JOSÉ DE ANCHIETA Y LA FUNDACI~N
DE RIO DE JANEIRO
JosÉ A. FERRERB ENIMELI
Aunque la fundación de Rio de Janeiro por los portugueses comen-zó
el 1." de marzo de 1565, la presencia de europeos en la bahía de
Guanabara es anterior en diez años, cuando los franceses intentaron
ocupar Brasil, a mediados del siglo xvi, con poderosos recursos en hom-bres
y material de guerra. Para ello y para cortar la comunicación entre
las dos capitanías portuguesas de Espíritu Santo, al norte, y de San
Vicente, al sur, un grupo de franceses calvinistas, a finales de 1555, se
introdujo en la bahía de Guanabara -a medio camino entre ambas ca-pitanías-
donde lograron fortificarse en la isla de Serigipe construyen-do
el fuerte Coligny ', a la entrada de dicha bahía de Guanabara que en
un principio se creyó que se trataba de un río. Dos años después llega-ban
dos pastores calvinistas, Pedro Richier y Guillermo Chartier, junto
a otros seguidores de Calvino que por aquel entonces se hallaba en el
apogeo de difusión de sus ideas en Europa 2.
Esta presencia calvinista en las costas de América alertó especial-mente
a la corona española y a los jesuitas desplazados en esas tierras,
ya que amenazaba la unidad geográfica, lingüistica y religiosa de las
m. ismas. Los portugueses, sin embargo, reaccionaron tarde, pues hasta ? /n
130U - e s decir tres años UespuCs del ihiieciiiiielii~ del rey haii III de
Portugal- no llegaron refuerzos enviados por la regente Catalina de
Austria, hermana de Carlos V 3. Fue entonces cuando el tercer goberna-dor
de la colonia, Mem de Sá, decidió iniciar la campaña contra los
franceses de Guanabara.
La victoria de Mem de Sá y la destrucción del fuerte de Coligny
-que representó la consolidación definitiva de ia obra coionizaciora be
los portugueses en el sur de la colonia- supuso también para los jesui-tas,
que habían apoyado dicha campaña en favor de Portugal con la par-
286 José A. Ferrer Benimeli
ticipación de los indios de sus «aldeiamientos» o reducciones, el triunfo
de la fe católica frente a la herejía calvinista. Precisamente de esta ac-ción
nació el primer poema épico de América, escrito en latín (3.000
hexámetros) el único que Anchieta dedicó a un tema profano, y que lleva
como título De gestis Mendi de Saa 4, en el que se narra la conquista y
destrucción de la Troya calvinista del Rio de Enero.
A pesar de la derrota los franceses persistieron en su empeño de
establecerse en el litoral sureño de Brasil. Los supervivientes de la ba-talla
de Guanabara, que se habían refugiado en el continente amparados
por algunas tribus indígenas cuya amistad y alianza supieron granjear-se,
fueron en adelante un peligro todavía mayor, ya que organizaron la
sublevación generalizada de los tamoios junto con algunas tribus tupís
contra la capitanía de San Vicente, y especialmente contra el asentamien-to
de Piratininga o Sao Paulo, levantamiento que se conoce con el nom-bre
de «confederación de los tamoios). Los tamoios dominaban todo el
litoral desde Bertioga hasta Cabo Frío. Pueblo belicoso por excelencia,
eran 10.000 arcos con los que el francés pasó a contar sobre sus pro-pios
recursos ya de por sí importantes.
El P. Nóbrega en carta dirigida a Henrique de Portugal el l." de
junio de 1560, describe cómo fue la conquista de dicha fortaleza. Con
!a !legada del Goh-rnador se determinci ir a librar el Río de Janeiro del
poder de los franceses, «todos luteranos», y partió, visitando algunas
Capitanías de la costa hasta llegar a Espíritu Santo, Capitanía de Vasco
Fernández Coutinho, «donde halló poca gente en gran peligro de ser
comidos de los indios y tomados por los franceses, los que pidieron todos
que o se tomara la tierra por el Rey o que se los llevase de allí por no
poder ya aguantar más» 6, y lo mismo requería Vasco Fernández
Coutinho en sus cartas al gobernador. Después de tomado conseio so-bre
esto se aceptó «dando esperanzas que de vuelta se fortalecería en lo
que pudiese por no tener tiempo para más y no estorbar el negocio a
que había venido», a saber, el Rio de Janeiro.
«De allí partimos -prosigue Nóbrega- para Rio de Janeiro y se
acordó en consejo que iiegaríamos de sorpresa, de iiociie, para coger a
los franceses desapercibidos; y mandó el Gobernador a uno, que cono-cía
bien aquel Río, que fuese delante guiando a la armada y que fon-dease
cerca donde pudiesen los botes dejar la gente en tierra, a la que
se había de ir por cierto lugar; pero aconteció de otra manera de la' or-denada,
porque este guía, o por no saber, o por no querer, hizo anclar
la armada tan lejos del puerto que no pudieron los botes llegar sino de
día, después de andar. gran parte de la noche, con lo que fue vista y
sentida la armada» 7.
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 287
El mismo día que llegaron al Río - e l 18 de febrero- se tomó una
nave que estaba allí «para cargar [palo de] Brasil*. La gente de dicha
nave huyó a tierra y se recogió en la fortaleza. Tomóse consejo de qué
se debía hacer, y
viendo todos la fortaleza y el sitio en que estaban los france-ses
y que tenían consigo a los indios de la tierra, temieron com-batirles
y mandaron pedir ayuda a la gente de San Vicente; pero
los de San Vicente, sabiendo la venida del gobernador a Río, ya
estaban de camino Y.una vez que llegaron determinóse el Go-bernador
a combatirlos, pero toda su gente le contradecía porque
tanían todo ya bien espiado y les parecía cosa imposible entrar en
una cosa tan fuerte, y sobre esto hicieron muchos desacatos y
desobediencias g.
Finalmente el gobernador supo aunar las voluntades de todos, tan
contrarios a la suya, y unos y otros, fueron convencidos y les pareció
bien atacar a la fortaleza. Escribe Nóbrega:
Fue maravilla de Nuestro Señor que después de combatida dos
dias y no pudiendo entrar y no teniendo ya ios nuestros más pói-vora
que la existente en las cámaras para tirar, y habiéndose tra-tado
cómo podríamos retirar la artillería que habíamos puesto en
tierra, sabiendo que en la fortaleza estaban más de sesenta fran-ceses
de pelea y más de ochocientos indios, y que de los nuestros
habían ya muerto diez o doce hombres con bombardas y espin-garda~
m, ostró entonces Nuestro Señor su misericordia y dio tan
gran miedo a los franceses e indios que con ellos estaban, que
salieron de la fortaleza y huyeron todos lo dejando lo que tenían
sin podérselo llevar ' l .
seguían las herejías de Alemania, principalmente las de Calvino,
que está en Ginebra, según supe de ellos mismos, y por los libros
que se encontraron muchos, y vinieron a esta tierra para sembrar
estas herejías entre el gentío. Y, según supe, habían enviado mu-ciiüs
~iifiosp ara apieiideiias del iiii~i7i0C dviiio jr a üiids pi t e s
para que después fueran maestros y algunos de estos llevó el
Villagalhao que era el que hizo aquella fortaleza y se intitulaba
Rey de Brasil 12.
288 José A. Ferrer Benimeli
De este se cuenta que decía, cuando el rey de Francia Enrique 11
(1547-1559) no quería favorecerle para conquistar esta tierra, que se
había de confederar con el turco, prometiéndole dar por esta parte la
conquista de la India y las naves de los portugueses que de allá vinie-sen,
porque aquí podría hacer el turco sus armadas con la mucha made-ra
de la tierra. Pero -prosigue Nóbrega en su carta al infante don
Henrique de Portugal-
El señor oyó desde lo alto tanta maldad y tuvo misericordia
de la tierra y de tanta perdición de almas y mentita est iniquitas
sibi 13, y le deshizo el indio y dio su fortaleza a manos de los
portugueses, que la destruyeron en lo que se podía derribar por
no tener el gobernador gente para poblarla y fortificarla como
convenía 14.
Los franceses quedaron entre los indios esperando gente y socorro
desde Francia, tanto más que decían que estaban allí porque el rey de
Francia les había mandado para descubrir los metales que hubiese en la
tierra por lo que muchos franceses estaban dispersos por diversas partes
para mejor buscarlos.
Ante esta situación la solución que propone Nóbrega al cardenal
Infante, como muy necesaria, es la de poblar el río de Janeiro y hacer
allí otra ciudad como la de Bahía, porque con ella quedaría todo guar-dado,
tanto la capitanía de San Vicente como la del Espíritu Santo que
ahora estaban muy debilitadas, tanto más que una vez lanzados fuera
los franceses, los indios se podrían sujetar mejor.
A este fin era preciso enviar más moradores que soldados porque
de otra manera se podía temer con razón me redeat inmundus spiritus
cum aliis septem nequioribus, et sint novissima peiora pnoribus* 15. Tanto
más que la fortaleza que se desrnochó, «como era de piedras y de roca
que cavaron en picado, fácilmente se podía volver a reedificar y forta-lecer
murhe meJ kr 1 6 .
Aunque después de tomada la fortaleza atacó el gobernador una al-dea
de indios y mató muchos no pudo hacer más porque tenía necesi-dad
de reparar los navíos que habían quedado muy dañados de las
bombardas, y se vio obligado a volver a la capitanía de San Vicente,
por lo que los indios tamoios, apoyados y dirigidos por los franceses,
siguieron atacando y moiestando ios diversos asentamientos de ios por-tugueses
en esas tierras ''.
Los testimonios procedentes de los diversos poblados establecidos por
los jesuitas portugueses nos hablan del «genti0 tamoio~y de la «ban-
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 289
da do Río de Janeirov que atacaban las ciudades de San Vicente y San-tos,
llegando por mar «en grandes armadas de canoas» en las que ve-nían
franceses, y por tierra llevándose como prisioneros a blancos, es-clavos
y mujeres «braoquas» 19. Razones por las que la Cámara de Sao
Paulo hizo un requerimiento a Estació de Sa, capitán mayor de la ar-mada
real portuguesa para que viniera en su ayuda 20.
Anchieta se refiere a esta situación ya en abril de 1563, en una car-ta
dirigida a Diego Laínez, General de los jesuitas, en la que establece
diferencia entre «nuestros indios», los tupis o tupinaquins, frente a los
«contrarios enemigos», los indios tamoios que «vienen muy a menudo
por diversas partes, por mar y por tierra a saltear, y siempre llevan es-clavos
de los cristianos 21.
Posteriormente, el 8 de enero de 1565, en carta escrita desde San
Vicente y dirigida también al general de los jesuitas, el P. Diego Laínez,
Anchieta alude nuevamente a «las grandes opresiones que dan a esta
tierra unos nuestros enemigos iiamaáos Tamuya2? áei Kío de Eenero,
llevando continuamente los esclavos, mujeres e hijos de los cristianos,
matándolos y comiéndolos, y esto sin cesar, unos idos, otros venidos por
mar y por tierra, ni abastar sierras y montañas muy ásperas, ni tormen-tas
muy graves para impedir su oficio cruel ... 23
De cómo Anchieta y Nóbrega quedaron de rehenes mientras se lle-gaba
a una paz duradera con los tamoios de Rio de Enero «ande está la
mayor fuerca de los suyos y el trato de los franceses» me ocupé en mi
trabajo anterior sobre los caníbales de Iperuig ". Tanto Anchieta como
Nóbrega pretendían con su actitud establecer las bases que permitieran
una conv"ivencia pacífica entre los indios, sustrayéndolos del negativo
influjo de los franceses calvinistas. Paz que debía facilitar al gobema-dor
portugués la repoblación pacífica del Rio de Janeiro.
Tal vez sea oportuno recordar lo que Anchieta escribió entonces
sobre el influjo francés entre los tamoios del Rio de Henero. En el in-tercambio
de rehenes que permitió llegar a una efímera paz, quedó con
los indios tamoios un francés que les transmitió «en lengua brasílican
toda una serie de informaciones sobre los franceses calvinistas de la bahía
de Guanabara, que ellos creían ser un río.
Así supieron que todos los franceses que estaban en el Río eran
«fideles y no papistaw, es decir protestantes y no católicos. En conse-cuencia
«no tenían misa». Más aún, perseguían y mataban a los que la
decían, porque ellos «creen en solo Dios». Las mismas fuentes - e 1 fran-cés
en cuestión y los indios procedentes del Río- les informaron de
cómo de Francia habían sido enviados doce frailes -al parecer de la
orden de San Bernardo-
290 José A. Ferrer Benimeli
los quales hizieron casa y mantinimientos un año que ay estu-vieron,
y bivían apartados de los suios, de los quales eran perse-guidos
y mal tratados, porque eran papistas y dizían missa; mas
de los Indios salvages eran tractados con mucha humanidad, y
algunos les daban sus hijos a enseñar, y con esso passavan muito
trabajo de hambre. Por lo qual siendo forcados a buscar de comer
por las rocas y no conociendo bien- las raízes, comieron una vez
mandioca assada, y ovieron de morir, lo qual este francés contava
con mucho gusto y plazer que dello avía. Otra ves andando los
fieles siervos del Señor trabajando y quemando un pedaco de
bosque cortado para en él plantar mantinimiento, se pegó fuego a
las casas y quemó toda su pobreza que tenían y ormanentos de la
iglesia. Viéndose ellos tan perseguidos de los suios 25, y que con
los gentiles 26 no podían hazer fructo alguno, como pretendían,
tornáronse para Francia, y aún es más de creer que los mesmos
C 1-.. 11 -- f.- 1- -..-*.. A,. F-l..:-- V
I I ~ I I L C ~~Cu~ bu o v a l u u , pu~qucL IU x g u l a l l l a x u a UG L a l v u w . L
según me contó un indio, en el camino mataron algunos dellos y
en llegando a Francia mataron a los otros 27.
Por lo que respecta a la vida de los franceses «que estaban en este
Río», añadía Anchieta
es ya no solamente oie apartada de la Iglesia Catholica, más
también hecha salvage. Biven conforme a los Indios comiendo,
bibiendo, bailando y cantando con ellos, teniéndose con sus tintas
prietas y bermejas, ornándose con las plumas de los páxaros, an-dando
desnudos a las vezes, sólo con unos pañetes, y finalmnte
matando contrarios según el rito de los mismos Indios, y toman-do
nombres nuevos como ellos, de manera que no les falta más
que comer carne humana, que em lo más de su vida es corrup-tíssima.
Y con esto, y con les dar todo género de armas, incitán-dolos
siempre que nos hagan guerra y aiudándolos en ella, le son
aún péssimos 28.
Con tan ilustres mentores no es de extrañar que las paces consegui-das
fueran més teóricas que reales. Anchieta reconoce que «de los del
Río ya quasi teníamos el desengaño*
que no querían pazes, porque teníamos cierta noticia, que yo
avía mui bien alcancado en Iperuig de los mesmos Indios, que
tenían cerca de dozientas canoas juntas, con las quales determi-
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro
navan, con este título de pazes, entrar en nuestras Villlas, que ya
muchos dellos tenían mui bien miradas, y poner todo a fuego y a
sangre si pudiessen 29.
Los hechos que relata Anchieta siempre giran en tomo a las mis-mas
técnicas: «Vinieron otros por dos vezes y saltearon y comieron al-gunos
esclavos», y «avian muerto y comido un muchacho portugués
después de las pazes» ...
Después de luenga dessimulación venieron otras 7 canoas,
diziendo que nos venían ajudar, los quales fueron recebidos de paz
en la fortaleza de la Beriquioca; y ellos dentro, viendo buena oca-sión,
tomaron a las manos quantos pudieron y atados los Ileva-ron.
Dos dellos eran mesticos, un hombre y un niño, los más eran
esciavos. Hi guarda de ia fotiaieza tuvieron afferrado, mas quiso
Dios que uvo un montante a las manos, y hizo tal estrago en ellos,
que se davan por satisfechos de los esclavos que le avían tomado.
Allí quedaron algunos muertos, muchos fueron muy mal heridos
y dellos morieron en el camino. Con todo, él quedó ferido de una
flecha, de que agora está tollido con una perna seca. Este es el
fin y remate que deran a las pazes los enemigos de la paz: y no
es mucho para gente que a sus hermanos y parientes, con quien
están comiendo y bibiendo, matan y comen 'O.
Estando así las cosas llegó la armada que había sido pedida a Lis-boa
por el gobernador Men de Sá y por Nóbrega -e1 provincial de los
jesuitas de Brasil- al Cardenal Infante, D. Henrique, por aquel enton-ces
regente del reino. El Cardenal envió la escuadra a Bahía y de ahí
se dirigió a Río de Henero. Allí -escribe Anchieta-fue
recebida de los contrarios como amigos luego al principio,
en&e iaiiio estavase ajüfiiafi& la geiite de las Aldeas.L a qUa:
junta, con quasi cien canoas acometieron una nao y un barco que
venían pera cá, y pusiéronlos en tanto aprieto, que si no fueran
las grandes ollas que hazían, oviéranlos de tomar, porque a la nao
rompieron por dos partes con hachas junto al agua, dándoles para
esto favor y ardiles los franceses que venían con ellos mesclados,
y mataron algunos hombres y flecharon muchos. Al barco, des-pués
de la gente del mal herida acogerse a la nao, le pusieron las
manos en un bordo para entrar a le despojar; mas eran tantos, que
lo trabucaron y metieron en el hondo. Mas de los enemigos fue-
292 José A. Ferrer Benimeli
ron muchos muertos, heridos y quemados con pólvora, y assí so
ovieron de ir; y la nao se vino su camino. También otro día ma-taron
8 hombres y hyrieron todos los más que tomaron en una bar-quilla
que se desmandó, y si no les fuera socorro, mui deprisa
todos los llevavan para comer 31.
Al frente de la armada estaba Estació de Sá, el sobrino del gober-nador
Mem de Sá, que figuraba como Capitán Mayor, quien junto con
Brás Fragoso, Oidor General, debían acometer la población de Río.
Estació de Sá había acompañado a su tío y gobernador en la toma de la
fortaleza de Río de Janeiro de 1560. Enviado por el gobernador a Por-tugal
para activar la venida de la armada destinada a la fundación de la
ciudad de Río de Janeiro, volvió a Brasil en 1563, en la misma armada
en que iba como Capitán Mayor. Estació de Sá mostróse digno de la
rmpr-sa qEe le fue cer?fu& de fur?dur 1:. de ?d'G de JaneirG 32.
El Capitán Mayor de la armada, en cuanto llegó al Río, envió a San
Vicente un navío pequeño, para que recogiera al P. Nóbrega, quen con
su consejo debía orientarle en lo que debía hacer. En dicho navío se
embarcaron, el 19 de marzo de 1564, Nóbrega y Anchieta, y alguna otra
gente. De paso visitaron en Iperuig a los amigos que allí habían hecho
aurante su iarga estancia como rehenes, y ei viernes santo, ae nocne, iie-gaban
al Río o bahía de Guanabara. Medio perdidos, echada el áncora,
mandaron a tierra, a una isleta que fue de los franceses, una barca. Pero
hallaron todas las casas, onde los nuestros posavan, quemadas,
y algunos cuerpos de esclavos, que allí avían muerto de su dolen-cia,
desenterrados y las cabecas quebradas, lo qual avían hecho
los enemigos, porque no se contentan de matar los bivos, mas
también desentierran los muertos y les quebran las cabqas para
maior venganca, y tomar nuevo nombre 33.
Estos esclavos habían llegado en la amad_- de E~tar.iód p. S& que
resistió casi dos meses antes de,decidirse a pedir ayuda a San Vicente.
Habían entrado en el Río el 6 de febrero, pero justo dos días antes de
la llegada del navío que trasportaba desde San Vicente a Anchieta y
Nóbrega, habían salido para repostar. Anchieta y Nóbrega se encontra-ron,
pues, una vez más sólos:
Y como amanesció, vimos venir flechas que traya la agua, de
manera que poco más o menos atinávamos lo que avá sido y
esperávamos lo que nos podría venir, que era ser tomados y
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro
comydos: en lo qual no poníamos duda, porque el viento, que era
mui grande, nos tenía cerrada la puerta, entrando por medio de la
barra, y en ninguna manera podíamos salir, mas allí aviamos de
aguardar lo que Nuestro Señor nos embiasse, y assí enbió, que fue
su acostumbrada y paterna misericordia 34.
Y unas líneas más adelante añade Anchieta:
Y Nuestro Señor, acordándose de nosotros, que no estávamos
mui lexos ser tragados en los vientres de los Tamuias 35, que son
peores que las ballenas, mandóles aquel viento de travez, que es
el más furioso que ay en esta costa, con el qual ninguna otra cosa
podían hacer, aunque quisiessen, sino tornar a entrar en el Río
Y así llegó el sábado, víspera de Pascua de Resurrección, cuando re-gres5
!a amada y püUiem:: decir misa en aq~e!la isla. Peru como !a =-
mada estaba muy desbaratada, retornaron a San Vicente para rehacerla
con detximinación de tomar a hacer población al Río de Henero,
assí por desarreigar dallí la sinagoga de los contrarios calvinios,
como porque allí es la mayor fuerca de los Tamuias, y sería una
gran puerta para su conversión 37.
Volviendo después a Guanabara, fortalecida la armada con la gente
de la Capitanía de San Vicente, en particular de Sao Paulo, se verificó
el desembarco el 1." de marzo de 1565, fecha fundamental de la nueva
ciudad de San Sebastiao do Rio de Janeiro.
Anchieta, en carta escrita al Provincial de Portugal desde Bahía, el 9
de julio de 1565, nos describe pormenorizadamente la fundación de Río 38.
En San Vicente pasó la armada «mucho tiempo» reparándose de
«cuerdas, amarras y otras cosas» necesarias y esperando la llegada de
los Yupinanquis 39 con los que se quería poblar el Río de Janeiro, y con
los que se habían hecho paces. Por dos veces se enviaron navíos a sus
pobiaciones para iiamaries y que ayudaran contra ios Tamoios de No.
Los cuales «prometiendo venir, no vinieron sino muy tarde y pocos y
luego se volvieron desde San Vicente sin querer venir a Río con noso-tros
», lo cual fue la principal causa de la larga detención que la armada
hizo en San Vicente. Finalmente
después de muchas contradicciones así de los pueblos de San Vi-cente
como de los Capitanes y gente armada, a los que parecía irn-
294 José A. Ferrer Benimeli
posible poblar el Río de Janeiro con tan poca gente y mantenimien-tos,
el capitán mayor, Estació de Sá y el Oidor General Brás Fra-gosos,
que siempre resistieron estos encuentros y contradicciones,
determinaron llevar a cabo esta empresa que había comenzado 40.
Confiados «en la bondad y poder divino» -escribe Anchieta- de-cidieron
que el Oidor General se quedase en San Vicente haciendo re-parar
el galeón San Juan y la nave francesa tomada a los franceses por
la armada de Estació de Sá cuando entraron en Río de Janeiro en febre-ro
de 1564, naves que se hallaban «comidas de gusanos» y que no es-taban
en condiciones de poder navegar. Una vez reparadas volvería con
ellas y socorros al Río. Entretanto el Capitán Mayor debía pasar en su
nave capitana Santa María la Nueva y algunos navíos pequeños y ca-noas
para comenzar la población de Río.
Así pues, -describe Anchieta-partió
el Capitán Mayor sólo en su nave, el 22 de enero de
1565, y el mismo día vio la isla de San Sebastián, que está doce
o trece leguas de San Vicente, donde estuvo esperando los navíos
pequeños que estaban repostando y que partieron de Bertioga el
27 del mismo mes, y al día siguiente asistieron a la Capitana. Los
navíos pequeños eran solamente cinco y tres de ellos de remos.
Con ellos llegaron ocho canoas a cargo de los Mamelucos 41 de
San Vicente con algunos indios de Espíritu Santo que el año pa-sado
habían ido con el Capitán mayor, y algunos otros de San
Vicente, de entre nuestros discípulos cristianos de Piratininga. De
manera que toda la gente, tanto de los navíos como de las canoas,
podían llegar hasta 300 hombres que era bien poco para poder
poblar el Río, a lo que se juntaba el poco mantenimiento que
traían, que se decía podía durar dos o tres meses 42.
Con este grupo llegó Anchieta y el P. Gonzalo de Oliveira, envia-dos
por Nóbrega a la población y fundación de Río por ser ambos «gran-des
iinguasn, expertos conocedores de los dialectos iridígerias. Asi i-ela-ta
Anchieta que en cuanto llegaron a la isla donde ya estaba el Capitán
mayor dijeron misa y se confesó y comulgó alguna gente que les acom-pañaban
«con gran alegría y fervor, confiados que con aquella poca
fuerza y poder que traían habían de poblar, ayudados del brazo divino,
y que no les había de faltar el mantenimiento en esta isla».
Ordeno ei Capitán mayor que ios navíos de remos acompañaran ias
canoas, y, puesto que de ahí en adelante entraban ya en la tierra de los
José de Anchieta y la fundación de Rio de Janeiro 295
Tamoios, era necesario que cada día avanzaran y penetraran en algunas
islas. Y para que estuvieran más seguros mandó meter gente en una
canoa que venía a popa de un navío, dando sus esclavos para que re-masen
con algunos mamelucos. «Y Nuestro Señor les dio tan buen tiem-po
» que siempre los navíos de remos llegaban hasta las islas, logrando
entrar en la isla grande 43 donde estuvieron muchos días esperando a la
capitana, la cual tuvo muchos vientos contrarios sin poder utilizar las
velas como los navíos pequeños, y fue forzada a arribar a una isla con
<<av erga do traquete quebrada e rendido o mastro grande».
Los mamelucos e indios enfadados de esperar tanto tiempo a la ca-pitana,
y forzados por el hambre, ya casi no tenían alimentos, deterrni-naron
ir a buscar una aldea de Tamoios que estaba a dos o tres leguas, y
ayudó Nuestro Señor que llegaron a la aldea y la quemaron,
matando un contrario y tomando un niño vivo y toda la demás
gente se escondió en los matos. Con esta victoria, alegres, se
mudaron todos a otro puerto de la misma isla grande donde había
mucha abundancia de peces y carne, scilicet 'bugios' y otra caza
de mato.
rlpan-il.i:&iv. iui a!li di j imc~m isa m~ c h a sr eces y se cmfesó y m-mulgó
mucha gente preparándose para las guerras que esperaban
en el Río de Janeiro. Sin embargo, aunque trabajamos mucho por
nuestra parte y los capitanes de los navíos por la suya, no pudi-mos
acabar con los indios que esperasen al Capitán mayor, como
él tenía ordenado, antes apartándose de los navíos fueron para
adentro de una isla llamada Marambaya 44 por entre aldeas de los
Tamoios, camino del Río de Janeiro; y porque eran pocos y esta-ban
en gran peligro, pareció bien que los mamelucos fuesen con
ellos y juntos esperasen a los navíos en unas islas que estan una
legua fuera de la boca del Río, a las que llegaron sin ningún en-cuentro
de Tamoios u otro peligro alguno 45.
Anchieta en su minuciosa descripción prosigue así:
Los navíos quedaron esperando a la capitana cinco o seis días,
y pareciéndoles que habría ya pasado de largo, y temiendo el pe-
!igm de !as canozis, pxtieron a la una de la madrugada; y salien-do
por la boca de la isla vieron a la capitana que esa noche había
entrado; y así, todos juntos con mucha alegría, comenzaron con
próspero viento a ver las islas donde las canoas estaban esperan-do.
Pero no quiso Nuestro Señor que llegasen ese día, antes cal-
296 José A. Ferrer Benimeli
mando el viento y viniendo después otro contrario junto con gran-des
corrientes de agua, tomó la capitana rumbo a la Isla Grande y
en el camino estuvo en gran peligro de perderse 'sobre amarra em
huma baixa'. Los otros navíos anduvieron con mucho trabajo, ora
vela, ora a remos, dos o tres días para poder tomar las islas y
acudir a las canoas que bien adivinaban serían tomadas de los con-trarios
o vueltas a San Vicente o muy próximas a hacerlo como
en verdad estaban. Porque habiendo pasado ya seis o siete días
que estaban esperando, faItándo1es el mantenimiento, sólamente
comían palmitos y peces, y bebían una poca agua, de lo que to-dos
estaban debilitados, y algunos enfermos 'de cámaras'; y per-diendo
ya la esperanza de que llegaran los navíos, determinaron
partir cada uno hacia su tierra, scilicet, los indios de Espíritu Santo
con tres canoas para la suya, y los Mamelucos y Tupinaquis para
Pan V i r p n t p 46 "U.. . .--.L." .
Anchieta -al igual que a lo largo de toda la carta- manifiesta tam-bién
aquí su particular visión providencialista de lo sucedido, en uno de
los momentos más delicados de la dificil aventura que supuso el asen-tamiento
de Río.
Y estando ya decididos a efectuar esta su determinación vie-ron
uno de los navíos, que a fuerza de brazos y remos venía ya
junto a las islas con cuya vista se alegraron y esperaron unos días
más hasta que llegaron a cuatro, que fue el 27 de febrero. Y por-que
en estas islas no había más que una poca agua y la gente era
mucha y las sequías grandes, acabóse, y solo había para beber un
día más; pero el Señor que tomó esta obra a su cargo, mandó tan-ta
lluvia el día que los navíos llegaron allí, que se llenó el pozo,
y fue suficiente para todos cuantos allí estaban; y para mostrar-nos
que tenía particular cuidado de nosotros permitió que la capi-tana,
con otro navío que había llegado, no viniese tan presto como
todos queríamos, de donde nació que se volvieran a amotinar no
solamente los indios y mamelucos, sino también algunos de los
capitanes de los navíos, queriendo entrar dentro del Río, contra la
orden que el capitán mayor tenía dada; y tomaron como pretexto,
especialmente los indios, que no tenían que comer y que dentro
del Río, con los combates que esperaban tener con los Tamoios,
sufrirían mejor el hambre y comenzarían a limpiar las tierras de
matorral y cercar el lugar donde estaba decidido que se había de
fundar la ciudad.
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 297
Y es aquí donde Anchieta vuelve a hablar en primera persona, como
protagonista directo de los acontecimientos:
Tuve mucho trabajo en aquietarlos, porque, en verdad, el puerto
en que estábamos era muy peligroso, los navíos no tenían brea y
hacían tanta agua que era necesario gran parte del día dar a la
bomba. Los indios no tenían que comer; los portugueses no te-nían
que darles, porque hacía casi un mes que habían salido y
estaban todos flacos y muchos enfermos. Finalmente determina-ron
los indios esperar solo un día más, y si la capitana no Ilega-ba,
o se meterían dentro del Río, o irían para sus tierras, lo que
fue causa de gran desconsuelo 47.
Nuevamente la fe de Anchieta y su profundo sentimiento providen-cialista
de la historia se pone de manifiesto en el feliz desenlace de tan
dificii situacion:
En este trabajo acudió la Divina Providencia, pues aquel mis-mo
día vimos tres navíos que venían de Bahía con socorro de
mantenimiento -traidos por Joao de Andrade- que era de lo que
la armada tenía mayor necesidad; y al día siguiente -el 28 de
febrero de 1565- llegó la capitana y otro navío; y así, todos jun-tos,
en un mismo mar, con gran alegría, entramos por la boca del
Río de Janeiro, comenzando ya los hombres a tener mayor fe y
confianza en Dios que en tal tiempo socorría sus necesidades 48.
A lo largo del día siguiente, que Anchieta no recuerda exactamente
si fue el último de febrero o el l." de marzo, comenzaron a limpiar la
tierra de matorrales «con gran fervor» y a cortar madera para construir
la cerca, «sin querer saber de los tamoios ni de los franceses». Según
la descripción hecha por Antonio de Matos 49, fue el l." de marzo de
1565 cuando el capitán mayor estableció en la entrada de la bahía, en
el sitio limitado por la parte del mar por los dos morros Cara de Cao
[Perro] y Pan de Azucar, y por la parte de Guanabara, por el mismo
Cara de Cao y otro morro que va hasta el Pao de A@icar, y que es el
espigón de Urca.
Mas como quien entraba en su tierra -prosigue Anchieta-,
el capitán mayor se fue a dormir a tierra y dando ánimo a los
otros para hacer lo mismo, ocupándose cada uno en hacer lo que
le era ordenado por él, scilicet, cortar madera y acarrearla a hom-
298 José A. Ferrer Benimeli
bros, así como tierra, piedras y otras cosas necesarias para la cer-ca,
sin haber nadie que repugnase hacerlo. Desde el capitán ma-yor
hasta el más pequeño todos andaban ocupándose en semejan-tes
trabajos. Y porque en aquel lugar no había más que un lago
de ruin agua, y esta era poca, el día que entraron llovió tanto que
se llenaron y reventaron las fuentes en algunas partes, de las que
bebió todo el ejército en abundancia, y duró hasta que se .halló
buena en un pozo que luego se hizo; y como ésta estaba en con-diciones
de poderse beber, secóse del todo el lago, y además de
esto se encontró una fuentecilla de agua muy buena en un peñas-co,
con lo que todos se alegraron mucho y se fueron afirmando
en la voluntad que traían de llevar a cabo aquella obra, viéndose
tan particularmente favorecidos de la Divina Providencia 50.
Tras esta nueva profesión de fe en la Providencia, Anchieta relata
ios primeros incidentes sangrientos con ivs tari~oios.
Los tamoios comenzaron luego a hacer incursiones por tierra
y por mar, pero los nuestros sólo se preocupaban de cercarse y
fortalecerse, pareciéndoles que no hacían poco defendiéndose [den-tro
de la cerca], pero Nuestro Señor, no queriendo que se conten-taran
con esto, permitió que a seis de marzo vieran cuatro canoas
de los tamoios y haciendo una incursión junto a la cerca tomasen
un indio, que se desmandó; y yendo ya muy lejos con su presa,
lanzaron los nuestros sus canoas al mar y persiguie'ron a los ene-migos
y los hicieron saltar a tierra y huir por los matos, dejando
las canoas, flechas, espadas y cuanto en ellas tenían, y al indio
que escasamente tuvieron tiempo para matarlo. Los nuestros los
persiguieron por el mato un buen pedazo, y no pudiendo alcan-zarlos
se volvieron trayendo las canoas y sus armas, que habían
dejado, y fue un gran triunfo para que los nuestros cobrasen áni-mo
y los tamoios enflaquecieran y temieran; y así, de ahí en ade-lante,
no osaban aparecer sino lejos y muchas canoas juntas 51.
A los pocos días un nuevo incidente, esta vez con los franceses
apoyados por 48 canoas de tamoios, vino a turbar la paz de los portu-gueses
y sus aliados ocupados en la fundación de Río.
Hacia el 10 de marzo vimos una nave francesa que estaba a
legua y media de la población del Río; y al otro día fue el capi-tán
mayor sobre ella con cuatro navíos, dejando en la cerca a la
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro
gente que parecía necesaria, pues todavía no estaba terminada. Y
yendo ya junto a la nave comenzaron a tirar de una y otra parte
los tamoios, que aquella asechanza tenían así preparada. Salieron
detrás de una punta 48 canoas llenas de gente, y arremetieron
contra la cerca con tan gran ímpetu, y no habiendo en ella baluarte
ni casa alguna hecha en que se pudiese la gente recoger, Dios
Nuestro Señor nos ayudó de manera que andando en medio del
terreno descubiertos y lloviendo las flechas sobre ellos, no los hi-rieron,
antes mataron algunos de los enemigos e hirieron a mu-chos;
y, no contentos con esto, arremetieron contra ellos hasta fuera
de la cerca y los hicieron huir y embarcar en sus canoas bien
desbaratados 52.
A ~ ~ t ~nr iio tnvi - i i intArn lni n i i t~n wn l i ina r o n Ini nniilo franrnoni nzio CD
L. U O C U I l r L Y I I u J U I I I V O C 1 u YUU C U "Y ' W 5 U I U L I I'A 1111 I" ILU.lrU.7U &.,U" O"
entregó sin guerra a los portugueses. Y fue de esta manera, según des-cribe
Anchieta:
Viendo venir el capitán mayor las 48 canoas sobre la cerca,
rnetióse en un navío de remos para acudir en ayuda, dejando
mandado a ios otros capitanes de ios dernas navios que quedasen
en guardia de la nave hasta que tornase o les mandase recado. Esa
noche tuvieron charla con los franceses, y hablándoles un parien-te
suyo, que estaba en uno de los navíos, y diciéndoles que cedie-sen
sin fuerza que se haría misericordia con ellos, mostraron di-vertirse
mucho, y dijeron que eran unos pobres mercaderes que
habían venido a ganarse su vida y que estaban ya de camino y
llevaban algunos franceses, de los que estaban en tierra, para Fran-cia;
que dejándolos ir se fiarían de ellos los otros que quedaban
en tierra. Y porque habían lanzado una amarra a tierra, y tenían
consigo 30 canoas de tamoios para despejar la nave si se vieran
en presa, y dos hamile': de pblvora que tenían deenf?indados, no
les convencieron y se acogieron a tierra porque no fuese el siguien-te
error peor que-el primero, del año pasado, que se hizo al tomar
otra nave y dejar más franceses en tierra, pareció bien a los capi-tanes,
porque había peligro en la tardanza de mandar recado al
capitán mayor, dándoles seguridades y prometiéndoles que alcan-zai-
íaai capi&i iIiay"i- y"e i" coIifii.iiiase y iü"iese a 'jieri; y
esto se entregaron y se vieron del todo espantados los tamoios de
saber como se fiaban de los portugueses. Pero los franceses, que
estaban ya en la nave y se iban para Francia con los suyos, te-miendo
que no cumpliesen lo prometido, viendo llegar nuestros
300 José A. Ferrec Benimeli
navíos hacia ella, se lanzaron al mar y a nado huyeron a tierra, a
la vista de los nuestros, sin que nadie los siguiera 53.
El capitán mayor aprobó, con reservas, lo prometido a los franceses
luteranos, que eran en torno a treinta los que todavía vivían con los
tamoios, dando licencia a la nave para que zarpara una vez que les re-quisaron
la pólvora y la artillería:
El capitán mayor y todos tuvieron esto por grande merced del
Señor, por ser este gran camino para que se desarraigaran del Rio
de Janeiro los luteranos que allí vivían, que serían hasta 30 hom-bres,
repartidos en diversas aldeas y todos hombres bajos que
viven con los indios salvajes; y determinó cumplir lo que sus ca-pitanes
hzhian prometido, a p e s d~e que tuvo a!gunar. ronrra.bic-ciones
de los hombres, que más miraban por su propio interés que
por el bien común, pero siendo la mayor parte del parecer que se
les debía dejar ir en paz y que de aquella manera se hacía mayor
servicio a Dios y a Su Alteza -el rey D. Sebastián- y era ca-mino
para más fácilmente poblar y sustentar el Río de Janeiro, les
dió iicencia para que se fuesen iornándoieb ia póivora y la ariiiie-ría
que era necesaria para la cerca, dejándoles escrito a los suyos
que se fiasen de nosotros, y que saliesen de los salvajes y se unie-sen
a nosotros, contándoles el buen trato que de nosotros habían
recibido. Los de esta nave eran católicos según las muestras que
traían, a saber: Horas de Nuestra Señora, rosarios y cruces. Por lo
que es de creer que el Señor les hizo esta misericordia ".
El capitán mayor recurrió al propio Anchieta enviándolo al interior
a entrevistarse con los franceses que todavía se habían quedado con los
indios tamoios:
Para que no permaneciesen en tierra, o se vieran con los otros,
y a los nuestros diesen grandísima opresión favoreciendo a los
tamoios, determinó el capitán mayor mi partida de allí, que fue a
fines de marzo, a hablar con los franceses [que todavía vivían con
los tamoios], llevándoles un seguro real de Su Alteza, y carta de
..-,.ui.r, -yr~iirir;ii~rr~o t55n nyou ~iur oynnv rulrnir uonyruiirrtouriilvn.r, url"n erniiturro ilnv ru hr umi ini u; ni vcv x r ,
estos no enfrenten a los indios contra los portugueses con poca
fuerza en la costa de Brasil, si no viene socorro de Su Alteza, para
lo cual todos están esperando 56.
José de Anchiera y la fundación de Río de Janeiro 301
Pero antes de que la nave francesa zarpara hubo otro asalto de los
tamoios, descrito así por la expresiva pluma de Anchieta:
Antes de que la nave francesa partiese hicieron los tamoios otra
tentativa de 27 canoas, a las que ella tiró muchos y buenos tiros,
lo que también servirá de ayuda para que los tarnoios les den [a
los franceses] poco crédito y amor fácilmente hagan las paces con
los portugueses, si fueran de este reino favorecidos y así poder
quedarse en Río. Senan nueve o diez canoas y echaron los nues-tros
mano con tanto pulso que fue flechada la gente de sus aldeas,
que se lanzó a la tierra para defenderlos; y algunos de los nues-tros
salieron detrás de ellos, y hubo una brava pelea en la que
fueron heridos diez o doce de los nuesiros, y algunos de flecha-das
muy peligrosas de las que por misericordia de Dios fácilmen-te
curaron. Pero de los contrarios fueron muchos los heridos, los
cuales los nuestros vieron llevar a rastras por la playa y meter en
las canoas. Y así fueron perseguidos por mar y tierra, casi hasta
mitad camino de sus aldeas, y les tomaron una canoa y se toma-ron
con gran victoria. Gloria al Señor s'.
Anchieta prosigue su carta refiriéndose a sí mismo:
El último día de marzo partí del Río de Janeiro para esta ciu-dad
[Bahía] por mandato de santa obediencias8 con un hombre
honrado de la capitanía de Ilheus, llamado Joao d'Andrade, el cual
había sido llamado de San Vicente por el capitán mayor para
buscar mantenimiento en estas capitanías, y por su buena indus-tria
y diligencia llegó, como arriba digo el mismo día y marea que
la armada llegó de San Vicente, y de camino llevó cinco hombres
blancos que rescató de entre los tamoios aquellos de Cabo Frío,
los cuales se habían perdido en un navío que antes de Joao de
Andrade fuera mandado a buscar alimentos. Y después de estar
en el Río todo este tiempo y hallándose en los combates que ten-go
referidos, tomó el capitán mayor, por fiarse de su diligencia, a
mandar negociar más vituallas, porque la falta de ellas les hace
una mayor guerra j9.
Anchieta concluye su carta describiendo cual era la situación del Río
en el momento de su partida, así como los problemas y peligros en que
se encontraban:
302 José A. Ferrer Benimeli
Ya, a mi partida, habían hecho muchas rozas alrededor de la
cerca, plantando algunas legumbres y plantas comestibles, y esta-ban
determinados a ir a algunos campos de los tamoios para bus-car
mandioca para comer y ramas de ella para plantar. Tenían ya
hecho un baluarte muy fuerte de tapia de mortero con mucha ar-tillería
dentro, con cuatro o cinco garitas de madera y tapia de
protección, todas cubiertas de tejas, que trajeron de San Vicente,
e hiciéronse otras y otros baluartes, y los indios y mamelucos
hacían ya sus casas de madera y barro, cubiertas con unas pal-mas,
hechas y cavadas como canalones y tejas, y que es gran
defensa contra el fuego 60.
Respecto al peligro que suponían los tarnoios que preparaban el asalto
final a la cerca que los portugueses habían construido y que constituía
el asentamiento y origen de Río de Janeiro, se expresa así Anchieta:
Los tamoios andaban juntándose para dar gran combate en la
cerca; ya había dentro del Río ochenta canoas y me parece que se
juntaron cerca de doscientas porque de toda la tierra habían de con-currir
a la isla 62, y se decía que harían grandes mantas de madera para
defenderse de la artilleria y abordar la cerca. Pero los nuestros te-nían
ya gran deseo de que llegara aquella hora porque deseaban y
esperaban hacer grandes cosas para honra de Dios y de su Rey, y
lanzar de aquella tierra a los calvinos, y abrir alguna puerta a la pa-labra
de Dios entre los tamoios. Todos vivían con mucha paz y con-cordia.
Con ellos estaba el P. Gonzalo d'oliveira, que les decía cada
día misa y comulgaba y confesaba a muchos para gloria del Señor 63.
El mayor inconveniente que allí había, además del hambre, era
que estando allá muchos hombres de todas las capitanías, los cua-les
pasan del ario que andan por allá, y desean irse para sus casas
(como he referido) si no se les deja volver perderán sus hacien-das;
si se les deja volver, queda la población desamparada y con
gran peligro de ser comidos los que queden, de manera que por
todas partes hay peligros y trabajos ".
Anchieta, tras esta nueva alusión al canibalismo de los tamoios que
tan de cerca había conocido 65, concluye haciendo un elogio del capitán
mayor y pidiendo ayuda a Su Alteza para terminar la obra comenzada:
Y si no fuese el capitán mayor tan amigo de Dios y tan man-so
y afable que nunca descansa de noche y de día, acudiendo a
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 303
unos y otros, siendo el primero en los trabajos y al que tienen
todos gran y cierta confianza, Su Alteza proveerá tanto más sa-biendo
que ya está puesto el pie en el Río de Janeiro, del que tan
temeroso,era todavía, allá en esas partes tan remotas, y que si
ahora, no se lleva a cabo esta obra y se abre mano en ella, tarde o
nunca se volverá a acometer. Creo que ya hubiesen reventado
muchos y desesperado casi todos, máxime teniendo noticias de
aquellos hombres que estuvieron en cautiverio entre los tamoios,
los cuales supieron de una nave francesa que allí estaba con el
sobrino de Vilhagalhon, capitán que fue de la antigua fortaleza 66,
para venir al Rio de Janeiro y San Vicente con una gran armada.
La cerca que tienen hecha no es más que un pie para tomar pose-sión
de la tierra, sin poder dilatarse ni salir de ella sin socorro de
Su Alteza, a quien Vuestra Reverencia 67 debe ilustrar e incitar para
que luego provea porque aunque es cosa pequeña lo que se ha
hecho, con todo es mayor. Y bástele llamarse ciudad de San
Sebastián, para ser favorecida del señor, por los merecimientos del
glorioso mártir, y acrecentada de Su Alteza, que le tiene tanta
devoción y obligación 68.
Las últimas palabras de Anchieta son todo un presagio y premoni-ción
del futuro de la ciudad de San Sebastián de Río de Janeiro:
Esta es la breve información de Río de Janeiro. Queda pedir a
V.R. nos encomiende, y haga encomendar mucho a Nuestro Se-ñor
y tenga particular memoria de los que residen y en adelante
residirán en aquella nueva población, ofrecidos a tantos peligros,
de la que se espera ha de nacer mucho fruto para gloria del Señor
y salvación de las almas 'j9.
Apenas unos días después, el 13 de julio de 1565, escribía, también
desde Bahía, otro jesuita, el P. Quiricio Caxa, al Provincial de Portu-gal,
Diego Mirao, una nueva carta que sirve de complemento a la ante-rior
para conocer detalladamente lo que ocurrió después de la partida
de Anchieta, en especial la batalla y asalto por parte de los tamoios a
los fundadores de Río 'O:
Después de haber escrito a V. .R. el H." José [Anchieta] las
noticias y buen éxito del Río de Janeiro. llegó aquí la nave capi-tana
que allá quedara cuando él vino, para arreglarla por estar muy
desbaratada ", con la que trajeron muchas buenas noticias y con-
José A. Ferrer Benimeli
firrnación de las pasadas, y de que el Señor tiene por bien llevar
todo aquello adelante.
Bien parece ser obra que mucho revela la gloria del Señor, pues
con tan pocas fuerzas humanas se hace resistencia a tantas fuerzas
de los contrarios tamuyas y franceses, peores que aquellos. V. R.
debe mandar favorecer con las oraciones de todos los Padres y
Hermanos y con los mayores remedios humanos que fuera posible.
Y es a partir de aquí cuando viene la descripción del asalto de los
tamoios:
Al tiempo que el Hermano partió de allá 72 quedaban esperando
un combate muy grande de los contrarios y franceses que habían de
venir con ellos en su ayuda, para lo cual andaba allá apellidando toda
la tierra, pareciéndoles que si aquello no se acababa ahora al prin-cipio,
cyando ias fuerzas ae ios cristianos eran pocas, que nunca io
acabarían. Juntóse mucho gentío, que serían unos 3.000, que fue lo
que se pudo saber; y los vieron en 160 canoas 73 con muchas espa-das,
espingardas y bombardas que los franceses les habían dado.
Y para mostrar Nuestro Señor más su poder y más quebrarles
los corazones, juntáronse con ellos, en su ayuda, tres naves fran-cesas
de luteranos y calvinos, las cuales fueron llamadas de Cabo
Frío 74 donde estaban, de modo que, unos por tierra, otros por mar,
determinaron concluir lo que habían comenzado. Los gentíos en
tierra hicieron sus cercas lo mejor que pudieron para ofender a los
cristianos y defenderse de ellos, y poco a poco se fueron acercan-do
hasta abordar la fortaleza. Los franceses por su parte determi-naron
hacer lo mismo por mar, y si Dios Nuestro Señor no los
ayudara [los portugueses] estaban cercados de ellos [los france-ses]
de manera que muy mal escaparan, cuando viraron las naves
y reconocieron ser franceses, porque al principio creyeron que eran
barcos de costa que les llevaban víveres y socorro.
Hicieron apuntar una «espera» 75 y la primera que llegó, que
era la capitana, la cual iba muy soberbia con estandartes y bande-ras
de seda, pífano y tambor de guerra, fue varada de popa a proa
con la «espera», con lo que recibió mucho daño, y habiendo al-gunos
muertos la socomeron con otros [navíos]; y con ellos, Dios
así lo quería, fue la nave a dar sobre un lago que está en la entra-da
del Río, donde com6 mucho peligro, mas fue ayudada por los
indios con sus canoas y con chalupas, y con la marea que subía
la tiraron fuera. Estando en esta operación llegó Estació de Sá,
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 305
capitán mayor, con muchos flecheros y no hallando resistencia hizo
en ellos mucha destrucción. Las otras dos naves que después en-traron
fueron también salvadas ... 76 Todavía entraron por el Río
adentro, que lo pudieron impedir los nuestros por no haber tenido
lugar para aparejar como convenía la nave capitana y los demás
navíos; sin embargo, fueron después de ella, metiéndose casi toda
la gente de la fortaleza en la nave capitana por tener que abordar
y pelear con los franceses que eran muchos. Desencadenándose una
gran tormenta con la que mal se podían defender, si el Señor, que
tomó esto a su cargo, no los librara, porque sintiendo tiros en la
ciudad y mucho fuego, y sospechando lo que podía ser, hicieron
señal a los navíos de remos que estaban más cerca de los france-ses
y recogiéronse en la ciudad. Allí los indios por tierra habían
dado con mucha fuerza, por parecerles que no hallarían en ella
resistencia por los pocos que habían quedado, y que cogerían cau-tivas
y comenan ias mujeres que aiii hubiese. Sin embargo ies
ocurrió muy al contrario, porque fueron puestos en fuga, quedan-do
muchos muertos y muchos de los que huyeron quebrados los
brazos y piernas y muchos mal heridos de los tiros, fortificándose
los nuestros lo mejor que pudieron por mar y por tierra.
Tornáronse a las naves por el Río abajo, y surgieron de frente
del puerto de la ciudad, y con ellos 160 canoas de Tamuyas y
comenzaron a colocarse en son de guerra; y comenzando a tirar
algunas bombardas, saltaron a tierra el gentío y los luteranos. Y
llegando a la ciudad, fueron muy bien recibidos, muy al contrario
de lo que ellos tenían para sí. Viendo que no hacían fruto, antes
recibían mucho daño, levantaron tiendas y fueron por las tranqueras
y cercas que tenían hechas para pegarles fuego. Y quedó el gen-tío
tan lleno de miedo que no osaron aparecer ni por mar ni por
tierra, y a sus mismas aldeas van ya los mancebos para matarlos
y cogerles prisioneros.
Las naves [francesas] salieron fuera y queriendolas seguir el
Capitán mayor al otro día, por ser aquel ya tarde, tomaron mejor
consejo y se acogieron aquella noche para poder huir lo antes
posible. No ganaron nada con este viaje, les mataron mucha gen-te
y entre ellos a su Capitán mayor. El Capitán mayor portugués,
Estació de Sá, les tomó dos naves que no huyeron, alargando las
amarras y otras pérdidas que sintieron, con lo que quedaron muy
magullados, y determinaron vengarse. Estaban recogiendo mucho
gentío y aguardando una armada gruesa de Francia, que les había
de venir en socorro por octubre, según ellos dicen.
306 José A. Ferrer Benimeli
Tras esta larga y minuciosa descripción de lo sucedido en Río, el
autor de la carta, al igual que lo hizo Anchieta en la suya, pide al Pro-vincial
de Portugal interceda ante sus Altezas para que les mande soco-rro
con el que puedan concluir felizmente la obra comenzada:
Estas cosas son para que V. R. las mande encomendar al Se-ñor
y haga con Sus Altezas todo lo posible para que manden so-corro
a aquella tierra con mucha diligencia, para que no se pierda
por negligencia y descuido lo que con tantos trabajos, como se
sabe, se ganó.
Y como si los merecimientos de los capitanes hacen alguna
cosa para ser ayudados y favorecidos en las cosas arduas y gran-des
que emprenden en servicio de su Señor el Rey, y los de estació
de Sá son tales que convienen a un capitán afamado por su pru-dencia
y juicio para determinarse y cuanto ha de acometer, y su
ánimo y esfuerzo y constancia para acometer y iievar acieiante io
determinado. Y porque más no conviene y porque nadie piense que
lo poco que digo es medida de lo mucho que tiene, me callo de-jando
esto a quien convenga y que lo sabrá decir mejor que yo.
Solamente digo que la cosa en sí merece toda ayuda, favor y so-corro,
porque por allí se abre una gran puerta para ser el Reino
de Portugal acrecentado en lo temporal y en lo espiritual; y junta-mente,
para que no perezcan los que tienen puestas sus vidas para
defensa de ese lugar, tengo a bien pedir a V. R. por amor del
Señor, a ellos y a nosotros nos mande encomendar a Dios en los
santos sacrificios y oraciones de todos los Padres y Hermanos 77.
No son muy abundantes las noticias posteriores. Sin embargo, tanto
la ciudad de Río de Janeiro, como el colegio que los jesuitas allí abrie-ron
con dotación del propio rey de Portugal -concedida ya el 15 de
enero de 1565- fueron progresando y consolidándose.
Así se conservan las advertencias de Francisco de Borja al P. Igna-cio
de Azevedo, visitador del Brasil, fechadas en Roma a fines de ene-ro
de 1567, en las que se dan normas a Azevedo sobre su particular
visita de la provincia del Brasil. Y el primer punto del que se habla
-además del colegio de Bahía dotado para 60 jesuitas que fueran a en-señar
la doctrina cristiana en las aldeas y población de dicha capitanía
de Bahía 78- es de la necesidad de comenzar a poblar y hacer el cole-gio
de Río de Enero, pues «Su Alteza tiene hecha la dotación 79 para 50
religiosos». Entre otras advertencias se dea al arbitrio del provincial si
los novicios debían aprender la «lengua brasílica» el primer año de no-
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 307
viciado. Y el espíritu detallista de Francisco de Borja llega incluso a au-torizar
que delante del Santísimo Sacramento pueda arder óleo de pe-ces,
como ballenas, etc., «pues el olor no es tan malo que cause nota-ble
indecentia, lo cual se conosce en suffrirse esse azeite en los candiles
de los nuestros, y en Castilla se uza»
El visitador Ignacio de Azevedo había llegado a Bahía el 24 de
agosto de 1556, procedente de Lisboa, con la escuadra portuguesa que
Mém de Sá había pedido a la metrópoli para acabar de una vez la con-quista
de Río. La escuadra, al poco tiempo, zarpó de Bahía rumbo a Río
de Janeiro, una vez que a la expedición militar se añadieron el Gober-nador,
el obispo Pedro Leitao, el provincial de los jesuitas, Luis de Gra,
el visitador Ignacio Azevedo y el recién ordenado sacerdote José de
Anchieta. La flota se detuvo en la capitanía de Espíritu Santo para su
avituallamiento, y allí se quedaron, por enfermedad del Gobernador, hasta
diciembre. Hasta el 18 de enero de 1567 no llegaron a Río donde se
alcanzó una victoria definitiva, el 20 de enero, festividad litúrgica del
mártir San Sebastián, y onomástica del rey de Portugal; de ahí que a
Río de Janeiro se le diera el atributo de «Sebastianópolis» y fuera de-clarado
su patrón San Sebastián.
En esta batalla del Río hay que destacar la participación también de
muchos indígenas cristianos, y en especial la del jefe indio Ararigbóia
que llegó a reunir, según los cronistas de la época, hasta 4.000 arcos
contra los tamoios y franceses, y que fue premiado por el rey de Portu-gal.
A él se debió la fundación, en otro de los extremos de la bahía de
Guanabara, de la aldea de San Lorenzo de Niteroi.
Testigo de estos acontecimientos fue el propio visitador Ignacio de
Azevedo, quien escribió a ~ranci sod e Borja, su general en Roma, una
interesante carta, desde el mismo Río el 20 de febrero de 1567; desde ese
Río de Enero que Azevedo describe como «una nueva población que se
ha hecho de dos años a esta parte, y que ahora la manda el Rey aumentar
y que se haga una ciudad». En esas fechas había en Río solo tres jesuitas,
dos sacerdotes y un lego Azevedo quedó impresionado del lugar y de
la dificil situación en que a!li pnrnntrahan !os niievns p&!a&o~:
Está esta tierra de guerra y ha venido al Gobernador -Mem
de Sá- con armada y gente para sugetarla. Ha tomado dos luga-res,
los más fuertes de los indios ", adonde eran ayudados de fran-ceses
luteranos, que por acá han quedado del tiempo que un ca-frun&
-Vi!!eg2igr?eI?- x,rine u huce: fGrtaIezo,
que también fue tomada. Tienen dado artillería y otras armas a los
gentiles, con que hacer la guerra.
José A. Ferrer Benirneli
Mas Dios Nuestro Señor ha dado la victoria en la tomada destos
dos lugares donde había las más de las armas, aunque fue con
sangre de los cristianos, que hubo algunos muertos y muchos he-ridos,
para que sirvió bien el ministerio de los nuestros en curar-los
espiritual y corporalmente
A pesar del éxito obtenido, entre los muchos heridos en la batalla,
uno de los más graves fue precisamente el Capitán mayor y sobrino del
Gobernador, Estació de Sá, que había resistido durante dos años durísi-mos
ataques de los indios tamoios antes de llegar la ayuda de su tío
que le permitió la victoria final. A consecuencia de las heridas recibi-das,
el joven capitán y fundador de Río de Janeiro fallecía un mes más
tarde, en presencia del P. Anchieta 84, precisamente el mismo día que el
visitador Azevedo escribía su carta a Francisco de Borja, el 20 de fe-brero
de 1567.
Carta que prosigue en estos términos:
Ahora ya los indios [tamoios] viene a pedir paces con todas
las condiciones que quisieren, pero como no tienen rey ni obliga-ción
unos a otros, y cada lugar está por sí, y en el mismo lugar
cada uno es señor de su casa, o mejor decir, ninguno es señor de
su casa, que ni el hijo al padre tiene obediencia, no se puede asen-tar
cosa fija.
Esperamos con todo en el Señor que se hará lo mejor que se
puede, y conforme a eso ordenaremos aquí de la residencia de los
nuestros, o de pocos o de más, o para que venga a ser Colegio,
para que parece que podrá haber por el tiempo adelante, querien-do
el Señor, más disposición que en otras partes del Brasil
Tras esta nueva alusión a la fundación del Colegio de los jesuitas
en Río, concluye Azevedo la parte relativa a la ciudad de Río con una
breve descripción de la misma y sus cualidades:
La tierra es fértil de todos los «mantenimientos», con que aquí
se sustentan, que son muy buenos; dáse mucho algodón y azúcar;
pero, como todo se ha de hacer de nuevo, tiene espacio para po-derse
poblar la tierra 86.
-AyUn IoIUm., ~ cn n f i c m o c o c A,cnn,&c e! 5 de diciembre & 1567, escrib{2 UII",, II.U.,UU UUUyLlUY,
desde Piratininga el P. Baltasar Fernández a los Padres y Hermanos de
Portugal una larga carta relatando minuciosamente la visita del
José de Anchieta y la fundación de Río de Janeiro 309
P. Azevedo a Brasil y la situación del país. Por lo que respecta a Río,
sin ser muy extenso, sí resulta interesante la descripción que hace de su
situación:
Del estado en que está Río, creo que será V. R. sabedor por
otras cartas. Por eso no escribo largamente. En suma digo estar el
Gobernador en paz con el gentío de la tierra, y los franceses es-tán
arrojados ya fuera de por ahí por la guerra, si bien todavía se
dejan ver algunas naves en Cabo Frío que van a hacer sus nego-cios
y llevarse brasil [palo de] contra lo que no puede ir nuestra
armada (tanto más que es pequeña) por los tiempos contrario: hace
en la ciudad de Río cuanto puede. Leo en una carta que de allá
he recibido que ya había 150 y tantos mercaderes y que la mayo-ría
de ellos tenían ya sus mujeres. La tierra es de las buenas que
hay en Brasil. Tiene mucho brasil' algodón y puede tener mucho
azúcar, como lo planten, y mucho sustento y muchas legumbres y
muchas carnes como ganado vacuno, que ya ha empezado; y tie-ne
mucho pescado y bueno, y todo lo demás que es necesario para
la vida. Está en buen sitio y tiene buenos aires 87.
Para concluir la última noticia de Río,tomada esta vez de una carta
escrita desde Bahía el 16 de enero de 1568, por el P. Amaro Goncalves
al P. Francisco de Borja, en Roma. En ella se refiere al Rio de Janeiro,
donde en esos momentos estaba el Gobernador Mem de Sá.
acabando la ciudad de San Sebastián, la cual, después de ven-cer
los brasiles y franceses que ahí había, y hechas las paces, mudó
para otro lugar más fuerte y más acomodado, como de allá más
largamente escribirán a V. Paternidad los nuestros que ahí resi-den,
a donde, según nos dicen, está grande puerta abierta para la
conversión de aquella gentilidad, de la cual tenemos noticia ser
más capaz de doctrina que ésta de Bahia
El nuevo emplazamiento de la ciudad, y donde se inició la construc-ción
del nuevo colegio de los jesuitas, por el que el rey de Portugal
estaba tan interesado, fue un monte que después se llamó «Morro do
Castelo», hoy arrasado por razones urbanísticas, si bien se mantiene, en
el centro del actual Río, el mismo nombre de Ctistelo.
Ei colegio de 10s jesuitas de Rio reci"u6 12 doi2ciSri cfe D. Sebastián,
en Provisión Real, fechada en Lisboa el 11 de febrero de 1568, pocos
días después de que D. Sebastián asumiera el gobierno de Portugal, el
310 José A. Ferrer Benimeli
20 de enero de 1568. Esta fundación fue uno de sus primeros actos.
Como rector del nuevo colegio de Río fue nombrado el ya viejo y en-fermo
P. Nóbrega. El destino de Nóbrega a Río supuso que las casas
jesuíticas de San Vicente y Sao Paulo quedaran sin superior, cargo que
recayó en Anchieta, que es descrito así en el catálogo jesuítico de ese
año de 1568:
Joseph de Anchieta, sacerdote, scholar, de 34 años, a 17 que
entró en la Compañía en Portugal, a 15 que fue imbiado al Bra-sil.
Studió latín y la lógica solamente, y con enfermedad se ataja-ron
sus estudios. Es natural de las Canarias. Sabe la lengua de los
Indios. Es Superior allí 89.
José de Anchiera y la fundación de Río de Janeiro
NOTAS
1. Es significativo que dicho fuerte se dedicara en honor del almirante Gaspard
de Coligny (1519-1572), defensor de San Quintin contra los españoles. Diez y siete
años después de la construcción del fuerte de Guanabara moriría entre los hugonotes
víctima de la conocida como la Noche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572). Sobre
el por qué los franceses calvinistas se fortificaron en la isla de Serigipe, hoy isla
Villegaignon, existe una carta dirigida a Calvino, el 31 de marzo de 1557, en la que
explican los motivos. Cfr. José GONGALVEeS Yves BRUAND«, Os franceses na
Guanabara» (Correspondencia da Franca Antártica)», Revista de Historia, (Sao Paulo),
28, (1964), pp. 219-222.
2. Sobre Calvino, cfr. José Antonio FERRERB ENIMELIV, oltaire, Sevet y la tole-rancia,
Villanueva de Sijena, Instituto de Estudios Sijenenses «Miguel Servet~, 1980.
3. Catalina de Austria fue regente del reino entre 1557 y 1562, durante la minoría
de edad del futuro rey don Sebastián. En las Cortes de 23 de diciembre de 1562 fue
nombrado regente el cardenal infante D. Henrique.
4. Sobre esta obra cfr. el trabajo de Miguel RODR~GUEZ-PANTMOÁJARQ UEZ«,P oesía
épica: el de Gestis Mendi de Saa» en José de Anchieta. Vida y Obra [Coord. Francisco
GONZÁLEZLU IS], San Cristobal de La Laguna, Ayuntamiento, 1988, pp. 201-129. Mem
de Sá, natural de Coimbra, estuvo en Brasil desde el 27 de diciembre de 1557 hasta el
2 de marzo de 1572, en que falleció. La hacienda que reunió a lo largo de sus quince
años como Gobernador, así como todos sus bienes -al morir sin descendencia- pasa-ron
al patrimonio de la Compañía de Jesús, de la que él era muy afecto.
5. El Cardenal Infante, D. Henrique fue regente del reino desde el 23 de diciem-bre
de 1562 hasta el 20 de enero de 1568 en que D. Sebastián fue proclamado rey.
6. Serafim LEITE, Monumenta Brasiliae. 111 (1558-1563), Roma, Monumenta
Ilistcxicr Y~cietrtis lesu, 1958. p. 242 [SS ,r.ud!unte Monzmen:u K y
7. Monumenta 111, p. 243.
8. «Y entre ellos el Superior P. Luis de Gra había mandado al P. Fernando Luis y
al H." estudiante Gaspar Lourengo para confesar a los soldados y enseñar a los indios».
Serafim LEITEH, istoria da Companhia de Jesus no Brasil. Lisboa-Rio de Janeiro, 1938-
1950, t. 1, p. 377.
9. Monumenta 111, p. 243. .
10. El ataque a los franceses e indios Tamoioi comenzó e! dii !5 de marm; iina
sexta feria «después del mediodía y duró todo el día y toda la noche siguiente y el sá-bado
durante el día, y a la noche huyeron y se fueron en canoas y otras embarcaciones
312 José A. Ferrer Benimeli
para tierra firme», según testimonio de Sebastián Alvares. Serafim LEITE, op. cit. Histo-ria
da ..., t. 1, p. 377.
11. Monumenta III, p. 245.
12. Se conserva en la Biblioteca Pública de Ginebra una carta latina de Villegaignon
a Calvino, traducida al francés con el título: Exploits du Roy de L'Amérique Villegaignon.
Cfr. Paul GAFFAREHLi,s toire du Brésil Franpis au Seizieme Sikcle, Paris. 1878, p. 242.
13. Ps. 26, 12: «No me entregues al ansia de mis adversarios, pues se han alzado
contra mí falsos testigos, que respiran violencia».
14. Monumenta III, p. 245.
15. Mat. 12, 45; Luc. 11, 26: «Entonces va y toma consigo otros siete espítitus peo-res
que él, entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el
principio».
16. Monumenta III, p. 245.
17. Monumenta III, p. 246.
18. Esta correspondencia se conserva en el Archivo Nacional de Río de Janeiro,
que guarda la documentación de los jesuítas hasta su expulsión en el siglo xvII1.
19. Mujeres blancas, es decir hijas de blanco e india, propiamente mamelucas o
mestizas. Monumenta 111, p. 563.
20. Está fechada en Sao Paulo de Piratininga, a 12 de mayo de 1564. Arquivo Mu-nicipal
de Sao Paulo, Livro 1 das Vereancas. Anno de 1564. Serafim LEITE, Monumenta
Brasiliae. IV (1563-1568), Roma, Monumenta Historica Societatis Iesu, 1960, pp. 50-51
[En adelante Monumenta N]
21. Monumenta III, p. 563.
22. Indios tamoios.
23. Monumenta IV, p. 123.
24. José A. FERRERB ENIMELI«,J osé de Anchieta y su experiencia con los caníba-les
de Ipeniig», Actas del XI CoIoquio de Historia Canario-Americana.
25. Los franceses
26. Los indios tamoios
27. Monumenta IV, pp. 138-1 39.
28. Ibidem.
29. Monumenta IV, p. 173: Anchieta a Diego Laínez, San Vicente, 8 de Janeiro
de 1565.
30. Monumenta IV, p. 174.
31. Monumenta IV, p. 174-175.
32. Como veremos, en el último combate victorioso, de 1567, el fundador de la
ciudad fue herido mortalmente en plena juventud.
33. Monumenta IV, p. 176.
34. Ibidem.
35. Anchieta utiliza indistintamente las dos expresiones: tamoios y tamuias.
36. ?.fonme:ü N, p. 177.
37. Ibidem.
38. Así como en la carta anterior dirigda a Laínez escribe en un español bastante
portuguesizado, en este caso la carta está redactada en portugués, por lo que ofrecemos
su traducción al castellano.
39. Indios afines a los tupis que habitaban el sertao y que tenían puertos al sur de
Itanhaém.
40. Monumenta IV. pp. 243-244.
41. Hijos de portugués e india.
42. Monumenta IV, pp. 243-244.
José de Anchieia y la fundación de Río de Janeiro 313
43. De la simple lectura de la carta no resulta fácil la identificación de la «isla gran-den,
dada la gran cantidad de islas que rodean el actual Río de Janeiro, tanto fuera como
dentro de la bahía de Guanabara. Si bien hoy día la isla más grande es la llamada del
Gobernador, donde se asienta el aeropuerto principal de Río, por el contexto no queda
suficientemente claro que se refieran a ella.
44. Marambaia. Isla que acaba en la Barra de Guaratiba en el actual estado de
Guanabara. '
45. Monumenta IV, p. 245.
46. Monumenta IV, p. ,246.
47. Monumenta IV, p. 247.
48. Monumenta IV, pp. 247-248.
49. De prima Collegii Fluminis Iannuarii Institutiones, Archivum Societatis Iesu
[Roma], Fond. Ges. 158713, Collegia 202, fol. 16r-16v.
50. Monumenta IV, p. 248.
51. Monumenta IV, p. 249.
52. Ibidem.
53. Monumenta IV, p. 250.
54. Monumenta IV, p. 25 1.
55. La cziia dejada por :os fiiiiiceses de ia iínve, pai-a iüs franceses que se quecia-ron
con los tamoios.
56. Monumenta IV, p. 251.
57. Monumenta IV, p. 252.
58. Anchieta tuvo que regresar a Bahía para cumplir los deseos del P. General,
Diego Laínez, quien en carta fechada en Trento, el 25 de marzo de 1563 -poco antes
de terminar el famoso Concilio de Trento-, recomendaba ya la ordenación sacerdotal
del H." Anchieta. Allí debía ocuparse en el estudio que le faltaba (teología moral) in-dispensable
para el sacerdocio que todavía no había recibido en la fecha de esta carta
de Anchieta. Según Simao de Vasconcelos, «de camino le ordenó el P. Manuel de
Nóbrega (a cuyo cuidado estaba el gobierno de San Vicente y de la Capitanía de Es-píritu
Santo) que visitase la casa y aldeas que allí, en la Capitanía del Espíritu Santo
tenía la Compañía». Simao DE VASCONCELOCSh, ronica da Companhia de Jesu d o Es-tado
do Brasil, Lisboa, 1663, liv. 3, p. 86. La ordenación sacerdotal de Anchieta tuvo
lugar en Bahía, finalmente, en junio de 1566, es decir, al año siguiente de la fundación
de Río de Janeiro.
59. Monumenfa IV, p. 252.
60. Monumenta IV, pp. 252-253.
61. Cuando Anchieta habla del Río se sobreentiende lo que hoy se conoce como
bahía de Guanabara, pues el tal Río nunca existió.
62. La isla, en este caso, se entiende es el terreno cercado que constituía una isla
dentro del mato.
63. Con esto se constituyó el P. Gonzalo de Oliveira, capellán militar, y como de
facto ya se iniciara, desde el día 1 de marzo, la ciudad de Río de Janeiro, también la
primera autoridad eclesiástica local de la nueva ciudad.
64. Monumenta IV, p. 253.
65. Cfr. op. c i f , FERRERB ENIMELJIo,s é A,, José de Anchieta y su experiencia con
los caníbales de Iperuig.
66. Todavía hoy conserva su nombre la isla de Villegaignon, actual escuela naval,
a! lado de :o qüe hoy es el aerüpüeito Sariíüs Durnüni, ganado a¡ mar con ei antiguo
Morro do Castelo.
67. El Provincial de los Jesuitas de Portugal, destinatario de la carta de Anchieta.
3 14 José A. Ferrer Benimeli
68. Monumenta IV, p. 254. Dióse a la ciudad el nombre de San Sebastián en ho-menaje
al Rey de Portugal. El sentido de la frase final de Anchieta debe interpretarse
como que le bastaba a la ciudad el nombre de San Sebastián para que Dios la ayudara
y el Rey D. Sebastián la favoreciera y aumentara.
69. Monumenta IV, pp. 254-255.
70. Esta carta, escrita en portugués, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Río
de Janeiro [S. Roque, Lisboa, 1 -5, 2, 38, fols. 188v-190rl. Fue publicada en su versión
original en Monumenta IV, pp. 255-260.
71. Se trataba de la nave capitana de la armada de Estació de Sá que tomó parte
en la defensa y fundación de Río de Janeiro.
72. Recordemos que Anchieta partió de Río de Janeiro el 31 de marzo..
73. Es decir que en cada canoa iba una media de 18 a 19 hombres.
74. Cabo Frío, en la costa de Río de Janeiro, en el camino del norte, a unas 25
leguas geográficas de la entrada de Río de Janeiro. Cabo Frío era muy frecuentado por
navíos franceses que iban a cargar palo de Brasil, y de donde serían desalojados
definitvamente algunos años después por el Gobernador Antonio Salema. Monumenta IV,
p. 257.
75. Antigua pieza de artillería.
m,
1 0 . iiegi'oie en e¡ ~iiaiiüsciiiü.P ioba"v:eíiieilie -por S! seatido- &je;a xc=n SUS ti:^^::.
El lago a que se alude en la carta probablemente sería la actual bahía de Botafogo.
77. La carta está fechada así: «De este Colegio de Jesús de la ciudad del Salva-dor,
Bahía de todos los Santos, hoy, 13 de julio de 1565. Por comisión del Padre Pro-vincial
[Luis de Gral de V. R. indigno hijo, Quiricio~.
78. Monumenta IV, p. 183.
79. La dotación regia fue ordenada por la Provisión de D. Sebastián, rey de Portu-gal,
fechada en Almeirim el 15 de enero de 1565 [Monumenia IV, pp. 181-1851, y des-pués
más especificada por Estació de Sá -en su calidad de fundador de la ciudad- en
Río de Janeiro el 1 de julio de 1565 [Monumenta IV, pp. 214-2401 y en la provisión
regia de 11 de febrero de 1568 [Monumenta IV, págs 446-452 y 455-4571, En julio de
1567 se dio principio efectivo al Colegio de Río de Janeiro, pero la denominación de
Colegio aparece ya en la sumaria del I de julio de 1565: ~Donatiote rrarum Statii de Sá
facta Collegio Fluminensis» [Monumenta IV, pp. 214-2401
80. Monumenta IV, pp. 380-38 1.
81. Un año después, en 1568, figuran tres jesuitas en Río, lo tres sacerdotes
[Monumenta IV, p. 4811.
82. Uno era la fortaleza «de un principal indio Byracumerim, que estaba en un lu-gar
muy fragoso con muchos franceses dentro y artillería*, otro, la «fortaleza de
Pemabequu, indio principal, el cual tenía mucha gente de guerra y artillería». Testeniunko
de D. Pedro Leitao en dntrumento dos Servicos de Men de Sá», en Anais da Bibl. Nac.
do Rio de Janeiro, 27 (1906), 208-209.
83. Monumenta IV, pp. 383-384.
84. Según algunas fuentes el que asistió a la muerte de Estació de Sá, fue el P.
Gonzalo de Oliveira, capellán militar de la plaza, como hemos visto más arriba, nota 63.
85. Monumenta IV, p. 384.
86. Ibidem.
87. Monutnenta IV, p. 242.
88. Monumenia IV, p. 437.
89. , ivíonumenia i'v', p. 48 1.