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5 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 El pintor nicararagüense Alejandro Alonso Rochi. Obras en Tenerife Carmen Fraga González Este archipiélago ha visto partir para tierras americanas a múltiples artistas: han regresado unos, mas otros quedaron allí para siempre. Resulta menos habitual pero no desconocido el periplo a la inversa, quienes han venido de aquellos paí-ses a éste y cuyas obras se atesoran en Canarias. Estas dos últimas premisas se hallan en el caso del pintor y diplomático Alejandro Alonso Rochi, cuyo nombre figura en la relación de artistas contemporáneos destacados de Hispanoamérica. Rasgos biográficos Nació Alejandro Alonso Rochi en 1898, fecha significativa pues pone fin a la historia del imperio español en el continente americano con la independencia de Cuba. Vio la primera luz en Nicaragua, concretamente en la ciudad de León, hijo del militar Rubén Alonso Jerez y Margarita Rochi Flores. Su padre fue el general que encabezó la revolución liberal de 1893 y su madre –nacida en San Miguel, El Salvador– era hija del médico florentino Alejandro Rochi y la nicaragüense Francisca Flores, de padres españoles. Fruto del matrimonio nacieron sus hijos Rubén, que sería médico; Rogelio, empresario; Alejandro, nuestro biografiado, y Margarita1. En ese hogar que acogió hasta su muerte al compositor José de la Cruz Mena –el llamado “divino leproso”–, el futuro pintor desde su tierna infancia estuvo rodeado por las Bellas Artes, pues su madre fue pianista y arpista, pero también practicó la pintura. Luego, en el colegio de la Asunción otra fémina, la “madre Leticia”, incide en su formación artística, que proseguirá más tarde por otros cauces. Sus buenas dotes para el dibujo las manifiesta ya hacia 1914, cuando realiza el cuadro «Cupido raptando una ninfa», atesorado durante mucho tiempo en el Club Social de León, aunque ahora pertenece al Dr. Jorge Eduardo Arellano2. Se trata sin duda de una obra marcada por el clasicismo de la propia mitología, con el sello conservador que ello implica, aunque desde el punto de vista iconográfico debe señalarse que el protagonista no aparece cual deidad infantil, como es habitual, sino como un joven. Tiene el interés de probar las buenas aptitudes de su autor para la traza, es decir, para el dibujo del desnudo y la composición de una escena. En 1915 con miembros de la Academia del Arte participa en la organización del Primer Certamen de Pinturas. No ha llegado a la mayoría de edad y se le adjudica una Medalla de Oro en los Juegos Florales de León (Nicaragua) por un cuadro de rosas al natural, iconografía que caracterizará su carrera. No restringe su pincel a la mitología o a las naturalezas muertas, también asume otras manifestaciones; por ejemplo retrató al poeta Rubén Darío en 1916 durante su velatorio. Años después otro vate, Azarías H. Pallais, le elogiará en un artículo periodístico en el Eco Nacional –día 2 de junio de 1922–, cuando ya había conseguido otra Medalla de Oro en los primeros Juegos Florales de Managua por un «Paisaje nicaragüense», (1) Edgar BARBERENA: “En Estados Unidos recuerdan a José de la Cruz Mena”. El Nuevo Diario, Managua, 6 de junio de 2011. (2) René GONZÁLEZ MEJÍA: “Al des-nudo”. El Nuevo Diario, Managua, 7 de junio de 1999. 6 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 género pictórico al que dedicará buena parte de su producción artística, con óleos como los que muestran el paisaje del lago Xolotlán. Así va forjándose un buen nombre y el Estado le concede una beca para trasladarse a Roma. Su formación proseguirá luego en Europa. La impronta definitiva la recibirá en Italia, donde contacta con el pintor Giulio Aristide Sartorio (Roma, 1860-1932), cofundador del grupo I Venticinque Della Campagna Romana, el cual se especializó en escenas de paisajes y animales3. Asimismo aprendió mucho en la romana Academia de Bellas Artes con el catalán Antonio Fabrés, pintor y escultor nacido en 1854 en Barcelona y pensionado en 1875 en Roma, donde se instaló hasta su muerte, salvo los años entre 1904 y 1908, en que permaneció en Méjico ocupando por designación presidencial el cargo de Inspector General de Bellas Artes. El trabajo del antedicho incluye óleos y acuarelas, conservados no sólo en colecciones particulares sino también en museos como el Prado en Madrid y el de Arte Moderno en la Ciudad Condal. Su magisterio se advierte en la firmeza del contorno y el color que se percibe en la producción artística de su discípulo nicaragüense, quien plasmará con su pincel vistas como las «Termas de la Roma antigua», «Columnata de Capri»… Su avance es obvio, pues en 1933 París le da la oportunidad de incluir su obra en el Salon des Artistes Français4. Dos hechos afectarán a la marcha de Alejandro Alonso Rochi: el particular es la muerte de su maestro Fabrés en Roma (1936), el histórico viene marcado por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ante esa crucial situación opta por instalarse en España. Durante un tiempo no vivió en la capital madrileña, sino que residió en Granada, concretamente en una casa ya desaparecida de la calle Cuadro de San Vicente Ferrer. Entre las vicisitudes personales de esa época hemos constatado que en septiembre de 1946 se hallaba entre los heridos por el descarrilamiento del tren que comunicaba Madrid con Granada y Almería5. Desde bien pronto la prensa comenta su participación en las muestras pictóricas. A comienzos de 1941 figura con Vicente Gaytán de Ayala en el Salón Arte de Bilbao6, llamándonos la atención el hecho de que ambos hayan plasmado pai-sajes de la villa burgalesa de «Pancorbo». Uno de dicho artista vasco ostenta ese título en el catálogo del Museo de San Telmo en San Sebastián. Tres de Alonso Rochi pasaron al nicaragüense Banco de América, datando de 1941 el tercero. Ya en el mes de noviembre de ese año lleva a cabo una exposición individual en Barcelona, concretamente en las Galerías Pallarés7, apareciendo en el catálogo un prolijo «Bodegón», donde se capta la delicadeza de las frutas y la variedad de la cerámica, aunando así la naturaleza vegetal y la artesanía manual. Posteriormente intervendría en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1943. En la sala XIII se colgó un «Bodegón» suyo, que según el críti-co Cecilio Barberán estaba “como pintado un poco de espaldas de la realidad”8, términos que no aclaran suficientemente el estilo de la obra, pues desde muy pronto se verifica su maestría en naturalezas muertas, aunque no integran toda su producción. El 6 de marzo de ese mismo año presentó una muestra individual en las Galerías Pallarés de Barcelona9 y en agosto lo hizo con Menchu Gal, Ignacio Zuloaga, Ricardo Baroja y otros artífices en la llamada Exposición de Artistas Vascos en la Galería Hernández de San Sebastián. Se fue abriendo camino en los estrechos circuitos culturales del país en aquella época y el 20 de noviembre de 1944 se inauguró otra en la sala Dardo, Gran Vía nº 16, en Madrid10. En noviembre de 1947, Manuel Olmedo analiza en la edición andaluza del ABC su primera exposición en Sevilla, concretamente en la Galería Velázquez. Señala el crítico que su autor «dibuja correctamente, compone de manera clásica y posee una paleta limpia, brillante», obteniendo un realismo no diluido en artimañas con el que mostrar cálidos bodegones de caza, con perdices, patos y conejos, (3) Arte Liberty in Italia. Índice de artistas. (4) E. BENEZIT: Dictionnaire des Peintres, Sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs. Nueva edición bajo la dirección de Jacques Busse. Ednes. Gründ, París, 1999, tomo I, p. 231. (5) “Detalles del accidente”. Diario ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 21 de sep-tiembre de 1946, p. 18. (6) El Diario Vasco, Bilbao, 1 de marzo de 1941. (7) “Exposición de Pintura de Alejandro Alonso Rochi. Galerías Pallarés. Consejo de Ciento, 345 – Del 29 noviembre al 12 diciembre de 1941” (8) Cecilio BARBERÁN: “La Exposición Nacional de Bellas Artes”. Diario ABC, Madrid, 7 de julio de 1943, p. 10. (9) Periódico La Vanguardia, Barcelona, 7 de marzo de 1943, p. 4. (10) Se anunció la inauguración en el Diario ABC, Madrid, 18 de noviembre de 1944, p. 11. 7 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 frutas y recipientes metálicos; hay también bellos floreros, compuestos con evi-dente soltura, y marinas de San Sebastián, Vigo y Mallorca, caracterizadas por la sobriedad. Pondera de A. Rochi «sus excelentes dotes técnicas al servicio de una gran sensibilidad». A un lado de la página impresa figura una caricatura del artista dibujada por Vicente Flores11. Su cabeza aparece de perfil, de modo que destacan en su rostro enjuto una larga nariz y una amable sonrisa. Incide en su caballerosidad mediante la camisa impoluta surcada por la corbata a rayas, pero forma contraste con el mechón de cabello movido por una ráfaga de viento, cual simbólica referencia al numen o inspiración artística. Contamos con fotografías suyas fechadas en 1968 y podemos describir su porte como caracterizado por una mediana altura que estilizaba aún más su delgadez. Dos años más tarde A. Alonso Rochi vuelve a la mencionada galería de la capital hispalense, lo que entraña haber obtenido éxito con anterioridad, pues como el mismo crítico indica sus óleos «no sólo llegan al público, sino al técnico», so-bresaliendo particularmente sus flores, que llenan de optimismo cromático a los espíritus de quienes las contemplan12. Ahora bien, no restringió su ámbito artístico a Europa, era hispanoamericano y conocía la importancia cultural de Méjico, donde en 1951 tuvo la oportunidad de colgar sus cuadros. Entonces fue cuando su compatriota el escritor Salomón de la Selva (León, Nicaragua, 1893-París, 1959), considerado hoy el máximo representante del posmodernismo en su país, dedicó “Tres poesías a la manera de Rubén Darío. En elogio de las rosas que ha pintado Alejandro Alonso Rochi nicaragüense”13, incluyéndose en su edición las fotografía de dos composiciones florales y el «Jardín de la Casa de Eugenia de Montijo, en Granada». Precisamente la más compleja figura como perteneciente a la “Colección particular de la Excelentísima señora doña Beatriz Velasco de Alemán” y precede al poema de “Las rosas para la primera dama de México”, el cual se inicia de este modo: Rosadas, rojas, blancas, amarillas en botón, medio abiertas, deshojadas, tus rosas, Alejandro, de sencillas se vuelven en la mente complicadas. Y finaliza con los versos: Señora: el pintor dice que de España trajo estas rosas, pero o yo estoy ciego o mi cariño a México me engaña: porque estas son las rosas de Juan Diego. Coincidieron ambos con posterioridad en París cuando el literato, tras una larga estancia en Méjico y al iniciarse una nueva etapa en la vida política de su patria, fue nombrado embajador en Francia, mientras que el pintor se hallaba adscrito a la legación diplomática de Nicaragua, donde en 1959 realizaría otra muestra artística. Alonso Rochi durante las décadas de mediados del siglo XX presentó a menudo sus obras en Madrid. El día 18 de febrero de 1950 abrió una exposición en el Salón Dardo, en pleno centro de la urbe14; entre el 3 y el 16 de noviembre de 1952 colgaría otra en la misma galería15. Pero no siempre acudió a las mismas empresas, pues en octubre de 1954 inauguró una en los Salones Macarrón, instalados en el número 2 de la calle Jovellanos16, lo cual no fue obstáculo para volver a ofrecer de nuevo otra en el otoño de 1956 en el Salón Dardo17. Expuso en diciembre del año 1958 en la galería Toisón, ubicada en el nº 5 de la calle Arenal18, comentando el crítico Santiago Arbos Ballester que el artista había incluido «gran número de (11) M.O.: “Arte y Artistas. El pintor Alonso Rochi, en Galería Velázquez”. ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 19 de noviembre de 1947, p. 4. (12) M.O.: “Arte y Artistas. Flores y bode-gones de Alonso Rochi”. ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 2 de marzo de 1949, p. 5. (14) “Exposición Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 18 de febrero de 1950, p. 18. (15) “Arte y artistas. Exposición Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 2 (p. 56) y 16 de noviembre de 1952. (16) “Exposición Alejandro Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 15 de octubre de 1954, p. 34. (17) “Salón Dardo”. Diario ABC, Madrid, 14 de noviembre de 1956, p. 44. (18) “A. Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 9 de diciembre de 1958, p. 66. 8 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 bodegones y floreros y media docena de paisajes. De éstos los más notables son los titulados “Cuevas”»19. “El pintor de las flores” fue el título escogido para anunciar en octubre de 1961 su muestra en la galería Eureka, instalada en el nº 21 de la calle madrileña Caballero de Gracia20. Dos años más tarde haría otra que clausuró el 23 de febrero de 1963 en el Salón Cano, nº 38 de la carrera de San Jerónimo21, pero retornaría en noviembre de 1964 a la Sala Eureka22. Cuarenta y siete exposiciones individua-les y ocho colectivas es el balance que publican cuando en junio-julio de 1962 se presenta al concurso-exposición de pintura y fotografía patrocinado por la Fundación Rodríguez Acosta bajo el título Granada: La ciudad y su paisaje. En esa ocasión él incorpora una vista del «Patio de Lindaraja»23, en la Alhambra. Dicho lienzo se conserva ahora en Tenerife. Plasmó con sus pinceles otros enclaves de la bella ciudad del Darro, como la «Capilla Real», aunque su Ayuntamiento lo que posee es un característico cuadro, «Flores», cuyos 61,1 x 50,3 centímetros responden al característico enfoque de una composición en la que se percibe ante un cortinaje de color crudo y sobre una oscura mesa de madera la presencia de un búcaro verdoso, el cual resplan-dece con los claveles blancos, sin que falten los toques rosas y malvas de otras variedades florales. Debía atender Alonso Rochi no sólo su actividad artística, sino cuestiones relativas a la representación oficial de su país. Fue designado para distintos puestos del servicio diplomático primero en París y Praga, mas luego estuvo adscrito a la embajada de Nicaragua en España como Encargado de Negocios, de modo que la prensa en abril de 1967 publicaba la noticia de la reunión que habían tenido los embajadores de Hispanoamérica con el Ministro de Trabajo para preparar un congreso sobre “Promoción profesional de la Mano de Obra”, citándose su nombre entre los asistentes24. Allí en Madrid, a finales de 1967, residía en la calle Vallehermoso número 97, y fue entonces cuando atendiendo las indicaciones del cardiólogo preparó un viaje a Tenerife, que sería el preámbulo del que haría en julio de 1968 (lámina 1) a Italia con dos matrimonios residentes en esta isla, a los que vendría a visitar en Tenerife en alguna otra ocasión, como explicaremos en páginas posteriores. Con nombramiento oficial se mantuvo activo en Madrid hasta el 23 de diciembre de 1971, es decir hasta los 73 años de edad, pero luego no tendría mucho tiempo para seguir trabajando, pues falleció apenas dos años después en una clínica ma-drileña. El diario ABC el 14 de enero de 1973 anunciaba su muerte mediante una reseña necrológica, publicando que desde hacía cuatro décadas vivía en Europa y que había compartido su labor en la embajada “con su vocación, la pintura, que le dio fama internacional”25. Póstumo recuerdo La actividad diplomática refleja que mantenía un estrecho contacto con su país y ello explica bien el aprecio que allí ha existido por su labor incluso después de su muerte, cual prueba el hecho de que en el año 1993 se eligiera un «Bodegón» suyo para imprimir en un sello de correo de 10 córdobas, formando parte de una serie dedicada a la “Pintura Nicaragüense Contemporánea”. Un lustro más tarde, en 1998, se decretó la prohibición de exportar muchos cuadros suyos conservados en tres entidades bancarias, al ser incluidos en el “Patrimonio Artístico y Cultural de Nicaragua”, según el inventario hecho bajo la dirección del arquitecto Jaime Serrano Mena, entonces director de Patrimonio Cultural del Instituto Nicaragüense de Cultura. Lámina 1- Alejandro Alonso Rochi. (19) Santiago ARBOS BALLESTER: “Arte y Artistas”. Diario ABC, Madrid, 12 de diciembre de 1958, p. 69. (20) “El pintor de las flores”. Diario ABC, Madrid, 25 de octubre de 1961, p. 68. (21) “Alejandro Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 14 de febrero, p. 54, y 23 de febrero de 1963, p. 54. (22) “Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 17 de noviembre de 1964, p. 62. (23) Catálogo del 6º Concurso-Exposición de Pintura y Fotografía “Granada: La ciudad y su paisaje”. Fundación Rodríguez Acosta, Granada junio-julio 1962, s.p. Se incluye una breve reseña biográfica, pero no figura ninguna fotografía de su cuadro. (24) “Próximo Congreso Iberoamericano de Promoción Profesional de la Mano de Obra”. Diario ABC, Madrid, 8 de abril de 1967, p. 63. (25) “Fallece el pintor y diplomático nicara-güense Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 14 de enero de 1973, p. 53. 9 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 La relación numerada de esa orden incluye los lienzos que citamos a continua-ción. En el Banco Central, con el nº 146, «Jardines de Aranjuez». En el Banco de América: nº 02, «Pancorbo I»; 04, «Capri»; 20, «Pancorbo II»; 21, «Pancorbo III»; 50, «Wadarrama» (debe entenderse Guadarrama); 51, «San Sebastián»; 52, otro lienzo de «San Sebastián»; 64, una segunda vista de «Capri». En el Banco Nicaragüense el número 041 cita el «Jardín en la ciudad», tela de “40 x 44 pulgadas” y del año 1955 según esa lista gubernamental26. Pero algunas de esas entidades financieras quebraron y el Banco Central de Nicaragua organizó la subasta de 900 obras de arte, distribuidas en 504 lotes, que formaban parte de sus activos. La puja tuvo lugar a cargo de la firma mejica-na Galerías Louis C. Morton durante los días 12 y 13 de junio en el Salón de los Cristales ubicado en el Teatro Nacional Rubén Darío en la capital nicaragüense27. De las 840 pinturas se vendieron 664 por más de un millón de dólares, seis de ellas compradas por extranjeros28, y días después se publicó: “Las obras más coti-zadas fueron las de Armando Morales, Rodrigo Peñalba, Alejandro Alonso Rochi, Federico Norldam y Alejandro Arostegui”29. El «Jardín en la ciudad» fue vendido por 9.000 dólares y se prohibió exportarlo, dado que era una de las 64 piezas consideradas patrimonio nacional. La arquitecta Flor de María Rivera, en calidad de directora de Patrimonio Cultural del Instituto Nicaragüense de Cultura, dictó una advertencia a los administrado-res de aduana para evitar la salida, entre otras piezas, de «OBRAS ARTÍSTICAS ESPECÍFICAS (Subasta de obras de arte, Banco Central de Nicaragua, 12 y 13 de junio de 2003)», incluyendo los siguientes cuadros de Alejandro Alonso Rochi: «Jardín en la ciudad», «Pan Corbo I», «Pan Corbo II», «Pan Corbo III» (debe entenderse Pancorbo), «Capricho Nº 1» y «Capricho Nº 2»30. Tal cantidad de piezas en recintos de esa índole se debe a que han podido ir for-mando buenas colecciones artísticas, que redundan en la vida cultural del país. Ello explica dos actuaciones del Banco Central de Nicaragua en fechas recientes. La primera tuvo lugar en diciembre del año 2001 cuando se llevó a cabo la inauguración de su Pinacoteca31, donde se han colgado obras del impresionista Juan Bautista Cuadra, paisajes de Ernesto Brown y “bodegones decorativos” de Alejandro Alonso Rochi, entre otros32. La segunda corrobora la anterior, pues se trata de la organización del Certamen Nacional de Pintura entre jóvenes artistas, cuya segunda convocatoria fue en el año 2003 en homenaje a Alonso Rochi33, de modo que en las reseñas periodísticas se incluyeron biografías suyas y alguna fotografía del mencionado cuadro «Jardín en la ciudad». El recuerdo que le ha mantenido su ciudad natal ha sido también fructífero, de modo que el festival “Viva León 2000”, inaugurado por el Vicepresidente del Gobierno nicaragüense, incorporó a los actos una exposición de los mejores pintores nacidos allí, presentándose cuadros de Ramón y Toribio de Santelices, Juan Bautista Cuadra, Pastor Peñalba, Alejandro Alonso Rochi… La obra de éste se atesora en domicilios particulares e instituciones, de modo que se la puede contemplar en el Paraninfo de la UNAN- León, donde se ha constituido “una muestra excelsa de la pintura nacional, con proyección universal”, enriqueciendo aún más a esa población definida como “una ciudad-galería”34. No debe soslayarse el hecho de que sus cuadros se encuentran en distintos países de Hispanoamérica, pues los presentó en Méjico, Buenos Aires, Lima… También los hay en Estados Unidos –expuso en Washington–, Inglaterra, etcétera; no obs-tante, gran parte de ellos se encuentra en España. La prensa nicaragüense se ha hecho eco de todas esas manifestaciones artísticas, pero también se ha evocado el nombre del artista en libros como el titulado Héroes sin fusil que ha escrito Jorge Eduardo Arellano, donde relata las gestas y rasgos biográficos del cacique Nicaragua, próceres civilizadores, gobernantes, poetas, narradores, periodistas… (26) Gobierno de Nicaragua, Acuerdo Administrativo número 03-98, fecha 8 de junio de 1998. (27) Auxiliadora ROSALES: “Obras al martillo”. La Prensa, Nicaragua, 6 de junio de 2003. (28) Arnulfo AGÜERO: “Más de US dólares 1 millón por venta de arte”. El Nuevo Diario, Managua, domingo 22 de junio de 2003. (29) Marta Leonor GONZÁLEZ: “Subasta de arte mejoró precios”. La Prensa, Nicaragua, 16 de junio del 2003. Cita como vendido por 9.000 dólares el cuadro «Jardín», refi-riéndose al titulado «Jardín en la ciudad». (30) Gobierno de Nicaragua, referencia CT/120/2003, fecha 15 de agosto del año 2003. (31) “Inaugurada Pinacoteca del Banco Central”. El Nuevo Diario, Nicaragua, 19 de diciembre de 2001. (32) Alvaro URTECHO: “” Editan libro sobre la Pinacoteca del Banco Central de Nicaragua”. Periódico Bolsa de Noticias, Nicaragua, 11 de diciembre de 2001. (33) Auxiliadora ROSALES: “Trazos y colorido en homenaje a Alejandro Alonso Rochi”. La Prensa, Nicaragua, 23 de junio de 2003. Sección “Revista”. (34) Mercedes PERALTA: “Proyectan la restauración de edificios monumentales en León”. La Prensa, Nicaragua, 8 de no-viembre de 2002, Sección de “Regionales”. 10 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 Entre ellos figura “Alejandro Alonso Rochi y sus flores pulcras y eternas”, al que dedica varias páginas35. Discípulos Su proyección artística se refleja mediante los cuadros esparcidos por multitud de puntos del globo terráqueo, pero también se verifica merced a quienes si-guieron sus enseñanzas prácticas en el área de la pintura, es decir sus discípulos. Citaremos dos de ellos. Sería en la época que Rochi pasó en París cuando impartiría sus conocimientos a Georges Langlais Rodríguez, que utilizaba el seudónimo “Gal” para sus trabajos como ilustrador de comics en Francia, por ejemplo algunos de los publicados en el «Journal de Spirou»36. Hijo de un diplomático francés y una bogotana, nació en 1915 en Larache (Marruecos) y casó en 1974 con la colombiana Ofelia Acosta Osorio, Licenciada en Arte y Decoración –especialidad de Escultura– por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, lo cual explica que terminaran instalándose definitivamente en Colombia, en cuya capital impartió él enseñanza en la Facultad de Arte adscrita a la Universidad Nacional y falleció en 199537. Dejó tras de sí una extensa relación de cuadros, cuya impronta estilística se comprende mejor teniendo en cuenta la personalidad de quien recibiera la pertinente enseñanza. En su juventud Langlais participó en colectivas parisinas como el Salon d´Hiver (1936, 1937 y 1938), Salon des Independants (1939 a 1952) y el Salon de l´Ecole Française (1945), mas también llevó a cabo tres muestras individuales en Saint Cloud (Francia) en 1954-56. Después lo hará en Hispanoamérica, tras asentarse en Bogotá, donde ofrecerá exposiciones individuales entre 1967 y 1993. Su versatilidad le permite afrontar con buenas editoriales los encargos de ilustraciones, además de realizar cuadros y composiciones murales, caso del «Homenaje al Salvador» en la iglesia de Puerto Rico (Departamento del Meta, Colombia) o la «Visión de la Gesta Bolivariana» (colección particular, Bogotá)38. Más huella dejó Alejandro Alonso Rochi en su discípulo José Rosales Arostegui, quien vio la luz hacia 1924 en Ogíjares (Granada). En esa provincia comenzó su formación con Rafael Latorre, mas luego se trasladaría a Madrid para proseguir sus estudios artísticos; allí en 1954 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes. El sello del magisterio del nicaragüense lo verificamos simplemente en la referencia de algunas exposiciones del granadino en Madrid; por ejemplo a finales de octubre de 1966 se anunciaba una suya de “Floreros y Bodegones” en Alcón –calle Infantas nº 27–; otras con igual título se inauguraban en octubre de 1973, noviembre de 1978 y 1982 en la misma sala39. A comienzos de 1984 en Toison –Calle Arenal nº 5– se hallaba una muestra conjunta de óleos de José Rosales y Pablo Cuesta, y esa galería organizaba en enero de 1989 otra de “miniaturas a la acuarela” por Perachio y óleos de J. Rosales40. Siguió la senda abierta por su maestro y expuso asimismo en Sevilla, concretamente en marzo de 1977 y 1979, y mayo de 1980 y 1981 en el Círculo Mercantil41. En 1977 el hispalense diario ABC incorporaba una fotografía de un «Florero» suyo y el comentario de Manuel Lorente: “Una pintura hecha con oficio y hasta con encomiable virtuosismo en no pocos de los cuadros que componen la muestra”42. Cuatro años después el mismo crítico, bajo la fotografía de un bodegón de Rosales, alababa “la ya reiterada lección de honestidad de quien, habiendo encontrado su propio camino, permanece ajeno a todas las modas y también a todos los modos que no son aquellos que comulgan con sus propios conceptos”43. Esas últimas palabras podrían haber sido aplicadas también a su maestro. (35) Jorge Eduardo ARELLANO: Héroes sin fusil. Editorial Hispamer. Managua (Nicaragua), 1998, nº 59, pp. 151-4. (36) En el comic francés «Spirou» realizó con Joly episodios de la serie “Oncle Paul” en 1954-56 y 1959. (37) En ese año se organizó un “Homenaje y retrospectiva” George Langlais, en el Taller Luz y Sombra, Bogotá. (39) Diario ABC, Madrid, edición de la ma-ñana, 28 de octubre de 1966, p. 84; 19 de octubre de 1973, p. 57, y 25 de octubre de 1973, p. 60; 21 de noviembre de 1978, p. 76, y 18 de noviembre de 1982, p. 71. (38) Escribió George LANGLAIS RODRÍGUEZ unas Notas autobiográficas, publicadas en Bogotá, s.f. (40) Ibidem, 9 de enero de 1984, p. 60; 10 de enero de 1989, p. 85. (41) Diario ABC, Sevilla, 13 de marzo de 1977, p. 30; 28 de marzo de 1979, p. 73 ; 10 mayo de 1980, p. 54.; 13 de mayo de 1981, p. 73. (42) Manuel LORENTE: “Noticias y exposi-ciones”. Diario ABC, Sevilla, 28 de marzo de 1979, p. 73. (43) Ibidem, 13 de mayo de 1981, p. 73. 11 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 Pautas estilísticas y géneros pictóricos El estilo de Alonso Rochi en modo alguno elige la vía de la abstracción o el expresionismo, no le atrae la vanguardia y opta francamente por un realismo tradicional, con un dibujo bien hecho y una pincelada compacta. Ello lo hace con evidente virtuosismo en las naturalezas muertas, es decir en los bodegones de caza y floreros, pero también plasmó a menudo los paisajes, constando asi-mismo que abordó el retrato, la mitología, el género costumbrista, etc. En los años 40 emplea a menudo la técnica del óleo sobre cartón, por ejemplo en sus tres vistas de «Pancorbo», en algunas de «San Sebastián», o en sus composiciones «Capricho nº 1» y «Capricho nº 2» sin fechar, pero luego utilizaría generalmente el lienzo. El formato suele ser mediano para los floreros, ampliándolo en el caso de bodegones y paisajes. Respecto a su producción artística, en un diario de Managua ha publicado Auxiliadora Rosales que el artista sobresalió “como pintor de naturalezas muertas, la mayoría de sus temas fueron bellos bodegones, pero también cultiva el tema floral con gran maestría, especialmente las lumínicas rosas. Su obra se caracteriza por su detallismo y acuciosidad”44. La representación de los floreros fue sobresaliente en su carrera. Eligió a menudo las rosas prefiriendo presentarlas blancas o de un solo tono, aunque no evita el combinarlas con algunas otras de distinto color. Ahora bien, no soslayó el incluir otro tipo de plantas con diferente cromatismo, caso de un «Bodegón de flores» existente en Illinois45, donde una jarra de cerámica clara está llena de claveles rosados y rojos, recortándose sobre un fondo blanco, mientras que una pléyade floral aparece volcada sobre el oscuro tapete de la mesa. En una tela perteneciente a su familia46 incorporó dos búcaros con «Rosas y claveles» –80 x 70 cm–, en una composición frecuente en su trabajo: situar no uno sino dos recipientes de diferente altura para eludir la simetría clásica e imprimir una vitalidad barroca que rompa el concepto de “naturaleza muerta”. Tampoco faltaron, en composición diagonal, las «Peonías», título de un cuadro suyo –81,28 x 66,04 cm– presentado en Segre Subastas, Madrid, en febrero del 2003, o el «Bodegón de gladiolos y margaritas» puesto a la venta por la madrileña Galería Durán en 1992. El aprecio por tal género de obras se capta en el mercado artístico de muchas partes del mundo y hasta fechas muy recientes. Un «Bodegón de rosas» –72 x 59 cm– y un «Centro de flores» –54 x 65 cm– ha puesto a la venta la Galería de Arte Alpide en Vigo. Ambos lienzos ofrecen la característica luminosidad del pincel de este maestro, de manera que la cascada floral brilla con una opulencia que apenas deja espacio visual al fondo de la composición. En el primero de ellos el búcaro de tonalidad azul-verdosa está lleno de rosas, que resaltan sobre una figurada tela de brocado turquesa, de modo que el cromatismo gira sobre las matizaciones del azul en contraste con los claros pétalos. En la segunda obra se contempla un recipiente de cobre lleno, hasta derramarse, de flores rosadas. En esa misma ciudad, entre los bienes del Casino de Vigo salió a subasta en 1992 una pintura de “tema floral” –50 x 60cm–47. La Galería Yelmo de Cartagena en el año 2009 ha incorporado a su oferta un «Bodegón de flores», con marco tallado, donde el búcaro bicolor no está centrado sobre la tela, sino posado ligeramente hacia un lado y apenas se capta el material con el cual está hecho, pues al pie de él ha trazado un ramillete de tonos rosa y violeta como si hubiera tratado de contraponer la esplendidez de las grandes rosas con la humildad de estas florecillas, destacando el conjunto sobre el fondo azul grisáceo. Suele utilizar un recurso óptico en esas obras: el característico horror vacui, horror al vacío, lo lleva a cabo mediante el procedimiento de enmarcar el lienzo sin apenas dejar a la vista el presunto fondo, a menudo neutro o simulando textiles; obtiene (44) A. Rosales, op. cit. (45) Dictionary of Art Narod. Rusia. (47) Boletín Oficial de Estado, Madrid, nº 219, viernes 11 de septiembre de 1992. 12 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 así el efecto de una vegetación cuya propia vida parece romper la opresión del contorno lignario del marco. Un ejemplo de ese tipo de composición se advierte en la «Naturaleza muerta con flores» –81 x 64 cm– que en el verano del año 2009 han incluido en sus lotes las Galerías Louis C. Morton en Lomas de Chapultepec. El resultado es atractivo al coaligar la claridad de los pétalos de las rosas centra-les de un búcaro azul con el punto de fuga levemente alzado de la composición visual, situando al pie otro ramo, menor pero más compacto, de rosas blancas. En el caso de las frutas cambia su enfoque, pues da protagonismo a éstas pero también a los recipientes y canastas que las guardan. La mencionada Galería de Arte Alpide, en Vigo, ha incorporado a su oferta un «Bodegón de cerezas» –52 x 65 cm– y un «Bodegón de frutas» –54 x 69 cm–. Ambos permiten captar la precisión del dibujo, por ejemplo en las verdes hojas o en la cesta de donde han vertido las cerezas, utilizando un fondo claro sin temor a disponer ante él una sopera de porcelana blanca, lo que denota pulso para fijar los contornos y seguridad al dar las pinceladas del color. En la segunda naturaleza muerta está muy bien trazada la vasija bicolor de barro rodeada por uvas claras y negras, un cesto de manzanas, hojas de vid... A menudo eligió el fruto de esta última para ese género de obras: en el «Bodegón» –85 x 100 cm– que su familia en el año 2010 remitió a Madrid para su venta combina la presencia de las uvas y una jarra. Ese mismo pulso manejando el pincel se verifica en el «Bodegón» que se reproduce en el ya comentado sello de correo nicaragüense (lámina 3), donde la calabaza comparte espacio sobre la mesa de madera con un saco blanco, un plato de barro con decoración humana, un jarro grande y otro menor de barro vidriado, uvas negras, melocotones, etcétera. En esta obra dividió visualmente la superficie rectangular en dos triángulos, opuestos por la tonalidad oscura predominante en la parte inferior y lado derecho frente a la más clara para la parte superior y costado izquierdo. Su maestría también se admira en las naturalezas muertas donde figuran las presas abatidas en las cacerías. Tal afirmación se comprueba en el «Bodegón de caza» –81 x 100 cm– que Fernando Durán Subastas de Arte, en Madrid, ofertó en marzo de 1999. Sobre una mesa con mantel blanco están las aves y a un lado una liebre, con las patas posteriores apoyadas en la pared y las anteriores sobre una cesta llena de castañas, pero también hay racimos de uvas blancas y negras, rojas manzanas, así como una jarra de cerámica pintada centrando la composi-ción. Tras ella aparece un decorativo plato de cerámica, situado en vertical entre las hojas de la parra y una tela de rico brocado en azul y negro, como fondo en diagonal contraponiéndose a la horizontalidad de la mesa. El resultado es un óleo de gran calidad. Cuando afronta los paisajes utiliza con frecuencia los tonos ocres y los verdes, algo ineludible si debía representar lugares de Castilla la Vieja como «Pancorbo», en sus tres versiones –47 x 39 cm– del año 1941, o la Sierra del Guadarrama. El sur de la Península Ibérica pudo también captarlo con sus pinceles, pues no ha de olvidarse que durante un tiempo residió en Granada («Cuevas del Sacromonte»). En la vecina Málaga supo reflejar el encanto de «Ronda», y una fotografía de esa obra la incluyó como felicitación navideña en 1966-67. En la provincia gaditana sucedió igual con las cuevas de «Arcos de la Frontera» y en la almeriense con «Tabernas». Esa relación de lugares se alarga con obras relativas a Vigo, Mallorca, etc. Solía pasar sus vacaciones en San Sebastián, pudiendo percibir su belleza con tranquilidad, de modo que dos óleos con ese título, uno de ellos sobre cartón de 47 x 39 cm, se incluían en 1998 entre los fondos artísticos del Banco de América, en Managua. Otros puntos del País Vasco centraron su atención, cual fue el Puerto Viejo en Guecho (Vizcaya). Conoció bien la geografía hispana, mas no deben Lámina 3.- Sello de correo de Nicaragua con «Bodegón» de A. Alonso Rochi. 13 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 olvidarse las pinturas realizadas fuera de la Península Ibérica, por ejemplo las alusivas a las «Termas romanas» en la Ciudad Eterna, Capri… A menudo trazó vistas de jardines como el de Aranjuez, punto de atracción para paisajistas como el bien conocido Benjamín Palencia y otros artífices de la mis-ma época. Entre éstos se incluye el manchego Bautista Fernández (Valdepeñas, Ciudad Real, 1907-1980, Aranjuez), el cual residía allí y entabló amistad con A. Alonso Rochi al igual que con otros pintores, caso del madrileño Cubas y el catalán Sixto Alberti48. Mas en muchos casos no se ha concretado su adscripción exacta. Esto último acontece con el ya citado «Jardín en la ciudad» –98 x 110 cm–, donde un gran parterre aparece flanqueado a uno y otro lado por árboles de muchas variedades botánicas y recortados sobre el cielo azul con blancas nubes. El punto de fuga de la composición visual está marcado por el parterre, en cuya traza los jardineros han preferido las formas circulares o curvilíneas, resguardadas por las líneas rectas de los setos laterales. La luz refulge sobre él y sobre los árboles de un lado, con-trapuestos por el tono más oscuro de los del otro costado y el fondo. El resultado final es una pintura donde el verde y el ocre-amarillo no parecen expresar la alegría exultante de los floreros, sino visualizar el raciocinio de la traza vegetal. En otro «Jardín» –55 x 46 cm– el formato no es alargado sino vertical para mostrar mejor el estrecho paso entre los parterres situados a uno y otro lado, así como la verticalidad de los arcos vegetales alzados simétricamente sobre ese paseo de tierra que conduce a una pequeña fuente. En algunas ocasiones fijó su atención en espacios más pequeños, cual sucede con un doméstico «Paisaje» –90 x 80 cm– propiedad de la familia del pintor, que muestra la esquina de un patio con una sencilla puerta y una ventana sobre ella, así como un ventanuco a un lado además de algunos elementos peculiares como unas macetas; prevalecen los tonos ocres salvo en el oscuro hueco del vano de entrada, donde la mirada del espectador parece frenarse. La relación pictórica descrita no ha de soslayar el hecho de que Alejandro Alonso Rochi supo representar bien la figura humana en retratos, mitología o escenas costumbristas. Respecto a la pintura de género es muy conocida la del «Niño fu-mando », pues la revista El Bibliófilo editada en Madrid a comienzos del año 1948 la reprodujo en una fotografía a plena página, complementando el comentario del crítico Cecilio Barberán sobre tal cualificado “pintor de flores y jardines es-pañoles” 49. En ella se contempla a un sonriente mozalbete. Su pobre condición la denota su atuendo, además está sentado al pie de una tinaja de barro, que quizás aluda al vino en el que terminará enviciado. Toda esa iconografía prueba que el autor sabía hacer una pintura social con mensaje. Respecto a esto último no ha de soslayarse la mención del realismo vertida en una reciente crítica sobre otro artífice en un diario nicaragüense, para resaltar la influencia ejercida en su ámbito nacional por él y por artistas como Ernesto Brown, Leonel Cerrato o Carlos Montenegro50. Obra también de esas pautas es la del «Niño con naranjas» –70 x 53,5 cm– (lámina 2), que en Madrid puso a la venta Fernando Durán Subastas de Arte en julio del 2007. Aparece en dicha tela un mocito de humilde aspecto, como denotan las lonas blancas que calza y su atuendo: pantalón gris, camisa de tono canelo y chaqueta marrón oscura. Está sentado sobre el suelo y con su espalda apoyada en una pared; a su lado se contempla una estilizada vasija de barro y varias naranjas, precisamente una de ellas coge con su mano el jovenzuelo. Tiene cómodamente sus piernas cruzadas, una en horizontal y otra en vertical para imprimir vitalidad al sedente cuerpo; el candor de su rostro pensativo atrae la mirada del espectador, mientras que el citado recipiente y las refulgentes naranjas constituyen todo un «cuadro dentro del cuadro». Lámina 2.- «Niño con naranjas». Madrid. (48) Cecilio FERNÁNDEZ BUSTOS: “La mirada de Bautista Fernández. Un man-chego en Aranjuez”. WordPress.com, 21 de marzo de 2010. (49) Índice de las Artes. Suplemento de la revista El Bibliófilo. Director, Federico Velilla. Ednes. Biblis, Madrid, nº 17 (enero de 1948). (50) Arnulfo AGÜERO: ¿Beteta pintor o una gran estafa? El Nuevo Diario, Managua, 8 de mayo de 2002. 14 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 El incluir en una pintura dos tipos de representación se capta algunas veces en la producción artística de Rochi. Se comprueba en el antedicho lienzo pero también se verifica en el comentado «Bodegón» reproducido en el sello de correo nicara-güense. En este último caso, al detener la mirada sobre el plato que aparece tras las jarras de barro, se reconocen dos personas de pie que entablan una conversación, debiendo de identificarse quizás con una alusión simbólica o literaria. En alguna ocasión se le ha citado como retratista. Muy joven todavía plasmó los rasgos de Rubén Darío en dos ocasiones: la primera como un simple ejercicio docente, pues copia una fotografía hecha en Washington en 1915; la segunda vez fue en febrero de 1916 durante el velatorio en la Universidad tras el fallecimiento del poeta. En relación con esa temática queda asimismo la anécdota relatada por el literato José Coronel Urtecho (Granada, Nicaragua, 1906-Managua, 1994), quien destacó que un retrato es el reflejo de la apariencia real de un ser huma-no y una fotografía de su vida, contando que Rochi había querido hacerle uno, cuando residían ambos en Madrid, pero después de tres o cuatro intentos dejó sin finalizar el boceto51. Tal comentario lo hacía para señalar con sencillez lo prolijo de su temperamento, pues dicho escritor estuvo afectado por una crisis mental que logró superar, pudiendo desempeñar cargos diplomáticos en Estados Unidos y España, donde coincidiría con el pintor. Obras en Tenerife La amistad con el Dr. D. Antonio Rodríguez López y señora, granadinos domi-ciliados en Santa Cruz de Tenerife, ofrecería al artista la oportunidad de venir a esta ciudad en varias ocasiones, siendo muy bien acogido por ellos. Incluso en julio de 1968 los tres tuvieron la oportunidad de llevar a cabo un viaje de recreo por Italia junto con el matrimonio F. Mederos-I. González, vecinos asimismo de la capital tinerfeña. Ésa es la razón de que haya cuadros suyos en viviendas ca-narias. La mayoría representa composiciones florales pero se incluyen asimismo bodegones y un paisaje. Seis lienzos pertenecen a un mismo propietario. Uno representa «Bouganvilles» de tono naranja y otro un «Florero de rosas blancas» (lámina 4), muy bello y elegante, pues el artista ha sabido conjuntar los elementos de la composición y la paleta fría del color: ante un etéreo cortinaje gris claro destaca el tupido ramo de blancas rosas que hunden sus tallos en un cristalino jarrón verde; la base radica en el ta-blero marrón sobre el que aparecen también más flores y pétalos caídos. Obtiene así un sutil equilibrio, pues la impavidez del búcaro y la mesa se contrapone a los pliegues textiles de la cortina y a las flores sueltas, cual símbolo visual de la floreciente Naturaleza con su efímera temporalidad. El propio pintor le regaló una veduta, óleo de 60 x 73 cm, donde se aprecia una vista del «Patio de Lindaraja» en la Alhambra de Granada, caracterizado por su cantarina fuente entre los árboles y parterres, vegetación que el turista puede contraponer a la alineada arquitectura con arcos de medio punto sobre esbeltas columnas. Se trata del cuadro que había presentado en 1962 en la Fundación Rodríguez Acosta, al cual habíamos aludido en páginas anteriores. Tiene asimismo tres naturalezas muertas. Un «Bodegón» en el que, siguiendo una presunta línea diagonal, hay una verde calabaza y unas manzanas amarillas, ade-más de una frondosa planta, situadas junto a una tinaja de barro, sin que falten unas hojas secas cual símbolo de la fugacidad de la vida vegetal ante la presunta perdurabilidad del recipiente, cuyo contenido puede ser agua o vino. El blanco del tejido infunde una claridad expositiva al conjunto que descansa sobre él. El segundo «Bodegón» destaca por la vivacidad cromática, pues muestra una olla metálica cuyo brillo áureo se contrapone a las rojas cerezas que hay en su interior (51) José CORONEL URTECHO: “José Coronel Urtecho siendo pintado por Dieter Masuhr o autorretrato con pintor”. En Prosa reu-nida. Nueva Nicaragua, Managua ,1985, pp. 243-275. Lámina 4.- «Florero con rosas blancas». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. 15 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 y alrededor. Además a su lado aparece un cesto lleno de encarnados melocotones. Es toda una sinfonía de tonos que inducen a captar mejor el presunto movimiento de las frutas que han vertido fuera del recipiente. El tercer cuadro de este género sigue las directrices de los ya descritos, aunque incorpora a un lado una cesta de frescas uvas que atraen la mirada hacia el fondo. Asimismo nos consta por su anterior propietaria que se conserva en la capital tinerfeña otro «Bodegón» firmado por A. Alonso Rochi, tratándose del mismo formato, técnica y estilo de los ya comentados, todo lo cual corrobora la pericia adquirida en su representación y la buena acogida recibida del público. En un tercer domicilio particular de la capital tinerfeña está un óleo –70 x 58 cm– con dos «Floreros». Sobre un fondo gris claro se recortan los perfiles de los búca-ros: el mayor, alargado y con rosas blancas, centra la composición, mientras que el esférico es menor y sostiene rosas de esa tonalidad homónima. Varias flores blancas aparecen caídas sobre el presunto soporte lignario de ambos. La paleta es fría, pues al mencionado cromatismo de las plantas se añade el azul en distin-tos matices de las dos vasijas, siendo iluminado el conjunto por una luz clara de arriba hacia abajo en diagonal. En la antigua residencia de unos conocidos del artista se conservan cuatro lienzos, tres de tema floral así como una naturaleza muerta. Uno con el protagonismo de las «Bouganvilles» (lámina 5) mide 80 x 64 cm y está formado por un jarrón de cerámica estampada en azul con flores de esa especie en tono anaranjado. El fondo es gris claro sobre una base más oscura, de manera que la alegría cromática de las plantas imprime optimismo al espectador, sin que ello sustraiga la primordial búsqueda de la estética. Otro «Florero con rosas blancas» (lámina 6), de igual me-dida que el anterior, recorta sus perfiles sobre un fondo textil de brocado azul, mas algunas flores están esparcidas sobre la mesa, procedimiento éste habitual en el artista, que parece sugerir así la libertad de la Naturaleza, expandiendo el rojo y el azul del búcaro un aura vital. Se encuentra allí otro «Jarrón con rosas» menor –70 x 58 cm–, cuyas flores blancas y rosadas contrastan con el dúo cromático del recipiente, todo ello sobre un fondo azul. En el mismo domicilio que los anteriores se halla un «Bodegón» (lámina 7) de 70 x 58 centímetros. Figura una cesta de mimbre oscuro, volcada de manera que vierte las rojas ciruelas puestas en su interior; a su lado se alza un botijo Lámina 6.- «Florero con rosas». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. Lámina 5.- «Bouganvilles». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. Lámina 7.- «Bodegón». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. 16 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 de agua, tras el que se vislumbran las verdes hojas de la vid, todo ello sobre un fondo marrón oscuro que se va haciendo más claro al confundirse con la base de la composición. Es una naturaleza muerta muy bien dibujada. Además las pince-ladas están dadas con firmeza, lo que permite apreciar la seguridad de la mano del artista, sin que ello impida a su ojo matizar con suavidad los efectos de luces y sombras. El resultado es una obra bella y a la vez cercana al espectador por la cotidianeidad de los elementos representados. En realidad las visitas a Tenerife de Alejandro Alonso Rochi fueron motivadas por el descanso, a la búsqueda de recuperar la salud. Estaba aquejado por problemas cardiacos pero ello no le impidió seguir realizando hermosas composiciones, las cuales hoy son atesoradas en esta isla tan lejana de su patria natal. Las distancias se acortan cuando se admira el Arte en su genuina belleza.
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Título y subtítulo | El pintor nicaragüense Alejandro Alonso Rochi: Obras en Tenerife |
Autor principal | Fraga González, Carmen |
Entidad | Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias |
Numeración | Número 12 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Puerto de la Cruz |
Editorial | Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias |
Fecha | 2012 |
Páginas | pp. 002-013 |
Materias | Publicación periódica ; Ciencias Sociales ; Humanidades ; Puerto de la Cruz ; Alejandro Alonso Rochi (crítica e interpretación) ; Pintura ; Nicaragüa |
Enlaces relacionados | http://www.iehcan.com/category/publicaciones/catharum/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Tamaño de archivo | 240 KB |
Texto | 5 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 El pintor nicararagüense Alejandro Alonso Rochi. Obras en Tenerife Carmen Fraga González Este archipiélago ha visto partir para tierras americanas a múltiples artistas: han regresado unos, mas otros quedaron allí para siempre. Resulta menos habitual pero no desconocido el periplo a la inversa, quienes han venido de aquellos paí-ses a éste y cuyas obras se atesoran en Canarias. Estas dos últimas premisas se hallan en el caso del pintor y diplomático Alejandro Alonso Rochi, cuyo nombre figura en la relación de artistas contemporáneos destacados de Hispanoamérica. Rasgos biográficos Nació Alejandro Alonso Rochi en 1898, fecha significativa pues pone fin a la historia del imperio español en el continente americano con la independencia de Cuba. Vio la primera luz en Nicaragua, concretamente en la ciudad de León, hijo del militar Rubén Alonso Jerez y Margarita Rochi Flores. Su padre fue el general que encabezó la revolución liberal de 1893 y su madre –nacida en San Miguel, El Salvador– era hija del médico florentino Alejandro Rochi y la nicaragüense Francisca Flores, de padres españoles. Fruto del matrimonio nacieron sus hijos Rubén, que sería médico; Rogelio, empresario; Alejandro, nuestro biografiado, y Margarita1. En ese hogar que acogió hasta su muerte al compositor José de la Cruz Mena –el llamado “divino leproso”–, el futuro pintor desde su tierna infancia estuvo rodeado por las Bellas Artes, pues su madre fue pianista y arpista, pero también practicó la pintura. Luego, en el colegio de la Asunción otra fémina, la “madre Leticia”, incide en su formación artística, que proseguirá más tarde por otros cauces. Sus buenas dotes para el dibujo las manifiesta ya hacia 1914, cuando realiza el cuadro «Cupido raptando una ninfa», atesorado durante mucho tiempo en el Club Social de León, aunque ahora pertenece al Dr. Jorge Eduardo Arellano2. Se trata sin duda de una obra marcada por el clasicismo de la propia mitología, con el sello conservador que ello implica, aunque desde el punto de vista iconográfico debe señalarse que el protagonista no aparece cual deidad infantil, como es habitual, sino como un joven. Tiene el interés de probar las buenas aptitudes de su autor para la traza, es decir, para el dibujo del desnudo y la composición de una escena. En 1915 con miembros de la Academia del Arte participa en la organización del Primer Certamen de Pinturas. No ha llegado a la mayoría de edad y se le adjudica una Medalla de Oro en los Juegos Florales de León (Nicaragua) por un cuadro de rosas al natural, iconografía que caracterizará su carrera. No restringe su pincel a la mitología o a las naturalezas muertas, también asume otras manifestaciones; por ejemplo retrató al poeta Rubén Darío en 1916 durante su velatorio. Años después otro vate, Azarías H. Pallais, le elogiará en un artículo periodístico en el Eco Nacional –día 2 de junio de 1922–, cuando ya había conseguido otra Medalla de Oro en los primeros Juegos Florales de Managua por un «Paisaje nicaragüense», (1) Edgar BARBERENA: “En Estados Unidos recuerdan a José de la Cruz Mena”. El Nuevo Diario, Managua, 6 de junio de 2011. (2) René GONZÁLEZ MEJÍA: “Al des-nudo”. El Nuevo Diario, Managua, 7 de junio de 1999. 6 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 género pictórico al que dedicará buena parte de su producción artística, con óleos como los que muestran el paisaje del lago Xolotlán. Así va forjándose un buen nombre y el Estado le concede una beca para trasladarse a Roma. Su formación proseguirá luego en Europa. La impronta definitiva la recibirá en Italia, donde contacta con el pintor Giulio Aristide Sartorio (Roma, 1860-1932), cofundador del grupo I Venticinque Della Campagna Romana, el cual se especializó en escenas de paisajes y animales3. Asimismo aprendió mucho en la romana Academia de Bellas Artes con el catalán Antonio Fabrés, pintor y escultor nacido en 1854 en Barcelona y pensionado en 1875 en Roma, donde se instaló hasta su muerte, salvo los años entre 1904 y 1908, en que permaneció en Méjico ocupando por designación presidencial el cargo de Inspector General de Bellas Artes. El trabajo del antedicho incluye óleos y acuarelas, conservados no sólo en colecciones particulares sino también en museos como el Prado en Madrid y el de Arte Moderno en la Ciudad Condal. Su magisterio se advierte en la firmeza del contorno y el color que se percibe en la producción artística de su discípulo nicaragüense, quien plasmará con su pincel vistas como las «Termas de la Roma antigua», «Columnata de Capri»… Su avance es obvio, pues en 1933 París le da la oportunidad de incluir su obra en el Salon des Artistes Français4. Dos hechos afectarán a la marcha de Alejandro Alonso Rochi: el particular es la muerte de su maestro Fabrés en Roma (1936), el histórico viene marcado por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ante esa crucial situación opta por instalarse en España. Durante un tiempo no vivió en la capital madrileña, sino que residió en Granada, concretamente en una casa ya desaparecida de la calle Cuadro de San Vicente Ferrer. Entre las vicisitudes personales de esa época hemos constatado que en septiembre de 1946 se hallaba entre los heridos por el descarrilamiento del tren que comunicaba Madrid con Granada y Almería5. Desde bien pronto la prensa comenta su participación en las muestras pictóricas. A comienzos de 1941 figura con Vicente Gaytán de Ayala en el Salón Arte de Bilbao6, llamándonos la atención el hecho de que ambos hayan plasmado pai-sajes de la villa burgalesa de «Pancorbo». Uno de dicho artista vasco ostenta ese título en el catálogo del Museo de San Telmo en San Sebastián. Tres de Alonso Rochi pasaron al nicaragüense Banco de América, datando de 1941 el tercero. Ya en el mes de noviembre de ese año lleva a cabo una exposición individual en Barcelona, concretamente en las Galerías Pallarés7, apareciendo en el catálogo un prolijo «Bodegón», donde se capta la delicadeza de las frutas y la variedad de la cerámica, aunando así la naturaleza vegetal y la artesanía manual. Posteriormente intervendría en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1943. En la sala XIII se colgó un «Bodegón» suyo, que según el críti-co Cecilio Barberán estaba “como pintado un poco de espaldas de la realidad”8, términos que no aclaran suficientemente el estilo de la obra, pues desde muy pronto se verifica su maestría en naturalezas muertas, aunque no integran toda su producción. El 6 de marzo de ese mismo año presentó una muestra individual en las Galerías Pallarés de Barcelona9 y en agosto lo hizo con Menchu Gal, Ignacio Zuloaga, Ricardo Baroja y otros artífices en la llamada Exposición de Artistas Vascos en la Galería Hernández de San Sebastián. Se fue abriendo camino en los estrechos circuitos culturales del país en aquella época y el 20 de noviembre de 1944 se inauguró otra en la sala Dardo, Gran Vía nº 16, en Madrid10. En noviembre de 1947, Manuel Olmedo analiza en la edición andaluza del ABC su primera exposición en Sevilla, concretamente en la Galería Velázquez. Señala el crítico que su autor «dibuja correctamente, compone de manera clásica y posee una paleta limpia, brillante», obteniendo un realismo no diluido en artimañas con el que mostrar cálidos bodegones de caza, con perdices, patos y conejos, (3) Arte Liberty in Italia. Índice de artistas. (4) E. BENEZIT: Dictionnaire des Peintres, Sculpteurs, Dessinateurs et Graveurs. Nueva edición bajo la dirección de Jacques Busse. Ednes. Gründ, París, 1999, tomo I, p. 231. (5) “Detalles del accidente”. Diario ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 21 de sep-tiembre de 1946, p. 18. (6) El Diario Vasco, Bilbao, 1 de marzo de 1941. (7) “Exposición de Pintura de Alejandro Alonso Rochi. Galerías Pallarés. Consejo de Ciento, 345 – Del 29 noviembre al 12 diciembre de 1941” (8) Cecilio BARBERÁN: “La Exposición Nacional de Bellas Artes”. Diario ABC, Madrid, 7 de julio de 1943, p. 10. (9) Periódico La Vanguardia, Barcelona, 7 de marzo de 1943, p. 4. (10) Se anunció la inauguración en el Diario ABC, Madrid, 18 de noviembre de 1944, p. 11. 7 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 frutas y recipientes metálicos; hay también bellos floreros, compuestos con evi-dente soltura, y marinas de San Sebastián, Vigo y Mallorca, caracterizadas por la sobriedad. Pondera de A. Rochi «sus excelentes dotes técnicas al servicio de una gran sensibilidad». A un lado de la página impresa figura una caricatura del artista dibujada por Vicente Flores11. Su cabeza aparece de perfil, de modo que destacan en su rostro enjuto una larga nariz y una amable sonrisa. Incide en su caballerosidad mediante la camisa impoluta surcada por la corbata a rayas, pero forma contraste con el mechón de cabello movido por una ráfaga de viento, cual simbólica referencia al numen o inspiración artística. Contamos con fotografías suyas fechadas en 1968 y podemos describir su porte como caracterizado por una mediana altura que estilizaba aún más su delgadez. Dos años más tarde A. Alonso Rochi vuelve a la mencionada galería de la capital hispalense, lo que entraña haber obtenido éxito con anterioridad, pues como el mismo crítico indica sus óleos «no sólo llegan al público, sino al técnico», so-bresaliendo particularmente sus flores, que llenan de optimismo cromático a los espíritus de quienes las contemplan12. Ahora bien, no restringió su ámbito artístico a Europa, era hispanoamericano y conocía la importancia cultural de Méjico, donde en 1951 tuvo la oportunidad de colgar sus cuadros. Entonces fue cuando su compatriota el escritor Salomón de la Selva (León, Nicaragua, 1893-París, 1959), considerado hoy el máximo representante del posmodernismo en su país, dedicó “Tres poesías a la manera de Rubén Darío. En elogio de las rosas que ha pintado Alejandro Alonso Rochi nicaragüense”13, incluyéndose en su edición las fotografía de dos composiciones florales y el «Jardín de la Casa de Eugenia de Montijo, en Granada». Precisamente la más compleja figura como perteneciente a la “Colección particular de la Excelentísima señora doña Beatriz Velasco de Alemán” y precede al poema de “Las rosas para la primera dama de México”, el cual se inicia de este modo: Rosadas, rojas, blancas, amarillas en botón, medio abiertas, deshojadas, tus rosas, Alejandro, de sencillas se vuelven en la mente complicadas. Y finaliza con los versos: Señora: el pintor dice que de España trajo estas rosas, pero o yo estoy ciego o mi cariño a México me engaña: porque estas son las rosas de Juan Diego. Coincidieron ambos con posterioridad en París cuando el literato, tras una larga estancia en Méjico y al iniciarse una nueva etapa en la vida política de su patria, fue nombrado embajador en Francia, mientras que el pintor se hallaba adscrito a la legación diplomática de Nicaragua, donde en 1959 realizaría otra muestra artística. Alonso Rochi durante las décadas de mediados del siglo XX presentó a menudo sus obras en Madrid. El día 18 de febrero de 1950 abrió una exposición en el Salón Dardo, en pleno centro de la urbe14; entre el 3 y el 16 de noviembre de 1952 colgaría otra en la misma galería15. Pero no siempre acudió a las mismas empresas, pues en octubre de 1954 inauguró una en los Salones Macarrón, instalados en el número 2 de la calle Jovellanos16, lo cual no fue obstáculo para volver a ofrecer de nuevo otra en el otoño de 1956 en el Salón Dardo17. Expuso en diciembre del año 1958 en la galería Toisón, ubicada en el nº 5 de la calle Arenal18, comentando el crítico Santiago Arbos Ballester que el artista había incluido «gran número de (11) M.O.: “Arte y Artistas. El pintor Alonso Rochi, en Galería Velázquez”. ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 19 de noviembre de 1947, p. 4. (12) M.O.: “Arte y Artistas. Flores y bode-gones de Alonso Rochi”. ABC. Edición de Andalucía, Sevilla, 2 de marzo de 1949, p. 5. (14) “Exposición Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 18 de febrero de 1950, p. 18. (15) “Arte y artistas. Exposición Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 2 (p. 56) y 16 de noviembre de 1952. (16) “Exposición Alejandro Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 15 de octubre de 1954, p. 34. (17) “Salón Dardo”. Diario ABC, Madrid, 14 de noviembre de 1956, p. 44. (18) “A. Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 9 de diciembre de 1958, p. 66. 8 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 bodegones y floreros y media docena de paisajes. De éstos los más notables son los titulados “Cuevas”»19. “El pintor de las flores” fue el título escogido para anunciar en octubre de 1961 su muestra en la galería Eureka, instalada en el nº 21 de la calle madrileña Caballero de Gracia20. Dos años más tarde haría otra que clausuró el 23 de febrero de 1963 en el Salón Cano, nº 38 de la carrera de San Jerónimo21, pero retornaría en noviembre de 1964 a la Sala Eureka22. Cuarenta y siete exposiciones individua-les y ocho colectivas es el balance que publican cuando en junio-julio de 1962 se presenta al concurso-exposición de pintura y fotografía patrocinado por la Fundación Rodríguez Acosta bajo el título Granada: La ciudad y su paisaje. En esa ocasión él incorpora una vista del «Patio de Lindaraja»23, en la Alhambra. Dicho lienzo se conserva ahora en Tenerife. Plasmó con sus pinceles otros enclaves de la bella ciudad del Darro, como la «Capilla Real», aunque su Ayuntamiento lo que posee es un característico cuadro, «Flores», cuyos 61,1 x 50,3 centímetros responden al característico enfoque de una composición en la que se percibe ante un cortinaje de color crudo y sobre una oscura mesa de madera la presencia de un búcaro verdoso, el cual resplan-dece con los claveles blancos, sin que falten los toques rosas y malvas de otras variedades florales. Debía atender Alonso Rochi no sólo su actividad artística, sino cuestiones relativas a la representación oficial de su país. Fue designado para distintos puestos del servicio diplomático primero en París y Praga, mas luego estuvo adscrito a la embajada de Nicaragua en España como Encargado de Negocios, de modo que la prensa en abril de 1967 publicaba la noticia de la reunión que habían tenido los embajadores de Hispanoamérica con el Ministro de Trabajo para preparar un congreso sobre “Promoción profesional de la Mano de Obra”, citándose su nombre entre los asistentes24. Allí en Madrid, a finales de 1967, residía en la calle Vallehermoso número 97, y fue entonces cuando atendiendo las indicaciones del cardiólogo preparó un viaje a Tenerife, que sería el preámbulo del que haría en julio de 1968 (lámina 1) a Italia con dos matrimonios residentes en esta isla, a los que vendría a visitar en Tenerife en alguna otra ocasión, como explicaremos en páginas posteriores. Con nombramiento oficial se mantuvo activo en Madrid hasta el 23 de diciembre de 1971, es decir hasta los 73 años de edad, pero luego no tendría mucho tiempo para seguir trabajando, pues falleció apenas dos años después en una clínica ma-drileña. El diario ABC el 14 de enero de 1973 anunciaba su muerte mediante una reseña necrológica, publicando que desde hacía cuatro décadas vivía en Europa y que había compartido su labor en la embajada “con su vocación, la pintura, que le dio fama internacional”25. Póstumo recuerdo La actividad diplomática refleja que mantenía un estrecho contacto con su país y ello explica bien el aprecio que allí ha existido por su labor incluso después de su muerte, cual prueba el hecho de que en el año 1993 se eligiera un «Bodegón» suyo para imprimir en un sello de correo de 10 córdobas, formando parte de una serie dedicada a la “Pintura Nicaragüense Contemporánea”. Un lustro más tarde, en 1998, se decretó la prohibición de exportar muchos cuadros suyos conservados en tres entidades bancarias, al ser incluidos en el “Patrimonio Artístico y Cultural de Nicaragua”, según el inventario hecho bajo la dirección del arquitecto Jaime Serrano Mena, entonces director de Patrimonio Cultural del Instituto Nicaragüense de Cultura. Lámina 1- Alejandro Alonso Rochi. (19) Santiago ARBOS BALLESTER: “Arte y Artistas”. Diario ABC, Madrid, 12 de diciembre de 1958, p. 69. (20) “El pintor de las flores”. Diario ABC, Madrid, 25 de octubre de 1961, p. 68. (21) “Alejandro Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 14 de febrero, p. 54, y 23 de febrero de 1963, p. 54. (22) “Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 17 de noviembre de 1964, p. 62. (23) Catálogo del 6º Concurso-Exposición de Pintura y Fotografía “Granada: La ciudad y su paisaje”. Fundación Rodríguez Acosta, Granada junio-julio 1962, s.p. Se incluye una breve reseña biográfica, pero no figura ninguna fotografía de su cuadro. (24) “Próximo Congreso Iberoamericano de Promoción Profesional de la Mano de Obra”. Diario ABC, Madrid, 8 de abril de 1967, p. 63. (25) “Fallece el pintor y diplomático nicara-güense Alonso Rochi”. Diario ABC, Madrid, 14 de enero de 1973, p. 53. 9 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 La relación numerada de esa orden incluye los lienzos que citamos a continua-ción. En el Banco Central, con el nº 146, «Jardines de Aranjuez». En el Banco de América: nº 02, «Pancorbo I»; 04, «Capri»; 20, «Pancorbo II»; 21, «Pancorbo III»; 50, «Wadarrama» (debe entenderse Guadarrama); 51, «San Sebastián»; 52, otro lienzo de «San Sebastián»; 64, una segunda vista de «Capri». En el Banco Nicaragüense el número 041 cita el «Jardín en la ciudad», tela de “40 x 44 pulgadas” y del año 1955 según esa lista gubernamental26. Pero algunas de esas entidades financieras quebraron y el Banco Central de Nicaragua organizó la subasta de 900 obras de arte, distribuidas en 504 lotes, que formaban parte de sus activos. La puja tuvo lugar a cargo de la firma mejica-na Galerías Louis C. Morton durante los días 12 y 13 de junio en el Salón de los Cristales ubicado en el Teatro Nacional Rubén Darío en la capital nicaragüense27. De las 840 pinturas se vendieron 664 por más de un millón de dólares, seis de ellas compradas por extranjeros28, y días después se publicó: “Las obras más coti-zadas fueron las de Armando Morales, Rodrigo Peñalba, Alejandro Alonso Rochi, Federico Norldam y Alejandro Arostegui”29. El «Jardín en la ciudad» fue vendido por 9.000 dólares y se prohibió exportarlo, dado que era una de las 64 piezas consideradas patrimonio nacional. La arquitecta Flor de María Rivera, en calidad de directora de Patrimonio Cultural del Instituto Nicaragüense de Cultura, dictó una advertencia a los administrado-res de aduana para evitar la salida, entre otras piezas, de «OBRAS ARTÍSTICAS ESPECÍFICAS (Subasta de obras de arte, Banco Central de Nicaragua, 12 y 13 de junio de 2003)», incluyendo los siguientes cuadros de Alejandro Alonso Rochi: «Jardín en la ciudad», «Pan Corbo I», «Pan Corbo II», «Pan Corbo III» (debe entenderse Pancorbo), «Capricho Nº 1» y «Capricho Nº 2»30. Tal cantidad de piezas en recintos de esa índole se debe a que han podido ir for-mando buenas colecciones artísticas, que redundan en la vida cultural del país. Ello explica dos actuaciones del Banco Central de Nicaragua en fechas recientes. La primera tuvo lugar en diciembre del año 2001 cuando se llevó a cabo la inauguración de su Pinacoteca31, donde se han colgado obras del impresionista Juan Bautista Cuadra, paisajes de Ernesto Brown y “bodegones decorativos” de Alejandro Alonso Rochi, entre otros32. La segunda corrobora la anterior, pues se trata de la organización del Certamen Nacional de Pintura entre jóvenes artistas, cuya segunda convocatoria fue en el año 2003 en homenaje a Alonso Rochi33, de modo que en las reseñas periodísticas se incluyeron biografías suyas y alguna fotografía del mencionado cuadro «Jardín en la ciudad». El recuerdo que le ha mantenido su ciudad natal ha sido también fructífero, de modo que el festival “Viva León 2000”, inaugurado por el Vicepresidente del Gobierno nicaragüense, incorporó a los actos una exposición de los mejores pintores nacidos allí, presentándose cuadros de Ramón y Toribio de Santelices, Juan Bautista Cuadra, Pastor Peñalba, Alejandro Alonso Rochi… La obra de éste se atesora en domicilios particulares e instituciones, de modo que se la puede contemplar en el Paraninfo de la UNAN- León, donde se ha constituido “una muestra excelsa de la pintura nacional, con proyección universal”, enriqueciendo aún más a esa población definida como “una ciudad-galería”34. No debe soslayarse el hecho de que sus cuadros se encuentran en distintos países de Hispanoamérica, pues los presentó en Méjico, Buenos Aires, Lima… También los hay en Estados Unidos –expuso en Washington–, Inglaterra, etcétera; no obs-tante, gran parte de ellos se encuentra en España. La prensa nicaragüense se ha hecho eco de todas esas manifestaciones artísticas, pero también se ha evocado el nombre del artista en libros como el titulado Héroes sin fusil que ha escrito Jorge Eduardo Arellano, donde relata las gestas y rasgos biográficos del cacique Nicaragua, próceres civilizadores, gobernantes, poetas, narradores, periodistas… (26) Gobierno de Nicaragua, Acuerdo Administrativo número 03-98, fecha 8 de junio de 1998. (27) Auxiliadora ROSALES: “Obras al martillo”. La Prensa, Nicaragua, 6 de junio de 2003. (28) Arnulfo AGÜERO: “Más de US dólares 1 millón por venta de arte”. El Nuevo Diario, Managua, domingo 22 de junio de 2003. (29) Marta Leonor GONZÁLEZ: “Subasta de arte mejoró precios”. La Prensa, Nicaragua, 16 de junio del 2003. Cita como vendido por 9.000 dólares el cuadro «Jardín», refi-riéndose al titulado «Jardín en la ciudad». (30) Gobierno de Nicaragua, referencia CT/120/2003, fecha 15 de agosto del año 2003. (31) “Inaugurada Pinacoteca del Banco Central”. El Nuevo Diario, Nicaragua, 19 de diciembre de 2001. (32) Alvaro URTECHO: “” Editan libro sobre la Pinacoteca del Banco Central de Nicaragua”. Periódico Bolsa de Noticias, Nicaragua, 11 de diciembre de 2001. (33) Auxiliadora ROSALES: “Trazos y colorido en homenaje a Alejandro Alonso Rochi”. La Prensa, Nicaragua, 23 de junio de 2003. Sección “Revista”. (34) Mercedes PERALTA: “Proyectan la restauración de edificios monumentales en León”. La Prensa, Nicaragua, 8 de no-viembre de 2002, Sección de “Regionales”. 10 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 Entre ellos figura “Alejandro Alonso Rochi y sus flores pulcras y eternas”, al que dedica varias páginas35. Discípulos Su proyección artística se refleja mediante los cuadros esparcidos por multitud de puntos del globo terráqueo, pero también se verifica merced a quienes si-guieron sus enseñanzas prácticas en el área de la pintura, es decir sus discípulos. Citaremos dos de ellos. Sería en la época que Rochi pasó en París cuando impartiría sus conocimientos a Georges Langlais Rodríguez, que utilizaba el seudónimo “Gal” para sus trabajos como ilustrador de comics en Francia, por ejemplo algunos de los publicados en el «Journal de Spirou»36. Hijo de un diplomático francés y una bogotana, nació en 1915 en Larache (Marruecos) y casó en 1974 con la colombiana Ofelia Acosta Osorio, Licenciada en Arte y Decoración –especialidad de Escultura– por la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, lo cual explica que terminaran instalándose definitivamente en Colombia, en cuya capital impartió él enseñanza en la Facultad de Arte adscrita a la Universidad Nacional y falleció en 199537. Dejó tras de sí una extensa relación de cuadros, cuya impronta estilística se comprende mejor teniendo en cuenta la personalidad de quien recibiera la pertinente enseñanza. En su juventud Langlais participó en colectivas parisinas como el Salon d´Hiver (1936, 1937 y 1938), Salon des Independants (1939 a 1952) y el Salon de l´Ecole Française (1945), mas también llevó a cabo tres muestras individuales en Saint Cloud (Francia) en 1954-56. Después lo hará en Hispanoamérica, tras asentarse en Bogotá, donde ofrecerá exposiciones individuales entre 1967 y 1993. Su versatilidad le permite afrontar con buenas editoriales los encargos de ilustraciones, además de realizar cuadros y composiciones murales, caso del «Homenaje al Salvador» en la iglesia de Puerto Rico (Departamento del Meta, Colombia) o la «Visión de la Gesta Bolivariana» (colección particular, Bogotá)38. Más huella dejó Alejandro Alonso Rochi en su discípulo José Rosales Arostegui, quien vio la luz hacia 1924 en Ogíjares (Granada). En esa provincia comenzó su formación con Rafael Latorre, mas luego se trasladaría a Madrid para proseguir sus estudios artísticos; allí en 1954 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes. El sello del magisterio del nicaragüense lo verificamos simplemente en la referencia de algunas exposiciones del granadino en Madrid; por ejemplo a finales de octubre de 1966 se anunciaba una suya de “Floreros y Bodegones” en Alcón –calle Infantas nº 27–; otras con igual título se inauguraban en octubre de 1973, noviembre de 1978 y 1982 en la misma sala39. A comienzos de 1984 en Toison –Calle Arenal nº 5– se hallaba una muestra conjunta de óleos de José Rosales y Pablo Cuesta, y esa galería organizaba en enero de 1989 otra de “miniaturas a la acuarela” por Perachio y óleos de J. Rosales40. Siguió la senda abierta por su maestro y expuso asimismo en Sevilla, concretamente en marzo de 1977 y 1979, y mayo de 1980 y 1981 en el Círculo Mercantil41. En 1977 el hispalense diario ABC incorporaba una fotografía de un «Florero» suyo y el comentario de Manuel Lorente: “Una pintura hecha con oficio y hasta con encomiable virtuosismo en no pocos de los cuadros que componen la muestra”42. Cuatro años después el mismo crítico, bajo la fotografía de un bodegón de Rosales, alababa “la ya reiterada lección de honestidad de quien, habiendo encontrado su propio camino, permanece ajeno a todas las modas y también a todos los modos que no son aquellos que comulgan con sus propios conceptos”43. Esas últimas palabras podrían haber sido aplicadas también a su maestro. (35) Jorge Eduardo ARELLANO: Héroes sin fusil. Editorial Hispamer. Managua (Nicaragua), 1998, nº 59, pp. 151-4. (36) En el comic francés «Spirou» realizó con Joly episodios de la serie “Oncle Paul” en 1954-56 y 1959. (37) En ese año se organizó un “Homenaje y retrospectiva” George Langlais, en el Taller Luz y Sombra, Bogotá. (39) Diario ABC, Madrid, edición de la ma-ñana, 28 de octubre de 1966, p. 84; 19 de octubre de 1973, p. 57, y 25 de octubre de 1973, p. 60; 21 de noviembre de 1978, p. 76, y 18 de noviembre de 1982, p. 71. (38) Escribió George LANGLAIS RODRÍGUEZ unas Notas autobiográficas, publicadas en Bogotá, s.f. (40) Ibidem, 9 de enero de 1984, p. 60; 10 de enero de 1989, p. 85. (41) Diario ABC, Sevilla, 13 de marzo de 1977, p. 30; 28 de marzo de 1979, p. 73 ; 10 mayo de 1980, p. 54.; 13 de mayo de 1981, p. 73. (42) Manuel LORENTE: “Noticias y exposi-ciones”. Diario ABC, Sevilla, 28 de marzo de 1979, p. 73. (43) Ibidem, 13 de mayo de 1981, p. 73. 11 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 Pautas estilísticas y géneros pictóricos El estilo de Alonso Rochi en modo alguno elige la vía de la abstracción o el expresionismo, no le atrae la vanguardia y opta francamente por un realismo tradicional, con un dibujo bien hecho y una pincelada compacta. Ello lo hace con evidente virtuosismo en las naturalezas muertas, es decir en los bodegones de caza y floreros, pero también plasmó a menudo los paisajes, constando asi-mismo que abordó el retrato, la mitología, el género costumbrista, etc. En los años 40 emplea a menudo la técnica del óleo sobre cartón, por ejemplo en sus tres vistas de «Pancorbo», en algunas de «San Sebastián», o en sus composiciones «Capricho nº 1» y «Capricho nº 2» sin fechar, pero luego utilizaría generalmente el lienzo. El formato suele ser mediano para los floreros, ampliándolo en el caso de bodegones y paisajes. Respecto a su producción artística, en un diario de Managua ha publicado Auxiliadora Rosales que el artista sobresalió “como pintor de naturalezas muertas, la mayoría de sus temas fueron bellos bodegones, pero también cultiva el tema floral con gran maestría, especialmente las lumínicas rosas. Su obra se caracteriza por su detallismo y acuciosidad”44. La representación de los floreros fue sobresaliente en su carrera. Eligió a menudo las rosas prefiriendo presentarlas blancas o de un solo tono, aunque no evita el combinarlas con algunas otras de distinto color. Ahora bien, no soslayó el incluir otro tipo de plantas con diferente cromatismo, caso de un «Bodegón de flores» existente en Illinois45, donde una jarra de cerámica clara está llena de claveles rosados y rojos, recortándose sobre un fondo blanco, mientras que una pléyade floral aparece volcada sobre el oscuro tapete de la mesa. En una tela perteneciente a su familia46 incorporó dos búcaros con «Rosas y claveles» –80 x 70 cm–, en una composición frecuente en su trabajo: situar no uno sino dos recipientes de diferente altura para eludir la simetría clásica e imprimir una vitalidad barroca que rompa el concepto de “naturaleza muerta”. Tampoco faltaron, en composición diagonal, las «Peonías», título de un cuadro suyo –81,28 x 66,04 cm– presentado en Segre Subastas, Madrid, en febrero del 2003, o el «Bodegón de gladiolos y margaritas» puesto a la venta por la madrileña Galería Durán en 1992. El aprecio por tal género de obras se capta en el mercado artístico de muchas partes del mundo y hasta fechas muy recientes. Un «Bodegón de rosas» –72 x 59 cm– y un «Centro de flores» –54 x 65 cm– ha puesto a la venta la Galería de Arte Alpide en Vigo. Ambos lienzos ofrecen la característica luminosidad del pincel de este maestro, de manera que la cascada floral brilla con una opulencia que apenas deja espacio visual al fondo de la composición. En el primero de ellos el búcaro de tonalidad azul-verdosa está lleno de rosas, que resaltan sobre una figurada tela de brocado turquesa, de modo que el cromatismo gira sobre las matizaciones del azul en contraste con los claros pétalos. En la segunda obra se contempla un recipiente de cobre lleno, hasta derramarse, de flores rosadas. En esa misma ciudad, entre los bienes del Casino de Vigo salió a subasta en 1992 una pintura de “tema floral” –50 x 60cm–47. La Galería Yelmo de Cartagena en el año 2009 ha incorporado a su oferta un «Bodegón de flores», con marco tallado, donde el búcaro bicolor no está centrado sobre la tela, sino posado ligeramente hacia un lado y apenas se capta el material con el cual está hecho, pues al pie de él ha trazado un ramillete de tonos rosa y violeta como si hubiera tratado de contraponer la esplendidez de las grandes rosas con la humildad de estas florecillas, destacando el conjunto sobre el fondo azul grisáceo. Suele utilizar un recurso óptico en esas obras: el característico horror vacui, horror al vacío, lo lleva a cabo mediante el procedimiento de enmarcar el lienzo sin apenas dejar a la vista el presunto fondo, a menudo neutro o simulando textiles; obtiene (44) A. Rosales, op. cit. (45) Dictionary of Art Narod. Rusia. (47) Boletín Oficial de Estado, Madrid, nº 219, viernes 11 de septiembre de 1992. 12 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 así el efecto de una vegetación cuya propia vida parece romper la opresión del contorno lignario del marco. Un ejemplo de ese tipo de composición se advierte en la «Naturaleza muerta con flores» –81 x 64 cm– que en el verano del año 2009 han incluido en sus lotes las Galerías Louis C. Morton en Lomas de Chapultepec. El resultado es atractivo al coaligar la claridad de los pétalos de las rosas centra-les de un búcaro azul con el punto de fuga levemente alzado de la composición visual, situando al pie otro ramo, menor pero más compacto, de rosas blancas. En el caso de las frutas cambia su enfoque, pues da protagonismo a éstas pero también a los recipientes y canastas que las guardan. La mencionada Galería de Arte Alpide, en Vigo, ha incorporado a su oferta un «Bodegón de cerezas» –52 x 65 cm– y un «Bodegón de frutas» –54 x 69 cm–. Ambos permiten captar la precisión del dibujo, por ejemplo en las verdes hojas o en la cesta de donde han vertido las cerezas, utilizando un fondo claro sin temor a disponer ante él una sopera de porcelana blanca, lo que denota pulso para fijar los contornos y seguridad al dar las pinceladas del color. En la segunda naturaleza muerta está muy bien trazada la vasija bicolor de barro rodeada por uvas claras y negras, un cesto de manzanas, hojas de vid... A menudo eligió el fruto de esta última para ese género de obras: en el «Bodegón» –85 x 100 cm– que su familia en el año 2010 remitió a Madrid para su venta combina la presencia de las uvas y una jarra. Ese mismo pulso manejando el pincel se verifica en el «Bodegón» que se reproduce en el ya comentado sello de correo nicaragüense (lámina 3), donde la calabaza comparte espacio sobre la mesa de madera con un saco blanco, un plato de barro con decoración humana, un jarro grande y otro menor de barro vidriado, uvas negras, melocotones, etcétera. En esta obra dividió visualmente la superficie rectangular en dos triángulos, opuestos por la tonalidad oscura predominante en la parte inferior y lado derecho frente a la más clara para la parte superior y costado izquierdo. Su maestría también se admira en las naturalezas muertas donde figuran las presas abatidas en las cacerías. Tal afirmación se comprueba en el «Bodegón de caza» –81 x 100 cm– que Fernando Durán Subastas de Arte, en Madrid, ofertó en marzo de 1999. Sobre una mesa con mantel blanco están las aves y a un lado una liebre, con las patas posteriores apoyadas en la pared y las anteriores sobre una cesta llena de castañas, pero también hay racimos de uvas blancas y negras, rojas manzanas, así como una jarra de cerámica pintada centrando la composi-ción. Tras ella aparece un decorativo plato de cerámica, situado en vertical entre las hojas de la parra y una tela de rico brocado en azul y negro, como fondo en diagonal contraponiéndose a la horizontalidad de la mesa. El resultado es un óleo de gran calidad. Cuando afronta los paisajes utiliza con frecuencia los tonos ocres y los verdes, algo ineludible si debía representar lugares de Castilla la Vieja como «Pancorbo», en sus tres versiones –47 x 39 cm– del año 1941, o la Sierra del Guadarrama. El sur de la Península Ibérica pudo también captarlo con sus pinceles, pues no ha de olvidarse que durante un tiempo residió en Granada («Cuevas del Sacromonte»). En la vecina Málaga supo reflejar el encanto de «Ronda», y una fotografía de esa obra la incluyó como felicitación navideña en 1966-67. En la provincia gaditana sucedió igual con las cuevas de «Arcos de la Frontera» y en la almeriense con «Tabernas». Esa relación de lugares se alarga con obras relativas a Vigo, Mallorca, etc. Solía pasar sus vacaciones en San Sebastián, pudiendo percibir su belleza con tranquilidad, de modo que dos óleos con ese título, uno de ellos sobre cartón de 47 x 39 cm, se incluían en 1998 entre los fondos artísticos del Banco de América, en Managua. Otros puntos del País Vasco centraron su atención, cual fue el Puerto Viejo en Guecho (Vizcaya). Conoció bien la geografía hispana, mas no deben Lámina 3.- Sello de correo de Nicaragua con «Bodegón» de A. Alonso Rochi. 13 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 olvidarse las pinturas realizadas fuera de la Península Ibérica, por ejemplo las alusivas a las «Termas romanas» en la Ciudad Eterna, Capri… A menudo trazó vistas de jardines como el de Aranjuez, punto de atracción para paisajistas como el bien conocido Benjamín Palencia y otros artífices de la mis-ma época. Entre éstos se incluye el manchego Bautista Fernández (Valdepeñas, Ciudad Real, 1907-1980, Aranjuez), el cual residía allí y entabló amistad con A. Alonso Rochi al igual que con otros pintores, caso del madrileño Cubas y el catalán Sixto Alberti48. Mas en muchos casos no se ha concretado su adscripción exacta. Esto último acontece con el ya citado «Jardín en la ciudad» –98 x 110 cm–, donde un gran parterre aparece flanqueado a uno y otro lado por árboles de muchas variedades botánicas y recortados sobre el cielo azul con blancas nubes. El punto de fuga de la composición visual está marcado por el parterre, en cuya traza los jardineros han preferido las formas circulares o curvilíneas, resguardadas por las líneas rectas de los setos laterales. La luz refulge sobre él y sobre los árboles de un lado, con-trapuestos por el tono más oscuro de los del otro costado y el fondo. El resultado final es una pintura donde el verde y el ocre-amarillo no parecen expresar la alegría exultante de los floreros, sino visualizar el raciocinio de la traza vegetal. En otro «Jardín» –55 x 46 cm– el formato no es alargado sino vertical para mostrar mejor el estrecho paso entre los parterres situados a uno y otro lado, así como la verticalidad de los arcos vegetales alzados simétricamente sobre ese paseo de tierra que conduce a una pequeña fuente. En algunas ocasiones fijó su atención en espacios más pequeños, cual sucede con un doméstico «Paisaje» –90 x 80 cm– propiedad de la familia del pintor, que muestra la esquina de un patio con una sencilla puerta y una ventana sobre ella, así como un ventanuco a un lado además de algunos elementos peculiares como unas macetas; prevalecen los tonos ocres salvo en el oscuro hueco del vano de entrada, donde la mirada del espectador parece frenarse. La relación pictórica descrita no ha de soslayar el hecho de que Alejandro Alonso Rochi supo representar bien la figura humana en retratos, mitología o escenas costumbristas. Respecto a la pintura de género es muy conocida la del «Niño fu-mando », pues la revista El Bibliófilo editada en Madrid a comienzos del año 1948 la reprodujo en una fotografía a plena página, complementando el comentario del crítico Cecilio Barberán sobre tal cualificado “pintor de flores y jardines es-pañoles” 49. En ella se contempla a un sonriente mozalbete. Su pobre condición la denota su atuendo, además está sentado al pie de una tinaja de barro, que quizás aluda al vino en el que terminará enviciado. Toda esa iconografía prueba que el autor sabía hacer una pintura social con mensaje. Respecto a esto último no ha de soslayarse la mención del realismo vertida en una reciente crítica sobre otro artífice en un diario nicaragüense, para resaltar la influencia ejercida en su ámbito nacional por él y por artistas como Ernesto Brown, Leonel Cerrato o Carlos Montenegro50. Obra también de esas pautas es la del «Niño con naranjas» –70 x 53,5 cm– (lámina 2), que en Madrid puso a la venta Fernando Durán Subastas de Arte en julio del 2007. Aparece en dicha tela un mocito de humilde aspecto, como denotan las lonas blancas que calza y su atuendo: pantalón gris, camisa de tono canelo y chaqueta marrón oscura. Está sentado sobre el suelo y con su espalda apoyada en una pared; a su lado se contempla una estilizada vasija de barro y varias naranjas, precisamente una de ellas coge con su mano el jovenzuelo. Tiene cómodamente sus piernas cruzadas, una en horizontal y otra en vertical para imprimir vitalidad al sedente cuerpo; el candor de su rostro pensativo atrae la mirada del espectador, mientras que el citado recipiente y las refulgentes naranjas constituyen todo un «cuadro dentro del cuadro». Lámina 2.- «Niño con naranjas». Madrid. (48) Cecilio FERNÁNDEZ BUSTOS: “La mirada de Bautista Fernández. Un man-chego en Aranjuez”. WordPress.com, 21 de marzo de 2010. (49) Índice de las Artes. Suplemento de la revista El Bibliófilo. Director, Federico Velilla. Ednes. Biblis, Madrid, nº 17 (enero de 1948). (50) Arnulfo AGÜERO: ¿Beteta pintor o una gran estafa? El Nuevo Diario, Managua, 8 de mayo de 2002. 14 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 El incluir en una pintura dos tipos de representación se capta algunas veces en la producción artística de Rochi. Se comprueba en el antedicho lienzo pero también se verifica en el comentado «Bodegón» reproducido en el sello de correo nicara-güense. En este último caso, al detener la mirada sobre el plato que aparece tras las jarras de barro, se reconocen dos personas de pie que entablan una conversación, debiendo de identificarse quizás con una alusión simbólica o literaria. En alguna ocasión se le ha citado como retratista. Muy joven todavía plasmó los rasgos de Rubén Darío en dos ocasiones: la primera como un simple ejercicio docente, pues copia una fotografía hecha en Washington en 1915; la segunda vez fue en febrero de 1916 durante el velatorio en la Universidad tras el fallecimiento del poeta. En relación con esa temática queda asimismo la anécdota relatada por el literato José Coronel Urtecho (Granada, Nicaragua, 1906-Managua, 1994), quien destacó que un retrato es el reflejo de la apariencia real de un ser huma-no y una fotografía de su vida, contando que Rochi había querido hacerle uno, cuando residían ambos en Madrid, pero después de tres o cuatro intentos dejó sin finalizar el boceto51. Tal comentario lo hacía para señalar con sencillez lo prolijo de su temperamento, pues dicho escritor estuvo afectado por una crisis mental que logró superar, pudiendo desempeñar cargos diplomáticos en Estados Unidos y España, donde coincidiría con el pintor. Obras en Tenerife La amistad con el Dr. D. Antonio Rodríguez López y señora, granadinos domi-ciliados en Santa Cruz de Tenerife, ofrecería al artista la oportunidad de venir a esta ciudad en varias ocasiones, siendo muy bien acogido por ellos. Incluso en julio de 1968 los tres tuvieron la oportunidad de llevar a cabo un viaje de recreo por Italia junto con el matrimonio F. Mederos-I. González, vecinos asimismo de la capital tinerfeña. Ésa es la razón de que haya cuadros suyos en viviendas ca-narias. La mayoría representa composiciones florales pero se incluyen asimismo bodegones y un paisaje. Seis lienzos pertenecen a un mismo propietario. Uno representa «Bouganvilles» de tono naranja y otro un «Florero de rosas blancas» (lámina 4), muy bello y elegante, pues el artista ha sabido conjuntar los elementos de la composición y la paleta fría del color: ante un etéreo cortinaje gris claro destaca el tupido ramo de blancas rosas que hunden sus tallos en un cristalino jarrón verde; la base radica en el ta-blero marrón sobre el que aparecen también más flores y pétalos caídos. Obtiene así un sutil equilibrio, pues la impavidez del búcaro y la mesa se contrapone a los pliegues textiles de la cortina y a las flores sueltas, cual símbolo visual de la floreciente Naturaleza con su efímera temporalidad. El propio pintor le regaló una veduta, óleo de 60 x 73 cm, donde se aprecia una vista del «Patio de Lindaraja» en la Alhambra de Granada, caracterizado por su cantarina fuente entre los árboles y parterres, vegetación que el turista puede contraponer a la alineada arquitectura con arcos de medio punto sobre esbeltas columnas. Se trata del cuadro que había presentado en 1962 en la Fundación Rodríguez Acosta, al cual habíamos aludido en páginas anteriores. Tiene asimismo tres naturalezas muertas. Un «Bodegón» en el que, siguiendo una presunta línea diagonal, hay una verde calabaza y unas manzanas amarillas, ade-más de una frondosa planta, situadas junto a una tinaja de barro, sin que falten unas hojas secas cual símbolo de la fugacidad de la vida vegetal ante la presunta perdurabilidad del recipiente, cuyo contenido puede ser agua o vino. El blanco del tejido infunde una claridad expositiva al conjunto que descansa sobre él. El segundo «Bodegón» destaca por la vivacidad cromática, pues muestra una olla metálica cuyo brillo áureo se contrapone a las rojas cerezas que hay en su interior (51) José CORONEL URTECHO: “José Coronel Urtecho siendo pintado por Dieter Masuhr o autorretrato con pintor”. En Prosa reu-nida. Nueva Nicaragua, Managua ,1985, pp. 243-275. Lámina 4.- «Florero con rosas blancas». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. 15 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 y alrededor. Además a su lado aparece un cesto lleno de encarnados melocotones. Es toda una sinfonía de tonos que inducen a captar mejor el presunto movimiento de las frutas que han vertido fuera del recipiente. El tercer cuadro de este género sigue las directrices de los ya descritos, aunque incorpora a un lado una cesta de frescas uvas que atraen la mirada hacia el fondo. Asimismo nos consta por su anterior propietaria que se conserva en la capital tinerfeña otro «Bodegón» firmado por A. Alonso Rochi, tratándose del mismo formato, técnica y estilo de los ya comentados, todo lo cual corrobora la pericia adquirida en su representación y la buena acogida recibida del público. En un tercer domicilio particular de la capital tinerfeña está un óleo –70 x 58 cm– con dos «Floreros». Sobre un fondo gris claro se recortan los perfiles de los búca-ros: el mayor, alargado y con rosas blancas, centra la composición, mientras que el esférico es menor y sostiene rosas de esa tonalidad homónima. Varias flores blancas aparecen caídas sobre el presunto soporte lignario de ambos. La paleta es fría, pues al mencionado cromatismo de las plantas se añade el azul en distin-tos matices de las dos vasijas, siendo iluminado el conjunto por una luz clara de arriba hacia abajo en diagonal. En la antigua residencia de unos conocidos del artista se conservan cuatro lienzos, tres de tema floral así como una naturaleza muerta. Uno con el protagonismo de las «Bouganvilles» (lámina 5) mide 80 x 64 cm y está formado por un jarrón de cerámica estampada en azul con flores de esa especie en tono anaranjado. El fondo es gris claro sobre una base más oscura, de manera que la alegría cromática de las plantas imprime optimismo al espectador, sin que ello sustraiga la primordial búsqueda de la estética. Otro «Florero con rosas blancas» (lámina 6), de igual me-dida que el anterior, recorta sus perfiles sobre un fondo textil de brocado azul, mas algunas flores están esparcidas sobre la mesa, procedimiento éste habitual en el artista, que parece sugerir así la libertad de la Naturaleza, expandiendo el rojo y el azul del búcaro un aura vital. Se encuentra allí otro «Jarrón con rosas» menor –70 x 58 cm–, cuyas flores blancas y rosadas contrastan con el dúo cromático del recipiente, todo ello sobre un fondo azul. En el mismo domicilio que los anteriores se halla un «Bodegón» (lámina 7) de 70 x 58 centímetros. Figura una cesta de mimbre oscuro, volcada de manera que vierte las rojas ciruelas puestas en su interior; a su lado se alza un botijo Lámina 6.- «Florero con rosas». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. Lámina 5.- «Bouganvilles». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. Lámina 7.- «Bodegón». Col. particular, Santa Cruz de Tenerife. 16 CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012 de agua, tras el que se vislumbran las verdes hojas de la vid, todo ello sobre un fondo marrón oscuro que se va haciendo más claro al confundirse con la base de la composición. Es una naturaleza muerta muy bien dibujada. Además las pince-ladas están dadas con firmeza, lo que permite apreciar la seguridad de la mano del artista, sin que ello impida a su ojo matizar con suavidad los efectos de luces y sombras. El resultado es una obra bella y a la vez cercana al espectador por la cotidianeidad de los elementos representados. En realidad las visitas a Tenerife de Alejandro Alonso Rochi fueron motivadas por el descanso, a la búsqueda de recuperar la salud. Estaba aquejado por problemas cardiacos pero ello no le impidió seguir realizando hermosas composiciones, las cuales hoy son atesoradas en esta isla tan lejana de su patria natal. Las distancias se acortan cuando se admira el Arte en su genuina belleza. |
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