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CULTOS RELIGIOSOS CANARIOS: TRADICIONES DE
LA ANTIGÜEDAD
Daniel Becerra Romero
Todo el mundo sabe que los cultos religiosos más antiguos son aquellos relacionados con
la adoración a los elementos de la naturaleza, tales como árboles, montañas, cuevas, fuentes,
ríos…etc, o a las manifestaciones de poder de la misma, como pueden ser erupciones
volcánicas, tormentas, terremotos…etc. Es decir, tanto buscando sus efectos benefactores
como intentando evitar o aplacar los destructores.
Todas estas tradiciones están presentes en el mundo Mediterráneo hasta la llegada del
cristianismo, para posteriormente solaparse bajo su capa o la del Islam.1 Como ejemplo
tenemos la veneración a los árboles de la que podemos encontrar evidencias de su culto
prácticamente en todos los continentes puesto que muchos pueblos consideran que en ellos
residen espíritus benefactores o de los antepasados. De acuerdo con M. Eliade creemos que la
relación existente entre árboles sagrados, ritos y símbolos vegetales se presentan en todas las
religiones y tradiciones populares, así como en las metafísicas o místicas más antiguas.2 Una
muestra de ello la hallamos tanto en los relieves mesopotámicos en la figura de Hom, el árbol
central donde a cada lado se sitúan una serie de personajes, humanos y mitológicos, como en
Egipto, donde lo encontramos asociado a varios dioses, caso del culto a Osiris vinculado a un
árbol. J. Frazer señala que dependerá del artista local la adscripción a una especie
determinada u otra.3 No faltan tampoco referencias en la Biblia, como el tradicional árbol del
bien y del mal, ni en las fuentes clásicas que también nos aportan datos relacionados con
ello.4 Los antiguos griegos tenían la creencia de que ciertos dioses vivían o estaban asociados
a algunos árboles o bosques, caso de Apolo y el laurel. También es un elemento recurrente en
algunas culturas chamánicas, amazónicas y siberianas; la mitología escandinava o la hindú.
Por todo el Norte de África se ha constatado la existencia de árboles considerados
sagrados que atraen la devoción de numerosos fieles y que están relacionados con ritos de
fertilidad, nupcialidad o con los espíritus. En el norte del Sáhara y el Sahel, se interpretan los
niveles superior e inferior del Universo como niveles opuestos de un árbol cósmico.5
Dentro del mundo beréber, E. Westermarck ha destacado que su culto es anterior a la
llegada de los árabes6 y como señala J. Cola Alberich, “la dentrolatría beréber primitiva
persiste a través de la islamización con rasgos acusados.”7 De su antigüedad sabemos por un
concilio africano, celebrado en el siglo IV, en el que se pidió a los emperadores que
eliminasen este tipo de idolatría “hasta en la madera y hasta en los árboles”-lo que nos indica
una tradición muy arraigada- y en un texto de Nicolás de Damasco donde nos comenta que
entre otras manifestaciones el culto a los árboles se da concretamente entre los dapsolibues.8
Su culto ha permanecido hasta la actualidad y en numerosas ocasiones se trata de un árbol
específico que debido a sus propias características lo diferencia de los demás. Una prueba de
ello lo podemos encontrar en el santuario de Sidi ´abderrahman ben shama en Chenoua,
donde dos algarrobos aparecen entrelazados constituyendo el elemento sagrado en sí, más
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que la tumba del santo al cual se asocian.9 Sin embargo, este carácter sagrado no se encuentra
limitado a un árbol aislado. También hallamos santuarios rodeados de pequeños bosques de
olivos, de encinas o de lentiscos, sobre todo en Chenoua, bosques sagrados que no solamente
albergan el santuario en sí mismo, sino que también son asiento de la tumba del ancestro del
grupo, al mismo tiempo que son la sede de las tumbas de todos los muertos de una misma
familia cuyos descendientes viven cerca de ese lugar bajo la protección del bosque sagrado.
No debemos olvidar que, como comentábamos antes, para diferentes grupos africanos estos
árboles están habitados por espíritus, en muchos casos los de sus propios antepasados, que de
esta forma continúan, de alguna manera, cerca de sus seres queridos.10
El árbol que encierra entre sus raíces una roca es considerado como un representante de la
unión sagrada de dos principios, por un lado el Rruh, es decir, el alma sutil o aliento y por
otro la Nef, el alma vegetativa, representante del aspecto femenino. Ambos son símbolos
pertenecientes a las creencias populares norteafricanas relacionadas con el cuerpo humano,
que a su vez está formado a semejanza del universo por aspectos duales o parejas. El árbol no
sólo representa un soporte físico para el alma sutil, “il fome avec lui un couple, réplique et
complément du couple formé par le “nefs” et la pierre, en réalité unité dualiste analogue à
l´unité que formait dans le vivant “nefs” et “rruh” confondus.”11
El culto al árbol y a la roca parecen ser a veces simultáneos; así tenemos que en muchos
grupos montañosos de habla beréber tienen nombres como “ta’assäst tazumbit” que significa
la guardiana del pino, o “lalla tashruft” que es la mujer roca. Además, se sabe que el culto a
las piedras en los pueblos norteafricanos es, quizás, tan antiguo como el de los árboles, pues
autores como S. Gsell, E. Westermark o A. Bel plantean que éstas ya eran adoradas mucho
antes de la llegada de los árabes, e incluso antes de entrar en contacto con los cartagineses.12
Por lo que respecta a las aguas M. Eliade considera que no importa cual sea la estructura
de los mitos de donde ésta forme parte, “precede a todas las formas y son soporte para todo lo
creado”,13 indicándonos de esta forma su continuidad en el tiempo, de forma que ninguna
ideología religiosa ha podido erradicarlo, siendo asimilado incluso por el cristianismo, a pesar
de los diversos intentos por acabar con ello.14 Su tradición se remonta en ocasiones al
Neolítico, relacionado con aguas termales, curativas, milagrosas...e incluso oraculares. En el
mundo norteafricano éstas tienen un valor simbólico, relacionado con las fuerzas invisibles
de los yennun, los genii, o los djinn que habitan en ellas, igual que en los árboles, rocas, o
cuevas, existiendo numerosas fuentes cuyo “poder” se debe, según las creencias populares, a
la actuación de estos espíritus o al culto de un santo vinculado a la fuente. Es más, como nos
recuerda G. Charles-Picard tanto “les eaux de pluie, comme les eaux souterraines possèdent
une energie sacrée.”15
Situándonos ya en el caso concreto del Archipiélago Canario, los lazos culturales entre el
mundo aborígen prehispánico y el Norte de África van a hacer que nos encontremos todos
estos elementos en ocasiones juntos y en otras separado.
A la llegada de los conquistadores castellanos y portugueses, las poblaciones aborígenes
ya habían tenido contactos previos con poblaciones europeas, como los mallorquines y se
apunta también el contacto con poblaciones árabes. Será durante esos momentos iniciales de
la precolonización cuando se produzcan los primeros intentos de evangelización, aunque
bastante limitados.16
XIV Coloquio de Historia Canario-Americana
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Sin embargo, será a partir de la Conquista cuando, en mayor número, comiencen a
aparecer una serie de figuras religiosas tanto de Santos como de Vírgenes llegadas con los
navegantes. En el caso de las Vírgenes buena parte de las veces se asocian a cuevas o a
árboles, siendo además descubiertas, por lo general, en condiciones misteriosas, como puede
ser la Virgen de la Peña, en Fuerteventura, aparecida hacia 1445, y que fue precedida según
la tradición por “extrañas luces y vivos resplandores”17 surgiendo la imagen del interior de
una peña, motivo por el cual se la conoce con ese nombre. Como se puede observar en este
caso nos encontraríamos la asociación de una Virgen a una roca.
En el caso de la Virgen de los Reyes, en la isla de el Hierro, se cuenta que fue dejada en la
orilla en 1546 por un barco que, a fin de evitar zozobrar tras ser sorprendido por una
misteriosa y gran tormenta, deposita la imagen en la orilla, siendo comprada posteriormente
por unos pastores que la trasladarán a una cueva. Aquí el elemento que relacionaría a esta
Virgen con los cultos prehispánicos sería la cueva o gruta. Es curioso que de entrada los
pastores la denominen “madre”, sobre todo si tenemos en cuenta la posibilidad de que fueran
descendientes de aborígenes. No resulta extraño pues que ambas se convirtieran en figuras
representativas del fervor isleño, no faltando tampoco los milagros y hechos insólitos
llevados a cabo por estas imágenes.
Mención aparte merece el caso de la Virgen de la Candelaria, en la isla de Tenerife cuya
aparición, para la mayor parte de los cronistas, tuvo lugar en la cueva de Chimisay,
posiblemente, según J. Hernández Perera, hacia 1446, hecho éste que coincidiría con el
análisis formal de la pieza.18 Por tanto, mucho antes de la conquista de la isla de Tenerife,
surge la imagen cuya aparición en contexto isleño viene asimismo cargada de simbolismo y
misterio para los antiguos guanches, de forma que, probablemente, facilitó en cierta medida
la evangelización de la isla, cumpliendo la función de nexo entre ambas creencias.19
La fama y milagros de la Virgen de la Candelaria eclipsó en los textos a otra conocida
Virgen, la Virgen del Pino, en Gran Canaria, pues F. Morales Padrón destaca que debía de
gozar ya de bastante fama en tiempos de la Conquista, a diferencia de la segunda, ya que
resulta bastante extraño que los cronistas del momento no redactaran nada en torno a esta
Virgen.20 Para J.M. Alzola el primer documento registrado acerca de ello es el escrito por el
obispo Cristóbal de la Cámara y Murga en sus Constituciones Sinodales, de 1634.21
De las Vírgenes asociadas a cultos relacionados con árboles destaca en primer lugar la
famosa Virgen del Pino de Teror, cuya antigüedad la sitúa en época muy cercana al mundo
aborígen. En un pequeño opúsculo realizado por M. Suárez Miranda se recoge un manuscrito
del siglo XVII, que a su vez es transcripción de otro de mayor antigüedad, el cual nos aporta
quizás uno de los datos más antiguos referentes a su existencia. En él se cita la conocida
referencia del 8 de septiembre de 1481 como momento de aparición de la Virgen en el
árbol,22 enmarcada en la leyenda local y curiosamente anterior a la conquista definitiva de la
isla. En su descripción, al igual que sucedió para la isla de Fuerteventura o la Gomera, su
aparición viene precedida de extrañas luces.
En cuanto al propio árbol donde apareció la imagen, éste de por sí, destacaba del resto.
Para F. López de Ulloa se trataba de “...un pino hermosíssimo y muy alto y gruesso, que
tendrá en redondo más de catorce baras muy largas...”. El fraile J. de Sosa comenta que su
“...pie abraçaran hasta sinco o seis hombres...”, para T. Marín de Cubas medía
aproximadamente “...cuarenta y dos varas, que hacen doscientos y ocho palmos y de grueso
poco más de doce taladradas...”, mientras que para el párroco Juan Rodríguez de Quintana
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tenía unas cincuenta varas de elevación y treinta y dos palmos de circunferencia.23 Por otro
lado, un punto en el que todos coinciden es en que, a media altura, se encontraban en un
primer momento tres dragos, más tarde, debido a la caída de uno de ellos serían dos.
F. López de Ulloa, comentando acerca de la aparición de la Virgen nos dice “... Llámase
nuestra señora del pino por causa de que tradiciones antiguas se dice haber aparecido en un
pino (...), en el medio del, según me an testificado testigos de vista, está una loza de piedra
viva, y en ella están estampadas dos señales de pies...”24 Relacionado con la última parte, es
decir, con los pies grabados en la piedra, en la obra de M. Suárez Miranda se recoge “..habían
nacido tres pequeños dragos, cuyas largas y puntiagudas hojas, entrelazándose, formaban una
especie de hornacina, en cuya parte inferior había una lápida de materia como de jaspe y en
ella señaladas las huellas de unos diminutos pies, junto a la cual crecían en todo tiempo
helechos y polipodios frescos...”25
Quizás la mayor vinculación con el mundo aborigen nos viene dada por el hecho de
encontrarse asociado a este árbol en concreto dicha lápida que, para las mentes cristianas de
la época, representaba dos señales de pies, obviamente de la Virgen; pero para los
investigadores modernos eran probablemente grabados podomorfos aborígenes.26 Incluso
podría simbolizar la tumba de un personaje importante tal como ocurre en algunos lugares del
Norte de África.27
No es éste el único ejemplo de relación de posibles sincretizaciones de elementos
aborígenes en torno a estos motivos, por otra parte bien conocidos en las islas. En la isla de
Fuerteventura destaca la tradición del “pie de la Virgen” en Barranco de la Peña y Barranco
Azul, probablemente como apuntan los investigadores J. de León Hernández y M.A. Perera
Betancor, relacionados con estos motivos.28 En el mundo islámico sucede algo parecido,
atribuyéndoseles a estas representaciones mitos relacionados con Mahoma o a algún
acontecimiento relacionado con un santo. Así, por ejemplo, entre los Gumara de Marruecos
se dice que las huellas impresas sobre una roca plana, cercana a la fuente de Afgal,
pertenecen a los pies del santo Sidi Abderrahman el Mexdub aprisionado en ese lugar tras su
enfrentamiento con Xerif el Buhali, el santo más renombrado de Gumara. Por tanto podemos
suponer, para el caso que nos ocupa, que su localización, en el árbol mencionado,
posiblemente tuvo que tener un marcado carácter dentro de la simbología isleña, idea que no
parece que sea exclusiva la isla de Gran Canaria.
Sin que podamos adscribirlo con seguridad al mundo aborigen, el Pino Santo de la isla de
La Palma que en palabras de S. Berthelot “...se decía ser contemporáneo de la conquista”,29
refleja también la idea de asociar un árbol a una Virgen. De hecho surge, en principio, al poco
de la conquista cerca de la Caldera de Taburiente, sin que alcanzara el fervor popular las
mismas cotas que en Gran Canaria, quizás por influencia de la Virgen de las Nieves, patrona
de la isla. No obstante, la misma aparición de la figura es extraña. En este caso parece que no
se dan los efectos lumínicos pero sí nos encontramos con un pino fuera de lo común, y
todavía más sorprendente es la manera en que se localiza la imagen pues, como recoge R.
Verneau, fue un soldado de Alonso de Lugo quien al llegar al lugar del Pino Santo se le
ocurrió subir al árbol encontrándose la figura. Tampoco faltan supuestos milagros, esta vez
referidos a la predilección de la Virgen por permanecer en el árbol.30 Por otro lado, no
podemos afirmar que exista relación directa entre un lugar y otro, dado que J. Abreu Galindo
nos habla de la “fuente que dicen del Pino” y aunque T. Marín de Cubas nos aclara aún más
el hecho diciendo que éste era el punto donde Alonso de Lugo debía de reunirse con
Tanausú,31 no sabemos si correspondería exactamente al actual Pino Santo.
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Otro tanto ocurre con el conocido árbol Garoé del Hierro, conocido tradicionalmente por
el “Árbol Santo”. En este caso es muy conocida su notoriedad en la cultura bimbache,
habiendo destacado autores como F. Pérez Saavedra o A. Tejera Gaspar su posible culto a
semejanza de las culturas beréberes norteafricanas.32 En este caso tendríamos la asociación
del culto al árbol y a su vez, quizás, a las aguas, pues la destilación del líquido elemento,
producto de la condensación, recogida a sus pies le hacía tener un carácter especial y esencial
dada la escasez de agua en esta isla. Aunque dicho árbol hoy día ha desaparecido, existiendo
otro en su lugar, y no ha sido relacionado con ningún culto cristiano, sí juega un papel
especial en la cultura herreña.
J.C. Cabrera Pérez apunta también un posible culto a las aguas en Montaña Cardones,
Fuerteventura, en cuya ladera oriental manan varios nacientes y donde se edificó un altar a la
Virgen de los Tanquitos.33
En la isla de Gran Canaria, se asocia al pino un manantial milagroso que “por tradición
antigua se diçe que al pie deste pino, en un güeco que haze el propio en sí, había una fuente
de agua de la qual lavándose los enfermos de cualquiera lepra o enfermedad que tubiesen,
heran libres della. (...) Conoce que la hubo ally porque yo he visto el güeco y está húmedo y
con demostraciones que tubo agua.”34
En este caso cabe la posibilidad de que sus aguas, efectivamente, tuvieran algo de
especiales pues como escribe F. López de Ulloa refiriéndose a las aguas del valle de Teror,
“...tiene muchas aguas corrientes y fuentes frugidíssimas y en particular tiene una fuente de
agua agria muy sana y necessaria para muchas enfermedades de piedra y orina, quel que la
continúa nunca padeze este mal. Es agua que ayuda mucho a la digestión...”35 El fraile J. de
Sosa también se hace eco de ello, puntualizando como, a pesar de que ya se ha secado la
fuente original, existen dos o tres manantiales de agua agria en Teror, que deben sus
cualidades según diversos estudiosos a pasar por diversos minerales, piedra de azufre y
alumbre.36 Sin embargo, es T. Marín de Cubas quien más se detiene a detallar las propiedades
de estas aguas comentando sus excelencias para las varices, epilepsias, enfermedades del
corazón, temblores...37 Por su parte, J. Viera y Clavijo en una carta dirigida al Marqués de
Villanueva, en 1785, comenta refiriéndose a la fuente agria de Teror que “la causa de aquel
vivísimo ácido y picante es el Ayre fixo o gas calcáreo de que está saturada.”38 De la calidad
de estas aguas tenemos constancia hasta el día de hoy. Un análisis realizado en 1995 por el
Instituto Tecnológico Geominero Nacional confirma sus propiedades diuréticas y
digestivas.39 Este punto podría situar los datos que conocemos con lo escrito por F. López de
Ulloa, J. de Sosa o J. Viera y Clavijo, sin olvidarnos de que la autosugestión y las fervientes
creencias acerca de un hecho puedan llevar a la curación espontánea, elemento éste que ya T.
Marín de Cubas hace notar escribiendo “...i para hipocondriacos ir a quel citio a usar de ellas
aprovecha mucho...”40
Un último elemento con carácter sagrado del mundo prehispánico y que aparece ligado
también a numerosos cultos cristianos es la cueva. Más arriba hemos apuntado el famoso
caso de la Virgen de la Candelaria, pero no es el único.
Para G. García Santana, aunque no existan referencias ni puntos de conexión entre la
Virgen de la Candelaria de Tara en Telde, Gran Canaria, y el conocido ídolo femenino, que
precisamente allí fue hallado, es curioso que sea en dicho lugar donde hasta hoy día se venere
una de las más antiguas imágenes de la Virgen, hasta hace pocos años aún en la cueva
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original, siendo además ambos personajes femeninos.41 Precisamente en el vecino continente
africano y dentro de la mitología beréber, tanto la cueva como las grutas, las fuentes, o
determinados árboles tienen importancia por ser el lugar donde, según la tradición, los
espíritus provenientes del mundo inferior pueden pasar al nuestro e incluso pueden llegar a
habitar en algunos de los lugares mencionados. Para evitar esto, se queman las ramas de
árboles santificados o se suelen dejar pequeños exvotos que permitan ganarse la amabilidad
de dicho ente, perviviendo estas tradiciones, según A. Tejera Gaspar, como recuerdos
arcaicos de épocas prehistóricas.42 Esto explicaría la importancia que las cuevas tienen en el
mundo religioso aborigen, pues no tenían ningún lugar que podamos considerar como un
templo; aunque no serían los únicos lugares con carácter sagrado, como ya hemos visto.
Sabemos que las cuevas han sido empleadas a modo de santuario o templo en el mundo
norteafricano y es en este contexto en donde, curiosamente, aparece un buen número de
Vírgenes en las islas o cuando no se las lleva a ellas. Muestra de ello es la ya mencionada
Virgen de La Candelaria en Tenerife o la Virgen de los Reyes en el Hierro, en tanto que para
T. Marín de Cubas la Virgen de las Nieves de La Palma apareció en “unos paredones de una
cueva después de la conquista.”43 Mencionada anteriormente, La Candelaria de Tara
permaneció en su cueva original hasta 1970, y sabemos de la figurilla de la Virgen de la
Cueva de la Aldeita, en Fuerteventura, aunque sus orígenes no están muy claros.
Precisamente en esta isla, la Virgen de la Peña donde primero tiene su culto es en una cueva.
Lo mismo que sucede con la Virgen de Guadalupe de la Gomera, que según la leyenda
aparece en una cueva tras una serie de sucesos bastante parecidos a los de la Virgen de los
Reyes, añadiéndosele en esta ocasión los extraños resplandores y luces misteriosas.
Posiblemente todas ellas fueran empleadas con un fin único: el de favorecer la aculturación,
semejante a otros muchos casos extendidos por toda Europa. Es interesante el hecho de que
estas Vírgenes misteriosamente aparecidadas sintieran preferencia por permanecer justamente
en la zona del hallazgo y que la construcción de sus templos tuviera lugar en ese punto, fuera
o no el más apropiado. Esto parecería indicar que lo más importante en sí es el lugar y no la
imagen; y es la imagen la que serviría para perpetuar el lugar de culto. En realidad esto
explicaría la aparición de estas Vírgenes en un árbol, en una roca o en una cueva concreta.
Para concluir hemos de decir que el culto a los árboles, cuevas o aguas es una creencia
manifestada en numerosas poblaciones, en ocasiones vinculado a prácticas chamánicas, y que
dentro de la cultura mediterránea ha tenido y tiene una especial significación, siendo muy
numerosas las tradiciones y cultos que hunden sus raíces en la Prehistoria y el Mundo
Antiguo. El hecho de que las poblaciones aborígenes de las islas provengan del continente
africano, lugar donde aún hoy día estas creencias siguen teniendo una gran importancia, nos
lleva a pensar que el culto a determinadas Vírgenes reproduce un hecho cultural que tiene su
reflejo tanto en el mundo norteafricano como en el europeo. Algunos de estos cultos
pervivieron y sobrevivieron a la desaparición del mundo aborigen y se convirtieron en los
principales cultos cristianos actuales, como la Virgen del Pino o de la Candelaria.
XIV Coloquio de Historia Canario-Americana
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Cultos religiosos canarios. Tradiciones de la antigüedad
527
NOTAS
1 A modo de ejemplo para ver un análisis de las diversas pervivencias y reminiscencias de cultos anteriores
asimilados por la religión cristiana v. GARCÍA DE DIEGO, P. “Religión o superstición: supersticiones
prohibidas por los Concilios.” 1978; VÁZQUEZ HOYS, A. Mª. “Pervivencias paganas en la religiosidad
popular.” 1986.
2 ELIADE, M. Tratado de Historia de las religiones. 1981, p. 274.
3 FRAZER, J.G. La rama dorada. 1993, p. 437.
4 HOM. Il. XXII, 126, HEROD. II, 55 o VERG. Georg. II; 17; entre otros.
5 WILLIS, R. (Edit.). Mitología. Barcelona. 1993, p. 268.
6 WESTERMARCK, E. Survivances paiennes dans la civilisation mahometane. 1935, pp. 122-123.
7 COLA ALBERICH, J. Cultos primitivos de Marruecos. 1954, p. 64.
8 DESANGES, J. “Los protobereberes.” 1983, p. 442.
9 SERVIER, J. Tradition et civilitation Berbères. 1985, p. 16.
10 Estos espíritus de los muertos son quienes eligen el lugar de residencia, por ejemplo un árbol, pasando éste
posteriormente a estar protegido por algún tipo de tabú.
11 SERVIER, J. op. cit., 1985, p. 18.
12 GSELL, S. Histoire Ancienne de l´Afrique du Nord. 1914, pp. 243-244; WESTERMARCK, E. op. cit.,
1935, p 123; BEL, A. La religion musulmane en Berberie, 1938, p. 80.
13 ELIADE, M. op. cit., 1981, p. 200.
14 Igual que sucedió con el intento de eliminación, por parte de las altas jerarquías eclesiásticas, de la
devoción a diversos árboles, en el caso de la Península Ibérica el fervor popular hacia determinadas
fuentes, pozos, arroyos...hizo que al final se sincretizaran o se asimilaran dichos cultos. Por ejemplo el
convento franciscano de Aguas Santas, en Jeréz de los Caballeros, o el de Fuente Santa, en Higuera de
Vargas, asociado a la Virgen de Loreto.
15 CHARLES-PICARD, G. Les religions de l´Afrique Antique. 1954, p. 10.
16 AZNAR VALLEJO, E. y TEJERA GASPAR, A. “El encuentro de las culturas prehistóricas canarias con
las civilizaciones europeas” 1994, p. 34.
17 JIMÉNEZ SÁNCHEZ, S. “La Virgen de la Peña y su santuario de río Palmas, en Fuerteventura.” 1953, p.
10.
18 HERNÁNDEZ PERERA, J. “Precisiones sobre la escultura de la Candelaria venerada por los guanches de
Tenerife.” 1975, pp. 53-58. No obstante, existen varias teorías acerca de la cronología y procedencia de la
pieza como recoge RIQUELME PÉREZ, M.J. Asimismo esta investigadora señala que existen dos
planteamientos acerca del lugar originario de su aparición, por un lado, la playa de Chimisay al aprisco de
una cueva en el Barranco de Chiguaro, seguido por la mayor parte de los investigadores del tema y por
otro lado la cueva de Achbinico. RIQUELME PÉREZ, M.J. La Virgen de la Candelaria y las Islas
Canarias. 1990, pp. 27-33, 36 y 372.
XIV Coloquio de Historia Canario-Americana
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19 AZNAR VALLEJO, E. y TEJERA GASPAR, A. op. cit., 1994, p. 40; ALBERTO BARROSO, V. et al.
“La madre del sustentador del cielo y la tierra”: una divinidad sincrética. Aculturación religiosa en el
conjunto arqueológico de Achbinico-Candelaria, Tenerife. 1997-1998, pp. 53-54.
20 MORALES PADRÓN, F. Canarias: Crónicas de su conquista. 1993, p. 74.
21 ALZOLA, J.M. La advocación del Pino en la Península y Canarias. 1991, p. 77-78; QUINTANA, I. y
CAZORLA, S. La Virgen del Pino en la Historia de Gran Canaria. 1971, p. 68.
22 SUÁREZ MIRANDA, M. El árbol de la Virgen: Pinus canariensis, 1948, p. 33. No obstante, la época a la
que corresponde la imagen se ha fechado en torno a finales de s. XV, principios del XVI, y de procedencia
posiblemente sevillana.
23 LÓPEZ DE ULLOA, F. en MORALES PADRÓN, op. cit., p. 323; DE SOSA, Fr. J. Topografía de la isla
afortunada de Gran Canaria. 1994, p. 255; MARÍN DE CUBAS, T.A. Historia de las siete islas de
Canaria. 1687. 1937-39, F.92 v; ALZOLA, J.M., op. cit., 1991, pp. 84-85 y SUÁREZ MIRANDA, M. op.
cit., 1948, p. 33.
24 LÓPEZ DE ULLOA, F. en MORALES PADRÓN, op. cit., p. 323. Sabemos que dos personas subieron a
comprobar si efectivamente se encontraba allí dicha losa. A instancias del obispo Cristóbal de la Cámara y
Murga subió un portugués aventurero confirmando el hecho. Afín de corroborar sus palabras hizo lo
propio Andrés Hernández, apodado el viejo, podador de árboles del pago de Monagas.
25 SUÁREZ MIRANDA, M. op. cit., p. 33. Otros historiadores como DE SOSA, J., MARÍN DE CUBAS, T.
o FRAY ENRÍQUEZ, D. comentan, también, este hecho.
26 Comisión de Cultura del Congreso Nacional de Canarias. “El Pino de Teror: un santuario aborigen.” 1986,
p. 16; CUENCA SANABRIA, J. “El Pino de Teror: un santuario de los antiguos canarios.” 1987, p. 13;
AZNAR VALLEJO, E. y TEJERA GASPAR, A. “El encuentro de las culturas prehistóricas canarias con
las civilizaciones europeas” 1994, p. 43.
27 BARRIOS GARCIA, J. “El pino de Aterure (La imagen recuperada).” 1990, p. 35; “Dos dibujos del Pino
de Aterure.” 1993, p. 112; “Estudio sobre la noción del alma entre los antiguos canarios.” 1995, p. 686;
BERMÚDEZ SUÁREZ, F. “La Virgen del Pino.” 1997, pp. 544-545. Para BARRIOS GARCIA, J. se
trataría de la tumba de un personaje notorio, e incluso protector, cuyo nombre sería precisamente Aterure,
mientras que BERMÚDEZ SUÁREZ opina que se trataría, por el contrario, de un fraile martirizado.
28 DE LEÓN HERNÁNDEZ, J. y PERERA BETANCOR, M.A. “Las manifestaciones rupestres de
Lanzarote.” 1996, p. 61. También conocemos al menos dos casos donde la tradición asocia este tipo de
elementos a figuras de santos. Por un lado fray Juan de S. Torcaz, cerca de una charca natural en el
Barranco de Río Palmas, inmediato a la cueva donde surgió la Virgen de la Peña y, por otro, cierto Obispo,
mencionado por MARÍN DE CUBAS, que fue martirizado quedando en este caso las marcas de sus
rodillas impresas. ¿cazoletas?.
29 BERTHELOT, S. Árboles y bosques, 1995, p. 28.
30 VERNEAU, R. Cinco años de estancia en las islas Canarias. 1987, pp. 264-265.
31 ABREU GALINDO, J. Historia de la conquista de las siete Islas de Canarias, 1977, p. 286; MARÍN DE
CUBAS, T.A. Historia de las siete islas de Canaria. 1694. 1993, p. 189.
32 TEJERA GASPAR, A. y GONZÁLEZ ANTÓN, R. Las culturas aborígenes canarias. 1988, pp. 39-40;
PÉREZ SAAVEDRA, F. La mujer en la sociedad indígena de Canarias. 1989, pp. 184-185; TEJERA
GASPAR, A. Mitología de las culturas prehistóricas de las islas Canarias. 1991, pp. 37-38.
33 CABRERA PÉREZ, J.C. La prehistoria de Fuerteventura: un modelo insular de adaptación. 1996, p. 370.
Cultos religiosos canarios. Tradiciones de la antigüedad
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34 LÓPEZ DE ULLOA, F. en Morales Padrón op. cit., p. 324.
35 LÓPEZ DE ULLOA, F. en Morales Padrón op. cit., p. 323.
36 DE SOSA, Fr. J. op. cit., 1994, pp. 256-257. También recoge una anécdota parecida a la que ya detallara F.
LÓPEZ DE ULLOA, refiriéndose al experimento con un pichón sumergido en estas aguas, en este
segundo caso con un trozo de carne de cordero, añadiendo otro con monedas de cobre. La anécdota
consiste en comprobar el efecto de las aguas sobre éstos. En el primer caso, aproximadamente, en hora y
media su carne estaba consumida. Proceso similar con la pierna de cordero que al cabo de unas horas se
encontraba en los huesos. Lo mismo les sucede a las monedas de cobre que se deshacen. Tanto DE SOSA
como MARÍN DE CUBAS o HENRÍQUEZ, comentan acerca de la existencia de fuentes semejantes por la
isla.
37 MARÍN DE CUBAS, T.A. op.cit., 1937-39, F. 94 v.
38 HERRERA PIQUÉ, A. “Viera y Clavijo, naturalista.” 1981, p. 9. El mismo HERRERA PIQUÉ, más abajo,
nos informa de que el aire fijo, no es otro que el dióxido de carbono o anhídrido carbónico.
39 En cualquier botella de la marca “Fuenteror” se halla presente parte de este análisis.
40 MARÍN DE CUBAS, T.A. op.cit., 1937-39, F. 94 v.
41 GARCÍA SANTANA, G. “La recristianización mariana de Tara y Amagro.” 1992.
42 TEJERA GASPAR, A. La religión de los guanches. Ritos, mitos y leyendas. 1988, p. 43.
43 MARÍN DE CUBAS, T.A. op. cit., 1993, p. 371.