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CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
Agustín Espinosa, faro y
guía de las Vanguardias
Históricas de Canarias
Rafael Fernández Hernández
Es la figura clave del panorama vanguardista insular, Nació el 23 de marzo de
1897 en el Puerto de la Cruz, en donde residirá hasta los doce años. Cursó los
estudios de Enseñanza Media en el Instituto Provincial de La Laguna entre 1911 y
1917. Desempeñó, como decimos, un papel central como creador de la moderna
prosa en Canarias durante las décadas de 1920 y 1930.
Como ya indicábamos al comienzo de este capítulo, los estudios y ediciones de
Miguel Pérez Corrales han sido determinantes para el más cabal conocimiento
no sólo de la obra de A. Espinosa, sino de todo el período cultural comprendido
entre 1926 y 1936 en Canarias. Pero la historiografía canaria sobre Espinosa
después de la muerte del escritor comienza con balbuceos en 1974, de la mano
del profesor Alfonso de Armas Ayala, quien publica tres textos capitales en un
volumen: Lancelot, 20º–7º (1929), Media hora jugando a los dados (1933) y Crimen
(1934) introducidos por un prólogo del mismo editor [1974]. Seis años después,
y como fruto de la colaboración de Armas Ayala y Miguel Pérez Corrales, se edi-tarán
los textos de Agustín Espinosas compuestos entre 1927 y 1936, obra que
contribuyó a dar una idea más precisa de la obra del autor tinerfeño. A partir
de esta segunda entrega, en la década de 1980 se incrementarán las publica-ciones
de la obra de Espinosa a la vez que se incorporan nuevos trabajos, entre
los que hay que destacar la publicación de “Oda a María Ana” [1931; ed. 1980]
el estudio y publicación de Sebastián de la Nuez de Poemas de Mme. Josephine
[1929; ed. 1982], las ediciones de Miguel Pérez Corrales sobre Crimen en 1985,
Nilo Palenzuela sobre Lancelot, 20º–7º en 1988 y en 1990 la de Manuel Almeida
sobre Crimen y otros textos. Además de los escritos de Pérez Corrales, ya citados,
sobre los aspectos generales de las vanguardias históricas en Canarias, hay que
insistir sobre su magna y esclarecedora tesis doctoral Agustín Espinosa, entre el
mito y el sueño. A partir de sus trabajos, la figura de Espinosa ha interesado a los
estudiosos de la historia de la literatura española del período o bien a quienes
se han ocupado de la aventura vanguardista,1 como diría A. Sánchez Robayna en
uno de los estudios de conjunto acerca de esa época [1992, pp. 1-17.].
Los Años de formación
Agustín Espinosa publica la primera muestra poética los 20 años en la revista
modernista de Tenerife Castalia [Nº 18, Tenerife, (25 de mayo de 1917)].2 Lo
cierto es que no pasan de cinco los textos que se conservan y, aún menos los
que publicó hasta la redacción de su tesis doctoral en 1924, titulada Don José
Clavijo y Fajardo, como culminación de su vida académica, iniciada en 1918 en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, primero, y luego en
la de Madrid. Después de aquellas primeras influencias tardomodernistas y del
descubrimiento de la poesía de Juan Ramón Jiménez, en Madrid tomará contacto
con la corriente vanguardista peninsular (Jiménez Caballero, Buñuel, Lorca, al que
(1) Agustín Muñoz-Alonso López ha incluido
la pieza teatral de Espinosa La casa de
Tócame Roque (en la versión que ofrece
M. Pérez Corrales) en el volumen Teatro
español de vanguardia (Madrid, Castalia,
2003) junto con autores como Corpus Barga,
Antonio Espina, Federico García Lorca,
José Bergamín, Max Aub, José Bello y Luis
Buñuel, Claudio de la Torre, Cipriano de
Rivas Cherif, Ramón Gómez de la Serna,
Mario Verdaguer, Rafael Alberti, Concha
Méndez y Manuel Altolaguirre.
(2) Revista creada y dirigida por el escritor
y político Luis Rodríguez Figueroa. Este
semanario de literatura tuvo corta vida,
pues se publicó entre enero y julio de 1917.
En esa publicación también colaboraron los
máximos representantes del modernismo en
Canarias: Tomás Morales, Alonso Quesada
y Saulo Torón , junto con diversos escritores
de épocas distintas: Domingo Rivero, Luis
Doreste Silva o el joven Agustín Espinosa.
Agustín Espinosa.
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ya había conocido en el período granadino, etc.), lo que unido a su doble preocu-pación
por las formas estéticas más novedosas y el asentamiento de la tradición
literaria, va a constituir un poso que comenzará a producir la nueva literatura
en la aventura literaria del primer número de la revista de la vanguardia insular
La Rosa de los Vientos [(abril de 1927).] con cuatro escritos de diverso tipo “Vidas
paralelas. Azores mudados”, “Romances tradicionales de Canarias”, “Saulo Torón.
El caracol encantado” o “Ángel Valbuena Prat. 2+4”.
En septiembre de ese 1924 regresa a las islas como ayudante de la Cátedra de
Lengua y Literatura de la Universidad de La Laguna.
De La Rosa de los Vientos a Gaceta de Arte
Ya en 1926 Agustín Espinosa publica en La Prensa de Santa Cruz de Tenerife
romances de esta isla como búsqueda de una tradición de raíz popular, como
ocurría paralelamente con los autores peninsulares del 27. Junto con Juan Manuel
Trujillo y Ernesto Pestana Nóbrega funda en 1927 La Rosa de los Vientos, primera
revista insular que recoge los afanes vanguardistas. En ella publicará, además del
mencionado trabajo “Romances tradicionales de Canarias” [Núm. 1 (abril, 1927),
núm. 2 (mayo, 1927), núm. 3 [sin firma] (junio, 1927)] , “Romancero de Canarias”
[Núm. 4 [sin firma] (diciembre, 1927)], cuya reflexión ensayística, como recuerda
Pérez Corrales [“Relación cronológica de textos de Agustín Espinosa”, en 1986, p.
752], la desarrolla cinco años después en La Prensa [Santa Cruz de Tenerife, 24 de
enero de 1932], pues como ha destacado Nilo Palenzuela, Espinosa nos habla en
su libro Lancelot 28º–7º de “la España que inventaron nuestros romances viejos”
[“El proceso de las revistas”, en Canarias: Las vanguardias históricas, p. 23].3
Espinosa actúa entre los miembros de las vanguardias históricas de Canarias
como un guía, como un maestro, de acuerdo con lo que ha señalado su máximo
estudioso, Miguel Pérez Corrales [“La nueva literatura en Canarias”, vol. I, 1986,
p. 297], como podemos observarlo en Emeterio Gutiérrez Albelo o en José María
de la Rosa, según él mismo confesaba muchos años más tarde en “Visita a José
María de la Rosa” [1981], aunque la huella de su obra puede detectarse en Pedro
García Cabrera o en Domingo López Torres.
En 1928 toma posesión de su cátedra de Lengua y Literatura Española del Instituto
en Mahón (Menorca), en octubre es nombrado catedrático del Instituto Nacional
de Segunda Enseñanza Pérez Galdós de Las Palmas y luego se le envía durante el
curso 1928-1929 como Comisario Regio del nuevo centro de Enseñanza Media
de Arrecife, en Lanzarote, aunque su plaza siempre se mantendrá en el centro
grancanario.
Lancelot, 20º–7º (1929)
Fruto de su estancia lanzaroteña es la publicación de su primer libro, Lancelot,
28º- 7º y también inicia sus colaboraciones en La Gaceta Literaria, la revista van-guardista
de Jiménez Caballero. De esta forma, se encuentra bajo la influencia
de la vertiente vanguardista que representa este contradicto representante de
la nueva literatura española y futuro ideólogo del fascio español, aquella que
pretende nacionalizar la vanguardia [J. M. Pérez Corrales, 1986, p. 259 y passim]
y se instala en una doble vocación: por un lado, la innovación literaria y estética,
y, por otro, la inserción en una nueva lectura de lo tradicional. Lo que Espinosa
llevará a cabo como un auténtico programa cultural y literario en Canarias des-de
la aventura de La Rosa de los Vientos (1927-1928) hasta su incorporación a la
redacción de Gaceta de Arte (1932-1936).
La mirada de la isla que Agustín Espinosa ensaya en Lancelot, 28º- 7º es una visión
integral de la geografía de todas las islas, como defendiera más tarde Pedro García
(3) Se sigue así el proyecto cubista de la
création, como señalaban los postulados de
la revista parisina Nord-Sud (1917-1918),
dirigida por Pierre Reverdy (Narbonne,
1899-Solesmes, 1960).
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Cabrera en su ensayo “El hombre en función del paisaje” (1930) y con él el grupo
de escritores que animaron la creación de la revista Cartones (1930).
En “Óptica del otoño”,4 Agustín Espinosa da a conocer su primer libro, aunque
ya había hecho siete entregas o fragmentos de la obra desde octubre de 1928,
a propósito del discurso de apertura del Curso 1928-1929 en el nuevo Instituto
lanzaroteño, hasta el 6 de julio del año siguiente. Según reza el subtítulo, Lancelot
es Guía integral de una isla Atlántica. Como suele ocurrir, el subtítulo expresa el
objetivo o los objetivos no sólo estéticos, también ideológicos, como acabamos
de explicar más arriba, que el propio Espinosa se encarga de explicar en el arran-que
de “Lancelot y Lanzarote” (: “Lo que he buscado realzar sobre todo, ha sido
esto: un mundo poético; una mitología conductora. Mi intento es el de crear un
Lanzarote nuevo. Un Lanzarote inventado por mí.”).
Miguel Pérez Corrales ha hilvanado el proceso de las transformaciones de este
texto a partir de sus distintas entregas parciales antes de que se publicase la
última versión a finales de 1929 [M. Pérez Corrales, 1986, vol. I, pp. 393-395].
Podemos situar esta obra de Espinosa en la estética del creacionismo, en la línea
de la serie “La nueva literatura” publicada en La Tarde (Santa Cruz de Tenerife) y
heredera de La Rosa de los vientos, coincidente [M. Pérez Corrales, 1986, vol. I, p.
395] con el cubismo literario francés, por lo que tiene de disolución de la anécdota
y del mundo real. Nos dice M. Pérez Corrales [1986, vol. I, p. 397] que la teoría
de Reverdy sobre la “poesía como fin en sí, allende lo real, aparece en todos los
cubistas: Jacob Apollinaire, Gleizer, Braque, Cocteau” Y continúa M. Pérez Corrales
en la misma página: “Todos los escritores y artistas de vanguardia se expresaban
así en los alrededores de 1920, enlazando en España, tras el ultraísmo, con las
ideas de Ortega y de la generación del 27, en que Lancelot se inscribe: el arte
como desrealización”.
Las referencias a nombres son copiosas, alusivas a escritores, artistas, personajes
literarios y actores. Cumplen su función porque estos nombres dialogan con la
nueva literatura y hacen guiños a la tradición que une lo insular con lo universal,
frente a los tres personajes con nombres de la tierra, lo que para M. Pérez Corrales
da “un irónico toque de realidad a una obra que constantemente nos escamotea
lo real” [1986, vol. I, p. 398].
En su fantástica y fascinante interpretación de lo real, Espinosa utiliza diversos
procedimientos vinculados a las estéticas vanguardistas. Su universo literario anima
los objetos, les da vida. Esa influencia se ve también en la poesía de Emeterio
Gutiérrez Albelo, ya sea a través del autor de Lancelot o bien por la pintura co-etánea
a ambos. O bien transforma los objetos ordinarios (una palmera, un pato
en una radio o un claxon) un aquellos que corresponden al mundo moderno:
Digamos en conclusión, siguiendo a M. Pérez Corrales [1986, vol. I, nota 6 de
p. 396] que los textos de Reverdy constituyen la base de la poética de Lancelot,
pues la “sobriedad verbal” se da la mano con la creación autónoma escindida de
la realidad la desnudez verbal.5
Con frecuencia publica en los periódicos insulares: colabora en La Prensa de
Tenerife (hasta 1934), La Gaceta Literaria (hasta 1931), El País (hasta 1933) y La
Tarde (hasta 1936).
En 1930 marcha a París pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios. En
Francia entra en contacto con el surrealismo. Publica en Barcelona en colabora-ción
con Ángel Lacalle, también profesor de Enseñanza Media, la Antología de
Escritores Españoles.
(4) Es una crónica de la vida cultural isleña
que apareció en La Gaceta Literaria del
15 de marzo de 1929, aunque compuesto
a finales de 1928.
(5) Entrecomillado extraído de “Ensayo de
estética literaria”, Nord-Sud, núms. 4-5
(junio-julio 1917), reproducido en Escritos
para una poética, pp. 14-16.
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En 1932 se inician sus colaboraciones en Diario de Las Palmas y Gaceta de Arte
(hasta 1935); ese mismo año compone sus Poemas a Mme. Joséphine, aunque,
como hemos visto no se publicarán hasta 1982 editados por Sebastián de la Nuez.
Media hora jugando a los dados (1933) es una conferencia, dada a la estampa
como plaquette, sobre una exposición del pintor José Jorge Oramas. Espinosa
había publicado unos meses antes, con motivo de la Exposición de Oramas en el
Círculo Mercantil de Las Palmas de Gran Canaria, el artículo “La trágica orfandad
del pintor J. J. Oramas” [Diario de Las Palmas, Las Palmas de Gran Canaria, 13 de
abril de 1933]. Destacan en ella el fragmento “La fiesta de la sangre” que, como
ha visto Pérez Corrales, está inspirado en la escena de la muerte de un soldado
en la novela de Valle-Inclán Los cruzados de la causa [J. M. Pérez Corrales, 1986,
pp. 578-579]6 y la estrecha relación que muestra con su farsa surrealista La
casa de Tócame Roque (1934), aunque la conferencia no sea un texto surrealista
exclusivamente, pues en él se advierten rasgos de las vanguardias anteriores al
movimiento bretoniano.
Crimen (1934) es un texto surrealista del que ya podemos no sólo definir sino
explicar -en palabras de Jorge Rodríguez Padrón- todas las posibilidades literarias
que entraña gracias al estudio definitivo de Miguel Pérez Corrales, cuyo terminus
ad quem de sus investigaciones sobre la obra de Espinosa y las vanguardias histó-ricas
en Canarias es Agustín Espinosa, entre el mito y el sueño. Algunos temas que
aparecen en Crimen son: lo roto, lo oscuro, la espera, el temblor, el alma, etc.
También hay que destacar las formas simétricas en algunos párrafos que, junto
con las iteraciones, y expresiones muy condensadas, dan a Crimen el aire de un
poema en prosa. Predominan en Crimen las noches y los crepúsculos. Para que
el lector no se desborde por la naturaleza escabrosa del crimen que se cuenta,
ya desde el principio, antes de la estructura cuaternaria le dice al lector que este
crimen es “de novela más que de crimen ocurrido”.
Crimen (1934), aún considerada la primera novela surrealista española, empero
alejada de la escritura automática, como ha dejado muy claramente expuesto
Pérez Corrales [1986, p. 578] los límites genéricos están presentes en la frontera
para no ser, en puridad, ninguno de ellos. Además de parecer, sin serlo, poema,
relato, ensayo, diario o evocación, como indica el citado estudioso de la obra de
Espinosa, deberíamos simplemente considerarlo un “texto surrealista”.7 Autores
muy presentes en Crimen son Lautréamont (la santidad del crimen y estética de la
crueldad, en Los cantos de Maldoror) y Gustavo Adolfo Bécquer. Qué rasgos similares
encontramos entre Los cantos de Lautréamont y el Crimen de Espinosa a propósito
de las páginas sombrías que salen de un corazón desconcertado envuelto en un
mundo de pesadillas, obcecación por la muerte, seducción por la sangre y por una
amplísima gama de miserias humanas que dan sentido a la estética de la obra.
La estructura de Crimen, lejos de ser caótica, responde a una organización cua-ternaria
(primavera, verano, otoño e invierno),8 muy cara para Espinosa, que
como ha indicado Pérez Corrales “recuerda las Sonatas de Valle y las estaciones
del modernismo”, para quien el rasgo más subversivo de Crimen no es el erotismo
extremado sino la ruptura con el siglo XIX, con el modernismo y con lo que de
ingenuo podía acarrear en las estéticas vanguardistas.
Ese año de 1934 compone el texto dramático inacabado La Casa de Tócame
Roque, pieza ordenada por Miguel Pérez Corrales, tal y como la conocemos hoy
en las distintas ediciones. Este texto de Espinosa ha alcanzado gran notoriedad
al aparecer, como apuntábamos al comienzo de este capítulo, entre las dieciséis
piezas dramáticas de las vanguardias históricas en España, según la edición del
profesor Agustín Muñoz-Alonso.
(6) Véanse también el artículo de José Luis
Gallardo, “Jorge Oramas, el artista que se
hace oír en signos mudos” (en Suplemento
Cultura , p. V/37, La Provincia , Las
Palmas de Gran Canaria, 18 de mayo
de 995), el texto de Juan Manuel Bonet,
“Oramas, pintor esencial” (en Canarias:
Las vanguardias históricas, pp. 55-72), y
Signos de arte y literatura, de Ramón Feria
(Madrid, 1936), entre otras aportaciones,
que importan por la relación Espinosa-
Oramas, de A, Sánchez Robayna –en 1980,
1981, 1991– o las monografías sobre el
pintor de Josefa Alicia Jiménez Doreste.
(7) Contestaba A. Espinosa en el Heraldo
de Madrid de 30 de octubre de 1930
“Terminaré en breve un libro que no es
precisamente novela, aunque lo parece, y
cuyo título es “Elogio del crimen”, del que
acabo de adelantar un fragmento a una
revista literaria”. [Cito por Miguel Pérez
Corrales, 1986, vol. II, p. 577] Véase en
Ibid. las partes del libro que Espinosa
publicó antes de su salida a finales de 1934.
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En el panorama canario, esta farsa de Espinosa “dialoga” con otras dos obras de
las décadas de 1920 y 1930: Tic-Tac (1924), de Claudio de la Torre, y Proyecciones,
de Pedro García Cabrera.
Frente a la pieza de Agustín Espinosa, subtitulada Farsa surrealista, Proyecciones
mantiene una distancia más acusada, aunque la forma de estructurar la pieza sigue
la aparente arbitrariedad terminológica de la vanguardia, más propia de los géneros
narrativos: en la versión que conocemos [Pérez Corrales: 1980, pp. 324-337], la
obra de Espinosa, consta de un prólogo, tres actos y un epílogo. También aquí se
da una doble espacialidad escénica con que se presenta -y en que se representa-un
ámbito surreal (en el Prólogo y en el Epílogo) y otro “naturalista” que soporta
otra historia y otros personajes. Pero enseguida, el contenido auténticamente
surrealista, onírico, de irrealidades que se superponen a la aparente realidad
abarca los tres actos con la inclusión de juegos del teatro dentro del teatro.
El que se acerque a La casa de Tócame Roque, observará que las situaciones dramá-ticas
de los tres actos, al cabo, se funden en ese símbolo onírico de la alucinante
escalera -como un objeto imposible- (imagen heredada del expresionismo alemán)
en el último segmento de la obra. La plástica es la surrealista más tópica. Veamos
algunos ejemplos descriptivos: la escalera se nos muestra así: “extremo superior
invertido de la escalera principal de una casa”; en el Primer Acto se nos habla
del Jardinero: “Trae en la mano derecha unos despojos humanos (un brazo, con
su mano, de mujer, radiante de anillos y pulseras)”; de este mismo personaje se
dice en el Acto Tercero que “saca del cesto un cadáver de un niño de seis a siete
meses, descabezado y sin un brazo, y una horrible cabeza de mujer, a la que le
falta una oreja y parte de la barba”.
Este lenguaje tremendista al menos multiplica la funcionalidad teatral del choque
de un mundo anodino y tranquilo con otro hostil y gratuitamente cruento y cruel.
Lo que sí dan a la pieza su auténtico valor dramático son los guiños al espectador,
el engarce de los dos planos y el efecto sorpresa de una pesadilla que se prolonga
en un espacio en apariencia irreal. Esta solución de los dos planos, en La Casa de
Tócame Roque es, por tanto, más radical en su formulación y estética surrealistas
que el expresionismo simbolista de Tic Tac y el simbolismo abstracto de Proyecciones.
Agustín Espinosa es nombrado Director del recién creado Instituto de Segunda
Enseñanza de Tenerife y ese mismo año escribe su ensayo Sobre el signo de Viera,
aunque aparecerá a comienzos de año siguiente [La Laguna, 1935]. Ya trasladado
al nuevo Instituto y designado Presidente del Ateneo de Santa Cruz, organizaría
con E. Westerdahl y los animadores de Gaceta de Arte en dicha entidad cultural la
Segunda Exposición Internacional del Surrealismo, con la exhibición de 76 obras,
entre el 11 y el 21 de mayo de 1935, con la consiguiente visita a Tenerife de A.
Breton, su mujer Jacqueline, y Péret desde el 4 hasta el 27 de mayo. A. Espinosa,
uno de los más entusiastas impulsores de lo que Domingo Pérez Minik acuñó
como Facción surrealista española de Tenerife [1975], junto con Emeterio Gutiérrez
Albelo, Domingo López Torres y Pedro García Cabrera, es uno de los firmantes del
la “Déclaration” de Gaceta de Arte sobre el surrealismo en Cahiers d’Art y el Boletín
Internacional del Surrealismo en octubre de 1935. Reproducido en Gaceta de Arte
(Madrid-Vaduz, 1981) y editado por C.B. Morris (La Laguna, 1983).
Tras el denominado Alzamiento Nacional es destituido de su Cátedra en el Instituto
de Las Palmas, aunque se le reintegró en 1938 con destino en el Instituto de Santa
Cruz de La Palma. Falleció el 28 de enero de 1939 en Los Realejos (Tenerife).
Agustín Espinosa.
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CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias
BIBLIOGRAFÍA DE AGUSTÍN ESP INOSA
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Calpe, 2000.
(9) Todas las ediciones que se citan, excepto
la facsimilar de Media hora jugando a
los dados, tienen introducciones, notas
y bibliografía a las que remito al lector
para su consulta.
41
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