1901
EL BRASIL DEL OCHOCIENTOS BAJO LA MIRADA
PICTÓRICA
DE UNA VICTORIANA: MARIANNE NORTH
José Luis García Pérez
En 1875 llegó al Brasil la viajera victoriana Marianne North. En este país va a quedar
extasiada y admirada por el bello y exótico paisaje brasileño que no dudará en plasmarlo
en sus bellos óleos. Durante más de ocho meses va a permanecer en este lugar no cesando
de pintar los bellos parajes que descubre cada día, buscando siempre la reproducción de
aquellas plantas o insectos que desea conservar para siempre. Hoy todas esas bellas
reproducciones podemos admirarlas en la hermosa Marianne North´s Gallery, situada en el
interior del Kew Gardens en Londres.
Las viajeras victorianas
Durante los primeros años del reinado de Victoria I (Early Victorian, 1837-1850), no es
normal la presencia de viajeras inglesas en continentes americanos, aunque ya se habían
atrevido a efectuar incursiones por el viejo Continente. En cambio, inician sus periplos en
los dorados años de este periodo (Mid-Victorian, 1850-1875), cuando los términos
“Inglaterra Victoriana” y “prosperidad” pasaban a ser significados equivalentes.
Precisamente la llegada de Marianne North a Brasil coincide con la última fecha de la
llamada “Mid- Victorian”.
La buena predisposición económica mundial y el papel que Inglaterra representaba
políticamente, junto a las ventajas obtenidas gracias al triunfo pleno del librecambismo,
propiciaron la hegemonía de esta nación.1 Coinciden estos hechos con la llegada de la
pintora victoriana a Brasil en 1875, después de una estancia prolongada de tres meses en
Tenerife, donde había realizado una excelente labor fijándose también en el paisaje
canario.
En el periodo que transcurre entre 1875 y 1901- el llamado Late Victorian-, ya cuando
el reinado de Victoria entra en crisis, comienzan los años de la depresión.
Fueron muchas las causas que indujeron a viajar a estas trotamundos, pero la más
imperiosa estuvo en el creciente estado y deseo de la mujer del siglo XIX por adquirir
independencia, lo que cristalizó años más tarde en los grandes movimientos por la
emancipación femenina y la lucha por el sufragio. Sin embargo, todas ellas, desde su más
tierna infancia, presentan la característica de haber estado muy apegadas a sus
progenitores, hasta el punto de que siguen sus mismos pasos profesionales, como sucede
con Marianne North. Tal es la importancia de la figura paterna para ellas que la propia
causa del inicio de sus periplos suele hallarse en el óbito del “pater familias”, bajo cuya
autoridad, base de una sociedad definida como patriarcal, se mantenía una conducta que no
sólo debía de ser irreprochable sino parecerlo, lo que implicaba cierta hipocresía en las
convenciones sociales.2
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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La mayoría de ellas no estaba interesada en la política de la época, y viajaban no sólo
por placer, sino para trabajar, arrastrando con ellas su libro de notas, su pincel o su cámara
fotográfica. Por otra parte, el objetivo de estos periplos era muy distinto y variado; unas
recorrerán el mundo por obligaciones profesionales de sus esposos, en tanto que otras
podrán permitirse el lujo de costearse sus traslados, como ocurría con Marianne North, y
sus estancias alrededor del mundo; el resto de ellas buscaba el apoyo y la ayuda financiera
de las instituciones, que siempre supieron estar al lado de estas intelectuales, como así
ocurría con el Kew Gardens y el British Museum.
En conjunto, fueron mujeres aventureras, como lo demuestran en sus trabajos y en las
palabras claras y convincentes de Marianne North al respecto: “We can all work hard at
what we like best”.3
La mayoría de las veces fueron afables y comunicativas, como le ocurrió a Miss North
en Brasil, donde fue invitada a permanecer en casa de unos amigos durante una estancia
prolongada de ocho meses.
Ante los viajes, las féminas se ven acosadas por la crítica de la época con respecto a la
vestimenta que lucen a menudo, de manera que en Inglaterra los caricaturistas
ridiculizaban a las que vestían “bloomers” -unos largos pantalones bombachos que asoman
por debajo de las faldas-.4 A través de los retratos podemos apreciar a la misma Marianne
North con esas largas faldas y pesadas vestimentas que soportaba bajo los tórridos climas a
los que se sometía, como era el caso de Brasil. En los libros del siglo XIX sobre las
victorianas se escribían cosas como ésta:
Con sus largas faldas y provistas de una sombrilla o un paraguas según el tiempo,
las viajeras del siglo XIX recorrían millas escribiendo, pintando, observando,
coleccionando plantas o realizando misiones y por último haciendo fotografías.
Lamentaban la frecuente necesidad de montar a caballo y muy pocas veces se
atrevían a usar pantalones.5
Marianne North tuvo que soportar en vida otro gran problema: el relativo a su soltería.
Ella no quiso caer en las redes de los comentarios críticos de la época sobre las célibes a
quienes se consideraba “las mujeres de más”, no entendiéndose su situación en una
sociedad en la que el matrimonio era el único porvenir femenino. Precisamente cuando en
Inglaterra se hizo el censo de 1851, muchas falsearon su edad para hacer que lo que ellas
sentían como una desgracia provisional les resultase menos dolorosa. Así en Inglaterra, a
las voces de Marianne North, también se unieron, entre otras, la de Florence Nightingale
que se niegan a casarse por propia decisión, desaprobando el sentimiento que se tenía de
condescendencia mezclada con reprobación. Para “las mujeres de más” no cabía imaginar
otra solución que la de emigrar masivamente hacia las tierras del Nuevo Mundo, como lo
haría perpetuamente Miss North. Este exilio social se había consolidado como una
medicina para todos los grupos marginales de la Inglaterra victoriana; en este sentido
colaboró también, bien avanzado el Ochocientos, la creación de la Female Middle Class
Emigration Society en 1862, que abrió las puertas a muchas jóvenes hacia Nueva Zelanda,
Australia, Canadá y Sudáfrica, hallándose entre ellas institutrices y maestras, a la vez que
misioneras.
El Brasil del ochocientos bajo la mirada pictórica de una victoriana…
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Marianne North
Marianne North había nacido en la localidad de Hastings (Sussex) el 24 de octubre de
1830. Su padre, Frederick North (1800-1869), fue miembro del Parlamento británico y
estaba entroncado en una de las familias más prósperas del condado.
Su madre, hija mayor de Sir John Majoribanks, miembro del parlamento por
Berwickshire, estuvo gravemente enferma durante el embarazo, dándose pocas esperanzas
de vida a su hija, pero afortunadamente el 24 de octubre la familia pudo añadir a su diario
la buenanueva de una chica más al mundo, llamada Marianne.
El hogar de los North era realmente Rougham, en el condado de Norfolk, pero el cuartel
familiar estaba radicado en el sur de Inglaterra, exactamente en Hastings Lodge.6
La educación de la joven artista se fomentó en un ambiente artístico regido por su padre
Frederick North, revelando desde muy pequeña un gran talento para el dibujo, aunque sus
primeros pasos fueron dedicados al canto. Durante este periodo, la joven se llenó de
fantasía y acudía constantemente a conciertos, mientras recibía lecciones de canto, pasando
casi ocho horas al día cantando y tocando junto al piano. Poseía una deliciosa voz, aunque
abandonó esta faceta años más tarde para dedicarse de lleno a la pintura. Hacia 1855,
después de la muerte de su madre, vivió en Londres y en unión de su progenitor recorría
sus calles y jardines en busca de plantas extrañas para llevarlas a la colección del Kew
Gardens.
En su casa trabajaba pintando del material de trabajo de su padre: las plantas,
trasladándose diariamente al Kew Gardens,7 donde solía pintar, tomando como modelos las
propias plantas del jardín. En 1850 recibía sus primeras lecciones de pintura de la mano de
Magdalen von Fowinkel, una artista holandesa que había expuesto en la Royal Academy
en 1831 y de quien adquirió Marianne los mejores consejos para el color y el conjunto.8 Al
año siguiente se encargó de sus estudios otro gran pintor, Valentine Bartholome (1799-
1879), destacado artista floral de la reina Victoria.9 El punto álgido de su carrera artística le
llegó en 1867, cuando a la edad de 37 años recibió lecciones de óleo bajo la tutela de
Robert Dowling (1827-1886), artista australiano que había pasado las navidades en
Hastings. Una vez que ella conoció la pintura al óleo abandonó por completo la acuarela,
pues volcó su verdadera pasión artística en este nuevo método.
Estuvo rodeada y animada siempre por grandes e ilustres amigos, entre otros, Sir
William Hooker, Edward Lear, William Hunt o el mismo Charles Darwin, que fue su
consejero en ciertos periplos y precisamente quien le animó a visitar Canarias y América,
estando siempre presto a ver los resultados conseguidos por Marianne North. Así, el viaje
que realizó ella entre 1874-75 a estas islas y a tierras americanas fue seguido con mucho
interés, quedando admirado de la belleza de estos parajes.
Desde 1848, en plena adolescencia, visita Viena y, más tarde, recorre Turquía, Siria y
Egipto. Pero, habiendo muerto su padre, y quizás para olvidar la pérdida de su gran ídolo
que le había acompañado en todos estos periplos europeos y para dejar atrás la gran
depresión y el aturdimiento que se había apoderado de ella -que aún recordaba las últimas
palabras de su progenitor: “Dáme un beso, tan sólo voy a dormir”, un sueño del que nunca
más despertó-, decidió Marianne abandonar Inglaterra y no regresar nunca al lugar de su
nacimiento en Hastings Lodge.
XIV Coloquio de Historia Canario Americana
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Hacia 1862 parte para Asia, continente que le había sido recomendado por su gran
amigo y excelente pintor Edward Lear, para continuar luego hacia África, Australia y
América, donde su imaginación y entusiasmo captarían las bellezas de estos parajes.
Brasil y Marianne North
El país brasileño representó para Marianne North un sueño, y de él supo captar sus
mejores bellezas, que hoy, gracias a su extraordinaria labor, podemos apreciar en el interior
del Kew Gardens, en la sala que lleva su nombre.
Brasil no sólo era enigmático para los sueños de una victoriana sino que se presentaba
soñador, con su gran exotismo y la belleza de sus paisajes tropicales. Brasil no sólo fue
pintado por esta extraordinaria artista, sino que aparece en su obra literaria tratado con
mucho cariño por la amabilidad de su gente- gente tan encantadora como su bello paisaje-y
al mismo tiempo por toda la belleza literaria, pictórica y científica que pudo encontrar.
Desde un primer momento fue muy bien recibida e invitada a alojarse gratuitamente en
casa de unos británicos que hacía tiempo vivían en aquella localidad, y aunque su intención
primera era residir por poco días en Brasil, sin embargo, entusiasmada y animada por los
amigos y aquellos bellos alrededores que no cesó de pintar, permaneció allí durante ocho
meses, tiempo suficiente para poder captar toda la beldad de la tierra brasileña.
La facilidad en su estancia venía dada por las cartas de recomendación que estas
mujeres victorianas llevaban siempre consigo, como fue el caso de Marianne, que desde un
primer momento después de haber pasado unos días en una posada llamada el Hotel de los
extranjeros en Botafogo, en las afueras de Río, donde pudo apreciar una hermosa vista del
pan de azúcar y de las Montañas del Corcovado por las que sintió siempre una gran pasión
y no cesó de pintarlas, se presentó en casa de Mr. Gordon que en unión de su hija, la
acogerían con alegría en su hogar de Casa Grande en Morro Vehlo, cerca de las minas de
Gerais.10 Allí encontró el lugar apropiado para su trabajo, esa labor que ella deseaba
realizar en aquellas tierras.
De su estancia en Brasil debemos destacar la atención que le prestó a la vegetación,
vegetación que tuvo que descubrir cabalgando sobre mulos constantemente y adentrándose
en selvas en las que le aconsejaban que tuviera cuidado. En estos lugares sintió una
especial predilección por las palmeras y los grandes árboles que le llamaron
poderosamente la atención así como las buganvillas, los helechos, las escarlatas erythrines,
las begonias y muchas otras plantas y flores más que apenas reconocía por su nombre pero
siempre pintaba. Toda esta gran variedad le dio la oportunidad de captar siempre lienzos
llenos de una gran vistosidad.
Estos lugares representan en la vida de Marianne North un mundo aparte, pues no cesa
de pintar en un entorno donde la flora y la fauna eran muy variadas e interesantes no sólo
para sus cuadros sino para la posteridad, ya que, como sabemos, ella intentó con su labor
preservar las especies para que en un futuro siempre fueran conocidas.
Creemos que en Brasil fue donde Marianne North se sintió más feliz, lugar que encontró
lleno de un hermoso y variado colorido con el que se muestra en sus bellos óleos.
Marianne North definió a Brasil en su obra escrita como “el paraíso del artista”, pues
para ella estaba rodeado de las bellas plantas y flores que daban olor y calor a todo aquel
El Brasil del ochocientos bajo la mirada pictórica de una victoriana…
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hermoso lugar, donde unas bellas mariposas -para ella las más hermosas del mundo-merodeaban
siempre alrededor y quedaron prendidas de sus óleos. Fue un paraíso donde no
echó de menos su cómodo mundo londinense, porque se vio rodeada también del calor
humano del pueblo brasileño.
Entre los mejores óleos de Marianne North sobre Brasil,11 merecen destacarse los
siguientes:
-Vista de la bahía de Río
-Vista del pan de azúcar
-El árbol del viajero (Ravenala madagascariensis)
-El Jardín Botánico de Río
-Avenida de las palmeras (Roystonea regia) (Botafogo)
-Flores de Bombax marginatum del bosque brasileño
-Flores de buganvillas con pajarillo (Brasilian ruby )
-Morro Velho y sus mariposas
-Vista de Congonhas con begonias y mariposas
-El acueducto de Morro Velho con la Montaña Coral al fondo (flores, pajarillos)
-Flores salvajes de Morro Velho (begonias)
-La flor de pasión
-La utricularia alpina
-Vista del hogar de Mr. Gordon en Morro Velho
-Grupo de flores brasileñas
Marianne North´S Gallery
Hacia 1879 Marianne North había concluído casi todos sus viajes y tenía en su poder
cientos y cientos de cuadros que ansiaba y deseaba enseñar constantemente a sus más
allegados e interesados en su labor. Todos acudían a su hogar en Victoria Street, y una y
otra vez Miss North tenía que repetir constantemente la misma historia y sacar uno a uno
sus cuadros. Cansada de ello y buscando practicidad y comodidad, decide por su cuenta y
riesgo alquilar un espacio en una galería en Conduit Street, la calle de las subastas
pictóricas y durante dos meses exponiendo en ella llegó a conseguir los mejores
comentarios de la prensa que se asombraban de su extraña pero extraordinaria labor. La
revista The Studio fue una de las que la calificó su trabajo como de inteligente y fructífera
labor artística. Después de esta experiencia, los ojos de Marianne estaban puestos en su
querido y recordado Kew Gardens, como refugio de todo su trabajo e investigación.
Después de varios meses, decidió escribir a Sir Joseph Hooker, director del Royal Botanic
Gardens, una carta desde la estación ferroviaria de Shrewsbury. En la citada misiva había
ofrecido sus cuadros al Kew Gardens con la condición de edificar un pabellón que los
albergara. Una vez concedido el permiso por parte de las autoridades competentes,
Marianne North solicitó la ayuda de Mr. Ferguson (1808-1886), destacado arquitecto y
autor de la obra A History of Arquitecture. Éste, con la ayuda constante y el asesoramiento
de la artista, llevó a cabo el proyecto de edificación de la galería, que fue costeada
íntegramente por la misma autora. En ella destaca la luminosidad de la misma, uno de sus
grandes logros, construida al estilo de los templos griegos. Concluido el edificio, ella
quedó a solas, ordenando y catalogando todos sus cuadros, siendo el 8 de Junio de 1882
cuando las puertas de aquel museo fueron abiertas para asombro de muchos. Una galería
hermosa y digna de observar, que comparativamente para los muchos visitantes que posee
actualmente el Kew Gardens, apenas visitan, pues parece como oculta entre las ramas de
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unos árboles que se aproximan hacia ella y precisamente para esos pocos que se atreven a
subir los pequeños peldaños de su entrada, el éxtasis y la admiración es insospechada: ante
sus ojos toda la flora y fauna mundial.
Contiene esta sala los 848 cuadros que ella pintó a lo largo y ancho del mundo,
ordenados por países, unos detrás de otros, sin dejar ningún espacio libre; en la parte
inferior de su obra aparecen trozos de madera incrustados en la pared, que no son otra cosa
que muestras recogidas en cada uno de los continentes por ella visitados.
Fue en agosto de ese mismo año cuando recibió una grata carta que contenía una
fotografía firmada y sellada por la reina Victoria que se enorgullecía de esta artista y que al
mismo tiempo le agradecía el valioso regalo que había donado no sólo al pueblo británico,
sino al mundo entero, reconociendo así la estima y el reconocimiento a su generosidad.
Calidad y cantidad, en efecto, están unidas en las paredes de esta sala como resultado de
sus años de viaje, siendo al siguiente día de su inauguración el comentario público en boga,
pues no sólo fue visitada por las autoridades, sino que se dieron cita en ella las personas
más distinguidas en el campo de las ciencias, arte y literatura, y un sinfín de periódicos y
revistas afamadas que no cesaron en su publicaciones de destacar la grandiosidad de aquel
pequeño museo.12
El éxito de la galería aumentaba día a día y Marianne North podía ver su trabajo
realizado. Sería un éxito que, incluso 68 años más tarde, el autor y artista botánico Wildfrid
Blunt (1901-1988), en su Art Botanical Illustration, cuando describe la sala, la define de la
siguiente manera: “Like a gigantic botanical postage-stamp”.13
Los trabajos de Marianne North representan un buen material para el botánico, para el
amante de la naturaleza. En ellas, su estilo es delicado, poseyendo un conocimiento
profundo de los terrenos que visita. A través de sus cuadros y de su libro nos parece estar
visitando cada lugar y palpando, al mismo tiempo, las tierras con esa flora que tanto amó y
veneró, no quedando atrás un país donde ella no haya dejado su piropo para con sus plantas
y paisajes. Tras su muerte, acaecida en el 30 de agosto de 1890 en Alderley
(Gloucestershire), donde se había retirado, nos deja para la posteridad un gran documento,
el milagro de poder tener reunida toda la flora mundial, al mismo tiempo de poder salvar
para la posteridad algunos bellos ejemplares.
Su trabajo era lo más importante y reconocía incluso el valor futuro de su obra, lo que
explica su deseo de que ninguna especie quedase fuera de su catalogación. No se
conformaba con las noticias sobre cada planta, necesitaba palparla “in situ”, allí donde la
flor crecía, por eso no dudó de cambiar de aires cuando creía que algo interesante había en
otro lugar.
Verdaderamente sus cuadros, que han servido de estudio a muchos botánicos, son
“flores en un paisaje”. Son más importantes que bellos, pero uno no puede dejar de
asombrarse ante la maravilla que se nos presenta ante nuestros ojos, pues se trata de la
flora mundial con hermoso y variado colorido. Ella misma decía que deseaba pintar las
flores en su lugar de nacimiento. Tan importante es su nombre en el mundo de la Botánica
que existen plantas que llevan su nombre. Se puede decir que Marianne North usaba su
pincel como los modernos viajeros botánicos usan su cámara fotográfica, pero sin
embargo, ella consiguió efectos nunca logrados. Su galería es única en el mundo y además
El Brasil del ochocientos bajo la mirada pictórica de una victoriana…
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de las pocas que se conservan en versión original, donde se palpa aún la huella de la mano
creadora, a quien el mundo entero debe estar agradecido.
En cierta forma, creemos que la humanidad entera está en deuda con Marianne North, la
dama de la flora mundial como se le conocía en el mundo entero, porque de su estadía y de
su investigación, paso a paso, planta a flor, surgió un preciado y único trabajo que
rememorará para siempre la imagen de cada país, allende de sus fronteras, dejándonos con
ello una huella imborrable, realmente memorable.14
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NOTAS
1 CORTÉS SALINAS, Carmen: La Inglaterra Victoriana, 1985, p. 28.
2 IDEM, p. 39.
3 MIDDLETON, Dorothy: Victorian Women. Londres, 1965, p. 54.
4 NAVAILLES, Jean-Pierre: “Physiologie du couple et de la vie conjugale dans d´Angleterre victorienne”
.Gazzette des beaux arts, nº 1403 (diciembre 1985) pp. 203-215.
5 MIDDLETON,D.: Op. cit., p. 4.
6 LEE, Stephen: Dictionary of National Biography. Londres, 1888, p. 169.
7 LEE-MILNE: Journal of Royal Horticultural Society, Londres, junio 1964.
8 PONSOBY, Laura: Marianne North at Kew Gardens. Londres, 1990, p. 14.
9 LEE, Stephen: Op.cit., p. 31.
10 PONSOBY, Laura: Op.cit. p.14-15.
11 Catálogo de la Marianne North´s Gallery, Kew Gardens, Londres.
12 GARCÍA PÉREZ, José Luis: Marianne North: Tenerife en un rincón londinense. Santa Cruz de
Tenerife, 1994, p. 31.
13 BLUNT, Wildfrid: Art botanical Illustration. Londres, 1950.
14 BLUNT, Wilfrid: In for a penny: a project of Kew Gardens. Hamish Hamilton, Londres, 1978.