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LA LAGUNA: FRAGILIDADES, FORTALEZAS Y
OPORTUNIDADES DE UNA CIUDAD HISTÓRICA
Carmen Gloria Calero Martín
RESUMEN
Dentro del conjunto de ciudades históricas de Canarias, es innegable que La Laguna ocupa
un lugar destacado por varias razones, derivadas todas ellas de la secular importancia de
la ciudad determinada por el desarrollo de todo un conjunto de funciones políticas,
administrativas, económicosociales,
religiosas y culturales que hicieron de este núcleo,
durante trescientos años, el centro urbano más importante de la isla de Tenerife y uno de los
principales en el conjunto del archipiélago.
Este destacado papel que, desde el momento de su fundación, se le otorga a La Laguna, se
hace visible en la elección de su emplazamiento, en el trazado urbano, en la solidez de su
caserío y en la relevancia y disposición de sus edificaciones más emblemáticas.
Además, La Laguna, como consecuencia del proceso histórico y del cambio que se operó
en la red urbana tradicional de la isla de Tenerife, padeció, a partir de las últimas décadas del
siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, un grave proceso de desactivación e inmovilidad urbana.
Este hecho, de consecuencias negativas sobre la mayoría de las funciones tradicionales de la
ciudad, favoreció, sin embargo, la conservación intacta del trazado inicial y el mantenimiento
de gran parte del primitivo caserío.
El siglo XX hereda una ciudad conservada, casi detenida en el tiempo, que, a pesar de
una creciente reactivación económica y poblacional, ha mantenido un amplio centro histórico
con escasos retoques morfológicos y funcionales, si lo comparamos con otros sectores
urbanos similares, en ciudades próximas, gravemente lesionados en estructura, morfología y
actividades tradicionales.
A partir de 1980, la ciudad entra en un largo y complejo proceso encaminado hacia la
búsqueda de un marco de protección y valoración de su centro histórico. En 1999, La Laguna
es declarada por la UNESCO “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”. En ese momento, el
gobierno municipal, de forma consensuada con la totalidad de los grupos políticos, decide
realizar de un Plan Especial que defina, prioritariamente, un marco normativo para la
protección de las edificaciones del Casco Histórico de la ciudad, pero, además, el Plan debe
incluir las medidas oportunas para la revitalización de este sector, incluyendo un análisis
pormenorizado del espacio urbano (público y privado) ocupado y libre, planteando un
Programa de Proyectos e Iniciativas que intenten marcar el rumbo que debe tomar la ciudad
histórica.
En estos momentos, el Plan Especial (PEP), se encuentra en la fase de alegaciones, una vez
concluido el preceptivo plazo de exposición pública. Recientemente, un informe de ICOMOS
ha desvelado que el PEP incumple gran parte de los principios por los cuales La Laguna fue
declarada ciudad patrimonio de la humanidad. Nos encontramos, pues, en un momento difícil,
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en el que la ciudad tiene que encontrar el camino adecuado y justo que reúna la necesaria y
exigida conservación con la ineludible revitalización del centro histórico de la ciudad: se trata,
sin lugar a dudas, de definir con claridad cuál es el modelo de ciudad histórica al que se
aspira, siempre dentro del estricto cumplimiento de los principios que la convirtieron, hace
apenas un lustro, en Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Es, en este marco de conflictos y esperanzas, donde se inscribe la presente comunicación.
Los objetivos que la presiden están claramente dirigidos a diagnosticar, desde el punto de
vista geográfico, cuáles son las principales fortalezas y qué fragilidades o amenazas gravitan
sobre este centro urbano. Al mismo tiempo, se intentará predecir cuáles son las oportunidades
que La Laguna puede desarrollar en un futuro próximo.
Para ello, nos centraremos en el análisis de un conjunto de variables geográficas, relativas
a la posición del Centro Histórico en el contexto del área metropolitana de Tenerife y, por
tanto, inmerso en un complejo espacio urbano, de gran dinamismo e importantes tensiones
territoriales. Asimismo, abordaremos el estudio de la población de este sector urbano,
examinaremos sus principales funciones, la dotación en equipamientos y las necesidades, así
como las expectativas de futuro que, a nuestro juicio podrían revertir cierto proceso de
abatimiento y regresión, claramente perceptibles.
LA LAGUNA: UN CRECIMIENTO FRÁGIL Y DISCONTINUO
El Centro Histórico de la ciudad de La Laguna ocupa dentro del conjunto de la ciudad
actual un espacio importante, no sólo por su considerable extensión relativa sino por el papel
central que, en numerosas actividades urbanas, sigue manteniendo. Es frecuente reconocer
como centro histórico aquella parte de la ciudad anterior a la etapa industrial, es decir, el
espacio que la ciudad ocupaba antes de la urbanización del territorio que impulsó la
industrialización capitalista (Martínez, 2001).
En el caso de La Laguna, el débil desarrollo urbano que tuvo la ciudad durante todo el
siglo XIX y hasta bien avanzado el siglo XX, contribuyó a que la ciudad antigua, construida a lo
largo de las centurias anteriores, apenas creciera manteniendo la vieja estructura y gran parte
de los aspectos morfológicos invariables.
En su entorno, la ciudad apenas creció hasta la década 1960/70, cuando la armadura urbana
comenzó a traspasar los viejos límites de la ciudad antigua, de forma desigual si atendemos a
los espacios en crecimiento que se desarrollaron especialmente en los sectores meridionales,
donde el suelo, más barato y de escasa utilidad agrícola, propiciaba el desarrollo de la
urbanización. Sobre ella, es decir, superpuesta a la ciudad tradicional, el impacto del
crecimiento fue importante, especialmente en algunas de las vías centrales, pero, en general,
el primitivo trazado y la mayor parte del caserío fue respetado y ha pervivido hasta el
presente.
Ya se han tratado en otras ocasiones las razones de esta especial circunstancia en el
crecimiento de la ciudad, más bien el no crecimiento que La Laguna experimentó en una
época en la que una gran parte de las ciudades de todo el país apreciaron un notable progreso
urbano. Razones complejas derivadas del cambio en la red urbana de Tenerife que concentró
el desarrollo en la nueva capital, Santa Cruz, y su puerto, eje motivador de la actividad
económica del conjunto de la isla (Calero Martín, C.G, 2002). Lo que en el pasado fue una
circunstancia adversa para La Laguna se ha transformado hoy en una fortaleza, ya que el
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letargo urbano permitió que la ciudad haya mantenido hasta el presente y con escasos
retoques su vieja traza y su importante caserío, configurando un centro histórico de
excepcional valor, no sólo para la propia ciudad y para la isla, sino para el conjunto de la
Comunidad. Un legado que, desde 1999, mereció la distinción de la UNESCO al designar a La
Laguna como una de las ciudades Patrimonio de la Humanidad.
La oportunidad histórica que La Laguna no tuvo en el pasado, cuando aspiraba a
consolidar su papel central y capitalino, se ha retrasado y es ahora, en los albores del siglo XXI
cuando aquella ciudad, aquel espacio urbano que no obtuvo los favores del momento, que no
se desarrolló, que vio colapsado el crecimiento, puede recuperar, en otra escala, un importante
papel.
El centro histórico de La Laguna, que hoy es sólo una parte de la estructura urbana de
dicha ciudad, adquiere, sin embargo, un alto valor simbólico, un significado especial donde la
memoria colectiva de la ciudadanía encuentra su lugar, el sitio común de pertenencia. Este
reconocimiento a través de su trazado, de sus edificaciones, de sus plazas y monumentos
convierte al centro histórico en una pieza clave del paisaje urbano. Como ocurre en todos los
centros históricos, también en La Laguna la significación social es el aspecto más importante,
y desborda cualquier otra dimensión que su tamaño, su población o su dinamismo económico
pudieran darle (Martínez, E., 2001).
LA CIUDAD HISTÓRICA EN EL CONTEXTO URBANO DEL ÁREA METROPOLITANA DE TENERIFE
Dentro de las numerosas tipologías que sobre los centros históricos se han elaborado,
existe una que los clasifica según el contexto urbano donde éstos se encuentran ubicados; de
esta forma, los centros históricos pueden aparecer en áreas metropolitanas, en ciudades
medias o en ciudades deprimidas (Caballero Méndez, 1982). Se trata de aproximar el centro
histórico al desarrollo urbano al que está sometido según el área donde se sitúe.
Según este criterio, la ciudad de La Laguna, la segunda población en importancia de la isla
por detrás de la capital, Santa Cruz, se encuentra inmersa en el área metropolitana de
Tenerife, siendo la proximidad entre ambas ciudades, sobre todo a partir del siglo XVIII, un
factor importante que condicionó el desarrollo urbano de La Laguna.
Si bien en el pasado, como ya se ha comentado, el crecimiento se polarizó en la vecina
ciudad portuaria (capital de la provincia única de Canarias en 1833, y de la provincia de Santa
Cruz de Tenerife a partir de la división provincial de 1927), lo que motivó una clara regresión
poblacional y un escaso crecimiento urbano de La Laguna, en el momento presente, la vieja
ciudad y su ámbito municipal se encuentran inmersos en un área de gran dinamismo, sujeta a
profundos cambios y sometida, especialmente en las últimas décadas, a un intenso proceso de
urbanización.
El área metropolitana de Tenerife está constituida por cuatro municipios (Santa Cruz, La
Laguna, El Rosario y Tegueste) que suman alrededor de 319 Km 2 y aglutinan algo más de la
mitad de la población de la isla y, además, es la zona que en los últimos 50 años ha
experimentado un mayor ritmo de crecimiento.
Dentro del área metropolitana, Santa Cruz y La Laguna se han convertido en las dos
ciudades rectoras del crecimiento y las vías de comunicación que las unen en los principales
ejes del mismo. Se puede hablar del desarrollo, entre ambos núcleos, de un “continuo urbano”
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donde se yuxtaponen áreas residenciales de distinta naturaleza (barrios de autoconstrucción,
polígonos de iniciativa pública y privada, pequeños sectores de ciudad jardín...),
con equipamientos urbanos diversos (hospitales, centros deportivos, centros culturales,
educativos, grandes superficies comerciales...), y algunos espacios industriales.
A pesar del continuo edificado, las dos ciudades mantienen su personalidad como centros
administrativos independientes y, en lo urbano, se distinguen claramente en lo que se refiere a
sus espacios centrales que oponen y contrastan estructuras y morfologías bien diferenciadas.
Este contexto urbano confiere a la ciudad aspectos positivos y negativos. Entre los
primeros, está claro que la ciudad histórica, enclavada en una zona en expansión, contará con
mayores recursos para ejercer sobre ella la conservación necesaria. También, la existencia de
un centro histórico en un área donde la urbanización progresiva introduce cambios
permanentes en el paisaje tradicional, motiva a la preservación de aquellos lugares de especial
significación por su vinculación con épocas pasadas.
Pero, al mismo tiempo, la envergadura y la urgencia del desarrollo urbano en el área
metropolitana puede “saltar” a la ciudad histórica. En este caso, el valor que se le asigne a la
conservación puede ser menor que el que la ciudad histórica merezca, y entra en juego
el debate, siempre difícil, que opone la conservación integral de los centros históricos a la
necesaria renovación que haga frente a procesos de regresión y abandono que afecten tanto
a la población como a determinadas actividades.
Dentro de este contexto urbano, la mayor fortaleza de este centro histórico, aparte de su
elevado valor social y cultural, es la posibilidad de aparecer como un espacio de “paz urbana”,
donde tanto las decisiones, como las acciones estén revestidas de prudencia, y de consenso.
En este sentido, el centro histórico de La Laguna debe de ser contemplado como una gran
oportunidad de mantener, en parte, y recuperar, en otros casos, un área urbana de indudables
atractivos para el conjunto de la zona metropolitana.
LA SITUACIÓN DEMOGRÁFICA DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA LAGUNA
Es bien sabido que la regresión demográfica es uno de los problemas más graves de los
centros históricos tanto en ciudades medias como grandes. A la pérdida de población
acompaña, generalmente, el progresivo envejecimiento de los residentes, el descenso de las
tasas de actividad y el bajo nivel de rentas. Sin embargo, no todos los centros históricos se
han visto afectados por los mismos procesos, tal como ocurre en el caso de La Laguna.
En esta ciudad, el centro histórico representa, desde el punto de vista estructural, la zona
central de la ciudad, el área de construcción histórica, y responde a un perímetro marcado
desde la fundación de La Laguna por la ermita de San Benito al noroeste, La Vega y el
convento de San Francisco al nortenoreste,
la calle del Agua, Plaza del Adelantado y
conventoiglesia
de Santo Domingo al sursureste,
y por la ermita de San Juan al oestesuroeste
como hitos más significativos.
Respecto del conjunto urbano, el centro histórico representa lo que históricamente se ha
entendido, percibido e interiorizado como “la ciudad”, es decir el conjunto significativo. Se
trata, pues, de un área que, a pesar del paso del tiempo, sigue manteniendo una posición
medular respecto del conjunto, y no marginal como suele suceder en muchas ciudades
históricas.
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La población del centro histórico supone aproximadamente un tercio de la población total
de la ciudad y su ritmo de crecimiento ha sido similar al del resto.
Centr o
Histór ico
Resto
Ciudad
Total
Ciudad
1986 7.723 17.924 25.647
1991 8.044 18.500 26.544
1996 8.205 19.229 27.434
2001 9.561 21.977 31.538
Cuadro 1. Evolución de la población (19812001)
Fuente: ISTAC. Elaboración Propia.
Así, entre 1986 y 1991, el Centro Histórico aumentó su población en un 4,16%, mientras
que el resto de la ciudad lo hizo en un 3,21%. Desde 1991 a 1996, el Centro Histórico
aumenta un 2% frente a un 3,94% del resto de la ciudad y desde 1996 a 2001 en un 16,53%
frente a un 14,29% del resto de la ciudad. Estos datos nos hablan de una progresión similar,
desde el punto de vista de la población, tanto de la zona delimitada como centro histórico
como del área que abarca el resto de la ciudad. Sin embargo, un análisis más detallado del
centro histórico nos ofrece diferentes ritmos de crecimiento e incluso, subsectores que, en este
periodo, pierden población. Estas zonas coinciden o bien con aquéllas donde los procesos de
terciarización han provocado la progresiva expulsión de los residentes, o bien con algunos
sectores residenciales donde a la progresiva degradación del caserío se une un alto índice de
alquileres antiguos que se han ido clausurando conforme los arrendatarios han ido falleciendo,
quedando las viejas viviendas en estado de ruina a la espera de posibles intervenciones.
La conclusión nos lleva a considerar que si bien el centro histórico está no sólo sosteniendo
sino incrementando su población en los últimos quince años, este aumento es desigual y al
parecer responde a un crecimiento concentrado en los “bordes”, donde el menor grado de
protección aplicado sobre las viejas construcciones, en unos casos, o la presencia de suelo sin
construir, en otros, ha favorecido la edificación de nuevas viviendas y la instalación de nuevos
habitantes.
A pesar de ese crecimiento sostenido de la población de la ciudad histórica, la estructura
por edades evidencia que nos encontramos ante una población envejecida, donde el grupo de
más de 65 años supone un 14,57% del total. Contrasta el dato con el 10% del resto de la
ciudad, incluso inferior a la media municipal, que registra un 11,59%.
Esta diferencia, en cuanto al índice de envejecimiento, responde básicamente al distinto
momento en que se produce la formación de los espacios residenciales y a los procesos de
renovación de los más antiguos (proceso similar en muchas otras ciudades, como Santa Cruz
de Tenerife). También está en estrecha relación con el régimen de propiedad de la vivienda.
De todo ello se desprende que los sectores más antiguos y consolidados de la ciudad, en este
caso el centro histórico, sostienen a poblaciones más envejecidas, como ocurre en La Laguna.
También el hecho de predominar las viviendas en propiedad sobre otros tipos de régimen de
tenencia redunda en una mayor inmovilidad de la población del Centro Histórico que
envejece con el mismo barrio. En cambio, los sectores residenciales más jóvenes, construidos
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más recientemente, y en los que existe una rotación inmobiliaria mayor, presentan una notable
juventud demográfica. Este hecho se pone de manifiesto cuando comparamos el centro
histórico, sector residencial más antiguo y con mayor número de propietarios en la cual la
población de 65 años y más es el 14,5%, con el resto de la ciudad, de más reciente
construcción, donde la población de 65 años y más constituye un 10,0%.
A pesar de que la población de esta zona presenta los índices más altos de envejecimiento,
el porcentaje de ocupados es superior en el centro histórico y consecuentemente más bajo el
nivel de paro tanto a nivel municipal como si lo comparamos con el resto de la ciudad. El
sector servicios ocupa al 90,38% de la población que vive en la zona, se trata, pues, de una
población profundamente terciarizada, estando el resto de los sectores escasamente
representados.
El aspecto más destacado del sector servicios en el centro histórico es la preponderancia de
los ocupados en la rama de Educación, un 33,59%, lo que significa que un tercio de la
población de este sector se dedica a labores relacionadas con el sector educativo. La presencia
histórica de la Universidad y del primer Instituto de Enseñanzas Medias de Canarias, así
como de centros educativos privados, ha podido motivar esta dedicación tan sesgada hacia el
sector educativo.
En cuanto a los niveles de formación, encontramos que los habitantes del centro histórico
presentan una ventajosa situación educativa respecto a la del resto de la ciudad y a la del
conjunto del municipio (un 24,59% declara poseer estudios universitarios). Esto se puede
explicar por la mayor dotación en equipamientos educativos que siempre ha tenido la propia
ciudad y por la atracción que el núcleo urbano ha ejercido sobre población más cualificada
que se ha instalado en el mismo.
Esta revisión demográfica revela que una de las fortalezas más claras que La Laguna
presenta frente a otras muchas ciudades históricas es la presencia de una población que no
decrece, con altos niveles de ocupación y de formación, aunque con claros signos de
envejecimiento. El debate está en si esta población es suficiente o por el contrario si el centro
histórico, a pesar de los datos, se encuentra despoblado. ¿Es necesaria una revitalización
demográfica? Los redactores del PEP consideran que 180 habitantes por Ha que contiene el
centro histórico es un número escaso que no garantiza la revitalización de la zona. También es
cierto que el crecimiento se localiza en los bordes y que, en muchos casos, existe un desajuste
entre los datos demográficos (correspondiente a las secciones censales) y el perímetro del
centro histórico, de dimensiones más reducidas.
DINÁMICA Y PERSPECTIVA DE LAS FUNCIONES URBANAS
Otro de los criterios manejados para establecer una tipología sobre los centros históricos es
el de la funcionalidad. De acuerdo con ello, las ciudades históricas presentan diferentes
situaciones. Según Troitiño (1992), los centros históricos podrían integrarse en una de estas
tres categorías:
a) Centros históricos que han perdido su condición de centro urbano a nivel
económicofuncional,
pero que conservan un destacado papel simbólico y cultural
(Oviedo, Barcelona…).
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b) Centros históricos donde aún se conservan ciertos elementos de centralidad
económicofuncional
que concurren con las funciones culturales y simbólicas de la
ciudad (Valladolid, Madrid…).
c) Centros históricos que mantienen la centralidad funcional (Toledo, Santiago…).
El centro histórico de La Laguna encajaría en la segunda de las categorías propuestas ya
que salvaguarda una importante centralidad en el plano administrativo al concentrar la mayor
parte de los servicios municipales. También conserva una relativa función cultural que se
concreta en la existencia de toda una serie de instituciones culturales de gran arraigo (Ateneo,
Económica, Instituto de Estudios Canarios, Museo de la Historia…), y sigue manteniendo la
sede del Obispado de Tenerife y el Seminario Diocesano que unido al importante número de
conventos e iglesias que se concentran en la zona la convierten en una ciudad de clara
funcionalidad religiosa.
Sin embargo, la importante función comercial que la ciudad había construido desde finales
del siglo XIX y consolidado a lo largo del XX se ha ido desplazando en las dos últimas décadas.
Una parte del comercio tradicional de abastecimiento diario ha ido desapareciendo, incapaz de
competir con las grandes superficies instaladas en el área metropolitana en los últimos años.
También, parte de la actividad comercial se ha ido deslizando fuera del centro histórico, hacia
aquellas zonas de nueva construcción donde han encontrado mejor acomodo físico y una
clientela más activa. A pesar de ello, se observa una importante concentración del comercio
en el denominado Centro Simbólico, sector comprendido entre la calle de San Agustín al
noreste y Herradores al sureste. La mayor presencia comercial corresponde a la calle
Herradores, siendo la principal causa la tradición histórica de dicha vía como eje de tránsito y
flujo de personas y mercancías a través de la ciudad que, a pesar de haber perdido ese papel,
mantiene la mayor concentración de comercios de todo el centro histórico. El mercado
municipal cierra este eje comercial por el sur, siendo uno de los enclaves de mayor vitalidad
del centro histórico.
El sostenimiento del comercio tradicional debe ser prioritario en cualquier actuación que se
realice sobre la zona. Los problemas que enfrenta el sector comercial se derivan del hecho de
la propia conservación de la ciudad histórica que reclama una progresiva peatonalización y la
preservación de las edificaciones tradicionales, elementos éstos que han de conjugarse con
la actividad comercial.
De todas las funciones tradicionales de La Laguna, la educativa, vinculada a la
Universidad, ha sido la de mayor arraigo e importancia y el más destacado signo de identidad
de la ciudad. La presencia histórica de la Universidad de San Fernando en La Laguna ha
marcado profunda y positivamente a la ciudad que durante muchos años fue el único centro
de Canarias habilitado para estudios superiores. Esta condición universitaria convirtió a La
Laguna en el lugar de estancia temporal de una población estudiantil creciente. Sin embargo,
la Universidad ha ido abandonando en sucesivas etapas su emplazamiento inicial, ocupando,
progresivamente, espacios más alejados del centro. Este distanciamiento tanto espacial como
físico de la Universidad ha venido acompañado de una pérdida cada vez mayor de la cualidad
de “ciudad universitaria” que La Laguna había consolidado durante largo tiempo.
Con el crecimiento del alumnado y la aparición continua de nuevas titulaciones, la
Universidad se vio obligada a abandonar la sede inicial, la vieja casa colegio de los Jesuitas
en la calle San Agustín, y, a partir de la década 1940 construye un nuevo edificio en uno de
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los accesos a la ciudad por el sur, fuera ya del centro histórico. A partir de 1960 el notable
incremento de titulaciones y alumnos, proceso que se acelera a partir de 1980, obliga a la
construcción de nuevos edificios de modo que éstos fueran albergando las facultades y
centros que se iban incorporando. De este modo, se inicia la descentralización del conjunto
universitario en varios campus. En la actualidad la Universidad cuenta, en el municipio de La
Laguna, con tres campus: Central, Anchieta y Guajara, de los cuales sólo el campus Central
permanece vinculado a la ciudad. Este campus agrupa tres centros (Arquitectura Técnica,
Educación e Informática) y reúne alrededor de 5.500 alumnos. También en el campus Central
o vinculados a él se localiza una gran parte de los servicios generales de la Universidad,
algunos Institutos Universitarios y varias residencias para estudiantes.
Este campus se concentra en el antiguo edificio central y áreas anejas, pero otros servicios
se encuentran dispersos por la ciudad, muy pocos dentro del perímetro histórico.
A pesar de ello, el aspecto más interesante a destacar es el masivo desplazamiento del
alumnado y de una gran parte del profesorado universitario hacia áreas periféricas de la
ciudad (campus Anchieta y campus de Guajara, Fac. de Medicina, centros en Santa Cruz), lo
que ha contribuido a la pérdida de población estudiantil residente y al estancamiento de
actividades y servicios paralelos en el ámbito de la propia ciudad.
Si bien a partir de 1970 la concentración estudiantil estaba localizada ya fuera del centro
histórico, la proximidad de éste con la zona universitaria propiciaba la difusión, y la ciudad
tradicional aún participaba de la vitalidad de la población universitaria. El desplazamiento de
los centros hacia la periferia ha hecho decaer la vieja conexión de la universidad con la
ciudad, especialmente con la vieja ciudad histórica.
La función universitaria, que ha sido históricamente una de las fortalezas de la ciudad, se
ha convertido en los últimos años en uno de los puntos más frágiles. La Laguna ha perdido
una de sus mayores oportunidades desaprovechando gran parte del potencial universitario que
pudo haber tenido acomodo en el centro histórico, manteniendo así la vitalidad tan necesaria.
En este sentido, ciudad y universidad tienen un reto de reconciliación espacial.
Una de las funciones que La Laguna puede potenciar es la actividad turística, escasamente
presente dentro del marco de la ciudad. Por su propia complejidad, es difícil integrar la
actividad turística en las ciudades históricas. La gestión y adecuación del turismo en estos
espacios urbanos consolidados requiere un importante esfuerzo de conciliación entre la
conservación y las nuevas perspectivas económicas, sociales y poblacionales que se derivan
del fenómeno turístico. Las grandes oportunidades que el turismo ofrece a la ciudad histórica
son, por una parte, la recuperación de un patrimonio urbano que, en muchas ocasiones está
infrautilizado y, por otra, el desarrollo paralelo de numerosos servicios incentivados por la
presencia de visitantes.
La Laguna, ciudad histórica, debe mantener la multifuncionalidad. De esta manera, el
turismo tiene que articularse en equilibrio con el resto de las funciones urbanas tradicionales,
dentro de una ciudad viva. Esto significa que es necesario diseñar estrategias urbanas que
permitan decidir a la ciudad sobre el modelo turístico que se quiere imponer y determinar los
flujos, la capacidad de acogida y el tipo de turismo. Parece evidente que el turismo “cultural”
es el modelo que se debe perseguir ya que ha demostrado su eficacia en muchas otras
ciudades históricas de características similares. Este tipo de turismo debe de abordarse con
imaginación, teniendo en cuenta que La Laguna se encuentra en un territorio dominado por el
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turismo masivo. Intentar traspasar ese modelo a la ciudad histórica sería un fracaso y pondría
en grave peligro la conservación patrimonial, ya que los equipamientos e infraestructuras
necesarias podrían originar graves transformaciones urbanas y dañar de forma irreversible
aquellos elementos morfológicos o estructurales sobre los que se asienta la singularidad de la
propia ciudad.
La Laguna tiene que saber lo que quiere ofertar y cómo quiere ofertarlo, conocer y
establecer los límites físicos, sociales, económicos y medioambientales que le permitan
integrar un modelo turístico que dinamice el centro histórico en equilibrio con otras funciones
urbanas y en pacífica convivencia con la población residente.
Todas estas reflexiones inducen a pensar que son muchas las potencialidades del centro
histórico de La Laguna. La ciudad cuenta con notables fortalezas: una sólida estructura
urbana, un caserío compacto y bien conservado, un importante número de monumentos
históricos susceptibles de ser ofertados a los visitantes y a los residentes dotándolos de nuevas
funciones. Respecto a la población, en el centro histórico apenas se notan elementos de
regresión, aunque el análisis demográfico debería ser más preciso. Los habitantes del centro
histórico muestran importantes tasas de formación y de empleo aunque sí hay señales de
envejecimiento que debería comenzar a revertir. La revitalización de algunas funciones
tradicionales como la actividad comercial y académica deben ser objetivos indiscutibles. Por
último, la apertura hacia un turismo de calidad, controlado y bien gestionado podría suponer
para la ciudad un elemento de dinamismo.
La ciudad histórica debe apostar por la vida, por reforzar la población residente, evitando
el abandono y promoviendo el rejuvenecimiento mediante la atracción de grupos de jóvenes
hacia la zona. Una ciudad viva es, también, una ciudad multifuncional donde las diversas
actividades tienen su espacio y juegan un papel complementario. En todos estos procesos, las
administraciones y las instituciones deben asumir un papel protagonista analizando,
formulando y gestionando estrategias adecuadas.
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BIBLIOGRAFÍA
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