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LAS TERFEZIAS COMO RECURSO ALIMENTICIO EN
LOS MEDIOS ÁRIDOS: PARALELISMOS ENTRE EL
NORTE DE ÁFRICA Y LA ISLA DE FUERTEVENTURA
Soraya Jorge Godoy
Daniel Becerra Romero
Vicente Escobio García
María del Carmen Matos Carrodeguas
La existencia de una gran tradición en la recolección de los hongos conocidos como
criadas en la isla de Fuerteventura y la preocupación que nos hicieron llegar los responsables
de Medio Ambiente de su Cabildo por
el descontrol de tales actividades y su influencia
negativa en el entornollevó
a la Sociedad Micológica de Gran Canaria a plantearse el estudio
específico de las terfezias en la isla hace unos dos años. Fomentar el conocimiento de sus
características y su papel en la economía insular a través de la celebración de unas Jornadas
Micológicas en Fuerteventura y realizar unas campañas de búsqueda sistemática por diversas
zonas (abiertas al público interesado en el tema) fueron nuestros objetivos iniciales.
Pretendíamos así favorecer la concienciación de los majoreros acerca de los valores, los
orígenes y los peligros de una tradición ancestral que hemos compartido y compartimos con
otros pueblos ribereños del Mediterráneo y de las zonas áridas colindantes. De la celebración
de estas jornadas, del intercambio de ideas entre profesionales de distintos campos (biólogos,
químicos, historiadores y geólogos) surgió la idea de profundizar en las raíces de esta
tradición y el valor real que pudo tener en una isla en la que la naturaleza ha impuesto unas
condiciones extremas. Rastrear su origen, sus paralelismos, su supervivencia en una sociedad
tan cambiada y tan compleja pero que es capaz de mantener tradiciones tan antiguas, es un
reto que nos propusimos y que ha tenido una buena acogida por parte del comité organizador
del Primer Encuentro Internacional sobre Patrimonio Inmaterial auspiciado por la UNESCO
que tendrá lugar en Túnez en febrero de 2007. El estudio de recursos en los medios áridos,
uno de los temas de interés de la UNESCO, y la multidisciplinaridad del equipo que trabaja el
tema fueron los principales aspectos que llamaron la atención, pero realmente consideramos
que es un tipo de investigación que no se podría hacer de otra manera.
En la edición anterior de estos mismos coloquios, uno de los miembros de nuestro equipo
hizo ya referencia a la problemática existente entre el mundo aborigen y la micología. 1
Siguiendo la línea abierta en dicha ocasión hemos querido profundizar más en esta vía de
investigación que, estamos convencidos, resultará de interés no solo por ser un recurso
alimenticio utilizado por los aborígenes y que había sido poco valorado hasta la fecha, sino
también por formar parte de un rico patrimonio inmaterial heredado de nuestros antepasados,
que se adoptó a la realidad isleña y cuya procedencia debemos buscar, evidentemente, en el
vecino continente africano.
Las terfezias son conocidas popularmente en Canarias como criadas, criadillas, criadillas
de tierra o papas crías y han sido un recurso alimenticio tradicional característico de los
medios áridos y semiáridos. En las islas, la confusión entre criadas (Terfezia ) y nacidas
(Rhizopogon) abarca desde el folklore pues
una antigua adivinanza canaria reza: “Yo soy
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nacida en La Palma, sin hueso ni coyuntura, y sin cruzar agua de mar, criada en
Fuerteventura”hasta
la bibliografía culta, como se puede apreciar al consultar ambos
términos en el Diccionario Histórico del Español de Canarias. 2 Curiosamente en el ALEICan
encontramos la voz nacida para La Palma y El Hierro asociadas a las trufas 3 cuando en
realidad se tratan de especies diferentes que se desarrollan en hábitats distintos. En el caso de
los Rhizopogon principalmente en zona de pinar.
Desde la antigüedad tenemos datos acerca de su explotación y sus excelencias
gastronómicas, especialmente en el caso de la Libia antigua con las mal llamadas “trufas de
Cirene” que en realidad pertenecerían al género de las terfezias. Algunos ejemplares pueden
llegar a pesar varios kilos, lo que las convierte en un recurso importante en un medio en el que
la naturaleza no ha sido excesivamente generosa.
Los hongos hipogeos de los géneros Terfezia , Tirmania y Picoa principalmente, son
frecuentes a lo largo de las zonas semiáridas del Mediterráneo y también en Canarias. Por lo
general son muy apreciados desde tiempos antiguos en la mayoría de los países donde
fructifican y su recolección para el autoconsumo o la venta sigue siendo una práctica muy
frecuente; en el norte de África, de hecho, es un negocio aún muy lucrativo hoy en día.
Si bien la arqueología constata el uso de los hongos desde el Neolítico, 4 los primeros textos
que hablan de ellos como recurso alimenticio provienen del mundo mesopotámico. Una
tablilla de Nippur del II milenio a.C. reproduce un antiguo mito sumerio relacionado con la
boda del dios Martu (Amurru, en acadio) y la diosa Adnigkidu. 5 Recoge la que, posiblemente,
sea la más antigua referencia sobre hongos hipogeos. Más que alguna clase de las
tradicionales trufas europeas que
es como generalmente se traduce el termino acadio kam’atu
y gurun.kur en sumerio y el primer referente que se nos viene a la cabeza cuando leemos u
oímos esta palabrasería
algún tipo de terfezia pues, pese a ser aparentemente similares, estas
son más frecuentes en las zonas semiáridas mediterráneas, 6 lo que no ocurre en el caso de lo
que conocemos por trufas.
El pasaje donde se las menciona es interesante ya que establece una clara diferencia
alimenticia entre la civilizada ciudad de Ninab y el pueblo de los Martu, es decir, entre un
pueblo sedentario y agrícola y los grupos seminómadas que aún vivían de la caza y la
recolección. La diferenciación social podemos observarla claramente en la advertencia que le
hace una amiga a la diosa con el objetivo de evitar su boda. Considera que Martu es un
nómada ajeno a la civilización y que, entre otras “bárbaras” costumbres, desentierra las trufas
en las colinas al pie de las montañas. 7
Este dato nos resulta muy interesante porque en el caso concreto de la isla de
Fuerteventura, en la que esta tradición ha pervivido con mucha fuerza hasta la actualidad, su
economía giraba en torno a la ganadería y un nomadismo controlado y limitado por la propia
configuración insular, condicionante fundamental en el archipiélago. La recolección era, por
tanto, un complemento muy importante.
Gracias al botánico griego Teofrasto sabemos que en la costa libia, alrededor de la ciudad
de Cirene, se podía encontrar una trufa del desierto, localmente llamada misy, cuyo olor era
semejante al de la carne y que al gusto parecía ser muy sabrosa. Consideraba que era un
recurso aprovechable cuyo mejor momento se correspondía con la primavera; que solía
preferir los terrenos arenosos donde se podían encontrar con facilidad o las playas y que
abundaba en territorio griego. 8 Probablemente la especie se corresponda con Terfezia
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arenaria Trappe o con algún otro miembro de esta familia de los que existen abundantes
ejemplares en la zona, como el género Picoa y Tirmania. Se la suele localizar fácilmente en
primavera en los años en los que el invierno ha sido especialmente lluvioso; aspecto que se
ajusta a su descripción.
Estos datos fueron más tarde recopilados por Plinio el Viejo en su Historia Natural 9
añadiendo que, en su opinión, las mejores de todas eran las trufas que provenían de África, 10
es decir, las terfezias. Una apreciación que también podemos encontrar en el poeta satírico
Juvenal que también testimonia que entre los romanos las deliciosas trufas libias tenían una
gran aceptación y eran muy apreciadas. 11
Teofrasto es también el autor más antiguo que recoge una extraña tradición de fuerte
arraigo en el mundo grecorromano que alcanza nuestros días y que pervive, curiosamente,
entre algunas tribus bereberes norteafricanas, depositarias de muchas herencias del mundo
antiguo mediterráneo. Según esta tradición, las trufas brotarían de la tierra especialmente
cuando había truenos, 12 estableciendo así una relación directa entre ambos fenómenos.
En relación con este tema, conocemos un dato gracias a Plutarco que consideramos muy
significativo: muchas personas salían a buscar trufas y las localizaban gracias a las aberturas
que se formaban en la tierra el
regaño, como se conoce popularmente en Fuerteventura a la
elevación que provoca este tipo de hongos hipogeos al crecerlo
que ellos creían que se debía
al contacto con el trueno. 13 Lo que está claro sin duda es que pese a las creencias, más o
menos supersticiosas, el reconocimiento de los regaños para localizar las terfezias era
fundamental y era del dominio popular.
Fotografía I. Turmero de los alrededores de la Montaña de Tindaya. La pequeña elevación sobre el terreno es
lo que popularmente se conoce por regaño.
Curiosamente, si se observa con detenimiento la única representación gráfica de hongos
hipogeos en la Antigüedad, que se encuentra en el Códice Morgan de Dioscórides, 14
comprobaremos como parece corresponderse más con una terfezia que con lo que hoy día
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conocemos por trufa. Las terfezias se encuentran enterradas a escasa profundidad y las trufas
suelen encontrarse más al interior, por lo que las primeras son más fáciles de localizar.
Estos hongos hipogeos o semihipogeos tienen un diámetro que se sitúa entre 2 y 10 cm si
bien pueden encontrarse ejemplares de mayores dimensionesy
en numerosos casos se
encuentran asociados a plantas del género Helianthemun spp. Su carne tiene una coloración
blanquecina rosácea reticulada motivada
por la presencia de venas poco marcadascuya
intensidad varía de una especie a otra. Una vez más gracias a Teofrasto sabemos que en el
mundo norteafricano la relación entre estos hongos hipogeos y los miembros del género
Helianthemun es muy antigua. Al comentar las características del mísy indica que se
encuentra asociada a una planta que también recibe el mismo nombre por parte de los
habitantes de la zona. 15 Sin duda, además de la búsqueda del regaño, su presencia facilitaría
su detección y localización. Entre los bereberes las especies del género Helianthemun reciben
los nombres de Urud, RugRug
y Arongterfess.
16
En todo el Sáhara, el consumo de las llamadas “trufas blancas” alcanza cifras bastante
elevadas. Por ejemplo, en Argelia se conoce como Tirfâsene,t a diversas especies, entre las
que destaca la que hoy día conocemos como Terfezia arenaria Trappe; también englobaría
otras como T. boudieri Chat., T. claveryi Chat., Delastria rosea Tul., Tuber oligospernum
(Tul. et C. Tul.) Trappe, T. asa Tul., o Picoa juniperi Vitt., entre otras. Lo mismo podemos
decir de Marruecos donde se diferencian claramente variantes locales como Terfass mâle des
Terfass, Terfass de taïda , Terfass amère de taïda , Terfass rouge de Tafilalet, Terfass blanc de
Tafilalet, Terfass rose de Marmora … indicativas de su calidad, área de recolección, color… 17
Aunque el mundo árabe las llama terfas, tirfas o tirfes, se trata de una palabra de origen
bereber citada en un texto médico de Ibn elBeitar
(s. XIII) en el cual recoge diversos nombres
de plantas bereberes, entre ellas las terfezias, por lo que deja así constancia de la antigüedad
del consumo de este producto. 18
En la descripción de África del viajero musulmán ElBekri
(s. XI) se cuenta que en el
pueblo de Ghadams (Libia), junto a la frontera sur de Túnez, las trufas alcanzaban tal grosor
que los conejos construían sus madrigueras en ellas. Otro singular geógrafo, ElEdrissi
(s.
XII), aportó un dato más aseverando que estas trufas eran muy apreciadas en Sudán y que se
encontraban cerca de las aguas estancadas; algunos ejemplares llegaban a alcanzar,
fácilmente, alrededor de un kilo y medio de peso e incluso más. También Ibn Battuta (s. XIV)
las menciona, brevemente, durante su trayecto entre Marrakech y Malí. 19 Actualmente, en el
área del Ahaggar, los nómadas suelen comerlas, entre otras formas, cocidas a la brasa,
hervidas o peladas con manteca y sal, lo que nos recuerda la forma en que Alonso de Viana
describe su consumo para Tenerife y similar a como hoy día se preparan, al menos en La
Palma. 20 Juan Léon el Africano (s. XVI) proporciona la que se considera la primera
descripción botánica de las trufas del desierto por lo que originariamente recibía su nombre,
Terfezia leonis Tul.:
Se puede decir que el terfez es más un tubérculo que un fruto, semejante a la trufa,
pero más grueso y con la corteza blanca; nace en la arena, en lugares cálidos. Se
reconoce su presencia porque el suelo presenta unos montículos algo agrietados.
Ciertos terfez son grandes como nueces, otros como naranjas. (…) Abunda en el
desierto de Numidia (…). En verdad, es un plato exquisito asado sobre brasas, pelado
y luego cocido en caldo espeso. 21
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Bien, con todos estos datos hemos querido llegar a una primera conclusión que
consideramos fundamental, la tradición del consumo de la terfezia como recurso alimenticio
entre los bereberes del norte de África es muy común desde tiempos inmemoriales. Sería
importante en buena parte de la cuenca mediterránea, típico de las zonas áridas y semiáridas y
ellos la extenderían hacia el archipiélago canario.
Su explotación en el caso que nos ocupa, la isla de Fuerteventura, se remontaría a la
llegada de los bereberes a Canarias. La recolección de terfezias es un recurso vital en una isla
con escasos recursos de origen vegetal. Imposible prescindir de ellas, máxime si las comían
antes de llegar. Varios serían los motivos: por su abundancia como
veremosdada
la gran
distribución que presenta por toda la isla; por su alto contenido proteínico; por ser un recurso
característico del final del invierno y comienzo de la primavera cuando suelen escasear los
alimentos; por su gran valor gastronómico y, finalmente, por su consumo ancestral. Por todo
ello y, sobre todo, por la gran popularidad que todavía conserva esta práctica, característica de
una economía recolectora, en la actual sociedad majorera, la recogida de terfezias debió tener
un papel fundamental en la dieta de sus aborígenes. Todas son razones más que suficientes
para evidenciarlo aunque la arqueología poco o nada pueda hacer para demostrarlo. Es una
simple cuestión derivada de la naturaleza de este producto. En este caso las pruebas más
contundentes son las biológicas y las antropológicas. Entre un recurso más y un recurso
fundamental hay una gran diferencia.
Fotografía II. Terfezia localizada al pie de la Montaña de Tindaya.
Como hemos señalado, la asociación micorrícica 22 con especies de la familia de las
Cistáceas es uno de los factores que ayuda a la localización de las terfezias. En nuestro caso
con las poblaciones de Helianthemum canariense (Jacq.) Pers., popularmente conocidos por
turmeros. Una matilla de carácter leñoso nativa de las islas, común en laderas áridas y zonas
arenosas de la costa, sin que llegue a alcanzar zonas muy elevadas, y que suelen ser
indicadoras de la posible existencia de criadas. En la zona sur de la isla de Fuerteventura,
alrededor de Gran Tarajal, hay datos de criadas asociadas también al estillejo o astillejo,
Helianthemum villosum y H. ledifolium. En este caso se trata de una planta anual, nativa y
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localmente frecuente en el Llano de Santa Catalina (Betancuria), Tesjuate, Riscos del
Carnicero (Vega de Río Palmas), Puerto de Lajas y Corralejo. 23 En esta isla crecen de igual
manera en jable (arena) o en suelos arcillosos e incluso pedregosos. De hecho, la existencia de
turmeros es suficiente para que pueda hallarse este tipo de hongos, lo cual es indicativo de la
gran importancia de este recurso.
Figura I. Mapa de distribución de Terfezia claveryi. Únicamente se recogen aquellas localizaciones donde su
presencia ha podido ser verificada sobre el terreno, (20052006).
Precisamente en la zona que abarca desde La Antigua al valle de Santa Inés, recoge R.
Verneau, a fines del XIX, que en determinadas temporadas se podían encontrar: “… trufas, en
una cantidad tan grande que los habitantes se las comen como si fueran papas. Son blancas,
un poco blandas y no tienen el aroma de la trufa de Perigord, pero son muy agradables al
gusto”. 24 A este respecto, en una nota a pie, señala su venta en los mercados locales y su
precio. Una práctica que hoy día se ha perdido pero que aún a finales de los años cincuenta
seguía vigente, no solo en esta isla, aunque ya no en los mercados locales, pero sí en la venta
a domicilio. 25
Hasta ahora, la única especie citada para Fuerteventura es Terfezia claveryi Chatin que se
caracteriza por tener una gleba carnosa y compacta, al principio blanquecina y posteriormente
rosa asalmonado, con un agradable olor. Lo que viene a confirmar las palabras del
investigador francés.
La primera mención para Canarias la encontramos en la crónica de Pedro Gómez
Escudero. Al describir las costumbres alimenticias de los canarios y los productos de su dieta
indica que solían comer: “… otras raises como turmas, jongos, ñames, higos asperos que no ai
en Spaña”. 26 Turmas, criadillas de tierra y toferas definen en la Península como
mínimo
desde el s. XIVa
esta clase de hongos hipogeos de los que venimos hablando, lo que explica
que este cronista los reconociera. 27 El poeta Antonio de Viana cita para la vecina isla de
Tenerife el consumo de hongos y al comentar los alimentos de los guanches recoge que:
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“...sus frutos fueron ongos y madroños, bicácaros, las moras de las çarças y mocanes, que son
quando maduros negros, de la hechura de garvanços...” 28
Es evidente que, como buenos recolectores, no desdeñaban ningún alimento. En este caso
creemos que también podría tratarse de terfezias 29 pues, aunque en las islas más verdes
existían otros tipos de hongos, el consumo de estas era más común entre los bereberes. En
Tenerife, la recolección silvestre tenía un destacado papel en la economía aborigen, de gran
tradición ganadera como Fuerteventura o La Palma. Un curioso romance recogido por J.
Bethencourt Alfonso, perteneciente a unos “antiguos cantos divinos”, muestra su consumo en
Lanzarote en época aborigen:
Yo veí a Teguise un día
que criadillas comía.
Yo veí a Teguise un día
estando Maciot con ella
que criadillas comía;
y de gofio hacían pellas
que a Bethencourt le ofrecía,
yo veí a Teguise un día
comiendo pescado asado,
que criadillas comía;
también gofio con burgaos
de lo cual Maciot comía.
El que coja papascrías,
lo mismo que del ganado,
da la mitad a Guadarfía,
pues está determinado
del que en sus campos pacía. 30
Un simple vistazo al texto nos aporta una fecha post quem en torno a finales del s. XVI,
momento en el que se comienzan a cultivar en Canarias las papas (Solanum tuberosum L.)
provenientes del continente americano. Su semejanza externa explica que a las terfezias se las
asocie con este tubérculo. 31 Tanto es así que hasta el día de hoy la mayoría de sus habitantes
siguen convencidos de que se trata de papas. Sin duda, los aborígenes de esta isla también
debieron consumirlas ya que posteriormente J. Viera y Clavijo recoge que los habitantes de
esta isla, al igual que los de El Hierro, las empleaban en sus guisados. 32 La tradición se
mantiene hoy en día en Lanzarote pues en el Plan de Uso y Gestión del Parque Natural del
Archipiélago Chinijo se ha plasmado una autorización especial que permite la recolección
tradicional de estos hongos hipogeos específicamente.
En Fuerteventura, los majoreros de ayer, como los de hoy, recogerían las criadas de la
misma manera que en el norte de África. El crecimiento del hongo va produciendo en el suelo
una pequeña montañita y una grieta, a veces muy sutil. En la época apropiada se escarba en el
lugar y se obtiene la criada. Tradicionalmente, al igual que en el área mediterránea, las criadas
se recogen en marzo y abril que son los meses más apropiados, al comienzo de la primavera.
Si las lluvias del otoño e invierno e
incluso primaverahan
sido buenas, la cantidad de
criadas que se pueden encontrar será muy alta y su tamaño también. Las mayores que se han
localizado en estos años han llegado a unos 20 cm de diámetro y casi medio kilo de peso. Sin
embargo algunos ejemplares pueden llegar a pesar hasta 4 kilos en condiciones óptimas. Hay
un dato que tenemos que tener en cuenta a la hora de calibrar el peso específico de la terfezia
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en el ámbito aborigen como recurso: si hoy en día todavía pueden encontrarse algunos
ejemplares de varios kilos de peso que llegan a sobrevivir a los depredadores sobre
todo las
ardillas, los conejos y los recolectores humanos que en número creciente y descontrolado se
lanza a la búsqueda de terfezias desde enero a marzo por toda Fuerteventuraimaginémonos
por un momento cómo podrían ser las cosechas de época aborigen sin estos inconvenientes y
con la gran dispersión que presenta esta especie.
Fotografía III. El aspecto externo de las terfezias recuerda al de las papas cuando se desentierran. De ahí que
se asocien a este tubérculo.
La Terfezia claveryi 33 contiene un 16% de proteínas (peso en seco), un 28% de
carbohidratos, un 4% de fibra cruda y un 2% de grasa. Es rica en minerales, tiene nueve
ácidos grasos saturados y cuatro insaturados y también se han detectado veintinueve
aminoácidos. Una cosecha nada desdeñable diríamos.
Fotografía IV. Esporas de Terfezia claveryi.
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Curiosamente coincide el momento de mejor apogeo de este producto con la época del
equinoccio de primavera, con el fin del invierno, y eso en una cultura de religión animista,
ligada a los ciclos de la naturaleza y que surge sin saber bien ellos cómo desde las entrañas de
la tierra debió representar en
un medio tan áridoun
regalo de los dioses. Al respecto nos
parece interesante apuntar el dato de que una de las zonas que posee un elevado número de
turmeros y en la que hemos constatado la presencia de terfezias es, precisamente, la que está
situada al pie de la Montaña de Tindaya, elemento sagrado donde los haya para los aborígenes
de esta isla y lugar mágico para quien se acerque a ella. Entre todos los elementos que han
contribuido a su singularidad mágica bien podría añadirse este regalo espontáneo de la tierra
situada a sus pies.
Fotografía V. La Montaña de Tindaya. En sus inmediaciones crecen abundantes turmeros indicadores de la
presencia de terfezias que pudieron haber contribuido a su carácter mágico entre los aborígenes.
La situación actual de T. claveryi abarca en el mapa un área que ocupa toda la isla de norte
a sur con recolecciones en Lajares, Tetir, Antigua, Betancuria, Tuineje, Pájara, Tindaya y La
Pared, zonas que nosotros hemos comprobado. Además hay datos de Tiscamanita, Agua de
Bueyes y jables de Jandía. El inconveniente es que muchas de estas zonas ya “han sido
limpiadas” a veces cuando podemos acercarnos a la isla y es complicado que los que las
buscan para comer nos cedan ejemplares para su estudio y clasificación. Nada nuevo en la
ciencia. La temperatura también es un factor limitante ya que en febrero, prácticamente, solo
aparecen en los jables del norte y del sur (en estos en menor cantidad) cuando hay bajas
temperaturas en invierno.
Los paralelismos entre el paisaje árido de algunas zonas norteafricanas y la isla de
Fuerteventura son muy grandes. La existencia de esos turmeros que delatan la presencia de
terfezias en ambas localizaciones pudo facilitar desde el primer momento de la llegada de los
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majos a Fuerteventura la adaptación a su nuevo hábitat y un buen complemento en su
economía, fundamentalmente ganadera. Aunque mucho se ha hablado de la transformación de
los medio ambientes insulares, en el caso de la isla de Fuerteventura no debió ser muy
espectacular el cambio. No hay que olvidar que es una isla que tiene unos 19 millones de
años, que sus montañas están situadas por debajo del nivel de los alisios y que, por tanto, no
se puede ver beneficiada por la humedad que aportan y la lluvia horizontal de una forma
determinante. Sus escasos árboles son reductos de bosques que alguna vez tuvieron mejores
condiciones para existir, pero los ciclos de la Tierra son muy diferentes a los humanos y la
transformación de la isla comenzaría hace muchos miles de años. La erosión lleva mucho
tiempo actuando sin piedad en esta isla. Sin duda debió de existir más vegetación pero
probablemente la típica de una zona árida, parecida a la de las vertientes de sotavento de las
islas más montañosas. Fuerteventura siempre debió ser una isla de recursos limitados que
mantendría una población reducida pese a ser la segunda isla en extensión del archipiélago y,
por tanto, cualquier recurso sería aprovechable, máxime si como la terfezia es gratuito,
alimenticio y exquisito.
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XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
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NOTAS
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2 C. Corrales y D. Corbella, Diccionario Histórico del Español de Canarias. La Laguna (2001).
3 M. Alvar, Atlas LingüísticoEtnográfico
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4 D. Becerra Romero, “Arqueología y Micología. Los hongos en el pasado de la humanidad” en D. Becerra
Romero (Ed.), Las setas y los hongos en el Mundo Antiguo. Las Palmas de Gran Canaria (2006) (en
prensa).
5 J. Bottéro y S.N. Kramer, Cuando los dioses hacían de hombres. Madrid (2004), pp. 442446.
6 M.A. Chatin, “Truffes (Terfâs) du Maroc et de Sardaigne”. Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de
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género Terfezia (Ascomycotyna) en las Islas Canarias”. Cantarela. Boletín de la Sociedad Micológica de
Gran Canaria, nº20, (2003), pp. 34.
7 Esta antigua costumbre no se ha perdido pues aún hoy día, tanto en Siria como en Irak y otras áreas
próximas como Bahrain, las poblaciones beduinas recogen y comercian con este producto al que
denominan kemé, kamé, kamaa ...
8 Ath. Ep. II, 62AC.
9 Plin. HN. XIX, 12, 36.
10 Plin. HN. XIX, 11, 34.
11 Iuu. V, 118119.
12 Ath. Ep. II, 62B.
13 Plu. Mor . 664B665E.
14 V.P. Wasson y R.G. Wasson, Mushrooms. Russia and History. New York (1957), lámina XXXII.
15 Ath. Ep. II, 62A.
16 A.D. Chatin, “Truffes (Terfâs) de Tunisie et de Tripoli”. Comptes Rendus Hebdomadaires des Séances de
l’Academie des Sciences, t. 119, (1894) p. 486; E. Laoust, Mots et choses berberes. París (1920), p. 524;
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17 F. Foreau, Essai de catalogue des noms arabes et berbères… París (1896), p. 44; E. Laoust, op. cit., p. 524;
L. Trabut, Repertoire des nom indigenes des plantes spontanées, cultivées et utilisées dans le Nord de
l’Afrique . Alger (1935), p. 254; L. Khabar et alii, op. cit. , (2001).
18 D. Becerra Romero, op. cit., (2006), p. 353.
19 D. Becerra Romero, “La micología entre los habitantes de las Islas Canarias” en D. Becerra Romero (Ed.),
Las setas y los hongos en el Mundo Antiguo. Las Palmas de Gran Canaria (en prensa).
20 D. Becerra Romero, op. cit. (2006), p. 355; J. Pais Pais, La economía de producción en la Prehistoria de la
isla de La Palma . S/C. de Tenerife (1996), p. 175.
21 J. León el Africano, Descripción General del África y de las cosas peregrinas que allí hay. Barcelona
(1995), p. 355.
22 Aquella en la que las especies se benefician mutuamente.
23 G. Kunkel, Las plantas vasculares de Fuerteventura (Islas Canarias), con especial interés de las
forrajeras. Madrid (1977), p. 62.
24 R. Verneau, Cinco años de estancia en las Islas Canarias. S/C. de Tenerife (1981), pp. 146147.
25 P. Font Quer, “Los pueblos atlánticos y los hongos”. Anuario de Estudios Atlánticos, nº6 (1960), p. 217.
26 P. Gómez Escudero en F. Morales Padrón, Canarias: Crónicas de su conquista . Las Palmas de Gran
Canaria (1993), p. 431.
27 D. Becerra Romero, op. cit., (2006)B p. 354 yop. cit. , (2007?)B (en prensa).
28 A. Viana, La conquista de Tenerife. S/C. de Tenerife (1968), p. 35.
29 D. Becerra Romero, op. cit., (2006)B p. 355 yop. cit. , (2007?)B (en prensa).
30 J. Bethencourt Alfonso, Historia del pueblo guanche . La Laguna (1991), pp. 312313.
31 D. Becerra Romero, op. cit., (2007?)B (en prensa).
32 J. Viera y Clavijo, Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria
(1982), entrada: “criadillas de tierra”.
33 A la espera de los resultados finales de los análisis llevados a cabo con diferentes muestras recolectadas en
esta isla seguimos la composición química establecida por H.A. Bokhary y S. Parvez. Para un análisis las
proteínas que contiene este hongo es interesante el artículo de I.R. Dabbour y H.R. Takruri. H.A. Bokhary
y S. Parvez, “Chemical composition of desert truffles Terfezia claveryi”. Journal of Food Composition and
Analysis, nº6 (1993), pp. 285293;
I.R. Dabbour y H.R. Takruri, “Protein quality of four types of edible
mushrooms found in Jordan”. Plants foods for Human Nutrition, vol. 57 (2002), pp. 111.
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