I I
COLOQUIO DE HISTORIA
CANARIO-AMERICANA
(1977)
Coordinación y Prólogo de
FRANCISCO MORALES PADRON
EDICIONES DEL ExCELEN,TISIM"
CABILDO INSULAR DE
GRAN CANARIA
1979
Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria
(Comisión de Cultura)
111
GEOGRAFIA E HISTORIA
Artes Gráficas Salesianas, S. A. - Políg. Calonge - Parcela 10 - Nave 7 - Sevilla, 1979
Depósito Legal: SE-165-1979 - I.S.B.N.: 84-85628-00-4
S ALUT ACION
Comienza hoy el I I Coloquio de Historia Canario Americana, y
para muchos podrá sonar esta denominación un tanto exagerada, o un
tañto superflua. A lo largo de este Coloquio, como ya se demostró en
el primero, se verá que no ha habido ni jactancia ni exageración.
América comenzó llenándose de voces, de canciones y de swu~ros,
y en todos ellos sonaba en los oidos indigenas el timbre castellano,
con distintos matices o con distintas entonaciones. Y no era el matiz
isleño ni el más extraño ni el más esporádico; el martilleo silábico de
Juan de Castellanos sabe mucho de estos primeros insulares que pi-sapo8
tierra americana.
Pero no fue tan sólo en estas primeras décadas en las que el espa-ñol
insular va a dejarse oir, sino que en siglos posteriores, y el audi-torio
sabe bastante de este tema, ciudades, pueblos o regiones cono-cerán
la colonización de españoles IsleEos que iban imprimiendo carác-ter
a las nuevas tierras y a las nuevas gentes. Desde el Río G~ande
hasta el Mar de la Plata podemos encontrar hoy toponimia, folklore,
historia telaidos de insularidad; y la historid más reciente, la que se
entintó con sangre, con pmión y con reuolución, también tuvo que
ver con héroes, con esforzados isleños que padecieron o que prota-gonizaron
páginas de la historia americana.
Por todo ello, esta Casa de Colón, nacida con vocación de América,
no podia dejar de acoger este Coloquio, porque en él se citarían voces
autorizczdas que dirían buenas nuevas sobre este guadiana invisible que
a lo largo del Océano ha velztdo fluyendo, de orilla a orilla, como
aquellos troncos misteriosos de que nos hablan las crónicas, aparecidos
en las costas insulares. Como esos troncos, nuestro seseo, nuestra ento-nación,
nuestro léxico, nuestras canciones y nuestras costumbves, pa-
saron al Nuevo Mundo; y no por otra razón, por ejemplo, hoy pueden
oirse ecos isleños muy cerca de Nueva Orleáns, o en algún rincón
uruguayo.
Con los mejores deseos, y con el reconocimiento por vuestra pre-sencia,
esta Casa da la bienvenida más sincera a quienes han venido a
enseñar nuevos capitulos de América, si, y nuevos capitulos, también,
de nuestra historia. Porque una y otra fueron hechas con manos comu-nes
y con talante similar.
Sin duda, porque estaban unidas por el vigoroso rio de la lengua.
Este que hoy aparece enriquecido con tantos afluentes, tantos arroyue-los
y tantas barrancadas. Pero siempre fluyente y cada vez con un cauce
más profundo y desbordador.
ALFONSO ARMAS AYALA
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PROLOGO
Para consolidar el éxito del I Coloquio de Historia Canario-Ame-ricana
se organizó la segunda reunión al cabo de los doce meses, cuan-do
aún estaban frescas las vivencias de la primera y las tintas usadas en
la impresi6n del tomo que recogió las ponencias a ella presentadds no
se habían secado. Volvimos a Las Palmas de Gran Canaria, requeri-dos
por la Casa de Colón, animados del mismo espíritu de 1976. Un
espíritu de compromiso: el que nos empuja a promover y cultivar el
desarrollo de la historiografia referida a la historia insular en su ver-tiente
americana logrando, a la par, unos necesarios y fructíferos con-tactos
entre historiadores principiantes y consagrados, entre canarios y
peninsulares. Esperemos que a la cita puedan acudir pronto historia-dores
de América.
El resultado del II Coloquio no ha podido ser más alentador. En
parte lo tenemos en nuestras manos. Digo que en parte porque hay
una cosecha espiritual imposible de encerrar en las páginas de estos dos
volzimenes. Y ellos -los frutos del espiritu- han sido también mu-chos
y buenos.
Los objetivos, pues, de los Coloquios se van logrando a través de
estos encuentros y mediante este «hacer la historia de nuestrds Islas
a base de buscar la verdad histórica; rehacer objetivamente el pasado,
interpretándolo desde nuestra perspectiva y con nuestras fuentes; ver
qué significó ese pretérito para los hombres de entonces y lo que puede
significar para nosotros. Nuestros Coloquios pretenden y pretenderán
este conocer y no hacer la Historia de Canarias.
Hombres jóvenes y menos jóvenes han coincidido en octubre de
1977, al igual que la vez anterior, en una cantidad sorprendente. Sus
ponencias, con los naturales altibajos en fondo y forma, constituyelz
en conjunto un rico material que nadie puede escamotear cuando quiera
saber algo del pasado insular. Dos de los trabajos que sus autores le-yeron
no se recogen en estos tomos. No aparece el del Dr. José Muñoz
Pérez, sobre «Los bienes de difuntos y los canarios fallecidos en In-dias
» porque su autor ha deseado ampliarlo y tampoco el del autor de
estos renglones «Las crónicas y relaciones de la Conquista canaria»
debido a que va se ha publicado en una obra de similar titulo. Es-peramos
que la respuesta al reto, desafio o invitación, hecho por la
Casa de Colón para el III Coloquio, sea semejante a la dada a la
convocatoria de 1977. La fecha de 1978 exige un III Coloquio ya
que entonces la ciudad de Las Palmas -el viejo Real de Las
Palmas establecido por Juan Rejón en junio de de 1478- ce-lebrará
sus primeros quiuientos años de vida. Para algo surgió como
... pril~crac iudad que Castií7n alzó -desde !a h n s ~d e un campamento
militar- fuera del ámbito peninsular. Habrá que pensar -asi se acor-dó-
que dentro del III Coloquio la capital grancanarta, su deueni~,
tenga una especial atención dentro de los trabajos a presentar. Luego
habrci; que observar un paréntesis.
Amparados en este nuevo éxito y en el apoyo material y calor espi-ritual
que el Excmo. CaSildo Insdar de Gran Canaria, a través de su
Casa de Colón nos ha dispensado, hemos abandonado Gran Canaria
con la ilusión puesta en el próximo retorno. A todas partes hay que
uolvei más de una vez, si nos es dado tal retorno; por eso yo pido
desde aqui a los componentes del II Coloquio que regresen a Las Pal-mas
para, en el sosegado recinto de la Casa de Colón, transida de paz
ueguetiana, vuelvan a exponer y disccltir con altura, humildad y elegan-cia,
los logros que hayan alcanzado en su callada tarea cientifica. Dejo
también constancia de mi personal qradecimiento a las Instituciones
organizadovas, a los participantes y, en especial, a Elena Acosta, eiern-plo
de eficacia y entwga total t.;r sz! labor como Secretaria de lor
Coloquios.
Sevilla
Verano de 1978