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Una de las últimas etapas constructivas del templo parroquial de Nuestra Señora
de la Concepción del Realejo Bajo, se centró en la construcción de una torre a nivel
de fachada en el mismo lugar donde unos siglos antes se levantaba un modesto
campanario. Hasta el momento el vacío documental o el poco interés por su
estudio, nos han dejado únicamente su posible atribución al arquitecto Manuel
Oráa y Arcocha (1822-1889)1. El investigador Pedro Tarquis, cuando biografiaba
al citado arquitecto, describía la obra con las siguientes palabras:
Una obra modesta de nuestro arquitecto es la torre que se levan-tó
en la parroquia del Realejo de Abajo. Se erigió del lado de la
Epístola, para seguridad de la cimentación. Es el costado de la plaza
del Levante, entre dos puertas de cantería que se abren por aquel
costado. Se alza por repisas. Bastante alta el primer cuerpo, hasta
sobresalir de la techumbre de la iglesia. En la segunda repisa se
halla el cuerpo de las campanas y el reloj. Termina en una cornisa
muy especial. Templete cubierto por media naranja, también con
campanas. Agudo remate que simula una linterna2.
La reciente publicación de la catedrática Carmen Fraga sobre la fachada del templo
de Nuestra Señora de la Peña de Francia en la ciudad de Puerto de la Cruz3, y su
mímesis arquitectónica con la torre de la parroquia realejera nos han suscitado
una serie de cuestiones que intentamos dilucidar en este trabajo.
A comienzo del siglo: la
construcción de la torre
de la parroquia matriz
del Realejo Bajo
Manuel Jesús Hernández González
En la imagen podemos apreciar el anti-guo
campanario. 1898. Marcos Baeza.
(1) Pe dr o TARQUIS RODRÍGUEZ,
“Diccionario de arquitectos, alarifes y
canteros que han trabajado en las Islas
Canarias (siglo XIX, conclusión)” en Anuario
de Estudios Atlánticos, núm. 16, Madrid –
Las Palmas, 1970, pp. 169-284; Gerardo
FUENTES PÉREZ y Margarita RODRÍGUEZ
GONZÁLEZ, “Arte”, en Los Realejos. Una
síntesis histórica, Ayuntamiento de Los
Realejos, 1996, p. 136.
(2) Pedro TARQUIS RODRÍGUEZ, art. cit .
(3) Carmen FRAGA GONZÁLEZ, “Edificación
de la nueva fachada en la parroquia matriz
del Puerto de la Cruz” en Catharum, núm
9, Instituto de Estudios Hispánicos, Puerto
de la Cruz, 2009, pp. 49-59.
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La primera que nos plateamos es la fecha de su construcción, que debía de am-bular
entre 1895 y 1904, fechas que tomamos de instantáneas fotográficas donde
podemos apreciar el primitivo campanario y la nueva torre. Ante el conocimiento,
hace algún tiempo, de la existencia de un pergamino localizado al desmontar la
construcción tras el incendio de 1978, y su transcripción por parte del sacerdote
e investigador D. José Siverio y su consecuente publicación4, podemos confirmar
la fecha exacta de inicio de las obras en 1901. Para el conocimiento general
reproducimos el texto:
El 16 de Abril de 1901 fue abierto el cimiento de esta torre, cons-truida
por suscripción popular, de el I. Ayuntamiento, Excmo. Sr.
Obispo, propietarios forasteros y algunos vecinos de Santa Cruz
de Tenerife y Puerto de la Cruz y Realejo alto.
Dios conserve la unión de los hijos de este pueblo para seguir por
la senda del progreso alentados en sus cristianos sentimientos en
la noble aspiración a su engrandecimiento y prosperidad; pues
convencidos de los que dice el profeta “aperis tu manun tuam et
imples omne animal benedictione”, al dedicar esta obra al Altísimo,
quieren que sea como elevado pararrayos que atraiga siempre
desde el Trono del Cordero la benéfica lluvia de la gracia que es
la vida y la alegría.
LA COMISIÓN: El Alcalde, Pedro Palenzuela.- El Párroco, José Pestano
Olivera.- El Juez Mupal. Eliseo Toste Pérez.- El Notario, Joaquín
Estrada.- El Secretario, Gonzalo Siverio.” (Firmado y rubricado)
Un simbólico texto, probablemente redactado por el párroco Pestano, y que une
la realidad social del momento, donde se ansiaba el progreso y la prosperidad,
con la alegórica comparación de la construcción con un elevado pararrayos que
atraiga la gracia divina, todo muy propio de la época y la sensibilidad manifestada
por el clero de principios de la centuria.
Por tanto, el conocimiento de este documento nos aclara diferentes cuestiones
hasta ahora desconocidas, fundamentalmente la fecha de inicio de las obras,
1901, y los promotores, suscripción popular. Entre los promotores se encontraba
el Ayuntamiento del Realejo Bajo, el propio Obispo, y vecinos de diversos lugares,
tal y como recoge el pergamino. Sin embargo, este testimonio del momento de
inicio de los trabajos, no nos proporciona ninguna información acerca de su autor.
La pérdida del archivo del consistorio del Realejo Bajo, en el incendio de 1952
del exconvento agustino de San Andrés y Santa Mónica, sede del Ayuntamiento,
nos dejó un vacío documental considerable. Los datos indirectos, sacados de otros
(4) La transcripción del pergamino fue publi-cada
en el boletín número 3 (Octubre,1985)
que editaba la Junta de reconstrucción
del templo. Agradezco profundamente el
conocimiento de este dato a D. José Siverio.
Fotografía tomada durante los trabajos
de construcción de la torre, en detalle se
aprecia el andamiaje y escaleras utiliza-das
por los obreros. Además comproba-mos
cómo se mantuvo la base del antiguo
campanario para la edificación. 1903.
Fachada del templo una vez concluidos
los trabajos. En la parte inferior se
aprecian obreros trabajando en el remo-zamiento
de la plaza. Anterior a 1904.
Marcos Baeza.
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archivos, prensa o la propia tradición oral, nos han servido para reconstruir parte
del pasado del pueblo. Estas fuentes son las que nos han desvelado otra de las
consideraciones sobre esta obra, el posible autor.
Como ya comentaba anteriormente, la publicación de la doctora Fraga González
sobre la fachada del templo portuense de Nuestra Señora de la Peña de Francia,
nos alentaba a establecer una serie de relaciones entre ambas construcciones que
en ciertos y determinados aspectos estilísticos parecen miméticas. Sin embargo,
los datos aportados en ese trabajo, entre los que se encuentran el autor del pro-yecto,
el arquitecto Manuel Cámara, y el maestro de obra que lo ejecuta, Nicolás
Álvarez Olivera5, nos sugerían una probable autoría para la torre de la parroquial
realejera, a lo que se sumaba la cercanía geográfica, la semejanza arquitectóni-ca,
la aproximación cronológica, dejándonos entrever una relación entre ambas
construcciones, que tan sólo se hallan separadas por diez años escasos.
La localización de los extractos de las actas municipales del Realejo bajo del último
trimestre de 1900, nos confirmaban nuestra hipótesis. En la sesión celebrada el
28 de octubre de aquel año, en el segundo de los puntos se acuerda:
Aprobar el croquis de prolongación de la torre de la iglesia Parroquial
para la instalación del reloj público, formado por el Maestro de
obras D. Nicolás Álvarez y que con sujeción a el se proceda a
ejecutar las obras necesarias al efecto6.
Confirmamos también el promotor principal de la obra, el propio Ayuntamiento,
pero además como elemento necesario no sólo para la iglesia, que se “adaptaba”
a los nuevos gustos estéticos, sino para cumplir una función, la colocación del reloj
público, elemento ya que había sido adquirido unos años antes7.
El avance de las obras queda refrendado en la crónica de la visita pastoral de
ese año 1901:
Al visitar el Realejo-bajo ha contemplado también gustoso nues-tro
Prelado una mejora que gracias al celo del Párroco Sr. D. José
Pestano y al de otras personas distinguidas de la población, se
está llevando a feliz término en la iglesia. Nos referimos a la bella
torre octogonal que se construye con donativos de los fieles en
uno de los lados angulares del templo parroquial para campana-rio
del mismo, y colocación de un reloj de doble esfera adquirido
con anterioridad con ese objeto por la municipalidad. La obra es
digna de ponderarse por su utilidad y conveniencia; no dejando
de hermosear el exterior del templo que por lo mismo, se destaca
mejor y demás distancia8.
En lo concerniente al autor y director de obra, Nicolás Álvarez, nos hace pensar en
una posible adaptación de los planos de la ya construida torre de la iglesia matriz
portuense, o por lo menos una interpretación de aquellos. Su propia experiencia
constructiva y sus conocimientos como contratista y ejecutor dan por hecho una
pronta solución para el encargo del Ayuntamiento del Realejo Bajo. Tampoco aquí
descartamos la prevalencia del gusto dominante en la época, no sólo por parte de
los promotores civiles sino del propio clero, que buscaban esa “modernización”
de los espacios sacros acorde con la llegada del siglo, aunque no podemos obviar
una clara fijación –por los promotores- en el modelo establecido en el Puerto, que
a partir de aquí crea precedente en la arquitectura religiosa de las islas. Si para
la fachada del templo de la Peña de Francia existió un planteamiento metódico
y artístico, en el cual el remozamiento de la fachada se transformó en una nueva
lectura de un edificio donde prima la praxis de humildes artífices, como apunta
Fraga González9, en el caso del Realejo Bajo la construcción de la torre sólo su-
(5) Carmen FRAGA GONZÁLEZ, art. cit.
(6) BOLETÍN OFICIAL DE CANARIAS,
Santa Cruz de Tenerife, 8 de mayo de
1901, p.3
(7) DIARIO DE TENERIFE, Santa Cruz
de Tenerife, 1 de agosto de 1890, p. 2.
“Recientemente se ha recibido por conducto
de la respetable casa del Sr. D. Guillermo
Büchle un reloj para la torre de la iglesia
del Realejo bajo, el cual ha sido costeado
por suscrición, entre los vecinos de aquel
pueblo y de otras personas que sin ser
vecinos, también se han interesado en la
realización de esta útil mejora”.
Iglesia de Nuestra Señora de la
Concepción. Realejo Bajo. Hacia 1970.
(8) BOLETÍN ECLESIÁSTICO DE LA
DIÓCESIS DE TENERIFE, La Laguna, 1
de diciembre de 1901, p. 171.
(9) Carmen FRAGA GONZÁLEZ, art. cit. p.56
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pondría un añadido que conseguiría darle más esbeltez al templo, consonante
con la altura del edifico y su volumetría. La propia resolución constructiva, con
la combinación de paramentos blancos y elementos de cantería en el nivel de
campanario, aportaba cierta elegancia al conjunto, mientras en la parte inferior
el tratamiento grisáceo de la base mantenía una visión acorde con la fachada del
recinto donde prima la piedra de las portadas, esquineras y ventanales.
Nicolás Álvarez y Olivera, portuense de nacimiento, desarrolla su labor como maestro
de obra principalmente en el Valle de la Orotava. A sus intervenciones ya conocidas
como el Hotel Taoro, la decoración del salón de sesiones del Ayuntamiento de la
Orotava10 y algunas viviendas en aquella villa11, añadimos la ya citada del Puerto
de la Cruz como contratista de la torre parroquial y la que nos atañe en el caso
de Los Realejos. Sin tener constancia documental al respecto, nos aventuramos a
atribuirle su intervención en la fachada de la parroquial de San Juan Bautista del
Farrobo, relación que apuntaba Juan Alejandro Lorenzo Lima en su monografía
sobre el templo orotavense12. Sin embargo, su personalidad, hasta el momento
poco conocida, se vincula con la masonería; su pertenencia a la logia de Taoro nº9,
explicaría su intervención como director de obra del Mausoleo para el marqués
de la Quinta Roja, diseño de Adolphe Coquet13 y la plaza del Ayuntamiento de
La Orotava, calificada por el Dr. David Martín López, como “conjunto masónico
de excepcional magnitud”14.
Nos planteamos, a manera de conclusión, algunos aspectos no aclarados hasta
el momento y que dejamos abiertos para futuras investigaciones. Desconocemos
el presupuesto de ejecución de la obra, si hubo intervención o no del arquitecto
Cámara o si sólo lo asumió el propio maestro de obra, así como la fecha de con-clusión
del proyecto, que debió ser anterior a noviembre de 190415.
Hoy, tras la reconstrucción del templo después del incendio de 1978, la torre
campanario se levanta en el costado sur del templo, siguiendo el modelo anterior,
pero bajo diseño del arquitecto redactor del proyecto Sebastián Matías Delgado.
(10) Sebastián HERNÁNDEZ GUTIÉRREZ,
De la Quinta Roja al Hotel Taoro, Puerto
de la Cruz, 1983, p.97; María Candelaria
HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Los maestros
de obras en las Canarias Occidentales (1785-
1940), Aula de Cultura de Tenerife, Santa
Cruz de Tenerife, 1992, p. 266.
(12) Juan Alejandro LORENZO LIMA, El
legado del Farrobo, Ayuntamiento de La
Orotava, La Orotava, 2008, pp. 42-43.
Debemos de tener en cuenta la relación que
esta familia de maestros de obra mante-nían
con el entorno de la Villa de Arriba,
y las diferentes obras que ejecutaron por
esos años.
(13) David MARTÍN LÓPEZ, “Matriarcado
arquitectónico y estética masónica: el
paradigma de la marquesa de la Quinta
Roja” en Ars bilduma. Revista del depar-tamento
de Historia del Arte y Música de
la Universidad del País Vasco, nº 0, 2010,
pp. 66-89.
(15) En noviembre de 1904 se verificó la
conmemoración del cincuenta aniversario de
la proclamación del dogma concepcionista,
con una multitudinaria peregrinación que
congregó a los pueblos del Valle en torno a
la imagen de la Virgen del Carmen de Los
Realejos. En las fotografías tomadas en
ese acontecimiento aparece ya levantada
la propia torre.
(14) Idem, p.75, nota 18.
(11)Carmen FRAGA GONZÁLEZ, “Arquitectura
doméstica en La Orotava durante el siglo XIX”,
en Anuario de Estudios Canarios, Instituto
de Estudios Canarios, vol. XLVII (2002), La
Laguna, 2004, pp. 30 y 44.