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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL A TRAVÉS DE LA
PRENSA CANARIA
Juan José Díaz Benítez
La opinión pública es un factor de gran importancia en el funcionamiento de los sistemas
democráticos, aunque esta relevancia no se da sólo en ellos. También la tuvo en los regímenes
fascistas, en los totalitarios e incluso en la dictadura franquista, especialmente durante los
primeros años que siguieron al final de la guerra civil y en los que España recibió una gran
influencia de la Italia fascista y la Alemania nazi. Sin embargo, una de las principales
diferencias entre las democracias y las dictaduras radica en el hecho de que en las primeras la
opinión pública está ligada a la libertad de expresión, mientras que en estas últimas el Estado
monopoliza los medios de comunicación con el fin de manipular a las masas. En el caso de
España, este control fue especialmente evidente durante la II Guerra Mundial, en la que la
prensa no sólo ocultó información sino que incluso llegó a distorsionar la realidad
difundiendo datos falsos, tal y como se puede comprobar en la prensa canaria de aquellos
años.
UNA NUEVA PRENSA PARA UN NUEVO ESTADO
En España había existido una tradición controladora y censuradora con respecto a la prensa
desde el siglo XIX, fortalecida aún más por la influencia nazi y fascista, bajo la cual acabó
convirtiéndose en un instrumento del Estado, especialmente tras la promulgación de la Ley de
Prensa de 1938, con la que se garantizaba el control estatal sobre tres de los principales
elementos que intervienen en el proceso comunicativo: el emisor, el medio y el mensaje. Por
un lado, acababa con la independencia del emisor mediante el registro profesional obligatorio
de todos los periodistas, reforzado posteriormente con otra serie de medidas que pretendían la
sumisión de estos profesionales a cambio de su “dignificación” profesional. Por el otro,
controlaba férreamente el medio, a través de medidas tales como la autorización de nuevas
publicaciones, la designación de directores para los periódicos y la capacidad sancionadora
del Estado sobre las editoriales. Finalmente, el mensaje pasaba por el filtro de la censura
previa, con lo cual el gobierno impedía que se publicara cualquier noticia perjudicial para sus
intereses.1
Con este tipo de medidas se eliminaba a la prensa de la oposición, por lo que frente a las 56
cabeceras provinciales de 1936 sólo había 45 en 1943. Siguiendo a Elisa Chuliá, en el caso de
Canarias se pasó de 13 a 5, de las cuales sólo tres eran anteriores a 1936,2 unos pertenecientes
a la iniciativa privada y otros controlados por el Movimiento, consistiendo en tres diarios
matutinos y dos vespertinos.3 Dos de ellos estaban en la provincia de Las Palmas, Falange y
La Provincia, mientras que los otros tres, El Día, La Tarde y Diario de Avisos pertenecían a
la de Santa Cruz de Tenerife. Tanto La Provincia como Diario de Las Palmas dejaron de
publicarse en mayo de 1939 por orden gubernativa y, aunque el primero reapareció en 1940,
el último no volvería a ser publicado hasta 1953.4
El propio Gobierno Civil de Las Palmas había planteado en plena guerra civil la reducción
del número de periódicos existentes en su provincia como una necesidad5. Hacia 1938 había
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cinco, cifra que se consideraba excesiva y que, al parecer, se debía a que algunos de ellos eran
realmente los órganos oficiales u oficiosos de los partidos políticos existentes antes del 18 de
julio de 1936, teoría que parecía ser confirmada por su falta de rentabilidad. Por lo tanto, el
gobernador proponía limitarlos a dos, uno matutino y otro vespertino, con lo cual se acabaría
con el espíritu de partido del cual seguían impregnados, se mejoraría los medios materiales, se
proporcionaría una vida digna y decorosa a los periodistas y se ahorraría gastos. No habría
que despedir a nadie porque todos los que trabajaban en ellos, 28 de los que 4 estaban en el
frente, serían absorbidos por las plantillas de estos dos únicos diarios.
De los cinco periódicos publicados en la provincia oriental, el Diario de Las Palmas fue el
descrito más pormenorizadamente por el gobernador civil, destacando que desde sus inicios
había sido el defensor de los intereses de Gran Canaria, más tarde criticado por los marxistas
y finalmente elogiado por el comandante general de Canarias por su apoyo a la sublevación
contra la II República. Además, también señalaba que era el más veraz de los periódicos
editados en la provincia, llegando a todos los pueblos de la isla y contando incluso con
suscripciones en la Península y el extranjero, si bien su tirada había sido reducida por el
impuesto que gravaba la venta en domingos y lunes y la aparición de Falange. Con respecto a
La Provincia y Hoy indicaba que se trataba de diarios derechistas, precisando que el último
había surgido contra la creciente influencia izquierdista antes de la guerra civil. El único
diario católico de la provincia era Acción, sometido a la censura eclesiástica y propiedad de la
Editorial Acción, muchos de cuyos accionistas pertenecían al clero. El quinto era Falange, el
cual apareció el 7 de diciembre de 1936 y, junto con La Provincia, fueron los dos únicos que
siguieron publicándose en Las Palmas durante la II Guerra Mundial.
Además de la prensa publicada en las islas, también llegaban a ellas publicaciones
periódicas procedentes de la Península, como la revista Mundo. Sin embargo, este férreo
control gubernamental ejercido en las fuentes de información y el contenido no fue perfecto y,
a pesar de lograr una homogeneización en la valoración del gobierno por parte de los medios
de comunicación, no convenció a la población, a pesar de lograr su apatía política tras destruir
la esfera pública independiente del Estado.6 Incluso se ha hablado de un retroceso estructural
durante el franquismo al agravarse buena parte de los males estructurales que aquejaban a la
prensa española antes de 1936, aparte de destacar el fracaso de su labor adoctrinadora,
condicionada por su limitado alcance social.7 Canarias no fue ajena a este panorama, en el que
la población estaba más preocupada por sobrevivir que por el curso de una guerra en la que no
había muchos partidarios del Eje,8 tal y como demuestra la división de la opinión pública con
respecto al conflicto, ante el cual, tal y como veremos más adelante, la prensa ya había dejado
de actuar de forma imparcial, pese a que oficialmente se dijera lo contrario:
En esta Provincia el ambiente sobre la guerra actual es el siguiente:
Los ex-combatiente y la mayoria (casi totalidad) de los elementos de la Organización
son partidarios del Eje.
Los marxistas y todos los exportadores, personas y empresas que tenian negocios con
Inglaterra son aliadófilos.
Creo que hay mayoria de los primeros.
En esta Provincia no ha podido manifestarse la simpatia hacia el eje por
prohibírsenos todo lo intentado en este sentido. Aun en la prensa no ha podido
expresarse esta simpatia porque parece los Consules lo pidieron asi a la Autoridad
Civil.9
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El Estado franquista tampoco era capaz de evitar siempre la entrada clandestina de
publicaciones hostiles al régimen, especialmente a través de los buques del Servicio Nacional
del Trigo, los cuales traían de Argentina el grano imprescindible para la subsistencia de buena
parte de la población española. Durante el viaje de vuelta, estos vapores hacían escala en
Canarias, donde eran registrados por las autoridades de Marina, encontrando frecuentemente
publicaciones como Ahora, Mundo Argentino, Estampa, Crítica, Leoplan y Linterna, en las
que era frecuente encontrar críticas al gobierno español. Los miembros de las tripulaciones
acusados de poseer estas revistas y periódicos no solían ser detenidos en Canarias, dada la
importancia del transporte del trigo, aunque ya quedaban señalados para cuando llegaran al
puerto de destino.10 Al menos hasta 1944 se repitió frecuentemente este fenómeno,11 que
afectó también a los buques correo, como el Cabo de Buena Esperanza, en el que se encontró
a 14 miembros del pasaje y la tripulación en posesión de propaganda subversiva,12 y al Villa
de Madrid, en el que un policía del control aliado en Gibraltar repartió varios ejemplares de El
Calpense.13
La introducción ilegal de prensa extranjera hostil al régimen no era el único problema,
pues las publicaciones de la oposición antifranquista exiliada no escatimaban esfuerzos a la
hora de hostigar al gobierno español. En el periódico España Libre se redactó un editorial
sobre una inminente entrada de España en la guerra y la posible ocupación preventiva de
Canarias por Gran Bretaña y EEUU, lo cual fue tergiversado posteriormente por el semanario
falangista Arriba, señalando que dicho periódico había publicado noticias sobre una
conspiración de ex-combatientes republicanos y el gobierno norteamericano para ocupar
nuestras islas.14 Tampoco faltaron isleños que desde el exilio escribieron sobre su tierra, como
el que redactó el artículo “El 14 de abril de 1936” publicado en la revista Ibérica.15 El autor,
que firmó como Mencey Carigaiga, destacaba los logros de la II República en contraste con el
decadente sistema de la Restauración, al que acusaba de relegar al archipiélago al más
ignominioso olvido, tratándolo como si fuera una colonia en vez de una provincia. De todas
las perlas con las que el autor se despachaba a gusto, merece ser destacado el pie de la foto
que encabezaba el artículo:
Las bellas huertas de los platanales de Gran Canaria, la isla principal de la provincia
oriental del grupo, prometedoras de sonrisas como las de las bellas Magas. Así
sonreían las guapas canarias antes de que el enano de El Ferrol, vertiese la sangre de
los nobles isleños. Sus sonrisas volverán a sus rostros cuando volvamos a libertarles
los soldados de la República.
Esta ridiculización del jefe del Estado y las pretensiones de restaurar el orden republicano
en las islas contrastaban con la prensa publicada en Canarias, la cual, al igual que la del resto
de España, seguía las consignas oficiales y pasaba por el filtro de la censura. Ambos
mecanismos no sólo intentaban garantizar que no se publicase nada contra el régimen, sino
incluso favorecer a sus aliados alemanes e italianos. Desde junio de 1940, la prensa adquirió
un marcado carácter germanófilo, ya que, aparte de los comunicados de guerra oficiales, sólo
se publicaba noticias de su procedencia y se discriminaba la propaganda aliada, situación que
persistió hasta 1944, cuando era evidente la derrota del Eje, y aún así siguió manteniendo un
marcado carácter anticomunista.16 Germanofilia que no pasó desapercibida a los ojos de los
cónsules británicos en Canarias, los cuales informaron al Foreign Office de las medidas
adoptadas para que la prensa local no publicase noticias favorables a los aliados y que
incluían multas, detenciones e incluso el riesgo de perder el empleo.17 Así ocurrió con uno de
los redactores de Falange, acusado de anglófilo y destituido en dos ocasiones, aunque sus
gestiones en Madrid le permitieron recuperar su puesto en el periódico.18
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En este contexto no cabía esperar que la prensa canaria difundiera de forma objetiva e
imparcial la información sobre el desarrollo de la contienda. Aunque los partes de guerra
aliados fueron publicados al igual que los del Eje, las noticias procedieron de fuentes
alemanas durante la mayor parte del conflicto. Sin embargo, los diarios del archipiélago no se
limitaban a informar, sino también a formar opinión mediante una serie de editoriales y
artículos en los que se obedecía las consignas gubernamentales, favorables al Eje hasta finales
de 1943. El análisis puntual de estos trabajos en las principales coyunturas que marcaron la
evolución del conflicto y la actitud del gobierno español hacia los beligerantes permite
constatar un intento de manipulación de la opinión pública lleno de contradicciones y similar
al realizado en el resto de España.
LA INVENCIÓN DE UNA NUEVA REALIDAD
La falta de objetividad en detrimento de los aliados y a favor del Eje ya estaba presente en
los editoriales y artículos de opinión de la prensa canaria al iniciarse el conflicto. Al igual que
el resto de la española, siguió las directrices oficiales y mantuvo inicialmente una actitud
neutral ante la guerra que se extendía por Europa,19 pues el gobierno español sabía que no
estaba preparado política ni económicamente para embarcarse en una aventura bélica al lado
del Eje y tampoco podía digerir fácilmente el ataque alemán contra la católica Polonia.20 Sin
embargo, ya desde septiembre de 1939 hubo editoriales en los que se justificaba la agresión
alemana. Lejos de recurrir a explicaciones argumentadas en el ordenamiento inestable
producto del tratado de Versalles y en la agudización de las tensiones internacionales tras la
crisis económica de 1929 con las agresiones de las potencias del Eje y el retraimiento de los
vencedores,21 el periódico justificaba el belicismo del III Reich como una forma de
autodefensa:
... Lo que ocurre es que las naciones superpobladas y de gran capacidad industrial y
cultural, necesitan ejercer su influencia sobre zonas aptas para su desenvolvimiento.
Y ante este hecho biológico tan natural, lo que hace falta es comprensión por parte de
los que nada necesitan. Ninguna nación puede decir que combate frente al
militarismo ni frente a los sistemas dictatoriales, que son la lógica forma interior
defensiva que adoptan algunos pueblos para librarse de la opresora política de
cerco.22
En realidad, la neutralidad oficial era forzada por las circunstancias, pues el nuevo régimen
aspiraba a incrementar las exiguas colonias españolas, planteando las reivindicaciones como
algo a lo que tenía derecho: Gibraltar, el Oranesado, el hinterland de Ifni y Río de Oro,
Marruecos y los territorios del golfo de Guinea arrebatados por Francia y Gran Bretaña,
potencias contra las que iban dirigidas sus ambiciones territoriales.23 Por ello, no es de
extrañar que ante las derrotas aliadas de la primavera de 1940 creyera que la hora de la
revancha estaba próxima. De este modo, realizaba maniobras diplomáticas y subversivas para
ocupar el Marruecos francés, acelerando en junio los preparativos militares con este mismo
fin.24 Y también fue durante ese mes cuando la prensa canaria se hizo eco de la belicosa
reivindicación del Peñón:
Todos los españoles, con perfecta unanimidad, sabemos, decimos y proclamamos
que Gibraltar nos pertenece: que Gibraltar es de España.
...Y como esa salvación exige el rescate de Gibraltar, nos lo hemos propuesto sin
posibles desalientos ni declinaciones.
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... Nosotros, españoles, clamamos por Gibraltar. Gibraltar es de España. Nadie puede
tenerlo sin incurrir en el delito de despojo.25
El curso que estaba tomando la guerra en junio de 1940 hacía pensar que el momento de
intervenir en el conflicto había llegado, por lo que el gobierno español se declaró no
beligerante. En contraste con las tesis tradicionales sobre la no beligerancia española, cada
vez parece más evidente que ésta, al igual que la italiana, consistió realmente en un estado
prebélico prolongado indefinidamente a causa de las limitaciones españolas para lograr sus
ambiciosos objetivos y que finalmente no derivó en la entrada de nuestro país en la guerra
gracias a los fracasos del Eje, la resistencia británica y la presión aliada sobre España.26 La no
beligerancia era el reconocimiento oficial de la simpatía del régimen franquista hacia las
potencias del Eje, disfrazada anteriormente de neutralidad y que ahora proclamaba
abiertamente la prensa:
España es una potencia mediterránea NO BELIGERANTE.
... Nosotros, sinceramente, esperamos la victoria de las potencias del Eje, con la
misma ansiedad que esperábamos la victoria propia.27
La victoria alemana en junio de 1940 trajo consigo el inicio de un “orden nuevo”, en el que
la hegemonía militar germana aseguró la extensión de la influencia y los valores nazis por
toda la Europa ocupada. Un orden que se caracterizó no sólo por la expansión territorial del
III Reich, sino también por la explotación económica de los países satélites y aún de otros
como España, teóricamente neutrales. Orden que también revistió aspectos demográficos de la
forma más siniestra que podía esperarse, a través del genocidio del pueblo judío y de las
matanzas que afectaron a otros grupos de población, especialmente a los eslavos.28 Pero
ninguna de estas realidades fue reflejada en la prensa española de la época, la cual sostenía
que el orden totalitario estaba plenamente justificado contra el comunismo, el liberalismo y
los vencedores de la I Guerra Mundial, los cuales habían redistribuido la riqueza mundial a su
antojo.29 La prensa canaria también siguió esta línea, identificando incluso la sublevación de
julio de 1936 contra la II República con el enfrentamiento entre el régimen nazi y los sistemas
democráticos:
En esta fecha decisiva, cuando los pueblos del orden nuevo han dado las últimas
viriles arremetidas contra el viejo orden pluto-democrático, la prensa española ha
recordado oportunamente que España fue la primera beligerante en esta gran
batalla.30
La germanofilia de la prensa y su hostilidad hacia los aliados recibió un nuevo impulso con
la invasión alemana de la URSS,31 no sólo porque se responsabilizara a ésta de los males de la
guerra civil española, sino también por el apoyo que recibió de las potencias anglosajonas tras
la invasión germana. El belicismo oficial llegó a extremos tales como el discurso de Franco
del 17 de julio de 1941, el cual alarmó a Churchill hasta el punto de plantearse la ocupación
preventiva de Canarias, de lo cual acabó desistiendo gracias a los consejos del presidente
norteamericano y a una serie de informes que desaconsejaban la operación y quitaban
importancia a las palabras del Caudillo. Pese a todo, las fuerzas a emplear contra el
archipiélago permanecieron a la espera de recibir la orden de invadir el archipiélago,32
mientras desde allí la prensa avivaba el fuego de la crisis prebélica con sus incendiarios
editoriales:
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España, contra el viejo e injusto régimen capitalista, había asumido ya la posición de
beligerancia moral; en esta pugna que es guerra santa contra los herejes que pecan
contra Dios y contra los hombres, necesariamente tiene que ratificar esa postura.
Contra el bolchevismo y contra el filo-bolchevismo, contra el comunismo y contra el
capitalismo que se dan la mano y que aspiran a perpetuar en el mundo la injusticia de
que haya quienes todo lo tengan y otros que de todo carezcan, hasta del simple
derecho a trabajar y vivir con decoro...33
De la misma forma que se atribuyó exclusivamente a la URSS la responsabilidad de la
agresión alemana, también se hizo lo mismo con EEUU tras el ataque japonés a Pearl
Harbour. En este último caso se llegó a responsabilizar al presidente norteamericano de toda
la guerra mundial, lo cual era una exageración que en el fondo no eximía totalmente a
Roosevelt de haber buscado el enfrentamiento con el Eje. El mandatario norteamericano era
consciente de que sin la intervención decidida de EEUU a favor de Gran Bretaña y la URSS,
éstas correrían el riesgo de ser derrotadas por el III Reich, tras lo cual se vería arrastrado a
enfrentarse sin ninguna ayuda exterior contra Alemania y Japón al mismo tiempo. Por ello,
intentó provocar una agresión por parte del Eje que justificara la beligerancia del gigante
norteamericano, el cual ya había dejado de comportarse como un auténtico neutral al apoyar
decididamente a Gran Bretaña y la URSS. Y la provocación hizo efecto en Japón, tras el
embargo de petróleo que amenazaba con asfixiar el expansionismo nipón en China.34 Pero de
ahí al maniqueísmo de la prensa española había un abismo:
El presidente Roosevelt ha conseguido su principal objetivo. Ya está el mundo
dividido en dos zonas hostiles e irreconciliables a pesar de los esfuerzos hechos por
las naciones que sólo quieren trabajar y vivir y a las que en nombre de la libertad, se
les han cerrado todos los caminos...
...Ya logró Franklin D Roosevelt su objetivo. A un lado los dominadores del mar, los
dueños del dinero y de las riquezas. Al otro los pueblos que trabajan y sufren y se
ven impelidos a luchar por su libertad y por su vida.35
La beligerancia de EEUU no cambió inmediatamente el curso de la guerra, pero ya en
1942 se empezó a notar sus efectos. Uno de ellos fue el desembarco aliado en el Norte de
África en noviembre de ese mismo año, lo cual hizo temer al gobierno español por la
extensión del conflicto a su territorio. El indefinido aplazamiento de la entrada en la guerra a
la espera del momento más oportuno había dado paso a un lento retorno a la neutralidad,
iniciado en el verano de 1942 por el ministro de Asuntos Exteriores Gómez-Jordana.36 Este
camino de vuelta de la diplomacia española durante la II Guerra Mundial estaba sólo en sus
comienzos, de tal forma que, aunque de forma más limitada, la colaboración con el Eje aún no
había dejado de existir y la prensa seguía manteniendo la germanofilia de 1940 e incluso las
pretensiones imperialistas del régimen franquista:37
... las actuales alteraciones y la situación del Africa del Norte tienen que considerarse
como circunstanciales por espacio vital de España, la cual está unida por vínculos
estrechos de raza, interés e historia con los marroquíes y norteafricanos.
... España mantiene la posición y todas las aspiraciones que ha sostenido a través de
la Historia.
Ni en hipótesis pudiera pensarse una distinta conclusión.38
A pesar del éxito del desembarco, la prensa española lo veía con escepticismo y aún
justificaba la ocupación alemana del territorio perteneciente al gobierno de Vichy. La derrota
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alemana en Stalingrado pasó prácticamente desapercibida en los rotativos nacionales, pues la
narración de las victorias alemanas fue sustituida oportunamente por las quejas contra los
aliados occidentales por apoyar a la URSS y la esperanza en la recuperación militar del III
Reich. La prensa canaria, sin alejarse de la tónica oficial, sí mencionó dicha victoria soviética,
aunque dándole una particular interpretación. Lo que fue la pérdida de más de medio millón
de alemanes, rumanos e italianos del Grupo de Ejércitos Sur en una batalla por una ciudad
cuyo valor estratégico no justificaba el esfuerzo realizado,39 se transformó de repente en una
épica gesta de vital trascendencia para la Europa del “orden nuevo”:
De forma escueta, pero emocionada, el alto mando alemán ha comunicado al mundo
entero el final de la lucha en Stalingrado. Durante más de cuatro meses, días tras días
y horas tras horas, se batalló sin descanso en aquella ciudad, hoy convertida en un
montón de ruinas. Las tropas alemanas, vanguardia de la civilización europea en las
tierras de Rusia, codo a codo con sus aliados los rumanos y los croatas, llevaron el
peso principal de la gran batalla contra el bolchevismo, a quien repetidas veces
derrotó ampliamente. Hoy, la superioridad numérica del enemigo, en una proporción
de diez contra uno, ha hecho sucumbir al 6º ejército, mandado por el glorioso
mariscal Paulus, al que siguieron dos divisiones rumanas y un regimiento croata.
Sucumbieron, sí, pero su sacrificio no ha sido estéril. Su heroísmo ha servido para la
mejor consecución de la gran misión de Europa entera.40
A más de un lector podía extrañarle que la sucesión sin interrupción de victorias alemanas
anunciada a bombo y platillo en la prensa española no hubiera sido capaz de terminar de una
vez con la guerra. Y aún menos comprensible podía resultarle que las aplastantes ofensivas
alemanas en la URSS se trocasen de repente en heroicas derrotas, mitificadas posteriormente
hasta la saciedad como en el caso de Stalingrado.41 Sin embargo, 1943 fue un año en el que
llovieron los reveses contra el Eje en todos los frentes, incluido el Norte de África.
Prácticamente casi todas sus fuerzas allí destacadas fueron capturadas tras ser derrotadas por
los aliados después de duros combates. Las pérdidas humanas y materiales de alemanes e
italianos fueron catastróficas, pero aún así no faltó quien tornara el desastre del Eje en pírrica
victoria aliada:
Las operaciones en Túnez terminaron prácticamente anteayer, salvo la resistencia
opuesta por algunas unidades germano-italianas que todavía defendían ayer mañana
sus posiciones montañosas.
(…)
Para resumir, continúa la Oficina Internacional de Información, puede decirse que los
aliados han perdido en estos semestres igual número de hombres que los que
componían el ejército germano-italiano en Túnez. Este pequeño ejército ha resistido
los embates de millones de hombres poderosamente armados y ha dado tiempo a que
sean debidamente fortificadas las costas de Italia y del sur de Francia.
El Mediterráneo sigue cerrado a la navegación aliada.42
En realidad, las fuerzas aliadas no llegaron al millón de hombres y sus bajas, aunque
considerables, no se aproximaron a los más de 200.000 soldados del Eje capturados en
Túnez.43 La victoria aliada en el Norte de África no significó la inmediata apertura del
Mediterráneo a la navegación de sus buques mercantes, pero posibilitó el desembarco en
Sicilia, cuya pérdida llevó a la caída de Mussolini y la firma del armisticio por Italia, las
cuales no fueron destacadas en la prensa española, dándose estas noticias sin comentarios.44 Y
al mismo tiempo que el Eje retrocedía, los aliados intensificaban su presión sobre España,
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solicitando que volviera a declararse neutral, retirara la División Española de Voluntarios del
frente ruso y suavizara la actitud de su prensa, a todo lo cual accedió en los meses de octubre
y noviembre de 1943:45
... Y mientras así se procede, la intriga voluntariamente ciega y sorda, persiste en su
perversa obra de entorpecimiento y de negación, que será completamente estéril
porque todos los españoles preferimos a locas aventuras a esas dos radiantes
efectividades, obra del Caudillo, que se encierran en estas dos frases: neutralidad
vigilante y realidad nacional.46
El avance aliado fue aún más evidente en 1944. Por un lado, el desembarco en las playas
de Normandía a principios de junio y la posterior campaña que condujo a la liberación de
Francia ese mismo verano hicieron retroceder a las fuerzas del III Reich, inflingiéndoles
graves pérdidas. Por el otro, el Ejército Rojo diezmaba una división alemana tras otra,
recuperando gran parte del territorio ocupado por Alemania desde 1941.47 Fue entonces
cuando el gobierno español se convenció de que el Führer ya había perdido la guerra, por lo
que comenzó a acercarse cada vez más a los aliados occidentales.48 Esta nueva política oficial
se tradujo en nuevas consignas para la prensa, la cual comenzó a mostrar el irreversible
avance aliado,49 aunque aún al realizarse el desembarco en Normandía se mostraba escéptica
sobre su importancia:
... Sabemos solamente que fuerzas aliadas han desembarcado en diferentes puntos de
las costas francesas. Esto, para el curso de la guerra, no supone nada definitivo. Un
desembarco no es la invasión. En el aspecto general de la batalla continental esto no
resuelve nada porque todo pudiera convertirse en una guerra de posiciones en el
continente europeo.50
Sin embargo, la actitud oficial con respecto a la URSS no se había modificado ni un ápice,
y, por lo tanto, la prensa seguía atacando al gigante comunista e incluso aumentando su
hostilidad conforme avanzaba la apisonadora del Ejército Rojo.51 Este anticomunismo
militante se enmarca en la lucha del régimen franquista por la supervivencia en un nuevo
orden internacional dominado precisamente por las potencias que más detestaba y a las que se
había enfrentado el Eje, del que tan cerca había estado al comenzar la guerra. Ya no se podía
hacer nada para salvar a Alemania, pero, consciente de las diferencias entre las potencias
anglosajonas y la URSS, intentó explotarlas de tal forma que EEUU y Gran Bretaña
consideraran al gobierno español no tanto como el amigo del Eje sino como uno de los
paladines del anticomunismo:52
Tal como la lucha se plantea hoy en Europa, los pueblos ribereños avizoran un
peligro de consecuencias fatales: el comunismo. Estamos viendo que la U.R.S.S.
aspira a convertir su condominio del Mar Negro en posesión total, absoluta, con
plena autoridad sobre los Estrechos no lograda hasta hoy, pese a su vieja porfía a tal
fin encaminada. Los bastiones que el continente tenía para preservarse de la invasión
soviética, se ven próximos a sufrir las primeras embestidas del enemigo común. Por
el norte está a punto de abrirse el camino al Báltico y, por consecuencia, al Mar del
Norte, a poco que los esfuerzos rojos se dirijan hacia esa zona. Por el sur, la situación
nada halagüeña de las arremetidas soviéticas buscan un objetivo concreto y siempre
envidiado por Moscú como es el Mediterráneo, saltando sobre Rumanía, Bulgaria y
Grecia después de salvar el Egeo.
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... Nunca tan a punto como ahora, es necesario recordar el triunfo de nuestras armas
en la guerra liberadora, desde hace cinco años, como primer esfuerzo importantísimo
para impedir el establecimiento del comunismo en el Mediterráneo.53
Al terminar la guerra, había que ganarse el perdón de los aliados occidentales para salvar al
régimen y la integridad territorial de España, rechazada internacionalmente por su vinculación
con el Eje, por lo que hubo de articularse un discurso oficial aprovechando la amenaza
soviética en Europa. Así, se afirmó que la guerra civil fue sólo una reacción anticomunista y
que el sistema político español no era fascista sino católico y conservador, limitándose sus
relaciones con el Eje a la lucha anticomunista y previendo evolucionar en el futuro hacia una
mayor representatividad.54 La prensa jugó un importante papel en esta campaña de imagen, no
sólo continuando los ataques contra la URSS, sino también distorsionando la trayectoria de la
política exterior española durante la mayor parte del conflicto, pues, lejos de acordarse de su
oportunismo, la ayuda al Eje y la hostilidad contra las potencias anglosajonas, ahora resaltaba
la beneficiosa neutralidad española para los aliados55 y la habilidad de Franco para mantener
al país fuera de una guerra en la que, según se daba a entender, nunca había querido
participar:
... Únicamente la proyección política del Caudillo ha logrado mantenernos al margen
de la más pavorosa de las guerras que ha registrado el mundo...56
Esta exaltación de los supuestos aciertos del gobierno no era nueva al final de la guerra. Y
tampoco era ninguna novedad la escasa relevancia que se le había dado en los editoriales a los
problemas de Canarias durante aquellos años, especialmente en comparación con los
comunicados oficiales de guerra. Sin embargo, sí lo era que se aprovechara el retorno de la
paz para solicitar la restauración del régimen de Puertos Francos. Durante la guerra civil se
había iniciado el intervencionismo militar en la economía canaria, llegando a su máxima
expresión con la creación del Mando Económico en el verano de 1941.57 El marco legal de
corte librecambista en el que se había insertado el archipiélago durante más de 80 años quedó
suprimido de un plumazo, con grave perjuicio para los intereses de la burguesía comercial
ligada a los intereses británicos. Por lo tanto, no es de extrañar que, pasada la situación
excepcional definida por la guerra civil y la guerra mundial, intentara recuperar
infructuosamente el modelo gracias al cual había construido sus fortunas, a pesar de sus
debilidades y los inconvenientes que había traído para buena parte de la población:
... en breve tendremos que cumplir nuestro cometido marítimo en toda su extensión,
para el que se nos dio el régimen de Puertos Francos, ..., pensando en que tal régimen
no nos fué dado solamente para la atracción de la navegación, sino para el
desenvolvimiento total del complejo económico canario.
... Los intentos de otras especies, por bien intencionados que sean, están condenados
al fracaso...58
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CONCLUSIONES
Durante la II Guerra Mundial, la prensa canaria no había difundido las noticias
concernientes a la misma con la objetividad profesional que se requiere en el marco de una
sociedad democrática. En realidad, había sido un instrumento propagandístico de la dictadura
franquista, intentando influir en la opinión pública a través del filtro de la censura y de las
consignas ordenadas por el gobierno. No todos los periódicos anteriores a 1936 se sometieron
a este control y de hecho muchos de ellos habían dejado de publicarse desde la guerra civil.
Sin embargo, este control absoluto no cumplió sus objetivos de crear una opinión pública
adepta al régimen, sino que más bien provocó su desconfianza hacia los medios de
comunicación oficiales. Tampoco se consiguió eliminar completamente las publicaciones
hostiles al gobierno, pues de forma clandestina fueron llegando revistas y periódicos
extranjeros que discutían la versión oficial de la guerra y la actitud del gobierno español. Y
desde luego quedó fuera de su alcance la lucha contra la prensa antifranquista en el exilio, la
cual se acordó también de Canarias, destacando los logros de la fenecida II República y
esperando vanamente que los aliados acabaran restaurándola.
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La Segunda Guerra Mundial a través de la prensa canaria
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NOTAS
1 CHULIÁ, Elisa: El poder y la palabra. Prensa y poder político en las dictaduras. El régimen de Franco
ante la prensa y el periodismo, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva y UNED, 2001, pp. 32-43.
2 CHULIÁ, Elisa: El poder y..., p. 65.
3 Según el Anuario de la Prensa Española de 1943, cuatro de ellos estaban controlados por el Movimiento y
sólo uno por la iniciativa privada: SEVILLANO CALERO, Francisco: Propaganda y medios de
comunicación en el franquismo (1936-1951), Murcia, publicaciones de la Universidad de Alicante, 1998,
pp. 80-81.
4 LIRIA, Jorge A.: “Editorial Prensa Canaria digitaliza la colección histórica de La Provincia y Diario de
Las Palmas”, La Provincia, 13.10.2001.
5 Archivo General de la Administración Civil del Estado (AGA), Gobernación, Caja 2.791, memoria del
gobernador civil de Las Palmas, 18.09.38.
6 CHULIÁ, Elisa: El poder y..., pp. 69-83.
7 SEVILLANO CALERO, Francisco: Propaganda y medios de comunicación..., pp. 77 y 78.
8 SEVILLANO CALERO, Francisco: Ecos de papel. La opinión de los españoles en la época de Franco,
Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2000, pp. 46-77.
9 AGA, Secretaría General del Movimiento, Delegación Nacional de Provincias, Caja 27, parte quincenal del
jefe provincial del Movimiento en Las Palmas sobre la marcha del partido en la provincia hasta el 26 de
junio de 1940.
10 Archivo General de la Zona Marítima de Canarias (AGZMC), 2ª Sección de Estado Mayor (EM), Legajo
2º, Carpetas núm. 59 y 65.
11 AGZMC, 2ª Sección de EM, Legajo 4º, Carpeta núm. 111.
12 AGZMC, 2ª Sección de EM, Legajo 2º, Capeta núm. 59.
13 AGZMC, 2º Sección de EM, Legajo 5º, Carpeta núm. 44.
14 DÍAZ BENÍTEZ, Juan José: “España Libre y los planes para la invasión de Canarias en el verano de
1941”, en Cendro. Revista canaria de documentación y pensamiento, núm. 2 (enero 2001), pp. 11-14.
15 AGA, Asuntos Exteriores, Embajada de España en Washington, Caja 12.767, pp. 25-27 de un ejemplar de
la revista Ibérica correspondiente a marzo-abril de 1942.
16 SINOVA, Justino: La censura de prensa durante el franquismo, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, pp. 221-227.
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17 Public Record Office, FO 371/26.973, C 3.804/2.322/41, despacho del cónsul británico en Santa Cruz de
Tenerife al Foreign Office, 15.03.41.
18 AGA, Secretaría General del Movimiento, Delegación Nacional de Provincias, Caja 64, carta del jefe
provincial del Movimiento en Las Palmas al vicesecretario general del Movimiento, 03.07.41.
19 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española ante la Segunda Guerra Mundial, Madrid, Editora
Nacional, 1974, pp. 67-69.
20 TUSELL, Javier: Franco, España y la II Guerra Mundial. Entre el Eje y la neutralidad, Madrid, Ediciones
Temas de Hoy, 1995, pp. 41-59.
21 HILLGRUBER, Andreas: La Segunda Guerra Mundial 1939-1945, Madrid, Alianza Editorial, 1995,
pp. 15-41.
22 La Tarde, 13.09.39.
23 AREILZA, José María de, y CASTIELLA, Fernando María: Reivindicaciones de España, Madrid, Instituto
de Estudios Políticos, 1941, p. 93.
24 NERÍN, Gustau, y BOSCH, Alfred: El imperio que nunca existió, Colección Así fue. La Historia rescatada,
Barcelona, Plaza & Janés Editores, 2001, pp. 73-108.
25 Falange, 01.06.40.
26 MORALES LEZCANO, Víctor: Historia de la no beligerancia española durante la segunda guerra
mundial, Las Palmas de Gran Canaria, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, 1995, pp. 241-261.
27 El Día, 14.06.40.
28 CALVOCORESSI, Peter, y WINT, Guy: Guerra total, volumen I: La Segunda Guerra Mundial en
Occidente, Madrid, Alianza Editorial, 1988, pp. 231-261.
29 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., p. 49.
30 El Día, 20.06.40.
31 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., pp. 79-82.
32 SMITH, Denis: Diplomacy and Strategy of Survival. British Policy and Franco’s Spain, 1940-41,
Cambridge University Press, 1986, pp. 228-241.
33 Falange, 25.06.41.
34 HILLGRUBER, Andreas: La Segunda Guerra Mundial..., pp. 111-116.
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35 La Tarde, 12.12.41.
36 TUSELL, Javier: Franco, España y..., pp. 331-349.
37 CAMPUZANO MEDINA, Carmen: “El Noroeste de África y el desembarco aliado en noviembre de 1942
en la prensa española de la época: la revista Mundo y la posición de España entre noviembre 1942 y enero
1943”, en: MORALES LEZCANO, Víctor (coord.): II Aula Canarias y el Noroeste de África (1986), Las
Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1988, pp. 475-498.
38 La Provincia, 12.11.45.
39 BEEVOR, Anthony: Stalingrado, Barcelona, Editorial Crítica, 2001, pp. 119-120 y 359.
40 Falange, 06.02.43.
41 WETTE, Wolfram: “Die Bundeswehr im Banne des Vorbildes Wehrmacht”, en: BALD, Detlef, KLOTZ,
Johannes y WETTE, Wolfram: Mitos Wehrmacht. Nachkriegsdebatten und Traditionspflege, Berlín,
Aufbau Taschenbuch Verlag GmbH, 2001, pp. 93-104.
42 Falange, 15.05.43.
43 JONES, Vincent: Operación Torch. Invasión anglo-americana de África del Norte, Madrid, Editorial San
Martín, 1972, p. 158.
44 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., pp. 102-113.
45 TUSELL, Javier: Franco, España y..., pp. 435-462.
46 La Provincia, 08.10.43.
47 MURRAY, Williamson, y MILLET, Allan R.: La guerra que había que ganar, Barcelona, Editorial
Crítica, 2002, pp. 492-505.
48 TUSELL, Javier: Franco, España y..., pp. 517-537.
49 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., pp. 113-121.
50 El Día, 07.06.44.
51 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., pp. 121-128.
52 TÉLLEZ MOLINA, Antonio: “España y la II Guerra Mundial: los informes reservados de Carrero
Blanco”, Mélanges de la Casa de Velásquez, (MCV), 1993, tomo XXIX (3), pp. 263-280.
53 Falange, 04.05.44.
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54 PORTERO RODRÍGUEZ, Florentino, y PARDO, Rosa: “Las relaciones exteriores como factor
condicionante del franquismo”, en: SÁNCHEZ RECIO, Glicerio (ed.): El primer franquismo (1936-1959),
revista Ayer, núm. 33, 1999, pp. 187-218.
55 GARCÍA ÁLIX, Conrado: La prensa española..., pp. 128-135.
56 La Tarde, 01.05.45.
57 RODRÍGUEZ, José Ángel: “Economía 1936-1979”, en MILLARES CANTERO, Agustín (coord.):
Canarias, siglo XX, Las Palmas de Gran Canaria, Edirca, 1983, pp. 305-322.
58 La Provincia, 12.05.45.
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