LAS ISLAS DEL ATLANTICO SUR Y EL IMPERIALISMO
BRITANICO EN EL SIGLO XIX
MANUEL MORENO ALONSO
Colegio Español de Londres
aLearn to think impena¿Iy»
J. CHAMBERLAIN, Speech at Guildhall,
London, 19 Jan, 1904
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~ iLLi ~ l g i lvz l rz 3~ ~IVUULC la f;lall L A ~ ~ L A J L V IU~ L Y U I V ~OV~VI \ - ICW VCIL~O
tierras del Globo y sobre sus mares. El impacto de esta influencia europea es
uno de los fenómenos clave de la historia contemporánea. Europa y concre-tamente
las grandes potencias con su dominio continental y su exportación
de hombres, capitales y técnicas transforman numerosas sociedades y vastas
e~tens.'nes de tierra a la vez que !as suhnrdina, Gigantes imperios colonia-les
se forman bajo la dependencia de las grandes potencias industriales. In-glaterra
es en este sentido la potencia privilegiada por excelencia: por su ex-traordinario
empuje económico y desarrollo industrial, comercial y financie-ro,
por su tradición mercantil y porque domina sin discusión posible el marl.
Como es bien sabido la clave de la grandeza británica está a lo largo de
la Edad Moderna y Contemporánea en el dominio del mar. En la historia de
Europa quienes sucesivamente han dominado el mar han ostentado la hege-monía:
Portugal a finales del siglo XV, España en el XVI, Holanda (los fa-mosos
«carreteros de los mares») en el XVII, e Inglaterra a partir del siglo
XVIII. Condición esencial de una potencia con auténtico rango de tal es la
de estar presente en todos los puntos del Globo y dominar las rutas del mar.
Por otra parte el pueblo inglés ha tenido una clara conciencia de ello, quizás
a partir del desastre español de la Invencible. En los fondos manuscritos del
Museo Británico no deja de ser aleccionador la existencia de una carta de
don Diego de Suárez de Amaya al rey Felipe 111 de España, de finales de
1. La bibliografía histórica sobre estos aspectos, desde la revolución industrial inglesa del
siglo XVIII hasta el desarrollo mundial británico del XIX, es ilimitada. ViB. la BiHiography of
Bn'hsh Hübory (1789-18S1), edited by Lucy M. Brown and Ian R. Christie, Oxford, reedición
de 1979; y para la segunda mitad de siglo, BibZzogmpby of BÍ-iish Histoíy (I8SI -l9I4), edited
by H.J. Hanham, Oxford, at the Clarendon Press, 1976.
1600, en la que se indica a éste que más importante guardar la mar deste
goviemzo que la tierra que es de poca consideración*. Este consejo ha consti-tuido
precisamente la línea fundamental de la política inglesa a lo largo de
toda la reciente historia británica.
FENOMENOLOGIA DEL IMPERIALISMO BRITANICO
El término impenahsmo es de formación reciente. Aparece en Francia
en los años de la Monarquía de Julio, concretamente en el decenio 1830-
1840, en donde la voz impénalisme venía a tener un significado más o me-nos
similar al de bonapartismo. Pero fue en Inglaterra donde el término
comenzó a ser utilizado en los años 70 en su acepción actual. Frente a las
*,-A,,,:", A-1 l:l.,,"I:,,, A, -hI",,l.,,*," 1,- ,",:A,:, A, 1, ,,,A,," A-L
C L I U C I I C I ~U~C I I I U L L ~ I I ~ L UCV;L L* I ~ I ICI ICJLLI ,1 u 3 ~ ) L I L I U ~ L I V ~u c la S l a u u L L i a uc
Inglaterra (del Imperio británico) empezaron a utilizar el término imperia-lhm.
La mentalidad que conlleva el imperialismo se ha relacionado también
con el darwinismo que hacia 1870 establecía una clara conexión en la Gran
Bretaña entre la superioridad racial y la superioridad política. Tanto los fun-damentos
de una como de otra no eran sino las teorías en torno a la «selec-ción
natural» y la «lucha por la supervivencia9.
Desde la fecha indicada, primero en Inglaterra por consiguiente y se-guidamente
en los demás países de Europa, imperiaIismo viene a significar
la política expansiva de los Estados que intentan someter de una u otra for-ma
a pueblos extranjeros o colocar bajo su control a estos territorios*. Sus
características principales, comunes con algunas diferencias, a las políticas
exteriores de las potencias europeas son el expansionismo europeo en todos
los sentidos, el dominio colonial y las frecuentes rivalidades nacionalistas de
las grandes potencias en los nuevos países subordinados a aquéllasJ.
Con el tiempo el término imperialismo, del que se ha abusado sobre-manera,
ha caído inciuso en descrédito o ai menos ha cobrado un acento po-
2. B.M. Add. 36.317, fol. 356. La presente carta es una opia (de fecha de 14 de noviem-bre
de 1600) del original existente en el Archivo de Indias, en las cartas y expedientes de Gober-nadores
de Curnaná, Est. 54, leg. 9.
3. David THOMSON, Europe iince Napoleoeon, London, ed. de 1980, p. 282.
4. Vid O. RARIF, Idee e &t&e imxfienalistichen ell 'Inghdteva vittoriana, Bari, 1953.
5 . Entre algunos títulos clásicos, vid. W.L. LANGER, Tbe Diplomacy of Inspedkz
(1890-1902). New York, 1935; E.M. WINSLOW, The Pattern of Impendismus. A study in
the tbeories ofpowers. New York, 1948; W. SCHULZBACH, Imperialismus und National-bewusstsein.
Franfort , 1959; J. SCHUMPETER, Impendismo. CZaiei iociaZei, Madrid, 1965.
lémico e impreciso. Con frecuencia, también, todos los estudiosos de: fenó-meno
han criticado fuertemente el mismo acentuando la polénica, según
las diferentes tesis de partida6. Tras la aparición en 1916 del escrito de Le-nin,
El Imperialismo como la íidtima fase de Capitalismo ha desembocado
en un mar de acepciones diferentes y por consiguiente imprecisas, de donde
el descrédito del término. A pesar de todo, sin embargo, la historia de
Europa como la historia de Inglaterra a lo Iargo del siglo XIX no puede en-tenderse
fuera de lo que más o menos es el imperialismo histórico del perío-do
a que nos referimos.
La importancia y trascendencia del imperialismo para la historia uni-versal
es tan evidente que no es posible prescindir del término, porque en él
está comprendido todo, lo bueno y lo malo. La civilización europea, al decir
de un pensador inglés, con sus ideas de competición económicas, eficiencia
práctica, explotación, patriotismo, poder y nacionalismo se impuso en Asia
y Africa, a donde también llegaron las ideas de democracia, libertad, igual-dad
o humanitarismo7. Esto no puede olvidarse en nuestro tiempo en que,
desde el punto de vista de la mentalidad imperante, el Imperialismo ha
sido y es condenado. En efecto, desde una óptica liberal y democrática, el
imperialismo niega el principio de autodeterminación de los pueblos. Para
los marxistas, tras el análisis de Lenin, es una fase explotadora máxima del
capitalismo que habrá de ser eliminada por la revolución del proletariado.
Finalmente, desde un punto de vista anticolonial, el imperialismo (las for-mas
diferentes del imperialismo histórico) es la causa principal de todos los
males que sufren los territorios que en nuestros días han dejado de ser colo-nial
o aún siguen siéndolo.
PECULIARIDADES DEL IMPERIALISMO ATLANTICO
DE INGLATERRA
A f i d e s de! si& X E !O S teíitbc~!osd e Iilglateira se hallaban pesen-tes
en todo el mundo conocido, bajo los aspectos territoriales, financieros o
mercantiles. El prestigio británico (extraordinaria capacidad de poder, glo-ria,
misionerismo religioso incluso) se extiende efectivamente por todo el
Globo, si bien sus peculiaridades son diferentes según los distintos Grrito-
V. E! piiííici gran esr~diod e: iiiipeiidismü se debe a: iiig:és j.A. Hübsüli, en 1962, IIiiYe-rialism.
A Study. London, ed. 1948 en que particularmente valora los factores económicos y
mercantiles en el desarrollo del Imperialismo.
7. Leonard WOOLF, Imperzalism and Civiliiation, London, 1928, p. 34-35.
rios y sus características propias. La presencia británica en una isla del Atlán-tico,
por ejemplo, había de ser distinta a la del dominio de la India, y no só-lo
por el tamaño o su situación geográfica sino por la misma heterogeneidad
del Imperio inglés en los distintos órdenes. Todos los territorios del Impe-rio,
ciertamente, eran piezas importantes en la articulación del sistema in-dependientemente
de su superficie o riqueza propias. Por otra parte éste ha
de explicarse dentro del nuevo contexto histórico del Ochocientos con el
triunfo de la técnica, el aumento impresionante de la producción o el acor-tamiento
de las distancias.
El imperialismo que Inglaterra ejerce en el Océano Atlántico se dife-rencia
del de otros territorios por una serie de peculiaridades. Se trata en pri-mer
lugar de una cadena de escalas marítimas conquistadas a franceses, por-tugueses,
holandeses y españoles a partir del siglo XVII. Su dominio por
consiguiente tiene ante todo un alto valor situacional y estratégico. Se trata
del sistema ideal para controlar las rutas marítimas. De tal manera que con
el dominio de estas bases perdidas en medio de los mares se puede controlar
el mismo espacio marino si se dispone de una fuerza naval apropiada. El
mismo sistema de control y dominio utilizado por Inglaterra en el Atlántico
se emplea también en otros mares. El Mediterráneo es un mar inglés debido
precisamente a las bases de Gibraltar, Malta, Corfú y las islas Jónicas. Y lo
mismo ocurre en el Océano Indico a través de las islas Mauricio, Adén, Cei-
Ián y Singapurf'.
Desde un punto de vista jurídico los territorios del Imperio a lo largo
del tiempo evolucionarán de forma diferente, distinguiéndose por ejemplo
entre los dominios o colonias extensas con explotación directa por parte de
blancos (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica), protectorados en
los que no se suprime totalmente la soberanía local (Egipto, Sudán, Adén,
Afganistán, Nepal.. .) y las colonias propiamente dichas constituidas ya co-mo
enclaves o como bases militares, tales como Gibraltar, Chipre, Hong-
Kc q e !rs is!ls de! Adánt i c~su r. LI i q x rmc i a de estas bases dimin1.m~
estriba por tanto en el dominio del mar. La política de rodear el mundo de
escaias marítimas permitiría a Inglaterra la hegemonía mundials. Pero al
mismo tiempo, el dominio del Atlántico suponía el control del Pacífico y
del Indico dada la posición céntrica del primero respecto de la situación de
8. Para una interpretación general del imperialismo, particularmente ei ingiés, vid
Marcus CUNLIFFE. The Age ofExpansion (1848-1917). London, 1974, pp. 123-136.
9. Jacques PIRENNE, Historia Universal. Lus g~andesc orrientes de la Historia. Barcelona,
ed. 1979. vol. V. 330.
Europa e Inglaterra. Si en el Atlántico Norte Inglaterra canalizaba el comer-cio
entre el Viejo y el Nuevo Mundo, en el Atlántico sur aseguraba las rutas
procedentes de Australia o la India, a través del Estrecho de Magallanes o de
El Cabo. En otro sentido, sin embargo, las colonias mencionadas no dejan
de recordar las colonias-factortás de origen fenicio, por ejemplo; o las COLO-nias-
poblamiento de origen romano, que requerían ocupación de un
amplio territorio con trasvase de población de la metrópoli. Fue precisa-mente
en la Conferencia de Berlín (1885) cuando se decidió que sólo la ocu-pación
efectiva, no únicamente la instalación en la costa, otorgaba derecho
a la posesión de un territorio. Hasta entonces Inglaterra había dominado el
mundo, como había hecho con las islas, a través de una guarnición militar o
un pequeño establecimiento comercial. Sería difícil verdaderamente pensar
cuáles hubieran sido los destinos del Imperio inglés del siglo XIX si otra po-tencia,
Francia o Alemania por ejemplo, hubiera sido la dueña de las islas
del Atlántico Sur.
LAS ISLAS BRITANICAS Y EL OCEANO ATLANTICO
Desde un punto de vista geográfico la esencia de la Gran Bretaña la
1 constituye su condición insular: una parte del continente europeo fragmen-
* tado en islas y en islotes. En torno a los dos núcleos isleños fundamentales,
la Gran Bretaña (2 17.775 km=) e Irlanda (82.240 km2) se sitúan pequeños
archipiélagos como las Scilly, las Hébridas, las Orcadas y las Shetland,
mientras en las costas occidentales los islotes dispersos se cuentan por milla-res.
En el interior de las islas, por otra parte, la influencia del mar penetra a
través de bahías y estuarios. La presencia oceánica del Atlántico es absoluta.
El antiguo «mar tenebroso» domina y está presente en las diminutas islas
británicas en todos los aspectos hasta el punto de constituir como unos pe-queños
barcos botados en el Océanolo.
A pesar sin embargo de la situación absolutamente atlántica de las islas
británicas éstas vivieron durante siglos de espaldas al mar, ignorando el
10. Entre las obras clásicas que en plena época de dominio británico explicaban su insula-ridad
desde puntos de vistas geográficos e históricos, vid H.J. MACKINDER, Bn'tain andthe
Ei~tUh Sm, L=i,dm, 2a cd. de 1907; EXr. EAi.F!, lzre Entis6 I h , Lei.dcn, 19C8; A.J.
HERBERTON y O.J.R. HOWARTH, The Britisb Ish, Oxford, 1914; J. MARTIN, A Causd
Geography of $be British Zsles, London, 1919, y L.B. CUNDALL, A hzlman Geograpby of the
BritLrh Irles, London, 1920.
Océano. En realidad se trata de un fenómeno general que los geógrafos ex-plican
de muy diversa forma" y del que ha participado también a lo largo
de la historia el archipiélago británico. De cualquier forma la Geografía ex-cluye
todo fatalismo «insular» derivado de posturas deterministas. Según el
pasado histórico de las islas británicas éstas se mantuvieron durante largo
tiempo aisladas: el mar les fue primeramente hostil. Los ingleses vivieron
mucho tiempo como labradores y pastores antes de convertirse en marinos.
Y según el geógrafo francés Demangeon, aún después de haber roto el cerco
de las olas conservan obstinadamente las señales instintivas de la mentali-dad
insular: adhesión a las viejas instituciones, vacilaciones en la ajena imi-tación,
gusto por el aislamiento entre extranjeros, idea fija de no crearse la-zos
con el continente, desconfianza por toda relación que no pueda rom-perse
en el momento útill*.
Desde un punto de vista histórico es indiscutible que el Atlántico no
ha influido en ia Gran Bretaña sino hasta cuando ei mencionado Océano
comenzó a formar parte de la historia de Europa y fue dominado por los
pueblos continentales. El archipiélago británico -dice A. Demangeon-permaneció
excéntrico en tanto el Mediterráneo 'fue el foco del comercio
del mundo; cambió realmente de posición cuando el comercio se extendió
a los mares del Norte de Europa, desde el Báltico hasta la Mancha. El co-mienzo
de este episodio histórico tuvo lugar en la Edad Media, cuando los
hombres del Norte, abandonando los fiordos escandinavos entraron en con-tacto
con Albión. Estas gentes del Este, !os easterhgs, fueron los primeros
descubridores del Atlántico y de sus posibilidades. Más tarde el Mar del
11. Vid las observaciones en este sentido de Pierre Gourou, Introducción a la geog~afa
humana, Madrid, 1979, pp. 109 y SS. Según su idea vivir del mar es sin duda una oportunidad
que ofrecen las islas, pero hace falta que los insulares la aprovechen. Tal es, por ejemplo, el ca-so
de las Orcadas: un archipiélago admirablemente situado para explotar bancos de pesca muy
ricos y además con excelentes puertos, pero que son frecuentados por pescadores noruegos, in-gleses
y escoceses. Mientras que sus habitantes (a pesar de ser descendientes de los marinos vi-kingos)
apenas practican la pesca y se consagran casi enteramente a la ganadería: ganado para
leche, ganado porcino y sobre todo avicultura para ia producción de huevos que luego venden
a Escocia (Vid. E. MILLER, Orkney, a landof increment. En ~GeographicaEl ssays in memory
0fA.G. Ogilvie». (1959), pp. 7-17).
12. A. DEMANGEON. Islas Británicas. En la «Geografía Universal» de P. Vida1 de la Bla-che
y L. Gallois. Barcelona, ed. de 1958, vol. 1, p. 4. En su calidad de isia -según cita que
Demangeon hace de Vidal de la Blache- la Gran Bretaña ha recibido más tarde que las nacio-nes
continentales el contragolpe de los sucesos que ocurrían en Europa; más tarde y de modo
diferente que la Galia, la influencia romana y el cristianismo; más tarde y más gradualmente
que las regiones renanas, las invasiones germánicas. Se ha convertido en potencia comercial
más tarde que las hanseáticas y en un foco industrial más tarde que Flandes (p. 3).
Norte se convertiría en un auténtico «mar mediterráneo», ensanchándose
tras los grandes descubrimientos geográficos de los siglos XV y XVI. Por ello,
visto desde nuestra perspectiva actual estos acontecimientos revolucionaron
más a la Gran Bretaña que a ningún otro país de Europa.
Hasta el siglo XVI el horizonte británico estuvo orientado hacia las tie-rras
continentales, disputadas durante una centuria en la Guerra de los Cien
años. Cuando Portugal y España en el siglo XV emprenden las aventuras
descubridoras, Inglaterra seguía teniendo sus miras en el Continente e in-cluso
su rey Enrique VI11 aspiraba a la corona imperial. 0, todo lo más, el
mar ejercía una extraña misión: la defensa de un archipiélago que durante
los siglos XVI y XVII careció de ejército y sólo era protegido por la suerte de
las 0las13. A lo largo de la historia el mar ha supuesto para Inglaterra lo que
el clima (el llamado popularmente «general invierno») para la inmensa
Rusia.
Las consecuencias, por tanto, de los descubrimientos geográficos de los
siglos XV y XVI y de la expansión de Europa fueron extraordinarias para la
Gran Bretaña; es más, auténticamente revolucionarias. Desde entonces
aquel aislado archipiélago dejó de estar al margen de la tierra, en elfinis te-vae
de Europa, y se convirtió en avanzadilla por su misma situación geográ-fica,
a la zaga de las potencias marítimas por antonomasia. Las Islas Británi-cas,
a una latitud más alta que la Península Ibérica, se encontraban sencilla-mente
en el camino más corto entre América del Norte y el Viejo Continen-te,
favorecida además por los vientos del Sudoeste que impulsaban a los ve-leros
procedentes de las nuevas tierras descubiertas. La lucha de Inglaterra
por el Atlántico constituye verdaderamente la historia del país, que a fines
del siglo XVII sucede a Holanda en el dominio del Océano. Era el comienzo
de su irresistible expansión ultramarina que desembocará en el imperialis-mo
del siglo XIXl*.
13. Vid. por ejemplo, la History of England by Lord Macaulay, Ed. de London, Heron
Books, 1967, vol. 1, p. 34.
14. De gran interés para comprender la forja de la mentalidad británica en los diversos as-pectos
son las Letters un Englandescritas por Voltaire en el siglo XVIII, que pueden explicar
mucho acerca de su pasado y su futuro. Vid M. MORENO ALONSO, Elmundo bníánico del
sig/o XVíII. De la cartas de Voltaire sobre Inglatem. en <Historia 16, (1982).
AMBITOS BRITANICOS DEL ATLANTICO SUR
El asomo de Inglaterra al Océano Atlántico comienza, en efecto, en el
siglo XVI. La empresa está protagonizada por Sebastián Cabot, empeñado
en encontrar una ruta más corta que las ya conocidas hacia Asia a través del
Atlántico Norte. Años después, en 1530, el arrojado Williams Hawkins in-terfirió
el monopolio portugués comerciando con la costa guineana, y final-mente,
veintitrés años después, se realizaban desde Londres las primeras
expediciones a Guinea y a Costa de Oro que chocaron violentamente con los
portugueses. Hacia 1568 las actividades piráticas de John Hawkins y Drake
y su participación desde años antes en el comercio de esclavos africanos eran
obstaculizadas por los españoles. Desde entonces fueron continuos los en-frentamiento~
e n el Atlántico e incluso en Tierra Firme (Expedición de Dra-
La a- 1C73 en Mnmhre AP n ; n r en e l Tr+mn A e P ~ i n o m d \ Fn A ; r ; e m h r e A e r.L L i i i, i L i ) L I I I."IIIVl.. UL YIV.7, C l l L l L i l L I I I V U.. I LII,'XIII'L,. YI1 UILIGIIIVI.. U..
1577 Drake iniciaba su viaje de circunnavegación de la tierra a bordo del
Golden Hind y tras el paso del Estrecho de Magallanes no tuvo reparos en
aprovecharse de las posesiones españolas a lo largo de la costa del Pacífico,
desde Valparaíso a California.
A la altura de i 580 los ingleses estaban de acuerdo en que el Estrecho
de Magallanes era el mejor camino hacia Asia, e incluso creían en la existen-cia
de un continente en el Pacífico Sur. A ello se debe por consiguiente que
el Mar del Sur atrajera más a los navegantes que el Atlántico Norte en que
habían tenido lugar las expediciones de Frobisher bajo la inspiración de los
escritos de Humphrey Gilbert, cuya primera edición de sus Voyages apare-ció
en 158215. En 1586-8, Thomas Cavendish volvía a circunnavegar el Glo-bo
siguiendo la ruta de Drake, consiguiendo remontar el Támesis un mes
después del desastre de la Invencible. Para entonces Inglaterra tenía ya una
idea exacta de sus grandes posibilidades marinas y de la importancia del do-minio
del mar. En 1587, un año antes de que Felipe 11 ordenara la invasión
de Inglaterra, IT)rake atacaba Cádiz, y posteriormente ikboa, las Azores y
Canarias. Por último, ya en los momentos finales del reinado de Felipe 11,
Inglaterra preparaba una poderosa expedición, bajo el mando del Conde
de Essex y de Howard que saquearon la ciudad de Cádiz, incendiándolal6.
15. sdxe estcs ~specros,K eirh -F!L!NG, A W h v y nJFn&nd London, cd. di
1969, pp. 404 y SS.
16. Las repercusiones en España y en todo el mundo tras este ataque fueron extraordinarias
a pesar de que no lograron las riquezas provenientes de las colonias. El Padre MARIANA, Hlr-t
o k deEspu& Ed. de BAE, vol. 31, p. 407, no duda en hablar de las consecuencias: «...que-
Los tiempos de la reina Isabel (muerta en 1603) marcan claramente las
directrices e intereses de Inglaterra en el comercio, la disputa con las poten-cias
coloniales y el dominio del mar. El agitado siglo XVII inglés, con los
problemas de Escocia e Irlanda, la Guerra Civil y la caída de la Monarquía
no supusieron una ruptura en los intereses exteriores del pueblo inglés, que
fue afirmando, en rivalidad ahora con Holanda, su «vocación» atlántica y
colonial. Este mismo malestar producido en el interior del país actuó de aci-cate
para la expansión exterior, que fue marcadamente influenciada por el
Puritanismo de la época. Los jalones principales del expansionismo británi-co
hasta Utrecht, a través de todo el siglo XVII, están marcados por las si-guientes
fechas: descubrimiento del río Hudson en 1609, circunnavegación
de Australia por Tasman en 1642, asentamiento en Norteamérica, y pose-sión
de una serie de islas en la ruta de las tierras americanas entre las que
destacan las Bahamas, Bermuda, Barbados, Jamaica y el establecimiento de
Honduras, que sucesivamente fueron sustraidas al inmenso imperio espa-ñol.
En la ruta hacia el Indico dominaron durante el siglo los puntos claves
de Gambia, Sierra ~eon;, Bombay, Madrás y Calcuta, aparte de las factorías
de Bandar Abbas, Ormuz y otras del Golfo Pérsico. Desde 1714 Inglaterra
será la gran beneficiaria de las disputas europeas y la gran señora de los ma-res.
Es la época en que la suerte de los ámbitos del Atlántico Sur estaba
echada".
Los inicios del interés oficial británico por el Atlántico Sur están en re-lación
con las rutas marítimas hacia Asia y Australia y de una manera muy
particular por las esperanzas existentes en Africa Occidental. En 1788 era
fundada precisamente en Londres una C~sociación para el Fomento del
mó la flota que allí estaba a la cola para ir a México y que fue gran daño, y muchos mercaderes
por todo el reino padecieron y quebraron». Y el cronista de Sevilla, Francisco DE ARIÑO, Su-cesos
de Sevilla de 1592 a 1604 (ed. de Antonio María Fabién, de 1873, p. 35). escribe al res-pecto:
«Fue la mayor lástima y la mayor perdición que jamás los nacidos han visto, ver venir
tantos barcos llenos de mujeres y ropa llorando y mesándose, unos de Cáliz (sic) y otros de los
que iban a ias indias, unos sin mujeres, otras sin maricios, buscando sus hijos: h e tan notoria
en todo el mundo la perdición que no se puede contan>. El mismo CERVANTES escribió su
anovela ejernplara, La español's inglesa, precisamente, acerca de una niña llevada a Londres por
el capitán de una escuadra de navíos, «de entre los despojos que los ingleses llevaron de la ciu-dad
de Cádizs.
17. Entre estos viajes ingleses a través del Atlántico Sur, vid. Journal by Jacob Bevan of a
voyage on boardthe «New Londonx fioom Madras to the Cape of GoodHope andthence to St.
~í'eleiiar iiid ibe ídand üf A~censiona ndso to Engiand i678. (HM. Sioane MS.683j. iguai-mente
en el Museo Británico (BM. Sloane MS.305) se encuentran diversos extractos de viajes
realizados durante el siglo XVII por el Océano Indico y las islas atlánticas de Santa Elena, As-censión
y Azores.
Descubrimiento de las Regiones Interiores de Africad8, que impulsó las
exploraciones en la costa occidental a la altura de Níger. El continente afri-cano
en su parte atlántica había sido, en efecto, descubierto y explorado li-toralmente
por los portugueses, pero aún durante el siglo XVIII era mucho
lo que se ignoraba tanto en una parte como en otra. En 1652 la Compañía
Holandesa de las Indias Orientales creó un establecimiento en Africa del
Sur, en la bahía de Table que, andando el tiempo, se convertiría en la ciu-dad
de El Cabo. Inglaterra y Francia se contentaron por el momento con el
empleo de las islas flanqueantes de Santa Elena y Mauricio, respectivamente.
Hasta el siglo XlX los intereses estratégicos constituyeron la razón fun-damental
de las relaciones de Europa con Africal9 junto con los comerciales:
se trataba de asegurar la ruta marítima a la India. Y con el dominio de las is-las
atlánticas ésta quedaba asegurada. Por esta razón portugueses, holande-ses
e ingleses se interesaron sucesivamente por su posesión para venir todo
eiio a manos britanicas posteriormente. En ia vertiente americana dei mis-mo
Océano los móviles que enfrentarán a ingleses con españoles y franceses
serán los mismos. A finales del siglo XVIII, el alza del comercio de esclavos
es, por otra parte, un hándicap importante del papel intermediario de las
islas entre los continentes americano y africano. Ni siquiera las guerras de
1778-1783, y de 1793-1815 redujercn éste, hasta el punto de que a finales
de siglo se estimaba en 75.000 esclavos africanos el número que era desem-barcado
en América. Pero verdaderamente el interés de Inglaterra por el do-minio
indiscutido del Atlántico es tardío y corresponde al siglo XIX. Aún
antecediendo a la formación colonial del Imperio, la posesión de las islas de
los Mares del Sur no deja de ser un fenómeno decimonónico20.
18. Vid. A. BOAHEN, The A f k n Associztion, 1788-180S, «Trans. Hist. Soc. Ghana~,
vol. VI (Achimota, 1961), 43-64.
19. Vid. J.D. FAGE, Las relaciones politicas y económicas europeas con A f h Tropical.
En $Historia del Mundo Moderno de Cambridge*, ed. de Barcelona, 1972, vol. IX, 390-402.
Según este autor los primeros en comprender la importancia estratégica fueron los holandeses.
Así en 1677 los franceses se apoderaron de la pequeña isla de Goree, a sotavento de la penín-sula
de Cabo Verde, que era de los primeros. Y posteriormente las necesidades de su lucha ma-rítima
con Francia llevó a los ingleses a la ocupación de la isla durante cada una de las guerras
de 17 5 6
de 1756-1763, 1778-1783, y 1793-1815. Según Fage, considerado retrospectivamente, resulta
sorprendente que no se produjera una ocupación fija en este área por parte británica (IX, 391).
Aunque desde luego, mientras Inglaterra dominara todo el Atlántico Sur un punto estratégico
de la importancia de Goree podía ser tomado siempre que se necesitara.
20. Propiamente, hasta las expediciones antárticas de 1903-1904 grandes áreas del Atlánti-co
Sur permanecían inexploradas, sobre todo las aguas por debajo de los 40° sur de latitud. Las
exploraciones pioneras realizadas en el siglo XIX fueron las de SirJR. Ross en el «Erebusn y «Te-
INGLATERRA Y LAS ISLAS CANARIAS: UN EJEMPLO DEL INTERES
BRITANICO POR EL ATLANTICO
La historia del interés progresivo de Inglaterra por los ámbitos atlánti-cos
está ilustrada, quizás como en ningún otro lugar del Océano, por las Ca-narias.
Estas se convirtieron desde el siglo XVI hasta el mismo siglo XIX en
objetivo preferencial de los intereses británicos. La situación privilegiada del
archipiélago canario21, junto con su posición estratégica y ventajas económi-cas
asoció muy pronto las miras británicas a las islas espafiolas. En un ma-nuscrito
del siglo XVII, existente en el Museo Británico, no se duda en con-siderar
al archipiélago como uno de los lugares de mayor importancia de en-tre
los pertenecientes al Rey de España: The King of Spain is posressed of
many places of mach importante which are accesories and a&ancts to his
other Dominions.. . as the ídana'of L'anan'es? En el iliismo UeíjSsito dociii-mental
son abundantes las referencias a estas islas desde los diversos puntos
de vista que más interesaron a Inglaterra: 1) información general sobre el ar-chipiélago23;
2) posible rivalidad por las Canarias con otros paísesz*; 3) inte-reses
comerciales en las islas durante el mismo siglo XVII25; 4) situación de
rrom (1839-1843), las del &hallengen> (1873-76), el alemán «Gazelle~ (1874-76). la
expedición francesa del xTravailleun> (1880). ia del norteamericano «Blakev (1877), y la del ale-mán
eVaidivia» en 1898.
21. BM. SIoane MS. 2292, fol. 30-33 valora especialmente la situación del archipiélago en
el siglo XVII en la carrera de Indias. Desde un punto de vista geográfico actual, el valor posi-cional
del archipiélago en el Atlántico puede verse en Telesforo BRAVO, GeografZa Generalde
las Islas Canarias, Santa Cmz de Tenerife, 1954-64; y Emilio MURCIA NAVARRO, Santa
Cruz de Tenenfe, mpuerto k escda en elAthtico, Aula de Cultura de Tenerife, 1975.
22. En A particularJourndof the Proceeding in the House of Peers in a cause between J.
Shinner, aprivate lnerchant trading to E. Indies andE. India Company (1667-8). BM. Stowe
MS. 303, fol. 115-116.
23. BM. Eg. MS. 383 en que se recoge documentación española especialmente de finales
del siglo XVIII, con noticias generales sobre Gran Canaria.
24. B?n. Add. MS. 36317, f~!s.2 24, 350 p 352. e a n z de Ena c ~ p i 2de !2s noticias 2cerc2
de lo ocurrido en Tenerife en 1599 cuando una armada flamenca llegó al archipiélago con 84
velas, originando cuantiosos daños, con la particularidad de que «si el enemigo se quisiese for-tificar
en ellas obligara a mucho y impediría entretanto que fuese hechado de allí la Contrata-ción
de las Indias, pues las flotas necesariamente han de pasar por aquellas islas o a vista suya»
(,f . 2241,.
25. BM. Add. MS. 32093, fol. 367 que es una ~Remonstranced~e los mercaderes de Lon-dres
con interesis mercantiles en !as i& ento 11.54 y 1658. Se dice q.ie cllos tienen desde hacía
largo tiempo comercio con aquellas islas sobre todo en las mercancías de Indias y en tabaco.
Tapbién en BM. Stowe MS. 303, fols. 109-126 se hace un razonamiento acerca de la patente
de comercio que, realizada en tiempos de Charles 11, garantizaba a comerciantes de Londres el
tráfico con las Canarias, insistiéndose en que el Parlamento había de hace&aler tales derechos.
los extranjeros y especialmente de los ingleses ante las amenazas de la Inqui-sición26;
5) estado de las fortificaciones en las islas27; o, finalmente, 6) rela-ciones
a niveles de esquema y croquis sobre las islas en los años finales del
siglo XVIIP.
El espacio canario se convierte desde el siglo XVI en uno de los centros
más importantes de la piratería, por parte de flamencos, franceses y sobre
todo ingleses29. Por el tratado de Medina del Campo, de 1489, los Reyes
Católicos concedían a aquellos libertad completa de comercio con aquellos
dominios. Pero es sobre todo a partir de 1519, cuando los comerciantes de
Bristol organizan expediciones comerciales a las islas Azores, Canarias y
costas de Marruecos y Berbería. En dichas relaciones comerciales destacó la fi-gura
de William Hawkins, el famoso mercader de Plymouth, quien con sus
hijos William y John estableció un servicio regular marítimo con el archipié-
!Zgo, ti-&:lc-fido sobre efi aficaiey sv ifiu. Pero a cspa pi-lTlcra fase de
relaciones sigue la de la piraterla en una escalada progresiva a partir de
154030. Durante tres siglos Canarias sufrió la guerra naval entre España y las
distintas naciones europeas que también en los períodos de paz enviaban
sus corsarios y piratas. La razón de ello era el valor estratégico de las islas pa-ra
la «Armada del Sur» y el choque del contrabando inglés contra el mono-polio
hispano31. Momento especialmente difícil para aquellas fue cuando
en noviembre de 1739, Inglaterra declaró la guerra a España tras dos años
de negociaciones difíciles32. Posteriormente, los cónsules ingleses en territo-
26. BM. Eg. MS. 1512 en que se recogen los procedimientos contra extranjeros por la In-quisición
entre 1365 y 1718.
27. BM. Sloane MS. 3827, fols. 204-249 se refiere al estado de las fortificaciones y a la falta
de dinero para este propósito.
28. BM. Add. MS. 19049, fols. 11-13 en el que se traza un breve «An account of the Seven
Canary Island in Africm de hacia 1787; y BM. Add. MS. 15963, con los croquis de las islas por
O. ~ " m ~ h rdee ~17,8 5.
29. La gran obra sobre el particular es la de Antonio RUMEU DE ARMAS, Pzratenás y ata-ques
navales contra kzs isías Canarzas, Niadrid, i.347-50.
30. Entre otros títulos sobre piraterías: A. RUMEU DE ARMAS, Los viajes dejohn Haw-
Iinsa América (lSGZ-IS9S), Sevilla. 1947; A. DE BÉTHENCOURT, y A. RODRIGUEZ, Ata-ques
ingleses contra Fuerteventura (1740), Valladolid, 1965; V. MORALES LEZCANO, Sir
Walter RaZeeigb y los archipiélagos del Atlántico Ibén?o, <Anuario de Esnidios Atlánticosw
(1967), núm. 13, pp. 339-364; E. SERRA RAFOLS, Lospri7neros ataquespir6ticos a Canah,
<Anuario de Estudios Atlánticosw, (1968). núm. 14, pp. 383-403.
3 1. -w. GEVFFEY, PoEtica española y comercio coíoniaí, i i70-i 789, B-aicdona, i979,
pp. 167-8, 184-9,261-2.
32. La publicística inglesa sobre las rivalidades con España en el Atlántico es amplia. A
continuación damos algunos útulos de los referentes al siglo XVIII junto con sus respectivas
signaturas en la Brztlfh Libra0 del Museo Británico: Reasons for a war agaikt Spain. In a letter
rio español comunicaban a su embajador las órdenes que recibían los co-mandantes
y gobernadores de los puertos de España en contra de previsibies
ataques de corsarios y pirata@. También hacían llegar a Londres noticias,
para ellos de sumo valor, como cuando por la epidemia de vómito negro
morían en las islas hombres de la guarnición, como 14 oficiales y 150 hom-bres
en 17713*.
Mientras tanto las relaciones comerciales continuaban, y los comercian-tes
de Londres seguían traficando con las islas35. A finales de siglo, en 1797,
se iba a producir, sin embargo, el choque más duro de los ingleses contra las
Canarias, que estuvo protagonizado nada menos que por Nelson, quien
concibió el proyecto de apoderarse del archipiélago36. El asalto a Santa Cruz
fracasó y el mismo Nelson en el combate del 24 de julio perdió el brazo de-recho".
Desde entorices y a pesar de que la victoria de Trafalgar dio el do- . . minio de! Pd5n:ic~ a !ng!acerrz, ésta crrr,bió !2 t%cticl de! dominio vio!<rnto
por la del dominio económico hasta el punto de entrar Canarias dentro de
la órbita del imperialismo comercial38. No obstante, todavia a finales del
siglo XIX, en 1898 el Foreign Office ofrecía garantías a1 Gobierno de Ma-drid
sobre las islas Canaria@.
(&e& L. D.) fmm a mercbant of Londol'on t d n g to America, to a member of tbe House of
Commong (104.b.46); A Review of all tbat bathpass'dbetween tbe courts of Great Bntain
and Spain relating to OUT trade and navigation, from tbe year 1721. London, 1739
(E.203O(ll.); An Essay on tbe management of the present war witb Spain as far as it has been
hitberto conducted on tbe part of Great Bniaie. By an impartial hand. London, 1740
(81 32. b. 78); Some materialandvery intportant remarks concerning to the present situation of
afJrs between Great Britain, Frunce andSpain, London, 175 5 (8026. c. 34).
33. BM. Add. MS. 24173, fols. 103-105.
34. BM. Add. MS. 24167, fol. 21
35. BM. Add. MS. 14034, relativo a las relaciones comerciales entre 1696 y 1786.
36. Vid la impresa Relación circunstanciada de la defensa que hizo la plaza de Santa C m
de Tenenfe, invadida por una escuadra inglesa, al mando del Contra-almirante Horacio Nel-son,
la madmgada del 2s de &dio de 1797. Madrid, MDCCXCVIII. Vid. también, Francisco
LANUZA CANO, Ataque y derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenenfe. Relato histórico,
Madrid, 1955, VIII, p. 796.
37. BM.Add.34906.fo1.212.
18. Vid. el apartado que sobre «Imperialismo colonial y burguesía dependiente^ escribe
Víctor MORALES LEZCANO en HistorUz General de las Islas Canarias, de Agustín Millares.
Las Palmas, 1977, vol. V. p. 292.
39. Vid Christopher HOWARD, Britain andtbe Casus Belli (1822-1902), London, 1974,
p. 116.
LA DISPUTA DE LAS MALVINAS
A mediados del siglo XVIII, cuando el poder británico se hacía cada
vez más indiscutible, aparecía un grave problema en los Mares del Sur que
iba a dar lugar a una grave crisis internacional. La ocupación de las Malvinas
por Inglaterra, en efecto, suponía no sólo el dominio definitivo de la ruta
de Filipinas sino una espada de Damocles sobre el Imperio español de las
Américas. Los derechos que aducían para la posesión eran los del hipotético
y discutido descubrimiento del archipiélago malvinés por el inglés Davis en
159240. Desde comienzos del siglo XVIII Inglaterra estaba cada vez más in-teresada
en un posible establecimiento en América del Sur con la consi-guiente
ventaja del dominio de los Océanos Atlántico y Pacífico41. Las cláu-sulas
de Utrecht, sin embargo, le dieron por medios pacíficos la hegemonía
del mar y del comercio atlántico a expensas del imperio colonial español.
Posteriormente, en la guerra entre España y Gran Bretaña de 1739, conoci-da
con el nombre de «la oreja deJenkinsw, los ingleses tomaron conciencia
verdaderamente del interés estratégico de las islas Malvinas. El almiranre
Anson, precisamente, expuso ante el Parlamento las ventajas que el estable-cimiento
en unas islas como aquéllas podrían suponer para Inglaterra42 al
mismo tiempo que señalaba la debilidad de las defensas españolas en las In-dias.
Los- planes, sin embargo, para formar una expedición que explorara
aquellas islas y que llevara a cabo las ideas de Anson se vieron interrumpi-dos
en 1748 por la paz de Aquisgrán43 y los deseos del rey de Inglaterra de
mejorar las relaciones con la España de Fernando VI. Por otra parte la Gue-rra
de los Siete Años y las luchas en Canadá y la India impedían a Inglaterra
la apertura de un nuevo conflicto en el Atlántico Sur.
40. La polémica sobre el descubrimiento ha llegado a nuestros días. Los argumentos ingle-ses,
expresados por ejemplo en V.F. BOYSON, The Falkkznd Islands, Oxhd, 1924, p. 23 y SS.
h i a n sido reriiamdos de piano por ia historiograi5a argenrina. Via'. Enrique KüiZ ZUIRAZU,
Proas de Espaea en elmar magaflánico, Buenos Aires. 1945, p. 128.
41. Vid. Dionisio DE ALCEDO Y HERRERA, Pirutenás y agresiones de los ingleses y de
otros pueblos de Europa en la América Espa%ola desde el sz$o XVI al XVII. Publícalas don
Justo Zaragoza, Madrid, 1883, p. 314.
42. En 1748 se publicaba en Londres el viaje de Anson que ya se había dado a conocer tres
años antes. Su título era: A voyage roundthe worldin the years 1740-1744 by George Asma
esp. communder in chief of a squadron of Hlr Majesty's ships, sent upon an expedition to the
South Seas.
43. Julius GOEBBEL, The stnrggle for the Falklandlslund A study in legalunddiplom-tic
hlrtory. New Haven, 1927, p. 197.
Finalizada la Guerra de los Siete Años en 1763, se pusieron en práctica
los proyectos del almirante Anson y, con toda rapidez, se dispuso una expe-dición
hacia las Malvinas bajo el mando del comodoro Byron. A éste se le
dieron órdenes de «marchar a las islas de Su Majestad llamadas Falkland y
Pepys situadas en el Océano Atlántico, cerca del estrecho de Magallanes,
con el fin de hacer reconocimientos más completos de los que se han hecho
hasta ahora, y determinar el lugar o lugares más apropiados para un nuevo
establecimiento o establecimientos en ellas>i**. El 23 de enero de 1765,
Byron, después de haber buscado inutilmente la isla Pepys, tomaba pose-sión
de las Malvinas. Poco después una nueva expedición salía de Inglaterra
hacia el archipiélago. Al difundirse la noticia de la fundación realizada por
los franceses los nuevos ocupantes manifestaban que como las islas «han
sido descubiertas en primer término por súbditos de la Corona de Inglate-rra,
si alguna persona fuese ilegalmente establecida en cualquier parte de
las citadas islas, debe ser compelida a dejarlas, o a prestar juramento de so-metimiento
al Gobierno de Su Majestad, como súbditos de la Corona de la
Gran Bretaña&.
Se iniciaba la crisis de las Malvinas que durante varios años había de
agitar a las cancillerías europeas. Para el ministro español Grimaldi el esta-blecimiento
de los ingleses tenía un valor para ellos más estratégico y miiitar
que comercial o contrabandista. Ante este peligro la respuesta dada por las
autoridades españolas de Madrid y las Indias a la intromisión británica fue
rotunda: los ingleses habían de salir a cualquier precio de las islas. A juicio
del conde de Aranda el problema se presentaba incluso como el más crítico
del reinado de Carlos 11146. En el oficio español presentado al rey Jorge 111,
en que se combinaba la serenidad con la energía, se hacía constar que cual-
44. Vera LEE BROWN, Anglo-Spanüb Relations in America in the closing Years of tbe
CoioniaiEra, Cispanic American Historicai Keview» (Daitimore, i902j, Y, 394.
45. Antes que los ingleses fueron los franceses los primeros en establecerse en el archipiéla-go,
por parte de colonos de Saint Maló, de quienes tomó el nombre de Malouin. El asenta-miento
efectivo se produjo, en efecto, en 1763 a consecuencia del derrumbamiento franco-americano
impuesto por el Tratado de Pazfs, cuando los franceses, adelantándose a los británi-cos
decidieron aprovechar la posición estratégica de las islas en la ruta del mar del Sur. El
proyecto respondía a la iniciativa particular de Bougainville si bien era respaldada por la Co-rona.
En 1766 surgía un primer enfrentam~entoc on los franceses, cuando ya España, después
de difíciles conversaciones con Francia, habla conseguido el restablecimiento de su soberanía
en el archipiélago. Vid. Dom PERNEmC, Histoire d'm voyage aux Ides Maiouines fait en
1763 et 1764, ave6 des ob:en>ations sw /e &o+ de Magellan et sur lespa$agons. París, 1770, 11,
98 SS. en que se refiere a los trabajos realizados por los nuevos colonos.
46. 0. GIL MUNILLA, Mahinas. El conflicto angio-español de 1770. Sevilla, 1848, p. 37.
quier colonia británica en las proximidades del estrecho de Magallanes su-ponía
la violación de los tratados internacionales, y especialmente del de
Utrecht. El Gobierno español basaba la legalidad de sus reclamaciones no
en la ocupación efectiva o en el descubrimiento sino en un título anterior:
las bulas pontificias de 1493 y los tratados posteriores. El archipiélago, aUn-que
despoblado, era un dominio claramente dependiente de la Corona es-pañola.
Por otra parte, Inglaterra fue la potencia más interesada en hacer
consignar en el tratado de Utrecht que el Imperio colonial español de Amé-rica
quedaría como se encontraba antes de la Guerra de Sucesión (1700).
Pues esto suponía la eliminación de Francia, unida a la sazón a España por
la dinastía borbónica, de posibles concesiones ventajosas en el Nuevo Mun-do,
y además el reconocimiento de todas las presas británicas realizadas has-ta
aquella fecha47.
Mientras la tensión diplomática entre Londres y Madrid iba en aumen-to,
Carlos 111 acordaba la conveniencia de establecer en las Malvinas una co-lonia
que asegurara su posesión (julio de 1766). A la vez que se aceleraba la
salida de las islas de los colonos de Saint Malo, la tirantez hispano-inglesa
aumentaba. La política de Grimaldi era enérgica e inflexible: si la diploma-cia
no era suficiente se iría a la guerra, pues «no se trata en ella sino de¡ ata-que
a las posesiones de ultramar, del imperio del Océano, de los intereses
comerciales y de poner límites a la ambición inglesa,. Curiosamente se sabía
todavía muy poco del establecimiento inglés en las islas y a ciencia cierta se
desconocía si verdaderamente se había producido en las Malvinas o en tierra
firme del Pacífico meridional48.
En 1768 una Real Orden enviada al gobernador de Buenos Aires man-daba
taxativamente «no permitir establecimiento alguno de los Yngleses; y
que los que tengan hechos los expela por la fuerza si no sirven las amonesta-ciones,
arreglado a las leyes y sin necesitar más orden>. Con arreglo a estas
instrucciones, salió la escuadra española de Montevideo con efectivos consi-derablemente
superiores y tras abrir fuego contra Port Egmont obligó a los
ingleses a capitular. Era el 10 de junio de 177049. Toda la diplomacia euro-pea
estará pendiente del incidente de las Malvinas. En opinión del conde de
47. El mejor estudio sobre el problema internacional desencadenado por las Malvinas en el
siglo XVIII continúa siendo el de M. HIDALGO PiIETO, La cuestión de las Malvinm. Con-trih2cG-
i alo~t~lddien l a.r relaciones hqbano-znsLesa~e n e¿s&Lo XVIII. Madrid. 1947.
48. BM. Add. MS. 32603, donde se encuentra una interesante documentación relativa a
las Malvinas con una colección de datos referidos a las islas entre 1767 y 1834
49. BM. Add. MS. 40759, fols. 75-77.
Aranda la guerra con Inglaterra era inevitable. A las negociaciones, prime-ro
amistosas con la mediación de Francia, siguió la ruptura de las relaciones
diplomáticas, y a éstas el arreglo definitivo de la causa en favor de España.
La oposición de los whigs protestaba de aquel «ignominioso compromiso en
el que no había satisfacción ni reparación,. La evacuación británica fue dife-rida,
si bien el incidente quedaba definitivamente zanjado en 1774. Con
posterioridad a esta fecha, sin embargo, la presencia británica continuó a
través de las pesquerías de ballenas y lobos marinos en rivalidad con buques
norteamericanos~0.
OCUPACION BRITANICA DE LAS ISLAS DE LOS MARES DEL SUR
Antes de que finalizara el siglo XVIII la primacía absoluta de Inglate-rra
era indiscutible. Y cuando en octubre de 1805 se produjo la batalla de
Trafalgar el señorío británico de los mares se impuso absolutamente. Entre
el comienzo y el final de las guerras napoleónicas experimentó un extraordi-nario
crecimiento. A pesar de las pérdidas sufridas durante el conflicto el
número de barcos mercantes registrados pasó desde 16.418 en 1795 a
24.418 en 1815, lo que suponía un incremento de más de un millón de to-neladas>'.
Al mismo tiempo su fuerza naval se hallaba constituida por
1.168 barcos, una cifra que no tenía par en el mundo de entonces. El secre-to
del inmenso poder inglés así como de la supremacía de Inglaterra sobre la
Francia napoleónica estaba en el dominio del mar. Como diría, precisamen-te,
Wellington «si alguien desea saber la historia de esta guerra le diré que
es nuestra superioridad marítima la que me permite mantener mi ejército,
mientras que el enemigo no puede hacerlod*.
Consciente de esta realidad, Inglaterra decide asegurarse el dominio de
los mares a partir de la derrota misma de Napoleón. Castlereagh, primero
desde el Departamento de Guerra y después como ministro de Exteriores se-rá
el impulsor de esta políticzs3. Para no causar alarma la táctica británica
consistirá en asegurarse el dominio del mar mediante la posesión de peque-
50. BM. Add. MS. 13974, fols. 367 y s ~ .
51. C.E. FAYLE, The Traaé Win& Ed. deparkinson, London, 1948, p. 83.
52. Letters by SirByan Martin, ed. Sir R.V. Hamilton (Navy Record Society, 1898), vol. 11,
p. 4Q9.
53. Sobre la base de las Memoirs and Corresponden~eo f VisGozlnt Castlereagh (publicadas
por su hermano Carlos en 12 vols. London, 1848-54). puede verse por ejemplo la reciente bio-grafía
delohn W. Derry, Castlereagh, London, 1976, pp. 115-138.
ños enclaves remotamente situados pero de un gran interés estratégico. En
1800 Inglaterra se apoderaba de Malta, reteniéndola tras los tratados de Paz
quince años después>*. En 1806 ocupaba por segunda vez El Cabo que ya
había estado en manos británicas entre 1795-1803 a consecuencia del domi-nio
francés de los Países Bajos pasando también a su órbita en 1814>>E. l
año que marca nítidamente la auténtica hegemonía marítima de Inglaterra
es 1815 tras la derrota de Napoleón. En la misma fecha, Gran Bretaña se
adueña de la isla de Helgoland en el mar del Norte56, de las islas jónicas57,
de Ascensión y Mauricio>g además de la adquisición de Ceilán, Singapur y
los recientes establecimientos de Australia. En el otro lado del Atlántico las
cortas esperanzas de conseguir bases en Sudamérica durante la Guerra fue-ron
abandonados antes de que llegara la paz pero también en el mismo
año de 1815 se establecen en la Guayana, Trinidad, Santa Lucía y Tobagos9.
La preocupación del Almirantazgo de extender por el mundo una ver-dadera
red de estaciones navaies que permitieran dominar las rutas de nave-gación
tuvo una favorable acogida en una población que sobreabundaba en
la Gran Bretaña y se veía impulsada a emigrar en unas condiciones extraor-dinariamente
ventajosas. Los capitanes de buques mercantes o las misiones
oficiales emprendidas por el Gobierno contribuían a la vez a la exploración
de los parajes más recónditos como los realizados hacia la Antárticabo. Du-rante
los mismos años de las guerras napoleónicas éstos tampoco se habían
visto interrumpidos61. En 1833, tras la ocupación de las Malvinas, puede
decirse que todos OS Mares del Sur, sin excepción, eran británicos. Como se
decía en una de las MemorUzs sobre aquellos inmensos espacios «ni un solo
ruido entorpecía el silencio de muerte ni la soledad existente, exceptuando
54. Vid William HARDMAN, Tbe;Sistory ofMalta during theperiodofFrench andBri-tisb
occupation, 1798-181J. Ed. de J . Holland Rose, 1909, y Harrison SMITH, Britain in Mal-ta,
Malta, 1953.
55. Vid. la abundante bibliografía existente sobre Africa del Sur en Carnbridge History of
tbe BritisbEmpire, Cambridge, 2nd. edn. 1963, vol. VIII.
56. William G. BLACK, Heligolandand tbe islands of tbe Nortb Sea. London, 1888.
57. Fréderic GUILLAUME DE VANDONCOURT, Mernoirs on tbe Ionian islam consider-edin
a comrnercial, political-rnilitarypoint of view. Translated by William Walton, 1816.
58. Vid. Auguste TOUSSAINT, Bibliograpby ofMauritiu~(I J02-19S4), Pon Louis, 1956.
59. Sobre el reforzamiento de la potencia marítima de Gran Bretaña entre 1793 y 1830,
vid C.W. CRAWLEY, Historiz delMundo Moderno, de Cambridge, cit. IX, p. 7.
60. James WEDDELL, A vovaae towards tbe Soutb Pole in 1822-4, containin~u n exami-nation
of tbe Antarctic Sea to tbe seventy-foz& degree ofbtitude. London, 1825.
61. Vid Charles H. UARNARD, A nanative of tbe suffering andadventures in a voyage a
roundthe Worlddunkg the years 1812, 1813-1816; embracing an account of the seizure ofbis
vesselat tbe FaLBlandIsland New York, 1829.
nosotros»6*. Los fundamentos desde luego de este imperio marítimo mun-dial
no son de tipo territorial o político sino económico. El poder imperial
británico ha sido comparado con los que en la Antigüedad constituyeron
Tiro, Mileto y Cartago. Como en éstos la expansión inglesa se debió esen-cialmente
a la inquietud de sus hombres de negocios para encontrar mate-rias
y abrir nuevos mercados. Como aquéllos se fundamenta sobre la activi-dad
económica de la metrópoli y pudo construirse y podrá mantenerse por
el poderío naval. Sin embargo, a diferencia de los antiguos imperios maríti-mos
citados, el centro del imperio no es solamente una ciudad, sino un es-tado
poderoso cuya población de diez millones de habitantes le permite re-clutar,
en caso necesario, un numeroso ejército y hacer frente al asalto de
potencias fundadas sobre la fuerza milita@.
ISLA ASCEhLiION
Con una superficie de 34 millas cuadradas, esta isla del Atlántico aus-tral
se sitúa a 1.3 30 kms. de Santa Elena64. En un manuscrito de 1699, exis-tente
en el Museo Británico de Londres, referido a las plantas de la isla, y es-crito
en latín se dice que está ad tngesimum qu.artum gradum latitudinzj
Boreah65. Fue descubierta en 1501 por el portugués Juan de Nova, el día
de la Ascensión, de donde tomó el nombre. Es una isla montañosa, con al-gunos
puntos que superan los 800 metros. Su clima se halla dominado por
los alisios del SE. En sus playas abundan las tortugas marinas que se cogen
entre diciembre y mayo66. A lo largo del siglo XVIII permaneció deshabita-da
a pesar de los intereses de los holandeses que se establecieron en ella
transitoriamente67. A finales de siglo y comienzos del XIX los británicos re-
62. L. B. MACKINNON, Atlantic and Transatlantic Sketches, afloat and ashore, Lon-don,
1852, ii, 223.
63. Jacques PIRENNE, Hirtoria Universal, cit., V, 205-206.
64. Vid Duff HART-DAVIS, Ascension. The story of a South Atlantic Lrlana', London,
1972, Vid bibliografía, pp. 230-4.
65. BM. SloaneMS. 2376, fols. 118-122.
66. BM. Sloane MS. 1040, f. 53 b, con la carta de finales del siglo XVII, por Sir N. Miller,
con un esquema de la isla y breves referencias sobre su extensión y situación.
67. :'id An Awiheniic Keiation of zbe rnany Narajbips and sufié&g of a Uutcb saiior,
who waspwt on dore on the uninhabitedlsle ofAscension, by order of tbe Cornrnodore of a
squadron of Duch ships. Ed. de 1746 (Existente como impreso en la aBritish Librarp.
185.a. 12). Hay dos ediciones posteriores, una de 1808 (1326.g. 11). y otra de 1811 (2072.g).
pararon en su valiosa situación en medio del Atlántico@. Y en 1815 toma-ban
posesión de el!a. En 1898 la población era de 186 personas y la superfi-cie
de la isla había sido cultivada hasta permitir el mantenimiento de tres
mil ovejas. Su guarnición estaba compuesta por cien hombres y todos los
gastos se cargaban al Ministerio de Marina@.
SANTA ELENA
Se encuentra a 800 millas al SE de Ascensión, y a 1.200 de la costa afri-cana,
con una extensión de 47 millas cuadradas70. La isla fue descubierta
por el portugués Juan de Nova Catella, el mismo de Ascensión, el 21 de
mayo de 1502, día de Santa Elena. Los portugueses mantuvieron en secreto
su situación hasta que en 1588 fueron visitadas por Cavendish. Los holande-ses
se mantuvieron en ella entre 1645 y 1650 abandonándola seguidamente
p-,;-, ro!ier a &a er, r q x t i d ~~~c a s i c xha~st~a qce en 1673 !os ingleses la
capturaron definitivamente71. De ella se hizo cargo la East India Company
que realizó algunas mejorasj*. Con unos suelos cultivables73, la isla tenía un
gran valor para los barcos de la Compañía que hacían la ruta de las Indias
Orientales desde el mismo siglo XVII74. Casi todos ellos recalaban en ella a
su regreso a Inglaterra «ante la situación de los asuntos públicosJ5. Su bahía
además presentaba unas condiciones excelentes76. Desde 1806, a partir de
un Memorandum presentado por Sir R. Wilson, la isla, siempre por síi posi-ción,
empieza a valorarse más77. Fortificada con una fuerte batería de grue-
68. Geographical collections of Alexander Dalrymple, hydrogapher to the East India
Cornpany (1799) and to the Adrniralty (1795-1808), including accounts of Mauritius, Bour-bon,
Madagascar and Ascension, printed by Dalrymple in The Oriental Repertory (1808), 11,
99.
69. Colonial 0ff;ce LLrt for 1898 (Historical and Statistical Information respecting the
Colonial Dependencies of Great Britain), p. 301.
70. Vid. Geoffrey Charles Kitching, A St. Helena bibliography, St. IHelena, 1937; y Phi-lop
Gosse, St. Helena, ITOI-1938, St. Helena, 1938.
71. BM. Add. MS. 34729, fols. 127-131, en quese recoge el ~Di a ryof theca pturen.
7 2 . KM. ~ d dM. S . 20240, con una recopiiación de noticias muy diversas sobre la isla entre
1687 y 1824.
73. Vid. J.C. MELLISS, St. Helena: a phyrical, histoncaland topographical Descn;btion of
the Island, including its Geology, Fauna, Flora andMeteorology, London, 1875.
74. BM. Sloane MS. 1040. fol. 53 b, en que se incluye un esquema gráfico de la isla con
una sucinta descripción de la forma, corrientes y montes de finales del siglo XVII. Para otra vi-sión
de la isla, ésta de 1791, BM. Add. MS. 45580, fols. 37-38.
n l r A 3 1 i r c ? * A A ? C-1 177 -,- -,-,..,, ,, 2-1- Fe,+ T,Xn pnwyureJ u-
I >. oiw. Auu. i v i a . ,-t-t-t,, rvi. L r , . SL u a n d, u'~c.,a~,a ,, ,-, .,,,, ,, 6 - n ~ -' cn-bernador
de la isla en 1792.
76. BM. Add. MS. 19824, fol. 1. con un plano de la bahía hacia 1798, a cargo de J. Barrow.
77. BM. Add. MS. 30.097, fol. 108.
so cañón, en medio de prodigiosas olas, es definida como «un castillo en
medio del Océanow78. En un promedio de cinco años, desde 1801 a 1805,
inclusive, 165 barcos tocaron anualmente la isla, de tal manera que con fre-cuencia
el total de las tripulaciones superaba al de la población isleña79. La
posesión de la isla fue asignada perpetuamente a la East India Company con
poder de soberanía y legislación y a ella pertenecerá hasta que por un Acta
del Parlamento, de 22 de abril de 1834, pasaba a la Corona80. La suprema
autoridad era la del Gobernador, quien estaba asesorado por un consejo del
que formaban parte el teniente Gobernador y el senior civil servant. En
1808 la fuerza militar de la isla estaba formada por un cuerpo de artillería,
mandado por un teniente coronel, un regimiento de infantería, cinco com-pañías
de blancos y la milicia negra. Poco después esta fuerza era aumenta-da
con 40 hombres de artillería y dos teniente+.
La isla de E;efia se hizo $&Tiosa a: comert~ise efi e: &:igadu
de Napoleón tras la batalla de Waterloo82. En 1815, según un informe, la
población era de 550 habitantes blancos pertenecientes exclusivamente a la
guarnición, y 1.560 negros, de los cuales 340 eran libres. La composición de
las tropas era la siguiente: 400 hombres de artillería, 600 del regimiento de
la isla, y 500 de «black Riflemenw83. Con motivo de la estancia del famoso
prisionero las medidas de seguridad aumentaron extraordinariamente. Así
los barcos de la honorable East Indian Company y otros bajeles que se apro-ximaran
a la isla habían de ser visitados por barcos del establecimiento antes
de permitírseles anclar, exigiéndoseles previamente la lista de pasajeros y el
control absoluto de la tripulación que antes del amanecer o del crepúsculo
había de volver a sus respectivos barcos84. En 1819 se ordenaba igualmente
78. BM. Add. MS. 6715, fol. 131.
79. La población de la isla en 1805 era de 504 habitantes blancos; 1.560 negros, de los que
329 eran libres, formando un total de 2.064, además de la guarnición y el establecimiento civil
de la Compañía. Existía una sola parroquia con dos iglesias. Los extranjeros eran acomodados
en casas particulares (MS . 67 15).
80. BM. Add. MS. 36224, fol. 359, acerca de la opinión legal y jurisdicción (con fecha de
1761).
81. Vd. Extractsfiom the St. HeCena Records fiom 1673 to 183S, compilados por H.R.
Janisch, en un tiempo gobernador de la isla, Jamestown, 1844.
82. La documentación acerca de la estancia de Napoléon en Longwood es muy abundante,
y parte de ella se guarda manuscrita en el BM. Add. MS. 20159, 20208, 20212, 20221, 20222,
20240.
83. BM. Add. MS. 38261, fols. 286-293.
84. BM. Add. MS. 20240, fols. 185-187
la constitución de un tribunal marcial en relación con los franceses dete-nidossl.
Aprovechando tal vez que todo el mundo estaba pendiente de la isla
de Napoleón, las autoridades británicas decidieron dar un golpe espectacu-lar
en 1819 aboliendo la esclavitud en Santa Elena. Era la culminación de
una serie de medidas discutidas en los años anteriores. El día de Navidad de
1818 se resolvió que todos los niños nacidos a partir de esta fecha de hijos de
esclavos propiedad de la Compañía serían libres. En septiembre de 1817
existían en la isla 1.443 esclavos, de los que 605 eran varones y 838 hem-bras.
De los hombres, 431 tenían entre 16 y 60 años de edad; 55 tenían más
de 60 años; y 119, menos de 16. De entre las mujeres, 471 estaban por enci-ma
de los trece, y 367 por debajo86.
En un memorandum de 1862, se decía que Santa Elena es una isla de
considerable interés tanto por estar ligada a los últimos años de la vida de
Bonaparte (que por entonces comenzaba a obrar fama legendaria) como por
un lugar de alto (haltingplace) en la gran ruta navegable de la India y Aus-tralia
a Inglaterra. En el documento se dice que si su importanciapaede no
ser de primera clase tiene la ventaja de que su protección no resulta muy pe-sada,
y su interés es extraordinario «en caso de guerra». Por ello era necesario
acoplar nuevas baterías que pudieran repeler cualquier intento de ataque
por mar, «porque la ciudad y puerto están en una muy amplia bahía97. En
los años anteriores, después de la muerte de Napoleón, las defensas de la is-la
experimentaron un cierto declive que las autoridades locales quisieron
compensar con un mayor desarrollo de las actividades agrícolas88. El tráfico
sin embargo será creciente hasta la apertura de Suez. Según el Dia7Zo del te-niente
Blackwell, quien en 1829 visitó la isla, cuando la silueta de ésta se di-bujó
veinte millas a lo lejos, «era la intención de nuestro capitán permane-cer
48 horas, pero el inusual número de barcos que nosotros encontramos
85. BM. Add. MS. 38368, fol. 256.
86. BM. Add. MS. 20239, fols. 18-23. El número de esclavos de la Compañía era de 97: 53
hombres y 44 mujeres. De los primeros 28 estaban entre 16 y 60 años de edad; dos tenían más
de 60 años; y 23 por debajo de 16 años. Y de las mujeres, 21 estaban por encima de los 13
años, y 23 por debajo.
87. BM. Add. MS. 43511, fol. 26. El costo de los trabajos de defensa a través de la isla que
sc juzgaba cnnueniente e x e! de cincuenta a sesenta mi! !ihm; crin una sarnkidn de ! .2%
hombres, de !os que varios cientos podrían organizarse en una IdandmiZitza.
88. Vid. D. MORñIS. Repon! on the Present Position andprospectsof the AgriczLltwalRe-sowces
of the Islandof St. Helena, Sr. Helena, 1844.
allí, hizo que tuviéramos que detenernos tres o cuatro dIas99. El barco, per-teneciente
a la East IndG Company transportaba fundamentalmente azúcar.
;rl(ISTAN DA CUNHA
Entre los 37" y 38O de Latitud Sur y muy al sur de la isla de Santa Elena
se encuentra, perdido en el Océano, este archipiélago, compuesto de tres is-las
que forman un triángulo de tres leguas distante una de otra@. La mayor
es Tristán da Cunha con cerca de 40 kilómetros de perímetro y formada en
su mayor parte por rocas de constitución volcánica que, cortadas a pico, for-man
grandes montañas con profundos barrancos. En el centro del archipié-lago
se encuentra la isla Inaccesible y al sur las llamadas Stoltenhoff, Middle
y Nightingale91. La costa es bastante peligrosa para la navegación y es azota-da
frecuentemente por los cicl0nes9~. En una descripción de 1792 se dice
que la tierra es buena y hay abundancia de cabras salvajes y faisanes, con
unas aguas ricas en peces del tipo de bacalaos y caballas. Se dice también
que se podrían obtener grandes ventajas de las capturas de ballenas para así
dejar de depender de portugueses y holandeses93.
La isla principal del archipiélago tomó el nombre de su descubridor,
quien en 1506 topó con ella al intentar doblar el Cabo de Buena Esperanza
en la ruta hacia las Indias. El archipiélago se mantuvo deshabitado hasta el
siglo XVIII en que los tripulantes de un ballenero se establecieron en Tris-
. tán da Cunha, uniéndoseles poco después algunos aventureros. Al estallar
la guerra entre los Estados Unidos e Inglaterra a comienzos del siglo XIX
el gobernador de El Cabo, lord Somerset, anexionó las islas para evitar el
posible acoso de los buques británicos que seguían aquella ruta. La razón
principal de ello se debió quizás al temor que el guardían de Napoleón en
Santa Elena, Hudson Lowe, sentía de que los partidarios del emperador in-tentuari
comr Trisdn come hrse de d g ~ ihnt erne de !iherílci6fi9*. Y , e n
89. BM. Add. MS. 39812, tol. 20.
90. BM. Add. MS. 19825, fol. 9.
91. VE' F. and G. STOLFENHOFF, Two years in Inaccesibie, en «Cape Monthly Mag.»
(December, 1873).
92. BM. Sloane MS. 3665. fol. 31. con una carta por el capitán!. Kempthorne. de 1888.
La carta es sólo de la isla de Tristán.
93. BM. Add. MS. 38228, fol. 82. La descripción comete un grave error al considerar que
las otras islas «son del mismo tamaño» que la de Tristán. Se observa también que están llenas
de bosques, agua fresca y excelente tierra.
94. - Vid. ~ e vH. . M: ROGERS, An olcipost of the Atl'antic (TWtan da Cunha), London,
1922.
efecto, el 28 de noviembre de 1816 envió un destacamento con cinco oficia-les
y 36 suboficiales y soldados con sus mujeres e hijos que se instalaron en
la única llanura de la isla, donde construyeron sus alojamientos e instalaron
las baterías. Tenían órdenes de vigilar a cuantos buques pasaran, impedir el
desembarco de los extranjeros y resistir a toda tentativa de establecerse
allí93. Con posterioridad a esta fecha, uno de los hombres de la guarnición,
el cabo William Glass, obtuvo autorización para quedarse allí con su mujer,
sus dos hijos y dos obreros dirigiendo de una manera patriarcal el gobierno
de la isla9G. En 1824 el artista Augusto Earle, en su viaje a Nueva Zelanda,
permaneció un año en Tristán da Cunha y en su Diario da preciosas noticias
sobre la situación del establecimiento97. Gracias a él, por ejemplo, se cono-ce
la humilde cabaña del fundador de la colonia en el año indicado de
182498. Tres años después arribaron a la isla cinco mujeres de color, proce-dentes
de Santa Elena para contraer matrimonio con cinco solteros de Tris-tán.
A la muerte de Glass le sucedieron en el gobierno de la comunidad
Cotton, un antiguo marino inglés y después el holandés Green, quienes
continuaron dedicándose fundamentalmente al cultivo de la tierra99. En
1885 la población de la isla era de 109 personas y de ella 19 eran hombres
adultos, de los cuales 15 murieron ahogados en una chalupa en ese mismo
año, quedando en la isla sólo mujeres y niños prácticamente. Años después,
en 1906, una epidemia desconocida destruyó las cosechas y casi todo el ga-nado.
Y el Gobierno de Londres propuso a los habitantes de la isla transpor-tarlos
a El Caboloo.
LA ISLA DE GOUGH
A 250 millas al SE de Tristán da Cunha y a 1.500 de la ciudad de El
Cabo, se encuentra esta isla del Atlántico Sur, descubierta por los portugue-
95. Rose Annie ROGERS, The Lonely Island, London, 1926.
96. BM. Add. MS. 43729. donde se conserva la Biblz¿a utilizada por Glass en Tristán hasta
su muerte en 1853. En las primeras páginas hay adheridas varias hojas de plantas de la isla.
97. EL Diario era publicado por Longmans en 1832 como anexo a su obra Nine Months
Residence in New Zealandin 1827.. . together witb a Journalof a Residence in Tristan d'Acun-ha,
London, 1832.
98. BM. Add. MS. 43846. La presente documentación manuscrita procede de la donación
hecha en el siglo actual por Mr. Douglas M Gane, ministro honorario de Tristán, a la British
Library.
99. BM. Add. MS. 44085, fols. 67-69, con documentos referentes a la propiedad de la tie-rra
y donación de una casa, no habitada, con dos huertos a Williarn Dalery en 1859.
100. Mrs.K.M.BARROW, ThreeYearsinT~~andaCunha,London.1910.
ses y, en honor de su descubridor, llamada «Diego Alvarez~.E l nombre in-glés
con que se le conoce en la actualidad deriva del capitán del barco britá-nico
que la visitó en 1731. Como el archipiélago en torno a Tristán tiene
un origen igualmente volcánico con numerosas montañas y valles pinto-rescos.
La lluvia es muy grande lo mismo que la vegetación101. A ella acu-den
gran número de pingüinos, cuya presencia forma parte muy
característica de su paisaje. La isla, que tiene ocho millas de longitud por
cuatro de anchura, contiene gran cantidad de guano. Desde la anexión bri-tánica
de Tristán ha sido considerada como posesión británica. En 1904 la
isla era visitada por el barco «Scotia# que exploraba el Antártico en la expe-dición
de Bruce, quien descubrió una rica fauna marinal02. No hay pobla- Dm
N
ción permanente. E
O
Tras la expulsión de los ingleses de Port Egrnont, en 177 1, el archipié- SE
lago malvinés se integró, ya sin discusión, dentro del imperio colonial espa- E
ñol. En 1792 la población de las islas era de unas ciento ochenta personas. 3
Los sucesivos gobernadores españoies se preocuparon fundamentaimente de -
preparar la defensa de las islas, principalmente Puerto Soledad, de vigilar 0
m
E
los movimientos de los británicos en Pott Egrnont y aprovechar los recursos O
pesqueros. Un problema cada vez mayor, a medida que pasaba el tiempo,
era la presencia de naves norteamericanas e inglesas dedicadas a faenas pes- n
E
querasl03. Los españoles establecieron también un presidio para condenados a
a diversas penas. Según el informe de uno de sus gobernadores era conve- n
niente superar el esfuerzo pesquero de los extranjeros impulsando la captu- n
ra de la ballena y de los lobos marinos, y explotando los recursos ganaderos o3
que entonces consistian en cuatro mil ovejas'". El dominio español de las
?yfgl.iiinoc tertn;nií ngtiirg1rn.-nt~ rnn 11 i n r l ~ n ~ n r l ~ n rr ilgl~o < r n l n n i ~ clm . 4 A -"A"--- A-""." '-"'"A"'.""-.- "" '" "'"-r"-'"v""" "- A"" "."A^'"' "A.a--.
canas. A partir de 1808, con la Guerra Peninsular y los conflictos coloniales
el archipiélago fue quedando relegado y casi abandonado. Según el relato
101. R.N.R. BROWN y otros, Tde Botany of Gougb Idands, in dourna1 Linnean Sodetyn
(1905).
102. R.N.R. BROWN of the uScotia» expedition, Diego Alvarez otl Goqh Islands, in
uScottish Geog. Mag.» (Agosto, 1905). También, Tbe Voyage of the dcotzh, London, 1906.
103 BM. Add. MS. 35503, fol. 94-103, con extractos de cartas del capitán George Farmer,
comandante de la corbeta de SM. uThe Swiftn al Almirantazgo. Se refiere especialmente a la
hostilidad que reciben de los españoles en estas islas durante la época de la disputa. - 104. BM. Add. MS. 13974, fol. 368.
del capitán norteamericano Charles H. Barnard, ya citado, quien recaló en
las islas por aquellos años, éstas presentaban un aspecto desolador. En esta
situación, y en 1820, el Gobierno de las Naciones Unidas comisionaba a
David Jewet para tomar posesión del archipiélago «en nombre del país a
que éstas pertenecen por ley natural». Bajo el dominio argentino, por con-siguiente,
se iniciaba una nueva y corta época de la historia de las disputa-das
islas. Bajo el gobierno de Luis Vernet creció la explotación de los recur-sos
económicos gracias a la venida de nuevos colonos. El Puerro Soledad de-sarrollaba
una actividad no conocida antes y la cabaña ganadera se estima-ba,
poco después, en la existencia de unas doce mil cabezas de ganado va-cuno
y más de cuatro mil de caballar105. Durante aquellos años los únicos
problemas externos que afectaron la vida de las islas y de sus habitantes fue-ron
los litigios con los balleneros norteamericanos que hacían frecuente acto
de presencia y que en alguna ocasión llevó a las autoridades a su apresa-miento.
Estos hechos desembocaron en un grave incidente cuando la corbe-ta
de guerra Lexington intervino al considerar pirático el ptocedimiento
empleado con los buques norteamericanos'06. Su actuación, violenta y de
todo punto injustificada, agrió las relaciones entre Estados Unidos y Ar-gentina.
La vida de las islas bajo la soberanía argentina fue breve. Tras el inci-dente
del «Lexington~I,n glaterra cobró conciencia del papel verdaderamen-te
extraordinario (sobre todo por su situación) del archipiélago por más que
desde 1774 había abandonado los viejos proyectos de establecerse en las
Falklands. Tampoco, tras la incorporación a Argentina en 1820, no hubo
por parte británica ninguna reclamación. Por ello la nueva actitud del go-bierno
británico, que desembocó en la ocupación de las islas, hace pensar
en el temor de que otro país, como por ejemplo los Estados Unidos, pudie-ran
tomarle la vez y asentarse en éstas. Pues ya en 1823 el presidente esta-dounidense
Monroe había lanzado la famosa declaración de «América para
los americanos»l07. El cambio de actitud por parte de Londres se advierte a
105. R. FITZROY, Narrative of the sumeying voyuge of HMS aAdventure~ and nBeagle2
between the years 1826-1836, London, 1839, p. 294.
106. BM. Add. MS. 32603. Aquí puede verse el Apéndice a los documentos ofiiulespu-blicados
sobre elasunto de las Malvinas que contiene elescZarecimiento de los hechosperpetra-dos
por elcomandante Silas Duncan de la corbeta de guerra de los Estados Unidos contra aquél
cstd!eci&e??fo $1 q s hnbitmtes, Buenos Aires, 1x32
107. La toma de las Malvinas violaba, en principio. la declaración que Monroe hizo en su
mensaje dirigido al Conpreso de los Estados Unidos el dos de diciembre de 1823 y que había
sido redactado por Adams, estableciéndose el postulado de que el continente americano no se-
partir de 1829 para desembocar finalmente en la decisión de Palmerston de
volver a las Falklands. En agosto de 1832 la suerte del archipiélago argenti-no
estaba echada. La corbeta británica CZío, mandada por el capitán John
Onslow, ponía rumbo hacia Puerto Egmont con las órdenes de izar la ban-dera
inglesa, como expresión de los derechos de soberanía de Inglaterra so-bre
las islas. En abril de 1833 una nota de Palmerston señalaba que con
aquella acción se pretendía «ejercer allí los antiguos e incontestables dere-chos
que corresponden a S.M. y obrar en aquel paraje como una posesión
que pertenece a la Gran Bretaña».
La explotación y administración colonial de las Falklands se produce,
por consiguiente, a partir de la acción de la Clío. Desde el principio la tarea
de los británicos fue la de continuar con la obra de la explotación de los re-cursos
y sobre todo la de disuadir a los navíos extranjeros de pescar e incluso
navegar en las aguar. de! archipié!ag~. En 1838 se c~nstit~~S!aI í&i &hzdb-
Zands Association que tomaba a su cargo la explotación de la colonia. Y en
1841 lord Russell, entonces ministro de colonias, consiguió del Parlamento
la aprobación de un Acta para vender tierras a particularesl08. En 1845, Mr.
S. Lafone, un rico ganadero y comerciante del Río de la Plata, obtuvo del
Gobierno una concesión en la parte sur de la isla con una extensión de
600.000 acres y posesión de todo el ganado, por un pago de diez mil libras
de 1845 a 1852, y veinte mil en diez años, a partir de 1852. Sin embargo en
este último año indicado los intereses de Mr. Lafone en la llamada Lafonia
eran comprados por la Falkdand Idands Company por el precio de treinta
mil libras.
Progresivamente Londres fue aumentando su interés por el archipiéla-go
dadas sus ventajosas condiciones de situación como estación naval, posi-ción
estratégica, interés de comerciantes y presidiolog. Incluso desde el
punto de vista de la lejanía de Inglaterra en un Memorandzmz de 1853 se
advertía que, a pesar de todo, el costo de los transportes era la mitad del
existente en cualquiera de loi situados entre otros !ugxes cnm,~A) um!ia,
California, China y la metrópoli. En el citado documento oficial se conside-ría
susceptible de colonización por las potencias europeas. Pero según el ministro de Estado,
Mr. Layard en la fecha tardía de 1886, no era aplicable al caso de las Malvinas dado que la ocu-pación
británica se llevó a cabo <en virtud de un título a que decía tener derecho y que hacía
mucho lo había declarado y sostenido aquel gobierno, (Vid. Alfredo L. PALACIO, Las idas
A&dsimz2;. NrcM+iZL&o úrgsnii~oB. uenos Aires, i934, p. 78j.
108. PublicRecordOffice(C.O.81, 1-25).
109. BM. Add. MS. 43256, fols. 36-38, con un mapa general de 1848; y el puerto de Stan-ley
en el Este de las islas.
raba taxativamente como el mejor punto situado de todas las posesiones
británicas, aen un rango de importancia no segundo a Gibraltar, Malta,
Aden, y Hong Kong en orden a mantener amigables relaciones con otras na-ciones
de la tierra o proteger sus intereses en caso de rupturadl0.
Población de las Falklands a finales del siglo xlx
Años
1885
1886
1887
1889
1891
1892
1893
1894
18%
1896
Varones
(censoj i .O86
1 .O97
1.116
1.146
1.173
1.198
Hembras
340
720
715
aproximadamente
**m /u3
71 1
728
756
780
794
Total
1 .O50
1.800
1.843
1.928
i .789
1.808
1.844
1.902
1.953
1.902
Fuente: Colonial Office List for 1898.
LAS ISLAS BRITANICASAL SUR DE LAS MALVINAS
En el Atlántico Sur, entre las Malvinas y la Antártica se encuentran
unas islas diminutas, deshabitadas y cubiertas casi permanentemente por
los hielos. Forman una serie de archipiélagos diseminados a miles de millas
unos de otros, y constituidos por las islas Georgias del Sur, Sandwich del
Sur, Orcadas del Sur, y al oeste de éstas las Shetland del Sur (entre el Esue-cho
de Drake y ia Penínsuia Antárticaj. Las primeras, concre~amcnic, eiaii
descubiertas por Antony de La Rocne en 1675 y exploradas y tomada pose-sión
por el capitán Cook en 1775. Todas estas islas son dependencias, según
la consideración administrativa del Reino Unido, de las MalvinaslIl. Y han
1 10. Memorándum de 5 de marzo de 1853 en Add, MS. 43.256, fol. 34.
111. &ate Papen». Letters Patent of Government of South Georgia, South Orkneys,
South Shetlands, Sandwich Islands and Graham Land (Westminster, 21 julio 1908). Vol. 101,
p. 76.
sido y siguen siendo reivindicadas por Argentina. Dada la latitud y la situa-ción
antártica de las islas mencionadas, durante el siglo XIX fueron visita-das
sucesivamente por expediciones de exploraciónll2.
LAS ISLAS SURAlZANTICAS EN LA ORBITA DEL IMPERIO
Desde finales del siglo XVIII Inglaterra extiende de una manera efec-tiva,
mucho más allá de sus fronteras insulares, no ya sólo su influencia sino
también sus posesiones. Preocupación constante del Almirantazgo fue la de
extender por el mundo una verdadera red de estaciones navales que le per-mitiera
el dominio de las rutas y del comercio. Parte fundamental en esta
expansión desempeñaron las distintas Compañías británicas. La East India
Company era una auténtica potencia mundial: en Londres, en la India, en
la ruta hacia las posesiones asiáticas, en los asuntos políticos, en los medios
Íinancieros, en ei mercado mundiai de ios productos tropicales:::. La carrera
emprendida por Gran Bretaña en pro de la ocupación de tierras coloniales
fue formidable: en 1815, en torno a este año, la mayor parte de las islas del
Atlántico cayeron en su poder. En 1829 (precisamente cuando Londres co-mienza
a valorar nuevamente la posición de las Malvinas) la colonización
emprendida desde años atrás se extendía a la parte occidental de Australia,
territorios que se temía pudieran ser ocupados por los franceses; y cuyo in-tento
fue favorecido por el incremento de los precios de las lanas austra-lianas.
La era de Nelson tiene una importancia decisiva en la potenciación de
la politica expansionista británica. El poderío marítimo en aquella época de
vela dependía de tres factores: de la existencia de una flota de guerra efi-
112. Vzd Atlantische Stzldien, Gottingen (1853-55), 8 vols. En junio de 1876 el Challen-ger,
bajo el mando de los capitanes Nares y Thomson fue el primer barco -febrero de 1874-
en cruzar el círculo antártico bajo vapor, y su exploración marca una era en la exploración del
mar. La expedición recaló curiosamente en Port Stanley, en las Malvinas, y a instancias del co-
;oíd D'hiq (iiiteíes~dop oi cíiioníix eii ias kias carbón y grafiroj ei nacuraiista de ja expecii-ción
H.N. Moseley recorrió gran parte de la isla, pero su mayor hallazgo fue el descubrimiento
de un esqueleto de ballena. Vid Sir C. WYVILLE THOMSON, The Atlantic. A preliminaiy
account of the general results of the explohg voyage of H.M.S. Challenger. Macmillan,
1877, p. 208.
113. Vid. Pierre RENOUVIN, Htdoria de las relaciones internacionales. Ed. de Aguilar,
1967, t. 1, vol. 11, pp. 1.097-98. No obstante el sistema de las grandes compañías, majestuoso
ins txmect~Y P V c ~ i & Xeiiwiii, eia coiisideiado poi iiiüiliü~c omo aicaico e irieficaz.
Los mismos negociantes de Glasgow y Liverpool criticaban con más o menos razón a la East In-dian
Company, quienes pretendían encauzar el comercio de ultramar hacia la libertad de
empresa.
ciente, de una marina mercante bien pertrechada y de unas bases ultrama-rinas
desde las que se pudieran lanzar ataques sobre las posesiones colonia-les.
Tras las batallas navales decisivas ganadas en aquellos años, Inglaterra
era el único país que contaba con estas posibilidades. En 1796 el gran im-pulsor
de las construcciones navales sería Sir Samuel Bentham, hemano de
Jeremy, quien modificó los astilleros e hizo numerosas reformas hasta
1813114. Posteriormente, durante los años centrales del siglo, las corrientes
colonialistas sufrieron un retroceso motivado en gran parte por las tenden-cias
liberales y el consiguiente predominio de la política interior sobre la ex-terior">.
Con todo, sólo Gran Bretaña mantiene por aquellos años una
política expansiva que cuenta con el respaldo de la espléndida prosperidad
de la era victoriana (con su éxito técnico, aumento demográfico, expansión
económica). El resultado seda la extensión de Gran Bretaña a un territorio
120 veces mayor que la metrópoli.
Mientras tanto ei dominio de ios mares se hacía m& efectivo. Todavía
en 1835 el matemático Lardner afirmaba que querer lanzarse a través del
Océano, sin escalas, y contando sólo con el carbón, «sería tanto como pro-yectar
un viaje de Liverpool a la Luna». Tres años después, sin embargo, te-nía
lugar la famosa travesía del Sinw y del Great We~temqu e, combinando
el vap& y las velas, fueron de Liverpool a Nueva York"6. Los veleros conti-núan
no obstante perfeccionándose y continúan desempeñando un papel
importante hasta finales del siglo XIX. La navegación a vela se mantiene en
numerosos itinerarios y para el transporte de cargamentos pesados. La aper-tura
del canal de Suez será un duro golpe dado lo estrecho del canal y de
que el viento es raro en el Mar Rojo. Entre 1800 y 1895 los astilleros ingleses
por sí solos fabricaban las tres cuartas partes de los barcos del mundo tanto
veleros como carbonerosll7. El radio de acción de los puertos ingleses es tal
114. C.C. LLOYD. Lar fuerzas armaáasy elarte de laguena: la Maha. En aHistoria de
Cambridge,, cit., IX, 52-61.
11 5. Jacques PIRENNE. Hirtona Univmsuf. cit., VI, 124 As! ci?mdo en 1845 los liberales
ingleses subieron al poder su librecambio, contrario a todos los privilegios económicos, tendió
a la expansión comercial marítima. no al dominio sobre las colonias. John Bright hacía votos
porque llegara ael día en que Inglaterra no poseyese ni un acre de tierra en suelo asiático, y en
1863, Goldwin Smith sostenía que «el imperio era una carga para la Gran Bretaña».
116. Roben SCHNERB, El siglo XIX. El apogeo de la expansión europea (1815-1914),
Barcelona, 1969, p. 46.
117. Para la marina inglesa vid W. ]AMES, Naval Histoq of Great Bn>uie; Parir, 1837,
con abundantes datos estadísticos de la marina mercante y de guerra; C.N. PARKINSON,
Warin the Eastem Seas, 1793-1815, London, 1954; y C.J. BARTLET, Great Bnjain andSea
Power, 1815-53, oxford, 1963.
que llega hasta Shangai. Con tal potencial todas las tierras, las insulares y las
costeras de todos los continentes, quedaban a su alcancells.
Rentabilidad de Santa Elena y las Malvinas en 1852
Conceptos
Aduanas
Venta de tierras
Renta de tierras
Sellos y licencias
Impuestos
Correos
Gastos Gobierno
Otras ayudas
Santa Elena
Recaudación Gastos
10.963 libras 2.396
13 -
999 388
1.949 -
319 -
!O! 72
386 -
1.267 -
Malvinas
Recaudación
Fuente: Revenue and Expenditure (colonies), ordered by the House of House of Com-mons
(13 agosto 1853).
En este contexto y con la incorporación de las Malvinas a la Corona de
Inglaterra en 1833119 no sólo el Atlántico Sur de Africa sino el de América
quedaban asegurados. Pocos años después, sin embargo, y dentro de la tesis
anticolonialista de los liberales se puso en duda la conveniencia de conti-nuar
con las islas dado el alto costo. En la temprana fecha de 1841 Sir Wi1-
liarn Molesworth dijo en el Parlamento lo siguiente: «concluiré ahora el ca-tálogo
de las estaciones militares con las Falklands. Sobre este triste y deso-lado
lugar arrasado por los vientos donde ni los cereales ni árboles pueden
118. Vid. John F. SHEPPARD, A tr) across the Atlantic, London, 1893: John D. LEWIS,
Acr0.r~M e Atlanzic, London, i a j i ; and The Atlantic Navágator áeing a n a z l t d descn>tion
of the coasts of France, Spain and Portzgal, $be West coast of Afnca, the coast of Brasil and
Patagonia, the áslands of the Azores, Madeiras, Cana& and Cape Verde and the detached
schoah anddasgers, reportedto emSt in the Atlantic, London, 4 a ed. de 1854 (En «British Li-braryu,
10496, cc. 15).
119. BM. Add. MS. 32603, donde se conserva la correspondencia publicada del ministro
plenipotenciario de las «Provincias Unidas del Río de la Plata, Manuel Moreno y el ministro de
Estado Pairnerston. Este en ia répiica de 27 de enero expresaba que ia manera de proceáer de¡
comandante de la Cllo era conforme a las instrucciones dadas por el Gobierno de S.M. al almi-rante
Baker, el último comandante en jefe de la Station Sudamericana; y que éste tenía órde-nes
de enviar un barco de guerra a las Malvinas para ejercer el antiguo e indiscutible derecho de
soberanía inglesa. El mismo Palrnerston enviaba a don Manuel Moreno copia fidedigna de los
documentos depositados en el State Paper Office.
crecer hemos gastado 35 .O00 libras. Tenemos un establecimiento civil allí al
costo de cinco mil libras por añod20. El mismo parlamentario propuso in-cluso
atender las reclamaciones de Buenos Aires. Por entonces, efectiva-mente,
la administración inglesa tenía problemas de abastecimiento en la
colonial21. A pesar de todo, lo cierto es que desde que los ingleses se asen-taron
en las Malvinas otros establecimientos coloniales no simularon los per-juicios
que para sus intereses comerciales podría derivarse de ello. La Gaceta
de Hong-Kong, con fecha de 21 de abril de 1842, comentaba con amargura
el «numeroso e influyente partido interesado en colonizar estas islas»l22.
Las lejanas islas Malvinas cobran un interés especial para Inglaterra
veinte años después de su anexión, bajo la administración de lord Rusell123.
Desde años anteriores el encargado de negocios y Cónsul General en Buenos
Aires, Sir Woodbine Parish, había llamado la atención continuamente al
Gobierno de Londres sobre la importancia de las islas. Los pro y los contras
de la revitalización del archipiélago. malvinés se manifiestan en un muy im-portante
memorandzlm de cinco de marzo de 1853124. El Gobierno tomaba
conciencia tanto «de las ventajas naturales como de las que pueden asegu-rarse
» como estación naval, base colonial y presidio. El mencionado memo-rándum
basándose en la obra del capitán Sir J. Ross (Voyage of Discovery)
no dudaba en reconocer que «puede ser satisfacctoiz'amente demostrado que
ningzinpzlnto de los dominios de SM es más conveniente». Al objeto de re-valorizar
la colonia se advertía que las grandes ventajas del clima anotable-mente
saludable» aduciendo testimonios de Fitzroy, Sulivan y el doctor
Darwinl25. ~h lo referente a los costos de transporte se aseguraba, en lo con-cerniente,
al establecimiento de un penal que éste sería la mitad del exis-
120. V.F. BOYSON. The Falhlandlslands, cit. p. 119.
121. Así. por ejemplo, cuando el cinco de abril de 1842 llegó a las Malvinas la expedición
antártica de Ross las islas estaban desabastecidas de harina que tenía que venir de Buenos Ai-res.
Vid. Sir ]ames CLARKE ROSS. A voyage of DiscoveT and Research in the Southem and
Antartic Regions dunng the years 1839-43. London. 2 vol. 11, 238.
122. V.F. BOYSON, The lalíSluzdUlaz~c,i t.. p. !1 2.
123. Vid. Ea11 GREY, The colonial Policy of loreohn Rusell's Adminzstration, Bentley,
1854.
124. BM. Add. MS. 43256, fols. 34 y ss.
125. Según dichos testimonios se afirma que la temperatura es considerable y notablemen-te
estable, asiendo los extremos de calor y frío, usuales en Inglaterra, desconocidos aquí»; con-cluyéndose
que ata1 temperatura es mejor para los hombres nacidos en el clima de Gran Brera-fia
n,-e la &da p olajante ~rmósferad e !E! atit-d-s e ~ g l t o r j a ld~o~n,d <p~! poder inr!ina&n
al trabajo es disminuida ron el efecto de fomentar las malas pasiones entre los hombres». Otros
testimonios aducidos son los del capitán Sullivan, Voyages of the Adventure andBeagle y el de
WEDDELL, A voyage towards the South Pole.
tente en cualquiera de los otros establecimientos existente, dada la situación
de las islas a mitad de camino entre Gran Bretaña, Australia, California y
Chinal26.
Otra de las ventajas del archipiélago de las Malvinas que se subrayaba
en el mencionado informe era la de la fácil y barata administración, que po-
&a sustentarse prósperamente con los recursos de las mismas islas. Se indi-caba
que el ganado de cerdo, bovino y ovino eran abundantes y de la mejor
calidad; y que en el cabo de Hornos podría obtenerse provisiones frescas.
Tan sólo la harina, los bizcochos y los vestidos habría que importarlos, se-gún
se decía, de Inglaterra y Canadá hasta que pudieran producirse en las
islas. El optimismo ante la posibilidad de encontrar minerales y otros recur-sos
en el subsuelo es evidente y se decía que «parece que carbón ha sido des-cubierto,
aunque esto requiere confirmación». Por otra parte tan sólo se re-quería
una pequeña guarnición militar para la custodia del archipiélago y
de los prisioneros, quienes por otra parte constituirían una mano de obra
extraordinaria para los trabajos de transformación de aquellas islas leja-nas127.
Por otra parte la nueva posesión británica tenía un valor especial
para el comercio y la navegaciónl28, pudiéndose evitar otros puertos de las
costas de Sudamérica. Igualmente los barcos de Su Majestad así como los de
126. Entre otras ventajas para un establecimiento penal se indican, ante todo, el aisla-miento
de las islas, en su mayor parte deshabitadas y que resultaba ideal para acoger a los reos,
con lo que éstos (se decía) no corromperían a la población nativa. Condición ésta que no ofre-cían
los otros establecimientos, establecidos en las islas Norfolk, Fidgee, Sidney, Sociedad,
Marquesas que se veían frecuentadas por comerciantes independientes y hombres con barcos
propios; con la particularidad de que en muchas ocasiones los hombres que hacían aquel co-mercio
habían sido con anterioridad reos. Literalmente se exponía también que «nos veríamos
libres de la molesta cuestión de qué hacer con. nuestros reosn y que los filántropos saludarían
con infinita satisfacción este cuidado de la Mother Colcntrj. Pero lo más importante era quizás
que aquel establecimiento de penados supondría un muy bajo desembolso preliminar por el
Home Govemment, que además sería rápidamente recuperado.
127. Los primeros trabajos de transformación: caminos, edificios, obras públicas, construc-ción
de almacenes correrían, en efecto, a manos de los presos. Curiosamente se distinguía entre
los reos de das clases más bajas^, quienes se emplearían en la construcción de edificios, mue-lles,
diques, barracas, encierros para ganados, viviendas para oficiales del gobierno, alcanta-rillas
y canales para abastecimiento de agua; y «los de clase superior» que podrían tener ocupa-ción
en la construcción de viviendas para ellos mismos, cría de caballo, carnicería, recoger gua-no
y hacer zapatos o mantequilla. Esto por otra parte supondría para la Faihiand Isiands Com-pany
la provisión de una considerable fuente de recursos, a pesar de que la Compañía pagaría
al G- -o-b ierno un cierto porcentaje por los sueldos a los reos. ~ L B . Xicardo E. LAIEET-BOIS, Una tierra argentina. Las islas Maivizas, Buenos Aires,
1948. p. 310, considera que la presión ejercida por los comerciantes directamente interesados
en las transacciones comerciales con Australia y otras tierras del Pacífico fue indudable en la
anexión de las Malvinas.
la marina mercante podrían ser reparados a precios más baratos que en nin-gunos
otros puertos de aquellos mares. La Escuadra de S.M. se beneficiaría
notablemente de aquella posición al tener que mantenerse flotante sobre
las aguas de la costa oriental y occidental de América meridional, con gran
ahorro de tiempo en cada viaje a Inglaterra desde el Pacífico. Se recalcaba
igualmente que «como no puede ser dudado razonablemente que líneas de
vapores serán establecidas alrededor de Horn, ias Falklands son el punto de
todas las otras más conveniente para una Coalzng Station, que en tiempo de
guerra se volvería inexpugnable».
El memorándum, muy particularmente, tiene en cuenta las ventajas
que «en caso de guerra» pueden desprenderse de las Malvinas: «en la posibi-lidad
de guerra, que quienes buscan la paz están forzados a contemplar, es
difícil exagerar las ventajas que la posesión de estas islas permitiría a Gran
- Bretaña respecto a su posición, por ias grandes posiciones locaies. Eesde es-te
punto de vista, todo retraso en poner a las Falklands disponibles como
una StatzOn Nravalde primer rango, al pie de Gibraltar y otros liigares, sería
un equivocación». Esta Naval Station podría ser llamada verdaderamente la
«llave del Pacífico,. Igualmente se señalaba que, en el caso de una guerra
que envolviera a las grandes potencias marítimas, toda la pesca del Pacífico
entero y todo el comercio sobre la costa occidental de América estaría bajo el
control de los dueños de las islas. De aquí, por consiguiente, el interés para
Inglaterra de las Malvinas como eslabón básico del Imperio: «Así esta colo-nia
por su extraordinaria posición está en un rango de importancia no se-gundo
a Gibraltar, Malta, Aden, Hong Kong en orden a mantener amiga-bles
relaciones con otras naciones de la tierra o proteger sus intereses en caso
de ruptura.»
Las islas habían sido además recomendadas por los Colonial Landand
Emigration Commissioners como «as a place of transportation, perhaps
,~,orc& gibIe afiy =:he: Eritisl, Pcsc;essior,-129. Pero ~ ~aO--~-P-C--n P-n-P e rzn
los únicos en estimar el valor de las Malvinas. En el mismo año de 1853 el
Gobierno de los Estados Unidos nombraba al capitán William Horton Smy-ley
como agente comercial en las islas, y un año después volvía a surgir un
grave incidente, como el que había provocado en tiempos el Lemhgton, al
ordenar las autoridades de ias islas apresar a dos buques pesqueros nortea-
129. Pcrhment Pcper, núm. 7. 27 agosto 1841
mericanosl30. En los últimos años, efectivamente, sobre todo a partir de fi-nales
del decenio de los 30, se advierte una preocupación progresiva por las
islas que en los primeros años no dejaron de continuar en estado de semia-bandonol31.
Es muy posible que la continua presencia de balleneros norte-americanos
incidiera en ellol32. Primero, con el establecimiento de un presi-dio133
y, después, con la formación de una Compañía Comercial de las is-la+,
que se encarga de la administración de las tierras, el levantamiento
de edificios, los correos con Montevideo y el tránsito de los pasajeros a Aus-tralia135.
Por el mismo tiempo que Londres se preocupaba cada vez más de la
nueva colonia de las Malvinas, se incrementaba también las otras bases del
Atlántico, especialmente la de la isla de Santa Elena. En 1850-5 1, la guarni-ción
era de cinco oficiales y 8 1 hombres y el costo de sus pagas el de 3.298 li-brasl36.
Años antes, en 1843, un BiZ del Gobierno de Londres relacionaba
de alguna manera los establecimientos de la costa atlántica de Africa con las
Malvinasl37, y posteriormente una ordenanza de 1871 se refería a la expor-tación
de armas a las mencionados enclavesl38. A finales de los años 70 la
isla Ascensión, hasta entonces, más olvidada es también objeto de un mayor
interésl39.
130. The Execzltive Docmaents pnnted by order of the Senate of the United States for the
secondsessions of the forty second Congress 1871 -72. Washington, 1872, vol. 1, documento ,
núm. 19.
Para el problema de los barcos balleneros norteamericanos, con la correspondencia entre el
Contraalmirante Henderson y el Secretario del Almirantazgo en 1854, vid BM. Add. MS.
43356, fols. 233-247. Los barcos de Estados Unidos causantes del conflicto eran el uHudson~e, l
«Washington» y el uGermantown».
131. La versión de este abandono la da, por ejemplo, el oficial Lauchlan BELLINGHAM
MACKINNON, Some Accozlnt of the Falkland Islands fiom a six month ' residence in 1838
andl839, London, 1840.
132. La colección de documentos oficiales con que el Gobierno instruye al Cuerpo legislati-vo..
. del origen, estado y problema de las cuestiones pendientes con los Estados Unidos sobre
las Malvinas, en G.T. WHITINGTON, The Falklandlshnd; compileedfrom ten years ' investi-gation
ofthe subject (1840).
133. Reasons for the formation of a Convict Establishment at the Falkland Isles, London,
1845 (En la uBritish Library~s, ignatura 1890.e.3 (35).
i 34. Some accozlnt of the sketch for the foma~ion of a charteres company, to be calledthe
FalklandIslands Company (signat. 10480.c.20(6).
135. Vid An Accozlnt of the Falklandlslands. To whi¿h is addeda Preliminary Sketch for
the Formation ofa chartered Company. London, 1851 ; y también, The Falklandlslands Com-pany
Ltd (l8Sl -19SI).
136. House of Commons, relación de 14 febrero de 1854.
137. House of Lord Record Office, L.J. Ixxv, 115, de 30 marzo 1843.
138. StatePaper~,de15febrero1871,vol.73,150.
139. Vid Mrs. Gill, Six months in Ascension, London, 1878.
El interés británico por las islas del Atlántico es diferente al que Gran
Bretaña muestra por las otras colonias. Pues como es sabido en la década de
los años 60 el mismo Disraeli había aconsejado el abandono de las avanza-das
británicas en el Africa Occidental e incluso a principio de los 80 Cham-berlain
había combatido el imperialismo. Hacia 1870 los estadistas británi-cos
creían que Inglaterra estaba territorialmente completa140. De aquí las
posibilidades potenciales que incumbían a las islas del Atlántico Sur como
avanzadillas del Imperio, que será a partir de entonces cuando se expansio-ne.
Años más tarde, en pleno apogeo del imperialismo, Joseph Chamber-lain
consideraba el imperio ultramarino como una propiedad sin explotar, y
reconocía que Inglaterra tenía obligaciones precisas hacia sus dependencias
y que por consiguiente debería justificar su dominio <aportando seguridad,
paz y una relativa prosperidad a las tierras que nunca las habían conocido».
Su programa, por consiguiente, era el de estrechar más las relaciones entre
la Gran Bretaña y sus colonias. A partir de 1870, ciertamente, el imperialis-mo
se recrudece. Las razones profundas del fenómeno son, desde luego,
complejas: aumento de la población en la mayoría de los países europeos,
incremento de la industrialización y de la demanda de productos exóticos,
la mejora de las comunicaciones, la intensificación del comercio internacio-nal
y la misma tensión internacionall41.
Las ansias expansionistas en la década de los 80 estaban protagonizadas
por lo que se ha llamado el imperialismop7zvado de las Grandes Compañías co-merciales:
la Impenal East Afncan Company, la Royal Niger Company,
la So~cthA fnca cchartered Company, que fueron los grandes instrumentos
de la expansión. Hasta entonces, Londres se había contentado con asegurar-se
la ruta hacia la India con algunas que otras intervenciones, pero a partir de
la fecha indicada las aspiraciones británicas, en palabras de Robinson, «se
hicieron específicamente imperialistas»l4*. Las potencias europeas, princi-palmente
Inglaterra, se deciden a reforzar la seguridad de las colonias me-diante
la proclamación de protectorados, dominios, zonas de influencias,
monopolios y concesiones a las Compañías. El propósito inicial, y quizás
fundamental, no era sino el de mantener alejados a otros cuya presencia por
140. Paul KNAPLUND, Gran Bretaña y el Imperio británico. En <Historia de Cambrid-ge
», cit., XI, 274.
141. Vid. A.J.P. TAYLOR, The stmggle for mastery in Europe, 1848-1918. Oxford.
1969. p. 438, en que al referirse a la política exterior de Salisbuty trata los arreglos de Ingla-terra
con las potencias europeas en orden a defender el Imperio.
142. R.E. ROBINSON. Elreparto de Africa. en «Historia de Cambridge». cit., XI, 448.
muy improbable que fuera podía resultar inconveniente para el interés na-cional.
Por esta razón además, las islas suratlánticas cobraban un significado
especial de guardianas verdaderamente notables. Aunque en otro contexto,
el mismo lord Salisbury no dudaba en calificar esta mentalidad como la
«tendencia a ocupar la luna con el fin de precaverse contra un ataque de
Marted43.
Relaciones económicas de Inglaterra con Santa Elena en libras
Años Ingresos
12.186
10.043
1 1 S40
8.509
8.729
6.874
7.691
8.547
9.161
9.762
9.160
Gastos
1 1.209
11.369
10.448
8.979
9.032
8.288
7.445
7.637
7.873
8.063
8.872
Tonelaje
Inglés
1 15.488
1 15.423
114.469
83.097
66.272
61.865
66.972
73.418
82.262
7 1.549
87.023
Tonelaje
Total
127.559
125.806
127.163
94.668
79.366 \
65.636 '
74.161 '
81.161
87.346
73.888
89.137
Importaciones
de Inglaterra
28.949
21.584
22.329.
19.465
19.672
16.646
19.010
25 .O69
18.994
22.263
21.233
Fuente: Colonial Ofice List for 1898.
En esta situación es evidente que las ventajas militares de las islas del
Atlántico se destacan en los años finales de siglo. Todo el Imperio, oficial-mente
proclamado en la India, dependía de esas avanzadillas botadas en los
ámbitos lejanos de los Mares del Sur. En 1871 el Duque de Edimburgo visi-taba
las islas Malvinas como recuerda un obelisco levantado dos años des-pués14$
y en abril de 1886 el almirante Kennedy hacía lo mismo141. En
1888, por un ImpenaGDefence BiZZse incrementaba notablemente el presu-puesto
para forticaciones, cuarteies, trabajos y artiiierla pesada en ios iímites
de la AmdraZa~ianS tahon, advirtiéndose la urgencia para las obras de los ar-senales
de Su Majestad y puertos militaresl46.
143. Historia de Cambridge. cit. X I , 295.
144. V.F. BOYSON, The Falklandlslands. cit. 146.
145. Sir William R. KENNEDY. Sporting sketches in Sozlth America. London. 1892.
p. 49.
146. Draft of a Bill for defiayin~th e expenses of canying into effect un Agreement for Na-va/
Defence with the Aastra/asian Colonies andprovtde for the defnce of certain ports and
coaling station andfor making firtherprovision forthe abovepurpose (1888).
El decenio de 1880 tiene una importancia decisiva para las islas del At-lántico
Sur en cuanto a su reforzamiento militar. Una comisión presidida
por Lord Carnavon recomendaba la fortificación de Sierra Leona por una
~oalings tation de primera clase, y Santa Elena como de segunda. La Colo-nial
Ofice había establecido en diciembre de 1887 que Sierra Leona, en
efecto, era uno de los principales eslabones en la estratégica cadena que
conecta la madre-patria con los otros territorios lejanos, «en la ruta que, en
el caso de un parón del canal de Suez, será la más importante, tanto estra-tégica
como comercialmente»l*7. Pero, en torno al tema, iba a surgir una
dura polémica por parte de los más altos miembros del Almirantazgo al
considerar éstos la importancia de las islas Ascensión y Santa Elena. Estos,
efectivamente, estaban de acuerdo en la importancia de Sierra Leona, pero
estimaban también los inconvenientes: 1) la dificultad de establecerse allí
los europeos, quienes <morían como ovejas,, como probaba el hospital siem-pre
iieno; y 2j ia proximidad mayor a Dakar, donde ios franceses tenían una
base importante.
Relaciones económicas de Inglaterra con las Malvinas en libras
Tonelaje Tonelaje
Años Ingresos Gastos británico total
Fuente: Colonial Office List for 1898.
147. BM. Eg. MS. 3291 C. fols. 123-136. Se dice también que«Sierra Leona. de hecho. es
tan importante para proteger la ruta de El Cabo (cuando Suez esté bloqueado) como Gi-braltar~.
Con estas razones el Almirantazgo insistía en la importancia mayor,
desde un punto de vista estratégico, de las islas, pero, ahora bien, las opi-niones
estaban divididas. Para unos, Santa Elena era la que reunía mejores
condiciones, para otros, y especialmente para el contraalmirante Sir Walter
Hunt-Grubbe, era Ascensión. La polémica que tuvo lugar en junio de 1888
es una clara muestra del extraordinario, incluso vital, interés de aquellas ba-ses
para la marina y para el mismo Imperio. Según el contraalmirante Hunt-
Grubbe, Ascensión es una plaza de extraordinaria importancia, situada en
el centro del tráfico de El Cabo, y además a 500 millas desde donde el cin-turón
de calmas prevalece, y con una población de compatriotas. Según su
argumentación era muy difícil que una nación europea pudiera atacarla,
para lo cual tendría que atravesar todo el Atlántico. Reconocía que en los
últimos años se había hecho notables mejoras en la isla, aunque tenía que
importar todo el grano junto con otras materias primas. No dudaba en reco-nocer
que se empleaba trabajo negro (la esclavitud teóricamente había sido
abolida por Inglaterra a comienzos de siglo), pero que éstos eran malos tra-bajadores,
y no soportaban el frío de las montañas. Según él una buena
guarnición para la isla era la de 150 hombres. Estimaba la capacidad de es-tacionamiento
de carbón en la isla entre tres mil y cinco mil toneladas. En
cuanto al argumento de que si Ascensión era dejada sin defensa podía ser
tomada por el enemigo y utilizada durante la guerra como una base hostil
decía que era de poco peso, «a menos que el dominio del mar sea totalmen-te
perdido durante un largo periodo tal operación sería imposible,. Natu-ralmente
que con ello aludía a la amenaza francesa, pues Ascensión se en-cuentra
a 1.400 millas de Dakar así como Sierra Leona está a tan sólo 40014'3.
Por su posición, las condiciones de Santa Elena eran, en parte, diferen-tes.
Se encuentra en una situación equidistante de El Cabo (a 1.700 millas),
la isla portuguesa de San Vicente, que es la única estación de carbón princi-pal
si se exceptúa Sierra Leona (a 1.450 millas) y la isla de Santa Elena (a 680
millas). Podía autoabastecerse tanto de agua (mientras que Ascensión de-pendía
de las lluvias) como de comida y estaba muy bien defendida espe-cialmente
en torno a Jamestown. Pero tenía una serie de inconvenientes: 1)
tenía buenos caminos, y por consiguiente el enemigo podía desembarcar
con mayor posibilidad de apoderarse de la isla; 2) la colonia tenía una im-
148. Vid. Winfried BAUMGART, The idea and Reality of BrjtLrh and French. Colonia/
expansion (1880-1914). Oxford. 1982. con referencias al panorama general de la economía.
capitales y directrices políticas.
portante mayoría de población de color, «susceptible a toda especie de en-fermedades
»; y finalmente, 3) la dificultad que tenía el Almirantazgo de
administrarla al estar en manos de la firma de Solomon, Moss y Gideon and
Company. De cualquier forma, se trataba de discutir matices tan sólo den-tro
de una política económica y militar de expansiónl49.
El inmenso imperio británico del siglo XIX se ha desintegrado, en
efecto, en el siglo XX. La historia muestra que, a lo largo del tiempo, los Es-tados,
después de alcanzar el máximo poder, declinan irremisiblemente.
Paradójicamente, sin embargo, Inglaterra sigue dominando las viejas rutas
con los mismos enclaves que, antaño, constituyeron sus bases de expansión.
Tan sólo la crisis de las Malvinas, de 1982, ha supuesto un «atentado» a su
soberanía secular de los mares del Sur y sus enclaves coloniales. La fuerte m
reacción británica, verdaderamente sorprendente e inesperada, ha hecho E
pensar a los observadores políticos e historiográficos que se trata del canto O
n -
de! cisne de !e q~l ese ha !!~madn e! N~nimperia!iczm. Las circwstancias, =m
O
sin embargo han cambiado, y si en 1901 el The Economist, un importante E
E
2 periódico inglés, afirmaba que «como nación no somos demasiado queridos E
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a lo ancho del mundo; pero no se puede negar que nuestras fuentes de fuer-za
política son apreciadas»lso, la realidad actual es muy diferente. Con 3
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todo, lo que el Reino Unido conserva del Imperio son los enclaves que en -
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tiempos del imperialismo histórico le permitió el dominio del mundo. E
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149. Vid. Peter CAIN, Anrony HOPKINS. The political Econorzy o f Rbtzrh Expansion
Overseas, 1736-iQi4,« Economic 'n'isrory íieview~2. nd'. series. 3 3 íi9xOj. 463-490.
150. Núm. de 26 de enero. Cirado en Paul KNAPLUND. Gran Rrefañay el Imperio Rri-tánico.
En «historia de Cambridpe~X. I. 279.