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LA GUERRA HISPANO-NORTEAMERICANA Y
LA IDENTIDAD DE LOS HISPANOS DE NUEVO
MÉXICO
María Luisa Pérez González
En 1898 la Guerra de Cuba tuvo un impacto fundamental en la población hispana
de un rincón de Estados Unidos aparentemente muy lejano al escenario de la guerra. Sin
embargo, los nuevomexicanos se sentían culturalmente muy próximos a España, a la vez
que intentaban conseguir el reconocimiento como ciudadanos de pleno derecho de los
Estados Unidos. Este conflicto tuvo una intensa resonancia en la prensa en español, desde
donde se elaboró un discurso coherente en el que participaron el orgullo por el pasado
español y la lealtad a la nueva patria. Hacemos aquí un recorrido por los difíciles años que
siguieron a la anexión por Estado Unidos de los territorios norteños de México, al proceso
de configuración de la identidad de la población hispana de Nuevo México, y a la influen-cia
de la guerra hispano-norteamericana en dicho proceso. La enorme actividad de la
prensa nuevomexicana en español durante la segunda mitad del siglo XIX produjo nume-rosos
artículos que son una fuente excelente para entender estos años complejos en los que
se decidió el futuro del estado de Nuevo México y de su población.1
Estados Unidos anexionó en 1848 los vastos territorios del norte de México.
Esas tierras formaron parte de la república de México por sólo veintitrés años. Anterior-mente,
desde las primeras expediciones españolas en el siglo XVI, habían constituído el
lejano norte de la Nueva España, la frontera septentrional del imperio español en América.
Entre las provincias del norte, Nuevo México permaneció como un bastión de coloniza-ción
española, una especie de frontera en la frontera, aislada y asediada por las tribus
nómadas. La lejanía de los centros de poder y las peculiares condiciones fronterizas du-rante
todo el período colonial, dieron a los pobladores nuevomexicanos una clara concien-cia
de su particularidad, e hicieron florecer una fuerte identidad basada en sus tradiciones
culturales y religiosas y en el estrecho contacto con la población indígena.2
La ratificación del tratado de Guadalupe-Hidalgo entre México y los Estados
Unidos garantizaba el futuro de los ciudadanos mexicanos y de sus propiedades dentro de
los territorios cedidos. Los artículos VIII y IX del Tratado establecían los términos según
los cuales los antiguos ciudadanos mexicanos y sus propiedades se incorporarían política-mente
a los Estados Unidos. Tales artículos ofrecían la libre elección de ciudadanía en el
término de un año. En caso de que algunos ciudadanos no se pronunciaran, se consideraría
que habían optado por la ciudadanía de los Estados Unidos. El Congreso otorgaría formal-mente
dicha ciudadanía en un plazo no estipulado. Todos aquellos que optaran por la
ciudadanía mexicana podrían decidir entre la permanencia en los Estados Unidos o emi-grar
a México; en cualquier caso, verían igualmente protegidos sus derechos. En realidad,
el pleno reconocimiento como ciudadanos estadounidenses les llegaría a los hispanos de
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Nuevo México sólo cuando el territorio fuese incluido entre los estados de la Unión, que
no se produjo hasta 1912.3 En este intervalo, las interpretaciones del tratado por vía legis-lativa
y judicial contribuyeron a justificar las expropiaciones de las antiguas mercedes
reales hispanas por parte del gobierno federal, estatal, corporaciones, y particulares.4 En
dichas interpretaciones se puso en ocasiones en duda la lealtad de los mexicanos, cuestio-nando
más o menos explícitamente su condición de ciudadanos.5
La lucha por la estatalidad se convirtió entonces en objetivo prioritario para los
nuevomexicanos. Desde 1846 a 1912 Nuevo México vivió una etapa política de intensa
actividad. Entre las causas que retrasaron por tanto tiempo la admisión como estado de la
Unión, se encontraban los temores entre los políticos del Este sobre la tradición cultural y
la lengua española de los hispanos de Nuevo México.6 A su vez, los tradicionales estereo-tipos
sobre la cultura hispana se radicalizaron en este período de choque cultural, coinci-diendo
con la afluencia de población anglosajona hacia el territorio. En este contexto el
encuentro de las culturas hispánica y anglosajona tuvo un efecto dislocador sobre la pri-mera.
Los hombres de la época se vieron en la necesidad de definir su posición, su lealtad
ante la pérdida del control del propio destino. Este sentimiento de orfandad y desconcierto
se reflejó en las memorias que proliferaron por estas fechas, cuando la población hispana
vio amenazada su sociedad y religión, cuestionadas su memoria histórica y su identidad
en el proceso de integración a su nueva patria.7 Desde la anexión a mitad del XIX hasta
1912, los nuevo mexicanos experimentaron intensamente un proceso dialéctico de resis-tencia
y de afirmación de su identidad, que dio forma al concepto de lo que para ellos
significaba ser estadounidense.8 Y en esto, se adelantaron en más de un siglo al proceso
que vive en la actualidad la sociedad norteamericana, en la que ciudadanos de diversa
tradición cultural intentan definir su “Americanidad”.Mucho antes de que el movimiento
chicano surgiera en los años 60 de este siglo, en Nuevo México se llevó a cabo la reivindi-cación
de la identidad cultural hispana. La mayor objeción no se hizo a la forma de gobier-no
americana, sino al etnocentrismo de la cultura protestante anglosajona.9
La expresión literaria tradicional en Nuevo México había sido una rica tradición
oral. La primera prensa llegó a la provincia en 1834, cuando aun formaba parte de Méxi-co,
fecha en la que se comenzó a editar el primer periódico nuevomexicano, El Crepúscu-lo
de la Libertad. Estos primeros intentos por establecer una prensa nuevomexicana esta-ban
animados por corrientes ideológicas que recogían principios de la Revolución France-sa
y la propia revolución americana. Proporcionaron un nuevo vigor a la sociedad fronte-riza,
que centró su afán en alimentar el espíritu político de la población como la única vía
para el buen funcionamiento de la frontera en particular y de la República en general. De
esta manera empezó a actuar incipientemente todo el mecanismo que rodea el funciona-miento
de la imprenta: autores, publicistas, redactores, etc. Con la incorporación a los
Estados Unidos, muchos ciudadanos de Nuevo México accedieron a una educación for-mal,
convirtiéndose en representantes de las reivindicaciones de la población hispana.10
Este movimiento intelectual se canalizó a través de la prensa en español, que tuvo un
florecimiento extraordinario a partir de la década de los setenta. Entre 1880 y 1935 se
publicaron más de ciento noventa periódicos en español en Nuevo México en más de 30
comunidades. La prensa nuevomexicana actuó a modo de puente entre el pasado y el
futuro de la población. En los periódicos coincidieron formas tradicionales orales de ex-presión
de identidad cultural así como formas escritas e individuales más modernas.11 La
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prensa jugó un papel fundamental en la evolución de la identidad de los nuevomexicanos,
y asumió, entre otras funciones, la de foro público y especie de boletín de la comunidad
donde expresar las opiniones. Gradualmente, la prensa en español terminó con el aisla-miento
de siglos, conectando a los nuevo mexicanos con el mundo exterior a la vez que los
ayudaba a preservar su lengua y cultura.12 Por encima de todo la prensa actuó como guía
en el proceso de conducir a la comunidad hispana hacia su integración plena en la vida
política del país, dando forma a la identidad colectiva, por encima de faccionalismos polí-ticos
que se produjeron como consecuencia del choque con los angloamericanos.13
En este proceso, la prensa reflejó pronto la preocupación de los intelectuales
hispanos por elaborar una historia propia, libre de las distorsiones de los enfoques
anglosajones. Se reivindicó el glorioso pasado del imperio español, y se celebraron los
acontecimientos principales de la historia nuevomexicana relacionados con el pasado es-pañol.
La conquista por Juan de Oñate y la reconquista por Diego de Vargas, por ejemplo,
son temas reiteradamente mencionados y celebrados en textos históricos y literarios de los
periódicos de la época. Sin embargo, la tradición indígena, la herencia cultural mestiza fue
deliberadamente silenciada en un intento de adhesión con aquellos etiquetados como los
vencedores La lengua española, contínuamente atacada en los debates políticos y en fran-co
retroceso ante el inglés, fue también ampliamente reivindicada en numerosos artículos
periodísticos como vehículo de expresión de la identidad colectiva. El resultado fue un
discurso hispanista que basaba la identidad de los hispanos en su pasado español y en la
lengua de Cervantes. Desde este discurso oficial, la herencia hispana se consideraba tan
válida como la anglosajona como parte del legado histórico de los Estados Unidos.14 De
este modo se favorecía y se intentaba concienciar a los nuevomexicanos sobre “acomoda-ción”
en lugar de “asimilación”.15 Con esta idea se ensayaron diferentes términos para
denominar a la población nuevomexicana de ascendencia hispana, que vinieron a signifi-car
el deseo de renovación y reconocimiento de su identidad. Algunos de los términos que
se utilizaron fueron “mexicanos”, “neomexicanos” o “hispano-americanos”.16
En este contexto, la guerra hispano-norteamericana de 1898 afectó de manera
muy especial el proceso de creación de la identidad nuevomexicana, reconstruida hasta
entonces, irónicamente, sobre un discurso hispanista-imperialista.17 La guerra produjo sen-timientos
encontrados entre los hispanos, acusaciones de traición y deslealtad por parte de
algunos anglosajones y respuestas apasionadas de patriotismo.18 Todo ello tuvo resonan-cia
en los periódicos, donde se publicaron numerosos artículos sobre estos asuntos:
“Rumores han circulado en esta ciudad y en otras partes del territorio durante
algunos días pasados, al efecto que varios hombres principales, algunos de ellos oficiales
del gobierno, habían enviado telegramas a Washington, dirigidas al presidente y a otros
empleados federales, notificándoles que la gente nativa de Nuevo México estaba simpati-zando
abiertamente con la causa de España, y que era desleal al gobierno de los Estados
Unidos, y suplicando que tropas regulares fuesen mandadas para acá a fin de evitar un
levantamiento (...) el hecho de que son de descendencia española no es razón para que
simpaticen con España. Saben bien que sus antepasados en México tuvieron que luchar
por 15 largos años para conseguir libertarse del yugo español. Tienen en la memoria los
nombres de todos los nobles héroes sacrificados por déspotas españoles por el solo motivo
de que querían hacerse independientes. Saben también que sus antecesores en México
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tuvieron que pasar por las mismas pruebas que los valerosos cubanos están hoy experi-mentando
por conseguir su libertad” (El Nuevomexicano, 30 de abril de 1898), “Algunas
mal intencionadas personas han circulado la especie de que los nativos de Nuevo México
no serán leales al gobierno en la presente crisis y que sus simpatías están por España. Los
que así hablan juzgan a su próximo según su propio corazón. Los nuevo mexicanos serán
tan leales al gobierno como lo fueron en la última guerra civil, y marcharán al frente con la
seguridad de que cumplen con su deber de ciudadanos, a pesar de lo que digan sus detrac-tores
(...) se reunió numerosa junta en la casa de cortes y allí se adoptaron resoluciones que
expresan el sentir de los nuevo mexicanos que como ciudadanos de este país, nacidos bajo
la bandera americana, siempre la defenderán con su vida y sus intereses” (El Boletín Po-pular,
28 de abril de 1898).
El breve período de tiempo desde que se conoció el conflicto a principios de 1898
hasta el fin de la guerra en agosto fueron unos meses de febril actividad de la prensa por
incorporar y reconducir el impacto de la guerra entre los ciudadanos, por evitar las
disensiones y estructurar un discurso uniforme sobre la posición de la comunidad hispana
al respecto. A través de los artículos publicados en esos meses la prensa dirigió la atención
de sus lectores hacia la necesidad de unidad para afrontar la crisis que la guerra produjo en
su identidad cultural. En este tiempo se decidió el futuro del estado de Nuevo México. Fiel
a su postura radical, El Nuevomexicano publicó el 14 de mayo un intimidante artículo
titulado “Un aviso a los interesados”:
“Se ha sabido que dos o tres chulos nacidos en el extranjero, que viven en Soco-rro,
están haciéndose molestos dando vivas por España. Si nuestros jóvenes patriotas los
cogen en sus manos y ejecutan justicia sumaria sobre ellos, no es probable que nada se
dijera acerca de ello por el elemento decente y leal de nuestros ciudadanos. Esta es una
advertencia muy necesaria. Todos los ciudadanos y también los que residen en este país,
sean cuales fueren su nacionalidad o raza o lazos de consanguinidad, deben recordar que
están viviendo bajo este gobierno y disfrutando de su benéfica protección. En tiempo de
guerra a menudo es necesario hacer ejemplares. Se dice que algunas personas en este
territorio, nacidas en el extranjero, son las que están propagando la doctrina de que las
simpatías de los ciudadanos de origen mexicano debían estar al lado de España. Esto
podía construirse, en caso necesario, como delito de traición y sería muy duro el castigo
impuesto, si las autoridades de los Estados Unidos se ingerían (sic) en el negocio. Una
advertencia a los que pueden leer y desean entender es suficiente. Los que se impongan de
esto harán bien en evitar dificultades y no exponerse a la indignación y cólera de los
muchos miles de ciudadanos patrióticos que hay en Nuevo México”.
La guerra de 1898 tuvo un impacto fundamental en el proceso de creación de la
identidad hispana en Nuevo México, ya que ofreció la doble oportunidad de demostrar la
lealtad a la patria de los nuevomexicanos que aspiraban a la estatalidad al luchar contra
una nación “hermana”, a la vez que propiciaba la elaboración de un discurso elocuente
para la población sobre el significado exacto de su hispanismo. Se consideró la participa-ción
ciudadana en el conflicto como garantía de su patriotismo, y desde los artículos de la
prensa se adoctrinó en este sentido tanto a la población hispana como a los anglosajones
reticentes.19 El 4 de julio de 1898 tuvo una significación especial para la población hispa-na.
La prensa en español no dejó pasar esta oportunidad: “...después de leída la Declara-
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ción de Independencia en Inglés y en Español, el Hon. T.B. Catron pronunció elocuente
discurso en el que urgió a los jóvenes nativos a que manifestaran su adhesión a la bandera
prestando servicios en el ejército (...) No concluyó sin incitar al pueblo nativo a empuñar
las armas en defensa de la bandera por deber y patriotismo (...) Pocas veces se vió tanta
concurrencia como la que este año participó en el día de independencia (sic)” ( El Boletín
Popular, 7 de julio de 1898). Como era previsible, España y su historia fueron objeto de
numerosos artículos de prensa, en los cuales se introdujeron por primera vez los males
tradicionales del imperio español y las causas de su decadencia. Por ejemplo, El
Nuevomexicano publicó una serie anónima de tres capítulos titulados “España y su pue-blo.
El Progreso y la Decadencia de la Nación más Grande en la Historia del Mundo” en la
que trataba de conciliar un reconocimiento de la importancia del pasado español con las
más acerbas críticas hacia España y los españoles: “Los protestantes atribuyen la caída de
España a fanatismo religioso y a la supresión del libre pensamiento por la Inquisición. Un
escritor católico sostiene, por el otro lado, que la blandura en el tratamiento de los herejes
ocasionó el principio de la decadencia nacional. Si Carlos V hubiese sido debidamente
diligente en sofocar la reforma en Alemania, España nunca hubiera deteriorado, a opinión
de este autor. El economista político enseña que las enormes riquezas traídas de América
en vez de enriquecer realmente empobrecieron a España, pues causaron el abandono de
las industrias del país y ocasionaron una extravagancia que vino a ser la ruina de la nación.
Buckle cree encontrar la causa en la reverencia supersticiosa que mantuvo a los españoles
fieles a iglesia y estado (sic), aún sabiendo que la una era corrupta y el otro incompetente.
Orgullo de carácter y una arrogancia que excitó el odio de todos los extranjeros y el anta-gonismo
de otros estados, las costumbres guerreras del pueblo español, confirmadas por
ocho siglos de continuado conflicto con los Moros, privando al país de sus mejores hom-bres
y dejando solamente los débiles y enfermizos...” (El Nuevomexicano, 25 de junio de
1898).
Esta visión de España quedó reflejada también en los textos de muchas poesías
insertadas en los periódicos de la época. Las poesías, más estrechamente vinculadas a la
tradición oral nuevomexicana tendrían una difusión mayor que la de los artículos más
elaborados, alcanzando a todas las capas de la sociedad hispana:20
“...El águila americana
Osada y pujante humilla
Al pabellón de Castilla
Antes tan fuerte y lozana(...)
Con alegría y sin saña
A la patria gratulamos
Y victoria le deseamos
En su lucha con España
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Aunque esta es nación extraña
Admiramos su valor(...)
!Pobre España! Su grandeza
Fue del mundo maravilla
Cuando el cetro de Castilla
Remataba toda empresa
Con fortuna y entereza;
Un nuevo mundo nos dió,
La América dominó
Con su valor denodado
Y hoy su fuerza se ha agotado
Y al destino sucumbió(...).
Esta poesía, como tantas otras aparecidas en estas fechas, suponen una declara-ción
del significado exacto de “hispanidad” que se intentaba transmitir tanto a los propios
hispanos como a la población anglosajona.21 Básicamente se intentó hacer compatible el
orgullo por el legado histórico de Nuevo México con las críticas a España y la justifica-ción
de la intervención de Estados Unidos en Cuba.22 La guerra con España matizó y dio
forma definitiva a la identidad colectiva de los nuevomexicanos de ascendencia hispana.
Por último, la influencia de la guerra de Cuba en Nuevo México y su impacto en
la prensa en español de la época nos lleva a reflexionar con Doris Meyer sobre la identidad
cultural como un proceso de “llegar a ser” y no un conjunto de cualidades que existen
desde siempre. Una comunidad cultural evoluciona y es transformada por la historia en
una manera tal que su identidad cultural es constantemente negociada entre lo que vino
antes y lo que vendrá después.23
A partir de 1898, el proceso de incorporación de Nuevo México como estado de
la Unión se aceleró considerablemente.24 A pesar de que otros asuntos habían frenado esta
aspiración (por ejemplo el bipartidismo, la libre producción de plata, etc.), en nuestra
opinión, la elaboración de una identidad hispana orgullosa de su pasado pero patriota y
comprometida con el futuro del país contribuyó decisivamente a la consecución de la
estatalidad.25 El apoyo a la estatalidad comenzó a esgrimirse como criterio para medir el
patriotismo, con la amenaza implícita para aquellos que se opusieran.
En definitiva, la guerra del 98 supuso para Nuevo México más que una ocasión
para la acción bélica, una oportunidad para la reflexión sobre conceptos como identidad,
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comunidad, lealtad y nacionalidad. Impulsó a los intelectuales nuevomexicanos a elaborar
una identidad compatible con las aspiraciones de autogobierno y de participación igualitaria
en la vida política de los Estados Unidos. Todo aquel movimiento nuevomexicano tenía
por fin un objetivo que sigue siendo una de las reivindicaciones de la población hispana de
Estados Unidos: una sociedad bicultural y bilingüe. Para conseguirlo, los nuevomexicanos
del siglo pasado recurrieron no a las armas o a la rebelión, sino a las letras.
NOTAS
1 “Journalism is in fact a gigantic archive of textuality, a huge store of human sense-making, unselfconsciously
generated by and documenting the social, personal, cultural and political interactions of contemporary
life (...) a wonderful archive for exploring the social production of meaning in the historical circumstances
of modernity”, John Hartley, Popular Reality (London, New York, Sydney, Auckland: ARNOLD, 1996),
3-4.
2 María Luisa Pérez González, “Adaptación y supervivencia en el norte de Nuevo México: aspectos distin-tivos
de la población hispana”, El reino de Granada y el Nuevo Mundo. V Congreso Internacional de
Historia de América, Mayo de 1992 ( Granada: Diputación Provincial de Granada, 1994), III: 487-497.
3 “Articles VIII and IX of the Treaty of Guadalupe-Hidalgo set forth the terms by which the former Mexican
citizens and their property would be incorporated politically into the United States. These articles in the
treaty affected some 100.000 Mexicans in the newly acquired territories, including a large number of
Hispanicized as well as nomadic Indians in New Mexico and California. As provided by Article VIII, a
person had one year to “elect” his or her preference for Mexican citizenship. If this were not done, it was
stipulated that they had elected to become United States citizens and that they would be granted citizenship
by Congress at some future time. The two articles also treated the property rights of the conquered people.
Absentee landholders would have their property “inviolably respected”, and others would be maintained
and protected in the free enjoyment of their liberty and property”, Richard Griswold del Castillo, The
Treaty of Guadalupe-Hidalgo. A Legacy of Conflict (Norman and London: University of Oklahoma Press,
1990), 62-63.
4 “The treaty has been more important in legitimizing the status quo, particularly in justifying federal, state
and corporate ownership of former Spanish and Mexican land-grants”, Richard Griswold del Castillo,
The United States Judicial System and the Treaty of Guadalupe-Hidalgo (Albuquerque, NM: Southwest
Hispanic Research Institute, 1987), 28.
5 Sobre casos concretos en que se recurrió al tratado de Guadalupe-Hidalgo en relación a la condición de
ciudadanos y la propiedad de los hispanos del Suroeste, así como la interpretación que se le dio, véase el
ya mencionado título del Griswold del Castillo, The United States Judicial System..., o Joseph P. Sanchez,
Between Two Rivers: A History of the Atrisco Land Grant (En prensa). Sánchez dedica el capítulo X
“Ambiance and context: the treaty of Guadalupe-Hidalgo, Hispanics and the Courts, 1849-1900” a aque-llos
casos relacionados con los hispanos de Nuevo México en los que de una u otra forma se pretendió
sembrar la confusión sobre su condición legal y sus derechos fundamentales garantizados por el tratado.
6 En las numerosas propuestas que en este período hicieron los sucesivos delegados territoriales se esgri-mió
como argumento la difusión del inglés entre los hispanos, así como su condición legítima de ciuda-danos,
como contrapartida a las críticas de algunos congresistas sobre la población nuevomexicana, su
cultura y su lengua: “Colorful Sockless Jerry” Simpson of Kansas, displaying a nativist sentiment attributed
by some historians to Populism, was bitter because the Democrats were willing to give statehood to New
Mexico, a territory populated by Aa race speaking an alien language”, while denying statehood to
Oklahoma, a region “peopled by the best blood on the American continent”. En 1845 el delegado territo-rial
“...Joseph also blamed the attitude of Eastern people for the defeat of his measure. He claimed both
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Wall Street and the American Protective Association opposed the territory´s admission. The A.P.A., a
notorious nativist organization, bitterly opposed statehood because the Spanish-speaking population of
New mexico was almost exclusively Catholic”, Robert W. Larson, New Mexico´s Quest for Statehood.
1846-1912 ( Albuquerque: The University of New Mexico Press, 1968), 177, 183-184.
7 Un ejemplo son las memorias de Rafael Chacón en Nuevo México, Mariano Vallejo y Angustias de la
Guerra en California, o Juan Nepomuceno Seguín en Texas. La médula de estos textos es la dicotomía
entre la lealtad al nuevo gobierno y a sus ventajas de índole política y económica y la añoranza de un
tiempo y una cultura propios al borde de la desaparición.
8 “The historical period (...) Is arguably the one in which neomexicanos experienced most intensely a
dialectical process of resistance and affirmation that shaped their understanding of what it was to be
American”, Doris Meyer, Speaking for Themselves. Neomexicano Cultural identity and the Spanish-
Language Press, 1880-1920 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1996), 4.
9 “His major objection was not to the American form of government, but to the ethnocentrism of Protestant
Anglo-Saxon culture”, Meyer, Speaking for Themselves..., 199.
10 “A concrescence of educational and technological advancements led Nuevomexicano youth in the last
two decades of the nineteenth century to consider that they were at the outset of a literary, cultural, and
political ascendancy greater than any in their history (...) responsible in fact for giving cohesion to a
literary, cultural, and political movement among Neo-mexicanos on a scale they had not experience before”,
A. Gabriel Meléndez, So All Is Not Lost. The Poetics of Print in Nuevomexicano Communities, 1834-
1958 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1997), 58-61.
11 “It was the neomexicano press, in fact, that bridged the gap between tradition and modernity by establishing
the intellectual connection between the remembered past and the anticipated future”; “the coexistence in
the newspapers of neomexicano texts from the traditional (anonymous-oral) as well as the modern (indi-vidual-
written) expressions of cultural identity”, Meyer, Speaking for Themselves, 12, 15.
12 Meyer, Speaking for Themselves..., 14.
13 “The most important was to allow Nuevomexicanos to hold on to a positive view of themselves in spite of
the campaign of derision and denigration being waged against them by the eastern press.”, Meléndez, So
All Is Not Lost, 135.
14 “...journalists used the power of the media not only to influence public sentiment, but also to construct a
historical record supporting their viewpoint (...) Neomexicano responses in the press to Anglo distortions
of history were sustained and unequivocally forthright, and their readers aware of the injustices they were
subject to as an ethnic group in the United States (...) If the increasingly influential Anglo historians were
allowed to determine how the story of New Mexico´s past was to be told to coming generations, then the
prospect for neomexicano cultural integrity would be undermined from the start”. Meyer, Speaking for
Themselves,186-195.
15 “...the possibility of a multicultural United States where neomexicanos would be empowered by democracy
to fulfill their promise as citizens”, Meyer, Speaking for Themselves..., 204.
16 “Papers that used the term mexicano did so in a cultural rather than a political sense; this term was, in fact,
protested by an editorial in El Nuevo Mundo (November 20, 1897) on the basis that it was too divisive
and suggested that Hispanic New Mexicans were not Americans. The term Hispanoamericano was generally
preferred by the elite and those who wanted to identify with historical and cultural roots in Spain rather
than in Mexico, particularly after the Mexican political and labor unrest of the early twentieth century”,
Meyer, Speaking for Themselves, 219. “Nuevomexicanos were also attempting to naturalize their social
and cultural position within the United States through their use of the terms Neo and Novo Mexicano.
While seeing themselves as Mexicano in sentimiento, thought, and culture, they necessarily felt the need
to address the changing nature of the society they inhabited. In the face of the increased pressure to
Americanize they brought into use the term Neo-Mexicano. Through the use of this neologism,
Nuevomexicanos began to foster an image of themselves as a new and emerging group, heir on the one
hand to the Mexicano culture of their forebears, and on the other, active in the technological and societal
changes of the industrial age.W, Meléndez, So All Is Not Lost, 60.
17 Para tratar el período de la guerra hispano-norteamericana en Nuevo México, hemos llevado a cabo un
estudio de las ediciones de dos periódicos nuevomexicanos desde enero a agosto de 1898: El Boletín
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Popular y El Nuevomexicano. Aunque de tendencias políticas opuestas (El Boletín era demócrata y el
Nuevomexicano republicano), ambos coinciden básicamente en la necesidad de configurar la identidad
hispana sobre la base de la herencia cultural, la lengua, la vinculación a la nueva patria y la participación
activa en la vida política de los Estados Unidos. Sin embargo, se puede apreciar una mayor radicalización
de esta postura en el Nuevomexicano, donde las noticias sobre el desencadenamiento de hostilidades
entre España y Estados Unidos ya advierten sobre su posición a lo largo de todo el conflicto. En una
artículo del 2 de abril titulado “Efecto de la calamidad”, cuando aún imperaba la prudencia en las decla-raciones,
el Nuevomexicano se expresaba así: “Tan terrible calamidad (se refiere a la destrucción del
Maine) cayó con fuerza anonadadora sobre el pueblo de nuestra patria, y por breve tiempo prevaleció
intenso excitamiento, que en una comunidad menos justa y de menos dominio sobre sí que la nuestra la
hubiera conducido a actos de resentimiento inconsiderado”. El 29 de enero y el 26 de febrero el
Nuevomexicano publicó sendos artículos “para alivio de los cubanos” y “muertos de hambre” en los que
dejaba constancia de las deplorables condiciones del pueblo cubano a causa del levantamiento contra
España. Comenzaba así su justificación del alzamiento cubano contra la tiranía española y de la provi-dencial
intervención norteamericana.
18 “...the Spanish-American war was more problematic. The irony that the “sons of conquistadors” were
now fighting Spaniards was not lost on the people of the day.”, Enrique R. Lamadrid “La indita de San
Luis Gonzaga: History, Faith and Intercultural Relations in the Evolution of a New Mexican Sacred
Ballad”en James Porter, Balladas and Boundaries. Narrative Singing in an Intercultural Context (Los
Angeles: UCLA, 1995), 78.
19 Nuevo México contribuyó con un escuadrón de caballería, los denominados “rough riders”, y desde la
prensa se insistió en la valentía y buena disposición de los nuevomexicanos en ofrecerse como volunta-rios:
“Don Pedro Sánchez, vecino de Santa Fe y hermano de madre del difunto coronel Miguel E. Pino,
de esta ciudad, sirvió como teniente por tres años durante la última guerra, y frisa en la actualidad en 67
años de edad. El lunes presentó una carta al gobernador ofreciendo sus servicios. Esto muestra el propio
espíritu en el viejo veterano. El Hon. Amado Chávez, cuyo padre sirvió durante la guerra de la rebelión
con gran gallardía, ha ofrecido sus servicios al gobernador Otero en cualquier capacidad para servir con
los voluntarios de Nuevo México durante la guerra actual”. El Nuevomexicano, 30 de abril de 1898. “El
mayor Hersey le telegrafía de Tampa al gob. Otero diciéndole que se necesitan 50 voluntarios más para
darle su lleno entero al regimiento de Nuevo México. El gobernador ha telegrafiado a Washington pidien-do
instrucciones, y si se le ordena, inmediatamente hará reclutar 50 voluntarios más”, El Boletín Popular,
16 de junio de 1898. Nótese que en estos artículos se aprovecha para indicar lealtad de los nuevomexicanos,
suficientemente probada en conflictos anteriores. En el futuro, la población hispana de Nuevo México
basará su patriotismo en su amplia contribución a la defensa del país en los sucesivos conflictos armados
en los que se ha visto envuelto Estados Unidos.
20 Una de estas poesías, una balada compuesta por Norberto Abeyta en honor de San Luis Gonzaga para
pedir su intercesión en la guerra de Cuba, pasó a la tradición oral como la indita de San Luis Gonzaga.
“Since the “Indita de San Luis Gonzaga” exists in both literary and oral traditions, its popularization
provides insight into the interface between them”, Lamadrid, “La Indita de San Luis Gonzaga”, 76.
21 A este respecto son muy interesantes los dos artículos sobre el condado de Taos publicados el 30 de abril
en El Nuevomexicano. En 1847, Taos había protagonizado un episodio violento de resistencia a la ocupa-ción
americana. El gobernador Charles Bent junto con su familia y miembros de su comitiva fueron
asesinados en Taos por “una partida de mexicanos y de indios de Pueblo que estaban aliados”. Con
motivo de la guerra de Cuba y ante posibles sospechas sobre la lealtad del pueblo en esa ocasión, el
Nuevomexicano publicó un artículo sobre ese episodio de la historia de Nuevo México desde una posi-ción
estudiadamente neutral. La propia designación en el texto de los hispanos como “mexicanos” los
distingue deliberadamente de los “neomexicanos”, los ciudadanos de ascendencia hispana, producto de
la adaptación tras la anexión por los Estados Unidos. En el mismo número aparecía otro artículo sobre el
patriotismo y lealtad de Taos en 1898: “Es muy fuerte el sentimiento guerrero de Taos, y el pueblo se
halla en completa simpatía con la guerra en contra de España y con el curso (sic) del presidente McKinley.
Durante la guerra de la rebelión el condado de Taos suministró al territorio más voluntarios que ningún
otro condado y en la emergencia actual hará su deber, en caso que sea llamado a ello. El gobernador Otero
va a ser notificado que el condado de Taos suministrará como voluntarios 500 nativos de Nuevo México
y de descendencia española para servicio inmediato si fuese necesario. Los ciudadanos de Taos son leales
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a la patria que les dió el ser.”, El Nuevomexicano, 30 de abril de 1898.
22 “Celebración Histórica de Nuevo México”: Una celebración significativa tendrá lugar en Chamita, pe-queña
estación del ferrocarril del Rio Grande, a treinta y cinco millas de distancia de Santa Fe, el miérco-les
13 de julio. Conmemorará la primera colonización de hombres blancos dentro de las actuales fronte-ras
de Nuevo México, y la segunda dentro de las fronteras de los Estados Unidos. San Agustín fue funda-do
en 1695 (...) Seis años más tarde o en 1604, comienzan los registros municipales de Santa Fe. Estas
colonias han sido continuadas (...) Estas fechas son sugestivas. Los peregrinos no desembarcaron en la
Roca de Plymouth hasta 1620, o 22 años después de la colonización en Chamita. O 16 años después de la
organización del municipio de Santa Fe... El Nuevomexicano, 25 de junio de 1898.
23 “That cultural identity is an ongoing process of becoming, not a set of qualities existing eternally as the
normative essence of a people´s character or values. A cultural community evolves in and is transformed
by history in such a way that its cultural identity is constantly negotiated between what came before and
what lies ahead...”, Meyer, Speaking by Themselves, 5.
24 El 2 de abril apareció un artículo en el que se ponía de manifiesto la cuestión de la estatalidad, directa-mente
vinculada a la guerra de Cuba: “Propuesta para que se nombre “Nuevo México uno de los nuevos
navíos de guerra”: “Mr. Francis Tracy Tobin, un republicano de Filadelfia y ciudadano principal del
estado de Pennsylvania, que era candidato para nombramiento de juez de la corte suprema de Nuevo
México, ha dirigido la siguiente carta, que se explica por si misma, al secretario de la marina: Hon John
Davis Long. (sic) Secretario de la Marina. Filadelfia, Marzo 24 de 1898. Señor: Sugiero respetuosamente
que cuando sean nombrados los nuevos buques de guerra para la Marina de los Estados Unidos, Vd.
Nombre uno de ellos Nuevo México. El territorio de Nuevo México está intitulado a tal honor, ocupando
como lo hace, el lugar más prominente e importante como territorio, a causa de su importancia en rique-za,
extensión e inteligencia (...) su pueblo es obediente a la ley y progresista, y está destinado a ocupar
pronto su lugar en la hermandad de estados...” El Nuevomexicano, 2 de abril de 1898.
25 El 21 de junio de 1898 la ley Fergusson (por el delegado territorial Harvey Fergusson) fue aprobada por
el Congreso y el Senado. Esta ley garantizaba un sistema educativo acorde con las exigencias del Este.
“The act problably did more than any other one thing to promote education and prepare the people of
New Mexico for statehood.”, Larson, New Mexico´s Quest for Statehood, 194. Es muy probable que en la
campaña desplegada para la aprobación de la ley influyera decisivamente la participación nuevomexicana
en la guerra de Cuba, así como el discurso oficial elaborado por la prensa en español. “Fergusson referred
to the impressive number of New Mexico volunteers for the Spanish-American War, then in progress.
Despite the fact that Congress had “badly treated” the people of New Mexico, they were not embittered,
and when the president in his call for 125,000 volunteers territory´s quota “in a shorter time than the
majority of the States responded New Mexico responded with a full quota...”, Larson, New Mexico´s
Quest for Statehood, 194.