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LA EMIGRACION CANARIA A INDIAS -l3-E-.N T-R--C-I nET . rnN77;XTfl F P P A Ñ ~ T --M --*.*----- u-- .LA.-- hscu rgcte+stica m& sdivnte de ifix!estigucidc !!e&. 2 &e efi España durante las últimas décadas en torno a la emigración ultramarina de los siglos XVI-XVIII (la que experimentó un auge imponente) ha sido su énfasis regionalista. Esto ha sido de enorme valor positivo por acer-camos más a la realidad social. Por otra parte, el inconveniente ha sido no haber penetrado sus resultados fuera de la región en cuestión sino con gran ieníiíud (ivivmer, i99i j. En ninguna parte de España el enfoque regionalista ha sido más necesario que en Canarias por presentar, como luego detallaremos, tan-tas diferencias sustanciales con el conjunto de comentes migratorias peninsulares ultramarinas y con cada una de ellas. La razón principal porqué haya sido claramente subestimada la emigración canaria, a veces hasta olvidada, radica precisamente en una de estas diferencias, de or-den administrativo, o sea el hecho de no haber existido el mismo procedimiento vigilando la emigración en España y en las Islas. A partir de 1504, la Casa de la Contratación de Sevilla había llegado a hacerse cargo de este control que, como se sabe, excluía a descendientes de moros y de judíos al igual que los condenados por el Santo Oficio y su prole, por no hablar de "extranjeros" (sea como fuera la definición de este concepto de tiempo a tiempo). Aunque lejos de ser completa, la documentación (licencias, informaciones) derivada del procedimiento vigilante anterior a la embarcación en Andalucía nos proporciona una base formidable para la investigación. En Canarias, evidentemente, el prmedimiente fiie mxhn mems detenidn y en !a medidsi de qiie dejzra documentación, ésta apenas ha logrado sobrevivir. Así se explica la casi ausencia de emigrantes canarios en el llamado Catdlogo de Pasajeros a Indias -cuya publicación se inició por, parte 470 Magnus Morner del Archivo General de Indias sevillano en 1940-46 con la pretensión de abarcar, con su 15.480 partidas, la emigración hasta e incluso 1559. Con sobrada razón, un crítico perspicaz, Juan Friede de Colombia, observó que este total sería absurdamente bajo y no s610 por dejar al lado el espinoso problema de la emigración fraudulenta de difícil solución. Friede incluso apuntó la falta de los navíos de registro salidos desde Canarias y otros puertos ignorados. En 1980, sin embargo, el Archivo retomó la edición del Catálogo sin dejar constancia de la menor preocu-pación por los problemas involucrados. Hacia 1975 el lingüísta-historiador estadounidense, Peter Boyd- Bowman, había terminado su ingente "Indice geobiográfico" de los pobladores españoles en Indias hasta 1600, para el cual había completa-do la documentación ya referida con otros datos de fuentes diversas. Este indice abarca un total de 54.881 personas identificadas para todo el siglo XVI. Como no tardaron en notar los historiadores de Canarias los porcentajes correspondientes a emigrantes canarios siguen siendo improbablemente bajos: 0.2 en 1493-1539; 0.4 en 1540-79; 1.0 en 1579- 1600, es decir un promedio de 0.4 para todo el lapso, en cifras absolutas, 223 no más. Habrá que tener en cuenta, sin embargo, que el mismo Boyd-Bowman piensa que sus 55.000 personas no abarcarían sino el 20 por ciento del número "verdadero". Con todo, en 1591, según Antonio Domínguez Ortiz, Canarias, con aproximadamente 50.000 habitantes, for-rnm'an el 0.7 por ciento de la población española. Por lo consiguiente, dadas las grandes posibilidades que tenían para participar en el flujo migratorio, los porcentajes dados por Boyd-Bowman tendrán que ser demasiado bajos. Al mismo tiempo, un hecho trascendental que caracteriza el archi-piélago canario, es el no haber terminado aún en 1492 el prolongado proceso de us conquista por parte de los españoles. No habían termina-do las matanzas y la gradual eliminación de su población aborigen "guanche", tampoco su repoblamiento bastante lento con inmigrantes españoles, portugueses e italianos. No sería sino hacia 1520 que se terminaría este proceso de inmigración en Canarias. Con un afán piosopogr8fico ex:ra~rdina;io, en p i i ~ ü ! ~ í!Z, liistoiidora AiiaMa Borges, de Tenerife, se ha dedicado a la recolección de datos sobre participantes canarios durante la Conquista y temprano proceso pobla-dor de América. Friede ya se dio cuenta de que faltaban en el Catálogo de Pasajeros, por ejemplo, cualquier mención de la expedición muy numerosa de Pedro Femández de Lugo a Santa Marta en 1535136. Por ser éi mismo hijo del conquistador de Tenerife y por haber hecho escaia en Canarias, como ya lo hacían casi todas las expediciones a Indias, la Dra. Borges asigna no menos de 800 "canarios" a esta expedición refi- La emigración canaria a Indias dentro del contexto. .. 47 1 riéndose a uno de varios cronistas. (Borges 1977; compárase su trabajo 1974, 9). Esto no deja de parecerme arriesgado. En general, para el siglo xvr en especial, la cuantificación resulta precaria si uno sale fuera de la base de los individuos efectivamente identificados. En cualquier caso, sin embargo, es obvio que para cierto número de veteranos de la Con-quista de Canarias, y sus hijos, la participación en la de América fue la continuación directa de la primera. Desde el punto de vista sicológico, semejante continuidad de aventuras podrá ser perfectamente comprensible. El gran interrogante se relaciona con la base demográfica de veras existente en las Islas. ¿Es que permitiera este fenómeno en escala consi-derable? De acuerdo con el Profesor Miguel Angel Ladero (1974, 11) hacia 1520 unos 25.000 individuos, no más (una cuarta parte siendo "2 n guanches) pueden haber vivido en el archipiélago1. Lo que podría ser un E enfoque interesante sería comparar lo que ocurrió en Canarias con lo O ocurrido en otro temtorio recién conquistado. el Reino de Granada. Su n - - m participación en la emigración documentada en América hasta 1520 fue O E infinitamente menor que la del resto de Andalucía (Friede, 1956, 1156; SE Boyd-Bowman, 1956). -E En efecto, como lo sugieren los Profesores Ladero Quesada y Ba-llesteros Gaibrois (En: Borges 1977 B, 58), embarcaciones masivas 3 - desde Canarias en el siglo XVI sólo hubieran podido ser factibles si en - 0 m gran medida se trataría de peninsulares, es decir en particular portugue- E ses y judíos que habían viajado a las Islas con el propósito de poder O escapar allí un control más rígido. Un estudio holandés, Auke Pieter 6 n Jacobs (1983, 1992), ha subrayado que la manera más fácil de pasar a -E las Indias ha sido enrolarse como marinero para luego, una vez llegado a 2 el buque a su destino, desertar. Obvio que la escala en Canarias ofreció n oportunidades excelentes para este tipo de pasaje, será que se trataría de n peninsulares llegados precisamente con este propósito o de isleños au- 3 O ténticos. Los "polizones", en el sentido estricto, parecen haber sido menos numerosos. En un artículo interesante, la Dra. Lourdes Díaz Trechuelo (1976) ha recogido algunos testimonios en tomo a este tráfi- CG GScUiG efi C ~ X K Se~n ~IÜSS i ~ f i ~16s2 6. La emigración canaria a Indias en el siglo XVI no es meramente una cuestión de enumerar a individuos (algunos de ellos funcionarios) sino también de evaluar cual era su importancia. Entonces, el envío de algu-nos canarios expertos a Hispaniola en los años 1510 destaca como importante ya que su tarea bien cumplida era iniciar la industria azuca-rera. (Rateicin, í9543. También merece mención la fecha temprana, 1533, con que canarios aparecen como fundadores del pueblo Montecristi en la costa septentrional de la misma isla (Parsons, 1983, 453). 472 Magnus Morner Como en otras partes de España, Canarias en el siglo XVII en particu-lar, tuvo que sufrir reclutamiento forzado (levas) de hombres para las interminables guerras que conducían los Reyes de España. Una de estas levas, llevó al Caribe a no menos de 800 hombres canarios en 1680181, pero no hemos encontrado ninguno detalles al respecto (Torres Ramírez, 1981, 116f, 122f). Durante parte de los siglos XVI y XVIIe, s decir entre 1574 y 1678, por principio la participación canaria en el proceso de poblamiento de Amé-rica quedó prohibida por una razón muy natural. No faltaban licencias individuales, sin embargo (Morales Padrón, 1970, passim). La despoblación de Canarias expondría el archipiélago a ataques externos, los cuales a su vez constituirían una amenaza seria contra la ruta de m navegación principal entre Sevilla y las Indias. Como demuestra la Dra. Díaz-Trechuelo y otros estudiosos; sin embargo, el flujo de individuos o 8 gn; i ;~sp eqüeñm nc pude ser purado, ni mr h o menos. Las amidade s D-encargadas del control, los jueces de registro desde 1566, el juez super- o" intendente y sus tenientes a partir de 1657 parecen haber podido hacer Í? f poco para imponer la prohibición para los canarios de pasar a Indias y mucha fraude se realizaría directamente en conivencia con los capitanes e! de los navíos. La amenaza exterior, sí, fue seria pero de alguna manera 5B los milicianos canarios supieron resistir a los ataques externos. Hacia O= fines del siglo xvn Canarias había mejorado fuertemente su población. 6 El Dr. Sánchez Herrero (1975) encontró datos sorprendentemente deta- 8 llados y buenos para los años 1676-1688 para la diócesis de Canarias. 6 La población creció durante este lapso de 93.108 a 105.375, es decir un D aumento en 12 años del casi 13 por ciento. En comparación con España c continental la mortandad parecía baja, la fertilidad bastante alta. Pero las 2 D levas militares tenían consecuencias muy negativas (págs. 267 ff). Du- D D rante los años 1680-85 afectaron a no menos de 12.942 hombres adultos e! 5 (1.000 de ellos a América). Es más que suficiente para explicar el déficit de hombres en la población en 1686 - 4.988! En cualquier caso, el aumento demográfico efectuado quiso decir que hacia fines del siglo xvn parecía haber por fin una base potencial para una emigración cana-ria a Indias de cierta envergadura. Al mismo tiempo, las islas españolas del Caribe eran entonces cada vez más despobladas y amenazadas por agresiones externas. Al elaborar este autor en 1975 un modelo para el marco cuantitativo Uo yn'Vr n'L4".m.Uo'Vr l n AUP" L1..1 1m..Yib a-rlí-l-r-.i-t ín "PYC ~I&G!- T_T!tramz, Sm- !h(la,y -&& por los datos de Boyd-Bowman y de la pareja Chaunu sobre la navega-ción, saqué la conclusión de que se trataría de un total de 450.000 personas aproximadamente y con promedios algo más bajos para la La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 473 primera mitad del siglo XVII que para la segunda mitad del siglo XVI (Morner, 1975). En tiempos recientes, a mi saber, en nivel regional, no hay sino una investigación seria que sobrepasa el término final de Boyd- Bowman 1600. Se trata de la flamante obra sobre la emigración andaluza de los siglos XVII y xvrn, dirigida por la Dra. Díaz-Trechuelo (1990). Con un total de 19.108 emigrantes andaluces identificados para el siglo XVI (descontados eclesiásticos y mercaderes), los investigadores andalu-ces notan un decrecimiento drástico y súbito en el siglo XVII (alrededor de 1630) y un total secular de sólo' 8.298 personas. Para el siglo XVIII disciernan una baja continuada hasta sólo 2.289 personas identificadas. Aunque un fenómeno que queda por analizar y precisar todavía, es obvio que el porcentaje andaluz, el cual había sido no menos del 42 por ciento del elenco para España de Boyd-Bowman para los años 1579- ?6E,h + r h h nxcmxnte 2 !e !xrgi de ester des rig!~~E.! c2se =d&z formará entonces un contraste formidable con lo que vamos a encontrar en el caso de Canarias, tal como se desarrollará su emigración a partir de 1680 y sobre todo durante el siglo XVIII. De relevancia especial para el caso canario es la casi desaparición de los andaluces del Caribe. De acuerdo con Boyd-Bowman, de los 509 inmigrantes identificados que se esiabiecieron en ei Caribe entre i579 y iów, ios 283 (el 55.9 por ciento) habían sido andaluces. .El equipo de la Dra. Díaz-Trechuelo, en cambio, no encuentra sino un total de 562 andaluces en el Caribe duran-te todo el siglo xvrr y otros 177 para todo el siglo XVIII. Se necesitaría, pues, con urgencia más gente para mantener la dominación precaria de España en el Caribe. Ya en 1663 se había discutido en Canarias una propuesta de enviar a 800 familias a Santo Domingo a fin de resolver al mismo tiempo la falta de brazos en dicha isla y la mucha pobreza en Canarias. Otro proyecto parecido con respecto a Puerto Rico. había sido planteado por el gober-nador de dicha isla caribeña en 1670 (Morales Padrón, 1976,212 f.). Al mismo tiempo, claro, todo e! asunto de !a emigrxifin can~riaa! -8ih-se plantea dentro de un marco comercial. La evolución del singular comercio canario-americano ha sido bien trazado, hace ya muchos años, por el Profesor Morales Padrón en un libro notable. Sean como partes integradas de las flotas, sean como navíos de registro sueltos, los barcos de comercio canarios habían llegado a ser un fenómeno normal y de L - - r - - r - .l..-- oasiariLc cerivergauura,. Iiü ühsiariie ei gi-añ disgusto que ie causaba a los monopolistas comerciales de Sevilla. Desde los inicios de la coloniza-ción en el .Caribe, Canarias exportó, al comienzo, ante todo; azúcar, luego, en el siglo m, pan, queso, aguardiente, y, sobre todo, vinos a América: De los barcos que se conocen ya a partir de mediados del siglo 474 Magnus Morner m, hubo muchos destinados a Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba y otros puertos del Caribe. Para Canarias este comercio llegó a tener una importancia vital. Entonces, pasada la mitad del siglo m, la Corona, influida sin duda por intereses caribeños trata de convertir este comercio en instrumento para su política poblacional. En 1678 sólo concede la continuación del comercio canario en el Caribe por otro lapso bajo la condición explícita del envio de cinco familias de colonos canarios para cada 100 toneladas de carga. (Morales Padrón, 1955, 195 ff.; el mismo, 1970 1, XXI-XXIV y las RC allí referidas). Esta llamada "contribución de sangre", sobradamente conocida entre los estudiosos de la historia de Canarias, en cambio pasó practicamente ignorada por los historiadores hispanoamericanistas en ge- ,, - neral. Sabemos, sin embargo, que esta disposición no sería siempre E cumplida, ni mucho menos. Su aplicación iba a ser cada vez más floja y O los comerciantes canarios podían a menudo pagar cierta cantidad de dine- n-- m ro en vez de familias (Gutiérrez Escudero, 1985,65). No habrá, pues, que O E exagerar su importancia2. SE Estudios recientes (Fariña González, 1991 ; Torres Santana, 1991) su- -E ~i e r enq ue durante una época inicial hasta Ins años 1720 se hahra tratado al menos de un millar de emigrantes, 'embarcados en Gran Canaria y 3 - Tenerife respectivamente. Al parecer, las décadas posteriores hasta los Om-años 1760, testimoniaban la emigración de hacia 5.000 canarios, eviden- E temente ante todo en la forma gratuita establecida en 1678 o cuando lo O ordenó el Rey. Me parece que el Dr. Francisco Castillo Meléndez (1983), n 434, tiene toda razón al afirmar que bajo estas circunstancias debería -E desvanecer la emigración fraudulenta en Canarias por extensa que antes a 2 hubiera sido. lncluso después de cesar formalmente la "contribución de n sangre", el patrón de la emigración canaria fue una gran medida familiar. n Así fue incluso en el caso de la famosa expedición "cívico-militar" de O3 canarios a Luisiana en 1777179. En fuerte contraste con la importancia de la emigración familiar desde Canarias, el porcentaje de mujeres de la emigración andaluza, desde fines del siglo xv~m uy alta, de acuerdo con la investigación ya referida, bajó del 47 para el siglo xw a sólo 19 por ciento para el siglo m. En el curso del siglo m , de spués de una crisis socio-económica muy aguda durante 1- ---..-A- 4 ,IL--A- -1 ---A:-:--+.. ,I--,.--i.C-,. izi acguiiua r c i b G i a ucbaua, ci b i G u i i i i c i i r u uciiivpaiibv Cii CZiXiiki~ tomó un auge impresionante. De un total de 136.000 habitantes por 17421 47 (Morales Padrón, 1951, 9), cuarenta años más tarde, según el censo relativamente sólido de 1787, el archipiklago había alcanzado un total de 167.285. Con respecto a la tasa de nacimientos, Canarias en 1787 tuvo la más alta (46.6) en parangón con el 43.2 nacional (Livi-Bacci, 1968, 227; La emigración canaria a Indias dentro del contexto. .. 475 Jiménez de Gregorio, 1968). Entre 1676 y 1757 hubo en Canarias un incremento promedio anual del 0.61 por ciento. Era algo superior al que llegaría España como tal en 1787 (Livi-Bacci, 1968, 2 15; Nadal, 1973, 89). Sin embargo, el carácter en gran medida familiar de la emigración canaria no obstante, evidentemente fue un movimiento suficientemente masivo para provocar un déficit varonil y otros trastornos de orden estruc-tural en la población que quedaba. En 1787, la tasa varonil en Canarias fue la más baja de España: 86.5. Lo fue también en 1860: 86.9. De las mujeres en edad fértil, las casadas en Canarias no constituían sino el 48.2 por ciento en parangbn con un por ciento nacional del 59.3 por ciento. En estos dos respectos, Galicia, otra región cada vez más activa en la emigra-ción, tenía características parecidas.. (Livi-Bacci, 1968, 227). Nos queda repasar en breve lo que ocumó con respecto a los destinos pri&s!cr & 10s r-fi=ins d_psp~& 1678. Empezamos con Santo Domingo, cuya situación desesperada había ante todo motivado la nueva política de migración. El fondo demográfico del problema de la colonia en Hispaniola, como bien lo demuestra Anto-nio Gutiérrez Escudero (1985, 46-48, 58), principal estudioso del asunto, es bastante intrincado. En cualquier caso, después de la pérdida de la parte occidental de ia isia a Francia en ió97, ei nadir demográfico de ia parte española parece haber sido alcanzado a principios del siglo m, con unos 20 - 25.000 habitantes en los años 1730-40. Gutiérrez Escudero calcula con una inmigración total de 2.947 canarios entre 1698 y 1764, de ellos más de la mitad despues de 17503. Sin embargo, subraya la alta mortandad, especialmente al comienzo de la inmigración y la deserción de muchos inrnigrantes a otras regiones y la deserción de muchos inmi-grante~ a otras regiones como Cuba, Venezuela y Campeche. La suspensión en 1764 fue motivada por falta de fondos para subvencionar los viajes y mantener a los inmigrantes durante la etapa inicial. Sin embargo, varios pueblos fueron establecidos a lo largo de la fiontera c m los fmceses poniendo ciertos obstáculos para su avance; E! primero de ellos había sido .la Villa de San Carlos de Tenerife, fundada en las cercanías de la Ciudad de Santo Domingo en 1684 con 97 familias (= 543 personas) de Canarias (Gutiérrez Escudero (1990), 129 f.). Al comenzar sufiie-ron muchas pérdidas y problemas dificiles. Sin embargo, especialmente durante el gobierno de Francisco Rubio de Peaaranda [1751-591, se lograron una decena de fundaciones o refundaciones ole pueblos de canarios, entre eiios San Fernando de Montecristi en la costa septentrional cerca de la hntera. La financiación necesaria se obtuvo desde Nueva Espaiia4. En lo que se refiere a Puerto Rico, cuya población había alcanzado unos 7.000 a mediados del siglo m con un nadir de 2.500 en 1720, 47 6 Magnus Morner seguido, sin embargo, por un aumento considerable, sólo se apunta la llegada de 14 familias canarias desde Tenerife en 16975. De acuerdo con Angel López Cantos, desde 1720 hasta e incluso 1730 llegaron a Puerto Rico un total de ocho barcos canarios con un total de 176 familias (= 882 individuos). Demostró, además, que mientras los costos humanos de esta empresa eran subidos, tuvo muy pocos resultados. Enfermedades y la falta de planeación pronto acabó con casi todos. Según el Gobernador de Puerto Rico en marzo de 1728, de 500 canarios llegado, "sólo se hallan vivos 4 ó 5" (López Cantos, 1984, 104, 114 & ~assim)~. A continuación hay pocos datos sobre inmigración canaria en Puerto Rico. En 1759 llego de Canarias a San Juan el navío llamado "La.Perlan pero con otro destino final y por "arribada forzosa". Dada una falta ,, apremiante de carpinteros y albañiles en Santo Domingo, sin embargo, el D E Gobernador de la isla simplemente forzó a quienes de estas categorías u hubieron a bordo de quedarse con sus familias (= un total de 21 personas) n-- en Puerto Rico (López Cantos, 1984, 104). m O E Gracias a la investigación meticulosa del Dr. Francisco Castillo E 2 Meléndez (1983) tenemos datos buenos sobre la emigracien canaria tem- E prana a Cuba, es decir entre 1681 y 1697. Se trataba de un total de 140 - fmi!ias c m 522 miembms (e! 44.2 p m cier?te tir?erfe.".es). A ésta se 3 añadieron en 1693 familias formaban gran parte de los fundadores de la - - 0 Ciudad de Matanzas en 1693. Cuatro años más tarde, sin embargo, las m E autoridades españolas optaron por discontinuar la migración canaria a O Cuba a favor de Santo Domingo, ahora claramente más amenazada (Cas-tillo Meléndez, 1983, 4 16). n E Tenemos todavía muy pocos datos sobre la forma y extensión de la - a inmigración en Cuba a lo largo del siglo m, y es de veras sorprendente. 2 n Cierto que, entre 1708 y 1776, no menos de 87 de un total de 208 navíos n n canarios que cruzaron el Atlántico fueron destinados a Habana, pero 3 desconocemos cual era su carga humana7. O En cualquier caso, en 1741 el Rey mandó que se enviaran anualmente un total de 50 familias canarias a Cuba durante un período de diez años (Hemández Acosta, 1966, 398). Este proyecto probablemente está vincu-lado con la fundación de la Villa de Santiago de las Vegas en 1745, empresa ante todo llevada a cabo por canarios. Sin tener acceso a otros muchos datos concretos, parece obvio que en el siglo m los canarios, est&!erides e= iin2 serie de pek!os er! z!rededor de Hzbzr!y fermxh~e! núcleo de pequeños productores de tabaco, arrendatarios por los general y sólo de vez en cuando propietarios y todos llamados "vegueros". En 1717, una rebelión de estos vegueros contra el Estanco recién establecido fue hasta llamada "la rebelión de los isleños". "Los rebeldes hasta hicie- La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 477 ron una manifestación armada en La Habana, forzando al Gobernador de huir. Otras revueltas estallaron en 1720 y 1723. La tercera terminaría con la ejecución de una decena de once presos. Muchos vegueros ahora opta-ron por mudar al Oeste de la isla6. Se está abriendo la posibilidad, sin embargo, de evaluar la magnitud de la presencia canaria en Cuba a través de fuentes locales. El investiga-dor Jesús Guanche Pérez (1988) analizó los libros de bautismos de tres parroquias habaneras para averiguar el origen de los padres "españoles" desde fines del siglo m. Desafortunadamente para nuestro propósito aquí, sin embargo, lo continuó hasta 1898, por lo cual su hallazgo de que canarios, andaluces y gallegos formarían los grupos principales, no podria sorprender. De manera general a lo menos, sin embargo, nos cuenta que durante el período de 1670-1700, canarios figurarían en hacia el 40 por ciento de las partidas de los blancos en la Parroquia de la Catedral, en el siglo xvm en más del 30 por ciento. En otra parroquia urbana, Santo Cristo del Buen Viaje, se trataba del 50 por ciento durante la primera mitad del siglo m. El predominio de la mujer canaria lo encuentra especialmente acusado. En la tercera parroquia investigada, Jesús del Monte, situada en la zona tabacalera cercana, Guanche Pérez encuentra que los canarios la dominan por completo a lo largo del siglo m, al figurar en nada menos del 85 por ciento de las partidas. (Guanche Pérez, [1988]m 248 f., 251 ff.; [1984], 50). Al decaer la industria tabacalera y aumentar el influjo de esclavos africanos, de acuerdo con el Capitán General en 1792, los canarios ya no optaban por la labranza. "Actualmente van tomando el gusto a ocupacio-nes menos fatigosas, se han apoderado de un gran número de tabernas o pulperías, así en la ciudad como en los campos...", lo que no gustó al funcionario en cuestión. Quiso destinarlos otra vez al campo para cargar "su cuerpo sobre el arado" (Tornero [1987], 43). Incluso el primer Censo cubano del siglo m, y de 1846, refleja la enorme importancia de la presencia canaria la que tendría que haber comenzado ya en el siglo m. Hubo en 1846 un total de 19.759 canarios (5.432 hembras) en parangón con 27.264 peninsulares (Moreno Fraginals y Moreno Masó, [1990], 3 ff.). Lo mismo que en Cuba, la inmigración canaria en Venezuela tendría irn-poriancia duradera y continuaría en escaia masiva a io iargo áei sigio m. Ai ver los datos pocos numerosos y dispersos que se dan en la literatura, uno tiene la fuerte impresión de que sólo abarcan una parte pequeña de la migración verdadera9. Vale mencionar que al menos una de las grandes familias de la oligarquía cacaotera caraqueíia tenía origen canario. Alejandro Blanco Ponte había llegado a Caracas hacia mediados del siglo miO. 478 Magnus Morner En cualquier caso, poco a poco, en los distritos rurales cacaoteros a lo largo de la costa venezolana septentrional se les encuentra a los canarios en todas partes en el siglo m, como productores pequeÍíos o medianos de este producto crucial para el país. Además, ayudaban a abastecer la población de Caracas. Un funcionario, Miguel de Santiesteban, al visitar esta ciudad en 1741, apunta en su diario que a los canarios "se debe en gran parte el aumento de la agricultura y el abasto de lo más preciso como el pan de maíz, casabe, menestras y legumbres" (Robinson 1992, 263). También han sido reputados como fundadores de un pueblo conocido en el interior del país, San Carlos de Austria, situado en la zona central al sur de Caracas al margen de los llanos, pero si fue así, queda por averiguar1]. En cambio, en el Valle del Tuy cacaotero al este de Caracas, después m de haber superado muchos obstáculos creados por los burócratas y la D E hostilidad tanto de grandes hacendados como de gente de color, un grupo O canario pudo fundar en 1733 el pueblo de Nuestra Señora de Candelaria n-- de Panaquire (o Cüira; Castillo Lara [1983], 23-49). En 1742 se encontra- m O E ban ahi 23 haciendas con un total de 288.000 árboles de cacao. Vivían allí E 2 259 personas (excl. párvulos), de los cuales 148 esclavos africanos. (Cas- E ti110 Lara [1983], 66-70, 77-79). En 1749, el líder canario, Capitán Juan - Francisco de León, después de largos pleitos, lanzó una verdadera rebe- 3 lión en contra de la Compañía Guipuzcoana de Caracas que monopolizaba - - 0 el comercio del país y la que, seguramente con razón, sospechaba a los m E isleños por participar en el floreciente tráfico contrabandista del cacao. El O odio entre canarios y vizcaínos también tuvo su papel. Hubo desde ya muchos factores causando tensión entre los isleiios y otros grupos étnicos. n E Al competir con catalanes y vascos estaban adquiriendo una posición - a cada vez más fuerte en el comercio externo al igual que interno. lncluso 2 n amenazaban el privilegio de que gozaban los criollos ocupando toda una n n serie de oficios. Tanto los vascos como los canarios eran muy vinculados 3 a su "patria chica" respectiva y se sentian "extranjeros" (Stoan [1974], O 14-16; McKinley [1985], 16). Momentáneamente León, con una hueste de unos 3.000 hombres hasta ocupó Caracas. En 1752, él y otros líderes, isleños en su mayoría, fueron enviados de prisioneros a España (Morales Padrón [1956]; Castillo Lara [1988]). k1 uA-a p--U-~c.ila1lG,-i.oU J ieinu+r aavhilr-a- r i i r i b ilwncei r~raumirai i-riwnie rii P~qh- nm \fn+'~n-nvnla buvu J rii r iiircuriu saltan a los ojos: el carácter ~ r aml o desto de la gran mayoría de ellos pero también una presencia notable en la capital regional respectiva, su vinculación fuerte con el cultivo de un producto de exportación importan-te y a la reacción violenta de muchos canarios en calidad de productores medianos en contra de las trabas impuestas por el monopolio regional La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 479 respectivo. En ambos casos también, la "contribución de sangre" había fomentado su migración pero al parecer no de manera exclusiva. Alrededor de 1700 se anotan expediciones canarias a Campeche con la Villa de Bacalar, puesto fronterizo contra ingleses y mayas libres en el interior de la península yucateca, a Guatemala y a Trinidad2. Merecen mayor atención las expediciones con propósito claramente poblador y estratégico explícito que en el siglo m se hacen al Río de la Plata, Tejas, Florida oriental y Luisiana. En el caso de la Banda Oriental (Uruguay) era muy obvia la necesidad de una contrapartida a la Colonia del Sacramento, baluarte portugués en el Río de la Plata y primero establecido en 1680. En 1725 el Rey exhortó a los gobiernos de Canarias y de Galicia de aportar cada uno 25 familias para poblar un sitio elegido ya por el Gobernador de Buenos Aires, Bruno Zavala. A fines de 1726 llegaron 20 familias de Tenerife y con ellas, amén algunas de la región, Zavala empezó a establecer Montevideo, for-malmente fundado en 1729. Luego vinieron otras 30 familias canarias, mientras tardaban las gallegas. Por lo que se sepa, no hubo otra inrnigra-ción canaria de monta hasta el siglo ml3. En la misma época que la fundación de Montevideo tenemos el envío de 15 faiiiilias o de 162 caii=io; al de la. fUbiscaiU dad de S&-L Antonio en Tejas en 1730-31. Formarían la élite de la nueva población habían recibido la hidalguía y tenían otros varios privilegios que desperta-ban celos por parte de los demás pobladores del presidio San Fernando de Bexar. Debería este proteger a una misión franciscana de indios, establecida en 17 18 (San Antonio de Padua o Valero), mejor conocida como Alamo. Trataban los canarios de conseguir mano de obra asalariada de la Misión, lo que, sin embargo, malogró en 174514. En el caso de Florida también destaca su importancia estratégica al fortalecer una posesión marginal amenazada. En años de plena guerra, 1757-61. en ocho barcos. llegan a San Agustín de Florida un total de 664 canarios. Pero al ser ocupada la ciudad por los británicos en 1763 no quedaban sino 246 de estos canarios. Otra vez establecida la colonia española en Florida, hubo otro grupo poblador canario pero más pequeño15. Con respecto a Luisiana, adquirida por España en 1763, la empresa pobladora canaria en 1778-79 fue la más ambiciosa, extensa y también la .u~Iicu:i- .i,i a de s~ género. HUbu üii teta! de 2.010 persona, 600 de ellos soldados, transportados en un total de ocho barcos, de acuerdo con el estudio minucioso de Miguel Molina Martínez ([1980], 152 f.). Gracias a una investigación reciente sabemos que a esto hay que agregar una emi-gración a Luisiana, 1777-78 de 393 personas oriundas de la isla de la 480 Magnus Morner Gomera, antes ignorados (Hernández Rodríguez [1990], 244). La emigra-ción canaria total a Luisiana, como se ve, fue numerosa y compuesta de gente generalmente joven de ambos sexos incluso con muchos niños. Esto quiso decir que en el curso de tres años, el 2 por ciento de la población de Canarias se trasladó a Luisiana. ¿Fue un alivio? Al decir del oficial Andrés Amat, encargado del traslado en carta para el Ministro José de Gálvez en 1779: "Hace más de 20 años que no salía nadie de la isla (= Tenerife) y es preciso de tiempo a tiempo la traslación de fami-lias y personas para que no parezcan (los habitantes canarios) por la mucha propagación a que son propensas." (Tornero Tinajero, [1976], 349). En cambio, ei Cabiido de ia Gomera que a fines de 1778 iiabía perdido casi 400 personas (es decir el 6-7 por ciento de la población), se lamenta de que la gente salida había sido "la más robusta ... y... la que travahava las tierras ... y como tal se reconoce en extremo su falta como lo acredita la corta sementera que se ha hecho en este año, por no hallarse trabajadores capases para ello". (Hemández Rodríguez, 1990, 244). Claro que los dos testimonios reflejan intereses distintos. Pero, sobre todo, cada isla tiene su propia problemática. Se necesitará sin duda un análisis más detenido con respecto al impacto de la emigración súbita de los años 1770 a Luisiana. Desde luego existe para este lapso una base cuantitativa relativamente satisfactoria. Gracias al valioso aná-lisis del Censo de 1787 de Martín Ruíz (1988) ya sabemos que Tenerife fue mucho más afectado de manera negativa por la emigración que Gran Canaria, que tenía una economía más orientada hacia la subsistencia. Para volver la mirada hacia Luisiana, este territorio enormemente extendido sólo tenía en 1777 una población de unos 8.600 habitantes libres, además de esclavos africanos e indios dispersos (Acosta Rodrí-guez ji979j, 48j. No requiere expiicaciún ia importancia positiva de la llegada de 2.400 canarios. En vez de ser empleados como soldados los varones, al fin y al cabo demasiado costoso para la Corona, las familias canarias fueron destinadas a formar colonias agrícolas en los contomos de Nueva Orleans. (Parsons [1983], 461 f). Junto con unos 500 mala-gueños, también enviados para poblar las tierras de Luisiana, los canarios establecieron una serie de pueblos en el sur, como Galveztown, Valenzuela y Bayou aux Boeufs. Con respecto a Nachitoches, el sitio más alejado, parece haber sido establecido por un grupo de canarios llegados desde México ya en 1691. Muchos canarios también se radica- LA emigración canaria a Indias dentro del contexto... 481 ron en la misma Nueva Orleans, en donde el mal llamado "bamo fran-cés" fue en gran medida construido por artesanos canarios (Acosta Rodríguez 119791, 144 & passim; Morales Folguera [1990]). Huelga decir que a lo largo de los siglos XVIX, VII y XVIII seguramente ha habido bastante emigración canario individual y dispersa que apenas ha dejado huellas en las fuentes administrativas usadas para las expedi-ciones colectivas y que tampoco ha sido detectada a través de los estudios prosopográficos sobre personajes más exitosos. Un método recientemente usado (Torres Santana [1991]; Fariña González [1991]; Lobo Cabrera [1991]) ha sido el uso de los protocolos notariales en Canarias a fin de trazar las diversas transacciones anteriores a la emigra-ción. La contabilidad acerca de la llamada "contribución de sangre" es otra fuente digna de atención (Santana Godoy 119841). El estudio de los "bienes de difuntos" remitidos por las autoridades en Indias a la Casa de la Contratación en Sevilla (ahora en el Archivo General de Indias) es otro camino, apenas probado en el caso canario (Muñoz Pérez [1982]; Morner [1991], 3 f.). Los casos de bigamia investigados por parte de la Inquisición en Canarias, al tratarse de emigrantes casados pero salidos w!m, TYS?I!~U &TU!G ente summentr inreres~tec, vm9 !e demvstr6 Je-sús González de Chávez (1982). Con respecto a documentación conservada en Ultramar, se destacan los archivos parroquiales, pero hasta ahora s61o han sido explorados en unos pocos casos, por lo que se sepa. Aquí también podrán resultar útiles los archivos notariales como ha sido demostrado en los casos de Costa Rica y de Puerto Rico (Meléndez Chávarri [1984]; Szászdi [1988]). Muestras más grandes ofrecen por ejemplo el padrón de un total de 1.117 "españoles" en la Ciudad de México en 1689 (Rubio Mañé [1966], 356-65) y el grupo de 628 "españoles" residiendo en Nueva España alrededor de 1792 (Brading [1973], 134). Los porcenta-jes correspondientes a canarios eran 1.1 y 2.5 respectivamente y esto en espacios en donde no tenían porqué abundar. En 1783, todavía, Cana-rias sólo retenía el 2 por ciento de la población española. De acuerdo con el elenco de 1530 soldados del Ejército de Dotación del siglo XVIII en América, Juan Marchena Femández encontró que casi el 18 por ciento de ellos eran canarios! (1983, 304). Como se ve es una porción reaimente eievada y sólo superada por hdaiucía con su pobia-ción mucho más grande. Con respecto a los 40 oficiales y suboficiales canarios, 1730-1 800, investigados por Marchena ([1983], 1 14; [1980] en más detalle), en cambio, el porcentaje bajó del 6.6 en 1740 y 2.4 en 1760 a sólo 0.4 en 1800. Para analizar este grupo calificado de emigran-tes canarios, Marchena usa sus Hojas de servicios. En términos sociales 482 Magnus Morner encuentra que entre oficiales y suboficiales hubo un grupo de nobles y otro grupo algo más numerosos de las capas "humildes" (el 25 y el 27.5 por ciento respectivamente). Canarios que ascendieron a los rangos de Capitán o Coronel eran de excepción (1983, 332). Esto nos lleva al carácter popular generalmente asumido en el caso de la gran mayoría de los emigrantes canarios, tan a menudo liberados de los gastos de viaje, sea el caso de la "contribución de sangre", sea el de reclutas. Por lo tanto, en términos profesionales, la emigración debe de haber reflejado bastante fielmente la estructura social existente en Canarias con jornaleros (el 37.2 por ciento en 1787), labradores (el 29.7), criados (el 17.4) y artesanos (el 7.4 por ciento) siendo las catego-rías más grandes. Había mucho más jornaleros en Tenerife, y más ,, - labradores en Gran Canaria (Ruíz Martín [1988], 380). En el siglo XVIII destaca, como hemos visto ya, el ingrediente de familias emigrantes, O esto en fuerte contraste con, por ejemplo, el bajísimo porcentaje de n-- m casados de la emigración andaluza del mismo siglo (Díaz-Trechuelo O E [1990], 32). SE La integración de los canarios a la sociedad blanca colonial podrá -E haber sido lenta. Esto es lo que sugiere Jacobo Berbegal, representante del Gobernador de Venezuela en Madrid después de la rebelión de Juan 3 Francisco de León en 1749, al ser interrogado sobre el número de - - 0 canarios, avecindados o vagabundos en la provincia: "De los vagabun- m E dos (canarios) parte son criollos e isleños y parte nacidos en Canarias". O Añade que el número oscila "a proporción de la mayor aventura, o estrechez que encuentran para el comercio ilícito ..." Berbegal hace cons- n -E tar que el término de "isleño" se daba por igual a los inrnigrados y a sus a hijos y nietos. Practicaban endogarnia por lo cual tenían poco trato con 2 n la gente del país. Habla también de su genio "belicoso y alborotador" n (Castillo Lara [1983], 183 f.; Hussey [1934], 120 f.). 3 Los isleños en América en gran medida trabajan con sus manos. Se O les brinda calificativos como "laboriosos", es decir una "virtud" que la élite encuentra adecuada entre las capas inferiores con el toque de des-dén que al mismo tiempo implica. Y el pequeño elenco de casos de bigamia ya referido (González de Chávez [1982]) demuestra que el m..,-a trimonio número dos de estos canarios había sido por lo general con uiia imi ii.u;oj ~r ir ln ,...l.... nio v~r~r\..rl;..nr;r. ;L. . .~ nnrnr\.a.-n1 i>' UL. C.VIVI. LLI GL ~ A L I ~ U L U I I L ~ L L U LLUIU p ~ i a u u a i UGL V V I J ~ U de Venezuela Mariano Martí de los años 1770 y 1780 (1988), tan lleno de datos sobre el comportamiento sexual de la gente, no faltan isleños que viven "mal". Así por ejemplo, Valentín Quintana, "natural (y) casa-do en las islas Canarias de donde se ausentó unos siete años que vive en esta Villa del Guapo, en donde tiene hazienda de cacao, vive mal con La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 483 Antonia, esclava de un tío de dicho Valentín, casado con un esclavo del mismo tío...". El Obispo exhortó al Teniente de Gobernador a enviarle a Valentín de regreso a Canarias en seguida (11, 640). En Barquisimeto, hasta un "Don", Agustín Fuentes, "isleño, mercader, soltero vive mal con una mulata llamada Juana ..." (II, 75). Y en Boconó de Guanare había dos pulperos, los dos casados en Canarias, que "vivían mal" con una mestiza soltera y una mulata libre casada respectivamente (1, 507). Quizás habrá que añadir, que el Obispo también encuentra a muchos isleños en quienes no tendrá nada de criticar, incluso un número bastan-te alto de curas y religiosos. Hemos referido ya el vigor con qué los canarios en Cuba y en el Barlovento venezolano reaccionaron contra monopolios que detestaban. La élite de Caracas, los llamados "mantuanos" o "Los del Gran Cacao", desdeñaba desde ya a los canarios. Esto se ejemplifica por el trato discriminatorio que hicieron sufrir al comerciante isleño, Sebastián de Miranda, padre del Precursor, cuando el Rey lo había nombrado Capitán en las milicias (Lynch [1986], 18). Cuando los más de los mantuanos a partir de 1810 se volvieron "patriotas", fue natural para la mayona de ranuins & agregase a la han&. E! !f&r & !a u p o i d n de la Primera República fue un Capitán de fragata, canario, Domingo de Monteverde. Ahora, mayordomos canarios denunciaron a sus viejos pa-trones criollos causando la confiscación de sus haciendas. Durante la Segunda República, muchos canarios lucharon contra los "patriotas" bajo el mando temible asturiano, Tomás Boves, entre ellos el Brigadier Francisco Tomás Morales. La postura política de los canarios fue muy lógica. Pero pronto tendrían que aceptar el nuevo estado de las cosas. En 1822, en el Cantón de Guanare, para tomar un sólo ejemplo, hubo 18 "españoles" que juraron fidelidad al Gobierno de la Gran Colombia, entre ellos un, comerciante, dos pulperos y tres labradores canarios (Troconis de Veracoechea [1986], 64). Pocos años después de la Independencia definitiva, los canarios iban a emigrar a Venezuela de nuevo -como ya lo hacían a Cuba- pero sin esperar allí más que una existencia muy modesta. La élite se acordaba cuál había sido su posición política durante las guerras. Magnus Morner 1. Borges (1977 A), 261 trata de agregar sus conjeturas al Apéndice 4 de Morner (1975). Causa duplicación y confusión. 2. Peraza de Ayala (1977, 88 f.) describe como la Corona reiteró la norma en 1697 no obstante las protestas al parecer bien motivadas de los cabildosxie Tenerife, (cose-chas malas, viruela). Según L6pez Cantos (1984), la "contribuci6n de sangre" hasta sobrevivió "el Reglamento para el Libre Comercio de 1778, si bien camufiada con ropas distintas" (p. 91). Además, como apunta el Dr. Castillo Meléndez (1983), 420 . ff., por ejemplo, la mayor parte de las 140 familias canarias que entraron en Cuba 1681-97, lo hacían por "decisión real" y no a virtud de la obligación impuesta en 1678. De hecho, de un total de 53 barcos canarios a Cuba durante este lapso, 29 no llevaron a bordo familias (p. 431). 3. Gutiérrez Escudero (1985), 67 f.: casi coincide con las cifras de Morales Pa-drón (1950), 21; Sevilla Soler (1980), 54 f. apunta que un total de 1639 personas pasaron a Santo Domingo 1749-1764, o sean 323 familias y otros 32 individuos. 4. El cálculo de Santana Godoy (1984), 146, de pasar 157 familias de inmigrantes canarios a Santo Domingo, 1681-1702 es de valor incierto. Quizás incluye a los pobladores referidos. Farina González (1991), 310, enumera a 161 inmigrantes de Tenerife, 1680-1700. Sobre las fundaciones a mediados del siglo XVIIIS, evilla Soler (1981), 47-63, 243-45, 294-97. En caso de haberse cumplido la RC del 1 de dic. de 1741, imponiendo la emigración de 50 familias canarias anualmente a Santo Domingo, hubieran debido venir 4.000 en vez de 1.640 hasta 1764. 5. Persons (1983), 459; Fariña Gutiérrez (1991), 310; López Cantos (1984), 102 f.; 20 familias = 100 personas. Szaszdi (1988) = 100 colonos en 1695 juntos con el nuevo gobernador de Puerto Rico, oriundo de Tenerife. 6. Los datos de Morales Padrón, 1950, 18 ff. casi coinciden con los de López Cantos. Por otra parte, Santana Godoy (1984), 147, parece confundir familias (799!) con individuos. 7. Según Parsons, 1983, 460, datos faltan en la lita de pasajeros de Morales Padr6n, 1950, 18-22 "because immigration to (Cuba) was not under a mandatory quota". 8. Le Riverend (1967), 143-46, RIvero Mufiiz (1964), 11, 67-125; Friedlaender (1944), 65-72; Historia (1952), 12-20. No hemos podido consultar la monografía de La emigracidn canaria a Indias dentro del contexto ... 485 Rivero Muñiz, Las tres sediciones de los vegueros en el siglo xvm, Academias de la Historia de Cuba, Habana, 1957. 9. Fariña González (1991: 109 personas a Maracaibo y La Guaira, 1693-1716; Morales Padrón, 1950, 18-21: un total de 348 personas a La Guaira en 1738, 91 a Maracaibo en 1758; Santana Godoy, 1989, 146 da un total de 204 familias, sin precisar, 1681-1702. Desde ya, un estudio de los libros de matrimonios de la Catedral de Caracas revela que un total de 713 canarios y canarias se casaron ahí entre 1684 y 1780, es decir m& del 70 por ciento de todos los blancos nacidos fuera de Venezuela. De estos canarios hacia el 80 por ciento eran tinerfeños. De la Rosa (1976), 622 f.; Parsons (1983), 465. 10. Feny (1981), 619. McKinley (1985), 79, asevera que incluso otras familias muy conocidas como Toro, Ascanio, Blanco y Herrera eran de origen canario. Ver también su lista de familias. canarias más recientes (págs. 232-34). Para muchos cana-rios, sin embargo, resultó difícil encontrar tierras de cultivo adecuadas. Al decir el Visitador Pedro José de Olivamaga, en su famoso Informe de 1720, estaban llegando colonos en todos los navíos de registro de Canarias. gente que habían dejado "su Patria, sus deudos en la sola esperanza de mejorar su fortuna, y como en el trabajo sólo pueden hallarla, es preciso ... dar los terrenos convenientes, suficientes y bue-nos...". Los gobernadores sólo les hablan dado terrenos malos, sin embargo, y "esta miseria les ha forzado a buscar su vida en otra parte", lo que Olivarriaga encontró necesario de remediar, Castillo Lara (1983), 189. 11. Parsons (1983), 466; compárese con Lombardi (19761, 90 f., 129. Tampoco se confirma el papel de San Carlos como centro canario especial en la descripción detallada de Martí, 11 (1986), 25 1-68. 12. Sobre Campeche, Morales Padrón (1950), 19-20 y Santana Godoy (1989), 146 f. ¿Se tratarfa de unas 50 familias? Sobre Guatemala, Fariña González (1991), 310; sobre Trinidad, Morales Padrón (1950). 18 f. (en 1721). Santana Godoy (1989), 147. 13. Morales Padrón, 1950, 18-20; Pérez Vidal, 1955, 158-61. Parsons, 1983, 467. Hay un par de contribuciones de L. A. Musso Ambrosio (1980, 1990), extensas pero difusas. 14. Boulton (1970), 5, 25 ff.; Parsons (1983), 462 f. Habla este de 15 familias = 56 personas. El sistema de irrigación de San Antonio sigue reflejando la vieja modali-dad canaria. 15. Marchena & Del Toro Redondo (1990): los 664 canarios llegados habían sido 711 al salir de Canarias. Ver también Morales Padr6n (1950), 18, 21; (1951), 429-35, Martínez y Gálvez & Medina Rodríguez (1900), para cifras parecidas. TambiCn Parsons (1983). 461. BIBLIOGRAF~A 1. Abreviaturas Magnus Morner E AEA = Anuario de Estudios Americanos. Sevilla. E 2 AND IiI = Andalucia y América en el siglo xvri (1983). Sevilla 1985. E CAN = 1-Viii: 2 Coloquios de historia canario-americana (1976-1988). Sevilla 1977-1989. Las Actas del M Coloquio en pruebas. 3 HAHR = The Hispanic American Historicai Review, Durham, N.C. O-m 2. Libros y artículos consultados ACOSTRAO DR~GUAEnZt,o nio: 1979, La población de Luisiana española (1763- 1803). Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid. BOLTONH,e rbea Eugene: 1970, Texas in the middle eighteenth century. Studies in Spanish colonial history and administration. University of Texas Press, Austin Tx. BORGESA, naiola: 1963, Alvarez Abreu y su extraordinaria misión en Indias. 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Título y subtítulo | La emigración canaria a Indias dentro del contexto español |
Autor principal | Mörner, Magnus |
Publicación fuente | X Coloquio de historia canario - americano |
Numeración | Coloquio 10. Tomo 1 |
Tipo de documento | Congreso y conferencia |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1992 |
Páginas | P. 0468-0491 |
Materias | Congresos ; Historia ; Canarias ; América |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1369358 Bytes |
Texto | LA EMIGRACION CANARIA A INDIAS -l3-E-.N T-R--C-I nET . rnN77;XTfl F P P A Ñ ~ T --M --*.*----- u-- .LA.-- hscu rgcte+stica m& sdivnte de ifix!estigucidc !!e&. 2 &e efi España durante las últimas décadas en torno a la emigración ultramarina de los siglos XVI-XVIII (la que experimentó un auge imponente) ha sido su énfasis regionalista. Esto ha sido de enorme valor positivo por acer-camos más a la realidad social. Por otra parte, el inconveniente ha sido no haber penetrado sus resultados fuera de la región en cuestión sino con gran ieníiíud (ivivmer, i99i j. En ninguna parte de España el enfoque regionalista ha sido más necesario que en Canarias por presentar, como luego detallaremos, tan-tas diferencias sustanciales con el conjunto de comentes migratorias peninsulares ultramarinas y con cada una de ellas. La razón principal porqué haya sido claramente subestimada la emigración canaria, a veces hasta olvidada, radica precisamente en una de estas diferencias, de or-den administrativo, o sea el hecho de no haber existido el mismo procedimiento vigilando la emigración en España y en las Islas. A partir de 1504, la Casa de la Contratación de Sevilla había llegado a hacerse cargo de este control que, como se sabe, excluía a descendientes de moros y de judíos al igual que los condenados por el Santo Oficio y su prole, por no hablar de "extranjeros" (sea como fuera la definición de este concepto de tiempo a tiempo). Aunque lejos de ser completa, la documentación (licencias, informaciones) derivada del procedimiento vigilante anterior a la embarcación en Andalucía nos proporciona una base formidable para la investigación. En Canarias, evidentemente, el prmedimiente fiie mxhn mems detenidn y en !a medidsi de qiie dejzra documentación, ésta apenas ha logrado sobrevivir. Así se explica la casi ausencia de emigrantes canarios en el llamado Catdlogo de Pasajeros a Indias -cuya publicación se inició por, parte 470 Magnus Morner del Archivo General de Indias sevillano en 1940-46 con la pretensión de abarcar, con su 15.480 partidas, la emigración hasta e incluso 1559. Con sobrada razón, un crítico perspicaz, Juan Friede de Colombia, observó que este total sería absurdamente bajo y no s610 por dejar al lado el espinoso problema de la emigración fraudulenta de difícil solución. Friede incluso apuntó la falta de los navíos de registro salidos desde Canarias y otros puertos ignorados. En 1980, sin embargo, el Archivo retomó la edición del Catálogo sin dejar constancia de la menor preocu-pación por los problemas involucrados. Hacia 1975 el lingüísta-historiador estadounidense, Peter Boyd- Bowman, había terminado su ingente "Indice geobiográfico" de los pobladores españoles en Indias hasta 1600, para el cual había completa-do la documentación ya referida con otros datos de fuentes diversas. Este indice abarca un total de 54.881 personas identificadas para todo el siglo XVI. Como no tardaron en notar los historiadores de Canarias los porcentajes correspondientes a emigrantes canarios siguen siendo improbablemente bajos: 0.2 en 1493-1539; 0.4 en 1540-79; 1.0 en 1579- 1600, es decir un promedio de 0.4 para todo el lapso, en cifras absolutas, 223 no más. Habrá que tener en cuenta, sin embargo, que el mismo Boyd-Bowman piensa que sus 55.000 personas no abarcarían sino el 20 por ciento del número "verdadero". Con todo, en 1591, según Antonio Domínguez Ortiz, Canarias, con aproximadamente 50.000 habitantes, for-rnm'an el 0.7 por ciento de la población española. Por lo consiguiente, dadas las grandes posibilidades que tenían para participar en el flujo migratorio, los porcentajes dados por Boyd-Bowman tendrán que ser demasiado bajos. Al mismo tiempo, un hecho trascendental que caracteriza el archi-piélago canario, es el no haber terminado aún en 1492 el prolongado proceso de us conquista por parte de los españoles. No habían termina-do las matanzas y la gradual eliminación de su población aborigen "guanche", tampoco su repoblamiento bastante lento con inmigrantes españoles, portugueses e italianos. No sería sino hacia 1520 que se terminaría este proceso de inmigración en Canarias. Con un afán piosopogr8fico ex:ra~rdina;io, en p i i ~ ü ! ~ í!Z, liistoiidora AiiaMa Borges, de Tenerife, se ha dedicado a la recolección de datos sobre participantes canarios durante la Conquista y temprano proceso pobla-dor de América. Friede ya se dio cuenta de que faltaban en el Catálogo de Pasajeros, por ejemplo, cualquier mención de la expedición muy numerosa de Pedro Femández de Lugo a Santa Marta en 1535136. Por ser éi mismo hijo del conquistador de Tenerife y por haber hecho escaia en Canarias, como ya lo hacían casi todas las expediciones a Indias, la Dra. Borges asigna no menos de 800 "canarios" a esta expedición refi- La emigración canaria a Indias dentro del contexto. .. 47 1 riéndose a uno de varios cronistas. (Borges 1977; compárase su trabajo 1974, 9). Esto no deja de parecerme arriesgado. En general, para el siglo xvr en especial, la cuantificación resulta precaria si uno sale fuera de la base de los individuos efectivamente identificados. En cualquier caso, sin embargo, es obvio que para cierto número de veteranos de la Con-quista de Canarias, y sus hijos, la participación en la de América fue la continuación directa de la primera. Desde el punto de vista sicológico, semejante continuidad de aventuras podrá ser perfectamente comprensible. El gran interrogante se relaciona con la base demográfica de veras existente en las Islas. ¿Es que permitiera este fenómeno en escala consi-derable? De acuerdo con el Profesor Miguel Angel Ladero (1974, 11) hacia 1520 unos 25.000 individuos, no más (una cuarta parte siendo "2 n guanches) pueden haber vivido en el archipiélago1. Lo que podría ser un E enfoque interesante sería comparar lo que ocurrió en Canarias con lo O ocurrido en otro temtorio recién conquistado. el Reino de Granada. Su n - - m participación en la emigración documentada en América hasta 1520 fue O E infinitamente menor que la del resto de Andalucía (Friede, 1956, 1156; SE Boyd-Bowman, 1956). -E En efecto, como lo sugieren los Profesores Ladero Quesada y Ba-llesteros Gaibrois (En: Borges 1977 B, 58), embarcaciones masivas 3 - desde Canarias en el siglo XVI sólo hubieran podido ser factibles si en - 0 m gran medida se trataría de peninsulares, es decir en particular portugue- E ses y judíos que habían viajado a las Islas con el propósito de poder O escapar allí un control más rígido. Un estudio holandés, Auke Pieter 6 n Jacobs (1983, 1992), ha subrayado que la manera más fácil de pasar a -E las Indias ha sido enrolarse como marinero para luego, una vez llegado a 2 el buque a su destino, desertar. Obvio que la escala en Canarias ofreció n oportunidades excelentes para este tipo de pasaje, será que se trataría de n peninsulares llegados precisamente con este propósito o de isleños au- 3 O ténticos. Los "polizones", en el sentido estricto, parecen haber sido menos numerosos. En un artículo interesante, la Dra. Lourdes Díaz Trechuelo (1976) ha recogido algunos testimonios en tomo a este tráfi- CG GScUiG efi C ~ X K Se~n ~IÜSS i ~ f i ~16s2 6. La emigración canaria a Indias en el siglo XVI no es meramente una cuestión de enumerar a individuos (algunos de ellos funcionarios) sino también de evaluar cual era su importancia. Entonces, el envío de algu-nos canarios expertos a Hispaniola en los años 1510 destaca como importante ya que su tarea bien cumplida era iniciar la industria azuca-rera. (Rateicin, í9543. También merece mención la fecha temprana, 1533, con que canarios aparecen como fundadores del pueblo Montecristi en la costa septentrional de la misma isla (Parsons, 1983, 453). 472 Magnus Morner Como en otras partes de España, Canarias en el siglo XVII en particu-lar, tuvo que sufrir reclutamiento forzado (levas) de hombres para las interminables guerras que conducían los Reyes de España. Una de estas levas, llevó al Caribe a no menos de 800 hombres canarios en 1680181, pero no hemos encontrado ninguno detalles al respecto (Torres Ramírez, 1981, 116f, 122f). Durante parte de los siglos XVI y XVIIe, s decir entre 1574 y 1678, por principio la participación canaria en el proceso de poblamiento de Amé-rica quedó prohibida por una razón muy natural. No faltaban licencias individuales, sin embargo (Morales Padrón, 1970, passim). La despoblación de Canarias expondría el archipiélago a ataques externos, los cuales a su vez constituirían una amenaza seria contra la ruta de m navegación principal entre Sevilla y las Indias. Como demuestra la Dra. Díaz-Trechuelo y otros estudiosos; sin embargo, el flujo de individuos o 8 gn; i ;~sp eqüeñm nc pude ser purado, ni mr h o menos. Las amidade s D-encargadas del control, los jueces de registro desde 1566, el juez super- o" intendente y sus tenientes a partir de 1657 parecen haber podido hacer Í? f poco para imponer la prohibición para los canarios de pasar a Indias y mucha fraude se realizaría directamente en conivencia con los capitanes e! de los navíos. La amenaza exterior, sí, fue seria pero de alguna manera 5B los milicianos canarios supieron resistir a los ataques externos. Hacia O= fines del siglo xvn Canarias había mejorado fuertemente su población. 6 El Dr. Sánchez Herrero (1975) encontró datos sorprendentemente deta- 8 llados y buenos para los años 1676-1688 para la diócesis de Canarias. 6 La población creció durante este lapso de 93.108 a 105.375, es decir un D aumento en 12 años del casi 13 por ciento. En comparación con España c continental la mortandad parecía baja, la fertilidad bastante alta. Pero las 2 D levas militares tenían consecuencias muy negativas (págs. 267 ff). Du- D D rante los años 1680-85 afectaron a no menos de 12.942 hombres adultos e! 5 (1.000 de ellos a América). Es más que suficiente para explicar el déficit de hombres en la población en 1686 - 4.988! En cualquier caso, el aumento demográfico efectuado quiso decir que hacia fines del siglo xvn parecía haber por fin una base potencial para una emigración cana-ria a Indias de cierta envergadura. Al mismo tiempo, las islas españolas del Caribe eran entonces cada vez más despobladas y amenazadas por agresiones externas. Al elaborar este autor en 1975 un modelo para el marco cuantitativo Uo yn'Vr n'L4".m.Uo'Vr l n AUP" L1..1 1m..Yib a-rlí-l-r-.i-t ín "PYC ~I&G!- T_T!tramz, Sm- !h(la,y -&& por los datos de Boyd-Bowman y de la pareja Chaunu sobre la navega-ción, saqué la conclusión de que se trataría de un total de 450.000 personas aproximadamente y con promedios algo más bajos para la La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 473 primera mitad del siglo XVII que para la segunda mitad del siglo XVI (Morner, 1975). En tiempos recientes, a mi saber, en nivel regional, no hay sino una investigación seria que sobrepasa el término final de Boyd- Bowman 1600. Se trata de la flamante obra sobre la emigración andaluza de los siglos XVII y xvrn, dirigida por la Dra. Díaz-Trechuelo (1990). Con un total de 19.108 emigrantes andaluces identificados para el siglo XVI (descontados eclesiásticos y mercaderes), los investigadores andalu-ces notan un decrecimiento drástico y súbito en el siglo XVII (alrededor de 1630) y un total secular de sólo' 8.298 personas. Para el siglo XVIII disciernan una baja continuada hasta sólo 2.289 personas identificadas. Aunque un fenómeno que queda por analizar y precisar todavía, es obvio que el porcentaje andaluz, el cual había sido no menos del 42 por ciento del elenco para España de Boyd-Bowman para los años 1579- ?6E,h + r h h nxcmxnte 2 !e !xrgi de ester des rig!~~E.! c2se =d&z formará entonces un contraste formidable con lo que vamos a encontrar en el caso de Canarias, tal como se desarrollará su emigración a partir de 1680 y sobre todo durante el siglo XVIII. De relevancia especial para el caso canario es la casi desaparición de los andaluces del Caribe. De acuerdo con Boyd-Bowman, de los 509 inmigrantes identificados que se esiabiecieron en ei Caribe entre i579 y iów, ios 283 (el 55.9 por ciento) habían sido andaluces. .El equipo de la Dra. Díaz-Trechuelo, en cambio, no encuentra sino un total de 562 andaluces en el Caribe duran-te todo el siglo xvrr y otros 177 para todo el siglo XVIII. Se necesitaría, pues, con urgencia más gente para mantener la dominación precaria de España en el Caribe. Ya en 1663 se había discutido en Canarias una propuesta de enviar a 800 familias a Santo Domingo a fin de resolver al mismo tiempo la falta de brazos en dicha isla y la mucha pobreza en Canarias. Otro proyecto parecido con respecto a Puerto Rico. había sido planteado por el gober-nador de dicha isla caribeña en 1670 (Morales Padrón, 1976,212 f.). Al mismo tiempo, claro, todo e! asunto de !a emigrxifin can~riaa! -8ih-se plantea dentro de un marco comercial. La evolución del singular comercio canario-americano ha sido bien trazado, hace ya muchos años, por el Profesor Morales Padrón en un libro notable. Sean como partes integradas de las flotas, sean como navíos de registro sueltos, los barcos de comercio canarios habían llegado a ser un fenómeno normal y de L - - r - - r - .l..-- oasiariLc cerivergauura,. Iiü ühsiariie ei gi-añ disgusto que ie causaba a los monopolistas comerciales de Sevilla. Desde los inicios de la coloniza-ción en el .Caribe, Canarias exportó, al comienzo, ante todo; azúcar, luego, en el siglo m, pan, queso, aguardiente, y, sobre todo, vinos a América: De los barcos que se conocen ya a partir de mediados del siglo 474 Magnus Morner m, hubo muchos destinados a Santo Domingo, Puerto Rico y Cuba y otros puertos del Caribe. Para Canarias este comercio llegó a tener una importancia vital. Entonces, pasada la mitad del siglo m, la Corona, influida sin duda por intereses caribeños trata de convertir este comercio en instrumento para su política poblacional. En 1678 sólo concede la continuación del comercio canario en el Caribe por otro lapso bajo la condición explícita del envio de cinco familias de colonos canarios para cada 100 toneladas de carga. (Morales Padrón, 1955, 195 ff.; el mismo, 1970 1, XXI-XXIV y las RC allí referidas). Esta llamada "contribución de sangre", sobradamente conocida entre los estudiosos de la historia de Canarias, en cambio pasó practicamente ignorada por los historiadores hispanoamericanistas en ge- ,, - neral. Sabemos, sin embargo, que esta disposición no sería siempre E cumplida, ni mucho menos. Su aplicación iba a ser cada vez más floja y O los comerciantes canarios podían a menudo pagar cierta cantidad de dine- n-- m ro en vez de familias (Gutiérrez Escudero, 1985,65). No habrá, pues, que O E exagerar su importancia2. SE Estudios recientes (Fariña González, 1991 ; Torres Santana, 1991) su- -E ~i e r enq ue durante una época inicial hasta Ins años 1720 se hahra tratado al menos de un millar de emigrantes, 'embarcados en Gran Canaria y 3 - Tenerife respectivamente. Al parecer, las décadas posteriores hasta los Om-años 1760, testimoniaban la emigración de hacia 5.000 canarios, eviden- E temente ante todo en la forma gratuita establecida en 1678 o cuando lo O ordenó el Rey. Me parece que el Dr. Francisco Castillo Meléndez (1983), n 434, tiene toda razón al afirmar que bajo estas circunstancias debería -E desvanecer la emigración fraudulenta en Canarias por extensa que antes a 2 hubiera sido. lncluso después de cesar formalmente la "contribución de n sangre", el patrón de la emigración canaria fue una gran medida familiar. n Así fue incluso en el caso de la famosa expedición "cívico-militar" de O3 canarios a Luisiana en 1777179. En fuerte contraste con la importancia de la emigración familiar desde Canarias, el porcentaje de mujeres de la emigración andaluza, desde fines del siglo xv~m uy alta, de acuerdo con la investigación ya referida, bajó del 47 para el siglo xw a sólo 19 por ciento para el siglo m. En el curso del siglo m , de spués de una crisis socio-económica muy aguda durante 1- ---..-A- 4 ,IL--A- -1 ---A:-:--+.. ,I--,.--i.C-,. izi acguiiua r c i b G i a ucbaua, ci b i G u i i i i c i i r u uciiivpaiibv Cii CZiXiiki~ tomó un auge impresionante. De un total de 136.000 habitantes por 17421 47 (Morales Padrón, 1951, 9), cuarenta años más tarde, según el censo relativamente sólido de 1787, el archipiklago había alcanzado un total de 167.285. Con respecto a la tasa de nacimientos, Canarias en 1787 tuvo la más alta (46.6) en parangón con el 43.2 nacional (Livi-Bacci, 1968, 227; La emigración canaria a Indias dentro del contexto. .. 475 Jiménez de Gregorio, 1968). Entre 1676 y 1757 hubo en Canarias un incremento promedio anual del 0.61 por ciento. Era algo superior al que llegaría España como tal en 1787 (Livi-Bacci, 1968, 2 15; Nadal, 1973, 89). Sin embargo, el carácter en gran medida familiar de la emigración canaria no obstante, evidentemente fue un movimiento suficientemente masivo para provocar un déficit varonil y otros trastornos de orden estruc-tural en la población que quedaba. En 1787, la tasa varonil en Canarias fue la más baja de España: 86.5. Lo fue también en 1860: 86.9. De las mujeres en edad fértil, las casadas en Canarias no constituían sino el 48.2 por ciento en parangbn con un por ciento nacional del 59.3 por ciento. En estos dos respectos, Galicia, otra región cada vez más activa en la emigra-ción, tenía características parecidas.. (Livi-Bacci, 1968, 227). Nos queda repasar en breve lo que ocumó con respecto a los destinos pri&s!cr & 10s r-fi=ins d_psp~& 1678. Empezamos con Santo Domingo, cuya situación desesperada había ante todo motivado la nueva política de migración. El fondo demográfico del problema de la colonia en Hispaniola, como bien lo demuestra Anto-nio Gutiérrez Escudero (1985, 46-48, 58), principal estudioso del asunto, es bastante intrincado. En cualquier caso, después de la pérdida de la parte occidental de ia isia a Francia en ió97, ei nadir demográfico de ia parte española parece haber sido alcanzado a principios del siglo m, con unos 20 - 25.000 habitantes en los años 1730-40. Gutiérrez Escudero calcula con una inmigración total de 2.947 canarios entre 1698 y 1764, de ellos más de la mitad despues de 17503. Sin embargo, subraya la alta mortandad, especialmente al comienzo de la inmigración y la deserción de muchos inrnigrantes a otras regiones y la deserción de muchos inmi-grante~ a otras regiones como Cuba, Venezuela y Campeche. La suspensión en 1764 fue motivada por falta de fondos para subvencionar los viajes y mantener a los inmigrantes durante la etapa inicial. Sin embargo, varios pueblos fueron establecidos a lo largo de la fiontera c m los fmceses poniendo ciertos obstáculos para su avance; E! primero de ellos había sido .la Villa de San Carlos de Tenerife, fundada en las cercanías de la Ciudad de Santo Domingo en 1684 con 97 familias (= 543 personas) de Canarias (Gutiérrez Escudero (1990), 129 f.). Al comenzar sufiie-ron muchas pérdidas y problemas dificiles. Sin embargo, especialmente durante el gobierno de Francisco Rubio de Peaaranda [1751-591, se lograron una decena de fundaciones o refundaciones ole pueblos de canarios, entre eiios San Fernando de Montecristi en la costa septentrional cerca de la hntera. La financiación necesaria se obtuvo desde Nueva Espaiia4. En lo que se refiere a Puerto Rico, cuya población había alcanzado unos 7.000 a mediados del siglo m con un nadir de 2.500 en 1720, 47 6 Magnus Morner seguido, sin embargo, por un aumento considerable, sólo se apunta la llegada de 14 familias canarias desde Tenerife en 16975. De acuerdo con Angel López Cantos, desde 1720 hasta e incluso 1730 llegaron a Puerto Rico un total de ocho barcos canarios con un total de 176 familias (= 882 individuos). Demostró, además, que mientras los costos humanos de esta empresa eran subidos, tuvo muy pocos resultados. Enfermedades y la falta de planeación pronto acabó con casi todos. Según el Gobernador de Puerto Rico en marzo de 1728, de 500 canarios llegado, "sólo se hallan vivos 4 ó 5" (López Cantos, 1984, 104, 114 & ~assim)~. A continuación hay pocos datos sobre inmigración canaria en Puerto Rico. En 1759 llego de Canarias a San Juan el navío llamado "La.Perlan pero con otro destino final y por "arribada forzosa". Dada una falta ,, apremiante de carpinteros y albañiles en Santo Domingo, sin embargo, el D E Gobernador de la isla simplemente forzó a quienes de estas categorías u hubieron a bordo de quedarse con sus familias (= un total de 21 personas) n-- en Puerto Rico (López Cantos, 1984, 104). m O E Gracias a la investigación meticulosa del Dr. Francisco Castillo E 2 Meléndez (1983) tenemos datos buenos sobre la emigracien canaria tem- E prana a Cuba, es decir entre 1681 y 1697. Se trataba de un total de 140 - fmi!ias c m 522 miembms (e! 44.2 p m cier?te tir?erfe.".es). A ésta se 3 añadieron en 1693 familias formaban gran parte de los fundadores de la - - 0 Ciudad de Matanzas en 1693. Cuatro años más tarde, sin embargo, las m E autoridades españolas optaron por discontinuar la migración canaria a O Cuba a favor de Santo Domingo, ahora claramente más amenazada (Cas-tillo Meléndez, 1983, 4 16). n E Tenemos todavía muy pocos datos sobre la forma y extensión de la - a inmigración en Cuba a lo largo del siglo m, y es de veras sorprendente. 2 n Cierto que, entre 1708 y 1776, no menos de 87 de un total de 208 navíos n n canarios que cruzaron el Atlántico fueron destinados a Habana, pero 3 desconocemos cual era su carga humana7. O En cualquier caso, en 1741 el Rey mandó que se enviaran anualmente un total de 50 familias canarias a Cuba durante un período de diez años (Hemández Acosta, 1966, 398). Este proyecto probablemente está vincu-lado con la fundación de la Villa de Santiago de las Vegas en 1745, empresa ante todo llevada a cabo por canarios. Sin tener acceso a otros muchos datos concretos, parece obvio que en el siglo m los canarios, est&!erides e= iin2 serie de pek!os er! z!rededor de Hzbzr!y fermxh~e! núcleo de pequeños productores de tabaco, arrendatarios por los general y sólo de vez en cuando propietarios y todos llamados "vegueros". En 1717, una rebelión de estos vegueros contra el Estanco recién establecido fue hasta llamada "la rebelión de los isleños". "Los rebeldes hasta hicie- La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 477 ron una manifestación armada en La Habana, forzando al Gobernador de huir. Otras revueltas estallaron en 1720 y 1723. La tercera terminaría con la ejecución de una decena de once presos. Muchos vegueros ahora opta-ron por mudar al Oeste de la isla6. Se está abriendo la posibilidad, sin embargo, de evaluar la magnitud de la presencia canaria en Cuba a través de fuentes locales. El investiga-dor Jesús Guanche Pérez (1988) analizó los libros de bautismos de tres parroquias habaneras para averiguar el origen de los padres "españoles" desde fines del siglo m. Desafortunadamente para nuestro propósito aquí, sin embargo, lo continuó hasta 1898, por lo cual su hallazgo de que canarios, andaluces y gallegos formarían los grupos principales, no podria sorprender. De manera general a lo menos, sin embargo, nos cuenta que durante el período de 1670-1700, canarios figurarían en hacia el 40 por ciento de las partidas de los blancos en la Parroquia de la Catedral, en el siglo xvm en más del 30 por ciento. En otra parroquia urbana, Santo Cristo del Buen Viaje, se trataba del 50 por ciento durante la primera mitad del siglo m. El predominio de la mujer canaria lo encuentra especialmente acusado. En la tercera parroquia investigada, Jesús del Monte, situada en la zona tabacalera cercana, Guanche Pérez encuentra que los canarios la dominan por completo a lo largo del siglo m, al figurar en nada menos del 85 por ciento de las partidas. (Guanche Pérez, [1988]m 248 f., 251 ff.; [1984], 50). Al decaer la industria tabacalera y aumentar el influjo de esclavos africanos, de acuerdo con el Capitán General en 1792, los canarios ya no optaban por la labranza. "Actualmente van tomando el gusto a ocupacio-nes menos fatigosas, se han apoderado de un gran número de tabernas o pulperías, así en la ciudad como en los campos...", lo que no gustó al funcionario en cuestión. Quiso destinarlos otra vez al campo para cargar "su cuerpo sobre el arado" (Tornero [1987], 43). Incluso el primer Censo cubano del siglo m, y de 1846, refleja la enorme importancia de la presencia canaria la que tendría que haber comenzado ya en el siglo m. Hubo en 1846 un total de 19.759 canarios (5.432 hembras) en parangón con 27.264 peninsulares (Moreno Fraginals y Moreno Masó, [1990], 3 ff.). Lo mismo que en Cuba, la inmigración canaria en Venezuela tendría irn-poriancia duradera y continuaría en escaia masiva a io iargo áei sigio m. Ai ver los datos pocos numerosos y dispersos que se dan en la literatura, uno tiene la fuerte impresión de que sólo abarcan una parte pequeña de la migración verdadera9. Vale mencionar que al menos una de las grandes familias de la oligarquía cacaotera caraqueíia tenía origen canario. Alejandro Blanco Ponte había llegado a Caracas hacia mediados del siglo miO. 478 Magnus Morner En cualquier caso, poco a poco, en los distritos rurales cacaoteros a lo largo de la costa venezolana septentrional se les encuentra a los canarios en todas partes en el siglo m, como productores pequeÍíos o medianos de este producto crucial para el país. Además, ayudaban a abastecer la población de Caracas. Un funcionario, Miguel de Santiesteban, al visitar esta ciudad en 1741, apunta en su diario que a los canarios "se debe en gran parte el aumento de la agricultura y el abasto de lo más preciso como el pan de maíz, casabe, menestras y legumbres" (Robinson 1992, 263). También han sido reputados como fundadores de un pueblo conocido en el interior del país, San Carlos de Austria, situado en la zona central al sur de Caracas al margen de los llanos, pero si fue así, queda por averiguar1]. En cambio, en el Valle del Tuy cacaotero al este de Caracas, después m de haber superado muchos obstáculos creados por los burócratas y la D E hostilidad tanto de grandes hacendados como de gente de color, un grupo O canario pudo fundar en 1733 el pueblo de Nuestra Señora de Candelaria n-- de Panaquire (o Cüira; Castillo Lara [1983], 23-49). En 1742 se encontra- m O E ban ahi 23 haciendas con un total de 288.000 árboles de cacao. Vivían allí E 2 259 personas (excl. párvulos), de los cuales 148 esclavos africanos. (Cas- E ti110 Lara [1983], 66-70, 77-79). En 1749, el líder canario, Capitán Juan - Francisco de León, después de largos pleitos, lanzó una verdadera rebe- 3 lión en contra de la Compañía Guipuzcoana de Caracas que monopolizaba - - 0 el comercio del país y la que, seguramente con razón, sospechaba a los m E isleños por participar en el floreciente tráfico contrabandista del cacao. El O odio entre canarios y vizcaínos también tuvo su papel. Hubo desde ya muchos factores causando tensión entre los isleiios y otros grupos étnicos. n E Al competir con catalanes y vascos estaban adquiriendo una posición - a cada vez más fuerte en el comercio externo al igual que interno. lncluso 2 n amenazaban el privilegio de que gozaban los criollos ocupando toda una n n serie de oficios. Tanto los vascos como los canarios eran muy vinculados 3 a su "patria chica" respectiva y se sentian "extranjeros" (Stoan [1974], O 14-16; McKinley [1985], 16). Momentáneamente León, con una hueste de unos 3.000 hombres hasta ocupó Caracas. En 1752, él y otros líderes, isleños en su mayoría, fueron enviados de prisioneros a España (Morales Padrón [1956]; Castillo Lara [1988]). k1 uA-a p--U-~c.ila1lG,-i.oU J ieinu+r aavhilr-a- r i i r i b ilwncei r~raumirai i-riwnie rii P~qh- nm \fn+'~n-nvnla buvu J rii r iiircuriu saltan a los ojos: el carácter ~ r aml o desto de la gran mayoría de ellos pero también una presencia notable en la capital regional respectiva, su vinculación fuerte con el cultivo de un producto de exportación importan-te y a la reacción violenta de muchos canarios en calidad de productores medianos en contra de las trabas impuestas por el monopolio regional La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 479 respectivo. En ambos casos también, la "contribución de sangre" había fomentado su migración pero al parecer no de manera exclusiva. Alrededor de 1700 se anotan expediciones canarias a Campeche con la Villa de Bacalar, puesto fronterizo contra ingleses y mayas libres en el interior de la península yucateca, a Guatemala y a Trinidad2. Merecen mayor atención las expediciones con propósito claramente poblador y estratégico explícito que en el siglo m se hacen al Río de la Plata, Tejas, Florida oriental y Luisiana. En el caso de la Banda Oriental (Uruguay) era muy obvia la necesidad de una contrapartida a la Colonia del Sacramento, baluarte portugués en el Río de la Plata y primero establecido en 1680. En 1725 el Rey exhortó a los gobiernos de Canarias y de Galicia de aportar cada uno 25 familias para poblar un sitio elegido ya por el Gobernador de Buenos Aires, Bruno Zavala. A fines de 1726 llegaron 20 familias de Tenerife y con ellas, amén algunas de la región, Zavala empezó a establecer Montevideo, for-malmente fundado en 1729. Luego vinieron otras 30 familias canarias, mientras tardaban las gallegas. Por lo que se sepa, no hubo otra inrnigra-ción canaria de monta hasta el siglo ml3. En la misma época que la fundación de Montevideo tenemos el envío de 15 faiiiilias o de 162 caii=io; al de la. fUbiscaiU dad de S&-L Antonio en Tejas en 1730-31. Formarían la élite de la nueva población habían recibido la hidalguía y tenían otros varios privilegios que desperta-ban celos por parte de los demás pobladores del presidio San Fernando de Bexar. Debería este proteger a una misión franciscana de indios, establecida en 17 18 (San Antonio de Padua o Valero), mejor conocida como Alamo. Trataban los canarios de conseguir mano de obra asalariada de la Misión, lo que, sin embargo, malogró en 174514. En el caso de Florida también destaca su importancia estratégica al fortalecer una posesión marginal amenazada. En años de plena guerra, 1757-61. en ocho barcos. llegan a San Agustín de Florida un total de 664 canarios. Pero al ser ocupada la ciudad por los británicos en 1763 no quedaban sino 246 de estos canarios. Otra vez establecida la colonia española en Florida, hubo otro grupo poblador canario pero más pequeño15. Con respecto a Luisiana, adquirida por España en 1763, la empresa pobladora canaria en 1778-79 fue la más ambiciosa, extensa y también la .u~Iicu:i- .i,i a de s~ género. HUbu üii teta! de 2.010 persona, 600 de ellos soldados, transportados en un total de ocho barcos, de acuerdo con el estudio minucioso de Miguel Molina Martínez ([1980], 152 f.). Gracias a una investigación reciente sabemos que a esto hay que agregar una emi-gración a Luisiana, 1777-78 de 393 personas oriundas de la isla de la 480 Magnus Morner Gomera, antes ignorados (Hernández Rodríguez [1990], 244). La emigra-ción canaria total a Luisiana, como se ve, fue numerosa y compuesta de gente generalmente joven de ambos sexos incluso con muchos niños. Esto quiso decir que en el curso de tres años, el 2 por ciento de la población de Canarias se trasladó a Luisiana. ¿Fue un alivio? Al decir del oficial Andrés Amat, encargado del traslado en carta para el Ministro José de Gálvez en 1779: "Hace más de 20 años que no salía nadie de la isla (= Tenerife) y es preciso de tiempo a tiempo la traslación de fami-lias y personas para que no parezcan (los habitantes canarios) por la mucha propagación a que son propensas." (Tornero Tinajero, [1976], 349). En cambio, ei Cabiido de ia Gomera que a fines de 1778 iiabía perdido casi 400 personas (es decir el 6-7 por ciento de la población), se lamenta de que la gente salida había sido "la más robusta ... y... la que travahava las tierras ... y como tal se reconoce en extremo su falta como lo acredita la corta sementera que se ha hecho en este año, por no hallarse trabajadores capases para ello". (Hemández Rodríguez, 1990, 244). Claro que los dos testimonios reflejan intereses distintos. Pero, sobre todo, cada isla tiene su propia problemática. Se necesitará sin duda un análisis más detenido con respecto al impacto de la emigración súbita de los años 1770 a Luisiana. Desde luego existe para este lapso una base cuantitativa relativamente satisfactoria. Gracias al valioso aná-lisis del Censo de 1787 de Martín Ruíz (1988) ya sabemos que Tenerife fue mucho más afectado de manera negativa por la emigración que Gran Canaria, que tenía una economía más orientada hacia la subsistencia. Para volver la mirada hacia Luisiana, este territorio enormemente extendido sólo tenía en 1777 una población de unos 8.600 habitantes libres, además de esclavos africanos e indios dispersos (Acosta Rodrí-guez ji979j, 48j. No requiere expiicaciún ia importancia positiva de la llegada de 2.400 canarios. En vez de ser empleados como soldados los varones, al fin y al cabo demasiado costoso para la Corona, las familias canarias fueron destinadas a formar colonias agrícolas en los contomos de Nueva Orleans. (Parsons [1983], 461 f). Junto con unos 500 mala-gueños, también enviados para poblar las tierras de Luisiana, los canarios establecieron una serie de pueblos en el sur, como Galveztown, Valenzuela y Bayou aux Boeufs. Con respecto a Nachitoches, el sitio más alejado, parece haber sido establecido por un grupo de canarios llegados desde México ya en 1691. Muchos canarios también se radica- LA emigración canaria a Indias dentro del contexto... 481 ron en la misma Nueva Orleans, en donde el mal llamado "bamo fran-cés" fue en gran medida construido por artesanos canarios (Acosta Rodríguez 119791, 144 & passim; Morales Folguera [1990]). Huelga decir que a lo largo de los siglos XVIX, VII y XVIII seguramente ha habido bastante emigración canario individual y dispersa que apenas ha dejado huellas en las fuentes administrativas usadas para las expedi-ciones colectivas y que tampoco ha sido detectada a través de los estudios prosopográficos sobre personajes más exitosos. Un método recientemente usado (Torres Santana [1991]; Fariña González [1991]; Lobo Cabrera [1991]) ha sido el uso de los protocolos notariales en Canarias a fin de trazar las diversas transacciones anteriores a la emigra-ción. La contabilidad acerca de la llamada "contribución de sangre" es otra fuente digna de atención (Santana Godoy 119841). El estudio de los "bienes de difuntos" remitidos por las autoridades en Indias a la Casa de la Contratación en Sevilla (ahora en el Archivo General de Indias) es otro camino, apenas probado en el caso canario (Muñoz Pérez [1982]; Morner [1991], 3 f.). Los casos de bigamia investigados por parte de la Inquisición en Canarias, al tratarse de emigrantes casados pero salidos w!m, TYS?I!~U &TU!G ente summentr inreres~tec, vm9 !e demvstr6 Je-sús González de Chávez (1982). Con respecto a documentación conservada en Ultramar, se destacan los archivos parroquiales, pero hasta ahora s61o han sido explorados en unos pocos casos, por lo que se sepa. Aquí también podrán resultar útiles los archivos notariales como ha sido demostrado en los casos de Costa Rica y de Puerto Rico (Meléndez Chávarri [1984]; Szászdi [1988]). Muestras más grandes ofrecen por ejemplo el padrón de un total de 1.117 "españoles" en la Ciudad de México en 1689 (Rubio Mañé [1966], 356-65) y el grupo de 628 "españoles" residiendo en Nueva España alrededor de 1792 (Brading [1973], 134). Los porcenta-jes correspondientes a canarios eran 1.1 y 2.5 respectivamente y esto en espacios en donde no tenían porqué abundar. En 1783, todavía, Cana-rias sólo retenía el 2 por ciento de la población española. De acuerdo con el elenco de 1530 soldados del Ejército de Dotación del siglo XVIII en América, Juan Marchena Femández encontró que casi el 18 por ciento de ellos eran canarios! (1983, 304). Como se ve es una porción reaimente eievada y sólo superada por hdaiucía con su pobia-ción mucho más grande. Con respecto a los 40 oficiales y suboficiales canarios, 1730-1 800, investigados por Marchena ([1983], 1 14; [1980] en más detalle), en cambio, el porcentaje bajó del 6.6 en 1740 y 2.4 en 1760 a sólo 0.4 en 1800. Para analizar este grupo calificado de emigran-tes canarios, Marchena usa sus Hojas de servicios. En términos sociales 482 Magnus Morner encuentra que entre oficiales y suboficiales hubo un grupo de nobles y otro grupo algo más numerosos de las capas "humildes" (el 25 y el 27.5 por ciento respectivamente). Canarios que ascendieron a los rangos de Capitán o Coronel eran de excepción (1983, 332). Esto nos lleva al carácter popular generalmente asumido en el caso de la gran mayoría de los emigrantes canarios, tan a menudo liberados de los gastos de viaje, sea el caso de la "contribución de sangre", sea el de reclutas. Por lo tanto, en términos profesionales, la emigración debe de haber reflejado bastante fielmente la estructura social existente en Canarias con jornaleros (el 37.2 por ciento en 1787), labradores (el 29.7), criados (el 17.4) y artesanos (el 7.4 por ciento) siendo las catego-rías más grandes. Había mucho más jornaleros en Tenerife, y más ,, - labradores en Gran Canaria (Ruíz Martín [1988], 380). En el siglo XVIII destaca, como hemos visto ya, el ingrediente de familias emigrantes, O esto en fuerte contraste con, por ejemplo, el bajísimo porcentaje de n-- m casados de la emigración andaluza del mismo siglo (Díaz-Trechuelo O E [1990], 32). SE La integración de los canarios a la sociedad blanca colonial podrá -E haber sido lenta. Esto es lo que sugiere Jacobo Berbegal, representante del Gobernador de Venezuela en Madrid después de la rebelión de Juan 3 Francisco de León en 1749, al ser interrogado sobre el número de - - 0 canarios, avecindados o vagabundos en la provincia: "De los vagabun- m E dos (canarios) parte son criollos e isleños y parte nacidos en Canarias". O Añade que el número oscila "a proporción de la mayor aventura, o estrechez que encuentran para el comercio ilícito ..." Berbegal hace cons- n -E tar que el término de "isleño" se daba por igual a los inrnigrados y a sus a hijos y nietos. Practicaban endogarnia por lo cual tenían poco trato con 2 n la gente del país. Habla también de su genio "belicoso y alborotador" n (Castillo Lara [1983], 183 f.; Hussey [1934], 120 f.). 3 Los isleños en América en gran medida trabajan con sus manos. Se O les brinda calificativos como "laboriosos", es decir una "virtud" que la élite encuentra adecuada entre las capas inferiores con el toque de des-dén que al mismo tiempo implica. Y el pequeño elenco de casos de bigamia ya referido (González de Chávez [1982]) demuestra que el m..,-a trimonio número dos de estos canarios había sido por lo general con uiia imi ii.u;oj ~r ir ln ,...l.... nio v~r~r\..rl;..nr;r. ;L. . .~ nnrnr\.a.-n1 i>' UL. C.VIVI. LLI GL ~ A L I ~ U L U I I L ~ L L U LLUIU p ~ i a u u a i UGL V V I J ~ U de Venezuela Mariano Martí de los años 1770 y 1780 (1988), tan lleno de datos sobre el comportamiento sexual de la gente, no faltan isleños que viven "mal". Así por ejemplo, Valentín Quintana, "natural (y) casa-do en las islas Canarias de donde se ausentó unos siete años que vive en esta Villa del Guapo, en donde tiene hazienda de cacao, vive mal con La emigración canaria a Indias dentro del contexto ... 483 Antonia, esclava de un tío de dicho Valentín, casado con un esclavo del mismo tío...". El Obispo exhortó al Teniente de Gobernador a enviarle a Valentín de regreso a Canarias en seguida (11, 640). En Barquisimeto, hasta un "Don", Agustín Fuentes, "isleño, mercader, soltero vive mal con una mulata llamada Juana ..." (II, 75). Y en Boconó de Guanare había dos pulperos, los dos casados en Canarias, que "vivían mal" con una mestiza soltera y una mulata libre casada respectivamente (1, 507). Quizás habrá que añadir, que el Obispo también encuentra a muchos isleños en quienes no tendrá nada de criticar, incluso un número bastan-te alto de curas y religiosos. Hemos referido ya el vigor con qué los canarios en Cuba y en el Barlovento venezolano reaccionaron contra monopolios que detestaban. La élite de Caracas, los llamados "mantuanos" o "Los del Gran Cacao", desdeñaba desde ya a los canarios. Esto se ejemplifica por el trato discriminatorio que hicieron sufrir al comerciante isleño, Sebastián de Miranda, padre del Precursor, cuando el Rey lo había nombrado Capitán en las milicias (Lynch [1986], 18). Cuando los más de los mantuanos a partir de 1810 se volvieron "patriotas", fue natural para la mayona de ranuins & agregase a la han&. E! !f&r & !a u p o i d n de la Primera República fue un Capitán de fragata, canario, Domingo de Monteverde. Ahora, mayordomos canarios denunciaron a sus viejos pa-trones criollos causando la confiscación de sus haciendas. Durante la Segunda República, muchos canarios lucharon contra los "patriotas" bajo el mando temible asturiano, Tomás Boves, entre ellos el Brigadier Francisco Tomás Morales. La postura política de los canarios fue muy lógica. Pero pronto tendrían que aceptar el nuevo estado de las cosas. En 1822, en el Cantón de Guanare, para tomar un sólo ejemplo, hubo 18 "españoles" que juraron fidelidad al Gobierno de la Gran Colombia, entre ellos un, comerciante, dos pulperos y tres labradores canarios (Troconis de Veracoechea [1986], 64). Pocos años después de la Independencia definitiva, los canarios iban a emigrar a Venezuela de nuevo -como ya lo hacían a Cuba- pero sin esperar allí más que una existencia muy modesta. La élite se acordaba cuál había sido su posición política durante las guerras. Magnus Morner 1. Borges (1977 A), 261 trata de agregar sus conjeturas al Apéndice 4 de Morner (1975). Causa duplicación y confusión. 2. Peraza de Ayala (1977, 88 f.) describe como la Corona reiteró la norma en 1697 no obstante las protestas al parecer bien motivadas de los cabildosxie Tenerife, (cose-chas malas, viruela). Según L6pez Cantos (1984), la "contribuci6n de sangre" hasta sobrevivió "el Reglamento para el Libre Comercio de 1778, si bien camufiada con ropas distintas" (p. 91). Además, como apunta el Dr. Castillo Meléndez (1983), 420 . ff., por ejemplo, la mayor parte de las 140 familias canarias que entraron en Cuba 1681-97, lo hacían por "decisión real" y no a virtud de la obligación impuesta en 1678. De hecho, de un total de 53 barcos canarios a Cuba durante este lapso, 29 no llevaron a bordo familias (p. 431). 3. Gutiérrez Escudero (1985), 67 f.: casi coincide con las cifras de Morales Pa-drón (1950), 21; Sevilla Soler (1980), 54 f. apunta que un total de 1639 personas pasaron a Santo Domingo 1749-1764, o sean 323 familias y otros 32 individuos. 4. El cálculo de Santana Godoy (1984), 146, de pasar 157 familias de inmigrantes canarios a Santo Domingo, 1681-1702 es de valor incierto. Quizás incluye a los pobladores referidos. Farina González (1991), 310, enumera a 161 inmigrantes de Tenerife, 1680-1700. Sobre las fundaciones a mediados del siglo XVIIIS, evilla Soler (1981), 47-63, 243-45, 294-97. En caso de haberse cumplido la RC del 1 de dic. de 1741, imponiendo la emigración de 50 familias canarias anualmente a Santo Domingo, hubieran debido venir 4.000 en vez de 1.640 hasta 1764. 5. Persons (1983), 459; Fariña Gutiérrez (1991), 310; López Cantos (1984), 102 f.; 20 familias = 100 personas. Szaszdi (1988) = 100 colonos en 1695 juntos con el nuevo gobernador de Puerto Rico, oriundo de Tenerife. 6. Los datos de Morales Padrón, 1950, 18 ff. casi coinciden con los de López Cantos. Por otra parte, Santana Godoy (1984), 147, parece confundir familias (799!) con individuos. 7. Según Parsons, 1983, 460, datos faltan en la lita de pasajeros de Morales Padr6n, 1950, 18-22 "because immigration to (Cuba) was not under a mandatory quota". 8. Le Riverend (1967), 143-46, RIvero Mufiiz (1964), 11, 67-125; Friedlaender (1944), 65-72; Historia (1952), 12-20. No hemos podido consultar la monografía de La emigracidn canaria a Indias dentro del contexto ... 485 Rivero Muñiz, Las tres sediciones de los vegueros en el siglo xvm, Academias de la Historia de Cuba, Habana, 1957. 9. Fariña González (1991: 109 personas a Maracaibo y La Guaira, 1693-1716; Morales Padrón, 1950, 18-21: un total de 348 personas a La Guaira en 1738, 91 a Maracaibo en 1758; Santana Godoy, 1989, 146 da un total de 204 familias, sin precisar, 1681-1702. Desde ya, un estudio de los libros de matrimonios de la Catedral de Caracas revela que un total de 713 canarios y canarias se casaron ahí entre 1684 y 1780, es decir m& del 70 por ciento de todos los blancos nacidos fuera de Venezuela. De estos canarios hacia el 80 por ciento eran tinerfeños. De la Rosa (1976), 622 f.; Parsons (1983), 465. 10. Feny (1981), 619. McKinley (1985), 79, asevera que incluso otras familias muy conocidas como Toro, Ascanio, Blanco y Herrera eran de origen canario. Ver también su lista de familias. canarias más recientes (págs. 232-34). Para muchos cana-rios, sin embargo, resultó difícil encontrar tierras de cultivo adecuadas. Al decir el Visitador Pedro José de Olivamaga, en su famoso Informe de 1720, estaban llegando colonos en todos los navíos de registro de Canarias. gente que habían dejado "su Patria, sus deudos en la sola esperanza de mejorar su fortuna, y como en el trabajo sólo pueden hallarla, es preciso ... dar los terrenos convenientes, suficientes y bue-nos...". Los gobernadores sólo les hablan dado terrenos malos, sin embargo, y "esta miseria les ha forzado a buscar su vida en otra parte", lo que Olivarriaga encontró necesario de remediar, Castillo Lara (1983), 189. 11. Parsons (1983), 466; compárese con Lombardi (19761, 90 f., 129. Tampoco se confirma el papel de San Carlos como centro canario especial en la descripción detallada de Martí, 11 (1986), 25 1-68. 12. Sobre Campeche, Morales Padrón (1950), 19-20 y Santana Godoy (1989), 146 f. ¿Se tratarfa de unas 50 familias? Sobre Guatemala, Fariña González (1991), 310; sobre Trinidad, Morales Padrón (1950). 18 f. (en 1721). Santana Godoy (1989), 147. 13. Morales Padrón, 1950, 18-20; Pérez Vidal, 1955, 158-61. Parsons, 1983, 467. Hay un par de contribuciones de L. A. Musso Ambrosio (1980, 1990), extensas pero difusas. 14. Boulton (1970), 5, 25 ff.; Parsons (1983), 462 f. Habla este de 15 familias = 56 personas. El sistema de irrigación de San Antonio sigue reflejando la vieja modali-dad canaria. 15. Marchena & Del Toro Redondo (1990): los 664 canarios llegados habían sido 711 al salir de Canarias. Ver también Morales Padr6n (1950), 18, 21; (1951), 429-35, Martínez y Gálvez & Medina Rodríguez (1900), para cifras parecidas. TambiCn Parsons (1983). 461. BIBLIOGRAF~A 1. Abreviaturas Magnus Morner E AEA = Anuario de Estudios Americanos. Sevilla. E 2 AND IiI = Andalucia y América en el siglo xvri (1983). Sevilla 1985. E CAN = 1-Viii: 2 Coloquios de historia canario-americana (1976-1988). Sevilla 1977-1989. Las Actas del M Coloquio en pruebas. 3 HAHR = The Hispanic American Historicai Review, Durham, N.C. O-m 2. Libros y artículos consultados ACOSTRAO DR~GUAEnZt,o nio: 1979, La población de Luisiana española (1763- 1803). Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid. BOLTONH,e rbea Eugene: 1970, Texas in the middle eighteenth century. Studies in Spanish colonial history and administration. University of Texas Press, Austin Tx. BORGESA, naiola: 1963, Alvarez Abreu y su extraordinaria misión en Indias. 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