ADVOCACIONES MARIANAS EN CANARIAS Y CUBA
Y ahora es tiempo de levantarme y de trazar
mi ampiio gesto diciendo:
luego de la primera muerte, señores, las imágenes,
invéntense los jueves,
los unicornios, los ciervos, los asnos
y los frutos de la demencia
y las leyes, en fin,
y el paño universal del sueño
espeso de criaturas, de fábulas, de tedio ...
ELISEOD IEGO
El segundo discurso: Aquí un momento
Cuando en 1940, don Fernando Ortiz, eminente antropólogo cuba-no,
acuñaba el término transculturación aplicado al estudio en siste-ma
de la realidad social cubana, sentaba las bases para el análisis
desprejuiciado de su identidad cultural, al tiempo que propiciaba su
interpretación dialéctica al asumirla como proceso, surgido de un com-plejo
fermento social donde se integraron elementos culturales de di-versas
procedencias.
En este «caldero de América», los elementos componentes de la
mezcla, desliéronse o añadieron un punto de sabor, caracterizando
la esencia de un pueblo nuevo, para emplear la terminología de Darcy
Ribeiro l . El «caldo de la cubanidad» quedó así definido desde sus
orígenes como consecuencia de añadidos constantes y sucesivos.
De la cultura espiritual de los aborígenes cubanos muy poco ha lle-gado
hasta nosotros; la rápida desaparición de los amerindios cubanos
por los efectos devastadores de la colonización, trajo como consecuencia
648 María Elena Soto López
un segundo poblamiento de la Isla, ante la falta de mano de obra des-de
mediados del siglo XVI. Este flujo migratorio que se continuaría
poderosamente hasta el año de 1920, para disminuir en la década si-guiente
hasta desaparecer, determinó, en el transcurso de su desarro-llo,
el surgimiento de un perfil cultural, «de un ente nuevo con sus
caracteres, afirmaciones y negaciones, sus problemas y posibilidades» '.
Una cultura mestiza como la denominara José Martí, fue el resul-tado
del contacto prolongado entre dos importantes núcleos humanos:
españoles -peninsulares e isleños- y africanos. Otras razas y etnias
como los chinos y los indios yucatecos, aunque en menor cuantía,
vendrían a incorporarse durante el siglo xrx a un proceso de irrever-sible
afirmación de los valores nacionales, como expresión de una
conciencia colectiva y su espíritu de otredad.
Desde este sedimento dinámico, lo transculturado se manifestó en
lo concerniente a la religión, en el fenómeno sociológico y cultural
denominado szncretzsmo: una amaigama de creencias y rituales perte-necientes
a religiones diferentes, dieron por resultado el surgimiento
de nuevos cultos en el nuevo contexto. La consolidación de sus
formulaciones ideológicas y de su pragmatismo ritual, se verificaron
a lo largo de un proceso continuo en el transcurso de la historia de
Cuba, y son aún hoy, objeto de constantes readecuaciones.
Desde finales del siglo xvr, pero de un modo particularmente in-tenso
y sistemático a partir del siglo XVIII e inicios del siglo xrx, se
«trasplanta» a la isla de Cuba, aparejadamente con el aumento de la
industria de la caña de azúcar, la mitología yoruba.
Al contacto con la realidad antillana, esta religión sufrió altera-ciones
debidas al choque cultural con otras etnias africanas y con la
religión católica portada por los colonizadores españoles, la cual tuvo
carácter oficial, frente a la marginalidad a la que se vio relegada
aquella procedente del «etnos» afrocubano.
Se produjo así de manera espontánea, un sincretismo religioso,
tendiente a equiparar estas cosmogonlas: las funciones y poderes de
los santos católicos se mezclaron con las cualidades y avatares de los
orishas, dando por resultado la llamada Regla de Osha o Santeria,
cuyo panteón - e l universo de sus orishas-, sistema de creencias y
estructura ritual, se basa en su análogo yoruba de origen nigeriano,
y su sincretización con las vírgenes, santos y liturgia católica.
<<Cii!t a !os santnr, adoración a Ins nrishas, ningún nomhre
más acertado que el puesto por el pueblo a este extendido culto
afro-cubano: santería» 3.
Advocaciones marianas en Canarias y Cuba 649
La Santería, inmersa en la presencia de diversos cultos sincréticos
en Cuba, responde a la organización de más alta jerarquía, presentan-do
estructuralmente, una enorme riqueza musical, visual y teatral en
su más amplia acepción integrativa.
Este sistema de pensamiento, híbrido desde sus ongenes, ha fun-gido
en la sociedad cubana como factor aglutinante de núcleos hete-rogéneo~,
contribuyendo a la formación de una conciencia colectiva
y una idiosincrasia cuya comprensión expresa -dado su carácter ge-nuinamente
popular- las ambivalencias y contradicciones de la cul-tura
cubana.
Ahora bien, la idea de la génesis de estos cultos sincréticos como
limitados a una necesidad social de encubrimiento y permisibidad,
apunta a un desconocimiento de las causas concretas, históricas, so-ciológicas
y culturales de su desarrollo. El sincretismo religioso ope-ra
ante todo por un particular sentido de socialización donde la pre-sencia
simultánea de cultos diversos, generó no la simple asimilación
o aceptación de unos y otros, sino una reinterpretación y refuncio-nalización
de los mismos desde el marco de la nueva cultura: la co-existencia
produjo la mezcla.
El desarrollo de un fuerte movimiento de resistencia cultural, no
pudo sustraerse al influjo de la cultura blanca hegemónica de origen
europeo. Sobre todo fueron los esclavos urbanos y los grupos de ne-gros
y mulatos libres entre los siglos XVIII y XIX, no sometidos a con-troles
deculturadores tan severos como los esclavos de las plantacio-nes,
en los que se manifestó una tendencia a la transculturación de
valores.
La necesidad de definir lo nacional frente a las orientaciones me-tropolitanas,
se coloca, en el siglo XIX cubano, en el punto de mira
de la sociedad, siendo prioritario sobre los conflictos históricamente
existentes de raza y clase.
Los inmigrantes canarios, pobladores agrícolas por excelencia de
la isla de Cuba desde los primeros siglos coloniales, trasladaron sus
cortiimhres y creencias al nuevo medio natural y social.
Con anterioridad al establecimiento de las asociaciones benéficas
y protectoras de la inmigración canaria a finales del siglo XIX y las
asociaciones mutualistas en las primeras décadas del presente siglo,
los canarios necesitaron un elemento de identificación colectiva en el
nuevo contexto.
A eutm efectus, e! fervnr religioso depnsitado en el culto a la
Virgen de Candelaria, resultó el elemento donde los «isleños» se iden-tificaron
de conjunto; al emigrar a América, los canarios lo hicieron
650 María Elena Soto Upez
como canarios y no como naturales de sus islas respectivas, lo que
justifica su devoción generalizada por la patrona de las islas, portada
ahora como abogada de marineros y emigrantes.
Su culto se extendió con rapidez por el continente americano, ates-tiguando
su existencia la basílica construida bajo su advocación a
comienzos del siglo XVIII en el mismo centro de Caracas y la cele-bración
en el estado de Cagua, también en Venezuela, desde 1772,
del mismo ritual de aparición de la Virgen que se efectúa en el san-tuario
isleño.
El aumento considerable de la población registrado en Cuba duran-te
el siglo XVII, se debió en parte a la presencia de familias enteras
de canarios cuyo aporte fue vital para la fundación de ciudades como m -
Matanzas, la villa de Guanabacoa y el pueblo de Santiago de las E
Vegas, estos dos últimos en los alrededores de La Habana. O
Del mismo modo, la fundación de otras ciudades, villas y pueblos -n-como
los de Consolación del Norte, Wajay, Chambas o Morón, sur- m
O
E gió unida al culto de la Virgen de Candelaria. En otras zonas del país E
como San Antonio de las Vueltas, Ceiba Mocha, San Felipe y Santiago 2
E
de Bejucal, su devoción se impuso por el número mayoritario de ca- =
narios en su composición poblacional. 3
Las fiestas, verbenas y ferias celebradas en su honor, como las de - - 0
Vueltas, Ceiba Mocha, Consolación del Norte o las del hermoso pue- m
E
blo de Candelaria en la provincia de Pinar del Río, eran celebracio- O
nes de gran arraigo popular que atraían a la población de amplias
zonas rurales, soliendo éstas rebasar los marcos impuestos por el ri- n
E tual católico, con la celebración de bailes en sociedades de negros y -
a
blancos, torneos a caballo, lidias de gallos y hogueras purificadoras. 2
n
Evidencias de un poblamiento importante canario con anterioridad n
0
al siglo XIX en la región occidental de Cuba, son las edificaciones 3
religiosas entre las que caben destacar por su valor arquitectónico, la O
construcción en 1722 de la parroquia de Bejucal, bello exponente del
barroco en la Isla, y en Guanabacoa, la de Candelaria conocida como
de Santo Domingo, bastante más antigua. pues el culto a la Virgen
en esta villa data del siglo anterior, debiéndose la fundación del ac-tual
templo -1748- a la religiosidad de los canarios.
La entrada masiva de inmigrantes llegada a Cuba en la segunda
mitad del siglo XIX, entre ellos miles de canarios que en calidad de
braceros se integraron al desarrollo impetuoso de la industria azu-carera.
se vieron inmersos en un ya irreversible proceso de exrn-r-e-~--i-h-n
de la nacionalidad.
Cuatro siglos de continuos intercambios dieron sus resultados en
Advocaciones marianas en Canarias y Cuba 65 1
aquel clima de fruta abierta. La emoción juega un papel fundamental
en la creación de toda conciencia colectiva y los mitos por los cuales
ésta se manifiesta.
El mito yoruba y el mito cristiano se abrazaron para otorgarles una
nueva dimensión, no ajena al entorno por su esencia: desde su dimen-sión
cultural, los cultos sincréticos vierten claridad sobre las vicisitu-des
y el ambiente en que éstos se generaron.
La popularidad de la Santería, culto sincrético de gran difusión en
Cuba, alcanza al presente desde una práctica donde la noción de fa-milia
numerosa que engloba a los vivos y los muertos, impone su
preferencia por los rituales colectivos, sensuales y directos.
Así sentimos la presencia de Oyá o Yansá Oriri, que entre los
cubanos se sincretiza con el culto a la Virgen de Candelaria.
Procedente del mito yoruba y al igual que aquella, la Oyá cubana
es orisha guerrera, guardiana que de-fiende y castiga a los hombres
creados por el orisha Obbatalá, que «es la bóveda celeste o jícara
superior de las dos en que se dividió la esfera, güiro o calabaza del
mundo» 4.
A veces el valiente y pendenciero Changó, se disfraza con sus ro-pas
para engañar al enemigo o enfrentado disimuladamente; Oyá es
ni cbmplice en lnr nrmtnr bé!icnr y en nmnrer se !n dirputn a SE
hermanas Ochún y Obba, conquistándolo con su desafiante persona-lidad.
Acompañada de un ejército de espíritus -egguns- se presenta en
las batallas peleando con centellas y dos espadas y cuando se enoja,
lanza colérica un fuego multicolor.
Es la Virgen, la Madre Tierra fecunda, portadora de significados
ancestrales. Ella rinde culto al fuego sagrado, el Fiat Lux, principio
divino que dio y da origen a la vida.
De su corona de cobre, penden sus herramientas: el rayo, el pico,
el azadón, el hacha, el palo, el rastrillo, la guadaña y Ochosi, el vie-jo
orisha guerrero.
Es ei aspecto activo del aire, dueña de ia iuz y ei poder dei co-nocimiento
que ilumina, la que vence y reina sobre el caos.
Es también la portera del cementerio, la única que puede y sabe
mantener a raya a los eggúns; protege y cuida a los muertos y se
dice que sus omós -hijos- son menos proclives a la muerte.
Su jiesta se celebra el 2 de febrero, fecha en que la Iglesia Ca-tólica
conmemora la ceremonia de purijicación de la Virgen con ci-rios
encendidos.
Indistintamente, se le encienden velas a Oyá o La Candelaria cuan-
652 María Elena Soto López
do hay mal tiempo, pues ella es la dueña de los vientos huracanados
y el arcoiris.
En torno a las festividades católicas de la Virgen de Candelaria,
los canarios asentados en Cuba, acostumbraban desde antaño a rea-lizar
la poda de plantas y el corte del cabello en las mujeres para
asegurar su crecimiento, actitud ampliamente extendida entre los cu-banos
hoy día.
Oyá vive a un tiempo, en una sopera de porcelana pintada de
nueve colores -la cual contiene sus otanes o piedras de funda-mento-
y en cada uno de sus hijos, pues hacer Osha significa nacer
otra vez y tomar el nombre del Santo que se lleve asentado, seguido
del de un objeto o el de algún santero muerto: entonces la persona
tiene dos nombres, el cristiano y el de Osha que se mantiene en
secreto.
Cuando el iniciado -el iyawó- es presentado al tambor batá en
!a ceremoilia iiiiciáiicd csiiocida comu ei día Úei iambor, reina ia
espectación entre los asistentes; todos esperan que el iniciado entre
en trance y por medio del fenómeno de posesión, manifieste el aché
-la gracia divina- que reencarna en su cuerpo, o sea, en su caba-llo.
«...Y ese hombre, o esa mujer, que le entra santo, ya no es quien
es: es el santo mismo». «Lo agarró santo, lo tumbó, lo cogió, está
con santo, tiene santo...»5.
Al toque de los tambores y los oru -conjunto de cantos de
secuencia fija- Oyá baja con actitudes violentas. Entonces se le re-conoce
y se viste con su corona y sus nueve pulseras de cobre, sus
collares y amplia bata floreada o una falda de pañuelos multicolores,
regresando a la sala grande de la casa donde bailará frente a los tam-bores
durante horas, presa de una acción coreográfica de gestos arro-gantes
y giros vertiginosos, siempre a la izquierda. En éxtasis, agita
furiosa su iruke -instrumento de limpieza- que es de pelo de caba-llo
negro y parece una llama purificadora que crece en medio de un
remolino y nos invita a penetrar en la intimidad del universo.
«A la caída del sol cesa el toque enervante de los batá. Se
retiran los tambores al cuarto sagrado o igbodú (...). Inmediata-mente
después se recurre al juego de ábwes (tambores profanos
también conocidos como güiros y, sin limite de tiempo, la fies-ta
semiprofana o sagrada puede continuar hasta la medianoche» 6.
En los bembés o wemileres, fiestas de absoluto divertimento y
jolgorio, también los tambores «tocan al paso que le bailan»'.
Advocaciones rnarianas en Canarias y Cuba 653
El baile es el medio por el cual se manifiesta el sentido de socia-lidad
en estos rituales.
«La presencia del baile, del gesto, de la acción que transcu-rre
como discurso, se adentran así en el canto, y éste lo es en
tanto absorbe la acción danzada a la que responden los instru-mentos
»
En última instancia, la conducta de los creyentes está condiciona-da
por un ambiente social donde éste se encuentra implicado directa-mente.
El espíritu de tolerancia y la ausencia de todo proselitismo
caracterizan la expresión ritual de un culto donde los dioses y los
hombres comparten un espacio emocional de continuidad y cercanía.
Oyá es como sus hijas, poderosa y autoritaria, de temperamento
sensual y voluptuoso. Ellas pueden ser muy fieles, aunque también
muy dadas a las aventuras extraconyugales y a pesar de todo, mos-trarse
siempre celosas.
A Oyá le está prohibido comer -por sus ofrendas- carne de
carnero y manteca de corojo, pero le encanta el arroz blanco con
berenjena y los bollos de frijoles de carita.
Sus poderes son conferidos a muy variadas plantas y sus efectos,
pues no hay santo sin ewe. Le pertenecen el flamboyán y la fru-tabomba,
la maravilla y el revientacaballos, el marpacífico y el pepi-no
cimarrón. Cuando se hace un ebbó en su nombre -ofrenda, sacri-ficio
o purificación ritual- con el palo rompehueso se hace una cruz
y se ruega «...con este arbusto de resistente madera que tiene (...) un
aché muy grande. Se le presenta (...) a la tempestad que amenazaba
acercarse, y en cuanto la tempestad la ve, se aleja...»g.
Otra «fórmula» anotada en las libretas de santería -apuntes y
recetarios de los santeros- indica tomar un pedazo del palo cam-biavoz
y llevarle monte bien adentro para darle su «libertad» y con
ello deshacer las amarras del espíritu con el que le hayan hecho a una
Yn-p'YrcYn""n a fin p.,*..,.n..-...-*rA--aA..- ntamipntn y p - 2 q fie qfiien !e frzh2jS =a!, re 12s
arregle con el muerto lo mejor que pueda.
Las raíces de la ceiba -el iroko, árbol sagrado por excelencia-
«... están siempre llenas de ofrendas y monedas que nadie se atreve a
apropiarse (... ). Según me dice una viejita muy beata que se declara
más de padrenuestros y avemarías que de otra cosa, es en la ceiba
dende ha de pmmeterse (eme mas deidades) a Oyá (... ), vesti: sus
hábitos, vestir promesa durante un tiempo determinado o quizá la vida
entera ... » 'O.
654 María Elena Soto López
Sucede también que el ser santero no excluye la posibilidad de que
éstos puedan ser practicantes de otros cultos. Los santeros pueden ser
también paleros, abakúas, voduístas, espiritistas, e integrar armó-nicamente
en sus prácticas, el comulgar e ir a misa cada domingo.
De esta manera, la ceremonia santera del itútu, rito fúnebre que
preside Oyá, y que se efectúa a la muerte de un creyente de la Re-gla,
va acompañada de misa espiritual y misa católica.
Al muerto hay que apaciguarlo, refrescarlo, tenerlo contento y
bien dispuesto, porque a ellos hay que respetarlos tanto como a los
santos. La reverencia a los antepasados es una de las bases de este
culto y por ello afirman categóricamente que el muerto parió al san-to
-ikú lobi osha.
En la ceremonia del itútu, Oyá baja y sacude con su iruke el ros-tro
del muerto en señal de bienvenida al cementerio.
De entre tanta mezcla y paralelismos rituales, destaca el uso del
agua y sus propiedades asociadas al renacimiento y nueva circulación
de las energías. Los collares por los que se identifica a cada orisha,
también conocidos como elekes y que en el caso de Oyá respeta la
alternancia de nueve cuentas blancas y nueve negras -el nueve es
su número simbólico y su marca- se ensartan rezándoles y se refres-can
poniéndoles dentro de una sopera y echándoles agua de coco y
miel de abejas. También se lavan los otanes o piedras de fundamen-to
de los orishas, empleando del mismo modo agua de coco y agua
de las lluvias de mayo entre otros ingredientes.
En las paradojas de Oyá, en la mezcla delirante de sus poderes,
milagros, pasiones, purificaciones y fetichismos, encontramos una
metáfora acabada de la itinerancia cultural del hombre.
La africana Madre del río Níger sirvió de espejo a la Virgen mo-rena
y los hombres conocieron de su puente de cristal por las vidas y
transparencias que allí se entrecruzaron.
La transversalidad de estas imágenes y su fecundidad que llega
al presente llena de vigencia, definen por derecho propio una manera
de ser y sentir lo cubano.
Consideremos los ejemplos hasta aquí expuestos, como muestra del
enraizamiento y vigencia de la Santena en Cuba, expresión de la nueva
cultura producida al son de lo que vino a estas tierras por la fuerza
del látigo, la utopía y las esperanzas.
Advocaciones marianas en Canarias y Cuba
1. R~BEIRDOa,r cy: Las Américas y la civilización. Ediciones Casa de las Amé-ricas,
Ciudad de La Habana, Cuba, 1992, p. 65.
2. ORTIZF, ernando: Órbita. Instituto Cubano del Libro. La Habana, Cuba, 1973,
p. 37.
3. BARNETM, iguel: La fuente viva. Editorial Letras Cubanas. La Habana, Cuba,
1983, p. 171.
4. ORTIZ, Fernando: Citado por M. Barnet en La fuente viva, op. cit., p. 188.
5. CABRERALy, dia: El Monte. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana,
Cuba, 1989, p. 40.
6. BARNETM, iguel, op. cit., p. 174.
7. ORTIZ, Fernando: Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba.
Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1981, p. 9.
8. ORTIZ, Fernando: Ibídem.
9. CABRERALy, dia, op. cit., p. 608.
10. CABRERALy, dia: Ibídem, p. 232.