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EL IMPACTO DEL 98:
PRESENCIA EN LA HISTORIOGRAFÍA CUBANA
Carmen Almodóvar Muñoz
Grosso modo coincidimos con Julio Le Riverend, cuando él afirma en su trabajo
“Sobre la Ciencia Histórica”-publicado en la revista Islas (1969)- que durante muchísi-mas
décadas la historiografía cubana “interpreta el pasado en el contexto de una visión del
presente y de sus tendencias de desarrollo”. Dicha historiografía es ante todo, militante,
combativa, patriótica, ríos en ensayos y carente de monografías basadas en fuentes docu-mentales.
La historia de Cuba se concibe en términos generales como una historia-esencial-mente
política y esto ha influido decisivamente en el quehacer de los que escriben acerca
del pasado de la Isla.
Las guerras de liberación nacional libradas entre 1865 y 1898, por su carácter y
trascendencia, siempre han atraído el interés de los historiadores cubanos: algunas de es-tas
obras han recibido el reconocimiento de la crítica especializada. La Guerra de los
Diez Años es la que cuenta con un mayor número de trabajos dedicados a su estudio; la
Guerra del 95 también se acredita una significativa bibliografía referida a esta contienda.
No ha corrido esta misma suerte el fin de la dominación española en la Isla; la Guerra
Hispano-Norteamericana no ha sido una temática priorizada por los investigadores cuba-nos
desde 1898 hasta el presente.
Si repasamos los repertorios bibliográficos, el déficit al que me refiero salta a la
vista de inmediato. Son escasos los títulos que centran su objeto de estudio en el conflicto
desatado entre España y los Estados Unidos a fines del pasado siglo.
El 98 –ese momento crítico en que cesa el status colonial en la Isla, tras cuatro-cientos
años de dependencia a la metrópoli hispana- no ha motivado a la mayoría de los
investigadores cubanos. Todo cuanto gira “en torno al 98” –de hecho- abre profundas
heridas en el pueblo cubano y los historiadores del “patio” no siempre han estado en
condiciones de cerrarlas. En trabajos precedentes, he expuesto los motivos que en particu-lar
inclinan a unos y otros autores a no detenerse en el tema; en esta ocasión sólo quiero
apuntar que la época, el contexto en que se desenvuelve el autor, influyen en gran medida
sobre éste, en cuanto a si debe o no tomar la decisión de abordar los controvertidos acon-tecimientos
históricos y cuál puede ser la “fórmula” apropiada para elaborar el discurso en
el texto. Antes de inaugurarse el período republicano ven la luz los primeros exponentes
sobre la temática, no registrándose el nombre de los autores. Estas obras son meras
compilaciones de observaciones e ilustraciones, que se refieren al bloqueo e invasión de
Santiago de Cuba. Sus títulos son los siguientes: Bloqueo, sitio y bombardeo. Manual del
defensor (1896) y La Invasión de Santiago de Cuba (1898). También se edita en esos
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momentos el testimonio de Fernando E. Miranda sobre los “sucesos de El Maine y se
reproducen documentos relativos a la Campaña de Santiago de Cuba. En torno a la explo-sión
del Maine, que es uno de los asuntos más polémicos, solamente circula en esos días
un escrito en la antigua colonia y el mismo lo firma un español: José Fuentevilla.
La Campaña de Santiago de Cuba y las operaciones navales que se efectúan en la
etapa final de la contienda bélica aludida, encuentran un eco limitado. Sólo Enrique Piñeyro
y Raimundo Cabrera dan el paso al frente. El primero aporta su conferencia “Ayacucho y
Santiago de Cuba”-pronunciada en París en 1905- editada posteriormente en la revista
Cuba y América bajo el título de “oración admirable”. Cabrera, por su parte, publica en
1911 el artículo “El tres de julio”, incluido en Desde mi sitio. En esas páginas expone la
reacción de la emigración cubana ante la destrucción de la escuadra del Almirante Cervera.
La política estadounidense con respecto a Cuba, sus raíces, así como las relacio-nes
que se generan entre España y los Estados Unidos al calor de la disputa por la “fruta
madura”, sí hallan un discreto espacio historiográfico en Cuba al término de la “guerra de
rapiña”. Directa o indirectamente se trata el tema, enfocándose bajo diferentes ángulos,
asimilando unos fraternal entre, las posiciones asumidas por Washington con respecto a
Cuba, a través de décadas, o combatiendo las actitudes pro-anexionistas del gobierno nor-teamericano,
encaminadas a “controlar” la perla de las Antillas en todos los órdenes, des-de
los inicios del siglo pasado.
Hace su aparición Cuba Libre. Independencia o anexión en 1898, escrito por
Francisco Figueras. Aunque la imprimen en New York, no puede descartarse el libro en
tanto Figueras es el genuino defensor de los intereses yankees, el más conocido represen-tante
del ideario dependiente y anexionista de su época. El expresa en su trabajo: “La
intervención americana y la suerte que mediante ella ha cabido a Puerto Rico y cabrá a
Filipinas, imponen la anexión… Que antes que impuesta por la coacción ya sea esta moral
o material, vale más que los cubanos la dignifiquen con su asentimiento”. El folleto del
matancero Rafael Padró, que ve la luz asimismo en el propio año 1898, en la llamada
“ciudad de los rascacielos”, si puede ser obviada por intrascendente. Asoma a la palestra
en 1900 el Ensayo Histórico… de José I. Rodríguez. Su línea de pensamiento coincide
con las de Figueras y Padró; en su obra dedica un par de capítulos al análisis de la “cues-tión
cubana”, haciendo hincapié en las consideraciones hechas al respecto por el presiden-te
Mackinley. Al igual que los especialistas anteriores, Antonio Valverde se pronuncia en
su libro- La Intervención. Estudio de derecho internacional público (1902)- acerca de
cuestiones tales como la guerra desatada en 1898, el tratado de paz y las causas de la
intervención norteamericana, una vez concluida la contienda en la Isla. El orador autono-mista
Rafael Montoro plantea en el prólogo al libro de Valverde: “demuestra que la inter-vención
armada en los Estados Unidos, en Cuba, en el momento y forma en que se realizó,
no puede justificarse ante el Derecho Internacional”.
Igualmente, el testimonio La Inversión norteamericana en Cuba (1898), redacta-da
por Antonio Pérez Rioja, reúne un conjunto de elementos con los cuales el testimoniante
se pronuncia contra la política de Washington y revela las maniobras de la diplomacia
norteamericana para apoderarse de Cuba. Piñeyro, al que ya se hizo alusión, escribe una
amplia monografía acerca de la política orientada por Cánovas del Castillo con relación a
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las colonias. En Cómo acabó la dominación española en América (1908), el autor incluye
los cambios que se producen en la política exterior metropolitana tras la muerte del desta-cado
político español, así como los preámbulos del conflicto del 98 y el desarrollo de la
guerra.
En estos primeros 20 años, la obra que resume con mayor claridad la génesis de
la política estadounidense en relación con la Isla es sin dudas Los americanos en Cuba
(1905). Su autor, Enrique Collazo, combatiente y testigo de excepción abre un nuevo
sendero para estudiar profundamente las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos; su
libro marca un hito en la historiografía cubana e influye notablemente en una buena parte
de la intelectualidad surgida posteriormente. No quiero omitir que en 1901 aparece el
primer texto de Historia de Cuba: su autor es el erudito Vidal Morales. En las páginas del
libro se incluye de forma panorámica la tantas veces mencionada Guerra; el historiador no
demuestra rencor hacia los Estados Unidos de América en la “coyuntura” del 98.
Si se toma en cuenta lo anteriormente expuesto, puede concluirse que entre 1898
y 1920 los historiadores cubanos no priorizan el tema que se analiza; los escasos títulos
mencionados evalúan esencialmente la política norteamericana referida a la Isla, antes y
después del 98.
Traspasadas las fronteras de 1920 y en particular, luego de iniciada la década del
30, la historiografía cubana-renovada-cuenta con el impulso y savia nueva que le impri-men
algunos intelectuales de primera línea como Ramiro Guerra y Emilio Roig, quienes
no desdeñan una aproximación al referido tema. El primero, toma la pluma repetidamente
para valorar los antecedentes del conflicto, la rivalidad entre Gran Bretaña y Estados Uni-dos
en relación con Cuba, la política seguida por Makinley acerca de la “cuestión cuba-na”,
el Destino Manifiesto en 1898, la Resolución Conjunta, la Enmienda Platt… La obra
más destacada de este gran historiador referente al conflicto del 98 y sus consecuencias es,
a mi juicio, La expansión territorial de los Estados Unidos, a expensas de España y de los
países hispanoamericanos (1935). Este antológico volumen de casi 500 páginas no ha
perdido vigencia y se considera de obligada consulta. Guerra es concluyente al afirmar en
dichas páginas: “La Guerra Hispanoamericana dio a los Estados Unidos, Puerto Rico y
Guantánamo, que, junto con la Enmienda Platt, les aseguraron el dominio virtual del
Caribe”.
Emilio Roig, estudioso por excelencia de las relaciones establecidas entre los
Estados Unidos y Cuba desde el amanecer del siglo XIX, se detienen en repetidas oportu-nidades
en la Guerra antes mencionada, dedicándole varios títulos a su análisis. Gracias al
esfuerzo de Roig y con el respaldo de los Congresos Nacionales de Historia, la denomina-ción
de Guerra Hispanoamericana se sustituye por la de Guerra Hispano-Cubanoamericana.
Roig logra que en el 98, en el Congreso Nacional de Historia se apruebe una importante
resolución: “Cuba no debe su independencia a los Estados Unidos”. El trabajo que funda-menta
la anterior aseveración, presentado por el antiguo historiador de la ciudad de La
Habana en dicho Congreso, se convierte a la postre en el libro de cabecera de la guerra,
particularmente la participación de Calixto García en la conflagración, su plan de campa-ña
y el apoyo brindado a las fuerzas norteamericanas para su desembarco en la Isla, moti-van
repetidamente la atención de Roig. Entre las obras que escribe sobre esta contienda se
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pueden citar: La Guerra Hispano-Cubanoamericana fue ganada por el lugarteniente ge-neral
del ejército libertador Calixto García Iñiguez (1955); La guerra libertadora cubana
de los treinta años: 1868-1898; razón de su victoria (1952) Cuba y los Estados Unidos,
1805-1898… (1949), etc.
En estos mismos años de la etapa republicana, otros historiadores de prestigio-
Herminio Portell Vilá, Emerito Santovenia, Benigno Souza, M. Varona Guerrero…- se
aproximan al tema analizado. Reflexionan acerca de los hechos de la guerra, la participa-ción
cubana en el conflicto, las contradicciones internas surgidas entre la jefatura del ejér-cito
y algunos mandos del mismo, el papel desempeñado por Calixto García antes y des-pués
de la invasión a Santiago de Cuba, las relaciones Cuba-Estados Unidos… En sentido
general prima el discurso lineal, referativo, eminentemente hechológico, donde se exaltan
los valores patrios. La más de las veces se omiten aquellos análisis conducentes a demos-trar
que Cuba se había convertido en una neo-colonia yanki luego de la firma del Tratado
de París.
Con esto no quiero rebajar la utilidad prestada por obras tales como La Guerra de
Independencia de Cuba: 1895-1898 (1948) de Miguel Varona Guerrero, verdadero arse-nal
de datos recogidos en tres volúmenes por el Almirante Militar de Máximo Gómez.
Tampoco quiero obviar el importante aporte de Herminio Fortel Vilá al conocimiento de
esta temática en su Historia de Cuba en sus relaciones con Estados Unidos y España
(1938-1941); uno de los méritos de la obra consiste en introducir en la misma numerosas
citas textuales, extraídas de fuentes documentales consultadas por el autor en la biblioteca
del Congreso de Washington.
Los testigos de los hechos escriben y publican sus memorias en esta época: apa-recen
algunos diarios de las guerras. Se observan diferencias entre los trabajos cuya mate-ria
prima fundamental es la “vivencia”; influye en ello el nivel de compromiso con la
causa revolucionaria del testigo y su mayor o menor participación en los hechos, el nivel
cultural, la “miopía” política de algunos, etc. Entre los veteranos cuyos recuerdos de la
guerra se editan están: Máximo Gómez, Bernabé Boza, M. Piedra Martel, Ibrahim
Consuegra, Luis Rodolfo Mirante, etc. Cualquiera de los aludidos textos, que agrupan
testimonios de singular importancia para la reconstrucción de los hechos acaecidos duran-te
la última etapa de la gesta de independencia, son útiles para el estudioso de la Guerra
Hispano-Cubanoamericana. Considero que el Diario de Campaña de Gómez, Mis prime-ros
treinta años (1943) de Piedra Martel, al igual que la controvertida obra de Miró Argenter
– Crónicas de la guerra de Cuba- publicada en 1909, son textos que deben revisarse para
interpretar con mayor claridad cuanto acontece en Cuba en el 98. En sentido general, en
adelante se repiten las argumentaciones dadas por los testigos sin contrastarlas con los
documentos de archivo; muchos historiadores o mejor dicho, la mayoría de estos, no so-meten
a crítica los referidos testimonios y los mismos devienen con el tiempo en una
nueva “Biblia” en detrimento de la verdad histórica, convirtiéndose en un lastre peligroso
para la historiografía cubana.
Numerosos textos se editan entre 1920 y 1958. Sobresale la Historia de Cuba de
Fernando Portuondo del Prado, reeditado múltiples veces; en el orden metodológico no ha
sido aún superado. En cuanto a la referida Guerra, el autor sólo la aborda en apretada
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síntesis; este esbozo, desprovisto del rigor académico observado en el resto del libro,
“empaña” la calidad de este valioso texto escrito para la Enseñanza Media.
Durante la República surgen tres trabajos dedicados íntegramente a la Guerra
Hispano-Cubanoamericana: el de José A. Nedel –La Guerra Hispanoamericana y sus
resultados (1929), el de Enrique Gay Calbó –Los últimos tiempos del 95 y la Guerra
Hispano-Cubanoamericana (1943)- y el de Felipe Martínez Arango-Cronología crítica
de la guerra hispano-cubano-americana (1950). Este último título es el que más ha tras-cendido,
reeditándose en 1960 y 1973. El libro tiene un gran valor desde el punto de vista
didáctico, en tanto su autor hilvana lógica y cronológicamente los principales aconteci-mientos
ocurridos en torno a la guerra que estudia. Martínez Arango subraya la decisiva
actuación de las fuerzas militares cubanas, cuyas acciones conducen a la definitiva derrota
militar de España en la Isla. La Cronología… evidencia la posición nacionalista y
antiimperialista del autor.
Aunque en estos años se suman más intelectuales al estudio de la referida Guerra
y se observa un salto cuantitativo al respecto, la tendencia observada es la misma: predo-mina
el interés por las relaciones sostenidas desde el inicio entre Cuba y los Estados Uni-dos
a partir del 98. Calixto García, la explosión del Maine y la batalla naval de Santiago de
Cuba quedan, entre otros aspectos, en un segundo plano.
A partir de 1959 la Revolución extiende su ola de transformaciones al ámbito
historiográfico. Temáticas prácticamente olvidadas-el aporte del negro a la cultura cuba-na,
la historia económica del país, la participación de la mujer en la sociedad, el movi-miento
obrero…-se incorporan como leiv motiv de los historiadores que publican en los
sucesivos años. Las guerras de liberación nacional son tenidas muy en cuenta desde los
primeros momentos. Tempranamente aparece el Manual de Historia de Cuba de las FAR,
que antes de 1970 alcanza su segunda edición. En este libro se incorpora abundante infor-mación
sobre el desenvolvimiento de los exiliados cubanos y sus contradicciones inter-nas;
en muchos aspectos se rompe con criterios acuñados por la historiografía tradicional:
se transita hacia una concepción marxista de la historia nacional. Respecto a la Guerra
Hispano-Cubanoamericana es preciso apuntar, que no se superan las limitaciones adverti-das
en los textos elaborados con antelación a 1959.
Las reediciones de textos considerados como “clásicos” de la historiografía cu-bana
abundan en los primeros tiempos-léase década del 60-; algunos de estos títulos guar-dan
relación con la Guerra de “fin de siglo”. Se crean el Instituto de Historia Militar y la
sección Política de las FAR de cuyo seno nacen numerosos artículos, ensayos y monografías
que enriquecen el repertorio bibliográfico sobre los “treinta años de lucha” (1868-1898):
algunos de estos escritos abordan directa o tangencialmente la Guerra Hispano-cubanoamericana.
Entre los frutos de estas investigaciones se relacionan los siguientes
trabajos: Sitio y toma de Las Tunas (1973), Asaltos a convoyes (1977), La guerra de libe-ración.
Máximo Gómez Báez (1986), El ejército libertador de Cuba: 1868-1898 (1985),
Mayor General Máximo Gómez Báez. Sus campañas militares (1986)…
Se destacan en este quehacer un nutrido grupo de especialistas que abrazan la
metodología marxista y se esfuerzan en ponerla en práctica en sus respectivos textos.
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Enrique Buznego, Francisco Pérez Guzmán, Gustavo Pedroso, Rolando Zulueta saltan
por esta vía a primeros planos historiográficos, en tanto marcan nuevas pautas en los
estudios históricos-militares. Ellos recurren a los Archivos, a la prensa y a la cartografía
para reconstruir los hechos que investigan; se apoyan además en una metodología que se
corresponde con ese tipo de estudios, lo que requieren de una terminología y de un discur-so
particulares. El libro de Francisco P. Guzmán sobre Máximo Gómez así como los dos
volúmenes del binomio Buznego-Pedroso sobre el mencionado prócer, constituyen una
excelente muestra del avance logrado en este terreno historiográfico. Para corroborar tal
afirmación basta con comparar las obras antes señaladas con otras de corte similar escritas
en las décadas anteriores.
Los textos citados en el párrafo precedente no centran su atención en la Guerra
Hispano-cubanoamericana pero si tratan asuntos vinculados con el conflicto bélico que se
analiza.
Debo añadir, que otros historiadores no dedicados sistemáticamente a los estu-dios
de historia militar, hacen también su contribución al tema estudiado durante estos
años. Entre los títulos publicados se pueden citar: El combate de Marianao: su importan-cia
histórica (1978) de Fernando Inclán, La invasión mambisa en Matanzas (1985) de
Osmundo Alvarez, Máximo Gómez en Las Tunas (1986) de Bienvenido Avila, La acción
naval de Santiago de Cuba de César García del Pino, General de tres guerras (1991) de
Abelardo padrón… tomando en cuenta la calidad de las fuentes utilizadas y el rigor em-pleado
para reconstruir los hechos, el libro de César G. del Pino merece especial recono-cimiento.
El Tomo II de la Historia de Cuba- Las luchas por la independencia nacional-editado
por el Instituto de Historia de Cuba en 1996 incluye en el último capítulo la guerra
de Cuba en 1898. Con el apoyo de una amplia bibliografía actualizada, Francisco Pérez
Guzmán derivadas de la intervención militar de Estados Unidos en la guerra de indepen-dencia
de Cuba. Aunque el capítulo sólo, dedica la tercera parte de su espacio a la Guerra
Hispano-cubanoamericana en la síntesis que el historiador elabora sobre los históricos
acontecimientos, muestra una sensible coherencia interna en el discurso y los hechos se
esclarecen. Pérez Guzmán brinda su interpretación del 98 sin titubeos, sin medias tintas,
demuestra oficio y dominio del asunto.
El centenario del 98 ha motivado a muchos intelectuales para brindar su aporte al
tema. Coloquios, talleres y congresos han reunido a especialistas de todas partes del mun-do
para debatir alrededor de la histórica coyuntura finisecular. Como resultado de dichos
encuentros nuevas publicaciones han aparecido en las librerías, recogiendo parte de estos
debates académicos. Entre estos títulos, se encuentran los que siguen a continuación: En
torno al 98 de la Serie Nuestra Común Historia que edita el Aula de Cultura Iberoamerica-na,
elaborado por un colectivo de autores (1995); Cuba. La Revolución de 1895 y el fin del
imperio colonial español-colectivo de autores- (1995); Cuba: 1895-1958. Estructura y
procesos sociales (1995) de Jorge Ibarra; El último hombre y la última peseta (1997) de
Raúl Izquierdo; El desastre del 98 (1997) de José Sánchez Guerra; La Reconcentración
(1997) de Francisco Pérez Guzmán y todo un conjunto de ensayos y artículos incluidos en
la revista Debates Americanos, cuyo número 4 se dedica íntegramente al 98.
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En Cuba: la Revolución… se reúnen varios ensayos relativos a la Guerra Hispa-no-
cubanoamericana. De estos, el de rolando Zulueta-“Las fuerzas armadas de los Esta-dos
Unidos y la Guerra Hispano-Norteamericana en el teatro de operaciones militares de
Cuba” y el de Enrique Baltar- El ocaso de la dominación española en Filipinas”-son los
más sugerentes. El segundo resulta particularmente novedoso, en tanto el asunto abordado
aún es “virgen” para los investigadores. La Reconcentración, oscura página de la historia
nacional que lleva la firma de Valeriano Weyler, impulsa a Raúl Izquierdo y a Francisco
Pérez Guzmán a evaluar su trascendencia. A mi juicio, el libro de Pérez Guzmán responde
más a las espectativas avida cuenta que los resultados que brinda obedecen a diez años de
trabajo en los archivos españoles y cubanos.
En Debates americanos varios especialistas se aproximan al tema cuestionado-
José A. Tabares, Francisca López Civeira, Carmen Almodóvar, Hilda Otero y Enrique
Baltar- con aliento renovador. El ensayo de Hilda Otero-“El Maine, una víctima del ano-nimato
cómplice- revisa los criterios actuales acerca del trágico suceso y valora con obje-tividad
su trascendencia.
El libro de Gustavo Placer, La Guerra Hispanocubano-americana (1977) es la
obra más completa escrita hasta el presente sobre las operaciones navales de aquella gue-rra
de “fin de siglo” en el escenario cubano; en la misma se destaca el papel de la marina
de guerra norteamericana como “pivote” de una nueva expansión imperial.
El balance final sobre lo anterior expuesto me obliga a afirmar que aún no se han
cubierto todas las interrogantes existentes sobre la referida Guerra Hispanocubano-amaricana.
El debate no se ha cerrado y aún hay discrepancias por resolver e ideas que
aclarar; el déficit subsiste, pero la distancia para poner fin a los reconocidos “vacíos”
historiográficos se acortan día a día: tengo confianza en los “pinos nuevos” que avanzan
en la investigación a pasos agigantados.