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Todos los residentes en el Archipiélago conocemos que Canarias, una comunidad ale-jada
de los centros de decisión de Europa, angostada por una economía dependiente,
y estrangulada por la inestabilidad de un medio físico muy frágil, sólo pudo enfrentar
un desarrollo económico estable en las últimas décadas del siglo pasado. Por el con-trario
el extraordinario atractivo que su singular renta de situación concitó entre los
países implicados en el dominio y control del Atlántico Oriental permitió desde tiempos
remotos un modelo de desarrollo que caracterizó todas y cada una de las épocas en
nuestra relación comercial, política y cultural con el continente europeo.
Así, desde los primeros lustros tras la conquista la minoría gobernante se planteó el
aprovechamiento de las condiciones térmicas subtropicales de las zonas costeras de
las Islas, para crear una estructura económica sustentada en la agricultura de regadío,
básicamente de exportación, conformando un modelo muy sensible a los vaivenes de
las coyunturas exógenas, ajenas a las expectativas de los canarios.
En palabras de J. F. Martín, 2001, p. 1991:
“Sus estrategias de control [las de los comerciantes extranjeros] y de
obtención de beneficios se basaban en un modelo económico comer-cial,
de exportación de los productos locales agrícolas e importación
de mercancías del exterior. Así, convirtieron a las islas en un mercado
cuya demanda interna se preparaba para recibir y cubrir la avalancha
externa, en perjuicio de la producción doméstica y de la formación de
un sector productivo industrial que posibilitara...un desarrollo de lo
que se consideraba, hasta bien avanzada esta centuria, una colonia,
con todos los matices que se precise introducir...”
El turismo de masas en Puerto
de la Cruz. Agentes implicados
en su fase iniciática
José Manuel González Rodríguez
(1) J. F. MARTIN RUIZ, Geografía de
Canarias: Sociedad y Medio Natural,
Ediciones del Cabildo Insular de Gran
Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 2001.
Los primeros establecimientos hoteleros
en los Llanos de Martiánez.
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Martiánez.
Tal modelo de estrategia comercial mantuvo su vigencia hasta la llegada de la década
de los sesenta del siglo pasado. Entonces, de acuerdo con los comentarios de Burriel
de Orueta, 19812, p. 121:
“… este esquema de la agricultura tradicional se (vio) afectado por
condiciones nuevas, planteadas por las exigencias de desarrollo del
capitalismo.
Por una parte, y por primera vez en la historia de Canarias, la demanda
exterior no va a ser de productos agrícolas, sino de algo muy diferente:
las instalaciones necesarias para gozar de sus peculiares condiciones
climáticas, sobre todo en invierno; es decir, el turismo”.
Como corolario, la llegada del turismo a Canarias implementa un nuevo modelo eco-nómico,
que, en esencia, no se diferenció de aquel reconocible en periodos históricos.
Con todo, el fenómeno ha incidido notablemente en numerosos factores dinamizadores
de la estructura económica de las Islas; mas, como reconoce J. A. Rodríguez Martín,
20043, p. 71:
“La hipótesis de trabajo, que a nuestro entender define estructural-mente
al desenvolvimiento económico canario y a la existencia de esos
condicionantes, tiene por referencia medular un hecho explicativo: los
cambios que se han ido registrando, han sido efectivamente capaces
de alterar ciertas pautas de funcionamiento, las cuales han acentuado
y desarrollado nuevas fuerzas productivas, pero no han supuesto trans-formaciones
de “naturaleza” en la formación del excedente, ni relevos
sustanciales en el bloque de fuerzas protagonistas que, históricamente,
han capitalizado el proceso económico canario. Es en base a ello, y a
la sistemática reproducción de problemas, por lo que insistimos en
calificar al modelo con la adscripción de Gunder Frank de “continuidad
en el cambio”.
Por consiguiente, nos encontramos ante un modelo que, en cierta manera, podría
desligarse del clásico asociado con la expansión atlántica de los países europeos; pero
que, sin embargo, ha redundado en reproducir el denominado negocio de explotación
de los “mercados cautivos”. Sin que podamos confirmar la certeza de tal aseveración,
intentemos desvelar algunos indicios sobre tal cuestión deteniéndonos en primer lugar
en los antecedentes históricos que determinan el desarrollo y expansión de esta nueva
industria en el entorno del Valle de La Orotava.
Apuntes sobre la historia del turismo de masas en Canarias
Como ya hemos comentado, las relaciones comerciales y culturales del Archipiélago
con distintos países del viejo continente (principalmente Gran Bretaña) conformaron
una dilatada actividad de intercambio que, en particular, propició una continua visita
de numerosos viajeros ilustrados al Archipiélago. De este modo, ya en las centurias
pasadas Canarias se convirtió en una de las estaciones privilegiadas donde los turistas
continentales demoraban su estancia cuando realizaban pesados y costosos viajes
transcontinentales.
La bondad del clima y el aprovechamiento de las condiciones inmejorables para la cura
de enfermedades originaron un considerable desarrollo de la oferta turística, localizada
sobre todo en lugares de renombre paradisíaco, el Puerto de la Cruz en Tenerife o los
municipios de Las Palmas y de Santa Brígida en la isla de Gran Canaria. Sin embargo,
este turismo incipiente nada tuvo que ver con el posterior boom de la demanda terciaria
de ocio, por cuanto en el primero de los casos contó con visitantes “privilegiados”, de
reconocida solvencia económica y pertenecientes a los estratos más adinerados de la
sociedad europea; de tal modo que la oferta turística de las Islas a finales del diecinueve
(3) J. A. RODRÍGUEZ MARTÍN, “Tres as-pectos
en el Modelo de Crecimiento Reciente
de la Economía Canaria. Condiciones
Estructurales, Configuración Estructural
y Salida de la Crisis”, en Canarias ante el
Cambio, Ediciones IDEA, S/C de Tenerife,
2004, pp. 69-116.
(2) E. L. BURRIEL DE ORUETA, Canarias:
Población y Agricultura en una sociedad
dependiente, OIKOS-TAU, S. A. Ediciones,
Barcelona, 1981.
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Construcción del Lago Martiánez.
se reconoce aún hoy en día en la prestancia arquitectónica de los edificios o en la calidad
de servicios cubiertos por éstos.
Por contra, el turismo de masas que explotó en torno a los años sesenta surgió de igual
forma a como lo hiciera en el resto del Estado español; y este boom de consumidores
de ocio se caracterizó por:
• La búsqueda de mar y sol; esto es, de un tipo de ocio exclusivamente
heliotalasotrópico.
• El desarrollo abusivo y desmesurado de la especulación inmobiliaria, que, a
través de una urbanización hacinada, ha transformado el litoral de las islas en
mero soporte de alojamiento.
• El crecimiento intensivo de la oferta, que, surgido de modo espontáneo, ha
desconocido todo principio de planificación.
• La implicación selectiva de los municipios isleños en la evolución del sector, lo
que ha provocado un claro diferencial de renta entre municipios turísticos y no
turísticos.
Como bien reconocen los expertos (Libro Blanco del Turismo, 19954, M. J. Millares,
20065; A. González Morales, 2004), tras el auge del turismo británico de comienzos
del siglo XX, se produce un periodo de recesión del desarrollo del sector, agudizado
por la Guerra Civil Española y la consiguiente etapa autárquica. Las condiciones de
distanciamiento de la dictadura franquista del resto de países de Europa y la propia
crisis del continente, fruto de las secuelas de la II Guerra Mundial, alejaron a las Islas
de un recurso históricamente consolidado. De los lujosos hoteles que fueran bandera
emblemática de nuestro atractivo turístico, pocos se hallaban en funcionamiento a
finales de la década de los años cuarenta: Marquesa, Monopol, Taoro y Martiánez
en el Puerto de la Cruz, y Metropole, Santa Brígida, Parque y Santa Catalina en Gran
Canaria, entre otros.
Por ello, cuando el Régimen comenzó a sobrepasar los límites de encorsetamiento que
provenían de su política de aislamiento, las autoridades nacionales y locales se plan-tearon
impulsar un nuevo renacimiento de la industria del ocio, que sólo se alcanzó
contando con la inyección de incentivos fruto del esfuerzo decidido de algunas figuras
emblemáticas en la historia de nuestra industria más representativa. Tales esfuerzos
concitaron la conjunción de voluntades con miras a iniciar un nuevo ciclo de vida de
los destinos canarios, que desglosados de acuerdo a sus etapas o fases nos permitirán
apuntalar las referencias personales e institucionales que conformaron la situación actual.
En definitiva, para establecer premisas sólidas sobre la evolución histórica del turismo
especializado casi en exclusiva en la explotación de los recursos vinculados con el sol,
el mar y el ocio, en primer lugar habremos de establecer un intervalo temporal y las
condiciones dimanantes de esa etapa histórica que nos aporten los antecedentes precisos.
Así, podemos destacar como factores determinantes de esta etapa inicial los siguientes:
Declaración de Puerto de la Cruz como ciudad de interés turístico, en 1955.
Resolución de primero de enero de 1963, por la cual el Ministerio de Información y
Turismo recién creado (con fecha de 10 de julio de 1962 y presidido por Manuel Fraga,
adalid de la expansión turística, con su decidido apoyo a la edificación de los Paradores
Nacionales) concibe el Archipiélago como Zona de Interés Turístico.
Orden Ministerial de 1964 que establece el funcionamiento del Registro de Empresas
y Actividades Turísticas.
(5) M. J. MILLARES, Isla: El Turismo en
la Provincia de Las Palmas (1946-1969),
entre Néstor y el Desarrollismo, Centro de la
Cultura Popular Canaria, La Laguna, 2006.
(4) GOBIERNO DE CANARIAS: Libro
Blanco del Turismo, Las Palmas de Gran
Canaria, 1997.
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Creación de los diferentes CIT, Centros de Iniciativas y Turismo; el de Gran Canaria
funcionaba desde el 12 de noviembre de 19596.
Formulación en 1964 de la “Ley Strauss”, en la que el entonces ministro alemán permitía
incentivos de inversión en regiones y países de ultramar, léase Canarias.
Inicio de la navegación aérea con Europa, contando con vuelos chárter desde 1957, de
compañías inglesas, alemanas, finlandesas, suecas, francesas e italianas7.
Es entonces, en los últimos años de la década de los años cincuenta del pasado siglo
y los primeros de los sesenta, cuando podemos retomar el devenir de una industria,
prácticamente inexistente durante la etapa autárquica; y, entonces, con miras a des-brozar
las diferentes facetas que han determinado esta historia nos ayudaremos de la
conocida teoría de los Ciclos de Vida de los Destinos Turísticos, tal como fuera acuñada
por Butler8 en 1980.
Los ciclos de vida de los destinos tinerfeños y la implicación de los
agentes locales
Dicho autor reconoce en la expansión de dichos destinos las siguientes fases, que ha-bremos
de remozar con comentarios relativos a las peculiaridades insulares.
En la fase de exploración:
1. La demanda aglutina grupos incipientes de visitantes. Comprende
sectores aislados de turistas “accidentales” o viajeros aventureros, que se
interesan por el destino por sus bellezas naturales o por las cualidades
que éste dimana en una perspectiva exótica.
2. En Canarias nos encontramos con viajeros ilustres, entre los que
destacan: Wiston Churchill, Agatha Christie, Ernesto Lecuona, Dulce
María Loinaz, María Callas y Los Beatles, entre otros9.
3. La oferta alojativa se reduce a los hoteles clásicos y a unos pocos
hostales o residencias explotados por residentes de la zona, que com-parten
esta actividad con otras faenas productivas. Así, encontramos
en 1950 los siguientes locales de hospedaje: Gran Hotel Taoro, con
70 habitaciones; Hotel Martiánez, con 32; Hotel Monopol, 87; Hotel
(8) R. BUTLER, “The concept of a Tourist
Area Cycle of Evolution”, Canadian
Geographer 24, pp. 5-12, 1980.
(9) N. GONZÁLEZ LEMUS, Viajeros por sol,
playa… y descanso, Puerto de la Cruz, 2011.
Esquema gráfico de la evolución de los
Destinos Turísticos según Butler.
(6) V. HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, El Centro
de Iniciativas y Turismo de Gran Canaria,
Real Sociedad Económica de Amigos del
País, Las Palmas de Gran Canaria, 1994.
(7) CABILDO INSULAR DE TENERIFE: Plan
de Desarrollo económico para la Provincia
de Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de
Tenerife, 1963.
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Marquesa, con 25; y el Marquesita Anexo, con 1610, todos en Puerto
de la Cruz. En el sur de la Isla operaba el Hostal Reverón, en la playa de
Los Cristianos, regentado por D. Juan Reverón Sierra, donde se alojaron
en una primera etapa los enfermos suecos afectados por la enfermedad
de la esclerosis múltiple11. Por lo demás, exceptuando la oferta alojativa
operativa en Santa Cruz de Tenerife y algunos hoteles sitos en Güímar,
La Orotava o Tacoronte, en esta etapa del ciclo la mayor parte de los
destinos abocados a la explotación de los recursos de sol y mar estaban
aún en un estadio iniciático.
4. Aún no se han implicado las autoridades locales ni la Administración
en concretar las infraestructuras precisas para la consolidación de un
destino turístico.
5. Los caseríos y pequeños pueblecitos marineros, atractivo urbano del
visitante, los pueblan núcleos familiares con vinculaciones generacionales
notorias.
Cuando se produce la implicación:
1. Acuden grupos de turistas, que han venido siendo alertados por
medio del proceso de difusión conocido como efecto “boca a boca”.
Los visitantes se acompañan de sus familias y organizan sus vacaciones
contando con la ayuda y consejo de ciertas compañías especializadas
en origen.
2. En Canarias, el número de turistas que nos visitan llega a aproximarse
en 1960 a los 150.000 viajeros, en la culminación de una primera fase
de expansión atemperada.
3. La oferta se ha ido expandiendo. Se construyen nuevos hoteles y se
abren algunos negocios de restauración y de ocio. En particular, cabe
reconocer los siguientes complejos:
a. El Hotel Marquesa, que fuera vendido por los herederos de
la IV Marquesa de la Candia, Dª Laura de Cólogan-Franchi y
Heredia, a Miguel Caparó y Busquets, propietario y vecino
de Puerto de la Cruz, quien se encargaría de regentarlo hasta
comienzos de los sesenta.
b. En cuanto al Hotel Taoro se sabe que los gerentes del Cabildo
Insular negociaron con Enrique Talg (a la sazón administrador de
dicha entidad propiedad del Gobierno, por la que pagaba una
renta anual de 17.325 pesetas durante el bienio 1944-1945), tras
una visita realizada por la Junta Insular de Turismo en agosto de
1944, la compra del complejo, o, al menos, su participación en la
explotación. Tal iniciativa estaba “avalada” tanto por el Capitán
General García Escámez como por el Gobernador Civil, quienes
deseaban dotar a la isla de referentes alojativos de calidad,
preparados para la recepción de ese “turismo perdido” cuando
finalizara la contienda mundial.
c. Tras complicadas y procelosas negociaciones se acuerda el pago
del 70% de las acciones de la comunidad Taoro, bajo la condi-ción
de que el Cabildo adquiriera el resto y se comprometiera a
reconstruir el ala poniente del edificio (afectada tras el incendio
que asoló el hotel en la madrugada del 9 de mayo de 1929) y
a modernizar el resto de sus instalaciones. D. Antonio Lecuona
(10) CABILDO INSULAR DE TENERIFE,
Ordenación Turística, Plan de Desarrollo
Económico, 1963.
(11) N. DÍAZ FRÍAS, Historia de la Playa de
Los Cristianos, Centro de la Cultura Popular
Canaria, 1996, pp. 157-158.
Avenida de Colón. Puerto de la Cruz.
Lido de San Telmo. Puerto de la Cruz.
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Hardison, presidente de la entidad insular, acepta formalmente las
condiciones negociadas con fecha 19 de julio de 1945, iniciando
las reparaciones más urgentes y la mejora de la carretera de
acceso y de los jardines. A Enrique Talg se le concedió la prórroga
del arrendamiento, rebajando la renta hasta las 10.000 pesetas
anuales. Mas, con todo, los pobres resultados económicos que
devengó la explotación del hotel en años posteriores (a pesar
del convenio suscrito con la compañía de Thomas Cook and
Sons, que reportó una media de 40 visitantes alojados durante
un periodo de diez días en cada arribada del buque Venus, que
utilizaba la Compañía Marítima de Bergen, recalando en Tenerife
y en Madeira) concitaron la ruptura con el empresario suizo en
el año 195212 y el previo arrendamiento del Taoro a la compañía
HUSA en 1950.
d. El Hotel Martiánez, cerrado desde el año 1939 afectado por
la contienda de la Segunda Guerra Mundial, comienza a ser
administrado en 1953 por Enrique Talg Schulz.
e. El Hotel Monopol, sito en la vivienda donde naciera el insigne
canario Agustín de Betancourt y Molina, fue transformado en
hotel en el año 1888 con la denominación de Hotel Senador, bajo
la dirección del hotelero suizo Sol Solidiche, siendo propietaria Dª
Celia Zamora Gramperra, hija y heredera de D. Tomás Zamora
Gorrín, quien fuera alcalde durante el periodo 1877-1881. En
1905 tomaría su denominación actual, al pasar a propiedad del
alemán J. M. Knörnschild y su esposa británica. Fue en 1928
cuando cambió de propiedad, siendo el matrimonio formado
por Erna y Carlos Gleixner quienes representan el origen de una
saga familiar que, aún en la actualidad, lo sigue regentando con
esmerado cuidado.
f. Sabemos que la Pensión Marquesita se encontraba aún
operativa en esa fecha con domicilio en la calle San Felipe, nº
1, según consta en la guía del Valle de La Orotava editada por
D. Vicente Miranda en el año 196513; mas, como quiera que no
comparece en la relación recogida en la Guía Dietario publicada
por Litografía Romero en el año 197914, podemos barruntar que
fue absorbido por el Marquesa tras la remodelación emprendida
en los años sesenta.
4. Como podemos comprobar, en el inicio de la expansión del turismo
de masas en el municipio de Puerto de la Cruz, el remanente histórico
aportó los pilares necesarios con miras a proyectar una imagen del
destino acorde con su esplendor decimonónico. Mas, singularmente,
los agentes imbricados en la explotación residencial ya no se vinculaban
con aquellos terratenientes locales15 y los mercaderes anglosajones de
dicha centuria; pues se reconoce la presencia en la gestión de todos los
complejos señeros de una nueva clase empresarial, predominantemente
de procedencia germano parlante.
5. Justamente finalizando esa década se consolida el Puerto de la Cruz
como destino emblemático de los turistas europeos, con la remodelación
de los ya mencionados hoteles señeros y la apertura de algunos nuevos.
En concreto podemos hablar de los siguientes: Hotel Valle Mar, construido
en 1958 y con una capacidad de 68 habitaciones; Hotel Tenerife Playa,
inaugurado en 1958, con 132 habitaciones tras su segunda ampliación
en 1962; Hotel Oro Negro, cuya fecha de construcción data de 1961,
(12) Quien se ofreciera a asumir la concesión
del hotel, informando de ello al general por
carta remitida el 26 de marzo de 1945.
(13) V. MIRANDA, Valle de La Orotava,
Ediciones Drago, La Orotava, 1965.
(14) GUÍA DIETARIO DE SANTA CRUZ DE
TENERIFE, 1979, Litografía Romero, S.
A., 1979.
(15) Resulta emblemático el “maridaje”
que se produjo en la fase de esplendor
del turismo en Puerto de la Cruz: los
comerciantes anglosajones contaron con
el decidido apoyo de la aristocracia de el
Valle de La Orotava, quienes aportaron
terrenos y asumieron responsabilidades al
contar con su dominio del poder político.
Dicha vinculación se mantuvo en buena
parte en la fase seminal de la expansión de
la nueva tipología de la industria turística.
Así, entre aquellos que hemos mencionado
podemos encontrar representantes de las
casas Cólogan-Franchi y Ponte, titulares
de los marquesados del Sauzal y de la
Candia, como fueran los herederos de D.
Tomás Fidel Cólogan.
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con 42 habitaciones; Hotel Bélgica, de 1958, con 39 habitaciones; Hotel
Las Vegas, ampliado en 1962, que incrementa su capacidad alojativa
hasta las 132 habitaciones, y el Hotel Tigaiga, promovido y dirigido
por la familia Talg, con 48 habitaciones.
6. Por lo demás se reconoce en esta fase la acción decidida de las auto-ridades;
en particular de aquellas que presidieron el Mando Económico:
generales García Escámez, Serrador y Duque de la Torre en conjunción
con la iniciativa innovadora de autoridades señeras: Melchor Luz y
Cándido García Sanjuán, en Puerto de la Cruz; Galván Bello, Casiano
Feo, la familia Tavío, el propio García San Juan…, en el Sur de Tenerife.
7. Para encauzar estas iniciativas los generales contaron con el apoyo
financiero del Estado y con la anuencia de prestigiosos arquitectos
locales: Tomás Machado y Méndez Fernández de Lugo, José Enrique
Marrero Regalado, Domingo Pisaca y Burgada, Enrique Rumeu de
Armas, entre otros16. Con todo, tras la culminación de su gestión, es
el Cabildo Insular quien asume la labor de gestión y promoción de la
industria. Mas, como quiera que en esos años los consejeros se alineaban
mayoritariamente con las propuestas falangistas, la gestión de dicha
entidad resultó impregnada de la ideología españolista con evidentes
proximidades ideológicas y económicas con los agentes comerciales
alemanes17.
8. En esta situación de “transición” ideológica y económica, la implicación
de las administraciones supramunicipales fue alentada y “bendecida” por
la iniciativa local. En particular, resulta emblemática la labor realizada
por el alcalde Isidoro Luz Cárpenter durante el periodo comprendido
entre los años 1944 y 1963. Su empecinado empeño en miras a dotar a
su municipio de las infraestructuras y reglamentaciones imprescindibles
para adecuarlo a la expansión del nuevo turismo europeo no cabe
reducirlo sólo a su gestión local, pues abanderó otras intervenciones
más notorias. En particular:
a. Como consejero del Cabildo Insular desde el año 1945 y
presidente entre los años 1962 y 1964 supo impulsar diferentes
obras de gran trascendencia para la consolidación del negocio
turístico en Tenerife.
b. Habiendo solicitado en acuerdo del 30 de mayo de 1955 la
declaración de Puerto de la Cruz como Zona de Interés Turístico,
la propuesta es rubricada formalmente por el ministro Gabriel
Arias Salgado con fecha 13 de octubre del mismo año y publicada
como Orden en el BOE de 26 de octubre.
c. El 17 de octubre de 1958 la Comisión de Urbanismo de Santa
Cruz de Tenerife aprueba dos acuerdos imprescindibles para
consolidar las iniciativas de don Isidoro: la aprobación del Plan
General de Ordenación Urbana del Puerto de la Cruz y del Proyecto
de Urbanización de la Avenida de Colón y de la Plaza Triangular.
9. De igual manera son reconocibles los primeros esfuerzos inversores
dimanantes de la iniciativa privada, reconocibles en la autoría de la edi-ficación
de estos primeros complejos. Así, en esta armonía de intereses
podemos enumerar las siguientes actuaciones:
a. La zona de Martiánez va a acumular la mayor parte de inicia-tivas
urbanísticas de tipología turística. Buena parte del terreno
(17) J. J. DÍAZ BENÍTEZ, Anglofilia y au-tarquía
en Canarias durante la II Guerra
Mundial, Ediciones IDEA, Las Palmas de
Gran Canaria, 2008; A. CIORANESCU,
Historia del Cabildo Insular de Tenerife,
Aula de Cultura de Tenerife, Cabildo Insular
de Tenerife, 1988.
(16) M. ISABEL NAVARRO SEGURA,
Arquitectura del Mando Económico en
Canarias, la Posguerra en el Archipiélago,
Aula de Cultura de Tenerife, Cabildo Insular
de Tenerife, 1982.
Vista aérea. San Telmo, plaza de los
Reyes Católicos y Avda. Colón.
Disco promocional del Día del Turista
(portada). Noviembre de 1967.
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CATHARUM Revista de Ciencias y Humanidades del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias · nº12, 2012
afectado por el PGOU pertenecía por herencia a los hermanos
Fernández Perdigón, quienes contaban con una superficie de
51,7840 hectáreas en todo el entorno del Valle de La Orotava,
25,5166 sitas en el municipio de Puerto de la Cruz18, mayorita-riamente
en el denominado Llano de Martiánez.
b. Inicialmente, y acorde con la reglamentación del PGOU, al
menos 184,7437 hectáreas de terreno fueron clasificadas con la
categoría de suelo urbano (A. Álvarez, 1983). En consecuencia,
cabe extrapolar de tal medida el notorio interés de los munícipes
en modificar el uso del suelo (que en buena parte correspondía
a plantaciones de platanera, cuya producción abastecía los
mercados continentales)19. Es entonces cuando comparecen los
nuevos agentes dinamizadores de la industria vinculada con la
explotación de los recursos heliotalasotrópicos:
La sociedad formada por Albert Verburgh y Walter Vandeputte
asume construir en 1957 el Hotel Bélgica, que comenzó a operar
en la temporada 1958-59.
Cándido García Sanjuán20 solicitó el 9 de julio de 1957 licencia
de obras para la construcción del Hotel Gran Tenerife Playa
según proyecto de Luis Cabrera Sánchez-Real, autorizada el 6
de mayo de 1958.
De nuevo es el arquitecto Luis Cabrera y Sánchez-Real quien en
1959 realiza el proyecto del Hotel Las Vegas, encargado por una
sociedad compuesta por siete accionistas (“Los Siete Magníficos”),
entre quienes sobresale la figura de Luis Díaz de Losada y García.
Este empresario lagunero se encargó de la parcelación de la
Avenida de Colón en 1958 y la construcción de las piscinas del
complejo Martiánez, inaugurado en el verano de 1971 por Felipe
Machado González de Chaves.
El 26 de febrero de 1958, María Angustias Ybarra y Jiménez de la
Serna inicia el procedimiento de formalización para la construcción
del Hotel Valle Mar, sito en terrenos pertenecientes a los hermanos
(18) Estos propietarios compartían la explo-tación
de los terrenos de Puerto de la Cruz
dedicados al cultivo de la platanera con otros
grandes hacendados, entre quienes destacan:
M. Asal Smith, con 13,6302 hectáreas;
M. Ascanio Méndez, dueño de 15,9066
hectáreas.; D. Codesido Hernández, con
10,3463 hectáreas de terreno productivo;
C. García Feo, con 12,8439 hectáreas; F.
Machado Pérez, contabilizando 15,0030
hectáreas; N. Pérez Ascanio Ventoso, con
31,989 hectáreas; R. Richard Bernard,
propietario de 37.945 metros cuadrados, o
L. Salazar y Benítez de Lugo, con 13,3173
hectáreas, (A. ÁLVAREZ, Tesis Doctoral,
1983, Cuadro VII.32).
(19) En el año 1960 la superficie censada
en Puerto de la Cruz y dedicada al cultivo
platanero suponía el 13,6 % del total de la
isla de Tenerife (520 hectáreas), porcentaje
sólo superado por la ocupada en el municipio
de La Orotava (W. RODRÍGUEZ BRITO, La
Agricultura de Exportación en Canarias,
(1940-1980), Consejería de Agricultura,
Ganadería y Pesca, Gobierno de Canarias,
Santa Cruz de Tenerife, 1986, p. 165).
(20) Político y hombre de negocios que,
entre otros cargos, ejerció la Presidencia
de la Junta de Obras del Puerto de Santa
Cruz de Tenerife; fue fundador de empre-sas
mercantiles, entre ellas GARSAN y
Sociedad Agrícola C. L. García Sanjuán,
S. A. Estrechamente vinculado con Blas
Pérez González, ministro de la Gobernación
entre los años 1942 y 1957, se involucra
en el despegue del turismo en la vertiente
sur de la Isla, promocionando la apertura
del Hotel El Médano, que construyera
en 1963 la familia de D. Casiano García
Feo y construyendo en 1972 el hotel Gran
Tinerfe, tras haber fracasado en el intento
de expansionar la dimensión de su inversión
en el Puerto con la construcción de piscinas
en el frente de playa sito delante de su hotel.
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23
5000
10000
15000
20000
25000
30000
Evolución del número de plazas total y
hoteleras en Puerto de la Cruz, 1958-
1980.
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Perdigón, que inició su actividad en 1959, proponiendo a Enrique
Talg Wyss como director. Sin embargo, el hijo del entonces director
del Hotel Tigaiga declina la oferta ante la responsabilidad que
asume al arrendarle a su padre dicha empresa.
10. Contando, entonces, con estos primeros datos, podemos intuir que
en torno a los años 1968-1969 algunos destinos isleños (en particular,
Puerto de la Cruz y Las Palmas de Gran Canaria) habían alcanzado la
fase de desarrollo de sus ciclos de vida, tal como se puede advertir
en el gráfico 2.
Ciclo de vida o competencia por acaparar recursos escasos
Con miras a afrontar tal contingencia debemos partir del análisis de indicadores que
nos posibiliten valorar con enjundia la afirmación postulada en el párrafo previo.
Elijamos, entonces, aquellos de mayor uso entre los expertos (Haywood, 1986; Cooper
and Jackson, 1989):
1. Correlación entre las expectativas de la demanda y la evolución de
la oferta. Siguiendo la teoría de Butler, en las dos primeras fases de
los ciclos de vida de los destinos, la planta alojativa “se adapta” a las
necesidades que según las proyecciones de la demanda en años previos
permiten garantizar la rentabilidad de la industria. En otras palabras,
los agentes promotores de complejos hoteleros sólo arriesgarán su
inversión contando con la anuencia del arribo tendencial contemplado
en la sucesión próxima de los flujos de demanda. Partiendo, enton-ces,
de esta premisa, la figura 3 nos aporta datos relevantes sobre el
argumento que deseamos validar. Así, en dicho gráfico es perceptible
un claro desfase en las tasas de crecimiento de ambas variables, don-de
la evolución de llegada de turistas no justifica la sobredimensión
de la planta alojativa expectante, al menos en el intervalo temporal
comprendido entre los años 1962 y 1974.
2. Relación porcentual entre las plazas hoteleras y extrahoteleras, que
en los destinos ya desarrollados muestra una evolución descendente
hasta decaer por debajo de la unidad. Entonces, un sencillo cómputo
realizado contando con los datos recopilados en la figura 1 nos ofrece
una poligonal que muestra cuatro etapas bien diferenciadas, con puntos
de inflexión localizados en los años 1964, 1968 y 1973 (ver figura 4).
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20
500
1000
1500
2000
2500
3000
Evolución de los flujos de demanda y la
oferta en Puerto de la Cruz en números
índice entre los años 1960 y 1979.
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3. Concentración de los flujos de demanda en pocos focos emisores.
La especialización de los destinos en mercados fidelizados conlleva una
ventaja comercial, pero predispone a los agentes del sector a negociar
a la baja la “repetición” continuada de las estancias de sus clientes. Por
ello, la diversidad seminal que se puede constatar entre los turistas que
pernoctaron en Puerto de la Cruz en el año 1958, un total de 17.033
efectivos (de los cuales 2.103 eran de nacionalidad inglesa; 4.358, ger-manos;
1.363, nacionales; 2.162, naturales de Francia; 1.739, suecos,
y 1.105, suizos), que se reduce en el año 1962 (contando con un total
de 41.396 turistas: 8.432 ingleses, 7.718 alemanes, 5.318 franceses,
3.693 suecos y 2.452 suizos)21 y prácticamente desaparece en el año
1973 (concentrando el 79,24 % de los visitantes procedían sólo de
cuatro zonas de remisión: Alemania con un porcentaje del 26,25 %;
Inglaterra con el 23,39 %, Escandinavia contabilizando un número de
recursos evaluados en el 12,19% y el turismo nacional que representó
el 17,42%22) nos informa de una evolución muy rápida que deriva en
la especialización selectiva del Puerto de la Cruz en la captación de
flujos de demanda provenientes de escasamente sólo cuatro mercados.
4. Implicación de agentes “ajenos” a la dinámica endógena de la
producción hostelera. En este indicador se incluye tanto la inversión
especulativa de comerciantes y “mercaderes” nacionales y extranjeros
como la subordinación de la burguesía local a sus intereses en miras
a valorizar su patrimonio con la venta de terrenos y la imbricación en
la promoción de la industria del ocio. Cuando ambos sectores “acuer-dan”
ordenar desde sus perspectivas de incrementos de plusvalías el
natural desenvolvimiento de la dinámica de los destinos, estos resultan
desprotegidos ante la competencia con otros emergentes, conllevando
un desplazamiento de la actividad en entornos próximos y colmatando
la urbanización de sus litorales siguiendo un proceso que caracteriza el
modelo de desarrollo del turismo en todas las zonas nacionales espe-cializadas
en el ocio de sol y mar. En consecuencia, los datos aportados
en párrafos previos abundan en especificidades particulares del ciclo
de vida de Puerto de la Cruz en que se advierte ya desde el segundo
quinquenio de la década de los sesenta la actividad de estos agentes,
que, en particular, desviaron parte de los beneficios generados por
el binomio construcción-industria hostelera en Puerto de la Cruz a
1 2 3 4 5 6 7 8 9 1011121314151617181920212223
0.1
0.2
0.3
0.4
0.5
(21) Anexos de la Edición del CABILDO
INSULAR DE TENERIFE, Ordenación
Turística,…
(22) CES, Economía Canaria 76, Anexo
Estadístico, Confederación Española de
Cajas de Ahorros, Las Palmas de Gran
Canaria, 1978, p. 105.
Ratio entre plazas hoteleras y extrahote-leras
en Puerto de la Cruz, 1958-1980.
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destinos vírgenes, donde el precio del suelo no encarecía en demasía
los costes de promoción y edificación. Tales presupuestos, avalados
por los trabajos de V. Martín Martín, 1991, 1999 y 2005, y Mª del
Carmen Santana, 1992, fueron analizados con técnicas propias de la
simulación dinámica en varios estudios realizados por miembros del
Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna
(ver M. Carrillo, 2002; J. M. González Rodríguez, 1998, 1999, 2005 e
I. Cruz Báez, 2009).
Conclusiones
En este trabajo hemos deseado reflejar algunos rasgos que han configurado la imple-mentación
y posterior despegue de la industria turística en Puerto de la Cruz durante
la etapa comprendida entre los últimos años de la década de los cincuenta y los co-rrespondientes
al decenio posterior del siglo pasado. Contando con las reminiscencias
históricas del destino, zona de atracción de turistas de elite a finales del siglo XIX y
comienzos del XX, la singular vinculación de las compañías anglosajonas con dicho
sector se vio reducida considerablemente entre los años de entreguerras y durante
los primeros quinquenios de la dictadura franquista. Sus estrategias comerciales sólo
conservaron su vigor en la comercialización de los productos agropecuarios asociados
con la denominada Agricultura Intensiva de Exportación, negocio en el que mantu-vieron
un modelo de intercambio basado en la explotación de recursos en régimen
de explotación en exclusiva.
Sin embargo, la nueva burguesía afín al régimen dictatorial se movilizó con miras
a contextualizar la economía insular (y la de la comarca limitada por el Valle de La
Orotava) como genuinamente nacional. En consecuencia se implicaron en transacciones
e inversiones, en las que el sector turístico ofertaba buenas perspectivas de ganancias
desprovistas de riesgo aparente, dada la aquiescencia de las autoridades. Por todo
ello, prosiguieron la labor que emprendieran los generales que gobernaron durante
el periodo del Mando Económico, aunque especialmente interesados en dinamizar la
industria en diversas localizaciones insulares.
Como consecuencia, creemos que hemos podido reunir algunos indicadores que nos
advierten de la temprana madurez del ciclo de vida del producto Puerto de la Cruz,
que hubo de competir en desiguales condiciones con las zonas áridas, pero cálidas
y poco valoradas económicamente, del Sur de la Isla en donde se “refugiaban” en
gran medida las nuevas iniciativas de los promotores. Sin embargo, la labor de estos
empresarios ligados al comercio y la explotación agropecuaria no alcanzaría a acaparar
por entero la actividad turística, concitando el arribo de grandes multinacionales que,
en este caso, sí han podido reproducir las singularidades del denominado Modelo
Económico de Centro y Periferia.
En consecuencia, el poder económico anglosajón, aún apreciable en la actividad de
las casas comerciales Yeoward, Fyffes, Miller y Hamilton, entre otras, determinó una
nueva fase de expansión del turismo en el Puerto, contando con la apoyatura de la
renovación del PGOU en 1974 y la aportación de recursos británicos situados geográ-ficamente
en la zona de La Paz. El estudio de este renacer nos propone un nuevo reto
que no nos negamos a afrontar.
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BILIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
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