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LA INDEPENDENCIA CUBANA:
EL LARGO ADIÓS AL IMPERIO
Manuel Chust
La Revolución Americana no es un episodio ais-lado,
cuya explicación debe buscarse en la brusca
actuación de una o varias causas concretas, sino
un proceso espiritual completo, vinculado con la
Historia Universal, y para cuya comprensión es
menester el conocimiento profundo de la historia
pre-revolucionaria.
Era la definición que el I Congreso de Historia Hispanoamericano formulaba
como conclusión, en octubre de 1949, a preguntas sobre la independencia. Desde entonces
se han mantenido y ampliado las explicaciones a cerca de lo que caracterizamos como un
proceso revolucionario que no tuvo paragón, en cuanto que afectó en un espacio temporal
corto 1808-1825, a una pluralidad de regiones, culturas, etnias que se trasformaron,
asímismo, en otra pluralidad de naciones.2 No obstante este proceso no afectó a todas las
antiguas colonias americanas de la Monarquía española. No es un secreto. Cuba y Puerto
Rico, además de Filipinas, se mantuvieron en ese estatus colonial hasta 1898. No preten-demos,
en este trabajo, desentrañar las circunstancias que acontecieron para que este fenó-meno
se produjera. Es nuestro objetivo establecer una comparación, desde la generalidad,
de la coyuntura, del espacio, del tiempo, de las fuerzas sociales revolucionarias así como
de los presupuestos ideológicos que acontecieron en uno y otro proceso independentistas:
el continental y el insular.
Comencemos por el primero. Resumamos cuales han sido, son, las interpretacio-nes
más difundidas sobre la independencia de Hispanoamérica:3
A. Tesis de la Historia Oficial hispanoamericana. Esta historiografía explica la
historia nacional desde una perspectiva heroica y romántica prehispánica, en donde el
pasado colonial sería una etapa a olvidar, superada por la independencia acontecida y
realizada por auténticos héroes en lucha por una sociedad “libre, justa y heroica” contra la
opresión “bárbara colonial hispana”. De esta forma nacen los mitos: Bolívar, San Martín,
Sucre, Artigas, etc.
B. La Historia tradicional española, desde el siglo XIX, explica la independencia
hispanoamericana como producto de una “traición” a la Madre Patria. Los colonos ameri-canos
habrían aprovechado la coyuntura desfavorable metropolitana de la invasión fran-cesa
para proceder a la constitución de Juntas que bajo la “máscara” de defender los “De-rechos”
de Fernado VII pretendían la independencia. Inmersa en esta explicación estaría
implícita otra consideración, aquella que interpreta que América no tenía un estatus colo-
24
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nial, sino que formaba parte en igualdad de condiciones, con los otros reinos de la Monar-quía
hispana. Tesis, por otro lado, legada de sujetos históricos que, como el propio Agustín
Argüelles, se encargaron de difundir en los años treinta y cuarenta del XIX:4
C. Tesis que explicaría la independencia debido a causas políticas. Esta teoría
tiene varias explicaciones que van desde la secular conspiración y protagonismo británico
en pos de una Hispanoamérica independiente5 para así ampliar su mercado exterior; pa-sando
por las actividades secretas e internacionales de la masonería, hasta la influencia
ideológica de las ideas de la Ilustración, de las teorías liberales y de las revoluciones de los
Estados Unidos6 y Francia.7 Un ejemplo fueron los estudios de R.R. Palmer y Jacques
Godechot y sus tesis de las “revoluciones atlánticas”. 8
Una renovación en la historia política se ha producido en los últimos años. Son
los estudios de Francois-Xavier Guerra9 inscritos dentro del revisionismo de la historia
política francesa. Ésta trata de recuperar las causalidades independentistas en las explica-ciones
históricas del análisis político y cultural de los fracasos o éxitos del “imaginario
colectivo”. Para Guerra la independencia hay que inscribirla dentro de un contexto de
análisis global que incluiría toda la Monarquía española. Independencia que abre una vía
revolucionaria desde la persectiva de lo político y cultural, es decir, la creación de la
“escena pública” que dará paso al triunfo de una nueva legitimidad, una nueva política.
Esos cambios, Guerra lo explica con un concepto: la Modernidad. Concepción política y
cultural que pretende sustituir a conceptos estrictamente económicos y abstractos como
sociedad, época o capitalismo.
D. Tesis de la emancipación. La independencia habría acontecido porque Hispa-noamérica
habría alcanzado un notable desarrollo, una “madurez”, en todos los ámbitos
estructurales -político, económicos, social, intelectual, etc. -que le conduciría, sin drama-tismos,
a su independencia. Esta interpretación, en opinión de Navarro García10, supone
una explicación dulcificada de la independencia a diferencia de las tesis que la plantean
como un hecho doloroso, bélico y desgarrador. Esta “mayoría de edad” vendría anunciada
por la madurez política que los criollos habrían alcanzado en los cabildos;11 por el surgi-miento
de una conciencia nacional12 y/o la presencia de movimientos “precursores” de la
independencia.13
E. Tesis de la crisis del imperio español. En general se explican las independen-cias
desde el colapso que la Monarquía española experimenta a partir de la invasión
napoleónica, aunténtico punto de inflexión de la descomposición que experimentaba des-de
hacía varias décadas. Dentro de estas explicaciones podemos encuadrar a aquellas que
tienen como nexo central las contradicciones, insalvables, que las reformas de Carlos III
estaban generando desde la segunda mitad el siglo XVIII. Interpretación formulada por
John Lynch y de la cual participan una buena parte de los estudios de la historiografía
anglosajona.14
John Lynch interpreta estas independencias como cambios políticos en las que
los élites obtendrían el poder de la nueva nación al margen del “pueblo”.
En esta explicación el criollismo se rebelaría contra la metrópoli por las intolera-bles
reformas carolinas que van a provocar un nuevo imperialismo español.
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Neoimperialismo será el origen, como reacción, del surgimiento del nacionalismo hispa-noamericano.
No obstante, Magnus Mörner mantiene que estos estudios tuvieron un seña-lado
problema: “la falta de precisiones conceptuales e interés por los enfoques teóricos”.15
En respuesta a la ofensiva del academicismo, de la historia patria, de la historia
événementielle, está la interpretación de Tulio Halperin Donghi. Desde premisas
braudelianas y dentro de la metodología de los Annales propone16 un estudio desde las
premisas de un ciclo temporal largo, 1750 a 1850, para la explicación de una “reforma y
disolución” de los imperios.
No obstante, esta trasformación tuvo un ámbito circunscrito a las élites criollas
urbanas, en respuesta, de la marginación de cargos políticos por los españoles. Explica-ción
un tanto confusa porque no llega a precisar las bases de ese cambio, sus agentes
sociales, sus transformaciones. A pesar de que los estudios de Halperín Donghi sigan
teniendo una más que relevante presencia en ambos mundos.
La interpretación de Jaime Rodríguez es la más novedosa aportación de los últi-mos
años. Para Rodríguez las independencias supusieron el proceso más grande de cam-bio
y trasformación operado al norte del Atlántico durante los siglos XVIII y XIX. Proce-so
de cambio que hay que contextualizarlo con varias transformaciones interrelacionadas,
generales y particulares, en el contexto del tránsito al capitalismo: la emergencia de la
burguesía como clase social dominante, la revolución industrial británica, la reestructura-ción
de los imperios ibéricos, la diversidad regional, y haciendo hincapié, la revolución
burguesa en España, etc. Este autor cuestiona la tradicional tesis sobre la “inevitabilidad”
de la independencia, ya que junto a esta hubieron otras propuestas como las autonomistas.
Cimentadas en una serie de precedentes como los planes del conde de Aranda 17 y el
intendente de Caracas, José de Abalos y, sobre todo, en las propuestas de los diputados
americanos en las Cortes de 1810 a 1814 y del Trienio Liberal. Participación que tendría
su culminación en la Constitución de 1812 y su sanción en Hispanoamérica y en el esta-blecimiento
de ayuntamientos y diputaciones provinciales18 -capaces de transformar, des-de
un autonomismo, la realidad colonial-.
Pero la reflexión más importante, a nuestro entender comporta un segundo nivel
de análisis del problema: la estricta necesidad de contextualizar las independencias hispa-noamericanas
con la realidad histórica española. Propuesta19 de la que no sólo no partici-pamos20
sino que creemos indispensable para entender, no sólo los procesos revoluciona-rios
insurgentes hispanoamericanos sino también el español.
¿Cuál fue la evolución de las independencias continentales?
La táctica habitual, tanto en América como en la Península, fue la formación de
Juntas Soberanas ante el desmoronamiento de la Monarquía absoluta y la invasión de
tropas francesas. Las opciones políticas y económicas que se manifiestan desde ese mo-mento
son varias: desde el absolutismo más apostólico, pasando por el independentismo
hasta la opción mayoritaria en esta primera coyuntura, que sin embargo no triunfaría, el
autonomismo.
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Paralelamente a la invasión francesa en la Península y a la insurgencia america-na,
en las Cortes de Cádiz se plantea una propuesta autonomista: es la revolución hispana,
una auténtica reformulación del problema nacional americano desde el Estado nacional
hispano. La participación de representantes americanos en las Cortes, habrá que seguir
insistiendo, fue trascendental. No sólo para la repercusión que los decretos y la Constitu-ción
tuvo en América, infravalorada a excepción de meritorios trabajos, sino en la influen-cia
que tendrán para la historia constitucional y parlamentaria de España.
Sus puntos más importantes fueron los siguientes. América se incorporó a la Mo-narquía
española, interpretada ya como un Estado-nación, en calidad de provincias con
derechos de representación y de igualdad similares a las peninsulares. Por ello desaparecía
la colonial división política-administrativa y económica de virreinatos y capitanías gene-rales.
No era todo. Sus titulares -virreyes y capitanes generales- perdían su poder omnímo-do
en favor de asambleas populares -cabildos y diputaciones provinciales-. Las provincias
americanas tuvieron igualdad de representación política, lo cual supuso introducir, no sólo
una nueva administración liberal -ayuntamientos, diputaciones, Cortes nacionales- sino
politizar la sociedad americana. A lo cual, evidentemente, contribuyó el decreto de liber-tad
de imprenta y abolición de la Inquisición.
Por último la Constitución de 1812, elaborada a partir de una comisión en la que
se integraron cinco americanos, tuvo una tremenda importancia en la historia de las dos
siguientes décadas de la América independiente, especialmente en lo que se refiere a los
virreinatos de Nueva España y Perú. Sólo un apunte más. Su primer artículo es más que
significativo, y en determinadas ocasiones pasa demasiado desapercibido su trascendental
importancia. Recordémoslo:
Artículo 1. La nación española es la reunión de los españoles de ambos
hemisferios.
Esta explosión de la opinión pública y de su politización se trasladó a Cuba
también. Un magnífico periódico como Diario cívico de la Habana recogía este texto en
sus páginas:
En los antiguos gobiernos, derechos feudales.- Exempciones de cargas públicas.-
Privilegios exclusivos en los empleos, los honores, las profesiones y los oficios.
En los nuevos, imposiciones iguales, repartidas según las proporciones de cada
uno.- Obcion de todos los ciudadanos á los empleos y á los honores.- Libre
exercicio de toda especie de talentos y de industria.21
Crítica hacia los valores de la sociedad nobiliaria que también se trasladaban a
sus aspectos señoriales. Seguimos estando en Cuba, la realidad podía ser la hispana:
Hablo de las instituciones de los vínculos en beneficio de los varones, la primo-genitura,
mayorazgos, fideicomisos, substituciones, etc. Todas estas prerrogati-vas,
entregando irrevocablemente la propiedad de las tierras a cierta clase, obs-truyeron
la circulación general. Pero los despotas orgullosos necesitaban rique-zas
para afirmar su poder; necesitaban concertarlas indispensablemente en fami-
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lias privilegiadas, para que estos tuviesen asegurados los medios de mantenerlos
en su elevacion; necesitaban empobrecer á la multitud para conservarla en de-pendencia.
22
Lo cual se compaginaba con la realidad socio-económica esclavista de la Isla. El
Diario cívico también era cartelera de ventas de esclavos y de anuncios de prófugos. Una
contradicción más:
Un negrito gracioso, bien parecido, de buenas propiedades, y de mas de 4 años-
En la misma.
Una negra que salió del barracón 10 meses hace, con un negrito de 2 años, muy
ágil para todo, sana y sin tachas: en 500 pesos libres para el vendedor. Callejón de
la Samaritana número 2.
Una negra nombrada María de la Merced, nación mandinga, de buenas carnes y
estatura, embarazada, una señales de barros en la nariz, y los dientes agudizados,
que profugó el 29 de agosto último- En la calle O-Reylli número 39 gratificarán
a quien diere noticia cierta de su paradero.23
Sin embargo esta revolución hispana tendrá una severa frustración. Los movi-mientos
insurgentes triunfarán en Argentina y Paraguay. Pero, especialmente, la reacción
absolutista de Fernando VII el 4 de mayo de 1814 hará que estos logros autonomistas
queden en papel mojado al volver América al régimen colonial. La frustración para el
criollismo autonomista será tan grande que el sexenio absolutista marca el cénit de esta
opción.
Una nueva situación revolucionaria burguesa antifeudal acontecerá entre 1820 y
1823. De nuevo los decretos de las anteriores Cortes y la Constitución de 1812 se podrán
en vigencia. No obstante, los movimientos insurgentes triunfarán en esta ocasión. Queda-ba
Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Resta la pregunta ¿por qué no se independizaron al igual
que el resto de América? Lo veremos más adelante.
Aguardan las preguntas, hasta tres en este análisis general del proceso
independentista continental. La primera ¿cuáles son las fuerzas sociales que componen la
insurgencia? La clase dirigente de la independencia está compuesta mayoritariamente por
criollos, burguesía americana de comerciantes, hacendados, industriales, y en menor me-dida
burócratas, que se han enriquecido al socaire de los resquicios que el régimen colo-nial
dejaba. En segundo lugar están los intelectuales orgánicos, en su mayor parte ecle-siásticos
y profesionales liberales. Por último, se integrarán como fuerza de choque mes-tizos
e indios, reclutados en levas en la mayor parte de las ocasiones.
La segunda. ¿Cuáles fueron sus presupuestos ideológicos? Fueron variados: Desde
los pensadores de la Ilustración, los teóricos del liberalismo, en especial Jeremías Bentham,
hasta los líderes de la revolución de independencia norteamericana como Jorge Washigton
y Thomas Jefferson, pasando por el pensamiento escolástico de Francisco de Suárez.
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Y tercera. ¿Cuál fue el contexto internacional de 1808 a 1826? En primer lugar
está presidido por las guerras continentales y napoleónicas. La pérdida de la marina espa-ñola
en Trafalgar en 1805 provocó que se interrumpieran las relaciones coloniales con
América y que los británicos acrecentaran su contrabando o incluso se apoderaran de
ciudades tan importantes como Buenos Aires en 1806. En segundo lugar la guerra contra
los franceses en la Península hizo que el criollismo precipitara sus opciones políticas, no
tanto para aprovechar una coyuntura apropiada que le era desfavorable a la metrópoli,
sino también por el miedo que les provocaba que de una dinastía borbónica se pasara a una
nueva dominación de la dinastía napoleónica. En este contexto hay que tener presente
también que Gran Bretaña está en pleno proceso de revolución industrial, dentro de un
liberalismo smitiano de laissez-faire, laissez-passer, en el que el mercado mundial está
aún por desarrollarse. Por lo que tiene a Europa, la India y América como centros de
producción pero también de consumo. En este mismo contexto se encuentran las guerras
napoleónicas, en las que Francia lucha en sus comienzos industrializadores por lograr un
espacio de mercado frente al monopolio colonial español y a la “fábrica del mundo
británica”.
Este contexto empieza a cambiar a partir del Congreso de Viena en 1815. La
derrota de Napoleón, el triunfo de Fernando VII sobre el liberalismo en la Península y en
América a excepción de Argentina y Paraguay- mediatizan el final de esta década. No es
todo. La formación de la Santa Alianza con el objetivo de destruir cualquier estado liberal
va a provocar que los Estados Unidos, sin que en estos momentos lo pretendan, emitan lo
que será su famosa doctrina Monroe “América para los americanos”. Es en 1823 cuando
aparecen en el contexto mundial, y lo hacen reservándose un espacio en su contienente.
Habrá que tenerlo encuenta.
La Independencia Cubana
Hasta finales del siglo XVIII, Cuba era un situado deficitario del virreinato de
Nueva España. Esta situación va a cambiar rápidamente. Observemos. Entre 1790 y 1830
va a pasar de una posición secundaria en los mercados azucareros y cafeteros al primer
puesto mundial. Además la Isla también produce aguardiente de caña, melazas, miel, cera
y cobre. Este crecimiento económico repercute, obviamente, en una acumulación origina-ria
de capital, en la clase criolla y peninsular burguesa.
Entre 1789 y 1804 se van a dictar catorce Reales órdenes, cédulas y decretos que
liberalizarán e impulsarán el comercio de esclavos. No es todo. Se va a reducir su morta-lidad
con los avances científicos. Edward Jenner experimentará su vacuna antivalórica
contra la viruela, con resultados altamente satisfactorios, hasta tal punto que cuando llegó
la expedición real de Javier Balmes se sorprenderá de los resultados conseguidos. Eviden-temente
este avance científico redujo considerablemente la mortalidad de los esclavos.
Entre 1764 y 1778 se producen las medidas sobre el libre comercio. Un dato, en
1800 en La Habana llegan ya 606 barcos norteamericanos.
Entre 1760 y 1800 la producción azucarera pasa de 5.000 Tm a 30.000 Tm lo cual
va a multiplicar el número de esclavos pero también la necesidad de poner en cultivo
nuevas tierras. Cuba, poco después, alcanzará 1 millón de Tm.
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El salto, con todo, económico y social de la Isla, se produce durante y después de
las guerras de independencia continentales. En 1817, en pleno sexenio absolutista, se abo-lirá
el desestanco de tabaco. Un año después, en 1818, se declara la libertad de comercio
con el extranjero y se suprime la tierra mercedada. Recordemos el Diario Cívico.
El negocio de los esclavos, subsidiario del plantador, se va a transformar en un
negocio en sí mismo. Entre 1816 y 1820 se introducen 111.014 esclavos. En las cuatro
décadas siguientes se introducirán 356.000 esclavos más.
Este crecimiento económico se traslada a la estructura social. Se forma en estos
años una oligarquía, élite o burguesía, según las diferentes nomenclaturas, de plantadores,
negreros e industriales tabaqueros criollos. Los apellidos de los Aladama, Alfonso, Soler,
Bonila, etc... se hacen respetables en estos negocios. La oligarquía es un hecho. Poseen 40
ingenios, 11 de ellos tienen 15.000 esclavos. Se ennoblecen, enlazan con la mismísima
casa Borbón y con la nobleza francesa, poseen acciones de empresas ferroviarias, bancos,
financieras inmoviliarias, en París, Nueva York, Madrid y La Habana.
En 1840 el café deja paso al azúcar. Varias razones lo explican. Es más rentable,
los ingenios están más cerca de los enclaves de comunicación y transporte y, en especial,
irrumpe el ferrocarril. Este medio de transporte revoluciona toda la Isla. En 1837 se cons-truye
el primer tramo. Cuando en la metrópoli acaba de inaugurar sus primeros 29 kilóme-tros
entre Barcelona y Mataró, Cuba cuenta con 618. Diez años después duplicará esta
cifra.
Comunicación terrestre, y telegráfica. Desde 1860 La Habana está comunicada
con las principales ciudades cubanas, posee además comunicación con Nueva York a tra-vés
de un cableado marítimo La Habana-Key West.
En cuanto al crecimiento urbano, también es espectacular. La Isla tiene grandes
ciudades: La Habana, Santiago, Matanzas -más de 30.000 habitantes-, Cienfuegos, etc..Es
evidente, Cuba, después de1830 es ... el Imperio.
La Dimensión Política del Conflicto
Todo este crecimiento económico y social también tiene una evolución política.
En las dos legislaturas de las Cortes de Cádiz, la Isla estuvo representada por Andrés
Jáuregui y Juan Bernardo O´Gavan. Ambos mantuvieron posturas moderadas, en espe-cial,
en lo que se refiere temas sociales. Serán, junto a los diputados de Venezuela, los
americanos que más firmemente se opongan a la abolición del tráfico de esclavos y a la
libertad de “vientres”, tras las propuestas primero del novohispano José Miguel Guridi y
Alcocer y, en segundo lugar, de Agustín Arguelles. No obstante apoyaron las medidas
autonomistas de la diputación americana.
Durante el Trienio Liberal, la Isla también estará representada por José Domingo
Benítez de la Torre y José Pascual de Zayas. Sin embargo las actas de estos diputados
serán impugnadas. Finalmente van a ser sustituidos por Félix Varela Morales, Tomás Gener
y Leonardo Santos Suárez. El primero de ellos traía a las Cortes un proyecto de abolición
376
de la esclavitud, sin embargo la reacción absolutista le impidió presentarlo y discutirlo en
la Cámara. No obstante, el criollismo cubano pudo estar representado y adquirir cierta
experiencia política en ambas Cortes.
La situación va a cambiar en la década de los treinta. En agosto, una serie de
pronunciamientos y movimientos populares va a hacer que las ciudades liberales de la
Península proclamen nuevamente la Constitución de 1812. La Reina Gobernadora, ante
los acontecimientos de la Granja no tendrá más remedio que firmar su restitución. Nuevas
elecciones se realizarán en la Isla. Sin embargo cuando los diputados lleguen a las Cortes
en octubre de 1836, no les dejarán entrar. Uno de los diputados electos José Antonio Saco
traía todo un proyecto autonomista para la Isla titulado “Paralelo entre la Isla de Cuba y
algunas colonias inglesas”. Lo cierto, y aunque este tema constituye otro objeto de estu-dio,
es que la Constitución de 1837 contemplará a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, es decir
lo que quedaba de Imperio, como colonias y no como provincias integrantes de la Monar-quía
española como hasta ahora lo había hecho la Constitución de 1812. A la altura de
1837 el estado español tiene otra perspectiva de sus intereses económicos que ya han sido
brevemente expuestos, pero también tiene otra muy distinta perspectiva política de estos
terriorios. La experiencia constitucional anterior, los acontecimientos independentistas en
América y la dialéctica revolución-reacción en la Península están tremendamente ligados
con la decisión, muy personal del líder de los liberales españoles Agustín Arguelles, de no
incluir a los territorios americanos como partes integrates de la misma Constitución. La
propuesta autonomista doceañista se abandona, por las mismas Cortes que han sido elegi-das
por la normativa electoral del Doce. De un estatus político y autonomista -ayunta-mientos
y diputaciones provinciales- se pasa a un régimen militar en donde el capitán
general va a dominar todo el espacio político y militar de la Isla. No obstante, una vez
emancipada América y postergada constitucionalmente Cuba y Puerto Rico, la revolución
burguesa española triunfará.
Junto a estas experiencias políticas, también se produce un crecimiento intelec-tual
y formativo importante en Cuba. Es de resaltar que el Real Seminario de San Carlos y
San Ambrosio se abrió a los seglares e incluso con tanto prestigio como la Universidad de
La Habana. Se enseña castellano, álgebra superior, cálculo diferencial e integral, geome-tría
analítica, química, física experimental y economía política. También a finales de siglo
en Cuba se desarrolla un movimiento ilustrado que impacta en las posesiones españolas, y
en 1790 se va a fundar la Real Sociedad Económica Amigos del País.
Con este crecimiento económico, con la praxis política e intelectual del
Doceañismo, cabe la famosa pregunta ¿por qué Cuba no siguió a los movimientos
independentista de las dos primeras décadas del Ochocientos? ¿No hubo héroes, no trai-cionó
a la Madre Patria, no tenía suficiente madurez, no impactaron frontalmente las re-formas
de Carlos III? por seguir las explicaciones clásicas de la independencias, como
vimos en la primera parte de este estudio.
Generalizando, como es la pretensión de este trabajo, podríamos concluir que:
1. La burguesía criolla no tenía contradicciones antagónicas con la Monarquía
española durante el Antiguo Régimen y, después, con el Estado nacional español.
377
2. Es de destacar una masiva presencia de tropas y oficialidad españolas en Cuba
durante todo el proceso independentista continental. La Isla fue la base de operaciones de
reconquista y también sede tras las derrotas. Esta presencia masiva de contingentes milita-res
desanimaría a la insurgencia armada.
3. El miedo de la burguesía blanca a una guerra de liberación, por cuanto com-portaría
un gran riesgo de detrucción de la economía de plantación y comercial, era paten-te.
La experiencia continental actuaría como un freno conservador a iniciativas
independentistas, así como el temor a armar a las clases populares cuya condición racial
era mulatos y negros. En el interín, claro, siguen estando presentísmos los acontecimien-tos
de Haití, así como las revueltas de los esclavos en la Isla. Un buen ejemplo de este
miedo a la rebelión negra fue el desarme de la guarnición de San Juan de Ulúa una vez que
abandonaron su heroica resistencia durante más de dos años.24 La mayor parte de los sol-dados
pertenecían a las compañías milicianas de pardos y negros. Cuando llegaron a La
Habana, en vez de recibirlos como héroes, las autoridades los desarmaron y desmovilizaron.
Crecimiento y Contradicciones
A parte de las contradicciones políticas que ya hemos explicado, la guerra de los
diez años supuso cambios importantes. En primer lugar, la oligarquía financiero-comer-cial
peninsular acrecentó su poder por encima de los plantadores criollos. Dominaban el
comercio, la mayor parte de los bancos, eran los productores y exportadores de tabaco,
tenían líneas de navegación, controlaban las principales industrias y servicios urbanos y
gran parte de la manufactura azucarera. Es más, el gobierno de Prim y Serrano apoyó a
estas familias y tenían nexos económicos y familiares en Cuba.
En segundo lugar la guerra provocó censuras de carácter paramilitar. La creación
de batallones de voluntarios del comercio provocó continuos incidentes con la población
civil -Teatro Villanueva, Café el Louvre, saqueos en casa de la familia Aldana, de Leonardo
Delmonte, por último los fusilamientos de los estudiantes.
En tercer lugar la guerra va a producir una separación importante entre el criollo
y el peninsular. La censura no se volverá a restañar. Al mismo tiempo aconteció una pro-gresiva
unión de razas de la cual Maceo fue un símbolo de ello. Es más las tropas criollas
van a bautizarlas con el nombre africano de mbí, popularmente manbí.
Otro tipo de contradicciones que hay que tener encuenta, en este largo y general
recorrido, serán las que surgieron del crecimiento intelectual y formativo del criollismo y,
por tanto, su contribución a la formación de una conciencia nacional. En este decenio se
encuentran ya muchos colegios de primeras letras que pertenencen a cubanos y con profe-sores
cubanos. Lo mismo acontece en la Universidad. Sin olvidar la actividad cultural y
formativa que ha ido desarrollando desde su fundación la Real Sociedad Económica Ami-gos
del País, junto al Ateneo y la Academia de Ciencias que se fundó en 1861.
Otro factor explicativo que hay que tener presente es el surgimiento y la forma-ción
del movimiento obrero. Los acontecimientos de la Comuna de París están presentes
en la organización del movimiento obrero cubano. Además la concentración de trabajado-
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res en las grandes fábricas tabaqueras hace que su formación e ideología se propage, a lo
que también contribuye la proliferación de publicaciones periódicas.
Y por último, habrá que tener en cuenta el cambio de coyuntura que acontece en
la Isla desde la Restauración. En primer lugar la Constitución de 1876 es la primera cons-titución
desde la de 1812 que admite como provincias a sus colonias. Su repercusión fue
que las leyes liberales de los años siguientes como la ley Moret, de asociación, de impren-ta,
la creación de partidos y, finalmente, la abolición de la esclavitud en 1886, van a crear
un espacio político en la Isla, desconocido desde principios de siglo.
Pero ¿y el contexto internacional? Es otro. Desde 1873 nos encontramos inmersos
en el imperialismo. El capitalismo es un sistema productivo mundial que, ha diferencia de
principios de siglo, ahora es imperialista y colonial. Es la coyuntura de las multinaciona-les,
de la política proteccionista a ultranza, de los mercados reservados, del reparto colo-nial
a partir de la Conferencia de Berlín de 1885, de la llegada al contexto mundial de
nuevas potencias capitalistas como los Estados Unidos de Norteamérica y Japón, y por
ende, de consecuencias directas para Cuba y España, del cambio de política internacional,
por estos aspectos comentados, de los Estados Unidos: la diplomacia del dollar, el Big
Stick, etc...
Si las condiciones, el contexto internacional, los factores endógenos han cambia-do
¿también lo han hecho las fuerzas sociales que protagonizan la revolución de indepen-dencia?
Es más ¿qué tipo de revolución es la independencia de Cuba? Evidentemente las
fuerzas sociales con respecto a la mayor parte de los movimientos independentistas
contienentales han cambiado, ahora es la pequeña burguesía y las clases populares campe-sinas
y urbanas junto al movimiento obrero los protagonistas de la independencia.
Estamos hablando de una revolución democrático burguesa en donde las conquistas y
reivindicaciones van más allá que las protagonizadas por el liberalismo. Una revolución
que se manifiesta contra el colonialismo y en favor no sólo de los principios liberales, sino
democráticos. Es quizá la mayor diferencia entre el principio y el final del Imperio.
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NOTAS
1 Conclusión general del Primer Congreso Hispanoamericano de Historia, Madrid, 1 al 12 de octubre de
1949.
2 Es curiosos significar como desde diferentes corrientes historiográficas se señala este período histórico
como la construcción, creación, surgimiento, etc, de las naciones hispanoamericanas. Lo que no se expli-ca
tan claramente es su origen y significación histórica.
3 Estamos de acuerdo en general con la clasificación realizada por NAVARRO GARCÍA, 1988. Si bien
concluimos y damos margen como se verá a otras propuestas. Una crítica a algunas de estas interpretacio-nes
en DOMÍNGUEZ, 1985, pp. 264-267.
4 ARGUELLES, 1978.
5 BRAVO UGARTE, GANDIA, 1961.CARNICELLI. JIMÉNEZ CODINACH
6 MARIO RODRIGUEZ, 1976.
7 El profesor Luís Navarro García aventuraba en 1988 que el Bicentenario de la Revolución francesa acen-tuaría
la proliferación de esta tesis. El tiempo le ha dado la razón. Para un buen compendio bibliográfico
de este tema cf.: MANIQUIS, MARTÍ, PEREZ, 1989. NAVARRO GARCÍA, 1990, pág. 533.
8 PALMER, 1959 - 1964. GODECHOT, 1965.
9 GUERRA, 1992.
10 NAVARRO GARCÍA, 1990.
11 Si bien es cierto que no sólo la convocatoria de cabildos abiertos como primer paso a la formación de
Juntas sino los propios cabildos fueron centros de poder local indispensables para poder explicar la arti-culación
del movimiento criollo revolucionario.
12 Aunque no se inscribe dentro de este contexto no es menos cierto que es totalmente clarificador al respec-to
el estudio, ya clásico de BRADING, sobre México. También SOLER, 1980, 1981.
13 PÉREZ, 1977. GUZMÁN, 1960. Desde perspectivas más sociales y menos emancipadoras VILAR,
1976. Así como el gran estudio de O´PHELAN GODOY, 1988, para el caso peruano y boliviano.
14 BETHELL, 1991. BUSHNELL, MACAULAY, 1989.DOMÍNGUEZ, 1985.
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15 Decimos “interpretamos” porque al menos de la traducción se puede inferir lo siguiente, si bien la preci-sión
conceptual, como mantiene Mörner es deficiente:
“Latinoamérica, durante el proceso de consecución de su independencia, optó por un modelo de desarro-llo
fundamentalmente liberal, en principio no muy distinto del que adoptaron Gran Bretaña, los Estados
Unidos y, con frecuencia, también Francia. Esto implicaba un proyecto, en lo político, de gobierno cons-titucional
y representativo, y en sus dimensiones socioeconómicas y culturales una disminución de barre-ras
artificiales a la iniciativa individual y a la libertad”. pág. 20 MÖRNER, 1990.
16 HALPERIN DONGHI, 1969.
17 RODRÍGUEZ, 1993, b. Magnífico estudio de una parte de la historia española y americana que ha pasado
desapercibida su interrelación e importante trascendencia.
18 BENSON, 1955. Sigue siendo de imprescindible referencia el estudio pionero en este sentido de la profe-sora
Nettie Lee Benson.
19 Además, si bien desde diferentes perspectivas y conclusiones ANNA, 1986. COSTELOE, 1989.
20 CHUST, a,b,c, d,.
21 Diario cívico de La Habana, 15 de septiembre de 1812.
22 Diario Cívico de La Habana, 3 de setiembre de 1812.
23 Diario Cívico de La Habana, 11 de setiembre de 1812.
24 Moreno Fraginals, 1997.