40 minutos y 7 segundos. El propio evento fue obser-vado
en París por Cassini y Maraldi a las 2 horas, 54 minutos y 38
segundos; en Lisboa lo contempló el P. Carbone a las 2 horas, 8 mi-nutos
y 52 segundos, y en Roma marcaba el reloj 3 horas, 24 minutos
y 29 segundos cuando Bianohini realizó la misma observación. Así,
Feuillée fijó la posición de La Laguna por el método astronómico,
constatando una diferencia en longitud con el meridiano de París en
1 hora, 14 minutos y 31 segundos.
En la madrugada del 24 de julio tuvo el padre Feuillée ocasión
de observar el mismo fenómeno, si bien -según manifestó en la re-lación
de su viaje- rind ligera "uriama le iiiipidió vei la iiimersiSí; con
entera claridad, por lo que, desconfiando de la exactitud dle su obser-vación,
sólo la consignó como dudosa. En esta ocasión la diferencia
en longitud con el Observatorio de París -en donde observaron el
acontecimiento Cassini y Maraldi- resultó ser de 1 hora, 14 minu-tos
y 46 segundos.
Ei, distintas ~casinnes Feiii!!ée calcdó 1- latitiid de La Laguna.
situando sus instrumentos en diferentes puntos de la ciudad y alre-dedores.
Estas mediciones fueron realizadas con referencias a las al-
turas meridianas del sol, que servían para calcular las alturas del
polo, siempre corregidas del error del instrumento, del paralaje, de la
refracción y del semidiámetro del sol. En los cálculos realizados en
días distintos fijó la latitud de la histórica villa en 28" y 20', sólo con
diferencia de segundos entre cada una de las observaciones y las
restantes. Al reseñar los resultados de las observaciones realizadas
en La Laguna Feuillée señaló como más aproximada a la verdadera
una latitud de 28 grados 29 minutos y 42 segundos.
Igualmente, en los mismos resultados insertó -teniendo en cuen-ta,
además de las dos citadas, una tercera observación del primer
satélite de Júpiter llevada a c a b ~el 25 de septiembre, en su segunda
estancia en La Laguna- una diferencia de lo 14' 43" con el Observa-torio
de París como determinación más aproximada para fijar la lon-gitud
de la villa tinerfeña.
Durante las semanas pasadas en La Laguna el padre Feuillée se
relacionó con las gentes de la población, recorrió sus alrededores,
herborizó e hizo otras observaciones, además de cumplir las ya men-cionadas
y principales en su viaje científico. Día a día fue escribiendo
los testimonios que consideró de interés. Entre ellos vamos a recoger
aquí dos de sus referencias. Una nos habla del pequeño lago que dio
nombre a la ciudad. Entre las varias descripciones botánicas inser-tadas
en su manuscrito aparece una del Ranunculus aquaticus, plan-ta
que dice haber encontrado «en medio de las aguas en un riachuelo
que atraviesa un campo muy estéril en verano; pero -añade- en
invierno las caudalosas aguas que caen de las montañas hacen de
este campo un gran lago». Seguidamente refiere que dos habitantes
de La Laguna han encontrado a estas aguas una salida, donde han
construido varios molinos que las aguas hacen girarn. Y no deja de
recoger la consideración de que gracias a esta abertura se evitan los
peligros que las aguas estancadas y corrompidas originarían durante
el wranü. otro testimonio puede, de ser cierto, ofrecer un mani-fiesto
interés para la historia de la salud y de la medicina en el Ar-chipiélago.
El día 18 de julio fue, junto con el cónsul Porlier, a visi-tar
a un viejo médico que le había ofrecido en varias ocasiones su
biblioteca. FeuilIée aprovechó la oportunidad para preguntarle cuáles
eran las enfermedades más comunes en estas Islas. El médico res-pondió:
das enfermedades venéreas)); xy me aseguró -esrrihe
Feuillée- que ellas son allí tan comunes que los niños de pecho son
atacados, y lo que es más sorprendente que éllos nacen con esta
enfermedadn.
Uno de los aspectos más inportantes de la presencia de Feuillée
en las Islas Canarias es el que atañe a la medición de la altitud del
Teide y la excursión al Pico de Tenerife. Acompañado del cónsul
francés, el 30 de julio se trasladó a la villa de La Orotava, soportando
durante el camino los intensos caIores estivales. A!Ií recibió la bien-venida
y la hospitalidad del marqués de la Florida, cuñado del señor
Porlier. Su objetivo consistía en medir la altitud del Pico desde el
nivel del mar y después iniciar la ascensión partiendo desde La Oro-tava.
Al día siguiente a su llegada bajó hasta el Puerto de la Cruz
y en sus proximidades escogió un llano cercano a la costa desde el
que se divisaba el Pico, con la finalidad de instalar allí sus estaciones
de observación para la medición trigonométrica de la altura de
aquél. La primera estación se emplazaba al borde del mar -«ei agua
venía a batir a mis pi e s~e, scribió-, mientras que la segunda dista-ba
de la anterior 210 toesas (409,29 metros). Utilizando su cuarto
de círculo Feuillée trazó dos triángulos delineados desde ambas
perspectivas en relación con la extremidad del Teide y, después de
sucesivas operaciones, obtuvo una altura perpendicular del Pico de
2.213 toesas (4.313 metros) sobre el nivel del mar. Aunque el resul-tado
no fue acer.tado, ésta había sido la primera medición científica
llevada a cabo sobre la altitud de nuestra famosa montaña.
Al amanecer del 3 de agosto el padre Feuillée inició la excursión
al Pico de Tenerife, que hasta que ((nuestros barcos han hecho la
ruta de las Indias occidental es^ había pasado ((por la más alta mon-taña
del mundo)), constataba en su relación. En torno a este extremo
señalaba que en sus viajes a América él había visto la montaña de
Santa Marta a más de sesenta leguas de distancia, mientras que no
pudo divisar a cuarenta Ieguas la cima del Teide a pesar de inten-tarlo
en un diáfano amanecer. La distancia más lejana desde la que
podía verse el Pico desde el mar había sido consignada anteriormente
por diversos viajeros como fórmula para verificar un cálculo aproxi-mado
de su altitud. Así, Eec'man señalaba 50 leguas; Duí-re;, 68;
Le Maire, 40, etc. FeuilEe habloba, como hemos visto, de menos de
40 y Borda especificaría más tarde la distancia de 43 leguas.
La ascensión al Teide de Feuillée hizo la cuarta de las conocidas
a través de una relación escrita posterior, después de las referidas
en la Desm'p.ciÓn e Historia del Reino de las Islas Canarias (hacia
1590), de Leonardo Torriani, en la Relatiun of the Pico Teneriffe
2. L~o r n . 4~T~O0 RRIAIID:e scvipción e historia del Reino de las Islas Caizavias,
Santa Cmz de Tenerife, 1959, págs. 1'74.175.
(1650)3 -recogida por Purchass en History of the Rqal Society-y
de la excursión de Edens (1715) &, cuyo relato fue publicado en
las Philossophic~l Transactions de la citada sociedad científica (aun-que
incluyen una descripción del Teide, no tenemos en cuenta las
Observ&io;ons. .. (1626) de Scory por ser harto dudosas al respecto).
Le acompañaban en la excursión el cónsul Porlier, el marqués de
la Florida y dos de sus hijos, el señor Daniel -médico irlandés resi-dente
en la isla- y el joven Verguin, así como tres guías y doce
criados que conducían a una docena de mulas cargadas con equipa-jes
y provisiones.
El itinerario seguido en la ascensión al Teide era el ya acostum-brado
por entonces, partiendo desde La Orotava. Nos referiremos con
detenimiento a esta fase de la relación del viaje de Feuillée. Después
de una hora de camino se hallaban en el Dornajito, en donde había m
D
un pequeño manantial de excelentes aguas. Luego comenzaron a as- E
cender por la zona del Monteverde, a través de los senderos trazados
O n por los naturales en medio de los helechos. El recorrido significaba -- m
el cruzar los diferentes estratos de vegetación propios de las Canarias O
E
centrales y occidentales, singularmente marcados en Tenerife, la isla E
2
de mayor altitud. «A las ocho de la mañana nos encontramos en la -E
cumbre del Monteverde -leemos en la relación del viaje-. Allí vi- =
mos terminar las nubes tan espesas a través de las cuales habíamos -
pasado desde nuestra partida de La Orotava. Comenzamos a entrar -
0
m
en una atmósfera mucho más pura que aquella que acabábamos de E
dejar. Ea superficie superior de estas nubes nos cubría. Los criollos O
de estas Islas Canarias llaman a este sitio Los Charquitos ... u. Segui- n
damente penetraron en el pinar, sobre el que Feuillée nos ofrece un -E
dato de interés ecológico al recoger la información de que en otro a
2
tiempo este monte estuvo enteramente cubierto de estos elevados n
n
y frondosos árboles, pero que cuando él lo visitó los pinos allí eran
muy claros. Al respecto, los guías le manifestaron que un huracán 3
O
había abatido gran número de ellos y el propio naturalista nos dice
haber visto muchos caídos y con sus troncos podridos por ia hu-medad.
Antes del mediodía se detuvieron a comer a la sombra del Pino
de la Merienda, en dende aprovecharon para descansar y reponer
fuerzas. A la una de la tarde prosiguieron el camino pasando por el
S. Esta relación fue publicada en la "Revista de Historia Canaria", 1966, con
introducción, traducción y notas de Víctor Morales Lezcano.
4. Ya VIERAY CLAVIJrOe cogió en sus Noticias de la Historia General de las Islas
Canarias el relato de esta ascensión al Teide que había causado gran impresi6n en
Europa a raíz de su publicación.
lugar llamado La Carabela -en donde los pinos son tren mayor nú-mero
que en el resto del monte))- y a las dos llegaron al Portillo,
((un paraje entre dos montañas donde, de un lado y de otro, se veían
los restos de furiosos volcanes que se abrieron en otro tiempo)). El
Portillo marcaba «el final de la montaña de los pinos» y seguidamente
entraron ((en un llano cubierto de arenas que los vientos han acumu-lado
y de muchas retamas)). Por la estación, las retamas -que «se
elevan a la altura de seis pies»- estaban muy secas. Vieron un gran
número de conejos, muy abundantes en la zona, y también varias ca-bras
salvajes. Dos de éstas fueron capturadas por los guías, grandes
corredores, y su carne les sirvió para la cena.
En el lugar llamado Las Faldas del Teide Feuillée recogió varias
piedras de obsidiana que después presentaría en una asamblea de la
.kaderii¿i de Cieiicids de i-drís. «A ids cudtrü de ia tarde iiegaiiiüs 2
al pie del Pico, donde comienza la montaña, que es extremadamente E
empinada; la tierra que la cubre es una arena blanquecina sembrada O
de pequeñas piedras pómez parecidas a aquellas que acabábamos de - m
ver en el llano. A pesar de su pendiente no dejamos de subir a ca- O
E
ballo por pequeños senderos en zig-zap, abiertos por los hombres E
2
que van a coger la nieve al pie del Pan de Azúcar. Prosiguieron la E
ascensión hasta llegar a la Estancia de los Ingleses, lugar así llamado
«a causa de que algunos de esta nación que tuvieron la curiosidad
de su bir al Pico; allí se detuvieron y allí pasaron la noche)). En este -
0
m
sitio prepararon su campamento y pernoctaron. E
O
A las cuatro de la madrugada del día 4 de agosto los expedicio-narios
se levantaron con el ánimo de llevar a cabo la ascensión al
Pico durante la mañana. Después de haber tomado un desayuno de
chocolate iniciaron la subida, provistos de buenas dosis de aguar-diente.
((Subiendo vimos salir el sol de la superficie de las aguas del
mar, cruzado de tres bandas muy oscuras formadas por gruesas nu-bes
extendidas paralelamente al horizonte. Vimos también las islas
Lancelote a 45 leguas, Forteventura a 30 y la Gran Canaria a 101.
Pronto varios integrantes del grupo comenzaron a sentirse fatigados,
sin fuerzas para subir hasta la cima. Entre éllos se hallaba el propio
Feuillée, quien afirma en su relación haber sufrido una caída durante
el ascenso, la cual no le permitió seguir más lejos. Sólo subieron
hasta el Pico seis de los expedicionarios, entre ellos el señor Porlier,
los dos hijos del marqués y el joven Verguin, a quien Feuillée confió
~ 2 isn f l~t r~m~n5f7 gley encc~,e~,YhSa cer 12s ~&prí~acicnpxrc merlirin,
J ----"A-nes
que él había previsto. Antes de escalar el cono volcánico eran
las 7,30 horas. Llegaron a la cima a las 8,42 horas.
A su llegada a la cumbre, Verguin construyó el barómetro e hizo
la medición, sosteniéndose el mercurio a 17 pulgadas y 5 líneas. Pos-teriormente,
en uno de los bordes del cráter la medición dio el re-sultado
de 17 pulgadas y 6 líneas. Desde la mitad del siglo XVII, a
partir de las experimentaciones de Basca1 y de otros científicos, se
comprobó que las mediciones barométricas eran aplicables a la me-dición
de las altitudes, aunque solamente desde principios del si-glo
XVIII se comenzó a determinar la elevación de ciertas montañas.
Comentando la medición de la altura del Teide llevada a cabo por
Feuillée y Verguin, Humboldt constataba que la correspondencia de
aquella medida barométrica, calculada según el método de Cassini,
se traducía en la excesiva altura de 2.624 toesas, error que excedía
215 la altitud real del Teide. Ya en 1742, La Caille señalaba que las
mediciones de la altitud del Pico realizadas por Feuillée no habían m
D
sido acertadas y B. Bouguer, estimando que el límite de las nieves E
perpetuas en las zonas templadas estaba en las 2.100 toesas de altura O
y apreciando erróneamente que el Teide estaba cubierto de nieve n-- m
durante todo el año, consideró exagerados los resultados obtenidos O
E
por Feuillée. Al respecto, Bouguer calculaba que había que restar E
2
140 ó 150 toesas a la altura de 2.213 obtenida por Feuillée en el -E
Puerto de la Cruz. Por otra parte, Humboldt calcularía que apli-cando
la fórmula de La Place a la medición de Verguin y teniendo 3
-
en cuenta unas condiciones de estabilidad en la presión atmosférica -
0
m
en las mediciones barométricas de La Orotava y el Teide y unas E
determinadas temperaturas del aire en la costa y en la cima del vol- O
cán, la altura del barómetro en la cima de aquél se traducía en una n
elevación del Teide sobre el nivel del mar de 2.025 toesas, próxima -E
a la de Borda. a
2
n
Verguin y sus acompañantes permanecieron dos horas en lo alto n
del Pico. Aquél proporcionó a Feuillée varios datos sobre las carac- O3
terísticas del pequeño cráter que se halla en la cima, al cual habían
A.-.,,,,J:J, ,,C11," a.l,,,,,A:,,,, +,a,, "1 $,,A,-. A, 1, f-"lJ,,, ,,,A -1
u ~ ~ b ~ i i u i uvb.i i u~U C U ~ G I I U I C ~ U I L~V UUU ai rviiuv u= ia Lalucra p i v FL
gran calor que sintieron bajo sus pies no les permitió hacer allí una
larga estancia; observaron que los bordes interiores de la Caldera
estaban llenos de un número infinito de pequeños hoyos de cada uno
de los cuales salía un vapor sulfuroso y muy húmedo, y que no se
podía tener la mano delante de estos agujeros más de cuatro segun-dos
de tiempo sin resultar quemado». Observaron, igualmente, que
el fondo del cráter está formado por grandes rocas, que allí habían
quedado al perder el volcán su actividad. ((Nuestro médico hizo in-voluntariamente
una incómoda experiencia. Reunió del mismo azu-
fre (del cráter), lo envolvió en papel, lo puso en su bolsillo; cuando
estuvo al pie del Pico quiso mostrarme el azufre; encontró no sola-mente
el papel perforado, sino su bolsillo quemado igual que su pan-talón
y su azufre evaporado)).
Durante la espera el padre Feuillée hizo una medición barométri-ca,
observando que el mercurio permanecía a la altura de 18 pulga-das
y 116 líneas. Iniciado el regreso encontraron la Cueva del Agua s
-ya conocida por precedentes viajeros-, cuya abertura tenía, según
Feuillée, cuatro pies de alto y su interior quince pies; el fondo de la
cisterna tenía tres pies de agua. En torno a estos extremos, Feuillée
refutaba lo que se decía en determinadas relaciones sobre la existen-cia
en la cueva de un pozo muy profundo que quizás comunicaba con
el mar. Luego volvieron a la Estancia de los Ingleses, en donde habían
dejado sus equipajes, y desde allí regresaron, siguiendo el mismo ca-mino,
a La Orotava, llegando a las 8 de la noche.
Al día siguiente a su regreso a La Orotava, Feuillée bajó a la costa
para buscar una planta muy conocida en Europa, la orchilla, que
varios comerciantes de Marsella le habían encargado comprar en Ca-narias.
Sus acompañantes le condujeron al pie de un gran peñón que
dominaba el litoral. Aunque aparentemente el risco era inaccesible,
«vimos allí -relata- a dos hombres suspendidos en cuerdas que
cogían esta planta, lo que yo observé de mucho peligro era cuando
la cuerda en la que estos hombres estaban suspendidos se alejaba de
las rocas de suerte que éllos no podían llegar a la planta para arran-carla,
entonces se daban movimiento y por su balanceo se aproxima-ban
a la pared del risco, lo que les proporcionaba el medio de arran-car
la orchilla~.E s una de las escasas descripciones antiguas del tra-bajo
arriesgado de los orchilleros, que tan singular importancia en
otros tiempos tuvo en el Archipiélago.
. Como hemos indicado, el principal objetivo del viaje consistía
en verificar la posición de la isla del Hierro. Para ello Feuillée obser-varía
en aquella isla el primer satélite de Júpiter, operación que se
haría simultáneamente en el. Observatorio de París. El 8 de agosto,
en el Puerto de la Cruz, inició Feuillée los preparativos de su despla-zamiento
al Hierro. Allí recibió la ayuda del cónsul inglés, que le
puso en contacto con el patrón de un barco que con alguna frecuen-
5. Se trata, seguramente, de la Cueva del Hielo, situada a 3.350 metros de altitud
en la zona de Bunavista. Las dimensiones proporcionadas por Feuiilke se aproximan
a las reales.
cia navegaba hasta aquella isla. Precaviéndose de los riesgos de un
posible ataque de piratas escondidos en las calas cercanas a su ruta,
partieron al anochecer, el 10 de agosto. En la mañana del día siguien-te
fondearon en Santa Cruz de la Palma, en donde se hallaron con
el cielo cubierto y mucho calor. Y amaneciendo el día 12 zarparon
para el Hierro, anclando a las 4 de la tarde en la rada próxima a
Valverde. Se alojaron en el convento de San Francisco de esta villa,
cuyo superior les ofreció para comer unos frutos, pues no tenía otra
cosa más que darles, y unas esteras para descansar en la noche.
Feuillée y Verguin permanecieron ocho días en Valverde. En la
mañana siguiente al día de su llegada eligieron en la misma villa un
lugar apropiado para emplazar los instrumentos de observación. A
la hora de verificar las mediciones para determinar la longitud y le
latitud Feuillée se encontró con el gran inconveniente de un cielo
permanentemente brumoso, cubierto siempre durante la noche, hasta
tal punto que no pudo hacer la observación de los satélites de Jú-piter.
((Durante la estancia que hice en esta isla -escribiría al res-pecto-
observé que los vientos son casi siempre del norte. Las gen-tes
del País me lo confirmaron. El viento que purifica el aire en Eu-ropa
trae aquí nubes tan espesas que raramente se ve el cielo, prin-cipalmente
durante la noche; el gran calor del sol las disipa algunas
veces una parte del día, lo que sucede con poca frecuencia, pero a la
llegada de la noche las nubes vuelven y ocultan el cielo)). Ante tales
dificultades Feuillée decidió utilizar otro procedimiento para esta-blecer
la longitud de la isla del Hierro, fijando la posición de Val-verde
con referencia a la cima del Teide mediante un cálculo de
triangulación. A las 5 de la tarde del día 14 pudo divisar la cumbre
del Pico y verificó las mediciones. En la parte final del texto de su
relación describió con cierto detalle las operaciones realizadas al
efecto, bien que este fragmento es de los más confusos de su diario.
Se ha considerado que de sus conclusiones se deduce una distancia
de 19" 55' 3" entre la longitud del Hierro (Valverde) y la del Obser-vatorio
de París. Asimismo, Feuillée calculó la latitud de Valverde
observando las alturas meridianas del sol, concluyendo que la más
a-pro ximada a la real sería la de 27q7' 51".
En la noche del día 17 esperaba Feuillée observar la emersión del
primer satélite de Júpiter, pero el cielo permaneció cubierto. Tam-poco
pudo hacerlo, por igual motivo, en la noche del día 19. Consi-derando
que sus observaciones y los resultados obtenidos eran sufi-cientes
el astrónomo francés decidió dar por terminada su estancia
en la isla del Hierro y el día 21 emprendió viaje hacia la Gomera.
Una muy escueta descripción del Hierro fue incluida por Feuillée
en su relación. De ella, entre otros, recogemos el siguiente párrafo:
«Se ve en la isla del Hierro todos los frutos que tenemos en Europa,
el escaso terreno no permite que haya una gran cantidad; los habi-tantes
son pocos y su cosecha les es suficiente; las uvas y los higos
tienen allí un gusto maravilloso, pero no se ven sino pocas viñas e
higueras. Los habitantes son muy pobres y el país muy estéril. El
pueblo (Valverde) sólo está integrado por unas casas, la mayor parte
de los habitantes viven o bajo las rocas o en las cuevas excavadas bajo
tierra. Varios años antes la esterilidad fue tan grande que hubo mu-chos
animales que murieron de hambre». Por supuesto, no dejó de
aludir al Garoe -cuando pidió verlo su deseo se tomó a risa por los
insulares-, refutando las fantasiosas referencias de ciertos viajeros
sobre el Arbol Santo 6.
m
En San Sebastián de Ia Gomera %euiIIée desembarcó, realizando D
E
una breve estancia durante la cual aprovechó para trazar un plano
de la villa. Sorprendido de los escasos habitantes que allí observó -
preguntó a un insular sobre este hecho, respondiéndole aquél que las %
E fiebres, endémicas en la isla, habían arrebatado en menos de tres E
2 meses a la mitad de la población. Esta información inquietó al patrón
del barco, que reunió a los tripulantes y rogó a Feuillée embarcar in-
-
mediatamente. Después de hacer escala en el puertito de Santiago $
(Tenerife), en donde desembarcaron algunos pasajeros venidos de la
Gomera, el barco siguió a Garachico, cuyo puerto había sido des- 1 E
truido dieciocho años antes por una colada del Teide. Dos habitantes
de esta villa relataron a Feuillée que éllos se habían acercado a la
boca del volcán y habían visto salir la lava, pero que especialmente -
se sintieron muy impresionados de los ruidos terribles que salían del $
fondo del cráter, lo que les hizo marchar al campo ante el temor de
que la montaña y toda la isla se fundiera. n
A su arribada al Puerto de la Cruz fueron recibidos por el cónsul
inglés, quien les invitó a su casa. Más tarde marcharon a La Orotava
en dende dwante iaries dias !!PvS a cahn mevas ~hserwclones as-tronómicas
y barométricas. En una breve referencia sobre aquélla
Feuillée escribió: «Esta villa sin amurallar está edificada en la es-carpada
pendiente de una elevada montaña de la que brota una fuen-te
maravillosa ; se la conduce a la villa por canales de madera eleva-dos
sobre el terreno. Estas aguas hacen girar varios molinos. Después
6. El ti1 llamado C-aroé fue derribado por un temporal en 1612. Esta tradición
del Arbol Santo hay que entroncarla con la wncepci6n de los árboles sagrados en
las sociedades primitivas.
se las divide en distintos canales para la comodidad de los habitantes,
que riegan sus jardines y se sirven de ellas para su uso doméstico^.
Además de aludir a los conventos que había entonces en la villa,
menciona las dificultadas características de las pendientes calles de
Ea Orotava para a continuación referirse a sus agradables alrededo-res,
en donde se hacía 'el mejor malvada. A este respecto último
Feuillée recoge la información de que la exportación de vinos pro-porcionaba
anualmente a Tenerife unas 400.000 piastras.
Entre el 25 de agosto y el 2 de septiembre tuvieron lugar las ob-servaciones
realizadas en La Orotava. Feuillée había instalado sus
instrumentos en la casa del marqués de la Florida, en el centro de la
villa. En dos ocasiones observó allí nuevamente la emersión del pri-mer
satélite de Júpiter, seguida simultáneamente en el Observatorio ,,
de París. Como resultado de ello estableció la diferencia más aproxi- E
mada entre ambos puntos en 1 hora, 15 minutos y 5 112 segundos. o
Asimismo, después de varias observaciones, fijó la latitud más apro- n
=m
ximada de La Orotava en 28" 23' 32". O E
El 6 de septiembre se desplazó a La Laguna. Allí permaneció un E
2
mes, cumpliendo la última parte de su estancia en el Archipiélago y E
verificando nuevas tareas de observación, a las que ya hemos aludido. 3
A principios del mes de octubre dio por terminada su estancia en
Tenerife, embarcando en un navío inglés que salió del puerto de -
0m
Santa Cruz el día 10. Después de un muy accidentado viaje llegó a E
Cádiz el 3 de noviembre. El 12 de diciembre reinició el viaje de re- o
greso, arribando a las costas próximas a Tolón una semana después. n
E
a
INSTRUMENTOSU TILIZADOS n
En la memoria redactada por los astrónomos Cassini y Maraldi 3
O para el viaje de L. Feuillée a las Islas Canarias se indican los instru-mentos
que habría de llevar: un anteojo; un micrómetro para obser-va:.
los eclipses; un semicírculo de un pie de diámetro, dividido en
gr:dos y minutos y provisto de dos anteojos con su soporte para le-vantar
planos; una cadena de 10 toesas de longitud para medir las
distancias, y, finalmente, seis tubos de cristal y mercurio para las ob-servaciones
barométricas.
Los instrumentos que usaba generalmente Feuillée eran, según
La Caille, un cuarto de círculo (o cuadrante) con un anteojo o teles-copio
,de 16 pies de longitud; un octante d'e 3 pies, y, tras regresar
de¡ Perú, un cuarto de círculo de 22 pulgadas.
Por la propia relación de su viaje sabemos que Feuillée utilizó en
las Canarias por lo menos los siguientes instrumentos:
- un semicírculo;
- un cuarto de círculo;
- dos termómetros de espíritu de vino;
- barómetros construidos por el propio astrónomo con su mer-curio
y sus tubos de cristal;
- un reloj de péndulo.
El mismo astrónomo nos describe así uno de los instrumentos
de los que se sirvió para sus observaciones en este Archipiélago:
«El semicírculo es un instrumento de los más cómodos, de los más
seguros y de los más fáciles de usar. Este del que yo me he servido
es & m& & cn pie rlp cjiám&~ y p ~ v i s efn~ sitin de las alidadas m
de dos buenos anteojos, el uno fijo sobre su diámetro, el otro mó-vil;
el semicírculo está dividido en 180 grados, cada grado en minu- E
tos por líneas transversales. En su centro tiene una brújula exacta- O
n
mente dividida en 360 grados, cuya aguja es muy viva. Esta brújula - m
O
me había servido para observar la variación del imán en varios sitios». E
E
También nos informa de su procedimiento para construir el ba- 2
E
rómetro, haciendo pasar cuidadosamente el mercurio por un paño
con el objeto de conseguir su mayor limpieza e introduciéndolo en un 3
tubo de cristal de 32 pulgadas de longitud. Más tarde se considera- --
ría que el barómetro de Feuillée, mal privado de aire, carecía de la 0
m
E
exactitud necesaria y setenta y cinco años después Humboldt recor- O
daba que estaba constantemente demasiado bajo en seis, ocho o más
líneas. n
E Con carácter anecdótico hemos de consignar que los dos termó- a
metros traídos por Feuillée se rompieron accidentalmente durante n
el descenso del Teide. n
n
3
T - 1 -.- -. 3 :..L...!- l-..!.- 3.L 2 >-->- -..J.:
~d larmacopea y ei inreres ecunumicu utxerrriiriarun uesue an~i-guo
un concreto interés por especies vegetales de las Islas Canarias,
de forma semejante al manifestado con las plantas de América y de
otras regiones del planeta. La sangre de drago tuvo una difundida
utilización medicinal y el más famoso árbol de este Archipiélago
cuenta con una ,descripción botánica que se ~emonta al año 1576 '.
Una yerba de uso, asimismo, medicinal -la menta- aparece des-
7. L'CLUSE, Charles de: RaRorum aliquot stirpium par Hispana observarum His-toiia
(Plantin, 1576). Cfr. LYONS,G ary: 1% searck of Dragons, en Cactus and Succulent
Journal, vol. XLVI, 1974, p. 275.
crita en una publicación botánica de los finales del siglo XVII y
otras especies de las Islas Canarias fueron incluidas también en los
catálogos de especies raras o exóticas de la época 9. Tanto la descrip-ción
del drago como las otras se realizaban sobre plantas insulares
cuItivadas en los huertos y jardines europeos de entonces. Sin em-bargo,
con anterioridad a la segunda mitad del siglo XVIII, son es-casas
las especies de Canarias incluidas en los libros botánicos.
Muy probablemente, el padre Feuillée fue el primer naturalista
que llevó a cabo la descripción y clasificación de un determinado nú-mero
de plantas endémicas de Canarias observadas en el propio me-dio
insular. Y en este sentido podríamos hablar, con alguna justifica-ción,
de Louis Feuillée como padre de la botánica canaria.
El padre Feuillée fue un renombrado botánico de su época. E1
relato de sus obsermcinnes en !as mstas mientaks de la América
meridional está integrado en buena parte por referencias botánicas.
Al respecto escribió una historia natural de las plantas medicinales
usadas en Perú y Chile, obra en tres volúmenes publicada en París
entre 1714 y 1725. Si, en honor de sus conocimientos astronómicos,
Luis XIV hizo instalar un observatorio para Feuillée en Marsella,
los botánicos reconocieron sus méritos en esta otra disciplina dedi-cándole
un género de la familia de las cucurbitáceas con el nombre
de feuillea.
Su diario de las observaciones realizadas en las Islas Canarias
comprende, también, numerosas páginas dedicadas a la descripción
de plantas. Llevó a cabo tareas de herborización en los alrededores
de La Laguna, Bajamar y La Orotava, así como en el trayecto desde
esta última villa hasta el Teide y en las cercanías de Valverde. Du-rante
su segunda estancia en La Laguna se trasladó a una casa de
campo que tenía el señor Porlier en Bajamar con la finalidad de ob-servar
un ejemplar de drago, dibujando la primera ilustración y rea-lizando
la primera descripción botánica conocida de este árbol extraí-das
de su observación directa en el medio insular. En su diario des-cribió
cerca de una treintena de especies vegetales que viven en las
Islas Canarias, entre ellas nueve endemismos del Archipiélago.
Los endemismos isleños descritos por Feuillée fueron los siguien-tes
lo :
8. F'LUKENET, Leonard : Almagestum botanicum.. . Londres, 1696.
9. COMMELIJNa,n : Horti medici Amstelodamensis rariorum.. . plantarum.. . Amster-dam,
1697 y 1701 (dos volúmenes).
+rvII. n-1-.. ---- -: -L.i.-> - 7 h r\-..:> 6 11 >:---L-- 2-1 T..-=!- D - i A - : - - u c : u u L . U I I : ~ ~ ~ U LLU F>IQWLLLU dil UI. U a v u u l a u w c u , UIIGILUI ui-i jaluui UU~~LULU
''Viera y Clavija", de Gran Canaria, y a los biólogos de dicho centro don Bernardo
Navarro, don José Ortega y don Víctor Montelongo por su cooperaci6n en la identifi-cación
de estas especies.
DENOMINACDI~E NF EUILLBE
Viola tenerifera radice fibrosa
Coralloides saxatilis purpurescens
cornus cerviferens
Sedum arborescens ramosa minor
orbicuIatis ferefoliis
Sedum majus arborescens
tenerifferum
Sedum maximum tenerifferum
Cotyledon saxatilis anacampserotis
folio folis orbiculato
Hyeracium dentiis iconis
folio radice
Draco arbor
NOMBREC IENT~F~COA CTUAL
Viola cheirantifolia Humb y Bonp
(Endemismo de Tenerife y La
Palma)
RoxelEa canariensis
(Orchilla)
Aeonium lindleyi Webb
(Verode. Endemismo de Tenerife
y La Palma)
Aeonium urbicum {Ch. Smith) Webb
(Verode. Endemismo de Gran
Canaria, Tenerife, Gomera y
La Palma)
iUr.g.p,-c,,; 'b,u,.,,-' 6rr,un .uiA;Cril;+i*ri Phn;oi> U ' L U ' , ""U',' b ' I Y I U J m
(Maljurada. Endemismo macaro- D
nésico) E
Aeonium canariensis (Linneo) Webb O
(Bejeque. Endemismo tinerfeiio) - m
O
Aichrysoen punctatun (Smith) Webb EE
(Endémica de todas las islas, 2
excepto Lanzarote) E
Sonchus radicatus Aiton 3
(Serraja. Endémica de Tenerife)
-
Dracaena draco Linneo 0
m
@hago. Gran Canaria, Tenerife, E
La Palma, Hierro) O
Uno de los aspectos tenidos en cuenta en las descripciones botá-nicas
de Feuillée es, por supuesto, la utilidad medicinal de las plan-tas.
También incluye otras indicaciones curiosas, como la informa-ción
de que las gentes necesitadas de Tenerife preparaban gofio de
raíces de helecho para su alimentación, Entre estas curiosidades he-mos
de consignar la misma descripción de la planta de la papa, por
entonces desconocida en Francia. Por otra parte, la relación inserta
algunas referencias zoológicas, concretamente la descripción del pe-renquén
o peninqué, del lagarto de Tenerife y de la barracuda.
VALORACID~EN L OS ESTUDIOS DE FEUILLÉE
Como en tantas otras actividades semejantes, la justa valora-ción
de las observaciones realizadas por Feuillée en las Islas Cana-rias
sólo puede v,erificarse situándolas en su tiempo. Como observó
Desde el punto de vista del interés local, la relación de Feuillée
es un documento de notable importancia para la historia del Archi-piélago.
Redactado en forma de diario, inserta las sucesivas observa.
ciones realizadas, dedicando espacios a consignar distintas anécdotas
e informaciones, varias de las cuales han sido recogidas aquí. En for-ma
irregular alterna descripciones botánicas y zoológicas. Y, como
ya indicamos, al final ofrece un capítulo de conclusiones de las obser-vaciones
y operaciones matemáticas realizadas para obtenerlas. Con
una redacción deficiente, el texto fue concebido como un informe a
la Academia de Ciencias y no como un original preparado para una
futura publicación. Aun sin carecer de consideraciones y testimonios
que hemos de calificar de absurdos, el diario de Feuillée constituye,
repetimos, un texto de interés para nu~estrose studios locales. Ea adi-ción
al diario de una breve ((Historia antigua y moderna de las Islas m
D
Canarias)) -en la que incluye varios folios dedicados al estado «ac- E
tualn de las Islas- acrecienta su valor documental. O
n
La referencia al meridiano de Canarias se mantuvo durante este -
=m
siglo XVIII. De hecho muchos mapas de la época situaban el comien- O
E
zo de las longitudes en este Archipiélago. Y aunque la creación de E
2
los primeros observatorios astronómicos en el siglo anterior marcaba =E
ya un punto de referencia, nacional, para dicho cómputo, todavía po- 3
demos contemplar a finales del siglo XVIII al navegante y científico -
Fleurieu abogando por la fijación del primer meridiano en el Pico de -
0m
Tenerife con motivo de la preparación de la expedición de La Perouse. E
Así, el informe de Feuillée mantuvo una vigencia posterior y los O
viajeros y científicos europeos que más tarde arribaron al Archipié- n
lago conocían en su mayor parte algunos de los cálculos y resultados E a-obtenidos
por Feuillée en cuanto a la posición de las Islas y a la alti- l
tud del Teide. Entre la bibliografía y la documentación reunida para n
0
el mencionado viaje de La Perouse se encontraba la relación de
Feuillée. Antes, La Condamine y Bouguer la habían utilizado en su 3
O
viaje para medir unagrado del ecuador. Y, por supuesto, Humboldt
la conocía perfectamenze. En cambio, Feuiiiee paso por Canarias co-mo
una ave migratoria que apenas ,dejó huella. Tuvo el preciso con-tacto
con autoridades y cónsules, se relacionó con señores y profe-sionales
de La Laguna y La Brotava, mas tras su regreso a Francia
apenas si quedó en Canarias señal de su paso. Ahora, pasados dos
siglos y medio, reencontramos la obra del viejo astrónomo francés,
reflexionamos sobre los ~s t i l d i o sq ue aqui hizo y nos detenemnr en
esta síntesis de sus observaciones y descripciones a través de la breve
comunicación que, no sin emoción, he tenido el gusto de trasladarles.