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LA EMIGRACIÓN HISPÁNICA A LAS ANTILLAS
HISPANOHABLANTES
Y EL CONFLICTO BÉLICO DE 1895-1898
Jesús Guanche Pérez
La continuidad del trasvase humano
La pérdida de las últimas colonias de España en América marca un hito en el
tránsito del siglo XIX al XX que influye en los procesos emigratorios hacia el continente
americano; de modo particular hacia Cuba y Puerto Rico, que habían padecido la tutela
colonial durante más de cuatro siglos, para caer nuevamente en las manos del vecino del
norte, no por cercanas menos ajenas.
Al cabo de un siglo de terminarse la guerra hispano-cubano-norteamericana, cada
una de las partes en conflicto no puede soslayar la profunda huella de los movimientos
migratorios externos y sus respectivas contribuciones demográficas, socioeconómicas y
culturales.
España, la vieja metrópoli —donde aún resuena la frase de más se perdió en
Cuba— permaneció como emisora de población en masa, cuya tendencia de desarrollo
disminuyó hasta el último tercio del presente siglo en que las transformaciones políticas,
económicas y sociales de la “transición” y el nivel de vida alcanzado, ahora les obliga a
tomar medidas, como nuevo país receptor, para frenar la inmigración masiva en el contex-to
de la Unión Europea.1
Cuba, la antigua colonia —donde se formó una nación de vocación independien-te,
pese a la infinidad de adversidades para lograrlo— se mantuvo como importante recep-tor
de diferentes corrientes inmigratorias de Europa, América y Asia, en su condición
neocolonial y subdesarrollada, hasta el triunfo revolucionario de 1959, ya que a partir de
1960 los flujos externos de población (la mayoría cubanos) siempre han superado el ingre-so
de migrantes de otros países.2
Estados Unidos de América, el nuevo conquistador —donde se fomentó un voraz
proceso de expansión territorial imperialista— se convirtió, debido al peso de la diversi-dad
inmigratoria, en uno de los países más multiétnicos del orbe y también se ha visto
presionado de restringir y excluir el ingreso masivo de migrantes.3
En el caso particular de la emigración hispánica4 a sus excolonias del Caribe
insular, este proceso se incrementa o disminuye hasta las tres primeras décadas del presen-te
siglo, pero ambas islas tienen peculiaridades que es necesario destacar y comparar.
Las diferentes regiones de España, que aportan la gran emigración en masa desde
fines del siglo XIX hasta los tres primeros decenios del XX, poseen características bien
diferenciadas que condicionan variados factores de expulsión. De manera general, el de-
43
615
sarrollo alcanzado por el capitalismo en la Península Ibérica presenta un contrastante re-traso
respecto de los países más desarrollados de Europa. En España se destaca el despe-gue
industrial de áreas como Cataluña y el País Vasco, en relación con el retraso del
latifundismo en Andalucía, el predominio del minifundio en Galicia y el fracaso del mo-delo
capitalista en Canarias; lo que genera una fuerte presión demográfica que propicia la
emigración.5
La perla de las Antillas
En vísperas del inicio de la guerra de independencia de Cuba, la emigración his-pánica
hacia sus reductos coloniales de ultramar se concentra en la mayor de las Antillas
—que desde 1868 pugnaba mediante la participación de sus mejores hijos por dejar de ser
la siempre fiel— seguidos de Filipinas, Puerto Rico, Fernando Poo y el otrora Río de Oro
(Guinea Ecuatorial). Si observamos el Cuadro 1, Cuba absorbe el 87,90 % de esa emigra-ción,
mientras que Puerto Rico sólo alcanza el 5,35 %.6
En el orden regional, la tendencia fundamental de la emigración hispánico-pe-ninsular
a Cuba desde fines del siglo XIX hasta el primer tercio del presente siglo se
desplaza prácticamente 180 grados; es decir, gira desde el área centro-sur de la Península
Ibérica, que fue propia de los siglos XVI-XVIII e inicios del XIX, durante el intenso
proceso de colonización y fundación de más de la mitad de las actuales ciudades, hacia el
área septentrional. Al mismo tiempo, debemos exceptuar la habitual emigración de cana-rios,
que se mantuvo casi constante desde la segunda mitad del siglo XVI hasta los prime-ros
decenios del siglo XX.
CUADRO 1
Emigración hispánica a las colonias por regiones históricas (1891-1895)
Fuente: Instituto Geográfico y Estadístico, Madrid (1891-1895), Elaboración propia
Regiones
históricas
Cuba
Puerto
Rico
Filipinas
Fernando
Poo
Río de
Oro
TOTAL %
Andalucía 7.063 1.204 231 37 95 8.630 6,10
Aragón 2.540 73 83 0 0 2.696 1,91
Asturias 17.914 453 40 0 0 18.401 13,01
Baleares 1.455 648 101 0 0 2.204 1,56
Canarias 17.199 609 1 9 1 17.819 12.60
Castilla la Nueva 1.901 253 991 1 0 3.146 2.22
Castilla la Vieja 7.784 363 243 1 0 8.391 5,93
Cataluña 17.369 1.030 551 66 0 24.016 16,98
Extremadura 36 8 8 0 0 52 0,04
Galicia 44.563 2.487 764 0 0 43.814 33,80
León 3.021 75 56 0 0 3.152 2,23
Murcia 65 29 846 0 0 940 0,66
Navarra 463 61 76 0 0 600 0,42
Valencia 473 63 165 1 0 702 0,50
Vascongadas 2.512 208 176 0 0 2.896 2,05
Norte de Africa 2 1 2 1 0 6 0,00
TOTAL 124.360 7.565 9.334 116 96 141.471
% 87,90 5,35 6,60 0,08 0,07 100,00
616
El predominio emigratorio de Galicia, Asturias, Cataluña y Canarias, desplazan
la anterior emigración andaluza y castellana, que en siglos anteriores habían creado un
decisivo substrato genético y cultural en el modo de vida y las costumbres del etnos cuba-no
en formación. En el caso canario, este substrato se refuerza considerablemente debido
a la continuidad creciente del trasvase humano, tanto de la emigración como del retorno.7
Desde varios puntos de vista —como señala Sánchez-Albornoz—“Mirada a dis-tancia,
la migración trasatlántica involucra dos continentes enteros; desde más cerca, vin-cula
áreas: Gran Bretaña con Norteamérica, España con Iberoamérica...; a la corta, en
realidad conecta entre sí regiones: Canarias con Cuba o Galicia con Buenos Aires; a la
lupa, la migración enlaza comarcas, pueblos o incluso barrios. Cualquier óptica es válida.
Depende del problema y del argumento”.8
En este sentido, la emigración hispánica a Cuba contribuyó a compensar parte
del déficit de fuerza de trabajo, ya que la mayoría eran varones solteros en edad laboral. El
impacto demográfico negativo de la Guerra de Independencia en la población cubana se
estima en unas 300.000 personas, no sólo debido a las pérdidas de vidas en los combates y
en la población civil durante la cruel reconcentración dictada por Valeriano Weyler, sino
por la brusca disminución del índice de crecimiento demográfico a 0,5 %, respecto de las
tasas precedentes que ascendían al 1,9 %.9
Según los estudios cuantitativos realizados a partir de los datos que ofrece el
Instituto Geográfico y Estadístico de Madrid entre 1882 y 1930, de 3.297.312 españoles
embarcados hacia América, 1.594.882 se dirigieron a Argentina (48,36 %), 1.118.968 a
Cuba (33,93 %), 233.432 a Brasil (7,08 %), 82.350 a Uruguay (2,49 %) y 267.740 hacia
otros países del continente (8,12 %).
CUADRO 2
Emigración hispánica a Cuba (1902-1930)
Fuente: Instituto Geográfico y Estadístico (1902-1930). Elaboración Propia.
Años Total
Promedio
anual
%
1902-1905 75.505 15.101 9,46
1906-1910 111.929 22.385,8 14,3
1911-1915 152.913 30.582,6 19,16
1916-1920 233.583 46.706,6 29,28
1921-1925 164.547 32.909,4 20,62
1926-1930 59.273 11.854,6 7,43
Total 797.750 27.508,6 100
617
De acuerdo con esta fuente, durante 1902-1930 emigraron a Cuba 797.750; o sea,
el 71,29 % del total reportado. Si analizamos las corrientes emigratorias por quinquenios
(tal como se observa en el Cuadro 2), este proceso tiende a crecer hasta el quinquenio
1916-1920 en el que alcanza un promedio anual más de 46.000 inmigrantes; es decir, más
de un cuarto de todo ese período, para luego decrecer de modo permanente.
En este sentido, aunque existe una relativa correspondencia entre los datos espa-ñoles
de emigración hacia Cuba y los de inmigración en Cuba mediante la información
registrada por la Secretaría de Hacienda durante 1902-1930,10 el proceso de asentamiento
y residencia de los ciudadanos españoles en Cuba varían respecto del total de la población
de la Isla.
CUADRO 3
Composición por sexo de la población nacida en España residente en Cuba
y % respecto del total de la población
* Estimado
Fuente: Censos de Cuba correspondientes de los años 1899-1970. Para 1981 La población española en el
mundo, en España fuera de España, Madrid, 1988, p. 202. Elaboración propia.
El inicial proceso de repatriación masiva de españoles que se efectúa al terminar
la guerra en 1898 es esencialmente de tropas y no afecta tanto a los residentes, ya que esta
población tiende a crecer y a distribuirse más equilibradamente en todas las provincias del
país. En términos comparativos (como se observa en el Cuadro 3), si en 1907 la población
hispánica representa el 9,05 % del total de habitantes en Cuba: su mayor peso histórico en
índices relativos; ya en 1931 el monto total rebasa el cuarto de millón de residentes hispá-nicos:
su mayor volumen histórico en cifras absolutas, lo que se corresponde con la ten-dencia
global de esta emigración hacia América.
Censo Total Varones % Hembras %
% respecto del total de
la población de Cuba
1899 129.236 107.418 83,12 2.818 16,88 8,21
1907 185.393 151.828 81,90 33.565 18,10 9,05
1919 245.644 187.172 76,20 58.472 23,80 8,50
1931 257.596 182.264 70,90 74.954 29,10 6,50
1942 157.527 110.293 70,02 47.234 29,98 3,30
1953* 128.598 87.567 68,09 41.031 31,91 2,17
1970 74.026 48.940 66,11 25.086 33,89 0,86
1981* 4.000 2.631 65,78 1.369 34,22 0,04
618
Por su alta significación, los “discutidos tres millones y medio [de emigrantes
españoles hacia América] suponen unas 70.000 salidas al año, veinte veces por encima del
término medio del siglo XVI, o unas diez veces más si se calibra el mayor tamaño de la
población en nuestro siglo. El éxodo transoceánico de 1880 a 1930 no tiene evidentemen-te
parangón, por más ajustes que se hagan, con las migraciones del período colonial”,11 es
muy superior.
Aunque el inicial desequilibrio en la composición por sexo muestra un paulatino
proceso de equilibrio que oscila de 83,12 % de varones en 1899 a 65, 78 % en 1981, la
mayoría de la muestra de residentes hispánicos en Cuba biografiados a mediados del pre-sente
siglo por Gerardo Monge Muley contraen matrimonio con mujeres cubanas.12 De
modo que esta regularidad propia de la época colonial13 se conserva durante el siglo XX.
En todo este proceso de arraigo de la población hispánica en Cuba desempeña un
decisivo papel la formación y el desarrollo alcanzado por un amplio conjunto de asocia-ciones,
desde 1840 hasta el presente. La evolución de estas instituciones, como reflejo de
la situación de la inmigración, podemos dividirla en tres etapas:
1. (1840-1898), se caracteriza por la proliferación de sociedades de beneficen-cia,
centros regionales, casinos, asociaciones o entidades económicas y colonias, destina-das
inicialmente a proteger y asistir a los contingentes que venían en situaciones paupérri-mas,
como los terribles casos de asturianos, canarios y gallegos.
2. (1902-1958), se caracteriza por el incremento de nuevas sociedades regiona-les
o comarcales que se nuclean en el seno de los centros ya existentes o que poseen
carácter independiente; durante esta etapa se fomenta y consolida una amplia infraestruc-tura
social, asistencial, recreativa e informativa que refleja el mayor esplendor de los resi-dentes
hispánicos en la Isla y su interés por permanecer en ella.
3. (1959 hasta hoy), se caracteriza por la formación de varias federaciones que, a
nivel regional o peninsular agrupan los principales núcleos de residentes hispánicos y sus
descendientes, junto con determinadas sociedades de beneficencias ya centenarias y otros
centros en menor cantidad que conservan su carácter independiente.14
La clave de la preservación de estas asociaciones en Cuba (como se observa en el
Cuadro 4) ha sido su contenido abierto, no sólo a la participación de los ciudadanos espa-ñoles
y cubanos nacidos en España, sino principalmente a sus descendientes por una o
varias generaciones. Esto le ha permitido a muchos socios formar parte de la membresía
de una asociación por la vía de ascendencia patrilineal y de otra por la vía de ascendencia
matrilineal. En estos instantes son precisamente los descendientes quienes llevan el peso
fundamental en la organización y dirección de estas instituciones con el fin de asistir a los
españoles de origen cuya mayoría se encuentra ya en la tercera edad. Este hecho no siem-pre
ha sido comprendido por las autoridades españolas y por las nuevas autonomías que se
han relacionado con las asociaciones, ya que algunas se vinculan a ellas con la visión
eurocéntrica de la cooperación, y no a partir de la propia historia que ellas mismas han
creado; es decir, como instituciones adultas y no en ciernes.
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CUADRO 4
Labor realizada por las sociedades hispánicas en Cuba (1930)
* Sólo para mujeres y niños
Fuente: “Labor realizada por las sociedades españolas en Cuba”, en España fuera de Espa-ña,
Madrid, 1988, p. 156. Elaboración propia.
Por otra parte, con la pérdida del poder colonial y el auge de la emigración, la
explotación hispánica de las Antillas excoloniales no se detuvo. Si el retorno del indiano
adinerado ya era un mito desde el siglo XIX,15 que tuvo una fuerte influencia en la política
colonial de la metrópoli, las remesas de dinero y las exportaciones de capital continúan
hasta la crisis de los años treinta.
Durante el siglo XX las cuantiosas remesas de dinero que ahorraba el emigrante
influyeron a favor de la balanza de pagos en España, ya que entre 1904 y 1933 se estima
—aún de manera parcial y conservadora— el ingreso de tres mil quinientos millones de
pesetas;16 y de ellos, por la significación de la emigración, entre el 30 y el 33 % procedía
de Cuba; es decir, unos 1.555 millones de pesetas. El proceso de envío a través de los
capitanes de barcos, armadores y comerciantes por medio de las casas de banca creó una
red financiera en regiones antes atrasadas, que desconocían la significación de las institu-ciones
bancarias para el desarrollo, lo que sin duda impulsó —debido al mayor valor del
dinero americano— el crecimiento del sistema financiero español.
G a s t o s
Sociedades Socios
Asistencia
sanitaria
Cultura e
instrucción
Socorros
Pasajes de
repatriación
Asoc. de Dependientes 51.193 774.555 46.414 - -
Centro Gallego 45.992 667.880 40.00 - -
Centro Asturiano 59.730 147.751 8.960 - -
Centro Castellano 5.400 131.312 6.406 - -
Centro Balear 17.300 272.607 - - -
Hijas de Galicia* 19.246 334.875 - - -
Benef. Catalana 638 - 21.944 1.843 -
Benef. Asturiana 2.042 - - 20.684 7.873
Benef. Gallega 1.455 - - 7.643 6.118
Benef. Montañesa 2.106 - - 13.452 1.132
Benef. Canaria 330 - - 2.060 644
Benef. Aragonesa 130 - - 4.325 375
Benef. Vasco-Navarra 713 - 5.775 512 -
Benef. Burgalesa 173 - 214 - -
Benef. Valenciana 85 - - 400 -
Benef. Castellana 160 - 676 - -
Benef. Andaluza 102 - - 295 466
Total 206.795 2.328.980 101.790 77.468 18.963
Total de gastos y % 2.527.201 92,16 4,03 3,07 0,75
620
En el sentido social, las remesas influyeron directamente a favor del nivel de vida
de los familiares del emigrado, ya sea mediante la liquidez, el saldo de deudas, la adquisi-ción
o el incremento de los bienes inmuebles y especialmente de la tierra. De este modo, el
indiano —aunque siempre minoritario respecto de la gran masa— aportó “un importante
legado cultural, [fundó] escuelas y patronatos, [financió] obras públicas e [introdujo] los
estilos arquitectónicos en boga en América. Bajo esta luz y aunque no quepa generalizar,
el indiano aparece como un agente de la modernización.17 El retorno del pródigo indiano
rompe hábitos, desarticula las estructuras sociales locales, contribuye a elevar el nivel y
secularización de la educación”;18 da continuidad a lo que se ha convenido en denominar
la cultura del retorno, que enriquece la inmensa influencia de América en España, tanto
en el orden material como espiritual.
La tierra del Edén
La pérdida de esta otra isla de las Antillas, cedida a Estados Unidos en 1898,
también generó cambios políticos y económicos que redujeron bruscamente la inmigra-ción
hispánica. De manera análoga que Cuba, los censos de Puerto Rico, durante la domi-nación
colonial de España, tampoco permiten distinguir la población propiamente hispá-nica
de la nacida en las islas, lo que estaba destinado a crear un sentimiento de pertenencia
a la metrópoli y a diluir el peso cada vez mayor del crecimiento natural de ambas pobla-ciones,
así como a retardar la formación de una conciencia nacional.19
Estudios comparados entre Cuba y Puerto Rico en al ámbito de la tenencia y
explotación de la tierra a fines del siglo XIX “demuestran que no existían diferencias
significativas, [ya que se] trataba de sociedades igualmente polarizadas entre pequeños
productores y grandes explotadores. Desde el punto de vista racial [clasificación colonial
que sólo incluye el color de la piel], aun teniendo en cuenta el menor peso relativo de los
negros en el conjunto de la población, sus posibilidades en cuanto a la tenencia y/o explo-tación
de la tierra de forma independiente, eran muy reducidas, por lo que estaban en una
situación de desventaja; como corresponde a sociedades discriminatorias”.20
En vísperas del conflicto bélico de 1895-1898 ya se evidencia un proceso de
decrecimiento de la emigración hispánica. Durante el quinquenio 1891-1895 sólo emi-gran
7.567 españoles, unos 1.500 anuales; o sea, dieciséis veces menos que el volumen de
la emigración hacia Cuba, que para entonces alcanza más de 24.500 por año.
Desde el punto de vista regional, predomina la emigración gallega (32,88 %),
andaluza (15,92 %) y catalana (13,62 %), seguidas de los isleños de Baleares (8,57 %) y
de Canarias (8,05 %); el resto de las regiones históricas (como se observó en el Cuadro 1)
es poco significativa.
Esta inmigración se asienta principalmente en las áreas urbanas de San Juan,
Ponce, Mayagüez, Arecibo y Bayamón, ya que alcanzan el 47,82 % en 1899; seguidas de
las zonas cafetaleras de Utuado, Lares, Yauco, Adjuntas, Maricao, Las Marías y San
Sebastián, donde se concentra el 12,87 % de los residentes hispánicos.
621
Del mismo modo que la mayor parte de toda la emigración hacia América, la
mayoría (80 % y más en este caso) son jóvenes solteros en edad laboral, que tras asentarse
contraen matrimonio con mujeres nacidas en Puerto Rico. Estudios locales permiten co-nocer
el caso de la ciudad de Ponce en que la cuarta parte de los llegados entre 1896-1897
habían salido de Cuba a causa de la guerra. “El sector industrial predominó en Ponce [...]
como en San Juan. El grupo regional más numeroso —gallegos y asturianos— se dedica-ron
al comercio, industria y empleo público o militar. Fue una emigración bastante recien-te,
ya que solamente la tercera parte de ellos llevaban en el distrito diez años o más. Los
catalanes, por otro lado, constituyeron el elemento más antiguo y estable; el 60 por 100
residía en el distrito por más de diez años. Eran los más viejos y mejor acomodados, a
juzgar por el hecho de que incluían la mayoría de los propietarios e industriales. Otro
grupo de larga residencia en el barrio del puerto de Ponce había venido de las Islas Cana-rias;
el 59 por 100 se hallaba establecido por más de diez años. Eran jornaleros y marine-ros
que habían traído a sus familias”.21
El posterior control norteamericano de la Isla admitió, como parte de las leyes
estadounidenses, la inmigración hispánica, pero ésta jamás volvió a alcanzar el nivel que
obtuvo durante el siglo XIX.
CUADRO 5
Inmigración hispánica en Puerto Rico (1902-1930)
Fuente: Birgit Sonesson,. Ob. cit., p. 319
(Síntesis y rectificación de cifras relativas).
Si comparamos el mismo período en Puerto Rico y Cuba se aprecia un altísimo
contraste. Mientras la inmigración hispánica en Puerto Rico tiende a decrecer bruscamen-te
(Cuadro 5) de un quinquenio a otro y de manera global no rebasa los 400 inmigrantes
por año, la entrada de españoles a Cuba se multiplica y tiene su apogeo en el quinquenio
de 1916-1920 (Gráfico 1) —precisamente cuando en Puerto Rico se acelera el descen-so—;
de manera global, esta inmigración supera los 27.000 anuales.
Años Total
Promedio
anual
%
1902-1905 2.692 673 26,73
1906-1910 2.530 506 25,12
1911-1915 2.610 522,6 25,94
1916-1920 1.438 287,6 14,28
1921-1925 601 120,2 5,97
1926-1930 196 39,2 1,95
Total 10.070 347,2 100
622
CUADRO 6
Población nacida en España residente en Puerto Rico y % respecto del total
de la población
Fuente: Birgit Sonesson,. Ob. cit., pp. 304-305 (Síntesis y rectificación de cifras relativas).
La mayoría de estos inmigrantes eran comerciantes, dependientes y oficinistas,
aunque el sector industrial también atrajo mano de obra calificada, como en los talleres del
nuevo ferrocarril de San Juan y Ponce, en las plantas eléctricas de San Juan, Mayagüez,
Humacao y Utuado, y los talleres de fundición. De igual manera que en Cuba, las fábricas
de tabaco también necesitaron muchos obreros calificados.
En la medida que la economía puertorriqueña era abarcada por el capital norte-americano,
éste desplazaba sistemáticamente el antiguo control hispánico de los principa-les
sectores productivos y de servicios.
Censo Total
% respecto del total
de la población de
Puerto Rico
1897 19.686 2,20
1899 7.690 0,95
1910 6.630 0,59
1920 4.975 0,38
1935 2.564 0,14
623
Los cortes censales de 1897 a 1935 (Cuadro 6) muestran palpablemente el proce-so
de decrecimiento y la pérdida de significación cuantitativa de la población hispánica en
Puerto Rico. En todo ello influyeron las restricciones de la legislación migratoria del go-bierno
norteamericano como parte de una política destinada a la ocupación total de la isla.
La entrada de extranjeros a Puerto Rico estuvo regida en 1898 por la Ley de
Inmigración de EE.UU., vigente desde 1882, que excluía a “criminales, imbéciles o perso-nas
necesitadas de ayuda pública”, pero no limitaba entonces el número ni el origen de los
inmigrantes.22
Desde 1916, sin embargo, los ciudadanos españoles tuvieron que regirse por las
mismas formalidades que cualquier extranjero para entrar a Puerto Rico. Posteriormente,
con la Ley de Cuotas del 19 de mayo de 1921 sólo sería admitido un máximo de 3 % de los
oriundos del país que residieran en EE.UU. en 1910 según el censo federal. Aunque que-daban
exceptuadas varias categorías como “artistas, clérigos, académicos y sirvientes do-mésticos”,
la inmigración hispánica se redujo significativamente. De 912 que entraron a
EE.UU. en 1922, sólo 131 lo hicieron en 1924 y esta cifra incluía a Puerto Rico.23
Conclusiones
El fin de la Guerra hispano-cubano-norteamericana no cortó el proceso emigra-torio
hispánico hacia sus excolonias de las Antillas, sino que éste tuvo características muy
contrastantes:
1. En Cuba, la pérdida del poder colonial asumió nada menos que un tercio de la
gran emigración hispánica a América de 1880 a 1930, la mayor de toda su historia, que
tuvo una trascendental influencia bidireccional (en ambas orillas):
a) hacia Cuba, generó una amplísima actividad económica con su correspondien-te
infraestructura sociocultural a partir de la creación y proliferación de una red de institu-ciones
regionales de beneficencia, asistencia social, educativa y recreativa para los
inmigrantes y muy especialmente para sus descendientes, lo que simbolizó la tendencia de
permanecer en la isla; y
b) hacia España, representó una importante inyección de recursos financieros y
materiales, que iban desde las modestas remesas de dinero hasta las grandes exportaciones
de capital; desde el humilde emigrante temporero que venía a hacer las zafras azucareras
y regresaba para subsistir hasta el próximo año, hasta el indiano rico que volvía con nue-vas
ideas e ilusiones para impulsar el desarrollo de su terruño de origen, lo que simbolizó
la cultura del retorno;
2. En Puerto Rico, el traspaso de un poder colonial a otro, redujo bruscamente la
emigración hispánica, que representó menos del 0,5 % del trasvase humano de España a
América durante el mismo período. No obstante, también representó un impulso
bidireccional, pero en menor medida que en Cuba:
624
a) hacia Puerto Rico, con el desplazamiento de la economía colonial hispánica
por el capital norteamericano en expansión, los residentes de origen hispánico se concen-traron
en determinadas actividades productivas y de servicios como la agricultura, la in-dustria
y el comercio;
b) hacia España, también hubo exportaciones de remesas y capitales, pero en
menor volumen, lo que aún se constata en las construcciones de indianos retornados de
Puerto Rico.24
BIBLIOGRAFÍA
Centro de Estudios Demográficos. “Evolución de la población total y tasas de crecimiento (1774-1970)”, en
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NOTAS
1 Entre diversas fuentes, la revista Carta de España permite seguir la evolución de ese país, de tradicional
emisor a nuevo receptor de migraciones.
2 Los anuarios demográficos de Cuba constatan el permanente saldo negativo en el mayor flujo de los
emigrantes respecto de los inmigrantes.
3 Para 1997 el Departamento de Estado de EE.UU. se propuso otorgar por sorteo 2.476 visas de residencia
permanente a ciudadanos de casi todos los países de América Latina y el Caribe, pero excluían a Colom-bia,
República Dominicana, El Salvador, Jamaica y México por considerarlos países con gran número de
admisiones, ya que en los últimos cinco años ingresaron más de 50.000 inmigrantes. Véase Andrew L.
Llubers. Redactor de USIS, Washington, 1996.
4 Cuando me refiero a lo hispánico, es en el sentido geográfico y metaétnico, para distinguirlo de lo espa-ñol,
que puede referirse a la ciudadanía, la lengua o a su contenido propiamente étnico. Véase Jesús
Guanche Pérez. Significación canaria en el poblamiento hispánico de Cuba. Colección Taller de Histo-ria,
no. 12, Santa Cruz de Tenerife, 1992, pp. 19-21.
5 Véanse los procesos emigratorios regionales desde Asturias, Galicia, el País Vasco, Cataluña, Andalucía
y Canarias en Nicolás Sánchez-Albornoz (Comp.) Españoles hacia América. La emigración en masa,
1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 13-202.
6 Para el propio período 1891-1895 debemos considerar que países de América continental como Argenti-na,
Brasil y Uruguay, ya reciben una significativa emigración hispánica aunque menor que Cuba. Véase
Consuelo Naranjo Orovio. “La emigración española a Iberoamérica desde 1880 a 1930: Análisis cuanti-tativo”,
en Cuba España. Nuestra historia común. Poblamiento y nacionalidad. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1993, p. 126.
7 Véanse Jesús Guanche Pérez. “Aspectos etnodemográficos de la inmigración hispánica en Cuba, 1899,
1989”, en Identidad nacional y cultural de las Antillas hispanoparlantes, Ibero-Americana Pragensia,
Supplementum 5, Universidad Carolina, Praga, 1991, p. 84; y Fé Iglesias. “Características de la inmi-gración
española en Cuba, 1904-1930”, en Nicolás Sánchez-Albornoz (Comp.) Españoles hacia Améri-ca.
La emigración en masa, 1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 273-276.
8 Sánchez-Albornoz, Nicolás. “Medio siglo de emigración masiva de España hacia América”, en Españo-les
hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988, p. 20.
9 Véase la “Evolución de la población total y tasas de crecimiento (1774-1970)”, en La población de Cuba,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, p. 14.
10 El referido trabajo de Consuelo Naranjo Orovio sólo reporta una diferencia de 31.884 emigrantes respec-to
de los inmigrantes, para un coeficiente de correlación de 0,95; es decir, poco significativa, ya que la
diferencia incluye los viajes reiterados de la fuerte emigración golondrina o temporera; Ob. cit., p, 123.
11 Sánchez-Albornoz, Nicolás. “Medio siglo de emigración masiva de España hacia América”, en Españo-les
hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 18-19.
12 Aunque la muestra es una alabanza sólo representativa de los entonces propietarios grandes y medianos,
y de los profesionales, la mayoría inmigra muy joven y sin preparación en las postrimerías del siglo XIX
e inicios del XX y ya en 1953 muchos poseen la ciudadanía cubana y han creado una amplia descenden-cia.
Véase Gerardo Monge Muley. Españoles en Cuba, Barcelona, 1953.
13 Como se pudo demostrar en una muestra de 34.382 matrimonios en diez archivos parroquiales del país,
en los matrimonios de naturales de Cuba e inmigrantes, en algo más 8 de cada 10 participan individuos
registrados como nacidos en España. Véase Jesús Guanche Pérez. Significación..., pp. 98-99.
14 Véase Jesús Guanche Pérez. “Las asociaciones hispánicas en Cuba: fuentes para su estudio”, en Tebeto V,
Anuario del Archivo Histórico Insular de Fuerteventura. Especial Canarias-América, t. II, Fuerteventura,
1993, pp. 131-175.
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15 Los estudios realizados en Cuba constatan el predominio de catalanes, santanderinos, vascos y gallegos;
por ejemplo: el catalán José Xifré y Casas, dueño de una gran fábrica de curtidos en La Habana, llegó a
poseer una de las mayores fortunas en Barcelona; el vasco Julián de Zulueta, dueño de varios ingenios
azucareros en Cuba y conocido traficante de esclavos, desarrolló las actividades bancarias con represen-taciones
en España e Inglaterra; el santanderino Juan Manuel de Manzanedo, marqués de Manzanedo y
duque de Santoña, se enriqueció del comercio de esclavos y se hizo construir un suntuoso palacio en
Madrid, entre otros muchos. Véase Áurea Matilde Fernández. “Los indianos: su incidencia en la econo-mía
peninsular y en la política colonial”, en España y Cuba, 1868-1898. Revolución burguesa y relacio-nes
coloniales, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1988, pp. 94-120.
16 Véase Alejandro Vázquez González. “La emigración gallega. Migrantes, transporte y remesas”, en Espa-ñoles
hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pp. 94-104.
17 La cursiva es mía.
18 Sánchez-Albornoz, Nicolás. Ob. cit., p. 29.
19 Sólo el censo de 1897 presenta el número de personas nacidas en la Península, Islas Baleares e Islas
Canarias.
20 Iglesias García, Fé. “La tierra de Cuba y Puerto Rico en 1899 (apuntes para un estudio comparado)”, en
Identidad nacional y cultural de las Antillas hispanoparlantes, Ibero-Americana Pragensia, Supplementum
5, Universidad Carolina, Praga, 1991, p. 144.
21 Sonesson, Birgit. “La emigración española a Puerto Rico. ¿Continuidad o irrupción bajo nueva sobera-nía?”,
en Españoles hacia América. La emigración en masa, 1880-1930, Alianza Editorial, Madrid, 1988,
p. 315.
22 United States, Departament of State, Annual Report of the Governor of Puerto Rico, 1902 (Washington,
D. C., 1903), p. 67.
23 Véase Birgit Sonesson,. Ob.cit., p. 299.
24 Véase, entre otros ejemplos, el Chalet “Hatorrey”, en Puerto de Vega, Navia, Asturias, construido en
1954 por Severo Lanza Martínez, naviero residente en Puerto Rico; en Ma. Cruz Morales Saro. Arquitec-tura
de indianos en Asturias (Catálogo), mayo de 1987, pp. 146-147.