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CUANDO LA INMIGRACIÓN TIENE
NOMBRE DE MUJER
Carmen Marina Barreto Vargas
MIGRACIONES Y GLOBALIDAD
La movilidad geográfica, la visibilidad de las fronteras y las posibilidades de viajar,
han aumentado considerablemente a nivel mundial. Las personas recorren cada vez más
grandes distancias para cruzar las fronteras de sus países de origen, obviando fronteras
que a menudo sólo existen en los mapas y no en la práctica.
Entre las causas de estos movimientos migratorios se encuentran: las huidas y
expulsiones causadas por los conflictos étnicos y nacionales, la pobreza y el hambre o
las desigualdades económicas entre los países en vías de desarrollo y los desarrollados.
Ahora bien, las huidas, expulsiones, guerras, la pobreza, y el hambre han existido
siempre (Beck-Gernsheim, 2001, p. 59). Por esta razón estas causas por sí mismas no
terminan de explicar el aumento de los movimientos migratorios a nivel mundial. En
este sentido, podríamos encontrar similitudes entre las migraciones de antes y las
migraciones de ahora. Aunque, como se remarca habitualmente en la literatura sobre
migraciones, es necesario distinguir entre migraciones voluntarias, casi siempre por
motivos económicos, y las que se producen por violencia, persecuciones políticas o
guerras. Claro está que, como plantea Lidia, no es lo mismo cruzar el Atlántico en busca
de pan o en busca de paz (1997, p. 17).
Por otro lado, si nos fijamos en los datos estadísticos, podemos darnos cuenta de que
las migraciones masivas no comenzaron en el siglo XX. Se calcula que entre 1846 y
1930 dejaron Europa unos 52 millones de personas, de las cuales el 72% viajó a Estados
Unidos, el 21% a América y el 1% a Australia. Quienes más contribuyeron a esos
movimientos fueron las Islas Británicas. De los europeos que en ese período llegaron a
América Latina, el 38% eran italianos; el 28% españoles y el 11% portugueses. La
mayoría de los migrantes latinos eligió Argentina como destino, luego Brasil, Cuba y
las Antillas, Uruguay y México. Si consideramos que a principios del siglo XX la
población total de Europa era de 200 millones de personas, fue una cuarta parte la que
se marchó. Respecto a América, la llegada de los migrantes durante el período 1840-
1940 incrementó un 40% la población de Argentina, un 30% la de Estados Unidos y
aproximadamente un 15% las de Canadá y Brasil (González Martínez, 1996).
Tanto en los movimientos migratorios del siglo XIX, primera mitad del siglo XX y
comienzo del XXI, podemos analizar cuestiones que siguen, a lo largo del tiempo,
siendo cruciales para explicar y entender diversos modos de interculturalidad. Sigue
siendo imprescindible diferenciar el impacto de cada grupo de inmigrantes, que se
deriva del volumen de desplazados, de su capacidad económica y nivel educativo que le
facilitan o dificultan influir en el desarrollo del país receptor (García Canclini, 2000,
p. 78).
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La pregunta, pues, que debemos plantearnos es: ¿dónde está la novedad de los
movimientos migratorios en este momento?
La clave está en el hecho de que tenemos que situar esta situación dentro del
contexto de la globalización, donde el espacio y el tiempo se han reducido de manera
considerable. Los movimientos migratorios del siglo XIX y primera mitad del siglo XX
eran casi siempre definitivos, muchas veces los que se iban terminaban por
desconectarse de los que se quedaban. En la actualidad, los desplazamientos son una
combinación de traslados definitivos, temporales, de turismo y viajes con contratos de
trabajo (Garson; Thoreau, 1999).
Sin duda, la evolución tecnológica ha contribuido a este proceso porque ha facilitado
la rápida ampliación de la oferta de medios de transporte y comunicación de masas
(desde viajes a precios de oferta y vuelos charter hasta los vídeos, la televisión por
satélite o Internet). Todas estas infraestructuras ayudan en gran medida a romper las
distancias y a crear una transnacionalización económica que permite a mucha gente
buscar trabajo fuera de las fronteras locales, regionales o nacionales.
En este sentido, el proceso de globalización hace más fácil cualquier empresa, y
también anula cada vez más el espíritu aventurero de antaño.
Los inmigrantes de primera generación, también han creado una red de relaciones
que favorecen la movilización de nuevos inmigrantes. De tal manera, que según
Martínez Veiga (1997), esta red de relaciones es un capital que sirve para obtener
resultados óptimos.
No hace mucho tiempo la idea de tentar al destino y emprender viaje a lugares
desconocidos resultaba algo extraño para muchas personas. En la actualidad, el que no
viaja parece ser alguien que no pertenece a este mundo. Aunque a mucha gente, más
que el viaje le interese los relatos que sobre el viaje podrá hacer a otros.
Indudablemente, la amplia oferta de la globalización cultural juega un papel decisivo
al alimentar la fantasía de las personas con una gama amplia de mensajes, estímulos,
motivaciones y ficciones.
En este sentido Appadurai analizó la enorme influencia de los medios de
comunicación de masas como el cine la televisión o las noticias, y comprueba que su
difusión llega a los más recónditos pueblos de la tierra. Estos medios a menudo
transmiten una imagen de la realidad sesgada, llena de ficción y de mitos. Ajustada a la
realidad o no, el elemento decisivo es que estas imágenes influyen en los proyectos de
vida, esperanzas y expectativas de un número cada vez más creciente en todo el mundo.
En todo el mundo más y más personas ven sus vidas a través del prisma de los
modelos de vida difundidos por los medios de masas. Esto significa que la fantasía es
actualmente una práctica social, una fuerza que contribuye de incontables maneras a la
creación de la vida social para muchas personas en muchas sociedades (1991).
Cada vez hay más personas que en vez de concebir la vida como destino empiezan a
imaginarse otros mundos con los que comparar el suyo propio. La imaginación de un
mundo mejor, cuando es compartida por el colectivo de inmigrantes, favorece la
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movilización. En consecuencia, la vida de la persona común ya no se concibe como
determinada por las condiciones inmediatas, sino cada vez más a partir de las
posibilidades que los medios de comunicación de masas (directa o indirectamente) nos
presentan como realizables (1991). Tanto la globalización cultural como la económica,
son las impulsoras de la espiral de la movilidad geográfica. Cada vez más personas
dejan su tierra para buscar su suerte y crearse un futuro en alguna lejana tierra
prometida. Estas personas que tienen que trasladarse llevan con ellos la capacidad de
imaginar y plantearse otras formas de vida. Las imágenes, guiones, modelos y
narraciones que provienen de los medios de comunicación de masas son los que
establecen la diferencia entre las migraciones en el pasado y en la actualidad. Como
bien plantea Appadurai, aquellos que quieren irse, aquellos que ya lo han hecho,
aquellos que desean volver, así como también, por último, aquellos que quieren
quedarse, rara vez formulan sus planes fuera de la esfera de la radio, la televisión, la
prensa escrita, los vídeos, etc. Para los inmigrantes, tanto la política de la adaptación a
sus nuevos medios sociales como el estímulo a quedarse o volver son profundamente
afectados por un imaginario sostenido por los medios masivos de comunicación, el cual
con frecuencia trasciende el territorio nacional.
Los movimientos migratorios actualmente, paradójicamente se caracterizan porque
existen más facilidades para que pasen de un país a otro las mercancías, los capitales, la
información mediática que las personas. Resulta difícil pensar que la globalización
abarque los capitales, los servicios, los productos, el turismo, la información pero
impida a las poblaciones moverse de zonas pobres a otras ricas.
El bienestar de los pobres en las regiones productivas sigue superando las rentas de
los pobres en zonas menos acaudaladas. Esta realidad provoca planteamientos como:
¿por qué tengo yo que matarme trabajando, para seguir siendo pobre, explotada, para
seguir hambrienta y sin esperanzas, cuando en otras partes del mundo hay personas que
viven en libertad, bienestar y dignidad?, ¿por qué no intentar ir allí?, ¿por qué no puedo
labrar un futuro para mis hijos?
MOVIMIENTOS MIGRATORIOS Y MUJERES
Aunque autores como Kureishi han afirmado y plasmado una situación muy
generalizada: “el inmigrante es el hombre común del siglo XX” (1990, p. 141). Su
afirmación es tan válida para el siglo XX como para el XXI, pero también lo es para las
mujeres, toda vez que las mujeres constituyen un grupo de migrantes cada vez mayor
(Beck-Gernsheim, 2001, p. 61).
En España se comienza a hablar sobre mujeres migrantes a partir de 1995, después
de que la ONU publicara un informe que se tituló “Mujeres migrantes, la mitad
invisible”. Todo esto indica que las migraciones sólo se ocupaban de los hombres.
Estudios recientes sobre inmigración sugieren que las mujeres emigran cada vez más y
juegan un papel importante en los procesos de migración, a pesar de la infravaloración
que ha sufrido la inmigración femenina en el pasado.
Malgesini ha señalado cinco hipótesis donde se manifiestan ciertas especificidades
que comparten las mujeres migrantes.
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Primera hipótesis: Las mujeres son portadoras de las “marcas de discriminación”
durante la migración y también durante el proceso de supervivencia e integración social
dentro de la sociedad receptora.
Segunda hipótesis: Las sociedades receptoras han subvalorado la problemática de la
inmigración femenina, asumiendo que los actores centrales del fenómeno inmigratorio
son los hombres no casados.
Tercera hipótesis: La cantidad de mujeres residentes fuera de sus países de
nacimiento, justifican los estudios desde una óptica femenina. Las mujeres pueden
considerarse como parte de un colectivo que comparte la experiencia migratoria con los
hombres inmigrantes, pero ellas desarrollan también un conjunto de vivencias
específicas. Hipotéticamente podría a su vez pensarse que estas especificidades se
acentúan cuanto mayor sea la desigualdad entre los géneros en el país de procedencia.
Cuarta hipótesis: La inserción laboral de las mujeres inmigrantes se produce en el
contexto de debilidad estructural y precariedad (retribuciones más bajas que las de los
hombres, ocupación baja en los puestos de responsabilidad, etc.) que caracteriza al
empleo femenino en la mayoría de los países desarrollados.
Quinta hipótesis: Las mujeres se sitúan dentro de una dialéctica en el proceso de
integración sociocultural en la sociedad receptora que les es propia: por un lado, son las
responsables del mantenimiento de la lengua y la cultura de origen en el ámbito privado
(entre estas normas se incluyen su propia sumisión a los varones de la familia), y, por
otro, son consideradas las encargadas de favorecer la socialización y la integración
(sobre todo de los hijos) en la sociedad receptora. (1998, pp. 30-31).
Hay que tener en cuenta, además, dos cuestiones que tenemos que tener en cuenta
para explicar los roles atribuidos a las mujeres inmigrantes. Primero, que algunos
colectivos de mujeres concurren más de un factor discriminatorio, como sucede con las
mujeres negras y de edad avanzada. En este caso la segregación y discriminación se
triplican. Segundo, las mujeres inmigrantes no sólo intentan mejorar sus condiciones de
vida y las de sus familias, sino que a la vez provocan cambios estructurales en las
sociedades receptoras. Las inmigrantes ocupan determinados puestos de trabajo, como
el doméstico, que la población autóctona, muchas veces con mayores niveles de
formación académica y especialización van abandonando. Además, como apunta Comas
(1995) los trabajadores inmigrantes suponen un importante ahorro en los costes de
reproducción social. Castells (1975) considera que esto se debe a tres razones: 1) los
trabajadores inmigrados son jóvenes y productivos; 2) la mayoría son solteros o solteros
forzados, por lo que el ahorro en servicios es también considerable; y, 3) el nivel de vida
se sitúa por debajo del de los autóctonos, lo que les hace aceptar salarios precarios. La
articulación entre producción y reproducción supone en este caso la imbricación entre
sociedades mediante los procesos políticos y económicos que se hallan en la base de los
procesos migratorios (Eades, 1987). Lo mismo puede afirmarse respecto a lo que se ha
denominado como tercera división internacional del trabajo, consistente en la
exportación de capital y producción desde los países industrializados a países en vías de
desarrollo, para utilizar la mano de obra barata disponible en ellos. Esto supone la
configuración de una economía global funcionalmente unitaria (Walton, 1985).
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TRABAJO DOMÉSTICO
Desde comienzos del siglo XX, el servicio doméstico ha dado trabajo a millones de
mujeres, en las sociedades industriales. En la actualidad un porcentaje significativo de
mujeres empleadas como limpiadoras, cuidadoras de ancianos, niñeras o cocineras en
las sociedades industriales son mujeres inmigrantes.
En Canarias, dominicanas, peruanas, colombianas, cubanas y polacas se dedican a
estas actividades. Las inmigrantes se muestran como trabajadoras polivalentes, pueden
hacer muchas tareas (limpiar, cocinar, cuidar ancianos, enseñar a bailar, hacer
manicuras, etc.) y saltar de una a otra, sin mucha dificultad aparente. En este sentido,
son trabajadoras que están zapeando continuamente. Una de las primeras cosas que
tienen que aprender es a coordinar estas tareas, por supuesto que dentro de estas
actividades productivas no cabe la especialización. Por esta razón es frecuente oír:
“hacen de todo, pero no saben de nada”.
El grupo de población femenina inmigrante que se dedica al trabajo doméstico, es
heterogéneo, aunque la mayoría en Canarias, son mujeres que partieron solas dejando
marido e hijos en la tierra que tuvieron que abandonar por no contar con posibilidades
de ganarse el sustento y ahora intentan ganar dinero en un país nuevo y más rico, para
que sus familias puedan vivir mejor en su país de origen. A estas condiciones de
precariedad se une la desesperación de la población de los países pobres, que ven en la
emigración la forma más rápida de conseguir mejores rentas.
Esta también era la pauta migratoria para las mujeres canarias que salieron de las
islas con destino a Cuba o Venezuela o Uruguay durante la segunda mitad del siglo XIX
y las primeras décadas del XX. El número de mujeres que emigraron entre 1818-1839
fue de 5.971 de un total de 21.184 (28,18%). Entre 1832-1845 la salida de mujeres con
destino a Venezuela representó el 36,54% del total de los adultos emigrados. El caso de
Uruguay entre 1820-1844 supuso el 41,3%. Durante 1846 y 1860 el número de mujeres
isleñas que emigraron a Cuba ascendieron, según reflejan los censos cubanos. Muchas
de ellas trabajaron en el servicio doméstico en haciendas. También trabajaron en las
labores agrícolas y en la prostitución. El origen campesino y el analfabetismo
caracterizaba a la gran mayoría de mujeres inmigrantes canarias. El historiador Hugh
Thomas ha indicado que la explotación de las mujeres canarias como prostitutas en
Cuba se podría considerar un sector de ocupación fundamental en el siglo XIX y
primeras décadas del XX. En 1885 estaban registradas en La Habana 200 casas de
prostitución con un total de 651 meretrices (prostitutas, ramera, mujer pública), el 90%
de mujeres de color, extranjeras, peninsulares y canarias (González, 2002).
Una característica que une a las emigrantes canarias y a las inmigrantes extranjeras
en Canarias en la actualidad en un proceso histórico semejante, es la gran capacidad de
ambas para el ahorro. No cabe duda que el proceso migratorio se revela como un
fenómeno costoso. Las migrantes parten de una situación de precariedad que les obliga
a pedir dinero a sus familiares para poderse costear el viaje. Como ha mostrado
Gregorio (1998), la vinculación económica de las mujeres con su comunidad de origen
es muy fuerte.
Existen algunas diferencias importantes en un caso y otro. La mayoría de las
emigrantes canarias eran mujeres solteras. Muchas mujeres también eran reclamadas
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por sus maridos cuando ya habían alcanzado algún grado de integración socio-económica.
Aunque es más frecuente que el canario que alcanzara un status económico
relevante, regresara a Canarias si no se había casado antes con una mujer del país
receptor.
La mayoría de la inmigración femenina canaria está casada y con hijos. En un primer
momento dejan a sus maridos e hijos en el país de origen (Cuba, Colombia) hasta que
puedan pagarles el viaje, y así crear una verdadera cadena migratoria.
Al no tener que atender a sus hijos y maridos, las inmigrantes tienen más tiempo para
trabajar y ahorrar. Del mismo modo pueden trabajar en el servicio doméstico de
internas, aunque en Canarias no es muy frecuente que las inmigrantes vivan con los
dueños de la casa donde se les ha dado empleo. A las trabajadoras internas se les suele
pagar por mes y a las externas por horas. Esta situación favorece a las externas que
pueden planificarse mejor y trabajar horas cobrándolas, aunque también es cierto que
su situación es más inestable. En el caso de las internas esto muchas veces no sucede, ya
que la jornada laboral se puede alargar mucho y no se cobra al seguir trabajando aun
cuando se esté en tiempo de ocio, simplemente porque se está viviendo en la misma
casa que el empleador.
Más frecuente es ver pisos donde conviven mujeres con un mismo país de origen o
de países diferentes donde existe una clara obligación: la ayuda mutua, dar cobijo y
buscar trabajo. Aun a falta de datos definitivos, la mayoría de las mujeres inmigrantes
canarias trabajan por horas. Muchas de ellas trabajan en el sector de hostelería (cocina,
lavaplatos o limpieza de hoteles y apartamentos).
La migración femenina ha sido hasta el momento más autónoma que las masculina
(Casal; Mestre, 2002), es decir, menos dirigida por el Estado que las recibe. En este
sentido, la migración que ha sido diseñada por los políticos para las mujeres ha sido la
del reagrupamiento familiar. Ahora bien, el reagrupamiento familiar lo utilizan mucho
más los hombres para hacer venir a sus esposas que las mujeres para hacer venir a sus
esposos.
Al tomar como referente al trabajador masculino y el mercado laboral masculino, la
normativa sobre extranjería pone en desventaja a las mujeres. Es decir, gozar de una
situación regular no significan que tengan unas condiciones laborales diferentes y
acceso a un sistema de protección social adecuado.
Un elemento que ayuda a estas mujeres a inmigrar es la presencia dentro de la misma
unidad doméstica de otro miembro de la familia en Canarias. Aunque hemos observado
que muchas de ellas no tienen familia en Canarias y tampoco experiencias migratorias
en sus familias. Llegan sin trabajo y sin los “papeles” en regla. En el caso de tener
legalmente formalizada toda la documentación, como apuntan (Casal; Mestre, 2002,
p. 124), los canales organizados por el Estado para las migraciones, responden a
necesidades computables en el mercado formal de trabajo diseñado para los hombres y a
una economía masculinizada.
En cualquier caso, esta situación está cuestionando un hecho que mantienen muchos
especialistas que plantean que la motivación de la inmigración femenina se ha
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caracterizado por las políticas de reunificación familiar (Jasso; Rosenweig, 1990, Tyree;
Donato, 1986, Houstoun; Kramer; Barrett, 1984).
Probablemente la reunificación familiar sólo sea ya una explicación parcial de las
motivaciones de la inmigración femenina. Muchas inmigrantes legales o ilegales, están
motivadas a emigrar no por su deseo de seguir con sus maridos, sino por conseguir
trabajar y poder disponer de un sueldo, que en su mayoría como hemos señalado, es
remitido al país de origen (Reichert; Massey, 1979). Esto, pone de manifiesto las
intenciones de temporalidad en gran parte de la inmigración femenina.
Autores como Portes (1990) o Sassen (2001), subrayan que los flujos migratorios no
nacen espontáneamente de la pobreza (ya que existen naciones muy pobres en las que
no se produce emigración), y que la superpoblación sea una causa fundamental para que
de emigración (ya que existen países que crecen muy rápidamente y no se produce la
emigración, como en el caso de países centroafricanos. Mientras que en otros con una
población relativamente bajo como en la República Dominicana, son grandes fuentes de
emigración). Para estos autores, la principal razón por la cual el proceso migratorio se
iniciaría, es la existencia de una historia previa de relaciones políticas y económicas
establecidas entre el país emisor y el receptor. Estas relaciones económicas y políticas
serían las condiciones iniciales y macroestructurales a partir de las cuales el proceso
migratorio se produce.
Esta idea también se ve reforzada con los planteamientos de Hastings cuando afirma
que la emigración tiende a no producir un pueblo completamente nuevo en un territorio
específico, sino una mezcla de antiguo y nuevo (2000, p. 212).
Un elemento que es bastante relevante desde una perspectiva antropológica es que en
las sociedades de origen de las inmigrantes latinoamericanas que hemos observado
(Cuba, Colombia, Perú), existe una marcada matrifocalidad. Esto supone que las
mujeres casadas, separadas o solteras con hijos tienen un mayor protagonismo
económico y familiar que los hombres en sus países de origen. No conviene olvidar que
las uniones informales han sido parte integral de los sistemas y formación de las
familias en zonas como Cuba, Puerto Rico, o cualquier otro país caribeño. Estas uniones
son, sin duda, analíticamente importantes porque reflejan las creencias culturales y los
valores tradicionales sobre los papeles de mujeres y hombres en las familias.
Esta realidad presiona, alienta y empuja a las mujeres para inmigrar a países como
España, y más concretamente a Canarias y dedicarse al trabajo doméstico y al cuidado
de niños, ancianos y enfermos. Parte del trabajo doméstico se delega en mujeres
extranjeras ya que no tienen ninguna posibilidad en el mercado de trabajo formal por no
tener experiencia laboral o un buen dominio de la lengua como sucede, por ejemplo,
con las inmigrantes polacas.
¿Quién cuida a su vez a los hijos de las mujeres inmigrantes? Las propias mujeres de
la familia. A estas unidades domésticas se destina la gran mayoría del dinero que se
gana en Canarias. En cualquier caso, pensamos que esta situación conlleva un coste
bastante elevado para las mujeres y sus familias, mucho más que si el que emigra es un
hombre.
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Toda esta situación también ve favorecida la necesidad de estar redefiniendo el
concepto de familia.
Estas mujeres que están “aquí” y cuidan a los hijos de otras madres, y que esperan
vivir “allí” en mejores condiciones para sacar adelante a sus hijos que son cuidados por
otras mujeres, son verdaderas trabajadoras transnacionales (Beck-Gernsheim, 2001,
p. 65).
Esta inmigración no crea excesivos problemas. Es decir, desde un punto de vista
utilitario, lo que estamos haciendo cuando asignamos a las mujeres inmigrantes a la
esfera doméstica, es reproducir el modelo sobre el que organizamos nuestra vida social
en torno a la división tradicional de las esferas pública y privada. Esta cotidianeidad nos
ayuda a aceptarlas.
Sólo en el caso de que las mujeres inmigrantes sean de color es cuando se ponen
ciertas reticencias para que trabaje o cuide a niños en los lugares de acogida. En este
caso, se ponen en marcha con mucha más facilidad la construcción social de los
estereotipos, siempre peyorativos, que soportan esos grupos étnicos (Nigeria, Senegal,
Sierra Leona).
BUSCANDO MARIDO
Una consecuencia de la inmigración femenina en Canarias, es el aumento del número
de matrimonios mixtos. Entre estos matrimonios se encuentran numerosos ejemplos de
compromisos en los que la diferencia entre las condiciones económicas del lugar de
origen del hombre (Canarias) y la mujer (inmigrante) es significativa. Hemos observado
que en Canarias, los hombres muestran una clara preferencia por las mujeres cubanas.
Es decir, los hombres canarios se están casando con cubanas que proceden de un país
con graves problemas económicos, inestabilidad política y con un proceso de
modernización totalmente estancado. También cada vez más los matrimonios entre los
hombres cubanos y las mujeres canarias van en aumento. En ambos casos, la mayoría de
estos “exóticos” enlaces acaban con la instalación de la pareja en las islas.
Lo más usual en décadas pasadas era encontrar al hombre maduro español con la
mulata. Esto fue una tradición que se ha recogido en coplas. Muchos indianos volvían
casados en tiempos coloniales, y todos, ya entonces, no eran bien vistos.
La inmigración individual y voluntaria con fines matrimoniales es una modalidad
migratoria muy frecuente entre las mujeres cubanas. Estos matrimonios pueden ser muy
heterogéneos, pero destacan más los “matrimonios por interés” que los “matrimonios
por amor”. Las inmigrantes cubanas, se nos han mostrado como mujeres con
comportamientos muy pragmáticos en relación con los matrimonios, pasando por alto
cosas como, por ejemplo, sus expectativas personales en relación a un hombre, siempre
que haya un consenso de base.
Evidentemente, las mujeres inmigrantes cubanas se enfrentan a una situación
extremadamente desequilibrada (económica, formación cultural, edad, etc.) en términos
de poder y dependencia. Pero no se trata de víctimas pasivas sino de sujetos que
construyen y dirigen su vida a partir de sus valores, baremos e ideales.
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Estos matrimonios no suelen estar bien considerados entre la población local. Las
razones son varias: a) diferencias de edad; b) ruptura de primeros matrimonios entre
parejas canarias; c) ruptura de los propios matrimonios mixtos una vez que la
inmigrante cubana ha conseguido cierta estabilidad social o ha conseguido que más
miembros de su familia hayan obtenido el visado para poder salir de la isla.
En el consulado español en La Habana, se suelen formar grandes colas para legalizar
los matrimonios y así que la parte cubana de la pareja consiga el ansiado visado, aunque
sea el turístico de 90 días de validez, para poder viajar. Los consulados de Suecia,
Francia, Italia y Canadá también registran un alto número de colas para formalizar el
matrimonio mixto, pero el mayor volumen lo registra el español.
Ya hemos dicho que las inmigrantes cubanas buscan una seguridad económica en
estos enlaces. Pero, ¿qué buscan los canarios? ¿Amor?, ¿cariño?
Para hombres, que consideran que las mujeres españolas resultan demasiado
independientes, buscar mujeres a las que suponen una disposición cultural y posición
económica más débil, cómoda y barata para ellos, supone una salida respecto a su
estado civil.
Desde la época colonial, diversas mitografías coinciden en destacar los contactos
sexuales entre el colono blanco y la esclava negra. Para muchos administradores
coloniales, el matrimonio mixto era intolerable y así lo refleja las legislaciones
segregacionistas de la época (Stolcke, 1992). El contacto sexual con el colono no sólo
acercaba la mujer negra al secreto de la inaccesible blancura, sino que todo el grupo de
origen de la mujer se veía ascendido simbólicamente al conseguir penetrar en la
intimidad del hombre blanco.
En cualquier caso, no debemos correr el riesgo de esteriotipar esta situación, ya que
en ocasiones los matrimonios entre cubanas y canarios son felices y mutuamente
beneficiosos. Aunque no lo haremos en esta ocasión, habría que analizar las ideologías
raciales que se ponen en contacto en los matrimonios mixtos para terminar de contestar
a la pregunta anterior.
El impacto, la preocupación o el asombro de esta situación ha quedado reflejada ya
en el cine nacional. Numerosas son las películas donde se ha reflejado las
características, condiciones y expectativas de los matrimonios mixtos entre españoles y
cubanas: “Flores de otro mundo”, “Cosas que dejé en La Habana”, “Poniente”. En la
prensa local canaria se publican anuncios, cartas y llamadas de mujeres cubanas que se
autodefinen (talla, peso, color de piel, gustos, formación cultural) como reclamo para
formalizar relaciones de amistad que están dispuestas a formalizar.
PROSTITUCIÓN E INMIGRACIÓN
La migración transnacional ha ampliado la prostitución, la trata de blancas o el
tráfico de mujeres. Al analizar la prostitución y la inmigración femenina, tenemos que
analizar qué se considera promiscuidad femenina tanto en la sociedad de origen como
en la receptoras y qué tipo de desvalorizaciones o agresiones se destinan a las mujeres
que escapan de las pautas sexuales que se consideran como deseables.
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Cuando la inmigración tiene nombre de mujer
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Se está produciendo un fenómeno muy generalizado en sociedades multiculturales,
de tal manera que el colectivo de mujeres de sociedades como la cubana, por ejemplo,
son calificadas como “putas”. Según Juliano, en líneas generales siempre que alguna
cultura permite a sus mujeres cierto nivel de autonomía sexual es vista por las
sociedades más rígidas en su control como absolutamente descontrolada, por lo que las
mujeres de ese colectivo son asimiladas conceptualmente con el sector más
estigmatizado de su propia sociedad (2001, p. 98).
En la actualidad las sociedades poseen amplios márgenes de permisividad sexual. De
tal manera que lo que se considera como prostitución, está influido por las
consideraciones económicas, culturales y políticas en cada país. En el caso de Cuba,
estudiado por Holgado, la “nueva” estrategia femenina en esta década de crisis que
mayor trascendencia tiene es el “jineterismo” o prostitución con los turistas y
extranjeros que residen en la isla, no sólo por las implicaciones individuales y sociales,
sino también porque ha puesto al Estado cubano en el punto de mira de la opinión
internacional (2000, p. 234). Las “jineteras” no tienen sanción social negativa si los
favores sexuales se realizan dentro del sistema a cambio de promociones o mejoras en la
distribución de los recursos. Otro tipo de prostitución de lujo consentida y fomentada
por el Estado es la que los cubanos han denominado “titimanía”, es decir, el
emparejamiento de altos cargos del Estado y el Ejército con mujeres jóvenes (2000,
p. 235).
Aunque el régimen de cuatro décadas de Castro en Cuba extendió la educación y la
atención sanitaria a los más necesitados, tanto en las ciudades como en el campo, la
renta real per cápita en general disminuyó en un 36%. La consecuencia ha sido una
profunda crisis que ha favorecido el resurgimiento de la prostitución, como parte del
funcionamiento institucional. Así las cubanas son vistas como promiscuas por los
españoles.
Una “jinetera” cobra a un turista 50 dólares, no supone mucha diferencia económica
con lo que se puede pagar en España por servicios sexuales. ¿Dónde está la diferencia?
La diferencia es, aparte de una cuestión económica, una diferencia de color. Desde la
época colonial distintos textos, sobre todo literatura misional, reflejan la preocupación
por la evolución moral de los negros, mulatos o mestizos. Una visión extremadamente
etnocéntrica del negro, ha considerado a las mujeres negras como seres eminentemente
sexuales, sin ningún tipo de reglamentación, los hombres negros han sido
frecuentemente calificados como machistas. Sobre todas las mujeres, las mulatas se
erigieron en la referencia erótica de la fantasía sexual del hombre blanco.
La mujer blanca debía mostrarse ignorante, pasiva y sumisa en las artes amatorias,
además tenía que preservar su virginidad. La mujer mulata fue significada como muy
ardiente, promiscua y experta. Principales víctimas del doble criterio moral imperante,
las mujeres de color eran receptáculos sexuales de la incontinencia de los hombres
blancos. Desprotegidas legal y socialmente, muchas mujeres negras se prostituían para
comprar su libertad o mejorar sus condiciones de vida. Un adagio que corría por las
plantaciones caribeñas sentenciaba que las mujeres blancas son para casarse, las negras
para trabajar y las mulatas para hacer el amor (Holgado, 2000, p. 236). Durante los años
noventa, el mito y la sobrerepresentación sexual de las mujeres de color se volvió a
reinventar, apareciendo el turismo sexual que llena los aviones de Iberia, Air Europa o
Cubana cruzando en ambas direcciones el Atlántico.
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Una visión generalizadora de la prostitución, nos permite plantear que el desprestigio
social de la prostitución no se relaciona con la actividad misma que implica, sino con el
hecho de que constituye un medio más o menos autónomo de supervivencia de las
mujeres, aunque no se desprenda de una fuerte presión social estigmatizadora. Las
mujeres inmigrantes intentan cada vez más organizarse entre ellas, intentando incluso
alejarse de mafias de reclutamientos. Sin embargo, este próspero negocio está
gestionado y organizado por hombres.
En Canarias se observan cada vez más mujeres inmigrantes de países del este,
subsaharianas, cubanas y brasileñas, casi todas en situación “ilegal” y con problemas de
vivienda. Trabajan en polígonos industriales, bares, saunas, locales de alterne o en la
calle. Plazas y avenidas en las que se colocan las mujeres inmigrantes de color para
ejercer la calle, han sido bautizadas con nombres como: Avenida de Nuestra Señora de
África.
La salida de estas mujeres de sus países pasa habitualmente por el pago de sobornos
en contextos donde la corrupción es habitual. En estas situaciones, las redes organizadas
cumplen las funciones de financiación del viaje, provisión de documentos falsos e
información para esquivar los controles fronterizos. Las deudas acumuladas en el
proceso del viaje son cuantiosas, tienen que pagar la casa, la comida y la ropa. Esto las
hace dependientes durante períodos de tiempo largos en los que su vulnerabilidad es
extrema.
A pesar de desconocer cuáles serán sus condiciones de trabajo y de vida, han tomado
la decisión de cambiar sus vidas, de salir de situaciones de violencia, de sociedades
patriarcales, de situaciones precarias económicamente, etc. Una vez que las inmigrantes
llegan engañadas a Canarias, se les retiene la documentación, el billete de regreso y el
dinero. Muchas de ellas no llegan directamente a Canarias, lo hacen a través de
Barcelona, Valencia, Madrid o Andalucía. Forman toda una cadena móvil que les
impide estar mucho tiempo trabajando en el mismo local o en la misma zona. Se trata de
impedir que se habitúen a la presencia de determinados clientes con la posibilidad de
crear una fidelización con el mismo, para ello los locales se intercambian a las
inmigrantes. Por ejemplo, brasileñas que trabajan en bares en el sur de Tenerife se
mueven entre Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Saben que asumen
riesgos y costes elevadísimos, pero consideran la posibilidad de emigrar como la única
oportunidad para conseguir un futuro. Las inmigrantes tienen distintos niveles
culturales, aunque menos de un tercio alcanza el nivel de estudios de bachillerato o
universitario, el 50% de ellas tienen entre 18 y 30 años y todas aportan una cantidad de
ingresos a sus países que se considera fundamental. No hay que olvidar que las remesas
de los inmigrantes representan una partida muy importante de los ingresos de los países
de origen. También existen mujeres inmigrantes, sobre todo cubanas, que emigran para
el trabajo sexual con sus propios recursos y que entran en Canarias como turistas.
CONCLUSIONES
El grupo de mujeres inmigrantes en Canarias es muy heterogéneo pero, en cualquier
caso, el trabajo que desempeñan sigue siendo desigual, invisible y plagado de grandes
incertidumbres. Es precisamente esa invisibilidad de la mujer inmigrante frente a la
visión masculina predominante, lo que cuestiona los estudios multiculturales como
modelos de la diversidad y de la heterogeneidad cultural. Hay que considerar a las
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mujeres inmigrantes como verdaderos sujetos históricos, necesarios para la
consolidación de una verdadera sociedad multicultural.
Aunque parezca paradójico la economía sumergida en la que se mueven las
inmigrantes las discrimina del resto de la población pero, a la vez, les permite conseguir
trabajo. Ellas utilizan sus nuevas circunstancias vitales para cambiar su situación
personal y familiar. Sus expectativas están continuamente oscilando entre factores pull
(de atracción) y factores push (de expulsión).
Por otro lado, mantienen un “poder especial” porque son capaces de mantener un
estilo bicultural, ya que mantienen las tradiciones propias reelaborándolas para conectar
con la cultura del país de acogida, y lo hacen de una forma crítica, es decir, como una
estrategia para poder sobrevivir en un nuevo contexto. Una de estas estrategias son los
matrimonios mixtos, donde la lógica de los comportamientos en las decisiones sociales
del amor, parecen estar ligadas a un cálculo directo entre dinero, establecimiento de la
felicidad, subordinación y poder.
Los intentos de reagrupación familiar ponen de manifiesto la construcción de las
mujeres como cuidadoras en el espacio privado con la posición de desventaja y
subordinación que esto supone. Por otro lado, al no haber políticas donde los procesos
de integración social se piensen en femenino, las mafias vinculadas a la prostitución se
han convertido en el negocio más rentable, después del tráfico de armas y del de
estupefacientes.
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