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MANIFESTACIONES RUPESTRES Y POBLAMIENTO:
LOS ANTROPOMORFOS DE ARIPE
(GUÍA DE ISORA, TENERIFE)
A. José Farrujia de la Rosa 1
Sergio García Marín 2
INTRODUCCIÓN
Las Islas Canarias, a pesar de su proximidad geográfica con el continente africano, y en
particular con el Sahara, no siempre han sido relacionadas arqueológicamente con este
ámbito. La arqueología decimonónica canaria, por ejemplo, prescindió de la conexión
canariosahariana
al estudiar el mundo indígena, debido a toda una serie de aspectos que
analizaremos en páginas siguientes. Sin embargo, a partir de 1939, tras el inicio de la
dictadura de Franco, la arqueología franquista le concedería un papel protagonista al Sahara al
estudiar la prehistoria canaria. Ello garantizó que el Sahara se acabara convirtiendo en el foco
difusor o heimat desde el cual partirían, rumbo a Canarias, los primeros pobladores del
archipiélago.
La investigación arqueológica reciente ha seguido barajando la viabilidad sahariana, pero
considerando igualmente otros focos de procedencia más lejanos desde el punto de vista
geográfico (González Antón et al., 1995). En el caso concreto de la isla de Tenerife, el
hallazgo en 1980 de los denominados antropomorfos de Aripe (Guía de Isora) permitió a
Balbín y Tejera (1983, p. 258) incidir en la posibilidad de que hubieran sido los zenata los
responsables del poblamiento de Tenerife, pues a partir de las características formales de los
antropomorfos se podía defender la existencia de paralelismos con el ciclo sahariano de los
jinetes y, por extensión, con los zenaga o azanegh, quienes habían ocupado la zona de
expansión de estas manifestaciones rupestres. El reciente hallazgo de un nuevo antropomorfo
en Aripe (Farrujia y García, 2005), de idénticas características a los descubiertos en 1980,
permite volver a incidir en la conexión sahariana. No obstante, tal conexión presenta algunos
problemas a la luz de las dataciones absolutas recientemente obtenidas.
En el presente artículo analizaremos cómo fue enfocada la conexión canariosahariana
en
la producción científica canaria de los siglos XIX y XX; nos ocuparemos del referido
antropomorfo de Aripe, recientemente descubierto, y veremos cuáles son los problemas que
plantea hoy en día la hipótesis sahariana a la luz de la investigación reciente.
EL PAPEL DEL SAHARA EN LA ARQUEOLOGÍA DECIMONÓNICA CANARIA
Coincidiendo con el desarrollo de la Arqueología y de la Antropología física europeas en la
segunda mitad del siglo XIX, el marco de referencia europeo, especialmente el francés, tuvo
un impacto decisivo en el nacimiento y desarrollo de la Prehistoria canaria, pues fue la
relación entablada entre los autores canarios y los franceses la que definió el desarrollo de la
por entonces emergente arqueología canaria. Tales contactos serían iniciados por Sabin
Berthelot y posteriormente continuados por otros autores, tales como Gregorio Chil y
Naranjo. 3 Por consiguiente, al igual que en Europa, el desarrollo de los estudios prehistóricos
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en Canarias estuvo marcado por la incorporación del evolucionismo, del difusionismo y de los
principios positivistas. Por este motivo, los intelectuales canarios y extranjeros que estudiaron
a los indígenas canarios recurrieron a las tesis difusionistas y evolucionistas al explicar el
cambio cultural. Era inexplicable que los grupos humanos que habían vivido aislados
pudieran evolucionar al mismo ritmo y de la misma manera que los grupos de otras áreas
geográficas, y por ello las tesis difusionistas, a partir del mecanismo de la migración,
procuraron las explicaciones necesarias para entender las similitudes observadas entre los
primeros habitantes de Canarias y otros focos de procedencia europeos. Pero ¿por qué
europeos y no africanos? Existen diversas razones que explican esta realidad.
En primer lugar, el descubrimiento de la raza de CroMagnon
en La Dordogne (Francia) en
1868 y las similitudes anatómicas observadas entre esta raza y los indígenas canarios
propiciaron el establecimiento de un nexo entre ambas razas y, consiguientemente, entre su
cultura material. Ello originó que la cultura material guanche 4 fuese sobrevalorada,
justificándose así su incorporación, desde tiempos remotos, a las líneas más progresivas de la
evolución humana. Téngase en cuenta que los antropólogos franceses, especialmente Paul
Broca, concebían la raza de CroMagnon
como una raza inteligente que había sido capaz de
desarrollar arte, un claro indicio de su fina organización cerebral (Schiller, 1979, p. 156), y los
autores canarios, por supuesto, también secundaron este punto de vista, pues ello implicaba la
inserción de los guanches en la alta civilización europea. Por consiguiente, las culturas
indígenas canarias fueron tratadas como si compartieran un mismo grado de desarrollo que el
observado en distintos puntos de Europa. En este sentido, los modelos del evolucionismo
cultural contribuyeron a simplificar a los indígenas canarios, al igual que sucedió con otras
sociedades primitivas (Johnson, 2000, p. 178). Parecía inexorable que todas las sociedades
evolucionarían hacia la formación de un Estado.
La adopción de estas premisas no
constatadas arqueológicamentepermite
entender las
relaciones que algunos autores canarios como Gregorio Chil y Naranjo (1876) o Juan
Bethencourt Alfonso (1912) propusieron entre los guanches y algunas culturas europeas
(celtas e iberas), pues esta era la única manera de ligar a los indígenas canarios con la historia
universal. Tal y como ha señalado Fernando Estévez (1987, pp. 100 y 163; 2001) al respecto,
la aplicación de la teoría evolucionista elaborada en Europa asimilada
por los autores
canariosemplazaba
a las sociedades no occidentales fuera de la historia. Dentro de estas
coordenadas, solo las grandes civilizaciones antiguas podían reclamar una posición honorable
en la historia de la humanidad, y precisamente por ello los autores canarios insistieron a la
hora de asociar a los indígenas canarios con los fundadores de las grandes civilizaciones. En
conexión con esta realidad debería tenerse presente otro hecho: el concepto de raza
desarrollado por Broca y sus colegas implicaba que las razas no blancas eran incapaces de
obtener el mismo nivel de desarrollo que la raza blanca en ciencia, tecnología y arte (Schiller,
1979, pp. 137138).
El uso precario de la información arqueológica generada en el siglo XIX también permite
explicar esta situación descrita. Téngase presente al respecto la formación profesional de los
autores canarios (muchos de ellos eran doctores o desempeñaban profesiones liberales), el
desconocimiento de la realidad arqueológica de las islas y, por supuesto, el desconocimiento
de la realidad arqueológica del norte de África. No fue hasta la década de 1880, tras la
intervención europea en el norte de África, cuando la arqueología colonialista desarrollada en
este continente comenzó a dar sus frutos (Trigger, 1992; Farrujia, 2005a). Ello impidió el
establecimiento de paralelos culturales entre Canarias y el norte de África, aunque en
cualquier caso, y dado el propósito partisano subyacente en el discurso de los autores
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burgueses canarios, el foco de referencia para las relaciones culturales extracanarias
se
emplazó siempre en Europa. Por esta razón, los autores canarios no relacionaron a los
primeros pobladores de las islas con los bereberes, pero sí con los pobladores prehistóricos de
Europa, a pesar de que, como queda dicho, el Sahara no existía desde el punto de vista
arqueológico hasta bien entrado el último tercio del siglo XIX. La influencia de la literatura
arqueológica francesa sobre los autores canarios y, consecuentemente, de los argumentos de
los autores franceses en aspectos como la identidad, explica, paralelamente, el protagonismo
de la raza de CroMagnon
y del horizonte celta en la literatura arqueológica desarrollada
sobre los guanches hasta comienzos del siglo XX.
LA ARQUEOLOGÍA CANARIA DURANTE EL FRANQUISMO: EL SAHARA COMO CENTRO DIFUSOR
La arqueología desarrollada en España durante el franquismo estuvo directamente
condicionada por las premisas políticas del sistema: la unidad nacional del Estado español
(incluidas las Islas Canarias) y las aspiraciones africanistas del Régimen (Farrujia & Arco,
2004). En este sentido, la arqueología fue vulnerable a las presiones ideológicas de la
dictadura de Franco, pues el autoritarismo centralista de Franco propició que la arqueología
fuese empleada para reforzar las aspiraciones del Régimen. La prehistoria, en este sentido, fue
empleada fuera de los círculos académicos para validar las aspiraciones nacionalistas (DíazAndreu,
1993).
En el caso de las Islas Canarias, y en concordancia con los ideales ultranacionalistas
del
régimen franquista, autores como José Pérez de Barradas (1939) o Sebastián Jiménez Sánchez
(1963) defendieron la comunidad de origen (racial y cultural) entre los primeros habitantes de
las Islas Canarias, la Península Ibérica y el Sahara español. Esta tesis, obviamente, reforzaba
la idea de una unidad nacional desde la prehistoria y ayudaba a legitimar las aspiraciones
africanistas del Régimen. 5 Téngase en cuenta que la prehistoria española, definida por
diferentes culturas regionales, quedaba fuera de la esfera de propaganda de la unidad nacional.
Por ello Pérez de Barradas señaló, al hablar del primer poblamiento de Canarias, que era
necesario rechazar la idea de una pluralidad racial postulada por Verneau (1891) para
Canarias, y que era necesario deplorar tales separatismos. Según la hipótesis de Verneau,
hasta entonces aceptada, los guanches estaban relacionados con la raza de CroMagnon
francesa y, consiguientemente, con la cultura francesa. Según Pérez de Barradas, el primer
poblamiento de Canarias tuvo un origen común con el de la Península Ibérica, pues en ambos
casos los primeros pobladores procedían del Sahara (Pérez, 1939, p. 1). De hecho, desde el
punto de vista racial, y después de la Guerra Civil, el CroMagnon
canario comenzó a ser
relacionado con la base étnica del Oraniense del noroeste de África, continuación del Mechta
elArbi
y AfalubuRhummel,
y habría alcanzado las islas durante su fase neolítica (Almagro,
1970, p. 569).
Otra de las hipótesis desarrollada por los arqueólogos que trabajaron durante el franquismo
Pérez
de Barradas (1939), Jiménez Sánchez (1963) y Luis Diego Cuscoy (1968),
insistió en
la relación existente entre los primeros pobladores de Canarias y las culturas Iberomauritana
e Iberosahariana.
Con esta teoría se volvía a validar el origen común para los primeros
pobladores de Canarias, la Península Ibérica y el Sahara español, fechándose la primera
colonización de las islas en el tercer milenio antes de la Era, aunque sin el concurso de
dataciones absolutas. En otras palabras, la razón por la que tantos arqueólogos siguieron las
tesis saharianas radica en que, durante el régimen franquista, se persiguió encontrar una
solución a los problemas de la prehistoria canaria a partir del conocimiento de los problemas
arqueológicos de las posesiones españolas en África occidental: fueron las premisas políticas
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las que llevaron a emplazar el origen de la colonización de las Islas Canarias en el ámbito
africano.
Desde el punto de vista arqueológico, por consiguiente, la filiación sahariana de los
guanches fue una consecuencia directa de la manipulación política antes que de una realidad
arqueológica contrastada. Téngase en cuenta que el conocimiento arqueológico del Sahara y
especialmente del Sahara marroquíera
prácticamente inexistente tras la Guerra Civil. La
investigación española desarrollada por los arqueólogos se había limitado a resumir
investigaciones francesas, mientras que en el apartado de los trabajos de campo, tan solo se
había efectuado, en 1928, una pequeña prospección paleolítica de Hugo Obermaier en las
terrazas del río Martín (Fernández, 1997, p. 712). Todo apunta, por tanto, a que los
arqueólogos españoles que trabajaron con posterioridad a 1930 no contaban con los
argumentos arqueológicos suficientes a la hora de insistir en la comunidad de origen del
poblamiento canario, peninsular y sahariano; y, sin embargo, se dio por sentada esta realidad.
Por lo que respecta a las implicaciones culturales y cronológicas, el establecimiento de la
primera colonización de las islas en torno al tercer milenio antes de la Era, sin el concurso de
dataciones abosultas, 6 tenía una causa material. Desde el punto de vista arqueológico, toda la
serie de rasgos supuestamente neolíticos que parecían detectarse en las manifestaciones de la
cultura material indígena canaria (cerámica, industria lítica, industria ósea, etc.), encajaban
perfectamente dentro de la visión neolitizante que entonces, y desde finales del siglo XIX, se
venía defendiendo para el primer poblamiento humano de las islas. Asimismo, todos estos
rasgos parecían corresponderse con los definidos para las culturas Iberomauritana
e Iberosahariana.
7 De esta manera, el forzoso establecimiento de comparaciones entre el mundo
canario y la prehistoria africana garantizó que se aceptasen unas cronologías tan altas a la hora
de ser abordado el tema de la primera colonización insular. Sólo manejando estas cronologías
tan elevadas era posible relacionar el primer poblamiento de las islas con las fechas barajadas
para el ámbito norteafricano. Asimismo, como habían sido los estudios de los arqueólogos
peninsulares (BoschGimpera,
Pericot, Martínez SantaOlalla
o Almagro Basch) los que
sostenían que la primera manifestación neolítica común a África del norte y al Levante
español (el llamado Iberomauritano)
no iba más allá del tercer milenio, ello implicaba que el
poblamiento de Canarias, al que se le atribuía una misma raigambre, tampoco podía ser
anterior al tercer milenio. De esta manera, y sin criterio científico alguno, se acabó aceptando
acomodaticiamente el III milenio a.n.e. como el terminus post quem, es decir, como una fecha
antes de la cual las islas no estaban habitadas.
LA SITUACIÓN ACTUAL: ¿CUÁL ES EL PAPEL DEL SAHARA?
La hipótesis de los arqueólogos españoles sobre el Sahara como foco de procedencia de los
primeros pobladores de Canarias tuvo una gran influencia con posterioridad al franquismo,
especialmente a la hora de explicarse el poblamiento de islas como Tenerife (Balbín & Tejera,
1983) o La Palma (Martin Rodríguez, 1997, pp. 212216).
No obstante, las dataciones
absolutas ubican la primera colonización de Canarias en torno a los siglos VIIIV
a.n.e., por lo
que se ha descartado el empleo de conceptos tales como Neolítico, Iberomauritano
o Iberosahariano
al hablar del primer poblamiento del Archipiélago canario. Por lo que respecta a la
composición de la población indígena canaria, no existen dudas sobre su raigambre líbicobereber.
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Los antropomorfos y el caso de Tenerife
Tal y como hemos señalado en páginas precedentes, el hallazgo en 1980 de los
denominados antropomorfos de Aripe (Guía de Isora) permitió a Balbín y Tejera (1983,
p. 258) incidir en la posibilidad de que hubieran sido los zenaga los responsables del
poblamiento de Tenerife, pues a partir de las características formales de los antropomorfos se
podía defender la existencia de paralelismos con el ciclo sahariano de los jinetes y, por
extensión, con los zenaga o azanegh, quienes habían ocupado la zona de expansión de estas
manifestaciones rupestres. 8 Este tipo de antropomorfo o guerrero es conocido, a lo largo del
primer milenio a.n.e, en numerosas estaciones del Hoggar, Adrar des Iforas, Tassili y en
L’Aïr, y en ocasiones aparece asociado a inscripciones alfabéticas líbicobereberes.
En
general aparecen representados con armas (jabalina, lanzas, escudos) y con detalles en la
vestimenta, plumas en la cabeza, pies afilados, faldellín, puntuaciones grabadas y el
esquematismo bitriangular de las representaciones (Muzzolini, 1983, pp. 464467),
tal y como
sucede con los antropomorfos de Aripe. En particular, los guerreros de Adrar des Iforas
aparecen representados con cabello, cabeza pequeña, plumas en la cabeza, suelen llevar lanza
o jabalina y repiten los caracteres esquemáticos de los guerreros documentados en Mauritania
(Muzzolini, 1983, pp. 464465).
El reciente hallazgo de un nuevo antropomorfo en Aripe, tipológicamente idéntico a los
descubiertos en 1980, vuelve a incidir en la conexión sahariana. Téngase en cuenta que desde
el punto de vista geográfico, todo el grupo de antropomorfos documentado en Aripe tiene
paralelos en el África Sahariana, concretamente en el Sahara centro, sur y occidente (Lhote,
1982; Muzzolini, 1983; Gauthier et al., 1996; Le Quellec, 1998). No obstante, es posible
precisar que los antropomorfos de Aripe muestran más afinidades con el ámbito del Sahara
occidental, en concreto con los guerreros documentados al sur del Atlas marroquí (actual
Mauritania), precisamente en donde los guerreros se definen por su esquematismo y por
aparecer raramente asociados a caballos (Lhote, 1982, p. 154). En este sentido, los de Aripe
son los primeros elementos relacionables con el ciclo sahariano de los jinetes, stricto sensu,
pero no son las primeras formas que nos permiten relacionar a los pobladores de las islas con
el mundo bereber, pues hay una cultura material y un arte rupestre con alfabeto líbicobereber
presente en muchas de las islas.
Desde el punto de vista cronológico, todo el Sahara, sobre todo el centro oeste y sur, posee
ampliamente extendido un sistema de representación que suele catalogarse como de época
intermedia dentro del mundo del caballo 9 y dentro de una etapa que podemos llamar líbicobereber
o del guerrero líbico (Muzzolini, 1983, p. 467), que se desarrolla a lo largo del primer
milenio a.n.e., pudiendo aparecer en el ámbito más occidental del Sahara en torno al cambio
de era (Muzzolini, 1983, p. 464; Le Quellec, 1998), y según Balbín y Tejera (1983) con
posterioridad en la prehistoria canaria. No obstante, frente a esta opinión, lo cierto es que la
existencia de cronologías anteriores a la era para la isla de Tenerife tal
y como hemos
señalado en páginas precedentesimplicaría
que la llegada de los zenatas o azanegh debió de
producirse en sucesivas etapas, facilitándose así la introducción de este tipo de
representaciones rupestres en un momento relativamente reciente, posiblemente tras los
contactos que tuvieron lugar, en torno al cambio de era, entre las islas y gentes romanizadas
procedentes del norte de África.
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EL YACIMIENTO DE ARIPE II
El yacimiento rupestre Aripe II se localiza al oeste de la isla de Tenerife, en una zona de
medianías del municipio de Guía de Isora cerca del caserío de Aripe. El entorno está
dominado por un paisaje en el que destacan terrazas de cultivo, canales de riego y un camino
real. La vegetación intercala cultivos dispersos con jaras (vegetación de sustitución). La
ubicación del yacimiento, próximo al caserío de Aripe, así como las actividades
agropastoriles, ha provocado el deterioro del afloramiento y con ello de parte de las
manifestaciones. La explotación del mismo como cantera para la extracción de materia prima
para la construcción de muros, caminos y canales también ha contribuido a la progresiva
degradación del enclave rupestre. Los agentes naturales también han actuado sobre las
manifestaciones: por un lado, los agentes atmosféricos han propiciado la fragmentación de la
roca; por otro lado, se ha producido la tamización de líquenes en ciertas superficies de la roca,
afectando a las representaciones. Todos estos aspectos reflejan el estado de deterioro que
presenta el yacimiento y, sobre todo, la fragilidad alta del mismo. En el entorno inmediato del
yacimiento se documentan restos dispersos de obsidiana, cerámica y malacofauna en
superficie.
El yacimiento
El conjunto se ubica en un afloramiento de traquibasalto de la serie II, orientado al
noroeste y a una altitud de 750 msm, abarcando una superficie de 60 m 2 . La estación consta
de cuatro paneles. La técnica de ejecución de los motivos es la incisión gruesa sin abrasión y
la incisión fina. La temática de las manifestaciones es diversa, pues se diferencian motivos
geométricos (lineales aislados, romboidales, cruciformes, lineales paralelos y escaleriformes)
y figurativos (antropomorfo).
Panel 1
Panel en soporte fijo. Orientado al noreste (90º) con unas dimensiones de 71x57 cm y una
inclinación de 29º. En el espacio del paño destacan dos zonas distintas en cuanto a su textura:
la zona superior tiene una superficie natural lisa con presencia de líquenes, si bien también
hay algunas zonas deslascadas. En la zona central e inferior que ocupa dos tercios del panel,
la microcolonización es casi imperceptible, en gran medida por la preparación previa de la
superficie. La técnica utilizada para acondicionar dichos planos es la abrasión. Las huellas de
extracción visibles en la zona norte del panel atestiguan que las dimensiones del mismo eran
mayores y que posiblemente parte de los grabados se han perdido. Estamos sin duda ante el
panel más rico en cuanto al número y variedad de motivos de la estación. Por un lado aparece
disperso un conjunto de 6 cruciformes de diferente tamaño y profundidad en el recorrido de la
incisión, tres ubicados en la parte superior, dos en la zona central y uno en la inferior. Un
romboidal se dibuja bajo el brazo orientado al norte del cruciforme situado en la zona central
del paño. Este motivo está parcialmente cubierto de líquenes de color negro, por lo que el lado
del rombo orientado al noroeste es casi imperceptible. En el otro extremo y orientado al sur un
conjunto de líneas incisas paralelas de pequeño recorrido atraviesan verticalmente el brazo del
grabado en forma de cruz.
El motivo más interesante del yacimiento, el antropomorfo, aparece en la zona central del
panel. La zona elegida para la realización de la figura ha sido previamente preparada mediante
alisado por abrasión. La técnica utilizada para la realización del grabado es la incisión fina. La
figura mide 11 cm de alto por 2 cm de ancho máximo. La cabeza, perfectamente definida,
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carece sin embargo de expresión (boca, ojos, nariz). De la zona que correspondería a los
hombros, cuello y parte inferior de la cabeza parte una serie de líneas incisas de longitud y
profundidad variable que podríamos interpretar como un tocado vegetal o de plumas que
cubre la cabeza. A la altura de la cintura y por debajo del pecho se dibuja un rectángulo
reticulado a modo de peto. La figura carece de extremidades superiores e inferiores evidentes.
Dos líneas incisas marcan el contorno del antropomorfo desde la base de la cabeza hasta la
base. Aunque de forma muy esquemática, en el lugar reservado a las extremidades superiores
la figura podría estar empuñando un objeto largo a modo de arma arrojadiza (lanza o
jabalina). Todas estas características permiten relacionar la figura con los antropomorfos
descubiertos en Aripe en 1980 y con el ciclo de los jinetes documentado en el Sahara.
Panel 2
Panel en soporte fijo. Orientado al noreste (51º) con unas dimensiones de 55x24 cm y una
inclinación de 44º. La presencia de líquenes es evidente en toda de la superficie del panel
incluyendo las zonas con manifestaciones. El estado de conservación del paño grabado es
bueno, teniendo en cuenta el estado general de conservación del afloramiento. Los motivos
ocupan principalmente la franja central del panel, combinando la técnica incisa fina y gruesa:
en la zona superior se dibuja un conjunto de líneas incisas gruesas que se cruzan, mientras que
en la zona inferior aparece un grupo de trazos incisos finos que configuran un motivo
escaleriforme. Varias de sus líneas se prolongan hacia la zona suroeste del panel y aunque con
menor nitidez en la configuración final del dibujo, varias líneas incisas muy finas vuelven a
representar un motivo parecido. En el resto del panel aparecen algunos trazos incisos finos
dispersos y un motivo en forma de V.
Panel 3
Panel en soporte fijo. Orientado al noroeste (270º) con unas dimensiones de 48x37 cm y
una inclinación de 45º. El panel presenta una superficie natural rugosa con presencia de
líquenes. Los grabados más afectados por la microcolonización ocultan parte de su trazo. El
panel ha resistido bien el paso del tiempo y podemos considerar bueno su estado de
conservación: no aparecen huellas de deslascado natural o antrópico y en relación con el
estado general del resto del afloramiento su situación es aceptable. En la zona superior del
panel aparece un conjunto de tres cruciformes realizados mediante la técnica incisa gruesa y
fina. Una línea incisa fina aparece en la zona noroeste del paño, desarrollándose verticalmente
y recorriendo gran parte de la superficie del mismo.
Panel 4
Panel en soporte fijo. Orientado al noreste (270º) con unas dimensiones de 62x22 cm y una
inclinación de 75º. El espacio utilizado para la factura de las manifestaciones tiene una textura
natural rugosa. La presencia de líquenes es mucho menor que en los paneles anteriores. El
color de la superficie está dominado por la gama del ocre hasta el marrón. El estado de
conservación es bueno. Se ha representado un conjunto de líneas incisas finas, entrecruzadas y
ubicadas en la zona superior del panel.
CONCLUSIONES
El panorama descrito para la arqueología canaria desarrollada en el siglo XIX y durante el
franquismo permite explicar la precariedad del conocimiento científico generado en esas
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fechas en relación con el mundo indígena canario. Esta realidad, en cierto sentido, propició la
“invención” de la prehistoria canaria, pues hoy en día no puede hablarse de una Edad de la
Piedra en Canarias, de la relación entre la Prehistoria francesa y la canaria, o de la presencia
de las culturas Iberomauritana
e Iberosahariana
en las islas. No obstante, la generación de
finales del siglo XIX, encabezada por Chil y Naranjo, inició una línea científica de
investigación en el ámbito de la arqueología y de la antropología, línea que permaneció
prácticamente inalterable y sin desarrollarse hasta la década de 1940.
Durante la dictadura franquista, los arqueólogos españoles descartaron el protagonismo de
la raíz europea de la prehistoria canaria, insistiendo en su lugar en la hipótesis sahariana, a
pesar de que el conocimiento arqueológico del Sahara y
especialmente del Sahara marroquíera
prácticamente inexistente después de la Guerra Civil y hasta bien entrada la década de
1950. Fueron las premisas políticas las que llevaron a emplazar el origen de la primera
colonización humana de las Islas Canarias en el ámbito africano.
Hoy en día, la investigación arqueológica refleja la incidencia de una colonización de
origen sahariano en islas como La Palma o Tenerife, pudiendo relacionarse en esta última los
antropomorfos de Aripe con el ciclo de los jinetes o con la etapa del guerrero libio. No
obstante, no sabemos el momento exacto en que este tipo de manifestaciones rupestres fue
introducido en Tenerife, aunque parece evidente que su datación es más reciente que las del
ámbito africano.
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XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
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NOTAS
1 Museo Arqueológico de Tenerife. Avda. Primo de Rivera, s/n. Edf. El Cristo, ptal. B, 1º J22.
La Laguna,
38208 Tenerife
2 Colegio Concertado Pureza de María. C/. Tibiabín, Resimar IV. Vvda. 8. Caletillas. Candelaria. Tenerife.
3 Fue con posterioridad a 1848 cuando comenzaron los estudios antropológicos y arqueológicos en Canarias y
cuando se fundaron las instituciones científicas asociadas a ambas disciplinas: el Gabinete Científico
(1877) y el Museo Canario (1880) (Farrujia, 2005 b ).
4 A pesar de que este es el etnónimo con que se designa a los primitivos habitantes de Tenerife, en el siglo
XIX este término fue utilizado en sentido genérico para designar a los habitantes del Archipiélago canario.
Hoy en día no existen dudas acerca del origen líbicobereber
de los primeros pobladores de las Islas
Canarias.
5 Las tres colonias españolas en África eran Guinea Ecuatorial, el Sahara español y el Protectorado de
Marruecos. Guinea Ecuatorial, integrada por la isla de Bioko y la parte continental de Mbini, fue colonia
desde 1778 hasta 1968, a pesar de que la segunda región fue incorporada en 1923. El Sahara español, hoy
Sahara Occidental, fue ocupado por Marruecos en 1975.
6 Tal y como señaló Jiménez Sánchez (1963, p. 12), las pocas dataciones radiocarbónicas por entonces
conocidas eran poco útiles, pues ninguna era anterior a la Era cristiana.
7 El Hispanomauritano, fechado en torno al III milenio a.n.e., se definía por la industria pulimentada, por la
talla del pedernal, por la industria de hueso rudimentaria y por una cerámica de vasos lisos y de recipientes
decorados profusamente, estampillados con conchas y completados en muchas ocasiones por la pintura en
rojo. La cultura Iberosahariana,
por su parte, se fechó en torno a los comienzos de la segunda mitad del III
milenio a.n.e., definiéndose por la talla rica del pedernal, por una cerámica de formas aquilladas y
geométricas, pintadas uniformemente o con motivos decorativos a veces, por utensilios cuidados de hueso,
por el abundante trabajo de la piedra pulimentada y por el hábitat en poblados bien construidos (Farrujia,
2003).
8 En 1592, el ingeniero italiano Leonardo Torriani ya había señalado aunque
sin aportar argumentosque
habían sido los africanos azanegh quienes habían poblado la isla de Tenerife, dividiéndola en nueve reinos
(Torriani, 1592, p. 176). Estos azanegh son con toda probabilidad los zenaga o zenata (responsables de la
expansión del arte de los jinetes), actuales habitantes del Sahara suroccidental y pertenecientes al tronco
bereber.
9 Las figuras humanas a pie (caso de las de Aripe) son elementos característicos de las gentes que usaban el
caballo, libios, egeos, gétulos, atlantes o garamantes, dentro de una segunda época en la que ya no se
representan carros con caballo al galope, sino caballos montados o infantes. Todo esto se está produciendo
en el suroccidente sahariano en torno al siglo I de nuestra era. En este ámbito, no obstante, y tal y como
hemos señalado, es prácticamente inexistente la relación caballoguerrero.
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