LA ISLA DE TENERIFE EN LOS VIAJES
Y EN LA VIDA DE ENRIQUE STANKO VRÁZ
En 1992 la Fundación Cultural Orinoco publicó en Caracas el libro
cie Enrique Stanizo Vráz, A través de ia America Ecuatonai. V~aj epo r
Venezuela, acogido con muy favorables, hasta entusiastas reseñas por la
prensa venezolana. El libro fue una traducción del checo de una parte,
relativa a Venezuela, de la obra más importante y más extensa del men-cionado
autor, publicada por primera vez en 1900, cuyo contenido, rico
de informes de geografía, etnografía, zoología, botánica e incluso lin-güística,
comprende la descripción del largo y azaroso viaje realizado
por Vráz en los años 1892 y 1893 desde el delta de Orinoco hasta el
Océano Pacífico, a través del temtorio de Venezuela, Brasil y P ~ NL. a
obra de indudable valor quedó desconocida al público hispanoamerica-no
casi un siglo debido a la barrera lingüística.
Enrique Stanko Vráz (1860-1932) era probablemente el más notable
viajero checo del siglo XIX, siglo en que realizó sus mayores viajes cuyo
escenario fueron Africa, América y los países de Oriente: Japón, China,
Borneo, Nueva Guinea, Siam y algunos otros. En el siglo veinte siguió
cruzando los mares, visitó algunos países asiáticos y americanos, pero
sus viajes ya tenían distinto carácter. Además de viajero Vráz era natu-ralista
erudito, aunque sin educación académica, y escritor muy leído en
los países checos. Se destacó asimismo como conferencionista fascinando
a los oyentes no solamente en Bohemia, sino también en los Estados
Unidos y en algunas capitales latinoamericanas.
A los países checos los tenía por su patria, si bien el verdadero lu-gar
y el país de su nacimiento siguen siendo un misterio, lo mismo que
su verdadero nombre. Por razones desconocidas Vráz nunca reveló es-tas
cosas ni a los miembros de su familia. En cuanto a su procedencia,
indicaba más a menudo que nació en la ciudad de Trnovo, Bulgaria. Pero
650 Bohumil Badura
su perfecto conocimiento de la lengua checa parece demostrar que sus
padres, o por lo menos uno de ellos, con probabilidad su madre, eran
checos. En la lengua checa escribió todos sus libros, colaboraba estre-chamente
con los museos en Praga, y en esta ciudad, a donde le gusta-ba
regresar de sus viajes, tenía amistades y relaciones que le servían de
apoyo en cuanto a la continuación de sus viajes y le ayudaban para que
pudiese divulgar sus experiencias y conocimientos adquiridos en distin-tas
partes del mundo. En la capital de Bohemia pasó Vráz sus últimos
años y allí también falleció.
En la vida de Vráz adquirió un lugar de importancia siempre reco-nocida
la isla de Tenerife. La visitó tres veces, con estancia cada vez
más prolongada. Algunos autores que escribieron de Vráz mencionan su
viaje a las «Islas Canarias», como si hubiera estado en todas, lo que no
sucedió, aunque el viajero no se limita a alabar solamente a Tenerife,
sino extiende su admiración a todo el archipiélago canario. Todos omi-to-
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de utilizar los pocos informes de los casos que se encuentran en su ar-chivo.
Dada la escasez de las fuentes relativas a la residencia de Enri-que
Stanko Vráz en Tenerife traté de aprovechar en esta ponencia los
datos relativos a ella en su archivo y en sus obras, y de aportar algunos
detalles sobre los preparativos y la cristalización de su proyecto de via-je
a la América del Sur.
Vráz vino a Tenerife por primera vez en 1883, después de haber
permanecido casi tres años en el norte de África, tratando de penetrar
en vano desde Marruecos a la ciudad de Timbuctu, la cual excitaba su
imaginación. Al regresar malhumorado y enfermo de su última expedi-ción,
se embarcó en Mogador para Tenerife. En aquel entonces perma-neció
allí sólo ocho días. En una nave inglesa se dirigió de nuevo al
Continente Negro, concretamente a Gambia.
Quería hacer excursiones al interior del país para satisfacer, Ilegan-do
a conocerlo, su curiosidad de naturalista y para ganar algún dinero
con los envíos de insectos, peces y otros animales interesantes para los
gabinetes zoológicos en Europa. El desempeño de estas actividades fue
paraiizado por ei empeoramiento de su salud, necno que se repetiría con
frecuencia en el futuro. A principios del año 1884 el médico le reco-mendó
el cambio de clima, pero Vráz careció de recursos. «Fácilmente
se dice: Vaya a las Islas Canarias», escribió comentando su situación.
«Allí mi vida que está por hundirse, sería, claro, salvada. Pero dinero,
dinero, donde yo, desaventurado, podría hacerme con él? En el mundo
entero no hay a quien podría pedirlo». Luchando con las enfermedades
Vráz tuvo que quedarse en África.
La Isla de Tenerife en los viajes y en la vida de Enrique Stanko Vráz 651
En 1886 se trasladó de Gambia a la Costa de Oro. En los días de su
relativa mejora trataba de continuar los viajes y cumplir con los encar-gos
de algunos comerciantes europeos, especialmente los del comerciante
y zoólogo Václav Frie de Praga, con el cual llevaba frecuente corres-pondencia
y quien le pagaba con la mayor puntualidad posible por sus
envíos. El cambio de clima ya no le parecía a Vráz tan imposible. En
verano de 1886 participó a Frie su intención de partir para las Islas
Canarias ofreciéndole la continuación de sus servicios desde allí. El
comerciante le contestó que en Canarias no había casi nada que pudiese
interesarle. Lo que sí podría necesitar eran 50 pieles de canarios silves-tres
y una decena de estos pájaros conservados en el alcohol que
debían servir para obtener sus esqueletos. Frie deseaba que Vráz per-maneciese
en África cuando menos hasta abril de 1887, para cumplir
con sus pedidos de insectos, especialmente de las termitas aladas, pero
al mismo tiempo comprendía que éste; die7mado por la fiebre y otros
sufrimientos necesitaba buscar el restablecimiento. Esperando encontrarlo
allí donde el médico se lo recomendó ya hace tres años, Vráz com-pró
el billete para el buque que debía salir de Addah a Tenerife el 23
de febrero de 1887.
((Después de muchos años de viajar por África, debilitado el cuerpo
por aquel clima mortal y con el espíritu abatido por las consiguientes
fatigas de mis excursiones», recuerda, «llegué por la segunda vez a
Tenerife, la más hermosa entre las hermosas islas Afortunadas, dignas
del canto de poeta, para buscar allí, y no en vano, alivio a mis males y
descanso a mi cuerpo y a mi espíritu».
En los papeles de Vráz no hallé la fecha de su llegada, pero segura-mente
vino a más tardar el 10 de marzo, ya que aquel día envió la car-ta
de Santa Cruz, pidiendo a Frie el envío de 15 libras esterlinas. El
correo funcionaba de maravilla -la carta llegó a su destinatario en Praga
dentro de 16 días. Vráz dice que encontró en Tenerife «la más cariñosa
hospitalidad». En el Valle de Orotava vivía en la casa de Augusto
Méndez de la Guardia, querido por toda .s u f.a milia. Siendo hombre de L., -,A,l," ,.le, ,,, ..,"+,, ,., - .,., , ,A,..:-:A,, J..-,,+, ".." UUGIIU~ muualGa, LUILU, LUII v a a ~ a a c n p x u z u u a a a u q u l l l u a a UulauLC; 3u3
viajes, alegre y modesto, «don Enrique» pronto encontró amigos en la
isla. Sólo de pocos de ellos se conocen los nombres. Aparte del referi-do
Méndez de la Guardia y los miembros de su familia, se mencionan
en las fuentes Juan P. Carta, Hardisson y Emilio de Villaralbo, natura-lista
aficionado que estaba entonces en Santa Cruz, mas cuyo lugar de
L--L -: uaudjv eia ia Acaderiiia de Ar$iiieiía eri Segouia.
Vráz se interesaba en Tenerife por las costumbres del pueblo y es-tudió
la flora y la fauna de la isla. Cierta parte de su tiempo dedicaba
652 Bohumil Badura
al despacho para Bohemia de las colecciones de insectos que había traí-do
de África. Además disecaba para su cliente de Praga, de cuyas com-pras
dependía, los canarios silvestres aunque no estaba en condiciones
de satisfacer su demanda que éste subió al envío de cien pájaros, unos
cuantos nidos y conjuntos de huevos. A pesar de la advertencia de Frie
que el canario silvestre es un pájaro tan corriente en Tenerife como el
gorrión en los países checos y que su precio no puede ser mayor que
un marco, el hecho de que volvía a pedir su envío e incluso se mostra-ba
dispuesto a subir al doble el precio por las pieles bien disecadas re-vela
que los ejemplares de de este pájaro canario faltaban todavía en
muchos gabinetes de zoología de la monarquía austro-húngara.
Ya entonces se consagraba Vráz en Tenerife también a su afición
de fotógrafo a la cual se dedicaba exitosamente en África. Lo que ne-cesitaba
para seguir practicándola, lo pidió a la casa de Liesegang en
Düsseldorf, la cual se lo envió a Tenerife mediante la empresa Müller
de Hamburgo.
Durante su estancia en la isla empezó a madurar en la mente de Vráz
su propósito de emprender el viaje a la América ecuatorial. La idea nació
de su correspondencia con el comerciante Frie cuando Vráz todavía es-taba
en Gambia. En diciembre de 1885 el comerciante le escribió que
en el caso de que se decidiese a pasar a Amazonas, tendría para él una
misión especial para la cual le enviaría la descripción de cierto pez y
del lugar donde fue encontrado. Andando el tiempo la consideración de
pasar a la América del Sur ocupaba en los pensamientos del viajero el
lugar siempre más importante. Influido por la lectura de los libros so-bre
los viajes y sobre las exploraciones en América ecuatorial, algunos
de los cuales le fueron mandados por Frie, sus planes evolucionaban.
Las reflexiones sobre el viaje a Sudamérica en las cartas de Vráz y de
Frie se centraban en la pensada exploración en Brasil, concretamente en
la región amazónica de Manaus, de donde, según la noticia que poseía
el comerciante, provenía lapidosiren paradoxa, un pez anfibio del que
hasta entonces vinieron a Europa poquísimos ejemplares.
Las fuentes localizadas hasta ahora no permiten llegar a conocer con
seguridad si Vráz concibió ya entonces, aunque vagamente, el plan de
atravesar la parte norteña de la América del Sur. En las cartas que diri-gía
a Frii: de Tenerife en 1887 y también en 1888 se limitó a hablar del
propósito de pasar al Brasil, sabiendo, desde luego, que el comerciante
no estaría dispuesto a subvencionar el viaje de estudio, sino solamente
P.! que !P. prometia e1 provechn: Aun así Frie'. nn se decidió de inmedia-to,
pero la visión y esperanza de que el viajero lograría encontrar el lugar
donde vivía lapidosiren paradoxa, de cuya adquisición en mayor núme-
La Isla de Tenerife en los viajes y en la vida de Enrique Sranko Vráz 653
ro podria lograr buena ganancia, le decidieron a favorecer activamente
el traslado de Vráz al Brasil. El viajero, habiendo pasado en Tenerife
tres meses, se sentía ya con bastantes fuerzas para volver a Africa. Antes
de partir, envió a Praga un paquete que contenía 24 canarios, un cama-león,
3 tetrodones y algunos ejemplares de las hembras de comejones
de distinto tamaño. Otros 15 canarios llevó consigo al buque para dise-car
sus pieles en el viaje.
Vráz partió de Santa Cruz, acompañado de su sirviente negro Este-ban,
en junio de 1887 (la fecha exacta y el nombre del barco se desco-nocen),
y en África permaneció hasta septiembre de 1889. Primero arri-bó
a Bathurst en Gambia, visitó sólo de paso a Sierra Leone y Liberia,
de donde se dirigió otra vez a la Costa de Oro para continuar allí las
excursiones a las selvas del interior y procurarse nuevas adquisiciones
zoológicas a fin de mejorar su situación económica en vista de su viaje
futuro. Por la misma razón intentaba enviar a Europa también las plan-tas
y objetos etnográficos.
De nuevo en África, Vráz pensaba con frecuencia en Tenerife. La
isla era indeleblemente presente en sus recuerdos. Le ayudó a recuperar
su energía, lo que ya era suficiente motivo de su gratitud, pero además
de esto y del encanto le unía con ella el lazo todavía más sentimental.
Lo constituía Clementina, la joven de que se enamoró. Sus anfitriones
de Orotava que mantenían correspondencia con él, le enviaban informes
relativas a la chica, su «adorado tormento», como la llamó en la carta
del 8 de septiembre de 1887 la señora Herminia Ascanio, informándole
a Vráz que después de su marcha Clementina se fue a La Laguna y de
aquella ciudad a veranear con su familia a la hacienda Las Palmas. Vráz
recuerda a su querida en el artículo «Apuntes de un viaje a Africa»
publicado a continuación desde el 30 de septiembre en el Diario de
Tenerife. Quizás no carece de interés que el viajero y naturalista checo,
autor de diez libros, empezó su labor literaria por una narración escrita
en Africa en la lengua española y destinada a un periódico tenerifeño.
Recordando el tiempo pasado en Tenerife, Vráz explica el motivo de su
contribución diciendo que entre sus muchos y buenos amigos en la isla
halló un interés tan grande por las ciencias naturales y por el conoci-miento
de África, que se creía obligado, para corresponder a las defe-rencias
de que había sido objeto, a dar a los lectores una ligera idea de
sus excursiones, cacerías y colecciones.
El artículo en que relata sus aventuras desde la salida de Accra al
interior de la Costa de Oro es buen testimonio de la presencia de Tenerife
en su mente y su corazón. En los renglones más poéticos de sus recuer-dos
revela algo de sus sentimientos que le inundaron una noche de in-
654 Bohumil Badura
somnio al contemplar el juego de la luz en las copas de los árboles.
Sobre mí -cuenta Vráz- «resplandecían con suave luz algunas estre-llas,
las mismas que alumbran más al norte. ¡Estrellas, saludad en mi
nombre al alto Pico de Teide al que tanto quiero! En vosotras, hermo-sas
noches tinerfeñas pensé, en aquellas noches alumbradas por el tibio
resplandor de la luna, que tanto alegraba mi. vista y las comparé con
ésta». La comparación no se refería solamente al cielo estrellado, sino
también al paisaje. La posición pintoresca del pueblo de Mpraiso en
Ocvavu le recordaba vagamente a Orotava, «aunque sin las preciosas vis-tas
del pico, del mar y de las innumerables habitaciones que se desta-can
como blancas palomas sobre la verde esmeralda de los campos». A
veces las menciones de la isla están relacionadas con el comportamien-to
del sirviente de Vráz, el cual se acostumbró a la comodidad de la
vida en Tenerife en tal medida que ya no le resultó tan útil a su amo
como antes.
v- 1- c-,.*J-- n-- TT-L- -.-L.:L - 2- 1 - - -.-E J-.I--
CII la L U X ~u t: VIU v IU VUIVIU ü cb~iila ~ ~ ~ s apuulu l as erueIriicuaucs
y al cabo de trece meses ya estuvo tan exhausto que necesitaba un largo
descanso, aproximadamente de un aiío, según su opinión. Él quien medía
casi 180 centímetros de altura pesaba apenas 54 kilogramos. Se veía abati-do
física y síquicamente. Dónde podna esperar su mejora con mayor pro-babilidad
que en la isla que le devolvió las fuerzas ya el año anterior y en
la cual tenía tan amistosas y cariñosas relaciones? De Frie obtuvo la pro-mesa
de una ayuda financiera para el viaje al Brasil, mas el precario estado
de salud le obligó a posponer la realización del proyecto. A principios de
septiembre dijo adiós a Africa, para no regresar ya nunca a este continente,
y de nuevo se diigió a Tenerife. El día 3 de septiembre estaba todavía junto
a la costa de Sahara en el buque Profesor Woermann, como demuestra la
tarjeta enviada a FriC. Sus siguientes líneas fueron ya mandadas de Santa
Cruz el 10 del corriente mes.
Vráz encontró en la isla el mismo ambiente acogedor del cual había
disfrutado en 1887. Pasaba largas horas con sus antiguos y nuevos ami-gos
o simplemente gozando del jardín de la Marquesa de la Quinta, su
predilecto lugar de descanso. De nuevo gozaba del encanto brindado por
la naturaleza de la isla, por las costumbres y el carácter del pueblo y le
enternecían las canciones populares, las malagueñas y peteneras, cuyos
textos llenan varias hojas de sus apuntes. Una .de ellas la publicó en las
páginas que dedicó a las Islas Canarias:
Ni el canario más sonoro
ni la fuente más risueña
ni la tórtola en su breña
La Isla de Tenerije en los viajes y en la vida de Enrique Stanko Vráz 655
cantarán como yo lloro
ay, sí, es verdad,
lágrimas de sangre por ella.
Su romance con Clementina siguió adelante y la noticia df esta re-lación
penetró incluso entre los misioneros que conoció en Africa. El
misionero Bohner comunicó a su colega Ramseyer y su esposa, en ca-lidad
de secreto, que Vráz probablemente no iría a Brasil, porque tenía
novia que no quería oír de su propósito y él, como pretendiente, ya
no estaba libre. Ramseyer preguntó a Vráz, si la noticia de su noviazgo
correspondía a la realidad y si ya le podían felicitar. La respuesta de
Vráz a Ramseyer no se conoce pero podemos suponer casi con certeza
que la posibilidad de renunciar voluntariamente al viaje a América no
cabía en sus pensamientos.
La mejora que esperaba hallar en Tenerife debía servir precisamen-te
a preparar las condiciones para la realización de su plan. Aun en
estado de su mayor abatimiento, encontrándose todavía en Africa escri-bió
a Frie que en Tenerife no quería perder el tiempo. Seguramente ya
pensaba en procurar allí todo lo que pudiese servirle en su viaje
suramericano.
Al llegar a la isla tuvo la suerte de que por el momento inesperada-mente
resolvió su problema financiero. Su fama de hábil fotógrafo ad-quirida
con toda probabilidad ya durante su estancia anterior, le
propocionó un encargo por el precio de 1000 marcos pagados al conta-do.
Más tarde en la carta del 12 de mayo de 1889 dice que va al Pico
de Teide y está muy ocupado con fotografiar. Pero durante su estancia
en Tenerife sucedió en su labor de fotógrafo un cambio, del que no se
dieron cuenta los autores que se ocupaban de la historia de esta acti-vidad
del viajero. Vráz empezó a trabajar allí con una nueva cámara,
producto, como la anterior, de la casa Liesegang de Düsseldorf. Parece
que el tipo de esta nueva cámara que le fue enviada en 1888 o 1889
por la mencionada casa a Santa Cmz no era idéntico al que usaba hasta
entonces y que su manejo requería cierto aprendizaje. De otra menera
no se explicaría el hecho de que Vráz, a pesar de tener ya varios años
de experiencia de fotógrafo, dijera en sus apuntes que acompañan algu-nas
placas, que se trataba de sus primeros ensayos en fotografiar. De su
actuación fotográfica en la isla se conservaron cuarenta placas, todavía
utilizables. Este ilustrativo testimonio de la presencia de Vráz en
Tenerife, omitido hasta hoy por los historiadores de artes y etnógrafos.
no carece de interés artístico y documental, ya se trate de vistas del pai-saje
y sus particularidades, o de retratos de personas, identificadas o
656 Bohumil Badura
anónimas. Dentro de la primera categoría pueden mencionarse, por ejem-plo,
vistas panorámicas de Santa Cruz y de la Villa de Orotava, las casas,
la plaza, la iglesia y la fontana en Santa Cruz, el mausoleo y la parte
del jardín botánico en Orotava. En los retratos de la gente aparecen las
personas de distintas capas sociales y la indumentaria de aquella época.
Algunas muestras del arte fotográfico de Vráz escogidas entre las to-mas
hechas en Tenerife llevé para proyectarlas en el simposio.
Entre otros quehaceres de Vráz es posible mencionar su labor lite-raria.
En Tenerife escribió su segunda narración y allí también fue
publicada por el periódico Las Canarias el 23 y 28 de septiembre y el
3, 8, 13, 18, 23 y 28 de octubre de 1888. Su título es «Mis viajes a los
paises de Otschip. Vráz habla en este artículo de sus últimas excursio-nes
que emprendió en la Costa de Oro, proporcionando al público una
lectura amena y a la vez instructiva. Para el mismo periódico tradujo la
carta del científico austríaco Oscar Simony, quien estaba en Tenerife al
mismo tiempo j; coz qüieíi uab6 aK estiechas rdaci~iiesS. iiliony, pro-fesor
de la Escuela Superior de Agricultura en Viena realizaba en
Tenerife las investigaciones espectrográficas, habiendo elegido para ellas
especialmente el Pico de Teide. Igual que Vráz, manejaba con habili-dad
la cámara fotográfica. La empleaba ya para captar los fenómenos
físico-meteorológicos, como por ejemplo la sombra del Pico en la lla-nura
de Cañadas-Circus o la formación de la neblina sobre el Taoro-
Mulde, ya para fotografiar algunas partes del paisaje y las plantas. Se-gún
su informe preliminar presentado el 7 de septiembre de 1889 en la
Academia Imperial de Ciencias en Viena, Simony trajo de Tenerife 81
placas fotográficas y aproximadamente 2500 objetos de interés científi-co
de zoología, botánica y geología.
Antes de salir de la isla, escribió al director del periódico Las Ca-narias,
proponiendo el arreglo del camino hacia el Roque de Guanchijos
(lo que, según su opinión, pudiera lograrse con el gasto relativamente
pequeño de 80 a 100 duros), haciéndolo accesible incluso a los más inex-pertos
turistas para facilitarles una vista verdaderamente imponente.
Afirmaba que una vez arreglado el camino se llegaría al dicho Roque
faciimente en tres horas y media desde San Nicolás, «con la ventaja de
poder admirar al paso el barranco Hidalgo con sus tres magníficos sal-tos
de agua adornados con lindos helechos y animado por cristalino
arroyuelo, como no se encuentra ninguno en el camino del Pico». El
profesor austríaco expresó la esperanza de que el director, mediante sus
muchas relaciones y con la influencia de su periódico, lograse la reali-zación
del proyecto que él acabó de proponer. Vráz acompañó su tra-ducción
de la carta de Simony con su recomendación, afirmando que
La Isla de Tenerife en los viajes y en la vida de Enrique Stanko Vráz 657
«el interés del país exige que a los turistas extranjeros se les abran nue-vos
sitios encantadores para recreo del alma y del cuerpo y para que
Tenerife sea lo que es en verano Suiza: no solamente refugio de los
enfermos sino sitio de recreo para los viajeros por afición».
Entre los extranjeros que vivían entonces en la isla se encontraba
también el príncipe polaco Adam Woroniecki a quien hizo venir allí la
esperanza de salvar su vida amenazada por tisis. El príncipe y Vráz lle-garon
a ser entrañables amigos, hasta el punto de que la amistad le re-sultó
fatal al polaco. En la sociedad tenerifeña aumentó Vráz sus rela-ciones
poniéndose en contacto con los masones. Fue aceptado en la logia
de Santa Cruz, lo que le sirvió más tarde para gozar de apoyo de la
masonería venezolana.
Según los biógrafos de Vráz y según sus propias palabras quedó en
Tenerife, después de su último regreso de África, un año. En realidad
sólo 10 meses, un lapso que resultó suficiente para su restablecimiento
y preparación áei próximo viaje. Este era ei piiiicipa1 ieiiia de la co-rrespondencia
mantenida desde Tenerife con Frie. El comerciante seguía
mostrando el interés por el envío de las pieles de canarios silvestres y
además pidió a Vráz algunas decenas de machos y hembras de cochini-lla
para su colección, pero esto era para ambos un asunto secundario,
aunque Vráz no dejaba de satisfacer poco a poco la demanda de Frie.
El interés primordial de Frie en sus contactos con Vráz era ya orienta-do
a la esperanza de las remesas brasileñas, especialmente las del raro
y por él tan deseado pez anfibio. Con esta visión ayudaba a Vráz en-viándole
dinero, libros de H. W. Bates y A. R. Wallace, para que los
pudiese estudiar en Tenerife, y buena cantidad de direcciones de las per-sonas
y establecimientos del Brasil para su mejor orientación. De acuerdo
con lo pedido por Vráz compró para él en Praga un fusil de dos caño-nes,
uno de perdigones y otro de balas, los cartuchos para ambos caño-nes,
perdigones de distintos tamaños, un revólver de caballería con su
estuche y provisión de 250 cartuchos. Vráz hizo resaltar que el fusil debía
, estar protegido con el estuche impermeable y que su parte metálica había
de ser acondicionada para el clima tropical. El material fotográfico le
envió a Tenerife otra vez la casa alemana E. Liesegang de Düsseldorf.
Otras cosas que necesitaba, por ejemplo los objetos destinados para el
canje, las compró en Tenerife.
Otro paso en los preparativos del viaje a Sudamérica lo hizo Vráz
invitando a Jaroslav Brázda, un checo a quien conoció hace años en la
ciudad de Tánger, para que le acompañase en calidad de asistente. Brázda
aceptó la invitación y llegó a Tenerife a reunirse con Vráz.
La mejora de Vráz continuó satisfactoriamente -a principios de
65 8 Bohumil Buduru
febrero de 1889, a pesar de que acabó de sufrir el catarro, escribió que
ya estaba harto de la vida civilizada y que deseaba partir para la selva
brasileña. No obstante, permaneció en la isla cuatro meses más, aca-bando
por decidirse en el mes de mayo que empezan'a el viaje de Sud-américa
desde Venezuela contra la corriente del Orinoco. A Frie no le
gustó este propósito. De acuerdo con el anterior cambio de correspon-dencia
esperaba que Vráz se trasladara directamente a Brasil para
llegar lo más pronto posible a Manaus. Vráz explicaba su decisión afir-mando
que cualquier otra comunicación sería mucho más cara. A este
argumento añadía que, según el informe de un culto venezolano con
quien se entrevistó en Tenerife, el ansiado pez se encontraba en un
afluente de Orinoco. Es probable que aun sin esta entrevista con el ve-nezolano
se hubiera dirigido en primer lugar a Venezuela, atraído por
el deseo de conocer personalmente los misterios del paisaje que bordeaba
al Orinoco, antes de que se trasladara hacia el Amazonas con el fin de
atrzvesar el Brasil a lo largo de este grari ríu, llegar después a ios Wn-des
y cruzándolos alcanzar el Pacífico.
Hacia el 20 de junio (fecha de su carta escrita a bordo) salió en el
vapor francés Olinde Rodríguez de Santa Cruz rumbo a la costa vene-zolana.
Además de su asistente Brázda le acompañaba el príncipe
Woronieciu quien se unió espontáneamente a su amigo. Su decisión que
Vráz no sabía rehusar, resultó desastrosa. Delicada salud del polaco no
pudo resistir al ataque de la fiebre que le sorprendió en la cuenca del
río Guarapiche donde murió en pocos días.
Vráz contaba con permanecer en América ecuatorial tres años y re-gresar
de allí a Tenerife, a donde, como decía, le llamaba el corazón.
Los infortunios iniciales le obligaron a buscar nuevos recursos organi-zando
la explotación del árbol balatá en las cercanías del pueblo Punceres
y la venta del producto adquirido. Por esta razón no pudo empezar su
soñado viaje desde el delta del Orinoco antes de diciembre de 1892. A
Pacasmayo, en la costa peruana, llegó a fines de noviembre del siguien-te
año. Desde su salida de Tenerife transcurrieron ya tres años y medio.
Por la mar volvió Vráz a Venezuela para liquidar el comercio confiado
durante su ausencia a su asistente Brázda. De allí, renunciando a su
intención original, no regresó a las Islas Canarias, sino partió para Pra-ga,
donde un grupo de sus admiradores organizó la exposición de los
objetos enviados por él de Sudamérica y adonde importó algunas dece-nas
de animales con la esperanza de iniciar allí la fundación del jardín
zoológico.
Vráz cortó la relación epistolar con sus amigos en Tenerife en 1890,
supuestamente porque no quería seguir escribiendo de sus contratiempos.
La Isla de Tenerife en los viajes y en la vida de Enrique Sranko Vráz 659
«Se ha deslucido el follaje del árbol de la vida que sigue verde para
cualquiera hasta cuando lo mordisqueen las hormigas», escribió desalen-tado,
añadiendo con tristeza al recordar el edén de Tenenfe: «No vol-veré
más a visitar el jardín de las Hespérides, jamás volveré a ver el
pabellón cercado de rosas amarillas. Asunto acabado».
El último testimonio de su contacto con la isla Afortunada son las
líneas de Juan P. Carta, fechadas en Santa Cruz el 25 de octubre de 1890,
contestación a lo que le le escribió Vráz el 12 de julio. Refiriéndose a
los trabajos que Vráz tuvo que pasar, perseguido por mala suerte y en-fermedad,
advierte: «África y América parece como que repela la raza
europea y más si estos se dedican a grandes viajes y en zonas enfermi-zas.
Es natural que así suceda pues el clima con algo ha de castigar la
matanza de sus cazas e insectos que V. y otros se permiten en obsequio
de ciencia. Pero el clima dice: ¿Que tengo yo que ver con que éste o el
otro trate de enriquecer con nuevos ejemplares los mejores gabinetes del
mundo europeo'! ... Hay que resignarse o dejar el campo ... >> Continuan-do
en este tono le desea a Vráz que cuando reciba ésta,
su salud sea tal que pueda perseguir al chacal con tal ardor y hacer ta-les
acopios de ellos como más le convenga a sus fines, «remitiendo a
Europa asombrada media América disecada, enfrascada, empaqueada,
etc. etc.»
Aunque Vráz ya nunca vio a la isla y a los que allí quería, no dejó
de considerar las Canarias como un paraíso, tributándoles homenaje con
un capítulo de su primer libro que recogía algunas aventuras e impre-siones
de sus viajes. En un estilo florido (difícil de traducir) trata de
acercar las Canarias a los lectores checos. Después de informarles que
las Canarias forman el archipiélago pequeño que cuenta sólo con siete
islas e isletas pobladas, mientras que las demás no son sino escollos,
continúa en el párrafo inicial: «No obstante, dentro de ese estrecho marco
de reinos diminutos y encerrados para sí mismos se ha reunido en un
conjunto armónico todo cuanto puede ofrecer el calor del cielo meridio-nal,
la naturaleza de los tres continentes, el océano y los agrestes pe-ñascos
volcánicos de diversísimas formas que como gigantes se erigen
intrépidamente de las profundidades formando valles acogedores con
campos verdes y dehesas anaranjadas de las villas costeras. Rodeados
del Atlántico, que rompe allí sus poderosas olas argentinas, se levantan
orgullosos hasta la altura del Pico de Teide nevado los restos de lo que
otrora sería tierra firme más grande. Tal vez el mito de la hundida
Atlántida no es mera suposición. por lo menos aquí el océano se ha
guardado su parte más hermosa ... En la atmósfera de todo el archipié-lago
se nota una considerable e imponente calma peculiar de la majes-
660 Bohumil Bndura
tuosa naturaleza en que el pequeño pueblo de los isleños se había edifi-cado
su existencia*.
Pero no solamente la naturaleza, sino también sus habitantes son
dignos de admiración. «Son hombres condescendientes, atentos, hospi-talarios
y, aunque muy patrióticos, parecen más bien desconformes con
las tormentas políticas de su patria más amplia, es decir España ... En
vano se buscaría en su medio el crimen de vileza, el lodo de desmora-lización,
el hediondo pringue del proletariado, el pensamiento servil de
nuestros pobres o el semillero de la borachera. Lo malo es que ya se
han producido los últimos casos mencionados en los puertos adonde llega
poco a poco el venenoso aire de Europa». Vráz pone acento en que los
habitantes de las islas constituyen de veras un pueblo «y no sólo un
rodaje en el ingente mecanismo fabnl».
Refiriéndose a Tenerife, Vráz recordaba conmovido las sensaciones
que había experimentado después de subir el Pico de Teide, haciendo
observar mas acieiante que no se sentia capaz de expresar adecuaaamente
lo que le ofrecía la vista desde la altura. «¿Cómo estaría en condicio-nes
», pregunta, «de pintar con mi insuficiente lenguaje humano lo que
apenas mi alma supo captar -la belleza que apareció delante de mis
ojos? Lo cierto es que solamente a duras penas podríamos encontrar otro
sitio con una vista más amplia, y en la superficie reducida de una isla
tantos contrastes y cambios. En enormes rocas se amontonan allí una
configuración volcánica sobre otra, formando creaciones más bizarras
- e l valle de sombras estigias. Y abajo, en el fondo mismo, está el ma-jestuoso
valle de Orotava. El aire aquí es transparentísimo, de manera
que todo: la cordillera lejana, las hermosas islas, La Palma, Gran Cana-ria,
Gomera y las profundas quebradas de abajo, la arboleda en flor, en
breve, todo ello compone el cuadro único, como proyectado en una su-perficie
sin dimensiones algunas. Tú, pobre «Praga doradan, envuelta en
sucio humo, cuánto bajarías, si te comparasen!»
Vráz -lo sabemos de la biografía escrita por su esposa- quería
situar en el «jardín de las Hespérides», como llamaba la islas Afortuna-das,
el argumento de una novela autobiográfica, pero efectuar éste y
algunos otros proyectos literarios la vida ya no le permitió.
En 1933 visitó a Tenerife el hijo de Vráz. Encontró allí a las perso-nas
que se acordaban muy bien de su padre y hablaban de él con admi-ración
y ternura. Eran todavía niños cuando el viajero estaba en Tenerife,
pero sus recuerdos seguían vivos. Don Adriano, quien conoció al padre
del visitante a la edad de doce años, recordaba como éste sabía ganarse
el corazón de los niños jugando con ellos y contándoles de los países
lejanos. Mencionó asimismo la admirable energía con la cual Vráz ayu-
La Isla de Tenerife en los viajes y en la vida de Enrique Stanko Vráz 661
daba a extinguir el incendio que atacó la propiedad de la Marquesa en
la Villa de Orotava, allí donde más tarde construyeron el Hotel Victo-ria.
«Todos le queríamos, en toda la ciudad era muy popular», afirmó.
Una cordial acogida le tributaron al visitante don Tomás y doña Isa-bel,
hijos del señor Méndez de la Guardia. Doña Isabel recordaba con
cariño al padre del huésped y por fin observó: «Estaba feliz con noso-tros,
mas sólo por un tiempo breve. Nuestro mundo le fue demasiado
pequeño».
FUENTESL:a ponencia fue elaborada a base de los materiales del
archivo de Enrique Stanko Vráz, uno de los fondos del Museo de
Náprstek (Praha, Betlémské námEstí 1) y de los siguientes libros y artícu-los:
E.S. Vráz, Z cest (De los viajes), Praha 1897; U králfi temné
pevniny. Osm let dobrodruiství v Africe (Entre los reyes del Continen-te
Negro. Ocho años de aventuras en África), Praha 1941; NapiíC
rovníkovou Amerikou (A través de la América ecuatorial), Praha 1900;
Apuntes de un viaje por Africa. In: Diario de Tenerife, 30 de septiem-bre,
1, 4, 5, 10, 12, 14, 18, 25 de octubre de 1887; Mis viajes a los
países de Otschi. In: Las Canarias, 23, 28 de septiembre, 3, 8, 13, 18,
23, 28 de octubre de 1888; Un proyecto del Dr. Simony. In: Las Cana-rias,
28-9-1888; Kaiserliche Akademie der Wissenschaften in Wien,
Sitzung der matematisch-naturwissenschaftlichen Classe von 7. Februar
1889 (Sonderausdruck aus dem akademischen Anzeiger Nr. IV); Viktor
Vráz, Dojmy a vzpomínky z Tenerife (Las impresiones y los recuerdos
de Tenerife). In: Národní politika, 10-9-1933; Vlasta Vrázová, ~ i v o at
cesty E. St. Vráze (La vida y los viajes de E. St. Vráz), Praha 1937;
VEra Halászová, ~ á h a d yv iivotk E. St. Vráze (Los misterios en la vida
de E. St. Vráz), Praha, Náprstkovo museum 1992; Pascua1 Venegas
Filardo, ¿Ha leído usted? In: El Universal, 8-2-1993; Olga González,
Vraz: poeta, viajero enamorado. In: El Universal, 21-2-1993; Enrique
Stanko Vmzj un siglo deyués. In: El Diario de Caracas (fotocopia con
omisión de fecha); Pavel Stkpánek, Enrique Stanko Vráz, Viajero Checo
del Siglo xrx en Venezuela. In: Ibero-Americana Pragensia, XXVIII-1994
y XXIX-1995, PP. 111-126 y 101-122.