VICISITUDES DE UNA VILLA DE CANARIOS
EN LA ESPAÑOLA: SAN CARLOS DE TENERIFE,
1684-1750
ANTONIO GUTIÉRREZ ESCUDERO
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
El tema de la emigración canaria a Indias ha sido ampliamente
estudiado en monografías y artículosl . En el VI Coloquio de Historia
Canario-Americana (1984) ya presentamos una comunicación
donde se exponía de forma global la serie de problemas que afectaba
a este desplazamiento de isleños hacia el Nuevo Mundo. Decíamos
entonces que el abandono del solar de nacimiento, la familia, las
amistades, suponía una dura prueba para los canarios que decidían
marchar a América. El Gobierno español procuraba paliar el traumático
abandono del país natal con el ofrecimiento de una serie de
ventajas y concesiones (dinero, tierras, aperos, animales) que por
desgracia no siempre se materializaban.
Los problemas económicos de la Corona, la irregularidad en los
envíos del situado, la escasa hospitalidad ofrecida y la aclimatación
al nuevo territorio, podían, en la mayoría de las ocasiones, frustrar
los proyectos de repoblación de las tierras americanas con los naturales
de las Islas Canarias2 • Así, en 1700, debía socorrerse a cada
familia emigrante compuesta por cinco miembros con 50 pesos para
la adquisición de ropa y utensilios agrícolas (azadas, arados); además,
había que prestarle la ayuda necesaria e imprescindible
durante los primeros y difíciles momentos de la llegada a los lugares
asignados, hasta que «con el repartimiento de tierra que se les
hiciese y sitios que se les señalare, puedan vivir por SD>3.
Con frecuencia, alguno de los presupuestos señalados fallaba,
en ocasiones incluso los dos. Este es el caso de Santo Domingo,
donde los canarios hallaban una situación que en nada mejoraba a la
dejada en el archipiélago, encontrándose que .
«obligados de la necesidad, para matar el hambre, comen las
frutas' silvestres que encuentran, de que se les originan las
enfermedades y mueren luego» 4 •
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Los causantes del deficiente auxilio eran tanto los Oficiales
Reales como los vecinos hispanodominicanos, cuando no el propio
Gobernador y Presidente de la Real Audiencia. Aquéllos solían alegar
falta de fondos para no conceder los subsidios previstos5; éstos
se mostraban reacios a acoger a las familias isleñas por un espacio
de tiempo tan dilatado como seis meses, ni siquiera empleándolas
como trabajadores sin sueldo en las tareas agrícolas6 •
Algunos gobernadores dominicanos mostraron muy escasa predisposición
a la hora de facilitar una buena acogida a los emigrantes.
A Fernando Costanzó, por ejemplo, se le acusó de no dar las órdenes
oportunas para el alojamiento, manutención y reparto de tierras
a los canarios; aunque objetó que carecía de un mandamiento concreto
al respecto, la excusa es bastante inconsistente en una autoridad
de un territorio donde con frecuencia' arribaban barcadas de
isleños7 • El abandono, la falta de previsiones, la dura aclimatación,
las dificultades, ocasionaron la huida de un número considerable de
canarios a otras provincias americanas pese a las disposiciones en
contras. A veces, de todas las familias canarias depositadas en
Santo Domingo en un momento determinado, sólo restaban dos
pues el resto había marchado a otros lugares -Cuba, Venezuelá y
Campeche-9 • Un compendio de lo expuesto hasta ahora es la villa
de San C'arlos de Tenerife, cuyas vicisitudes y las de sus pobladores
pasamos a continuación a analizar.
DIFICULTADES PARA EL EMBARQUE
La ocupación francesa de la zona occidental de la Española
creó un problema a las autoridades hispanas, incapaces de detener
un posible avance de los galos sobre los deshabitados territorios centrales.
La isla había sido devastada, a principios del siglo XVII, en la
región que ahora Francia protegía, propiciando con ello la división
en dos comunidades orígenes de las actuales República de Haití y
República Dominicana.
La única forma de garantizar la pervivencia de los españoles en
la porción oriental, muy mermada de población y con una economía
deficiente, era con el fomento de la emigración hacia Santo
Domingo. En 1686 y 1694, se pensó remitir familias de Flandes;
en 1694 y 1701 hubo proyectos para encaminar naturales de
Irlanda. Ninguno de estos planes prosperó, y quienes verdaderamente
poblarán Santo Domingo serán los canarios.
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Vicisitudes de una villa de canarios en La Española: San Carlos... 709
En 1684 se inician los preparativos para la remisión de isleños
a Santo Domingo, en un total de cien familias, y los inconvenientes,
quizás premonición de problemas posteriores, surgen de inmediato.
No se encuentra una embarcación para el transporte de las personas
pues el único ofrecimiento, el del capitán Mateos de Palacios, es
desechado porque las condiciones exigidas daban a entender más un
interés por comerciar con América que por conducir emigrantes10 •
Al fin, el Consulado de Sevilla contrata con Ignacio Pérez Caro
el traslado de las familias situadas en Tenerife; en el desarroli0 de
las negociaciones, el tiempo ha transcurrido desde marzo, fecha prevista
para la partida, a agosto cuando se les advierte de una rápida
salida en los primeros días de septiembre. Pese a todo, un nuevo
retraso del que no se especifican las causas provoca que el navío de
Pérez Caro no entre en el puerto' de Santa Cruz hasta el diez
de octubre.
Los meses de retraso han sido perjudiciales para las familias
tinerfeñas que en la seguridad del embarque habían vendido todas
sus pertenencias; incluso los cuarenta reales por cabeza recibidos en
concepto de socorro habían sido ya gastados en la larga espera,
encontrándose «estos pobres casi en la calle y los más de ellos
pidiendo limosna para mantenerse» 11. Mal comibnzo para estos
canarios que en un total de 97 familias (543 personas) lograron llegar
a Santo Domingo con muchas dificultades que, por desgracia, no
serían las únicas.
lA BÚSQUEDA DE UN EMPLAZAMIENTO IDÓNEO
En el ambiente tropical, la insalubridad es un grave inconveniente
que en Santo Domingo deja su impronta. A la existencia de
diversos parásitosl2, enfermedades y fiebres propias del lugar, se une
la insularidad, la abundancia de ríos, arroyos y lagunas, y la intensa
insolación que recibe. La caída de lluvia sobre la tierra fuertemente
recalentada crea, además, la característica y nociva humedad propia
de esta zona geográfica13. El resultado es una serie de pestes, padecimientos
y otros azotes de influencia directa sobre los nuevos habitantes
llegados a la isla.
La falta de salubridad afectó sobremanera a las familias canarias
emigrantes. El cambio de ambiente y la necesaria adaptación al
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nuevo medio, distintos del habitual, causó males importantes entre
los isleños. No son ajenos a estos hechos el grado de abandono de
Santo Domingo, así como la falta de limpieza e higiene de los lugares
donde se les instalaba, originada por la escasez de habitantes y la
carencia de esclavos que realizaran tales tareas l4 •
Los tinerfeños arribados en 1684 sufrirán estas calamidades.
En principio hubo intención de distribuirlos por todo el territorio,
pero luego se decidió concentrarlos en un solo punto, el Higuerito o
el Higuero, a seis leguas de la capital, primer emplazamiento de la
villa de San Carlos de Tenerife. La zona parecía idónea y saludable
para el asentamiento, se habían señalado las tierras ejidales, suministrado
dinero, maíz, hachas y herramientas, y establecido los principales
cargos de gohierno. Al poco tiempo, sin embargo, aparecería
la desgracia en forma de «una grave epidemia que si no salimos con
toda brevedad de aquel sitio, perecemos todOS»15~ Era la viruela que
cobró 126 víctimas y dejó en mermadas condiciones al resto. Las
causas del mal, según los canarios, habían sido la mala tierra, el aire
impuro y la excesiva humedad del paraje asignado, aparte de no
haberse acondicionado éste adecuadamentel6 •
Las inversiones realizadas hasta entonces se perdieron; en total
unos mil cuatrocientos pesos recaudados de la imposición de
«dos cuartos en cada arrel de carne que correspondía a maravedís
en libra... y que en lugar de cuatro reses que se rastreaban
en la carnicería...se aumentase otra res más» 17 •
Por otra parte, los supervivientes buscaron refugio en la capital, contentándose
con malvivir del acarreo de leña de los montes cercanos
y alimentándose de frutas silvestres. El conocimiento de estos
hechos por el gobierno metropolitano, que contrariaban su política
de poblamiento, generó una orden mediante la cual se instaba al Presidente
de Santo Domingo a buscar otro lugar donde fundar un
nuevo pueblo con las familias que restabanl8 • La elección recayó en
un promontorio cercano a Santo Domingo, deseo de los propios
canarios «para estar más cerca de los cirujanos de la capital y doctores
»; al poco tiempo ya habían realizado sementeras, tenían nombrado
capitán y disponían de setenta armas de fuego -arcabuces
y mosquetes19.
En el nuevo emplazamiento comenzaron a levantar una iglesia
pobre (de ornamento de lana, y cáliz, vinajera y misal prestados)
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que con posterioridad se convertiría en fuente de disputa con ciertos
gobernadores capitalinos. En 1691 había otras disputas también
destacables; en primer lugar con el presidente Andrés de Robles,
que en su autoridad obligó a los canarios de San Carlos «con rigor y
apremio a que trabajasen de sol a sol en terraplenar dos baluartes de
la muralla nueva que fabricó (en Santo Domingo)>>, con el consiguiente
abandono de los cultivos y de los trabajos en la construcción
del templo. Por otra parte, surgen ya las primeras diferencias con
algunos vecinos de la capital acerca de la propiedad de unas tierras
lindantes con las exiguas tres caballerías ejidales establecidas. El
pleito permite conocer uno de los aspectos más significativos de
Santo Domingo: el de la propiedad territorial.
lA LUCHA POR LA TIERRA
En la segunda y definitiva fundación de San Carlos se habían
establecido una serie. de condiciones a los canarios dada la proximidad
a la capital; entre ellas figuraba la prohibición de desbrozar los
terrenos cercanos a un monte que se conservaba para emboscar a un
posible enemigo invasor. Sí podían, sin embargo, labrar las tierras
en dirección al llamado camino de la canoa, y a ello se aplicaron.
Cuandó todo parecía en orden una denuncia reclamando los derechos
de pertenencia trastocó la actividad de los vecinos, obligados
por las justicias de la capital al abandono de esos predios, o a la
satisfacción de un arrendamient020 •
El Cabildo de San Carlos decidió no permanecer impasible
ante una situación que consideraba injusta y se dirigió al rey exponiéndole
el problema. Entre otras circunstancias se relataban las
vicisitudes padecidas con anterioridad, los enfrentamientos con las
autoridades hispanodominicanas, la dudosa legalidad de los lugares
pretendidos por los reclamantes de Santo Domingo y los cuantiosos
gastos empleados en inacabables pleitos que subsumían los escasos
beneficios obtenidos por el trabajo. Examinado el caso en Consejo
de Indias, la respuesta del fiscal fue contundente: no ~ólo·eran insuficientes
las tres caballerías de ejido señaladas al pueblo, sino que los
canarios de San Carlos podían sembrar en los parajes próximos sin
ningún impedimento y quien se sintiese lesionado en sus .derechos
que presentase el correspondiente título de propiedad21 •
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En 1694, tres años después de iniciado el conflicto, un informe
nos comunica que los isleños han comenzado a «abrir y romper los
montes cercanos, extendiéndose a voluntad, no encontrando obstáculo
alguno por ser tierras realengas»22. Al parecer, ninguna de las
demandas interpuestas por los vecinos de Santo Domingo tenían
base cierta -el Consejo de Indias ratificó en todas sus partes el dictamen
del fiscal-o La ocupación de las tierras contiguas a la capital
se habría realizado, según los casos, mediante consenso, prioridad
en la llegada u otro medio cualquiera, pero no por compra, donación,
composición, etc. En Santo Domingo, sin embargo, este sistema
de apropiación estaría muy generalizado, dándose con
frecuencia el abuso o el nepotismo de los miembros de los cabildos
en la adjudicación de predios.
El oidor de la Audiencia de Santo Domingo, Fernando de
Araujo y Ribera, nos refiere el suceso de San Carlos y la actuación
de algunas autoridades de la siguiente forma:
«Y además de los referidos parece fueron fundados los tales
lugares con tan falta de providencia que no se les dio ejidos y
comunes competentes para poder ayudarse a mantener en ellos
algunos pobres según lo dispuesto por las leyes de las nuevas
colonias... siendo cosa risible que a donde no sobran sino tierras,
se permitan semejantes absurdos en perjuicio del bien
público, sucediendo lo mismo con los pobres isleños en la parte
donde los poblaron, que habiéndolo hecho sin contradicción de
persona alguna que tuviese derecho, en un pedazo de monte
inculto, después de poblados y que se experimentó que con su
trabajo lobraban muy buenos frutos, los inquietaron con diversos
litigios sobre la propiedad de la tierra, ocasionándoles el
que las hubiesen de comprar, con lo que con su afán y sudor
habían podido ir adquiriendo, no faltando ministros de los que
se halllan muy adelantados que apadrinan semejantes
litigios»23.
Parecía claro que únicamente la envidia de la aplicación y prosperidad
de los canarios había motivado unas reclamaciones improcedentes.
Con el objeto de conseguir sin esfuerzo una buena renta o
unas tierras ya en sazón, se alegaron derechos de propiedad
indemostrables.
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Vicisitudes de una villa de canarios en La Española: San Carlos... 713
LA POLÉMICA SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA
Una de las primeras obligaciones que se impusieron los canarios
fundadores de San Carlos fue la edificación de un templo donde
poder asistir a los cultos religiosos. Dados los escasos medios disponibles
sólo pudieron levantar un edificio de madera con cubierta de
palma que durante algunos años prestó los servicios necesarios. El
aumento de la población de la villa y las inclemencias del tiempo
decidieron su sustitución por otro de mayores proporciones y realizado
con materiales más resistentes; en el actual ya no tenían cabida
todos los feligreses y los temporales solían destruirlo en parte. La
idea de erigir una nueva iglesia se mezcló con una disputa acerca de
la conveniencia de mantener el pueblo de San Carlos en su emplazamiento
o arrasarlo para trasladar a sus vecinos a Santo Domingo;
esta última propuesta trataba de evitar los inconvenientes de disponer
de una población asentada sobre un promontorio desde el cual
un invasor podría dominar la capital y fortificarse en éP4.
La idea del peligro que representaba San Carlos puesto que
«forma un padrastro, por lo que si fuera ocupado por enemigos tardarían
poco en ocupar la capital», comenzó a calar en el pensamiento
de algunos gobernadores dominicanos, apoyados por la
opinión de ciertos informantes peninsulares25 • En vista de ello fueron
paralizadas las obras de la nueva iglesia y se prohibió la construcción
de casas de piedras, obligando a mantener los bohíos fáciles
de incendiar en caso de peligr026. Frente a estas afirmaciones, el
cura de San Carlos solicita licencia al rey para «hacer una iglesia de
14 pilares de piedra o ladrillo, y entre pilar y pilar media vara de
tapia de grueso, armada de madera y cubierta de tejas». Rebate el
sacerdote las alegaciones sobre la pésima ubicación de San Carlos
en caso de ataque a la capital aduciendo que las invasiones siempre
se han realizado por la boca del río Jaina, ,distante de Santo
Domingo, y nunca por el río Ozama, permitiendo ello prevenir los
ataques; por otro lado, añade, ni las murallas de la capital son resistentes,
ni hay suficiente población para una defensa duradera, y por
tanto, San Carlos no sería una ayuda decisiva para los posibles
enemigos27 •
Las opiniones a favor o en contra de las posturas expuestas se
mantuvieron por espacio de más de treinta años, originando una
extensísima documentación donde se recogen afirmaciones en uno u
otro sentido. Parece que según las simpatías que despertaran los
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714 Antonio Gutiérrez Escudero
canarios los dictámenes se decantaban por la destrucción del pueblo
o por el mantenimiento, incluida la edificación de una iglesia con
buenos materiales. Hacia 1725 las obras del templo nuevo estaban
en marcha con la colaboración de todos los vecinos, unos proporcionando
dinero para la compra de los utensilios necesarios, otros con
su esfuerzo personal. Entre el 31 de junio y el 20 de agosto se habían
realizado los cimientos; quedaba ya todo a la espera de continuar
lo empezad028 •
A falta de colocar la techumbre, las obras fueron otra vez paralizadas
por el gobernador Zorrilla de San Martín, ya en la década de
1740, a la espera de decidir si San Carlos era destruido. La reacción
del Cabildo de la villa es inmediata con súplicas al rey para que
ordene la reanudación de los trabajos sin la oposición del gobernador;
en este caso, la Audiencia dominicana se une a las peticiones de
los canarios con la afirmación· de que el pueblo
«es útil y conveniente al real servicio, y que en ningún acontecimientá
de guerra puede perjudicar la iglesia, pues siendo el
techo de ésta de tejas, como está prevenido, es muy fácil de
demoler en caso de ser necesario por temor de enemigos
»29 .
En realidad, cercana ya la primera mitad de siglo, es manifiesta
la importancia de San Carlos en el abastecimiento a la capital. De
los cultivos atendidos por los isleños se suministraba a Santo
Domingo cazabe, arroz, maíz y otras vituallas, únicos artículos agrícolas
consumidos por la población capitalina30 • Ahora el problema
estaría en demoler San Carlos, pues sus vecinos
«se levantan muy temprano a medianoche para ir a sus labores
con lo que éstas avanzan mucho. Estando en Santo Domingo,
como las puertas no se abren hasta el amanecer, ello supondría
un retraso en ir al campo, y por tanto una pérdida en cuanto al
trabajo y laboreo de los campos»3).
Al fin, la iglesia pudo acabarse aunque fue situada de modo que
tres de sus lados pudiesen abatirse por los cañones de los fuertes que
defendían la capital, asegurándose así su destrucción en caso de
extremo peligro. Es curioso, sin embargo, las dificultades de los
vecinos de San Carlos en cualquier realización que acometían.
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NOTAS
1. Véase MORALES PADRÓN, Francisco: Colonos canarios en Indias
«A.E.A», E.E.H.A., Sevilla, 1951, vol. VIII, págs. 399-441, y Las Canarias y la
poli/ica emigratoria a Indias, en I Coloquio de Historia Canario-Americana, Las
Palmas, 1977, págs. 210-291. En los diversos Coloquios celebrados hasta ahora se
han presentado igualmente comunicaciones rerferidas a los aspectos generales y particulares
de la emigración canaria a América.
2. GUTIÉRREZ ESCUDERO, A: Inmigración canaria a América:avatares
de los isleños en Santo Domingo. 1684-1764, en VI Coloquio de Historia
Canario-Americana (1984), Las Palmas, 1987, vol. 1, primera parte, págs. 115133.
3. Real Orden al Presidente y Oidores de la Audiencia de Santo Domingo.
Madrid, cinco de febrero de 1700. AG.I., Santo Domingo, 276.
4. Testimonio de Autos sobre el paso de familias canarias a Santo Domingo,
1699. AG.I., Santo Domingo, 276.
5. Testimonio de Autos sobre el paso de familias canarias a Santo Domingo.
La Laguna, 1742. A.G.I., Santo Domingo, 276. Consulta del Consejo de Indias.
Madrid, 18 de enero de 1725. AG.I., Santo Domingo, 276.
6. Costanzó, gobernador de Santo Domingo, al rey. 23 de junio de 1720.
AG.I., Santo Domingo, 276.
7. Alonso de Fonseca, regidor de la ciudad de Tenerife, al rey. Santa Cruz, 9
de enero de 1725. AG.I., Santo Domingo, 276.
8. Real Orden al Presidente y Oidores de la Audiencia de Santo Domingo.
Madrid, cinco de febrero de 1700, cit.
9. Alonso de Fonseca al rey. Santa Cruz, 9 de enero de 1725, cit. Testimonio
de Autos sobre el paso de canarios a Santo Domingo. La Laguna, 5 de noviembre de
1723. AG.I., Santo Domingo, 276.
. 10.. Véase GUTIÉRREZ ESCUDERO, A.: Población y economía en Santo
Domingo (1700-1746). Sevilla, 1985, págs. 58-64. Cartas sobre el paso de familias
canarias a Santo Domingo. Sevilla 25 de agosto de 1684. AG.I., Santo DomingO,
92.
11. Ibídem.
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716 Antonio Gutié"ez Escudero
12. Véase la opinión al respecto de los franceses en RODRÍGUEZ DEMORIZI,
E.: Viajeros de Francia en Santo Domingo. Santo Domingo, 1979, pág.
129.
13. Ibídem, págs. 154 Y 155.
14. Ibídem, págs. 153 y 159.
15. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, 4 de noviembre de 1685. AG.I.,
Santo Domingo, 285. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, 18 de mayo de 1688.
AG.I., Santo Domingo, 91.
16. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, 7 de febrero de 1709. AG.I.,
Santo Domingo, 320.
17. Presidente Robles al rey. Santo Domingo, 6 de marzo de 1685. A.G.I.,
Santo Domingo, 285.
18. Cartas y resúmenes sobre la remisión de familias canarias a Indias, 1685.
AG.I., Santo Domingo, 285.
19. Gobernador Robles al rey. Santo Domingo, 15 de mayo de 1687. A.G.I.,
Santo Domingo, 91.
20. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, 8 de junio de 1691. A.G.I., Santo
Domingo, 91.
21. Fiscal del Consejo de Indias. Madrid, 2 de febrero de 1693. A.G.I., Santo
Domingo, 91.
22. Informe. Santo Domingo, 16 de julio de 1694. A.G.I., Santo Domingo,
66.
23. Descripción de la isla EspañoÍa por el oidor Araujo, 1699. AG.I., Santo
Domingo, 558.
24. Gobernador Pedro de Niela al rey. Santo Domingo, 6 de febrero de 1713.
AG.I., Santo Domingo, 252.
25. Informe del marqués de Valdecañas. Madrid, 16 de septiembre de 1715.
AG.I., Santo Domingo, 252.
26. Antonio de Landeche, cabo subalterno, al rey. Santo Domingo cuatro de
mayo de 1715. A.G.I., Santo Domingo, 281.
27. Informe de Fernando Cattanio de l..eyva. San Carlos, 24 de junio de 1720.
AG.I., Santo Domingo, 255.
28. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, 9 de septiembre de 1725. AG.I.,
Santo Domingo, 284.
29. Cabildo de San Carlos al rey. San Carlos, seis de marzo de 1748. Audiencia
de Santo Domingo al rey. Santo Domingo, 21 de julio de 1747. A.G.I., Santo
Domingo, 284.
30. Testimonio de Autos. Santo Domingo, 30 de junio de 1747. A.G.I., Santo
Domingo, 284.
31. Testimonio de Autos, Santo Domingo, 15 de enero de 1749. A.G.I., Santo
Domingo, 248.
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